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El mundo industrial y la transformación social del liberalismo- Bender (Cap.

V)

El crecimiento de ciudades gigantescas era un fenómeno que se


manifestaba en todo el mundo, menos en África. Esto estaba impulsado por el
capitalismo industrial, y estaba asociado a un nuevo nivel de integración social.
Lo último permitía organizaciones internacionales, así como redes informales
(pero densas) de interacción e intercambio de información, se desarrollarán
entre los líderes políticos y los profesionales, que analizaban las ideas y
estrategias políticas. Esto es importante porque a raíz de este proceso de
industrialización compartido, se plateaban retos similares en todas las regiones
del mundo. La tesis del autor es que esta historia compartida favoreció el
desarrollo de nuevas disciplinas académicas en las ciencias sociales que se
difundieron desde Alemania y Francia hacia todas las sociedades
industriales del mundo, y ofrecieron una nueva capacidad para
comprender la “cuestión social” que, a su vez, promovió e hizo posible una
nueva respuesta política a las transformaciones sociales de la era: la
política social.

La historia del progresismo de USA, puede ser explicado desde sus


particularidades locales, sin embargo, es parte de una historia más amplia, casi
global de respuestas intelectuales y políticas al capitalismo industrial y la
urbanización. Se puede entender como parte del progresismo de Atlántico norte,
ya que haciendo hincapié en las conversaciones trasatlánticas mantenidas entre
las décadas de 1880 y 1920, se puede ver que USA participa plenamente en el
papel del Estado en lo que concierne a las consecuencias sociales del
industrialismo. En Europa oc. y en USA se conversa sobre políticas sociales,
redes de reforma y estrategias reguladoras de protección social. Aunque esto no
condujo, por supuesto, a resultados idénticos en una nación y luego otra.

Algo que caracteriza el cambio de siglo es que emergió globalmente una


política social marcada por la incorporación novedosa del contenido social. Y
el autor también señala, que se extendió mucho más allá del Atlántico norte. El
mundo observaba con atención las sociedades industriales líderes, no solo para
contemplar sus logros, sino también aprender de sus errores. Los progresistas
chinos, como los japoneses <3, se preocupaban por la creciente desigualdad que
provocaba el industrialismo capitalista en Europa y USA1. Los líderes de la
Alianza Revolucionaria, fundada en 1905, estudiaban las obras de los
reformadores de Japón y USA.

Como ejemplo también se nombran las colonias europeas, que en 1900


representan la mayor parte de la masa terrestre y de la población del mundo.
Estas tenían un lugar especial en la reforma internacional. Muchas de las
medidas políticas analizadas por los reformadores se instrumentaron en estas,
en particular, las relacionadas con la salud y la administración públicas,
planificación urbana y transporte, tendientes a aumentar la eficiencia del
gobierno o la economía. A menudo funcionaban como laboratorios de reformas
en estas áreas. Aunque ellas no formaron parte de la expansión de la ciudadanía
política tal como se había definido del siglo XVIII, que es lo que le interesa al
autor, y sus economías se basaban principalmente en la minería y la agricultura
y no en la industria urbana.

1
Fue fundado por Sun Yat-sen para acabar con la monarquía manchú y establecer un modelo político
republicano en China.
En 1870 la economía industrial de Inglaterra era la más avanzada y la
ciudad de Manchester se convirtió en el símbolo de la era industrial. Sus
economistas, que estaban decididos a influir sobre la política, sostenían que era
el mercado y no la política el único medio legítimo y eficaz de determinar la
distribución del capital, de las mercancías, e incluso de los bienes sociales.
Empero, como consecuencia de las depresiones globales de las décadas de 1870
y 1890 [recordar a Frieden, que es una caída de los precios, y por tanto de las
ganancias, dentro del marco de los países que estaban dentro del patrón oro],
las clases dirigentes como trabajadoras del mundo se vieron obligadas (aunque
de diferentes maneras) a cuestionar la política liberal [recordar aquí también ese
partido estadounidense que se oponía al ingreso de USA al patrón oro]. La
industrialización rápida y sin regulaciones que promovía las doctrinas de
Manchester, había estimulado un acentuado desarrollo económico, pero el
resultado incluía una crisis social que marcaba los límites del liberalismo. Al
mismo tiempo, la experiencia social de vida en la ciudad moderna desmentía la
suposición subyacente de la economía política clásica y del liberalismo, según
la cual la unidad básica de la acción humana era el individuo autónomo. Se
estaba desarrollando una nueva sensación de interdependencia social y de
responsabilidad colectiva. Según Federic C. Howe, un experto en ciencia
política estadounidense que dedicó su carrera a la reforma, se estaba creando un
nuevo sentido moral, una nueva concepción de la obligación de la vida política,
obligación que en condiciones previas de la sociedad no existía y no podía
existir. Las necesidades sociales urbanas exigían según él, acciones y medidas
políticas.

