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Romanos - Introducción

Continuando con nuestra expedición a través de la Biblia, salimos hoy del Antiguo
Testamento y entramos una vez más, en el Nuevo Testamento, para comenzar,
como ya dijimos, nuestro estudio de la carta a los Romanos. La lectura de la carta
del apóstol Pablo a los Romanos puede ser una de las experiencias que proporcione
la mayor satisfacción en la vida de un creyente en Cristo. Ahora, con esto no
queremos decir, que se deba leer como un artículo en una revista y luego ponerlo a
un lado para dejarlo caer en el olvido. Es la lectura continua y repetida de esta
epístola, lo que traerá verdaderos ríos de abundancia al creyente. Esta epístola es
el mayor documento que haya en cuanto a nuestra salvación. Cada cristiano debe
hacer por lo menos un esfuerzo por conocer bien el libro de Romanos, porque le
proporcionará una base sólida para su fe. Ahora, hay tres aspectos que resaltarán
en la vida de una persona que constantemente lea el libro de Romanos. En primer
lugar, comprenderá los hechos y las verdades básicas en cuanto a la salvación. En
segundo lugar, tendrá una convicción más profunda que lo usual, en cuanto a los
asuntos relacionados con la fe. Y en tercer lugar, será una persona muy apta para
el servicio cristiano práctico.

Ahora, al comenzar nuestro estudio de esta epístola del apóstol Pablo a los
Romanos, hay tres áreas que debemos explorar a modo de introducción:

Primero, el escritor, que fue el apóstol Pablo.

Segundo, el lugar, que fue la ciudad de Roma.

Y tercero, el tema, que es la justicia de Dios.

Comencemos entonces dando una mirada al autor de esta epístola, el apóstol


Pablo. Con sus escritos, nos encontramos con un método diferente de revelación.
En el pasado Dios ha usado muchos medios diferentes para comunicar la verdad al
hombre. Él dio el Pentateuco, o la Ley, por medio de Moisés. También presentó
historia, poesía, profecía, y los evangelios. Llegamos ahora, a una nueva sección de
la Biblia que es conocida como las Epístolas. Hay quienes han tratado de establecer
alguna diferencia entre las palabras: "epístola" y "carta", pero nosotros
concordamos con la opinión de que en realidad, no hay distinción alguna entre los
dos vocablos. Las Epístolas son cartas personales y de hondo sentir humano.
Ahora, leer una de estas epístolas es lo mismo que leer una carta que ha sido recién
recibida y que ha venido por correo urgente o entrega inmediata. El Señor nos
habla personalmente en cada una de estas cartas que San Pablo y los otros
apóstoles escribieron a las iglesias.

En realidad, no hay mayor problema o discusión en cuanto al autor de esta


Epístola a los Romanos, aunque Marción, el hereje de la Iglesia primitiva, y Baur,
uno de los críticos bíblicos modernos, han cuestionado su autenticidad. En cuanto
a esto, sin embargo, el Dr. Santiago Stifler ha escrito lo siguiente, escuche usted:
"Ninguno de los dos ha podido negar que Pablo haya escrito esta Epístola. No hay
ningún libro del Nuevo Testamento que sea más fidedigno en cuanto a su autoría".
El apóstol Pablo mismo, dijo lo siguiente en cuanto a esto, en el capítulo 15 de esta
epístola, versículos 15 y 16, donde leemos: "Pero os he escrito, hermanos, en parte
con atrevimiento, como para haceros recordar, por la gracia que de Dios me es
dada para ser ministro de Jesucristo a los gentiles o no judíos, ministrando el
evangelio de Dios, para que los gentiles le sean como ofrenda agradable,
santificada por el Espíritu Santo".

En estos dos versículos, el apóstol Pablo aclaró sin lugar a dudas, que él era el
apóstol a los gentiles. También dejó bien en claro que Simón Pedro era el apóstol a
la nación de Israel. Por ejemplo, el apóstol Pablo dijo en su carta a los Gálatas,
capítulo 2, versículos 8 y 9: "(pues el que actuó en Pedro para el apostolado de los
judíos, actuó también en mí para con los no judíos), y reconociendo la gracia que
me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas
de la iglesia, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo,
para que nosotros fuésemos a los no judíos, y ellos a los judíos".

Así que aquí vemos que Pablo era el apóstol especialmente para los no judíos.
Cuando uno lee en el último capítulo de esta carta a los Romanos, la lista de
personas que Pablo conocía, encuentra que la mayoría no eran judíos. También en
el libro de los Hechos de los apóstoles, podemos ver otra vez que Pablo era en
forma especial, el apóstol a los gentiles. Y él quería ir a Roma para predicar el
evangelio. En el capítulo 26 del libro de los Hechos, cuando Pablo estaba
testificando al rey Agripa sobre esta misma verdad, Pablo citó lo que la voz del
cielo le dijo. Y dijo en los versículos 17 y 18: "librándote de tu pueblo, y de los no
judíos, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de
las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe
que es en mí, perdón de pecados y herencia entre el pueblo santo de Dios".

El apóstol Pablo poseía las mejores capacidades para este ministerio a los gentiles,
debido a su experiencia, su educación y formación. El Dr. Griffith Thomas ha
dicho lo siguiente: "Sus antecedentes formaron una combinación extraordinaria.
Su nacimiento judío, su idioma hebreo, su ciudadanía romana, su educación judía
y su cultura griega; todo esto contribuyó a hacer de Pablo el hombre que fue".

Pablo también poseyó un intelecto gigantesco, al ser educado en la fe judía, cultura


griega y modales romanos. Podríamos decir que es el "Moisés del Nuevo
Testamento". David Brown ha escrito esto en cuanto al apóstol Pablo, y dice: "Sus
características naturales, al menos por lo que hemos podido conocer de sus escritos
y de su vida, parece que incluyeron un intelecto genial y versátil, capaz de un
pensamiento profundo y un razonamiento preciso; una rara combinación de valor
y ternura; celo impetuoso, discreción sana con perseverancia indomable; en cuanto
a carácter, honrado y directo".

La carta a los Romanos es pues, en forma especial, la proclamación global del


evangelio de Pablo. Es al mismo tiempo su defensa, apología y examen del
evangelio. Tenemos que concluir entonces, que el Espíritu Santo preparó a este
hombre y le dio Su mensaje.

Dirijamos ahora nuestra mirada al lugar al cual fue escrita esta carta, o sea, la
ciudad de Roma. Podemos declarar en forma categórica que el apóstol Pablo
escribió esta epístola desde Corinto, allá en el año 58 D.C. El erudito bíblico Paley
confirmó la fecha y el lugar de la manera siguiente; el dijo: "No es por la Epístola
misma ni por nada que se declare dentro de la Epístola en cuanto a la fecha y el
lugar; sino por una comparación entre las circunstancias referidas en la Epístola,
con el orden de los eventos registrados en el Libro de los Hechos de los apóstoles, y
con referencias a las mismas circunstancias, aunque para propósitos bastante
diferentes, en las dos Epístolas a los Corintios".

Ahora, en cuanto a esto, el Dr. Griffith Thomas hizo una interesante observación y
dice que: "Ciertos nombres indican claramente a la ciudad de Corinto como el
lugar donde esta Epístola fue escrita". Luego, él añadió que la fecha probable para
su escritura fue durante los meses de Marzo a Mayo del 58 D.C. Además debemos
notar que la descripción de la crasa inmoralidad de los no judíos en Roma, que
aparece en los primeros capítulos en esta carta, estaba basada en la situación
paralela que Pablo observó en la ciudad de Corinto.

Pero Pablo no estaba solamente interesado en los aspectos negativos de los no


judíos en Roma, sino que, como veremos en los últimos versículos de esta Epístola,
el apóstol Pablo estaba en estrecho contacto con muchos creyentes en Roma, la
gran mayoría de los cuales no eran judíos. O sea que, podemos decir que desde un
comienzo la Iglesia Cristiana en Roma estaba formada por una mayoría de no
judíos. Ahora, otro aspecto interesante en cuanto a esta Iglesia es que creemos que
Pablo no habría estado interesado en visitar a Roma, si la Iglesia allí hubiera sido
fundada por alguna otra persona. El caso es que, el apóstol Pablo declaró que
estaba ansioso de ir a Roma. Allá en el capítulo 1, versículo 15 de esta carta
leemos: "Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a
vosotros que estáis en Roma".

Ahora, ya dijimos que Pablo estableció, sin lugar a dudas, que nunca habría ido a
Roma, aunque estuviera ansioso de hacerlo, si alguien hubiese predicado el
evangelio allí antes que él. En el capítulo 15 de esta carta, versículo 20, dice: "Y de
esta manera me esforcé en predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiera sido
anunciado, para no edificar sobre fundamento ajeno". Y Pablo no sólo dijo esto
sino que lo practicó, pues vemos que él nunca fue a trabajar en la obra del Señor
donde otro apóstol hubiese trabajado. De modo que esto, nos lleva a pensar y a
creer que Pablo no habría ido a Roma, si otro apóstol hubiese ido allí antes.

Surge ahora la pregunta: Y bueno, ¿quién fue el fundador de la Iglesia en Roma?


Creemos que Pablo fundó la Iglesia en Roma, y que la fundó a distancia,
podríamos decir. Usted dirá, pero eso es imposible ya que en esos tiempos no había
los medios de comunicación adecuados para ello, como, por ejemplo, el teléfono.

Permítanos aclarar lo que estamos diciendo: Roma era una ciudad muy grande, y
Pablo nunca había estado allí. Ningún otro apóstol la había visitado todavía. Sin
embargo, es un hecho que allí surgió una Iglesia Cristiana. ¿Cómo entonces llegó a
existir una Iglesia en Roma? Bueno, es que Pablo había viajado a través de gran
parte del imperio romano, ganando hombres y mujeres para Cristo; y como
muchos viajaban hacia Roma desde los confines del imperio, pues, ocurrió que
llegó el momento en que hubo muchos habitantes de Roma que conocían
personalmente al apóstol Pablo; que lo habían conocido antes de trasladarse a la
capital del imperio. Ahora, alguien quizá preguntará: ¿Está usted seguro que esto
fue lo que ocurrió, que ésta era la situación? Bueno, observemos lo que dijo en el
libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 18, versículos 1 al 3. ¿Quiénes fueron
los que se encontraron con Pablo en Corinto? Leamos esa porción. Hechos capítulo
18, versículos 1 al 3: "Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto.
Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con
Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos salieran
de Roma. Fue a ellos, y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban
juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas".

Vemos, pues, que Pablo se encontró con Aquila y Priscila, habitantes de Roma,
pero quienes habían tenido que abandonar esa ciudad, debido a una ola de
antisemitismo y persecución desencadenada por el emperador Claudio. Ahora,
ellos se encontraron con Pablo en Corinto. Y más tarde, vemos que acompañaron
al apóstol Pablo en su viaje a Atenas. Esta pareja llegó a ser un extraordinario
testimonio para el Señor Jesucristo, siendo usados poderosamente por el Espíritu
Santo dondequiera que fueron.

Ahora, cuando Pablo escribió esta Epístola a los Romanos, vemos que ya habían
vuelto a radicarse en Roma, pues, en sus saludos personales en el capítulo 16,
Pablo los mencionó por nombre en el versículo 3, donde dijo: "Saludad a Priscila y
a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús". Y, ¿qué podemos decir en cuanto a
los otros? Pues, sólo esto: que Pablo los había conocido personalmente. En algún
lugar él tuvo que haberles conocido y llevado a una fe personal en Jesucristo. Pablo
fue entonces el fundador "a distancia" podríamos decir, de la Iglesia en Roma,
mediante su contacto con estas personas a quienes había presentado el evangelio de
Jesucristo, y quienes se fueron luego a vivir a la ciudad de Roma.

Destacó el Dr. McGee en uno de sus libros, que Pablo conocía la ciudad de Roma,
aunque nunca había entrado en sus límites, antes de escribir esta carta a los
Romanos. Roma era como un gran barco que viajaba durante la noche y que
levantaba fuertes olas que se rompían en las costas lejanas. Su influencia era como
la de una potente emisora de radio que penetraba cada esquina y escondrijo del
imperio romano.

Pablo había visitado las ciudades coloniales tales como Filipos y Tesalónica. En
estas ciudades había observado las costumbres romanas, las leyes, el idioma, las
modas, y la cultura en plena exhibición. Pablo había viajado por los caminos
romanos. Se había encontrado con los soldados romanos en esas carreteras y en los
mercados, y también había dormido en las cárceles romanas. Pablo había tenido
que acudir ante magistrados romanos y había disfrutado de todos los beneficios de
la ciudadanía romana. De modo, que se puede ver que Pablo, conocía todo lo que
debía saberse en cuanto a Roma, sin haberla visitado todavía.

Desde el escenario de la capital del mundo, Pablo iba a predicar el evangelio global
al mundo perdido que Dios tanto amaba, que había dado a Su Hijo para que todo
aquel que creyera en El, no se perdiera, sino que tuviese vida eterna. Roma era
como una especie de gran imán, que atraía a su centro a los hombres y mujeres
desde los confines del mundo entonces conocido. Mientras Pablo y los otros
apóstoles viajaban por todas partes del gigantesco imperio, trajeron a grandes
multitudes a los pies de la cruz. Iglesias Cristianas fueron establecidas en la
mayoría de las grandes ciudades del imperio.

Con el transcurrir del tiempo, muchos creyentes en Cristo fueron atraídos al


centro del imperio, o sea la ciudad de Roma. El dicho que "todos los caminos
llevan a Roma" era una verdad muy evidente en aquel entonces y no simplemente
un dicho. A medida que más y más cristianos fueron congregándose en esa gran
metrópolis, comenzó a emerger una Iglesia. Es probable que la Iglesia de Roma no
fuera establecida por un sólo hombre. Las que habían sido convertidas por medio
del testimonio de Pablo y de otros apóstoles en las ciudades periféricas, se fueron a
vivir a Roma, donde organizaron la primera Iglesia Cristiana. En verdad, continuó
diciendo el Dr. McGee: "no creo que Pedro haya sido el que estableció la Iglesia en
Roma, pues, vemos que su sermón en el día de Pentecostés y sus siguientes
sermones estuvieron dirigidos exclusivamente a los israelitas. No fue sino hasta
después de la conversión de Cornelio, que Pedro estuvo convencido de que los que
no eran judíos también estaban incluidos en el cuerpo de creyentes". Hasta aquí, lo
que escribió el Dr. Vernon McGee.

Ahora, resumiendo, hemos visto que el apóstol Pablo, fue el que estaba escribiendo
a los Romanos. También hemos visto que más tarde, visitaría la ciudad de Roma,
aunque ya la conocía muy bien. Y que él había sido entonces el fundador de la
Iglesia en Roma.

Lo que todavía nos resta es considerar el mensaje, o sea el contenido de su carta a


los Romanos. El gran tema es la justicia de Dios. Es un mensaje que hemos tratado
de proclamar a través de muchos años. Y, por cierto, es un mensaje que el mundo
en general no quiere escuchar ni aceptar. Lo que el mundo desea escuchar es
acerca de las glorias de la humanidad. Quiere que la humanidad sea exaltada y no
el Señor.

Y permítanos decir amigo oyente, que estamos totalmente convencidos, que


cualquier ministerio que trate de destacar la gloria del hombre, es decir, que no
presente su depravación total, ni revele que el hombre está totalmente corrompido
y arruinado, no puede ser eficaz. La enseñanza que no incluya esa gran verdad, no
puede levantar a la humanidad de su estado de postración, ni le podrá ofrecer
remedio alguno, porque es un hecho que el único remedio que hay para el pecado
del hombre es el remedio perfecto que tenemos en la persona del Hijo de Dios, el
Señor Jesucristo y que Él ha provisto para una raza perdida y depravada. Éste es
el gran mensaje de la carta a los Romanos.

Ahora bien, permítanos ilustrar esta verdad de esta manera. El autor de estos
estudios bíblicos, el Dr. Vernon McGee, nos cuenta que en cierta ocasión, tuvo que
regresar de un viaje a Europa y tierra santa, un día antes de lo que esperaba,
porque había sido invitado a oficiar en los funerales de Audie Murphy, el héroe
más condecorado durante la Segunda Guerra Mundial, y quien había perecido en
un accidente aéreo. La esposa del señor Murphy le había pedido al Dr. McGee, que
se encargara del funeral, ya que ellos habían asistido durante más de diez años a la
Iglesia que el Dr. McGee pastoreaba. El Dr.McGee había conocido a esta señora
cuando primero ella aceptó al Señor Jesucristo como su Salvador personal. Luego,
pudo observar cómo ella crecía en la gracia y el conocimiento de Jesucristo. Ahora,
ella le pedía que presentara un mensaje evangelístico durante los servicios
funerales de su esposo. Y dice el Dr. McGee, que él pudo ver con toda claridad que
en esa ocasión estaría, en lo que podríamos llamar, pleno territorio del enemigo. Es
verdad que el capellán iba a estar allí en ese funeral, un buen hombre y firme en su
fe cristiana. Y a él se le pidió que presentara una nota biográfica del fallecido y el
panegírico. Bueno, él hizo todo en forma totalmente correcta y debida. Mencionó
las diferentes medallas que el héroe fallecido había recibido, y hay que decir, que
había sido un hombre sumamente valiente, un hombre que merecía cada una de
las condecoraciones que había recibido durante la Segunda Guerra Mundial. Pero,
entonces se levantó el Dr. McGee y presentó el evangelio, el evangelio que declara
que los hombres no pueden ser salvos por cosa alguna que hagan, sino sólo por
medio de algo que Dios ya ha hecho. Y que Dios sólo solicita a que acudamos a la
cruz; que Él no le está pidiendo al mundo que haga cosa alguna; sólo le está
haciendo una pregunta al mundo, y es: "¿Qué harás con mi Hijo que murió por
ti?" Y que esa, es la pregunta de mayor importancia. Y aunque este hombre que
había fallecido, había escuchado el evangelio y había tenido el ejemplo de su esposa
ante él, y también el testimonio de sus dos hijos, nunca, dice el Dr. McGee, nunca
que yo supiera, había aceptado el evangelio. Y añadió, "Pero quizá, durante ese
momento de trauma y gran tensión, mientras el avión se precipitaba a tierra, quizá
todas estas verdades habrán vuelto a su memoria. Él conocía los hechos en cuanto
al evangelio. Y si en ese momento se hubiera vuelto a Jesucristo, pues habría sido
salvado y estaría tan salvo, como cualquiera otra persona que se hubiese salvado.
Porque el Señor Jesús dijo en el evangelio según San Juan, capítulo 6, versículo 37:
". . . y al que a mí viene, no le echo fuera".

Y, estimado oyente, permítanos hablarle acerca de aquel ladrón en la cruz del


Calvario. El imperio romano había declarado que él no era apto para continuar
viviendo en esa sociedad, y que por esa razón, lo estaba ejecutando. Sin embargo,
el Señor Jesús le dijo en el evangelio según San Lucas, capítulo 23, versículos 39 al
43 que le haría apto para el reino de los cielos. Concretamente le dijo: "De cierto te
digo que hoy estarás conmigo en el paraíso".

Estimado oyente, Dios toma a pecadores perdidos tal como usted y como yo, nos
introduce a la familia de Dios convirtiéndonos en hijos de Dios. Y lo hace a causa
de la muerte de Cristo en la cruz; y no porque haya mérito alguno en nosotros.
Éste es el gran mensaje de este libro de Romanos. Godet, expositor Bíblico, dijo
que la Reforma fue ciertamente el producto de esta Epístola a los Romanos, y
también de la carta a los Gálatas. Y añadió que es probable que cada renovación
espiritual que pueda experimentar la Iglesia, esté vinculada tanto en causa como
en efecto, es debido a un conocimiento más profundo de este Libro. Fue Martín
Lutero quien escribió: "...la Epístola a los Romanos es la verdadera obra maestra
del Nuevo Testamento, y el evangelio en su forma más pura, que bien vale la pena
y merece que cada creyente en Cristo no sólo la aprenda de memoria palabra por
palabra, sino que también debe tratarla diariamente como si fuera el pan diario
para el alma de los hombres. Nunca podrá ser leída o estudiada demasiado bien.
Mientras más es usada, más preciosa se torna, y su sabor es más agradable". Hasta
aquí la cita de Lutero.

Ésta es pues, la epístola que estaremos considerando, estimado oyente. Permítanos


ahora sugerirle que haga algo que le resultará provechoso. Lea este libro de
Romanos, y léalo con regularidad. Si le resulta posible, anticípese usted en su
lectura a nuestra exposición Bíblica, leyendo el capítulo siguiente al considerado en
cada programa. Destacaremos los puntos culminantes de este libro. Esta carta de
San Pablo, por su profundidad y alcance integral de la experiencia cristiana, afecta
a toda nuestra estructura mental, a nuestro modo de ser, y requiere que oremos
para que el Espíritu Santo pueda enseñarnos y ayudarnos a aplicar sus
enseñanzas. El estudio de esta obra le instruirá al creyente en los conocimientos
básicos de su fe y al no creyente, le revelará no sólo la situación real del ser
humano delante de Dios, sino también el remedio al problema del pecado y la
maldad, que Él ha provisto en la persona y obra en la cruz de Su Hijo, el Señor
Jesucristo, para todo aquel que crea en Él.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 1:1-4
Bien, estimado oyente, nos corresponde hoy entrar en el estudio propiamente dicho
de esta carta del apóstol Pablo a los Romanos. En nuestra última lección,
presentamos una introducción general que esperamos nos servirá como base para
el estudio de esta gran carta. Pero, permítanos decir que la introducción, abarca
los primeros 17 versículos del capítulo 1. Esta sección se subdivide a su vez de la
manera siguiente: Los primeros 7 versículos contienen el saludo personal de Pablo.
Luego, en los versículos 8 al 13 tenemos el propósito que tuvo Pablo en escribir
esta carta. Y entonces en los versículos 14 al 17 tenemos tres cosas que
caracterizaron a Pablo.

Comencemos, pues, leyendo el versículo 1, que da comienzo a

Los saludos personales de Pablo

"Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de


Dios"

En primer lugar deseamos mencionar que las dos palabras "a ser" no aparecen en
los manuscritos originales. En otras palabras, este versículo debiera leerse así:
"Pablo, siervo de Jesucristo, llamado un apóstol, apartado para el evangelio de
Dios".

El nombre Pablo, que proviene del latín Paulus significa « pequeño ». En los
Hechos 13:9 vemos que también fue llamado Saulo de Tarso. Ahora, queremos que
note que Pablo desde el principio se identifica a sí mismo como un siervo en esta
Epístola. La palabra que se usa en el griego es "doulos" que significa esclavo; o sea
que Pablo fue esclavo de Jesucristo. Ahora bien, él era un apóstol, pero primero él
se identifica como un esclavo, como alguien obligado a servir. Y es importante que
observemos esto. Es importante que sepamos por qué Pablo tomó este lugar
voluntariamente. Y, estimado oyente, el Señor Jesucristo nos amó y se dio a Sí
mismo por nosotros. Pero Él nunca nos obliga a ser Sus esclavos. Usted tiene que
dar ese paso voluntariamente, y convertirse en un esclavo y servidor de Jesucristo.
Él nunca le obligará a servirle.

Notemos que el Señor Jesucristo hasta tuvo esta actitud hacia Jerusalén, pues, en el
evangelio según San Mateo, capítulo 23, versículo 37, dijo: "¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces
quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, pero
no quisiste!" Y en otra ocasión tenemos al Señor Jesucristo diciendo en el capítulo
5 del evangelio según San Juan, versículo 40: "Y no queréis venir a mí para que
tengáis vida". Es maravilloso que usted tenga el privilegio de convertirse en un
esclavo del Señor Jesucristo. Usted tiene que hacer esto por su propia cuenta. Él no
le obligará.

Ahora, quizá usted recuerde lo que se le dijo a Pablo en el camino a Damasco,


cuando el Señor le detuvo. Bueno, primero Pablo preguntó: "¿Quién eres, Señor?"
Y Él le dijo: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues". Fue en ese momento que Pablo
llegó a conocerle como Su Salvador personal. Pero entonces, Pablo le hizo una
segunda pregunta: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?" Y en ese momento Pablo se
hizo un esclavo en el servicio a Jesucristo. Este incidente se encuentra en los
Hechos 9:4-6.

Bien, volviendo ahora a nuestro estudio del primer versículo de la carta del apóstol
Pablo a los Romanos, vemos que él no solamente fue un esclavo o siervo de Jesús,
sino que también se identificó como Su apóstol. Nos da a conocer que Cristo mismo
lo llamó para ser un apóstol; que él fue llamado para desempeñar ese oficio. No fue
algo que Pablo escogió. El Señor Jesús le dijo que sería Su testigo.

Este hombre, pues, primero se identificó a sí mismo como siervo o esclavo de


Cristo, y entonces fue llamado a ser apóstol. Y en realidad, este es el único tipo de
persona que Dios puede usar como Su siervo: la persona que Él haya llamado o
escogido. Pablo pudo decir en su primera carta a los Corintios, capítulo 9,
versículo 16: "¡ay de mí si no anunciare el evangelio!"

En el Antiguo Testamento tenemos un caso similar en el profeta Jeremías, quien


fue llamado en su niñez. Y fue debido a ese llamado, que Jeremías pudo decirle a
los falsos profetas, que Dios les había dicho a ellos, según leemos en Jeremías,
capítulo 23, versículo 21: "No envié yo aquellos profetas, pero ellos corrían; yo no
les hablé, mas ellos profetizaban". Con todo esto tenemos que llegar a la
conclusión, que Pablo fue un apóstol llamado por Dios.

Pablo dijo ser un apóstol, que significa « alguien que ha sido enviado ». El Señor
dijo que ningún enviado es más que el que le envía (Juan 13:16). La palabra se
refiere a alguien elegido por el Señor Jesús para anunciar el Evangelio. Y tenía que
haber sido testigo del Cristo resucitado. Y Pablo le vio y nos dijo en su primera
carta a los Corintios, capítulo 15, versículo 8: "Y al último de todos, como a un
abortivo, me apareció a mí". Por ello Pablo hizo la pregunta retórica, en 1
Corintios 9:1: "¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? " Pero,
había otra marca que era un distintivo de un apóstol de aquel entonces; y esa
marca era que un apóstol tenía que tener lo que podríamos llamar, dones que
sirvieran como señales. Y Pablo dijo que podía hablar en otras lenguas. Y una vez
más, en su primera carta a los Corintios, capítulo 14, versículo 22, dijo que el
hablar en lenguas era una señal especial para los incrédulos. De modo que,
creemos que este don, por lo menos en parte, consistía en poder hablar y testificar
de Cristo en su propio idioma, a los que no conocían el griego, el latín o el hebreo
que Pablo hablaba normalmente.

Otro don que Pablo tenía, que lo señalaba como apóstol, era el de la sanidad.
Pedro también tenía este don de la sanidad. Y tanto Pedro como Pablo tenían
también el don de levantar a los muertos.

Pablo fue entonces un esclavo en el servicio de Jesucristo. Fue llamado un apóstol.


Y ahora tenemos una tercera cosa que se dice en cuanto a él. Dice aquí, en el
capítulo 1, versículo 1, que hemos leído, que Pablo fue: "apartado para el
evangelio de Dios". Pablo había sido apartado o separado para algo. No dice aquí
que él estaba separado de algo, sino apartado para el evangelio de Dios. No hay un
significado negativo en esta expresión. Es una separación totalmente positiva para
el evangelio. Este evangelio es de Dios, pues tuvo su origen en Dios. Es algo que
proviene de la mente de Dios.

Volvamos a esta frase: "apartado para el evangelio". Pablo no indicó que había
sido separado de alguna cosa, sino apartado para algo. En otras palabras, la
expresión, "apartado para", tiene un significado maravilloso que deseamos
explorar ahora. Tomemos por ejemplo la palabra "matrimonio". Esta palabra
significa unión en su forma más íntima. En el capítulo 2, del libro de Génesis,
versículo 24, dice que el matrimonio significa "unión", al mismo tiempo que
significa "separación". Dice que el hombre dejará o sea, se apartará de su padre y
de su madre; pero también dice que se unirá a su mujer, y que la unión será tan
perfecta que la describe así: "serán una sola carne". Serán como una sola persona.
O sea que, que esa palabra puede significar separar y también unir. Pues bien, la
palabra usada aquí por Pablo es la palabra "apartado" o "separado". En el caso
del apóstol Pablo, no hay duda alguna que él era un cristiano separado; pero él
estaba separado para algo.

Quizás algunos cristianos hacen hoy énfasis en estar separados o apartados de


algo, lo cual tiene una connotación negativa y de orgullo espiritual. Un cristiano
que está apartado o separado de algo y no apartado para Cristo, tendrá una vida
espiritualmente árida. No disfrutará de la alegría de su salvación y se convertirá en
una persona crítica de los demás. Son muchos los que usan esta palabra en un
sentido totalmente negativo. Es como si comprendiesen la vida cristiana como si
consistiera de solamente despojarse de esto o de aquello. Sólo pueden recitar una
larga lista de las cosas que no hacen. Tememos que tales personas han perdido su
perspectiva espiritual, pues, lo de mayor importancia es el ser separado para algo.
Permítanos ilustrar lo que estamos diciendo, con una porción del Nuevo
Testamento. En la primera carta a los Tesalonicenses, capítulo 1, versículo 9, Pablo
indicó que los creyentes que vivían en Tesalónica, cuando aceptaron a Cristo como
su Salvador personal, se convirtieron; o sea, se apartaron "de los ídolos a Dios,
para servir al Dios vivo y verdadero". Estimado oyente, es necesario que usted se
separe para Cristo. Si usted está dispuesto a separarse para Cristo, entonces
automáticamente ocurre la separación de lo demás. Lo importante es apartarse
para algo y no de algo. Si usted se ha separado para el Señor Jesús, entonces usted
no tendrá que preocuparse si se ha separado de algo. Es muy interesante el
resultado práctico de tal separación positiva. Significa que usted vivirá una vida
que despierta interés y simpatía, y no una vida que decepcione.

Se cuenta que una vez una niña dijo: "Los cristianos son como la sal. La sal
produce la sed en uno". ¡Pensemos en esto por un momento! Y mientras tanto
conteste usted: ¿qué está haciendo usted para provocar en otra persona una sed de
Jesús? Él es el Agua de la Vida. ¿Estamos creando una sed por esta Agua?

Otro aspecto interesante en cuanto a esta palabra "separación" es que en el griego


proviene de la misma palabra de donde nosotros recibimos la palabra "horizonte".
Hemos notado que cuando uno se remonta en un avión, mientras más alto esté,
más extenso es el horizonte. Así también es tan maravilloso ser separado para
Cristo, porque Él le trae nuevos horizontes a la vida; horizontes sumamente
amplios y extensos. Uno recibe una nueva vida en Cristo Jesús. Y ¡cuán
maravillosa es esa nueva vida! Le trae a uno una nueva apreciación de la vida. Lo
que queremos decir es esto: el apóstol Pablo dijo en su primera carta a los
Corintios, capítulo 13, versículo 11, que cuando él era un niño, hablaba como niño,
se comportaba y razonaba como niño, pero que cuando llegó a ser hombre dejó a
un lado lo que era propio de la infancia. Ahora, si usted estimado oyente, viene a
Cristo Jesús, usted se separa para él. Y separarse para Cristo, no quiere decir que
usted se vuelva un introvertido, ni que sea una persona de criterio estrecho y
cerrado. Separarse para Cristo quiere decir que su vida se ampliará y que usted
podrá disfrutar de la emocionante experiencia cristiana.

Bien, este versículo 1 de la carta a los Romanos dice que Pablo estaba "apartado
para el evangelio de Dios". Ningún ser humano inventó el Evangelio. Cuando
nosotros llegamos, el evangelio ya había estado en existencia por más de 2000 años.
Usted puede, o bien aceptar, o bien, rechazar el evangelio de Dios, el evangelio
originado por Dios. Leamos ahora el versículo 2 de Romanos 1

"Apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus
profetas en las santas Escrituras"

Esto quiere decir que si uno vuelve atrás y examina los Libros del Antiguo
Testamento, se dará cuenta que el evangelio fue prometido por los profetas a
través de todo el Antiguo Testamento. Su mensaje era que Dios amaba a la
humanidad y que Dios proveería una manera de salvar a la humanidad. Nos
traería a una relación de amor. Él nos amó y se entregó por nosotros. Y según dijo
el apóstol Juan, en su primera carta, capítulo 4, versículo 19: "Nosotros le amamos
a él, porque él nos amó primero". Y el apóstol Pablo lo expresó de una manera
más personal cuando dijo en su carta a los Gálatas, capítulo 2, versículo 20: "me
amó y se entregó a sí mismo por mí". ¡Qué maravillosa relación!

Los versículos 2 al 6 forman un paréntesis que presenta una definición del


evangelio que, en primer lugar, es todo lo referente a Jesucristo. Y la primera
parte del versículo 3, dice;

"Acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo"


Esta palabra "acerca" es traducida de la preposición griega "peri", y es la palabra
que usamos como prefijo para palabras tales como periscopio, perímetro, y otras.
Esta palabra significa "algo que cerca o que rodea". Este evangelio es entonces,
totalmente acerca de Jesucristo. Es acerca de lo que Él ha hecho; es Su obra.

Y aquí tenemos su título. Él es el Hijo de Dios y es Cristo Jesús nuestro Señor. Ése
es Su nombre maravilloso. Hoy en día estamos viendo y oyendo mucho acerca de
que lo que necesitamos es la religión de Jesús. Pero Jesús no tenía ninguna religión.
Él no necesitaba ninguna, pues Él era y es Dios. Él no podía adorar a otro. Es a
Jesús a quien nosotros debemos adorar.

Alguien quizá dirá: "Pero Él oró". Bueno, es verdad que lo hizo, pero lo hizo para
ayudarnos. Cuando Él asumió la naturaleza humana, Él se humilló
voluntariamente y vivió a nuestro nivel. Recordemos el caso de Lázaro. Al lado de
su tumba Jesús dijo, según vemos en el evangelio según San Juan, capítulo 11,
versículos 41 y 42: "Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo se que siempre me
oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que
tú me has enviado". Estimado oyente, Jesús oró para fortalecer nuestra fe. Él es el
Cristo, el Señor Jesucristo.

Ahora, observemos que también hay otra gran verdad que se dice aquí acerca de
Jesucristo. Dice el resto del versículo 3:

"Que era del linaje de David según la carne"

Aquí se refiere a la humanidad de Jesús. Nació de una virgen porque ha sido


declarado el Hijo de Dios con poder, porque, según el versículo siguiente, el
versículo 4:

que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su
resurrección de entre los muertos.

Y aquí hay que aclarar que la resurrección no fue lo que hizo Hijo de Dios a
Jesucristo. Ésta sólo confirmó y reveló quien era Él. Y una vez más, aquí aparece
esa palabra griega que significa "horizonte", que recién comentábamos. Jesús fue
declarado Hijo de Dios. Tenemos aquí pues, la perfecta humanidad de Cristo y
también Su perfecta deidad. El Credo más antiguo de la Iglesia decía: "Él es tan
hombre como cualquier hombre y tan Dios como el mismo Dios". Pero Pablo lo
dijo aún antes de que ese Credo fuera formulado, pues, aquí lo tenemos en estos
dos versículos que acabamos de leer. Jesús no es más Hombre porque es Dios, ni es
menos Dios porque es Hombre. Él es Dios y Hombre.

Siguiendo adelante ahora con nuestro estudio del versículo 4, vemos que dice que
fue declarado Hijo de Dios con poder, "según el Espíritu de santidad". Y creemos
que esta es una referencia obvia al Espíritu Santo. Creemos que tenemos aquí, la
Trinidad ante nosotros.

Además, el versículo 4, concluye diciendo: "por la resurrección de entre los


muertos". Permítanos decir, estimado oyente, que la resurrección, lo comprobó
todo. Lo presentó como el Hijo de Dios. Al leer la Biblia encontraremos que Él es
presentado en el poder de Su resurrección. Le vemos primero en los días de Su
humanidad, con un cuerpo físico, caminando sobre esta tierra, despreciado y
rechazado por los seres humanos. Le vemos en Su debilidad cuando estaba sentado
descansando junto a un pozo y cuando descansaba en una barca sacudida por la
tempestad. Y, finalmente, le vemos pasar por la vergüenza de la cruz. Pero llegaría
el momento en que sería resucitado de los muertos. Su resurrección probó la
veracidad de Sus palabras cuando dijo, en Juan 8:23, "Vosotros sois de aquí abajo,
yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, pero yo no soy de este mundo". Los
días de caminar por los polvorientos caminos de Israel se habían terminado. Él
había regresado de los muertos con gran poder. Su resurrección había
comprobado y demostrado la veracidad de Su nacimiento virginal. Evidentemente,
Él era el Hijo de Dios y con poder.

Después, tenemos aquí otra verdad. Vemos a Cristo resucitado y sentado


actualmente e la derecha de Dios en los cielos, intercediendo hoy por los creyentes,
y dándoles poder, energía y consuelo. Hay un Hombre allí en la gloria celestial,
pero muchos cristianos no parecen apreciar plenamente esta verdad. Necesitamos
recuperar esa conciencia de Jesús, de Su Persona. Estimado oyente, ¿está usted
hoy en contacto con el Cristo que vive?

Igualmente, la resurrección de Cristo nos asegura que Él vendrá a esta tierra como
el Juez, el Rey de reyes y Señor de señores. Él acabará con el pecado y reinará con
justicia sobre la tierra. Como el apóstol Pablo les dijo a aquellos sofisticados
filósofos de Atenas, incidente registrado en los Hechos 17:29-31: "29Siendo, pues,
linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o
piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. 30Pero Dios, habiendo
pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres
en todo lugar, que se arrepientan; 31por cuanto ha establecido un día en el cual
juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, acreditándolo ante
todos al haberlo levantado de los muertos". Hay entonces una solemne realidad:
Porque Cristo ha resucitado de los muertos, usted tendrá que estar ante Él algún
día. ¿Se presentará ante Jesús como alguien que ha confiado en Él como su
Salvador, o se presentará usted allí para ser juzgado? Si usted no le ha recibido
como su Salvador, la condenación de Dios estará sobre usted. Nadie puede
presentarse ante Él por su propia justicia. A menos que usted confíe en Él como su
Salvador, quedará condenado por la eternidad. Por ello, estimado oyente,
terminamos hoy afirmando, que la resurrección de Cristo garantiza que cada uno
de nosotros deberá enfrentarse al Señor Jesucristo. Por ello, le invitamos a
considerar su tiene usted, o no, una relación con Dios. Porque, como dijo el
Evangelista Juan en 3:17, "17Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18El que en él cree no es
condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el
nombre del Hijo único de Dios".
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CONDICIONES DE USO

Romanos 1:5-10
Nos corresponde hoy comenzar nuestro estudio con el versículo 5 de este primer
capítulo de la carta del apóstol Pablo a los Romanos. Y creemos que usted ya se ha
dado cuenta de la gran importancia de esta sección de las Escrituras. Es realmente
de suma importancia. El Dr. W. Kelly ha escrito lo siguiente en cuanto al capítulo
1 de esta epístola a los Romanos. Dice el Dr. Kelly: "Tome cualquier sección del
Antiguo Testamento y compárela con estas primeras palabras en el capítulo 1 de
Romanos. Cuán evidente e inmensa es la diferencia en propósito, carácter y
alcance. Por ejemplo, ¿dónde encontraría usted algo como esto en los primeros
cinco Libros de Moisés o en los Libros históricos que siguen? En vano busca uno
un paralelo en los Salmos y Libros poéticos. Ni aún los profetas describen o
predicen tal estado de cosas. Se dice cosas gloriosas en cuanto a Israel. La merced
de Dios que también alcanzará y bendecirá a los no judíos. Liberación y gozo para
la tierra y el resto de la creación que tanto ha sufrido. Todo esto y mucho más
tenemos en forma abundante en los profetas y aún en los Salmos. Pero no hay nada
allí que siquiera se parezca, aun en el tono, a la salutación del apóstol y su prefacio
a los santos en Roma". Hasta aquí, lo que ha escrito el Dr. Kelly.

En nuestro programa anterior, al concluir, estuvimos estudiando los versículos 3 y


4, y vimos que el evangelio de Dios mencionado por el apóstol Pablo fue el
evangelio prometido por los profetas del Antiguo Testamento. También notamos
que fue el evangelio de Dios, originado por Él. El evangelio, estimado oyente, no
fue idea de ningún ser humano, ni tampoco de Pablo. También vimos que el
evangelio concierne a Su Hijo, Su Hijo Jesucristo. En otras palabras, el evangelio
es todo en cuanto a Jesucristo. Su tema principal es una persona. Y esa es la
diferencia entre la religión y la verdadera fe en Jesucristo. No se trata aquí de una
religión, sino de una persona, y esa persona, es Cristo Jesús. Otro punto que hemos
visto aquí, es que Pablo declaró que Jesucristo nació de una virgen. Lo que indicó
por una parte, que según el aspecto físico, era del linaje, o sea, de la simiente de
David; lo que demostró Su verdadera humanidad. Pero por otra parte, su
nacimiento virginal demostró, declaró o señaló que era Hijo de Dios con poder.
Todo esto es según el Espíritu de santidad por medio de la resurrección de los
muertos. Es decir que la resurrección de Jesucristo lo confirmó todo. Si usted lee
su Biblia, descubrirá que presenta al Señor Jesucristo en el poder de Su
resurrección.

En los evangelios vemos a Jesucristo en los días de Su carne mientras caminaba


por esta tierra, despreciado y desechado entre los hombres. Vemos Su debilidad
cuando se cansó y se sentó junto a un pozo para descansar. Por último le vemos
afrontando la vergonzosa e ignominiosa muerte en la cruz. La cruz es donde
primero vemos a Jesús cuando venimos a Él para la salvación. Aunque fue "varón
de dolores y experimentado en quebranto", llegó el tiempo cuando resucitó de los
muertos. Eso comprueba que habló con exactitud cuando dijo: "vosotros sois de
abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo", en
el capítulo 8 del evangelio según San Juan. De modo que, Su cuerpo salió del
sepulcro. La muerte no pudo mantener como víctima a Jesús mi Salvador.

Sus días de caminar por las carreteras polvorientas de esta tierra, ya habían
terminado. Murió y resucitó de los muertos con gran poder y Su resurrección
demostró la veracidad de Su nacimiento virginal. Demostró que Él era y es el Hijo
de Dios, y que Él era, quien dijo que era.
Hay otra gran verdad que creemos es necesario recordar, y es que Él es el Cristo
resucitado que ahora está a la diestra de Dios en los cielos, intercediendo por Su
Iglesia y dándole poder y consolación en Él. Estamos convencidos que muchos
cristianos no son conscientes del pleno significado de Su persona y presencia en el
cielo. Eso es algo que debe ser recobrado hoy en día. ¿Qué significa Cristo para
usted hoy, estimado oyente? ¿Tiene usted contacto hoy con el Cristo viviente?
Vemos mediante Su resurrección que Jesucristo vendrá de nuevo como Juez y Rey.
Él es el Rey de reyes y Señor de señores. Va a reprimir el pecado y reinará en
justicia sobre esta tierra. Juzgará la tierra. Juzgará a toda la humanidad.

