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NOTAS Y DISCUSIONES

Realismo ético y experiencia moral


ANTONIO VALDECANTOS
Universidad Carlos III de Madrid

El realismo ético es una vieja doctrina filo- pendientes de la evidencia que pueda
sófica de difícil acomodo en la mente con- tenerse en favor de ellos 2. No basta, pues,
temporánea. Se cree a menudo que, por para ser realista con que se crea que las
una variada serie de circunstancias, los ciu- expresiones de norma o de valor aseveran
dadanos de las sociedades contemporá- cierto contenido cognitivo; es preciso sos-
neas son espontáneamente antirrealistas y tener, además, que la verdad o falsedad
en gran parte esto es cierto. Entre los de esas aseveraciones pertenecen a cierto
muchos argumentos para desacreditar el tipo de cosas que se escapan del control
realismo ético, hay dos de no poco peso. de uno y de todos los que son como uno:
Según el primero de ellos, la tesis realista al tipo de las cosas que se encuentran o
no añade nada a la experiencia moral ordi- se descubren y no al tipo de las que se
naria y es perfectamente prescindible (con construyen o inventan. Alguien puede
esto no se apoya el antírrealismo, pero sí creer, por ejemplo, que expresiones tales
se pone al realismo fuera de la discusión). como «resulta un tanto sucio que alguien
De acuerdo con el segundo, el realismo se deshaga de sus rivales amorosos sobor-
quedaría refutado al ser incompatible con nándolos» o «se le deberían subir los colo-
el pluralismo ético. Voy a tratar de sugerir res a Gervasio cada vez que piensa en
que ninguno de estos argumentos es válido, publicar lo que le plagió a Nicasios son
lo que me exigirá esbozar -tan sólo esbo- verdaderas (tanto, al menos, como 10 son
zar de modo muy tosco y rudimentario, «la República Española ganó a los italianos
desde luego- una forma de realismo ético la batalla de Guadalajara» o «Javier
que pueda hacer frente a ambas obje- Marias no ha ganado el premio Nobel de
ciones. 1997»), y quizá trate de respaldar su creen-
cia afirmando que ello es así porque las
intuiciones mayoritarias lo exigen, o por-
1. El realismo ético y la máxima de Peirce que lo determinan las mejores teorías nor-
mativas disponibles, o porque eso es lo que
Se suele llamar realismo ético a la doctrina decidiría cualquier individuo adulto des-
según la cual los enunciados morales son pués de discutir con cualesquiera otros en
verdaderos o falsos y su verdad o falsedad ciertas condiciones de imparcialidad e
es independiente de las opiniones y teorías igualdad. Con esto tendríamos un caso de
morales que uno apruebe lO, si se prefiere, cognitivismo ético, pero un realista ha de
a la idea de que hay hechos o verdades creer algo más para distinguirse del mero
morales yesos hechos o verdades son inde- cognitivista 3. Los realistas éticos no sólo

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creen que las expresiones morales tienen emociones morales comunes (y, desde lue-
que ser verdaderas o falsas; se hallan tam- go, combinaciones de todo lo anterior) fue-
bién persuadidos de que no basta para ran por entero distintas de como son. Si
acertar sobre ellas con tener una buena nos imaginamos en posesión de una teoría
teoría normativa o con poseer sentimientos normativa sorprendentemente brillante y
morales equilibrados, con pertenecer a una novedosa (y no hace falta que sepamos qué
tradición robusta o con algún otro recurso aspecto habría de tener ésta para calibrar
habitualmente solvente: de lo que se trata algunas de las consecuencias que tendría
cuando se profieren enunciados morales el uso de una teoría así), o convicciones
es, sobre todo, de que uno tieneque acertar, mucho mejor formadas de las que tene-
y esto quiere decir que uno puede creer mos, o emociones de más noble estofa aún
que acierta (y aun creerlo con las mejores desconocidas para nosotros, acaso nues-
razones disponibles) y sin embargo estar tros juicios morales tendrían un aspecto
equivocado. Acertar en ética no es, según muy distinto del que tienen, y por tanto
el realismo, creer que se ha acertado, y variaría considerablemente la extensión de
ni siquiera lo es creer justificadamente que la clase de los enunciados tomados como
se está en lo cierto. Los realistas creen que verdaderos 5. Todo lo anterior tiene un
en ética hay innumerables modos de equi- aspecto ferozmente especulativo, pero
vocarse, que no conocemos todos esos puede ilustrarse con ejemplos muy cotí-
modos (ni quizá podremos conocerlos nun- dianas. Acaso valga la pena acudir al caso
ca) y que sería absurdo presumir de estar de quien no posee competencia plena de
inmunizado frente a ellos. No se trata, una lengua o de alguien con un cociente
entonces, de que las verdades morales sean intelectual muy inferior a la media. Un
aquello que los mejores procedimientos individuo que no domina adecuadamente
disponibles permiten obtener; 10 que el alemán hablado y que asiste a una reu-
ocurre según el realismo es que esos pro- nión donde todos los demás sí 10 dominan
cedimientos son buenos precisamente por- no sabe con precisión qué placer singular
que con ellos se alcanzan enunciados ver- ocasiona el entender un chiste cuya gracia
daderos, y en la medida en que se alcanzan. parece consistir en cierto juego de palabras
Los realistas éticos creen que alguien pue- muy rebuscado y que se le escapa, pero
de estar en inmejorables condiciones para S1 es capaz de imaginar qué pasaría si
determinar lo que es bueno y para saber entendiera el chiste: disfrutaría de un rato
qué debe hacerse y, sin embargo, puede agradable en la taberna cervecera en lugar
errar por entero; y, a la inversa, que alguien de tener que disimular su ignorancia sin
puede razonar de manera grosera y dis- ningún éxito. Es cierto que el ignorante
paratada y no dejar de alcanzar, a pesar del alemán coloquial no sabe dónde está
de ello, la verdadera noción de lo bueno la gracia del chiste que acaba de oír, al
y lo debido. Los realistas éticos aspiran, igual que el disminuido mental lo ignora
desde luego, al conocimiento verdadero todo sobre las antinomias kantianas (salvo
justificado en cuestiones valorativas y nor- quizá el extraño nombre de «antinomias»),
mativas, pero admiten que puede haber pero sí sabe en qué consiste entender ade-
en ellas conocimiento justificado no ver- cuadamente un chiste, a semejanza del dis-
dadero y también conocimiento verdadero minuido mental que es capaz de imaginar
no justificado 4. el tipo de vida que llevaría si estuviera en
El realista ético es un individuo aficio- condiciones de entender cosas semejantes
nado a conjeturar qué pasaría en caso de a las antinomias de Kant. Los realistas éti-
que las teorías normativas exitosas, o las cos creen que podemos estar, y que segu-
convicciones morales mayoritarias o las ramente estamos a menudo, en la tesitura

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de quien sabe alemán de manera imper- son todavía más quienes piensan que
fecta y no entiende los chistes y de los -ociosa o no- carcce de toda relación,
deficientes mentales que no logran com- o la tiene tan sólo anecdótica, con el con-
prender un argumento metafísico. Los tenido de la moralidad 1. Uno aprueba,
chistes son, entonces, buenos o malos 6 y según ellos, las teorías normativas que le
los argumentos metafísicos son válidos o parecen mejores y sólo después, en caso
especiosos aunque uno no lo sepa ni quizá de que por oficio académico tenga que
llegue a saberlo nunca, y los enunciados entregarse a ocupaciones de este tipo, se
morales son verdaderos o falsos aunque pone a pensar qué significa el haber ele-
UlIO no esté en condiciones de poder ase- gido una teoría más bien que ninguna o
gurarlo. Contra lo que acaso podría pare- qué relación guarda lo que afirma esa teo-
cer, la anterior intuición no obliga al rea- ría con otras cosas que uno cree sobre,
lista a postular un reino de cosas en sí en por ejemplo, la existencia del mundo exte-
el ámbito moral; el realismo es una tesis rior O la naturaleza de los números, de
sobre el lenguaje y el mundo, pero esto las mentes ajenas o de los electrones. Si
no significaque haya de afínnar algo sobre nadie emprende estas fastidiosas especu-
la naturaleza de ciertos hechos, sino sobre laciones, las teorías normativas no se
nuestraposibilidad de error al afirmar cier- resentirán de nada, porque la metaética
tos enunciados. es un puro entretenimiento de la filosofía
Que alguien sea realista ético o no per- académica más autista. En caso de que los
tenece en exclusiva, o eso es natural creer, aficionados a este modo de ver las cosas
a la mctaética que profese, o sea, al con- conozcan la llamada «máxima de Peirce»,
junto de creencias que tenga sobre el len- podrán asegurar en seguida que el pro-
guaje moral y la relación de él con el mun- blema del realismo ético «carece de efectos
do. La respuesta que se dé a la cuestión que puedan tener razonablemente reper-
del realismo y a las demás cuestiones cusiones prácticas" 8. Según ellos, lo que
metaéticas (o el abandono de estos que- alguien crea, por ejemplo, sobre el mul-
haceres por nimios y tediosos) no habría ticulturalismo o sobre el suicidio es com-
de afectar, así pues, en nada al modo como pletamente independiente de sus creencias
se responda a las preguntas propiamente sobre el realismo. Alguien puede, enton-
éticas o morales de lo que se debe hacer ces, ser favorable a los derechos colectivos
y de lo que es bueno o valioso. Entre quie- de las minorías étnicas y contrario al sui-
nes afirmen que se debe obrar de cierta cidio, o al revés, sin que importe nada que
manera particular o que hay que vivir de interprete sus creencias normativas de
determinada forma habrá un buen número manera realista o antirrealista, o que tenga
de realistas y también de antirrealístas el menor interés en cómo hayan de inter-
(aunque predominarán quizá los que se pretarse. Si ello es así y si uno quiere dedi-
desentiendan del problema o lo ignoren) carse a problemas genuinamente norma-
y los desacuerdos metaéticos entre ellos tivos y de contenido, puede ocuparse de
no estorbarán en nada a la coincidencia lleno en ellos y excusar sin remordimiento
que reine sobre los asuntos mismos ni tam- el trato con cuestiones mctaéticas 9.
poco podrá contribuir al acuerdo en caso Yerran del todo los enemigos de la
de que no exista. De parecido modo, el metaética al proclamar cuanto viene dicho.
ser realista o antirrealista no parece deter- Trataré de mostrar de modo muy sumario
minar en ningún sentido las tesis norma- en qué se equivocan, pero lo que más ha
tivas o valorativas que se sostengan. de importamos ahora son las consecuen-
Muchas gentes creen que la metaética es cias que se seguirían del error en caso de
una ocupación plenamente ociosa, pero que lo hubiera. Porque, si se prueba que

