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FUNDAMENTOS TEORICOS
DEL CONFLICTO SOCIAL
por
SIGLO VEINTIUNO
DE ESPAIiIA EDITORES
siglo veintiuno de españa editores, s.a.
AGRADECIMIENTOS .................................................................... .
IV LA MOVILIZACIÓN ............................................................ .
IV.l. LA ORGANIZACIÓN ...................................................... .
IV.1.!. La dimensión táctica de la organización ........ ..
IV.1.2. La capacidad organizativa .............................. ..
IV. 1.3 . E/liderazgo .................................................... .
IV.1.4. Las formas de organización ........................... ..
IV.2. LA COMPOSICIÓN SOCIAL DEL GRUPO ........................ ..
IV.2.1. La extensión social del movimiento ............... .
IV.2.2. Las formas y niveles de compromiso con el
movimiento .................................................... .
IV.3. LA ESTRATEGIA ........................................................... .
IV.3.1. Los objetivos y las demandas .......................... .
IV.3.1.l. Revolución y reforma ................... .
IV,J.1.2. Maximalismo y compromiso ........ .
IV,3 .1.3. Utopía y pragmatismo .................. .
IV,3.1.4. Intereses corporativos y generales.
IV.3.2. Las formas de lucha ....................................... ..
IV.3.2.1. Los repertorios tácticos .............. .
IV,3.2.2. El papel de la legalidad ............... .
IV,J.2,J. La violencia ................................. .
IV,J.2.4. Premeditación y espontaneidad .,
I.1. INTRODUCCIÓN
drid,1989.
2 Así titula el capítulo correspondiente a España]. Casanova en La histo-
comprobar que las aportaciones españolas son escasas o nulas. Por ejemplo:
P. Sztompka, Sociología del cambio socia~ Barcelona, 1995; J. Rex, El conflicto
social, Madrid, 1985; A. de Francisco, Sociología y cambio social, Barcelona,
1997; o J. Freund, Sociología del conflicto, Madrid, 1995.
7 Así opina S. Tarrow en El poder en movimiento. Los movimientos socia-
les, la acción colectiva y la política, Madrid, 1999; e incluso en la definición de
movimiento social que hacen Gusfield y Heberle en la Enciclopedia Interna-
cional de Ciencias Sociales, Madrid, AguiJar, 1975.
El concepto de conflicto social 3
op. cit.; Ch. Tilly, As Sociology Meets History, Nueva York, 1981; P. Burke, So-
ciología e historia, Madrid, 1988; Th. Skocpol, «Temas emergentes y recu-
rrentes en sociología histórica», en Historia Social, 10, 1991, pp. 101-134; Y
L. Paramio, «Defensa e ilustración de la sociología histórica», en Zona Abier-
ta, 38, 1986, pp. 1-18.
9 Ch. Tilly, Grandes estructuras, procesos amplios, comparaciones enor-
las decisiones públicas está recogido al menos desde las Partidas de Alfon-
so X (incluso en el Fuero de los Españoles de Franco), pero era un derecho
que había de hacerse siguiendo los cauces judiciales o administrativos prees-
tablecidos por el poder. Vid. G. VilIapalos, Los recursos contra los actos de go-
bierno en la Baja Edad Media, Madrid, 1971. Para las previsiones legales
preindustriales en Castilla véase, por ejemplo, la legislación contra Ligas y
monipodios en la Novísima Recopilación.
12 Epístola a los romanos, 13.
lización, esto es, a la existencia de un grupo organizado que ejecute las accio-
nes colectivas. Ello les lleva a restringir su uso, como hemos adelantado, al
mundo contemporáneo y sus prolegómenos.
