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Pablo Cardona
Carlos Rey
La finalidad de los IESE Occasional Papers es presentar temas de interés general a un amplio público.
Pablo Cardona1
Carlos Rey2
Resumen
El liderazgo es una de las competencias directivas más valoradas. Muchas empresas tratan de
desarrollarlo en sus directivos siguiendo el modelo tradicional de líder-subordinado, que solo
sirve para los primeros ejecutivos. Los resultados de estos esfuerzos han tenido poco éxito. Para
desarrollar el liderazgo en toda la organización se requiere un nuevo modelo de tipo líder-líder,
en el que todos los directivos de la organización compartan la responsabilidad de la misión de
la empresa.
1
Profesor ordinario, Dirección de Personas en las Organizaciones, IESE
2
Socio DPM Consulting
Es cada vez mayor el número de empresas que buscan generar liderazgo en sus empleados en
todos los niveles de la organización. Esta tendencia –que no es un hecho aislado ni una moda–
forma parte de un proceso evolutivo que está directamente relacionado con la generación de
ventajas competitivas, es decir, con el éxito, fracaso y supervivencia de las empresas. De hecho,
la relevancia del liderazgo en las empresas no ha dejado de crecer en las últimas décadas y,
probablemente, su importancia seguirá creciendo en las venideras.
La importancia del liderazgo en nuestros días es consecuencia del proceso evolutivo de lo que
podemos denominar las cuatro dimensiones organizativas básicas de una empresa: trabajo,
poder, conocimiento y liderazgo. El trabajo representa las funciones y tareas. El poder, la
capacidad de tomar decisiones. El conocimiento, la gestión de la información y el talento. Y el
liderazgo, la capacidad de influir en las creencias, actitudes y comportamientos de las personas.
Estas cuatro dimensiones se pueden estructurar según el ámbito organizativo en el que operan
–las personas o los procesos– y según el plano organizativo en el que se desarrollan –formal
e informal– (véase Figura 1).
Figura 1
Dimensiones básicas de la organización
Formal Informal
A nivel individual, cada una de estas dimensiones otorga una determinada capacidad de acción,
y la mayor destreza en una o varias de ellas representa una ventaja competitiva. Sin embargo,
el mayor potencial de estas dimensiones reside en su desarrollo colectivo y coordinado a lo
largo de complejas organizaciones de decenas, cientos o miles de personas. Esta transformación
del ámbito individual al ámbito organizativo supone, de hecho, la ruptura con el modelo de
producción artesanal, donde las cuatro dimensiones son asumidas por la figura del artesano. La
aplicación de estas dimensiones en el ámbito colectivo da lugar a diferentes formas de
organización que generan, a su vez, cuatro fuentes de ventaja competitiva:
1
Taylor, F.W., “The principles of scientific management”, Harper & Row, Nueva York, 1915.
2
Lawler, E., “Rewarding excellence”, Jossey-Bass, 2000.
3
Drucker, F.P., “Post-capitalist society”, Harper Business, 1993, págs. 183-185.
4
Senge, P., “The Fifth Discipline: The Art and Practice of the Learning Organization”, Doubleday, Nueva
York, 1993
5
Drucker, F.P., obra cit., págs. 183-185.
A partir de los años cincuenta, el foco de análisis pasó de las cualidades a las acciones, y
empezaron a estudiarse los comportamientos de los líderes en distintas situaciones. Como
resultado, uno de los modelos más conocidos durante los años setenta y ochenta ha sido el del
liderazgo situacional de Hersey y Blanchard7, refinado más tarde por Blanchard8. En este
modelo, distintos estilos de dirección son más efectivos para distintos tipos de subordinados.
Los subordinados se clasifican en cuatro categorías, de menor a mayor madurez, dependiendo
de sus niveles de competencia y motivación.
A partir de los años setenta empezaron a desarrollarse teorías de liderazgo que se centraban no
tanto en los rasgos o comportamientos de los líderes, sino en la relación entre el líder y el
subordinado. Una de estas teorías es la del intercambio líder-miembro inicialmente descrita por
Dansereau, Graen y Haga9. Estos y otros nuevos paradigmas enfocados a la relación entre líder
y subordinado (ahora llamado colaborador), han desembocado en una concepción del término
liderazgo como una relación de influencia10 entre el líder y sus seguidores.
