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AGRUPACION ESPACIO

En Mayo de 1947, un grupo de jóvenes estudiantes de arquitectura de la Escuela Nacional de


Ingenieros, lideran a un grupo de intelectuales, arquitectos y artistas. Adoptan el nombre
ESPACIO y, a la manera de las vanguardias europeas, lanzan un Manifiesto que maracará el
inicio de sus actividades y de los cambios que propugnan.

Desde mediados de los años cuarenta, Lima vivía una vorágine modernizante auspiciada por la
difusión de las imágenes de la modernidad, el fin de la segunda guerra mundial y por el optimista
ambiente existente luego de la elección de José Luis Bustamante y Rivero como expresión de
nuevos vientos en el país.

La radical transformación de la plaza de armas de Lima y los ensanches en las calles


importantes de su centro histórico, testimoniaban el espíritu que animaba a los cambios
promovidos, emulando lo ocurrido en otras metrópolis. Desde esa perspectiva , los paradigmas
del cambio se mantenían marcadamente desactualizados.

El arte y la arquitectura transitaban los caminos signados por la pasiva mirada all pasado,
aislados de los acontecimientos arquitectónicos prevalecientes en el mundo. Un mundo que salía
de la segunda gran guerra y veía consolidar a Norteamérica como principal potencia. Un mundo
que había vivido -décadas atrás-, el entusiasmo por la renovación total del arte y la arquitectura,
y que pocos años después planteaba ya un cuestionamiento a las radicales formulaciones
vanguardistas, vivía el inesperado viraje de los grandes maestros de la arquitectura y el
surgimiento de propuestas abiertas, frescas e incluyentes.

En esta doble y conradictoria realidad, la de dos mundos paralelos y diacrónicos, se forma en el


Perú una agrupación de intelectuales: artistas, estudiantes y profesionales, dispuestos a
enfrentar a los defensores del adormecimiento de las manifestaciones culturales de nuestra
sociedad. Reunidos en torno a la estimulante figura de Luis Miró Quesada, un grupo de jóvenes
estudiantes de arquitectura de la Escuela Nacional de Ingenieros -la actual Universidad Nacional
de Ingeniería-, surge hace medio siglo, la Agrupación ESPACIO, vehículo de las expectativas de
algunos círculos de encuentro y discusión como manifestación específica de una sociedad
preocupada por el presente y el futuro.

ESPACIO, se propone marcar distancias, señalando un derrotero ; se plantea la tarea de


repensar el arte del Perú y se enfrenta al dilema de combatir el origen de su propio estatus,
revisando y cuestionando el desarrollo de nuestra cultura, entendiendo la misma de manera
integral, como manifestación de un momento determinado, y de un hombre nuevo. Se constituye
entonces en uno de los movimientos más importantes de nuestra modernidad y sin lugar a
dudas, en el más conocido y trascendental en el mundo artístico. La arquitectura, asumiría en
dicho proceso un decidido liderazgo.

Para cumplir su misión organizan conferencias, exposiciones y publicaciones. Editan la revista


ESPACIO y publican una sección en el diario EL COMERCIO. Pero sobre todo producirán, harán
arte. Rápidamente, la aceptación del arte moderno se hace patente en la década del cincuenta,
al final de la cual, los más activos miembros de la Agrupación, han arribado al campo político,
persuadidos seguramente de la necesidad de modernizar también el país. Transcurrido el
tiempo, el Perú ha cambiado notoriamente. Lima y el país han crecido y se han transformado. El
mundo en la era post-moderrna, lejos de ser el mismo vuelve a mirar hacia sus más cercanos
orígenes : los de la modernidad . Hace un alto y se formula una serie de inquietantes
interrogantes : tradición, cambio, globalización, pasado, futuro, país, nación.......; tratando de
contestarlas en esta oportunidad a través de las manifestaciones del arte, estimuladas y
realizadas por la Agrupación ESPACIO.

Del Arquitecto-constructor al Arquitecto (1910-1945)

En 1899 se funda la Sociedad de Ingenieros, un gran paso en su posicionamiento profesional y


social. Al interior de su estructura orgánica, se estableció la Sección de Construcciones Civiles
(Ingenieros) y la de Arquitectura y Construcción (Arquitectos e Ingenieros-Arquitectos).

