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Estas reflexiones tienen como fundamento la Exhortación apostólica del Papa Juan Pablo II (Familiaris

consortio) y la Carta pastoral de los Obispos vascos (Redescubrir la familia)

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Icono de la Trinidad -el de Roublev, que es muy conocido, puede ser adecuado para el caso- y tres
cirios de distinto tamaño, incluso color, que permanecerán a lo largo de los encuentros. Cada día,
iremos añadiendo un signo más.

MONICIÓN DE ENTRADA
“Llamados a vivir la fe en familia” es como podríamos resumir el 2ª Objetivo de nuestra
Programación Pastoral Diocesana. Durante el presente curso pastoral 2008-2009, guiados por el
lema “la atención pastoral al matrimonio y a la familia”, nuestra iglesia diocesana de Teruel y de
Albarracín, está organizando y realizando diferentes acciones: “cuidar y potenciar todos los
acontecimientos familiares en la parroquia: aniversarios de bodas, día del padre, de la madre, el
día de la familia, fiestas de Navidad… y facilitarles materiales adecuados, como ayuda para la
oración y transmisión de la fe” (acciones diocesanas curso 2008-2009). En sintonía con este
objetivo diocesano, desde la Delegación Diocesana de Liturgia queremos aprovechar los encuentros
de esta Cuaresma para reflexionar sobre la familia, e iremos indicando y subrayando cuáles son sus
valores y aportaciones más importantes. Y finalizaremos cada encuentro dando gracias y orando
Dios por nuestra familia, por la familia. Comencemos este primer encuentro cantando juntos.

CANTO DE ENTRADA
Unidos Señor, en caridad (CLN 703)

SALUDO Y GESTO
Ante nosotros hemos colocado este precioso icono de la Trinidad, queriendo expresar
nuestra fe en un Dios que es comunión de amor de tres Personas. La familia cristiana, también
quiere ser comunión de personas distintas, unidas por el amor. Vamos a encender estos tres cirios
como signo de la diversidad en la unidad. Tres personas distintas de nuestra comunidad cristiana se
acercarán a encenderlas mientras escuchamos este texto:

TEXTO PARA MOTIVAR NUESTRO ENCUENTRO


Dios es familia, Común-Unión perfecta.
La familia que vive en el amor es icono trinitario,
es la cara de Dios, es la iglesia doméstica, porque vive en dinamismo de comunión.
Dios bendice a las familias que aman con abundancia de frutos.
El amor de la familia es fuerte, apasionado, abnegado, es respetuoso,
libre y delicado, es paciente y esperanzado.
Los frutos crecen y sazonan con el agua de la ternura, con el sol de la entrega,
con el fuego del sacrificio, con el aire de la libertad,
en la tierra del amor.

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EVANGELIO
La familia es comunidad de amor. El amor es la roca sobre la que edificarla, sólida y estable.
Sentados, escuchemos este pasaje de Mt 7, 24-28.

PAUTAS PARA LA MEDITACIÓN


(Para estas meditaciones, nos servimos de la Exhortación apostólica del Papa Juan Pablo II, “Familiaris
consortio” sobre la familia, editada el año 1981, y de la Carta pastoral de los obispos de las diócesis vascas
“Redescubrir la familia”, publicada en la Cuaresma de 1995)

El amor, vocación primera


La fe cristiana confiesa que, el ser humano es creatura de Dios, hechura de sus manos, fruto
y consecuencia de su ser Amor. Dios es Amor, un amor que se vierte, que se extralimita, que se
derrama y genera vida por doquier y que, en el caso del ser humano, además, lo dota de su propio
sello, de su propia imagen. El ser humano es, por ello, la única creación que Dios quiere para sí, que
Dios ha hecho imagen, signo, presencia de sí mismo. Dios ha creado al hombre a su imagen y
semejanza, llamándolo a la existencia por amor (FC 11). Dios los creó hombre y mujer, diferentes
y complementarios, pero de igual dignidad, como subrayan los obispos en su Carta pastoral (RLF
39).
En cuanto que imagen y semejanza de Dios Amor, el amor no está únicamente en el
principio del ser humano, en su génesis, sino que también en su destino, en su futuro y, por lo tanto,
en su íntima identidad. Consecuentemente, el ser humano se define como el ser capaz de amor y
comprende su existencia como realización paulatina de esa capacidad que configura su identidad.
Por ello, el ser humano que no está abierto al amor, no ha dado con el sentido y la finalidad de su
existencia. Tal y como afirma el Papa en su Exhortación creándola a su imagen y conservándola
continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y
consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es, por
tanto, la vocación fundamental e innata de todo ser humano (FC 11).
Cuando el Papa sostiene que la comunión, la recíproca pertenencia, la mutua donación (FC
11, 13 y 14) constituyen la vocación del ser humano, se está afirmando que está destinado a
realizarse como tal desde el encuentro, desde la complementariedad, desde la presencia y cercanía,
desde la complicidad, desde el compartir la existencia con otro ser humano. El hombre/la mujer se
descubre a sí mismo como tal, como ser humano, frente a otro ser humano, junto a otro ser humano.
El hombre descubre su identidad cuando es capaz de “vivir con”, cuando se considera a sí mismo
“viviendo desde”, cuando se encuentra con un “TÚ” que le hace ser y existir. En la misma línea, los
obispos afirman que en la comunión, en la entrega, en el amor, en definitiva se encuentra la clave de
la felicidad humana (RLF 40)

El bien de los cónyuges como objetivo primordial del matrimonio

Siguiendo al documento conciliar “Gaudium et spes”, la Exhortación del Papa define el