La escuela de la transformación
En 1978, Burns11 analizó las relaciones entre líderes y seguidores y definió la teoría del
liderazgo transformador, que más tarde sería modificada por Bass12. Esta teoría inició una línea
de pensamiento que se fue consolidando a lo largo de los años ochenta y noventa y forma lo
que en la actualidad podemos considerar la principal escuela de liderazgo aplicado al mundo
empresarial: la escuela de la transformación. Esta escuela presenta un tipo de líder con gran
energía para el cambio y capacidad para la dirección de organizaciones. A diferencia del líder
transaccional (el que se apoya únicamente en premios y castigos para motivar a sus
subordinados), el transformador se caracteriza por tener una visión radicalmente nueva, una
imagen del futuro a alcanzar que mejora la realidad presente y que es atractiva para sus
seguidores. El líder transformador ofrece un objetivo ambicioso y lidera el camino para
conseguirlo. El liderazgo transformador es “una expansión del liderazgo transaccional” y se
distingue por cuatro características fundamentales13:
6
Stogdill, R. M., “Personal factors associated with leadership: A survey of the literature”, Journal of Psychology, 25,
1948, págs. 35-71.
7
Hersey, P. y K. H., Blanchard, “Life-cycle theory of leadership”, Training and Development Journal, 23, 1969, págs.
26-34.
8
Blanchard, K. H., “SL II: A situational approach to managing people”, Blanchard Training and Development, Inc,
Escondido, CA, 1985.
9
Dansereau, F., G. G. Graen y W. Haga, “A vertical dyad linkage approach to leadership in formal organizations”,
Organizational Behavior and Human Performance, 13, 1975, págs. 46-78.
10
Rost, J. C., “Leadership for the Twenty-First Century”, Praeger, Nueva York, 1991.
11
Burns, J. M., “Leadership”, Harper & Row, Nueva York, 1978.
12
Bass, B. M., “Leadership and performance beyond expectations”, The Free Press, Nueva York, 1985.
13
Bass, B. M. y B. J. Avolio, “Improving organizational effectiveness through transformational leadership,” Sage,
Thousand Oaks, CA, 1994.
Inicialmente, esta escuela presenta el liderazgo como un servicio del líder a sus seguidores, si
bien, especialmente a partir de mediados de los años ochenta, diferentes autores desarrollan
modelos similares en torno a otros aspectos como el servicio a los clientes, los valores, los
principios, las creencias personales, etc.15, lo que en conjunto y como denominador común a
estas propuestas, podemos llamar el servicio a una misión, utilizando aquí el concepto de
misión en sentido amplio que incluye también los valores que articulan su desarrollo16.
14
Greenleaf, R. K., The servant as a leader”, The Greenleaf Center, Indianapolis, 1970.
15
Véase, por ejemplo:
- Sasser y Heskett, “Putting the Service-Profit to work”, Harvard Business Review, marzo-abril de 1994.
- Blanchard, K. y M. O’Connor, “Managing by Values,” Berrett-Koehler Publishers, San Francisco, 1996.
- Covey, S. R., “Principle-Centered leadership”, Simon & Schuster, Nueva York, 1990.
- Block, P., “Stewardship. Choosing service over self-interest”, Berrett-Koehler Publishers, San Francisco, CA, 1993.
- Sergiovanni, T. J., “Moral leadership”, Jossey-Bass, San Francisco, 1992.
16
La misión en sentido amplio engloba la misión en sentido estricto (satisfacer necesidades reales de personas,
colectivos o la sociedad en general) y los valores que orientan las decisiones en el ejercicio de esa misión. Véase:
“¿Qué es la misión de la empresa?”, en Cardona, P. y C. Rey, “Dirección por Misiones”, Deusto, 2005.
En este sentido, la influencia del líder de servicio es más profunda que la del líder
transformador, pues influye apelando a la necesidad que otros tienen de encontrar un sentido a
su trabajo. Es un líder que influye por interiorización18, es decir, por el contenido de la misión y
los valores compartidos por el líder y sus seguidores.
En el ámbito empresarial, ya bien sea bajo el concepto de misión o bajo otros términos
similares (credo, propósito, creencias, estrategia corporativa, compromiso fundamental, filosofía
de negocio…), existen numerosos ejemplos de líderes que presentan este patrón de liderazgo. La
importancia e influencia de esta escuela es probablemente equiparable a la escuela de la
transformación, si bien, debido a que está formada por teorías de servicio a una misión de
distinto contenido –colaboradores, clientes, valores, principios…– no siempre posee una línea
argumental común en todos sus desarrollos.
