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Albert Vanhoye

CARTA A
LOS HEBREOS

BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS


MADRID • 2014

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ÍNDICE GENERAL

Págs.

Presentación, por José María Gil Tamayo .................................. XI


Introducción .............................................................................. XV
1. Género literario: ¿una carta?, ¿una homilía? ...................... XV
2. Contenido doctrinal: un tratado de Cristología ................ XVI
3. Cristología sacerdotal ........................................................ XVI
4. Los dos oráculos del salmo 110 (109) ............................... XVIII
5. Usos del primer oráculo..................................................... XIX
6. ¿Quién es el autor de la homilía?....................................... XX
7. Aspectos no paulinos......................................................... XXI
8. Relaciones con san Pablo................................................... XXII
9. ¿Quién es el autor de la nota de envío (Heb 13,19.22-25)? . XXIII
10. ¿Podemos conocer el nombre del autor de la homilía? ...... XXV
11. ¿Para quién se compuso esta homilía? ............................... XXVII
12. Fecha de la carta................................................................ XXVIII
13. Estructura de la homilía .................................................... XXIX

COMENTARIO

Capítulo I. Exordio (1,1-4) ...................................................... 3

Capítulo II. Primera parte: situación de Cristo (1,5-2,18) ...... 9


1. Primer parágrafo (1,5-14): Cristo, «Hijo de Dios» ............ 9
2. Primera exhortación (2,1-4) .............................................. 19
3. Tercer parágrafo (2,5-18): Cristo, «hermano de los hom-
bres» .................................................................................. 21

Capítulo III. Segunda parte: Sumo sacerdote digno de fe y


misericordioso (3,1-5,10) ........................................................ 33
1. Primera sección (3,1-4,14) ................................................ 34
a) Exposición (3,1-6): Sumo sacerdote digno de fe ......... 34
b) Exhortación (3,7-4,14): Aviso contra la falta de fe ..... 37
2. Segunda sección (Heb 4,15-5,10): Sumo sacerdote mise-
ricordioso .......................................................................... 46

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X Índice general

Págs.
a) Introducción (4,15s).................................................... 46
b) Exposición (5,1-10) .................................................... 48

Capítulo IV. Tercera parte: Valor sin igual del sacerdocio y del
sacrificio de Cristo (5,11-10,39).............................................. 59
1. Introducción exhortativa (5,11-6,20) ................................ 59
2. Gran exposición de cristología sacerdotal. Relaciones de
diferencia y de superioridad con el Antiguo Testamento
(7,1-10,18) ........................................................................ 67
a) Primera sección (7,1-28): Cristo sumo sacerdote de
un género diferente y superior ..................................... 68
b) Sección central (8,1-9,28): La liturgia de Cristo, dife-
rente ............................................................................ 79
c) Tercera sección (10,1-18): Eficacia de la oblación de
Cristo .......................................................................... 112
d) Conclusión exhortativa (10,19-39) ............................. 119

Capítulo V. Cuarta parte: Fe y paciencia (11,1-12,13)............. 133


1. Primera sección (11,1-40): La fe de los antepasados ......... 133
a) Primer parágrafo (11,1-7): Introducción y primeros
ejemplos ...................................................................... 134
b) Segundo parágrafo (11,8-22): La fe de Abrahán y de
los patriarcas ............................................................... 137
c) Tercer parágrafo (11,23-31): La fe de Moisés ............. 142
d) Cuarto parágrafo (11,32-40): Éxito y pruebas de la fe .. 145
2. Segunda sección (12,1-13): La paciencia necesaria ........... 150
a) Ser pacientes como Jesús (12,1-3) ............................... 150
b) La educación dada por Dios (12,4-11) ....................... 156
c) Conclusión (12,12s) .................................................... 159

Capítulo VI. Quinta parte (12,14-13,18) ................................ 161


1. Primer parágrafo (12,15-29): Buscar la santificación ........ 162
2. Segundo parágrafo (13,1-6): la paz con todos ................... 174
3. Tercer parágrafo (13,7-18). Exigencias de la situación de
los cristianos ...................................................................... 177
4. Saludo de conclusión (13,20s) ........................................... 186
5. Nota de envío (13,22-25) .................................................. 190

Epílogo ........................................................................................ 197


Bibliografía sobre Hebreos ..................................................... 201

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INTRODUCCIÓN

Entre los escritos del Nuevo Testamento el texto que se


denomina «Carta a los Hebreos» presenta numerosos aspectos
particulares que hacen de él una obra muy original.

1. Género literario:
¿una carta?, ¿una homilía?

En nuestras ediciones del Nuevo Testamento este texto está


colocado detrás de la carta del apóstol Pablo a Filemón, dando
la impresión de que es también una carta del Apóstol; pero,
a diferencia de las 13 cartas precedentes, su primera palabra
no es el nombre de Pablo, como remitente de la carta; es un
adverbio griego que significa «en muchas ocasiones». Dicho de
otra forma, este texto no tiene un inicio epistolar; no contiene
ni el nombre de un remitente, ni el de los destinatarios, ni un
saludo. Comienza con una magnífica frase de exordio propia de
una predicación (Heb 1,1-4).
En los desarrollos que siguen (1,5-13,18), no se encuentra
nunca una frase que refleje una situación epistolar, es decir, una
situación de separación entre remitente y destinatarios. El autor
no dice nunca que «escribe»; dice que «habla» (2,5; 5,11; 6,9;
8,1; 9,5; 11,32).
Solo al final se manifiesta una situación epistolar; en primer
lugar en una frase breve (13,19) que se separa del contexto por
el uso de la primera persona del singular; más tarde en una men-
ción final, donde se vuelve a encontrar el mismo uso (13,22-25)
Entre Heb 13,19 y Heb 13,22-25 se encuentra la conclu-
sión de la predicación, que consiste en una frase solemne de
saludo de despedida y de doxología, culminada con un «amén»
final (cf. 13,20-21).
La Carta a los Hebreos es en realidad una espléndida ho-
milía, que ha sido enviada por escrito, con una breve nota de

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XVI Introducción

acompañamiento, a una comunidad cristiana alejada. Con toda


probabilidad, esta homilía ha sido pronunciada de viva voz por
su autor en distintas comunidades por donde él pasaba. Al-
gunos detalles muestran que el autor era un apóstol itinerante,
y no el responsable local de una comunidad (cf. 13,17).