El hombre socializado llegó a ser una premisa entre los especialistas en


ciencias sociales tanto de Europa como de las Américas y de Japón, país que
estaba industrializándose en forma acelerada. En realidad la invención de las
modernas disciplinas de la ciencia social profesional fue en sí misma una
respuesta al crecimiento del capitalismo industrial y la urbanización: una
ciencia que sería capaz de comprender y por tanto de conducir una nueva
sociedad [hay mucho ego aquí]. Ya se imaginaba al Estado como una entidad
formal (y bastante mística) que estaba más allá del gobierno y mucho más allá
de la sociedad, como lo hizo la ciencia política que los eruditos estadounidenses
adaptaron de sus mentores alemanes, o la figura también mística del emperador
en Japón. Este lenguaje relativo a la sociedad lo invadía todo, desde las charlas
de economía hasta las novelas. Lo que Benjamín Vicuña escribía en El
Mercurio entre 1904 y 1907 se leía en toda Latinoamérica, argumentaba que la
“cuestión social” había transformado la economía política en una ciencia social,
y el liberalismo en un liberalismo social.

Los sociólogos insistían en esta idea de interdependencia social que


afectaba a la ciencia política como la economía. Según Small en 1895,
fundadores de la sociología de la Universidad de Chicago, la sociología no es
un esfuerzo destinado a desacreditar o reemplazar la economía, sino que se
destaca que la economía y la sociedad son interdependientes y que así debían
entenderlo no solo los eruditos, sino que los ciudadanos en general.

No es descabellado plantear que la nueva política social, llamado


liberalismo social, era producto de las aulas de los seminarios universitarios.
Primero en Alemania y luego en toda una red global, los expertos académicos
en ciencias sociales comenzaron a ocupar un lugar prominente en el movimiento
que proponía doctrinas públicas basadas en valores que no eran los del mercado,
hasta entonces defendidos por la filosofía del laissez-faire2.

Es compresible que la ciencia social ocupara un lugar tan atractivo si


tenemos en cuenta que ofrecía un conocimiento particular de la creciente
complejidad social, pero también la profesionalización de este trabajo
académico, apuntaba a aislar a sus practicantes de los valores mercantiles y de
la competencia del caótico mercado de las ideas, que ellos creían lleno de
charlatanes. Al establecer comunidades organizadas cuyos miembros tenían
autoridad para validar las pretensiones de conocimiento, estos académicos
crearon para sí un sistema de estatus, recompensas, y seguridad, ajeno y hasta
contrario a los valores de mercado dominantes.

Los científicos sociales ocupaban posiciones claves en las burocracias de


los estados-nación recientemente consolidados y estaban contribuyendo a
desarrollar novedosas capacidades administrativas para sus gobiernos. Los
varones (aquí hay una interesante relación de género) con doctorados en
ciencias sociales tendían a apatronarse en la sala de seminarios de la
universidad. Mientras que las mujeres con formación semejante trabajaban en
organismos públicos y privados que combinan la investigación de las medidas
que se aplicarían con la difusión organizada de las nuevas ideas, suministrado
conocimiento experto a las comunidades locales.

Esta nueva capacidad del Estado y nuevo liderazgo burocrático, tuvieron


un desarrollo más avanzado e influyente en Alemania y Japón. Y aunque en
USA fue más lento, la Oficina de Estadísticas Laborales dirigida por Carroll D.
Wright fue reconocida internacionalmente como pionera y guía. Mientras,

2
Es una expresión francesa que significa “dejen hacer, dejen pasar”, una práctica caracterizada por una
abstención de dirección o interferencia especialmente con la libertad individual de elección y acción
Josephine Shaw Lorell y otras mujeres crearon la Liga Nacional de
Consumidores (1899-1932), desarrollándola como un instrumento mediante el
cual las mujeres en calidad de consumidoras podían ejercer presión sobre los
empleadores para que estos adoptaran prácticas laborales responsables, una
organización que pronto tuvo réplicas en Francia, Bélgica, Alemania y Suiza.

Las conexiones y la correspondencia internacional entre burócratas


permitieron sostener una discusión global sobre el capitalismo industrial y
modelar una respuesta frente a él. En todas las naciones los ministerios del
Interior y de Trabajo, recolectaban en forma permanente información de otros
países, se acumulaba la correspondencia mantenida con colegas de todos los
continentes, con quienes intercambiaban resultados de sus investigaciones. A
través de los datos tabulados de los informes ministeriales, las organizaciones
reformadoras que los funcionarios comparaban las medidas aplicadas en
docenas de naciones. La bibliografía citada para respaldar las nuevas leyes
propuestas, era asombrosamente internacional.

La investigación que presentó Louis D. Brandeis, abogado reformista que


defendió con éxito la constitucionalidad de regular las horas y las condiciones
de trabajo para las mujeres, fue hecha por Josephine Goldmark y Florence
Kelley. Esta apelaba directamente a fuentes internacionales, con referencias
bibliográficas y legislativas tomadas de Gran Bretaña, Alemania, Francia,
Suiza, Austria, y más países. Otro ejemplo es la compilación de Alejandro
Unsain, argentino, llamada Legislación del trabajo, que se refería a leyes y
estudios de políticas sociales de Italia, Nueva Zelanda, Australia, Alemania, la
Unión Soviética <3, JAPÓN <3, Canadá, México, Chile, Bolivia, y más.

Esta nueva política social estaba además impulsada por un público nuevo
y enérgico. La extensión del sufragio (y de los movimientos que lo exigían en
Europa y en Latinoamérica (aunque mucho menos en Japón), y los sindicatos,
contribuyeron a poner sobre el tapete la cuestión social desde las décadas de
190 hasta 1914. En los Estados Unidos, que las mujeres ganaran el derecho a
voto favoreció de manera indirecta, aunque significativa, la idea de ciudadanía
social. Muchas cuestiones defendidas por las mujeres eran variaciones de los
temas centrales de la reforma: la solidaridad social y la política social. Muchas
activistas cívicas respondían a la prédica del Evangelio Social Protestante (en
la Norteamérica anglosajona) o de las Enseñanzas Sociales Católicas (en
Latinoamérica, Francia y Europa central).

