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ABBA COMO MENSAJE PARA UNA TEOLOGIA DEL INFANTE


Raymundo Ramos Dávalos

INTRODUCCIÓN

Es preciso hoy, que todo cristiano comprometido se distraiga un poco de todo aquello que
puedo llamar el mundo de los gigantes, para agacharse y detenerse del viaje de la crítica y la
historia para hacer escala en donde pocos quieren hacerla, esto es, en el mundo de los bajitos,
de esos locos bajitos, como dice el famoso cantante español Serrat, y que también son parte de
la historia y que requieren de su cristología, los niños.

Considero que Jesús se detuvo y nos dejó un mensaje muy importante, que en relación con su
fe vale la pena reflexionar para tener una idea o imagen de Dios mucho mas concreta y
evangélica. Se requiere sacar el mensaje que eche por tierra la imagen que el hombre ha
distorsionado no solo de Dios, sino del niño.

Y es que cuando Dios se revela se viene abajo mucho de la idea de Dios que tiene el hombre.
Cito al uruguayo Juan Luís Segundo que dice: “Existe un Dios de la revelación interesado
apasionadamente - hasta dar su vida - por la liberación del hombre". La palabra hombre es una
palabra universal que abarca a la mujer y porque no, a los niños. Ellos, que también son
humanidad y carne, creación divina con matiz cristológico, según Pablo en su carta a los
Colosenses capítulo 1.

Ahora bien, existen dos palabras, solo dos, las cuales nadie duda de que Jesús las haya
pronunciado; y no las pronunció solo una vez, sino frecuentemente: el término Abba, y la
formula Reino de Dios.
En ambas tenemos seguramente el mejor y más expresivo resumen de la vida de Jesús y de su
sentido. Dos palabras que están muy vinculadas. La palabra ABBA de uso exclusivo de Jesús,
que nos habla de una relación filial Padre-Hijo, Niño-Papá. Y la palabra reino, una manera de
ver la vida humana y transformarla, y donde los niños son paradigma de este y poseedores
indiscutibles, a quienes Jesús amó y compartió su liberación, ya que ellos también son objeto
de la opresión de los "gigantes".

Ahora nosotros tenemos que volver a lo menor, no solo a los pobres y marginados sino también
a los niños. Ellos no son el objeto del reino pero si su parte y requisito. El enfoque de Jesús (la
voluntad del padre) también les va a liberar, o ¿qué por el solo hecho de ser niños no le
merecen ni la teología tampoco?

LA BIPOLARIDAD ABBA - REINO

Se trata de una doble expresión más que de dos expresiones sueltas o paralelas. El reino da
razón del ser de Dios como ABBA y la paternidad de Dios da fundamento y razón de ser al
reino. Jesús es una crítica y una puesta en cuestión de ambos. Jesús cree y anuncia también
que no hay reino posible sino en la paternidad de Dios, porque el reino en última instancia, no
es reino mío o nuestro, sino del otro. Cuando enseña a las gentes a hablar con Dios no
comienza ni con la obligatoriedad, ni con técnicas sobre la oración, sino con una buena noticia.
Cuando oren, digan: "Padre Nuestro" (Mt. 6,9). Nuestro, es la realidad del reino; Padre, es la
realidad de Dios.

¿Dónde pues hay que poner el corazón? En el ABBA - Reino


La oración dice. “ABBA venga tu reino”, de modo que, porque te llamamos ABBA, confesamos y
pedimos la venida de tu reino.
El nombre a santificar de Dios, es su nombre de ABBA, de Padre. La voluntad de Dios a
cumplirse en la tierra es la venida del reino y no de la religiosidad o el ritualismo. Porque Dios
es ABBA, llega su reino, y el Dios de Jesús no es accesible al margen del reino. El reino es
cercanía liberadora de Dios para los hombres que deriva de la cercanía con que se ha
experimentado a Dios en el ABBA.

"Quien conozca a Dios encontrará el reino". Quien no ha descubierto el reino no ha conocido a


Dios sino un ídolo. Conocer a Dios es conocerse a sí mismo como hijo. La auténtica experiencia
de Dios no es una mera experiencia de creaturidad que lleva a conocerle como creador, sino
algo más, una experiencia de filiación que lleva a conocerle como Padre.

Conocer a Dios como Padre es conocerse como ciudadano del Reino. Ciudad de Dios,
ciudadanía del cielo... son formas de designar el Reino de Dios como reino de los hombres, y
esto no es exclusivismo o elitismo de una cronología antropológica, o sea de una sola parte del
tiempo del hombre, sea su adultez o vejez, sino también de la niñez.

ABBA MENSAJE CENTRAL

1) DIOS COMO PADRE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO Y EN EL JUDAISMO

Para los orientales el término “Padre” contiene cuando se le aplica a Dios algo de maternal. El
A.T. usa solo en 15 ocasiones el término Padre para designar a Dios. La paternidad de Dios se
pone en relación con una acción histórica (Os 11,1; Dt. 32,5-6).
Siempre que los rabinos hablan de Dios como Padre añaden regularmente el término celestial.
Podría suponerse incluso que esta designación salió del lenguaje de los niños aunque no se
tenga ningún testimonio fuera del Nuevo Testamento y no sea muy seguro.
El que llama Padre a Dios se siente obligado a la obediencia, esto es, a la Torá. Esta obediencia
llega al martirio. “¿Porqué te azotan con varas?.. Estos golpes son la causa de que me ame mi -
Padre celestial” (Mekh Ex. a 20,6).
Cumplir la Torá es lo que acerca al fiel a Dios, lo que lo convierte en hijo de Dios; la
desobediencia por el contrario, hace del hijo un extraño para con su padre.
Por otro lado, la misericordia de Dios con Israel es mayor que la de una madre terrenal "Tu
eres cuya misericordia con nosotros es mayor que la de un padre para con sus hijos" - Tárgum
Isaías 63,16.
Por consiguiente es preciso que los mismos hijos tomen esta misericordia como regla de su
conducta.
ABBA había suplantado completamente a ABBI (Padre mío) en el lenguaje corriente tanto en
arameo como en hebreo. La tendencia del judaísmo helenista de dar a la relación filial con Dios
un colorido sentimental y subjetivo no se observa en el judaísmo de Palestina, y no se ha
encontrado hasta ahora en la literatura del judaísmo palestiniano antiguo ningún testimonio de
la invocación personal: "Padre mío".

