HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Noviembre 2018
BIENAVENTURADA LA QUE CREYÓ
Fueron las palabras de una mujer
llamada Elisabet, que por mucho
tiempo, junto con su marido, habían
orado a Dios el poder tener un hijo, y
que, sólo seis meses atrás, le fue
concedida su petición, a pesar de su
esterilidad y la edad avanzada de
ella y su marido llamado Zacarías. De
este matrimonio queda registrado en
las Escrituras, “Que ambos eran
justos delante de Dios, y andaban
irreprensibles en todos los
mandamientos y ordenanzas del
Señor”.
El testimonio de su historia sucede
cuando Zacarías ejerciendo el
sacerdocio le tocó en suerte ofrecer el
incienso en el santuario, este servicio
era un privilegio ya que sólo podía
llevarse a cabo una vez en la vida de
un sacerdote. Aquel día, el ángel
Gabriel se le apareció para anunciarle
que tendría un hijo. Zacarías dudó del
poder de Dios, ya que humanamente
era imposible que su esposa Elisabet
quedara en estado de embarazo, y
por causa de su incredulidad, quedó
mudo hasta que se cumpliera la
palabra de Dios dicha por medio de
Gabriel. Y como no puede ser de otra
manera, el Todopoderoso cumplió su
palabra.
La historia de esta pareja tiene mucha
relación con otra que recibe una
noticia similar seis meses después.
Gabriel es el ángel que da anuncios
especiales relacionados con los
planes de Dios. Ahora es enviado a
Nazaret, ciudad de Galilea, a una
virgen llamada María, prometida con
un varón de nombre José. Sabemos
lo que le fue anunciado a esta
doncella, el cumplimiento de una
profecía registrada por Isaías que
dice: “Por tanto el Señor mismo os
dará señal: he aquí que la virgen
concebirá y dará a luz un hijo, y
llamara su nombre Emanuel (que
significa: Dios con nosotros)” (7:14).
En este caso, sus inquietudes no
fueron dudas, pero sí llevó a la
muchacha a preguntar cómo se
llevaría a cabo tal concepción ya que
no conocía íntimamente a varón. El
ángel le responde: “El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo
te cubrirá con su sombra; por lo cual
también el Santo ser que nacerá será
llamado Hijo de Dios.” Gabriel
Si quieres saber más: www.hablatusiervooye.blogspot.com
también le menciona el caso de
Elisabet, familiar de María, y el
milagro que Dios había hecho en
ella, “Porque nada hay imposible
para Dios”. Después de aquella
explicación sobrenatural, que no se
entiende con la razón, la respuesta
de María fue de sumisión total: “He
aquí la sierva del Señor, hágase
conmigo conforme a tu palabra.”
(Lucas 1:38).
En el caso de Zacarías y Elisabet,
fue una petición contestada de
forma perfecta, puesto que los
planes de Dios siempre son mejores
que los nuestros, ya que el hijo que
ellos iban a tener sería un profeta
con el espíritu de Elías
(representante de todos los
profetas), al cual le pusieron por
nombre Juan; éste dijo el ángel
“Será lleno del Espíritu Santo… Y
hará que muchos de los hijos de
Israel se conviertan al Señor Dios de
ellos, para hacer volver los
corazones de los padres a los hijos,
y de los rebeldes a la prudencia de
los Justos” (Lucas 1.13-17). De la
misma manera en el caso de María,
seguramente jamás imaginó que
Dios pudiera escogerla para tal
propósito, y creyó a pesar de las
dificultades que aquello podía
generar. Porque la palabra venía de
Aquel que es fiel para cumplirla y
Perfecto en acomodar cada pieza en
su lugar. Ella no era ignorante de la
historia de sus antepasados, David
fue tomado de detrás de las ovejas
para que fuese rey sobre Israel, y así
fue. Por la gracia de Dios ahora ella
había sido tomada de entre todas las
mujeres para que fuese la madre del
Salvador, el Mesías, el que se
sentará en el trono de David en el
milenio, siendo su reino eterno,
“Pues he aquí, desde ahora me
Nº 45
dirán bienaventurada todas las
generaciones. Porque me ha hecho
grandes cosas el Poderoso; Santo es
su nombre, y su misericordia es de
generación en generación a los que le
temen. Hizo proezas con su brazo;
esparció a los soberbios en el
pensamiento de sus corazones. Quitó
de los tronos a los poderosos, y exaltó
a los humildes. A los hambrientos
colmó de bienes, y a los ricos envió
vacíos. Socorrió a Israel su siervo,
acordándose de la misericordia de la
cual habló a nuestros padres, para
con Abraham y sus descendencia
para siempre.” (Lucas 1:48-55). Y
aunque muchos erróneamente han
hecho de María un ídolo, poniéndola
al mismo nivel que el Señor
Jesucristo, ella sabía cuál era su lugar,
expresándolo de la siguiente manera:
“Engrandece mi alma al Señor, y mi
espíritu se regocija en Dios mi
Salvador. Porque ha mirado la bajeza
de su sierva…” (Lucas 1:46-48).