2. Contenido doctrinal:
un tratado de cristología

La mayor originalidad de esta Carta a los Hebreos no es


este aspecto formal de homilía enviada por escrito con una nota
de acompañamiento, sino su contenido doctrinal: el autor nos
presenta un verdadero tratado de cristología, cuidadosamente es-
tructurado, caso único en el Nuevo Testamento. Los escritos del
Nuevo Testamento contienen muchas afirmaciones de cristo-
logía, de las que algunas tienen una importancia capital.
Pensemos, por ejemplo, en las declaraciones divinas des-
pués del bautismo de Jesús (Mt 3,17 y paralelos) o de su Trans-
figuración (Mt 17,5 y paralelos), o en la profesión de fe de san
Pedro (Mt 16,16), o en la respuesta de Jesús al sumo sacerdote
(Mt 26,63-64).
El cuarto evangelio tiene una cristología muy profunda,
pero no se presenta bajo forma de un tratado. En las cartas
de san Pablo los elementos de cristología son muy numerosos
y algunos textos, como los himnos cristológicos de la Carta a
los Filipenses y de la Carta a los Colosenses (Flp 2,6-11; Col
1,15-20), son de una riqueza inagotable, pero son textos cortos,
mientras que la Carta a los Hebreos nos ofrece un tratado de
cristología que se extiende en distintas etapas a lo largo de diez
capítulos.

3. Cristología sacerdotal

Otra originalidad: este tratado único de cristología es un


tratado de cristología sacerdotal. El autor afirma y proclama
que Cristo ha ofrecido un sacrificio, que es «sacerdote» (Heb
5,6; 7,17.21; 10,21), incluso «sumo sacerdote» (3,1; 4,14; 5,10;

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Introducción XVII

8,1; 9,11). Ahí hay una completa novedad. En ninguna otra


parte del Nuevo Testamento encontramos una afirmación se-
mejante.
Los evangelios nos muestran que muchos títulos han sido
aplicados a Jesús. Jesús proclamaba mensajes divinos, como lo
habían hecho los profetas; se le reconocía, por tanto, como un
profeta (Mt 21,11), o incluso como «el profeta» que esperaban
( Jn 6,14), el profeta semejante a Moisés, cuya venida había sido
anunciada en el Deuteronomio (Dt 18,15-19; Jn 1,21). Por otra
parte, Jesús «enseñaba» (Mt 4,23; 9,35); se le llamaba «rabbí»
o «maestro» ( Jn 1,21). Se preguntaban si no era él «el Mesías»
( Jn 1,41; 4,25), «el Hijo de David» (Mt 12,23; 21,9), «el Cristo,
el Hijo de Dios» (Mt 26,63).
Pero nunca nadie se había preguntado si era sacerdote o
sumo sacerdote. ¿Por qué? Por una razón muy simple: todos sa-
bían que no lo era, porque no pertenecía a la tribu de Leví, a la
que estaba reservado exclusivamente el sacerdocio: «Cualquier
extraño que se acercara, sería hombre muerto» (Núm 3,38).
Jesús mismo había respetado estrictamente este carácter
exclusivo. Nunca había pretendido ninguna función sacerdotal.
No había entrado nunca en el templo propiamente dicho; como
simple israelita había entrado solo en el atrio, donde había en-
señado, pero no había ofrecido sacrificios.
Ahora bien, la muerte de Jesús, ¿no fue un sacrificio? Es-
tamos habituados a considerarla como un sacrificio. No nos
damos cuenta suficiente del hecho de que esta muerte no tiene
nada de un sacrificio ritual. En lugar de realizarse en un lugar
santo, la ejecución de un condenado se hace en un lugar profano,
fuera de la ciudad santa. Lejos de ser un acto de consagración,
es un acto de execración, que constituye una maldición. San
Pablo no ha dudado en declarar que Cristo se ha convertido por
nosotros en maldición, pues está escrito: «maldito todo el que
cuelga de un madero» (Gál 3,13; Dt 21,23). Lejos de integrar a
Jesús en el sistema sacrificial antiguo y en el sacerdocio antiguo,
su muerte de crucificado lo separaba de él completamente.

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XVIII Introducción

4. Los dos oráculos del salmo 110 (109)

La convicción de que Jesús no había sido sacerdote era tan


fuerte que ha tenido durante mucho tiempo una consecuencia
exegética negativa: ha impedido aplicar a Cristo un oráculo del
Antiguo Testamento, el segundo oráculo contenido en el salmo
110 (109),4 donde dice: «Tú eres sacerdote».
El salmo 110 (109) es un salmo real que se aplicaba al Me-
sías. Comienza por un primer oráculo que invitaba al Rey-
Mesías a sentarse a la derecha de Dios. En una controversia
con los fariseos, Jesús ha citado este oráculo y se ha servido de
él para demostrar que el Rey-Mesías no podía ser simplemente
Hijo de David (Mt 22,41-46 y par.). Más tarde, en su proceso
ante el Sanedrín, apremiado por el sumo sacerdote a declarar
si era o no «el Cristo, el Hijo de Dios», Jesús vuelve a tomar la
expresión del salmo para afirmar su filiación divina; entonces es
acusado de blasfemar y de merecer la muerte (Mt 26,63-66 y
par.). La resurrección de Jesús demuestra que no había blasfe-
mado de ningún modo, sino que por el contrario había dicho
la verdad. La catequesis primitiva ha aplicado el primer orá-
culo del salmo a la glorificación de Cristo. Es lo que ha hecho
san Pedro desde su primer sermón, el día de Pentecostés (Hch
2,34-36), san Esteban antes de su martirio (Hch 7,55s) y san
Pablo en distintos lugares de sus cartas (Rom 8,34; 1 Cor 15,25;
Ef 1,20; Col 3,1). El primer oráculo del salmo estaba, por tanto,
firmemente enraizado en la catequesis primitiva.
Normalmente se habría debido concluir que el segundo
oráculo, el oráculo sacerdotal, se aplicaba también al Cristo
glorificado, pues concernía visiblemente al mismo personaje y
estaba apoyado por una promesa de Dios, lo que le hacía to-
davía más importante que el primero. Pero nadie sacaba esta
conclusión pues todos sabían que según la Ley de Moisés Jesús
no era sacerdote ni podía ser sacerdote.
Al cabo de treinta años un apóstol itinerante, el autor de
la Carta a los Hebreos, vio las cosas de forma nueva. Se dio
cuenta de que el segundo oráculo del salmo no hablaba del sa-
cerdocio levítico, sino de un orden sacerdotal diferente, desde
la perspectiva del rey-sacerdote Melquisedec y no de Aarón.