2) DIOS COMO PADRE EN LOS LOGIA O DICHOS DE JESUS


En los evangelios, Padre aparece más de 170 veces en labios de Jesús en relación con Dios. En
Juan 5,19-20a hay una parábola del hijo aprendiz. Cuando Jesús acaba de enunciar el tema: “Mi
padre me lo ha transmitido todo”, lo explicita con la comparación Padre - Hijo, lo que quiere
decir bajo el velo de una imagen familiar es lo siguiente: Como un Padre habla con su hijo,
como le va enseñando las letras de la Torá, como lo va iniciando en todos los secretos del
oficio, así también Dios me ha dado el conocimiento de sí mismo, por eso yo soy el único que
puede transmitir a los demás el verdadero conocimiento de Dios.
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Con este grito, Jesús se coloca entre los nepioi (los pequeñuelos) de los que acaba de hablarse
precisamente en Mateo 11,25 (Cf. Lucas 10,21). Brinca de gozo porque se siente el népios de
Dios, su hijo predilecto, que ha recibido la gracia de la revelación. Aunque esta variante de
Mateo 11,26 no sea primitiva, ha captado con acierto la tonalidad de ese gozo ante la
revelación hecha a Jesús, tal como la expresa Mateo 11,27.

Hay un interesante ejemplo de Joachim Jeremías, quien cita Mateo 11,26 en relación a Padre-
Hijo. He aquí la versión que de este versículo se transmitía en la secta gnóstica de los
marcosianos según cita de Ireneo, Adv. Haer. 1,13 – “Oh, padre mío, porque he encontrado
gracia ante ti”.
Esta versión esta arraigada en una tradición aramea: Oh (oua), es un grito de gozo triunfante
típicamente arameo ¡ABBA! es igual a Padre mío.
En el judaísmo no se discute la autoridad del padre, los hijos deben ser la alegría del padre (Pr
15,20; 23, 22-25). Como consecuencia de esto todo lo que pertenece al padre pertenece
también al hijo y el revés (cf. Lc 15,11-32).
Aquí entra la voluntad del Padre como algo muy importante que debe ser el enfoque central
solo que no en forma legalista si no como una relación de amor e intimidad entre él y el hijo y
viceversa. Todo esto nos puede dar elementos muy importantes para trazar una relación
acorde al reino y la voluntad de Dios, entre un padre terreno y sus niños. Hay mucho que
aprender de todo esto, si, los niños aun hoy nos revelan lo que les ha revelado su papá, malo
o bueno, ellos lo conocen. Y a falta de este nos revelarán a quien ha tomado el papel filial o
íntimo, o bien una aporía existencial a causa de ello.

Jesús ya no es el otro es el nosotros presente, un presente que tiene que ver con los
problemas muy comunes, pero tristes de tantos niños abandonados que gritan una especie de
lama sabactaní, o cuando le tocan a uno pidiendo dinero o se suben al coche para limpiarlo en
muchas esquinas de la ciudad. Ellos requieren del ABBA, no del lama sabactaní donde las
tinieblas se han puesto sobre la cruz.

La nueva relación que Jesús presentó en el mensaje ABBA, es algo que el deseaba que sus
discípulos vivieran, y creo que también los padres con sus hijos. No ya un autoritarismo o
legalismo paternal sino una relación viva y muy familiar, muy cercana, con confianza y
disponibilidad como Jesús, como lo hace notar Sobrino.

El ABBA trasciende para ser ABBA a otros a causa de su ya no teología del otro; el ABBA, no es
una vivencia independiente sino una vivencia de Dios a sus hijos, como Padre que se
preocupa de dar un futuro, como dice Schillebeeckx. Una vivencia de un Dios Padre que se
preocupa de dar un futuro a todo aquel (incluyendo al niño) que humanamente ya no puede
esperarlo.
Originalmente en la experiencia de Jesús con el Padre, y hoy se requiere de esta, entre el
Padre y los niños o niñas de su familia.
Quien basa por tanto, su vida en Jesús prescindiendo de su vivencia de ABBA vive realmente
una utopía.

Cuando el niño grite ABBA será posible más que dentro de la nueva relación con Dios que nos
ha dado el Hijo por la acción del Espíritu. Dios mismo hace brotar ese grito en el que se
actualiza la relación divina, y lo hace enseñándonos como paradigma la voz y la acción de los
niños, a los que ve con gran interés, tanto que desearía que nosotros (los adultos) los volvamos
a ser.

ABBA es el término extranjero para quitar las fronteras no solo del adulto sino del niño a quien
el reino le pertenece como parte de los pequeños, de los pobres, de quienes originaron el -
término ABBA.

Dios no es ya el viejo de la Torá sino el Dios de la infinita bondad que ama a todos, y muy
especialmente a los pequeños metafóricamente o no.

