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Cómo delegar liderazgo

efectivamente
11 MAYO, 2018 | Leo Meyer
MINISTERIO

En un contexto de liderazgo, la tarea de delegar se hace imprescindible. La


razón básica es que un solo individuo no es capaz de realizar todas las
actividades necesarias para lograr un objetivo, ya sea en una entidad o en
una organización. Se necesita delegar tareas y responsabilidades a una
tercera persona.

Delegar es una labor que podemos definirla como dar a un individuo u


organismo un poder, función, o responsabilidad para que los ejerza en
sustitución de uno.

Oswald Sanders introduce este tema en su libro Liderazgo espiritual diciendo:

“Una de las facetas del liderazgo es la capacidad de reconocer las aptitudes y


limitaciones de otros, combinada con la capacidad de ubicar a cada persona
en el cargo que se desempeñe mejor”.

Sin embargo, para el líder no solo importa reconocer las aptitudes y


limitaciones del equipo, sino también tener la precaución debida al delegar
responsabilidades.

¡El líder no cuenta con todos los dones, talentos,


aptitudes, o habilidades! En cambio, ha sido llamado a
trabajar en equipo.
LA BIBLIA Y EL TRABAJO EN EQUIPO

En la Biblia hallamos ejemplos del tema. Sin embargo, uno de los que nos
muestra más fácilmente la tarea de delegar es el episodio donde Moisés fue
asesorado por su suegro Jetro.
En Éxodo 18, el pueblo de Israel estaba en el desierto y tenía como líder y
juez a Moisés. Jetro vio que Moisés enfrentaba cargas tan pesadas que no se
podían tolerar, pues trataba con problemas de la mañana a la noche.
¡Manejaba todo el gobierno de una nación! Jetro notó que Moisés no podía
mantener ese nivel de vida, iba a colapsarse y el pueblo también. Por lo que
su consejo, en resumen, fue: ¡Delega! Pero hazlo sabiamente, sobre gente
confiable y preparada para ello (v. 21-22).

Sin embargo, para llegar a este punto necesitamos humildemente entender


que necesitamos un equipo para lograr un objetivo.

Al tocar el tema de los dones espirituales, Pablo indica:

“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay


diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de
operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las cosas en todos.
Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común”, 1
Corintios 12:4-7.

El apóstol muestra así que, aunque hay diversidad de dones, ministerios, y


operaciones, es un mismo Espíritu el que hace todas las cosas, y el propósito
de la manifestación del Espíritu es el bien común. Dios ha diseñado que, en el
contexto de su iglesia, los diversos dones que tienen distintas personas sean
utilizados para el bien de toda la comunidad. No obstante, esto no es distinto
en un contexto empresarial y aun familiar.

Este es un principio básico: ¡el líder no cuenta con todos los dones, talentos,
aptitudes, o habilidades! En cambio, ha sido llamado a trabajar en equipo. La
metáfora que utiliza Pablo es la de un cuerpo, donde cada miembro realiza
una función particular con un propósito en común.

Comprender esto es fundamental para que el líder delegue. Sin embargo, no


es lo único a lo que debe atender.

LO QUE NOS IMPIDE DELEGAR


Existen factores que obstaculizan el desarrollo apropiado del liderazgo
organizacional, ya sea en un contexto eclesiástico como en uno corporativo, y
estos factores impiden al líder dar poder a otros para llevar a cabo las
acciones que sean necesarias.

La actitud del líder debe ser de humildad y servicio, de


entrega absoluta a la causa de su Señor. El evangelio nos
enseña y desafía a vivir de una manera que refleje a su
mensajero original: Cristo.
El Dr. Miguel Núñez, enseñando acerca del liderazgo, indica actitudes que
hacen que un líder se rehuse a trabajar en equipo. Estas actitudes están
relacionadas básicamente a su carácter, y debe prestarles atención si desea
progresar en su desarrollo y el crecimiento de la organización. Una de ellas es
el ego; querer llevarse los créditos y no admitir que no puede hacer ciertas
cosas. Por otro lado, la inseguridad hace que un individuo se sienta
amenazado al colaborar con otras personas. Finalmente, un temperamento
rígido e inflexible hace difícil aceptar las opiniones de otros.

