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Esta corriente tuvo amplia cabida en la escena artística chilena, que venía de un
periodo donde la abstracción venía guiada por las líneas del geometrismo de carácter
cinético y óptico, de grupos como Rectángulo y artistas como Elsa Bolívar o Ramón
Vergara Grez. Una vez que este arte empezó a perder territorio y popularidad dentro de
la escena chilena, surgió a principio de la década de 1960, una corriente guiada por las
ideas del informalismo internacional, que sumado a las tensiones políticas que se veían
reflejadas en el ambiente latinoamericano, configuraron una corriente pictórica altamente
comprometida con la contingencia política, haciendo causa común con la revolución
cubana o las critica pacifista anti imperialista ligada a la guerra de Vietnam, es de esta
manera que es posible entender su militancia política dentro de la estructura partidista de
los partidos izquierdistas nacionales, como es en el caso de Guillermo Núñez,, quién
participa activamente en la campaña del eterno presidente Salvador Allende.
A un nivel formal, este movimiento informalista chileno, en el cual militan artistas
como el ya mencionado Guillermo Núñez, además de José Balmes, Gracia Barrios, Roser
Bru, como nos menciona la curadora española Inés Ortega:
“Sus telas empezaron a reflejar un cambio de lenguaje y fueron tomadas
por el gesto, la mancha, y más tarde por las técnicas del collage objetual y de
elementos reales, y por la materia- esa mezcla de tierras, cemento y otros
elementos con la que engrosaron y dieron relieve al paisaje de la contingencia-.
(Ortega 2017, 16).
De esta manera es posible entender su relación con la pintura como una relación
directa, no mediada por la figuración realista, en donde a través de la experimentación
matérica se entra en contacto con el espacio interior de los autores, quienes expresan esta
interioridad a través del gesto desbocado, y la pintura en estado pastoso sobre el lienzo,
poniendo en tensión las concepciones artísticas imperantes hasta ese minuto.
Esto puede verse claramente reflejado en la obra del artista nacional Guillermo
Núñez, quién encarna a la perfección tanto la carga política de la cual se veía imbuida el
naciente movimiento informalista chileno, debido más que a nada la carga denunciativa
presente en su obra, que se expresa de manera temática a través de los títulos de la obra y
a través de la reutilización de símbolos que pertenecen a los códigos militaristas,
descontextualizándolos en una crítica que se utiliza para significar una obra de sentido
diametralmente opuesto; tanto como en el ámbito de la innovación formal, en donde a
través de la mezcla de pigmentos oleosos y acrílicos, logra texturas nuevas a través de la
técnica de la pintura manchista, aplicados de maneras poco convencionales en el espacio
del cuadro, usando trapos y sus propias manos. (Ortega 2017, 76-77) , sumado a la
experimentación de medios de reproductibilidad técnica, como la fotografía y la
serigrafía, que aplicadas en el lienzo permiten expandir sus limitaciones, poniendo en
tensión las visiones clásicas del cuadro como un lugar de representación pictórica única,
frente a la apropiación de los medios de representación serial múltiple aplicados al lienzo
como en el caso de las obras de Guillermo Núñez.
Una obra de Guillermo Núñez en la cual pueden ser aplicados los análisis
anteriores es Humano, demasiado humano. (1966) (Ilustración 1.) en donde se puede
apreciar una composición abstracta, en donde en un primera plano podemos contemplar
unas figuras orgánicas que asimilan ser huesos humanos, por sus formas alargadas y su
fuerte color blanco, que escapan de los limites del lienzo y la composición , detrás de esto
podemos apreciar cuatro figuras rectangulares, pintadas de un color rojo, beige, naranjo
y blanco en un claro empastado del color, sobre las cuales se posicionan tanto los huesos,
como la diversas reproducciones serigráficas del rostro de un soldado con su respectivo
casco militar, hechas en diversos que comprenden entre el gris y el celeste. En estas obras
podemos entender el uso de huesos como símbolo representativo de las consecuencias en
bajas humanas que tienen las acciones militares que se desarrollan en diversos puntos del
globo, sumado al uso de la simbología militar presente en la obra, representada en el
retrato del soldado, quien aparece en uso de un casco muy similar al utilizado por las
tropas estadounidenses en la invasión a Vietnam. Finalmente, el mismo título de la obra
guía en cierta manera el significando, denunciando la condición violenta por antonomasia
del ser humano, que se expresa en las guerras.
Debido a esas malas pasadas que la política y la historia pueden jugar con
constancia, luego de la consumación de la utopía en chile, representada por el triunfo del
socialista Salvador Allende en las elecciones presidenciales de 1970 y el posterior golpe
de estado propiciado por los militares chilenos y amparados en las pretensiones
imperialistas de estados unidos, la década de 1970 en las artes chilenas se desarrollo en
su mayoría, dentro de un ambiente represivo, en donde la violencia y las desapariciones
forzadas se conjugaban con un clima de cultural mediado por la censura y la persecución
de grupos políticos cercanos a las ideas socialistas. Debido a este desolador panorama
controlado culturalmente, como nos menciona la teórica cultural Nelly Richard, por una
dictadura naciente que aún no tenía un corpus programático que reuniera sus intenciones
culturales (Richard, Márgenes e Instituciones: Arte en Chile desde 1973 2007, 29), hecho
que se ve reflejado en la censura que recibían las obras de carácter denunciativo más
explícito como las de los artistas informalistas de la década de 1960, por lo cual los artistas
de la generación siguiente debieron combatir a través de una autocensura, que se ve
expresada en la continuidad de ciertos elementos de la experimentación formal presente
en el periodo anterior, pero utilizada como un modelo para la reestructuración de sus
códigos y signos para poder ocultar su profunda significancia política, acallada por los
medios represores del régimen militar ilegitimo (Richard, Márgenes e Instituciones: Arte
en Chile desde 1973 2007, 35).
Ilustración 1
Juan Dávila
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