Asimismo, nosotros los que hemos
creído la buena nueva de Dios,
nuestra historia está ligada con la
suya, aunque no éramos pueblo,
ahora lo somos, y aunque no
habíamos alcanzado misericordia,
ahora la disfrutamos (1Pedro 2:9-10),
pues el mismo que era su Mesías
prometido, es el Salvador del mundo,
nuestro Redentor. “Palabra fiel y digna
de ser recibida por todos: que Cristo
Jesús vino al mundo para salvar a los
pecadores.” (1Timoteo 1:15).
Elisabet, llena del Espíritu Santo, le
dijo a María: “Bienaventurada la que
creyó lo que le fue dicho por parte del
Señor.” (Lucas 1:45); y yo pregunto:
¿Has creído lo que te ha dicho Dios? o
¿Te ha concedido una petición y
dudas porque según tus cálculos es
imposible que se lleve a cabo? Si está
en los planes de Dios, te lo dará a
pesar de tu incredulidad. Recuerda
que los tiempos de Dios son perfectos.
En cuanto a un propósito especial y
específico, llegado el momento te lo
mostrará, para llevarlo a cabo en ti.
Que tú respuesta sea como la de
María “He aquí la sierva del Señor;
hágase conmigo conforme a tu
palabra.” (Lucas 1:38)
“Bienaventurados todos los que en el
confían.” (Salmos 2:12).
DIANA ZAMBRANO
 HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Noviembre 2018
“Mi siervo Moisés ha muerto; ahora,
pues, levántate y pasa este Jordán, tú
y todo este pueblo, a la tierra que yo
les doy a los hijos de Israel...
Esfuérzate y sé valiente; porque tú
repartirás a este pueblo por heredad
la tierra de la cual juré a sus padres
que la daría a ellos. Solamente
esfuérzate y sé muy valiente, para
cuidar de hacer conforme a toda la ley
que mi siervo Moisés te mandó; no te
apartes de ella ni a diestra ni a
siniestra, para que seas prosperado
en todas las cosas que emprendas.”
(Josué 1:2-7)
Después de estar vagando por el
desierto durante cuarenta años, el
pueblo de Israel recibe la tierra
prometida, la tierra donde fluye leche
y miel, donde hay abundancia, tierra
fértil, buenos pastos para el ganado,
reposo para el pueblo. La promesa
del Dios cumplida. Con este pasaje
quiero resaltar dos situaciones
contrastantes: en el desierto y
después de cruzar el Jordán; y por
supuesto, ver como el Dios
Todopoderoso cumple su palabra.
Si comparamos los dos escenarios
en que el pueblo se encontró durante
cuarenta años, el desierto, y lo que
había después de cruzar, tierra donde
fluye leche y miel, no tiene nada que
ver el uno con el otro. El desierto, un
lugar muy árido, con temperaturas
extremas de frío y calor, donde las
lluvias son escasas, un paisaje seco,
donde apenas existe vegetación,
desolado e inhóspito, y con escasa
vida animal. También hay tormentas
de arena que pueden llegar a ser
devastadoras, y es bastante solitario.
