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Sonetos del amor y de lo diario

Fernando del Paso

Sonetos del amor y de lo diario

Presentamos una selección de los poemas que Fernando del Paso publicó en la colección Cuadernos del
Unicornio de Juan José Arreola en 1958, y que ahora vuelve a circular bajo el título Sonetos del Amor y de lo
Diario (El Colegio Nacional). Tomamos también de esta reedición dos dibujos de la serie Destrucción del
orden, realizados por el propio autor.

Sonetos para un cuerpo ajeno y propio

Cuando a tu sangre nombres, cuerpo, invoca


una sola palabra: sangre llama
a lo que sólo sangre se reclama
desde tus pies al filo de tu boca.

Cuando a tu carne nombres, cuerpo, evoca


la sola carne que a la carne llama,
la que se mira y besa y hiere y ama,
que se penetra y lame, huele y toca.

Llámate cuerpo a secas, no te esmeres


en ser de otras palabras reflejo,
la oscura huella, su inasible sombra.

Quédate cuerpo a solas y no esperes


ser otra cosa que el desnudo espejo
de la sola palabra que te nombra.

II

Cuerpo de lento, tardo entendimiento:


tarde te has descubierto, cuerpo amado;
largo tu sueño ha sido desdichado,
breve tu amor, tu aprendizaje lento.

Solo en tu desolado pensamiento


y al rencor de ti mismo abandonado
tarde aprendiste a amarte, tarde has dado
muerte a tu olvido y a tu vida aliento.

Lento cuerpo sin nombre y sin edades,


cuerpo de lentitud impronunciable:
deja que larga, dulce, lentamente,

y cuerpo a cuerpo, acariciadamente,


en una soledad inacabable
se junten nuestras lentas soledades.
Dos adivinanzas

Para Carmen Balcells

Un silencio y pálido lamento


que cuando bebe el aire se agiganta.
Sin piernas danza y sin palabras canta,
Espejo de sí mismo y alimento.

Oro voraz y diáfano es su aliento.


su vida, sueño que la luz canta,
y su infinita languidez es tanta
que pesa menos que el color del viento.

Amante, a más, de insólita avaricia,


mago del artificio y de la espuma
y señor de los humos y del juego,

Lo que relame y mira y acaricia


Transforma en polvo y ceniza y bruma,
Aun siendo manco y deslenguado y ciego: el fuego.

II

Lluvia de flores limpias y sedientas,


algo tiene de plata y rito alado,
algo del estertor alambicado
de blandas mariposas macientas.

Algo, también, de amar la vida a tientas.


algo de anochecer inmaculado,
de albeante alba y de fulgor callado,
de ángeles muertos y de niñas lentas.

Esquiva, deleznable y traicionera,


y novia predilecta del invierno,
por ser tan bella, atolondrada y leve

esta fugaz criatura mereciera


que fuera menos cruel su helado infierno,
su amor más dulce, su rencor más breve: la nieve.
Sonetos de la rosa enamorada de sí misma

Para Xavier Villaurrutia


In memoriam

I
De luz su tallo, de agua su corola,
su alma de vidrio, su rubor de nada,
es una sola rosa aprisionada
en una azul y tibia caracola.

Es una rosa transparente y sola,


de sal sus hojas y de frente alada;
una rosa de sol, abandonada
en las saladas alas de una ola.

Encandilada rosa de un reflejo,


danzante rosa que se vuelve encaje
de espumas claras y de brillos lentos,

la rosa está prendada de su espejo,


apasionada rosa del oleaje,
enamorada rosa de los vientos.

II

Dice la rosa que el celeste manto


azul de la mañana, la verbena,
la flor de la pasión, la hierbabuena,
la magnolia y la flor de palo santo,

que el clavel, la violeta y el canto,


el girasol, la flor de nochebuena,
el lirio, la amapola, la azucena,
el pensamiento, el loto, el amaranto,

y otras mil flores que la rosa nombra,


en majestad, belleza, proporciones,
en aroma, en color, dice la rosa

que no le llegan ni a la sola sombra,


e incluye al alhelí, los dandeliones,
las lilas, la gardenia y la mimosa.

III

Aplicada la rosa a su elegancia,


se dedicó a estudiar rosicultura,
aprendió la ecuación de su estatura,
y elaboró un teorema de su infancia.
Y aún hizo más, la rosa, en su arrogancia:
se doctoró en su propia arquitectura,
se aprendió de memoria su hermosura
e hizo una tesis sobre su fragancia.