matrimonio como íntima comunidad de vida y de amor (FC 17). De esta concepción debemos
deducir que, el objetivo primero del matrimonio es la vida de quienes la han contraído: su plenitud,
su realización como personas y, en consecuencia, como circunstancia en la que la vida es
descubierta como ocasión para amar y ser amado, y como contexto en el que experimentar que el
sentido de la vida se halla en el amor. Y, la capacidad del ser humano de amar, de entregarse, de
comunicarse, encuentran en la vida matrimonial y familiar el cauce por el que ir concretándose
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hasta el punto de convertirse en fundamento sobre el que va logrando realizarse como persona,
como nos recuerdan los obispos (RLF 40). Por ello, es imprescindible que, en la vida matrimonial,
ninguno de los componentes prevalezca sobre el otro para eliminarlo, es decir, que el sometimiento
no sea la base que confiere estabilidad. Es importante que cada uno de los miembros encuentre en el
marco del matrimonio las posibilidades y facilidades para ir creciendo como persona, de modo que
el amor sea la fuente y estímulo incesante para acoger, respetar y promover a cada uno de sus
miembros en la altísima dignidad de personas (FC 22).
Así, podríamos atrevernos a contemplar y definir la familia como espacio en el que se han de
dar las condiciones necesarias para que cada uno de los que lo integran vayan madurando en
humanidad. Recogiendo una expresión del documento conciliar “Gaudium et spes”, la familia ha de
ir configurándose como escuela de humanidad más completa y más rica (FC 21).
Desde esta concepción de matrimonio como comunidad de vida, desde estos fines de la
promoción del otro, de la búsqueda de la humanización mutua que persigue el matrimonio, la
sexualidad, la entrega sexual, ha de ser entendida y acogida como símbolo elocuente del fin que
primordialmente ha de perseguir el matrimonio: expresión del amor que es capaz de donarse sin
reservas; signo de alterocentrismo, de la búsqueda del bien del otro, de comunicación y comunión,
como recalcan los obispos en su Carta pastoral (RLF 40-41), pues no es algo puramente biológico,
sino que afecta al núcleo mismo de la persona humana en cuanto tal (FC 11). Afecta y proviene del
núcleo del ser humano, y es extroversión de lo más propio e íntimo de la persona. Por tanto, hay que
realizar una valoración positiva de la sexualidad, insertándola en el marco de la concepción
personalista del hombre y de la mujer, y entendiéndola desde el fin primordial del matrimonio de
progresar en la comunidad de vida y amor. El matrimonio no es “remedio para la concupiscencia. El
sexo, integrado en el amor, es valioso instrumento de comunicación de la pareja, imprescindible
para la realización del proyecto amoroso que supone el matrimonio.

BREVE SILENCIO
Cuestiones para motivar la meditación personal:

Piensa en tu vida, observa en ese caminar cómo el amor ha ido dando forma a tu existencia,
cómo el amor ha ido orientándola y conduciéndola.
Retrocede en tu historia y rememora tu vida afectiva y familiar: el enamoramiento, el noviazgo
y el matrimonio, la familia, los hijos... Piensa en todo aquello por lo que te sientes satisfecho e
incluso orgulloso.

ACCIÓN DE GRACIAS Y GESTO


Junto al icono de la Trinidad, colocamos esta vasija de cerámica queriendo expresar así que el amor
es algo hermosísimo, pero frágil y quebradizo y, por tanto, necesita ser cuidado, cultivado, mimado.
Pero la fragilidad no disminuye su belleza, al contrario. Por ello, queremos dar gracias a Dios que
nos ha hecho capaces de amar, y nos ha ayudado a descubrir que el amor es el fundamento de la
vida. Cantamos juntos: Hoy, Señor, te damos gracias (CLN nº 604).

ORACIÓN FINAL
Como si se tratara de una letanía, el que preside la celebración lee la frase entera y todos los
reunidos repiten a una la última parte.
- Señor nuestro, que construyamos nuestra casa sobre la acogida del otro y la escucha

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sobre la acogida del otro y la escucha
- Señor nuestro, que construyamos nuestra casa sobre el respeto y la mutua comprensión
sobre el respeto y la mutua comprensión
- Señor nuestro, que construyamos nuestra casa sobre la responsabilidad y el servicio mutuos
sobre la responsabilidad y el servicio mutuos
- Señor nuestro, que construyamos nuestra casa sobre la generosidad y la entrega
sobre la generosidad y la entrega
- Señor nuestro, que construyamos nuestra casa sobre la confianza y el cariño
sobre la confianza y el cariño

DESPEDIDA

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MONICIÓN DE ENTRADA
La familia es la realidad humana más hermosa y más gratificante. En ella recibimos la vida y
los valores desde los que hay que construirla, en ella recibimos amor gratuito y aprendemos que es
el amor lo que da sentido a nuestra existencia y, por ello, nos aventuramos a enamorarnos y a
formar nuestra propia familia. Vamos a dar gracias a Dios porque somos fruto del amor, porque
hemos recibido mucho amor, porque hemos dado y seguimos ofreciendo todo nuestro amor, un
amor que hace de nuestras familias comunión, unión de corazones. Cantemos juntos.

CANTO DE ENTRADA

Pueblo de reyes (CLN 401)

PARA MOTIVAR NUESTRO ENCUENTRO


Como si se tratara de una letanía, el que preside la celebración lee la frase y todos los reunidos
contestan repitiendo a una: No amar es morir.

El amor es confianza en sí y en el otro No amar es morir


El amor se desarrolla lentamente, con tacto y cuidado
El amor no es competitivo, sino gratuito
El amor permanece abierto, siempre en camino, para crecer
El amor es expansivo, abierto a la fecundidad y a la comunidad
El amor es juguetón, no ligero, sí espontáneo
El amor es sincero, no tiene nada que callar ni ocultar
El amor es estimulante, desde la mutua estima
El amor es delicado, siempre respetuoso

EVANGELIO
El amor es como el vino del que nos habla el pasaje evangélico: nos alegra, nos embriaga, nos
arrebata, nos da vida y nos conduce a darla... Sentados, escuchemos el texto de Jn 2, 1-10.

PAUTAS PARA LA MEDITACIÓN


Rasgos del amor humano y Sacramento del Matrimonio
La Exhortación “Familiaris consortio” constituye una clara invitación a valorar de modo
positivo los elementos que componen el amor humano, las características que definen el amor
verdaderamente humano. Serán justamente estos rasgos los que definirán y, también, perfilarán el
Sacramento del Matrimonio. Desde una visión antropológica del Sacramento del Matrimonio,
podría concluirse que las actitudes imprescindibles para vivir, realizar y expresar el amor humano,
el amor entre personas, se convierten en elementos necesarios para constituir el Sacramento.
La renuncia al egoísmo y la conversión continua (FC 18) son actitudes humanas ineludibles
para cualquier matrimonio o pareja que desee que el amor que se profesan llegue a ser un proyecto
existencial.