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las cuestiones metaéticas -yen particular conjunto de acciones y costumbres huma-


la del realismo-s- andan vinculadas de nas (de un individuo, de un grupo o de
manera estricta a las cuestiones propia- todo el género humano, caso éste en el
mente éticas o morales y si se concluye que ha de sustituirse «U1lG moralidad» por
que no toda metaética es compatible con «la rnoralidad») consideradas en cuanto a
cualquier concepción del bien o sistema su capacidad para ser regidas por éticas
normativo, sino que ciertos modos de juz- normativas o para apartarse de ellas 12. De
gar lo bueno y lo debido llevan a tener este modo, el que la oración «el suicidio
que admitir ciertas doctrinas rnetaéticas y es reprobable» sea una expresión de emo-
a negar otras, entonces cabrá argumentar ciones incapaz de verdad y falsedad per-
a favor o en contra del realismo con algo tenece a determinada doctrina metaética,
más que meros argumentos sobre la natu- que el suicidio sea reprobable es una atri-
raleza del lenguaje moral. Alguien podría bución de mal perteneciente a ciertas éti-
mostrar, por ejemplo, que ciertos bienes cas normativas y que algunos individuos
sólo pueden considerarse tales si se adopta estén dispuestos en virtud de motivos (más
una concepción realista o que determina- o menos fáciles de establecer) a evitar
das normas sólo serán válidas cuando se siempre el suicidio y rehuyan cometerlo
admita una metaética antirrealísta, y ello corresponde a la moral o moralidad de
convertiría al realismo o al antirrealismo esos individuos. Distinguir entre estas tres
en algo imprescindible para cualquiera que nociones tiene a menudo no poca utilidad,
apreciase el bien en cuestión o que obe- pero el distinguirlas no obliga a afirmar
deciese razonadamente la correspondiente que sean independientes entre sí. Que hay
norma. Podría ocurrir, por ejemplo, que una tricotomía de estas tres nociones no
se nos convenciera con buenas razones de es algo que se siga de la definición de cada
que el aprecio por la libertad sexual y el una de ellas; es tan sólo una tesis filosófica
derecho a disponer del propio cuerpo sólo rebatible. Parece claro que una crítica ade-
se sostienen coherentemente en caso de cuada de la tricotomía de metaética, éti-
que se admita el realismo ético; si ello fue- ca 13 y moral exige muchas más páginas
se así y si además se determinase que resul- y energías de las que ahora podemos dis-
ta manifiestamente implausible un mundo frutar. Pero acaso no sea necesario intentar
donde la libertad sexual es despreciable aquí una demolición sistemática, en parte
y donde la gente no tiene derecho a dis- porque el esquema de ella ha sido sugerido
poner de su propio cuerpo, entonces cabe ya en la discusión contemporánea 14 y en
creer que se habría obtenido un argumento parte porque a lo que quiero mostrar pue-
de muy considerable peso en favor del rea- de bastarle con unas pocas observaciones
lismo ético 10. muy generales 15.
La dicotomía entre metaética y ética El dominio de lo que hemos venido lla-
normativa es, en realidad, la primera parte mando la «moral» está formado, según se
de una tricotomía: de la tricotomía entre ha dicho, por las acciones o costumbres
metaética, ética normativa y moral. Una humanas en cuanto aptas para la valora-
metaética, según se ha visto ya, es cierto ción o la referencia a normas. Pero el ela-
conjunto de tesis sobre lo que significan borar lo que suele llamarse una «ética»
las afirmaciones de que algo es una norma no parece que sea nada distinto de una
o una atribución de bien (o de mal); una acción humana (y el dedicarse a la ética
ética normativa es cierto conjunto cohe- de manera habitual comparte, por cierto,
rente y razonado y adecuadamente amplio con otras formas de actividad humana el
de normas y de atribuciones de bien (o constituir una costumbre más o menos ins-
de mal) 11; una moral o moralidad es cierto titucionalizada) sujeta a valoración ya nor-

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mas que se pueden cumplir e infringir. Se nes; casi todas las éticas que han tenido
habla sin violencia de buenas y malas éticas cierto peso extraacadémieo han sido el
normativas, de los deberes que uno tiene resultado de la aportación de gentes muy
que cumplir si las hace, e incluso de éticas variadas y con ocupaciones diversas. Toda
normativas excelentes y otras que no lo ética normativa vigorosa se halla en pro-
son tanto, y el hacer ética bien o mal es ceso constante de reelaboración y, si ese
algo que anda bastante entretejido con proceso se lleva a cabo en una sociedad
otras acciones y costumbres parejamente democrática pluralista, raramente cobra-
aptas para la valoración y para el some- rán mucho protagonismo en él la filosofía
timiento a normas (por ejemplo, con las y la teoría social académicas: la tarea se
normas de honestidad que uno ha de repartirá entre legiones de periodistas, lite-
observar cuando publica escritos o cuando ratos, dirigentes políticos, clérigos, artistas,
da clases o seminarios o cuando pertenece héroes contraculturales, visionarios, profe-
a instituciones doctas) 16. Lo mismo vale, sionales de la salud y gentes sin adscripción
desde luego, de lo que se llama «meta- gremial clara. Toda moral compleja -y
ética» (las hay buenas y malas; uno puede las contemporáneas se dice que lo son-
obrar bien o mal cuando se dedica a la lleva incorporada la huella de varias éticas
metaética). La ética normativa y la meta- normativas que un día dejaron sentir su
ética pertenecen, pues, a la moralidad; son presencia. La moral puede verse casi siem-
dos de las muchísimas cosas que forman pre como un conjunto de «restos de teo-
parte de la moral, y están muy estrecha- rías» 17 que se encarnan en la práctica y
mente vinculadas a otros componentes de que surgieron a partir de prácticas ante-
ella. Por su parte, muchas éticas norma- riores 18.
tivas constituyen la presentación más o Hablar de «la moral» exige estar dis-
menos ordenada y pulida de lo que ciertos puesto a ver la conducta humana como
grupos humanos han admitido espontá- una complicada maraña de acciones y de
neamente como bueno o correcto en su pautas de acción que no serían las que son
conducta real (la ética es una especie de sin éticas normativas anteriores -acaso
moral mejorada o pasada a limpio), mien- desechadas u olvidadas- ni sin una o
tras que otras éticas mantienen con la varias éticas normativas más o menos explí-
moral un trato de no poca intimidad al citas en proceso de elaboración (nadie
esforzarse por corregirla y enmendarla de observa la conducta humana sin supuestos
manera sañuda. Ni las éticas que ordenan normativos implícitos), y que no serían
y pulen ni las que corrigen y enmiendan como son sin alguna idea implícita de lo
serían reconocibles si se ignorase la moral que significa en último término el tener
de que partieron, porque fuera de ella éticas normativas o creer en ellas. Lo que
carecerían de todo sentido. Hay innume- se ha llamado metaética es la considera-
rables formas de desempeñarse en medio ción de lo que uno hace cuando hace teo-
de una moral; una de ellas es hacer éticas rías normativas o cuando les presta asen-
normativas que reordenan y otra intentar timiento Y,en este sentido, lametaética
éticas normativas que tratan de emprender es una parte de la moral. La metaética,
reformas ambiciosas y también, desde lue- la ética y la moral no son, pues, indepen-
go, enmendar y criticar esas teorías, lo cual dientes. No toda doctrina metaética es
puede verse como una contribución a la compatible con cualquier teoría ética nor-
historia de ellas o a la prehistoria de sus mativa, y no toda teoría ética normativa
sucesoras. Pero estas tareas no son, por es apta para regir normativamente cual-
fortuna, patrimonio exclusivo de los pro- quier moral dada (y, a jortiori, no toda doc-
fesores de filosofía moral y disciplinas afi- trina metaétíca es apta para cualquier

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moral). Si uno persevera en la creencia Es oscuro lo que James entiende por


tradicional, tiene buenas razones para «disposición filosófica final» (final philo-
creer que la cuestión del realismo étíco sophical arrangement), pero lo visto hace
no ha de afectar en nada a las cuestiones un momento sugiere que la descripción
normativas sustantivas. Pero, si se descon- definitiva, filosófica o de cualquier otro
fía de dicha creencia, entonces cae por su tipo, de la experiencia no puede ser nada
propio peso que la metaética tiene que distinto de lo que sería una descripción
introducir alguna diferencia en la ética y -humanamente imposible- de la última
en la moral. Tocaría a continuación tratar experiencia humana. Lo más característico
de determinar cuáles son esas diferencias. de esta idea de experiencia es que tiene
que concebirse como un proceso de con-
tinuas mudanzas, de «redistribuciones»
2. La estructura holista constantes de elementos y de relaciones 21.
de la experiencia moral Esto invita a usar la palabra «experiencia»
para designar conjuntos organizados de
«No puede haber verdad final alguna -y elementos tales como creencias, deseos,
no puede haberla ni en ética ni en física-», intenciones, emociones y otras actitudes
escribió una vez William James, «hasta que proposicionales 22, objetos de esas actitu-
el último ser humano haya tenido su expe- des, acciones llevadas a cabo en virtud de
riencia y dicho su palabra), 19. James pare- ellas, y relaciones entre los anteriores ele-
cía estar convencido de dos cosas: de que mentos. Esos conjuntos podrían definirse,
sólo puede hablarse con rigor de la verdad según escalas múltiples, en relación con
en ética cuando se haya eliminado toda individuos, con comunidades y con la
posibilidad de revisar esa verdad y de que, humanidad entera y estarían sujetos a dos
si se ha de decidir sobre la verdad de un condiciones: sólo podrían definirse de
enunciado ético particular, es obligado manera provisional y las definiciones pro-
acudir a cierta escurridiza entidad de tipo ducidas pasarían a formar parte de una
nueva configuración de la experiencia, des-
holista llamada experiencia. La primera de
estas dos ideas resulta, desde luego, mucho cribible a su vez por medio de nuevas defi-
más clara que la segunda. La «experiencia» niciones de conjuntos.
¿Es útíl para algo esta complicada idea
a que aquí se refiere James podría acaso
de «la experiencia»? Me parece que sí lo
ser ilustrada por un conocido paso de su
es para proporcionar el marco adecuado
ensayo «A World of Pure Experience»:
a la discusión sobre si el realismo metaético
«Para ser radical, el empirismo no ha de es ética y moralmente indispensable o no.
admitir entre sus construcciones ningún elemen- Esa visión de la experiencia invita a exa-
to que no sea directamente experimentado, ni minar la moralidad de manera holista,
tampoco excluir de ellas ninguno que se expe- como una trama inabarcable de elementos
rimente de manera directa. Según tal filosofía, -y de relaciones entre ellos- entretejidos
las relaciones que conectan experiencias deben ser de manera variable y como la historia,
por su parte relaciones experimentadas, y cualquier necesariamente inconclusa, de las sucesi-
tipa de relación experimentada ha de considerarse vas descripciones de esa trama. Debería-
tan "real" COl1W cualquier otra cosa del sistema.
mos ahora revisar un poco, aunque la revi-
Sin duda alguna, los elementos se pueden redis-
tribuir al corregirse la localización original de
sión se limitará a un cambio de énfasis,
las cosas, pero en la disposición filosófica final lo que nos habíamos propuesto al concluir
siempre se tendrá que hallar un Jugar real para el anterior apartado. Lo que esperábamos
cada uno de los tipos de cosa experimentados, era poder descubrir las diferencias que el
ya sean términos o relaciones» 20. realismo introduce en la ética y en la moral,