Así quedó la rosa cultivada


tonta de tanta alambicada ciencia,
de tanto teorizar sobre sí misma.

Sola quedó la rosa, enajenada


en el prisma de turbia transparencia
de un perfumado y pálido sofisma.

IV

Nacida ayer, la rosa escurridiza


en su reino del aire, los rosales,
en ráfagas redondas, en raudales
de relámpagos rosas se desliza.

Muerta de risa que acaricia y riza


y enreda su corola de espirales,
ahogada en laberintos de corales
la rosa no se muere: se eterniza.

Rosa, rencor en flor de carne viva


que perpetúa el color, de estirpe roja,
del sortilegio alado de su historia;

rosa más alta que la vida, altiva


rosa que cuando, rota, se deshoja,
se hace de nuevo rosa en la memoria.

Es natural que el solo pensamiento


sea de la rosa, vana y ambiciosa,
unirse al esplendor: esplendorosa
queda la rosa de este casamiento.

Se entiende así por qué su atrevimiento,


por qué insiste la rosa jactanciosa
en amar al primor, pues primorosa
la rosa queda de su ayuntamiento.

Candorosa, amorosa, cuánta henchida


reunión de nombres, y qué bien le vienen;
bien hace sólo al preferir lo bello

y mejor todavía, cuando olvida


que el rencor y el dolor también la tienen
agarrada, a la rosa, por el cuello.
VI

¿A dónde fue la rosa, la más fina


entre todas, la rosa invertebrada?
se fue la rosa tras la rosa amada,
la rosa elemental, rosa de harina.

La rosa cenital, rosa marina,


¿a dónde fue la rosa inmaculada?
Tras su sombra fue, tras de la nada,
la prodigiosa rosa cristalina.

¿Se deslumbró la rosa con su estrella?


No más hondo dolor, pena más honda,
Que a la rosa, por rosa, la consuma.

¿Se fue la rosa tras su propia huella?


Se fue, sedienta de su amargura fronda,
Ciega, la rosa, con su propia espuma.

JOSÉ TRIGO (1966)

Primera novela de Fernando del Paso escrita en 1966. El autor nos cuenta la vida de José Trigo y con ella la
de los trenes que salían y llegaban a la estación Nonoalco-Tlatelolco. Con esta obra construye una evocación
total de la historia de México, desde sus orígenes hasta el tiempo presente como muy pocas obras de la
literatura universal. Está concebida dentro de una ambición de expresar en forma absoluta, con todas sus
ramificaciones, con toda la fecundidad expresiva del mito milenario, un instante del tiempo sobre la tierra.

Título: José Trigo


Editorial: Fondo de Cultura Económica

PALINURO DE MÉXICO (1982)

Es su segunda novela, en donde mantiene una relación ambivalente con la historia reciente de México. Se
trata, como muchos críticos han señalado, de una novela política, invadida por el espíritu revolucionario
juvenil que floreció en México en los años sesenta. De una gran expresión narrativa, parece alejarse de la
historia para encerrarse en un deslumbrante ejercicio verbal. Sin embargo, esta ambivalencia es tan sólo
aparente, puesto que un examen de la extravagante creatividad verbal que reina en el texto, revela que existen
intersecciones entre la trama histórico-política y el tejido verbal-artístico. En la realidad, Palinuro es un joven
estudiante de medicina, que fue asesinado la noche del 2 de octubre de 1968; ahí empieza la trama.

Título: Palinuro de México


Editorial: Fondo de Cultura Económica

NOTICIAS DEL IMPERIO (1987)

Esta novela traza un amplio cuadro histórico: la trágica aventura mexicana a través del monólogo de la
emperatriz Carlota, esposa de Maximiliano I. La figura central de esta obra es la emperatriz Carlota, que se
encuentra encerrada en el Castillo de Bouchout en Bélgica, 60 años después de la muerte de su esposo
Maximilano I, fusilado en México en el Cerro de las Campanas, el 19 de junio de 1867, pues cayó en la locura
tras su muerte. En este monólogo Carlota explica la historia de su amor por Maximilano, además de los
momentos del Segundo Imperio Mexicano y de la realeza europea.