Los liberales sociales en general querían ofrecer una alternativa atractiva


al socialismo, pero muchos de ellos se sintieron cautivados por las
aspiraciones éticas del socialismo y procuraron incorporarlas en su propio
programa político. Los nuevos liberales, no menos que los socialistas, hacían
hincapié en la importancia de los hechos sociales y la ética social. Para ellos
como para los socialistas, el socialismo no era una forma de Estado fija, sino
antes bien, como lo definió en 1909 Ramsay McDonald, miembro del Partido
Laborista británico, es una “tendencia, un estilo de pensamiento, una idea
rectora”. A pesar de esto, el autor señala que la amenaza del socialismo atizó la
reforma del liberalismo. No solo los conservadores sino también muchos
liberales sociales se apartaron con disgusto de la perspectiva del socialismo real.
En todas partes se lo consideraba un peligro que había que evitar. Sin embargo,
se producían algunas victorias socialistas modestas y sobre todo simbólicas, que
tenían su importancia. El socialismo tuvo una presencia considerablemente
fuerte en los Estados Unidos durante la era progresista.

Hubo una reacción mundial contra las consecuencias no deseadas del


mercado desregulado. Los defensores de un nuevo liberalismo repudiaban el
socialismo y el comunismo y aceptaban el capitalismo, pero habían perdido
fe en la capacidad del mercado para crear justicia social. La “cuestión
social” ocupaba un lugar notable en la prensa desde Tokio hasta Lima, desde
Buenos Aires hasta Glasgow, desde Chicago a Ciudad de México. Para Jane
Addams, que a principios del siglo XX tenía una reputación internacional de
reformadora, el sistema industrial se encuentra en un estado de profundo
desorden, era poco probable que la ética individual pudiera alcanzarlo alguna
vez. Winston Chuchill, por su parte, observaba que para poder sobrevivir en el
futuro los partidos políticos debían abordar de una u otra forma, las cuestiones
relativas a los salarios, el bienestar y el seguro en caso de enfermedad,
desempleo, vejez.

En el último lustro del siglo XIX y el primero del XX, la política de todas
las naciones industriales del globo había sido reformada. En las sociedades
industriales el socialismo fue radicalmente reformulado, y la cultura
política se profundizó hasta calar e la sociedad misma. En USA durante la
Era Dorada (entre 1877 y comienzos del progresismo en la década de 1990), la
política electoral nacional había evitado todo lo que tuviera que ver con la
cuestión social. Los debates giraban en torno a la raza, la moneda y los
impuestos aduaneros. Pero cuando comenzó el siglo XX la política ya no pudo
separarse ni aislarse de las cuestiones sociales, que se desplazaron hacia el
centro de los debates y cambiaron el sentido y el modo de ser de obrar de la
política.

Las dos revoluciones y la ciudadanía social

El tema central del apartado es la relación entre democracia y desarrollo


industrial. Aquí se ve que la teoría liberal del siglo XVIII para los reformistas
liberales se quedó corta, ya que ellos se dieron cuenta de que la democracia por
sí sola no bastaba para aumentar o garantizar un nivel de vida a la población
obrera. La teoría de la ciudadanía liberal, hasta este momento, había estado
dentro de los marcos de proteger al individuo del poder del Estado (el temor al
absolutismo de antaño). Ahora, a raíz de la expansión del poder privado, y con
el advenimiento del sistema fabril, se plantean nuevas cuestiones sobre la
autonomía, los derechos y la seguridad de los individuos, en donde se prevé que
el poder del Estado, es el que puede corregir y mejorar el sistema de industria
La transformación del liberalismo de fines del siglo XIX, unió el respeto por los
derechos del individuo con el apoyo a la intervención del Estado positivo, es
decir a favor de esos derechos y de la sociedad en su conjunto (el autor más
adelante nombra una idea de ciudadanía social).

El legado de las revoluciones francesa y norteamericana fue afirmar la


posibilidad de que todos los miembros de la sociedad civil llegaran a ser
ciudadanos reales o potenciales. Por supuesto que para las elites políticas del
siglo XVII imaginar a un ciudadano obrero era muy difícil, Jefferson por
ejemplo, no pudo. Pero un siglo después la crudeza de los números, imposible
ese remilgo republicano. La relación entre el mercado y la ciudadanía tuvo que
ser reconsiderada y hubo que entender y resolver las tensiones entre ambos. El
problema central aquí es que si las relaciones políticas de los ciudadanos
podrían modificar las operaciones de los mercados.