Pablo les dijo a esos filósofos de Atenas: "Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos
pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y
de imaginación de hombres. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de
esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se
arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con
justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado
de los muertos". Es precisamente debido al hecho de que Jesucristo resucitó de los
muertos, que usted, estimado oyente, tendrá que comparecer ante Él. Usted,
comparecerá ante Jesús como alguien que ha confiado en Él como su Salvador, o
de otra manera tendrá que comparecer para ser juzgado por Él en el día del juicio.
La condenación de Dios caerá sobre usted por el solo hecho de no haberle aceptado
como su Salvador. La resurrección es pues, la garantía de que usted tendrá que
presentarse ante el Señor Jesucristo. No puede comparecer ante Él en su propia
justicia. Si lo hace así, lo único que le espera es ser condenado a una eternidad
perdida, a menos que confíe en el Señor Jesucristo como su Salvador.

Bien, leamos ahora, el versículo 5 de este capítulo 1 de la epístola del apóstol Pablo
a los Romanos:

"Por quien recibimos la gracia y el apostolado para conducir a todas las naciones a
la obediencia de la fe por amor de su nombre"

Dios nos salva, estimado oyente, por Su gracia. Ése es el método de Dios para la
salvación. Nadie podría ser salvado si Dios no fuera bondadoso. Dice aquí: "Por
quien". Ahora, Dios el Padre es la fuente y el Hijo es el medio. "Por quien
recibimos" puede referirse a todos los apóstoles, pero especialmente a Pablo como
el apóstol a los no judíos.

Ahora, "La gracia" y "el apostolado" son dos palabras de gran prominencia que
Pablo usa aquí. "La gracia" es el término general que se refiere a la totalidad,
mientras que "el apostolado" es el término específico que le auto limita. "Gracia"
es la gran palabra del gran apóstol. Todas las cosas de Dios le habían venido por
medio de "la gracia", tanto su salvación como su apostolado. "La gracia" es el
favor inmerecido de Dios. Por medio de Su "gracia", Dios da el cielo a pecadores
que merecen el infierno.

Ahora, aunque la palabra "apostolado" se refiere solamente a aquellos que eran


técnicamente apóstoles; todo creyente es en realidad un "enviado" por Dios. La
palabra "apóstol" significa "enviado", y es alguien que es "enviado", es un testigo
con un mensaje. Nosotros también hemos recibido "la gracia y el apostolado". Si
usted, estimado oyente, ha aceptado a Jesucristo como su Salvador personal, debe
estar ocupado en hacer algo para la proclamación de la Palabra de Dios a otros.
Ése es el trabajo de los que han recibido "la gracia y el apostolado".

Ahora, leemos aquí en este versículo 5, también: "Para la obediencia a la fe en


todas las naciones". Y esto quiere decir, literalmente: "A la obediencia a la fe". La
obediencia procede de la fe como un resultado o fruto directo. Cronológicamente y
lógicamente, también, la fe viene primero y luego la obediencia. El apóstol Pablo
en el camino a Damasco preguntó primero: "¿Quién eres, Señor?" Ahora, eso
condujo a su salvación; y luego preguntó: "¿qué quieres que yo haga?" La fe
salvadora conduce a la obediencia. El hecho es que la fe es la obediencia. Esta
epístola principia con la obediencia y termina con la misma nota. Escuche usted lo
que dice en el capítulo 16, versículo 26: "Pero se ha manifestado ahora, y que por
las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a
conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe". Ahora, esta expresión aquí
? todas las gentes ? son los gentiles o no judíos, contrastados con los judíos.

La obediencia de la fe es muy importante. Dios nos salva por la fe, no por las obras
que hagamos. Pero después que nos ha salvado, Él quiere hablarnos en cuanto a
nuestras obras, sobre nuestra obediencia para con Él. La fe salvadora le hace a
uno obediente a Jesucristo. Quizá alguien diga, "Bueno, ¿hay alguna diferencia de
fe?" Ciertamente la hay; la diferencia de fe radica en su objeto. El objeto de
nuestra fe debe ser Jesucristo. La fe salvadora es una fe que confía y cree en Él.

Mi fe en el Señor Jesucristo es una fe salvadora. La fe salvadora es lo que nos trae


al lugar donde nos rendimos al Hijo de Dios, al que nos amó y se dio a Sí mismo
por nosotros.

La doctrina verdadera es importante, sumamente importante, pero hay una


disciplina y una manera de actuar que tiene que acompañarla. Usted no puede ser
la sal de la tierra sin combinar sus dos elementos. ¿Ha considerado usted, alguna
vez amigo oyente, los elementos que hay en la sal? La sal se compone de dos
sustancias venenosas: el sodio y el cloruro. Cada una de ellas, tomada
aisladamente, podría envenenarnos. Pero, los dos elementos combinados
constituyen la sal, substancia muy importante para la salud. El creer y el obedecer
van juntos, estimado oyente, para que podamos ser la sal de la tierra. Pues bien, el
evangelio es para la obediencia a la fe, amigo oyente, y es de esa fe salvadora de la
que Pablo habla aquí. Continuemos ahora, con el versículo 6 de este capítulo 1 de
la epístola a los Romanos. Continúa diciendo Pablo:

"entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo. A todos los
que estáis en Roma, amados de Dios y llamados a ser santos: Gracia y paz a
vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo".

Tomemos esta expresión final del versículo 6: "Llamados a ser de Jesucristo". La


palabra que se traduce aquí por "llamados" se refiere a quienes se les ha extendido
una invitación. Los llamados son los que han oído y han escuchado el mensaje. Los
llamados son los que han oído. Hay quienes no oyen. El Señor Jesucristo dejó esto
bien claro, cuando dijo: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen".
Es así de sencillo. Jesús llama y usted responde. Si usted ha respondido, se halla
entre los elegidos. El apóstol Pablo aseguró a los hermanos en Roma, que ellos
estaban comprendidos dentro de la gracia del evangelio y como tales fueron
"llamados a ser de Jesucristo".

El Dr. Stifler, un estudioso de la Biblia, señaló cuatro características en esta


sección de seis versículos que hemos considerado, los cuales debemos observar con
cuidado antes de seguir al próximo versículo:

1. La primera característica es que: Pablo tiene un mensaje de acuerdo con las


Escrituras.

2. La segunda, es que: El mensaje es del Cristo resucitado.

3. La tercera, es: El mensaje es universal.

4. La cuarta es que: El mensaje es para la obediencia a la fe.

Y ahora Pablo regresa a la introducción. Pasemos ahora al versículo 7:

"A todos los que estáis en Roma, amados de Dios y llamados a ser santos: Gracia y
paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo".

Observemos ahora, que dice aquí: "Amados de Dios" y así como ellos son los
"llamados de Jesucristo", también son los "amados de Dios". Dios amó a los
hermanos en Roma. Y es maravilloso considerar que aun en medio de las
dificultades Dios nos ama. El hijo de Dios hoy en día debe regocijarse y descansar
en el amor de Dios para con él o para con ella, el cual es un amor íntimo y
personal.

Tenemos también en este versículo 7, la expresión: "Llamados a ser santos". Y esta


es una frase que debe leerse: "santos llamados". Y éste es el nombre para cada
creyente. Un santo no es uno que ha sido exaltado, sino alguien que exalta a
Jesucristo. Vea usted el versículo 1, donde dijimos que Pablo no fue llamado para
llegar a ser apóstol, sino que se convirtió en un apóstol en el momento de ser
llamado. Una persona pasa a ser llamada santa cuando Jesucristo se convierte en
su Salvador. No es que sea santa debido a su carácter o conducta ejemplar, sino
por su fe en Cristo Jesús y el hecho de haber sido separada, apartada para Él
únicamente por su posición en Cristo Jesús. Sin embargo, los santos deben
portarse como santos. No hay ningún creyente nombrado en la Biblia a quien se le
identifique individualmente como un santo. En su carta a los Filipenses, en el
capítulo 4, versículo 21, cuando el apóstol Pablo dijo: "Saludad a todos los santos",
y se estaba refiriendo a toda la Iglesia. En el original griego esta palabra es
"hagios" y es la misma que se traduce como las "santas" Escrituras en el versículo
2.

Tenemos luego aquí en este versículo 7, esta expresión: "Gracia y paz". Y estas
palabras constituyen la introducción formal en todas las epístolas del apóstol
Pablo. Nunca las encontramos en orden inverso. Es necesario aceptar la gracia,
antes que se pueda experimentar la paz. La gracia ? charis ? era la forma no judía
de saludar, mientras que la paz ? shalom ? fue la forma judía para saludar. Pablo
las combinó. Y llegamos ahora a la primera división, después de la introducción.
Leamos el versículo 8, que nos introduce al párrafo titulado:

El propósito de Pablo

"Primeramente doy gracias a mi Dios, mediante Jesucristo, por todos vosotros,


porque vuestra fe se divulga por todo el mundo".

Pasamos ahora de la introducción formal a la personal; de la introducción pública


a la íntima, al hablar Pablo a los Romanos en cuanto a su futura visita a Roma.
Dice él: "Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo". Pablo quiso
pronunciar, ante todo, una expresión de acción de gracias.

Como la Iglesia en Roma ya se había formado, las noticias se habían divulgado por
todo el imperio y era conocido el hecho de que muchos se habían convertido a
Jesucristo. Había tantos rumores que hasta el emperador se alarmó. Más tarde,
empezó la persecución de la Iglesia, de modo que Pablo añadió la siguiente frase:
"Vuestra fe se divulga por todo el mundo". Esta declaración revela la gran
influencia de Roma sobre el mundo de aquel entonces, y revela también que la fe
cristiana ya producía un impacto en la vida del imperio romano. Nos preguntamos
estimado oyente, en cuanto al impacto y alcance de las noticias sobre nuestra fe en
nuestro entorno social. Leamos ahora el versículo 9 de este primer capítulo del
libro de Romanos:

"Dios, a quien sirvo en mi espíritu anunciando el evangelio de su Hijo, me es


testigo de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones"

Es significativa la mención a sus oraciones. Pablo tenía una vida intensa de


oración. Resulta interesante apuntar todas las veces que en todos sus escritos Pablo
dijo que había orado por alguien. Evidentemente él tenía una larga lista de motivos
de oración. Y aquí, destacó que oraba continuamente por los creyentes de Roma.
Ahora, Pablo no escribió esta Epístola sino hasta unos veinte años después de su
conversión, pero en ella se sinceró y abrió su corazón a los hermanos en Roma,
puesto que muchos no le conocían personalmente. Leamos ahora el versículo 10, de
este capítulo 1 de Romanos:

"Rogando que de alguna manera, si es la voluntad de Dios, tenga al fin un


próspero viaje para ir a vosotros".

La intercesión constante en oración por ellos se veía aumentada por esta petición
especial a favor de su proyectada visita a Roma, que había constituido un ferviente
deseo de su corazón por largo tiempo. Sin embargo, observemos que sus deseos
estaban subordinados a la Voluntad de Dios, es decir, al propósito supremo de Dios
para su vida y la vida de las iglesias a las cuales predicaba y enseñaba. Y Pablo
estaba orando por un próspero viaje a Roma. Y si usted lee el relato de su viaje,
pues, no lo llamaría próspero en manera alguna. Puede usted ver los detalles en los
capítulos 27 y 28 del libro de los Hechos. Fíjese usted que viajó como preso, se
encontró en una tempestad, la nave se perdió y hasta fue mordido por una víbora.
Pablo pidió que el viaje fuera posible y que las dificultades fueran quitadas para
que él pudiera viajar a Roma. Se sometió a la voluntad de Dios, y el viaje que él
hizo, lo hizo en la voluntad de Dios. Realmente el apóstol, como dijimos al
principio, Pablo, desde el principio de esta carta se había identificado como un
esclavo, que era el significado del término doulos, como un siervo, como alguien
obligado a servir, como un esclavo de Jesucristo. Y destacamos que él eligió esa
opción libre y voluntariamente. Fue una opción que escogió impulsado por amor a
aquel Señor que en su gracia y misericordia le había salvado. Por tal motivo, Pablo
reconoció el amor del Señor por Él, a pesar de haber sido un encarnizado
perseguidor de la iglesia primitiva. Por ello pudo escribir en su carta a los Gálatas
2:20 y hablando de su Salvador, las siguientes palabras, "el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí". Realmente, Dios le había amado a él primero,
mientras él odiaba a los cristianos y los acosaba continuamente. Por ello, podemos
destacar también las siguientes palabras del apóstol Juan en su primera carta,
4:19, "Nosotros le amamos a él porque él nos amó primero".

Estimado oyente, el Señor Jesucristo le amó y se entregó a sí mismo por usted en la


cruz. Él le amó primero. Y su tumba está vacía. Él vive. ¿No querrá usted
corresponder a su amor?
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CONDICIONES DE USO

Romanos 1:11-17
Continuamos hoy nuestro estudio en el capítulo 1 de la epístola del apóstol San
Pablo a los Romanos. Y en nuestro programa anterior, estuvimos hablando de que
Pablo en la oración recurrente, se acordaba continuamente de los romanos. Dijo
entonces, "sin cesar, hago mención de vosotros siempre en mis oraciones". Este
mismo pensamiento aparece en su primera carta a los Tesalonicenses, capítulo 5,
versículo 7, donde dijo: "orad sin cesar". Pablo tenía una larga lista de hermanos
por los cuales oraba. Ahora, Pablo rogó a Dios que pudiera tener un próspero viaje
a Roma. Y si usted lee el relato de su viaje, pues, no lo llamaría próspero en
manera alguna. Fíjese usted que viajó como preso, se encontró en una tempestad,
la nave se perdió y hasta fue mordido por una víbora. Pablo pidió que el viaje
fuera posible, que las dificultades fueran quitadas para que él pudiera viajar a
Roma. Se sometió a la voluntad de Dios, y el viaje que él hizo, lo hizo en la
voluntad de Dios. El relato de aquel viaje, lo encontramos en los capítulos 27 y 28
del libro de los Hechos de los apóstoles. Volviendo ahora al capítulo 1 de esta
epístola a los Romanos, leamos el versículo 11:

"Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis
fortalecidos"

Pablo quería enseñarles la Palabra de Dios. Él amaba el enseñar la Palabra de


Dios. Estimado oyente, Pablo quería comunicar a los hermanos en Roma algún
don espiritual. La palabra "comunicar" contiene la idea de participar más bien
que de dar. Pablo probablemente quiso decir que quería participarles el evangelio
por medio de su ministerio de la enseñanza para que fueran mejor instruidos en la
verdad. La cláusula "a fin de que seáis fortalecidos" indica esto. También se
refiere al desarrollo del carácter cristiano. Pasemos ahora al versículo 12 de este
primer capítulo del libro de Romanos:

"esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y
a mí".

Pablo, de una manera modesta y humilde, implicó que la misma fortaleza que ellos
necesitaban, él también la necesitaba, y que su propuesta visita no solamente les
beneficiaría a ellos, sino también a él. Estarían mutuamente bendecidos en la
Palabra de Dios. Pablo les participaría algo a ellos, y ellos le participarían algo a él.
Pablo siempre se sentía bendecido en su ministerio a otros. Y en el versículo 13,
dice:

"Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a


vosotros para tener también entre vosotros algún fruto, como lo he tenido entre los
demás gentiles, pero hasta ahora he sido estorbado".

La frase, "Pero no quiero, hermanos, que ignoréis" era una frase característica del
apóstol Pablo. En su primera carta a los Corintios, capítulo 10, versículo 1, dice:
"Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres estuvieron todos
bajo la nube, y todos pasaron el mar". Y también en su primera carta a los
tesalonicenses, capítulo 4, versículo 13, dice: "Tampoco queremos, hermanos, que
ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que
no tienen esperanza". Esta frase se usó para dar énfasis. Ahora, la palabra,
"hermanos" se refiere tanto a hombres, como a mujeres. Aunque tenía un gran
deseo de hacerlo, Pablo vio estorbado su propósito de visitarles. Muchos de
aquellos creyentes se habían convertido por su predicación pues él les había guiado
a Cristo al encontrarse con ellos en diferentes partes del imperio romano. Pablo
quería recoger algún fruto entre los hermanos romanos. Ahora, parece que el fruto
no se refiere al hecho de ganar almas sino más bien al de llevar fruto en la vida de
los creyentes, como vemos en la carta de Pablo a los Gálatas 5:22-23.

La frase "como entre los demás gentiles" indica una vez más, que la Iglesia en
Roma se componía mayormente por convertidos del paganismo. Leamos ahora, el
versículo 14, a partir del cual encontramos las

Las tres declaraciones de Pablo

"A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor".

En los versículos 14 al 17, el apóstol Pablo pronunció tres declaraciones


interesantes, dice en el versículo 14, "soy deudor". La segunda declaración la
tenemos en el versículo 15 y dice: "Pronto estoy a anunciaros el evangelio". Y la
tercera declaración la encontramos en el versículo 16, cuando él dice, "no me
avergüenzo del evangelio".

Con respecto a la declaración de que Pablo era deudor, Godet dijo lo siguiente: "Él
les debía su vida y su persona, en virtud de la gracia que le había sido dada, y del
oficio que había recibido". Pablo no había tenido ninguna transacción con los
romanos que lo hiciera deudor ante ellos, pero sí tuvo una transacción con
Jesucristo. Y estimado oyente, la posesión del evangelio hace que uno sea deudor a
todos aquellos que no lo han oído.

Pablo también dijo: "A griegos y a no griegos". Esta era la división que los griegos
hacían de todo el género humano. Los griegos eran educados y civilizados. Los
bárbaros, o sea los que no eran griegos, eran los que nosotros hoy en día llamamos
paganos. En realidad era una falsa división, pero abarcaba a todo el género
humano y era entendida por los romanos. Pablo dijo que era deudor, tanto a los
griegos como a los bárbaros. Ahora, ¿Cómo llegó a ser deudor Pablo? Él no había
tenido ninguna negociación o transacción comercial con esta gente. Sin embargo, sí
había tenido una transacción personal con Jesucristo; y esa transacción, le
convirtió en deudor ante todos, porque la gracia de Dios le había sido concedida
tan generosa y abundantemente. Pablo era deudor ante un mundo perdido.

Usted y yo, estimado oyente, y desde un punto de vista espiritual, podemos


considerarnos deudores, hasta el momento en que todos hayan oído el evangelio de
Jesucristo.

Cierto día, dos predicadores viajaban por el interior de un país del oriente.
Hablaban del hecho que aquel país estaba cerrado el evangelio. No se podía hacer
propaganda alguna para el evangelio. Al continuar su viaje, llegaron a un pueblo.
Toda la propaganda que encontraron en aquel pueblo, estaba escrita en el idioma
de aquel país, por supuesto. Y ellos se sintieron muy extranjeros en esa tierra
extraña. Luego, al llegar al final de una calle, vieron una gran valla anunciadora y
todo lo que pudieron leer en esa valla fue, la palabra Coca Cola. Entonces, uno de
los predicadores dijo a su amigo: "¿No es interesante que la Coca Cola ha tenido
mejor éxito en hacer propaganda y en publicar su mensaje, que lo que el evangelio
ha tenido en más de 1900 años?" Amigo oyente, no hemos pagado nuestra deuda
hasta cuando todos hayan escuchado las Buenas Nuevas. Multitudes todavía no
han oído de la salvación que hay en Jesucristo. El apóstol Pablo dijo: "He recibido
a Jesucristo como mi Salvador y soy deudor". Y nosotros, estimado oyente,
también somos deudores a todos aquellos que todavía no han oído. Por eso Pablo
dijo que el sentirse deudor era otra razón para ir a Roma. También dijo el apóstol,
a sabios y a no sabios. Y esta era la distinción intelectual que él hizo entre los de la
raza humana. Los sabios, incluyen a los inteligentes, las personas educadas, todos
los intelectuales. Los no sabios, son los ignorantes. Y esto nos dice que el evangelio
es apto para todos los niveles culturales.

Continuó el apóstol Pablo escribiendo y dijo en el versículo 15:

"Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a


vosotros que estáis en Roma".

Habiendo dicho que se consideraba deudor, vemos que después dijo que estaba
dispuesto a pagar su deuda. El Dr. Stifler, un estudioso de la Biblia, escribió lo
siguiente en cuanto a Pablo: "Él es dueño de su determinación, pero no de sus
circunstancias". Y, estimado oyente, Pablo no sólo estaba dispuesto, estaba ansioso
de predicar el evangelio. Y nosotros necesitamos ese entusiasmo y esa gran
expectativa para proclamar la Palabra de Dios a un mundo perdido.
Habiendo pues, completado esta sección, vamos a hacer una lista de los siete
motivos que tuvo Pablo para querer visitar Roma, y son los siguientes:

Primero, "La voluntad de Dios", como vemos en el versículo 10. En segundo lugar,
"Un anhelo de ver a los santos", según el versículo 11. En tercer lugar,
"Comunicar un don espiritual", conforme al mismo versículo 11. En cuarto lugar,
"Para que tanto Pablo, como los hermanos en Roma, fueran mutuamente
confortados", como lo vimos en el versículo 12. En quinto lugar, "Tener algún
fruto en Roma", conforme al versículo 13. En sexto lugar, "Pagar su deuda",
según vimos en el versículo 14. Y en séptimo y último lugar, "Pablo estaba
dispuesto a anunciar el evangelio", como acabamos de ver en el versículo 15.
Veamos ahora, la revelación de la justicia de Dios en el evangelio y la tercera
declaración del apóstol Pablo, leyendo el versículo 16:

"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo
aquel que cree, del judío primeramente y también del griego".

El apóstol Pablo, en realidad, se glorió en el evangelio aunque éste condena a los


hombres y presenta a un Salvador crucificado y humillado. En esta sección hemos
visto entonces las tres misiones de Pablo:

Primera, "Soy deudor", en el versículo 14 y esta fue la Admisión.

En segundo lugar, "Pronto estoy, o estoy dispuesto", en el versículo 15, y esta fue
la Remisión.

Y en tercer lugar, "No me avergüenzo", en el versículo 16 y esta fue la Sumisión.

Pablo dijo que no se avergonzaba del evangelio. ¿Por qué? Si usted visita las ruinas
de Éfeso, puede ver muchos magníficos templos de mármol. Pero en el primer
siglo, ni una sola iglesia fue construida allí en Éfeso. Si usted camina por las ruinas
de las 7 iglesias de Asia, puede ver una vez más, las ruinas de templos espléndidos.
Ahora, quizás en Roma había quienes pensaban que Pablo no había ido a Roma
porque estaba predicando un mensaje carente de prestigio, que ni siquiera había
templos conectados con tal mensaje y que él estaba avergonzado de predicar ese
mensaje en una ciudad tan importante como Roma. El Templo de Diana en Éfeso,
por ejemplo, una de las maravillas del mundo antiguo, era un tributo a la
enseñanza de una religión, aunque falsa. Pero, ningún templo había sido
construido como resultado de la predicación del evangelio.

Pero, Pablo dijo que no se avergonzaba. Dijo que el evangelio era poder. Y el
énfasis aquí está sobre el evangelio, es decir, sobre lo que hace, más bien que sobre
su origen. El evangelio es poder de Dios. Esta misma palabra griega dunamis
aparece en su primera carta a los Corintios, capítulo 1, versículo 18, donde leemos:
"La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto
es, a nosotros, es poder de Dios". El Dr. Vincent, otro estudioso de la Biblia, dice
que el poder de Dios es una energía divina. Nuestra palabra "dinamita" se deriva
de esta palabra para poder. El evangelio, estimado oyente, tiene un poder
inherente.
Lamentablemente, esta palabra no fue reservada para lo que han nombrado
equivocadamente poder atómico. El humilde átomo ha desmentido su nombre. La
palabra "átomo" se deriva de una palabra griega, que quiere decir que no puede
ser partido ni dividido. Y los científicos pusieron este nombre átomo a lo que ellos
creían que era la partícula más pequeña de la materia. Pero, se equivocaron,
porque el secreto del poder atómico está precisamente en su fisión. Esto es lo
último en poder, y esa es la alegación que Pablo hace para el evangelio. El
evangelio tenía poder en los tiempos de Pablo, y todavía hoy en día, tiene poder.

El evangelio tiene poder para un propósito definido. Es poder de Dios para


salvación. Ése es el fin y el resultado del evangelio. La palabra "salvación" es el
término que incluye a todo el evangelio. La palabra griega soterion simplemente
significa salvación, liberación, pero la Biblia la usa para abarcar todo, desde la
justificación hasta la glorificación. Constituye, tanto un acto, como un proceso. Es
igualmente verdad que he sido salvado, estoy siendo salvado y seré salvado. Y este
mensaje es para todos. Comprende a toda la raza humana independientemente de
las barreras raciales o religiosas. Es personal porque está dirigido a todo
individuo. Cualquiera puede venir. Es universal en alcance, pero está limitado a
todo aquel que cree. Y aquí tenemos, tanto la predestinación como el libre
albedrío. El único método para obtener la salvación es por medio de la fe.

Ahora, la frase "al judío primeramente, y también al griego" no implica que el


judío tiene prioridad ante el evangelio hoy. Hoy el judío está en un pie de igualdad
con el no judío en cuanto al evangelio, pero el evangelio fue dado primero al judío
cronológicamente. Si usted hubiera estado en Jerusalén en el día de Pentecostés,
habría descubierto que fue una reunión de judíos solamente. Y el apóstol Pablo en
sus viajes misioneros predicó el evangelio primero en las sinagogas. El doctor
Lucas escribió lo siguiente en cuanto a Pablo en el libro de los Hechos de los
apóstoles, capítulo 13, versículo 46; dijo: "Entonces Pablo y Bernabé, hablando
con valentía dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase
primero la palabra de Dios; pero puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de
la vida eterna, nos volvemos a los no judíos". El evangelio se divulgó primero en
Jerusalén, una ciudad judía, y después se difundió por Judea, Samaria y hasta los
confines de la tierra. El Dr. Stifler, señala tres verdades en el versículo 16, y son las
siguientes:

En primer lugar, "El efecto del evangelio, o sea la salvación".

En segundo lugar, "El alcance es mundial, a todos".

Y en tercer lugar, "La condición, que es la fe en Jesucristo".

Pasemos ahora al versículo 17 de este capítulo 1, de la epístola del apóstol Pablo a


los Romanos:

"Porque en el evangelio, la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está
escrito: Mas el justo por la fe vivirá".

Ahora, leemos aquí: "Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela". No se


trata aquí de la justicia de Dios, porque ésta sería Su atributo, y Él no comparte
Sus atributos con nadie. Se trata de una justicia, y es de Dios; no es una justicia del
hombre, porque Dios ya ha dicho que no acepta la justicia de los hombres. En el
libro de Isaías, capítulo 64, versículo 6, leemos: "Pues todos nosotros somos como
cosa impura; todas nuestras justicias como trapo de inmundicia. Todos nosotros
caímos como las hojas, y nuestras maldades nos llevaron como el viento".

Este versículo habla más bien de la justicia imputada, atribuida de Cristo. Dios
coloca en Cristo a un pecador perdido y le ve en Cristo. Cuando usted, estimado
oyente, acepta a Jesucristo como su Salvador personal, Dios le ve a usted en Él, en
Cristo. Usted queda absolutamente aceptado por lo que Cristo ha hecho por usted.
El único método de obtener esta justicia, es por la fe. Es una justicia "por fe".
Usted no puede trabajar para obtenerla. No puede hacer un depósito por ella. No
la puede comprar. La puede conseguir únicamente por medio de la fe. El apóstol
Pablo dijo en su carta a los Filipenses, capítulo 3, versículo 9: "Y ser hallado en él,
no teniendo mi propia justicia, que se basa en la ley, sino la que se adquiere por la
fe en Cristo, la justicia que procede de Dios y se basa en la fe".

Una traducción literal del versículo 17, dice: "Una justicia de Dios se está
revelando". "Una justicia" es la traducción de la palabra griega dikaiosune y esta
palabra aparece 92 veces en el Nuevo Testamento. Aparece 36 veces en la Epístola
a los Romanos. La frase "una justicia de Dios" aparece ocho veces en esta Epístola.
La palabra raíz dike simplemente significa justo. Las palabras "justicia" y
"justificar" se derivan de la misma palabra. El ser justo es el significado principal,
que es lo opuesto al pecado. El Dr. Cremer da la siguiente y oportuna definición:
"Es el estado mandado por Dios, y que resiste la prueba de Su juicio; es el carácter
y los actos de un ser humano aprobado por Él, en virtud del cual el hombre está en
relación con Él y Su voluntad, como Su ideal y norma". La justicia de la cual se
habla aquí es lo que Dios demanda y es lo que Dios provee, pues, es una justicia
que es de Dios.

La frase "por fe y para fe" simplemente quiere decir: que Dios le ha salvado a
usted por la fe, que usted prosigue viviendo por la fe, usted morirá por la fe y
estará en el cielo por la fe.

La última parte de este versículo 17 dice: "...como está escrito: Mas el justo por la
fe vivirá". Esta frase aparece primero en el libro del profeta Habacuc, capítulo 2,
versículo 4, donde leemos: "Aquel cuya alma no es recta se enorgullece; mas el
justo por su fe vivirá". Esta frase se encuentra citada además en la carta a los
Gálatas y en la carta a los Hebreos.

La justificación por la fe significa que un pecador que confía en Cristo, no


solamente es perdonado debido a que Cristo murió, sino que también está
completo en Cristo ante Dios. Significa no sólo la sustracción del pecado sino
también la adición de justicia. El apóstol Pablo en esta misma carta a los Romanos,
capítulo 4, versículo 25, dijo refiriéndose a Jesús: "El cual fue entregado por
nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación".

El acto de Dios en la justificación por la fe no es una decisión arbitraria por parte


de Él; pues, al justificar al pecador Él no desconoce ni pasa por alto Su santidad ni
Su justicia.
Ya que Dios nos salva por gracia, esto quiere decir que no hay ningún mérito en
nosotros. No nos salva en ninguna otra base que la base de que confiemos en
Cristo. Dios quedaría ante la posibilidad de impugnar Su propia justicia, si la pena
no fuera pagada. Él no va a abrir la puerta de atrás del cielo para dejar entrar a
los pecadores. Pero, estimado oyente, como Dios le ama, Cristo murió por usted
para proporcionarle un camino. Y el Señor Jesucristo es el camino al cielo. Y ya
que Cristo pagó la pena por su pecado, la salvación es suya y mía, como dijo San
Pablo en esta carta 3:25, "por la fe en su sangre". Es decir, por la fe en el
sacrificio de Cristo en la cruz.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 1:18-23
Continuamos hoy nuestro estudio en este primer capítulo de la epístola del apóstol
Pablo a los Romanos, y comenzaremos hoy, con el versículo 18, considerando la
revelación de la ira de Dios contra toda injusticia. Leamos este versículo 18, que
encabeza un párrafo que podríamos titular

Una revelación natural de Dios

"La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los
hombres que detienen con injusticia la verdad"

Éste es el principio de una nueva sección. Es una revelación de la ira de Dios


contra toda injusticia. Es una revelación del pecado del hombre, empezando aquí
con el versículo 18 y siguiendo hasta el capítulo 3, versículo 20. El hecho universal
es que el hombre es pecador. El axioma que se puede apuntar aquí es que el mundo
es culpable ante Dios y todos necesitan de justicia. En esta sección, el apóstol Pablo
no trató de comprobar que el hombre era pecador. Si usted trata de leer esta
porción de esa manera, no comprenderá el verdadero sentido. Pablo simplemente
expuso el hecho de que el hombre es pecador. Pablo no solamente mostró que hay
una revelación de la justicia de Dios, sino que también hay una revelación de la ira
de Dios contra el pecado del género humano.

La primera parte de este versículo, dice: "Porque la ira de Dios se revela". Si usted
quiere saber en verdad lo que realmente es la salvación, es necesario que sepa cuán
malo es el pecado. El Dr. Stifler dijo: "El pecado es la medida de la salvación". Es
que la ira de Dios es Su sentimiento, más que Su castigo por el pecado. Es Su santa
ira. La ira es la antítesis de la justicia y se usa aquí como correlativo.

La frase "está siendo revelada" constituye la respuesta de Dios a quienes afirman


que el Antiguo Testamento presenta a un Dios de ira, mientras el Nuevo
Testamento presenta a un Dios de amor. Hay una revelación continua, tanto en el
Antiguo como en el Nuevo Testamento, de la ira de Dios. En estos tiempos
modernos se revela en nuestra sociedad contemporánea. Éste es el desagrado
constante e insistente de Dios ante la maldad. Él no cambia. Dios, estimado oyente,
es misericordioso, no porque es indulgente con el pecado, sino porque Cristo
murió. El evangelio no ha cambiado la actitud de Dios hacia el pecado. El
evangelio ha hecho posible que Él acepte al pecador. El pecador debe tener, o bien
la justicia, o la ira de Dios. Ambas se revelan desde el cielo.

¿Quiere usted saber cuán malo es el pecado? Mire los casos de enfermedades
venéreas a su alrededor, por ejemplo. Nadie, estimado oyente, nadie puede evitar
las consecuencias del pecado. El juicio de Dios es revelado desde el cielo contra
todo pecado e impiedad. La impiedad es lo que está contra Dios. Es la negación del
carácter de Dios ? la irreligiosidad ? el desconocimiento de la existencia misma de
Dios. Eso es pecado.

La "injusticia" que aquí se menciona, es contra el hombre y la impiedad es contra


Dios. Ahora, ¿Qué significa esto? Significa la negación de la soberanía de Dios. Es
la acción del alma. El hombre que bajo los efectos del alcohol sale a la autopista
conduciendo de forma temeraria, viola todos los reglamentos de tráfico y mata a
alguien, es injusto, peca contra su prójimo. Otro ejemplo es el hombre que es falso
en sus tratos comerciales, que también es injusto con su prójimo. Y Dios, estimado
oyente, aborrece la injusticia y la juzgará. Hay muchos que impiden con su maldad
que se conozca la verdad, pero la ira de Dios será revelada. Aquellos que detienen
la verdad divina por vivir pecando, caerán bajo el juicio de Dios. Y pasamos ahora
a considerar la revelación de la persona y el poder de Dios en la creación. Leamos
los versículos 19 y 20, de este primer capítulo de la epístola a los Romanos:

"Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó: Lo


invisible de él, su eterno poder y su deidad, se hace claramente visible desde la
creación del mundo y se puede discernir por medio de las cosas hechas, por lo
tanto, no tienen excusa".

Hay una revelación original de Dios. El universo en el cual vivimos nos habla de
dos cosas en cuanto a Dios: de Su Persona y de Su poder, que han sido visibles
desde el tiempo en que el mundo fue creado. Ahora, ¿Cómo pueden ser vistas las
cosas invisibles? Pablo hizo esta declaración paradójica para inculcar a sus
lectores que lo que algunos llaman "la luz oscura o confusa de la naturaleza", es
una falsedad concebida por los seres humanos. La creación es una luz clara de la
revelación, que declara que hay un Dios invisible. La creación es uno de los
métodos por los cuales Dios se revela; es la primera revelación. El Salmista dijo en
el Salmo 8, versículo 3 "Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las
estrellas que tú formaste". Luego, en el Salmo 19, versículos 1 al 3, se dice: "Los
cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un
día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay
lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz". Y en el capítulo 14 del libro de los Hechos,
versículo 17, dijo el apóstol Pablo: "Si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio,
haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de
sustento y de alegría nuestros corazones". Y una vez más, en el capítulo 17 de los
Hechos, versículo 29, dijo Pablo: "Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar
que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de
imaginación de hombres".

Recordemos la frase "su eterno poder y Deidad", de nuestro capítulo de hoy. Su


poder y Su persona. La creación revela el poder y la existencia inmutables de Dios.
El Dr. Denney escribió: "Hay aquello dentro del hombre que capta tan bien la
significación de todo lo que está afuera, como para alcanzar un conocimiento
instintivo de Dios". Estimado oyente, hay suficiente revelación de Dios en la
creación, como para haber guardado de idolatría al hombre antiguo y de ateísmo
al hombre actual. Hendrik van Loon declaró lo siguiente, cuando hizo su primera
visita al Gran Cañón, en los Estados Unidos y dijo: "Vine aquí ateo. Pero me voy
creyente". El Salmo 14, versículo 1, dice: "Dice el necio en su corazón: No hay
Dios". Y la palabra para necio en este versículo se refiere a alguien que habla con
ignorancia, imprudencia o presunción.

La última parte del versículo 20, dice: "De modo que no tienen excusa". La
creación revela con tanta claridad a Dios que el ser humano no tiene excusa. Esta
sección revela la base histórica del pecado del hombre. No surgió debido a la
ignorancia del hombre. Fue una rebelión voluntaria del hombre ante la luz clara.

Hasta aquí Pablo nos ha dicho que hay una revelación natural de Dios. La
naturaleza tiene lo suficiente en ella, como para que el hombre no se desvíe. La
naturaleza revela que hay un Dios y que tiene poder. La revelación natural de Dios
debe traer al hombre al lugar donde se doblegue ante su Creador. Y cuando el
hombre se doblega ante Dios, se dará cuenta que hay una revelación especial de
Dios, y es la Palabra de Dios la que revela que el Creador vino a la tierra, se hizo
Hombre, caminó en la debilidad de la humanidad, y luego sufrió y murió en la cruz
para revelar el amor de Dios. Estimado oyente, usted no encontrará el amor de
Dios en la naturaleza. ¿Quién no se siente absorto al contemplar la belleza del arco
iris? por ejemplo. Sin embargo, cuando junto con ese arco iris sentimos la furia de
una tormenta y una tempestad sobre nosotros, no podemos sentarnos a contemplar
la belleza de los colores del arco iris. La naturaleza no es siempre buena. La
naturaleza puede ser muy cruel cuando envía sus tempestades, los huracanes, los
tornados y terremotos. Si usted se detiene junto al cráter de un volcán, bastará
solamente un paso para que entre en la eternidad, debido a la ley de gravedad. Y el
amor de Dios, amigo oyente, no le interceptará en ninguna parte mientras usted
cae. ¿Por qué? Porque el amor de Dios se revela únicamente en un lugar, y ese
lugar es la cruz de Cristo.

Si usted pudiera convencerme que Dios fue simplemente un espectador de este


mundo, y que todo lo que hizo fue crearlo para demostrar Su gran poder, pues, yo
estaría dispuesto a volverle la espalda. Pero, Dios, estimado oyente, no se detuvo en
la creación del universo únicamente. Él reveló también Su amor. Su amor para con
los pecadores, fue mostrado por Jesucristo cuando Él murió en la cruz llevando en
su propio cuerpo los pecados del género humano. ¡Qué verdad más gloriosa es
ésta! Ahora, Pablo habla en cuanto a aquellos que tenían una revelación natural de
Dios. Los versículos siguientes nos describen

La respuesta del ser humano

Si usted lee cuidadosamente el texto, verá que se mencionan 7 pasos descendentes


que la humanidad siguió desde el jardín del Edén. Leamos los versículos 21 al 23:

"Pues habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios, ni le dieron


gracias. Al contrario, se envanecieron en sus razonamientos y su necio corazón fue
entenebrecido. Pretendiendo ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria
del Dios incorruptible por imágenes de hombres corruptibles, de aves, de
cuadrúpedos y de reptiles".

Este pasaje contradice la teoría o la hipótesis de la evolución. El hombre no está


avanzando ni física, ni moral, ni intelectual, ni espiritualmente. La propensión del
hombre es ir hacia abajo. Claro que esto contradice todas las antologías de la
religión, las cuales comienzan presentando al hombre en un estado primitivo, como
algún tipo de cavernícola con pocas cualidades intelectuales, que lentamente
comenzó a progresar intelectualmente, lo cual finalmente empezó a acercarle a
Dios. La verdad es que el hombre se está alejando de Dios y el mundo
probablemente se halle más lejos de Dios en el día de hoy, que lo que jamás se haya
encontrado en toda su historia. La realidad es que toda tribu primitiva tiene
alguna tradición que comprueba el hecho de que en el principio, sus antepasados
conocieron a Dios.

El Dr. Vincent lo expresó de la manera siguiente: "Creo que se puede comprobar


de hecho que cualquier tipo de gente inclusive los salvajes más viles, en cualquier
período de su vida, sabían mucho más que lo que hicieron, y que sabían lo
suficiente como para poder progresar cómodamente y poder desarrollarse, si sólo
hubieran hecho lo que ningún hombre hace; si sólo hubieran hecho lo que sabían
que debían hacer y que podían hacer".

Ningún tipo de gente ha vivido jamás conforme a la luz que han tenido. Ni siquiera
el salvaje ha hecho eso. La tradición revela que alguna vez, en el principio,
adoraban al Dios vivo y verdadero. Pero, cuando conocieron a Dios, se alejaron de
Él. Los siete pasos o estados sucesivos que conducen a la oscuridad son los
siguientes:

Primero, "Pues habiendo conocido a Dios" y aquí debiéramos leer mejor


"conociendo a Dios" Ahora, esto no quiere decir un conocimiento personal o
íntimo, sino que le conocieron como una Persona y que vieron Su poder en la
creación. Por toda la Escritura se enseña que el hombre tuvo una revelación
primitiva de Dios, y que se apartó de ella. La caída del hombre en el huerto de
Edén es una caída del conocimiento de Dios y de una comunión con Él. Cayó de la
esfera del conocimiento de Dios y de la esfera de la comunión con Dios.

El segundo paso fue que, "no le glorificaron como a Dios". No le dieron su debido
lugar y el hombre llegó entonces a ser independiente, autosuficiente y altivo. No es
extraño, pues, que los hombres proclamasen en un momento de la historia que
Dios estaba muerto. En el pasado la familia humana no sugirió que Dios estaba
muerto; simplemente le volvieron la espalda a Dios y convirtieron al hombre en su
dios.

El tercer paso es, "ni le dieron gracias". El dejar de dar gracias a Dios revela que
el hombre ha roto su relación con Dios. El dar gracias es parte integrante de la
vida cristiana. El apóstol Pablo dice en su primera carta a los tesalonicenses,
capítulo 5, versículo 18: "Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios
para con vosotros en Cristo Jesús". La ingratitud constituye uno de los peores
pecados. Shakespeare dijo: "Aborrezco más la ingratitud en un hombre que la
mentira, la vanidad, la murmuración, la borrachera o cualquier otra mancha de
vicio". El Señor Jesús, estimado oyente, sanó a diez leprosos, pero solamente uno
volvió para darle las gracias.