Viéndolo así, no me extraña que el
pueblo estuviera todo el tiempo de su
peregrinación murmurando,
quejándose, cuestionando, dudando
en su corazón, maquinando contra
sus propios hermanos. Pero a las
circunstancias, este pueblo le sumó
desobediencia total, el pecado fue
hasta el punto que ni circuncidaron a
la generación que les nació en esas
cuatro décadas, cuando era el
mandato de Dios. Pese a todo este
panorama, tanto en el lugar donde se
encontraban y sus vidas espirituales
bastante afectadas por la dureza de
su corazón, Dios siempre estuvo con
ellos. Les proveyó de vestido,
Si quieres saber más: www.hablatusiervooye.blogspot.com
NUESTRO JORDÁN
alimento, cuidado, protección, guía,
salud, nada les faltó, todas sus
necesidades fueron cubiertas por el
buen Dios. Una vez fue cumplido el
tiempo preciso y dispuesto por Dios,
la tierra prometida fue entregada,
repartida a las doce tribus de Israel, el
pueblo amado y escogido recibió
cada uno lo prometido.
Cuando cruzaron el río Jordán, fue de
forma portentosa, las aguas fueron
separadas y el pueblo pasó en seco.
Cabe destacar que cuando lo
cruzaron, justo era la época en que
estaba desbordado por el temporal
de lluvias. Aún con todo esto, Dios
obra milagrosamente, como solo él
puede hacerlo, y todo esto quedó
como testimonio, para que sea
conocido por todo el mundo. Antes de
cruzar, Dios dio órdenes claras al
pueblo y ellos cumplieron con todo. Él
iría delante para marcar el camino, y
era importante santificarse antes de
emprender ese paso, el verso dice
exactamente así:“Santificaos, porque
Jehová hará mañana maravillas entre
vosotros.” (vv. 3:4-5).
Qué privilegio saber que es Dios
quien va delante de ellos, tomando el
control de toda la situación, y una vez
allí manda a que todos los varones a
que sean circuncidados, santificados,
y el pueblo celebra la pascua, unas de
las siete fiestas sagradas.
Puede que ningún creyente de hoy
día haya cruzado el Jordán
literalmente, como lo hizo Israel, pero
sí hemos entrado por una puerta
angosta que es el mismo Señor
Jesús, gracias a su obra en la cruz. Él
da oportunidad de entrar por ella.
Cuando reconocemos todas estas
verdades y creemos de todo corazón,
pasamos de andar por ese desierto
en donde hemos estado vagando sin
Página 2
Dios y sin esperanza, a ese camino
angosto que va directo al cielo, vida
eterna. Una vez cruzada la puerta,
que es Cristo, no quiere decir que se
acaben los problemas de la vida
diaria. Por ello Dios, por medio de
Josué, les dice una y otra vez:
¡esfuérzate y se valiente!
Es importante decir que cuando el
pueblo atraviesa el Jordán, la ley es
leída, recordada cada una de las
palabras que estaban en el libro.
Cuán necesario era hacer esto,
recordar de dónde los ha sacado
Dios, de ser esclavos a libres, de
vagar por el desierto a ocupar la
mejor tierra que había en todo el
mundo, de la escasez a la
abundancia, de la incertidumbre al
reposo, de estar sin esperanza a vivir
con ella abundantemente.
De esta misma manera lo ha hecho
con nosotros, pues ya no somos
esclavos del pecado, ya no estamos
de espaldas a Dios, nuestra
esperanza es que él vendrá a recoger
a su amada iglesia, que somos todos
los creyentes en Cristo. Él también ha
preparado un lugar para nosotros en
el cielo. Igualmente nosotros
debemos recordar estas cosas cada
día para no perder nuestra
perspectiva, para llenarnos de
aliento, para continuar nuestro
peregrinaje. En el capítulo 23 de
Josué, Dios exhorta al pueblo por
medio de su siervo y dice: “Jehová
vuestro Dios es quien pelea por
vosotros. Esforzaos, pues, mucho en
guardar y hacer todo lo que está
escrito en el libro de la ley de Moisés,
sin apartaros de ello ni a diestra ni a
siniestra;...”