14 Pedro 1. Lorenzo Cadarso
1.2.1. El marxismo
2' Una visión crítica de las aportaciones recientes del marxismo al estu-
dio de los movimientos sociales desde los años sesenta (aunque se admite la
importancia de esta interpretación en periodos anteriores) puede verse en
J. Alvarez Junco, «Aportaciones recientes de las ciencias sociales al estudio
de los movimientos sociales», en C. Barros (ed.), Historia a debate, Santiago
de Compostela, 1995, pp. 98-101.
20 Pedro 1. Lorenzo Cadarso
hambra,1985,p.45.
22 Pedro L. Lorenzo Cadarso
3. La movilización
1.2.2. El funcionalismo
47 Por supuesto, éste es uno de los temas que fueron más debatidos den-
a. La adaptación al entorno
b. El logro de las metas
c. La conservación de sus pautas de operación interna
d. Mantenerse integrado
Zona Abierta, 33, 1984, pp. 147-162. Puede ampliarse en la obra del mismo
autor Historia social/sociología histórica, Madrid, 1989.
49 Aplicaciones especialmente conservadoras del funcionalismo al estu-
>2 Véase el capítulo que dedicamos a la Dinámica del desarrollo del con-
flicto.
53 Ch. Johnson, Revolutionary Change, Boston, 1966.
54 Vid. T. Parsons y E. H. Shils, Toward a General Theory 01 Action: Theo-
retical Foundations 01 Social Sctences, Glencoe, 1959.
'5 E. P. Thompson, en «La economía moral. .. », art. cit., las denominó
como espasmódicas.
34 Pedro L. Lorenzo Cadarso
a
1. Desequilibrios sistemáticos en la sociedad.
2." Intransigencia de las élites a la hora de admitir refor-
mas. Ello genera desequilibrios psicológicos personales
que conducen al surgimiento de un movimiento sub-
cultural.
3." Pérdida de legitimidad de las élites gobernantes.
4." Un acontecimiento fortuito desencadena la revuelta.
alza notable de los salarios presupone un crecimiento rápido del capital pro-
ductivo. El crecimiento rápido del capital productivo produce un crecimien-
to igualmente rápido de riqueza, lujo, necesidades sociales y comodidades.
Así, aunque las comodidades de los trabajadores hayan subido, la satisfac-
ción que dan ha caído en comparación con el estado de desarrollo de la socie-
dad en general. Nuestros deseos y placeres provienen de la sociedad; los me-
dimos, por lo tanto, por la sociedad y no por los objetos mismos que los
satisfacen. Y como son de naturaleza social, son relativos», cit. en S. Giner,
op. cit., p. 212.
36 Pedro L. Lorenzo Cadarso
American Sociology Review, 1962, vol. 27, 1; Y«The ] -Curve of Rising and
Declining Satisfactions as a Cause of Sorne Great Revolutions and the Con·
tained Rebelliom>, en Graham y Gurr, Violence in America.
61 T. R. Gurr, Wby tbe Men Rebe~ Princeton, 1970, p. 24.
tre obtener un pequeño bien para todos -para toda la sociedad o para todo
el grupo movilizado- o un gran bien para uno mismo que se establece a es-
cala individual y que es uno de los ejes teóricos de la teoría de juegos, puede
verse en R. Hardin, Collective Action, Baltimore, 1982.
El concepto de conflicto social 41
wood,1982.
44 Pedro L. Lorenzo Cadarso
80 Por otro lado, la participación española ha sido más que discreta, casi
podría decirse que nula, pese a los esfuerzos divulgadores de Pérez Ledesma
y Álvarez Junco, entre otros.
46 Pedro L. Lorenzo Cadarso
81 Para esta teoría véase A. Melucci, «Getting Involved: Identity and Mo-
En castellano puede leerse de este autor: Los momentos y sus hombres, Barce-
lona, 1991; y Relaciones en público: microestudios del orden público, Madrid,
1979.
86 Así lo expresa en un artículo póstumo: E. Goffman, «The Interaction
1 Por ejemplo,J. 1. Gutiérrez Nieto, op. cit., p. 126, propone 5 tipos dis-
tintos de conflicto antiseñorial según las formas de lucha: reclamación jurídi-
ca, emigración, resistencia pasiva, motín y sublevación armada. J. Valdeón, op.