Durante la presidencia de Nicolás de Piérola en 1895-1899 se impulsa la reconstrucción


nacional, la penetración del capitalismo inglés se acentúa junto al asomo del capital
norteamericano. La diversidad tipológica manifiesta en este dinámico periodo exigió una mejor
performance en el diseño y la construcción. Coincidimos con la observación de José García
Bryce(3) en el sentido de que la pérdida de calidad de la arquitectura se debería a la falta de
espontaneidad y naturalidad en las realizaciones de este periodo. Agregaría a su diagnóstico
sobre las causas, la disolución de los gremios que atentaron contra la calidad en la ejecución de
las obras, y las dificultades para cimentar la cultura academicista, como lenguaje oficial de la
obra pública.

Siendo ésta la que constituye el mayor volumen de obra e inversión, la privada tiene a su vez un
ostensible incremento (bancos, aseguradoras, almacenes, fábricas, ingenios; urbanizaciones y
viviendas de alquiler)

En ese proceso hay que situarse en 1910, en la creación de la Sección de Arquitectura, en la


Escuela de Ingenieros, resultado de la búsqueda de identidad profesional del Arquitecto que
venía manifestándose desde años atrás. El primer núcleo académico especializado en la
Escuela de Ingenieros empieza a funcionar en 1911 bajo la dirección del polaco Ricardo de Jaxa
Malachowski, arquitecto de sólida formación en París, en el ámbito de la Ecole de Beaux Arts.

Los estudios continuaron siendo básicamente en Construcciones Civiles con algunos cursos de
arquitectura que permiten acceder al título de Arquitecto Constructor, la identidad profesional
queda en la práctica, pendiente de ser resuelta. Para medir el impacto efectivo de este cambio
puede mencionarse que a pesar que en 1914 egresa la primera promoción, sólo en 1925 se
producen las primeras graduaciones(4).

Socialmente, la celebración del Centenario de la Independencia es una buena ocasión para que
el perfil del Arquitecto como diseñador se proyecte. Así lo prueban los múltiples proyectos de
diseño urbano y arquitectónico propuestos y algunos de ellos realizados. Las revistas que
proliferaron desde las primeras décadas del siglo XX han dejado testimonio del proceso de
transformación de Lima y de algunas ciudades del país, y el papel de algunos arquitectos que
gozaron de suceso y reconocimiento: Rafael Marquina y Ricardo Malachowski, por ejemplo.
La ligazón del profesional a la obra pública lo sujeta al esquema centralista del estado peruano, y
al anómalo e improvisado desempeño de la administración pública. Así lo podemos comprobar al
revisar los Anales(5) de Obras públicas, donde se ve al profesional en una labor dispersa,
fragmentada y potencialmente limitada ante la falta de planificación y responsabilidad frente al
manejo de los magros recursos, en el contexto de la calamitosa post guerra.

Después de 1920 sin embargo, a través de la hegemonía del capital norteamericano,


expresada en el sector construcción por la presencia de las constructoras Foundation
Company y Fred T. Ley con un sistema de empréstitos para obras de infraestructura que
ellas mismas ejecutaban, la sectorización de la administración pública diversifica los
espacios para la labor del arquitecto: el Ministerio, la Beneficencia, los Municipios, la
Junta Pro Desocupados, etc. La continuidad, organización y disponibilidad de recursos
mejora las condiciones laborales y la calidad de las experiencias. Rafael Marquina por
ejemplo, se encarga entre 1928 y 1947 de diseñar alrededor de treinta conjuntos de
Casas para obreros, lo propio pasa con Enrique Rivero Tremouille al frente de los
proyectos de la Junta Pro Desocupados de Lima.

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(3) José García Bryce, “Historia de la Arquitectura en el Virreinato y la República”, en el Tomo X de la


Historia del Perú, Editorial Milla Batres, Lima 1980.