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Introducción XIX

Nada impedía, por tanto, atribuir al rey-Mesías este sacerdocio


diferente.
El autor habría podido contentarse con proclamar su des-
cubrimiento y con afirmar que, según el salmo 110 (109), el
Cristo Rey-Mesías era al mismo tiempo Rey-sacerdote «no
según el orden sacerdotal de Aarón, sino según el orden sa-
cerdotal de Melquisedec» (Heb 7,11). El autor no se contenta
con semejante afirmación, sino que se ha esforzado en definir
mejor a la luz del Misterio Pascual de Cristo, los rasgos espe-
cíficos de este sacerdocio diferente, conseguido gracias a una
«liturgia muy diferente» (8,6), que ha introducido a Jesús en un
santuario diferente (9,4), y ha establecido una alianza diferente,
nueva (9,15).
El resultado de esta búsqueda profundizada es el tratado
de cristología sacerdotal que nos encontramos en la Carta a los
Hebreos.

5. Usos del primer oráculo

Para ayudar a sus oyentes a que aceptasen más fácilmente


esta nueva cristología, el autor ha tenido sumo cuidado de apo-
yarse en la catequesis tradicional que aplicaba a la glorifica-
ción celestial de Cristo el primer oráculo del salmo 110 (109):
«Oráculo del Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha». Desde el
solemne exordio de su homilía, el autor hace alusión a este «sen-
tarse a su derecha» (Heb 1,3); al final del primer capítulo, cita
con todas las letras el texto del oráculo (Heb 1,13). Igualmente
prepara la aplicación a Cristo del oráculo sacerdotal, aplicación
que efectúa a lo largo de sus exposiciones de cristología sacer-
dotal, en Heb 5,6; 6,20; 7,11-28.
Una nueva alusión al primer oráculo del salmo se hace en la
frase que introduce la sección central de la homilía: «Esto es lo
principal de todo el discurso: tenemos un sumo sacerdote que
está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos»
(Heb 8,1); para definir el sacerdocio de Cristo el autor une los
dos oráculos del salmo. Vemos lo mismo en otro pasaje, donde
el autor subraya que Cristo «está sentado para siempre jamás a

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XX Introducción

la derecha de Dios, y espera el tiempo que falta hasta que sus


enemigos sean puestos como estrado de sus pies» (Heb 10,12s;
Sal 110 [109],1). Una última alusión al mismo oráculo se en-
cuentra en una exhortación a la paciencia donde, para animar
a los cristianos probados, el autor les recuerda que Jesús, des-
pués de haber «soportado la cruz», «está sentado a la derecha del
trono de Dios» (Heb 12,2). El primer oráculo del Sal 109 (110),
como podemos ver, está muy presente en el espíritu del autor.

6. ¿Quién es el autor de la homilía?

¿Pero quién es su autor? Asunto difícil, pues sobre este


punto la tradición primitiva está lejos de ser unánime. En el
Oriente cristiano se afirmaba sin dudar que este escrito nos
viene del apóstol Pablo. En Occidente la ausencia del nombre
de Pablo provocaba muchas dudas.
Hay que decir que también en Oriente se han visto difi-
cultades para relacionar la Carta a los Hebreos con san Pablo.
Todos afirmaban el origen paulino de esta carta, pero algunos,
más sensibles a las diferencias de estilo, concebían este origen
paulino en un sentido amplio. En su historia de la Iglesia, Eu-
sebio de Cesarea recoge la opinión de Clemente de Alejandría
y de Orígenes. Clemente de Alejandría consideraba que, diri-
giéndose a los Hebreos, san Pablo había escrito su carta en he-
breo, y que san Lucas, para hacerla accesible a los cristianos de
lengua griega, había hecho una traducción adaptada al gusto de
los griegos (Hist. 6,14.2). Orígenes era de otra opinión (Hist.
6,25.11-14), recogía la afirmación tradicional del origen pau-
lino y reconocía que la doctrina expresada era digna del apóstol,
pero observaba que el estilo era muy diferente y concluía:
«¿Quién la ha escrito? Dios lo sabe» (Hist. 6,25.14); después
mencionaba algunas atribuciones: Clemente de Roma o Lucas
(Hist., 6,25.14). Posteriormente, estas distinciones de expertos
fueron olvidadas y se atribuyó la carta a san Pablo.
En Occidente la situación permaneció durante mucho
tiempo confusa, pero la firmeza de la tradición oriental acabó
por prevalecer, gracias en particular a san Jerónimo, que, en

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Introducción XXI

Belén, era testigo de ella. El Concilio de Trento afirmó que la


Carta a los Hebreos forma parte de las Escrituras; pero evitó
pronunciarse sobre su autenticidad paulina. A comienzos del
siglo xx, una respuesta de la Comisión Bíblica (24 de junio,
1914) afirmó el origen paulino de la carta, admitiendo la in-
tervención de un redactor diferente 1. Hasta el Concilio Vati-
cano II, la liturgia católica continuaba presentando los textos de
la Carta a los Hebreos como lecturas «de la carta del apóstol
san Pablo a los Hebreos»; después del Concilio la reforma li-
túrgica dice simplemente: «Lectura de la Carta a los Hebreos».

