Professional Documents
Culture Documents
César Landa Arroyo[6] define al Proceso de Cumplimiento como una Garantía Constitucional que presupone
fundamentalmente la vigencia de dos derechos constitucionales objetivos: Primero, la constitucionalidad de
los actos legislativos y Segundo, la legalidad de los actos administrativos.
Edgar Carpio[7] señala que la Acción de Cumplimiento es un proceso mediante el cual los particulares pueden
reparar agravios de ciertos derechos e intereses subjetivos derivados del incumplimiento, por parte de las
autoridades o funcionarios públicos, de mandatos establecidos en normas con rango de ley o en actos
administrativos.
Naturaleza:
Nuestro ordenamiento jurídico ha recogido esta institución desde la Carta de 1993, denominándole "acción de
cumplimiento" e incorporándolo como una "garantía constitucional" con presencia autónoma respecto a los
otros procesos constitucionales.
Tal consagración y su posterior desarrollo trajo diversos cuestionamientos y opiniones encontradas en la
doctrina[8]y jurisprudencia[9]Así, se sostuvo que la finalidad del proceso de cumplimiento no es tutelar
derechos (o bienes) constitucionales, sino el acatamiento de obligaciones provenientes de normas legales o
actos administrativos; por ello, pese a que fue reconocido en la norma fundamental, no se trataría de un
proceso constitucional, sino de uno meramente "constitucionalizado" que, no obstante ser reconocido en
la Carta, no comparte los fines de los procesos constitucionales (garantizar la primacía de la Constitución y la
vigencia efectiva de los derechos constitucionales).
Inclusive el propio Tribunal Constitucional dijo en su momento que "la acción de cumplimiento es un "proceso
constitucionalizado" que, prima facie, no tiene por objeto la protección de un derecho constitucional, sino la de
derechos legales y de orden administrativo, mediante el control de la inacción administrativa"[10]. En el mismo
sentido, la comisión que elaboró el anteproyecto del Código Procesal Constitucional señaló que dicho proceso
fue incluido únicamente por su mención en la Carta Magna, pese a que consideraban que la referida
institución debía ser eliminada[11]
Asimismo, otro importante sector de la doctrina[12]sustentó que si bien este proceso busca la eficacia del
cumplimiento de los actos legislativos, así como la legalidad de los actos administrativos, esto en realidad
constituía un auténtico derecho constitucional. En tal sentido, se señaló que "la acción de cumplimiento es una
garantía constitucional que actúa sobre la base de dos derechos constitucionales objetivos: primero, la
constitucionalidad de los actos legislativos y segundo, la legalidad de los actos administrativos. Pero, no basta
que una norma de rango legal o un acto administrativo sean aprobados cumpliendo los requisitos formales de
la norma y que, además, estén conforme a las disposiciones sustantivas establecidas en la Constitución y en
la ley, sino que tengan vigencia. En este sentido, la acción de cumplimiento esencialmente busca asegurar, he
aquí la novedad, la eficacia de las normas legales y los actos administrativos; convirtiendo el cumplimento de
normas legales y actos administrativos por parte de la autoridad en un derecho fundamental de los
ciudadanos"[13].
Más allá de la polémica originada, lo cierto es que el Tribunal Constitucional ha definido este asunto en la
sentencia Expediente N° 0168-2005-PC/TC, y concluido que el proceso de cumplimiento es un auténtico
proceso constitucional, no solo por estar reconocido en la Constitución, sino incluso porque protege un
derecho fundamental no enumerado. Así sostuvo que "el Tribunal Constitucional reconoce la configuración
del derecho constitucional de asegurar y exigir la eficacia de las normas legales y de los actos
administrativos. Por tanto, cuando una autoridad o funcionario es renuente a acatar una norma legal o un
acto administrativo que incide en los derechos de las personas o, incluso, cuando se trate de los casos a que
se refiere el artículo 65 del Código Procesal Constitucional (relativos a la defensa de los derechos con
intereses difusos o colectivos en el proceso de cumplimiento), surge el derecho de defender la eficacia de las
normas legales y actos administrativos a través del proceso constitucional de cumplimiento"[14].
Los fines del proceso constitucional de cumplimiento:
El artículo II del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional establece que dos son los fines
esenciales de los procesos constitucionales: garantizar la primacía de la Constitución y garantizar la
vigencia efectiva de los derechos constitucionales.
Sobre ello, se ha afirmado que los procesos constitucionales en realidad tendrían como auténtica finalidad tan
solo "garantizar la primacía de la Constitución en el seno del entero ordenamiento jurídico"[15], pues la otra
finalidad –tutelar los derechos constitucionales- sería "una concreción de la primera, en la medida que
garantizar la plena vigencia de los derechos fundamentales significaría asegurar la primacía –sobre las
normas legales, infralegales y de toda actuación de cualquier ente público o privado- de las normas de la
Constitución, en este caso, de las normas que recogen los derechos constitucionales"[16].