Título: Noticias del Imperio


Editorial: Fondo de Cultura Económica

LINDA 67. HISTORIA DE UN CRIMEN (1995)

Fernando del Paso decidió incursionar en la novela policiaca con excelentes resultados y Linda 67. Historia
de un crimen vio la luz en 1995. La obra se construye a base de flash-backs unos más cercanos y otros no
tanto. Narra la vida de David Sorensen, el hijo de un diplomático acostumbrado a vivir como un rico sin serlo,
que decide asesinar a su esposa y fingir un secuestro para cobrar un rescate y desaparecer con su amante
mexicana. San Francisco es el escenario en el que se desarrolla la novela. "Necesitaba exactamente una
ciudad de esas características", afirmó en su momento Del Paso. "Muerte en Venecia no sería lo mismo si
hubiera sido en Tasco o en Atlanta", abundó.

Título: Linda 67. Historia de un crimen


Editorial: Fondo de Cultura Económica

BAJO LA SOMBRA DE LA HISTORIA. ENSAYOS SOBRE EL ISLAM Y EL JUDAÍSMO, VOLUMEN I


(2011)

El autor mexicano decidió emprender hace algunos años otra obra monumental. Tres volúmenes sobre el
islam y el judaísmo, toda una osadía. El primer volumen nos habla sobre los orígenes de ambas religiones en
un grueso libro de 931 páginas, sin embargo su lectura es fluida y sumamente interesante. El libro está
dividido en cuatro: “Las mil y una noches de la BBC”, “Mahoma y el nacimiento del Islam, “Historia antigua
de un pueblo deicida” y la cuarta y última parte se titula “El Corán”. Aún están por publicarse los siguientes
dos tomos. Una obra titánica.

Título: Bajo la sombra de la historia. Ensayos sobre el Islam y el Judaísmo


Editorial: Fondo de Cultura Económica

El escritor Fernando del Paso, uno de los narradores y ensayistas más significativos y
originales en la literatura latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX, falleció hoy a
los 83 años de edad, informó la Universidad de Guadalajara.

Autor de obras paradigmáticas dentro de las letras mexicanas, Fernando del Paso Morante
nació en la ciudad de México, en 1935. Cursó los bachilleratos de ciencias biológicas y
económicas, así como dos años de la licenciatura en Economía en la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), donde realizó estudios asimismo de literatura, no sin antes
pensar en hacerse médico, pero la sangre y los olores lo hicieron desistir.

José Trigo fue su primera novela, publicada en 1966, año en el que obtuvo el Premio
Xavier Villaurrutia. Diez años después, apareció Palinuro de México, que recibió el Premio
de Novela México a la mejor novela inédita y, posteriormente, los premios Internacional
Rómulo Gallegos, en 1982, y a la Mejor Novela publicada en Francia, en 1985, según
consigna una biografía publicada por El Colegio Nacional.
Noticias del Imperio, su tercera novela, apareció en 1986. De ésta existen traducciones al
inglés, francés, portugués, alemán, holandés y chino. En 1995 se publicó su cuarta
novela, Linda 67; en 1998 La muerte se va a Granada, obra de teatro en verso sobre
Federico García Lorca, y en 1999 Cuentos dispersos, libro editado por la UNAM.

Fernando del Paso incursionó también en el ensayo y la poesía, además de una serie de
sonetos bajo el título Sonetos del amor y de lo diario, además de publicar dos pequeños
libros en verso para niños: De la A a la Z por un poeta y Paleta de diez colores. Una
pequeña muestra de su sonetos puede oirse en el material En Voz de sus
autores producido por la UNAM.

Desde niño, alrededor de los 11 o 12 años, ejerció lo que sería su otra vocación: el dibujo,
que no la pintura, porque “una cosa es ser dibujante y otra pintor, y yo soy lo primero,
como José Luis Cuevas que, a mi parecer, es excelente dibujante, pero no pintor”, comentó
el autor en una entrevista sostenida con La Jornada en mayo de 2011.

Incluso, gustaba sostener en plan de broma que ser dibujante era una venganza de su mano
izquierda contra la derecha, pues él era zurdo natural pero en la escuela lo obligaron a
comer y escribir con la diestra. Y así fue como lo hizo durante toda su vida: con la mano
derecha escribía y comía mientras que con la izquierda dibujaba.

“Quiero dejar muy claro que para mí la pintura, el dibujo no es un pasatiempo; es algo que
me tomo muy a pecho. Pero escribir es más mi oficio: a veces he dejado de dibujar o pintar
para escribir, pero nunca he dejado de escribir para dibujar”, según precisó en esa misma
charla.

La obra plástica de Fernando del Paso ha sido exhibida en diversos recintos de México y
varias capitales del mundo, como París, Madrid y Londres. Entre los primeros, se
encuentran el Palacio de Bellas Artes y los museo de Arte Moderno y Carrillo Gil, además
de que en Colima existe desde 2011 un recinto museístico con su nombre , que cuenta con
una amplia y variada colección de su trabajo.