Ahora, el cuarto paso que conduce a la oscuridad lo tenemos aquí en estas


palabras: "sino que se envanecieron en sus razonamientos". El verbo para "se
envanecieron" se deriva de la misma raíz de la palabra de los judíos para ídolos ?
mataia. Cuando el hombre rehúsa retener a Dios en sus pensamientos, entones la
vanidad llena el vacío. El hombre se envanece en sus imaginaciones y uno de los
resultados es la hipótesis de la evolución. Al ser descartado el Dios de la creación,
el hombre imagina toda clase de filosofías en cuanto a la creación del mundo.

El quinto paso está en la frase, "y su necio (no inteligente) corazón (lugar de
emoción, juicio y voluntad) fue oscurecido", o sea, recibió tinieblas espirituales.
Aquí se trata de la rebelión intelectual contra Dios que continúa aún en el día de
hoy. Esto conduce a la inhabilidad para distinguir o discernir entre la verdad y el
error. Este es el motivo por el cual, muchos de los intelectuales de nuestros días, se
han entregado completamente a ideologías ateas. Habiendo rechazado la
revelación de Dios, aceptan los razonamientos de los hombres.

El sexto paso es el siguiente: "Profesando ? una afirmación sin fundamento ?


profesando ser sabios, se hicieron necios". Y ésta es otra declaración paradójica.
La sabiduría jactanciosa de los hombres es locura para con Dios. La filosofía vana,
según se afirma, es lo mejor del hombre, pero es locura para Dios. Y como dijo el
apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 1, versículo 21: "Puesto
que el mundo, mediante su sabiduría, no reconoció a Dios a través de las obras que
manifiestan su sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la
predicación".

Y el séptimo y último paso que conduce a la oscuridad, lo encontramos aquí en


estas palabras del versículo 23: "Y cambiaron la gloria del Dios inmortal por
imágenes del hombre mortal, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles". ¿No ha
observado usted que el mundo de los no creyentes ha hecho caricaturas de Dios?
Podemos verlo en las imágenes e ídolos de los paganos. Ello fue evidente, por
ejemplo en la ciudad de Éfeso. Aquella ciudad del imperio romano alcanzó
probablemente el más alto nivel de cultura y civilización que jamás ciudad alguna
haya logrado. Sin embargo en el centro neurálgico de la ciudad se encontraba una
de las imágenes más horribles que uno pudiera imaginarse, conservada en el
templo de Artemis, equivalente a la diosa romana Diana, templo considerado una
de las 7 maravillas del mundo antiguo. No era una imagen hermosa, como aparece
en las esculturas griegas. Era como la oriental Cibeles, venerada en Roma con la
gran Madre de los dioses, cruel, que tenía un tridente en una mano y un garrote en
la otra. Y ésta fue la idea que el pueblo más culto y civilizado tenía de Dios.
Alrededor de aquel templo de aquella deidad, ocurrían los mayores actos de
inmoralidad y deshonestidad. Por ello decimos que los seres humanos se han
apartado de la gloria de un Dios incorruptible y se volvieron a una imagen del
hombre corruptible. Ello constituye una difamación contra Él. Y así, los griegos
hicieron que sus dioses se parecieran a seres humanos. Los asirios, egipcios y
babilonios, por su parte, hicieron que sus dioses tuvieran aspecto de bestias, aves y
reptiles. Los romanos combinaron los dos métodos. La idolatría es, pues, una
caricatura de Dios y constituye una calumnia y estigma contra Él.

El hombre no comenzó como idólatra. El salvaje del día de hoy es muy diferente al
hombre primitivo. El hombre primitivo era monoteísta, o sea, que creía en un solo
Dios. La idolatría no fue implantada sino hasta más tarde. La primera mención de
la idolatría en la Biblia se hizo en la historia de Raquel cuando robó los ídolos de
su padre (Génesis 31). También se mencionó en el libro de Josué, capítulo 24,
versículo 2, donde leemos: "Y dijo Josué a todo el pueblo: Así dice el Señor, Dios
de Israel: Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es,
Taré, padre de Abraham y de Nacor; y servían a dioses extraños". Como puede
verse, a través de los siglos, el ser humano descendió se fue degradando en vez de
ascender y progresar. Y desde un punto de vista espiritual, se fue apartando de
Dios. Es interesante leer las opiniones de Sir William Ramsay, quien fue durante
un tiempo un beligerante no creyente. En su libro "Las ciudades de Pablo" opinó
que en su experiencia y lecturas no pudo confirmar las suposiciones de la historia
religiosa moderna; en cambio, sí pudo confirmar las afirmaciones del apóstol
Pablo. Y añadió que, con raras excepciones, la historia de la religión entre los seres
humanos es una historia de la degeneración. Él pensaba que había un hecho
innegable en la historia humana; que el ser humano, se degeneraba por sí mismo y
que progresaba en sus esfuerzos por mantener el cuerpo social puro y sano,
únicamente en la medida en que albergara en su interior devoción y simpatía por
la vida divina. Estimado oyente, la raíz del problema es que las personas se han
alejado de Dios. Es por todo ello que nos parecen apropiadas las palabras de
invitación del profeta Isaías 55:6 y 7: "¡Buscad al Señor mientras puede ser
hallado, llamadle en tanto que está cercano! Deje el impío su camino y el hombre
inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, al
Dios nuestro, el cual será generoso en perdonar". ¿Y dónde tendrá lugar el
encuentro con Dios? Al pie de la cruz, donde Jesucristo, su Hijo, murió,
recordando que Él también resucitó para poder declarar justos a todos aquellos
que, por la fe, vengan a Él.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 1:24-32
Continuamos hoy estudiando el capítulo 1 de esta epístola del apóstol Pablo a los
Romanos. Y en nuestro programa anterior estuvimos hablando de los 7 pasos que
conducen a la oscuridad espiritual. Consideramos el séptimo y último paso que nos
habla de la degeneración de los seres humanos cuando, según el versículo 23,
cambiaron la gloria del Dios incorruptible en imagen de hombre corruptible, de
aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Los griegos hicieron que sus dioses se
parecieran a seres humanos. Los asirios, egipcios y babilonios por su parte,
hicieron que sus dioses tuvieran el aspecto de bestias, aves y reptiles. Los romanos,
combinaron los dos métodos.

La idolatría, dijimos, es una caricatura de Dios y constituye una difamación y


estigma contra Él. Ahora, el hombre no comenzó como idólatra. El salvaje del día
de hoy es muy diferente al hombre primitivo. El hombre primitivo, era monoteísta,
o sea que creía en un solo Dios. La idolatría no fue implantada sino hasta más
tarde. La primera mención de la idolatría en la Biblia se hizo en la historia de
Raquel, cuando robó los ídolos de su padre. También se mencionó en el libro de
Josué, capítulo 24, versículo 2, donde leemos: "Y dijo Josué a todo el pueblo: Así
dice el Señor, Dios de Israel: Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado
del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor; y servían a dioses extraños".
Como usted ve, estimado oyente, el hombre descendió en vez de ascender.

La antigua ciudad de Éfeso, bajo el gobierno del imperio romano, alcanzó el grado
de cultura más alto que cualquier ciudad jamás haya alcanzado. Sin embargo, el
centro de la adoración de esa ciudad, fue una de las imágenes más horribles que se
pueda imaginar. Fue en el templo, una de las 7 maravillas del mundo antiguo,
donde se encontró esta imagen de Diana. Las personas llegaban al templo y
gritaban diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios!, como nos dijo el Dr. Lucas en
el libro de los Hechos, capítulo 19, versículo 28. Diana no era una de las imágenes
hermosas como aquellas de la escultura griega. Una gran inmoralidad y prácticas
deshonestas tuvieron lugar en ese templo. Cambiaron la gloria del Dios inmortal,
por imágenes del hombre mortal. La idolatría consiste en hacer caricatura de Dios.

Es interesante leer las opiniones de Sir William Ramsay, quien fue durante un
tiempo un beligerante no creyente. En su libro "Las ciudades de Pablo" opinó que
en su experiencia y lecturas no pudo confirmar las suposiciones de la historia
religiosa moderna; en cambio, sí pudo confirmar las afirmaciones del apóstol
Pablo. Y añadió que, con raras excepciones, la historia de la religión entre los seres
humanos es una historia de la degeneración. Él pensaba que había un hecho
innegable en la historia humana; que el ser humano, se degeneraba por sí mismo y
que progresaba en sus esfuerzos por mantener el cuerpo social puro y sano,
únicamente en la medida en que albergara en su interior devoción y simpatía por
la vida divina.

Lo único práctico que el hombre debe hacer, amigo oyente, es volverse al Dios vivo
y verdadero. A continuación comienza a desarrollarse el tema de

El retroceso del hombre

Con una exposición de los resultados de la rebelión de los seres humanos contra
Dios. En el resto de este capítulo se repite 3 veces la afirmación de que Dios los ha
abandonado. Leamos ahora el versículo 24 de este capítulo 1 de la carta a los
Romanos:

"Por lo cual, también los entregó Dios a la inmundicia, en los apetitos de sus
corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos"

Esta declaración se menciona tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.


La encontramos en el Salmo 81, versículo 12, y también en el libro de los Hechos
de los apóstoles, capítulo 7, versículo 42. Pero, Dios, estimado oyente, no entrega a
ningún hombre, sino hasta cuando el hombre primero se ha entregado al control
de sus pasiones.
La inmoralidad del hombre se mide principalmente por la perversión del sexo. La
inmoralidad y la sensualidad son un resultado de la idolatría. Quizá es mejor
declarar que la idolatría y la gran inmoralidad son los frutos amargos del rechazo
de la revelación de Dios. Dice aquí: "Dios los entregó". Un pecado siguió a otro
como un castigo hasta que una cadena aprisionó el corazón humano. Y como dice
el apóstol Pablo hablando de ese tipo de personas, en su carta a los Efesios,
capítulo 4, versículo 19: "Los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se
entregaron al libertinaje para cometer con avidez toda clase de impureza". Esta es
una descripción terrible y atroz, pero es la historia de la raza humana. El juicio del
diluvio y la destrucción de Sodoma y Gomorra atestiguan esta tremenda realidad.
Y las religiones de misterio en Grecia eran extremadamente depravadas. Y el
escritor a los Hebreos dijo en el capítulo 10 de su carta, versículo 27 hablando del
futuro de aquellos que pecan intencionadamente después de haber conocido la
verdad: "Una horrenda expectación de juicio y de hervor de fuego que ha de
devorar a los adversarios". Pasando ahora al versículo 25 de este primer capítulo
de la epístola a los Romanos, leemos:

"ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las
criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén".

La primera frase de este versículo dice: "Ya que cambiaron la verdad de Dios por
la mentira". La sugerencia aquí es que se volvieron de Dios a Satanás, autor de la
mentira y padre de la idolatría, "honrando y dando culto a las criaturas antes que
al Creador". Esta es la idolatría que condujo a las profundidades más hondas de
degradación moral. Y el versículo 26 continúa diciendo:

"Por eso Dios los entregó a pasiones vergonzosas, pues aun sus mujeres cambiaron
las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza"

"Pasiones vergonzosas" quiere decir, pasiones de infamia e ignominia. Esto revela


la depravación total de la raza, porque se trata aquí de una condición más que
simplemente un deseo. La perversión fue algo que formó parte de la vida griega.
La gloria que una vez perteneció a Grecia ya había pasado. Hicieron lo que era
impropio y resultó en su decadencia.

Continúa el versículo diciendo: "Pues aun sus mujeres" es una frase que descubre
las profundidades a las cuales la raza humana descendió. La mujer, fue
considerada la más pura y la menos controlada por las pasiones de los dos sexos,
pero cuando ella se degrada, puede llegar a extremos en mayor medida que el
hombre. Y el versículo 27 de este primer capítulo de la epístola a los Romanos,
continúa diciendo:

"Y de igual modo también los hombres, dejando la relación natural con la mujer,
se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos
hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su
extravío".

"Y de igual modo también los hombres", dice aquí. La distinción es entre varones
y hembras, y enfatiza la diferencia sexual entre los seres humanos. Esto descubre
una profundidad aún más honda a la cual ha descendido la raza. La literatura
antigua está llena de esta clase de obscenidades, la cual era aceptada como una
práctica general. La perversión traspasa los límites de la dignidad humana, surge
en cada época de la historia y es un elemento indicador del alejamiento de Dios, y
del predominio de los valores materiales sobre los espirituales.

En el versículo 26, el apóstol Pablo parece suavizar los pecados de las mujeres,
pero aquí habla claro en cuanto a ellos haciendo uso de palabras muy descriptivas;
dice: "Se encendieron" o "se abrazaron" y sugiere un fuego furioso. "Lascivia" es
una palabra en el original que se usa únicamente aquí, y denota el hacer esfuerzos
por alcanzar algo o un apetito inmoderado de algo. La frase: "Cometiendo hechos
vergonzosos" significa una deformidad moral y espiritual de graves consecuencias
porque los que esto hicieron, recibieron lo que merecieron, es decir, que sufrieron
en su propio cuerpo el castigo de su perversión. Continuemos ahora con el
versículo 28:

"Como ellos no quisieron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente
depravada, para hacer cosas que no deben".

La rebelión de la humanidad pagana incluyó el rechazo del conocimiento de Dios.


En un sentido, los seres humanos colocaron a Dios fuera de su mente. En respuesta
a esta actitud, el juicio de Dios fue el abandono al estado de una mente depravada,
es decir, a sus perversos pensamientos. Este es el último estado o condición de la
caída del hombre. Ya no puede distinguir entre lo malo y lo bueno. Cualquiera que
diga que le es posible ser hijo de Dios mientras vive en perversión y en el cieno
espeso del pecado, no está engañando a nadie, sino a sí mismo. Si usted está
viviendo de esta manera, estimado oyente, venga a Cristo y Él le desatará de esas
cadenas y le proveerá la liberación. Los próximos versículos nos presentan una
lista horrible de pecados que se manifiestan como una consecuencia de la citada
rebelión de la criatura contra Dios, su Creador. Continuemos ahora, leyendo los
versículos 29 al 31:

"Están atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad;


llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y perversidades. Son
murmuradores, calumniadores, enemigos de Dios, injuriosos, soberbios, vanidosos,
inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto
natural, implacables, sin misericordia".

Las realidades que hemos leído en los versículos precedentes de este capítulo,
figurativamente hablando abren las compuertas a esta tremenda lista de pecados
que sigue. Seguramente estamos familiarizados con ellos por haberlos visto
manifestarse a nuestro alrededor, o por haberlos visto reflejados en los titulares de
los periódicos. Esta es la condición del mundo hoy en día. ¿Por cuánto tiempo más
será Dios paciente para con nosotros tolerando nuestros pecados? Él ha juzgado ya
a grandes naciones en el pasado, que prosiguieron en esa dirección y que después
de entrar en un período irreversible de decadencia, fueron conquistadas, aunque
en realidad ya se estaban desmembrando desde dentro.

El gran vacío creado en el ser humano después de descartar a Dios, fue llenado por
diversas formas de pecado. Aquí se nombran veintiún pecados. Es difícil
clasificarlos. "Estando atestados" o "llenos", indica que hay una medida cabal de
retribución. Esto denota una depravación total. Consideremos brevemente la lista
incluida en estos versículos:

En primer lugar tenemos, "toda injusticia", es un término general más que


específicos. El evangelio ofrece una justicia al hombre, quien tiene todo lo que es
opuesto a lo que Dios demanda; "toda clase de injusticia" es contraria a Dios.

Ahora, la palabra "fornicación", no se encuentra en los mejores manuscritos. Es


específico entre generalidades, y en realidad, no pertenece aquí.

En segundo lugar, tenemos la "perversidad", que significa toda clase de maldad.


"Los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lujuria, la envidia, la
calumnia, el orgullo, la insensatez", como lo vemos en la lista del evangelio según
San Marcos, capítulo 7.

En tercer lugar, tenemos la "avaricia", y quiere decir literalmente "un deseo


pecaminoso por adquirir más", un afán desmesurado y desordenado de adquirir y
poseer riquezas para atesorarlas, y está asociado contiguamente con la palabra que
se usa para "perversidad". El apóstol Pablo en su carta a los Colosenses, capítulo
3, versículo 5, la llamó "idolatría". Dice el apóstol: "Haced morir, pues, lo terrenal
en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y
avaricia, que es idolatría".

En cuarto lugar, tenemos la. "maldad", que significa "toda maldad moral".

En quinto lugar, "llenos de envidia", marca el principio de una lista de pecados


específicos. Envidia significa un descontento, tristeza o pesar al ver el bien ajeno, la
superioridad o las ventajas de otros.

En sexto lugar, leemos: "homicidios". Y aquí significa aun el pensamiento de


homicidio. Esto confirma la declaración que el Señor Jesucristo hizo en el
evangelio según San Mateo, capítulo 5, versículos 21 y 22 donde leemos: "Oísteis
que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable
de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será
culpable de juicio; y cualquiera que insulte a su hermano, será culpable ante el
concilio; y cualquiera que injurie gravemente a su hermano, quedará expuesto al
infierno de fuego".

En séptimo lugar, esta lista de pecados, tenemos "contiendas".

En octavo lugar, leemos "engaños". Y es literalmente un cepo o lazo. Es un


esfuerzo premeditado por engañar.

En noveno lugar, tenemos "malignidades", que es una disposición mala, la cual lo


interpreta todo de la peor manera.

En décimo lugar, tenemos "murmuradores", que significa aquellos que


secretamente llevan información, sea verdadera o falsa, que es dañina al carácter o
bienestar de otro. Otra palabra es "chismosos".
En undécimo lugar, tenemos los "detractores", que significa literalmente "los que
hablan maldad". La persona a quien atacan puede estar presente y la intención es
desacreditarla.

En décimo segundo lugar tenemos a los "aborrecedores de Dios", y esto aquí


indica el sentir y el dejar ver este aborrecimiento.

En décimo tercer lugar están los "injuriosos", o sea los "ultrajadores".

En décimo cuarto lugar están los "soberbios", que quiere decir "altaneros" o
"arrogantes".

En décimo quinto lugar, leemos "altivos". Simplemente significa "fanfarrones". Y


se deriva de una palabra que significa vagar. De allí la palabra vagabundo o
impostor.

En décimo sexto lugar están los "inventores de males", o sea los "ingeniosos para
el mal", los que sólo ingenian y piensan maldades.

En décimo séptimo lugar, están los "desobedientes a los padres", o sea "rebeldes a
sus padres". Y esto denota una revolución moral y social. Uno de los
Mandamientos principales ? el cuarto Mandamiento, ? tiene que ver con la
obediencia a los padres. La estructura de la sociedad se apoya en este
Mandamiento.

En décimo octavo lugar, están los "necios", y puede ser traducido aquí como "sin
discernimiento" o insensato y es la misma palabra usada al final del versículo 21,
de este mismo primer capítulo.

En décimo noveno lugar, están los "desleales".

En vigésimo lugar, están los que son "sin afecto natural" o "desamorados". La
palabra "implacables" no se encuentra en los mejores manuscritos.

Y en vigésimo primer lugar, o sea, el último lugar, están los que son "sin
misericordia" o "despiadados".

Esta en verdad, es una descripción terrible y horrible de la humanidad. Algunos


pensaron que tienen una formación moral y cultural que les evitaría caer en los
pecados que acabamos de mencionar. La formación y educación de una persona es
importante, pero debemos reconocer el carácter pecaminoso y la tendencia a la
maldad de la naturaleza humana. Por ello, todo ser humano necesita de Jesucristo
como su Salvador. Sin Él, estimado oyente, no hay esperanza de regenerar a las
personas. Leamos ahora el versículo final de este capítulo 1 de la epístola a los
Romanos, el versículo 32 dice:

"Esos, aunque conocen el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son
dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las
practican".
Y aquí concluye este primer capítulo de la epístola del apóstol Pablo a los
Romanos. Hemos visto que los seres humanos tienen una revelación de Dios, pero
descaradamente desafían el juicio de Dios contra tales pecados. Y lo hacen al
continuar practicándolos y al aprobar que otros los cometan también. Es que
tienen encallecido el corazón, la conciencia, es decir, que se han insensibilizado con
respecto a todo aquello que se opone a la Palabra de Dios. Y ello nos indica que se
encuentran el nivel más bajo de su degradación. No es extraño, pues, que el apóstol
Pablo no se avergonzara del evangelio de Cristo. Porque el evangelio había
provisto el único medio de salvación. En el evangelio según San Juan, capítulo 14,
versículo 6, el Señor Jesucristo le dijo a Tomás: "Yo soy el camino, la verdad, y la
vida; nadie viene al Padre, sino por mí".

Sí, amigo oyente, el evangelio ha presentado el único medio de salvación. Y ese


único medio de salvación, es la persona del Señor Jesucristo, el Hijo eterno de Dios.
Le invitamos en esta hora a que usted acuda a Él y le acepte como su Salvador
personal.
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Romanos 2:1-16
En el día de hoy vamos a comenzar nuestro estudio del segundo capítulo de la
carta del apóstol Pablo a los Romanos. Y en él, vemos que las personas que se
justifican a sí mismas, serán juzgadas por Dios. Pablo indica seis grandes
principios por los cuales Dios los juzgará. En el primer versículo de este capítulo 2,
el apóstol dijo:

"Por eso eres inexcusable, hombre, tú que juzgas, quienquiera que seas, porque al
juzgar a otro, te condenas a ti mismo, pues tú, que juzgas, haces lo mismo".

Podemos decir aquí que este es un tema muy importante en este capítulo. En el
capítulo 1 el apóstol reveló la maldad del hombre; mientras que aquí en el capítulo
2 se expone a los que se justifican a sí mismos. Debemos notar aquí que él no está
hablando de la salvación, sino que el tema es el pecado y la base por la cual Dios
juzgará al hombre. Estos seis principios no son las bases de la salvación. Son más
bien, las bases para juicio.

Ahora, yo no sé lo que usted piensa, estimado oyente, pero yo no quiero ser


juzgado por Dios. Y le doy gracias a Dios por el Salvador que ha provisto. La
Escritura presenta al evangelio como el único medio para obtener la vida eterna.
Al rechazar al Hijo de Dios traemos inmediatamente sobre nosotros el juicio de
Dios, y el único veredicto es el de ser declarado culpable. El apóstol Juan en su
primera carta, capítulo 5, versículo 12 nos dijo que: "El que tiene al Hijo, tiene la
vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida". Y en el evangelio según San
Juan, capítulo 5, versículo 24, el Señor Jesucristo dijo: "De cierto, de cierto, os
digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá
a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida". Y escuche ahora, lo que
Jesús dijo después de las tan conocidas palabras en el evangelio según San Juan,
capítulo 3, versículo 17. Por lo general nos detenemos en el famoso versículo 16;
pero El también dijo en el versículo 17: "Dios no envió a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él". Y en el versículo 18
dice: "El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido
condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios". Y luego,
más adelante en el mismo capítulo 3 del evangelio según San Juan dice en el
versículo 36: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que se niega a creer
en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él". Así que los que no
tienen a Cristo hoy ya están perdidos. Usted puede ser una persona religiosa,
también puede ser una persona buena, pero sin Cristo, estimado oyente, está
totalmente perdido.

Y ahora, aquí en el capítulo 2 de su carta a los Romanos, Pablo dice: "Por lo cual
eres inexcusable, oh hombre". Ahora, la palabra "hombre" en esta frase es usada
en sentido genérico, hombre o mujer. En ella se incluye tanto a los judíos, como a
los gentiles y se refiere a los seres humanos en general. "Quienquiera que seas tú
que juzgas", al usar esta expresión, el apóstol pasa de un término general a uno
específico. De aquello que representaba a la humanidad en general, a una persona.
Pero, aun lo limita a aquellos que juzgan a otros. La palabra usada para "juzgar"
aquí, lleva consigo la idea de juzgar pero con la intención de declarar a la otra
persona culpable. O sea que, podría leerse así: "Quienquiera que seas tú que
condenas".

Aquí entonces se nos hace la siguiente pregunta: ¿Cuál sería la actitud del creyente
en el día de hoy hacia esa clase de personas que han sido mencionadas en el
capítulo 1 de esta carta a los Romanos? Nosotros deberíamos desear que todos
ellos llegaran a salvarse. Y nosotros debemos tratar de llevarles el evangelio.
Deberíamos ser como esas personas mencionadas en el antiguo himno que dice:
"Rescata al que perece, cuida del que muere, arrebátalos del pecado. Llora por los
que están errados, levanta al caído; háblales de Jesús, poderoso para salvar". Y
esa debe ser nuestra actitud, la de querer que ellos sean salvos. Pero aclarando
bien ante ellos, que necesitan ser salvos y que necesitan ser liberados de ese terrible
pecado de perversión e inmoralidad.

Bien, tenemos ahora que tener cuidado cómo leemos, porque podemos llegar a una
conclusión errada, porque dice: "porque tú que juzgas haces lo mismo". Ahora, la
palabra en griego aquí para "lo mismo", es "auta". Ahora, según el verdadero
significado, cuando Pablo usa la expresión "lo mismo" no quiere decir cosas
idénticas, sino cosas que son tan malas a los ojos de Dios, como las cosas que hacen
los depravados y perdidos; y que resultan ofensivas al pecador culto y refinado.

Una persona que no era salva dijo una vez que el infierno no podría ser calentado
lo suficiente como para castigar a una persona como Hitler. Ahora, esta persona
que así hablaba estaba juzgando a Hitler, estaba ocupando el lugar de Dios. Y, hay
muchos que hoy en día, condenan a otros por sus actitudes o ideas diferentes. Pero
es necesario aclarar que nosotros estamos haciendo lo mismo y somos culpables
por hacer esto. Ahora, quizás alguien diga: "Un momento, yo no hago esas cosas".
Bueno, permítanos decirle entonces que usted está sentado juzgando a aquellas
personas que no están en su mismo nivel. Usted está usando los modelos de la
sociedad de nuestro tiempo. Y si alguien no llega a los niveles que han sido
establecidos en su pequeño grupo, pues se le condena.

De la misma manera, Dios está diciendo que si usted cree que tiene el derecho de
juzgar a los demás con sus propias normas, entonces, él también tiene ese derecho
y puede juzgarle a usted según Sus propias normas. Y es así como Dios juzga,
según Sus normas divinas.

Muchas personas piensan que le resultan agradables a Dios. Si nosotros


pudiéramos vernos como Dios nos ve, no podríamos soportarnos. Somos
detestables. Somos pecadores perdidos. ¿Qué es lo que podemos contribuir para el
cielo? ¿Podemos adornar ese lugar? Nos da la impresión de que algunas personas
piensan que el cielo será un lugar mejor cuando ellos lleguen allá. Sin embargo, la
tierra no ha sido mejorada por su presencia en ella. Estimado oyente, usted está
tratando de negar a Dios el mismo privilegio que usted tiene de juzgar a los demás.
Dios le juzgará. Y Él no va a juzgarle según las normas suyas, o las normas por las
cuales usted juzga a otros. Él le juzgará según Sus normas divinas. ¿Le empieza a
conmover esto? Pues, debería hacerlo; porque yo soy consciente de que no puedo
alcanzar el nivel de esas normas, las normas de Dios. Ahora, veremos que a partir
del versículo 2, Pablo expuso los principios por los cuales Dios juzgará al pecador
culto y refinado. Leamos el versículo 2 de este capítulo 2 de la epístola a los
Romanos donde el apóstol Pablo destacó el primer gran principio:

"Pero sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según la
verdad".

Sabemos que el juicio de Dios es según la verdad, es decir, según la realidad. Hay
tantas personas, incluso quienes profesan ser cristianos en estos días, que viven en
un mundo imaginario. No quieren oír la verdad del evangelio.

Hay muchas personas pías, santas, que dicen: "¿Sabe usted? Me gustaría mucho
estudiar la Biblia, me gusta tener un estudio bíblico". Y, luego, cuando comienzan
a estudiar la Palabra de Dios, se dan cuenta que no es lo que ellos pensaban.
Experimentan lo que le ocurrió a Juan en el incidente relatado en el libro de
Apocalipsis. Cuando comenzó a ver el juicio de Dios, al principio era algo
conmovedor, emocionante, era dulce en su boca. Pero, cuando comió el pequeño
libro, le produjo una indigestión. Fue amargo en su estómago. Y hay muchos
creyentes en nuestros días, que dicen que quieren realizar estudios bíblicos, pero
no quieren enfrentarse con la realidad. No quieren ni siquiera escuchar la verdad.
Recordemos la advertencia de lo que acabamos de leer: "Mas sabemos que el
juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según la verdad".

Este fue uno de esos grandes principios. Ahora, insistimos, estos son los principios
de juicio y no son los principios de salvación. El hombre tiene el conocimiento
inherente de que debe ser juzgado por un poder más grande. Y el próximo juicio
de Dios es algo que toda persona sin Cristo llega a negar, o a temer. Las Escrituras
son claras en el tema del juicio. El apóstol Pablo, en el libro de los Hechos de los
apóstoles, capítulo 17, versículo 31, dijo a los Atenienses: "Por cuanto ha
establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a
quien designó, acreditándolo ante todos al haberle levantado de los muertos".
Pablo había debatido con Félix sobre la justicia, el dominio propio y el juicio
venidero. Félix se asustó mucho con esto, pero no quiso oír otro sermón. El juicio
de Dios está en contraste con el juicio del hombre. El hombre no tiene
conocimiento de todos los hechos, y su juicio es parcial y lleno de prejuicios. El
juicio de Dios, en cambio, contempla todos los hechos. Él conoce el estado real del
ser humano, le conoce exactamente tal como él es.

Dios dijo en el libro de Daniel, capítulo 5, versículo 27, que somos pesados en
balanza, y esa es la Palabra de Dios para aquellas personas cultas que se
enorgullecen de su moralidad. Creemos que el gran error de esas personas es el de
creer que la persona depravada deber ser juzgada, pero que ellas confían en
escapar al juicio porque son diferentes y frente a Dios están en un nivel superior.
La gran mayoría piensa que los dictadores que cometieron atrocidades deben ser
juzgados, pero que ellas deberían escapar al juicio. Estimado oyente, Dios juzgará
al hombre por lo que él es ante Su mirada. ¿Quiere usted estar delante de Dios en
esas condiciones? Yo, por mi parte, no lo deseo. Veamos ahora lo que Pablo dijo
aquí en el versículo 3 de este capítulo 2 de la epístola a los Romanos:

"Y tú, hombre, que juzgas a los que hacen tales cosas y haces lo mismo, ¿piensas
que escaparás del juicio de Dios?"

Robert Govett señaló cuatro maneras por las cuales alguien que ha quebrantado la
ley humana podría escapar al castigo. Una manera es que el criminal piensa que su
ofensa no será descubierta. En segundo lugar, si es descubierto, piensa que podría
escapar de las autoridades a un lugar que estuviera fuera de la jurisdicción del
tribunal, por ejemplo, cruzando una frontera. La tercera manera es que si llega a
ser arrestado, puede salir libre, gracias a algún detalle técnico que cause una
interrupción o suspensión en el procedimiento legal. Y la cuarta manera, es que si
lo llegan a condenar, tal vez él pueda escapar de la prisión y permanecer oculto.

Y estimado oyente, ninguna de estas vías de escape está abierta para el ser humano
ante el juicio divino. Su ofensa será descubierta. Usted no puede escapar a la
autoridad o jurisdicción de Dios. No habrá ningún fallo técnico que interrumpa el
juicio, y nunca podrá escapar de la prisión. ¿Cómo escaparemos si despreciamos
una salvación tan grande? El autor de Hebreos se preguntó en 2:3, ¿Cómo
escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? Luego dijo Pablo
aquí en el versículo 4 de este capítulo 2 de la epístola a los Romanos:

"¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y generosidad,


ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?"

Debemos reconocer que la bondad de Dios es algo que nos debería hacer caer de
rodillas ante Él. Pero en cambio, empuja a los hombres lejos de Dios. David estaba
preocupado por la forma en que prosperaban los malos. Le parecía que no Dios no
hacía nada. Y en el Salmo 73, versículos 3 y 4, David dice: "Porque tuve envidia de
los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos. No se atribulan por su muerte,
pues su vigor está entero". Luego, continuó diciendo en el versículo 5, del mismo
Salmo 73: "No pasan trabajos como los otros mortales, ni son azotados como los
demás hombres". Y en los versículos 9 y 17 dice: "Ponen su boca contra el cielo, y
su lengua pasea la tierra. Hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el
fin de ellos". Estimado oyente, ellos tendrán que enfrentarse al juicio de Dios.

Ahora, si usted es una persona perdida, es decir, que no tiene una relación con
Dios, no crea que estamos tratando de apartarle de algunas cosas de esta vida. Si
no ha confiado en Cristo y su única esperanza está en esta vida, entonces, trate de
extraerle todo lo que pueda a esta vida. Como decían los gladiadores romanos
antes de luchar entre sí hasta la muerte: "comamos y bebamos, que mañana
moriremos". Pero, estimado oyente, usted necesita un Salvador porque Dios le
juzgará. Y la bondad de Dios debe guiarle hacia Él. Pero Él continuó diciendo aquí
en el versículo 5, de este capítulo 2 de la carta a los Romanos:

"Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira
para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios"

Muchos de los que nos escuchan hoy y que no son salvos, saben que Dios ha sido
bondadoso con ellos. Dios los ha bendecido, pero eso no los ha traído a Él,
¿verdad? Cuando usted piensa en los pobres que están padeciendo de hambre allá
en tantas zonas del mundo y en las abundantes bendiciones que usted tiene aun
siendo un pecador , ¿piensa acaso que Dios no le juzgará? ¿Piensa que de alguna
manera logrará escapar? La misma bondad de Dios le tendría que llevar al
arrepentimiento. Llegamos ahora al versículo 6 y encontramos aquí, el segundo
gran principio. Leamos este versículo 6:

"El cual pagará a cada uno conforme a sus obras"

Estimado oyente, Él recompensará a cada uno lo que merezcan sus obras. La


justicia absoluta es el criterio usado en el juicio o en la recompensa del Señor. Las
obras del ser humano están ante Dios, expuestas a Su santa luz. Ninguna persona
en su sano juicio quiere ser juzgada de esta manera. Tenemos el ejemplo de
Cornelio, en los Hechos de los Apóstoles. Él era un hombre bueno, y sin embargo,
estaba perdido. Ahora, en el versículo 7 leemos:

"vida eterna a los que, perseverando en hacer el bien, buscan gloria, honra e
inmortalidad"

Recordemos aquí que bajo este segundo principio, el tema no es una determinada
forma de vida. Más bien, una forma de vida constituye la base para el juicio. La
conducta habitual de una persona, sea buena o mala, revela la condición de su
corazón. La vida eterna no es la recompensa para una vida de buenas obras. Ello
contradeciría muchos otros pasajes Bíblicos que afirman con claridad que la
salvación no se obtiene por las buenas obras, sino que se otorga totalmente por la
gracia de Dios a aquellos que creen. Una persona que realiza obras buenas,
demuestra que su corazón ha sido regenerado por Dios. Tal persona, redimida por
Dios, tiene vida eterna. A la inversa, si una persona que obra mal continuamente y
rechaza la verdad, demuestra que no ha sido regenerada y, en consecuencia, será
objeto de la ira y el juicio de Dios. Leamos ahora los versículos 8 hasta el 11:

"pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que
obedecen a la injusticia. Tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo
malo, sobre el judío en primer lugar, y también para el que no lo es; en cambio,
gloria, honra y paz a todo el que hace lo bueno: al judío en primer lugar y también
al que no lo es, porque para Dios no hay acepción de personas".

Y aquí en este versículo 11, tenemos el tercer principio por el cual viene el juicio de
Dios. Dice: "Porque no hay acepción de personas para con Dios". O sea, que Dios
no hace diferencias entre unos y otros. Éste es uno de los grandes principios del
Antiguo Testamento. En el libro de Deuteronomio, capítulo 10, versículo 17,
leemos: "Porque el Señor vuestro Dios es Dios de dioses, y Señor de señores, Dios
grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni recibe
sobornos". Simón Pedro se dio cuenta de esto cuando entró al hogar de Cornelio y
dijo que en ese momento entendía que Dios no hacía diferencia entre una persona
y otra. (Hechos 10:34). Para Dios, estimado oyente, no hay favoritos. Él no tiene
hijos mimados. Todos los hombres son iguales para Él. La justicia tiene los ojos
vendados no porque sea ciega, sino para no ver la diferencia entre el rico y el
pobre. Todos deben ser iguales delante de ella. Membresía en una Iglesia,
pertenecer a una buena familia, o ser un ciudadano destacado, no le da a uno
ninguna ventaja delante de Dios. La cuestión verdaderamente importante es:
¿Tiene usted un Salvador? o ¿no tiene un Salvador? Luego leemos aquí en el
versículo 12 de este capítulo 2 de la epístola a los Romanos:

"Todos los que sin la Ley han pecado, sin la Ley también perecerán; y todos los
que bajo la Ley han pecado, por la Ley serán juzgados"

Y este es otro gran principio (el cuarto) por el cual Dios juzga hoy. Y veamos como
lo expresa el versículo 13:

"Pues no son los oidores de la Ley los justos ante Dios, sino que los que obedecen la
Ley serán justificados".

Se ha dicho que los paganos están perdidos porque no han oído de Cristo y no le
han aceptado. Estimado oyente, ellos están perdidos porque son pecadores. Esa es
la condición en la que se encuentra toda la humanidad. Los hombres no son salvos
por el conocimiento que tienen; ellos son juzgados por el conocimiento que tienen.
La primera parte del versículo dice: no son los oidores de la Ley los justos ante
Dios (o sea, los que quedan libres de culpa) Muchas personas piensan que si
simplemente dan su aprobación al Sermón del Monte son salvos. ¿Y quiénes
obedecen la ley y son declarados justos? Dios no declara justos ni da la vida eterna
a aquellos que creen que hacen buenas obras, sino a aquellos que creen en Él y
cuya conducta revela un corazón regenerado. En el versículo 15 encontramos el
quinto de los grandes principios. Pero leamos también el versículo 14:

"Cuando los gentiles que no tienen la Ley hacen por naturaleza lo que es de la Ley,
estos, aunque no tengan la Ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la
Ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia y acusándolos o
defendiéndolos sus razonamientos"

Dios juzgará a los paganos por su propia conciencia. Nosotros muchas veces
pensamos que de alguna manera u otra, los paganos eludirán el juicio de Dios, por
el simple hecho de no tener la revelación. Pero lo que ocurre es que ni siquiera
están viviendo según el conocimiento que ellos tienen. Y Dios los juzgará en base a
ello. Ahora, el versículo 16 dice:

"en el día en que Dios juzgará por medio de Jesucristo los secretos de los hombres,
conforme a mi evangelio".

Esa es la norma o base para el juicio. La idea de que yo seré salvo porque soy un
hombre bueno, o porque creo que soy bueno, no es válida. Dios, estimado oyente,
va a juzgar a los que se creen buenos por hacer buenas obras. Y Él los juzgará
basándose en el principio de lo hecho por Cristo en lo más profundo del corazón
humano. Recordemos que Cristo dijo que cualquiera que mirase con codicia a una
mujer, ya adulteró con ella en su corazón. Y ese es sólo un ejemplo de los secretos
del corazón humano. ¿Desearía usted que los secretos de su corazón fueran hechos
públicos, no las cosas hermosas que ha dicho, sino los pensamientos impuros que
han pasado por su mente? Todo esto debiera impulsarnos a buscar refugio en
Jesús para que Él nos salve. Damos gracias a Dios que, como dijo también Pablo en
Efesios 2, somos salvos por gracia, por medio de la fe, y no por obras, para que
nadie pueda jactarse de nada. La salvación es, pues, una provisión gratuita, un
regalo de Dios. Y entonces, una persona regenerada por el Espíritu Santo, vivirá
haciendo las buenas obras que son agradables ante Dios, y también ante los seres
humanos.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 2:17-3:9
Continuamos estudiando hoy el capítulo 2 de esta epístola del apóstol Pablo a los
Romanos. Y recordará usted que en este segundo capítulo, Pablo indicó que la
gente buena también era pecadora. Y también señaló las normas por las cuales
Dios los juzgará un día. Vimos en el programa anterior, los seis grandes principios
que Pablo expuso, por los cuales Dios juzgará a quienes se justifican a sí mismos. Y
Dios no estará observando solamente las cosas buenas, es decir, que uno es
generoso con lo que tiene y que es bueno con los vecinos. Todo eso es bueno y
elogiable, pero Dios lo juzgará estimado oyente, según lo que usted piensa o de
acuerdo con los pensamientos que usted tiene y que nadie más conoce. Pero Dios sí
los conoce y sabe cuando hay pensamientos impuros. Y esa será la manera en que
Dios le juzgará, pues Él no hace diferencias entre unas personas y otras. Tenemos
ahora, delante de nosotros, que Dios juzgaría a los religiosos también y a los judíos
especialmente, porque la religión de ellos, fue una religión dada por Dios mismo.
Ellos serían juzgados. Y dijo Pablo aquí en los versículos 17 y 18 de este capítulo 2
de la carta a los Romanos:

"Tú te llamas judío, te apoyas en la Ley y te glorías en Dios; conoces su voluntad e,


instruido por la Ley, apruebas lo mejor"

La religión ya no era para este hombre un punto de apoyo. Le había llevado a ser
orgulloso y autosuficiente. La luz del conocimiento había creado una
responsabilidad añadida que ocasionó una mayor condenación. El judío tenía 10
ventajas sobre el que no era judío, que se mencionan en los versículos siguientes.
Las primeras 5 se refieren a lo que el era. (1) Llevar el nombre específico de judío;
(2) apoyarse en la ley; (3) presumir de Dios; (4) conocer la voluntad de Dios; (5)
verificar la excelencia de ciertas cosas, al ser instruido en la ley. Y Pablo continuó
diciendo aquí en los versículos 19 y 20:

"Estás convencido de que eres guía de ciegos, luz de los que están en tinieblas,
instructor de los ignorantes, maestro de niños y que tienes en la Ley la forma del
conocimiento y de la verdad".

Los últimos 5 privilegios personales del judío se referían a lo que él hacía: (1) estar
convencido de ser un guía de ciegos; (2) ser una luz para los que andaban en la
oscuridad; (3) instruir a los ignorantes; (4) enseñar a la gente sencilla o inmadura;
(5) tener en la ley la regla del conocimiento y la verdad. Ahora Pablo, pues
mirando a ese hombre le hizo ciertas preguntas, que encontramos aquí,
comenzando con el versículo 21 y 22:

"Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no
se ha de robar, ¿robas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú
que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?"

Pablo mencionó 3 pecados comunes: (1) inmoralidad, es decir, pecado contra otras
personas; (2) sensualidad, es decir, pecados contra uno mismo; (3) idolatría, o sea,
pecado contra Dios.

Y, con respecto a las preguntas, veamos las siguientes: ¿no te enseñas a ti mismo?
En otras palabras, ¿practicas lo que predicas? Para muchos predicadores, lo que
predican es mejor que lo que viven.