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y eso exigía determinar en la ética y en de Lichtenberg en alemán, ese deseo es


la moral algunos contenidos cuya vigencia de primer grado, pero si, dado que ya lo
no se daría si no se interpretasen en tér- tengo, lo que deseo ahora es no tener la
minos realistas. La apelación a la «expe- tentación de gastar el importe de la edición
riencia» no nos hace abdicar de este pro- de Lichtenberg en una excursión de fin
pósito; nos sugiere, por el contrario, una de semana a Sigüenza y Soria, entonces
manera de lograrlo. Lo que ahora podemos mi deseo es de segundo orden. Deseo cosas
proponernos es examinar el aspecto que en relación con mis deseos: deseo desear
suelen ofrecer las descripciones de la expe- unas más que otras. Normalmente, la idea
riencia, reducida por razones de economía de una jerarquía entre órdenes de creen-
expositiva a la experiencia individual. El cias y de deseos se emplea para dar cuenta
objeto de mi pregunta es normativo (lo de episodios o situaciones de conflicto.
que me interesa principalmente no es saber Alguien cree que existe un dios todopo-
cómo describen de hecho su experiencia deroso e infinitamente bueno y cree tam-
los individuos, sino qué descripciones nos bién que ciertas catástrofes naturales son
parecen dignas de elogio) y no obliga al abominables y no podrían tener nunca jus-
descubrimiento de reglas o criterios (re. tificación. La segunda creencia puede
nuncioa poder enumerar exhaustivamente enunciarse diciendo que la primera está
los rasgos que convierten a algo en una sujeta a dificultades muy severas, y ello
buena descripción de la experiencia). Con obliga a buscar un arreglo a ese desacuerdo
este cambio de enfoque no he abandonado entre creencias. Alguien desea ardiente-
mi proyecto primitivo. El describir la pro- mente fumar a menudo en cachimba taba-
pia experiencia es, desde Juego, una acción co de la marca «Balkan Sobranie» y desea
humana con efectos prácticos muy nume- también llegar a viejo para concluir un
rosos -y a veces forma parte de una cos- estudio muy exhaustivo sobre la debilidad
tumbre, práctica o institución- que cae de la voluntad en la cultura occidental.
dentro de la moralidad y que puede estar Este segundo deseo, y la creencia de que
regida por éticas normativas diversas (pue- puede contraer úlcera de estómago y cán-
de estarlo, y sin duda lo estará de ordinario, cer de pulmón, de lengua y de labios, lo
por éticas de la autenticidad o de la vera- lleva a desear no fumar «Balkan Sobranie»
cidad que aconsejan cierta forma de auto- ni ninguna otra cosa, de modo que tiene
descripciones y excluyen otras 23). Se tra- un deseo de segundo orden opuesto a su
taba de ver, recordemos, el modo como deseo de primer orden y seguramente se
la cuestión del realismo afecta a este esforzará por arreglar como pueda el con-
problema. flicto. Todo esto es conocido y objeto de
En la red de la experiencia hay, entre creciente atención por disciplinas muy
otros elementos, creencias y deseos. Es variadas, no sólo ni principalmente filo-
corriente sostener que las creencias y los sóficas 24.
deseos pueden ser de primer orden y de En general, nadie puede tener creencias
órdenes superiores. Si creo que mucha ni deseos mínimamente sólidos si no dis-
gente pasa hambre en Abisinia tengo una pone de un abigarrado repertorio de otras
creencia de primer orden, pero si creo que actitudes proposicionales: de emociones 25.
esa creencia mía me obliga a tratar de coo- Nadie puede, por ejemplo, creer nada muy
perar para eliminar o reducir el hambre consistente sobre lobos sí no cree que los
de los abisinios, tengo una creencia de lobos son de temer, pero para creer esto
segundo orden, creo cosas en relación con uno tiene que haber experimentado temor
otras cosas que creo. Si deseo adquirir una alguna vez, aunque no necesariamente
buena edición de los aforismos completos temor de un lobo; el inepto emotivo es

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un inepto epistémico. En particular, nadie (pues nadie experimenta cierta emoción


puede tener creencias sobre acciones si no si no cree algo que interviene en la for-
tiene ciertos tipos de emociones. Nadie mación de ella) y a veces también ocurre
puede creer nada de mucha enjundia sobre a la inversa. Esto invita a pensar también
dádivas si ignora que las dádivas son de en emociones que toman a otras emocio-
agradecer, pero para ello no puede ser nes como su objeto, en emociones de
insensible a la gratitud; el inepto emotivo segundo orden en un sentido claro: pode-
es también un inepto moral. Los racimos mos enorgullecernos de nuestra indigna-
de creencias sobre acciones están muy bien ción o temer nuestra propia ira 28. No cabe
anudados a los racimos de emociones imaginar un individuo humano sin la capa-
sobre acciones. Pero las emociones poseen cidad de tener emociones de segundo gra-
un rasgo interesante: ellas son o favorables do, salvo que se disfrute imaginando com-
o desfavorables 26. Las emociones llevan, pañeros de especie un poco monstruosos.
podría decirse, un sí o un no en su interior El entretejimiento, pues, de creencias y
y muchas veces lo favorable o desfavorable emociones (como el de emociones y
de ellas se transporta a las creencias 27, Lo deseos) lo es de dos familias de cosas que,
que vale de la relación entre creencias y a su vez, pueden ser de primer y de segun-
emociones vale también del vínculo entre do orden, y seguramente también de órde-
emociones y deseos. Para que las creencias nes superiores.
y los deseos de uno estén en orden, han La experiencia es una red que se va
de estar en orden también sus emociones. tejiendo y desgarrando continuamente (o
Ciertas acciones humanas producen por lo que va «redistribuyendo sus elementos y
general emociones favorables (como la relaciones», como diría James) y en ese
admiración, el contento, el orgullo o el proceso de redistribución desempeña un
júbilo), y otras las suelen producir nega- papel muy destacado la formación de
tivas (como la ira, la vergüenza, la indig- creencias, deseos y emociones de segundo
nación o el asco). Si mis capacidades emo- orden. Esto convida a pensar que los indi-
tivas estuviesen cercenadas y me faltase viduos no están atrapados en la red de su
toda aptitud para el enojo o la ira, mi com- experiencia, sino que tienen cierta capa-
petencia para entender algunas acciones, cidad de cambiarla a sabiendas. Ser capaz
como las consistentes en una venganza -y de creencias, deseos y emociones de segun-
digo para entenderlas, no para valorarlas, do grado significa ser capaz de elegir hasta
que esto parece ir de suyo- estaría seve- cierto punto creencias, deseos y emocio-
ramente disminuida, y también lo estaría nes. La vida mental de los individuos
mi capacidad para desear emprender cier- humanos está urdida de tal modo que hay
tos cursos de acción. Las creencias, los creencias, deseos y emociones que. ellos
deseos y las emociones andan entretejidas pueden elegir, pero esto significa, natural-
de un modo muy fuerte. Uno no tendría mente, que hay creencias, deseos y emo-
ciertas emociones si no creyera ciertas ciones que no. La idea de un individuo
cosas y no deseara otras y no creería algu- humano absolutamente rígido incapaz de
nas cosas de no haber tenido determinadas modelar siquiera en una mínima parte su
emociones y experimentado ciertos deseos. repertorio de creencias, deseos y emocio-
Pero, en un sentido más elemental, uno nes es una idea monstruosa 29, pero la idea
cree cosas sobre emociones (por ejemplo, de un yo completamente plástico es qui-
que la ira puede moderarse) y experimenta mérica. Si alguien describe su propia expe-
emociones sobre creencias. Todas las emo- riencia moral afirmando que no cree que
ciones están con respecto a las creencias pueda formar creencias, emociones y
en una suerte de relación de segundo grado deseos de segundo orden y que además