(4) Syra Alvarez Ortega, “Los primeros años de la enseñanza de la arquitectura en la antigua Escuela de
Ingenieros”, en revista TECNIA, Vol. 12 No 2, p. 23.

(5) Angel Janampa Jáuregui, “Anales de Obras Públicas” 1884-1920. Fichado bibliográfico”. Curso de
Arquitectura Peruana III, FAUA UNI, Lima 2003.

Las obras públicas en las ciudades de la República seguían siendo diseñadas básicamente en
Lima, por ejemplo Pedro Paulet realiza para Arequipa el Hospital Goyeneche, Teodoro Elmore es
llevado a Piura luego del terremoto de 1913 y propone la expansión de la ciudad.

Fuera de Lima además, los tiempos y las actitudes eran diversas. La ciudad continuaba
haciéndose en gran parte según las pautas y procesos tradicionales y artesanales, al margen de
la moderna estructura productiva, en algunas de ellas las modas emitidas desde Lima no fueron
ignoradas, pero lograron una versión original como ocurrió frecuentemente en Arequipa, y en
Chiclayo con el Art Déco y el Historicismo pintoresquista. En algunas otras ciudades pervivió la
fuerte tradición: en Cuzco y Trujillo por ejemplo se proyectó un historicisimo localista, mientras en
Moquegua y Tacna la vital arquitectura regional intemporal no requería de estilos. En las
ciudades fronterizas como Tumbes e Iquitos, la influencia internacional –de Ecuador y Brasil-,
dejó obra notable.

En este periodo caracterizado por importantes obras urbanas quedó demostrada la capacidad
del diseño urbano: las plazas Bolognesi, Dos de Mayo y San Martín, junto a la Av. Nicolás de
Piérola, Paseo Colón y Av. Arequipa en Lima así lo testimonian. En Arequipa y Trujillo, las plazas
de Armas, en Tacna, la excepcional Alameda, en Iquitos el estupendo malecón. Mención aparte
debe hacerse de los Ingenios azucareros, ejemplo de Company towns que se multiplicaron a
partir de 1895.
El arquitecto amplía así sus prerrogativas proyectuales: del objeto-edificio, al espacio urbano.

El “Oncenio” (1919-1930) está pleno de nuevas señales, entre ellas el desarrollo de la conciencia
arquitectónica. Así lo demuestra la difusión del Historicismo peruanista en sus distintas
versiones; también en la propia afirmación de la identidad profesional en el ámbito gremial, con
la fundación en 1937, de la Sociedad de Arquitectos, el desarrollo profesional y la
especialización, y la aparición ese mismo año de la revista “El Arquitecto Peruano bajo la
dirección de Fernando Belaúnde Terry.

Cuando en 1932 los profesores de la Sección de Arquitectura proponen la introducción del Taller
como principio pedagógico y método de trabajo, lo hacen con la finalidad “ de formar ingenieros
pero que lleguen a ser artistas”(6).

A esas alturas puede apreciarse que el tema de la identidad profesional está todavía pendiente,
pero la entusiasta adhesión al arte y al modelo pedagógico esencial de la Ecole Beaux Arts, el
Taller, conducen a un nuevo periodo de esta historia.

Los principios formalistas del Academicismo dominante, empiezan a sentir la influencia de las
demandas proyectuales alrededor de la “Higiene” y la “comodidad”, los aspectos prácticos
empiezan a tener importancia mayor.

Como instrumentación académica para el desarrollo del historicisimo peruanista en el campo


proyectual y como factor de identidad nacional, la enseñanza desde 1938 del curso de
“Arquitectura en la Colonia” a cargo de Rafael Marquina, testimonia una contextualización en el
ámbito pedagógico. Destaca también el viaje de estudios que se hacía al Sur, para conocer
directamente la arquitectura incaica y colonial, una práctica que se mantendría hasta los años
sesenta.

En 1942, al crearse el Departamento de Arquitectura se logró la definitiva separación de la


Ingeniería, los factores de identidad esgrimidos serían –vistos en perspectiva histórica-,
polémicos: el hegemónico papel del diseño arquitectónico, el acercamiento al arte, y el
desplazamiento de la construcción y las estructuras a una función secundaria. La enseñanza
valoraría más la intuición, y se tornaría a la postre más teórica, alejándose de la ejecución:
desaparece el Arquitecto constructor y queda el arquitecto “a secas”.