¿Cometes sacrilegio? O, más bien, ¿robas las riquezas de los templos? El judío fue
curado en cuanto a la atracción del oro en la cautividad de Babilonia. Y hasta
donde sabemos, nunca se entregó a la idolatría después de esa experiencia. Sin
embargo, nunca le molestó hacer negocios con los objetos que salían de templos
paganos, y vendía esas cosas, como parte de sus negocios.

Ahora los 3 pecados que Pablo mencionó (inmoralidad, sensualidad e idolatría)


fueron tratados en el orden inverso en el capítulo 1 de esta carta a los Romanos. La
idolatría fue el punto culminante para el judío, y por cierto, diremos que él no
podría haber caído más bajo que eso. Pero, ¿no corremos, a veces, el peligro de
desprestigiar a la persona de Jesucristo? Recordemos que nosotros somos como un
evangelio que se escribe día a día, escrito en carne propia, y eso es lo que el mundo
ve. Ese evangelio se escribe con las cosas que usted hace y las palabras que usted
dice. Las personas están leyendo lo que usted escribe, esté acorde con la Palabra de
Dios o no. ¿Cómo se refleja el evangelio en su propia vida?

Ahora, Pablo trató algo de vital importancia. Continuemos leyendo el versículo 25:

"La circuncisión, en verdad, aprovecha si guardas la Ley; pero si eres transgresor


de la Ley, tu circuncisión viene a ser incircuncisión".
Ahora, la circuncisión era la señal del sistema mosaico. Ese era todo su valor. El
rito en sí mismo no tenía mérito alguno, era solo un distintivo. Y ese distintivo
indicaba que el hombre creía en la ley de Moisés. Para ellos el transgredir la ley y
ser circuncidado, en realidad cambiaba la situación y traía descrédito al rito, a esa
señal. Y lo que debía ser sagrado se convertía en un motivo de deshonra.

Ahora podríamos trasladar esa situación a nuestro tiempo, y relacionarlo con los
sacramentos de la iglesia. Por ejemplo, tenemos el caso del bautismo. Es la
expresión pública de la obra de Dios en el corazón de una persona. Pero constituye
una farsa si la persona bautizada no muestra evidencias de haber sido salva. Lo
mismo puede decirse de la membresía en una iglesia. Hay muchas personas hoy en
día que se unen a una Iglesia, y por su manera de vivir sólo traen descrédito a la
causa de Cristo. Ponen en ridículo el significado de la membresía en una Iglesia. Y
eso es precisamente lo que Pablo está diciendo en este pasaje. Escuchemos lo que él
dijo aquí en el versículo 26 de este capítulo 2 de la carta a los Romanos:

"Por tanto, si el que no está circuncidado guarda las ordenanzas de la Ley, ¿no lo
considerará Dios circuncidado aunque no lo esté?"

Permítanos usar otro ejemplo. ¿Si una mujer, o un hombre, pierde su anillo de
matrimonio; quiere decir eso que vuelve a ser soltera o soltero? El matrimonio,
estimado oyente, es mucho más que un simple anillo, aunque éste sea un símbolo
del mismo. Veamos ahora lo que dijo Pablo aquí en el versículo 27:

"Y el que físicamente no está circuncidado, pero guarda perfectamente la Ley, te


condenará a ti, que con la letra de la Ley y la circuncisión quebrantas la Ley".

O sea que, volviendo a usar la ilustración del anillo, el llevar el anillo de


matrimonio habla de algo sagrado, y el ser infiel con aquello que representa, hace
del anillo de matrimonio un objeto de deshonra. Lo que Pablo estaba diciendo
entonces, es que la circuncisión debía representar algo real. Y concluyó el apóstol
Pablo este capítulo 2 de esta epístola a los Romanos, diciendo aquí en los versículos
28 y 29:

"No es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace


exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la
circuncisión es la del corazón, en espíritu y no según la letra. La alabanza del tal
no viene de los hombres, sino de Dios".

La ley ya había establecido que la circuncisión tenía lugar en realidad en el


corazón. Moisés dijo en Deuteronomio, capítulo 10, versículo 16: "Poned en
vuestro corazón la marca del pacto, es decir, la circuncisión y no continuéis siendo
tercos". Eso nos prepara entonces para considerar ahora

Romanos 3:1-9

El tema de este capítulo, considerado en su totalidad, es la disponibilidad de la


justicia de Dios. Observemos lo que dijo Pablo aquí en el primer versículo de este
capítulo 3:
"¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿De qué aprovecha la circuncisión?"

La palabra "ventaja" aquí, tiene el significado de algo que sobreabunda, algo que
sobra, que tiene excedente. Y la pregunta tiene que ver con la señal exterior del
pacto especial que hizo Dios con los judíos, es decir la circuncisión. Parecía que
Pablo estaba en peligro de borrar una distinción que Dios había hecho. La
pregunta es: ¿si los judíos y los gentiles estaban en la misma posición ante Dios,
cuál era pues la supuesta ventaja del judío y cuál era el beneficio de la
circuncisión?

Permítanos aquí leer lo que dijo el Dr. James Stifler: "Si la circuncisión en sí
misma no provee justificación, y si la incircuncisión no la impide, ¿qué provecho
había en ella? Una distinción que hizo Dios entre los hombres, parecía después de
todo no existir". Ahora, creemos que este mismo interrogante se escucha
constantemente en el día de hoy. Lo escuchamos porque decimos en las
predicaciones del evangelio, que la membresía en una Iglesia no tiene ninguna
ventaja en cuanto a la salvación; y que cualquier rito o ritualismo presente no tiene
ningún significado en lo que concierne a la salvación. Dios dirige al mundo hacia la
cruz. El no le dice que se una usted a un grupo o que haga alguna otra cosa. Lo que
Dios le dice al pecador perdido es que crea en el Señor Jesucristo para ser salvo. Y
mientras la persona no haga eso, Dios no tiene nada más que decirle. Ahora, luego
de ser salvo, entonces Dios le hablará, creemos, sobre la membresía en una Iglesia.
Y también le dirá lo concerniente al bautismo.

Algunas personas preguntan: "Entonces, mi Iglesia, mi credo, mi membresía, mi


bautismo; ¿no me ayudan en cuanto a mi salvación?" Y la respuesta es
simplemente: No. No le ayuda en lo concerniente a la salvación; pero cuando uno
ya es salvo, entonces estas cosas son como un distintivo, como una señal y
constituyen un medio para comunicar al mundo quién es usted. Pero, si su
conducta no está a la altura de lo que usted dice creer, entonces la membresía en la
Iglesia y su bautismo llegan a ser una deshonra, y lo que es sagrado, se constituye
en algo profano, mundano y superficial.

Ahora, el apóstol Pablo contestó este interrogante: "¿Qué ventaja tiene, pues, el
judío? Escuchemos lo que dijo en el versículo 2:

"De mucho, en todos los aspectos. Primero, ciertamente, porque les ha sido
confiada la palabra de Dios".

Lo que dijo Pablo en efecto es que sí, que los judíos tenían una ventaja. Pero esa
ventaja también creaba una responsabilidad. Y debemos prestar mucha atención a
esta ventaja porque en nuestros días hay mucha confusión al respecto. Hay algunos
que no hacen ninguna distinción entre el judaísmo del Antiguo Testamento y la
Iglesia del Nuevo Testamento. Pablo estaba aclarando aquí que Dios no sólo dio a
Israel oráculos o profetas, quienes se encargaban de comunicar la Palabra de Dios;
sino también que en la Palabra de Dios había algo especial para ellos, y que Dios
no había concluido aún con la nación de Israel. La respuesta a la siguiente
pregunta es clave. ¿Tiene Dios un futuro para Israel? Es que si Dios no tiene un
futuro para Israel, entonces, Él no tiene un propósito para usted tampoco, porque
todas las promesas de Dios se basan en la misma Palabra de Dios. Y Dios cumplirá
lo que ha prometido en Juan, capítulo 3, versículo 16. También Dios llevará a cabo
el pacto que hizo con Abraham en el capítulo 12 de Génesis.

Preste atención ahora a lo que escribió el Dr. Stifler en referencia a Israel. Dice el
Dr. Stifler: "Su ventaja no consistió en que Dios sembró judaísmo y el mundo
cosechó cristianismo. Eso borra el judaísmo. En primer lugar fue a ellos a quienes
se les confiaron los oráculos de Dios. Esto no quiere decir que fueron hechos
simples depositarios de la Biblia, sino que Dios les dio como judíos, promesas que
aún no han sido cumplidas y que fueron para ellos en particular. El Antiguo
Testamento, que es el registro de sus oráculos, de lo que dijeron los profetas, no
contiene ninguna promesa de o para la Iglesia como una organización. No predice
una Iglesia. Prefigura un reino en el cual los judíos serán dirigentes y donde no
perderán su identificación nacional, como les sucede en la Iglesia". Hasta aquí, lo
que escribió el Dr. Stifler. Ahora, en este punto, importantes teólogos difieren en su
interpretación. El Dr. Adolfo Saphir, un judío convertido, hizo la siguiente
declaración: "El punto de vista tan extendido de que Israel es una figura de la
Iglesia y ahora que esa figura anticipada ha llegado a cumplirse, desaparece de
nuestro horizonte, está completamente fuera del contenido de las Escrituras. Israel
no es una figura cumplida y absorbida en la Iglesia, sino la base en la cual descansa
la Iglesia". Hasta aquí, la declaración del Dr. Saphir. Esa es una declaración muy
importante, y eso es lo que Pablo estaba diciendo aquí en su epístola a los
Romanos. Que los judíos tenían una gran ventaja. Dios tenía un futuro para ellos,
y su falta de fidelidad no destruiría la promesa hecha por Dios. Escuchemos lo que
dijo Pablo aquí en el versículo 3, de este capítulo 3 de esa carta a los Romanos:

"¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? Su incredulidad, ¿habrá hecho
nula la fidelidad de Dios?"

Ahora, ésta podría haber sido otra objeción. Y el apóstol Pablo la enfrentó
refiriéndose a la primera. Si la ventaja del judío no alcanzó el objetivo buscado,
¿no quería decir entonces que la fidelidad de Dios hacia Su pueblo había sido
anulada? Al fracasar los judíos ¿no quería ello decir que Dios había fracasado?
No. La promesa de Dios de enviar un Redentor para Israel no fue derrotada por el
obstinado rechazo y la desobediencia de los judíos. Todas las promesas en cuanto
al futuro de la nación de Israel serán cumplidas para Su gloria, a pesar de su
incredulidad. Ahora, estimado oyente, quizás a usted no le agrade, pero yo le doy
gracias a Dios que Sus promesas para mí, no dependen de mi fidelidad. Si esas
promesas dependieran de mí, yo habría estado perdido hace mucho tiempo.
¡Gracias a Dios por Su fidelidad! Escuche ahora lo que Pablo dijo aquí en el
versículo 4 de este capítulo 3 de su epístola a los Romanos:

"¡De ninguna manera! Antes bien, sea Dios veraz y todo hombre mentiroso; como
está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando seas
juzgado".

En otras palabras, el incrédulo que formulara esta pregunta era mentiroso y Dios
lo presentaría un día como tal. ¿Por qué? Porque la fidelidad de Dios es verdadera
y no puede ser cambiada. ¿Se da cuenta usted estimado oyente, de cuán importante
es esto? El apóstol Juan dijo en su primera carta, capítulo 5, versículo 10: "El que
cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha
hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de
su Hijo". ¿Cuan malo es no creer hoy que Dios dio a Su Hijo para morir por
usted? Permítanos decirle lo negativo que es. Usted simplemente hace de Dios un
mentiroso. Eso es precisamente lo que usted hace al rechazar a Su Hijo. Veamos
ahora el versículo 5, de este capítulo 3 de la epístola a los Romanos:

"Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será
injusto Dios al dar el castigo? (Hablo como hombre.)"

Alguien podría argumentar con sutileza que si la maldad de la nación simplemente


revela la maravillosa e infinita fidelidad de Dios, entonces Dios es injusto al juzgar
aquello que le trae gloria a sí mismo. Esta fue la crítica más severa que Pablo
enfrentó al predicar el evangelio de la gracia de Dios. Si Dios utiliza el pecado para
recibir gloria Él mismo, entonces, no debería castigar al pecador. Esto, por
supuesto, fue usado como excusa para pecar. Veremos este asunto en Romanos 6:1
y lo trataremos allí. En el idioma griego, Pablo formuló la pregunta de tal manera
que requería una respuesta negativa. Dios no es injusto. Pablo dijo que hablaba
como un hombre. Ello no significaba que él no estaba escribiendo este pasaje bajo
inspiración divina, sino más bien que el estaba presentando esta pregunta desde el
limitado punto de vista humano. Esto resalta claramente que el mundo no salvado
del tiempo de Pablo entendió que él estaba predicando la salvación por la gracia de
Dios. Veamos ahora lo que dice Pablo aquí en el versículo 6:

"¡De ninguna manera! De otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?"

Si Dios no tiene el derecho de juzgarnos porque nuestro pecado meramente revela


la gracia de Dios, entonces, Dios no tendría el derecho de juzgar a nadie porque
ello revelaría algo de la gracia universal de Dios. La negativa de Pablo fue
nuevamente enfática y categórica, con respecto a la suposición de que Dios fuera
injusto. El argumento aquí es que si ese pecado en particular meramente destaca la
gloria y la gracia de Dios, entonces, cualquier pecado lo haría. En consecuencia,
Dios no podría juzgar al mundo. Tendría que abdicar de Su trono como juez de
toda la tierra. Siguiendo este argumento, los grandes criminales de la historia no
deberían ser juzgados. Y quienquiera que usted sea, incluso si usted no es un
creyente, seguramente cree que algunas personas debieran ser juzgadas. En
realidad, todos lo creen. Tenemos un sentido innato dentro de nosotros, y ha sido
Dios quien lo puso allí. Y continuó diciendo Pablo en el versículo 8:

"¿Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos, cuya condenación es
justa, afirman que nosotros decimos): Hagamos males para que vengan bienes?"

En este versículo, Pablo llevó su argumento a su conclusión lógica aunque


insostenible. Era intencionalmente una conclusión absurda. Si el pecado magnifica
la gloria de Dios, entonces, a mayor pecado, mayor gloria. Algunos habían acusado
falsamente a Pablo de enseñar esta deducción absurda. Lo cual era ridículo,
porque fue Pablo el que insistió en que Dios debía juzgar el pecado. Con la misma
seguridad con que había afirmado la realidad del pecado, afirmó que éste debía ser
juzgado.
Ahora llegamos a esta sección donde nos encontramos con la acusación de
culpabilidad contra toda la humanidad, por parte de Dios. Pablo iba a concluir
esta sección que trata sobre el pecado, colocando a la humanidad ante el juez de
toda la tierra. Los culpables aquí son judíos, no judíos, hombres, mujeres, ricos y
pobres, indiferentemente de quienes fuesen. El hecho de pertenecer a la raza
humana ya le coloca a uno bajo el veredicto de culpabilidad ante Dios. Y después
Pablo nos llevaría a la clínica de Dios; una clínica espiritual, donde el Gran Médico
nos examinaría. Vemos que hay 14 diferentes acusaciones; 6 de ellas ante el Juez, y
las otras 8 ante el Gran Médico que nos ha declarado enfermos. En realidad,
estamos espiritualmente enfermos y cerca de la muerte. Como el apóstol Pablo
mismo diría a los Efesios, estábamos muertos a causa de nuestras maldades y
pecados. Ésa era nuestra condición. Y añade en el versículo 9:

"¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? ¡De ninguna manera!, pues
hemos demostrado que todos, tanto judíos como los que no son judíos, están bajo el
pecado".

Ya hemos dicho antes que Pablo no estaba tratando de probar que el hombre era
un pecador. Él estaba más bien mostrando que Dios juzga el pecado. Él estaba
dando por sentado que el ser humano es pecador lo cual, por otra parte, es
evidente. Simplemente estada afirmando aquello que ha sido y resulta hoy obvio.

Es importante entender que quiere decir estar bajo pecado. El hombre es un


pecador en cuatro maneras distintas: En primer lugar, es pecador por hecho. En
segundo lugar, lo es por naturaleza, porque el pecar no le convierte en un pecador,
sino que pecamos porque somos pecadores En tercer lugar, el hombre es pecador
por imputación. Y eso lo veremos más adelante en el estudio de esta Epístola a los
Romanos. Y en cuarto lugar, el estado del hombre es bajo pecado. Todos, toda la
familia humana, estamos bajo ese estado. Pero, estimado oyente, Dios está
dispuesto a levantar de su postración a aquellos que por la fe crean en la eficacia
de la obra de Cristo en la cruz. Dice el Salmo 113: ¿Quién como el Señor, nuestro
Dios, que se sienta en las alturas, que se humilla a mirar en el cielo y en la tierra?
El levanta del polvo al pobre y al necesitado alza de su miseria.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 3:10-23
Ahora, no hay necesidad de llamar a un médico a no ser que uno esté enfermo. No
hay necesidad de buscar a un Salvador a no ser que uno se de cuenta de que está
perdido. Y el apóstol Pablo nos muestra aquí que el hombre está perdido. Ahora
llegamos a esta sección donde nos encontramos con la acusación de culpabilidad
contra toda la humanidad, por parte de Dios. Pablo concluiría esta sección que
trata sobre el pecado, colocando a la humanidad ante el juez de toda la tierra. Los
culpables aquí son judíos, no judíos, hombres, mujeres, ricos y pobres,
indiferentemente de quienes fuesen. El hecho de pertenecer a la raza humana ya le
coloca a uno bajo el veredicto de culpabilidad ante Dios. Y después Pablo nos
llevaría a la clínica de Dios; una clínica espiritual, donde el Gran Médico nos
examinaría. Vemos que hay 14 diferentes acusaciones; 6 de ellas pronunciadas por
el Juez, y las otras 8 por el Gran Médico que nos ha declarado enfermos. En
realidad, estamos espiritualmente enfermos y cerca de la muerte. Como San Pablo
mismo diría a los Efesios, estamos muertos a causa de nuestras maldades y
pecados. Ésa es nuestra condición. Pero, veamos lo que dice acerca de nosotros,
aquí en este versículo 10:

"Como está escrito: No hay justo, ni aun uno"

Veremos aquí que no hay nadie que haga el bien. Hacer el bien y ser justo es
realmente lo mismo. Ahora, ¿Qué quiere decir ser justo? Significa el estar bien.
¿Estar bien con quién? Tenemos que estar en una buena relación con Dios,
viviendo conforme a Su voluntad. Si usted, estimado oyente, va a estar bien con
Dios, debe tener en cuenta que hay una marcada diferencia entre esto y el estar
bien con los otros personas. Nosotros podemos tener diferencias con algún amigo
nuestro. Quizá él tenga razón o quizás la tengamos nosotros. Y tenemos que llegar
a alguna clase de acuerdo o compromiso. Pero, estimado oyente, si usted quiere
estar en buena relación con Dios, debe hacerlo según las normas de Él.

La salvación de Dios es algo que tomamos o dejamos. Dios no está obligando a


nadie a aceptar la salvación. Usted no tiene que ser salvo si no quiere. Usted la
puede rechazar. Dios dice: "este es Mi universo; Yo he trazado un plan de
salvación que está de acuerdo con Mi carácter, Mi naturaleza, Mi plan y Mi
programa. Usted es un pecador y yo quiero salvarle porque le amo. Aquí está la
salvación, lo toma o lo deja". Eso es lo que Dios le está diciendo a un mundo
perdido y, por lo tanto, a usted. Y si yo fuera usted, yo lo aceptaría. Yo ya lo he
hecho. Entonces, el estar bien, significa el estar en una buena relación con Dios
aceptando su salvación.

"No hay justo, ni aun uno;...no hay quien haga lo bueno", según las normas de
Dios, según sus métodos. Esa es la primera acusación que Él pronunció. Es decir, el
primer punto de los 6 mencionados por el Juez. El segundo se encuentra en la
primera parte del versículo 11. Dice:

"No hay quien entienda"

En otras palabras, Él está diciendo que no hay nadie que actúe según el
conocimiento que tiene. Nadie es la persona que quisiera ser. Y el tercer punto, se
encuentra en la segunda parte de este versículo, que dice:

"No hay quien busque a Dios".

Dios no está tratando de esconderse del hombre, Dios se ha revelado. ¿Recuerda


usted lo que el apóstol Pablo dijo a los atenienses, en la colina de Marte? En el
capítulo 17 de los Hechos de los apóstoles, versículo 30, dijo: "Pero Dios, habiendo
pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres
en todo lugar, que se arrepientan". Dios no está mirando para otro lado en el
asunto del pecado. Él está en un lugar claro y visible diciéndole al hombre que es
un pecador y ofreciéndole la salvación. Y su salvación se ve con claridad total. Esto
es lo que aquí se dice. Y no hay quien esté buscando a Dios.
Las antologías de la religión dicen que el hombre está buscando a Dios. Pero esto
no es cierto. Se dice que en el proceso de la evolución, la religión es la búsqueda de
Dios. Pero, en realidad ¿podemos decir que la religión es la búsqueda de Dios de
parte del hombre? No. Esto no es lo que la Biblia enseña. Bueno, el hombre no ha
encontrado mucho todavía acerca de Dios actuando por su propia cuenta. No ha
llegado muy lejos avanzando en esa dirección porque va por camino equivocado.
Por el contrario, más bien se está apartando de Dios. Ahora, el cuarto punto o
acusación, se encuentra en la primera parte del versículo 12 de este capítulo 3 de la
carta de Pablo a los Romanos, y dice:

"Todos se desviaron"

¿Ve usted? Se han desviado. Dejaron el camino que sabían era el correcto. Incluso
las tribus primitivas tienen antiguas tradiciones que afirman que sus antepasados
conocieron al Dios vivo y verdadero. Estimado oyente, usted sabe que no está
haciendo lo que debiera hacer; mas aun, diríamos que no lo va a hacer, aunque
sabe de qué se trata. Usted se ha desviado, así como toda la humanidad. Y vemos
en este mismo versículo 12 el quinto punto:

"A una se hicieron inútiles"

La palabra aquí utilizada como "inútiles" se refiere a la fruta demasiado madura,


podrida. Es decir, se ha echado a perder. Así es la humanidad. El hombre hoy es
un montón de fruta putrefacta, corrupta. El hombre no es como una fruta jugosa.
Es una fruta corrupta. Y eso es lo que está diciendo Dios aquí. Eso es lo que el Juez
de toda la tierra está diciendo. Luego vemos en la última parte de este versículo 12,
el sexto punto:

"No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno".

Esta es una negación triple. La humanidad es como un grupo de viajeros que se ha


dirigido en la dirección opuesta a la correcta, y no hay ninguno de ellos que pueda
ayudar a los otros. El Señor Jesucristo les dijo a los líderes religiosos de Su tiempo,
en el capítulo 15 del evangelio según San Mateo, versículo 14: "son ciegos guías de
ciegos". Eso es lo que el Juez de toda la tierra dice acerca de usted, de mí y de toda
la humanidad.

Pablo ahora nos traslada al hospital de Dios. Este es un hospital para el espíritu. Y
el Gran Médico dijo al examinarnos, que estamos enfermos espiritualmente. En el
versículo 13 vemos el primero de los 8 puntos que El mencionó:

"Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de víboras hay


debajo de sus labios"

Cuando uno visita al médico en su consultorio, ¿qué es lo primero que le suele


decir? Bueno, es que "abra la boca". Luego, ¿qué hace? Bueno, toma una especie
de cuchara y la pone en mi boca y luego observa mi garganta. Y Dios el Gran
Médico hace lo mismo con la humanidad. Y usted ya sabe lo que dice: "Sepulcro
abierto es su garganta". Esta es la primera declaración del Médico.
¿Ha tenido usted alguna vez la oportunidad de oler carne humana en estado de
descomposición? Cuando Dios lo mira a usted amigo oyente no destaca la buena
persona que usted es. Alguien dijo, creemos que fue Mel Trotter: "Si nosotros nos
pudiéramos ver como Dios nos ve, no podríamos soportarnos". Pues bien, eso es lo
que Pablo estaba diciendo aquí. Luego dijo: "Con su lengua engañan". Y ese es el
segundo punto.

La segunda cosa que el médico dice en su examen al paciente es: "Saque la


lengua". Y eso mismo es lo que dijo el Gran Médico aquí. Y cuando Dios ve la
lengua de la humanidad, es decir, su lengua y la mía, ¿sabe lo que dice? "Veneno
de víboras hay debajo de sus labios". Y este es el tercer punto.

Si usted se dirige a un espejo, puede ver reflejado una lengua que es mucho más
peligrosa que la de la serpiente de cascabel. Todo lo que la víbora puede hacer, es
matarlo, pero no puede dañar su reputación. En cambio, usted y yo también,
estimado oyente, tenemos una lengua y con ella podemos arruinar la reputación de
otra persona. Creemos que una de las peores cosas que puede suceder en algunas
comunidades, es la cantidad de chismes que por ellas se divulgan. Esos chismes han
arruinado la reputación de muchas personas, aunque muchos de aquellos que los
propagan creen ser espirituales, y en realidad no son más que personas vanidosas.
Tienen unas lenguas llenas de maldad. ¡Ah, cuánta maldad existe en la boca
humana! ¡Qué terrible puede llegar a ser!

Leamos ahora el versículo 14 de este capítulo 3 de la epístola a los Romanos:

"Su boca está llena de maldición y de amargura".

Esta es la cuarta cosa que observó el Gran Médico. Dijo que su boca estaba llena
de maldiciones, de engaños y mentiras. Este cuadro que aquí se nos presenta es
también terrible. ¿Qué es lo que quiere decir? Bueno, simplemente esto. El hombre
tiene la inclinación a maldecir. Y usted puede escuchar a su alrededor hoy y
comprobar que ese es el vocabulario de todas las personas de cualquier nivel
cultural. Les gusta más usar un lenguaje profano y ofensivo que cualquier otro
lenguaje. Ahora, Pablo continuó con el versículo 15, donde observamos el quinto
punto:

"Sus pies se apresuran para derramar sangre"

Isaías 59:7 nos presenta la versión completa: "Sus pies corren al mal, se apresuran
para derramar sangre inocente; sus pensamientos son pensamientos de iniquidad;
destrucción y quebrantamiento hay en sus caminos". ¡Qué imagen se nos presenta
aquí de la humanidad!

Y dice el versículo 16, con respecto al sexto punto.

"Destrucción y miseria hay en sus caminos"

El ser humano deja tras sí la desolación y el sufrimiento. Y esto se encuentra


incluido en la cita de Isaías que acabamos de leer. Continuemos con el séptimo
punto, en el versículo 17:
"Y no conocieron camino de paz".

El hombre no conoce el "camino de la paz". Sólo tenemos que observar el mundo a


nuestro alrededor para darnos cuenta de esto. Por largo tiempo se ha venido
hablando de la paz, pero el ser humano no la ha encontrado. Y las noticias de cada
día nos recuerdan todos los días las amenazas contra la paz en todos los órdenes.
Veamos ahora el versículo 18, donde se expone el octavo y último punto señalado
por el Médico Divino:

"No hay temor de Dios delante de sus ojos".

Pareciera que el apóstol Pablo resumió todos los pecados del hombre en esta
declaración. Estimado oyente, ése es el cuadro clínico del hombre de todos los
tiempos. No tiene un temor reverente de Dios. Vive como si Dios no existiera. Y en
realidad desafía a Dios. ¡Qué cuadro de la humanidad el que tenemos ante
nosotros!

Llegamos ahora a la última declaración que Pablo pronuncia sobre el tema del
pecado. Todavía existen aquellos que dicen: "Tenemos la ley y vamos a guardar la
ley. Nosotros la obedeceremos". Bien, escuchemos lo que dijo Pablo aquí en el
versículo 19 de este capítulo 3 de la epístola a los Romanos:

"Pero sabemos que todo lo que la Ley dice, lo dice a los que están bajo la Ley, para
que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios"

El ser humano no puede alcanzar la justicia por medio de la Ley de Moisés. Es


como si la humanidad, con desesperación, se aferrase a la ley como a un salvavidas
cuando se está ahogando. Pero la ley no la mantendrá a flote. En realidad, hará lo
contrario. El aferrarse a la ley sería como si alguien saltase de un avión y en vez de
llevar un paracaídas, llevase con él un saco de cemento. Verdaderamente, en ese
caso la ley le haría caer más rápidamente. Porque la ley condena al ser humano. Es
como una condena a muerte espiritual. Luego, el apóstol Pablo hizo esta
declaración en el versículo 20:

"Porque por las obras de la Ley ningún ser humano será justificado delante de él,
ya que por medio de la Ley es el conocimiento del pecado".

Yo quisiera desafiar a cualquier persona que cree que tiene que guardar la ley
para ser salvo, a que me explique lo que dice este versículo: "ya que por las obras
de la ley ningún ser humano será justificado delante de él;" Y aquí "justificar"
quiere decir que ningún ser humano podrá ser declarado justo, es decir, ningún ser
humano podrá ser salvo, ningún ser humano podrá cumplir las normas
establecidas por Dios, mediante las obras de la ley. Estimado oyente, eso nunca lo
podría hacer, es absolutamente imposible para la humanidad, el poder lograrlo.
"Por las obras de la ley ? dice aquí ? ningún ser humano será justificado".
Entonces, ¿cuál es el propósito de la ley? En vez de proveer salvación al ser
humano, la ley sirve para hacernos saber que somos pecadores.

Y llegamos ahora al final de esta sección, con este versículo 21. Comenzó entonces
el apóstol Pablo a hablar de la maravillosa salvación de Dios. Pasar de una sección
a otra es como pasar de la oscuridad de la noche a la luz del día. Leamos el
versículo 21 para comenzar a hablar de

La disponibilidad de la justicia de Dios

"Pero ahora, aparte de la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por


la Ley y por los Profetas"

Ahora, esta justicia de Dios aquí, no es la justicia de Dios en sí, es decir Su


atributo, porque Él no comparte Sus atributos con nadie. Dios dice que Él no
comparte Su gloria con otra persona. Por tanto, no se refiere a un atributo de Dios.
Tampoco es la justicia del hombre, porque Dios ya ha dicho allá en el capítulo 64
del libro del profeta Isaías, versículo 6, que: "todas nuestras justicias como trapo
sucio". Entonces, ¿de qué justicia está hablando Pablo aquí? De la justicia que
Dios mismo provee. Cristo ha llegado a ser nuestra justicia. El mismo apóstol
Pablo dijo en su primera carta a los Corintios, capítulo 1, versículo 30: "Pero por
él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría,
justificación, santificación y redención". Y también dijo en su segunda carta a los
Corintios, capítulo 5, versículo 21: "Al que no conoció pecado, por nosotros Dios lo
hizo pecado, para así en Cristo, hacernos a nosotros justicia de Dios". Ahora, es
muy importante que nosotros reconozcamos que Dios es el que provee esta justicia.
Este asunto de la justicia que Dios provee para nosotros pecadores hoy. Es muy
importante que nosotros reconozcamos que Dios es quien provee esta justicia. No
es algo que usted y yo, estimado oyente, podamos hacer, sino más bien algo que
Dios ha provisto para nosotros. Es una justicia que Dios demanda, pero que
también Él suple.

Usted puede notar que ésta es una justicia aparte de la ley. Es decir, que no se
puede obtener haciendo algo o guardando ciertas reglas; ni siquiera las leyes de
Dios que, por empezar, tampoco se pueden cumplir. Dios no le puede salvar por
medio de la ley, por la sencilla razón de que usted no la puede cumplir, no puede
estar a la altura de esa ley. Dios no puede aceptar algo imperfecto, y ni usted ni yo,
estimado oyente, podemos proveer la perfección. Es por eso que Dios no nos salva
por la ley.

La frase "testificada por la ley y por los profetas" significa que la Ley dio
testimonio de ello en el hecho de que en el mismo centro del sistema mosaico estaba
el tabernáculo donde se ofrecían sacrificios de sangre que señalaban a Cristo. Así
también los profetas fueron testigos cuando hablaron de la venida de Cristo, de su
muerte y su resurrección. Por ejemplo, Isaías profetizó lo siguiente en 53:6 y 10:
"Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su
camino; mas el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros. El Señor quiso
quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en
expiación por el pecado, verá descendencia, vivirá por largos días y la voluntad del
Señor será en su mano prosperada". En conclusión, la ley y los profetas
testificaron de ésta justicia que Dios proveería en Cristo Jesús. Ahora, en el
versículo 22 de este capítulo 3 de la epístola a los Romanos leemos:

"La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en
él. Porque no hay diferencia"
Hay algunos que piensan que la gracia de Dios tiene que descender en gran medida
para alcanzar a los peores pecadores, pero en menor medida para llegar a los otros
que no son tan malos. Pero, en realidad, es necesario que la gracia de Dios llegue
bien hasta el fondo para que nos alcance a todos. Cada uno de nosotros está
completamente perdido fuera de Cristo. O uno está absolutamente salvado en
Cristo, o completamente perdido fuera de Cristo. Todos necesitamos la justicia de
Cristo. No hay diferencias entre los seres humanos. No hay tal cosa como un
término medio.

La justicia de Cristo viene a nosotros por medio de la fe en Cristo y se ha definido


de varias maneras. Un pensador del pasado, William Cunningham, lo explicó así:
"Bajo la ley Dios requirió justicia del hombre. Bajo la gracia, Él provee justicia
para el hombre. La justicia de Dios es esa justicia que Su propia justicia le hace
requerir". Es una definición sencilla, pero profunda. El teólogo Charles Hodge dio
esta definición: "Es esa justicia de la cual Dios es el autor y que está disponible
ante Él, que satisface y asegura Su aprobación". Y el profesor Brooks presentó
esta definición: "Es esa justicia que el Padre requiere, en la cual el Hijo se
convirtió, y de la cual el Espíritu Santo nos convence, y que la fe nos asegura". Y el
Dr. Moorehead escribió que esa justicia es "la suma total de todo lo que Dios
manda, requiere, aprueba y Él mismo provee". No creo que pueda definirse mejor
que lo que estos eruditos lo han hecho.

Como hemos visto, esta justicia es conseguida y asegurada por la fe, no por las
obras. Examinemos ahora estos dos versículos juntos: el 22 y el 23:

"La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en
él, porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la
gloria de Dios"

Otra traducción lo expresa de esta manera: "Dios, por medio de nuestro Señor
Jesucristo, declara justos a todos los que creen. Pues no hay diferencia, porque
todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios".

Esa justicia se obtiene por la fe, no por medio de las obras. El Señor Jesucristo lo
aclaró bien cuando en el relato del Evangelio de Juan 6:28 y 29 le preguntaron:
"¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y
les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado". Y lo
importante acerca de asegurarse esta justicia de Dios no es que haya algún mérito
en la fe suya, o algo de mérito en el simple hecho de creer. Porque, en realidad, la
fe no es una obra de parte suya. Lo importante es el objeto de la fe. El gran
predicador Spurgeon lo explicó así: "No es su esperanza en Cristo lo que le salva.
Es Cristo. No es su alegría o satisfacción en Cristo lo que le salva. Es Cristo. No es
su fe en Cristo lo que le salva, aunque sea el instrumento. Sino la sangre y los
méritos de Cristo". Debiéramos recordar bien estas aclaraciones.

Y la justicia es como una prenda de vestir. Está disponible para todos, pero viene
sobre los que creen. Y el apóstol Pablo dijo entonces que todos la necesitaban y lo
expresó así: "todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios".
Estimado oyente, todos hemos pecado. Algunos más que otros. Y hay quienes han
llegado mucho más lejos en su maldad. Pero ninguno puede llegar hasta la gloriosa
presencia de Dios. Usted estimado oyente, nunca podrá alcanzarla por sus propios
medios, y Dios ha provisto esa justicia en Cristo para todos nosotros. Eso es lo que
Dios nos ha dado y que debemos aprovechar. Es un regalo que, por la fe, podemos
recibir. ¿Por qué no hacerlo hoy mismo?
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Estudio bíblico de Romanos 3:24-31

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Romanos 3:24-31
En nuestro estudio de la Carta a los Romanos, hoy llegamos al versículo 24 de este
tercer capítulo. Nos encontramos con el pasaje que trata sobre el importantísimo
tema de nuestra salvación. En esta parte en particular se habla sobre la justicia de
Dios; qué es y cómo la podemos obtener por medio de la fe, y únicamente por la fe
en el Señor Jesucristo.

Notamos aquí algo que quizás nos obligue a retroceder un poco y mencionar
nuevamente el tema de la justicia. Hay mucho que decir en realidad sobre este
asunto. El ser justo quiere decir básicamente estar bien o en buena relación con
Dios. Y somos hechos justos con Dios en Sus propios términos y de acuerdo a sus
normas. Y Dios también provee la justicia que nosotros no podemos proveer por
nosotros mismos. No podemos ser salvos por medio de la perfección que Dios
mismo tiene que exigir. Y usted y yo somos incapaces de proveerla. Y Él no nos
puede salvar en nuestro estado de imperfección por lo que Él mismo es. De modo
que Dios provee para nosotros lo que llamamos una justicia. Ahora, otra vez nos
preguntamos: ¿Qué es la justicia? Veamos algunas definiciones dadas por grandes
hombres del pasado, que nos pueden servir de mucha ayuda.
La justicia de Cristo viene a nosotros por medio de la fe en Cristo y se ha definido
de varias maneras. Un pensador del pasado, William Cunningham, lo explicó así:
"Bajo la ley Dios requirió justicia del hombre. Bajo la gracia, el provee justicia
para el hombre. La justicia de Dios es esa justicia que Su propia justicia le hace
requerir". Es una definición sencilla, pero profunda. El teólogo Charles Hodge dio
esta definición: "Es esa justicia de la cual Dios es el autor y que está disponible
ante Él, que satisface y asegura Su aprobación". Y el profesor Brooks presentó
esta definición: "Es esa justicia que el Padre requiere, en la cual el Hijo se
convirtió, y de la cual el Espíritu Santo nos convence, y que la fe nos asegura. Y el
Dr. Moorehead escribió que esa justicia es "la suma total de todo lo que Dios
manda, requiere, aprueba y Él mismo provee". No creo que pueda definirse mejor
que lo que estos eruditos lo han hecho.

Como hemos visto, esta justicia es conseguida y asegurada por la fe, no por las
obras.

Escuchemos una vez más la lectura de los versículos 22 y 23 de este capítulo 3 de la


epístola a los Romanos:

"La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en
él, porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la
gloria de Dios"

Otra traducción lo expresa de esta manera: "Dios, por medio de nuestro Señor
Jesucristo, declara justos a todos los que creen. Pues no hay diferencia, porque
todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios".

Esa justicia se obtiene por la fe, no por medio de las obras. El Señor Jesucristo lo
aclaró bien cuando en el relato del Evangelio de Juan 6:28 y 29 le preguntaron:
"¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y
les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado". Y lo
importante acerca de asegurarse esta justicia de Dios no es que haya algún mérito
en la fe suya, o algo de mérito en el simple hecho de creer. Porque, en realidad, la
fe no es una obra de parte suya. Lo importante es el objeto de la fe. El gran
predicador Spurgeon lo explicó así: "No es su esperanza en Cristo lo que le salva.
Es Cristo. No es su alegría o satisfacción en Cristo lo que le salva. Es Cristo. No es
su fe en Cristo lo que le salva, aunque sea el instrumento. Sino la sangre y los
méritos de Cristo". Debiéramos recordar bien estas aclaraciones.

Consideremos ahora lo que dice el versículo 24 de este capítulo 3 de la epístola a


los Romanos:

"Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en


Cristo Jesús"

La palabra "gratuitamente" en este versículo es la misma que usó el Señor Jesús


cuando dijo en el capítulo 15 del evangelio según San Juan, versículo 25: "Sin
causa me odian", es decir, "gratuitamente me aborrecieron". Y quiere decir que
no tenían motivo ni base para ello. Y lo que Pablo estaba diciendo aquí es: "Siendo
justificados sin causa". Es decir que no tenemos una explicación para ello.
Dios no ve en nosotros nada como para hacerle exclamar: "¡Qué gente más buena!
Tengo que hacer algo por ellos". Como ya hemos podido ver, no hay nada en
nosotros que pueda merecer la gracia de Dios, aparte de nuestra gran necesidad.
Somos justificados sin causa. Es por Su gracia, y esto quiere decir que no hay
ningún mérito de nuestra parte. Y la gracia, es un favor inmerecido de Dios, es
amor en acción.

Y es por medio de la redención, la liberación que hay en Cristo Jesús. La redención


siempre está ligada a la gracia de Dios. La razón por la cual Dios nos puede salvar
hoy, es simplemente porque Cristo nos redimió. Él pagó el precio. Él murió en la
cruz para hacer provisión de esa gracia para todos. La justificación por fe es
mucho más que la substracción de nuestros pecados o sea el perdón. Es la adición
de la justicia de Cristo. En otras palabras, no somos meramente restaurados a la
posición que tenía Adán antes de su caída, sino que ahora somos colocados en
Cristo, donde permaneceremos para siempre, por toda la eternidad como hijos de
Dios.

Juan Bunyan, el escritor de "El Progreso del Peregrino", casi se volvió loco, por
así decirlo, porque se dio cuenta que era un gran pecador, que no tenía ninguna
justicia en sí mismo. Y entonces dijo: "Cuando Dios me mostró a Juan Bunyan
cómo El veía a Juan Bunyan, ya no confesé más que era un pecador, sino que yo
era pecado desde la coronilla hasta las plantas de mis pies. Estaba lleno
completamente de pecado". Y Bunyan luchaba con este problema de cómo estar
ante Dios, aun cuando sus pecados habían sido perdonados. ¿De dónde podría él
obtener una posición favorable ante Dios? Y así fue que una noche, andando por el
campo, luchando siempre con este problema; recordó las palabras del apóstol
Pablo, quien fue otro gran pecador, hasta el punto en que se llamó el pecador más
grande de todos. Al recordar Bunyan, las palabras de Pablo, sintió como si su
carga se deslizara de sus espaldas. Aquellas palabras las encontramos en la carta
del apóstol Pablo a los Filipenses, capítulo 3, versículo 9, donde dijo: "... y ser
hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que se basa en la ley, sino la que se
adquiere por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios y se basa en la fe". Y
cuando uno lee el libro "El Progreso del Peregrino", uno en realidad está
conociendo la historia de la vida de Juan Bunyan. Si usted ya lo ha leído, recordará
que cuando el Peregrino llegó con su pesada carga a cuestas, a la ciénaga del
desaliento, no sabía qué hacer; hasta que llegó a la cruz y allí su carga cayó al suelo
y confió en Cristo como su Salvador.