Al respecto, dentro del "marco de la función de ordenación del Tribunal Constitucional", el colegiado en pleno,
intentando dar por zanjado el debate sobre la naturaleza del proceso de cumplimiento (¿tutela o no derechos
fundamentales?), llegó a la conclusión de que ambos fines de los procesos constitucionales se logran a través
del proceso de cumplimiento.
Efectivamente, esto se desprende de la sentencia recaída en el Expediente N° 0168-2005-PC/TC. El Tribunal
Constitucional señaló en esta ocasión que "el respeto al sistema de fuentes de nuestro ordenamiento jurídico
(…) constituye uno de los valores preeminentes de todo sistema democrático", y por ello "los poderes públicos
y los ciudadanos deben guiar su conducta por el Derecho"[17]. En Tal sentido, el control de la regularidad del
sistema jurídico constituye "un principio constitucional básico en nuestro ordenamiento jurídico nacional que
fundamenta la constitucionalidad de los actos legislativos y de los actos administrativos". Tal regularidad no se
referirá solo a que las normas de rango legal o los actos administrativos sean aprobados cumpliendo los
requisitos formales y sustantivos previstos en la Carta, sino que también se requiere que sean eficaces.
Asimismo, dada la relevancia constitucional de la eficacia de las normas legales y de los actos administrativos,
y teniendo en cuenta los artículos 3, 43 y 45 de la Constitución, el Tribunal Constitucional reconoció el
derecho constitucional a "asegurar y exigir la eficacia de las normas legales y de los actos
administrativos"[18]. En tal sentido el proceso de cumplimiento satisface tanto la finalidad objetiva
(supremacía constitucional) como la subjetiva (tutela de derechos fundamentales) de los procesos
constitucionales.
Características[19]
a) Es una acción de garantía constitucional, porque implica un proceso constitucional que ha de desarrollarse
con sus propias particularidades y es de tal importancia debido a que está facultada para defender el
cumplimiento de la legalidad y la efectividad de los actos administrativos.
b) Es de naturaleza procesal debido a que se encamina mediante un procedimiento especial con sus etapas o
estados correspondientes, dando intervención al perjudicado para el cumplimiento de la legalidad y
comprende a la autoridad implicada que debe comparecer como demandado.
c) Es de cumplimiento sumario, ya que mientras no se dicta la ley específica de desarrollo constitucional, el
legislador ha dispuesto que se apliquen para su tramitación, en forma supletoria, las disposiciones pertinentes
de las leyes, las cuales tienen que ver con las acciones de hábeas corpus y amparo, en ambos casos
los procedimientos que se siguen son sumarios, siendo explicable la brevedad del procedimiento, dada la
importancia que se conceden a los derechos de los ciudadanos y si bien en la acción de cumplimiento no se
cautela directamente un derecho constitucional, sí se le cautela indirectamente.
Legislación básica:
Constitución Política de 1993: artículos 200, inciso 6; 202, inciso 2, y artículo 205.
Se consagra a la "acción de cumplimiento" como una "garantía constitucional", asimismo, se señala que el
Tribunal Constitucional es competente para conocer del proceso de cumplimiento como última y definitiva
instancia, tras lo cual solo queda recurrir al sistema supranacional para buscar la protección de los derechos
fundamentales.
Código Procesal Constitucional, Ley 29237: artículos I-IX del Título Preliminar; 1-24; 37-60; 66-74.
Regula los principios, reglas procesales y trámite del proceso de cumplimiento. Contiene una parte general
que es aplicable a todos los procesos de tutela de derechos, las normas referidas al proceso de amparo que
supletoriamente se extienden al cumplimiento, así como disposiciones referidas específicamente a la
tramitación de este proceso.
Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, Ley N° 28301 (publicada el 23 de julio de 2004).
Reglamento Normativo del Tribunal Constitucional, Resolución Administrativa N° 095-2004-P/TC
(publicada el 2 de octubre del 2004).
Estas normas desarrollan atribuciones del Tribunal Constitucional, y su funcionamiento en la tramitación y
resolución de los procesos constitucionales.
Ley Orgánica de la Defensoría del Pueblo, Ley N° 26520: artículo 9, num. 2 (publicada el 08 de agosto
de 1995).
Esta ley faculta a la Defensoría del Pueblo a iniciar proceso de cumplimiento para la tutela de derechos
constitucionales y fundamentales, los ciudadanos y de la comunidad.