Otra ocupaciones ejercidas por el versatil creador a lo largo de su existencia fue en el


mundo de la publicidad, donde trabajó para varias agencias, e incursionó asimismo en el
periodismo cultural y la locución.

Vivió dos años en Estados Unidos, como participante del International Writing Program de
la Universidad de Iowa City; 14 en Londres, como colaborador de la British Broadcasting
Corporation (BBC); y ocho en París, donde se desempeñó como consejero cultural y
después como cónsul general de México.

Fernando del Paso se distinguió siempre por su posición política progresista y ser “un
hombre de izquierda confeso”. Frecuentes eran sus expresiones de simpatía y apoyo con las
causas y movimientos sociales.
En una entrevista sostenida con este diario en 2011, compartió su visión sobre el país y
sostuvo que mientras en éste no exista más igualdad, seguirá existiendo crimen violento.

“México es un desastre, económica y socialmente, para qué hablar de lo que todo el mundo
conoce, una violencia extrema; pero hay muchas clases de violencia: el robo de los
políticos, la violencia es otra clase de violencia. Si hubiera unos paralímpicos de políticos
intelectualmente discapacitados nos llevaríamos muchas medallas”, señaló.

“No tengo las fórmulas, no puedo presumir de tener una. Sigo creyendo firmemente que,
aunque muchos expertos lo niegan, es resultado de una discriminación económica y social
muy añeja, que arranca desde los tiempos de la Colonia y la Independencia.

“ Es decir, la mala distribución de la riqueza, la pobreza, es lo que hace surgir a la


delincuencia, muchachos que no tienen futuro, los ninis que no estudian, no pueden estudiar
y no consiguen buenos trabajos”.

Del Paso fue miembro de El Colegio Nacional desde 1996, de la Academia Mexicana de la
Lengua a partir de 2009, miembro honorario del Seminario de Cultura Mexicana; en 1993
fue nombrado Creador Emérito y, en 1998, Miembro honorario de The American
Association of Teachers of Spanish and Portuguese.

Entre los varios reconocimientos que recibió, destacan el Premio Nacional de Ciencias y
Artes en 1991, el FIL de Literatura en 2007, el Mazatlán de Literatura en 1988, el Premio
Novela México 1975, el Premio Cervantes en 2015.

A propósito de este premio, La Jornada publicó el 23 de abril de 2016 un suplemento


especial, que puede consultarse aquí.

Carta a Juan Rulfo: Fernando del Paso en


laRevista de la Universidad
Viernes, 19 de mayo de 2017. - Noticias sobre: Juan Rulfo
Fernando del Paso
Foto: 20minutos.es

Para Fernando del Paso la muerte de Rulfo no fue la muerte de un escritor sino, ante todo, la de
un amigo; estas líneas —concebidas para un programa radiofónico— son una declaración de
amistad y camaradería que Rulfo no recibió en vida.

A que no sabes con qué me salieron el otro día Juan. Ni te imaginas. No sabes las cosas que
dice la gente cuando no tiene nada que decir. Pues fíjate que andaba yo por París, porque te dije
que venía a París, ¿no es cierto? Bueno, te lo estoy diciendo. Andaba yo por aquí. No te diré
que muy quitado de la pena porque ahorita tengo varios problemas que no viene al caso contar,
cuando de sopetón, así, de sopetón, me dicen que nos habías dejado; que te habías ido.
Mira, tengo que confesarte que cuando me lo dijeron, estaba tan hundido en mis
preocupaciones, como te decía, que casi no me di cuenta cabal de lo que me estaban contando.
Y después, fíjate lo que son las cosas, esa misma noche, yo di la noticia por la radio. Yo,
imagínate Juan, diciéndole a todos lo que yo mismo no había entendido. Porque lo que me
dijeron no fue que se había ido el escritor Juan Rulfo, no; lo que me dijeron fue que se me había
ido un amigo. Y yo no lo supe sino poco a poquito, poco a poquito y de repente también, sí, de
repente cuando escuché tu voz, cuando puse el disco de Voz viva de México de la Universidad
donde leíste “Luvina” y “¡Diles que no me maten!”. Y esa voz me caló muy hondo. Porque esa
voz, esa voz, yo la conozco muy bien.