Así es estimado oyente, cómo Dios nos salva. Por gracia. Ésa es la fuente de la cual
fluye el agua viviente de Dios en esta época de la gracia. Y así, gracias a lo que Dios
ha hecho, enviando a la muerte a Su hijo, Dios puede salvar por gracia. Y el
apóstol Pablo, escribiendo a los Efesios dijo en el capítulo 2, de aquella carta,
versículos 4 y 5: "Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que
nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con
Cristo (por gracia sois salvos)". Y el comentarista Newell dijo de esa gracia, lo
siguiente: "La gracia de Dios es amor infinito, operando por medios infinitos el
sacrificio de Cristo; y una libertad infinita, libre de las restricciones temporales de
la ley". De modo que hoy un Dios Santo, puede tender Su mano hacia nosotros y
suplir nuestras necesidades. Es maravilloso saber que un Dios santo es libre para
salvar a aquellos que confíen en Cristo.
Todo lo relacionado con la salvación de Dios, es grato en su ofrecimiento, es
infinito en su alcance, es inalterable en su carácter. Y todo está disponible, pero
sólo en la persona de Cristo Jesús. Él es el único que pudo pagar el precio. Como
dijo el apóstol Pedro a la nación de Israel en el capítulo 4 del libro de los Hechos de
los apóstoles, versículo 12; Pedro dijo: "Y en ningún otro hay salvación; porque no
hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos".
Ahora, en los versículos 25 y 26 de este capítulo 3 de la carta a los Romanos,
tenemos lo siguiente:

"A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para
manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los
pecados pasados, con miras a manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él
sea el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús".

Otra versión dice: "Dios hizo que Cristo, al derramar su sangre, fuera el
instrumento del perdón. Este perdón se alcanza por la fe. Así quiso Dios demostrar
su justicia, y mostrar que si pasó por alto los pecados de otro tiempo fue sólo por
su paciencia, y que él, siendo justo, también en el tiempo presente declara justos a
quienes creen en Jesús". Observemos que la sangre nos habla de Su vida. Dijo el
autor de los Hebreos 9:22, "sin derramamiento de sangre no hay perdón" O sea,
que la vida de Jesucristo fue entregada.

Encontramos en estos versículos el meollo, la sustancia misma de la Teología, como


lo llamaba Calvino. El reformador pensaba que probablemente no hay en toda la
Biblia, otro pasaje que destaque más profundamente la justicia de Dios.

"... a quien Dios puso", dice aquí. Aquí podemos apreciar a Dios como al único
Arquitecto de la salvación. Y Él es quien puede salvar hoy. Usted y yo, estimado
oyente, no podemos salvar, no hay religión que pueda salvar. El apóstol Pablo,
escribiendo a los Corintios, dijo en su Segunda Carta, capítulo 5, versículo 18: "Y
todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo". Fue
Dios quien lo hizo, estimado oyente, y nos da el ministerio de la reconciliación, y
todo lo que el Santo Dios nos pide hoy es que nos reconciliemos con Él.

La frase "a quien Dios puso como propiciación" se remonta más de 2.000 años
atrás en la historia, cuando Cristo fue expuesto como el Salvador. Usted recordará
que el velo o cortina del Templo ocultaba el arca y su tapa o propiciatorio, que era
el lugar donde se celebraba el rito de la expiación de los pecados de Israel. Era el
lugar donde Dios otorgaba el perdón. Sólo el sumo sacerdote podía entrar allí, más
allá de esa cortina. Cuando Cristo murió, esa cortina fue rasgada. Y Dios ha puesto
ante nosotros a Cristo como el trono propiciatorio. Hablando del propiciatorio o
tapa del arca, el capítulo 9 de la Carta a los Hebreos, versículo 5 dice: ". . . y sobre
ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio". Y la misma palabra
para "propiciatorio" fue usada en este versículo 25 que acabamos de leer. Cristo
ha sido, pues, presentado como el propiciatorio. Usted quizás recuerde de Lucas
18:13, el relato del publicano que fue al templo a orar. Él en realidad necesitaba
del propiciatorio, pero no lo podía lograr porque por ser un publicano o
recaudador de impuestos, había sido excluido del templo y ya no podía ir allí para
implorar misericordia, ni el perdón de Dios. Lo que él oró fue: "Dios, sé propicio a
mi, pecador". Pero en realidad quería decir: "Ah, Dios, si sólo hubiera un
propiciatorio para un pobre publicano como yo". Ahora, lo que Pablo estaba
diciendo aquí es que hay un propiciatorio expuesto para todos. Dios ha dado a
conocer a Cristo como una propiciación por la fe en su sangre. Es maravilloso
saber que hoy tenemos un Dios Santo que, con agrado, gozo y satisfacción ofrece al
mundo un lugar de misericordia como el propiciatorio.

Y Dios no le salva a usted con reticencia. Si usted viene a Él, Él le salvará


incondicionalmente, generosamente. En el evangelio según San Juan, capítulo 6,
versículo 37, nos dice: ". . . y al que a mí viene, no le echo fuera". ¡Eso es
maravilloso! El publicano se había quedado afuera. Y nosotros, estimado oyente,
también nos habríamos quedado afuera del Dios Santo. Pero el camino ha sido
abierto para todos por la sangre que Cristo derramó en su sacrificio de la cruz.

Veamos la frase "para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en
su paciencia, los pecados pasados". Esto no significa sus pecados y los míos del
pasado, sino se refiere a los pecados de los que vivieron antes de la cruz, es decir,
en la época anterior a la cruz. En el tiempo del Antiguo Testamento la gente
compraba un corderito. La ley lo exigía. El cordero del sacrificio estaba señalando
en efecto, hacia la venida de Cristo. Nadie en esa época creía que el corderito
pudiera quitar sus pecados. Ninguna persona pensaba en eso. Si usted hubiera
estado junto a Abel, por ejemplo cuando él presentó un cordero a Dios, y le
hubiera preguntado: "Abel, ¿cree usted que el cordero quitará sus pecados? De
seguro que Abel le hubiera respondido que no. Entonces, usted quizá le hubiera
dicho: "¿Por qué lo trajo, entonces?" Y la respuesta de Abel sería: "Dios lo exigió.
Él nos mandó que se lo trajéramos". En el capítulo 11 de la carta a los Hebreos, el
versículo 4, dice: "Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín".
En otras palabras, lo hizo por una revelación. Y en el capítulo 10 de esta epístola a
los Romanos, versículo 17 leemos: "la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de
Dios". La única manera en que Abel pudo haber ofrecido ese sacrificio por fe, fue
porque Dios le dijo que lo trajera.

Usted le podría haber preguntado directamente a Abel: ¿Sabe específicamente lo


que Dios realmente piensa? Y creemos que Abel podría haber contestado algo así:
"Pues, Dios le ha dicho a mi madre que vendría un Salvador. No sabemos cuando,
pero hasta que el Salvador venga tenemos que hacer esto porque tenemos que vivir
por fe". Así es que cuando leemos aquí en este capítulo 3 de la epístola a los
Romanos, acerca de "los pecados pasados", quiere decir que hasta el momento en
que Cristo murió, Dios salvaba a crédito, y utilizamos este término comercial
porque explica mejor lo que ocurrió. Dios no salvó a Abraham porque él trajo un
sacrificio. Dios nunca salvó a nadie por traer un sacrificio. El sacrificio señalaba
hacia Cristo, y cuando Cristo vino, Él pagó por todos los pecados del pasado y
también por los pecados de la época posterior a la cruz, en la cual nos
encontramos. Ahora, de este lado de la cruz nosotros no traemos sacrificios, pero
debemos confiar en Cristo y en la eficacia de su sacrificio.

Después, Pablo hizo una pregunta. Dice en la primera parte del versículo 27:

"¿Dónde, pues, está la jactancia?"


Si Dios está salvando hoy por fe en Cristo y no por nuestros méritos o nuestras
obras, entonces, ¿qué lugar queda para el orgullo del ser humano? ¿De qué
podemos jactarnos hoy en día? No nos queda nada para enorgullecernos. Entonces
Pablo contestó esta pregunta sobre la jactancia de esta manera, aquí en el resto del
versículo 27:

"Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe".

Pablo quiere decir aquí, refiriéndose a la ley, que no se limita a la ley del Antiguo
Testamento, sino que habla del principio de la ley, de cualquier ley; cualquier cosa
que usted cree que puede hacer. Y en la segunda referencia a la ley, por supuesto,
excluye la ley del Antiguo Testamento. Y quiere decir sencillamente una regla o un
principio de fe. En otras palabras, Dios salva a la raza humana no en base a un
sistema de méritos, sino en base a creer en lo que Él ha hecho por nosotros. Por lo
tanto, Su obra excluye nuestra jactancia. Ahora, en el versículo 28 leemos:

"Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley".

Ahora, esta no fue una conclusión a la cual había llegado Pablo, y ni siquiera un
resumen de lo dicho, sino que estaba más bien dando una explicación del por qué
se excluía a la jactancia. ¿Y por qué quedaba excluida? Porque el ser humano
estimado oyente, es justificado por fe. Y entonces Pablo presentó su argumento
final. Escuchemos lo que dijo aquí en el versículo 29 de este capítulo 3 de la
epístola a los Romanos:

"¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los que no son
judíos? Ciertamente, también de todas las naciones".

En otras palabras, ¿pertenecía Dios solamente a los judíos, o pertenece también a


la gente de todas las naciones? Y Pablo dijo: sí, también a los que no son judíos. El
argumento que Pablo presentó aquí fue muy convincente. Pablo dijo: "Si la
justificación es por la ley, entonces Dios pertenece a los judíos. Pero, si la
justificación es por fe, entonces, Él es Dios de los judíos y de los que no son judíos".
Veamos, pues, la lógica de esta afirmación. Si los judíos persistían en su posición,
entonces, debería haber dos Dioses, uno para los judíos y otro para los no judíos.
Pero, el judío no permitiría esto. El judío es monoteísta, es decir, cree en un solo
Dios. Y probablemente la declaración más importante jamás dada a la nación de
Israel, la encontramos en el libro de Deuteronomio, capítulo 6, versículo 4, donde
leemos: "Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor uno es". Y ése fue el vibrante
mensaje que Dios proclamó al mundo pagano antes de que Cristo viniera. Veamos
ahora el versículo 30:

"Porque no hay más que un Dios; el Dios que declara justos a los que tienen fe,
tanto si están como si no están circuncidados".

En otras palabras, hay un solo Dios. Y en el Antiguo Testamento Dios dio la ley a
los hombres. El hombre fracasó, pero Dios no lo salvó porque guardara o
cumpliera la ley; la salvación se obtuvo siempre por medio del sacrificio que el ser
humano trajo con fe, señalando hacia la venida del Señor Jesucristo. Leamos
ahora el versículo 31 ya que Pablo no había concluido su argumento y dijo:
"Luego, ¿por la fe invalidamos la Ley? ¡De ninguna manera! Mas bien,
confirmamos la Ley".

Esta referencia a la ley, nos trae otro significado de esta palabra. No está limitada
en esta ocasión al sistema mosaico. Tampoco se refiere a cualquier ley. Sino que se
está refiriendo a toda la revelación del Antiguo Testamento. La fe excluye las obras
de la ley. ¿Anuló, entonces, toda la revelación del Antiguo Testamento? ¡Por
supuesto que no! Y Pablo demostrará este argumento en el próximo capítulo, es
decir, en el capítulo cuatro de esta epístola a los Romanos, por medio de
ilustraciones de dos personajes del Antiguo Testamento, que fueron Abraham y
David. Aquellos dos personajes tan sobresalientes, fueron salvos no por la ley, sino
por la fe. Por empezar, Abraham nació y vivió 400 años antes de la entrega de la
Ley. Abraham no vivió en base a la ley de Moisés porque ésta simplemente no
existía en su tiempo. Dios le salvó en base a la fe. ¿Y qué diremos de David? Ahora,
sinceramente, ¿cree usted que David podía haber sido salvado por cumplir la ley?
Por supuesto que no. El Antiguo Testamento dejó bien en claro que David
quebrantó la ley. Y sin embargo, Dios le salvó. ¿Y cómo? Le salvó por la fe. David
confió en Dios, creyó en Él. Incluso después de cometer su pecado, se acercó a Dios
confesándolo. Y Dios le aceptó, salvándole por la fe.

Estimado oyente, cuando usted y yo asumimos que somos pecadores y nos


acercamos a Dios confiando en el Señor Jesucristo como nuestro Salvador,
indiferentemente de quienes seamos, donde nos encontremos, y en qué condición
nos hallemos, Dios nos salva. Porque hoy Dios juzga al ser humano frente a una
sola cuestión. Y Su pregunta es la siguiente: ¿Qué harás con mi Hijo, que murió
por ti en la cruz?
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CONDICIONES DE USO

Romanos 4:1-25
Al comenzar hoy el capítulo 4 de esta epístola del apóstol San Pablo a los Romanos,
nos encontramos con este pasaje que trata del tema de la justificación por la fe.
Pablo declaró enfática y claramente que el hombre es pecador. Y luego reveló que
Dios provee la justicia para los pecadores. Después, esa justificación por la fe fue
explicada y esa es la sección que hemos finalizado en nuestro programa anterior. A
continuación ilustró esta verdad con dos personajes del Antiguo Testamento:
Abraham y David.

En los días del apóstol Pablo, Abraham y David eran probablemente tenidos en
alta estima por la nación de Israel, mucho más que otros personajes del Antiguo
Testamento. Luego recordamos que el Señor en Su día hizo la siguiente pregunta
en el evangelio según San Mateo, capítulo 22, versículo 42. Preguntó Jesús: "¿Qué
pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David". Creemos que en esos
días, la gente pensaba que las personas más destacadas del Antiguo Testamento,
serían Abraham, el fundador de la raza, y David, el rey más importante. Aquí,
pues, Pablo usó estos dos destacados personajes del Antiguo Testamento, como
ilustraciones para basar sus declaraciones en el capítulo 3, de que hay acuerdo, hay
concordancia entre la Ley y el Evangelio. Aunque representan dos sistemas
diametralmente opuestos, no se contradicen ni están en conflicto el uno con el otro.
No son mutuamente excluyentes. Tanto bajo la ley como antes de la ley, la fe en
Dios fue el único requisito. Y Abraham antes de la ley, fue justificado por fe. Y
David, bajo la ley cantó a la justificación por fe.

Ahora, Pablo no estaba presentando aquí una doctrina nueva y extraña que
cancelaba el Antiguo Testamento y dejaba al judío flotando en el mar de la vida,
asido a un ancla, en lugar de estar en un bote salvavidas. Pablo estaba
demostrando que tanto Abraham como David estaban en el mismo bote salvavidas,
el cual Dios estaba ofreciendo a Su pueblo en su día, y el cual lleva el nombre de
Justificación por Fe. Ahora, la ley era un pedagogo. Tomó de la mano al hombre
que se encontraba bajo la ley para llevarlo al Señor Jesucristo. En los primeros 5
versículos de este capítulo 4 de la epístola a los Romanos, vemos que Abraham fue
justificado por fe. Leamos, pues, el primer versículo que encabeza el párrafo sobre

Abraham

"¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne?"

Aquí podríamos traducir este versículo de otra manera que quizá se asemeje más a
lo que Pablo dijo. "Entonces, ¿qué diremos que halló Abraham, nuestro primer
padre físicamente hablando, es decir, por un esfuerzo humano natural?"

Usted puede notar que esto sigue en el mismo pensamiento con el contexto. Esa
palabra "entonces" une este argumento con lo que él venía presentando en el
tercer capítulo. El evangelio descartaba la jactancia y establece la ley. Eso lo vimos
en nuestro último estudio. Abraham y David confirmaron lo que Pablo estaba
diciendo en esta tesis.

Luego, él usó una frase idiomática; dijo: "¿Qué, pues, diremos. . .?" Ahora, Pablo
usó esta frase aquí y en los párrafos argumentativos de esta carta. Y Pablo, en la
primera división, no había intentado probar o argumentar que el hombre era un
pecador. Por tal motivo, no encontramos allí una frase como ésta. Y también en la
última parte de su carta que es práctica, se omitió dicha frase enteramente.

La frase "Abraham nuestro padre (o antepasado)" revela que la nación de Israel


comenzó con Abraham. Es una expresión peculiar. Demuestra la importancia que
tuvo Abraham, quien fue primero, cronológicamente, y también primero en
importancia.

Bien, ¿qué fue entonces lo que descubrió Abraham según la carne o desde un
punto de vista físico? Abraham descubrió que las obras según la carne, no
producían jactancia, sino vergüenza y confusión. Esas eran las obras de Abraham.
No tenía nada de qué enorgullecerse. En realidad creemos que Abraham fue un
gran hombre, especialmente en el asunto de Lot. Él no permitió que los reyes de
Sodoma y Gomorra lo recompensaran. Pero en otro momento, Abraham no creyó
a Dios y huyó hacia Egipto. Esa cuestión de la sierva egipcia que él tuvo y de la
criatura que nació de su unión con ella, fueran cosas de las cuales no se podría
jactar. Veamos ahora cómo desarrolló Pablo este tema. El dijo aquí en el versículo
2, de este capítulo 4 de su epístola a los Romanos:

"Si Abraham hubiera sido justificado por las obras, tendría de qué gloriarse, pero
no ante Dios"

Abraham se podía gloriar en sí mismo, pero no ante Dios. Se asumió que Abraham
tenía buenas obras que tenían valor ante Dios. Y en realidad, él tuvo muchas
buenas obras. Pero, lo sorprendente es descubrir que estas buenas obras no eran
base para salvación, sino que eran el resultado de su salvación y el resultado de ser
justificado por fe.

Los apóstoles Santiago y Pablo no se estaban contradiciendo entre sí cuando


Santiago dijo en el capítulo 2, versículo 21 de su carta: "¿No fue justificado por las
obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?"
Ahora, las obras a las que se refirió Santiago aquí, no son las obras del esfuerzo
humano bajo la ley, porque él no estaba bajo la ley, no vivió en aquella época. Sino
que estaba hablando de las obras de la fe. Abraham creyó en Dios y ofreció a Isaac,
pero no llegó a dar muerte a su hijo. Dios lo detuvo y no permitió que continuara
presentando su ofrenda. Y tanto Santiago como Pablo, como podemos ver en esta
misma carta 4:3 y en Santiago 2:23, se estaban refiriendo al mismo versículo:
"Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia". Lo que hizo Santiago es ir
hasta el fin de la vida de Abraham, hasta el momento en que ofreció a Isaac.
Abraham estaba en la misma situación que en la que se encuentra el más débil de
los pecadores. Admitimos que Abraham tenía obras de las que podía jactarse, pero
no ante Dios porque Dios, estimado oyente, no acepta las obras del esfuerzo
humano. Y las obras realizadas por el esfuerzo humano no pueden estar delante de
Su santidad, y las obras de Abraham estaban, por cierto, un poco manchadas.
Llegamos ahora al versículo que acabamos de mencionar, es decir, el versículo 3 de
este capítulo 4:

"Pues ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios y le fue contado por
justicia".

Pablo apeló a las Escrituras como la autoridad final. Incluso las personifica como
en este pasaje. Las Escrituras son Dios hablando, "¿qué dice la Escritura? No
había ninguna otra autoridad a la que él podía apelar.

Cuánto desearía, estimado oyente, que las personas que se dicen cristianas
creyeran en realidad en la Palabra de Dios, y que es Dios el que está hablando (y
no el hombre.) El apóstol Pablo citó las palabras del Antiguo Testamento
directamente unas sesenta veces en esta Epístola. Y la que estamos mencionando al
leer este versículo 3, es una cita que aparece en el capítulo 15 del libro de Génesis,
versículo 6, donde leemos: "Y creyó al Señor, y le fue contado por justicia". Pablo
estaba diciendo: "Escuche usted lo que la Escritura dice. Dios le está hablando en
la Palabra de Dios".

Esta promesa le fue dada a Abraham cuando él le hizo una pregunta a Dios. En el
capítulo 15 de Génesis, versículo 2, leemos esta pregunta y dice: "Señor, ¿qué me
darás, si no me has dado hijos. . . ?" Ahora, aparte de la confirmación de la
promesa de que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas de los cielos,
Dios no le dio a Abraham ninguna otra promesa. En otras palabras, Abraham
simplemente creyó a Dios. Él tomó la pura palabra de Dios literalmente y confió, se
aferró a ella. El comentarista Newell dijo al respecto: "No hubo ni honra ni mérito
cuando Abraham creyó a un Dios fiel que no puede mentir. El mérito era de Dios.
Cuando Abraham creyó, él hizo lo único que un hombre podía hacer sin llegar a
hacer nada. Dios hizo la declaración, la promesa, y se encargó de cumplirla.
Abraham creyó de corazón que Dios estaba diciendo la verdad, y en ello no hubo
ningún esfuerzo. La fe de Abraham no consistió en una acción sino en una actitud.
Su corazón deja de mirarse a sí mismo para contemplar a Dios y a Su promesa.
Esto dejó a Dios en libertad para cumplir Su promesa. La fe, entonces, no fue una
acción meritoria de Abraham, ni siquiera un cambio en su carácter o naturaleza.
Él simplemente creyó que Dios cumpliría lo que había prometido. Según Génesis
12:3, Dios le dijo: En ti serán benditas todas las familias de la tierra". Hasta aquí,
la elocuente declaración hecha por el Dr. Newell.

Dios, estimado oyente, reconoció y acreditó esta actitud a Abraham. Esto es algo
valioso que debemos reconocer. Como dice el versículo 3, Abraham creyó a Dios, y
Dios se lo tomó en cuenta y le aceptó como justo. Él abonó eso en su cuenta por así
decir, y se lo atribuyó como justicia. Y así fue Dios se lo consideró. Ahora, leamos
la declaración de los versículos 4 y 5:

"Pero al que trabaja no se le cuenta el salario como un regalo, sino como deuda;
pero al que no trabaja, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada
por justicia".

La regla general es que un obrero reciba un salario por los servicios que preste. Un
hombre trabaja por cierta cantidad de dinero por hora, y se le paga cierta suma de
dinero por determinado trabajo. Ahora, es obvio que Abraham no era un obrero,
porque él no se ganó lo que recibió. Él recibió su salvación de la única otra manera
en que podía recibirla y fue por el favor inmerecido de la gracia de Dios, y
Abraham creyó a Dios.

"... pero al que no trabaja", dice aquí en este versículo. Y eso indica que no se
puede hacer nada para merecer la salvación; sino creer en Él, es decir, en Dios que
declara justo al que es indigno. Y la única clase de persona que Dios está salvando,
estimado oyente, es al injusto. Ahora, alguien quizás pregunte: ¿Quiere decir
entonces que Dios no salva a las personas buenas? Bueno, nómbreme usted a
alguna. ¿Recuerda usted en el capítulo 3 de esta misma carta a los Romanos,
versículos 10 y 12? Dicen así: "no hay justo, ni aun uno. . . no hay quien haga lo
bueno, no hay ni siquiera uno". Y eso según las normas de Dios, no según las
normas mías o las suyas. Si usted cree que alguien es bueno, sería como decir que
Dios miente.

Y dice el final del versículo 5: "Su fe le es contada por justicia". Fe es la única


condición aquí. Es por eso que Dios acepta la fe en lugar de las obras. No hay
ningún mérito en la fe, pero es la única manera de recibir lo que Dios ofrece
gratuitamente. La fe honra a Dios y asegura la justicia para el hombre. Y Dios
acreditó "justicia" en la cuenta de Abraham. Es decir, Dios le tomó en cuenta la fe
para aceptarle como justo, aunque Abraham no fuese justo. Leamos a
continuación el versículo 6, que comienza a hablarnos sobre

David

"Por eso también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios
atribuye justicia sin obras"

Aquí debemos tener en cuenta que David vivió bajo la ley. Sin embargo, como
dijimos antes, Abraham no lo hizo porque en la época del patriarca, ésta no había
sido aún dada. El sistema mosaico no se implantaría hasta 400 años después.
Dijimos que David sí, vivió bajo la ley. Pero David nunca podía haber sido salvo
bajo la ley. Por consiguiente David describió la bendición de que Dios reconociera
la justicia sin obras, porque David no tenía buenas obras. Las obras que él tenía
eran malas. Por lo tanto, la justicia tenía que estar completamente separada de las
obras. Tenía que venir bajo un principio enteramente diferente. El versículo 7
dice:

"Diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos


pecados son cubiertos".

Esta fue una cita directa del Salmo 32, versículos 1 y 2. Y este es uno de los salmos
penitenciales de David. El Salmo 51 es el otro. Estos versículos son el resultado del
gran pecado de David y su consiguiente confesión y aceptación por parte de Dios.

"Bienaventurados", o sea, "dichosos" dice aquí. Y esto expresa lo más elevado en


la felicidad y el gozo. ¿Es usted, estimado oyente, una de esas personas dichosas?
Yo me congratulo de estar en ese grupo. Esta dicha expresa la gran alegría de
tener los pecados perdonados. Ésta es la bienaventuranza más grande de todas y
David la conoció por experiencia propia. David había quebrantado la ley de Dios
deliberadamente. No lo había hecho en su ignorancia. Supo el alcance de la maldad
que había cometido. Sin embargo, fue perdonado. Y esto habla de una remisión, de
un perdón completo. Esto es mucho más que un simple perdón. Un juez severo
puede perdonar algunos pecados. Pero, aquí se habla de la ternura de Dios, que
toma al pecador en Sus brazos de amor, y lo recibe con cariño, y sus pecados son
cubiertos. ¿Y cómo? Bueno, porque el Señor Jesucristo murió y derramó Su
sangre. Es por eso que el apóstol Pablo dijo aquí en el versículo 8:

"Bienaventurado el hombre a quien el Señor no culpa de pecado".

En otras palabras, dichoso es el hombre cuyo pecado el Señor no cargará en su


cuenta, al que el Señor no le tome en cuenta su pecado. David fue un gran pecador.
Sin embargo, Dios quitó su pecado, tal como le informó Natán el profeta. Eso lo
leemos en el Segundo Libro de Samuel, capítulo 12, versículo 13, donde dice:
"Entonces dijo David a Natán: Pequé contra el Señor. Y Natán dijo a David:
También el Señor ha perdonado tu pecado; no morirás". Pero David fue castigado.
David había dictado su propio castigo cuando él respondió al relato de Natán del
hombre rico que tomó la cordera de un hombre pobre. En aquella ocasión David
dijo, en el versículo 6 del Segundo libro de Samuel, capítulo 12: ". . . debe pagar
cuatro veces el valor de la cordera". Y cuatro de los hijos de David fueron
muertos. El hijo de Betsabé, Amnón su hijo mayor, Absalón, y Adonías. La
aflicción fue como una plaga durante todos los días de su vida. Pero la culpa de
David no fue cargada en su cuenta, aunque otro la llevaría por él. No nos
sorprende entonces que él pudiera decir (Salmo 32:1) "Bienaventurado, dichoso
aquel cuya transgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado". Leamos ahora el
versículo 9 de este capítulo 4 de su carta a los Romanos, donde se comienza a
hablar de

Abraham justificado por la fe

"¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los que están circuncidados o
también para los que no lo están? Porque decimos que Dios aceptó como justo a
Abraham por su fe".

Vemos que el argumento vuelve a Abraham para ilustrar que la justificación es


universal. Ya que David había hablado de la alegría del hombre que, viviendo bajo
la ley había sido perdonado, la respuesta del judío habría sido que David estaba
circuncidado, y que sólo los circuncidados podrían disfrutar de esa satisfacción.
Por tal motivo, Pablo recurrió a Abraham para demostrar que el patriarca fue
justificado entes de la llegada de la Ley, y antes de que él mismo fuese
circuncidado, Y en el versículo 10 de este capítulo 4 leemos:

"Pero ¿cuándo le aceptó? ¿Después que Abraham fuese circuncidado, o antes? No


después, sino antes de ser circuncidado".

Dios le había hecho una promesa a Abraham. Y él creyó que Dios la cumpliría,
mucho antes de que se hubiera efectuado un acuerdo, salvo lo que Dios había dicho
que haría. Y Abraham creyó en la lisa y llana Palabra de Dios. Veamos ahora los
versículos 11 hasta el 13, de este capítulo 4 de la epístola a los Romanos:

"Y recibió la circuncisión como señal, como sello de que Dios le había aceptado
como justo por la fe que tuvo cuando aún no había sido circuncidado, para que
fuera padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la
fe les sea contada por justicia; y padre de la circuncisión, para los que no
solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que
tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado. La promesa de que sería
heredero del mundo, fue dada a Abraham o a su descendencia no ligada al
cumplimiento de la Ley sino a la justicia que se basa en la fe en Dios".

Dios hizo esa promesa a Abraham mucho antes de la introducción de la


circuncisión. Y él simplemente creyó en Dios. Tomó en serio Su Palabra, Su
promesa. Ahora, en el versículo 14 y hasta la primera parte del versículo 16,
leemos lo siguiente:

"Porque si los que son de la Ley son los herederos, vana resulta la fe y anulada la
promesa. La ley produce ira; pero donde no hay Ley, tampoco hay transgresión.
Por eso, la promesa es fe, para que sea por gracia"

Como usted puede ver, estimado oyente, Dios salvó a Abraham únicamente por
gracia. Siguiendo más adelante en este capítulo 4 de la epístola a los Romanos
podemos observar algo más. Abraham fue justificado, realmente, por la fe en la
resurrección. Leamos el versículo 19:

"Y su fe no se debilitó al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo


de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara".

No hay ningún mérito en la fe misma. Es que no había nada alrededor de


Abraham en lo cual él pudiera confiar. Nada que pudiera sentir, nada que pudiera
ver, absolutamente nada. Todo lo que él hizo fue confiar en Dios. Y eso fue lo
importante. Ahora, en el versículo 20 leemos:

"Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció


por la fe, dando gloria a Dios"

Abraham no estuvo indeciso. Ese es el pensamiento central en este pasaje. Él


extendió su mirada más allá de las circunstancias, fijándola en la promesa. Creyó
en la promesa, a pesar de que las circunstancias estaban en contra. Por el
contrario, depositó su confianza en la promesa, basándose en Quién la había dado,
adorando de esa manera a Dios. Es que el hombre fue creado para glorificar, para
honrar a Dios pero, por la desobediencia él hizo lo contrario, y la única manera de
que usted pueda traer gloria y honra a Dios, es creyendo en Él. El versículo 21 dice
que Abraham estaba

"Plenamente convencido de que Dios era también poderoso para hacer todo lo que
había prometido".

"Plenamente convencido" quiere decid que estaba rebosante de confianza. No le


quedaba lugar para la duda. El versículo 22 dice:

"Por eso, también su fe le fue contada por justicia".

Es decir, que Dios, tomando en cuenta su fe, le aceptó como justo. Esta fe en la
resurrección, que implica vida después de la muerte, es lo que aceptó Abraham, en
lugar de su propia justicia que él no tenía. Dios declaró justo a Abraham por su fe
en la promesa de levantar a un hijo de la tumba de la muerte, es decir, de la
esterilidad de la matriz de Sara, su mujer. Y Dios ha prometido vida eterna a
quienes creen que Él levantó a Su propio Hijo de la tumba de José de Arimatea, es
decir, del lugar de la muerte. Escuchemos ahora lo que dijo el apóstol aquí en los
versículos 23 y 24, de este capítulo 4 de la epístola a los Romanos:

"Pero no sólo con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con
respecto a nosotros a quienes igualmente ha de ser contada, es decir, a los que
creemos en aquel que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro"

Usted sabe que el vientre de Sara era como una tumba. Era un lugar muerto. Pero
de él surgió la vida. Abraham había creído a Dios. Eso fue lo que Jesús quiso decir
en el capítulo 8 del evangelio según San Juan, versículo 56, con estas palabras:
"Abraham, vuestro padre, se alegró de que iba a ver mi día; y lo vio y se llenó de
gozo". Pablo finalizó este capítulo de esta manera, aquí en el versículo 25:
"El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra
justificación".

Eso sí que es fe, no sólo en la muerte de Cristo, sino también en Su resurrección.


Alguien ha dicho que, "En Su muerte, Cristo pagó nuestra deuda, y en Su
resurrección, Él descargó esa deuda". El justifica a los que creen en la muerte y
resurrección de Cristo. Estimado oyente, ¿ha llegado usted tan lejos en su relación
con Dios? ¿Cree usted en Él?
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CONDICIONES DE USO

Romanos 5:1-7
Y llegamos hoy al capítulo 5 de esta epístola a los Romanos. Y aquí tenemos los
beneficios de la salvación, y la base del proceso de la santificación del creyente. La
primera sección de este capítulo, concluye el tema de la salvación, mientras que la
última sección comienza a tratar el tema de la santificación. La salvación y la
santificación son temas diferentes, pero no contrarios, porque la santificación
surge de la salvación como el agua del manantial. Es necesario mantener separados
el manantial y la corriente, puesto que son dos temas diferentes. Bueno, como
dijimos entonces, es en la primera división de este capítulo 5, que el apóstol Pablo
concluyó el tema de la salvación o de la justificación por la fe, que fue presentado
por primera vez en el capítulo 3 de esta epístola, versículo 21.

Y Pablo trató ahora el tema del futuro de la justificación por la fe. Este es un
sistema maravilloso, como Pablo ya nos lo ha mostrado; pero, ¿Resistirá las
presiones y los choques de la vida? ¿Tendrá el mismo valor después de pasar por el
crisol de la prueba y la dificultad? ¿Habrá seguridad en tal sistema? Y Pablo
contestó a estas preguntas en la primera sección de este capítulo 5 de su epístola a
los Romanos. Los beneficios que se enumeraron aquí no son frutos, sino más bien
los resultados lógicos de la justificación por la fe.

Hemos sido salvados por la redención que tenemos en Cristo. Esta redención fue
comprada con gran precio en la cruz. Nos libra de la culpa del pecado. La cuestión
del pecado ya ha sido arreglada. Eso quiere decir que no compareceremos ante el
juicio de Dios. Quiere decir que todos aquellos que han confiado en Cristo ya
tienen un hogar eternal en el cielo.

Pablo ahora nos muestra que hay 8 beneficios aquí y ahora, o sea en esta vida, que
le corresponden al que confía en Cristo como su Salvador. Ello no significa que
todos los creyentes los estén disfrutando. Sin embargo, Dios los ha colocado como
sobre una mesa servida para cada creyente; y todo lo que tiene que hacer es
extender la mano para tomarlos. Leamos, pues, el primer versículo de este capítulo
5 de la epístola a los Romanos, para comenzar a considerar

Los beneficios de la salvación

1. Paz.
"Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro
Señor Jesucristo"

La frase "Justificados, pues, por la fe" se refiere al acto de fe que tiene lugar en el
momento en que confiamos en Cristo. Así que, en primer lugar, tenemos la paz. La
Biblia menciona varias clases de paz. Por ejemplo, hay ese sueño de la paz
mundial. Las Naciones Unidas se han esforzado por obtener la paz en el mundo,
así como antes la había procurado la Liga de las Naciones. No lograron la paz en el
pasado, y no la están logrando en el día de hoy, estimado oyente. Muchos creen que
si uno promueve esta paz por todos los medios a su alcance, irá creando una
conciencia social a todos los niveles y, entonces, por último, habrá paz en el mundo.
Sin embargo, mientras haya pecado en los corazones de los hombres, estimado
oyente, nunca habrá paz en el mundo. Solamente el Príncipe de Paz puede traer
esa paz a esta tierra. Pero ésta paz mundial no es la clase de paz de la cual Pablo
habló en este versículo.

También tenemos esa paz que se conoce como la tranquilidad del alma. Esa es la
paz que el Señor Jesucristo mencionó en el evangelio según San Juan, capítulo 14,
versículo 27, cuando dijo: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el
mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo". Esta paz viene a
aquellos creyentes que no solamente han confiado en Cristo, sino que también
descansan en Él y están cumpliendo Su voluntad.

Ojalá yo pudiera decir que experimento esta paz continuamente desde que soy
creyente. Pero, no ha sido así. Reconozco que la paz está disponible hoy para el
creyente. La mayoría de los creyentes tenemos nuestros momentos altos y bajos; a
veces, esta paz inunda nuestra alma y esa es una hermosa experiencia. Pero a hay
ocasiones en las que estamos bajo presión o tensión, o dificultades o ante los efectos
del cansancio, y no experimentamos esta paz. Bueno, pues esta paz de la
tranquilidad personal, no es aquella de la que Pablo habló aquí.

La paz de la cual Pablo habló en este versículo como primer resultado de la


salvación, es el estado de estar reconciliados con Dios. Es la paz que resulta entre el
pecador reconciliado y Dios. El pecador ya no es enemigo de Dios, que lucha
contra Él. El creyente en Cristo tiene paz con Dios, quien ha extendido Su
misericordia al pecador. Dios ya no tiene ningún cargo alguno contra el pecador.
El pecador ya no es culpable; y sabe que Dios, que en el pasado estaba en contra de
él, ahora está a favor de él. Tiene una salvación que es permanente y eternal. Esta
paz resulta de tener perdonados los pecados y de estar el pecador en buena
relación con Dios. Observemos que Pablo mencionó una y otra vez que tenemos
paz por medio de la sangre de Jesucristo en su sacrificio. Es una paz
extraordinaria.

Cuando el hombre pecó en el huerto de Edén, no sólo huyó de Dios, sino que
también se halló distanciado de la vida de Dios, sin capacidad ni inclinación para
volverse a Él. Y Dios tuvo que alejarse del hombre. Ahora, cuando Cristo murió en
la cruz, Dios se volvió y entonces, a Dios Santo, con Sus brazos extendidos, le fue
posible decirle al pecador perdido: "Ven a Mí". El eco de estas palabras resonó en
Mateo 11:28, cuando Jesús dijo: "Venid a mí todos los que estáis muy cansados y
cargados, y yo os haré descansar". Esta paz, es el resultado de la redención.
Usted, estimado oyente, no tiene que hacer nada para ser reconciliado con Dios.
Algunos creen que es necesario derramar muchas lágrimas para poder
reconciliarse con Dios. Usted no necesita esas lágrimas para enternecer el corazón
de Dios. Usted no tiene que hacer nada para ser reconciliado con Dios. Porque
Cristo murió por nosotros en la cruz del calvario, Dios es reconciliado con el
hombre y el mensaje del evangelio, según Pablo en su segunda carta a los
Corintios, capítulo 5, versículo 20, se expresó de esta manera: "Así que, somos
embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os
rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios". El próximo movimiento le
toca realizarlo a usted. Cuando usted acepta Su salvación, entonces experimenta
paz, porque sus pecados han sido personados.

Hay personas que, incluso de noche, no pueden apartarse de la inquietud, no


sabiendo lo que es disfrutar de paz en sus corazones. Cuántas almas cansadas
sobrellevan un complejo de culpa y quisieran encontrar un lugar para remover el
peso de esa culpa que agobia sus almas. Un psicólogo declaró una vez que el único
lugar para librarse de ese peso es a los pies de la cruz de Cristo. Así que, la paz es
el primer beneficio que le corresponde al hijo de Dios. El segundo privilegio es

2. Acceso. Leamos el versículo 2:

"Por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos
firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios".

Este acceso se refiere al hecho de que tenemos acceso a Dios mediante la oración.
Es maravilloso tener alguien a quien acudir y con quien poder hablar acerca de
uno mismo, de los seres queridos, amigos, y de los problemas de la vida. El hijo de
Dios puede dirigirse a su Padre Celestial en cualquier momento, y Él escuchará y
contestará sus oraciones. Claro que eso no quiere decir que Dios siempre
contestará las oraciones de la manera en que nosotros queremos que sean
contestadas, pero siempre nos oye y demuestra que Él es un buen padre celestial
diciendo que no a alguna petición nuestra. Dios responderá de acuerdo con Su
voluntad, y no según la nuestra. Así que, por la fe tenemos este acceso en base a la
gracia, que nos ha colocado en el lugar de hijos. El tercer beneficio es

3. Esperanza.

Dice también el versículo 2 ya leído: "nos gloriamos en la esperanza de la gloria de


Dios". La esperanza aquí mencionada es aquella expuesta en las Sagradas
Escrituras. Pablo le dijo al joven predicador que se llamaba Tito, en el capítulo 2
de su carta, versículo 13: ". . . aguardamos la esperanza bienaventurada y la
manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo". El hijo de Dios
tiene una esperanza. Tiene un futuro. Tiene algo que esperar, qué anticipar en los
años venideros. El esperar la venida del Señor para recoger a Su iglesia de este
mundo, es una gloriosa esperanza que se cumplirá cuando Él aparezca. Es decir
que el creyente tiene ese futuro, tiene algo por lo cual esperar. Pero vivimos en un
mundo en el que el hombre vive en una sociedad afluente y tiene todas las
comodidades de la vida. Lo interesante, sin embargo, es que no tiene ningún
futuro.
James Rustin, escritor del diario The New York Times, ha declarado que hay una
creencia hoy en día de que los problemas se han acumulado y multiplicado hasta
tal punto, que el hombre es totalmente incapaz para resolver los problemas de la
vida. Como usted sabe, la Biblia está de acuerdo con esa línea de razonamiento.

Antes de morir, George Bernard Shaw dijo que había puesto toda su esperanza en
el ateismo, y que había descubierto que tal filosofía no había resuelto los
problemas del mundo. Luego, hizo la siguiente y notable declaración: "Ustedes
están viendo a un ateo que ha perdido su fe". Esta cita nos lleva a concluir que
cuando un ateo pierde su fe, en verdad ya no tiene nada más de lo cual pueda
asirse.

El mundo hoy en día está buscando una esperanza y un futuro. Esto explica la
inquietud evidente por todo el mundo y gran parte de los movimientos que surgen
en la hora actual. La falta de esperanza ha conducido a muchos al vicio de las
drogas, y a otros recursos que les conducen a callejones sin salida, es decir, a
situaciones sin solución. ¿Por qué? Porque el hombre ha perdido su esperanza en
el futuro.

Los creyentes tienen una esperanza bienaventurada. Ellos sí saben que "a los que
aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien". Y también, como dice Pablo en el
capítulo 8 de esta misma epístola a los Romanos, versículo 28. También saben que
"ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor
de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro". Es maravillosa esta esperanza que
tiene la iglesia y los creyentes. Pasemos ahora a los versículos 3 y 4 de este capítulo
5 de la epístola a los Romanos, donde tenemos es

4. Triunfo en medio de las dificultades.

"Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en los sufrimientos, sabiendo que
la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter
probado, esperanza"

Resulta interesante ver a estas 3 palabras que están asociadas con las dificultades.
Una es la alegría con que nos gloriamos, otra es la esperanza, y la tercera es la
paciencia. En otras palabras, se requieren dificultades para sacar a la luz lo mejor
de la vida del creyente. La única manera en que Dios puede obtener fruto de la
vida del creyente es podando o cortando sus pámpanos. El mundo lo hace
diferente. Si usted, como no creyente, se encuentra en una situación cómoda y no
tiene problemas, entonces puede divertirse, también puede tener paciencia, e
incluso alguna clase de esperanza al continuar en esa clase de vida. Pero esa no es
la experiencia del creyente, del hijo de Dios. En realidad, los problemas y las
dificultades producen estos frutos de alegría, esperanza y paciencia en nuestra
vida.