Cuando el sufragio se hizo más inclusivo los ciudadanos presionaron a


los Estados-nación para que la política y el Estado interviniera en la regulación
de los mercados, porque había que mitigar los riesgos y las desigualdades
sociales que habían producido los mercados desregulados. Justo antes de la
1GM, Walter Weyl3 señaló que este movimiento era el alma de una nueva

3
Líder intelectual del movimiento progresista de los Estados Unidos
democracia, cuyo objetivo ya no era la protección de los derechos inalienables
interpretados de manera negativa e individualista, sino la extensión y la
interpretación social de los derechos a la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Richard Ely4 abordó ante la Asociación económica norteamericana, en la


primera reunión de economistas del nuevo siglo, el tema de la libertad
industrial. Señaló que tanto Jefferson como Adam Smith habían tenido una
visión simplista del problema de la libertad, la habían entendido en sus aspectos
negativos. La concebían como una unidad y no como un complejo conjunto
de derechos. Para estos dos autores, lo único que necesitaba la libertad era que
se liberara de las limitaciones que le imponía el gobierno. La libertad era
entonces un desafío político y no un desafío social o económico. La razón para
que se produjera un cambio en el significado de la libertad para Ely, era que en
1776 los vínculos económicos que unían a los hombres en la sociedad eran
relativamente escasos y simples, pero en la era industrial se habían multiplicado.

Las dos revoluciones, política e industrial, eran parte de una secuencia,


sin embargo, había una tensión entre ellas. Por ejemplo, el Estado impide al
empleador contratar a niños y en la medida que restringe la libertad del
empleador aumenta la del niño. Para proteger la segunda libertad (la del niño),
había que instrumentar nuevos medios, en los que se utiliza el poder estatal.

Ely consideraba que ni el anarquismo ni el socialismo estaban a la altura


del reto del nuevo siglo ¿Cómo encontrar el equilibrio y la relación adecuada
entre los derechos positivos resguardados por las revoluciones del siglo XVIII
y las capacidades requeridas por la interdependencia y el industrialismo del
nuevo siglo? Para él, la respuesta es que la libertad positiva a favor del bien

4
También líder del movimiento progresista estadounidense, y es recordado como uno de los fundadores y
primer secretario de la Asociación económica estadounidense.
colectivo debía asegurar y complementar la libertad negativa ganada en las
revoluciones políticas del siglo XVIII. [Lo que pude deducir, es que parece que
se le llama libertad positiva a las libertades que apuntan a un beneficio
colectivo, y libertad negativa a la que se centra solo en el individuo].

Wroodrow Wilson [presidente de USA] en su discurso inaugural de 1912


destacó que no puede haber ninguna igualdad de oportunidades si los hombres,
mujeres y niños, no están protegidos en sus vidas, de las consecuencias de los
grandes procesos industriales y sociales que no pueden modificar, controlar y
afrontar.

Hipólito Yrigoyen [primer presidente argentino en ser elegido] basándose


en las palabras de Ely y Wilson, señaló alguna vez que la democracia no
consiste únicamente en la garantía de la libertad personal, sino que implica la
oportunidad para todos de gozar de un mínimo de bienestar.

Seki Hajime5, japonés, concebía la economía como concentrada en el


ciudadano, que tendiera a la democracia social o lo que llamaba “una economía
nacional del pueblo”

Giovanni Giolittí, italiano que fue 5 veces primer ministro entre 1892 y
1921, procuró hallar un terreno intermedio entre la reacción y la revolución. Lo
que ofrecía era una visión de un Estado capitalista moderno que fuera un
mediador imparcial activo, no pasivo, de las relaciones de clase.

Finalmente David Lloyd George, representante del ala radical del Partido
Liberal, defendía su presupuesto del pueblo en 1909 de la siguiente manera:
“No me molestaría que me llamen socialista si me da ese título porque tomo

5
Fue un alcalde de Osaka, que jugó un papel decisivo en el desarrollo del capital social, como la construcción
de puertos y ferrocarriles, y la implementación de una política social urbana. Él pidió asesoría para esto a los
gringos, y es nombrado en el apartado anterior a propósito de esta intercomunicación.
medidas para hacer feliz a la mayoría de la nación (…) mi política social procura
ser un paliativo y en última instancia, puede servir a propósito de prevenir un
movimientos revolucionarios. Por consiguiente, este programa político está, por
una parte, en concordancia con los capitalistas.”

Formas de apartarse del laissez-faire

La forma más ampliamente discutida de apartarse del laissez-faire estuvo


asociada a los economistas históricos alemanes que organizaron la Asociación
para la Política Social o Verein für Sozialpolitik (1872) [ojo que el profe quiere
los nombres en su idioma original en la prueba] como una plataforma desde la
cual proyectar el conocimiento académico a la discusión pública e influir sobre
las medidas políticas. El momento fue oportuno porque a partir del triunfo de
Alemania en la guerra franco-prusiana en 1871, y la posterior unificación bajo
Otto van Bismark, se creó un Estado fuerte (la Asociación quería influir en la
dirección de este nuevo Estado).

En tiempos de intenso nacionalismo, los economistas reformadores


buscaban oponerse a la economía del laissez faire identificada con Gran
Bretaña, rival en el escenario mundial. Las críticas estaban centradas en la
declaración de la escuela de Manchester: sus leyes, que trataban a la economía
como una esfera autónoma y justificada en sí misma (regida por leyes absolutas
y universales), eran consideradas deductivas, abstractas y con escasos
fundamentos empíricos. Los economistas alemanes señalaban que estas
teorías debían someterse a la prueba empírica de la historia. La crisis de 1873
dio oportunidad a la nueva organización de hacerse oír.