LO QUE NECESITAMOS PARA DELEGAR


Luego de que Jetro culminó su asesoría, Moisés lo escuchó y aplicó el
consejo. Dios usó a Jetro para traer un consejo sabio al líder israelita. Moisés
tuvo la suficiente humildad para modificar su actividad (Ex. 21:25-26).

Nosotros necesitamos también, en primer lugar, esta clase de humildad.


Instando a los filipenses a vivir con una actitud humilde, Pablo trae como
estímulo el ejemplo de Cristo:

“Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el
cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como
algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de
siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de
hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y
muerte de cruz”, Filipenses 2:5-8.

La actitud del líder debe ser de humildad y servicio, de entrega absoluta a la


causa de su Señor. El evangelio nos enseña y desafía a vivir de una manera
que refleje a su mensajero original: Cristo. Cuando miras la vida de Jesús y
ves la cruz, puedes notar una actitud, un espíritu, una motivación humilde.
De hecho, mientras enseñaba a sus discípulos, Jesús los instaba a aprender
de Él, quien posee las cualidades fundamentales de un carácter santo:
mansedumbre y humildad (Mat. 11:29).

El líder necesita recordar que él vive para la gloria de


Dios. Nada de lo que podamos hacer en el liderazgo
tiene que ver con nosotros.
Ciertamente el talento es importante, pero no suficiente para triunfar. Como
alguien dijo: debemos ser la generación de la toalla y el lebrillo. Un líder
cristiano, independientemente de su contexto, debe caracterizarse por una
actitud humilde y servicial.

En segundo lugar, el líder necesita recordar que él vive para la gloria de Dios.
Nada de lo que podamos hacer en el liderazgo tiene que ver con nosotros. La
vida del cristiano, sin importar el contexto en el que se encuentre, tiene que
ver con Cristo, su evangelio, y su gloria. Pablo entendió esto cuando escribió:

“Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive
en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios,
el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”, Gálatas 2:20.

Podemos encontrarnos con un cargo en la alta gerencia de una corporación


internacional que genera millones de dólares al año, o como parte del
liderazgo pastoral de una pequeña iglesia en una zona rural recóndita de
Latinoamérica. No importa el lugar, pertenecemos a Cristo y vivimos para su
gloria, por lo cual nuestro trabajo es sagrado y los resultados tienen que
lograr que la gente lo reconozca a Él. Si el líder tiene este principio
fundamental presente en su día a día, entonces no le será difícil delegar.

CONSEJOS COTIDIANOS PARA DELEGAR EFICAZMENTE


Permíteme entonces sugerir algunos consejos respecto al tema de la
delegación:

1. Delega a gente que esté preparada.


Vemos un ejemplo de esto cuando Pablo escribió a Timoteo: “Y lo que has
oído de mí en la presencia de muchos testigos, eso encarga a hombres fieles
que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Ti. 2:2).

El líder debe asegurarse de que la persona que le sigue tenga clara la


importancia de delegar. El líder sabe que parte del ADN del reino de los cielos
tiene que ver con enseñar a otros para que estos a su vez hagan lo mismo,
pero necesita garantizar que el liderazgo sustituto sea capaz de llevar la
carga; que sea lo suficientemente responsable como para terminar la carrera.

Pablo sabía que la misión era más grande que las habilidades de pocos
hombres finitos. Confiaba en Dios y creía en su Palabra y obra, pero sabía que
Dios usaría voces, manos, y pies humanos para extender el evangelio. Por
esto le enfatiza a su pupilo: encarga a hombres fieles, es decir, dignos de
confianza. Hombres que estén listos para la misión.

De igual manera, cuando tengas que delegar a otro, asegúrate que este tenga
la preparación que demanda la tarea.

2. Delega sin desconectarte de la tarea.


Al final del evangelio de Mateo se nos relata:

“Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en


el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”, Mateo 28:18-20.