Las formas del conflicto social 53
cit., p. 28, los reduce a dos: movimientos moderados y radtcales. R. Pastor, por
último, op. cit., pp. 10-11, propone tres: movimiento, lucha y resistencia.
4 Las luchas de bandos preindustriales entre la nobleza, que serían el
ejemplo más típico, pueden verse, para la Edad Moderna en J. Contreras, So-
tos contra Riquelmes, Barcelona, 1992; y para la Edad Media en M. C. Ge-
bert, Las noblezas españolas en la Edad Media, siglos XI-XV, Madrid, 1997; y
S. de Moxó, «De la nobleza vieja a la nobleza nueva. La transformación nobi-
liaria castellana en la Baja Edad Media», en Cuadernos de Historia. Anexos a
Hispania, 6, 1975, pp. 1-210.
, Un caso típico, el de la sociedad del Antiguo Régimen, puede verse en
N. Elías, La sociedad cortesana, México, 1982.
54 Pedro L. Lorenzo Cadarse
Golpes de Estado.
Revueltas aristocráticas o de grupos y corporaciones
privilegiadas o con participación de la élite dirigente.
Lobbies y grupos de presión 6.
Motines de subsistencias 8.
Revueltas antioligárquicas 9.
6 Vid. J. Berry, The Interest Group Society, Nueva York, 1989; yA. J. Ci·
gler y B. A. Loomis (eds.), Interest Group Politics, Washington, 1991.
7 Lecturas inexcusables sobre este tema son: E. J. Hobsbawm, Rebeldes
primitivos. Estudios sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los
siglos XIX y XX, Barcelona, 1974; yel conjunto de la obra de G. Rude, espe-
cialmente La multitud en la Historia, Madrid, 1979 y Revuelta popular y con·
ciencia de clase, Barcelona, 1981.
8 Recomiendo leer a E. P. Thompson, «La economía moral de la multi·
darso, Los conflictos populares en Castilla (ss. XVI y XVII), Madrid, 1996. Para
la Edad Media, V. Rutenburg, Movimientos populares en Italia (ss. XIV y xv),
Madrid, 1983.
Las formas del conflicto social 55
el que más se adapta al concepto marxista de lucha de clases y en este tema si-
gue siendo fundamental conocer la obra de E. P. Thompson, La formación
histórica de la clase obrera, Barcelona, 1977 y la de E. J. Hobsbawm, Trabaja-
dores. Estudios de historia de la clase obrera, Barcelona, 1979.
56 Pedro L. Lorenzo Cadarso
triótica. La cultura del nacionalismo vasco, Madrid, 1998; B. Tejerina, «El po·
der de los símbolos. Identidad colectiva y movimiento etnolingüístico en e!
País Vasco», en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 88, 1999,
pp. 75-106.
14 Una obra fundamental es N. Cohn, En pos del Milenio, Madrid, 1985.
También son de interés: Ch. Hill, El mundo trastornado. El ideario popular ex-
tremista en la revolución inglesa del siglo XVII, Madrid, 1983; E. Mitre y
C. Granda, Las grandes herejías de la Europa cristiana, Madrid, 1999; P. La-
bal, Los cátaros. Herejía y crisis social, Barcelona, 1984.
15 El fundamentalismo islámico puede conocerse a través de J. A. Doncel
11.2.4 Revoluciones
Il.2.5. La guerra
20 Reflexiones generales sobre este fenómeno pueden ser Ch. Tilly, Coer-
ción, capital y los estados europeos, Madrid, 1994; J. Pastor, Gue"a, paz y sis-
tema de estados, Madrid, 1990; y J. M. Alemany (ed.), Los conflictos armados,
Las formas del conflicto social 59
R. Cohen, "Warfare and State Foundation: Wars Make States and Sta tes
Make Wars», en B. Ferguson (ed.), War/are, Culture and Environment, Or-
lando, 1984, pp. 329 Y ss,
24 Un clásico sobre este tema es B. Malinowski, Crimen y costumbre en la
26 Las dos obras claves sobre este asunto son Psicología de masas y análi~
sis del yo, 1921 (trad. al castellano en 1959); y La ansiedad en la cultura, 1930
(ed. castellana en 1959).