Estos alemanoides economicoides no eran socialistoides. Si bien


reconocían los intereses de clase en pugna, buscaban mejorar las condiciones
sociales sin creer en la lucha de clases ni en la revolución. Aun así la cuestión
social ocupaba el centro de sus preocupación y promovían la idea de que la
política social era una actividad legítima y necesaria del Estado moderno.
Muchos de ellos apreciaban el Estado benefactor conservador promovido por
Bismark. Una de las figuras centrales para los estudiantes extranjeros que
confluían en las universidades alemanas era Gustav von Schmoller (así lo creía
al menos Ely y Hajime). Su discurso en la fundación de la Asociación de la
política social, en donde subrayó la intervención del Estado en la economía a
propósito de promover el bien social en la era industrial, tuvo repercusiones
distantes.

El método de investigación de la Asociación era bajo una pregunta sobre


la contingencia histórica ¿en este lugar y en este momento, caracterizado por la
compleja interdependencia social de la vida urbana, por el trabajo industrial y
por sus sustanciales desigualdades entre el trabajador y el empleador, garantiza
el Estado algún tipo de intervención que tienda al bien colectivo? Este
planteamiento desplazó el debate desde los absolutos morales abstractos a los
hechos históricos. En USA Edmund James y Simon Parren iniciaron el
movimiento equivalente estadounidense de la Verein für Sozialpolitik. Por ahí
también andaba Ely, y un tal Seligman economista de Columbia, quien fue el
que utilizó sus aptitudes diplomáticas para la creación de la Asociación
Económica Norteamericana, diseñada con el objetivo de atraer a la mayor
cantidad de miembros (el autor dice Verein era integrada por grupos muy
variados, así que sigue su ejemplo).

La Asociación Económica Norteamericana hizo hincapié en la


investigación, y reconocía como principio central que la intervención en la
economía con el propósito de lograr el bien social, era una actividad propia del
Estado. También ponía acento en la promoción de la perfecta libertad de toda
discusión económica, por lo que también habían miembros ligados al
Movimiento Evangélico Social. En su primera declaración señala que el Estado
es un organismo ético y de educación cuya ayuda positiva es una condición
indispensable para el progreso humano. La doctrina del laissez-faire es insegura
en política e insensata en lo moral, y ofrece una explicación inadecuada de las
relaciones entre el Estado y los ciudadanos. Declaraban además que la vasta
cantidad de problemas sociales solo se resolvería mediante los esfuerzos unidos
de la ciencia, el Estado y la iglesia.

La Asociación norteamericana nos habla de una permeabilidad de


fronteras disciplinarias, sus economistas estaban vinculados con los de
Asociación de Historia Norteamericana. Claro que no a todos veían bien la
asociación entre la economía y la política social, como a Godkin y William
Graham, bajo el argumento de que la economía era una ciencia y la política
social no. Godkin decía que la idea de una economía social era una medida
política o social, no una medida económica. Lo que inspiraba esta defensa por
la ciencia económica era la profunda desconfianza por la política democrática.
Godkin lamentaba que los jóvenes leones de la escuela histórica pudieran
imaginar que la intervención del Estado promovería semejante futuro glorioso,
teniendo en cuenta que en Nueva York el gobierno era sinónimo de una
maquinaria de corrupción del partido Demócrata.

A propósito de un periodista japonés llamado Tokumi Soho, que antes


era admirador de Godkin, pero que se distanció del pensamiento de Godkin
porque este era antiimperialista (Shoho creía que era mejor para Japón seguir la
senda de Bismark), el autor señala que con frecuencia la reforma social y el
imperialismo se asociaban en una misma posición, como el caso de Joseph
Chamberlain en Gran Bretaña y Theodore Roosevelt en USA.

La mayor parte de los liberales del s. XIX hacia el s. XX se habían


desplazado hacia nuevas y variadas formas de liberalismos. La resistencia a la
política social provenía en especial de los conservadores: terratenientes como
en Latinoamérica, industriales poderosos (USA y Japón). Pero no todos los
conservadores se oponían a la política social, como en el caso de Bismark,
donde adhirieron con entusiasmo a la idea de que al Estado le cabía la
responsabilidad de proteger a los trabajadores, aunque Bismark combinó esta
postura con la brutal suspensión de su oposición política: el Partido
Socialdemócrata. Su objetivo era la estabilidad social y su plan consistía en
derrotar a los socialistas en su propio juego. Su primer ministro señaló lo
siguiente: el poder del Estado tal como existe hoy parece ser el único medio
para defender el movimiento socialista en su senda errada. Bismark también se
opuso a que la Iglesia católica controlara en Alemania las escuelas, los
matrimonios y las designaciones eclesiásticas, y atacó la influencia
ultramontana del Vaticano. Parece ser según un inglés contemporáneo que su
objetivo era que todo individuo quedara inexorablemente atrapado en la vida y
desarrollo del Estado.

El temor que inspiraba el movimiento y la revolución socialistas los


motivaba a los liberales tanto como el ideal de la ética socialista. La búsqueda
del equilibrio, la característico del progresismo de los Estados Unidos, se veía
también en países como Japón. Economistas reformadores de la Asociación
para una Política Social, seguidora japonesa de la Verein für Sozialpolitik,
declararon su oposición al laissez-faire y también al socialismo, porque la
destrucción de los capitalistas equivalía a obstaculizar el progreso nacional. Los
liberales sociales querían imponer una política que incluyera las aspiraciones
humanistas del socialismo y socialismos, no solo el de Marx, sino que también
el de muchos otros movimientos, desde el cristianismo social al cooperativismo
y al comunitarismo. Sun Yat-sen, líder del movimiento republicano de China,
pensaba que el socialismo chino debía concebir una manera de reformar la
organización social y económica, tendiente a prevenir una revolución social en
el futuro. Walter Weyl por su parte, acuñó la frase socialismo condicional, en
oposición al socialismo absoluto.