Perdóname Juan, perdóname si no te escribí nunca, pero como me habían dicho que tú jamás
contestabas una carta, pues yo dije: Entonces para qué le escribo. Y ahora me arrepiento; me
arrepiento, Juan. Ahora quisiera que tú hubieras tenido varias cartas mías aunque yo no tuviera
ninguna tuya. En serio. Me arrepiento porque yo tuve la culpa. Yo fui el que me fui de México,
¿no? Y no te escribí. Me duele porque no se pueden pasar tantos años, creo que 16 desde que
salí, sin escribirle a los amigos, ¿no es cierto? No es cuestión nada más de decir, como Fray
Luis, “como decíamos ayer”, porque no, no fue ayer, sino hace muchos años de cuando nos
reuníamos una y hasta dos veces por semana, ¿te acuerdas?, en el café del sanatorio Dalinde.
Allí se nos iban las horas. ¡Qué las horas! Ahí nos pasábamos años y felices días platicando y
fumando como chacuacos. Quien nos hubiera visto, a veces tan serios, habría pensado que
nomás hablábamos de literatura. Y sí, claro, platicábamos de Knut Hamsun, y de Faulkner y de
Camus y de Melville, todo revuelto. De Conrad, de Thomas Wolfe, de André Gide. Nunca
conocí a nadie que hubiera leído tantas novelas. ¿A qué horas las leías, Juan? Se me hace que a
veces hacías trampa. Pero también te decía, ¿te acuerdas?, nos dedicábamos al chisme como
dos comadres, ni más ni menos.

Y a veces, de pronto, tú te ponías a hacer literatura sin darte cuenta. Te ponías a contarme
historias que yo no sabía si eran ciertas o eran puras invenciones, o si se iban volviendo ciertas
cuando las estabas inventando. Me acuerdo muy bien, Juan, muy bien, como si te estuviera
oyendo.

¿Tú crees que yo también estoy inventando, Juan? ¿Tú crees que estoy haciendo literatura?
Pues a lo mejor sí. Perdóname.

Cabrera Infante, ¿te acuerdas de él?, decía en un libro: “Le soy fiel a mi memoria,aunque mi
memoria me sea infiel”.

Sí, también uno inventa a los amigos y a los seres queridos, y creo que sobre todo aquellos que
ya no pueden defenderse y decirnos: ¡Óyeme, si yo nunca dije esto, o aquello o lo otro!

Y por otra parte, ¿tú crees que te estoy faltando al respeto por hablarte así? No, yo sé que no
Juan, porque somos amigos, porque siempre lo fuimos.
Lo que es más Juan, te voy a confesar que yo siempre te vi como mi mayor, y no porque me
llevaras un montón de años. A veces, sí, te veía medio viejón, y sobre todo cuando llegaste a la
cincuentena. Pero ya ves lo que son las cosas, yo ya tengo esos mismos años y de hoy en
adelante cada vez me vas a llevar menos. En un descuido, si vivo lo suficiente, te alcanzo, Juan.

No, lo que yo quería decir es que siempre te vi como mi mayor por la admiración que te tenía y
que tampoco nunca te dije porque no te dejabas. ¿O sí te lo dije? Creo que sí, cuando menos
una vez, y tuviste que aguantarte.

¿Te acuerdas, Juan, el trabajo que me costó hablarte de tú? Tuve que hacer un gran esfuerzo, y
cuando lo logré, es como si te hubiera hablado de tú desde siempre. Ya le podía decir a mi
mujer: “¡Oye, voy a llegar tarde porque voy a tomar un café con Juan!”. Y ella sabía que ese
Juan era Juan Rulfo, el mismísimo Juan Rulfo.

Toqué el disco de Voz viva de México, Juan, para seleccionar unos trozos y hacer un programa.
Un programa para la radio sobre Juan Rulfo, el escritor mexicano. Pero cuando me di cuenta
que esa voz, no sólo era la de Juan Rulfo sino la de Juan, el amigo al que yo le hablaba de tú, en
ese momento supe que lo que yo tenía que hacer era esto: decirte simplemente lo que te estoy
diciendo. Que esto me sirve para adornarme con tu amistad… pues sí, tu amistad siempre me
adornó.

La estrené hace más de veinte años y cuando te vi en las Canarias la última vez, ¿te acuerdas?,
me di cuenta de que estaba como nueva. Que todo esto lo estoy escribiendo con un estilo tan
cuidado que parezca descuidado, pues también, ya ves, hasta medio rulfiano me estoy
poniendo. Y que quizás esto lo estoy leyendo como si fuera más mexicano de lo que soy, o seré
nunca. Quizá sí, pero quizá no. Quizás hace falta no sólo un temblor de tierra sino un buen
remezón de alma para acordarse de lo que uno es, de lo que uno quiere seguir siendo.