CULTURA DEL NIÑO CONTEXTO TEOLÓGICO

A) LOS NIÑOS ENTRE LOS GRIEGOS Y LOS ROMANOS

En el mundo Grecorromano, los niños eran tenidos generalmente en poca estima. Por
supuesto, la procreación era necesaria para la continuación de las familias y las naciones. Los
hijos saludable s, especialmente, eran valorados como futuros trabajadores y soldados.
Pero los niños no tenían valor en sí mismos, y su personalidad era apenas notada. Los romanos
simplemente les ponían números a sus hijas, y tampoco se les daba nombre a los hijos varones
a partir del tercero o quinto. Por largo tiempo, los niños aparecieron en el arte grecorromano
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simplemente como pequeños adultos. De modo que la niñez era vista como una etapa débil e
in significante de la vida, un prefacio a la edad adulta.

La más clara manifestación de este bajo status era la difundida costumbre de abandonar a los
recién nacidos. En un sentido literal se podía disponer libremente de los niños. Una carta es-
crita en el año 1 a.C. por Hilarión, un trabajador emigrante, a su esposa embarazada Alis, que
había quedado en el hogar, expresa esto de una manera abrupta:
"Quiero que sepas que aún estamos en Alejandría... te suplico que cuides muy bien de ti, y
tan pronto como reciba mi paga te la mandaré. Si nace un niño déjalo vivir; pero si es una
niña arrójala fuera..." (Papyrus Oxyrhynchus 744). Arrojar o abandona los niños,
especialmente las niñas, los inválidos y los enfermos, era práctica común. El historiador
Plutarco, que escribió alrededor del año 100 d.C., describe lo que sucedía en la antigua
Esparta cuando nacía un niño:
"El nacido no era --criado según la voluntad del padre, sino llevado por él a un lugar llamado
Lesche, donde los más ancianos de la tribu examinaban oficialmente al infante, y si éste
estaba bien constituido y era fuerte, ordenaban al padre que lo criara, asignándole uno de los
nueve mil lotes de tierra; pero si nacía enfermo a mal formado lo enviaban al así llamado
Apothetae, un abismo al pie del Monte Taygetus, en la convicción de que la vida de aquel a
quien la naturaleza no había equipado bien desde el inicio mismo para la salud la fuerza, no
era ventajosa ni para él ni para el estado" (Licurgo 16,1ss).
En Roma los recién nacidos eran puestos a los pies de su padre. A menos que éste lo
levantara y por lo tanto estuviera de acuerdo con él, el niño era expuesto (abandonado). El
verbo latino "levantar" (suscipere) por lo tanto llegó a ser sinónimo de sobrevivencia. Muchos
de los niños expuestos morían. Otros eran criados para ser esclavos. Los niños serían forzados
a ser gladiadores mientras que las niñas se transformaban en prostitutas. El anciano Séneca,
contemporáneo de Jesús, informa que en su tiempo los mendigos profesionales recogían niños
expuestos, los mutilaban y usaban su miseria para mendigar.

El abandono del niño podía en parte ser dictado por motivos cúlticos. Más a menudo era
resultado de la extrema pobreza. Stebaeus, que en el siglo V d.C. recolectaba dichos morales
de los antiguos autores griegos, incluía el siguiente y lacónico dicho:
“El hombre pobre cría a sus hijos, pero a las hijas las expone” (Égloga 75).
Los padres ricos también seguían esta costumbre. Esto puede ser explicado solamente por la
baja estima en que tenían a los niños considerados insignificantes y como una cosa de la cual
se podía disponer. Este abandono de los niños, unido a la prevención del embarazo y el
aborto, llevaba a la despoblación. Es verdad que el filósofo estoico Musonius exaltaba la
paternidad contra la desvalorización de la mujer y los niños en el primer siglo d.C. Aún antes
que él, Epictetus había protestado contra el abandono de los niños. Sin embargo, la poesía de
Ovidio tenía más influencia que estas voces solitarias. Es esta poesía, los placeres de la vida y
el amor libre eran ensalzados y el nacimiento de un niño era considerado como la
consecuencia menos deseada.
Es una extraña paradoja que en el mundo grecorromano de este mismo período, ocurriera
algo así como un redescubrimiento del niño. A pesar de que el Emperador Augusto no
permitía que los hijos de su nieta Julia fueran criados, es descrito sin embargo como un amigo
de los niños. Los niños eran comprados en el mercado de esclavos para que fueran mascotas
de los adultos y para que los divirtieran en las fiestas. El niño es redescubierto como figura
poética. También los pintores y escultores ahora llegaron a sensibilizarse frente a la especial
psicología de los niños, que fueron pintados como cupidos jugando con animales. Los relatos
sobre niños llegaron a estar de moda en los salones de las familias patricias de Roma.

Pero aún más que a través de estos ideales educativos, los niños llegaron a ser centro de
interés porque servían como importantes mediums y/o religiosos. Se consideraba que eran
castos y puros, al no tener complicaciones sexuales y que por lo tanto eran inocentes. Es
verdad que también se pensaba que compartían la universal imperfección humana y la culpa.
Pero como aún no tenían discernimiento, los niños no eran considerados responsables por lo -
que hacían. Más aún, debido a su estado de inocencia sexual, se pensaba que eran
especialmente amados por los dioses y podían por lo tanto actuar de intermediarios. De modo
que se consideraba particularmente eficaz llevar en procesión a un niño, cuando se quería
hacer un pedido especial alas dioses. Y de la misma manera los niños actuaban como
mediadores también en las prácticas de la magia. La “insignificancia religiosa de los niños”
condujo al surgimiento de historias acerca del niño adivino. Se decía que algunos hombres
como Alejandro el Grande o el Emperador Augusto habían realizado milagros durante su
niñez. El niño Dionisio y el muchacho travieso, Eros, llegaron a ser temas preferidos por los
poetas y artistas. Sobre todo, la esperanza de un futuro mejor cristalizó en la expectativa de
la llegada de un niño divino. De ese modo, el poeta Virgilio dedicó en el año 40 a.C. su famosa
cuarta égloga a su protector el Cónsul Pollio. En ella, combinaba el antiguo mito de la edad
dorada con el nacimiento de un niño divino humano.