Ámbito de Protección
El proceso de cumplimiento tiene como objeto ordenar que el funcionario o autoridad pública renuente:
a) Dé cumplimiento a una norma legal o ejecute un acto administrativo firme.
b) Se pronuncie expresamente cuando las normas legales le ordenan emitir una resolución administrativa o
dictar un reglamento.
Para exigir el cumplimiento de un deber funcional es necesario que haya al menos un contenido exigible y un
sujeto obligado, siendo que el contenido del deber exigido no puede obedecer a la subjetividad del potencial
demandado ni del demandante sino a parámetros jurídicos objetivos.
Cuando exigimos el cumplimiento de una norma legal, nos referimos –de acuerdo con el artículo 200, inciso 4
de la Constitución- a normas de rango de ley; es decir, leyes, decretos legislativos, decretos de
urgencia, tratados, reglamentos del Congreso, normas regionales de carácter general y ordenanzas
municipales.
En el caso de la ejecución de un acto administrativo, téngase en cuenta que por el artículo 1.1 de la Ley
27444, Ley del Procedimiento Administrativo General, son actos administrativos las declaraciones de las
entidades que, en el marco de normas de Derecho Público, están destinadas a producir efectos jurídicos
sobre los intereses, obligaciones o derechos de los administrados dentro de una situación concreta. En ese
sentido, el Código Procesal Constitucional requiere, para que se ordene el cumplimiento, que se trate de un
acto con calidad de firme, es decir que hayan vencido los plazos para interponer los recursos administrativos
que procedan sobre él, con lo que quedaría confirmada su eficacia.
De este modo, con este proceso se reaccione ante la pasividad de la autoridad, para que ella misma deje su
inactividad y se pronuncie expresamente cuando las normas legales le ordenan emitir una resolución
administrativa o dictar un reglamento.
El Tribunal Constitucional, en su labor de ordenación a través de la jurisprudencia, ha completado los
requisitos necesarios que debe reunir la norma legal o el acto administrativo, para que sean exigibles a través
de este proceso constitucional (incisos 1 y 2 del artículo 66 del Código Procesal Constitucional).
Así, por ejemplo, en el fundamento 6 de la Sentencia del Tribunal Constitucional, recaída en el expediente N°
0191-2003-AC/TC, el tribunal determinó que "(…) debe tratarse de un mandato que sea de obligatorio
cumplimiento, que sea incondicional y, tratándose de los condicionales, que se haya acreditado haber
satisfecho las condiciones; asimismo, que se trate de un mandato cierto o líquido, es decir, susceptible de
inferirse indubitablemente de la ley o del acto administrativo que lo contiene y, (…) que se encuentre vigente".
Asimismo, mediante la Sentencia del Tribunal Constitucional N° 0168-2005-PC/TC (caso Maximiliano
Villanueva Valverde) el Tribunal consideró que para la procedencia del proceso de cumplimiento, además de
acreditarse la renuencia del funcionario o autoridad pública, deberá tenerse en cuenta las características
mínimas comunes del mandato de la norma legal, del acto administrativo y de la orden de emisión de una
resolución o de un reglamento, a fin de que el proceso de cumplimiento prospere. De este modo señaló:
"Para que el cumplimiento de la norma legal, la ejecución del acto administrativo y la orden de emisión de una
resolución sean exigibles a través del proceso de cumplimiento, además de la renuencia del funcionario o
autoridad pública, el mandato contenido en aquellos deberá contar con los siguientes requisitos mínimos
comunes:
Ser un mandato vigente.
Ser un mandato cierto y claro, es decir, debe inferirse indubitablemente de la norma legal o del acto
administrativo.
No estar sujeto a controversia compleja ni a interpretaciones dispares.
Ser de ineludible y obligatorio cumplimiento.
Ser incondicional.
Excepcionalmente, podrá tratarse de un mandato condicional, siempre y cuando su satisfacción no sea
compleja y no requiera de actuación probatoria.
Adicionalmente, para el caso de cumplimiento de los actos administrativos, además de los requisitos mínimos
comunes mencionados, en tales actos se deberá:
Reconocer un derecho incuestionable del reclamante.
Permitir individualizar al beneficiario".
Causales de Improcedencia
El Juez, al calificar la demanda, está facultado para declarar su improcedencia liminar. Estas causales de
improcedencia están establecidas en el Código Procesal Constitucional, tanto las de carácter general como
las específicas del proceso de cumplimiento:
3.1 Causales de improcedencia de carácter general:
De una lectura del artículo 1 del Código Procesal Constitucional, la demanda será improcedente cuando,
luego de presentada la demanda, cesa la violación o la amenaza de violación del derecho constitucional, o si
la violación se ha convertido en irreparable (por ejemplo, si la autoridad ha cesado en su renuencia a cumplir
determinada norma legal o ejecutar un acto administrativo). Sin embargo, cuando el juez constitucional lo
considere, y de acuerdo con el agravio producido, podrá declarar fundada la demanda precisando los
alcances de su decisión.