Al promediar los años cuarenta la figura del arquitecto se relacionaba básicamente con el ámbito
público estatal y sus instituciones, y en el ámbito privado con el sector empresarial y la elite
socioeconómica.

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(6) “Por una auténtica formación profesional”, carta al Director de la Escuela de Ingeniero de 1932,
suscrita por Ricardo Malachowski, Rafael Marquina y Héctor Velarde. Reproducida en el “Arquitecto
Peruano” Nos. 347-348, Lima, 1967 p. 24.
El Arquitecto moderno: efímero artista y tecnócrata (1945-1980)

Se inicia en 1945 la reforma educativa en la Escuela Nacional de Ingenieros y en especial en el


Departamento de Arquitectura, escenario activo del proceso impulsado por los estudiantes más
avanzados que consiguen nuevos profesores y cursos: Luis Miró Quesada en “Análisis de la
función Arquitectónica”, Fernando Belaúnde Terry en “El problema de la Vivienda” y Paul Linder
en “Estética”.

Ese sería sin duda un antecedente decisivo para la formación en 1947 de la Agrupación
“Espacio”, vanguardia peruana de la Modernidad impulsada y formada por estudiantes y
profesores del Departamento de Arquitectura de la ENI, con la adhesión de algunos jóvenes
artistas.

Las novedades en su vertiente racional, pueden resumirse en la introducción del funcionalismo


como fundamento proyectual, la forma ya no debía responder a preconcebidas normas
“estilísticas” externas, sino que surge como representación de las demandas específicas de cada
programa arquitectónico, y su racional distribución, su situación y el uso de los materiales y
tecnologías constructivas.

Hay sin embargo una vertiente esencialmente intuitiva: la del acercamiento al arte que está
presente tanto en la expresión del edificio como en el proceso de aprendizaje, en especial en el
primer Curso de Diseño, el Taller Básico de inspiración Bauhausiana, así como en otros cursos
de arte: pintura, escultura y en los de Estética e Historia del Arte.

Se cerraba así un proceso manifiesto desde las primeras décadas del siglo, lo que cambió sin
embargo fueron los referentes: el arte de la Ecole de Beaux Arts es reemplazado por el de las
vanguardias artísticas del movimiento moderno.

La tecnología constructiva quedó relegada en el Plan de estudios, pero se mantuvo como parte
del dogma funcionalista, al interior del Taller de Diseño.

Debe precisarse que inicialmente el discurso artístico introducido en la formación fue bien
complementado por la visión funcionalista con un nivel de rigor que consolidó una visión cuya
vigencia –con decisivos matices y deformaciones- continúa vigente hasta el día de hoy.

En 1944 se crearía el Instituto de Urbanismo de Lima, mientras en 1947 como Diputado y en


ejercicio de su función política, Fernando Belaúnde impulsaría la creación de la Oficina Nacional
de Planeamiento y Urbanismo (ONPU), formalizándose la primera especialización del Arquitecto
peruano: la del urbanista, con sus propios espacios para la formación y el ejercicio profesional.

Después de 1945, el contexto económico y político está caracterizado por el proceso de


reconstrucción europea que favorece la exportación de materias primas en medio de la reiterada
hegemonía de Estados Unidos.

En Latinoamérica en este periodo el modelo de Sustitución de Importaciones crea una fugaz


bonanza para la inversión en la obra pública y las demandas producidas por el desarrollo de la
industria privada.
La vivienda masiva pública y privada, los equipamientos urbanos colectivos y la explosiva
expansión urbana, son los principales espacios de actuación del arquitecto, que desde las
prestigiadas y centralistas oficinas sectoriales proyecta para las distintas ciudades del país
mientras en ellas empiezan a instalarse los primeros arquitectos liberales, ligados especialmente
a un incipiente y pequeño sector privado.

