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El golpe consumado

“Pai, afasta de mim esse cálice

De vinho tinto de sangue”

Chico Buarque

En cámara lenta. Así se desarrolló el golpe de Estado que hoy triunfante pone en la presidencia de
Brasil a Jair Bolsonaro. No escandaliza el personaje. Payasos de la política siempre hay pues es uno
de esos bufones exhibicionistas dispuestos a buscar el reflector y a mediatizar su presencia
política. Lo que escandaliza es la manera en que las clases medias han asumido el discurso de un
bufón. La clase media emergente brasileña se fortaleció gracias a las políticas económicas y
sociales del Partido de los Trabajadores y es esa clase nueva y débil la que le está dando el triunfo
a Bolsonaro.

En definitiva el nuevo gobierno brasileño será una amenaza inminente para el medio ambiente,
para los sindicatos, para los derechos humanos, para la diversidad sexual, para los negros y para la
diversidad de la sociedad brasileña. Pero como expresó con la sabiduría de un viejo el ex
presidente uruguayo José Mújica, “ningún triunfo es permanente” y sólo está derrotado quien no
tiene esperanza.

El PT brasileño dilapidó su apoyo social. Durante quince años gestionó la política de una manera
tradicional y eso lo llevó a convertirse en una fuerza política tradicional, con aliados tradicionales y
la corrupción tradicional en muchos de sus cuadros. En el momento del cambio de estafeta
comenzó a gestarse un golpe de Estado que seguía patrones de las revoluciones de colores que
tuvieron lugar en Europa del Este.

La derecha arrebató a la izquierda las calles. El justo clamor ciudadano contra la corrupción se
convirtió en algo más, en la posibilidad de articular un movimiento de masas de derecha. La
izquierda perdió la calle y siguió perdiendo en los medios tradicionales y en los alternativos. El
voto brasileño mayoritario se conformó como rechazó a las maneras de hacer política tradicional
encumbrando valores tradicionales.

La judicialización del golpe contra Dilma Rousseff y Luiz Inacio Lula da Silva terminó creando un
relato social en el que la izquierda era una mezcla de conspiración comunista y homosexual. En
definitiva, la hegemonía cultural de la sociedad abierta propuesta por el PT está perdiendo ante
los temores de la clase media. Una mezcla de operaciones militares sicológicas, miedo de una
clase media endeble y que con orgullo, miedo y moral busca marcar distancia de la pobreza y la
acción política de las iglesias evangélicas que se han convertido en la punta de lanza de la extrema
derecha latinoamericana ayudaron a crear la base social de Bolsonaro.

Brasil vuelve a ser un inmenso laboratorio social en el que se definirá el futuro de las democracias
como las conocemos. El fenómeno de ascensión de la derecha nacionalista y populista tiene en
este momento uno de sus grandes triunfos. De continuar con las tendencias, las previsiones de
Steve Bannon se estarán haciendo realidad y será la derecha radical la fuerza que moldeará el
mundo occidental venidero.

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