En aplicación a contario sensu del artículo 2 del código se declarará improcedente la demanda cuando,
tratándose de amenaza al derecho invocado, esta no es ni cierta ni inminente. Es decir, cuando no
hay datos objetivos sobre su ocurrencia y, por otro, no hay datos objetivos de que vaya a ocurrir
próximamente.
Asimismo, del artículo 5.1 del código se desprende que la demanda resultará improcedente si los hechos y el
petitorio alegado no se refieren al contenido constitucionalmente protegido del derecho invocado, pues todo
proceso constitucional pretende proteger frente a una lesión o amenaza a los derechos fundamentales; en el
caso del proceso de cumplimiento –conforme a lo anotado antes- la demanda deberá estar referida al derecho
constitucional "a asegurar y exigir la eficacia de las normas legales y de los actos administrativos". Cuando el
proceso planteado no busque tal finalidad, sino que se pretenda la protección de un aspecto no protegido del
derecho constitucional invocado, el juez deberá declarar la improcedencia de la demanda.
El artículo 5.2 del Código Procesal Constitucional señala que es causal de improcedencia la existencia de
otras vías procedimentales específicas igualmente satisfactorias. En el caso del proceso de cumplimento
estas se refieren a otras vías para el cumplimiento del deber legal o administrativo omitido. Así tenemos, por
ejemplo, del proceso contencioso-administrativo, en el que puede obtenerse que "se ordene a
la Administración Pública la realización de una determinada actuación a la que se encuentra obligada por
mandato de la ley o en virtud de acto administrativo firme"[20].
Esta causal consagra la subsidiariedad de los procesos constitucionales. En la antigua legislación que
regulaba los procesos constitucionales se mencionaba que estos podían plantearse de manera "alternativa" u
"optativa" a los procesos de la vía ordinaria; sin embargo, si el actor decidía recurrir a esta ya no podía recurrir
a la constitucional, pues era causal de improcedencia que "el agraviado opte por recurrir a la vía judicial
ordinaria". Actualmente, los procesos constitucionales ya no son optativos (alternativos), sino subsidiarios; es
decir que solo proceden en el supuesto de que no existe una proceso judicial eficaz que el constitucional. Por
eso podemos referirnos a una "excepcionalidad por subsidiaridad"[21].
En tal sentido, solo se podrá acudir al proceso de cumplimiento cuando se demuestre que las otras vías
ordinarias no son idóneas, satisfactorias o eficaces para la satisfacción de la pretensión de la demanda por la
necesidad de protección urgente, o por situaciones especiales que han de ser analizadas caso por caso.
Corresponde al demandante demostrar que el proceso de cumplimiento es la vía idónea y eficaz para la tutela
solicitada.
Conforme al artículo 5.3 del Código Procesal Constitucional, no procede la demanda cuando el agraviado ha
recurrido previamente a otro proceso judicial para pedir tutela de su derecho constitucional.
A diferencia de la anterior causal, que se refería a que no existiera otro proceso que –en abstracto y para el
caso concreto- sea igual o más protector que el de cumplimiento, este caso supone que la demanda no
procede si en realidad ya se inicio un proceso judicial que persiga tutelar el cumplimiento de una norma legal o
acto administrativo. En cualquier caso, este proceso judicial debe perseguir el mismo propósito que el proceso
constitucional; es decir, regresar las cosas al estado anterior a la vulneración alegada en el relato de los
hechos contenidos en la demanda.
Vale anotar que lo prescrito en el artículo 5.4 –exigencia de agotar las vías previas- no resulta pertinente para
el proceso de cumplimiento (ni para el de hábeas corpus). En la antigua regulación contenido en la Ley Nº
26301 para la acción de cumplimiento, se consideraba erróneamente como vía previa al requerimiento por
conducto notarial remitido a la autoridad pertinente. Sin embargo, ahora se ha considerado llamar a este
documento "requisito especial de la demanda", desprendiéndole además de la formalidad notarial para ser
válido. A parte de este requisito, no será necesario agotar la vía administrativa que pueda existir.
Si a la presentación de la demanda ha cesado la amenaza o la ejecución del acto lesivo o se ha convertido en
irreparable, también estamos ante un motivo para declarar la improcedencia de la demanda, en términos del
artículo 5.5 del código.