La Palabra de Dios dice en la primera carta del apóstol Pablo a los Tesalonicenses,
capítulo 1, versículo 6: "Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del
Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con el gozo que da el
Espíritu Santo". También nos dicen en la primera carta del apóstol Pedro, capítulo
1, versículo 7: "Para que, sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el
oro (el cual aunque perecedero se prueba con fuego) sea hallada en alabanza,
gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo".

El resultado de esta experiencia para el cristiano es una manifestación visible en su


vida, y esto es lo que la Biblia llama el fruto del Espíritu Santo. También el
creyente mismo y los que entran en contacto con él, pueden comprobar que él es
aprobado de Dios. Las dificultades no deben debilitar la fe del cristiano, sino más
bien fortificarla. En realidad, las dificultades deben engendrar intrepidez. El
resultado final es esperanza, lo cual significa un optimismo sobreabundante en
cuanto a la vida. Y ahora en el versículo 5, tenemos el quinto beneficio, que es

5. El amor de Dios.

"Y la esperanza no nos defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en


nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado"

Este amor de Dios derramado en nuestros corazones, no es nuestro amor por Dios,
sino del amor de Dios para con nosotros. Y este amor de Dios es hecho real por el
Espíritu Santo que nos ha sido dado.

Pablo dijo que esta esperanza nunca nos defraudará, ni nos traicionará, y tampoco
nos causará vergüenza, porque en el mismo tiempo de la persecución, el amor de
Dios nos es manifestado por medio del Espíritu Santo. Ahora, ésta es la primera
referencia al ministerio del Espíritu Santo, y sólo se menciona brevemente en este
versículo. No llegamos a ninguna explicación acerca del ministerio del Espíritu
Santo sino hasta el capítulo 8 de esta epístola a los Romanos, donde se menciona
muchas veces.

Pero aquí quisiéramos dirigir su atención al hecho de que se establece con toda
claridad en este versículo, que el Espíritu Santo es dado a todo creyente y no
solamente a algunos pocos. El Espíritu Santo confirma en forma viviente la
realidad del amor de Dios en el corazón de cada creyente. Esto es amor de Dios
para con nosotros, y no nuestro amor para con Dios. Necesitamos ser conscientes
del hecho de que Dios nos ama. Cuando somos probados severamente, el recordar
este hecho nos da estabilidad y felicidad interior. Este es el amor de Dios para con
nosotros, que sólo el Espíritu Santo nos puede hacer comprender y ver en Cristo.
El apóstol Juan en su primera carta, capítulo 4, versículo 10, dice: "En esto
consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos
amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados". Ahora, en
este versículo 5 tenemos también el beneficio

6. El Espíritu Santo.

Esta es la primera vez en la carta a los Romanos que se menciona al Espíritu Santo
y la única cita sobre Él en esta lista de beneficios. No llegaremos al ministerio del
Espíritu Santo hasta el capítulo 8, donde es mencionado más de 20 veces. Aquí
simplemente se nos dice que el Espíritu Santo es dado a cada creyente y no sólo a
algunos creyentes. A los Corintios el apóstol Pablo, en su primera carta, 6:19
escribió: "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está
en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?" Los creyentes
en Corinto eran ciertamente un grupo dominado por criterios puramente
humanos, e inmaduros espiritualmente. De hecho, Pablo les llamó niños en Cristo;
sin embargo, el Espíritu Santo habitó en ellos. Por ello me alegro de que cuando
vine a Cristo, obtuve todo lo que Cristo ofrece en la salvación. En el evangelio
según San Juan, capítulo 14, versículo 17, leemos: "El Espíritu de verdad, al cual
el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis,
porque vive con vosotros, y estará en vosotros". Y es el Espíritu Santo el que
actualiza, o hace real, el amor de Dios en los corazones de los creyentes, o sea, el
amor de Dios por nosotros. Tenemos que ser hoy conscientes del hecho de que Dios
nos ama. La gente necesita tener certeza de esa realidad en sus vidas. Y sólo el
Espíritu de Dios puede hacer real en nosotros el amor de Dios. Veamos ahora como
Pablo explica el amor de Dios. Leamos ahora al versículo 6 en nuestro estudio de
este capítulo 5, de la epístola a los Romanos:

"Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos".

Ahora, fíjese usted que Cristo murió por los impíos. Dios reveló Su amor en la
cruz. Y no murió por los hombres y mujeres buenos sino por los impíos pecadores.
Murió por aquellos que eran realmente Sus enemigos, y por aquellos que le
aborrecieron y de quienes dijo cuando le crucificaban "Padre, perdónalos, porque
no saben lo que hacen" (Lucas 23:34). Sin embargo, Cristo no nos salvó solamente
por Su amor. Estimado oyente, Dios es más que amor. Él es Santo, es Justo. No
puede abrir la puerta de atrás del cielo para dejar entrar a los pecadores bajo el
amparo de oscuridad. No puede dejar entrar al cielo a pecadores, simplemente en
base a Su amor. Dios tuvo que hacer algo en cuanto a la culpa del pecador. Era
necesario el juicio del pecado.

Sin embargo, Dios nos ama, indiferentemente de quien sea usted o de lo que haya
hecho. No hay nada que podamos hacer que pueda impedir que Dios nos ame. Sin
embargo, es verdad que usted puede llegar hasta el extremo en que no experimente
el amor de Dios. Por ejemplo, usted no puede impedir que el sol brille, pero sí
puede apartarse de la luz del sol. Pues, bien, usted puede alzar la sombrilla del
pecado o de la indiferencia, o la sombrilla del alejamiento de la voluntad de Dios,
lo cual impedirá que Su amor brille sobre usted. Pero aunque todos estos factores
evitarán que usted experimente el amor de Dios, Él aún le ama. Ahora, fíjese usted
en lo que el amor de Dios logró. El Señor Jesucristo dijo en el evangelio según San
Juan, capítulo 3, versículo 16: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más
tenga vida eterna". Dios demostró su amor por la humanidad, estimado oyente,
entregando a Su Hijo para que muriera en la cruz. Él pagó la deuda de la culpa
suya y de la culpa mía, y un Dios Santo salvará a cualquiera que acuda a Él
creyendo en Jesucristo.

Es necesario llegar por el camino indicado por Dios. No podemos llegar al Padre
por nuestro propio camino, sino por el camino que Él ha provisto mediante
Jesucristo. Este es el universo de Dios y es Él quien dicta las reglas. Considere
usted las palabras de Jesús cuando dijo en el capítulo 14 del evangelio según San
Juan, versículo 6: "Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre,
sino por mí". Este versículo muestra la completa bancarrota de una raza humana
sin valores espirituales o morales, sin una capacidad para entrar en contacto con
Dios, y su impotencia para hacer lo bueno. Cristo no murió por los piadosos, sino
por los impíos. En cambio, no pidió nada. ¡Ésta es la maravillosa gracia de Dios!
Ahora, el versículo 7 dice:

"Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que
alguien tuviera el valor de morir por el bueno".

¿Conoce usted estimado oyente, a alguien que esté dispuesto a morir por usted?
Pablo está diciendo que nadie ama lo suficiente a un justo como para morir por él.
En cambio, es posible imaginarse que un hombre bueno que sea generoso y
amistoso, engendre tal grado de buena voluntad de parte de algunos, que estén
dispuestos hasta a morir por él. Los impíos no caen bajo ninguna de estas dos
clasificaciones. El amor de Dios en cambio, fue lo suficiente profundo como para
morir por aquellos que son impíos, que no lo merecen.

El buen joven que rescató a un criminal que estaba a punto de ahogarse, y que en
el proceso perdió su propia vida; ocasionó el siguiente comentario: "¡Qué lástima
que un joven tan valioso diera su vida por alguien tan despreciable e indigno!"
Ahora, esto no es nada, estimado oyente, comparado con el sacrificio de Cristo por
los pecadores. Dios nos amó lo suficiente como para enviar a Su propio Hijo a
morir por nosotros. Y si fuera necesario, y no lo es, Cristo aparecería ahora mismo
para morir nuevamente por usted. ¡Tanta es la magnitud del amor de Dios por
usted!
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Romanos 5:8-19
Continuamos hoy considerando los beneficios de la justificación por la fe, en este
capítulo 5 de la epístola del apóstol Pablo a los Romanos. Y continuamos hoy,
leyendo el versículo 8 que dice:

"Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros".

Ahora, la Biblia de Jerusalén traduce este versículo de esta manera: "Mas la


prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores,
murió por nosotros". Dios reveló Su amor por medio de la muerte de Jesucristo.
La culpa del pecado ha sido quitada por medio de la muerte de Cristo, y Dios
ahora, puede extender Sus brazos y salvarnos por medio de Su gracia. En nuestro
programa anterior consideramos 6 de los 8 beneficios de la justificación, que eran:
(1) paz, (2) acceso, (3) esperanza, (4) triunfo en medio de las dificultades, (5) el
amor de Dios, (6) el Espíritu Santo. Leamos ahora el versículo 9 de este capítulo 5
de la epístola a los Romanos, que nos presenta el séptimo beneficio de la
justificación.

7. Liberación de la ira. Dice el versículo 9:


"Con mucha más razón, habiendo sido ya justificados en su sangre, por él seremos
salvos de la ira".

Esta es la ira de la cual hablaron los profetas. El profeta Sofonías nos dijo que
viene un gran día de ira, en el capítulo 1 del libro de su profecía, versículo 15: "Día
de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día
de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento". ¿Cuál sería
aquel día de ira? Es lo que Jesús llamó la gran tribulación.

Y el apóstol Pablo nos dijo que los creyentes estarán y permanecerán a salvo de la
ira de Dios, por medio de la sangre de Cristo.

Dios nos salvó en el pasado de la pena del pecado, constantemente nos salva en el
presente del poder del pecado, y nos salvará en el futuro de la presencia del
pecado. Eso quiere decir que todos los creyentes partirán de esta tierra al tiempo
del arrebatamiento de la iglesia, o sea cuando Cristo llame a Su Iglesia, y que no
pasarán por la gran tribulación. Ahora, no es porque lo merezca que el creyente
escapará de ese día de la ira, sino, sólo y exclusivamente porque hemos sido
salvados por la gracia de Dios. Somos salvos por la gracia y vivimos nuestra
existencial actual por la gracia de Dios, y en la eternidad estaremos en el cielo
también por la gracia de Dios.

Pasemos ahora el versículo 10:

"Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su


Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida".

El pensamiento aquí es que, si mientras en realidad éramos enemigos, Dios estuvo


dispuesto a dar a su Hijo para morir por nosotros, ahora que hemos sido traídos a
un lugar de aceptación y hemos sido unidos a Cristo, entonces Él está mucho más
propenso, mucho más dispuesto a guardarnos seguros en este nuevo estado. Cristo
vive ahora para guardar a los Suyos. Ésta es una tarea mucho más agradable que
la de morir por los impíos que son sus enemigos. Jesucristo murió aquí para
salvarnos, y vive allá en el cielo para mantenernos seguros en la salvación y vida
eterna. Éste es el mensaje de la carta a los Hebreos. Dice en el capítulo 7 de aquella
carta, versículo 25: "Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por él
se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos". Si Dios me salvó a
mí, siendo yo pecador, impío, y enemigo Suyo, ahora que soy Su amigo, me
mantendrá salvo. Y el versículo 11 de este capítulo 5 de la epístola a los Romanos
nos expone el octavo y último beneficio de la justificación, el

8. Gozo, alegría. Dice el versículo 11:

"Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro
Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación".

Es una de las declaraciones más maravillosas en la Escritura. Quiere decir que


donde quiera que estemos o cualquiera que sea nuestro problema, podemos
gloriarnos y regocijarnos en Dios. Podemos regocijarnos de quién es Él, que vive, y
en la salvación que Él ha provisto y estuvo dispuesto a salvarnos a nosotros,
pecadores, y a llevarnos a Su presencia en un día futuro. Ha preparado un plan
para salvarnos debido a Su amor por nosotros. ¿Acaso esta realidad no llena de
alegría nuestro corazón? El apóstol Pablo, al reflexionar sobre estos 8 beneficios y
al considerar el octavo, espontáneamente se regocija en Dios. Al llegar ahora al
versículo 12, iniciamos la sección que habla sobre

La santificación del creyente, visto ya como un santo

La primera sección trató acerca del tema de la salvación del pecador. La segunda
sección tratará el tema de la santificación. Dios en Su salvación nos declara justos a
los pecadores. Pero Dios quiere hacer más que declarar justa a una persona. La
justificación no convierte a una persona en justa. Significa que ante la corte santa
de Dios, ante el tribunal celestial, un pecador perdido ha sido ya declarado justo,
pero su corazón no ha sido cambiado. Sería un error pensar que Dios tiene la
intención de dejar a un pecador en su estado. Dios quiere hacer de nosotros la clase
de personas que tendríamos que ser. Así que Dios tiene un plan de salvación que
no sólo declara justo al pecador, sino que también va a convertir al pecador en una
persona justa. Es decir, que Dios provee un camino para que un pecador pueda
crecer espiritualmente y ser progresivamente santificado, o sea, apartado,
separado para Dios.

El resto de este capítulo ha recibido la denominación de "Santificación Potencial",


porque se trata de un tema difícil de entender, y difícil de aceptar. Los teólogos
clasifican este tema como la doctrina de la supremacía federal de Adán y Cristo.

Para nuestro propósito de entender esta sección, esto significa que un solo hombre
actuó en nombre de todos los hombres. Adán y Cristo son los representantes de la
raza humana. Adán, según los versículos 12 al 14, fue la cabeza natural de la raza
humana, cuyo solitario acto de desobediencia hundió a todo su linaje en el pecado.
Todos somos hechos pecadores debido a este acto de Adán. Esto no quiere decir
que tengamos una naturaleza pecaminosa heredada de Adán, aunque este hecho
sea verdad. Tampoco significa que somos totalmente culpables de nuestro propio
acto pecaminoso, lo cual también es un hecho. Significa que estamos tan vitalmente
unidos al primer padre de la raza humana, que antes de que tuviéramos una
naturaleza pecaminosa o hubiéramos cometido un pecado, éramos pecadores en
Adán. El pecado de Adán nos fue imputado.

Leamos ahora este versículo 12, que encabeza el párrafo sobre

La dirección o supremacía de Adán

"Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la
muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron".

Tenemos que entender que el pecado del que estamos hablando es el pecado de
Adán, aquel primer pecado de Adán, (no el segundo o sucesivos pecados) es decir,
su primer pecado de desobediencia en el jardín del Edén, que trajo muerte sobre
toda su descendencia.
Ahora, esto nos lleva considerar un punto importante. Usted y yo somos pecadores
de 4 diferentes maneras: (1) Somos pecadores por cometer actos pecaminosos. (2)
También somos pecadores por naturaleza (el pecado no nos convierte en
pecadores, sino que pecamos porque tenemos esa naturaleza). (3) Nos encontramos
en un estado de pecado. Dios ha declarado a la totalidad de la familia humana bajo
pecado. (4) Finalmente, usted y yo somos pecadores también por imputación. Es
decir, Adán actuó por la raza humana porque era la cabeza de la misma.

Es en base a la supremacía federal de Adán que ahora Dios puede salvar a aquellos
que creen en Cristo, por medio de la supremacía federal de Cristo. Eso es lo que
los teólogos han denominado la supremacía federal. Adán y Cristo son los
representantes de la raza humana. Adán es la cabeza natural de la raza humana. Y
su acto de desobediencia hundió a todos sus descendientes en el pecado. Todos
somos pecadores por el pecado de Adán.

El pecado de Adán nos fue imputado. Lo que Adán hizo, lo hicimos nosotros. Dios
también pudo habernos puesto a todos nosotros en el huerto de Edén, después que
Adán había pecado, pero todavía habríamos tenido naturalezas pecaminosas. ¿Y
cree usted, estimado oyente, que usted por ejemplo, pudiera haberse portado
mejor en el huerto de Edén, teniendo una naturaleza pecaminosa, que lo que Adán
se portó sin tenerla? Creemos que no.

El pecado de Adán nos fue imputado de la misma manera en que la justicia de


Cristo nos fue imputada por Su muerte en la cruz. Cristo es la cabeza de una
nueva raza, una nueva creación, la cual es la Iglesia y Su cuerpo. El único
fundamento de la Iglesia es Jesucristo su Señor. Ella es Su nueva creación. Esto es
lo que dijo Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 15, versículos 45 y
47. Dijo Pablo: "Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre, Adán,
alma viviente; el postrer Adán, espíritu que da vida. El primer hombre es de la
tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo".

Ahora, al estudiar esta sección, fíjese usted en la expresión "mucho más", pues,
tiene un significado muy importante. Pablo nos dijo que tenemos "mucho más" en
Cristo, que lo que perdimos en Adán. Esta expresión "mucho más" apareció
primero en el versículo 9 de este capítulo 5, donde leemos: "Con mucha más razón,
habiendo sido ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira". Y luego
en el versículo 10, también vemos esa expresión; dice: "Porque si siendo enemigos,
fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando
reconciliados, seremos salvos por su vida". El primer pecado de Adán, fue un acto
representativo. Adán actuó en nombre de toda la familia humana. Todos pecaron
en Adán. La evidencia de todo esto es obvia, como Pablo declaró en su primera
carta a los Corintios, capítulo 15, versículos 21 y 22, diciendo: "Porque por cuanto
la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los
muertos. Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán
vivificados". Ahora, la muerte vino por Adán. Si uno busca una prueba de que el
primer pecado de Adán fue un acto representativo de la raza, consideremos por
qué un bebé muere aunque no ha cometido un pecado. Bien, es que él pertenece a
la raza de Adán. En Adán todos mueren. Dios no creó al hombre para morir. Dios
tiene algo mejor en reserva para el ser humano. Y luego aquí en el versículo 13,
dice:
"Antes de la Ley ya había pecado en el mundo; pero donde no hay Ley, no se
inculpa de pecado".

"Pues antes de la ley ? es decir, desde Adán hasta Moisés ? había pecado en el
mundo;" pero en aquel tiempo, el pecado no era considerado una transgresión,
sino una rebelión contra Dios. Durante este período el pecado no fue imputado al
pecador. Y esto quizá explica el por qué Dios no exigió la pena de muerte de Caín
por el asesinato a su hermano Abel. No podemos imaginar una acción más ruin y
criminal, pero en aquel tiempo Dios aún no había dicho "No matarás" (Éxodo
20:13). En realidad, Dios puso una marca sobre Caín para protegerle. Un poco
después encontramos que uno de los hijos de Caín, Lamec, explicó por qué había
matado a un hombre, en Génesis, capítulo 4, versículos 23 y 24, donde leemos: "Y
dijo Lamec a sus mujeres: Ada y Zila, oíd mi voz; mujeres de Lamec, escuchad mis
palabras: a un hombre maté por haberme herido, y un joven por haberme
golpeado. Si siete veces será vengado Caín, Lamec lo será setenta veces siete".

Aquella generación fue destruida en el diluvio porque estaba saturada de pecado.


Los de esa generación eran incorregibles e incurables. Dios vio la perversidad
extrema de los hombres y actuó en conformidad a lo que vio. Dice en el capítulo 6,
del libro de Génesis, versículo 5: "Y vio el Señor que la maldad de los hombres era
mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos de su corazón sólo era
de continuo el mal". Su modo de pensar estaba contaminado, y estaban entregados
completamente a la maldad, pero no eran transgresores de la ley, como por
ejemplo los Diez Mandamientos, debido a que no había ley. Fueron juzgados
porque eran pecadores. Es que todos los seres humanos pertenecen a una raza
perdida. Puede que a usted y a mí nos resulte difícil aceptar esa realidad, pero
hemos nacido como parte de esa raza. No somos el producto de una evolución
hacia delante, o en línea ascendente, con evidencias de progreso, sino que
pertenecemos a una raza caída y necesitamos ser redimidos. Incluso la misma vida
interior, la vida intelectual y del pensamiento humano se encuentra alejada de
Dios.

Alguien dirá: "Creo que Dios está obligado a salvar a todos". Estimado oyente,
Dios no está obligado a salvarnos, de ninguna manera. Supóngase que usted fuera
a un viejo lago pantanoso cubierto de suciedad, y que sacara de allí una tortuga.
Hay centenares de tortugas que viven en ese lago, pero usted escoge una y le
enseña a volar. Luego, esta tortuga va al lago y les dice a las demás tortugas: "¿No
les gustaría a ustedes, aprender a volar?" Y creo que esas tortugas se reirían y
dirían: "No queremos aprender a volar. Nos gusta estar aquí". Ésa es la condición
del hombre perdido, hoy. Los hombres no quieren ser salvos. Los hombres están
alejados de Dios, y ésta es una verdad que no penetra fácilmente en nuestra mente.
Nos agradaría creer que somos seres extraordinarios, pero no es así. Por ello
necesitamos ser redimidos. Y leemos ahora, en el versículo 14:

"No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron
a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir".

En este versículo Pablo personificó la muerte, como personificó el pecado en los


dos versículos anteriores, para darle mayor énfasis. El pecado y la muerte
entraron en el mundo al mismo tiempo. La muerte fue el resultado del pecado.
Durante el intervalo desde Adán hasta Moisés, los hombres no cometieron el
mismo pecado que cometió Adán, ni fue su pecar una transgresión de un mandato,
como lo fue el pecado de Adán. Sin embargo, el pecado de Adán llegó a ser el
pecado de ellos, porque ellos murieron como murió Adán. La muerte, como es
usada en este versículo, es evidentemente en un sentido total, o sea que afecta todos
los aspectos de la vida. La muerte es usada con un significado triple en las
Escrituras:

Primero, tenemos la muerte física, ésta se refiere solamente al cuerpo. Significa


una separación del espíritu del cuerpo. Llegó al hombre a causa del pecado de
Adán. El segundo significado, es la muerte espiritual, o sea, la separación de Dios y
una rebelión contra Dios. Heredamos esta naturaleza muerta, de Adán. Estamos
separados de Dios y, como dice Efesios 2:1, estamos muertos a causa de nuestras
maldades y pecados. Y en tercer lugar, tenemos la muerte eterna, es decir, la
separación eterna de Dios. Y, a menos que el hombre sea redimido, ésta sigue
inevitablemente. Ahora, aquí se declaró definitivamente a Adán, como una figura
de Cristo. Ahora, los versículos 15 al 17 de este capítulo 5 de la epístola a los
Romanos, se consideran como una de las secciones más difíciles de entender en
toda la Escritura. Leamos el versículo 15, que comienza a considerar

La dirección o supremacía de Cristo

"Pero el don no fue como la transgresión, porque si por la transgresión de aquel


uno, Adán, muchos murieron, la gracia y el don de Dios abundaron para muchos
por la gracia de un solo hombre, Jesucristo".

El énfasis y contraste aquí es entre "aquel uno" y "los muchos" que están en
Adán; y "aquel uno" y "los muchos" que están en Cristo. Las palabras "mucho
más" revelan que recibimos muchísimo más en Cristo que lo que perdimos en
Adán. Como dijo el autor de los Hebreos 11:13, hablando de los creyentes
anteriores a la llegada de Cristo: "En la fe murieron todos estos sin haber recibido
lo prometido, sino mirándolo de lejos, creyéndolo y saludándolo, y confesando que
eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra". El pensamiento aquí es que un solo
hombre implicó en el pecado a una raza entera. Y en contraste a esto, un solo
hombre trajo la justificación. Ahora, el versículo 16 dice:

El pecado de un solo hombre no puede compararse con el don de Dios; pues a


causa de aquel solo pecado vino la condenación, pero a causa de muchos pecados
vino el don de Dios, que hace justos a los hombres.

Para simplificar, diremos que el significado de esta sección es el siguiente: un solo


acto de transgresión hundió en el pecado a toda la raza humana. Pero, por otra
parte, un acto de obediencia, es decir, la muerte de Cristo en la cruz, hizo posible
que los seres humanos pudieran salvarse. Ahora leamos el versículo 17 de este
capítulo 5 de la epístola a los Romanos:

"Si por la transgresión de uno solo, de Adán, reinó la muerte, mucho más reinarán
en vida por uno solo, por Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y
del don de la justicia".
Pablo declaró previamente, en el versículo 14, que la muerte reinaba como un rey.
La muerte llegó al trono por un solo hombre que cometió una sola ofensa, es decir,
el pecado original, que implicó a la raza humana. Aquí, Pablo presentó a otro reino
que es superior al reino de la muerte. Es el reino de la vida. Ha sido ofrecido a
todos los súbditos del reino de la muerte por medio de la abundancia de la gracia.
Los hombres únicamente tienen que recibirlo. El Rey del reino de la vida es
Jesucristo. El don viene por medio de Él.

Algunas personas abandonan su país o reino como refugiadas o asiladas políticos, y


en muchos casos cuentan de sufrimientos, esclavitud y muerte. Abandonan su
propio país o reino para poder llegar a otro reino o país que les ofrezca libertad y
vida. En muchos casos han tenido que correr grandes riesgos al tratar de escapar.
Así también hay muchas personas que están en el reino de la muerte y necesitan
escapar. Pero, Dios les ofrece un nuevo reino a quienes están en el reino de la
muerte. Ahora, no tienen que huir, porque Él provee el pasaporte y la visa que les
dará la entrada al reino de la vida eterna. Pasemos ahora al versículo 18:

"Así que, como por la transgresión de uno, Adán, vino la condenación a todos los
hombres, de la misma manera por la justicia de uno, Jesucristo, vino a todos los
hombres la justificación que produce vida".

Tenemos aquí declarado el principio fundamental de la imputación del pecado y de


la imputación de la justicia. Ésta es la doctrina de la supremacía federal de la raza
en Adán y en Cristo. Dios sabía lo que la raza humana haría en Adán, y por tanto,
Él proveyó aun en aquel entonces, una nueva Cabeza, a fin de que pudiera
declarar justos a los pecadores perdidos, los cuales no tienen ninguna justicia
propia. Cristo fue, como dice en Apocalipsis, capítulo 13, versículo 8, el "Cordero
que fue inmolado desde el principio del mundo". También Génesis, capítulo 3,
versículo 15, establece sin lugar a dudas, que Dios le prometió a Adán y a Eva la
venida de Jesucristo. Y ahora, el versículo 19 de este capítulo 5 de la epístola a los
Romanos dice:

"Así como por la desobediencia de un hombre, de Adán, muchos fueron


constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, Jesucristo, muchos
serán constituidos justos".

En este versículo, Pablo resumió su argumento sobre la supremacía federal. El


acto de desobediencia de Adán hizo pecadores a todos, no teniendo nosotros
solamente una naturaleza pecaminosa, sino también siendo culpables del acto de
pecado. La obediencia de Cristo no solamente incluyó Su muerte en la cruz, sino
también Su santa vida de obediencia a la voluntad del Padre. Sin embargo, fue Su
muerte en la cruz y Su resurrección lo que hizo posible que Dios declare justo al
pecador que cree en Él. Cristo es nuestra justicia mientras que Adán representa
nuestro pecado y muerte. El pecador que oye y se somete obedientemente a la voz
de Cristo, recibe una declaración de justicia librándole de condenación. Por todo
ello, estimado oyente, terminamos hoy con la invitación del mismo Señor
Jesucristo, que dijo en el evangelio según San Juan, capítulo 5, versículo 24: "El
que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a
condenación, sino que ha pasado de muerte a vida".
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CONDICIONES DE USO

Romanos 5:20 - 6:4


Continuamos hoy estudiando el capítulo 5 de la epístola del apóstol San Pablo a los
Romanos. Y en nuestro programa anterior, estuvimos hablando de la justicia de
Cristo frente al delito de Adán. Y dijimos que en el versículo 19, Pablo resumió su
argumento sobre la supremacía federal de Adán y de Cristo. El acto de
desobediencia de Adán, hizo pecadores a todos los hombres, no teniendo nosotros
solamente una naturaleza pecaminosa, sino también, siendo culpables del acto de
pecado. Pero la obediencia de Cristo, no solamente incluyó Su muerte en la cruz,
sino también Su vida santa de obediencia a la voluntad del Padre. Cristo dijo en el
evangelio según San Juan, capítulo 6, versículo 38: "Porque he descendido del
cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió". Sin embargo,
fue Su muerte en la cruz y Su resurrección, lo que hizo posible que Dios declare
justo al pecador que cree en Él. Cristo es nuestra justicia mientras que Adán
representa nuestro pecado y muerte. El pecador que oye y se somete
obedientemente a la voz de Cristo, recibe una declaración de justicia, librándole de
condenación. El Señor Jesucristo mismo, dijo en el evangelio según San Juan,
capítulo 5, versículo 24: "De cierto, de cierto os digo: el que oye mi palabra y cree
al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de
muerte a vida". Ahora, el versículo 20 de este capítulo 5 de la epístola a los
Romanos dice:

"La Ley, pues, se introdujo para que el pecado abundara; pero cuando el pecado
abundó, más abundó la gracia"

Cuando Dios entregó la ley, incluyó un sistema de sacrificios. Más tarde Cristo
vino para cumplir todo lo que esos sacrificios simbolizaban. En otras palabras,
Dios ha dado a la raza humana, una raza perdida, una oportunidad para ser
librada de la culpa del pecado. Ahora, no somos librados de la naturaleza
pecaminosa, porque la mantenemos hasta que morimos. Luego vivimos con esa
naturaleza toda nuestra vida. La ley se introdujo, no con Adán, sino con Moisés,
algunos centenares o miles de años más tarde. Y reveló lo que Dios exige de
quienes permanecen en el linaje del primer Adán. No son los pecados ni la
naturaleza pecaminosa, sino el pecado de Adán lo que Pablo discutió aquí. La ley
vino al hombre no para rescatarlo ni para salvarlo, sino para que el hombre
pudiera ver que era culpable ante Dios.

Ahora, si la ley multiplicó la transgresión, entonces la gracia de Dios fue


multiplicada aún más. La gracia de Dios es suficiente. La gracia de Dios es como
un río poderoso que inunda las orillas del pecado. Pablo, San Agustín, San
Francisco, Lutero, Juan Bunyan y muchos más conocieron la abundante gracia de
Dios. La ley fue un proceso de adición, mientras que la gracia es multiplicación.
Continuemos ahora con el versículo 21 de este capítulo 5 de la epístola a los
Romanos:
"porque así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reinará por la
justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro".

Hoy en día vivimos en un mundo donde el pecado reina. Satanás es hoy príncipe de
la tierra. El apóstol Pedro nos dijo en su primera carta, capítulo 5, versículo 8:
"Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente,
anda alrededor buscando a quien devorar". El pecado reinó para muerte, y los
cementerios se llenan todavía debido a su existencia.

Ahora, Pablo ya ha hablado acerca del reino de muerte y el pecado. Una sola
transgresión de Adán fue capaz de introducir este reino. El tema de la próxima
sección de esta epístola a los Romanos, es la naturaleza pecaminosa del individuo.
Aquí el tema es la transgresión de Adán que nos hizo culpables a todos. La gracia
ha establecido un reino en el mismo lugar del pecado y la muerte. Fue establecido
en justicia.

Las demandas de la justicia de Dios han sido satisfechas completamente en la


muerte de Cristo. El reino se ha establecido completa y firmemente en la cruz de
Cristo. El pecador que cree ahora, tiene vida eterna por medio de su unión con el
último Adán, o sea el Salvador resucitado y glorificado. Y esto hace posible el
proceso de santificación del pecador salvado, que es el tema del próximo capítulo.
En nuestro estudio de la carta a los Romanos, llegamos así a

Romanos 6:1-4

En este capítulo, tenemos la identificación con Cristo como la base de la


santificación. La obediencia a Cristo es la experiencia de la santificación.

Este capítulo 6, presenta la santificación como una posición del creyente, en los
versículos 1 al 13, y la santificación práctica en los versículos 14 al 23. El apóstol
Pablo dio a conocer las bases de este tema en la última parte del capítulo 5; pero
todavía como parte del gran tema de la justificación, mostrando que la justicia es
imputada a todo creyente en Cristo, y que el pecado original de Adán también fue
imputado a cada miembro de la familia de Adán. Estableció que hay una
sobreabundancia de justicia en comparación con el pecado. Fuimos justificados en
Cristo. Veremos que somos santificados, también en Cristo.

Hay una diferencia entre la justificación y la santificación. Hay una diferencia


entre ser salvo del pecado, y ser convertido en el tipo de personas que debiéramos
ser por haber sido separados o apartados para Dios. Sin embargo, notemos que la
identificación con Cristo que sirve de base para la justificación, también es la base
para la santificación. Estos dos temas no se excluyen mutuamente. La justificación
es el fundamento sobre el cual se apoya toda la superestructura de la santificación.
La justificación suple el carril sobre el cual corre el tren de la salvación, mientras
que la santificación es el tren mismo. Veamos ahora, algunas de estas diferencias
entre estos dos temas:

Primero, la justificación es un acto puntual. La santificación es una obra. La


justificación tiene lugar en el momento en que usted confía en Cristo, en ese
momento, usted es declarado justo y la culpa es removida. Entonces, Dios
comienza en usted una obra que continuará durante toda su vida. Yo creo en la
salvación instantánea, pero la santificación es un proceso vitalicio.

En segundo lugar, la justificación es el medio, la santificación es el fin.

En tercer lugar, la justificación, es para nosotros. La santificación opera en


nosotros.

En cuarto lugar, la justificación declara justo al pecador. La santificación, hace


justo al pecador.

Y en quinto lugar, la justificación quita la culpa y la pena del pecado. Y la


santificación, remueve el crecimiento y el poder del pecado.

Dios es como un decorador de exteriores e interiores. Decora el exterior en el


sentido de que nos capacita para presentarnos ante Él, porque ha pagado el pecado
y removido de nosotros la culpa del pecado. Pero es también un decorador de
interiores, porque entra en nuestros corazones y vidas por el poder del Espíritu
Santo para convertirnos en la clase de cristianos que deberíamos ser. Cuando Dios
nos salva, no nos deja en el pecado.

La santificación es un proceso que debe operar en cada creyente, y se deriva del


hecho de la justificación. Es decir, es un hecho que procede de la justificación.
Ahora, tanto la justificación como la santificación fluyen de la identificación del
hombre con el Cristo crucificado y resucitado. El pecador se apropia de Cristo por
la fe, para su salvación y para su santificación. El apóstol Pablo, en su primera
carta a los Corintios, capítulo 1, versículo 30, nos dijo: "Pero por Dios estáis
vosotros unidos a Cristo Jesús, y Él ha hecho que Cristo sea nuestra sabiduría,
nuestra justificación, nuestra santificación y nuestra redención".

Antes de llegar al capítulo 6 de esta epístola a los Romanos, el apóstol Pablo no


trató sobre la vida santa del que ha sido declarado santo. Pero a partir del capítulo
6 en adelante, Pablo no trató más el tema de la salvación del pecador. Por lo tanto
el tema de este capítulo es el poder de Dios actuando en pecadores (a quienes Él ha
declarado justos) para convertirlos realmente en justos. Muestra que el pecador
justificado no puede continuar viviendo en el pecado porque se ha identificado con
la muerte y resurrección de Cristo Jesús. Perseverar en el pecado conduce a una
servidumbre o esclavitud al pecado, y ese es otro motivo más para no continuar en
el pecado. El creyente tiene una naturaleza nueva y tiene que obedecer a Dios. Esta
sección nos libra de una idea extendida hoy de que un creyente puede vivir como le
parezca. La identificación con Cristo en Su muerte y resurrección significa que Él
pasa a ser nuestro Señor y dueño. Dios nos da la libertad, lo cual es muy diferente
al libertinaje, como veremos más adelante. Leamos, pues, el primer versículo de
este capítulo 6 de la epístola a los Romanos, que comienza a tratar el tema de

La santificación como una posición

"¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?"


En este capítulo 6, el apóstol Pablo adoptó un estilo argumentativo. En cambio, no
usó tal estilo en los primeros cinco capítulos donde trató el tema del pecado. Allí
estaba simplemente exponiendo los hechos, mirando a la vida en su estado original
y real. La conclusión evidente era que todos son pecadores. No estaba tratando de
probar nada. Entonces dijo: "Después que has visto la maravillosa salvación de
Dios, ¿qué puedes decir? La única respuesta apropiada es decir ¡Aleluya! y ¡Gloria
al Señor!" Esto puede parecer trillado, pero, ¿qué más se puede decir ante esta
maravillosa salvación de Dios, amigo oyente? Ahora, la pregunta es:
"¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?" O, en otras palabras,
¿vamos a seguir pecando para que Dios se muestre aún más bondadoso?

Muchos cristianos están agobiados por la gracia de Dios. Aunque son salvados por
Su gracia, creen que deben establecer una lista de reglas para poder vivir la vida
cristiana. Otros, desafortunadamente interpretan esto en el sentido de que les da
libertad para hacer lo malo. El versículo 2 de este capítulo 6, de la epístola a los
Romanos, nos proporciona la respuesta directa de Dios a la pregunta de que si
cuando uno es salvado por medio de la gracia puede perseverar en el pecado, o no.
Este versículo dice:

¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos
aún en él?

El solo hecho de que el apóstol Pablo haya formulado esta pregunta, significa que
él entendía que la justificación significaba una declaración de justicia. La
justificación significa que la que es removida es la culpa o la pena del pecado, y no
el poder del pecado en la vida.

Y entonces procedió a hablar sobre remover el poder del pecado. Si Dios le ha


declarado justo, estimado oyente, y le ha quitado su culpa del pecado; entonces,
usted no puede continuar en el pecado. La respuesta es: ¡de ninguna manera! Este
versículo puede ser traducido así: "¡Dios nos libre! ¿Cómo podemos nosotros ?
siendo hombres ? que morimos al pecado en la Persona de nuestro substituto
Jesucristo ? vivir o continuar viviendo en el pecado?" Esto es algo que muchas
veces es mal entendido. Nosotros morimos para el pecado en la Persona de nuestro
substituto, al identificarnos con Jesucristo. Morimos al pecado en Cristo; pero, por
otra parte nunca estamos muertos al pecado mientras vivimos. Cualquier persona
que sea sincera sabe que nunca alcanza el estado en que está completamente
muerta al pecado. Logra alcanzar el estado en que su deseo es el de querer vivir
para Dios, pero reconoce que todavía tiene la vieja naturaleza controlada por el
pecado.

Son versículos como éste, los que han dado lugar a la aparición de personas que,
sinceramente, se consideran a sí mismas como viviendo en un nivel superior de
santidad, en el cual no cometen ningún pecado. La Escritura dice que hemos
muerto al pecado. Ésa es nuestra posición. Pero nunca estamos muertos al pecado
en esta vida, porque tenemos una naturaleza pecaminosa activa, que tiene una
gran fuerza e influencia en nuestros pensamientos y acciones. ¿Qué quiere decir
entonces, cuando la Biblia dice: "Con Cristo estamos juntamente crucificados"?
Bueno, quiere decir que cuando Cristo murió hace más de dos mil años, al
identificarnos espiritualmente, nosotros morimos con Él, fuimos resucitados en Él,
y ahora estamos unidos a un Cristo vivo. Ésta es la gran verdad expresada en la
Biblia, Ahora, yo no he crucificado la vieja naturaleza. No sé en cuanto a los
demás, pero yo no he tenido ningún éxito en crucificarme a mí mismo. Lo
interesante, estimado oyente, es que una persona puede quitarse la vida de muchas
maneras. Pero, una persona no puede matarse por medio de una autocrucifixión.
Físicamente, le resultaría imposible clavarse a sí misma los clavos. Bien,
continuemos ahora con el versículo 3 de este capítulo 6 de la epístola a los
Romanos:

"¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido
bautizados en su muerte?"

Otra traducción dice: "¿No sabéis que, al quedar unidos a Cristo Jesús por el
bautismo, quedamos unidos a su muerte?" Este es otro versículo que muchas veces
es mal comprendido. Si usted solamente ve el bautismo por agua en este versículo,
pierde su verdadero sentido. No creo que aquí se refiera principalmente al
bautismo por agua. Yo creo en el bautismo por agua y que la inmersión en el agua
expone mejor lo que aquí se enseña. Pero en realidad Pablo estaba hablando sobre
la identificación con Cristo. Es que los traductores no tradujeron la palabra griega
baptizo. Simplemente la transcribieron a nuestro idioma, porque tiene muchos
significados. Un léxico clásico griego da unos veinte significados para esta palabra.
Hasta puede significar "teñir el cabello". Había en la antigüedad un grupo de
personas en Asia Menor que teñían de púrpura su cabello. Así que aquí en
Romanos 6:3, versículo la palabra "bautismo" habla de una identificación con
Cristo. Fuimos bautizados o identificados con Él en Su muerte, como Pablo lo
explicará en el versículo próximo.

Cuando Cristo murió hace dos mil años, fuimos identificados con Él en Su muerte.
Permítame ilustrarlo y expresarlo de una manera personal. Es como si hace 2.000
años me hubieran conducido a mí fuera de Jerusalén, al Calvario o Gólgota (lugar
de la Calavera). Yo habría tratado de visualizar al que murió allí, pensando que el
culpable era yo. Cristo no era culpable. Estimado oyente, mi pecado y el suyo le
colocaron en aquella cruz. En ese sentido, fuimos identificados con Jesucristo.
Ahora, Pablo continuó ampliando este pensamiento, aquí en el versículo 4 y
escribió:

"Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de
que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en vida nueva".

Aquí se nos habla de ser sepultados con Cristo, así como somos identificados con
Cristo en su muerte, de la misma manera, somos identificados con Él en Su
resurrección. Y hoy estamos unidos a un Cristo que vive. En otras palabras,
nuestros pecados ya han sido juzgados; así que es como si hubiéramos sido
resucitados y, aunque estamos en la tierra, espiritualmente compartimos la nueva
vida con Cristo que está en el cielo. La verdad, estimado oyente, es que sólo hay 2
lugares para sus pecados. O estaban sobre Cristo cuando Él murió por usted hace
más de 2.000 años (si usted ha confiado en Él como su Salvador) o están sobre
usted hoy, y a usted le espera el juicio. No hay otro lugar donde puedan estar.
Estimado oyente, somos identificados con Cristo en Su muerte cuando murió por
nosotros. Si esto no fuera verdad, entonces la ordenanza del bautismo no tendría
significación alguna. Aunque no tenemos nada en contra de otras formas de
bautismo de los creyentes en Cristo, creemos que el bautismo por medio de la
inmersión en agua, ilustra mejor la verdad espiritual que se expone en esta sección.
Lo esencial es que todo hijo de Dios debe ser bautizado en agua porque este acto da
testimonio de que está unido al Cristo viviente.