7. Aspectos no paulinos

Como ya reconocía Orígenes, el estilo de la Carta a los He-


breos es muy diferente del de san Pablo; revela una persona-
lidad diferente. Pablo tiene un estilo impetuoso e irregular (cf.
Gál 2,2.21-3,1.16s; Rom 2,15s), mientras que la carta tiene un
estilo agradable y cuidado (cf. Heb 1,1-4). A Pablo le gustan
las oposiciones fuertes (cf. Gál 2,19; 2 Cor 8,9; 12,10), la carta
efectúa transiciones suaves (cf. Heb 1,4s; 2,17-3,1). Pablo se
pone con frecuenta en primer lugar y defiende su autoridad de
apóstol (cf. Gál 1,1.12; 2 Cor 11); el autor de la carta se oculta
en su obra y se coloca entre los simples discípulos (cf. Heb 2,3).
Por otra parte algunas expresiones frecuentes en san Pablo
están ausentes de la carta: «en Cristo» (cf. Rom 12,5; 1 Cor
15,18), «Cristo Jesús» (cf. Rom 3,24; 8,1; 1 Cor 1,2), «Jesucristo
nuestro Señor» (cf. Rom 6,23; 8,39). En la carta el nombre de
Jesús se introduce con frecuencia por medio de fórmulas origi-
nales «el apóstol y sumo sacerdote de nuestra confesión de fe,
Jesús» (Heb 3,1), «gran sacerdote eminente que ha atravesado
los cielos, Jesús, el Hijo de Dios» (4,14); «precursor por noso-
tros, Jesús» (6,20); ver también Heb 7,22; 12,2; 12,24; 13,20.
Para citar el Antiguo Testamento Pablo dice frecuente-
mente: «la Escritura dice» (cf. Rom 9,17; 10,11; Gál 4,30) o
también «está escrito» (cf. Rom 1,17; 3,10; 1 Cor 1,19). La
carta no emplea nunca estas expresiones, sino que pone habi-
1
Enquiridion bíblico (BAC, 2010) n.57-60, 411-413.

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XXII Introducción

tualmente un simple «dice», sin precisar el tema (cf. Heb 1,6.7;


5,6; 8,8.13; 10,5; 12,26).
Una diferencia más importante, pues no concierne solo a la
forma: Pablo no dice nunca que Cristo es «sacerdote» y «sumo
sacerdote», mientras que la Carta a los Hebreos lo afirma, lo
repite y centra sobre esta afirmación toda su cristología. Pablo
no se interesa en absoluto en este tema; no emplea nunca estas
palabras. No habla más que en una ocasión de los sacerdotes,
pero los designa entonces por medio de dos circunlocuciones:
«los que se ocupan en las cosas sagradas» y «los que sirven al
altar» (1 Cor 9,13).

8. Relaciones con san Pablo

Conviene igualmente añadir que Pablo habla varias veces


de sacrificio, en relación con el misterio pascual de Cristo y en
relación con la vida cristiana. En 1 Cor 5,7 proclama: «ha sido
inmolada nuestra víctima pascual: Cristo». La fórmula existen-
cial de la Carta a los Gálatas: «el Hijo de Dios, que me amó y se
entregó por mí» (Gál 2,20), fórmula que no tiene nada de sacri-
ficial, se vuelve a tomar en la Carta a los Efesios, y se completa
explícitamente en un sentido sacrificial: «vivid en el amor como
Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación
y víctima de suave olor» (Ef 5,2; cf. Gén 8,20s; Éx 29,18; etc.).
En esta frase, toda la cristología de la Carta a los Hebreos se
encuentra en germen; no solo su aspecto sacrificial, que allí está
explícito, sino también implícitamente su aspecto sacerdotal,
pues en esta «oblación y víctima» Cristo es a la vez el sacerdote
que ofrece y la víctima que se ofrece, como en Heb 9,14.
Se ha pretendido a veces demostrar que la doctrina de la
Carta a los Hebreos no tiene ninguna relación con la teología
paulina. Es un grave error. Es cierto que la cristología sacerdotal
de la carta es una gran novedad respecto a la cristología de las
grandes cartas paulinas, pero hay que reconocer, sin embargo,
que numerosos elementos paulinos se encuentran en la cristo-
logía de la carta. Lo más importante es la polémica contra la
Ley de Moisés, muy fuerte en la Carta de Pablo a los Gálatas
(Gál 2,16; 3,16) y todavía más presente en la Carta a los Ro-

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Introducción XXIII

manos (Rom 3,20; 4,15; 5,20). En la Carta a los Hebreos esta


polémica toma un aspecto diferente, pero no es menos radical,
sino todo lo contrario. El autor declara que «la Ley no ha lle-
vado nada a la perfección» (Heb 7,19), que solo era «la sombra
de los bienes futuros, no la realidad misma de las cosas» (10,1),
que su culto era ineficaz (10,1.4.11), y ha sido suprimida por
Cristo (10,9), que «el cambio de sacerdocio entraña necesaria-
mente un cambio de ley» (7,12). Esta vigorosa polémica contra
la Ley no se encuentra nunca en otra parte del Nuevo Testa-
mento. Establece un vínculo muy estrecho entre el autor de la
Carta a los Hebreos y el apóstol Pablo.
A esto se añaden otros rasgos: la insistencia paulina en la
obediencia redentora de Cristo (Rom 5,19; Flp 2,8) la encon-
tramos en Heb 5,8 y 10,9s. La manera paulina de expresar la
gloria divina de Cristo (1 Cor 15,25-27; Ef 1,21s; Flp 2,9; Col
1,15-17) se halla también en Heb 1,2-14; 2,8; 10,13. El vo-
cabulario de los dos autores manifiesta también una notable
proximidad; entre las numerosas palabras que tienen en común,
65 no son empleadas más que por los dos en el Nuevo Testa-
mento, por ejemplo: «combate» (agōna Heb 12,1; cf. Flp 1,30;
1 Tes 2,2); «jactancia» (kaúchēma Heb 3,6; cf. Rom 4,2; 1 Cor
5,6; 2 Cor 1,14), «profesión de fe» (homología Heb 3,1; cf. 2 Cor
9,13), etc.2.

9. ¿Quién es el autor de la nota


de envío (Heb 13,19.22-25)?