Esto es debido a que, en la realidad, los líderes que permanecen en el tiempo suelen presentar
una combinación de las dos perspectivas. Digamos que ambas escuelas se han centrado en
determinados aspectos del liderazgo, pero ninguna de las dos contiene la imagen completa. Este
hecho ha sido corroborado por recientes estudios como, por ejemplo, el de Collins, que
demostró que los líderes de las empresas americanas de mayores crecimientos presentaban un
patrón de liderazgo caracterizado por la humildad y una fuerza de voluntad extraordinaria,
características que difícilmente pueden asociarse exclusivamente a una de las dos escuelas19.
17
Cardona, P. y C., Rey, “El liderazgo centrado en la misión”, Harvard Deusto Business Review, nº 180, junio de
2009.
18
Sobre el concepto de interiorización, véase: Kelman, H. C., “Compliance, identification, and internalization: Three
processes of attitude change”, Journal of Conflict Resolution, 2, 1958, págs. 51-56.
19
Collins, J., “Level 5 Leadership,” Harvard Business Review, enero de 2001.
Para desarrollar un verdadero liderazgo, y más aún, para hacerlo de manera organizativa, el
líder debe contemplar conjuntamente la misión y la visión como elementos fundamentales de
su acción de influencia. De hecho, lo que los seguidores esperan de un líder es conocer en qué
consiste el proyecto a realizar (misión) y hacia dónde deben dirigirse (visión). El liderazgo debe
estar conectado siempre y simultáneamente con ambas vertientes, donde misión y visión
conviven en un plano de interdependencia: la misión orienta a la visión y, a su vez, a través de
la visión el líder dinamiza su propia misión.
Junto a estas dos características fundamentales del líder, servicio y transformación, falta añadir
una más. El líder, antes y al tiempo que lidera a sus seguidores, es líder de sí mismo. Esta
cuestión, no siempre tenida en cuenta, es fundamental para entender el liderazgo y las
dinámicas que permiten su expansión y distribución en las organizaciones. El líder vive en
conexión constante con sus principios y aspiraciones fundamentales, con su misión y su visión.
A menudo se presenta el liderazgo como si el líder estuviera conectado con estos principios de
modo innato o irrenunciable. Nada más lejos de la realidad. Esta conexión del líder con su
misión y su visión es adquirida como resultado de grandes esfuerzos que se forjan en su diálogo
interior y se materializan en sus actos. Para ello, los líderes se empeñan en mantener vivos en
su memoria y en sus acciones cuáles son los principios y aspiraciones que los mueven. Y esto lo
hacen constantemente, cada jornada. Es de esta conexión de donde el líder saca realmente la
fuerza para influir en sus seguidores. No es este el lugar donde detenerse en este aspecto, pero
baste con resaltar que el primer lugar donde se genera el liderazgo es en la propia persona del
líder. Si la esencia del liderazgo es el servicio, el autoliderazgo es su origen.
20
Véase, por ejemplo:
- Maccoby, M., “Narcissitic Leaders: The incredible Pros, the Inevitable Cons”, Harvard Business Review, enero-
febrero de 2000.
- Conger, J. y R. N., Kanungo, “Charismatic Leadership in organizations”, Sage Publications, Thousand Oaks, CA,
1998.
- Sankowsky, D., “The charismatic leader as narcissist: Understanding the abuse of power”, Organizational Dynamics,
23, 1995, págs. 57-71.
21
George, W., “Authentic Leadership: Rediscovering the Secrets to Creating Lasting Value”, Jossey-Bass, 2003.
22
De hecho, un servicio que no busque a su vez el perfeccionamiento de aquellos a los que sirve –por ejemplo, el que
se limita a dar lo que le piden sin más– es servilismo, pero no un auténtico servicio.
23
Véase, por ejemplo, Cardona, P., “Transcendental Leadership”, The leadership & Organization Development Journal,
21, 4, 2000, págs. 201-206.
24
Véase, por ejemplo:
- Kurtzman, J.,“Common Purpose: How Great Leaders Get Organizations to Achieve the Extraordinary”,
Jossey-Bass, 2010.
- Raelin, J.A., “Creating Leaderful Organizations: How to Bring Out Leadership in Everyone”, Berrett-Koehler
Publishers, San Francisco, 2003.
25
Una muestra de esta realidad puede verse, por ejemplo, en el estudio: García-Lombardía, Pilar, Pablo
Cardona y Mª Nuria Chinchilla, “Las competencias directivas más valoradas”, OP IESE, nº 01/4, noviembre de
2001.