El apóstol Pedro nos dijo que ocho almas se salvaron en el arca de Noé. Pasaron
por las aguas de juicio dentro del arca. Nosotros, amigo oyente, experimentamos la
pena de muerte de Cristo en la cruz, en Cristo. Y en su primera carta, capítulo 3,
versículos 20 al 22, el apóstol Pedro dijo: ". . . los que en otro tiempo
desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé,
mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron
salvadas por agua. El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no
quitando las inmundicias del cuerpo, sino como la aspiración de una buena
conciencia hacia Dios) mediante la resurrección de Jesucristo". Ahora, ¿Qué
quiere decir con que el bautismo nos salva? Aquellas 8 personas pasaron por las
aguas del juicio, dentro del arca. Los que perecieron en las aguas fueron aquellos
que se encontraban fuera del arca. Las ocho personas del arca ni siquiera se
mojaron, sin embargo Pedro dijo que fueron salvadas por el bautismo.
Obviamente, la palabra "bautismo" aquí significa más bien identificación. Los que
se salvaron se identificaron con el arca. Es que habían creído en Dios y después, se
introdujeron en el arca. Y Dios vio a aquel barco flotando en la superficie de las
aguas. De la misma manera Dios nos ve hoy a través de Su Hijo Jesucristo. Y si
usted, estimado oyente, ha confiado en Cristo, Él le ve unido, identificado con
Cristo. Él es nuestra arca. Cristo fue sumergido en las aguas de la muerte y
nosotros estamos unidos a Él. El bautismo representa una ruptura completa con
nuestra vida pasada. Así como el diluvio borró al antiguo mundo corrompido por
el pecado, ilustra nuestra ruptura con la vieja vida controlada por las pasiones de
nuestra naturaleza y nuestra entrada a una nueva vida.

Porque así como somos identificados con Cristo en Su muerte, así también somos
identificados con Cristo en Su resurrección y podemos vivir y actuar impulsados
por Su poder. El apóstol Pablo, oró que los creyentes en Éfeso pudieran conocer
este poder y vivir como dijo en su carta a los Efesios, capítulo 1, versículos 19 y 20:
"...según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole
de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales".

El vivir una "vida nueva" es lo esencial en todo este tema y la expresión práctica
en la realidad del mundo en que vivimos. Una vida nueva es el objetivo y el fin del
proceso de la santificación. En su carta a los Gálatas, capítulo 5, versículo 25, dijo
el apóstol Pablo: "Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu". La
vida cristiana, estimado oyente, es una existencia digna de nuestra vocación, y sólo
puede transformarse en una realidad por medio del poder del Espíritu Santo.
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Romanos 6:5-16
Continuamos nuestro estudio en el capítulo 6 de esta epístola a los Romanos, y en
nuestro programa anterior, estuvimos hablando acerca de nuestra identificación
con Cristo. Y decíamos que somos identificados con Cristo en su muerte, porque Él
murió por nosotros. Si esto no fuera verdad, entonces la ordenanza del bautismo
no tendría significado. Lo esencial es que todo hijo de Dios, debe ser bautizado
porque esto da testimonio de que está unido al Cristo viviente. El apóstol Pedro nos
dijo que ocho almas se salvaron en el arca de Noé. Pasaron por las aguas de juicio
dentro del arca. Nosotros, estimado oyente, experimentamos la pena de muerte de
Cristo en la cruz, en Cristo. Y en su primera carta, capítulo 3, versículos 20 al 22,
el apóstol Pedro dijo: "...los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez
esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en
la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. El bautismo que
corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias del cuerpo, sino
como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) mediante la resurrección
de Jesucristo". Ahora, ¿Qué quiere decir con que el bautismo nos salva? Aquellas
8 personas pasaron por las aguas del juicio, dentro del arca. Los que perecieron en
las aguas fueron aquellos que se encontraban fuera del arca. Las ocho personas del
arca ni siquiera se mojaron, sin embargo Pedro dijo que fueron salvadas por el
bautismo. Obviamente, la palabra "bautismo" aquí significa más bien
identificación. Los que se salvaron se identificaron con el arca. Es que habían
creído en Dios y después, se introdujeron en el arca. Y Dios vio a aquel barco
flotando en la superficie de las aguas. De la misma manera Dios nos ve hoy a través
de Su Hijo Jesucristo. Y si usted, estimado oyente, ha confiado en Cristo, Él le ve
unido, identificado con Cristo. Él es nuestra arca. Cristo fue sumergido en las
aguas de la muerte y nosotros estamos unidos a Él. El bautismo representa una
ruptura completa con nuestra vida pasada. Así como el diluvio borró al antiguo
mundo corrompido por el pecado, ilustra nuestra ruptura con la vieja vida
controlada por las pasiones de nuestra naturaleza y nuestra entrada a una nueva
vida.

Porque así como somos identificados con Cristo en Su muerte, así también somos
identificados con Cristo en Su resurrección y podemos vivir y actuar impulsados
por Su poder. El apóstol Pablo, oró que los creyentes en Éfeso pudieran conocer
este poder y vivir como dijo en su carta a los Efesios, capítulo 1, versículos 19 y 20:
"...según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole
de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales".

El vivir una "vida nueva" es el objetivo y el fin del proceso de la santificación. En


su carta a los Gálatas, capítulo 5, versículo 25, dijo el apóstol Pablo: "Si vivimos
por el Espíritu, andemos también por el Espíritu". La vida cristiana, estimado
oyente, sólo puede transformarse en una realidad por medio del poder del Espíritu
Santo. Continuamos ahora con el versículo 5 de este capítulo 6 de la epístola a los
Romanos:

"Si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también


lo seremos en la de su resurrección"
Evidentemente Pablo miró hacia atrás hacia el versículo 2 de este capítulo que ya
había escrito, y hacia nuestra identificación con Cristo en Su muerte y
resurrección. El bautismo de agua de por si, no podía lograr esta gran realidad
espiritual. El pensamiento aquí es inmenso. En realidad, compartimos la vida de
Jesucristo, así como una rama que es injertada al árbol comparte la vida del árbol.
La vida de Cristo ahora es la vida nuestra. Y dijo el apóstol Pablo aquí en el
versículo 6 de este capítulo 6 de la epístola a los Romanos:

"sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para
que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado".

Permítanos, estimado oyente, parafrasear este versículo de esta manera:


"Llegando a saber esto, que nuestro viejo hombre (es decir, la naturaleza de Adán,
la naturaleza vieja) fue crucificada juntamente con Cristo, para que el cuerpo (el
cadáver) del pecado fuera paralizado, cancelado, anulado, y dejáramos de ser
esclavos del pecado".

Cuando Pablo dijo: "nuestro viejo hombre" dijo que éramos en Adán culpables y
pecadores perdidos, poseídos de una naturaleza que se rebela contra Dios. "El
viejo hombre" se contrastó con "el nuevo hombre". En su carta a los Efesios,
capítulo 4, versículos 22 al 24, el apóstol Pablo nos dijo lo siguiente: "En cuanto a
la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está corrompido
conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y
vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la
verdad".

Ahora, la expresión "Para que el cuerpo del pecado fuera paralizado" se refiere al
hecho de que las actividades de la vida se llevan a cabo por medio del cuerpo. Éste
no ha sido destruido, porque todavía estamos en el cuerpo. Siendo que "el viejo
hombre" fue crucificado; el cuerpo de pecado ha sido puesto fuera de combate.
Nosotros no podemos lograr esto, porque solamente el Espíritu Santo lo puede
hacer, como veremos en nuestro estudio del capítulo 8 de esta epístola a los
Romanos. Hay un conflicto entre los malos deseos de la naturaleza física y el
Espíritu, por el control del creyente en Cristo. No podemos crucificar "el viejo
hombre". No tenemos ningún poder. Lo que tenemos que hacer es creer que esto
ya ha sido logrado por nosotros. Y en verdad esto es un hecho, Dios lo ha dicho.
Nuestro problema es creer a Dios. El Espíritu Santo puede y nos ayudará a vivir
para Dios. Ahora, en el versículo 7, dijo el apóstol Pablo:

"Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado".

"Porque el que ha muerto, ha sido justificado (o absuelto) del pecado". Cristo no


solamente murió para pagar la pena de nuestros pecados, como vimos en nuestro
estudio del capítulo 3 de esta epístola. Sino que también murió una muerte de
juicio, por nuestra naturaleza pecaminosa. Hay una diferencia, por tanto, entre el
ser justificado de la pena de los pecados y el ser justificado del pecado. Y a menos
que esto fuera cierto, el Espíritu Santo no podría morar en el creyente ni obrar allí,
como lo veremos en nuestro estudio del capítulo 8 de esta epístola a los Romanos.
Él es santo y nosotros somos impíos. La naturaleza de Adán, todavía está muy viva
en el creyente. Aun parece que está más activa que en el no creyente. Entonces el
creyente es consciente del pecado en su vida y de su debilidad. Pero debe ser
consciente de que ha sido justificado del pecado mismo, y que ha sido declarado
digno para el cielo en Cristo. Puesto que nos identificamos con Cristo en Su
muerte, entonces ni la ley, ni ninguna cosa más tiene una demanda sobre nosotros.
Es imposible ejecutar a un muerto. Ahora, el versículo 8 dice:

"Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él"

En vista del hecho de que morimos con Cristo; sigue lógicamente que fuimos
resucitados con Él. Compartimos Su vida de resurrección. Ahora, esto no quiere
decir que tendremos que esperar hasta que estemos con Él en el cielo. Quiere decir
que ahora mismo, en nuestra existencia diaria compartimos Su vida. Y afrontamos
la muerte física con la certeza de que algún día seremos resucitados. Y el versículo
9 dice:

"Y sabemos que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la


muerte no se enseñorea más de él".

En el libro de Apocalipsis, capítulo 1, versículo 18, el Señor reveló este hecho y


dijo: "...yo soy...el que vivo. Estuve muerto, pero vivo por lo siglos de los siglos,
amén. Y tengo las llaves del reino de la muerte". Estas fueron las palabras de
Cristo. Es un pensamiento solemne que la muerte una vez tuvo cautivo al Príncipe
de la vida. Ahora todo ha cambiado. La muerte nunca más le tendrá cautivo. En el
capítulo 8 de esta misma epístola a los Romanos, versículo 39, Pablo nos dijo que
nada nos puede separar del amor de Cristo. La resurrección le abrió a Cristo la
puerta de la eternidad, y hará lo mismo para aquellos que confíen en Él. Leamos
ahora el versículo 10 de este capítulo 6 de la epístola a los Romanos:

"En cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; pero en cuanto vive, para
Dios vive".

Pablo no está declarando aquí en este versículo que Cristo murió por el pecado. Ya
ha tratado ese tema. Está discutiendo en esta sección el hecho de que Cristo murió
respecto al pecado. Murió una muerte de juicio por la naturaleza pecaminosa del
hombre. Cristo llegó a ser en la cruz lo que nosotros somos, a fin de que nosotros
pudiéramos ser en Él, lo que Él es. Cristo murió una sola vez, pero vive hoy, y vive
siempre para interceder por aquellos que le pertenecen. Es debido a ese hecho que
Él le puede salvar perpetuamente. Ahora, el versículo 11 dice:

"Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en
unión con Cristo Jesús, Señor nuestro".

Debemos considerar, o contar con que hace más de dos mil años, nuestra vieja
naturaleza se quedó en la tumba en que Jesús fue sepultado. Pero cuando Cristo
resucitó de los muertos, nosotros resucitamos en Él. La moralidad natural del
mundo enseña al hombre a esforzarse para ser lo que debe ser. El método de Dios,
en cambio, consiste en lograr, por la obra del Espíritu, que el creyente llegue a ser
en la práctica lo que ya es espiritualmente en Cristo Jesús. Veamos ahora el
versículo 12 de este capítulo 6 de la epístola a los Romanos:
"No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en
sus deseos"

Estamos en el cuerpo, aunque no debemos vivir según sus inclinaciones. Estamos


muertos al pecado, pero el pecado no está muerto en nosotros. No estamos
completamente emancipados, pues, aquí tenemos una amonestación contra el
permitir que el pecado gobierne en nuestros cuerpos mortales. Ahora, nuestros
cuerpos son mortales porque están sujetos a la muerte física. El pecado es como un
dictador que está listo para tomar asumir el mando en cualquier momento. Ahora,
no todos los deseos del cuerpo son, en principio, malos o perjudiciales, pero una
vez que la naturaleza viciada por el pecado toma el control de nuestra vida, esos
deseos que en un principio eran legítimos, o necesidades normales, se transforman
en apetitos desordenados de placeres deshonestos, viles o malos. El apóstol Pablo
dijo en su primera carta a los Corintios, capítulo 6, versículo 12: "todas las cosas
me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna". Por ejemplo, el comer
no es malo en sí mismo, pero el comer con exceso sí es perjudicial para la salud y,
lo mismo que otros excesos, puede llegar a impedir que seamos instrumentos útiles
para Dios.

Llegamos ahora a un párrafo que desarrolla el tema de

La santificación en la vida práctica

En la sección anterior vimos la santificación como una posición del creyente.


Ahora, debemos saber el método de Dios para convertir a un pecador en ese tipo
de persona que Dios quiere que sea. Mientras que la justificación simplemente le
declara justo, habiendo sido removida la culpa de su pecado, ello no le cambia en
su vida en este mundo. La justificación le da una nueva naturaleza. Ahora el
pecador tiene que ser consciente que se identifica con Cristo, muriendo con Él y
resucitando con Él. Es que Dios quiere que viva bajo el poder del Espíritu Santo.
Porque el creyente está vitalmente unido al Cristo que vive y debe considerar ese
hecho y contar con esa realidad. Es que Dios nos ha salvado por la fe, y entonces
tenemos que vivir por la fe. Muchos de nosotros hemos confiado en Cristo para la
salvación de nuestra alma pero, ¿estamos confiando en Él en nuestra vida diaria?
Tenemos, pues, que vivir por la fe.

Así es que llegamos a un aspecto muy práctico. Debemos entregarnos o


presentarnos ante Dios. Leamos entonces el versículo 13 de Romanos 6:

"ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos para


hacer el mal, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los
muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia".

La palabra presentar aquí, se encuentra también en el capítulo 12:1 de esta carta,


exhortándonos a una entrega a Dios para servirle. La idea de una vida entregada
de rendirse y, al mismo tiempo, de una vida de victoria Dios podría parecer poco
atractiva para algunas personas. Estamos hablando de Dios haciendo un
llamamiento a la voluntad del hombre. Debemos "presentar" los miembros de
nuestros cuerpos a Cristo. La lengua mentirá, a menos que le sea presentada a Él.
Ahora, alguien dirá: "Y, ¿qué si no sentimos que estamos muertos al pecado?"
Bueno, debemos creerle a Dios que esto es un hecho, y luego debemos actuar sobre
ese hecho. Es un acto de la voluntad.

La idea de la vida rendida o entregada a Dios, no excita a muchos. Hablamos de


rendirnos y, al mismo tiempo, de vivir una vida victoriosa, y estos parecen
términos contradictorios, aunque no lo son. El motivo por el cual la mayoría de
nosotros nos encontramos con problemas, es que nos presentamos a la vieja
naturaleza en lugar de presentarnos a Dios. Pero por un acto de la voluntad
podemos presentarnos ante Dios para hacer Su voluntad, a través de la nueva
naturaleza espiritual.

En lugar de avanzar en el camino a la santidad, nos contentamos en quedarnos


muy cerca de la condición que teníamos cuando creímos en Cristo. No hemos
crecido espiritualmente y entonces nos presentamos a la naturaleza vieja, y por eso
nos hallamos en dificultades. Continuamos siguiendo los dictados de esa antigua
naturaleza y ello nos causa dificultades.

Aunque no nos libremos de esa vieja naturaleza mientras vivamos, se nos dice
ahora que nos presentemos a Dios. Así como en un tiempo nos entregamos al
pecado, ahora se nos pide que nos entreguemos a Dios, como dice aquí, "como
vivos de entre los muertos". Ahora estamos vivos espiritualmente en Cristo;
tenemos también una nueva naturaleza y hemos sido renacidos espiritualmente.

Veamos la frase que nos invita a "presentar nuestros miembros a Dios como
instrumentos de justicia". Aquí se refiere a aquello que es específico y particular.
Estimado oyente, yo se cuál es mi problema, el área sensible o problemática de mi
vida; ¿cuál es su problema personal? Sea cual fuere, ese problema específico,
preséntelo a Dios. ¿Se trata, por ejemplo, de un temperamento agresivo o
irascible? Háblele de él a Dios en oración. Podría tratarse de una tendencia a hacer
daño a otros con lo que decimos a sus espaldas, a una inclinación a alguna forma
de inmoralidad, o un egoísmo excesivo. En este versículo se nos pide que
presentemos estas facetas específicas de nuestra vieja naturaleza para que nuestro
cuerpo sea un instrumento para hacer el bien, es decir, lo que le agrada a Dios.
Alguien dirá, con razón, que no es capaz de hacerlo por sí mismo. Pero usted, sí
puede hacerlo por medio del poder del Espíritu Santo.

Veamos ahora este asunto de la santificación práctica. ¿Cuál es nuestra respuesta a


la posición gloriosa que tenemos en Cristo? Leamos aquí el versículo 14:

"El pecado no tendrá poder sobre vosotros, pues no estáis bajo la Ley, sino bajo la
gracia".

Este versículo simplemente quiere decir que la ley fue dada para dominar su vieja
naturaleza. Como creyente, usted no debe vivir de acuerdo a esa vieja naturaleza.
Usted tiene una nueva naturaleza y debe presentarse o entregarse a Dios, lo cual
entraña un verdadero privilegio. No es la intención de Dios, que el pecado gobierne
al creyente. Esto no se logra poniendo nuevamente bajo algún principio legal o de
la ley al creyente. Es el principio de la gracia. La ley conduce a servidumbre,
inclusive para el creyente. Pero ahora estamos unidos a Cristo. Leamos el versículo
15:
"¿Qué, pues? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia? ¡De
ninguna manera!"

La forma de la pregunta aquí está expresada de una manera diferente a la del


versículo 1. El apóstol Pablo ha demostrado en los pasados 14 versículos que el
método de Dios para lograr la santificación se apoya en la misma base que la
justificación; es por medio de la fe, en que Dios pueda hacerla realidad. Usted y yo
no podemos hacerlo. Cuando aprendemos que, por nosotros mismos, no podemos
vivir la vida cristiana, hemos asimilado una gran lección. Es entonces que estamos
preparados para permitirle a Él que la viva por medio de nosotros.

La pregunta aquí más bien es si se debe dar una ayuda a la gracia para lograr su
alto y santo fin. En otras palabras, según el razonamiento del hombre natural, es
necesaria alguna ley o reglas o reglamentos. Y el caso es que en el transcurso de la
historia de la iglesia, han surgido grupos que determinaron reglas para vivir la
vida cristiana. Hasta han llegado a creer que si un creyente hace algunas cosas y se
abstiene de hacer otras, entonces está viviendo la vida cristiana.

Sin embargo, estimado oyente, la vida cristiana no consiste en vivir según una
larga lista de reglas y reglamentos. Usted puede seguir todas las reglas y
reglamentos que quiera, y aún así no estar viviendo la vida cristiana. ¿Cómo se
vive entonces la vida cristiana? Pues siendo obedientes al Señor Jesucristo. Implica
tener una comunicación efectiva con Cristo. Una pregunta básica es: ¿Ama usted
al Señor Jesucristo? Esto es lo importante. El Señor mismo dijo en Juan 14:15, "Si
me amáis, guardad mis mandamientos". La identificación con Cristo es la
santificación posicional, como hemos visto en la sección anterior. Pero la
obediencia a Cristo, es la experiencia de la santificación, y esa es la santificación
práctica. Es así de simple, estimado oyente. No se trata de cómo uno anda sino
dónde uno anda. En el camino de la vida, ¿está usted caminando en la luz, en una
relación de compañerismo con Cristo? El pecado puede romper nuestra comunión
con Él, pero cuando ese es el caso, tenemos que confesar nuestro pecado. Según
vemos en Juan 13:8, el Señor Jesús le dijo al apóstol Pedro allí en el aposento alto,
"si no te lavo, no tendrás parte conmigo". Y como dijo el apóstol Juan en su
primera carta, capítulo 1, versículo 9, no tenemos comunión o una relación de
compañerismo con Él a menos que confesemos nuestros pecados mientras
transitamos por este mundo. La parte nuestra es la confesión; Su parte es la
limpieza. Por ello, lo realmente importante para usted y para mí es tener esa
relación cercana con el Señor Jesucristo y obedecerle. Sólo entonces estaremos
viviendo la vida cristiana.

Muchos cristianos tienen la idea de que porque son salvos por la gracia, pueden
hacer lo que les apetezca. Y estimado oyente, si usted ha sido salvado por la gracia,
no puede hacer lo que quiere, como veremos en el capítulo 8 de esta epístola a los
Romanos.

Pablo dejó en claro en su Epístola a los Gálatas, que hay tres maneras en que un
cristiano puede vivir y son las siguientes. Primero, bajo la ley; Segundo, en una
vida desenfrenada de libertinaje y tercero, en libertad. Todo el mundo tiene algún
principio por el cual vive. No importa quien sea usted, estimado oyente, si usted
está intentando vivir por alguna ley o norma, está viviendo apoyado en su
naturaleza vieja. El vivir por alguna ley es un extremo. Ahora, otro extremo contra
el cual Pablo advirtió es el libertinaje. Si usted es hijo de Dios no puede hacer lo
que le venga en gana, sino que tiene que hacer lo que le agrada al Señor. Debe
presentarse a Él y serle obediente. Este es el aspecto práctico de la santidad. Esta
es una manera práctica de vivir la vida cristiana. Y en el versículo 16 escribió
Pablo:

"¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerlo, sois
esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado, lo cual lleva a la muerte, o sea
de la obediencia a Dios, lo cual lleva a una vida de justicia?"

Toda persona está en una relación de servidumbre o de sujeción con respecto a


alguien, o con respecto a algo. Y Pablo dijo que nuestro amo y señor es aquel a
quien obedecemos. Si usted obedece a su tendencia al pecado, entonces ese es su
señor y usted deja que su vida esté controlada por el pecado. Y entonces, usted no
puede decir que Cristo es su Señor, cuando, en realidad no lo es. Porque el Señor le
trae a usted a una vida de libertad. Recordemos que Él dijo, en Juan 8:36, "Si el
Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres". Sí, libres, ¿pero para hacer qué?
Usted será libre para vivir para Él, libre para obedecerle. Nuevamente, en el
mismo incidente, en Juan 8:34, el Señor dijo: "Todo aquel que practica el pecado,
esclavo es del pecado".

Habiendo sido liberado de la culpa del pecado mediante la justificación por la fe,
ahora el creyente ha de ser liberado del poder del pecado por medio de la
santificación por la fe.

Ahora, este pasaje nos ha conducido a una pregunta personal. ¿Es Cristo
verdaderamente su señor, su dueño? El hecho de que su conducta sea
aparentemente correcta porque no quebranta exteriormente ninguno de los
principios de la ley, no implica necesariamente que usted esté viviendo la vida
cristiana. Su vieja naturaleza es una realidad presente y viva que usted no puede
dominar por sí mismo y, tarde o temprano usted se dará cuenta de que está
sirviendo al pecado, al dejarse controlar por sus propias tendencias. En cambio, la
vida cristiana es una vida en la cual usted, voluntaria y libremente, y con la ayuda
del poder del Espíritu Santo, se presenta, se entrega a Cristo para obedecerle. Y
entonces, al obedecerle, Él será realmente su Señor.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 6:17-7:1
Continuamos hoy estudiando el capítulo 6 de esta epístola del apóstol Pablo a los
Romanos, y en nuestro programa anterior, vimos cómo Pablo se sirvió del terrible
sistema de la esclavitud vigente en aquellos días, para ilustrar el dominio completo
del pecado o de la ley. Vimos que la vida cristiana no es el vivir según alguna lista
de reglas o reglamentos. La vida cristiana, es la obediencia a Jesucristo. La
identificación con Cristo es la Santificación Posicional. La obediencia a Cristo, es
la experiencia de la santificación y esa es la santificación práctica en la vida
cristiana.

Habiendo sido libertado de la culpa del pecado, mediante la justificación por la fe,
ahora el creyente debe ser libertado del poder del pecado, por medio de la
santificación por la fe. Ahora, la obediencia, de la cual venimos hablando, es la
obediencia de la fe y la obediencia de la ley. La fe conduce a la obediencia a Cristo.
No podemos librarnos de los lazos del pecado, porque somos débiles. Pero sí
podemos presentarnos como esclavos a Jesucristo. Él es quien nos pone en libertad.
Recordemos las palabras de Jesús, allá en el evangelio según San Juan, capítulo 8,
versículos 34 al 36, cuando dijo: ". . . que todo aquel que hace pecado, esclavo es
del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el Hijo sí queda para
siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres".

Ahora, este pasaje nos ha conducido a una pregunta personal. ¿Es Cristo
verdaderamente su señor, su dueño? El hecho de que su conducta sea
aparentemente correcta porque no quebranta exteriormente ninguno de los
principios de la ley, no implica necesariamente que usted esté viviendo la vida
cristiana. Su vieja naturaleza es una realidad presenta y viva que usted no puede
dominar por sí mismo y, tarde o temprano usted se dará cuenta que está sirviendo
al pecado, al dejarse controlar por sus propias tendencias. En cambio, la vida
cristiana es una vida en la cual usted, voluntaria y libremente, y con la ayuda y el
poder del Espíritu Santo, se presenta, se entrega a Cristo para obedecerle. Y
entonces, al obedecerle, Él será realmente su Señor.

Continuemos ahora, leyendo el versículo 17 de este capítulo 6 de la epístola a los


Romanos:

"Pero gracias a Dios que, aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de
corazón a aquella forma de doctrina que os transmitieron"

Cuando usted andaba perdido, usted obedecía al pecado. Era natural hacerlo. Un
hombre puede vivir una vida ejemplar y aún así, ser esclavo del pecado. Lo
importante, estimado oyente, es que usted obedezca a Cristo.

Pablo dio gracias a Dios que los creyentes en Roma, que antes eran esclavos de
pecado, se habían entregado a la maravillosa doctrina de la gracia. Pablo había
descubierto que cuando fue salvado, le había sido dada una naturaleza nueva que
podía obedecer a Cristo. Había pasado por la experiencia de descubrir que no
había ningún bien en su vieja naturaleza. Y llegó a la siguiente conclusión, como él
lo expresó en el capítulo 7 de esta misma epístola a los Romanos, versículo 18,
donde dijo: "Y yo sé que en mí, esto es, en mi débil condición humana, no mora el
bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo". Pablo quiso que los
romanos supieran que no había ningún bien en la vieja naturaleza. Muchos
creyentes hoy en día parecen no haber descubierto esa verdad.

Otro hecho sorprendente es que no hay ningún poder en la naturaleza nueva. Y


aquí es donde la mayoría de nosotros nos equivocamos. Creemos que porque
somos cristianos ya podemos dar por sentada la victoria en las luchas de la vida.
Pero, no podemos porque todavía somos tan débiles como éramos antes de haber
sido salvados. Es por eso que es tan necesario caminar por la fe, en el poder del
Espíritu Santo. Sólo el Espíritu de Dios puede producir la vida cristiana victoriosa.
Pasemos ahora, al versículo 18 de este capítulo 6 de la epístola a los Romanos:

"y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia".

En otras palabras, hemos sido liberados. El evangelio nos fue entregado a nosotros,
y luego nosotros fuimos entregados a este nuevo camino de vida por la gracia.
Moisés entregó la ley a Israel, pero los israelitas fueron entregados a la ley como
una regla de vivir. Eran esclavos. Ahora los hombres están entregados a una nueva
manera de vivir, la cual conduce a la libertad. Dios lo ha hecho posible para que
nosotros podamos vivir la vida cristiana. Ahora, eso no quiere decir que el pecado
ha sido erradicado o destruido, pero sí quiere decir que ahora podemos vivir para
Dios.

En este versículo 18, el apóstol Pablo describió la experiencia de los creyentes


romanos. Habían sido liberados de la dictadura del pecado. Ahora, esto no les dio
ninguna libertad para vivir como quisieran, sino para agradar a Aquel que los
libertó. Habían sido liberados para poder llegar a ser esclavos de Cristo. El pecado
no sería erradicado de sus vidas, sino hasta que sus cuerpos fueran redimidos. Y en
el versículo 19, dijo Pablo:

"Hablo como humano, por vuestra humana debilidad: así como para iniquidad
presentasteis vuestros miembros para servir a la impureza y a la iniquidad, así
ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia".

Otra versión lo expresa de la siguiente manera: "Os estoy hablando en términos


humanos para que podáis entender bien estas cosas. De modo que, así como antes
entregasteis vuestros cuerpos al servicio de la impureza y la maldad para hacer el
mal, entregad también ahora vuestro cuerpo al servicio de una vida de justicia,
para vuestra santificación".

Pablo explicó aquí por qué usó estas palabras: esclavos o siervos. El parece como si
hubiera pedido disculpas en este último versículo, por usar estas palabras. La
esclavitud era común en el Imperio Romano. De entre ciento veinte millones de
personas en el Imperio Romano, la mitad eran esclavos. Muchos cristianos eran
esclavos. La Epístola a Filemón revela que la libertad era una posesión apreciada y
difícil de obtener. Y ahora, Pablo hizo uso de esta metáfora familiar que describió
como "términos humanos". No quiso decir que no hablaba por medio de la
inspiración divina, sino que estaba hablando en términos que ellos entenderían.
Todo el mundo conocía las implicaciones de nuestro estado espiritual de esclavitud.

Los líderes religiosos se sintieron insultados, cuando Jesús sugirió que ellos eran
esclavos del pecado. ¿Recuerda usted lo que Jesús les dijo en el evangelio según
San Juan, capítulo 8, versículos 31 al 34, a aquellos judíos que creyeron en Él? "Si
vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: descendientes de
Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: seréis
libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace
pecado, esclavo es del pecado".
Ahora, ¿Cuántos hombres y mujeres son siervos y esclavos de pecado? Hay
millones de personas que son esclavos del pecado. Al pensar en ello, no hay otra
alternativa. Somos, o esclavos del pecado, o esclavos de Cristo. Es paradójico, pero
como esclavos de Cristo, somos en realidad libres. Pablo pidió a los hermanos en
Roma que se presentaran a Cristo mediante un acto de la voluntad. Pasemos ahora
al versículo 20 de este capítulo 6 de la epístola a los Romanos:

"Cuando erais esclavos del pecado, erais libres con respecto a la justicia".

Si usted es creyente, recordará cuando no pensaba en agradar a Cristo; ni pensaba


en servir a Cristo; vivía para agradarse a sí mismo. Era libre con respecto a Cristo.
Y ahora, el versículo 21 nos dice:

"¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis?
Porque el fin de ellas es muerte".

Cuando usted era libre de Cristo su vida era inútil, estéril. Hacía lo que le
agradaban pero, en realidad, aquella no era una libertad verdadera sino
libertinaje. Suponemos que no querría usted volver a aquella clase de vida. Esa es
la diferencia entre un hijo de Dios y alguien que vive en la esfera de influencia del
enemigo de Dios. Al que está alejado de Dios, le agrada hacer lo que al enemigo de
Dios le agrada. Pero esa vida de esclavitud al pecado, le causa angustia al creyente,
al hijo de Dios. El hijo de Dios anhela hacer lo que Dios quiere que haga. Y leamos
ahora, el versículo 22:

"Pero ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis
por vuestro fruto la santificación y, como fin, la vida eterna".

Pablo presentó ante los creyentes la perspectiva feliz que les correspondía como
esclavos de Dios. Eran liberados del pecado, el cual conducía a la muerte, y podían
producir fruto que permanecería para toda la eternidad. Es conmovedor cuando
uno oye contar la historia de misioneros, algunos de ellos muy jóvenes, que en
diversos lugares del mundo dieron sus vidas alegre y gozosamente al servicio de
Jesucristo. Echaron los cimientos de un auténtico crecimiento de la fe cristiana,
donde actualmente existen pujantes comunidades de creyentes. La vida de tantas
personas redimidas constituye un fruto que continúa creciendo y permanecerá
eternamente. Ahora, en el último versículo, la vida eterna fue contrastada con la
muerte. Leamos este versículo 23:

"Porque la paga del pecado es muerte, pero el don de Dios es vida eterna en Cristo
Jesús, Señor nuestro".

El diablo es pagador. Si usted trabaja para él, él se ocupará de que usted reciba el
pago que le corresponde, que es la muerte. Dios, en cambio, no es pagador. Dios es
dador. Su regalo, es contrastado con "la paga del pecado", y es la "vida eterna". Y
usted la recibirá por la fe.

Hay dos respuestas a la pregunta: "¿Vale la pena vivir?" Y para el hombre que
está sirviendo en la nómina del pecado, vendrá su "día de pago". Recibirá
exactamente lo que se le debe, pues, es su sueldo. La única moneda corriente de
curso legal como paga del pecado, es la muerte. Para este hombre, no vale la pena
vivir.

El pobre pecador perdido que ha venido a Cristo para recibir la salvación, ha


recibido el don gratuito de la vida eterna, con todo lo que ella implica. Nuestra
justificación está en Cristo, y nuestra santificación, también está en Cristo.

Y permítanos repetir este versículo 23, versículo final de este capítulo 6 de la


epístola a los Romanos en una versión actualizada. Escribió el apóstol Pablo: "El
pago que da el pecado es la muerte, pero el don de Dios es vida eterna en unión con
Cristo Jesús, nuestro Señor". Usted, estimado oyente, se salva por medio de la fe.
Usted vive la vida cristiana por la fe. La vida cristiana es un andar, cada momento
de la vida, con Cristo Jesús.

Y con esto llegamos ahora a

Romanos 7:1

El tema de la santificación comenzó en la última parte del capítulo 5.


Concretamente, allí se trató la santificación potencial. Después, en el capítulo 6
vimos la santificación como una posición que recibimos por nuestra identificación
con Cristo en Su muerte y resurrección. Pensando en ello, y considerando que no
podemos vivir la vida cristiana por nuestras propias fuerzas, debemos
presentarnos ante Él y el confiar en Él para que Él viva a través de nosotros la vida
cristiana.

Y en este capítulo, hay 2 temas: las trabas del alma salvada y la lucha del alma
salvada. Veremos que la ley mosaica del Antiguo Testamento no puede producir
santificación en la vida del creyente: simplemente restringe su libertad. Y el
creyente tampoco puede producir la santificación en su vida si depende
únicamente de los deseos de su naturaleza nueva. El que usted se limite a expresar
meramente el deseo de vivir para Cristo no le llevará a ninguna parte. Usted
necesita presentarse ante Él reconociendo que está unido al Cristo viviente.

La importancia de este capítulo no permite que sea pasado por alto. El camino que
conduce al capítulo 8 pasa necesariamente por este capítulo 7. Si somos realistas
reconoceremos que la mayoría de nosotros tomaría esa ruta, porque es la más
directa para vivir la experiencia del capítulo 8. La persona que luchaba una
batalla perdida aquí en este capítulo 7 de esta epístola, es la misma persona que
gana la batalla en el siguiente capítulo. Es el cristiano que lucha, el que está en una
posición de oír las nuevas técnicas que Dios ha provisto para vivir la vida cristiana.
El capítulo 7 de esta epístola a los Romanos, no trata la vida cristiana ideal, eso es
seguro, pero sí abre el camino a la mejor experiencia que Dios ofrece.

Muchas almas salvadas tienden la mano para aferrarse a una esperanza. A veces
creen que esa esperanza es la ley. Pero, la ley no es un salvavidas, sino más bien un
saco de cemento, un peso que sólo puede agobiarlas más. Las personas no pueden
vivir así. El resultado de esta esperanza en la ley es que hay multitudes de
creyentes hoy en día, que aceptan la derrota como una experiencia normal de su
vida cristiana. Están satisfechos de ser creyentes tristes, que viven una realidad de
baja calidad, que depende enteramente de su estado de ánimo. Y Dios, estimado
oyente, no quiere que vivamos así.

Esperamos que nuestro estudio de este capítulo 7, pueda guiar a muchos santos del
esfuerzo que sólo produce resultados inútiles, a las amplias perspectivas del
glorioso triunfo que encontramos en el capítulo 8 de esta epístola, triunfo que es
posible por medio del Espíritu Santo. El capítulo 7 de esta epístola a los Romanos,
es la historia de una santificación ineficaz. Nos habla de cómo no hacer las cosas;
pero lo que generalmente sucede es que la mayoría de los creyentes aprenden esto
a través de sus propias y amargas experiencias. La respuesta a la santificación no
se encuentra aquí, pero hay una flecha que señala claramente el camino a seguir.

Hace años apareció una caricatura en un periódico, que creemos sirvió para
ilustrar con exactitud, el contenido de este capítulo 7 de la epístola a los Romanos.
Se veía en esa caricatura a un hombre muy apacible, en una tienda de bricolaje, de
esas que venden toda clase de juegos de herramientas para ir armando cosas uno
mismo. Las manos, los brazos y la cabeza del hombre estaban envueltos en vendas
y el brazo estaba puesto en cabestrillo. Ahora, éste le preguntó al vendedor que
estaba detrás del mostrador: "¿No venden algún juego de herramientas para ir
desarmando algo uno mismo?" Estimado oyente, necesitamos aprender que no
podemos vivir la vida cristiana por nuestro propio poder. Es necesario entregar
nuestras vidas al Espíritu Santo de Dios, y permitir que Él haga por nosotros lo
que no podemos realizar nosotros mismos.

Todos los creyentes, tanto judíos como los que no lo son coincidirán en que la ley
de Moisés es parte de la Palabra inspirada de Dios. Parecería entonces que la ley
debiera tener alguna demanda, algún derecho sobre el creyente, aunque no haya
sido salvado por ella. Y Pablo ahora demostrará que la ley no tiene ningún
derecho, ninguna demanda sobre el creyente. La ley condenó a morir a los
hombres, como podremos ver en 2 Corintios 3:9.

Dios ha provisto otro "modo de funcionar" para el vivir cristiano, el cual es muy
superior a cualquier recurso que la ley exigiera. Ahora, si no le fue posible guardar
la ley al ser humano, entonces, una norma más alta tiene que estar necesariamente
fuera del alcance del hombre. Ése es el tema de este capítulo 7 de la epístola a los
Romanos. El hombre no puede vivir, por sus propias fuerzas, la vida cristiana, y
esto es algo que todo creyente necesita aprender. Leamos, pues, el primer versículo
de este capítulo 7, que inicia el párrafo que trata sobre

Las trabas del alma salvada

"¿Acaso ignoráis, hermanos (hablo con los que conocen de leyes), que la ley tiene
jurisdicción sobre una persona mientras ella vive?"

"¿Acaso ignoráis . . .?" dijo Pablo y es una expresión que aparece muchas veces en
los escritos de Pablo. Alguien ha comentado jocosamente que quizá algunos de los
oyentes de Pablo estaban propensos a estar en esa condición de ignorantes.

Pablo estaba hablando a los que conocían la ley. La ley mosaica había
experimentado un período de prueba de más de un milenio con el pueblo elegido
por Dios, en una tierra que era favorable y adaptable al cumplimiento de esa ley
(porque la ley había sido dada no sólo a un pueblo sino también a una tierra). Sin
embargo, el pueblo de Israel no cumplió la ley. Recordemos que Esteban, primer
mártir de la iglesia cristiana, dijo en su discurso de defensa lo siguiente, registrado
en Los Hechos 7:53, "Vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y
no la guardasteis". Y el apóstol Pedro, como vemos en Los Hechos 15:10, la llamó
un yugo, una carga que ni que los judíos ni sus antepasados habían podido llevar.
Ahora, esta frase dirigida a los que conocían la ley no debiera quedar restringida a
los creyentes judíos de la iglesia de Roma, porque los romanos conocían bastante
sobre la autoridad de las leyes, ya que estaban familiarizados con el sistema legal
del Imperio Romano.

Estimado oyente. Nuestra reflexión final recuerda que Dios provee al ser humano
la posibilidad de vivir una vida de auténtica calidad. Hemos leído acerca de la
discusión de Jesús con los judíos acerca de la libertad y la esclavitud. Al final de
aquel incidente Jesús pronunció las siguientes palabras: "Si el Hijo os libertare,
seréis verdaderamente libres". Le invitamos a disfrutar de este nivel de vida, por
la acción del Espíritu de Dios en todos aquellos que creen en el Señor Jesucristo
como su Salvador.
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Estudio bíblico de Romanos 7:2-10

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Programación diaria

Romanos 7:2-10
Continuamos hoy estudiando el capítulo 7 de esta epístola a los Romanos, que
iniciamos en nuestro programa anterior. En el versículo 1 comenzamos la sección
titulada "las trabas del alma salvada".

Pablo estaba hablando a los que conocían la ley. La ley mosaica había
experimentado un período de prueba de más de un milenio con el pueblo elegido
por Dios, en una tierra que era favorable y adaptable al cumplimiento de esa ley
(porque la ley había sido dada no sólo a un pueblo sino también a una tierra). Sin
embargo, el pueblo de Israel no cumplió la ley. Recordemos que Esteban, primer
mártir de la iglesia cristiana dijo en su discurso de defensa lo siguiente, registrado
en Los Hechos 7:53, "Vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y
no la guardasteis". Y el apóstol Pedro, como vemos en Los Hechos 15:10, la llamó
un yugo, una carga que ni que los judíos ni sus antepasados habían podido llevar.
Ahora, esta frase dirigida a los que conocían la ley no debiera quedar restringida a
los creyentes judíos de la iglesia de Roma, porque los romanos conocían bastante
sobre la autoridad de las leyes, ya que estaban familiarizados con el sistema legal
del Imperio Romano.

Ahora, Pablo hizo uso de una ilustración sobre el matrimonio aunque no trató
sobre ese tema ni el del divorcio; sólo quiso ilustrar el hecho de que, como
creyentes, no estamos bajo la ley. Bien, leamos el versículo 2 de este capítulo 7 de la
epístola a los Romanos:

"La mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el
marido muere, ella queda libre de la ley que la unía a su marido".

Pablo no pretendía darnos instrucciones sobre el matrimonio y el divorcio.


Simplemente usó como base una ley bien establecida y conocida de que una mujer
estaba ligada a un marido vivo y que la muerte la libraba de la normal legal que la
vinculaba a su marido. Éste es un principio universal entre gente civilizada, y el
apóstol Pablo lo usó como una ilustración del creyente y su relación con el
principio de la ley. Continuemos ahora con el versículo 3 de este capítulo 7 de la
epístola a los Romanos:

"sí que, si en vida del marido se une a otro hombre, será llamada adúltera; pero si
su marido muere, es libre de esa ley, de tal manera que si se une a otro marido, no
será adúltera".