Esta norma se justifica, pues al no existir una afectación vigente no habría un derecho que proteger. A
diferencia del supuesto contemplado por el segundo párrafo del artículo I del Código Procesal Constitucional –
que también refiere al cese de la agresión o amenaza en un proceso en trámite- aquí el cese se produce
antes que el agraviado recurra al despacho del juez constitucional para presentar la demanda.
Finalmente, el artículo 5.10 debe ser leído en concordancia con el 70.8 del Código Procesal Constitucional; en
ese sentido, si la demanda se interpone vencido el plazo legalmente establecido, que como veremos es de
veinte días, deberá ser declarada improcedente.
3.2 Causales de improcedencia de carácter específico al proceso de cumplimiento:
El artículo 70 del Código Procesal Constitucional contiene las disposiciones relativas a los casos de
improcedencia –en específico- para el proceso de cumplimiento, de modo que este no procede en los
siguientes supuestos:
Cuando se contradigan resoluciones dictadas por el Poder Judicial, Tribunal Constitucional y el Jurado
Nacional de Elecciones.
Cuando se demanda al Congreso de la República para exigir la aprobación o la insistencia de una ley.
Cuando se pretenda la protección de derechos que puedan ser garantizados mediante los procesos de
amparo, hábeas data y hábeas corpus.
Cuando se interpone la demanda con el único propósito de impugnar la validez de un acto administrativo.
Cuando se demanda que las autoridades o funcionarios ejerzan potestades expresamente calificadas como
discrecionales por la ley.
Cuando se incurre en los supuestos en los que debe iniciarse un proceso competencial (en similar sentido
tenemos al artículo 5.9 del Código).
Cuando no se cumplió con requerir previamente al demandado el cumplimiento del deber legal o
administrativo reclamado. Este requisito especial de la demanda está previsto en el artículo 69 del código, y
consiste en pedir mediante documento de fecha cierta que se cumpla el deber omitido, ante lo cual
la Administración cuenta con diez días útiles para contestar. Tal posibilidad permite a
la Administración corregir su inacción o actuación defectuosa. De continuar resistiéndose la autoridad a
cumplir su deber legal o administrativo –sea por negación expresa o por no contestar la solicitud de fecha
cierta- el agraviado tiene expedito su derecho a presentar la demanda de cumplimiento.
Cuando la demanda se interpuso luego de vencido el plazo de prescripción de sesenta días desde la fecha en
que la autoridad o funcionario recibió el requerimiento[22]Esto se justifica por el carácter excepcional y
urgente de los procesos constitucionales, de modo que si se precisa de tutela urgente, la norma considera que
el afectado acudirá prontamente buscando la protección de su derecho.
Asimismo, como sucede con todo plazo prescriptorio, su finalidad está relacionada con la seguridad jurídica,
pues es claro que al transcurrir el tiempo se generen nuevas relaciones jurídicas, inclusive con terceros, cuyos
intereses podrían verse perjudicados pese a estar amparados por el principio de buena fe. Por ello, el
Derecho no puede mantener indefinidamente abierta la puerta del proceso constitucional, estableciéndose
esta causal de improcedencia.
Finalmente, podemos considerar como causal de improcedencia la aplicación a contrario sensu del artículo 2
del Código Procesal Constitucional. Al respecto, puede declararse la improcedencia cuando la demanda no
esté dirigida a que se acate una norma legal o se ejecute un acto administrativo.
No obstante, debe tenerse en cuenta que excepcionalmente el máximo tribunal ha adecuado el proceso de
cumplimiento convirtiéndolo en uno de amparo[23]al considerar que la demanda fue mal planteado con
respecto al tipo de proceso.
3.3 Reglas de procedencia para el cumplimento contenidas en el precedente vinculante:
La sentencia recaída en el Expediente Nº 00168-2005-PC/TC resolvió la demanda de cumplimiento
presentada por don Maximiliano Villanueva Valverde contra la Oficina de Normalización (ONP), solicitando
que se cumpla con determinar y ejecutar el pago de su pensión de jubilación conforme a lo dispuesto en la
Ley Nº 23908.
La relevancia de este proceso estuvo en que el Tribunal Constitucional estableció como precedente vinculante
los criterios de procedibilidad de las demandas de cumplimiento y requisitos comunes de la norma
legal y del acto administrativo para que sean exigibles a través de este proceso, los que deben ser
tomados en cuenta al momento de presentar la demanda, pues de lo contrario será declarada su
improcedencia.
Entonces, el Tribunal Constitucional consideró que par ala procedencia del proceso de cumplimiento, además
de acreditarse la renuencia del funcionario o autoridad pública, deberá tenerse en cuenta las características
mínimas comunes, y de no reunirse tales características ni los requisitos contemplados en el artículo 70 del
Código Procesal Constitucional la vía del proceso de cumplimiento no será idónea.