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La exclusividad y la fidelidad a una persona no son valores que pertenezcan únicamente al
concepto cristiano de matrimonio: son una realidad antropológica, que se verifica en la experiencia
humana, pues, un amor, para tener visos de veracidad, no se entrega a cualquier persona, sino que
tiene un objetivo único y exclusivo. Una persona cuyo amor es disperso e indeterminado, no es
capaz de un amor verdadero. Una persona se enamora de otra concreta, con sus características, con
sus peculiaridades, con su originalidad, y no puede enamorarse de otra, sin que este segundo
enamoramiento ponga en cuestión su capacidad para un amor verdaderamente entregado y
comprometido. Desde una perspectiva meramente humana, no es posible vivir un amor verdadero
simultaneando el objetivo del mismo. La exclusividad es, por tanto, exigencia “natural”, obvia, del
amor verdadero, exigencia interior del pacto del amor conyugal que se confirma públicamente
como único y exclusivo (FC 11).
De igual modo puede afirmarse que, un amor verdadero implica la indisolubilidad del
vínculo. La existencia o cesación del amor verdadero no puede depender de los avatares y cambios
que acontecen a lo largo de la existencia humana, como se afirma habitualmente: “en la vida pueden
ocurrir muchas cosas”. Pero, la veracidad del amor se manifiesta, justamente en que los
acontecimientos que puedan suceder no la hacen sino crecer y madurar. Los obispos manifiestan
que, en la diversidad del hombre y la mujer, en su complementariedad y apertura a la donación
existe una vocación a la totalidad y permanencia (RLF 39). El amor verdadero tiende a convertirse
en proyecto, en un fin, en una meta por la que vivir cada día, por la que luchar y trabajar con
ahínco, con voluntad. El amor que no pueda conferir sentido de finalidad y totalidad a la vida
humana, no es verdadero, sino accesorio y, por tanto, incapaz de duración. De modo que
concluimos que, no solamente en virtud del carácter sacramental ha de ser el matrimonio
indisoluble, como afirma la Exhortación (FC 13), sino que la misma esencia del amor verdadero
lleva inscrita la exigencia de entrega indisoluble y duradera.
De estas propiedades devienen o emanan otras como el de la comunión, bellamente expuesto
en la Exhortación, citando la “Humanae vitae”: el amor conyugal comporta una totalidad en la que
entran todos los elementos de la persona... mira a una unidad profundamente personal, conduce a
no hacer más que un solo corazón y una sola alma (FC 12).

Matrimonio, proyecto de vida


De esta unión plena en el amor, el matrimonio aparece bajo la figura de proyecto de vida:
como futuro a realizar caminando en comunión de amor y vida, siendo uno complemento del otro,
necesitando del otro para descubrirse a sí mismo, compartir todo su proyecto de vida, lo que tienen
y lo que son (FC 19).
No hemos de olvidar que, el amor, es tarea por la que hay que trabajar a diario; que es meta
hacia la que hay que caminar a diario. No es objetivo que esté logrado desde el principio, sino algo
siempre incipiente, una realidad siempre inacabada, una obra siempre por hacer. Y ello exige la
responsabilidad de cada una de las personas que forman el núcleo amoroso, la familia: cada uno
según su propio don tienen la gracia y la responsabilidad de construir, día a día, la comunión de
las personas... (FC 21). Y esta lucha diaria, esta tarea realizada con esmero y constancia es,
justamente, lo que constituye el amor, el matrimonio. De ahí la necesidad de que los cónyuges
alimenten de manera consciente y permanente el amor mutuo, y no olviden que el amor es una meta
a alcanzar y a realizar cada día, como dicen los obispos (RLF 45)
Como es apreciable, no hemos mencionado elementos, actitudes o virtudes que no tengan su
origen en el amor verdadero; no hemos añadido ninguna característica que resulte extraña al mismo
amor. Como dice la Exhortación Apostólica, se trata de características normales de todo amor
conyugal natural, pero con un significado nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino que las
eleva hasta el punto de hacer de ellas la expresión de valores propiamente cristianos (FC 15).

BREVE SILENCIO
Para motivar la meditación personal

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Piensa en todo lo que has recibido y recibes de Dios y de quienes te rodean.
Intenta elevar a Dios una plegaria de acción de gracias. Y pídele que te ayude a ser agradecido
con quienes compartes tu vida.

ACCIÓN DE GRACIAS Y GESTO


Junto al Icono de la Trinidad y la vasija que colocábamos en nuestro anterior encuentro, ponemos
hoy esta lámpara, significando con ella el calor del hogar. Cuando hay amor verdadero, amor que
genera vida, la casa se convierte en hogar donde uno se siente bien, pleno y dichoso, porque es
amado gratuitamente. Mientras realizamos el gesto, vamos a cantar: Hoy, Señor, te damos gracias
(CLN nº 604).

TEXTO PARA FINALIZAR NEUSTRO ENCUENTRO


Como si se tratara de una letanía, el que preside la celebración lee el texto entero y, tras cada
estrofa, todos los reunidos repiten a una, el encabezamiento.

Son virtudes familiares:


la misericordia entrañable,
la bondad y la alegría,
el perdón y la paciencia,
la comprensión humilde,
estimar al otro más que a sí,
y el amor.
Todos: Son virtudes familiares.

Son valores familiares:


la libertad y el respeto,
la exigencia y la tolerancia,
creatividad y trabajo,
y el abrazo,
común unión, solidaridad,
la fecundidad y los frutos,
y el amor.
Todos: Son valores familiares.

Son exigencias familiares:


la gratuidad, la gratitud,
la convivencia y responsabilidad,
morir para que el otro viva, y la paz,
compartir la alegría y la esperanza,
compadecer, consolar,
saber acompañar, saber estar,
y el amor.
Todos: Son exigencias familiares.

DESPEDIDA

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MONICIÓN DE ENTRADA
Dios es familia, decíamos en un encuentro anterior. Y añadíamos que la familia cristiana es
icono de la Trinidad. Hoy damos un paso más para afirmar que, si Dios es creador de la Vida, la
familia, a imagen del mismo Dios que da Vida, bien fundamentada en la roca del amor, también
generará vida, ilusión, esperanza en todos aquellos que nos rodean, en aquellos que comparten
nuestro proyecto de vida; y también nueva vida. Y es que, cuando un amor es verdadero, produce
vida por doquier. Vamos a dar gracias a Dios por el don de la vida, por la familia que, por amor, nos
transmitió la vida. Iniciemos nuestro encuentro cantando.

CANTO DE ENTRADA

Os doy un mandamiento nuevo (CLN 153).

TEXTO PARA MOTIVAR NUESTRO ENCUENTRO


Bendita sea mi familia que colaboró con Dios para darme la vida,
que me dio más amor del que merecía, y me enseñó a amar,
y a decir sí, y a reír, y me contagió de libertad.
Quiero a mi familia, que no se decepcionó ni se avergonzó de mí;
me aceptó como era y me exigía respetuosamente.
En ella aprendí a compartir los bienes –quizás pocos-,
las penas y las alegrías –no tan pocas-,
y todo allí resultaba más fácil y más gratificante.
Añoro a mi familia donde saboreé el pan tierno y el agua fresca,
y los dulces caseros, y las frutas recientes, y el primer vaso de vino,
y las caricias que encerraban todos los sabores.
Bendigo a mi familia, sacramento de amor, fuente de vida, imagen de la Trinidad,
escuela de humanismo, regazo acogedor, arco que lanza hijos al futuro.
¡Ah! La familia me dio la fe, me enseñó a rezar, y me abrió horizontes infinitos.
Gracias.