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no quiere hacerlo incurre en una afirma- experiencia conforme a ellas la describe


ción que se refuta a sí misma (pues al enun- mal, tanto en sentido normativo como fác-
ciarla así ha ascendido al segundo nivel tico. Rompe un nudo crucial de la red de
de sus creencias y deseos) y se provoca su experiencia y hace que se aflojen peli-
quizá a sí propio una emoción muy nega- grosamente otros nudos de ella. No es una
tiva de autodesprecio 30. Estas descripcio- licencia retórica afirmar que se comete un
nes de la experiencia propia aúnan dos ras- error ni que se trata de un error ético y
gos que las invalidan: son falsas y. en caso moral. Pero el descubrimiento de errores
de que fueran ciertas, serían repudiables. éticos y morales ha de formar parte de
Algo semejante sucedería con quien se des- algo a lo que puede llamarse conocimiento
cribiera a sí mismo como un individuo que ético y moral y que puede ser verdadero
no encuentra trabas a su continua auto- o falso. Creo que lo anterior es un argu-
transformación. La capacidad de reinven- mento en favor de que ciertos contenidos
tarse constantemente no pertenece a las normativos nada triviales ni anecdóticos
capacidades humanas, y nadie puede atri- exigen una determinada metaética y exclu-
buírsela con verdad a sí mismo. Es también yen otras. La metaética a que obligan es,
una afirmación que se autoanula -si digo según lo hasta ahora visto, una forma de
que soy alguien en continua reinvcneión cognitivismo. Falta por ver si además es
tendré que afirmar que mi yo de dentro realista.
de dos días no será alguien en continua Los seres humanos adultos e inteligen-
reinvencián- y algunas de cuyas conse- tes (y. podría añadirse, sociales, aunque el
cuencias (como la renuncia a toda respon- añadido es redundante) que describen ade-
sabilidad por las acciones propias) desen- cuadamente su experiencia y rehuyen el
cadenan inevitablemente emociones de error en sus descripciones se fundan en
desprecio 31. Estamos, pues, compelidos a dos «intuiciones preteóricas» 32. La prime-
vernos como seres que necesitan de cierta ra es que el conjunto de sus creencias está
mudanza de creencias, de deseos y de emo- normalmente en orden, en la medida en
ciones, pero que no pueden excederse en que puede estarlo. Las creencias -y tam-
su autotransformación. Lo que vale para bién otras actitudes proposicionales- de
el abandono de estas actitudes proposicio- uno están coherentemente organizadas y
nales y para la adquisición de otras nuevas es imposible que sean erróneas en masa 33.
vale también para la formación de creen- Podemos llamar a lo anterior la intuición
cias, deseos y emociones de segundo orden fiabilista. Pero que el conjunto de mis
y de órdenes superiores. Nadie puede que- creencias esté en orden no quiere decir
darse siempre en el piso bajo, pero tam- que yo pueda estar seguro de que deho
poco hay nadie que pueda permanecer mantener contra viento y marea una creen-
todo el tiempo en movimiento ascendente. cia dada cualquiera (al fin y al cabo, ella
No podemos vernos como definitivamente podría ser de las pocas que están de más
rígidos ni como indefinidamente plásticos, en mi red de creencias). Es posible que
y no podemos, cabe pensar, porque no esté del todo equivocado en esta creencia
somos ni una cosa ni la otra. Las ideas concreta y que tenga que abandonarla a
de un yo rígido y de un yo plástico son ella y a otras de mi red. Llamaremos a
repudiables para cualquier ética normativa esta idea la intuición [alibilista, Seguramen-
coherente e inviables en cualquier mora- te, nadie puede desempeñarse en la vida
lidad que quepa imaginar. Son también (en una vida mínimamente rica, en la que
inconsistentes, e incompatibles con el uno habla a menudo de la experiencia pro-
conocimiento que poseemos de la condi- pia y ajena y los demás le escuchan a veces,
ción humana. Alguien que describa su pero no conozco otras formas de vida ní

lSEGOAíN17 (1997) 115


NOTAS Y DISCUSIONES

a nadie que las conozca) sin alguna versión y nada autoriza a creer que los procedi-
de las intuiciones fiabilista y falibilista. mientos ordinarios para llegar a enuncia-
Quien sólo posee la primera de estas dos dos aceptables nos inmunizan contra el
intuiciones sin atemperada con la segunda error. Tan sólo nos inmunizan contra el
es un monstruo «rígido» difícil de concebir error masivo, pero a veces el error local
y quien sólo tiene la segunda es un corre- puede ser funesto. Creernos inmunes al
lativo monstruo «plástico». Estas dos intui- error normativo local significaría creernos
ciones podrían expresarse en forma de demasiado cercanos a la «verdad final» que
imperativo hipotético problemático o «re- James identificaba con la aniquilación de
gIa de la habilidad» a la manera de Kant: toda experiencia. No acertamos porque
«si quieres desempeñarte adecuadamente nuestros modos de razonamiento sean
en la vida, ten la intuición fiabilista y tam- buenos; nuestros modos de razonamiento
bién la falíbilista», y también sin duda, y se hacen buenos (tan sólo provisionalmen-
con ventaja, como el correspondiente te buenos) cuando nos permiten desen-
imperativo hipotético asertórico o «con- mascarar como errores enunciados que
sejo de la prudencia»: «comoquiera que dábamos por verdaderos. No fabricamos
tienes que querer des empeñarte adecua- ni construimos la verdad; tropezamos con
damente en la vida, ten la intuición fía- ella cuando fracasamos en las vías habi-
bilista y también la falibilista». Una y otra tuales de obtenerla.
intuición son, entonces, indispensables en
la vida moral y en la elaboración de cual-
quier ética normativa coherente, por las 3. Realismo ético de segundo grado
mismas razones que hace un momento se
apuntaron contra las ideas de un yo rígido Del realismo ético parece seguirse una
y un yo plástico. Pero las intuiciones fía- conclusión muy fuerte acerca de la natu-
bilísta y falibilista juntas tienen que dar raleza de los enunciados morales: para
lugar a cierto tipo de rnetaética realista cada pregunta bien expresada que se sus-
y no meramente cognitivista. Si alguien cite en el ámbito de la moralidad tendría
quiere ser fiel a ellas, no le basta con afir- que haber una y una sola respuesta corree-
mar que ciertos enunciados normativos de ta 34. La conclusión es ciertamente fuerte,
crucial importancia tienen que ser verda- pero resulta natural si se acepta la inter-
deros o falsos; ha de afirmar también que pretación realista: es fácil encenagarse a
su verdad o falsedad puede escapar, y de menudo en preguntas morales difíciles que
hecho escapa a veces, a los procedimientos no sabemos cómo responder, pero esto
normales para determinarla. Es condición puede deberse a que nuestros modos de
constitutiva de las descripciones de la expe- responder a esas preguntas están poco
riencia moral humana el poder ser mejo- desarrollados o son defectuosos; bajo
radas o modificadas echando mano de esquemas mejores, de los que aún no dis-
recursos de los que no se dispone al ela- ponemos, muchas preguntas descorazona-
borar la descripción o mejorando de mane- doras podrán obtener una respuesta satis-
ra insospechada y novedosa el aprovecha- factoria y una sola. Lo que deberían pro-
miento de esos recursos. Si los enunciados clamar quienes creen en la existencia de
normativos han de poder ser verdaderos conflictos morales «trágicos» imposibles
-y algunos de ellos, muy cruciales, lo de resolver es simplemente que todos .los
son-, esto se debe a que a veces se logra medios conocidos de resolverlos ban fra-
disipar errores morales que son al mismo casado hasta ahora, pero nadie estaría
tiempo fácticos. Pero no se sabe que algo autorizado a concluir que éste es un estado
es un error hasta que no se ha descubierto, de cosas irrebasable o definitivo. No sólo

116 rSEGORíA/17 (1997)


NOTAS Y DISCUSIONES

no debe descartarse una mudanza a mejor es asunto de una decisión no racional. El


en nuestro estado de perplejidad, sino que alumno de Sartre que se debate entre alis-
hay que confiar en que se produzca. La tarse en las Fuerzas Francesas Libres y cui-
intuición falibilista y la fiabilista parecen dar de su madre abandonada 37 o el Aga-
salir en ayuda de esta visión de las pre- menón de Esquilo que ha de sacrificar a
guntas difíciles: el racimo de las creencias Ifigenia si no quiere echar a perder una
morales de uno tiene que ser mayorita- expedición guerrera 38 son dos ejemplos
riamente verdadero, aunque ninguna de muy conocidos de conflictos sin solución
ellas en particular esté inmune al error, racional entre escalas rivales. Uno puede
y esto sugiere que hay una única respuesta creer, a pesar de todo, que este tipo de
correcta -y no dos o más incompatibles conflictos son aptos para una solución futu-
entre sí, o ninguna- a cada una de ellas, ra, pero esta creencia pone al realismo éti-
ya sea que la respuesta esté en nuestras co en una tesitura muy desafortunada. Voy
manos, ya sea que no lo esté, o incluso a tratar de sugerir, sin embargo, que el
queno pueda estarlo. Puedo, en suma, fiar- realismo no sólo no necesita comprome-
me de la mayor parte de las respuestas terse con la implausible tesis de la unidad
que doy a las preguntas morales, aunque del bien sino que, adecuadamente enten-
quizá esté equivocado sobre si esta respues- dido, puede favoreceruna concepción plu-
ta singular es la buena. En caso de que ralista de bienes múltiples e inconmen-
lo anterior sea correcto, debe concluirse surables.
que el realismo ético se halla estrechamen- Si algunos conflictos de bienes son
te comprometido con una concepción uni- genuinamente radicales y si resulta del
taria y escalar, monista, del bien 35. La tora- todo implausible concebir un mundo del
lidad de los bienes humanos se hallaría que esos conflictos hayan sido desterrados,
organizada en una única escala métrica entonces no todas las preguntas del ámbito
dentro de la cual a cada uno de esos bienes de la moralidad poseen una y una sola res-
tiene que corresponderle una y una sola puesta; abundarán, por el contrario, las
medida, sin que quepa que dos o más bie- que tengan dos o más mutuamente incom-
nes estén situados en un mismo punto de patibles o, lo que es lo mismo, ninguna
la escala. La manera de decidir entre dos terminante ni definitiva. Para poder salir
o más bienes incompatibles entre sí y que airoso de este trance, el realismo ético
compiten por ganar nuestra preferencia es habría de revisarse severamente y conver-
averiguar cuál de ellos está situado en un tirse en una doctrina mucho más modesta:
punto más alto de la escala. Parece natural la de que, dentro de cada escala, sí que
atribuir al realismo la tesis de que esa esca- hay una sola respuesta correcta a toda
la existe a pesar de nuestros fracasos en cuestión que en esa escala se pueda sus-
manejarnos bien con ella. citar. El realismo ético naufraga cuando
Pero esta exigencia del realismo ético tropieza con el dilema de Sartre o con el
es seguramente inaceptable. Los conflictos de Esquilo, pero acaso era excesivo pedirle
morales «trágicos» o radicales constituyen, que resistiera tan procelosas adversidades
creo, un episodio inevitable de toda moral y uno tiene que contentarse con destinarlo
y de toda ética normativa y ello desacredita a travesías más bonancibles. Porque el
sin remedio la concepción unitaria y esca- alumno de Sartre sí sabe --o eso debe
lar del bien 36. Cualquier fenomenología creerse si el dilema ha de tener sentido-
mínimamente rica de los bienes humanos que hay una única respuesta correcta para
acaba en la conclusión de que hay escalas el problema de cómo atender a sus obli-
inconmensurables e incompatibles de bie- gaciones familiares y también para el de
nes y de que la elección entre estas escalas cómo ser coherente con sus convicciones