En conclusión, antes de la Revolución Rusa, la línea que dividía a los


liberales nuevos o sociales de los socialistas no estaba muy clara (aunque en el
pasado los historiadores habían trazado una clara línea divisoria). El desarrollo
internacional del liberalismo social y la idea de ciudadanía social que se habían
expandido en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial fundieron,
confundieron y en ocasiones borraron las categorías políticas e ideologías
heredadas. Hasta los anarquistas tenían un costado pragmático y trabajaban con
liberales a favor de varias reformas de protección para los obreros en países
como México, Brasil, Argentina, y Chile (eso sí eran vínculos informales). Por
eso sorprende lo que ocurrió después de la Revolución Rusa, se erosionaron las
posiciones intermedias en USA y Japón: la Asociación para la Política Social
japonesa dejó de reunirse en 1924 desgarrada por las diferencias infranqueables
en el marco de una política cada vez más dividida.

Al mismo tiempo la religión adquirió una mayor influencia en la


respuesta internacional a la crisis del industrialismo moderno, es el caso de las
vertientes evangelistas sociales del progresismo norteamericano, y las
intervenciones de la Iglesia Católica, fundamentalmente la encíclica Rerum
Novarum. No se trataba de un documento radical, su objetivo era combatir el
socialismo, pero también expresaba recelo hacia el individualismo liberal. Si
bien su espíritu es paternalista y favorece la jerarquía social, también aceptaba
que la autoridad establecida tenía obligaciones que incluían mejorar los salarios
y el bienestar de los trabajadores. Aunque a menudo estaban en conflicto,
Bismark y el Vaticano compartían la consideración conservadora de que era
necesario que quienes tenían el poder incorporaran a quienes no lo tenían. Para
las élites católicas, incluidas las más conservadoras y sobre todo las de América
Latina, esta encíclica transformó la cuestión social en una cuestión ética que
exigía solución.

Las enseñanzas sociales del Vaticano indujeron a los estudiosos de las


ciencias sociales de los países católicos a examinar desde una nueva perspectiva
los problemas sociales surgidos del capitalismo industriales. Y dio gran aliento
a los líderes católicos de las clases obreras tanto en las naciones católicas como
en USA.

Aunque que parece que no se acepta del todo por ser un país católico, los
reformadores sociales protestantes franceses tenían estrechos vínculos con
líderes evangelistas sociales norteamericanos y británicos. Colaboraron en gran
medida para crear el Musée Social6 de Paris (1894), y para desarrollar la idea
de una economía social en Francia.

Si bien los norteamericanos solían señalar el carácter distintivo de su


tradición de trabajo voluntario, una mirada retrospectiva nos permite ver que a
comienzos del s. XX en muchas naciones de Europa se examinaba y se ponía a
prueba la relación de las organizaciones de voluntarios con el Estado. En Italia
los programas caritativos privados se complementaban a menudo con un plan

6
Institución privada francesa, que se convirtió en un importante centro de investigación en temas como la
planificación urbana, la vivienda social y la organización laboral. Influyó en la política de gobierno.
minimalista de intervención estatal. El reto para los nuevos liberales en estos
casos era hallar una combinación factible entre la caridad y la provisión estatal.
En USA, el Estado incorporó fondos públicos o reguló mediante licencias obras
de caridad que a fines del s. XIX y principios del XX se transformaron en
organizaciones de servicios sociales.

En la década de 1890 la Tercera República francesa puso acento en la


solidaridad, entendida como algo semejante a una “república cooperativa”. El
primer ministro francés Léon Burgeois, en su libro titulado Solidarité (1896), e
influido por las ideas del filósofo Alfred Fouillée, señala que sin un sentimiento
republicano de deber moral de solidaridad, la gloriosa Revolución Francesa no
estará plenamente realizada. En aquel período se promovieron diversas formas
de sociedades de ayuda mutua.

En Francia y América Latina la influencia del Vaticano de los grupos


internacionales de voluntarios y de los sindicatos de obreros se interpretaba en
un contexto intelectual marcado por el positivismo de Auguste Comte. Su
contribución al movimiento internacional en oposición al laissez-faire y a favor
de una economía social, está en su repudio hacia el individuo autónomo. Dirigió
su atención al organismo social y a las teorías que entendían al individuo como
parte de la historia y de la sociedad, como un sujeto modelado por ambas. Detrás
de estas ideas alentaba la esperanza de una reconstrucción social consciente con
base científica, el método del positivismo como el de los economistas históricos
alemanes, evitaba las teorías y las leyes abstractas.

