HyB Company es una fábrica de juguetes de madera, de diversas clases: animales de
madera, juguetes de tracción y otros parecidos. Una parte del proceso de manufactura implica el rociado de la pintura en juguetes parcialmente ensamblados y la colocación de éstos en ganchos móviles que los acarrean hasta el horno de secado. Esta operación estaba plagada de ausentismo, rotación y baja moral. Veamos brevemente la operación de pintura donde ocurría el problema: Se cortaban, fijaban y ensamblaban parcialmente los juguetes en el cuarto de maderas. Posteriormente se sumergían en sellac, después de lo cual se pintaban. Los juguetes eran predominantemente de dos colores y solo unos cuantos se fabricaban en más de dos colores. Cada color requería un viaje adicional por el cuarto de pintura. Poco tiempo antes de que comenzaran los problemas se había reestructurado la operación de pintura, de manera que ocho empleados que efectuaban la tarea se sentaban en línea al lado de una cadena continua de ganchos. Esta cadena estaba en movimiento continuo, pasaba la línea de pintores y llegaba al horno horizontal de gran tamaño. Cada empleado se sentaba en una caseta diseñada de manera tal que pudieran extraerse los vapores y eliminarse los excesos de pintura. El pintor tomaba un juguete de una bandeja contigua, la colocaba en una criba en el interior de un cubículo de pintura, rociaba la pintura de un color de acuerdo con un patrón, sacaba el juguete y lo colocaba en el gancho que iba pasando. Los ingenieros habían calculado la velocidad a la que se movían los ganchos, de manera que cada empleado, una vez capacitado, fuera capaz de colocar el juguete en el gancho antes de que este quedara fuera de su alcance. Los empleados que trabajaban en el cuarto de pinturas estaban bajo un plan de bonos por grupos. Dado que la operación era nueva para ellos, estaban recibiendo un bono por aprendizaje, el cuál se reducía en cantidades iguales cada mes. Se había programado que el bono desaparecería en unos meses, momento en el cual pudieran trabajar por sí mismos, es decir, que pudieran satisfacer el estándar y ganar un bono para el grupo cuando lo superaran. Habían surgido varios problemas hacia el segundo mes de capacitación. Los pintores aprendieron con mayor lentitud que la prevista, y comenzó a verse que la producción se estacionaría en un nivel más bajo que el planeado, muchos de los ganchos estaban pasando vacíos. Los pintores se quejaban de que los ganchos pasaban demasiado a prisa y que los ingenieros habían calculado mal los tiempos, determinando erróneamente la velocidad. Unos cuantos empleados renunciaron y hubo que reemplazarlos, lo cual agravó más el problema del aprendizaje. No se había logrado el espíritu de equipo que la administración esperaba se desarrollara en forma automática, a través del bono de grupo, excepto lo que los ingenieros denominaron “resistencia”. Un pintor que era considerado por su grupo como líder (y por la administración como cabecilla) fue claro al planearle al supervisor las diversas quejas del grupo. Estas quejas tenían la variedad habitual en todos los casos de frustración generalizada: el trabajo era confuso, los ganchos se movían con demasiada rapidez, el pago de incentivos no estaba siendo calculado en forma correcta, y de cualquier manera había que soportar un calor excesivo en el horno de secado. Un consultor fue contratado en ese momento, el cual trabajo enteramente de acuerdo con el supervisor. Después de muchas conversaciones decidieron que el primer paso a hacer era una reunión para una discusión general sobre las condiciones de trabajo. La primera reunión organizada inmediatamente después, contó con la asistencia de ocho pintores. Adujeron de nueva cuenta las mismas quejas: que los ganchos iban rápido, el cuarto era caliente y no tenía buena ventilación. Por alguna razón, de esto último es de lo que más se quejaron. El supervisor prometió reunirse y plantear el problema de la ventilación con los ingenieros y programó una segunda reunión para informar de los resultados de su gestión. Los ingenieros y superintendentes consideraron que el gasto sería prohibitivamente alto. Estaban pensando en alguna forma de aire acondicionado. El supervisor, llegó a la segunda reunión con cierta preocupación. Sin embargo, los pintores no parecían muy decepcionados, quizás porque tenían una gran proposición que hacerles. Consideraban que si se colocaban varios ventiladores grandes, de manera que circulara aire alrededor de sus pies, estarían mucho más cómodos. Después de muchas discusiones el supervisor estuvo de acuerdo en que podría probarse