B) LOS NIÑOS ENTRE LOS JUDIOS

De acuerdo al Antiguo Testamento, los niños eran un don precioso de Dios. Lejos de estar
permitido que sean abandonados o expuestos como en el mundo grecorromano, los niños en
el mundo judío eran recibidos como una bendición. “He aquí, herencia de Jehová con los hijos;
cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en la mano del valiente. Así son los hijos
habidos en la juventud. ! Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos!" (Salmos
127,3-5).

Como miembros del pueblo de Pacto, los israelitas se sentían comprometidos a asegurar su
continuada presencia sobre la tierra. Se les había prometido y confiado una tierra, y por lo
tanto era necesario salvaguardar la futura descendencia de modo que la tierra fuera labrada.
El Dios de Abraham, Isaac y Jacob les había rebelado su Torá (Instrucción), esto es, su
voluntad y preceptos. Esto hacía imperativo que hubiera siempre israelitas para adorar a Dios
y caminar de acuerdo a su Torá entre las naciones. Principalmente, fue esta necesidad de
continuar la raza lo que dio origen al sentimiento de que los niños eran un don precioso.

Fuera de este contexto del Pacto o Alianza, la tierra y la Torá, los niños en sí no tenían mucha
importancia. Como la literatura de los otros pueblos, el Antiguo Testamento también tiene -
testimonio de amor paternal y maternal (Gn 22,2, 1 Re 3, 26). Sin embargo los israelitas no
idealizaron a los niños y no ponían ninguna atención especial a su individualidad. Los infantes,
tanto niñas como varones formaban parte del pueblo. Ya el octavo día los varones eran
circuncidados y así llegaban a ser una parte visible del Pacto (Gn 17,12) y desde la primera
infancia en adelante los niños participaban en la adoración familiar y en las grandes
celebraciones del Pacto. En el período anterior el exilio babilónico, no había escuelas ni
educación religiosa especialmente programada y adaptada para los niños. Debían aprender -
viviendo, orando y trabajando con sus padres.

En el Antiguo Testamento no se dice nada sobre la inocencia de los niños. Una vez, la frase
"el niño tranquilo en el seno de la madre", usada como una parábola de paz (Sal. 131,2) y
excepcionalmente un niño como Samuel el don de la profecía (1 Sam 3,1-9).
Como en todo el mundo antiguo, el Salvador esperado a veces es visualizado como un niño (Is
7,14ss; 9,5ss). Sin embargo, de acuerdo a las creencias judías, los niños necesitaban
redención del mismo modo que sus padres, "porque el intento del corazón, del hombre es
malo desde su juventud" (Gen 8,21), y un israelita podía orar: "He aquí en maldad he sido
formado y en pecado me concibió mi madre" (Sal 51,5).
Si algo simbolizaban los niños era la falta de entendimiento, "desgraciada la ciudad que es
gobernada por un simple niño" (1 Sam 3,4; Ec. 10,16). El juicio de Dios cae sobre adultos y
niños del mismo modo. "Sus niños serán estrellados delante de ellos: sus casas serán
saqueadas y violadas sus esposas" (Is. 13,16).
El profeta Elías obviamente sin ningún sentido del humor, no tuvo piedad de unos niños que
se burlaron de su calvicie: “Los maldijo en el nombre del Señor. Y salieron dos osos del monte
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y despedazaron cuarenta y dos muchachos” (2 Re 2,24).

El único mandamiento que regía la totalidad de la vida de los niños y los jóvenes era: "Honra
a tu padre y a tu madre", --"Maldito será el que deshonra su padre o su madre" (Éx 20,12; Dt
27,16). Como dones de Dios, los niños eran solamente confiados a sus padres. El primogénito
en particular pertenecía a Dios, y debía ser especialmente presentado a él y redimido por un
sacrificio. Los padres representaban para el niño a Dios mismo, y su autoridad venía
inmediatamente después de la voluntad de Dios. De acuerdo al Talmud, los rabinos más tarde
enseñaron:
"En la formación del hombre se combinan tres elementos: Dios, el padre y la madre. Si el
hombre honra su padre y su madre, dice Dios 'yo lo reconoceré como si yo morara en ellos, y
como si me honraran a mí'” (Kiddushin 30b).

De acuerdo a la legislación deuteronómica la pena para un hijo rebelde no era menos que la
lapidación (Dt 21, 18-21).

No nos extraña que en el A.T., el término técnico para educación sea jasar, que originalmente
significaba flagelar, castigar, disciplinar. Esta disciplina e instrucción es tema favorito de la
literatura de sabiduría en el A.T., y en el período intertestamentario:
“La necedad está ligada en el corazón del muchacho, más la vara de la corrección la alejará
de él”. "El que detiene el castigo, a su hijo aborrece, mas el que lo ama desde temprano lo
corrige" (Pr 22,15; 13,24).
La finalidad de esta dura instrucción era el "temor de Dios" (Pr 1,7). Esta expresión ser mejor
traducida como "el terror de Dios", porque implica la sumisa y confiada obediencia bajo la
voluntad de Dios manifestada en la Torá.