En este pasaje, la gran comisión, vemos claramente la tarea delegada a la


Iglesia: hacer discípulos de todas las tribus de la tierra. Ahora bien, notemos
que el Señor no se ha desconectado de ella. Él ha dicho que estará con
nosotros.

En el ejemplo de Jesús aprendemos que en el liderazgo


no podemos desconectarnos de la tarea delegada. La
responsabilidad final de la labor sigue siendo del líder.
En el ejemplo de Jesús aprendemos que en el liderazgo no podemos
desconectarnos de la tarea delegada. La responsabilidad final de la labor
sigue siendo del líder.

3. No delegues sin dar instrucciones claras.


Si delegarás una tarea, asegúrate de que las ideas y los conocimientos que
transmitas sean lo suficientemente claros y precisos como para garantizar
que la misma sea ejecutada en el tiempo, contexto, espacio, y con los
recursos planificados para ello.

Veamos otra vez el ejemplo de Jesús. Él delegó una misión a la Iglesia. Pero
su instrucción no ha sido incierta, transmitida con inseguridad o de forma
dudosa. ¡No! Su mandato ha sido preciso. Además, Él ha proporcionado los
recursos necesarios para llevar a cabo la misión. Nos ha dado el Espíritu
Santo que empodera, capacita, y supervisa a sus siervos para la
implementación de su reino en la tierra en los corazones de los pecadores
salvados.

4. No delegues sin manifestar claramente tus expectativas.


Todo líder espera un desempeño excelente en la ejecución de una función
delegada. Sin embargo, esa expectativa debe ser comunicada con claridad
para que sea entendida por el ejecutor. Es común juzgar la labor de los
demás con base en expectativas no transmitidas, o transmitidas pobremente.

El líder no puede asumir que un miembro del equipo entiende lo que se le


pide y que comprende la calidad con que se espera se ejecute una tarea. El
resultado de no aclarar a tu equipo las expectativas de los trabajos delegados
es un equipo desmotivado, que no confía del todo en su líder. Estas cosas
trascienden a todos los niveles y aspectos de la organización.

Por tanto, cuando delegues, comunica bien tus expectativas al miembro del
equipo, consulta si ha comprendido lo delegado, y pídele retroalimentación.
Aprender a delegar fortalecerá tu liderazgo, ampliará tu
efectividad, disminuirá tus debilidades, dividirá tu carga de
trabajo, y multiplicará el impacto de tu equipo.

5. Da seguimiento a la ejecución de la tarea.


Como bien sabemos, lo que no se mide no se controla. Y lo que no se
controla no se puede dirigir adecuadamente. La responsabilidad del líder no
termina cuando delega la tarea, sino cuando recibe la apropiada
retroalimentación y ratifica la ejecución de la misma como se esperaba. Por
tanto, el seguimiento es vital.

CONCLUSIÓN
Liderar es un arte y un gran desafío. Pero una tarea encomiable. Aprender a
delegar fortalecerá tu liderazgo, ampliará tu efectividad, disminuirá tus
debilidades, dividirá tu carga de trabajo, y multiplicará el impacto de tu
equipo.

Para hacerlo de forma eficaz, debemos tener una actitud humilde y estar
conscientes de que somos hechura del Señor, creados para obras que ya Él
planificó de antemano para que andemos en ellas, y que esas obras son para
su gloria (Ef. 2:10; 1 Co. 10:31).

El trabajo en equipo no es una opción. Para lograr los objetivos que tenemos,
debemos delegar en otros que tienen los dones, la preparación, las
experiencias, y los conocimientos que aportan efectivamente a las metas.
Hagamos esto instruyendo al equipo apropiadamente, manifestando las
expectativas que se tienen, y dando el seguimiento que amerita.

¡Que Dios nos ayude a servirle mejor!

IMAGEN: LIGHTSTOCK.
Leo es Gerente de Auditoría de una empresa comercial en su país. Sirve en la
Iglesia Bautista Internacional en República Dominicana y estudió en el
Instituto Integridad y Sabiduría. Está casado con Masi y tiene una hija: Mia.
Puedes encontrarlo en Twitter como @leonarmeyer.

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