Professional Documents
Culture Documents
| Gobierno británico
Son las 11 de la mañana del día 11 del mes 11. Corre 1918.
Los gritos de alegría a lo largo de miles de kilómetros de
trinchera retumban más que cuatro años de obuses. Había
acabado. Por fin. Esa Navidad sí estarían en casa (qué lejos
quedaba la del 14). Todos, menos nueve millones. Atrás
dejaban las ratas, los piojos, el barro, el frío, la sangre, la
muerte... lo más parecido a un hogar que habían conocido en
los últimos tiempos. Un hogar «miserable»; como «miserables»
manifestaban sentirse muchos en sus cartas —con
independencia del bando o país—. La guerra terminaba entre
vítores, como comenzó. Pero ya nada era igual.
Tropas rusas en una de las miles de trincheras de la Gran Guerra. | Archivo Blanco y
negro
A la espera de noticias
Madres, mujeres, novias o hijas que se convirtieron en viudas,
solteras, huérfanas. Nadie recordaba ya los tocados, corsés, o
cancanes. La sobriedad y la falda pantalón se imponía en las
féminas de estos países. Tristes. Como triste es la guerra.
Siempre esperando carta del frente.
Aquellas que repartían flores a la partida de los soldados o
ponían plumas blancas como símbolo de cobardía (Reino
Unido) a los que no habían partido al frente, tuvieron que tomar
las riendas de una sociedad tocada — y en algunos casos
hundida— y acceder al mundo laboral. Sólo quedaban ellas,
junto a niños, ancianos y heridos.
Testamento de un soldado irlandés. | Archivo Nacional de Irlanda
1
http://www.elmundo.es/especiales/primera-guerra-mundial/vivencias/primera-persona.html