Los rabinos judíos, en el tiempo de Jesús y los siglos siguientes, continuaron enfatizando toda
esta importante relación entre los niños y la ley. La escuela estaba totalmente dedicada a la
lectura, memorización y entendimiento de un único y sólo libro de texto. La Biblia judía. En
relación con esto, no se podía encontrar un atributo lo suficientemente alto para los niños: El
rabino Hammuna (siglo IV d.C.) dijo: "Jerusalén fue destruida solamente porque los niños no
iban a la escuela y vagaban por las calles" (Sabbath 119b). Era la preocupación por la Torá, y
no ninguna cualidad innata de los niños lo que justificaba tan alta apreciación de su rol.
Tomados por sí mismos, los niños no tenían entre los rabinos un status más alto que el
descrito en el A.T. La obediencia a los padres y maestros era fuertemente enfatizada, y
cuando era necesario se usaba la vara para disciplinarlos.

Algunos rabinos pensaban que un niño de menos de un año no era aún responsable, pero
para otros esto se aplicaba aún para niños de 9 años. Hasta cierto punto, estos niños eran
considerados no pecadores. Se podría aún establecer que Dios dijo: “Tal como los sacrificios
son puros, así son de puros los niños” (Pesikta Kahana 60b/61a). Sin embargo algunos
rabinos, debatían la cuestión de si los niños no pecaban aún desde el vientre materno.
También se debatía mucho la cuestión de si los niños paganos participarían o no en la
resurrección. En general, los niños fuera de la escuela eran considerados insignificantes. En
lista o enumeraciones aparecían junto con las mujeres. Mateo no fue ciertamente el único
judío que dejó de contar a los niños cuando relató la alimentación de los cinco mil: “Y los que
comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar los niños y las mujeres" (Mt 14,21).
Para un sabio o maestro jugar con niños o dedicarse a ellos fuera del período de clases, era
malgastar el tiempo. Esta era la opinión del rabino Dosa ben Harkinas (cerca del 90 d.C.) que
encontramos registrada en el Mishná: "Dormir en la mañana, vino el mediodía,
conversaciones con niños y sentarse en las reuniones de gente ignorante, ponen a un hombre
fuera del mundo" (Aboth 3,11).

Un parafraseo aramáico de Éxodo 15,2 muestra que aun los rabinos podían aprender de los
niños. El Tárgum comenta el hecho de que los infantes a menudo mueven los dedos de sus
pequeñas manos mientras maman del seno materno. Este gesto es interpretado como un
lenguaje de signos dirigido a sus padres terrenales: "Desde el seno de su madre al
amamantarse hacen señas con los dedos a su padre y le dicen: “El es nuestro Padre que nos
dio a tomar miel de la roca, y nos dio aceite de la dura piedra" (Tárgum Yerushalami a Éxodo
15,2).

C) JESUS y LOS NIÑOS

Visto sobre este trasfondo greco-romano de actitudes hacía los niños, ¿Cual fue la actitud de
Jesús? El era judío y obviamente lo revelado por el A.T. y los escritos intertestamentarios
judíos eran mucho más importantes para é! que lo que pensaban sobre el asunto los
educadores y filósofos griegos y romanos.

Es verdad que, en el tiempo de Jesús los mundos greco-romano y judío se interpretaban e


influenciaban mucho mutuamente. Sin embargo Jesús no era como su contemporáneo, Filón,
filósofo judío de Alejandría que intentó construir un puente entre estos dos mundos. Tampoco
se le puede entender simplemente como parte del mundo rabínico judío. En sus palabras y
acciones aparecía algo profundamente judío y, al mismo tiempo radicalmente nuevo. Esto se
manifestaba también en las acciones y dichos de Jesús cuando recibía a los niños en su
compañía.

Desde el principio mismo de esta búsqueda por un mayor entendimiento, es importante


volver a pensar en la parábola del juego de los niños. Esta parábola y su aplicación muestran
que Jesús no idealizaba a los niños. En este caso particular, él vio en su juego fracasado una
instancia ejemplar de cómo "esta generación" falla en entender aquello que realmente
importa.

Por lo tanto, Jesús tenía una visión completamente realista de los niños. Sin embargo, en su
originalidad, confrontaba esa visión humana de la gente y los hechos con el realismo del
Reino de Dios. Esto no solamente llevaba a nuevas enseñanzas, sino a confesiones cristianas
de que en la persona de Jesús en sus enseñanzas, vida muerte y resurrección el Reino de Dios
se estaba real mente anticipando. Dentro de esta realidad anticipada del Reino, los niños
aparecen en una luz totalmente nueva.

LOS NIÑOS Y EL REINO

Cristo incluso dice que solo esta relación nueva del niño con el padre, " Abre la
puerta del reino de Dios " (Mateo 18,3). Los niños saben decir ABBA. Solamente
aquel que acepta la confianza contenida dentro de la palabra ABBA, encuentra
el camino del reino de Dios.

El niño requiere mucho de la pedagogía del reino aunque éste, no sea en si malicioso, ya que
es un campo virgen que hay que sembrar para después segar buenos frutos. El error es que
queremos cosechar muy rápido y lo vemos en base a la moral solamente, lo cual no requiere
el niño como su pase al reino, ya que él es en si parte del reino.

El niño es modelo del reino porque él es de ahí, y nosotros debemos ser como niños para
entrar a él en cuanto a la relación con su padre, esto es, debido al ABBA. El ABBA es la causa
o razón de que el niño sea paradigma del reino. La dinámica del reino como dice Segundo,
pertenece al hombre en cuanto a su entrada, y a Dios en cuanto a su llegada.