EVANGELIO
El niño se ha perdido y sus padres lo buscan desesperadamente. Vamos a escuchar este pasaje de Lc
2, 41-52, recordando a todos los niños perdidos a lo largo de la historia y también hoy mismo.
Permanecemos sentados mientras es proclamado el Evangelio.

PAUTAS PARA LA MEDITACIÓN


Principio de vida
El amor existente entre dos personas, si no es egocéntrico, si no está centrado en sus propios
intereses (y entonces dejaría de ser verdadero amor), está destinado a romper el límite numérico de
la pareja. El amor verdadero no puede negarse a ser generador de vida, a fructificar en vida nueva.
En este sentido, el matrimonio lleva inscrito en su esencialidad ser servicio a la vida (FC 1).
El don de la vida es, por tanto, consecuencia obvia del amor de los esposos, es fruto
irrenunciable de la madurez y veracidad del amor de los esposos; pues, la fecundidad es signo de

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amor, como nos recuerdan los obispos, la relación conyugal y su plena expresión en la
comunicación y mutua donación sexual están ordenadas por su propia dinámica interna a la
fecundidad (RLF 47). Más aun, la fecundidad es expresión del don al máximo grado: en cuanto que
el amor es don, ese don no se agota ni se limita en la pareja, sino que rompe las fronteras del “dos”
para ir en busca de un “tercero”. De este modo los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan más
allá de sí mismos en la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor (FC 14), nos dice el Papa en su
Exhortación.

Escuela de vida
Pero no se trata únicamente de un acto biológico; no se trata meramente de un hecho médico.
La misión o tarea creadora de la pareja no termina cuando la criatura nace al mundo. La vida no es
una realidad meramente biológica. Así, la fecundidad del amor conyugal no se reduce a la sola
procreación de los hijos..., se amplía y se enriquece con todos los frutos de vida moral, espiritual y
sobrenatural que el padre y la madre están llamados a dar a los hijos... (FC 28). De modo que, la
familia está llamada a ser “escuela” para la vida, donde las personas surgidas como fruto de amor
asumirán para sí aquellas actitudes y valores desde los cuales la vida adquirirá densidad de sentido;
de modo que, el núcleo familiar, pueda ser creadora, generadora de personas adultas y maduras. El
texto papal habla de engendrar una persona humana, plenamente humanizada (FC 11), y los obispos
añaden que de los padres dependerá no solamente el “ser” de los hijos, sino también la “calidad”
humana de los mismos (RLF 56). Más allá de tantas y tan diversas dificultades, la familia sigue
siendo el espacio en el que el ser humano encuentra el acompañamiento que precisa no solamente
para su crecimiento físico, sino también para su desarrollo psicológico, anímico y espiritual, como
destacan los obispos (RLF 55). Nuestra propia experiencia confirma la tesis de que la familia juega
un papel de primer orden en la estructuración de la personalidad de los más jóvenes. En nuestra
propia existencia constatamos que, para bien o para mal, lo que somos, en una gran parte, es debido
a la educación que recibimos de nuestros padres. Por ello, como afirman los obispos, las familias no
deben renunciar a esa misión, que les es propia y originaria (RLF 58).
En primer lugar, los padres han de educar a los hijos para que sean personas autónomas y
responsables, pues son ellos los sujetos de la propia existencia; son ellos los que han de vivir su
vida, los que han de realizarla y desarrollarla. Los padres tienen sobre sí la gran responsabilidad de
ofrecerles los instrumentos que precisen para edificar su propia vida (FC 53). Las tensiones
generacionales y el influjo de la sociedad circundante, pueden dificultar esta tarea; por eso será
preciso que la familia se configure como ámbito de amor gratuito, de comunicación sincera, de
enriquecimiento recíproco, como apuntan los obispos en su Carta pastoral (RLF 59).
En segundo lugar, la familia no ha de descuidar una educación de valores éticos y morales
que son esenciales a la vida humana, como nos recuerda el Papa en su Exhortación: libertad ante los
bienes materiales; opción por un estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que el ser humano
vale por lo que es y no por sus posesiones; el sentido de justicia, fundamentado en el
reconocimiento de la dignidad incuestionable de todas las personas; la solidaridad; tampoco habría
que rehusar a ofrecer una educación afectiva que incorpore las relaciones sexuales en el ámbito que
les es propio, es decir, en el marco del amor y como don de sí por amor (FC 37). Los obispos,
atentos a la situación de violencia y falta de paz que vivimos en nuestro pueblo vasco, resaltan el
cometido decisivo que la familia debe cargar sobre sí para propiciar que las generaciones más
jóvenes puedan conocer un futuro en paz (RLF 61).
Por último, aunque no por orden de importancia, hemos de hacer breve mención de la
misión evangelizadora de la familia. Actualmente es constatable que la transmisión de la fe entre
padres e hijos es muy débil y que, en la gran mayoría de las familias que se dicen cristianas, los más
pequeños son iniciados en la fe por los abuelos. El Concilio Vaticano II, en su Constitución
Dogmática “Lumen gentium” sobre la Iglesia, afirma que la familia es “iglesia doméstica” (LG 11);
espacio y ámbito en el que aún hoy, y con todas las dificultades existentes, debemos iniciar a
nuestros más jóvenes en la fe en Cristo. Es algo comprobado: si queremos que nuestros hijos
muestren interés por algo, los adultos hemos de ser los primeros que, con nuestra atención y
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dedicación, les hagamos percibir que, eso que pretendemos inculcarles, es también importante para
nosotros. Lo que vale para cualquier otro ámbito educativo, es aplicable a la fe. En consecuencia, y
como sostiene el Papa Juan Pablo II, es preciso que la vida misma de la familia se convierta en un
itinerario de fe, en el que los signos, gestos y palabras de la fe cristiana no sean algo extraño, sino
que se hagan presentes con naturalidad. Así, los padres y adultos, además de iniciar en la fe a los
más pequeños, verán que, por el ejercicio de esta responsabilidad, su fe resulta revitalizada y
fortificada, de forma que, en la familia, todos los miembros evangelizan y todos son evangelizados
(FC 39). Y, para ello, nada mejor que recuperar o fortalecer los vínculos de las familias con esa otra
familia mayor que es la comunidad cristiana.
Solo así, atendiendo a estas tres dimensiones de la persona, podremos ofrecer a los nuestros
una educación integral, semejante a aquella que nuestros padres pretendieron darnos a nosotros.