Así, conforme a la sentencia, para demandar el cumplimiento de una norma legal, la ejecución de un acto
administrativo o la emisión de una resolución, debe existir un mandato (a) vigente, (b) cierto y claro, (c) que no
esté sujeto a controversia compleja ni a interpretaciones dispares, (d) de ineludible y obligatorio cumplimiento,
y (e) que sea incondicional (excepcionalmente podrá tratarse de un mandato condicional, siempre que su
satisfacción no sea compleja y no requiera de actuación probatoria).
(a) El requisito de mandato vigente implica que a este proceso se acuda exigiendo el cumplimiento de
disposiciones legales o actos administrativos regulares y permanentes en el tiempo, asimismo, que se trate de
mandatos actuales cuya vigencia no ha expirado.
(b) Que el mandato deba ser cierto y claro significa que este no debe ser deducido, sino que debe fluir
claramente de la norma legal o del acto administrativo cuyo cumplimiento se exige y del que se beneficia eal
demandante. Por el contrario, si se pretende exigir el cumplmiente de actos administrativos con prescripciones
indeterminadas, ambiguas, confusas o vagas la demanda deberá ser declarada improcedente, pues el mejor
lugar donde discutir el tema es el proceso ordinario, donde pueden actuarse todos los medios de prueba que
permitan conocer el contenido preciso del mandato.
Asimismo, también estaríamos ante la ausencia de certeza y claridad si estamos ante disposiciones muy
generales, o que para su aplicación requieran interpretaciones complejas.
(c) Además, el mandato no debe estar sujeto a controversia ni a interpretaciones dispares; ello quiere decir
que no debe existir duda sobre el sentido del mandato que aún esté pendiente de resolverse. Asimismo, no se
admite que sobre el mandato recaigan interpretaciones contradictorias o incompatibles por parte de diversas
autoridades competentes, o incluso de una misma entidad.
Al respecto, en el caso del Expediente Nº 02864-2004-AC/TC, en que se solicitaba el cumplimiento de un
acuerdo de concejo municipal, se estableció aprobar la incorporación de un predio al área de expansión
urbano principal. En este proceso existían opiniones dispares –y, por lo tanto, controversia- en relación con la
incorporación del predio, pues, el Inrena y el CONAM discrepan respecto a si requería de la opinión técnica de
la primera de las instituciones. Al existir una evidente controversia respecto de los hechos que impedían
cumplir con el acuerdo municipal, esto no podía ser dilucidado en dicho proceso de cumplimiento siendo que
la demanda fue declarada improcedente.
(d) Que el mandato sea de ineludible y de obligatorio cumplimiento, se refiere al hecho de que la norma legal
o el acto administrativo cuyo cumplimiento se exige, tenga la virtualidad suficiente para constituirse en
mandamus para la autoridad o funcionario público y, por ende, poder ser exigible a través del proceso de
cumplimiento debido a su validez legal.
(e) La referencia a que el mandato debe ser incondicional, o que tratándose de uno condicional su satisfacción
no sea compleja ni requiera de actuación probatoria, implica que la ejecución del mandato requiere prima facie
no estar sometido a condiciones, o sea a la ocurrencia de acontecimientos futuros o inciertos que hagan
depender de estos el cumplimiento del mandato. Sin embargo, podría admitirse la existencia de una
condición, siempre que su satisfacción no sea dificultosa y no requiera de actividad probatoria.
Así, cuando la condición a cumplirse sea de simple cumplimiento y no requiera pasar por una estación
probatoria –de la que carecen los procesos constitucionales- se podrá acceder a esta vía procesal.
Por ejemplo, tenemos el caso resuelto en el Expediente N° 05735-2006-PC/TC, en el que se analizó el
"mandato condicional" previsto en el Reglamento de la Ley del Profesorado para conceder licencia sindical
con goce de remuneraciones, y que consistía en probar la condición de dirigente sindical. A consideración del
Tribunal Constitucional esta condición de que se acredite el estatus de dirigente sindical era única y simple
(por lo tanto, no compleja ni que requería de actuación probatoria), lo que fue acreditado con
los documentos adjuntados al escrito de demanda, declarándose fundada la demanda.
De otra parte, también en la Sentencia del Tribunal Constitucional recaída en el Expediente N° 00168-2005-
PC/TC, el Tribunal indicó que, para el caso del cumplimiento de actos administrativos, además de los
requisitos mínimos comunes mencionados se deberá (f) reconocer un derecho incuestionable del reclamante
y (g) permitir individualizar al beneficiario.