la idea. El supervisor y el consultor discutieron la cuestión con el superintendente y decidieron comprar tres ventiladores de grandes aspas. Les pareció que los ventiladores podrían ser usados en otra parte en el posible caso del fracaso del cuarto de pinturas. Se colocaron los ventiladores. Los pintores estaban jubilosos. Durante varios días se movieron los ventiladores en varias posiciones hasta que fueron colocados a satisfacción del grupo. Independientemente de la eficiencia real de los ventiladores, una cosa resultó evidente: los pintores estaban por completo satisfechos con los resultados y las relaciones entre ellos y el supervisor mejoró palpablemente. Se realizó otra reunión para analizar los aspectos de la situación de trabajo; la discusión se centró en la alta velocidad y que nunca estarían en condiciones de alcanzarla meta de llenar la suficiente cantidad de ganchos para obtener un bono. El punto clave de la discusión llegó cuando el jefe de grupo explicó francamente que el punto no era que no pudieran trabajar lo suficientemente rápido como para seguir el ritmo de los ganchos, sino que no podían trabajar a ese ritmo todo el día. La reunión terminó con la petición: “Ajustar la velocidad de la cadena de acuerdo a como se sintieran”. Solo después de varias reuniones se aceptó que en realidad había un cierto margen de libertad dentro del cual las variaciones de velocidad de los ganchos no afectarían al producto terminado. Con mucho problema el supervisor hizo que se instalara un control marcado con “Baja”, “Media” y “Rápida” en la cabina del líder del grupo, para poder ajustar la velocidad de la cadena en cualquier posición entre los límites mínimos y máximos fijados por los ingenieros. Los pintores estaban encantados y emplearon muchas horas dedicadas a la comida en cómo deberían variar la velocidad de los ganchos durante el día. Antes de una semana se fijó la siguiente norma: en la primer media hora del turno se operaría en lo que el grupo llamaba velocidad media (una fijación del medidor por encima del punto “Medio”). Durante las siguientes dos horas y media se operaría a alta velocidad. Media hora antes y media hora después de la comida se operaría a baja velocidad, con excepción de los últimos 45 minutos del turno en los cuales se operaba a velocidad media. En vista de los informes de satisfacción y de la facilidad en el trabajo de los pintores, es interesante que la velocidad constante, a la que habían fijado los ingenieros, estaba ligeramente por debajo de la media del medidor. La velocidad promedio a la que los pintores estaban moviendo la cadena estaba en la parte alta del medidor. Muy pocos ganchos ingresaban vacíos al horno y la inspección no mostró ningún aumento de los rechazos en el cuarto de pintura. La producción aumentó y en tres semanas (aproximadamente dos meses antes del final programado del bono aprendizaje) los pintores estaban trabajando entre un 30 y un50% por encima de lo previsto según el acuerdo original. Como era natural sus ingresos eran de igual manera superiores de lo que se les había anticipado. Estaba cobrando su pago básico, un considerable bono por destajo y un bono por aprendizaje, que, como se recordará, se había determinado reducir con el tiempo y no con la productividad. Los pintores estaban ganando más que cualquier otro operario especializado de otras secciones de la planta. La administración se vio “asaltada” por demandas tendientes a evitar esta desigualdad. Con creciente irritación entre el superintendente y el supervisor, y entre el superintendente y los ingenieros, la situación llegó a un estado tal que el superintendente tuvo que revocar arbitrariamente, y sin consultarlo, el bono de aprendizaje y reimplantar la operación de pintura a su posición original: los ganchos se movían de nueva cuenta a su velocidad original (constante u basada en estudios de los tiempos), la producción se redujo otra vez y antes de un mes habían renunciado los ocho pintores excepto dos. El supervisor se quedó en la compañía durante varios meses, pero sintiéndose agraviado se separó después para ocupar otro trabajo. Con el mejoramiento de la producción en el cuarto de pinturas habían llegado una serie de problemas. La producción extra en el cuarto de pinturas había creado un cuello de botella y un vacío en la sección anterior y ambos eran resultados indeseables para los departamentos adjuntos. Se había estremecido la estructura de salarios de la planta. El prestigio de los ingenieros había sufrido un deterioro y aparentemente algunas prerrogativas de la administración estaban siendo asumidas por los empleados.