BREVE SILENCIO
Para motivar la meditación personal

¿Cómo es mi vivencia del amor: genera vida o, más bien, es egocéntrica?


Recuerda la gestación y el nacimiento de tus hijos, su infancia, la ilusión y el amor que pusiste
en ellos. Párate a contemplar lo que hoy son y viven. ¿No te parece que la vida es un misterio
insondable?

ACCIÓN DE GRACIAS Y GESTO


Junto al Icono de la Trinidad, la vasija y la lámpara que hemos colocado en encuentros anteriores,
hoy depositamos una planta como signo de vida que emerge del amor y, en el amor, crece y
madura. Mientras realizamos el gesto, vamos a cantar: Hoy, Señor, te damos gracias (CLN nº 604).
Y vamos a dar gracias a Dios por nuestros hijos, por nuestros nietos, por todas las personas que han
nacido a la vida en nuestra familia.

TEXTO PARA FINALIZAR NUESTRO ENCUENTRO


El niño se ha perdido, dolor y angustia; la noche se echa encima; los padres buscan.
Tres días y tres noches, pura amargura. ¿Dónde está nuestro niño? ¿De quién es la culpa?
Pasarán veintiún años, ya me lo anuncian: tres días y tres noches, pura amargura.
¿Por qué ha de ser, mi niño? ¿Por qué te ocultas?
¡Tres días y tres noches! ¡Tanta amargura!
En todas las familias sigue la búsqueda. Muchos niños se pierden, noches oscuras.
Los niños abortados, semillas puras, esperanzas truncadas en madres-tumbas.
Los niños refugiados en tierras duras, los niños inmigrantes, noche insegura.
Los niños de la calle, ¡pobres criaturas!
Los chavales vendidos en feria sucia. Los niños de la guerra, muerte inmadura;
las niñas prostituidas, ¡qué desventura!
En todas las familias los padres buscan. ¡Tantos niños perdidos! ¿De quién la culpa?
Cuando se pierde un niño, Jesús se oculta. Tres días y tres noches de amarga búsqueda.
Sal tú, Señor, en busca de todos esos niños que hemos perdido, cárgalos sobre tus hombros,
llévalos a la vida que aquí no han podido tener,
condúcelos a la plenitud que aquí no han podido alcanzar.
Tú, que vives y reinas.

DESPEDIDA

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MONICIÓN DE ENTRADA
Un hogar no es un bunker que nos aísla del mundo, del resto de las personas y de los
problemas de los demás. Al contrario, el amor que vivimos en el hogar familiar es la primera
escuela de gratuidad, solidaridad y, por tanto, de humanidad. Y quien en la familia haya tenido la
experiencia del amor gratuito y haya aprendido a amar de verdad, se sentirá llamado a participar en
la apasionante e impresionante tarea de trabajar por la fraternidad universal, para crear la gran
familia humana, proyectada por Dios en el mismo momento en que creó al ser humano. Hoy, vamos
a dar gracias a Dios porque somos gracia y bendición los unos para los otros, y porque nos miramos
mutuamente con corazón y sentimientos de fraternidad. También unir nuestras voces para cantar al
unísono es un signo de fraternidad.

CANTO DE ENTRADA

Todos unidos formando un solo cuerpo (CLN 408)

ORACIÓN
Leemos este texto y, a cada frase, la asamblea responde: Grito “Padre” desde el amor más grande.

- Padre, millones de hijos tuyos viven en la miseria Grito “Padre” desde el amor más grande
- Padre, millones de hijos tuyos viven en la esclavitud
- Padre, todavía reinan la violencia y la mentira
- Padre, tus hijos no se aman, viven enemistados y en guerra
- Padre, los poderosos siguen en sus tronos y oprimen a los débiles
- Padre, son incontables los niños de mirada triste que viven sin alegría
- Padre, ¿por qué la mujer no es respetada?
- Padre, ¿por qué tantos hijos tuyos parecen hijos del diablo?
- Nos queda la esperanza, Padre, la esperanza que se sustenta en la confianza
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

EVANGELIO
Una vez más proclamamos un pasaje de la infancia de Jesús, aquella que nos relata la huida de la
Sagrada Familia a Egipto. Mientras es leído, pensemos en todas aquellas familias que pasan
dificultades, que necesitan de la solidaridad de todos para salir adelante. Escuchemos Mt 2, 13-15.

PAUTAS PARA LA MEDITACIÓN


La Exhortación pontificia alude a la tarea social de la familia, en cuanto que constituye su
primera célula, su origen y fundamento en la que nacen los ciudadanos, pues, éstos encuentran en
ella la primera escuela de las virtudes sociales que son el alma de la vida y del desarrollo de la
sociedad misma (FC 43). Esta perspectiva nos lleva a concebir la función procreativa y educativa de
la familia como servicios realizados a favor de la misma sociedad.
Pero, junto a este servicio, el documento papal no olvida recordar a las familias la
responsabilidad inexcusable de abrirse a los necesitados, a los desheredados, a los pobres. Las
familias no deben constituir un círculo cerrado que no pueda recibir influencia alguna del exterior o
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que no pueda sentirse afectada por aquello que ocurra fuera de sus límites, pues la caridad va más
allá de los propios hermanos en la fe, ya que, cada hombre es mi hermano; en cada uno, sobre
todo, si es pobre, débil, si sufre o es tratado injustamente, la caridad debe descubrir el rostro de
Cristo y un hermano a amar y servir (FC 64). El amor, que es razón de ser de la familia, está
destinado a no agotarse en el marco de la misma; sino que se abre y expande en círculos
concéntricos irradiando sus efectos beneficiosos en el entorno social donde habita y se realiza como
familia.
Pero la tarea social de la familia no se reduce al seno de la misma familia, ni tampoco queda
encuadrada en la colaboración solidaria con instituciones de caridad y justicia. La Exhortación les
exige una acción más directa mediante la participación social y política desde la que ir alcanzando
los medios necesarios que posibiliten un progreso real y justo para todos, de modo que se logre
crear el contexto suficiente e imprescindible para la llevar a efecto los “Derechos de la Familia”,
recogidos en toda su extensión en el presente Documento (FC 46).
Los obispos vascos, en su Carta pastoral publicada en la Cuaresma de 1995, añaden a estas
responsabilidades y cometidos la que proviene de nuestras circunstancias particulares de falta de
paz (RLF 103). No cabe duda de que nuestro pueblo necesita una mayor implicación de las familias
más jóvenes en el compromiso activo y público por la paz y el respeto a los derechos humanos. Es
mucho más cómodo y seguro mantenerse al margen, sin que el barro nos manche, sosteniendo que
no entendemos de política o que no debemos inmiscuirnos en la política. Pero la falta de respeto a la
vida humana es una cuestión que supera la mera actividad política para convertirse en un tema
moral y ético ante el que todos debemos sentirnos directamente implicados y afectados.
La Exhortación apostólica, al referirse a la pastoral familiar, pide a la Iglesia que preste una
atención esmerada y cuidadosa a las familias inmigrantes (FC 77). Durante los últimos años, la
presencia de inmigrantes en nuestra diócesis ha crecido considerablemente. Las instituciones
eclesiales deben ofrecerles el servicio que el Papa sugiere en su Exhortación, pero también las
familias que coinciden con ellos en el colegio al recoger o llevar a sus hijos o en el mercado o en la
calle o el lugar de trabajo, han de sentir como responsabilidad propia la acogida cercana, cálida y
exenta de todo atisbo de racismo y marginación.
Por último, el Documento pontificio recuerda a las familias la responsabilidad que tienen
ante los problemas de dimensión mundial. Su cometido en pro de una sociedad justa no ha de
ceñirse al medio donde reside, no se reduce al país en el que habita. Su misión y tarea se han de
dilatar y extender a lo largo y ancho del planeta, de manera que se trata de cooperar también a
establecer un nuevo orden internacional, porque sólo con la solidaridad mundial se pueden
afrontar y resolver los enormes y dramáticos problemas de la justicia en el mundo, de la libertad
de los pueblos y de la paz de la humanidad (FC 48). Haciéndose eco del Documento Conciliar
“Lumen Gentium”, la Exhortación pontificia afirma las familias deben asumir su responsabilidad y
compromiso de buscar el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según
Dios (FC 47).
Todo lo apuntado nos conduce a una conclusión de gran calado que ha de estimularnos a
reflexionar seriamente sobre sus consecuencias: el futuro de la humanidad se fragua en la familia.