Es el mejor momento de las oficinas públicas donde la tecnocracia consolida importantes


experiencias y forma en la práctica especialistas que desarrollan un know how
desgraciadamente no sistematizado ni legado a la posteridad.

Los planes urbanos también se formulan en Lima, trámite estadías temporales e intentos de
articular oficinas ejecutoras en los propios Municipios locales, casi siempre con poco éxito, así
ocurrió en Piura, Chiclayo, Trujillo y Cuzco.

A inicios de los sesenta otro perfil especializado está ya consolidado: el de la restauración, y el


espacio en el cual se manifiesta será la Junta Metropolitana Deliberante de Monumentos de
Lima, vigente entre 1962 y 1963, y reunió a Héctor Velarde, Luis Miró Quesada, Víctor Pimentel
–el único especialista de profesión-, entre los más importantes. Las primeras experiencias de
restauración se iniciaron a mediados de los años 20, se multiplicaron y afinaron a inicios de los
cuarenta, siendo puestos a prueba después del terremoto de 1950 en el Cusco.

Fernando Belaúnde Terry al ser elegido en 1963 Presidente de la República, lleva la imagen del
arquitecto a un inmejorable nivel, la del joven y carismático político con un respetable perfil
tecnocrático. Es el zenit de la trascendencia del arquitecto peruano, presente en el ámbito
público y privado, en el ámbito técnico y político.

Se produce la modernización del aparato público y una tímida descentralización, dando lugar a la
creación de oficinas sectoriales (vivienda, educación, salud, agricultura, etc) que generan una
demanda de profesionales, entre ellos, de arquitectos que constituirán en estos años la primera
memoria moderna del aparato público sectorial, que tuvo algunas oportunidades para
desarrollarse, hasta los años ochenta.

Como en la década anterior, la demanda en el campo privado mejoró, dando lugar al ejercicio
liberal de la profesión, aunque de manera puntual y no muy extensiva.

En este periodo, las relaciones entre gobierno y Universidad llegan al punto más alto del periodo
moderno, la Facultad de Arquitectura es una suerte de brazo técnico gubernamental,
externamente el arquitecto asume importante cargos públicos, hay una inconsciente o explícita
identificación política del arquitecto con el proyecto político acciopopulista.

La creación del Colegio de Arquitectos y el Colegio de Ingenieros en 1962, en el gobierno de la


Junta Militar, señala la modernización de la actividad gremial en el campo, superando la figura de
la “Sociedad” como forma de organización gremial, pero sobre todo deslindando con mayor
precisión las competencias profesionales: el Diseño y el Urbanismo para los arquitectos, el
cálculo y la construcción para los Ingenieros Civiles. Eso permitió formalizar el tema de los
honorarios profesionales que mejoraron la posición de los arquitectos respecto a lo que ocurría
cien años antes, los honorarios del arquitecto adquieren el nivel que sus responsabilidades y
prerrogativas le imponen dentro del equipo profesional que realiza el expediente técnico de
Ingeniería.

Fernando Belaúnde ve así realizados uno de sus objetivos expresados al fundar la revista “El
Arquitecto peruano”: el deslinde de las competencias profesionales y la formalización del
ejercicio profesional, a través de la obligatoriedad de la inscripción del título profesional en el
Colegio que es la única institución, hasta hoy, que legitima y autoriza el ejercicio profesional.

Otro de sus objetivos no abandonados, aunque sí replanteados, fue el de la vivienda colectiva


impulsada por él desde su época de Diputado (1945-48), esta vez ya no sólo en Lima,
permitiendo consolidar la experiencia especializada de un conjunto de arquitectos ligados a la
Corporación Nacional de la Vivienda, y es que según Miguel Cruchaga(7), los jóvenes
arquitectos que salían de la Universidad en aquellos años, tenían dos misiones básicas: hacer
arquitectura moderna y diseñar la vivienda colectiva.

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(7) Miguel Cruchaga Belaúnde, “Una terecera misión en arquitectura”, ediciones FAUA UNI, Lima,
1993.