27 La guerra como resultado del desequilibrio entre población y recursos
También los estudios sobre este autor de P. Paret, Clausewitz y el Estado, Ma·
drid, 1979; YR. Aron, Pensar la guerra, Madrid, 1993.
Las formas del conflicto social 63
El suicidio 30,
Los movimientos contraculturales 31,
La delincuencia, incluido el bandolerismo 32,
Los comportamientos desviados (individuales o grupa-
les) o excéntricos 33,
)0 Una obra clásica sobre este tema, que inició el enfoque sociológico del
tema en los últimos años, véase, por ejemplo, E. Claverie y P. Lamaison, L'lm-
possible Maridge. Violence el PaTenté en Gévudan, París, 1982; y A. Collompy
M. Daumas, L affaire des clans. Les conflicts jamiliaux au XVJlIeme Siixle, Pa-
rís, t988.
J7 Cfr. E.J. Hobsbawm, Rebeldes..., op. cil.
Las formas del conflicto social 65
Madrid, 1992.
43 Un caso emblemático, Colombia, puede verse en G. Sánchez y D. Meer·
Dutch Peace Movement», en West European Potitics, 12, 1989, pp. 295-312;
y V Grossi, Le paci/isme européen, 1889-1914, Bruselas, 1994; y M. J. Funes
Rivas, La salida del silencio. Movilizaciones por la paz en Euskadz; 1986-1998,
Madrid, 1998.
50 H. R. Kitschelt, «Political Opportunity Structures and Political Pro-
When Men Revolt and Why. A Reader in Political Violence and Revolution,
Londres, 1971. Un prestigioso antecedente en C. Brinton, Anatomía de la re-
volución, México, 1985.
80 Pedro L. Lorenzo Cadarso
World, Berkeley, 1991; y Th. Skocpol, Los estados y las revoluciones sociales,
Barcelona, 1986.
14 Un estudio reciente es P. Della Porta, «Movimientos sociales y Estado:
mientos teóricos que exponemos, la obra de Ch. Hill, El mundo trastornado, Ma-
Las causas del conflicto 89
drid, 1983. El ideario popular extremista durante la revolución inglesa del siglo XVII,
Madrid, 1981; y M. Vovelle, La mentalidad revolucionaria, Barcelona, 1989.
90 Pedro L. Lorenzo Cadarso
gia populista, Madrid, 1990; id. (comp.), Populismo, caudillaje y discurso de-
magógico, Madrid, 1987; y, como comparación, los discursos callejeros de un
«demagogo» preindustrial en G. Anes (ed.), Memoriales y discursos de Fran-
cisco Martínez de Mata, Madrid, 1977; y de un agitador popular en P. L. Lo-
renzo Cadarso, Un arbitrista del Barroco, Logroño, 1999.
Las causas del conflicto 103
1957; y Los Tres Vélez. Una historia de todos los tiempos, Madrid, 1960. La te-
sis opuesta en J. A. Maravall, Las Comunidades de Castilla. Una primera revo-
lución moderna, Madrid, 1963. Una breve reseña historiográfica en J. Pérez,
Los comuneros, Madrid, 1989, pp. 163-190; yen J. A. Gutiérrez Nieto, Las
Comunidades como movimiento antiseñorial, Barcelona, 1973.