Todo lo que acabamos de decir concierne al texto de la ho-


milía (Heb 1,1-13,18.20s), que no es de estilo paulino. El caso
de la nota de envío (Heb 13,19.22-25) es diferente. Su estilo no
tiene nada de solemne; es, por el contrario, muy sencillo y fami-
liar. Esto corresponde al cambio de género literario. Se pasa del
estilo de un discurso al estilo de una nota.
Pero puede tratarse también de una diferencia de autor. No
es imposible que el texto de una interesante homilía haya sido
enviado a una comunidad por alguien que no era su autor. En
2
Cf. C. Spicq, L’épître aux Hébreux, I (París 1952) 159.

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XXIV Introducción

el caso que nos ocupa, una suposición de este género fue hecha
en el siglo xvi por un exegeta llamado Estius; se merece una
consideración.
Estius supuso que el autor de la nota fue el apóstol Pablo,
que estimó oportuno enviar a una comunidad la hermosa ho-
milía de cristología sacerdotal compuesta por uno de sus com-
pañeros de apostolado. Al mismo tiempo, garantizaba el valor
de esta homilía añadiéndole una nota escrita por su mano. Pablo
hacía esto para sus cartas. Las dictaba a un secretario (un cierto
«Tercio» en el caso de la Carta a los Romanos: Rom 16,22) y
al final, para autentificarlas, escribía él mismo algunas palabras.
Lo hace notar en 1 Cor 16,21; Col 4,18; 2 Tes 3,17: «El saludo
va de mi mano […]. La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté
con todos vosotros». Al final de la Carta a los Gálatas, Pablo no
pone su nombre, sino que atrae la atención sobre el aspecto de
su escritura diciendo: «Mirad con qué letras tan grandes os he
escrito de mi propia mano» (Gál 6,11).
La hipótesis de Estius puede invocar en su favor la pre-
sencia, en la nota, de varios rasgos paulinos, comenzando por el
«con la mayor insistencia» de Heb 13,19; el temperamento ge-
neroso de Pablo le llevaba a emplear con frecuencia (10 veces)
este adverbio (en griego) para el comparativo. Sigue a conti-
nuación «os ruego, hermanos» (Heb 13,22), fórmula frecuente
en las cartas de Pablo, que se encuentra en Rom 12,1; 15,30;
16,17; 1 Cor 1,10; 16,15, y, sin la palabra «hermanos», en Heb
13,19, como en 1 Cor 4,16; 2 Cor 2,8; 10,1; Ef 4,1. La men-
ción de «nuestro hermano Timoteo» (Heb 13,23) hace pensar
en «Timoteo nuestro hermano» (1 Tes 3,2) y en «Timoteo el
hermano» (2 Cor 1,1; Col 1,1; Flm 1). Las últimas palabras de
la nota desean a los destinatarios «la gracia», como lo hace san
Pablo al final de casi todas sus cartas. Más o menos desarro-
lladas, las fórmulas varían. Un poco más larga que las de Col
4,18 y 2 Tim 4,22, es la fórmula de Heb 13,25: «La gracia esté
con todos vosotros», que es idéntica a la de Tit 3,15. Ni la Carta
de Santiago ni las de Pedro, Juan y Judas tienen este deseo final
de la gracia, que es característico de las cartas paulinas. (Se en-
cuentra también, de forma inesperada, al final del Apocalipsis:
Ap 22,21). Por tanto, es innegable que la nota de envío, que ha

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Introducción XXV

sido añadida al texto de la homilía, tiene un color paulino. La


hipótesis de Estius parece por tanto defendible.
El gran mérito de esta hipótesis es que ofrece una solución
plausible a un problema difícil que resulta de la aparente con-
tradicción entre dos hechos: por una parte el que el estilo y el
tema de la homilía contenida en la Carta a los Hebreos (Heb
1,1-13,21) no sean paulinos; por otra parte el que la tradición
de la Iglesia oriental afirme con fuerza desde los tiempos más
antiguos el origen paulino de esta obra. Si es verdad que el valor
de esta obra ha estado garantizado por una nota autógrafa del
apóstol Pablo, todo se explica; el problema está resuelto.
Que san Pablo haya podido garantizar el valor de esta obra,
a pesar de la novedad de su doctrina, es posible admitirlo por
los numerosos puntos de acuerdo que esta obra presenta con la
teología paulina; en particular porque la frase de Ef 5,2 con-
tiene en germen una cristología sacerdotal.

10. ¿Podemos conocer el nombre


del autor de la homilía?

El autor de una carta indica su nombre. El autor de una


homilía no lo indica. No es por tanto extraño que el autor de la
Carta a los Hebreos no indique el nombre de su autor, ya que
es una homilía.
Hemos visto cómo Clemente de Alejandría creía reconocer
en ella el estilo de san Lucas, buen helenista, afirmando que no
se trataba más que de una traducción, habiendo sido compuesto
el texto original en hebreo por san Pablo. Se trata de una simple
conjetura sin apoyo real en los hechos.
Tertuliano en una de sus obras anuncia que se va apoyar
en el testimonio de un compañero de san Pablo, Bernabé, ci-
tando a continuación un pasaje de la Carta a los Hebreos 3. Esta
atribución no carece de plausibilidad pues, según los Hechos
de los Apóstoles, Bernabé era de la tribu de Leví (Hch 4,36);
era por consiguiente probable que Bernabé tuviera un interés
especial por el tema del sacerdocio. Por otra parte, «había sido
3
Tertuliano, De pudicitia, 20, citando Heb 6,4-6.