El riesgo profesional y la imaginación moral

En sociedades tan distintas como la francesa y la japonesa, se produjo lo


que podría llamarse como el reconocimiento de los derechos y las obligaciones
sociales objetivos. Una mirada nueva que interpretó los riesgos y desventuras
de las clases trabajadoras como riesgos profesionales, y que ya no estaban
asociados al anticuado moralismo que los atribuía a la responsabilidad y la culpa
individuales. Los accidentes eran una condición de la modernidad que debía
abordarse con una mirada objetiva capaz de reconocer los derechos de las
víctimas. Las formulaciones diferían de una nación a otra, pero surgió una
nueva comprensión de la responsabilidad que trasladó el foco de lo
individual a lo colectivo y puso una atención especial, al papel que le
correspondía al Estado, el cual efectivamente creó el derecho a la seguridad para
los obreros industriales.

 Japón

Los debates japoneses sobre la cuestión social fueron notables por el grado
de convicción con que se analizó la pobreza, en donde los pobres figuran como
víctimas de las fuerzas estructurales impersonales de la economía moderna. A
pesar de esto, la primera medida política a las
penurias individuales fue la política de
rehabilitación de los samuráis en 1971, como
respuesta a la pérdida de poder y privilegio de
esta antigua clase (aristocracia militar
tradicional), provocada por la restauración
Meiji en 18677, ya que perdieron sus
propiedades y sus medios de subsistencia. A pesar de lo excepcional de esta
situación, este cambio sobre la desgracia y la responsabilidad tuvo
repercusiones generales. Esta reorganización de la imaginación moral

7
Proceso que apartó a las instituciones políticas y económicas japonesas de su pasado feudal y las orientó a
la modernidad. Vean Samurái X.
impulsada por los académicas y burócratas de la Asociación para la Política
Social contribuyó a facilitar la tarea de los reformadores.

 Francia

Surgió una nueva comprensión moral de los riesgos de los lugares de trabajo,
de la mano de la moderna ciencia de las estadísticas. Los científicos sociales
demostraron de que cambiar los obreros no afectaba la tasa de accidentes, por
lo que el descuido individual quedó fuera de discusión. Esta nueva comprensión
objetiva fue la base de la Ley de Compensación de los trabajadores promulgada
en Francia en 1898. En ella se contemplaba de que si bien el empleador pagaba
el costo de la compensación, no significaba que era culpable, porque el análisis
estadístico demostraba que una organización industrial, aun cuando estuviera
administrada adecuadamente, producía accidentes industriales. La
compensación entonces, no era por caridad sino porque el Estado reconocía el
riesgo profesional y establecía su derecho al beneficio, independiente de la
categoría del trabajador. Así fue como el conflicto entre el capital y el trabajo
propio de la economía del laissez-faire, pasó a resolverse mediante una práctica
social objetiva que quitó a ambas partes el peso de la culpa y la necesidad de
encontrar al causante. Podría argumentarse que la lógica de este seguro
reconocía la interdependencia social y que por lo tanto, era un modelo de facto
de solidaridad social.

En suma, el Estado moderno de bienestar fue en realidad un Estado de seguro


social. En las primeras décadas del s. XX a medida que este modelo se extendía
por el mundo, la administración técnica del “riesgo profesional” reemplazó en
forma paulatina a la cuestión social más antigua.

 USA
Este país peculiarmente moderno, quedó atrapado en supuestos más anticuados
sobre la moral y la asignación de culpas, y fueron más lentos en comprender la
objetividad de los derechos sociales. Solo tras la Ley de Seguridad Social (1935)
el país aceptó la idea del seguro social.

El consumo trasladó esto al ámbito de la protección del consumidor y al


riesgo doméstico. El estilo de pensamiento norteamericano puso en el centro de
la escena el hogar de la clase obrera, que era entendido como el dominio de las
mujeres, y por tanto también el terreno de la moralidad. Perspectiva que
exageraba la importancia de los valores familiares y los roles de género
tradicionales para resolver los problemas y las inseguridades sociales de la vida
industrial moderna. Por lo que solo se reguló el mercado en aquellos terrenos
relacionados con la domesticidad y el trabajo de las mujeres, destinado a
garantizar la seguridad doméstica de las familias, pero a la lógica comercial se
le permitía operar libremente en la fábrica. Esta distinción marcó la tendencia
del país a confiar en una idea caritativa de la protección de los vulnerables en la
sociedad industrial, en lugar de reconocer derechos generales. Por lo que hay
una incapacidad de reconocer la cuestión social más amplia que reconocía el
capitalismo de la época. Ejemplo: sí se aprobó una ley de protección a los
consumidores, la Ley de Pureza de los Alimentos y Medicamentos de 1906.

No obstante, la crisis de la Gran Depresión obligó a repensar estos


supuestos morales relativos al hogar, el trabajo y las inseguridades de la
sociedad industriales. Pero las medidas políticas que se tomaron continuaron
basándose en supuestos de género y distinciones raciales.

La reforma internacional y la red mundial (www)


No hay analogía que describa mejor la circulación de la información a
través de la comunidad reformadora internacional que la práctica de compartir
archivos por internet. En aquel entonces había una vasta provisión de
información disponible más o menos para todos los gustos. Científicos sociales,
filántropos, líderes sindicales y burócratas intercambiaban de manera activa los
archivos disponibles. Los organismos de gobierno, como las universidades,
desarrollarlo material internacional, y existía mucho intercambio de
información, aquí varios ejemplos. El informe del Comité de Casas de Vecindad
de la legislatura del estado de Nueva York de 1894, incluía resúmenes de
medidas políticas e indicadores de vivienda social de grandes ciudades de
Europa Occ, India, Japón, Rusia y el Imperio austrohúngaro y más. El
Departamento Nacional del Trabajo de Argentina compiló información sobre
las medidas políticas vinculadas a cuestiones laborales de Nueva Zelanda,
Australia, Japón, Noruega, México, Chile, USA, etc. Seki Hajime que de
cuando en cuando era profesor de la universidad de Tokio asistía a conferencias
internacionales y su correspondencia incluía a la mayoría de los principales
reformadores urbanistas del mundo. El movimiento de trabajadores de México,
una vez terminada la 1GM y deseoso de consolidar lo ganado con la Revolución
Mexicana, seguía atentamente lo que ocurría en Rusia, Barcelona y USA.