JJ Véase, para una visión general, A. S. Cohan, Introducción a las teorías
que puede verse enJ. ÁlvarezJunco (ed.), Populismo, caudillaje y discurso de-
magógico, Madrid, 1987; id., El emperador del Paralelo. Lerroux y la demago-
gIa populista, Madrid, 1990. También los artículos de R Reig, «Reivindica-
ción moderada del populismo»; y E. Ucelay da Cal, «Acerca del concepto
populismo»; y A. Ortí, «Para analizar el populismo», en Historia Social, 2,
1988, pp. 37-98.
J5 Un conjunto muy interesante de reflexiones sobre este tema, aunque
Barcelona, 1974.
40 Véase M. Vovelle, Ideología y mentalidades, Barcelona, 1981; y Ú
mentalidad revolucionaria, Barcelona, 1989.
41 Un ejemplo muy interesante hecho en España es el estudio de Álvarez
curso demagógico, Madrid, 1987. En inglés The Strategy 01 Social Protest, Bel·
mont,1990.
47 Sobre el concepto «identidad colectiva» véase M. Mann, Las luentes
del poder socia~ Madrid, 1997, vol. 11; A. Pizzorno, «Identidad e interés», en
Zona Abierta, 69, 1994, pp. 135-152; A. Meluzzi, «Asumir un compromiso:
identidad y movilización en los movimientos sociales», en Zona Abierta, 69,
1994, pp. 153-188; YC. Castariadis, La institución imaginaria de la sociedad,
Barcelona, 1983,2 vols.
48 El caso más conocido, el lenguaje de clase del movimiento obrero,
con el concepto aumento del stock cultural, frente al más usual entre los histo-
riadores (y más concreto) de memoria histórica. Vid. M. N. Zald, «Cultura,
112 Pedro L. Lorenzo Cadarso
cambio social, Barcelona, 1985. Las críticas en T. Aston (ed.), Crisis en Euro-
pa, 1560-1660, Madrid, 1983.
56 A. Schlesinger, Los ciclos de la historia americana, Madrid, 1988.
Las causas del conflicto 113
IV.1. LA ORGANIZACIÓN
N.13. Elliderazgo
ciones populares en Europa en los siglos XIV y Xv, Madrid, 1979; y V. Ruten-
burg, Movimientos populares en Italia (ss. XIX-XV), Madrid, 1983.
9 Véase un novedoso estudio, basado en la historia oral, en]. Canal, «La
1977 , 2 vols.
17 E. J. Hobsbawm, Trabajadores. Estudios de historia de la clase obrera,
Barcelona, 1979.
La movilización 139
IV.3. LA ESTRATEGIA
Milenio, Madrid, 1985; J. Caro Baroja, El señor inquisidor y otras vidas por
oficio, Madrid, 1968. Otra forma de martirologio, el «sacrificio por la causa»
La movilización 157
)5 Una de las conclusiones a las que han llegado los estudios sobre los lla-
of the Protest Against Nuclear Power», en Social Problems, 27, 1979, pp. 19·
La movilización 167
37; y H. H. Haines, Block Radicals and the Civil Rights Mainsterman, Knoxvi-
Ue,1988.
40 Éste es un comportamiento usual entre los llamados Nuevos movi-
mientos sociales, como el ecologismo, el pacifismo, etc. Vid. W A. Gamson,
The Strategy 01 Social Protest, Belmont, 1990; y los artículos de J. D. Mc-
Carthy y otros, «El acceso a la agenda pública y a la agenda del gobierno: me-
dios de comunicación y sistema electoral», en D. McAdam y otros, Movi-
mientos sociales: perspectivas comparadas, Madrid, 1999, pp. 413-441; y, en la
misma obra, B. Klandermans y S. Coslinga, <<Discurso de los medios, publici-
dad del movimiento y la creación de marcos para la acción colectiva», pp.
442-474.