Oye Juan, ¿sabes qué?, para escribir esto me puse ayer a releer Pedro Páramo y El Llano en
llamas. Tus libros son flacos como tú, Juan, que siempre fuiste medio encanijado. Pero una vez
más, me di cuenta de que uno no acaba nunca de leerlos. Ayer me llené la boca con la tierra de
Comala, ese pueblo todo untado de desdicha como dices tú, Juan. Ayer, Juan, vi al caballo de
Miguel Páramo galopando enloquecido por el camino de la Media Luna. Escuché la voz de
Eduviges Dyada, descolorida por la distancia, y ese silencio de Luvina que hay en todas las
soledades, como tú dices, Juan.

Y contemplé el hervidero de moscas azules que zumbaban como si fuera un gran ronquido que
saliera de la boca de Danilo muerto. Ayer, Juan, volví a ser Juan Preciado y me perdí en la
nublazón de esas nubes espumosas que hacían remolinos sobre mi cabeza, como tú dices, Juan.
Ayer fui Pedro Páramo y supliqué por dentro, y di un golpe seco contra la tierra, y me fui
desmoronando como si fuera un montón de piedras.

Ayer vi cómo el mar mojaba los tobillos y las rodillas y los muslos de Susana San Juan. Vi su
cuerpo desnudo hundiéndose en el agua entero, mientras el mar rodeaba su cintura con su brazo
suave y le daba vuelta a sus senos, como tú dices, Juan. Ayer, Juan, me bebí con los ojos a
Susana San Juan; me bebí su boca abullonada, humedecida, irisada de estrellas; me bebí su
cuerpo transparentándose en el agua de la noche, como tú dices, Juan. El cuerpo de Susana, de
Susana San Juan. Ayer, sí, de nuevo, Juan, me llené el alma con tu voz.

Mi querido Juan, perdóname por no haberte escrito antes. La verdad es que nunca me constó
que tú no contestaras cartas, porque nunca te mandé una. Se me hace que lo quise creer por
flojo, porque no eres el único amigo al que nunca le escribí. Pero bueno, te decía que estoy aquí
en París donde voy a vivir un tiempo y a terminar, eso espero, otro libro.

Pronto me alcanzarán Socorro, mi mujer, y mi hijita, Paulina. Los otros tres hijos que tenemos
ya están grandes y viven solos. Me dicen que aquí vive uno de tus hijos y que pinta, pero no lo
he visto. Yo los conocí a todos de chicos, aunque ya no me acuerdo de ellos. Seguro que si los
encuentro en la calle no los reconozco. De quien sí me acuerdo muy bien es de Clara.

Y bueno, aquí estamos ya en pleno invierno y el frío está arreciando. Perdóname también por
todas estas trivialidades, y más que nada, por lo que no te dije. Porque me queda la sensación
de que hay muchas otras cosas que debería decirte, pero no sé exactamente qué. Lo único que
sé, es que te tenía que hablar como te estoy hablando, Juan.

Mañana, quizás, u otro día, a lo mejor me invitan a hablar sobre tus libros y entonces quizá me
atreva a opinar que si esto, que si lo otro, que si lo de más allá; o quizá no me atreva porque a
veces pienso que de tus libros tú ya lo dijiste todo en ellos. En fin.

Antes de despedirme, Juan, déjame terminar con un lugar común, con lo que ya han dicho
otros, con lo que van a decir siempre, porque es la pura verdad: tú estás vivo, Juan, porque tu
voz está viva, porque tu voz no sólo llenó 30 años de silencio sino que llenará muchos años
más. Tu voz, Juan, que cuando la escuchamos, no lo vas a creer, y aunque te hayas ido, nos da
una alegría; una alegría, sí, Juan, aunque nos hables de qué sé yo cuántas cosas tristes, de risas
viejas como cansadas de reír y voces desgastadas por el tiempo, de lugares donde hasta los
perros mueren y ya no hay quien le ladre al silencio; de pueblos que destilan olores amarillos y
acedos, de ahorcados a los que los zopilotes se los comen por dentro hasta dejar la pura cáscara,
como tú dices.

Sí, Juan, volver a leerte, volver a escuchar tu voz será siempre una alegría aunque nos hables y
nos sigas hablando tanto, ¡ay, Juan!, de la tristeza.

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