BREVE SILENCIO
Para motivar la meditación personal:

Piensa en todo lo que tu familia ha recibido de los demás, pueden ser servicios que has pagado,
pero en el fondo, son signo de la solidaridad humana.
Rememora a aquellas personas que han hecho tanto por ti, por tu familia, sin esperar nada a
cambio, por amor. Queda poca gratuidad, pero aún queda.

Desde 1989 hasta hoy, más de dos millones de niños han muerto en las guerras. Diez millones
sufren todavía los traumas del conflicto que han vivido, y seis millones están encarcelados por

13
cuestiones relacionadas con la guerra. En estos mismos momentos en que estamos hablando hay
más de 300.000 niños que están combatiendo en alguna guerra.
Existe en el mundo un lugar (Malí, en la Iglesia de Eritrea) donde 20.000 niños de entre 5 y 10 años
de edad son explotados día a día en lo que ellos llaman trabajo. Donde 12.000 niños enferman día a
día física y psíquicamente en la calle. Donde el 80% de estos chicos son niños, porque las niñas no
sobreviven a la calle durante mucho tiempo. Existe un lugar en el mundo donde, a pesar de todo,
ellos todavía sonríen.

ACCIÓN DE GRACIAS Y GESTO


Junto a los signos que hemos colocado los pasados días, hoy vamos a poner este documento en el
que podemos ver impreso la oración del Padrenuestro. Es la oración de la fraternidad universal. Es
la oración que pone de manifiesto que la humanidad entera es una familia. Mientras se realiza el
gesto, qué mejor que orar juntos diciendo Padre nuestro...

TEXTO PARA TERMINAR NUESTRO ENCUENTRO


Leemos este texto de H. Câmara y, a cada frase, la asamblea responde:
R/. Adopta la familia universal.
- No te dejes nunca atrapar por los pequeños problemas de tu exigua familia. R/.
- De una vez por todas, adopta la familia universal. R/.
- Preocúpate por no sentirte extraño en ninguna parte del mundo. R/.
- Aprende a ser humano en medio de otros seres humanos. R/.
- Nunca te sean ajenos los problemas de un pueblo, por muy lejano que fuera. R/.
- Que las alegrías y las esperanzas de los hombres y mujeres te hagan vibrar, pero no olvides los
sufrimientos que en ocasiones doblegan a tus hermanos. R/.
- Vive a escala mundial y destierra de tu vocabulario las palabras enemigo, odio, resentimiento y
rencor. R/.
- En tus deseos, en tus pensamientos, en tus acciones, descubre el valor de la magnanimidad. R/.

DESPEDIDA

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«LLAMADOS A VIVIR LA FE EN FAMILIA»
Cuaresma 2009

Recuperaremos el Icono de la Trinidad que hemos utilizado en los encuentros de cuaresma, también los tres
cirios. Después, tras recibir la absolución, en el momento de la acción de gracias, un número indeterminado
de personas pueden acercarse portando cada uno una vela que encenderán de alguno de los tres cirios, y los
depositarán junto a ellos. Si los tres cirios quieren ser signo de la comunión de las Personas de la Trinidad,
las velas pretenden ser signo de la comunidad cristiana llamada también a vivir en comunión de personas.

MONICIÓN INICIAL
Los cristianos confesamos a un Dios trinitario, comunión de amor del Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo. Y pretendemos que, nuestra comunidad cristiana, a imagen de ese Dios comunión de
amor, llegue a ser una fraternidad, una familia. El pecado contra el amor impide que este hermoso
proyecto fraterno se desarrolle. Pero el perdón de Dios que nos impulsa a la reconciliación, tiene
efectos curativos y pude restablecer la comunión que nosotros rompemos con nuestros pecados.
Gracias a la misericordia de Dios, los cristianos, aunque tengamos muchas debilidades y límites,
podemos ser familia, podemos ser icono de Dios Amor. Vamos a vivir con gozo y alegría la
experiencia de ser imagen de Dios comunión. Comencemos nuestra celebración cantando juntos.

CANTO DE ENTRADA
«Dios es fiel», (Cantoral Litúrgico Nacional 117)

SALUDO SACERDOTE
 El Señor que por amor a la humanidad pasó por el mundo haciendo el bien y se entregó a la
muerte, esté con todos vosotros.

 Hermanos: Dios nos hizo hijos suyos en el Hijo, y así comenzó a cumplirse su sueño, pues Dios
quiere hacer de nosotros una fraternidad universal. Aunque, por nuestra debilidad, pongamos
muchos obstáculos a ese proyecto, el mismo Dios, con su amor y su misericordia infinitos,
repara lo que nuestro pecado rompe y nos da fuerzas nuevas para vivir desde su voluntad.
Vamos a disfrutar del amor renovador y benéfico de Dios nuestro Padre, dispongámonos para
ello, abriéndole nuestro corazón por entero.