ISEGORíA/17 (1997) 117


NOTAS Y DISCUSIONES

políticas, lo mismo que Agamenón conoce ficación 40 Yde que es al escéptico a quien
cuál es la única manera de cumplir correc- toca mostrar por qué debe dudarse de
tamente sus obligaciones como padre y cosas que nadie pone sensatamente en tela
también la única de obedecer a las exi- de juicio.
gencias de su oficio de rey. El conflicto Que todo esto sea así constituye un
no surge porque Agamenón o el alumno argumento contra el realismo ético, pero
de Sartre hayan sido incapaces de dar con no desde luego una defensa del antirrea-
esas respuestas, sino precisamente porque Iismo ético generalizado (hay conflictos
lo han logrado sin asomo de vacilación en radicales, pero no siempre que uno deli-
cada una de las dos escalas. Una doctrina bera qué hacer está en un conflicto radical;
tan adelgazada como lo es ésta resulta hay escalas alternativas, pero no siempre
modestísima en comparación con las ambi- hay que elegir entre ellas porque no nos
ciones del realismo ético hasta aquí visto, afectan todas o porque nos basta con una).
pero nadie ha probado que todo lo modes- Tan sólo es una defensa de cierto antirrea-
to sea insignificante o trivial. Si hubiera Iismo ético pardal, pero esto equivale de
una sola escala ética -es lícito concluir-, manera tan diáfana como de ordinario
entonces el realismo ético seria la mejor inadvertida a abogar por un realismo ético
doctrina disponible para dar cuenta de la parcial. Lo que vendrían a decir estos obje-
totalidad de la experiencia moral. Muchos tores del realismo ético es que de entre
antirrealístas podrían estar dispuestos a las preguntas morales ha de distinguirse
admitir de buen grado la verdad de este entre las que poseen respuesta única y las
condicional contrafáctico, aunque no es que no, y que para estas últimas ha de
seguro que quieran dar un paso más y afir- valer la metaética antirrealista. Un
mar que allí donde es pertinente usar de antirrealista que crea esto tendrá muy poco
una sola escala ética está vigente el rea- que argüir, en caso de que quiera hacerlo,
lismo ético. Si los únicos argumentos con- contra la consideración realista de las cues-
tra el realismo ético son los proporciona- tiones morales que no susciten conflictos
dos por la existencia de escalas inconmen- ni se refieran a escalas inconmensurables;
surables de bienes, entonces me parece sus argumentos no valen nada contra la
que no quedaría más remedio que dar por idea de que hay una sola respuesta correcta
bueno este modesto realismo parcial. Pero para cantidades muy copiosas de preguntas
si, a pesar de todo, no se admite -y es morales. Muchos antirrealistas serán pro-
bastante verosímil que haya quien no lo clives, desde luego, a creer que un realismo
admita-, ello se deberá seguramente a ético así de parcial no merece llamarse rea-
que el antirrealista supone que la existen- lismo, pero lo que ahora ha de interesarnos
cia de conflictos entre escalas rivales infec- no es eso. Lo que importa de la objeción
ta de inconmensurabilidad a todo el razo- antirrealista es que exige que el ámbito
namiento moral. Incluso allí donde no de las cuestiones morales se divida en dos:
vemos ahora el conflicto moral radical es las que se ha mostrado que no admiten
posible verlo más tarde o más temprano, una y una sola respuesta correcta y las
porque el mundo moral es conflictivo de demás. Así expuesta, la objeción antirrea-
principio a fin. La suspicacia del antirrea- lista es del todo atinada y la daremos por
lista pertenece al estilo escéptico de pensar válida de ahora en adelante 41.
y cuenta con una vieja tradición en su Hemos admitido, pues, la tesis de que
pro 39, pero también cuenta, por ello mis- algunas preguntas moralmente pertinentes
mo, con un modelo de crítica muy sólido. no admiten una y una sola respuesta
y persuasivo: la idea pragmatista y witt- correcta y su corolario de que hay dos tipos
gensteiniana de que la duda exige justí- de preguntas moralmente pertinentes, las

118 ISEGORíA/17 (1997)


NOTAS Y DISCUSIONES

que poseen una y una sola respuesta ticas es alguien con una visión distorsio-
correcta y las que no. Séanos dado llamar nada o muy incompleta de sus creencias.
a la primera la tesis de la pluralidad de los No cabe creer en serio la tesis de la plu-
mundos (o TPM; es una denominación más ralidad de los mundos sin estar dispuesto
bien pomposa, desde luego, pero el inquie- a orientar la propia vida con arreglo a ella,
tante aspecto de la tesis invita a un tono aunque sólo sea en el sentido de sacar las
grave) y a lo que demanda el segundo la consecuencias de la implausibilídad de la
división del trabajo moral o DTM. Creo que tesis contraria. Si alguien entiende sin dis-
TPM y D1M no son obstáculos para el rea- torsión TPM, cabe esperar que muchos tro-
lismo ético; son razones para abandonar zos de su vida moral dependerán estre-
el realismo ético tal como lo hemos enten- chamente de la tesis y también a la inversa.
dido hasta aquí y para pensar en otra cosa, El enunciarla y el dar razones en pro suyo
a la que cabe \1 amar realismo ético de segun- (o en contra de su negación) serán epi-
do grado. Quien niega que- todas las pre- sodios normalmente entretejidos con acti-
guntas moralmente pertinentes admiten vidades muy variadas, tanto públicas como
una y una sola respuesta sostiene, desde privadas, de quien sostiene la tesis y cons-
luego, una tesis tocante a la naturaleza de tituirán partes muy importantes de su razo-
los enunciados morales y su relación con namiento práctico. Cabe aventurar que la
el mundo y contraria, por tanto, a otras creencia en la verdad de TPM es una creen-
tesis rnetaéticas, Pero lo dicho antes sobre cia que los individuos adquieren después
la insolvencia de la tricotomía entre metaé- de un largo proceso de aprendizaje y
tica, ética normativa y moralidad convida reflexión. Seguramente, nadie cree en la
a pensar que expresiones muy semejantes pluralidad de mundos morales sin haber
a TPM pueden tomarse a veces como juicios experimentado antes -quizá dolorosa-
normativos. Uno puede decir, inspirándose mente-la imposibilidad de conciliar esca-
en TPM: «desiste de buscarles la respuesta las rivales de bienes; la negación de TPM
correcta a preguntas que no la tienen», tenderá a verse no sólo como un error cog-
y también «sigue buscando la respuesta nitivo sino como la manifestación de la
correcta aun a sabiendas de que no la hay», inmadurez moral propia, o acaso de una
que son enunciados normativos de sentido inocencia perdida e irrecuperable. Quien
opuesto y desaconsejan creer que TPM pue- cree conscientemente en la tesis de la plu-
da parafrasearse como una norma cohe- ralidad de los mundos -y creer TPM es
rente. Pero acaso alguien opte por otras haber llegado a creerla-, no puede ima-
paráfrasis: «hagas lo que hagas con ciertas ginarse ya sosteniendo en serio lo contra-
preguntas, has de saber que no hallarás rio. Es probable que caiga a menudo en
[a respuesta» o «acostúmbrate a quitar de la tentación de suponer que TPM es falsa,
tu horizonte la esperanza de una respuesta pero esa tentación pertenece a la clase de
correcta para todo», o incluso «obra de las ensoñaciones suicidas. Ceder a la idea
tal modo que no presupongas la existencia de que hay una única escala de bienes tras
de una respuesta única allí donde no puede haber ordenado la vida propia según la
haberla». Estas tres últimas expresiones convicción contraria es como actuar cre-
normativas se siguen, creo, de TPM unida yendo que uno es inmortal o que puede
a una premisa normativa adicional por el llevar a cabo sucesivamente muchos planes
estilo de «evita el autoengaño sobre lo que biográficos incompatibles. Aunque uno se
sabes>, 42. Quien afirma que hay preguntas obstine en engañarse tenazmente sobre
morales sin respuesta o con más de una ello, los fracasos que irá cosechando lo
y entiende su afirmación meramente como arrastrarán muy pronto a vencer el autoen-
una tesis metaética sin consecuencias prác- gaño, porque cualquier forma de vida