Yo también me aferro a estas
palabras, las hago para mí, porque
Dios prometió estar conmigo hasta el
fin de mis días. Cuando le damos a
Dios el lugar que merece en nuestras
vidas, teniendo claras nuestras
prioridades y poniéndole siempre
delante nuestro, solo nos queda
seguir el camino que nos va
marcando, seguir sus pisadas, vivir
en santidad, apartados del mundo. Es
cierto que vivimos aquí, pero no
somos del mundo. Una vez cruzado
nuestro particular Jordán, dejemos
que sea Dios quien dirija nuestras
vidas. ALEXA CASTRO
 HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Noviembre 2018
“…perdonándoos unos a otros, como
Dios también os perdonó a vosotros
en Cristo.” (Efesios 4:32)
Aprender a perdonar implica que el
perdón es un proceso que se
aprende, no es una respuesta
automática. Nuestra naturaleza
pecaminosa se resiste a poner a un
lado las ofensas, decidimos más bien
usar la energía que se genera en
nosotros de forma negativa para
arremeter contra el ofensor. Nuestra
mente no renovada da preferencia a
lo que nos han hecho, guardamos
rencor y por ende buscado nuestra
propia forma de justicia. Nuestra
carne desenfrenada, carente de luz y
entendimiento, prefiere antes más
bien ser juez, jurado y verdugo del
ofensor.
Aprender a perdonar sólo puede
alcanzarse de forma completa
después de haber tenido un
encuentro personal con Jesucristo y
disfrutar de su perdón. De otra
manera estaríamos actuando de
acuerdo con nuestra carne.
Podríamos aprender a “perdonar y
olvidar”, humanamente hablando,
como una buena obra, pero el
verdadero perdón viene de la
operación del Espíritu de Cristo en
nosotros. Recordamos las palabras
de Esteban delante de aquellos que
le estaban apedreando, “no les tomes
en cuenta este pecado”. Mientras no
hayamos sido transformados por el
poder de Dios en Cristo,
permanecerá en nosotros una
resistencia y la enemistad unos con
otros, pero Dios no quiere esto, “No
os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la
renovación de vuestro
entendimiento,...”(Romanos 12:2),
“Porque nosotros también éramos en
otro tiempo insensatos, rebeldes,
extraviados,... Pero cuando se
manifestó la bondad de Dios nuestro
Salvador, y su amor... nos salvó, no
por obras de justicia que nosotros
hubiéramos hecho, sino por su
misericordia, por el lavamiento de la
regeneración y por la renovación en
el Espíritu Santo,” (Tito 3:3-5).
Cuando entendemos lo que dice Dios
en su Palabra acerca del perdón,
comienza en nosotros un proceso de
aprendizaje que incluye el
Si quieres saber más: www.hablatusiervooye.blogspot.com
APRENDIENDO A PERDONAR
reconocimiento de que nuestra
carne es opuesta a Dios, por lo que
tiene que ser doblegada con
autoridad. Nuestro “viejo hombre”
debe ser desechado y vestirnos del
“nuevo hombre”, “En cuanto a la
pasada manera de vivir, despojaos
del viejo hombre,... y vestíos del
nuevo hombre, creado según Dios
en la justicia y santidad de la
verdad.”(Efesios 4:22-24),“No
mintáis los unos a los otros,
habiéndoos despojado del viejo
hombre con sus hechos, y revestido
del nuevo,... Vestíos, pues, como
escogidos de Dios, santos y
amados, de entrañable misericordia,
de benignidad, de humildad, de
mansedumbre, de paciencia;
soportándoos unos a otros, y
perdonándoos unos a otros si
alguno tuviere queja contra otro. De
la manera que Cristo os perdonó, así
también hacedlo vosotros.”
(Colosenses 3:9-13).
Las Escrituras nos dicen que somos
nosotros los que debemos
despojarnos del viejo hombre y
andar por el camino que Dios nos
muestra. La buena noticia es que no
batallamos solos, el Espíritu Santo
que Dios ha enviado al mundo, y que
mora en nosotros, nos ayuda y
enseña a tomar las mejores
decisiones cuando le dejamos que
actúe. “Mas el Consolador, el
Espíritu Santo, a quien el Padre
enviará en mi nombre, él os
enseñará todas las cosas, y os
recordará todo lo que yo os he
dicho.” (Juan 14:26)
Un hombre extremadamente
enojado con su padre, por sus malas
acciones, entendía que había hecho
algo que estaba más allá de su
perdón. A pesar de que sabía lo que
dice Dios en su Palabra, su enojo e
ira estaba por encima de todo, lo
Página 3
cual no le dejaba estar en paz con tal
situación, hasta el punto de decirle al
Señor: “Yo no creo que merezca
perdón, ¡mi padre sobre pasó los
limites!, pero si tú lo amas y lo
perdonas, muéstramelo y yo
consideraré perdonarle también”.