“DEJEN QUE LOS NIÑOS VENGAN A MI” - Mc 10,13-16

A los ojos de los judíos de Palestina, Jesús era en primer lugar un maestro. Como otros
maestros, reunían discípulos y explicaba las Escrituras, enseñando cuál era la voluntad de
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Dios para la vida diaria. Sin embargo, este maestro no enseñaba como los otros. Más aún,
sanaba y hacía milagros. Gradualmente, por lo tanto, las multitudes comenzaron a verlo como
un profeta, a pesar de que él nunca se llamó así.

Cualquiera sea el significado que se le diera a la palabra "profeta", la multitud encontraba en


Jesús un extraordinario maestro, un hombre divino. No nos debe admirar, por lo tanto, que le
trajeran los niños para que los tocara.

Existía la costumbre de que los niños pidieran la bendición a los rabinos famosos, tal como los
hijos iban al padre para ser bendecidos. En Soferin uno de los tratados menores, incluido en -
algunas ediciones del Talmud, se da la siguiente información:
"Era una hermosa costumbre en Jerusalén hacer que los niños pequeños varones y mujeres-
ayunaran en el día de ayuno (esto es, en el día de la redención); los que eran un año mayor
hasta el amanecer, los que tenían 12 años hasta la noche, y después los llevaban a los
ancianos (los escribas) para que los bendijeran, fortalecieran (esto es exhortaran) y oraran
por ellos, para que pudieran un día asistir a la enseñanza de la Torá y hacer buenas obras"
(Soferin 18:3).
Como sucedía con la mayoría de los escritos rabínicos, no se podía afirmar qué antigüedad
tenía la tradición oral concerniente a esta información. Es muy posible que en los días de
Jesús, esta costumbre ya existía y que fue seguida no sólo en Jerusalén, sino también en las
ciudades y pueblos de Galilea. Podemos imaginar, por lo tanto, que la escena descrita en
Marcos 10,13ss sucedió en la noche de un Día de Redención, a pesar de que no podemos
tener una completa seguridad. Si fue así, es más revelador comparar lo que Jesús hizo y dijo
en esa ocasión con las narraciones que existen sobre la bendición de los ancianos.
Los niños eran llevados no solamente para ser bendecidos. De acuerdo al relato de Lucas y
Marcos, eran llevados "para que él los tocara". Esto quizás significaba más que la
acostumbrada bendición. En los cuatro evangelios, casi todas las treinta veces que aparece el
verbo "tocar" lo encontramos en historias donde Jesús sana a leprosos o ciegos u otros
enfermos. El toque de curación de este profeta de Nazaret debió llegar a ser proverbial. Aún la
gente sana esperaba una bendición especial mediante el toque de Jesús, y por lo tanto los
niños eran traídos a él. Sin embargo los discípulos no dejaban que esto sucediera, lo cual
provocó la indignación de Jesús.

Este es el único lugar en todo el N.T. donde dice que Jesús se indignó. Jesús podría estar
profundamente conmovido (Mc 1,41).
A veces increpó duramente a alguien (Mc 1,43) o se llenó de cólera (Mc 3,5). Pero aquí, se
indignó, y en su indignación se dirigió a ellos como si fuera otro grupo y no el grupo de sus
propios discípulos.
El evangelista no dice quiénes trajeron a los niños. Los artistas cristianos generalmente pintan
a las madres con sus bebes en brazos (Lucas en efecto habla de brephe, el término griego pa-
ra decir bebés) junto con otros niños mayores traídos de la mano también por sus madres. Sin
embargo ninguno de los tres relatos paralelos de los evangelistas mencionan alguna mujer, y
la presencia de mujeres en los evangelios es generalmente enfatizados de una manera
especial. Los niños venían probablemente con sus padres o más probablemente con sus
hermanos mayores. Estos eran increpados por los discípulos.

Nuevamente, los evangelistas no especifican porqué los discípulas sentían que debían evitar
que los niños vinieran a Jesús. ¿Eran estos niños ritualmente impuros? ¿O es que los
discípulos como buenos judíos consideraban a los niños demasiado insignificantes como para
ocupar el tiempo y la atención del maestro? ¿Era su intención resistirse a una casi mágica
creencia en el poder del profeta? No lo sabemos. Pero podemos estar seguros, que los -
discípulos se quedaron asombrados por la reacción de su maestro.
¡En lugar de indignarse con los que traían a los niños, Jesús se indignó con sus
bienintencionados discípulos!
Anteriormente Pedro había sido puesto en una situación similar. Cuando Jesús anunció sus
futuros sufrimientos y muere, Pedro increpó a su maestro, presumiblemente advirtiéndole
que no tomara el camino de la cruz. Sin embargo Jesús le contestó inmediatamente de la
misma manera: "quítate de delante de mí, Satanás, porque no pones la mira en las cosas de
Dios, sino en la de los hombres" (Mc 8,33). Esto fue seguido por una importante enseñanza -
sobre el discipulado. Así como durante aquella crucial conversación cerca de Cesárea de
Filipo, los discípulos no estaban "del lado de Dios", era necesario enseñarles el verdadero
camino del discipulado, así sucedía ahora cuando ellos estorbaban a los niños que deseaban
acercárseles. Toda la secuencia de hechos recuerda otro incidente donde, de nuevo, los
discípulos no percibieron lo que realmente sucedía y fue necesario enseñarles a través de
acciones y palabras llenas de gran significado: en la casa de Simón el leproso de Betania una
mujer vino con un vaso de alabastro con un perfume muy costoso y quebró el vaso para ungir
a Jesús. En este caso, algunos de los presentes, presumiblemente los discípulos, se
indignaron y reprocharon a la mujer (Mc 14,3-5). Sin embargo, tal como durante el incidente
con los niños, Jesús intervino exactamente con la misma orden:"dejen" (En griego aphete),
"Déjenla ¿porqué la molestáis? Buena obra me ha hecho porque ella se ha anticipado a ungir
mi cuerpo. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio en todo el
mundo, también se contará lo que ésta ha hecho para memoria de ella" (Mc 14,6-9).
Por cierto, es en estos hechos y dichos extraordinarios en medio de las escenas de la vida
diaria con personas aparentemente sin importancia como mujeres y niños que se revela el
verdadero corazón del evangelio.