Unidad de liderazgo: en el modelo líder-líder, todos los líderes deben tener una fuente común de
donde emane su liderazgo. Para ello, cada individuo debe considerar como propia la misión y la
visión de la organización. A diferencia del modelo líder-seguidor, la fuente del liderazgo no es
la propia persona del líder ni tampoco se trata de que cada líder defina “su” propia misión y
“su” propia visión. En la organización del liderazgo, los líderes asumen la misión y la visión de
la organización y hacen de ellas el centro de su liderazgo. Un ejemplo de esta unidad de
liderazgo puede observarse frecuentemente en los equipos de competición deportiva. En ellos,
todos sus miembros comparten el mismo fin de “ganar el partido”, y a su vez, los unos ejercen
sobre los otros un liderazgo continuo y constante que refuerza la consecución de este fin. De
hecho, en los equipos de competición, buena parte del éxito o fracaso se suele atribuir a la
generación de esta relación de liderazgo que podríamos llamar de influencia múltiple. Este
fenómeno ha sido objeto de estudio por numerosos expertos del management y el interés por
aplicarlo a la práctica de las empresas no ha dejado de crecer en las últimas décadas.
Liderazgo sostenido: En el modelo líder-seguidor, veíamos el liderazgo como una fuerza interior
del líder que se proyecta hacia el exterior26. En el modelo líder-líder, sin embargo, la fuerza del
líder no nace solo de su interior, sino que se mantiene y refuerza gracias al liderazgo de los
otros miembros de la organización con los que se relaciona. En consecuencia, el liderazgo de
unos sostiene e impulsa el liderazgo de los otros, y la aplicación de este principio a toda la
organización genera lo que llamamos sinergias de liderazgo, un efecto que multiplica el
liderazgo de la organización más allá de las posibilidades individuales de cada uno de sus
miembros. Este hecho es especialmente relevante, pues de otro modo, y salvo en condiciones
altamente excepcionales, sería difícil generar liderazgo en todos los niveles y funciones de la
empresa. De forma parcial, un ejemplo de liderazgo sostenido puede verse en muchos de los
grandes líderes estudiados a lo largo de la historia. En muchos casos, estos líderes contaron a su
vez con personas cercanas (un maestro, un compañero, un tutor…) que ejercían sobre ellos una
fuerte influencia y sin los cuales, probablemente, no hubieran llegado a ser lo que fueron.
26
Es el mito de la soledad del líder propio del paradigma líder-seguidor, cada vez más debatido por diferentes
autores. Véase, por ejemplo: Schein, E.H., “Helping: an urgent new role for leaders”, Ivey Business Journal, 2009, vol.
73, 5, pág. 5-5, 1p.
Herramientas de liderazgo
Superar la dimensión personalista del modelo líder-seguidor y pasar al modelo líder-líder no es
solo un cambio de actitudes y comportamientos. Es un cambio de modelo organizativo que
sigue un patrón común, y de igual magnitud, al que podemos encontrar en la organización del
trabajo, del poder o del conocimiento y que requiere de algo más que la simple buena voluntad
o esfuerzo de las personas. De hecho, para superar el ámbito individual, las cuatro dimensiones
básicas de la empresa se apoyan en sistemas (o “herramientas”) que facilitan y coordinan su
expansión a lo largo de toda la empresa. El trabajo se estructura en procedimientos, el poder en
objetivos27, el conocimiento en competencias y el liderazgo en misiones (véase Figura 2).
Figura 2
Elementos estructurales de las dimensiones básicas de la organización
Procesos
Trabajo Conocimiento
(procedimientos) (competencias)
Formal Informal
Estos cuatro sistemas se complementan de la misma forma que las dimensiones que impulsan:
las competencias y las misiones perfeccionan a los procedimientos y objetivos. Esta cuestión es
de gran importancia para entender la naturaleza de la organización del liderazgo, pues su
desarrollo no anula la organización del poder, sino al contrario, la enriquece. Para ello, la
misión y la visión, ejes centrales del liderazgo, deben desplegarse en la organización abarcando
las dimensiones del poder y el liderazgo de manera conjunta y coordinada. La misión se
despliega en misiones participadas, y la visión, en objetivos formando un conjunto inseparable
27
Por objetivos incluimos también la estructuración de funciones, presupuestos y demás herramientas que hacen
referencia al cumplimiento de los objetivos.