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XXVI Introducción

enviado en misión por el Espíritu Santo» al mismo tiempo que


san Pablo (Hch 13,2-4), y a causa de la oposición de los judíos,
se había vuelto, con san Pablo, «a los paganos» (Hch 13,46). En
su apostolado manifestaba la misma generosidad que san Pablo
(1 Cor 9,6). Es por tanto probable que Bernabé sea el autor de
la homilía. No podemos, sin embargo, asegurarlo pues se trata
de una afirmación aislada. Tampoco es posible verificarlo me-
diante una comparación con otra obra de Bernabé. Existe una
«Carta de Bernabé», un escrito apologético, pero no se consi-
dera auténtica.
Algunos atribuyen la Carta a los Hebreos al papa san Cle-
mente, porque la Carta de san Clemente a los Corintios, escrita
hacia el año 95 para intentar poner fin a una división en la
Iglesia, contiene un pasaje de la Carta a los Hebreos, reprodu-
cido palabra por palabra, pero sin que indique su proveniencia
(1 Clem 36,2). San Clemente, por otra parte, aplica a Cristo
el título de «Sumo sacerdote» (1 Clem 36,1; 61,3; 64). Estos
indicios no constituyen una base suficiente para concluir que
san Clemente sea el autor de la Carta a los Hebreos. Muestran
simplemente que conocía su texto y que lo apreciaba.
En el siglo xvi se propuso un nuevo candidato: Apolo,
de quien san Lucas nos habla en los Hechos de los Apóstoles
(Hch 18,24-28) y san Pablo en la primera carta a los Corintios
(1 Cor 1,12; 3,4-6.22) y en la Carta a Tito (Tit 3,13). Lutero
apoyó esta candidatura. Se admite también en nuestros días,
porque la descripción que san Lucas hace de este personaje co-
rresponde a la idea que podemos hacernos del autor de la Carta
a los Hebreos una vez leída su homilía: «un judío […] natural
de Alejandría, […] hombre elocuente y muy versado en las Es-
crituras. Lo habían instruido en el camino del Señor y exponía
con entusiasmo y exactitud lo referente a Jesús» (Hch 18,24s).
Sin embargo, la falta de atestación antigua en favor de esta atri-
bución a Apolo la hace muy problemática; es probable que en
los tiempos apostólicos Apolo no fuera un personaje único en
su género. Por otra parte nada nos dice que Apolo se interesara
especialmente en el tema del sacerdocio. Desde este punto de
vista, la atribución a Bernabé parece preferible.

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Introducción XXVII

11. ¿Para quién se compuso esta homilía?

A pesar del título que se le dio, está muy claro que esta
homilía no se dirige a hebreos, sino a cristianos, y a cristianos
convertidos desde hace tiempo (cf. 5,12; 10,32-34). ¿Eran de
ascendencia judía? El autor no lo dice. No nombra nunca a
los hebreos ni a los judíos. Tampoco nombra nunca a «las na-
ciones», los paganos. No tiene ningún interés en el origen, judío
o pagano, de sus oyentes. Habla mucho del sacerdocio y de los
sacrificios del Antiguo Testamento, pero solo para oponerles
el sacerdocio y el sacrificio de Cristo. Encontramos solo, en las
exhortaciones finales, una frase que parece avisar a los oyentes
contra prácticas judaizantes (Heb 13,9); había allí una tenta-
ción corriente en las comunidades provenientes del paganismo
(Rom 14,1-6; Gál 4,10; 5,1; Col 2,16). Es seguro que el autor
se dirige a cristianos para ayudarlos a profundizar su fe y para
animarlos en sus pruebas.
Basándose en los duros reproches que el predicador dirige
en Heb 5,11-12 a sus oyentes —les echa en cara ser «negli-
gentes» y no haber progresado en la fe—, algunos comentaristas
consideran que estos se encontraban en una peligrosa situación
de tibieza espiritual. Pero no tienen en cuenta el género literario
de la homilía. Este pasaje es, en realidad, una maniobra oratoria
hecha para despertar su atención. Si queremos conocer la ver-
dadera opinión del predicador debemos acudir a Heb 6,9-12,
donde se le escucha decir a sus oyentes: «aunque hablemos así,
queridos hermanos, en vuestro caso esperamos lo mejor, lo que
conduce a la salvación» (Heb 6,9). Hace un gran elogio de su
generosidad (6,10). Hace lo mismo en Heb 10,32-34, pasaje
paralelo, donde encontramos la misma sucesión antitética entre
un texto amenazante y un gran elogio, sucesión que manifiesta
bien el talento oratorio del predicador.
Es muy difícil precisar dónde ejercía el predicador su apos-
tolado, pues lo que dice de las persecuciones sufridas por sus
oyentes no tiene nada de específico (Heb 10,32-34), ya que la
Iglesia primitiva sufría persecuciones en todas las regiones.
¿Dónde se encontraba la comunidad a la que enviaron el
texto de la homilía? La nota de envío contiene una indica-

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XXVIII Introducción

ción geográfica, pero es muy vaga y enigmática: «los de Italia


os saludan» (Heb 13,24). Podemos parangonar este saludo al
que encontramos al final de la Primera carta a los Corintios:
«Os saludan las Iglesias de Asia» (1 Cor 16,19). En lugar de
nombrar la ciudad de Éfeso, donde se encontraba entonces, san
Pablo nombra toda la provincia romana de Asia, cuya capital
era Éfeso. San Pablo tenía tendencia a ampliar sus perspec-
tivas: dirige la Primera carta a los Corintios a «todos los que en
cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo»
(1 Cor 1,2; ver también 1 Tes 1,8); dirige la Segunda carta a los
Corintios «a la Iglesia que está en Corinto con todos los santos
que están en Acaya, toda entera» (2 Cor 1,1).
La provincia romana de Asia tenía una extensión muy li-
mitada. «Italia» designaba una región más vasta. ¿Qué quiere
decir la expresión «los de Italia»? ¿Hay que comprender que el
autor de la nota se encuentra en Italia y que envía los saludos
de cristianos de Italia a una comunidad de Grecia o de Asia
Menor? ¿O acaso se encuentra fuera de Italia en compañía de
un grupo originario de Italia, del que envía saludos a una comu-
nidad situada en este país? El texto es demasiado conciso para
que podamos decidir. La firmeza de la tradición de la Iglesia
oriental en el origen paulino de la Carta a los Hebreos hace
que nos inclinemos por la primera hipótesis, pues esta tradición
supone que la carta ha sido recibida e identificada en Oriente.