 La OIT

Los historiadores estadounidenses le han prestado poca atención, pero otras


naciones industrializadas o en vía de, se la tomaron en serio y llegó a afectar
propositivamente el desarrollo de la idea de la ciudadanía social. Los japoneses,
por ejemplo se sintieron heridos por la crítica internacional, que juzgó su
política laboral como anticuada, lo que favoreció la causa de la reforma. Chile
y Argentina, por su parte, también querían que se los identificara con el progreso
internacional. Arturo Alessandri Palma quiso instaurar una política laboral que
satisficiera los criterios de la OIT.

 El Musée Social de Paris

Es considerado por muchos como la sede central de la red reformadora


internacional. Tenía contactos regulares con investigadores y activistas de
pensamiento similar en USA, Rusia, Alemania, Italia, Argentina, Marruecos,
Argelia, Túnez, y más. Era un lugar donde podían conocerse universitarios
especialistas en ciencias sociales, políticos, filántropos, y administradores
estatales. Creó una mélage de reformas que facilitó y fomentó la experiencia
social. SU biblioteca contenía publicaciones procedentes de todas partes del
mundo.

Desafíos comunes y política local

En la conclusión del capítulo, el autor defiende su postura de una historia


global más que particular, aunque aquello no significa, como se dijo al
principio, que se haya llegado a los mismos resultados en todos los países. Los
académicos y los expertos en planificación política que dedicaron tanto tiempo
al estudio de la legislación industrial no creían que lo encontraban en los
archivos recibidos fueran modelos que pudieran adoptarse mecánicamente. Lo
que hacían era adaptar con creatividad las ideas y las medidas políticas. Podía
ser el caso que surgieran soluciones distintas al mismo problema, o que se
llegara a la misma solución a partir de ideologías distintas, como el caso de que
el primer gobierno que instauró el seguro contra el desempleo haya sido el
régimen conservador de Bismark.

Las comparaciones entre las diversas naciones eran constantes. Sobre


todo entre los burócratas de los ministerios deseosos de estar al día con la última
novedad de legislación social. Es el caso de Italia, cuyas autoridades no querían
quedar atrasadas. A algunos burócratas japoneses les parecía ventajoso aprender
tanto de los errores como de los logros ajenos. Y a varios norteamericanos les
parecía vergonzoso que USA llegara tan tarde a las reformas, como a Theodore
Roosevelt que en 1908, en el mensaje anual al congreso les cantó bien claro que
era humillante que los congresos internacionales europeos sobre accidentes se
señale a USA como las más retrasadas entre las naciones al respecto.

Ahora viene la parte de la lista negra. En México y en Argentina si bien


habían leyes laborales de vanguardia y los sindicatos recibían una buena
acogida en los partidarios populistas dominantes, los gobiernos rendían al
autoritarismo y el movimiento obrero perdió autonomía. En buena parte de
Latinoamérica se aprobaban leyes industriales positivas propias de la época,
pero que exigían la cooperación de los trabajadores y garantizaban que los
sindicatos tuvieran escaza o ninguna independencia. Como el caso del PRI
mexicano conciliaba los intereses de clase a través de la mediación del Estado
pero al precio de que los trabajadores perdieran voz.

Por otro lado, la contienda política sobre el liberalismo social no se


limitaba al capital industrial y la clase trabajadora urbana, también se extendía
entre las ciudades y el campo, como en Rusia (expertos académicos y líderes
obreros e industriales v/s gobierno Imperial atrapado en un antiguo modelo
paternalista que daba privilegios a los aristócratas dueños de la tierra). Este
conflicto se da en Latinoamérica, donde los terratenientes comprometidos con
una sociedad y política aristócrata y paternalista obstaculizó la aprobación de la
reforma industrial, y debilitó la idea de ciudadanía social.

En Japón tampoco las protecciones industriales significaron u


fortalecimiento de los trabajadores y de la ciudadanía social. A pesar del
episodio de democratización del reinado del emperador Tishe (1912-1926), la
reforma social terminó evolucionando hacia un autoritarismo tecnocrático en la
década de 1920. Y en el siguiente decenio, la guerra y la depresión obligaron a
Japón a adoptar medidas políticas que protegieran a los trabajadores, pero la
dirección condujo en última instancia al fascismo.

El autor se replantea la pregunta sobre por qué no hubo socialismo en


USA y luego termina en una reflexión sobre el arraigo del liberalismo a
propósito de una corriente antiliberal. Luego habla del Apartheid, y la
resistencia de los Estados sureños de USA a darles derechos a los
afrodescendientes, y luego habla del arraigo liberal en las colonias. No entendí
como se relacionaba esto con todo y hasta aquí llegó mi comprensión lectora.
No me odien ☹

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