ISEGORíA{17 (1997} 119


NOTAS Y DISCUSIONES

social mínimamente rica excluye que los que toma al de primer grado como una
individuos actúen fundándose en ese tipo más de las escalas éticas inconmensurables
de ensoñaciones. Seguramente, el momen- que poseen vigencia. Según esta nueva
to en que uno se convenció de la verdad tesis, habrá ocasiones de conflicto entre
de TPM fue un episodio significativo de su escalas pluralistas y escalas monistas y uno
biografía y, si imagina que de pronto la tendrá que ser pluralista a la hora de reco-
tesis se prueba falsa, ha de imaginar al mis- nocer el fuero que cada una de ellas posee
mo tiempo mudanzas muy grandes en su (lo que, generalizado, autoriza a irforman-
modo de concebir las cosas y de obrar. do un pluralismo de tercer grado y otros
La tesis cumple admirablemente la máxi- tantos de grados sucesivamente mayores).
ma de Peirce. Importa notar para los pro- Pero el pluralista de segundo grado está
pósitos de nuestra discusión que quien afir- en una tesitura tremendamente incómoda.
ma la tesis de la pluralidad de los mundos Tiene que admitir que el pluralismo de
proclama lo que a su juicio es una verdad. primer grado establece una escala de bie-
La TPM expresa una aserción perteneciente nes entre otras, y esto significa, natural-
a lo que debe llamarse conocimiento mente, que ha de admitir que la negación
moral: puede ser verdadera o falsa. Si del pluralismo tiene su propio ámbito de
admitimos la intuición falihilista, hemos de validez y que se darán seguramente situa-
imaginarnos dispuestos a revisar la creen- ciones en las que no quepa decidir entre
cia en la verdad de TPM, pero, por el el pluralismo y el monismo. Todo esto tie-
momento, creemos en ella y esto significa ne el aspecto de un rompecabezas hecho
que creemos que sería un error creer en con materiales que tienen que ver muy
la tesis contraria. Si alguien cree que un poco con la experiencia moral ordinaria
conflicto moral radical no lo es está equi- y con cualquier situación humana imagi-
vocado. y también lo está si piensa que nable. Pero no es así, porque cabe la posi-
entre dos escalas éticas inconmensurables bilidad, hace un rato mencionada, de que
puede eliminarse una. alguien convencido de la TPM tenga la ten-
Cabría creer que el sostener TPM es el tación de pasar a adoptar su contraria.
producto de una manera particular entre Quien se encuentre en esta tesitura puede
otras de ver las cosas; determina una escala llegar a cierto arreglo entre su creencia
de bienes (el pluralismo es bueno en su y su tentación decidiendo que cada una
ámbito) que ordena escalarmente las tiene cierto dominio de validez y resignán-
acciones según su mayor o menor grado dose a que algunos casos de conflicto sean
de satisfacción del ideal pluralista. Pero, radicalmente indecidibles, Quizá cupiera
desde luego, hay otras escalas de bienes, también imaginar casos de pluralismo de
las establecidas a partir de juicios según tercer grado y de grados superiores.
los cuales todos los bienes tienen que Lo enunciado por la TPM ha de tomarse
medirse con arreglo a un solo patrón. como verdad, aunque uno esté abierto a
Alguien pluralista viveen un mundo donde reconocer que puede no serlo. Para ser
también bay monistas y debe ascender a pluralista hay que admitir que el plura-
un pluralismo de segundo grado que reco- lismo es un bien y que, por tanto, el monis-
nozca la inconmensurabilidad del pluralis- mo es un mal, y esto está muy cerca de
mo de primer grado con respecto a otras decir que el pluralismo es verdadero y el
visiones.El pluralísta de primer grado pue- monismo falso. Si soy pluralista, lo soy por-
de, entonces, convertirse en un pluralista que creo que hay distintas maneras de ver
recursivo que aplica el pluralismo a su pro- el mundo que son valiosas, pero no puedo
pia concepción metaética 43. Resultará ser un pluralista de segundo grado que.
entonces un pluralismo de segundo grado admita también en cierto modo la íncon-

120 ISEGORíN17 (199?)


NOTAS Y DISCUSIONES

veniencia de ser pluralísta. Puedo afirmar serlo 44. Una intuición muy vieja sobre la
que hay, por ejemplo, cierta cantidad de verdad, que expresó a su manera Fríedrich
modos de vida distintos e incompatibles Schlegel, proclama que «cuanto más ale-
pero todos ellos valiosos, y entonces soy jado se está de la verdad pura, más puntos
pluralista de primer grado. Esto me como de vista parciales existen sobre ella» 45.
promete a sostener que es verdad que esos Pero Schlegel no llevaba razón: al contra-
modos de vida son valiosos y que es falso rio, lo que demanda la verdad a veces son
que sólo haya uno que lo sea. Si para poder precisamente puntos de vista parciales y
ser pluralista de primer grado tengo que una cuidadosa división del trabajo moral.
afirmar que el monismo es falso, entonces Hay preguntas morales que no admiten
no puedo ser pluralista de segundo grado. una sola respuesta correcta, pero sí hay
Pero podemos ahorrarnos todo este tra- (o eso cabe creer a falta de mejor eviden-
bajo, porque el pluralista de primer grado cia) una sola respuesta correcta a la pre-
no está obligado a serlo de segundo grado gunta de si hay preguntas sin una sola res-
ni de grados superiores ni puede, en rigor, puesta correcta.

NOTAS

I R Boyd, «How to Be a Moral Rcalist», en G.


debe incluir algún reconocimiento de su propia ineorn-
Sayrc-Mcro rd (ed.), Essays on Moral Realisr.n, Ítaca plctitud: cuando menos admitirá la existencia de cosas
(Nueva Yorkj/Londres: Cornell University Press,1988. o sucesos de los que ahora no tenernos conocimiento.
pp. 181-82. Boyd añade la exigencia de que «los cáno- La cuestión es sólo cuánto debemos admitir que pueda
nes ordinarios de razonamiento moral -junto con los
extenderse el mundo más allá de nuestra concepción
cánones ordinarios del razonamiento científico y del efectiva del mundo. Yo afirmo que éste puede contener
razonamiento fáctico ordinario- constituyen, al
no sólo lo que no conocemos y sin embargo no pode-
menos en la mayor parte de las circunstancias, un méto-
mos concebir; y afirmo también que este reconocimien-
do de fiar para la obtención y la mejora del cono-
to de la probabilidad de sus propios límites debe incor-
cimiento moral (aproxímado).»
porarse a nuestra concepción de la realidad. Esto equi-
2 D. Brink, Moral Reatism and the Foundations of
vale a una forma fuerte de antihumanismo; el mundo
Ethics, Cambridge: Cambridge Uníversity Press, 1989,
no es nuestro mundo, ni siquiera en potencia, Puede
pp. 17 Y ss, cit. por F. J. Davis, «Discourse Ethics and
ser pardal o ampliamente incomprensible para noso-
Ethieal Realism: A Realist Realignment of Díscourse
tros, no sólo porque carezcamos del tiempo o de la
Ethics», European Joumal of Philosophy, 2, 2 (1994),
capacidad técnica para llegar a una comprensión total
p.132.
de él, sino a causa de nuestra naturaleza" (Una visión
a Véase la taxonomía de los problemas del realismo
que ha dado Peter Railton en "Moral Realism: Pros-
de ningún lugar, Trad. J. Issa. México: Fondo de Cultura
pects and Problema», W. Sinnott-Armstrong, M. Tim- Económica, 1996, p. 157).
mons (eds.), Moral Knowledge? New Readings in Mora! " El ejemplo de un realismo respecto a 10 cómico
Epistemology, Nueva York/Oxford; Oxford Universüy lo emplea con otro propósito Crispin Wright en Truth
Press, 1996, pp. 49-81. and Obiectivuy, Cambridge, Massachusetts: Harvard
4 E. Gettier, «Is Justified True Belief Knowledgc?», University Press, 1992, pp. 7-12.
Analysir, 23 (1963), pp. 121-123. El artículo y textos 7 Se ha convertido en un tópico el creer que la

sobre el problema de Gettier se encontrarán en P. K. aparición de A Theory of Iustice de John Rawls en


Moser (ed.), Empirical Knowledge. Readings ín Con- 1971 abre una época nueva en la que la filosofía prác-
temporary Epistemology, Lanham (Maryland)1 Londres: tica abandona los vicios metuéticos y pasa a consagrarse
Rowman & Littlefield, 1996, pp. 237-265. a las cuestiones sustantivas que en verdad merecen
, La mejor manera que conozco de expresar esto la pena. La apreciación es falsa porque el extraordi-
se debe a Thomas Nagel, y creo que merece la pena nario valor de la obra de Rawls se debe esencialmente
citarla por extenso: «Cualquier concepción del mundo a que logra resultados sustantivos sólidos con una con-

18EGORíN17 (1997) 121


NOTAS Y DISCUSIONES

cepción nueva de la naturaleza del razonamiento iJ Abreviaré por economía de aquí en adelante

práctico. «ética normativa» como «ética».


R C. S. Peirce, «Cómo esclarecer nuestras ideas», 14 En alguna ocasión, Putnam ha proclamado ljue

en El hombre, un signo. E/ pragmatismo de Pcirce, ed. «la distinción entre ética normativa y metaética tiende
J. Vericat, Barcelona: Crítica, 1988, p. 210. O, en la a derrumbarse para los pragmatistas»: vid. «La impor-
formulación de James: «El método pragmático [...] tra- tancia del conocimiento no científico», Limbo, 2
ta de interpretar cada noción trazando sus respectivas (1997), p. 11 [suplemento de Teorema, XVI12 (1997)].
consecuencias prácticas. ¿Oué diferencia de orden Putnam ha dado la razón a Habermas en que la con-
práctico supondría para cualquiera el que fuera cierta clusión webcriana de que no hay una fundamentación
tal noción en vez de su contraria? [...] Cuando la dis- racional para los juicios éticos es algo «erróneo desde
cusión sea seria, debemos ser capaces de mostrar la el punto de vista intelectual y desastroso en sus efectos
diferencia práctica que implica el que tenga razón una sobre el "mundo de la vida" de las mujeres y los hom-
u otra partc.» W. James, Lecciones de pragmatismo, bres corrientes» (<<Pragmalism and Moral Objectivity»,
ed. R. del Castillo, Madrid: Santillana, 1997, p. 37. en Words and Life. cit., p. 151). La inquina antiwe-
9 Putnam ha hablado de lo que sugiere Cavell en beriana de Putnam es causante de algún malentendido
The Ctaim of Reason sobre el escepticismo en torno al respecto, según he sostenido en «Cómo encajar
a los objetos materiales y el tocante a las otras mentes. acciones en contextos: Sobre la "comprensión expli-
El primero de ellos no parece ser un problema cuya cativa" en lafilosofia de la ciencia social de Max
solución afecte a la vida real de la gente, mientras Weber», en A. Estany, D. Quesada (eds.), Actas del
que el segundo sí lo hace (está implicado, cuando II Congreso de la Suciedad de Lógica, Metodologla y
menos, el poder hacer daño impunemente a otros). Fdosofia de la Ciencia en España, Bellarerra: Unívcr-
Vid. H. Putnam, «Does the Disquotational Theory Sol- sitat Autónoma de Barcelona, 1997, pp. :>74-378.
ve AlI Problems?», en Words and Life, ed. J. Conant, rs En otros lugares he tratado de abundar más en