Ambos requisitos van dirigidos a delimitar el derecho y al beneficiario de este; el acto administrativo debe ser
lo suficientemente claro en lo que dispone, en razón del carácter sumario y de actividad probatoria mínima
que poseen los procesos constitucionales. Claro está, si al funcionario público no le está permitido ningún tipo
de discrecionalidad, es lógico que el acto administrativo deba contener un mandamus con derechos y
beneficiarios totalmente identificados, por lo que comprobada la renuencia y las pautas antes descritas puede
ampararse la demanda de cumplimiento.
Legitimidad Procesal
4.1 Legitimidad para obrar activa:
Cuando exija el cumplimiento de un mandato originado en una norma con rango de ley o por un reglamento,
es decir, cuando se trate de una norma de carácter general, cualquier persona está legitimada para interponer
la demanda.
Por otro lado, si la pretensión es que se cumpla con un acto administrativo, solo podrá interponer la demanda
quien haya sido el directamente afectado o quien, en todo caso, invoque interés para que se cumpla con el
deber omitido (artículo 67 del Código Procesal Constitucional). Además el afectado puede comparecer en el
proceso por medio de representación procesal, que no requiere de ser inscrita (artículo 39).
Representación Procesal:
Para la presentación de la demanda el afectado puede comparecer por medio de representante procesal, no
siendo necesaria la inscripción del acto de apoderamiento otorgado.
Siguiendo los parámetros del Código Procesal Civil (artículo 72), para que tenga validez el poder para litigar,
este podría ser otorgado por escritura pública (sin necesidad de inscribirlo en registros públicos) o por poder
mediante acta ante el juez que conoce el proceso constitucional.
Sin embargo, apartándose de este razonamiento y teniendo en cuenta la previsión del Título II, Capítulo IV d e
la Ley del Notario, referente a "Los Poderes", se puede entender que, además de las clases de poder
autorizadas por el Código Procesal Civil, valdría también la representación procesal por poder fuera
de registro, y por poder contenido en documento con firma legalizada[24]De lo contrario, si solo nos ciñéramos
a lo previsto en el código corremos el riesgo "convertir los requisitos procesales de legitimación en un
ritualismo excesivo a tal grado y en tal magnitud que termine por enervar los efectos de protección que
caracterizan a todo proceso constitucional, (lo que) simplemente es inadmisible2 (Sentencia del Tribunal
Constitucional recaída en el Expediente N° 1956-2004-AA/TC, f.j. 2); más aún, si cuando en un proceso
constitucional se presente una duda razonable respecto de si el proceso debe declararse concluido, el juez y
el Tribunal Constitucional deben declarar su continuación (artículo III del Título Preliminar).
Para el caso de personas que no residen en el Perú, la demanda será formulada por representante
acreditado. El Código Procesal Constitucional expresamente señala que bastará que el poder esté registrado
ante el Cónsul del Perú en la ciudad del extranjero que corresponda y que se legalice la firma del cónsul ante
el Ministerio Público de Relaciones Exteriores, no siendo necesaria su inscripción en Registros Públicos.
Procuración Oficiosa:
Esta figura aparece ante la necesidad de tutela urgentísima. El procurador Oficioso viene a ser un apoderado
sin que exista poder; así, cualquier persona puede interponer la demanda y comparecer en nombre del
afectado si es que este se encuentra imposibilitado par ello y no tiene un representante procesal o un
apoderado judicial, ya sea porque sufre constantes atentados contra la libertad individual, por razones de
fundado temor o amenaza, ante un situación de inminente peligro o en general, por cualquier otra causa
análoga.
Asimismo, se trata de una situación temporal, pues para que los actos procesales de este gestor procesal
tengan validez, deberá ratificarse la demanda y la actividad procesal realizada por el procurador oficioso una
vez que el impedimento sea removido y que el afectado se halle en posibilidad de comparecer ante el
proceso. De lo contrario, deberá declararse la conclusión del proceso.
Patrocinio de Intereses Difusos:
Cuando se trata de la defensa de derechos con intereses difuso o colectivos, estamos ante una legitimación
activa para obrar amplia, pues a diferencia de lo que sucede en los procesos civiles (que contemplan solo la
legitimación restringida), en los procesos constitucionales la legitimación corresponde a cualquier persona,
señalando además el Código Procesal Constitucional, en su artículo 67, que la Defensoría del Pueblo también
está legitimada para interponer la demanda de cumplimiento en estos casos, según las atribuciones
contenidas en el artículo 161 de la Constitución y su Ley Orgánica.
Además, el artículo 82 del Código Procesal Civil puede ayudarnos a establecer algunas precisiones, pues
explica que "el interés difuso es aquel cuya titularidad corresponde a un conjunto indeterminado de personas,
respecto de bienes de inestimable valor patrimonial, tales como el medioambiente o el patrimonio cultural o
histórico o del consumidor".