168 Pedro L. Lorenzo Cadarso
IV.3.2.3. La violencia
cia en los conflictos sociales puede verse en E. González Calleja, «Algunas re-
flexiones sobre el papel de la violencia en la vida política», en El siglo xx: bao
lance y perspectivas, Valencia, 2000, pp. 349-358. Otros trabajos de interés
La movilización 171
de tos movimientos sociales en los siglos XIX y XX, Barcelona, 1974. Puede ser
interesante cotejar esta obra con el artículo de D. Castro Alfín, «Agitación y
orden en la Restauración. ¿Fin del ciclo revolucionario?», en Historia Social,
5,1989, pp. 37-50.
" Véase J. Torras, Liberalismo y rebeldia campesina, 1820-1823, Barcelo-
na, 1976, pp. 13-14.
178 Pedro L. Lorenzo Cadarso
Quisiera dejar claro que no tengo nada en contra de las causas y las
consecuencias por sí mismas. Se trata de dos aspectos diferentes en el
estudio de los movimientos sociales. Lamento, no obstante, que haya
ocasiones en las que los especialistas se muestren tan preocupados
por estas cuestiones que no intenten comprender en qué consiste lo
que desean explicar, qué es aquello cuyas consecuencias desean ex-
plorar. En mi opinión, este tipo de negligencias son muy perjudiciales
para muchos estudios causales y teleológicos porque sus autores no
llegan a comprender plenamente la variable principal, la de las carac·
terísticas propias del movimiento que estudian J •
El que quiera entretenerse devanando esta red [la del gobierno tiráni-
co] verá que no son seis, sino cien mil, millones los que tienen sujeto
al tirano y los que conforman una cadena ininterrumpida que se re-
monta hasta él. Se sirven de ella como Júpiter, quien, según Homero,
se vanagloriaba de que si tirara de la cadena, se llevaría consigo a to-
dos los dioses. De ahí provenía el mayor poder del Senado bajo Julio
César, la creación de nuevas funciones, la institución de cargos, no,
por supuesto, para hacer el bien y reformar la justicia, sino para crear
nuevos soportes de la tiranía. En suma, se llega así a que, gracias a la
concesión de favores, a las ganancias compartidas con los tiranos, al
fin hay tanta gente para quien la tiranía es provechosa como para
quien la libertad sería deseable.
1548, p. 83.
El desarrollo de los conflictos 183
lidad aceptada por todos, por otro lado, las relaciones de po-
der no son fruto de ningún tipo de consenso social, sino que
han sido impuestas y no siempre son una traducción exacta
de las relaciones de fuerza existentes entre los distintos gru-
pos sociales.
Como hemos empezado diciendo, en circunstancias
normales el poder es tan superior en términos de fuerza de
coacción, de respaldo social y de credibilidad ética que cual-
quier tipo de oposición está condenado al fracaso. Pero dicha
superioridad sólo puede sostenerse a largo plazo cuando ese
equilibrio permanece, si se derrumba la situación cambia, se
crea un vacío de poder que puede ser aprovechado con rela-
tiva facilidad por grupos en origen relativamente modestos,
siempre a condición de que actúen de forma eficaz en tér-
minos tácticos -piénsese, por ejemplo, en los bolcheviques
rusos.
La cuestión clave a la que el investigador de los movimien-
tos sociales debe responder es cómo, por qué y en beneficio de
quién ese equilibrio se desmorona. Lo primero, en términos
metodológicos, es saber las causas que desencadenan el proce-
so y aquí caben algunas propuestas de cara a su uso como hipó-
tesis de trabajo:
rías de la Revolución» , en Zona Abierta, 36-37, pp. 1-80; YJ. Rex, El conflicto
social, Madrid, 1985.
El desarrollo de los conflictos 185
V2.2. El duelo
fía de la Historia.
24 Por ejemplo, la teoría de la «lancilla de la balanza» que esgrimía Car-
vio» han sido empleados para analizar los movimientos sociales desde anti-
guo, pero tuvieron un importante impulso cuando se les aplicaron las técni·
cas de cuantificación sociológicas (J. C. Davies, When Men Revolt and Why.