En la organización del liderazgo, todos los sistemas de la empresa deben estar directamente
conectados con la misión y visión de la empresa, lo que generalmente requerirá una cierta
adaptación estructural. Esto es debido a que, a la vez que se invita a las personas a impulsar y
liderar una misión y visión, hay que asegurar que los sistemas también estén diseñados al
servicio de la misión y visión de la empresa. Esta integración es siempre necesaria, pues el
desarrollo de las dimensiones secundarias, conocimiento y liderazgo, si no afecta las
dimensiones primarias, trabajo y poder, difícilmente tienen efecto práctico. Por ejemplo, cuando
fracasan los sistemas de competencias, comúnmente es debido a que la organización sigue
estructurando el poder y tomando decisiones en base solo a objetivos. De hecho, el éxito de la
organización del liderazgo a nivel estructural depende, en igual medida, tanto del despliegue de
la misión y la visión como de la integración de los sistemas existentes.
Como resultado de esta integración, las herramientas de gestión pasan a ser, a su vez,
herramientas de liderazgo que sirven al líder para impulsar su propio liderazgo y dar apoyo al
liderazgo de aquellos con los que se relaciona. Además, estas herramientas, en cuanto crean
dinámicas comunes y transversales a toda la organización, refuerzan las condiciones básicas del
modelo líder-líder, la unidad de liderazgo, el liderazgo por participación y el liderazgo
sostenido. Como complemento a la integración de las herramientas de la empresa, se pueden
crear nuevas herramientas que impulsen el modelo líder-líder, pero siempre y cuando se haya
cubierto la integración de las ya existentes29.
28
Sobre el proceso de despliegue de la misión y la visión en misiones y objetivos véase: Cardona, P. y C. Rey,
“Dirección por Misiones”, Deusto, 2005.
29
Principalmente por dos motivos: el primero por consistencia y el segundo, por economía, pues generalmente es
más eficiente rediseñar una herramienta (sobre todo si funciona bien) que crear una nueva.
En primer lugar, el líder debe estar comprometido con la misión y la visión de la empresa y, por
tanto, con el servicio y la transformación que en ellos se representa31. Este compromiso implica
aceptar la misión y la visión de la empresa como parte de la misión personal del líder, es decir,
como parte de aquello que da sentido a la existencia del líder en el momento presente32. En este
sentido, podemos decir que la naturaleza del compromiso del director general es la misma que
la del “último empleado”, y esta unidad de compromiso sustenta la unidad de liderazgo a la que
anteriormente hacíamos referencia. Esta forma de entender el compromiso es de hecho algo
natural, pues, por lo general, resulta más atractivo realizar el trabajo como parte de la misión
personal que realizarlo simplemente como un medio para ganarse la vida.
30
Sobre las distintas vertientes del compromiso véase: Allen, N. J. y J. P. Meyer, “The measurement and antecedents
of affective, continuance and normative commitment”, Journal of Occupational Psychology, nº 63, 1990.
31
Es evidente que el trabajo (bien hecho) ya es de por sí un servicio y una transformación, pero de lo que se trata
aquí es de conectar ese servicio y transformación con la misión y visión de la empresa, y hacer de ellos el
fundamento del liderazgo.
32
Lógicamente, la misión personal abarcará además otras cuestiones de carácter trascendente que van más allá del
ejercicio de la profesión. Sobre la relación entre la misión de una organización y la misión personal de cada uno de
sus miembros, véase: Cardona, P y C. Rey, “Dirección por Misiones”, Deusto, 2005.
33
Esto requiere, como es evidente, que la misión y la visión estén correctamente desplegadas en misiones y
objetivos, al menos hasta el nivel donde quiera implementarse el full-leadership.
En tercer lugar, el compromiso del líder debe extenderse a las misiones y objetivos de las otras
áreas o personas con las que el líder mantiene una relación de interdependencia. Para ello, el
líder debe establecer con esas áreas o personas compromisos de apoyo que deben formar parte
de su compromiso al mismo nivel que sus misiones y objetivos particulares. En definitiva, este
tercer ámbito del compromiso hace referencia a incorporar en la propia misión personal el
servicio a otros miembros de la organización.