12. Fecha de la carta

Acerca de la fecha de su composición y envío los comen-


taristas presentan opiniones muy divergentes. Algunos se han
pronunciado por una fecha muy antigua, anterior incluso a las
grandes cartas de san Pablo 4. Sin embargo los contactos doc-
trinales con las cartas de la cautividad sugieren una fecha más
tardía 5. Esta fecha no puede ser posterior al año 95, pues el
texto de la homilía se ha utilizado por el papa Clemente en su
carta a los Corintios.

4
Cf. P. L. Davies, Pauline Readjustments (Londres 1927).
5
Cf. C. Spicq, L’épître…, o.c. I, 161-166.

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Introducción XXIX

La más probable parece ser una datación poco anterior a


la guerra judía que ha conducido a la toma de Jerusalén y a la
destrucción del templo, pues el autor describe la liturgia del
templo como si fuera actual. Si hubiera compuesto su homilía
después de la destrucción del templo y del final de los sacrifi-
cios, sucedidos el año 70, no hubiera podido declarar que «todo
sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas
veces los mismos sacrificios» (Heb 10,11). Por otra parte, al-
gunos indicios hacen pensar que el autor veía aproximarse el día
de la destrucción del templo, predicha por Jesús. Deja entender
que la Primera Alianza estaba «para desaparecer» (Heb 8,13) y
declara a sus oyentes: «veis más cercano el Día» (Heb 10,25);
pero estos indicios son débiles; no dan ninguna certeza.
El conjunto de argumentos se inclina hacia el año 66 o 67
como fecha probable de la composición de la homilía. Esta
fecha correspondería también con la tradición que afirma el
origen paulino de la Carta a los Hebreos, ya que, según el his-
toriador Eusebio (Hist. II, 25,5; III, 1,2), en el año 67 el apóstol
Pablo sufrió el martirio. En esta hipótesis, san Pablo habría po-
dido dar su garantía a la obra de uno de sus compañeros de
apostolado.

13. Estructura de la homilía

Para interpretar correctamente el pensamiento del autor es


muy importante haber discernido la estructura de su homilía.
Un estudio atento muestra que está cuidadosamente estructu-
rada en cinco partes, precedidas de un exordio solemne (Heb
1,1-4) y seguidas de un saludo de conclusión (Heb 13,20s).
Cada parte está metódicamente anunciada. La primera está
anunciada al final del exordio (Heb 1,4); las demás al final de la
parte precedente (Heb 2,17; 5,9s; 10,36-39; 12,13).
La primera parte (1,5-2,18) contiene una exposición de
cristología tradicional, que prepara hábilmente la cristología sa-
cerdotal, mostrando que Cristo es «Hijo de Dios» y «hermano
de los hombres»; Cristo es perfecto mediador entre Dios y los
hombres; es «sumo sacerdote» (Heb 2,17). La cristología sacer-

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XXX Introducción

dotal se expone en dos etapas en partes sucesivas: la segunda


(3,1-5,10) y la tercera (5,11-10,39).
La segunda parte (3,1-5,10) presenta la relación de con-
tinuidad entre el sacerdocio de Cristo y el del Antiguo Tes-
tamento: Cristo es «digno de fe […] como Moisés» (3,2); ha
sido «llamado» sumo sacerdote «por Dios, como en el caso de
Aarón» (5,4s).
La tercera parte (5,11-10,39) presenta las relaciones de di-
ferencia de superioridad. Cristo no es sumo sacerdote «según
el orden sacerdotal de Aarón» sino «según el orden sacerdotal
de Melquisedec» (7,1-28); su sacrificio personal ha sido muy
diferente a las antiguas inmolaciones de animales (8,1-9,28) y
ha sido totalmente eficaz, mientras que estos eran ineficaces
(10,1-18). Una conclusión exhortativa (10,19-25) define las
consecuencias del sacrificio de Cristo para la situación de los
cristianos y los invita a una vida de unión a Cristo sumo sacer-
dote por la fe (10,22), la esperanza (10,23) y la caridad (10,24s).
Esta conclusión prepara las dos últimas partes de la homilía.
La cuarta parte (11,1-12,3) habla de la fe de los antepasados
(11,1-40) e invita a continuación a los cristianos a perseverar en
la esperanza cuando sean puestos a prueba (12,1-13).
La quinta y última parte (12,14-13,18) evoca las dos dimen-
siones de la caridad, la relación con Dios en la búsqueda de la
«santificación» y la relación con el prójimo en la búsqueda de la
«paz con todos» (12,14).
La conclusión de la homilía (13,20-21) resume en términos
originales la cristología sacerdotal del autor (v.20) y las exhor-
taciones que ha dirigido a sus oyentes (v.21).
Muchos comentaristas no han discernido correctamente
los anuncios del tema. La consecuencia es que dan una idea
inexacta de la cristología del autor. El primer error concierne
al anuncio de la primera parte. Al terminar su exordio, el autor
declara que el Hijo, es decir, Cristo, que «ha llevado a término la
purificación de los pecados» (1,3), ha llegado a ser «de tal forma
superior a los ángeles que el Nombre que ha recibido en he-
rencia es incomparable al de ellos» (1,4; traducción de la Biblia
de Jerusalén). ¿Dónde se encuentra el anuncio del tema? Con
muchos comentaristas (entre ellos santo Tomás de Aquino), la