La caída definitiva del modelo de Sustitución de Importaciones fue violenta con la toma del poder
por los militares que enarbolarían un nuevo modelo para el desarrollo: el Capitalismo de Estado,
tendiente a consolidar una Burguesía nacionalista con el auspicio del Estado.
Su discurso ideológico es nacionalista y populista, la más recalcitrante derecha peruana sería
definitivamente anulada política y económicamente.

Las incómodas relaciones entre el Gobierno militar que derrocó al Arquitecto Fernando Belaúnde
Terry, y el gremio, se “resolvió” fácilmente con la creación del Ministerio de Vivienda en 1968 y
con el nombramiento de un Arquitecto como Ministro.

Por su parte, el Colegio de Arquitectos se haría cargo de los megalómanos concursos de la obra
pública del régimen, participando activamente en este proceso, aportando una discutida
arquitectura monumentalista y “nacionalista” de dudosa legitimidad, los arquitectos se plegaron al
sistema. Los arquitectos como colectivo profesional, son activos instrumentos de afirmación
gubernamental pero a diferencia de la década anterior, por interés, no por convicción. Los de
filiación marxista se “infiltran” en el aparato público para “radicalizar” el discurso ideológico
gubernamental.

La arquitectura pública domina ampliamente adoptando la versión formalista del brutalismo


monumentalista y el International Style o a una síntesis de ambos, del credo funcionalista van
quedando así débiles fragmentos.
.
Por su lado la Universidad pública se enfrenta al poder e inicia –sin percatarse- la ruptura con el
Estado, iniciando la crisis presente, alimentada también por el sociologismo que se desprende de
la dominante ideología marxista. El correlato contestatario a la arquitectura sería la crítica al
formalismo y el elitismo, enarbolando un racionalismo sustentado en el materialismo histórico y el
llamado a resolver los “problemas de la realidad”, aunque en la práctica el alejamiento de ella
fuese más que evidente(9), debido al mecanicismo y el dogmatismo ideológico. La crisis del
objeto también ocurriría en éste ámbito, internamente, no se encuentra correspondencia entre el
discurso ideológico “realista” del progresismo, y su implementación en el plano pedagógico y
mucho menos, en el proyectual.

Los principios de la enseñanza moderna han perdido contenido, se mantienen a fuerza de no


tener cómo reemplazarlos, el aislamiento de la cultura arquitectónica peruana del ámbito
internacional impiden la dialéctica, recortando el horizonte y la proyección.
Sin embargo algunos reductos logran desarrollarse, así ocurrió con el óptimo desarrollo de la
conservación del patrimonio monumental, con la creación del Instituto Nacional de Cultura (INC)
en 1971 y el desarrollo del Plan COPESCO. Las primeras experiencias en este ámbito se
consolidan en 1939 con la creación de la Comisión de Restauración de monumentos coloniales y
tendrían ocasión de experimentarse luego de los sismos de Lima, Cuzco, Arequipa y Trujillo en
1940, 1950, 1960 y 1970 respectivamente. Pero será en el ámbito del INC, principalmente en
Lima y Cuzco, donde se consolidará el primer núcleo tecnocrático especializado en Restauración
del Patrimonio Monumental, instrumentando práctica y académicamente por el apoyo de
UNESCO al Plan COPESCO en el Cuzco. Se proyecta así a nueva especialidad del arquitecto
Restaurador.

La planificación –al estilo del los países del “Socialismo real”-, estuvo a la orden del día, fue el
instrumento para la operatividad del Proyecto nacionalista y populista del Capitalismo de Estado
propugnado por los militares. El nuevo perfil del arquitecto planificador, transita así en el ámbito
multidisciplinar y goza del prestigio que en aquellos días aún mantiene el tecnócrata.

En el ámbito del Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (SINAMOS) se incubó el


acercamiento del arquitecto a las demandas del urbanismo periférico o marginal, su producto
paradigmático sería la Comunidad Autogestionaria de Villa El Salvador, encargado a las oficinas
del Ministerio de Vivienda en 1971. Se confirma así un filón más del perfil del arquitecto
Urbanista.

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(9) Augusto Ortiz de Zevallos, “La arquitectura ante o bajo el poder”, en revista DEBATE, No. 6, enero
de 1981p. 55.

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