Después de exponer a Dios sus
pensamientos, vino a su mente el
enfocarse a considerar una cáscara
de nuez pacana. Casi podía sentir lo
duro de su cáscara, pero por otro lado
sabía que dentro de la cáscara el fruto
era suave, maleable y delicioso. De
inmediato pensó en lo perfecto de
aquella ilustración de la nuez,
representando lo que hace el pecado
en nosotros: por fuera una cáscara
dura, pero al penetrar dentro nos
encontramos con un fruto delicioso,
capaz de alimentar a otros cuando se
retira la cáscara. El espíritu de aquel
hombre comprendió lo que el Señor le
estaba mostrando. La cáscara
representaba el corazón de su padre y
su estilo de vida alterado por su
pecado. Entendió entonces de una
manera clara el perdón y la sanación
desde la perspectiva de Dios.
Entendió por primera vez que Dios
amaba a su padre por lo que él era y
no por aquello en que se había
convertido. Dios podía mirar más allá
de la cáscara y su amor se enfocó en
la persona que había creado. Por lo
tanto, las acciones del padre eran
producto del pecado, y vino a su
mente las palabras del Señor en la
cruz “Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen.” (Lucas 23:34).
Aquel hombre se dio cuenta que
necesitaba separar las acciones de su
padre de las de Dios, y entendió que él
podía entonces perdonar al hombre
sin excusar sus acciones. Dios utilizó
aquella ilustración que vino a su
mente de la cáscara de nuez pacana
para darle una tremenda lección
acerca de “aprender a perdonar”.
Que necesario es el perdón, pero
también es importante perdonar, ya
que se convierte en fruto apacible y
podemos entonces disfrutar de las
bendiciones que nuestro Dios desea
concedernos.
“Sabed, pues, esto… que por medio
de él se os anuncia perdón de
pecados” (Hechos 13:38)
JOAB CERVINI
 HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Noviembre 2018
Cuánta inseguridad nos entra por el
cuerpo cuando nuestras ventanas al
mundo, esto es nuestros ojos, no
captan imágenes, colores, formas,
direcciones. Comienza a recorrernos
por las venas una especie de terror y
tristeza que termina apoderándose
de cada parte de nuestro ser.
Los discípulos pasaron por esta
experiencia cuando su Maestro se
despedía de ellos diciéndoles que era
necesario que se fuera. La obra por la
que vino al mundo ya estaba por
cumplirse. Días después, el Hijo de
Dios subiría al cielo, al lugar de donde
vino. Volvería a su gloria, sentado a la
diestra del Padre.
Juan es el que nos habla, en su
evangelio, de tal despedida. Es larga,
clara, triste, pero también
esperanzadora. El Padre daría otro
Consolador en su lugar, por lo tanto,
no quedarían solos. No era un
sustituto, el que vendría un mes y
veinte días después de su
resurrección era el Espíritu Santo,
Dios mismo, habitando con los suyos.
Pero las palabras del Señor sonaban
a despedida a los corazones de estos
hombres de carne y hueso. El Señor
les animó diciendo que su tristeza se
convertiría en gozo (Juan 16:20), y
aun así, se quedaron dormidos en el
huerto de Getsemaní, a causa de la
mucha tristeza (Lucas 22:45).
Los discípulos serían testigos de la
muerte cruel e injusta del Maestro.
Solo tenían en su mente la idea
equivocada de que ya no le verían
más.