Cambridge, Massachusctts: Harvard University Prcss, este asunto. Vid. por ejemplo «¿Es posible lograr un
1994,p. 277. equilibrio reflexivo en torno a la noción de autono-
¡~ Un argumento del tipo de los que Putnam ha mia?»,en R. R. Aramayu.J. Muguerza.A, Valdecantos
llamado de indispensabilidad. Vid. «Philosophy of (eds.), El individuo y la historia, Barcelona: Paidós,
Logic», en Mathematics, Matter; and Method, Cambrid- 1995, pp. 99-131.
ge: Cambridge University Press, 1979; y «Pragmatism 16 Pueden valer para el caso las observaciones de

and Moral Objectivity», en Words and Lile, cit. Hay Putnam en varios lugares: «Beyond the Fact/Value
traducción castellana de este último artículo en La Dichotomy», en Realism with a Human Face, ed. J.
herencia del pragmatismo, Barcelona: Paidós, 1997. Conant, Cambridge, Massachusetts: Harvard Univer-
11 Aunque no es éste el lugar de poder justificar síty Press, 1990, pp. 135·141; «The Place of Facts in
mi tesis, sostendré {jue toda ética normativa mínima- a World of Values,', op. cit., pp. 142-162; «Objectivity
mente rica ha de poseer tanto normas como atribu- and t he Sclencc/Ethics Distincrion», op, cit.,
ciones de bien. Quizá toda atribución de bien pueda pp. 163-178. Véase además la conferencia ya citada
convertirse en una norma y viceversa, pero creo que «La importancia del conocimiento no científico». Han
no se gana nada valioso con esta reducción. Mi argu- de verse también los estudios de Ramón del Castillo,
mentación posterior no dependerá de esta tesis, si bien «Valores y racionalidad: Hílary Putnam y el legado
quizá pueda contribuir a hacerla plausible en cierto de la filosofía norteamericana», Éndoxa: Series ji/osó-
grado. ficas, 4 (1994), pp. 99-128, Y"La última cara del rea-
" Ciertamente, este uso de «moralidad» está más lismo. Comentarios a una conversación con Putnam»,
próximo a la Sitttichkeu que a la Mora/itat en la jerga Anábasis (Madrid}, en prensa.
hegeliana, lo que trae consigo complicaciones al tra- 11 Debo esta expresión a Carlos Pereda.

ducir al español términos de autores alemanes más 1" Sendas citas de Michael Sandel y de Alasdair
o menos deudores de la tradición hegeliana (más ade- . MacTntyre pueden ser útiles para ilustrar lo que digo:
lante habrá ocasión de tropezar con dichas dificulta- "La filosofía política [es algo] inexorable [...] en el
des). Seria muy deseable llegar a un uso idiomático sentido de que forma parte del mundo desde un prin-
que soslayara tan fastidiosos problemas, pero no acier- cipio; nuestras prácticas e instituciones son encarna-
to a imaginar cuál podría ser ese uso (no creo, por ciones de temía. Participar en una práctica política
ejemplo, que «eticidad» pueda llegar a imponerse en es hallarse ya en relación con la teoría» [M. Sandel,
el castellano ordinario ni tampoco que con ella se gana- «The Procedural Republic and the Unencumbered
ra gran cosa). Self», Political Theory, 12, 1 (l984), p. 811. «En cada

122 ISEGORíAI17 (1997)


NOTAS Y DISCUSIONES

una [de las tradiciones], la indagación intelectual era quiere, que no quiere, que imagina también y que sien-
o es parte de la elaboración de un modo de vida social te»; Meditaciones metafisicascon objecionesy respuestas,
y moral del que la indagación intelectual misma era Meditación segunda, trad. de V. Peña, Madrid: Alfa-
parte integrante, y en cada una de esas tradiciones guara, 1977, p. 26) o los «movimientos del alma» de
las formas de vida se hallaban encarnadas con mayores Platón (<<El alma {...] dirige cuanto hay en el ciclo,
o menores grados de imperfección en instituciones en la tierra y en el mar con sus propios movimientos,
sociales o políticas cuya vida se derivaba también de a los que damos los nombres de "querer", "observar",
otras fuentes» [A. Maclntyre, Wltose Justice? Whieh "prevenir", "deliberar", "opinar recta o falsamente",
Rationalityr, Notre Dame (Indiana): Uníversity uf de "alegría", "dolor". "confianza", "miedo", "amor?»;
Notre Dame Prcss, 1988, p. 349]. Estas ideas perte- Leyes, X, 896e-897a, trad. de J. M. Pabón y M. Fcr-
necen de pleno derecho a 10 que Carlos Thíebaut ha nándcz-Galiano, Madrid: Instituto de Estudios Polí-
llamado «la verdad del comunitarismo» (Los límites
ticos, 1960). El uso cartesiano es, por lo demás, extraor-
de la comunidad, Madrid: Centro de Estudios Cons-
dinariamente afín al de Frege en su trabajo «Dt:r
titucionales, 1992, p. 12), una verdad que, naturalmen-
Gedankc» [I'id. la traducción castellana de C. Pereda,
te, no ha de obligar a prestar adhesión a las teorías
«El pensamiento. Una investigación lógica», en M. val-
comunítaristas en bloque. Me parece que este conjunto
dés (ed.), Pensamiento y lenguaje. Problemas en la atri-
de problemas ha de ser abordado prestando más aten"
bución de actitudes proposicionales, México; Universi-
ción de la habitual a los fenómenos -ubicuos, según
dad Nacional Autónoma de México, 1996, pp. 2348].
creo- de la recepción no intencionada de las teorías
normativas. Me he ocupado de esto en «Entre Leviatán " Vid. el ensayo segundo ("El ciudadano y su
y Cosmópolis. Kant, Hobbes, la dicotomía hecho/valor moral: lógica de la autonomía, lógica de la autenti-
y los efectos no intencionados de las teorías políticas», cídad») de C. Thiebaut, F:lciudadano. Un sujeto reflexi-
en R. R. Aramayo, J. Mugucrza, C. Roldan (eds.), La 1'0 en una sociedad compleja, Barcelona: Paídós, en

paz y el ideal cosmopolita de la Itustracián, Madrid: prensa.


Tecnos, 1996,pp. 215-324. 24 El {OCllS clásico es H. Frankfurt, «Frcedom of

'9 «The Moral Philosopher and thc Moral Lífe», the WiH and the Concept of a Person», en G. Watson
en The WilI to Relieve and Other Essays in Popular Phi- (ed.), Free Will, Oxford: Oxford University Press, 1982,
losophy, Nueva York: Longrnans Green & Co., lR97, pp. 81·95. En el reciente f;'gonomics de Jon Elster (Bar-
p, 184. Hay una vieja versión castellana: «Los mora- celona: Gedisa, t997) se encontrará abundante infor-
listas y la vida moral», en La voluntad de creery otros mación sobre este problema. desde la perspectiva de
ensayos de filosofía popular, trad. S. Rubiano, Madrid: la revisión elsteriana de la teoría de la elección racional.
Daniel Jorro, 1922,p. 177.Sobre este artículo de James Las obras de Antoni Doménech [en particular De la
es del mayor interés el estudio de Ruth Anna Putnam ética a la política (De la razón eróticaa la razón inerte},
«The Moral Lifc 01' a Pragmatist», en O. Flanagan, Barcelona: Crítica, 19891 son la mejor aplicación de
A. O. Rorty (eds.), ldentity, Character; and Morality. la teoría de las preferencias de segundo orden a la
Essaysin MoralPsydlOlogy, Cambridge, Massachusetts: filosofía práctica. Una muy inteligente crítica, en la
The MIT Press, 1990, pp. 61-89.
que no podré entrar aunque sin duda merecería la
~I Essaysin Radical Empiricism, intr. E. K. Suckíel,
pena hacerlo, al punto de vista de Harry Frankfurt
Lincoln (Nebraskaj/Londres: Univcrsity of Ncbraska
es la desarrollada pr Carlos J. Moya en "A Paradox
Press, 1996. pp. 39-91.
in Compatibilíst Accounts ofFree Wilt and Moral Res-
" Lo anterior se halla muy cerca de la metáfora
ponsibñity», Critica, 27 (1995), pp. 119-127, Y«Libertad
del barco de Neurath. Vid. Foundations 01 the Social
y responsabilidad moral», en J. E. Corbí y C. J. Moya
Sciences, vol. Ir, n. 1 de Foundations of the Unity of
(eds.), Ensayos sobre libertad y necesidad, Valencia:
Sciences. Toward an lnternatlonal Encyclopaedia ojUni-
Pre-Textos, 1997, pp. 113-132.
fied Science, Chicago: The University of Chicago Press,
1944. p. 41. zs Sobre lo abigarrado de la familia véase O. Hans-
za La terminoíogía russclliana de «actitudes pro- berg, La diversidad de tas emociones, México: Fondo
posicionales», común en la filosofía analítica, puede de Cultura Económica, 1996.
ser sustituida sin mucha pérdida de significado por 26 Es verdad que a veces son ambiguas, como quizá

otras de la filosofía clásica, como los «pensamientos» acontezca con la nostalgia. Pero una emoción ambigua
de Descartes (<<¿Qué soy, entonces? Una cosa que puede verse como una emóción que aún no se ha for-
piensa. Y ¿qué es una cosa que piensa? Es una cosa mado del todo o que está en trance de ser ree laborada
que duda, qUt: entiende, que afirma, que niega, que por obra de alguna creencia o deseo.