Es difícil saber exactamente lo que Jesús dijo cuando los niños fueron llevados a él. Marcos,
Mateo y Lucas están casi totalmente de acuerdo con respecto a la primera frase que encaja
muy bien con todo lo que había sido dicho:
"Dejen que los niños vengan a mi, no se lo impidan; Porque de ellos en el Reino de Dios" (Mc
10, 14). Mateo concluye entonces inmediatamente el pasaje refiriéndose en forma breve al
gesto de Jesús de colocar las manos sobre ellos. Marcos y Lucas añaden otras palabras de
Jesús que interrumpen la línea principal de pensamiento. El pasaje habla sobre la actitud de
Jesús hacia los niños y su relación con el Reino de Dios. El dicho de Mc 10,15, sin embargo, se
refiere figuradamente a los niños como un ejemplo en el discipulado. Más aún Mateo ha
usado otra versión presumiblemente del mismo dicho en el contexto de un pasaje diferente
donde Jesús presenta realmente a un niño como ejemplo para el discipulado (Mt 18,3). Un
dicho similar de Jesús se reporta en Juan en otro contexto (Jn 3, 3-5). Jesús puede, por
supuesto, haber enseñado a sus discípulos en diferentes ocasiones que para entrar en el
Reino se debe recibir a éste como un niño. Sin embargo, era demasiado buen maestro como
para poner dos puntos diferentes en una misma y única ocasión. Si intentamos reemplazar la
historia que hay detrás de Mc 10,13-16 en su contexto original, es aconsejable dejar de lado
el segundo dicho de Jesús (Mc 10,15), que fue probablemente insertado más tarde tomado de
otro contexto.

En cuanto a las acciones de Jesús, podemos estar casi seguros que Marcos no informa lo que
realmente sucedió. No todos los intérpretes estarían de acuerdo con esta afirmación. Algunos
creen que la primitiva iglesia originalmente conocía sólo un dicho de Jesús en cuanto a los
niños (Mc 10, 14b), posiblemente un desarrollo tardío del dicho de Mc 9, 37. De acuerdo a
ellos, fue la iglesia que, durante el período de la transmisión oral, creó para estos dichos el
contexto de la escena en la cual los discípulos rechazaron a los que querían traer niños a
Jesús (Mc 10,13-14a). Ese incidente no debería entenderse entonces, como algo que
realmente sucedió, sino como una escena ideal, una nota biográfica para introducir el dicho
de Jesús. Los mismos intérpretes también creen que más tarde Marcos agregó al final de la
historia (Mc 10,16).

Contradictoriamente a la compresión de la manera en que se desarrolló la historia, parecería


más posible que la escena, el primer dicho de Jesús y sus acciones estaban juntas desde el
principio. Jesús vivió y enseñó en una cultura oral, donde las acciones y dichos iban juntos. Es
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de esta manera que los profetas del A.T. anunciaron la voluntad de Dios. De una manera
semejante, durante la última cena, Jesús enseñó a los discípulos tanto con acciones como con
palabras (Jn 13,1-20; Mc 14, 22-25). Hizo lo mismo anteriormente, cuando le trajeron a los
niños. En todos estos casos, los hechos son más que meras ilustraciones de los dichos, y las
palabras mucho más que explicaciones de los hechos. De manera diferente pero
complementaria, las dos cosas juntas comunican el mensaje.
Los que traían a los niños querían que Jesús los tocara. Él lo hizo, aunque el verbo "tocar" no
se usa nuevamente al final de la historia. En efecto, la manera en que Jesús habló a los niños
y el contacto físico con ellos, sobrepasó ampliamente las expectativas y debió por lo tanto
asombrar tanto a los discípulos como a los que habían traído a los niños.

Teniendo a los discípulos delante, Jesús hizo un anuncio sorprendente. En el contexto original,
probablemente no dijo: “El Reino pertenece a aquellos que se asemejan a los niños”. En este
caso, los niños servirían como una metáfora. Jesús usó a veces este lenguaje figurativo con
respecto a los niños. Más aún, desde el tiempo de Marcos en adelante, los evangelistas
habían, por cierto, entendido los dichos de Jesús en esta forma metafórica. Sin embargo, en el
contexto original, Jesús se refirió a los niños reales que le habían traído. El arameo original
debió por tanto decir: "A estos y otros semejantes a los niños pertenece el Reino de Dios".

Algunos intérpretes se han preguntado si Jesús quiso decir que estos niños testificarían el
establecimiento del Reino de Dios. ¿Estos niños, de menos de trece años, serían la generación
del último tiempo, aquellos "que no probarían la muerte antes de ver que el Reino de Dios
había venido con poder?" (Mc 9,1). Nada en el texto mismo sugiere tal referencia a futuros
hechos. Por el contrario, el dicho y las acciones que siguen inmediatamente después,
confirman que Jesús habló sobre una realidad presente. En la noche del Día de la Redención,
un maestro debía haber bendecido y exhortado a los niños para que fueran a la escuela y
aprendieran diligentemente, de modo que en el futuro conocieran la Torá y fueran capaces de
hacer buenas obras. Jesús también bendijo a los niños. Del mismo modo dio un sermón
aunque no fue dirigido a los niños, sino a los adultos. En ese mismo momento, los niños
recibieron el más grande don que era posible recibir, el Reino de Dios, que es una realidad
tanto presente como futura.