De este modo, los intereses difusos son diferenciados de los intereses individuales (que atañen directamente
a una persona determinada) y, a su vez, diferenciados de los intereses colectivos que corresponden a un
conjunto determinado de personas (como los sindicatos de trabajadores o los pueblos indígenas)[25].
Representación Judicial por Abogado:
Las partes pueden otorgar facultades generales de representación al abogado patrocinante. Siguiendo el
artículo 80 del Código Procesal Civil (de aplicación supletoria), en el escrito de demanda el interesado o su
representante pueden otorgar o delegar al abogado las facultades generales de representación a que se
refiere el artículo 74[26]del mismo Código. En estos casos no se requiere observar las formalidades del
artículo 72[27]pero sí que se designe el domicilio personal del representado y su declaración de estar instruido
de la representación o delegación que otorga y de sus alcances.
Por su parte, el artículo 290 de la Ley Orgánica del Poder Judicial[28]considera implícitas las facultades de
representación del abogado, aun cuando su cliente no se las haya otorgado expresamente, de ese modo en
los procesos, sin necesidad de la intervención de su patrocinado, el excepción de aquellos para los que se
requiere poder especial con arreglo a ley. En esa lógica, también se señala que el abogado no requiere de su
cliente según se tiene de la disposición autoritativa contenida en el mismo artículo.
Legitimidad para obrar pasiva:
Viene a ser la otra cara de la legitimidad para obrar y se refiere al demandado; es decir, la autoridad o
funcionario de la Administración Pública a quien se le imputa la renuencia a dar cumplimiento de una norma
legal o ejecutar un acto administrativo firme, o a quien se le solicita pronunciarse expresamente cuando las
normas legales le ordenan emitir una resolución administrativa o dictar un reglamento. Es decir, es el titular
del deber a ser cumplido.
En ese sentido, la demanda de cumplimiento se interpone en principio contra la autoridad o funcionario a
quien corresponda ejecutar este deber. Si el demandado no es la persona obligada a cumplir el deber omitido,
entonces deberá informarlo al juez indicando qué autoridad es la obligada a cumplir el mandato legal o
administrativo. De mediar duda sobre el sujeto obligado el proceso continuará, emplazándose a quien
conforme con el ordenamiento jurídico tenga competencia para cumplir con lo ordenado (artículo 68 del
Código Procesal Constitucional).
La Defensa del Estado:
El procurador público ejercita la representación y defensa en los procesos del sector al que pertenece, o de la
entidad dependiente de dicho sector. Actúa en calidad de demandante, demandado, denunciante, denunciado
o parte civil, pudiendo prestar confesión en juicio en representación del sector o ministerio, y convenir en la
demanda, desistirse de ella o transigir en el proceso. En cumplimiento de su trabajo guarda relaciones
de coordinación y cooperación con el Consejo de Defensa Judicial del Estado y da cuenta del estado de los
procesos y acciones judiciales en defensa de sus derechos e intereses, rindiendo anualmente un informe de
su gestión.
Conforme al artículo 7 del Código Procesal Constitucional, la defensa del Estado o de cualquier funcionario
o servidor público la asume el procurador público que corresponda, o el representante legal que el funcionario
o servidor designe sin perjuicio de la intervención del procurador público.
Se debe emplazar con la demanda al funcionario o autoridad para que pueda intervenir en el proceso, aunque
este no se llegue a apersonar; asimismo, se le debe notificar con la resolución que pone fin a al instancia. Del
mismo modo, debe emplazarse con la demanda y notificarse con la resolución que pone fin a la instancia a la
propia entidad estatal para que pueda intervenir en el proceso; sin embargo, la no participación de cualquiera
de estos no invalida ni paraliza el procedimiento.
Este mismo artículo faculta al procurador público para que, antes de que el proceso constitucional sea
resuelto en primera instancia, ponga en conocimiento del titular de la entidad su opinión profesional motivada
cuando considere que sí se afecta el derecho constitucional invocado en el petitorio contenido en la demanda.
De otro lado, si es que el demandante tomara conocimiento antes o durante el proceso que a quien pretende
demandar ya no ocupa el cargo que desempeñaba, puede solicitar al juez que este no sea emplazado con la
demanda.
Por cierto, cabe tener en cuenta que se derogó el segundo párrafo del referido artículo 7[29]que establecía
que las instituciones públicas con rango constitucional podían actuar directamente, sin la intervención del
procurador público. Este párrafo también contemplaba la posibilidad que las entidades con personería jurídica
propia actúen directamente.