A Reader in Political Violence and Revolution, Londres, 1971) y fueron reela-
borados por la psicología social conductista (E. Goffman, Frame Analysis:
An Essay on the Organiza/ion 01 Experience, Nueva York, 1974). Partiendo
de estos postulados, las recientes investigaciones están dando resultados inte'
resantes al aplicarse a las estructuras de la movilización: D. A. Snow y otros,
«Frame Alignment Movements, Micromobilization and Movement Partici-
patioll», en American 50cíological Review, 2, 1986, pp. 464-481.
200 Pedro L. Lorenzo Cadarso
siguientes lindezas (cit. en R. Aya, arto cit., p. 47): «La Protesta popular y la
violencia colectiva no son negociaciones políticas por otros medios, sino
amenazadores indicios de que la vida civilizada de un "sistema social" puede
terminar muy pronto» .
Las consecuencias del conflicto 225
raña, op. cit., pp. 58-64. En este artículo pueden encontrarse también refe-
rencias bibliográficas actualizadas sobre el tema que nos ocupa.
230 Pedro L. Lorenzo Cadarso
8 El propio Marx dijo que su obra era una guía para la acción, es decir, un
10 Quien lea sobre este tema obras de sociología, debe tomar en conside-
XVII», en Religión, Reforma y cambio social, Barcelona, 1985, pp. 77 -152. Una
crítica a esta idea en N. Cohn, Los demonios familiares de Europa, Madrid,
1980.
Las consecuencias del conflicto 235
lletin, The American Academy 01 Arts and Sdences, 42/2, noviembre, 1988.
pp. 20-21; Y S. Moscovici, Psicología de las minorías activas, Madrid, 1996.
l' Cit. en E. J. Hobsbawm, Nadones y nadonalismo desde 1780, Barcelo-
OBRAS RECOMENDADAS
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Porres, R, «El control municipal y las oligarquías urbanas de Vitoria
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Bibliografía de referencia 267
Se terminó de imprimir
esta obra el
5 de octubre de 2001
Pocos á mbitos intelectuales han sufrido mayores mutaciones en las
últimas dos d écadas que el estudio de los movimientos sociales: las
explicaciones ideológicas y socioeconómicas gestadas el siglo pasado,
que se p~ntaron CQmo paradigmas unh"ersales, han sido debatidas
y, en gran medida, desechadas de la mano de nue\'as interpretaciones
como las teorías raciol/alistas O la teoría de las idelltidades colee/iras,
mu cho más sofisticadas que sus antecesoras y co nstruidas desde
perspectivas intcrdisciplinares. Sin embargo, el presentismo ha sido
la norma usual, y la perspectiva histórica reiterada como una nere¡idad
por todos los especialistas, ha sido escasa y limitada al siglo pasado o
sus prolegómenos. De ahí que un primer objeli\"o de este libro sea Uevar
a cabo una releetura de las teorías disponibles acotándolas desde la
historia, tomando también en consideración los mo\imientos sociales
medie\'ales y altomodernos.
En otro orden de cosas, la acumulación en los últimos años de
hallaJ.gos intelect uales de no\edades teóricas, gestadas en disciplinas
con fmuencia incomunicadas y rara "el editadas en español, ha
introducido una indudable confusión en el tema a efectos didácticos,
por ello esta obra ha sido redactada de rorma clara, sintética e
intelectualmente abierta, para que pueda ser empleada como
instrumento orientador de la docencia o la in ligación.
Pedro Lui.~ Lorenzo CadariO (togroño. 1963) e<i Profesor titular
de ciencias historiográfkas ala Lnhersidad de Extremadura, dIIade
enseña hi'itoria de la'-. kleas poIftica-" ) de los ...trnienlos sodIIeI. Su
labor innstigadora se ha desarrollado en tono a los mOl ImImtos
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