 Oremos: Oh Dios, que enseñaste a tu Iglesia a cumplir todos los mandatos divinos en el amor a
ti y al prójimo; concédenos el espíritu de paz y de gracia, para que tu familia entera esté
consagrada a ti de todo corazón y viva en concordia con voluntad sincera. Por nuestro Señor
Jesucristo.

LITURGIA DE LA PALABRA

 PRIMERA LECTURA (Ef 2, 1-10) (Tiempo Ordinario, lunes de la semana XXIX)

Pablo nos habla con entusiasmo sobre el perdón reparador y vivificante de Dios. Llega a decir
incluso que la misericordia divina es fuente de vida. También nosotros nos hemos reunido aquí para
recibir el perdón de Dios, para recibir, por tanto, vida.

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 SALMO RESPONSORIAL (Sal 50)

El amor y la misericordia infinita de Dios son el cimiento sobre el que se construye la gran
familia cristiana. Con el salmista, pidamos al Señor, su perdón reparador.

«Perdón, Señor, hemos pecado», Sal 88 (Cantoral Litúrgico Nacional 508)

 EVANGELIO (Jn 13, 34-35. 15,10-13) (Leccionario del sacramento de la Penitencia)

Jesús nos deja su testamento: el mandamiento del amor. El amor será la seña de identidad de sus
discípulos, por ello la comunidad cristiana se ha de caracterizar por vivir en fraternidad, en armonía,
en paz, en comunión.

 HOMILÍA

Con el mandamiento del amor, Jesús ha dejado bien definido y establecido en qué consiste ser
discípulo suyo. En esto conocerán e identificarán a los cristianos: en el amor mutuo. Por muchas
realidades que se den en la vida de la comunidad cristiana, ninguna de ellas la define y la identifica
como comunidad de Cristo al modo en que lo hace el amor. En la vida de la comunidad cristina,
podemos subrayar unos aspectos o resaltar otros, podemos tomar partido por unas corrientes
espirituales o por otras, nos puede atraer una visión concreta de la Iglesia y sentir rechazo por otra,
pero nada de todo ello le es tan sustancial como el amor. El mandamiento del amor es el distintivo
original del cristianismo, incluso ante las demás religiones: unos pueden destacara la ascesis y la
interiorización, otros pueden poner todo el acento en suprimir todo lo que nos “ata” al mundo. El
cristianismo halla su razón de ser en el amor gratuito, en el amor que nunca pasa, como gustaba
decir a Pablo.
Y, todo lo demás, la oración y los Sacramentos, la Escritura, la evangelización y la acción socio-
caritativa... está en función del mandamiento del amor. Los Sacramentos, la Escritura, la oración...
nos ayudan a tomar conciencia del amor de Cristo, de cómo nos amó y, de este modo, podemos
ahondar en nuestro anhelo de amar como Él nos ama. La evangelización, la acción social y
caritativa... nos ayudan a darnos cuenta de que el amor no es algo abstracto o etéreo, sino que es un
sentimiento que se encarna en gestos y actitudes ante personas concretas, ante personas con un
rostro.
Nuestra fe confiesa que Dios nos llamó a la vida, a ser, por puro amor. También afirmamos que
hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, de Dios que es Amor, como tantas veces dice
Juan el evangelista. Si es así, concluimos que la capacidad de amar es algo que está inscrito en
nuestro ser, es algo que nos es propio, pues somos fruto de Dios Amor y fuimos creados a
semejanza de Dios que es Amor. Por lo tanto, el ser humano, está hecho para amar y para ser
amado.
En consecuencia, el ser humano, encuentra en el amor el sentido y la finalidad de su existencia. Si
se cierra al amor, pierde su propia identidad. Si se niega a amar, es un cadáver viviente. Si reniega
del amor, reniega de sí mismo, de aquello que constituye su razón de ser y existir.
Por ello puede extrañar que Jesús nos dejara el amor como un mandato, como una “norma” a
cumplir. El Papa Benedicto, en su Encíclica Deus caritas est, nos dice que el amor es posible sólo
porque no es una mera exigencia: el amor puede ser “mandado” porque antes es dado (núm. 14).
Jesús formula un mandamiento del amor, pero esa formulación no es sino expresión de todo lo que
ha sido su vida. “Amar como os he amado”, dice el mandamiento; la totalidad de la vida de Jesús ha
sido un derroche de amor. Nos ha amado primero, para al darnos amor, reavivar y revitalizar en
nuestro corazón nuestra capacidad innata para amar. No se trata de amar, sino de amar al estilo de
Jesús, amar como Él nos ha amado.
La familia se realiza en la comunidad de amor y de vida del hombre y de la mujer, nos recuerdan
los obispos vascos en su Carta Pastoral Redescubrir la familia (núm. 39). Un amor conyugal, pero

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que rebasa los límites de la pareja para abrirse a la presencia de un tercero, del hijo; es, por tanto, un
amor fecundo. Un amor que no queda contenido entre los muros del hogar, sino que se abre a la
sociedad y a los problemas de las demás familias. Un amor que plenifica la vida de los esposos, un
amor que genera vida, un amor que defiende y protege la vida. Pero no un amor sin esfuerzo, no un
amor sin dedicación, sin renuncia al egoísmo, sin entrega y generosidad. Sino un amor que supone
que cada uno aporta lo mejor de sí mismo, gratuitamente, dando rienda a su capacidad para amar. Y
dando, se recibe, ofreciendo se obtiene, perdiendo se gana. Se gana plenitud, felicidad, sentido.
Amar como Jesús nos ama: el secreto de una vida plena, dichosa, rebosante.

Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y
Vida, haz que cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo,
Jesucristo, "nacido de Mujer", y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero
santuario de la vida y del amor. (Juan Pablo II)

EXAMEN Y PETICIÓN DE PERDÓN

En un ambiente de recogimiento, podemos ir formulando estas preguntas para motivar el


examen de conciencia y terminar, tras cada bloque con el estribillo del canto: “Perdona a tu
pueblo, Señor” (Cantoral Litúrgico Nacional 104). Como siempre, se ofrece un material que
puede y debe ser complementado o adecuado a las circunstancias concretas.

El amor de los esposos:

- ¿Te alegras de ser hombre o mujer y aceptas al otro como tu complemento y ayuda?
- ¿Respetas la dignidad y la libertad de tu cónyuge o tratas de acapararla y someterla? ¿Lo tratas
con agresividad, verbal o física?
- ¿Ayudas al otro a que vaya creciendo y madurando como persona?
- ¿Manifiestas el amor que le profesas a tu cónyuge con palabras, gestos y actitudes?
- ¿Buscas ocasiones para dialogar y comunicarte con tu cónyuge?
- ¿Eres consciente de que las relaciones sexuales consisten en el encuentro de dos personas, con
lo que ha de conllevar de amor, ternura y cariño?