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Introducción XXXI

Biblia de Jerusalén decide que el tema anunciado es que «el


Hijo es superior a los ángeles» y da por tanto este título a los dos
primeros capítulos de la homilía. Después de esto, siguiendo de
nuevo a Santo Tomás, pone como título para Heb 3,16: «Cristo,
superior a Moisés», mientras que el autor expresa en primer
lugar una relación de semejanzas entre Jesús y Moisés: «Jesús,
digno de fe como Moisés» (3,1s). La insistencia en la relación de
superioridad no corresponde al pensamiento del autor, que es
mucho más matizado. Además entre el Hijo y los ángeles, la
relación no es únicamente de superioridad pues, según Heb 2,9,
Jesús ha sido «hecho un poco inferior a los ángeles».
Un análisis preciso del texto revela que en realidad el tema
anunciado no es que el Hijo haya llegado a ser superior a los
ángeles. El autor anuncia una presentación sobre el «Nombre»
que Cristo ha recibido a raíz de su misterio pascual; dicho de
otra forma, una exposición cristológica. Para definir mejor este
«Nombre», el autor anuncia que se servirá de una comparación
con los ángeles. Esta comparación no mostrará solo una rela-
ción de superioridad, sino que mostrará varias diferencias; el
autor no dice que el nombre es «incomparable»; dice que es
«muy diferente», lo cual deja la posibilidad de una relación de
inferioridad, expresada en Heb 2,9.14. Cristo está a la vez por
encima y por debajo de los ángeles, pues es «Hijo de Dios» (1,5)
y «hermano de los hombres» (2,11s), lo cual hace que sea un
mediador mucho mejor cualificado que los ángeles.
Otro error de muchos comentaristas es el no haber discer-
nido el anuncio de la segunda parte en Heb 2,17, ni el de la ter-
cera parte en 5,9s. El resultado es que no distinguen dos etapas
en la exposición de la cristología sacerdotal, sino solo una, que
comienza, según ellos, en Heb 4,14, e, interrumpida por una
larga digresión de Heb 5,10 a 6,20, se extiende hasta 10,25.
Esta presentación cae, como la precedente, en el defecto
de la unilateralidad, pues no deja ver que, antes de expresar
en Heb 7,1-10,18 las relaciones de diferencia de superioridad
entre el sacerdocio de Cristo y el del Antiguo Testamento, el
autor ha tenido cuidado de expresar en Heb 3,1-6 y 5,1-10,
las relaciones de concordancia y de continuidad, sin las cuales
no se podría hablar de cumplimiento del Antiguo Testamento

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XXXII Introducción

en el misterio de Cristo. La primera exposición de cristología


sacerdotal (Heb 3,1-5,10) no contiene la menor crítica al sa-
cerdocio del Antiguo Testamento. En esto difiere radicalmente
de la segunda exposición (Heb 7,1-10,18), que critica todos los
aspectos: sacerdocio, santuario, sacrificios, ley, alianza. Esta di-
ferencia radical desaparece completamente cuando no se dis-
tinguen las dos exposiciones.

Estructura

Las flechas (→) y las frases en negrita indican los anuncios de


la parte siguiente

EXORDIO: Dios nos ha hablado en su Hijo (1,1-4)


→ 1,4: El Hijo es superior a los ángeles
porque ha heredado un Nombre muy diferente

I. SITUACIÓN DE CRISTO (1,5-2,8)


Dos títulos de Cristo
1,5-14 (exposición) Cristo, «Hijo de Dios»
2,1-4 (exhortación) Tomar en serio el mensaje
2,5-18 (exposición) Cristo, «hermano de los hombres»
→ 2,17: ha llegado a ser semejante a sus hermanos a fin de llegar a ser
sumo sacerdote misericordioso (B)
y digno de fe (A)
para las relaciones con Dios,
con el fin de quitar los pecados del pueblo

II. SUMO SACERDOTE DIGNO DE FE Y MISERICORDIOSO


(3,1-5,10)
Relación de continuidad con el Antiguo Testamento
A. Digno de fe (3,1-4,14)
3,1-6 (exposición) Sumo sacerdote, digno de fe «como Moisés»
3,7-4,14 (exhortación) Advertencia contra la falta de fe
B. Misericordioso (4,15-5,10)
4,15-16 (exhortación) Alcancemos misericordia
5,1-10 (exposición) Sumo sacerdote, misericordioso, nombrado por
Dios «como Aarón»

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Introducción XXXIII

→ 5,9-10 Hecho perfecto (B)


ha llegado a ser causa de salvación eterna (C)
proclamado por Dios sumo sacerdote (A)

III. VALOR SIN IGUAL DEL SACERDOCIO Y DEL SACRIFICIO


DE CRISTO (5,11-10,39)
Relaciones de diferencia y de superioridad con el Antiguo Testamento
5,11-6,20 (exhortación) Llamada de atención, pues la exposición será
importante
A. Sumo Sacerdote de un género diferente y superior (7,1-28)
La figura bíblica de Melquisedec anuncia un sacerdocio superior al sacerdocio
levítico. Sal 110
B. La liturgia de Cristo, diferente (8,1-9,28)
El culto antiguo y la «liturgia» de Cristo, diferente y superior
8,3-6 El culto antiguo: terrenal y figurativo
8,7-13 Crítica de la Primera Alianza por el anuncio de una Nueva
Alianza
9,1-10 El lugar santo y el culto meticuloso de la Primera Alianza
9,11-14 El único sacrificio de Cristo: «por la tienda» y
«por su sangre»
9,15-23 Fundación válida de la Nueva Alianza
9,24-28 Acceso celestial y definitivo del culto realizado por Cristo
C. Su sacrificio eficaz es causa de salvación eterna (10,1-18)
Al contrario de los sacrificios antiguos ineficaces, la ofrenda personal de
Cristo elimina el pecado y nos santifica
10,19-39 (exhortación) Llamada a la unión a Cristo sumo sacerdote,
por la fe, la esperanza y la caridad; y aviso contra el pecado
→ 10,36.38: Tenéis necesidad de la paciencia (B)
«Mi justo vivirá por la fe» (A)

IV. LA FE Y LA PACIENCIA LLENA DE ESPERANZA (11,1-12,13)


A. La fe de los mayores (11,1-40)
(exposición) Las realizaciones y las pruebas de la fe en el Antiguo
Testamento
B. La prueba, necesaria para una paciencia llena de esperanza
(12,1-13)
(exhortación) Acoger la prueba, necesaria para la educación de los
hijos de Dios
→ 12,13: ¡Haced rectas las sendas!

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XXXIV Introducción

V. LLAMADA A PRACTICAR LAS DOS DIMENSIONES DE LA


CARIDAD (12,1-13)
12,14: Buscad la paz con todos y la santificación
12,15-29: Búsqueda de la santificación (relación con Dios)
13,1-6: Actitudes cristianas (relación con el prójimo)
13,7-19: La verdadera comunidad (relaciones entre la comunidad)

CONCLUSIÓN Y DOXOLOGÍA (13,20-21)


«Palabra de envío» (¿de Pablo?) (13,22-25)

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