El no ver algo físico, materializado,
puede llevarnos a la tristeza, y las
dudas al miedo. Tal era la sensación
de desamparo de estos hombres, que
no recordaron durante esas largas
horas, todas las palabras que el
Señor les declaró: “No se turbe
vuestro corazón, ni tenga miedo… si
me fuere y os preparare lugar, vendré
otra vez… os dará otro Consolador,
para que esté con vosotros para
siempre… Todavía un poco, y no me
veréis; y de nuevo un poco, y me
veréis… vuestra tristeza se convertirá
en gozo” (Juan 14 y 16).
La tristeza y el llanto les acompañó
durante los tres días de duelo. Ese
era su estado cuando María
Magdalena les llevó la noticia de que
Si quieres saber más: www.hablatusiervooye.blogspot.com
NO VER, DA MIEDO
el Señor había resucitado (Marcos
16:10). La propia mujer lloró en el
sepulcro cuando no vio el cuerpo de
su Señor. La piedra estaba removida,
pero él no estaba allí, y eso fue lo peor
que pudo pasarle, no verle.
Los dos que iban rumbo a Emaús
hablaban conBIBun LIA “forastero” que,
según ellos, no sabía lo que había
acontecido en Jerusalén. No
reconocieron al Maestro. Era como si
no le estuviesen viendo, aunque
andaba junto con ellos y se sentó a su
mesa. No le veían, pero ardían sus
corazones al escucharle hablar.
Los discípulos no creyeron el
mensaje de los otros dos que habían
corrido al sepulcro y lo habían visto
vacío, por su incredulidad y dureza de
corazón (Marcos 16:12-14). A Tomás
se le recuerda como el discípulo
incrédulo, por sus palabras, hasta
que no viese, no creería (Juan 20:25).
De hecho, en otras de las apariciones
del Señor resucitado, los discípulos
se mostraron espantados y
atemorizados pensando que lo que
veían era un espíritu (Lucas 24:37).
Es otra de las reacciones que el ser
humano suele manifestar cuando no
ve. Inclusive, ante las claras señales,
reina la incredulidad. No solamente
olvidamos las promesas de Dios, sino
que comienza a endurecerse el
corazón, la fe mengua, ante las
palabras, casi palpables, de nuestro
Señor: “no os dejaré huérfanos”
(Juan 14:18).
Cuarenta días después de traspasar
paredes, puertas cerradas, hablarles,
comer con sus discípulos, llegó el
momento de subir a la gloria; y estos
“Salvo en los fuertes brazos del tierno Salvador”
Página 4
hombres clavaron sus ojos al cielo,
como intentando prolongar para
siempre la visión de su Señor. No
querían perderle de vista, para no
volver a sentir tristeza e incredulidad.
En esta ocasión, los discípulos
emprendieron la labor, cumpliendo lo
dicho por el Señor: id y predicad,
bautizad, sanad, sacad demonios
(Marcos 16:20). Permanecían
unánimes, en oración y ruego
(Hechos 1:14), pero gozosos (Lucas
24:52). Ya no había lágrimas, la tabla
que antes estaba en su pecho, se
quebró. Solo así pudieron emprender
la tarea de hablar a otros de su
vivencia con Cristo, el Hijo de Dios; el
que vendrá otra vez. Solo así
pudieron perseverar juntos, sin
disgregarse, sin pensar en las
acciones solitarias. Y solo así, podían
gozarse de hacer aquello
encomendado por su Maestro, a
quien no verían con sus ojos físicos
otra vez, pero que supieron y
comprobaron que estaría con ellos en
verdad, como les había prometido.
Así es hasta el día de hoy, mientras
vivimos, y será siempre. No le vemos,
pero le creemos. Cualquier cosa que
nuestros ojos no vean no debe ser
motivo de tristeza e incredulidad.
Humanamente hablando, esto puede
ocurrir, pero en el espíritu y con el
Espíritu, debe reinar en nosotros la
esperanza, el gozo, el servicio,
unánimes, sintiendo una misma
cosa. Hasta que nuestros ojos
transformados a semejanza de él nos
permitan apreciar su gloria en los
cielos, donde estaremos viéndole
para siempre jamás. ANA RUIZ
A mis necesidades
Él cuida de atender;
mis dudas, mis errores
consigue esclarecer.
Sobre mi oscura vía
lanza celeste luz;
mi protector y guía
siempre será Jesús.
ANA RUIZ