“Perdona a tu pueblo, Señor”

La vida familiar:

- ¿Tu ambiente familiar es de sinceridad, de verdad, de respeto mutuo, de disponibilidad?


- ¿Tratas con excesivo autoritarismo a tus hijos o incluso con ira y agresividad?
- ¿Contribuyes a que los miembros de tu familia se sientan bien siendo parte de ella?
- ¿Combates los ruidos externos (radio, televisión, música...) para crear un ambiente de paz y
serenidad en el hogar?
- ¿Combates también los ruidos internos (las prisas, el nerviosismo, la agresividad...) para hacer
de tu casa verdadero hogar?
- Si tus padres viven ¿son objeto de tu cariño, respeto y responsabilidad?

“Perdona a tu pueblo, Señor”

La educación de los hijos:

- ¿Crees que tu máxima responsabilidad es el trabajo, tu profesión y consideras a los hijos como
algo secundario?

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- ¿Ayudas a tus hijos a asumir el sufrimiento, el sacrificio y el tesón como elementos
imprescindibles en la vida o los educas en la más absoluta superficialidad?
- ¿Conoces a tus hijos, sus intereses, sus capacidades, aptitudes y dones? ¿Los incentivas o los
reprimes? ¿Edificas la personalidad de tus hijos con tu estima y ánimo o la destruyes con tus
gritos, desprecios o falta de interés por sus cosas?
- ¿Te preocupa la educación sexual y afectiva de tus hijos? ¿Les ayudas a asumir y vivir las
relaciones sexuales en el marco del amor?
- ¿Tus hijos han aprendido de ti a ser solidarios, a compartir sus bienes y a ser austeros o viven
pendientes de la moda, del tener y del comprar?
- ¿Te preocupas de iniciar en la fe a tus hijos o pones trabas para ello?
- Si estás separado de tu cónyuge, ¿te preocupas de visitar a tus hijos, de estar cerca de ellos, de
pasarles la asignación económica correspondiente?

“Perdona a tu pueblo, Señor”

Familia y Vida:

- ¿Consideras que los hijos son el fruto más hermoso del amor entre dos personas? ¿Entenderías
una vida matrimonial sin apertura y disposición al don de la vida?
- ¿Consideras el aborto como un mal moral o crees que se trata de una cuestión que pertenece al
ámbito médico-terapéutico?
- ¿Crees que el aborto es un problema relacionado únicamente a la dignidad de la mujer y a su
derecho a “hacer con su cuerpo lo que desee”, como si la nueva vida que bulle en su seno no
fuera un ser distinto de ella misma?
- ¿Aceptas que esta sociedad prefiera aleccionar a los más jóvenes en el uso del preservativo o en
el de la píldora del día después, sin que invierte ningún esfuerzo en iniciarlos en unas relaciones
sexuales entendidas como comunicación de amor y entrega?
- ¿Rechazas y condenas la violencia de género? ¿Crees en la igual dignidad de ambos sexos y,
por tanto, intentas vivir desde actitudes menos machistas y más paritarias?

“Perdona a tu pueblo, Señor”

Familia y solidaridad:

- ¿Tratas de que los problemas del mundo estén presentes en tu familia o prefieres que tu casa sea
un baluarte donde nada de lo externo pueda introducirse?
- ¿Sabéis vivir y educar en la austeridad u os dejáis arrastrar por la moda, el consumo y el placer,
satisfaciendo todos los antojos y deseos?
- ¿Contribuís económicamente a las necesidades de familias o personas necesitadas?
- ¿Participáis activamente en alguna ONG o institución con finalidades solidarias?
- Ante la falta de paz que vive nuestro pueblo ¿manifiestas pública y notoriamente tu apuesta por
la vida y la dignidad de las personas? ¿educas a tus hijos para la paz?

“Perdona a tu pueblo, Señor”

PADRE NUESTRO
Hemos sido hechos hijos en el Hijo. Él mismo nos enseñó a dirigirnos a Dios llamándolo “Padre”.
Él nos enseñó que no podemos llamarle “Padre” si no nos sentimos hermanos. Cantemos juntos:
Padre nuestro.

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CONFESIÓN Y ABSOLUCIÓN INDIVIDUALES

Acerquémonos ahora al sacerdote para confesar nuestros pecados y recibir la absolución. Este es un
momento de gracia intensa, pues vamos a sentir la presencia cercana de Dios que nos abraza, nos
acoge, nos libera y nos muestra y nos da a gustar de su amor ilimitado. Vivamos este momento con
gozo, con alegría, como un verdadero regalo. Después, no olvidemos volver nuestro sitio para
terminar juntos la celebración.

ACCIÓN DE GRACIAS

Como gustaba decir a San Pablo, Dios nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones.
Cristo mismo es la mayor bendición que hemos recibido del Padre. Y, este sacramento que hemos
celebrado, no hace sino comunicarnos el amor de Cristo. Admirados y agradecidos por ese inmenso
don, cantemos a una voz: “Gracias, Señor” (Cantoral Litúrgico Nacional, núm. 604).

Mientras, un número indeterminado de personas pueden acercarse portando cada uno una vela que
encenderán de alguno de los tres cirios, y los depositarán junto a ellos.

ORACIÓN
Oh Dios, origen de la verdadera libertad, que quieres que todos los hombres constituyan un solo
pueblo, libre de toda esclavitud, y nos das este tiempo de gracia y de bendición, concédenos, te
rogamos, que, al ver acrecentada su libertad, tu Iglesia aparezca ante el mundo como sacramento
universal de salvación y manifieste y realice ante los hombres el misterio de tu amor. Por nuestro
Señor Jesucristo.

SATISFACCIÓN-PENITENCIA
- Visitar enfermos o ancianos que pasen en soledad las próximas fiestas de Semana Santa.
- Hacer un donativo generoso en el Centro de Solidaridad, creado en nuestra Diócesis con motivo
del Jubileo del Año 2000, o en Cáritas Diocesana.
- Participar en las celebraciones fundamentales del Triduo Pascual, sin prisas y con calma.
- Tomar tiempo para orar personalmente ante el Santísimo.
- Participar en la celebración del Vía Crucis.
- Leer, meditar y orar individualmente con el relato de la Pasión.
- …

BENDICIÓN FINAL
El Señor esté con vosotros.
El Dios de toda gracia,
que os ha llamado en Cristo a su eterna gloria,
os afiance y os conserve fuertes y constantes en la fe.
Y la bendición de Dios todopoderoso
Padre, Hijo  y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
Podéis ir en paz.

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