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NOTAS Y DISCUSIONES

'1 El esquema de las teorías ernotivistas era que dozo Law Review, 17, 4-5 (1996), pp. 1083-1127. La
uno tiene una emoción y entonces profiere una pseu- respuesta de Habermas a McCarthy se encontrará en
doproposíción, pero esto es escandalosamente unila- su «Reply to Symposium Participants, Benjamin N.
teral. El ejemplo de la indignación puede ser útil: no Cardozo School of Law», Cardozo Law Review, 17, 4-5
vale el decir que cuando me indigno digo que algo (1996), pp. 1477-1557. Una aportación muy sustantiva
es incondicíonadamenre malo; más bien ocurre que, al debate se encontrará en C. Lafont, "Universalismo
para indignarme, necesito creer que algo es de ese y pluralismo en la ética del discurso», en el presente
tipo, aunque sin duda la emoción y la creencia coo- número de lsegorla.
peran mutuamente a su formación. " Vid. sobre este concepto M. C. Nussbaum, «The
2R Un caso interesante de ello es el que comenta discernment of perception: an Aristotelian account of
Rafael Sánchez Ferlosio a propósito de la cláusula «ab prívate and public rationality» y «Plato on conmen-
ira tua liberanos; Domine'» (<<Tres pecios", El País, 17 surabilíty and desire», en Love's Knowledge, Essays on
de agosto de 1997, p. 9). Philosopbyand Literature, Nueva York/Oxford: Oxíord
,. Me he ocupado de esta visión del yo en "El University Press, 1990, pp. 54-105 Y 106-124" res-
sujeto construido», M. Cruz (ed.), Tiempo de subje- pectivamente.
tividad, Barcelona: Paid6s, 1996, pp. 199-220. lO Las dos mejores defensas que conozco de la exis-
.1lI Cabría imaginar a alguien muy inmunizado con- tencia de conflictos morales radicales son la de B.
tra el autodcsprecio, pero, en la medida en que ese WilIiams, «Ethical Consistency», Proceedings o/ the
individuo interactúe mínimamente con otros, provo- Aristotelian Society, supplementary volume 39 (1965),
cará seguramente emociones de desprecio en sus seme- pp. 103-124, Y la de M. C. Nussbaum, «Esquilo y el
jantes. La estructura de las emociones y las creencias conflicto práctico», en La fragilidad del bien. Fortuna
humanas es tal que si alguien tropieza con un individuo y ética en la tragedia y la filosofia griega, trad. A. Bailes.
que confiesa alegremente «mi carácter es nauseabun- teros, Madrid: Visor, 1995, pp. 53-87.
do, pero ¿y qué?; es mío y no estoy dispuesto a cam- " J. P. Sartre, El esistenciatismo es un humanismo,
biarlo», se dispara de inmediato un mecanismo que trad. V. Prati, Barcelona: Edhasa, 1991, pp. 27-31.
provoca el desprecio. " Véa-se la formulación del dilema en los
~I He desarrollado algo más esta última idea en w. 205-216 del Agamenón (traducción castellana de
mi ponencia"Yoes pretéritos», presentada al Coloquio B. Perca de las Tragedias de Esquilo con introducción
Internacional «Individuo y sujeto: modelos alremati- de M. Fernández-Galiano, Madrid: Gredas, 1993,
VOS", celebrado en la Universidad Veracruzana (Xa- p. 381). El capítulo de Martha C. Nussbaum antes
lapa) en mayo de 1997. Las contribucloncs a dicho citado es el mejor estudio de este dilema.
Coloquio se publicarán próximamente en un volumen 3' Es un ejemplo del noveno tropo de Sexto Empí-
compilado por Mariflor Aguilar. rico (Esbozos pirránicos, trad. A Gallego Cao y T.
.'2 De esto me ocupé en mi artículo ya citado «¿Es Muñoz Diego, Madrid: Gredos, 1993, pp, 96-97), lla-
posfble lograr un equilibrio reflexivo en torno a la mado «según los sucesos frecuentes o los raros". Sexto
noción de autonomía?», en R. R. Aramayo, J. Muguer- habla del terror que producen los cometas en com-
la, A. Valdecantos (eds.), El individuo y la historia, paración con el que causa el sol, pero «si imaginamos
Barcelona: Paidós, 1995, pp. 99-131. Carlos Pereda me que el sol apareciera o se pusiera muy de vez en cuando
ha propuesto hablar de «intuiciones fuertemente y que iluminara todo de golpe o hiciera cubrirse todas
atrincheradas». las cosas de sombras repentinamente, nos daremos
" D. Davidson, «Verdad y conocimiento: una reo- cuenta del mucho terror de esa situación» (p. 96). Sólo
ría de la coherencia», en Mente, mundo y acción, ed. percibimos que son conflictos radicales algunos que
e. J. Moya, Barcelona: Paidós, 1992, pp. 73·97. sorprenden por lo inusual -y el problema del alumno
J' En varias exposiciones y críticas de la filosofía de Sartre, como el de Agarnenón, no es por ventura
práctica de Habermas, Thomas McCarthy ha hablado de los que se suscitan a diario-, pero quizá todos
de «la premisa de "una única respuesta correcta?». los casos de la experiencia moral ordinaria podrían
Pueden verse el capítulo 7 de Idcals and lllusions (hay aparecer como conflictivos si fueran infrecuentes.
traducción castellana de Á. Rivera, «El discurso prác- 4(J Véanse L Wittgenstein, Über Gf:wissheit, hrsg,
tico: sobre la relación de la moralidad con la política», 'Ion G. E. M. Anscombe, G. H. von Wright, Oxford:
en Ideales e ilusiones. Reconstruccion y deconstruccion Blackwell, 1979, trad. castellana de J. LL Prades y V.
en fa teoría critica contemporánea, Madrid: Tecnos, Raga, Sobre la certeza, Barcelona: Gcdisa, 1991, §§ 24,
1992, pp. 193-212) Y «Legitimacy and Diversity: Día· 115, 122,220,221,247,625; Y H. Putnarn, Words and
Icctical Rcflections on Analytícal Distinctions», Cal" Lifr, cít., p. 152.

124 rSEGORíA/17 (1997)


NOTAS Y DISCUSIONES

., Al realista le queda franca, desde luego, la sen- castellana de los dos primeros capítulos de la obra
cilla escapatoria de aducir quc sólo "las demás» cues- de Bloor en L. Olivé (ed.), La explicación social del
tiones son las morales y que ese abigarrado conjunto conocimiento, México: Universidad Nacional Autóno-
de preguntas sin respuesta correcta pertenece a otro ma de México, 1994, pp. 93-145]' Una muy penetrante
ámbito en el que bien no ha lugar a inquirir por la discusión del problema de la reflexividad se encontrará
vigencia del realismo, bien puede cederse de buen gra-
en E. Lamo de Espinosa, La sociedad reflexiva. Sujeto
do al antírreallsta, La escapatoria así tomada es cual-
y objeto del conocimiento sociologico, Madrid: Centro
quier cosa menos un dechado de elegancia, pero su
de Investigaciones Sociológicas, y una demoledora crí-
dignidad intelectual puede salir airosa si se esgrimen,
tica de las pretensiones del programa fuerte en C. U.
como es el caso de Habermas, argumentos adicionales
Moulines, Pluralidad J' recursióll. Estudios epistemoló-
contra la pertinencia propiamente moral del grupo de
gicos, Madrid: Alianza, 1992, pp. 110-128. Me he ocu-
cuestiones que se abandonan: está bien, cabe creer,
pado de los problemas suscitados por las propuestas
que no haya una sola respuesta correcta para las pre-
guntas sobre la felicidad y la autorrealización individual de Moulines y dc Lamo de Espinosa en «La inde-
porque lo contrario acarrearia problemas muy desa- terminación de los contextos. ¿Una nueva paradoja
pacibles a la tesis, previamente adoptada como irrc- relativista?", recogido en E. de Bustos, J. Echcverrfa,
nunciable por razones de teoría social y de filosoña E. Pérez Sedeño, M.I. Sánchez Balmaseda (eds.),
de la historia, que proclama la dicotomía estricta entre Actas del 1 Congreso de fa Sociedad de Lógica, Meto-
10 privado y lo público. No es éste el lugar de poder dología y Filosofía de la Ciencia en España, Madrid:
criticar adecuadamente la tesis de Habermas. Ha de UNED, 1993, pp. 533-537, Y en el ya citado "Entre
bastarnos con proclamar que no es necesario expulsar Leviatán y Cosmópolis», pp. 303-311.
allende los confines de la moralidad las preguntas .. En un reciente estudio de John Gray se contiene
rebeldes al realismo. Vid. J. Habermas, «Los usos prag- una aguda discusión de la tesis de Isaíah Berlin sobre
máticos, éticos y murales de la razón práctica.., en la incompatibilidad o inconmensurabilidad última de
M. Herrera Lima (cd.), Jütgen Habermas: moralidad. los valores y concepciones del hien. John Gray se pre-
ética y politica. Propuestas y criticas, México: Alían- gunta por lo que distingue al pluralismo de Bcrlin del
zaIPatria. 1993. escepticismo y el relativismo éticos. Según Gray, a Ber-
.0 La objeción a esto es que el autoengaño puede
lin debe considcrárselc un realista ético (y no, en modo
ser muy conveniente a veces 'f estar moralmente reco- alguno, un escéptico o un relativista) puesto que su
mendado. Pero la respuesta a esta objeción es que tesis de que los conflictos entre valores últimos son
el autoengaño generalizado no puede justificarse y ade- genuinos conflictos entre bienes irreductibles e incon-
más es imposible. Vid. sobre el autcengaño D. David-
mensurables corresponde a algo que sabemos. Puede
son, «Paradoxes of Irrationality», en P. K. Moser (ed.),
sostenerse la tesis de Berlín, cree Gray, en la medida
Rationality in Actiotl. Contemporary Approaches, OIm-
en que viene dada por «nuestro conocimiento de la
bridge: Cambridge Uníversity Press, 1990, pp. 449·464.
realidad moral» (p. 85), por el hecho de que creer
.) La recursividad o «reflexividad» de las teorías
otra cosa sería una falsificación. Que los bienes están
tiene una buena ilustración en el llamado «programa
en conflicto es «una característica fundamental de
fuerte» de la sociología del conocí miento. Además de
nuestra experiencia ordinaria [...], de la misma manera
los requisitos de «causalidad", «imparcialidad» y "si-
metría», David Bloor cxigía ya en su obra de 1976 que forma parte de esa experiencia que somos sujetos
Knowledge and Social Irnagery (Londres: Routledgc & libres, no objetos deterministas» (ibid.). Vid_ J. Gray,
Kcgan Paul, pp. 4-5) la exigencia "reflexiva" de que Isaiah Berlin, trad. G. Mufioz, Valencia: Edicions
los patrones de explicación de la sociología del cono- Alfons el Magnánirn, 1996, capítulo 2 ("Pluralismo»),
cimiento tengan que aplicarse a la sociología del cono- pp. 55·101, Yen particular pp. 85-86.
cimiento misma, salvo riesgo patente de que el pro- 4j F. Schlegel, Sobre el estudio de [a poesla griega,

grama Iuerte refute sus propias tesis. [Hay traducción trad. B. Raposo, Madrid: Akal, 1996, p. 74.

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