Jesús simbolizó este don tomándolos en sus brazos. El verbo griego usado para señalar esta
acción ocurre sólo dos veces en el N.T., y ambas con respecto a niños (Mc 10,16; 9,36). Nos
recuerda la escena en la cual Simón tomó en brazos al niño Jesús (Lc 2, 28) y cuando, en la
parábola de los dos hijos, el padre abrazó y besó al hijo pródigo que había regresado al hogar.
En la historia sobre los niños, este gesto de ternura y protección llega a ser la contraparte de
la indignación de Jesús. Hay algo más que un toque mágico aquí. La acción simbólica es
profundamente significativa. De acuerdo con los tratados rabínicos, la resurrección del pueblo
de Israel sucedería cuando "Dios los abrazara, los apretara contra su corazón y los besara,
trayéndolos de esta manera a la vida del mundo venidero" (Seder Elijahu Rabba 17). Algo
semejante les había sucedido a los niños. Ellos, que recibían el Reino eran abrazados por el
rey mesiánico.

¿Cómo es que los niños merecieron tal recepción? No había ninguna condición. Los niños no
habían alcanzado ni aún "la edad de la Ley", y por lo tanto no tenían ningún mérito. No se
dice nada sobre su inocencia, su confianza de niños o cualquier otra cualidad de ese tipo. Si
se sugiere en el texto, es el desamparo y la debilidad de los niños, ya que debían ser traídos a
Jesús. Pero el punto principal de las palabras y acciones proféticas de Jesús no estaba allí. Lo
que el quería enseñar no era algo sobre la naturaleza de los niños, por el contrario, deseaba
revelar la naturaleza de Dios. La voluntad de Dios es presentar a los niños con su Reino, y
contra todo cálculo humano esto se hace de una manera totalmente gratuita. Por lo tanto, los
niños son contados entre los pobres en espíritu que han sido llamados benditos porque "de
ellos es el Reino de los cielos" (Mt 5,3). Le ha placido a Dios hacerlo así, sin ninguna razón. Su
amor por los niños no tiene como base un pensamiento racional, como la generosidad del
mayordomo en la parábola de los trabajadores de la viña (Mt 20, 1-20).
Este amor gratuito de Dios, asegurado a los niños en las palabras y acciones proféticas de
Jesús, desbarataba tanto las clasificaciones griegas como las proféticas judías. Los niños reci-
ben un lugar de preeminencia si las realidades humanas son consideradas desde el punto de
vista del Reino de Dios.

CONCLUSIÓN

Vivimos una época que ha sido caracterizada como de rebelión contra el padre, una crisis de
la noción de paternidad. Esta crisis llega al extremo de buscar su origen o su paternidad en
los ídolos de hoy, que pueden ser todo menos ABBA, incluso la divinización del padre terreno
por parte del hijo a pesar de que este sea un demonio.

Los niños requieren de un modelo y de alguien que les de lo que Dios le dio a Jesús, su amor y
su libertad. El llamado a salir de sí y saberse amado.
El dolor del mundo es dolor de Cristo (“a mi me lo hicisteis”), pero es también dolor del Padre
por la entrega o la pérdida de los suyos, por ello Cristo no bajo de la cruz. Y los suyos son los
pequeños, los pecadores, los despreciados, los pobres, los Niños.

En Mateo 25, 31-46 se ve la necesidad de ministrar a esta gente, a todo el que necesita, y
creo que si alguien esta muy necesitado en este mundo es el niño.
Mt 25, 44-45 nos habla de un lugar donde Cristo se encarnaría teológicamente, igualmente en
un niño de la calle o de un huérfano. Después de todo él también fue niño, fue el niño de
Belén.

EL NIÑO DE BELÉN

Nació como un bebé pequeño nada más, como uno entre tantos que a la vida nacen ya, no
ocurrió nada más, era un niño, nació y ninguno preguntó si de mayor él tendría gran poder
para sanar, si andaría sobre el mar, era un niño.
Nació y ninguno preguntó si iba a morir, si la gente algún día le iba a odiar, si sería el
redentor, si traería libertad.

Quién pensó que aquel niñito moriría en la cruz trayendo a nuestro mundo nueva aurora de
luz y una nueva vida y una oportunidad de llegar al Padre una vez más quién pensó que al
tercer día iba a resucitar batiendo al infierno y a la muerte fatal abriendo nuevos tiempos de
felicidad por amor, por amor a ti.

Hoy nuestro mundo se ha olvidado de Jesús ha cambiado su victoria por placer terrenal de su
cruz queda ya un recuerdo vivir, matar si es necesario alguna vez cortar la vida antes de que
pueda aún nacer y del niño de Belén un recuerdo jugar a ser una mejor generación marcharse
si es posible del hogar sembrar odio y rencor, sin saber perdonar

Escucha en esta hora la eterna verdad que el niño de Belén un día va a regresar y en gloria y
en poder él jugará tanta maldad marcando frontera final y todo el universo le podrá
contemplar y toda obra oculta a la luz nacer su Iglesia marchará con Él a un nuevo lugar un
hogar, un dulce hogar que Él prepara ya.

BIBLIOGRAFIA

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Sígueme, 1989 (tercera edición).
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