Para que estos sistemas sean realmente herramientas de liderazgo, el líder debe usarlos con
voluntad explícita de servicio y transformación para impulsar, a través de ellos, el
cumplimiento de la misión y visión de la empresa34. De esta forma, las herramientas de
liderazgo ayudan a transformar el compromiso del líder en acciones concretas y coordinadas
con los otros líderes de la empresa –jefes, pares o colaboradores– y, en la medida que estas
acciones afectan e influyen sobre otras personas, son de por sí un ejercicio de liderazgo. Por
ejemplo, en una reunión de evaluación del desempeño, en tanto el jefe utiliza esta reunión para
impulsar de manera explícita la misión y la visión de la empresa, ejerce una acción de
influencia sobre su colaborador que constituye una acción de liderazgo. Lo mismo ocurre, por
ejemplo, con una reunión de equipo, en la que la acción de cada miembro influye sobre los
otros, o en la elaboración y comunicación de un plan estratégico, que crea dinámicas
transversales a lo largo de toda la organización.
La influencia de las herramientas de gestión como fuentes de liderazgo aplica también a las
herramientas de uso individual como, por ejemplo, las herramientas de planificación diaria o
los sistemas de autocontrol del puesto de trabajo tipo lista de comprobación de actividades. En
tanto el líder utiliza estas herramientas con voluntad explícita de contribuir al cumplimiento de
la misión y visión de la empresa, está realizando un ejercicio de autoliderazgo que, a su vez,
influye en las otras personas con las que se relaciona.
34
En el extremo opuesto de esta forma de utilizar las herramientas de liderazgo estaría, por ejemplo, hacer uso de
ellas simplemente para satisfacer los intereses particulares del líder, lo que representaría una forma de corrupción del
liderazgo.
35
Simons, R., “Control in the Age of Empowerment”, Harvard Business Review, marzo-abril de 1995.
Para ejercer esta nueva responsabilidad, el líder-jefe debe asegurar que sus colaboradores
realizan los tres pasos del proceso full-leadership. Para ello, debe conseguir el compromiso de
sus colaboradores, asegurar que utilizan las herramientas de liderazgo con voluntad explícita de
servicio y transformación y, finalmente, si sus colaboradores tienen también personas a su
cargo, ayudarles en el desarrollo de su liderazgo37.
Además, el líder debe vigilar por no entorpecer el compromiso de los colaboradores, algo que
puede ocurrir incluso de manera inconsciente. Cuestiones como vanalizar la misión o la visión
de la empresa, el silencio moral38, la mala comunicación o la inconsistencia pueden dañar
enormemente el compromiso de los colaboradores y hacer fracasar todo el proceso.
Finalmente, hay que destacar que los tres pasos del proceso full-leadership forman un ciclo
continuo en tanto el desarrollo del liderazgo de los colaboradores refuerza el compromiso
personal del líder.
Conclusión
En este artículo hemos presentado los fundamentos para desarrollar el liderazgo en toda la
organización, que se basa en la organización del liderazgo. Esta organización será
probablemente la mayor fuente de competitividad organizativa de este siglo. Como proceso
evolutivo, sus fundamentos están presentes en muchas organizaciones, y aunque algunas
empresas ya han emprendido el cambio de manera incipiente, su desarrollo a gran escala está
36
De hecho, la organización de cada dimensión organizativa básica incorpora en los jefes una nueva
responsabilidad. La organización del trabajo hace responsable a los jefes de las acciones de las personas bajo su
mando, la organización del poder de las decisiones de sus subordinados y la organización del conocimiento del
aprendizaje y talento de sus colaboradores.
37
Esta regla no se aplica, lógicamente, en aquellos colaboradores que no tienen personas a su cargo. Para estos
casos, el modelo full-leadership tiene solo los dos primeros pasos.
38
Silencio moral es el defecto opuesto a la hipocresía. Si la hipocresía es fingir lo que no es, el silencio moral es
actuar y hablar como si no se tuvieran ciertos principios, cuando en realidad sí se tienen.
F. B. Bird, “The Muted Conscience”, Quorum Books, Westport, CT, 1996, pág. 4, citado en: J. B. Ciulla, “The
Importance of Leadership in Shaping Business Values”, Long Range Planning, vol. 32, 2, 1999, págs. 166-172.
Además, existe otro factor que impulsa el desarrollo de esta transformación con mayor fuerza
con la que lo hace su condición de ventaja competitiva. Al igual que el trabajo, el poder o el
conocimiento, el liderazgo es una capacidad inherente a la propia persona. No es solo una
opción. El hombre necesita del liderazgo para encontrar una mayor plenitud y realización
personal. En este sentido, la organización del liderazgo libera un mayor potencial de las
capacidades humanas, acerca al hombre a una mayor satisfacción y, a su vez, perfecciona el
desarrollo del trabajo, poder y conocimiento de toda la organización.