Bajo las provisiones de la ley mosaica, un marido infiel tenía que ser apedreado. Y
Pablo no estaba dando instrucciones sobre el divorcio y nuevo casamiento aquí,
pues presentaría estas normas en otro pasaje. El énfasis en este pasaje es que
cuando el marido de la mujer muriera, ya no sería su esposa sino una mujer
soltera nuevamente. Y el apóstol Pablo estaba ampliando la ley para el marido y su
mujer, centrándose en la situación legal de la mujer en el caso de que el marido
estuviera vivo y otra vez en el caso de que muriese. Aquí hace ver claramente el
contraste entre el estado legal de ella, en el caso de que su marido esté vivo, y
nuevamente en el caso de que su marido esté muerto. Era la diferencia entre una
mujer virtuosa y una mujer adúltera. Todo dependía de que el marido estuviera
vivo o muerto. El apóstol Pablo, como ya lo hemos dicho, no está hablando en
cuanto al matrimonio y al divorcio, sino en cuanto al creyente y la vida cristiana.
Leamos ahora el versículo 4:

"Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la Ley al incorporaros a


Cristo, para que seáis de otro esposo, del que resucitó de entre los muertos, a fin de
que llevemos fruto para Dios".
Otra traducción lo expresa así: "Al incorporaros a Cristo, habéis muerto con él a
la ley, para pertenecer así a otro esposo: ahora sois de Cristo. De aquel que
resucitó. De este modo, nuestra vida será útil para Dios".

La esposa representa al creyente en Cristo. El segundo esposo representa a Cristo.


Nosotros estamos unidos a Él. Pero, en esta ilustración, ¿quién era el primer
esposo? Veamos lo que han dicho algunos expositores Bíblicos. El Dr. Sanday,
interpretó al esposo como el antiguo estado antes de la conversión al Cristianismo.
El Dr. Stifler dijo que el primer esposo es Cristo crucificado. Y el Dr. Newell creyó
que el primer esposo representaba a Adán y a nuestra posición en él.

Ahora, nos parece que esta última interpretación se corresponde mejor con el
sentido de la ilustración que Pablo está usando aquí. Recordemos que por toda esta
sección, empezando con el capítulo 5 de esta epístola, el escritor ha presentado dos
supremacías: la de Adán y la de Cristo; el primer Adán y el último Adán; el
primer hombre y el segundo hombre. Estamos unidos a Adán por medio de la vieja
naturaleza. La ley fue dada para controlar a esa vieja naturaleza, pero fracasó a
causa de la debilidad de esa condición humana, de esa naturaleza, como veremos al
llegar al capítulo 8 de esta epístola a los Romanos.

La ley llegó a ser como una piedra de molino colgada al cuello de los israelitas. No
los levantó, sino que los mantuvo en esclavitud por casi mil quinientos años. Las
demandas de la ley tenían que ser satisfechas, pero el hombre no podía
satisfacerlas. En verdad podríamos decir que la ley desempeñó un ministerio de
condenación. Si los no judíos tuviéramos que colocarnos bajo la autoridad de la ley
cuando llegamos a ser creyentes, tampoco habría esperanza alguna para nosotros.

Y el apóstol Pablo dijo que Cristo murió en Su cuerpo, que somos identificados con
Cristo en Su muerte, y que ahora estamos muertos a la ley, y la ley está muerta
para nosotros. Aquel primer esposo era Adán y ya no estamos unidos a él.
Habiéndonos identificados con Cristo en Su resurrección, ahora estamos unidos al
Cristo viviente. Cristo es el segundo marido que nos ayuda a llevar fruto. Ahora ya
no conocemos a Cristo desde un punto de vista humano. Es al Cristo resucitado a
quien estamos unidos. La ley no fue dada al hombre nuevo en Cristo como dijo el
apóstol Pablo en su segunda carta a los Corintios, capítulo 5, versículo 17: "las
cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas" El creyente no está bajo la ley, sino
bajo la gracia, es la declaración verdadera de la Escritura y por lo tanto, debemos
creerla.

Hay muchos creyentes que tratan de vivir cumpliendo la ley, con las fuerzas de su
vieja naturaleza heredadas de Adán. Ese principio de vida vinculado al
cumplimiento de normas, debe ser sepultado, porque el cristiano está unido al
Cristo viviente, y la vida cristiana consiste en agradarle a Él con la fuerza y poder
del Espíritu Santo. Y continuó Pablo diciendo aquí en el versículo 5:

"Mientras vivíamos en la carne, en nuestra naturaleza pecadora, las pasiones


pecaminosas, estimuladas por la Ley, obraban en nuestros miembros llevando
fruto para muerte".
¡Enfrentemos honradamente la realidad! ¿Puede usted cumplir la ley o normas
inspiradas en la misma por sus propias fuerzas? ¿Le ha sido a usted posible
guardar la ley? Esa ley y esas normas fueron como una camisa de fuerza colocada
en la naturaleza humana para controlarla. Esa naturaleza se irritó y rebeló contra
las molestas restricciones impuestas por la Ley. Esa naturaleza no tenía capacidad
ni deseo de satisfacer los requisitos de la Ley. La naturaleza humana quebrantó
esas restricciones de la Ley y sus normas y, en consecuencia, acarreó la pena
irrevocable por incumplir dichas normas. Y continuó Pablo diciendo aquí en el
versículo 6:

"Pero ahora estamos libres de la Ley, por haber muerto para aquella a la que
estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no
bajo el régimen viejo de la letra de la ley".

El Dr. Newell dirige nuestra atención a las paradojas en este pasaje. En el versículo
4 vimos que los creyentes, habiendo muerto, llevan fruto. Aquí han sido puestos en
libertad, y sin embargo, sirven. Antes, el servicio sólo era prestado por obligación.
Era como decir "Debo hacerlo". Ahora el motivo se expresa con la frase "Me
complazco en hacerlo porque quiero agradar a Cristo". El creyente ha sido puesto
en libertad, pero ahora en amor se entrega voluntariamente al Salvador, como
nunca pudo hacerlo bajo la ley.

Debemos servir al Señor porque le amamos. Esto es lo que el Señor quiso decir
cuando habló con Simón Pedro, en el siguiente episodio relatado en el capítulo 21
del evangelio según San Juan: "Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón
Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Por fin Pedro pudo decir,
"Tú sabes, Señor, que te amo, pero tú sabes también que soy un fracasado". Y fue
entonces cuando el Señor pudo decirle que a partir de ese momento, su vida sería
fructífera. Y por ello le dijo: "Apacienta mis ovejas". Y en verdad produjo mucho
fruto, pues, como veremos en el libro de Los hechos de los Apóstoles, en el relato
del comienzo de la primera iglesia cristiana, Pedro fue el hombre que predicó el
primer sermón de la iglesia cristiana en el día de Pentecostés. Fue el hombre que
abriría la puerta a la salvación de los que no eran judíos.

Por lo tanto concluimos que la vida cristiana se define como Cristo viviendo Su
vida a través de nosotros. Nosotros no podemos hacerlo por nosotros mismos,
tampoco por medio del cumplimiento de ciertas normas inspiradas en la ley. Por
supuesto que no hay nada malo en esa ley o en sus normas. El problema somos
nosotros.

Esta es una sección dramática, donde podemos escuchar el llanto de un alma que
lucha. Es como el triste lamento de un ave herida; al volver Pablo en esta sección al
uso de la primera persona. Podemos inferir razonablemente que se trata de su
propia experiencia personal.

Hubo tres períodos en la vida del apóstol Pablo: Primero, hubo el tiempo cuando él
era un fariseo orgulloso, independiente y satisfecho de sí mismo. Se describió en
este período como irreprensible. El guardaba la ley escrupulosamente, observando
todas sus ceremonias. El Segundo período comenzó en el camino a Damasco,
cuando llegó a conocer a Cristo como su Salvador personal. Entonces empezó la
lucha. Trató de vivir la vida cristiana por sus propias fuerzas, pero fracasó
miserablemente. Libró una batalla violenta, pero sufrió un gran fracaso. Luego,
descubrió que no había ningún bien en su naturaleza humana y que tampoco había
poder alguno en su nueva naturaleza. El Tercer período, comenzó con el capítulo
8, cuando salió a la luz de una victoria completa por medio del Espíritu Santo. Y
examinaremos este período en el próximo capítulo de esta epístola a los Romanos.

Ésta no es solamente la experiencia personal y patética del apóstol Pablo, sino la


experiencia común de todos los creyentes. En el libro escrito por Juan Bunyan que
lleva como título "El Progreso del Peregrino", el personaje llamado Cristiano cayó
dentro del Pantano del Desaliento. Pablo fue aquí el cristiano que nos representa.
Pues, todo creyente conoce bien esta lucha interior y la derrota que le sigue.

Estimado oyente, la pregunta de mayor importancia hoy es ésta: ¿Ama al Señor?


¿Qué hará con Cristo, quien murió por usted? El Señor está diciendo a todo
creyente, lo que leemos en el capítulo 14 del evangelio según San Juan, versículo
15: "Si me amáis, guardad mis mandamientos". Ahora, Cristo no solamente murió
para quitar la culpa del pecado, sino también para que pudiéramos ser unidos a
Él. Él vive la vida cristiana a través de nosotros. Nosotros no podemos vivirla
mediante nuestras propias fuerzas. No podemos vivirla tampoco por medio de la
ley y las normas. Y continuó Pablo, aquí en los versículos 7 y 8 y escribió:

"¿Qué, pues, diremos? ¿La Ley es pecado? ¡De ninguna manera! Pero yo no
conocí el pecado sino por la Ley; y tampoco conocería la codicia, si la Ley no
dijera: No codiciarás. Pero el pecado, aprovechándose del mandamiento, produjo
en mí toda codicia porque sin la Ley, el pecado está muerto".

Pablo comenzó su argumento en el versículo 1 del capítulo 6 de esta epístola con la


expresión: "¿Qué, pues, diremos? y también la expresión, "¿Perseveraremos en el
pecado. . .?" Y una vez más encontramos esta pregunta, "¿La ley es pecado?"
Ahora, en la primera parte de este capítulo, Pablo pareció decir que la ley y el
pecado estaban en un pie de igualdad. Si la liberación del pecado significa la
liberación de la ley, entonces, ¿son equiparables? Pablo contestó: "¡De ninguna
manera!" Y entonces mostró que la ley en sí era buena; pues revela la voluntad de
Dios. El problema no está en la ley, sino en nosotros. Es nuestra condición humana
la que tiene la culpa.

Y Pablo asumió aquí un tono muy personal, utilizando en el resto de este capítulo
pronombres personales en primera persona, como "yo", "mí", y "mí mismo";
fueron usados unas cuarenta y siete veces. Esta experiencia fue la lucha que Pablo
tenía dentro de sí mismo. Trató de vivir para Dios en el poder de su nueva
naturaleza. Pero descubrió que era imposible. La ley le reveló a Pablo la maldad
excesiva del pecado. La ley fue como una radiografía de su interior, pues, expuso
los pensamientos e intenciones del corazón. Ésta es la función de la ley. Le quitó el
maquillaje de una buena apariencia exterior, al descubrir la debilidad y la fealdad
de la naturaleza carnal. El apóstol Santiago comparó la Palabra de Dios con un
espejo que revela lo que somos. La culpa no la tiene el espejo, al revelar suciedad y
fealdad, sino la vieja naturaleza heredada de Adán. El espejo revelará una mancha
en la cara, pero no puede quitarla. Y Dios ha provisto un lugar donde se puede
quitar la mancha. Como dice el himno: "Hay un precioso manantial de sangre de
Emmanuel, que purifica a cada cual que se sumerge en él". La ley revela que
somos pecadores. La amonestación o prohibición contenida en la ley deja en claro
la debilidad de la carne o condición humana.

Antes de que yo supiera que era malo codiciar, no sentía ninguna convicción de
pecado. Así que la ley revela lo que es el pecado. El pecado estaba latente hasta que
la ley fue dada. La Biblia sí presenta una norma y guía de conducta que es superior
a la propia invención del género humano. Para el alma ilustrada, la ley contiene
todo el fuego del Sinaí, y el pecado llega a ser sumamente pecaminoso. El pecado
tiene más fuerza que el creyente, mediante la ilustración de la ley. Y la ley produce
un conflicto entre la licenciosa naturaleza pecaminosa y el dador de esa ley. Ahora,
en el versículo 9 de este capítulo 7 de su epístola a los Romanos, escribió Pablo:

"Y yo sin la Ley vivía en un tiempo; pero al venir el mandamiento, el pecado


revivió y yo morí".

Debe notarse que Pablo no estaba discutiendo sobre la ley con relación a la pena
del pecado, sino más bien, la ley como una manera de vida para el cristiano. La ley
no puede salvar, la ley no puede libertar al cristiano de la presencia del pecado.
Toda esta sección trata de encontrar un medio y un poder para el vivir que
contrarrestará el poder del pecado en la vida del creyente.

Ahora, Pablo murió en el sentido de que debido al pecado estaba separado de Dios.
La ley lo ejecutó. Este fue un ataque de sorpresa por la ley, sobre Pablo. Calvino en
su comentario bíblico escribió esta expresión algo poética en cuanto a esta sección:
"La muerte del pecado es la vida del hombre; y a la inversa, la vida del pecado es
la muerte del hombre". Ahora, el versículo 10 dice:

"Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para
muerte"

Ésta es la tragedia de cualquier persona que procure vivir según la ley. No conduce
a la vida. Ahora, es verdad que Dios dijo en cuanto a la ley en Deuteronomio 8.1:
"Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que
viváis. Pero, el guardar las ordenanzas y esos estatutos, resultó difícil. Ahora, la
culpa no se encontraba en la ley. La culpa se encontraba en aquel que creía que la
ley traería vida y poder. La ley no hizo ninguna de las dos cosas; sino que
meramente reveló la debilidad, la incapacidad del hombre y el pecado de la
humanidad. Por eso la ley tuvo un ministerio de condenación y muerte. Si hubiera
habido una ley que produjera vida, Dios la habría comunicado. Evidentemente, la
vida y el modo de vivir cristiano no provienen de la Ley.

Estimado oyente, la vida está personificada en le persona del Hijo de Dios. Si usted
es creyente, debiera recordar las palabras de Jesús registradas en el Evangelio de
Juan 10:10, ofreciéndole los recursos para disfrutar de una vida de plenitud y de
victoria. Dijo Jesús: "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en
abundancia". Y si usted aún no ha confiado en Jesucristo como su Salvador,
recuerde lo que se dice en el Evangelio de Juan 3:36: "El que cree en el Hijo tiene
vida eterna; pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira
de Dios está sobre él".
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CONDICIONES DE USO

Romanos 7:11-25
Continuamos hoy estudiando el capítulo 7 de la epístola del apóstol Pablo a los
Romanos. Y al final de nuestro programa anterior, vimos cual es la tragedia de
cualquier persona que procure vivir según la ley. No conduce a la vida. Ahora, es
verdad que Dios dijo en cuanto a la ley en Deuteronomio 8.1: "Cuidaréis de poner
por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis". Pero, el
guardar las ordenanzas y esos estatutos, resultó difícil. Ahora, la culpa no se
encontraba en la ley. La culpa se encontraba en aquel que creía que la ley traería
vida y poder. La ley no hizo ninguna de las dos cosas; sino que meramente reveló
la debilidad, la incapacidad del hombre y el pecado de la humanidad. Por eso la ley
tuvo un ministerio de condenación y muerte. Si hubiera habido una ley que
produjera vida, Dios la habría comunicado. Evidentemente, la vida y el modo de
vivir cristiano no provienen de la Ley. Y el apóstol escribió aquí en el versículo 11
de este capítulo 7 de Romanos:

"Porque el pecado, aprovechándose del mandamiento, me engañó, y por él me


mató".

En otras palabras, el pecado fue personificado una vez más y esta vez fue
presentado como tentador. El pecado tienta a todo hombre que está fuera del
Huerto de Edén en cuanto a sí mismo y a Dios. Satanás hizo creer al hombre en el
Huerto de Edén que no se podía confiar en Dios y que al ser humano le era posible
llegar a ser dios, aparte de Dios. El pecado hizo creer al hombre que podía guardar
la ley y que no necesitaba a Dios. Ésta es la falsa senda que encontramos en el
versículo 10 y que conduce a la muerte. Había sido ordenada para la vida, pero
Pablo dijo que el había encontrado que le había conducido a la muerte. El pecado,
al fin mataría; porque la ley trajo un conocimiento de pecado y el hombre
quedaba, pues, sin excusa. La dificultad o el problema, repetimos, no radicaba en
la ley, sino dentro del hombre. El problema es un problema humano. Y
continuamos leyendo aquí en el versículo 12 de este capítulo 7 de la epístola a los
Romanos:

"De manera que la Ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y


bueno".

Resulta que el hombre es la "x" en la ecuación de la vida. Él es la cantidad


desconocida, el elemento incierto y en el cual no se puede confiar. En este versículo
Pablo reiteró su tesis de que no hay defecto en la ley. Es santa porque expresa una
parte de la voluntad de Dios. Es una revelación de Dios mismo. Los requisitos de la
ley son justos, porque en su cumplimiento hay gran recompensa. Los requisitos son
buenos en que no hay ninguna intención mala detrás de ellos. Pablo nunca
desestimó la ley, sino que más bien la honró. Y continuó diciendo en el versículo
13:
"Entonces, ¿lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? ¡De ninguna manera!
Más bien, el pecado, para mostrarse como pecado, produjo en mí la muerte por
medio de lo que es bueno, a fin de que el pecado, por medio del mandamiento,
llegara a ser extremadamente pecaminoso".

¿Es ésta una paradoja extraña? ¿Es acaso una perversión de algo bueno? El
mandamiento fue totalmente incapaz de comunicar la vida. El hombre necesitó
disponer del recurso de una ayuda desde afuera porque el mandamiento intensificó
lo terrible que es el pecado. Y el versículo 14 nos dice:

"Sabemos que la Ley es espiritual; pero yo en mi condición humana soy carnal,


estoy vendido como esclavo al pecado".

Es aquí donde comenzó propiamente el testimonio de la lucha personal del apóstol


Pablo. Observemos el uso de las palabras "nosotros" y "yo". La palabra
"sabemos" indica que había un acuerdo general entre los creyentes en cuanto a
este asunto. Ahora, la ley es espiritual en el sentido de que fue dada por el Espíritu
Santo y es parte de la Palabra de Dios. En otras palabras, es una expresión de la
Escritura. El mismo apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 10,
versículo 4, la llamó la Roca Espiritual, porque fue producida por el Espíritu
Santo. Israel en el desierto tuvo alimento espiritual y bebida espiritual en este
sentido, es decir, que el Espíritu de Dios lo proveyó. El apóstol Pablo en su primera
carta a los Corintios, capítulo 10, versículos 3 y 4, dijo: "Y todos comieron el
mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque
bebían de la roca espiritual que los seguía. Y la roca era Cristo". Ahora, las
palabras "Yo soy carnal" en este versículo 14, es traducción de la palabra
"sarkinos", que no se refiere a la carne en los huesos del cuerpo. Nuestro cuerpo es
neutral y puede ser usado para lo que es o bueno o malo. La llamada "carnalidad"
en la Biblia se refiere a la vieja mentalidad y naturaleza que contaminan al ser
humano con el pecado.

Por ejemplo, contemple usted la cara de un bebé y luego contemple aquella misma
cara unos cincuenta años después. El pecado ha escrito sus líneas indelebles aún
sobre la superficie de aquel cuerpo. La carne es inerte, y no tiene ninguna
capacidad o posibilidades hacia Dios. Está dominada por una naturaleza
pecaminosa, las ramificaciones de la cual penetran en los rincones más profundos
del cuerpo y de la mente. El lóbulo frontal del cerebro llega a ser meramente un
instrumento para concebir maldad. Las neuronas motores están listas para
orientar la acción del cuerpo hacia excesos de maldad. Y Pablo describe su
lastimosa condición como la de un esclavo vendido y a merced de un maligno
capataz. Leamos ahora el versículo 15, en un párrafo que podríamos titular

La lucha de un alma salvada

"Lo que hago, no lo entiendo, pues no hago lo que quiero, sino lo que detesto, eso
hago".

Aquí tenemos el conflicto de las dos naturalezas, la vieja naturaleza y la nueva. En


esta sección, el apóstol Pablo se refiere a las dos naturalezas cuando hace uso del
pronombre personal "yo", la naturaleza vieja y la naturaleza nueva. El primer
"yo" se refiere a la naturaleza vieja que procura hacer valer sus derechos. Pablo
estaba tan dominado por la naturaleza vieja que el pecado le impulsaba cual
esclavo a hacer lo que no sabía ni reconocía. "Lo que yo quiero" es lo que la nueva
naturaleza quería hacer, pero la vieja naturaleza se rebelaba. "Lo que detesto" (es
decir, lo que la nueva naturaleza detestaba) eso mismo acababa haciendo bajo el
impulso de la vieja naturaleza.

Este conflicto continúa a través de todo este capítulo. El cuerpo, la mente y el


espíritu del creyente llegan a ser un campo de batalla donde la naturaleza nueva
por su propia fuerza trata de vencer el pecado. ¿Conoce usted, estimado oyente,
algo de esa lucha? ¿Ha tenido usted alguna vez, la experiencia de hacer algo malo,
y después, aborreciéndose por haberlo hecho, por fin clama a Dios y le dice: Ay
Señor, ¡Cómo te he fallado!? Creemos que todo creyente ha tenido repetidas
experiencias como ésa. En esta sección el apóstol Pablo estaba hablando de su
propia experiencia. En nuestro programa anterior destacamos que,
aparentemente, hubo tres períodos en la vida del apóstol Pablo: Primero, hubo un
tiempo cuando él era un fariseo orgulloso, independiente y satisfecho de sí mismo.
Se describió en este período como irreprensible. Pablo guardaba la ley
escrupulosamente, observando todas las ceremonias que él pensó que le mantenían
en una buena relación con Dios. El Segundo período comenzó en el camino a
Damasco, cuando llegó a conocer a Cristo como su Salvador personal. Entonces
empezó la lucha. Trató de vivir la vida cristiana por sus propias fuerzas, pero
fracasó miserablemente. Libró una batalla violenta, pero sufrió un gran fracaso.
Luego, descubrió que no había ningún bien en su vieja naturaleza humana y que
tampoco había poder alguno en su nueva naturaleza. El Tercer período, comenzó
con el capítulo 8, cuando salió a la luz de una victoria completa. Pero Pablo no
ganó esa victoria. Cristo la ganó y Pablo aprendió que el secreto del triunfo estaba
en entregarse a Dios, en presentarse ante Él, permitiendo que Espíritu Santo
produjese en él ese fruto de la vida cristiana. Y continuó diciendo aquí en el
versículo 16 de este capítulo 7 de la epístola a los Romanos:

"Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la Ley es buena".

Cuando la naturaleza vieja quebrantó el mandamiento, en este caso se trataba de


la codicia, entonces la naturaleza nueva estuvo de acuerdo con la ley de que la
codicia era mala. Pablo no estaba luchando contra la ley porque la hubiera
violado. Estaba de acuerdo, como creyente, en que la ley era buena. Ahora el
versículo 17 dice:

"De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que está en mí".

Pablo se dio cuenta de que era la naturaleza vieja o el pecado que moraba en él. En
la Primera Epístola del apóstol Juan, capítulo 3, versículo 9, leemos: "Todo aquel
que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece
en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios". Un cristiano puede cometer
pecado, pero siempre lo aborrecerá. Se repudiará a sí mismo debido al pecado en
su vida. Ahora, en el versículo 18 de este capítulo 7 de la epístola a los Romanos,
leemos:
"Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, en mi débil condición humana, no habita
el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo".

Pablo aprendió dos cosas en esta lucha. La primera fue que no había ningún bien
en él. ¿Ha llegado usted a esa conclusión? Muchos cristianos creen que en su
condición humana pueden hacer algo que agrade a Dios. Están tan ocupados como
las abejas, pero no producen miel. Están ocupados y creen que agradan a Dios,
pero no tienen ninguna relación vital con la persona de Cristo. La vida de Cristo
no se vive en ellos, no se ve en ellos. Tratan de hacer todo con sus propias fuerzas
por medio de la carne. Como resultado, caen en un mero activismo que no produce
un fruto espiritual. No han aprendido, como Pablo aprendió que en su débil
condición humana no habitaba el bien.

Permítame hablarle de una manera personal, estimado oyente. Cualquier cosa que
yo haga en la carne, es decir, con mis propias fuerzas, Dios aborrece, Dios no la
acepta. Si proviene de ese esfuerzo humano únicamente, no es buena. Es una gran
lección y Pablo la aprendió. Recordemos las palabras del Señor Jesucristo en el
evangelio según San Juan, capítulo 3, versículo 6, cuando dijo: "Lo que nace de la
carne, carne es..". Y eso es todo lo que será. No puede ser otra cosa. Luego en la
primera carta del apóstol Juan, capítulo 3, versículo 9, leemos: "Todo aquel que es
nacido de Dios, no practica el pecado". Cuando aceptamos a Jesucristo como
nuestro Salvador, recibimos una nueva naturaleza. Cuando yo peco, estimado
oyente, es la naturaleza vieja, la que actúa. Esa naturaleza nueva no comete
pecado, sino que lo aborrece. Y entonces, esa parte interior de nuestra nueva
naturaleza nos hace sentir pesar y tristeza por lo que hemos hecho.

El apóstol Pablo, como fariseo orgulloso, podía jactarse de que tenía muchas cosas
en las cuales gloriarse. Y cuando escribió su carta a los Filipenses, capítulo 3,
versículos 4 al 6, les dijo: "Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si
alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo
día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la
ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que
es en la ley, irreprensible". Dios le hizo ver que estaba perdido, todo era pérdida,
no había ni una cosa buena. Este versículo fue la respuesta del apóstol Pablo a
quienes esperan exprimir algunas gotas de bondad del hombre natural.

Pablo no sólo descubrió que no había ningún bien en la naturaleza vieja, sino
también descubrió una segunda lección: que tampoco había poder alguno en la
nueva naturaleza. La nueva naturaleza quiere servir a Dios, pero la débil
condición humana del hombre, es decir, su vieja naturaleza carnal, se caracteriza
por su enemistad contra Dios y no está sujeta a la ley de Dios, como veremos en
Romanos 8:7. Y la nueva naturaleza, como hemos dicho, no tiene poder en sí
misma. Por ello, hay muchos cristianos en un estado de frustración, porque no han
podido materializar sus buenos propósitos de servir a Dios, no han podido cumplir
sus promesas, y han sido derrotados en las batallas espirituales.

No podemos ni siquiera hacer el bien que deseamos hacer. Lo único bueno de lo


cual la religión se jacta es meramente una creencia en algo que se desea. Muchas
buenas resoluciones se hacen hoy en día con buena voluntad, pero ésta es una
voluntad realmente humana, que no tiene nada de espiritual, porque muchas veces
es el producto del carácter emprendedor de muchos creyentes, de su entusiasmo
natural y de su actitud positiva frente a la vida en general. Pero el transcurso del
tiempo las dificultades, el cansancio o el desánimo hacen sentir su efecto y
sobreviene el fracaso. Bien, leamos ahora el versículo 19 de este capítulo 7 de la
epístola a los Romanos:

"No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago".

Estimado oyente, ¿ha experimentado usted lo que se describe en este versículo? Es


una descripción de un cristiano anormal o deficiente. Este versículo no sirve para
describir más tarde la vida del apóstol Pablo como misionero. Este pasaje es acerca
de un hombre que todavía lucha en su propia fuerza para producir una vida que
agrade a Dios. Su naturaleza nueva se retira. Su vida es una vida de derrota. Al
parecer, no hubo gozo en la vida del apóstol Pablo inmediatamente después de la
experiencia en el camino a Damasco, donde estuvo tres días sin ver y no comió ni
bebió, como leemos en el libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 9, versículo
9. Ahora, este versículo 19, aquí en el capítulo 7 de la epístola a los Romanos,
revela el contraste y el conflicto entre las dos naturalezas del creyente. Todo
creyente tiene que inclinar la cabeza en vergüenza y disgusto, al ver una
descripción de sí mismo en el pasado. Y leemos ahora, en el versículo 20:

"Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que está en mí".

El apóstol Pablo nos da la descripción gráfica de un villano que había entrado por
la fuerza en la casa de Pablo y lo tenía cautivo. Este extraño era el pecado y era
quien mandaba. Pablo vio que su naturaleza nueva no se comprometía, es decir, no
hacía arreglos con el pecado. Ésta no fue una excusa que Pablo ofreció aquí,
porque su vieja naturaleza era la responsable y la que respondía al pecado. Ahora
en el versículo 21 leemos:

"Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí".

"La ley" que se menciona en este versículo no se refiere a la ley mosaica como
generalmente lo hace. Se trata de un principio, una regla de vida que había sido
extraída de la experiencia de Pablo e incluía la ley mosaica. Estimado oyente. En
cualquier tiempo en que usted haga bien y trate de servir a Dios en el espíritu, su
vieja naturaleza estará allí para tratar de causar maldad. Quizás un pensamiento
malo entrará a su mente. Todo hijo de Dios, no importa su condición o su nivel de
vida espiritual, tiene que admitir que en todo acto y en todo momento la maldad
está presente en él. El no reconocer esta realidad, eventualmente conducirá a la
ruina en la vida cristiana. Escuchemos ahora al apóstol Pablo aquí en el versículo
22 de este capítulo 7 de la epístola a los Romanos:

"Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios"

Ahora, "la ley de Dios" aquí en este versículo, definitivamente se refiere a la ley
mosaica. "El hombre interior" está aquí en contraste con el hombre exterior, y se
refiere a la nueva naturaleza. Ahora, el versículo 23, dice:
"pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que
me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros".

Godet señaló el hecho de que hay cuatro leyes que se mencionan en este versículo y
en el que lo precede. Tres se encuentran en este versículo. Dos son objetivas o sea
que operan fuera del creyente, y son las siguientes:

Primero, La ley de Dios, que vimos en el versículo 22. Ahora, La ley de Dios es el
código de Moisés.

Segundo, La ley del pecado, que estamos viendo aquí en el versículo 23. La ley del
pecado es la naturaleza pecaminosa inherente.

Luego tenemos dos que son subjetivas, es decir, que operan en la vida del creyente,
y son las siguientes:

Primero, La ley de la mente, en este versículo 23. La ley de la mente es el sentido


moral del hombre natural.

Y en segundo lugar, La ley de los miembros, también en este versículo 23. Y la ley
de los miembros es la manera en que los miembros funcionan y se apegan a
nuestra vida material.

Ahora, no hay ninguna habilidad dentro del hombre para escapar a la cautividad
de la ley del pecado. Los refuerzos, entonces, tienen que venir desde afuera.

Uno no se libra de su vieja naturaleza cuando es salvado, y sin embargo, tampoco


hay ningún poder en la nueva naturaleza. Esto hace que el hijo de Dios, que es
honesto, exclame lo que leemos: en el versículo 24:

"¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?"

No fue un no creyente, alguien no salvado el que pronunció esta exclamación. Ésta


fue la experiencia de Pablo como creyente. La palabra "miserable" expresó una
nota de agotamiento a causa de la lucha. Había luchado y como Jacob, en el
Antiguo Testamento, quedó afectado. Y estaba buscando ayuda que le viniese
desde fuera.

Ahora, "este cuerpo de muerte" que él mencionó aquí en este versículo 24, era una
descripción de la costumbre romana de encadenar el asesinado al asesino. Tenía
que llevar consigo el cuerpo en estado de putrefacción como una pena. Qué
descripción horrorosa de este cuerpo en que vivimos. Ahora, recuerde que Pablo
dijo aquí que él era miserable, pero no dijo que era culpable. O sea, que no estaba
buscando una remisión de pecados, sino cómo ser liberado de la servidumbre a la
naturaleza pecaminosa. Y concluyó este capítulo 7, diciendo aquí en el versículo
25:

"¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro! Así que, yo mismo con la
mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne, a la ley del pecado".
El tratar de guardar la ley, viviendo según ella, estimado oyente, conduce sólo al
pecado y la muerte. No habrá ningún fruto en su vida. El versículo 25 es la
respuesta a la llamada de socorro del versículo 24. Dios ha provisto la liberación. Y
esto señala el camino al capítulo 8 de esta epístola a los Romanos, donde la
liberación se presenta con todos sus detalles. La liberación viene mediante nuestro
Señor Jesucristo. La salvación viene por medio de Él, y también el proceso de la
santificación. Cristo ha provisto todo lo que necesitamos.

El apóstol Pablo concluyó este capítulo resumiendo el conflicto que comenzó a


describir en el versículo 7. Y aquí tiene usted el gran principio. Hay dos
naturalezas en cada creyente. En su naturaleza vieja, es decir, en su débil
condición humana, sólo puede servir a la ley del pecado. En su naturaleza nueva, el
apóstol entendía que debía someterse a la ley de Dios. Ahora, una sola
predominará en la vida del creyente. Estimado oyente, le invitamos a confiar en
Cristo como su Salvador y a iniciar una vida de victoria, no en sus propias fuerzas
sino por el poder del Espíritu de Dios.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 8:1-6
Hemos llegado ahora al final del tema de la santificación. En este capítulo tenemos
los temas de la santificación, la seguridad, y la no separación de Dios.
Apreciaremos aquí la santificación poderosa en contraste con la santificación sin
poder. Y en este capítulo 8, veremos la nueva provisión de Dios para nuestra
santificación.

Tenemos aquí lo que podemos denominar como la cumbre de esta epístola a los
Romanos. El comentarista Spencer hizo el siguiente comentario: "Si la Biblia fuera
una anillo, y la Epístola a los Romanos una piedra preciosa; el capítulo 8 sería el
punto resplandeciente de la joya". Ahora, Godet llamó a este pasaje: "Ese capítulo
incomparable". Alguien agregó: "Entramos en este capítulo sin ninguna
condenación y lo cerramos sin separación. Y en el punto medio vemos que todas las
cosas les ayudan a bien a los que aman a Dios". Estimado oyente, quisiéramos
agregar esto. ¿Cómo podríamos tener algo mejor? Encontramos aquí que se le
dará al hijo de Dios gozo y paz en esta vida. El hijo de Dios debe vivir para Dios. El
pecado no debe regir el programa de su vida. Ya se le ha demostrado que no hay
nada en el pecador justificado, que pueda llegar a producir esta situación ideal. Se
demostró en el capítulo 7 que la nueva naturaleza no tenía ningún poder, ni la
vieja naturaleza nada de bueno. ¿Cómo puede entonces el hijo de Dios vivir para
Dios? Y el apóstol Pablo tuvo que pedir ayuda de fuera. Pablo dijo en el versículo
24 del capítulo 7: "¡Miserable de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de
muerte?" ¿Quién me va a capacitar de manera que pueda vivir para Dios?

Y el apóstol Pablo dijo al concluir el capítulo 7: "Gracias doy a Dios, por


Jesucristo Señor nuestro. En conclusión, entiendo que debo someterme a la ley de
Dios, pero en lo débil de mi condición humana estoy sometido a la ley del pecado".
Ahora, el capítulo 8 nos presenta los medios por los cuales se nos asegura la
victoria. Éste es un gran capítulo el que comenzamos hoy, estimado oyente. En los
primeros tres capítulos de la carta a los Romanos, hemos visto a Dios el Padre en la
creación. Luego, desde el capitulo 3, versículo 21, hasta el capítulo 7, vimos a Dios
el Hijo en salvación.

En este capítulo 8, vemos a Dios, el Espíritu Santo en la santificación. El Espíritu


Santo no ha sido mencionado mucho hasta ahora. Sólo hemos visto dos referencias
casuales. Pero ahora en este capítulo se le menciona diecinueve veces.

Aparentemente hemos llegado a un pasaje que es de suma importancia. Quiere


decir, estimado oyente, que si usted y yo queremos hacer en esta vida algo que sea
del agrado de Dios, debemos llevarlo a cabo en el poder del Espíritu Santo. Como
dijo el apóstol Pablo en su carta a los Efesios, capítulo 5, versículo 18: "No os
embriaguéis con vino, pues eso lleva el desenfreno; antes bien sed llenos del
Espíritu". La santificación es la obra del Espíritu Santo en la vida regenerada del
creyente, liberándolo del poder del pecado, incluso ante la misma presencia del
pecado, y obrando la voluntad de Dios en la vida del creyente.

Los primeros versículos de este capítulo 8 de la epístola a los Romanos han sido
llamados por Godet: "La victoria del Espíritu Santo sobre el pecado y la muerte".
Leamos pues el primer versículo:

"Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que
no andan conforme a la débil naturaleza humana, sino conforme al Espíritu".

Estas últimas palabras: "los que no andan conforme a la carne, sino conforme al
Espíritu", no pertenecen a este primer versículo, sino que son parte del versículo
cuatro, donde también podemos leerlas. Aparentemente fueron agregadas por
algún escriba al copiar las Escrituras. Se nos dice entonces, que no tenemos
"ninguna condenación". O sea, que resulta alentador que, a pesar del tremendo
fracaso de Pablo en el capítulo 7, él no perdió su salvación y por eso dijo:
"Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús". Sin embargo, él no
estaba disfrutando de la vida cristiana. Pablo mismo era un fracaso. Y se sentía
como un hombre miserable. Pero Dios quería que él disfrutara de alegría en su
vida. Ahora, ¿Cómo iba él a lograr eso? La respuesta la encontramos aquí en el
versículo 2, que dice:

"Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del
pecado y de la muerte".

Aquí tenemos una declaración muy valiosa. En ella notamos una palabra que se
repite quince veces en el capítulo, esa palabra es "porque". Es el cemento, por así
decirlo, que une todo este pasaje. Y es una palabra que requiere un verdadero
esfuerzo mental. Necesitamos seguir la lógica del apóstol Pablo. Uno de los grandes
expositores de la carta a los Romanos dijo que si usted no encuentra lógico a Pablo,
entonces, no está siguiendo su razonamiento; "la ley del Espíritu" que se menciona
aquí, no sólo quiere decir el principio de una ley, sino también la autoridad que
ejerce el Espíritu. El "Espíritu de vida" quiere decir que el Espíritu Santo trae
vida porque esencialmente es vida. Él es el "Espíritu de vida". Y la expresión "en
Cristo Jesús" da a entender que el Espíritu Santo está completamente unido a
Cristo Jesús, porque el creyente comparte la vida de Cristo. Él libera al creyente.

"La ley del pecado y de la muerte" se refiere a la antigua autoridad que el pecado
tenía sobre nuestra antigua naturaleza, culminando en una separación del
compañerismo o la comunión con Dios. La nueva naturaleza no podía romper esas
cadenas o trabas. Sólo la llegada de una nueva autoridad o poder sería capaz de
lograrlo, es decir, el Espíritu Santo. El Espíritu Santo obra sobre la nueva
naturaleza que ahora está vitalmente unida a la vida de Cristo. El hombre del
capítulo 7, que estaba unido al cuerpo de muerte, está ahora unido también al
Cristo viviente. Veamos ahora lo que dicen los versículos 3 y 4:

"Lo que era imposible para la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios,
enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado,
condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en
nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu".

Otra versión los traduce así: "Porque Dios ha hecho lo que no pudo hacer la ley de
Moisés, que era incapaz de hacerlo a causa de la debilidad humana: Dios envió a
su Hijo, en la misma débil condición del hombre pecador y como sacrificio por el
pecado, para de este modo condenar al pecado en la propia debilidad de nuestra
condición. Y lo hizo para que podamos cumplir lo que la ley exige, pues ya no
vivimos conforme a la naturaleza del hombre pecador sino conforme al Espíritu".
Era imposible para la ley, reproducir justicia en el hombre. Ahora, eso no era un
fallo de la ley. La culpa la tenía el hombre y el pecado que habitaba en su débil
condición humana. La ley era completamente incapaz de producir algo bueno en el
hombre. Por eso el apóstol Pablo pudo decir en el versículo 18 del capítulo 7 de
esta epístola a los Romanos: "Y yo sé que en mí, esto es, en mi débil condición
humana, no mora el bien;" Y eso es lo que la Escritura, la Biblia está diciendo,
estimado oyente. Y eso es verdad. No hay ninguna duda que dice la verdad en
cuanto a usted y en cuanto a mí también. Y esto es porque el hombre está
totalmente afectado por el pecado. Esto no se refiere a alguna persona que vive
cerca de su casa o a algún vecino. Tampoco se refiere a alguien que está viviendo
abiertamente en pecado. Quiere decir que usted y yo somos así. Ahora, el Espíritu
Santo puede hacer lo imposible; el Espíritu Santo puede producir una vida santa
en esta naturaleza humana débil y pecaminosa. Para aclarar un poco esto,
quisiéramos usar una ilustración de la vida diaria. Se trata de un ama de casa. Esta
señora trae del mercado un trozo de carne para asar en el horno. Lo pone en el
horno, porque lo necesita para la comida del mediodía. En eso, suena el teléfono.
Ella va a contestarlo y la conversación se prolonga demasiado. Habla por mucho
tiempo. Pasan los minutos, una hora. Al fin nuestra ama de casa recuerda el asado,
se despide de su amiga y va a verificar el estado de la carne. Hay humo y la carne,
prácticamente, se ha quemado. Abre la puerta del horno y tomando un tenedor
trata de levantar la carne; pero no lo puede hacer. Desesperada ahora, deja el
tenedor a un lado y coge una espátula. Pone la espátula bajo la carne y entonces la
puede levantar y sacar del horno. El tenedor no lo podía hacer porque la carne
estaba demasiado cocinada, estaba demasiado débil para poder ser levantada por
ese instrumento. Sin embargo, la espátula sí pudo hacer el trabajo. No había nada
de malo en el tenedor; era bueno, pero el problema estaba en la carne, que por
haber sido demasiado cocinada había perdido su consistencia. Es por eso que ella
tuvo que usar un nuevo instrumento, es decir, una espátula.

Podemos decir ahora, estimado oyente, que la ley puede compararse a ese tenedor.
No podía cumplir su función porque la carne era débil. No nos podía levantar.
Pero entonces, algo nuevo se presentó. Un nuevo instrumento, por así decirlo. Y es
el Espíritu Santo. Y lo que la ley no podía hacer lo hizo el Espíritu Santo.

Por ello, estimado oyente, usted y yo podemos vivir la vida cristiana basándonos en
este nuevo principio. No es el principio de tratar de ayudarnos a nosotros mismos,
porque eso nunca dará resultado. Y todas esas resoluciones que hacemos cuando
decimos que "vamos a hacer las cosas mejor", nunca dan el resultado esperado.
Todos hemos dicho eso alguna vez, pero, ¿en realidad ha dado buen resultado?
Siempre volvemos a hacer lo mismo. Dios puede hacer esto que es nuevo y
aparentemente imposible, al enviar a Su propio Hijo en la misma condición del
hombre pecador. Cristo tuvo la misma naturaleza nuestra, pero sin pecado.

Veamos ahora lo que dice la Palabra de Dios. En la carta a los Hebreos, capítulo 2,
versículos 14, 16 y 17, leemos: "Así como los hijos de una familia son de una misma
carne y sangre, así también Jesús fue de carne y sangre humanas para derrotar
con su propia muerte al que tenía poder para matar, es decir, al diablo. Pues
ciertamente no vino para ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de
Abraham. Por eso tenía que ser hecho igual en todo a sus hermanos, para llegar a
ser delante de Dios un sacerdote fiel y compasivo, y para obtener el perdón de los
pecados de los hombres por medio del sacrificio".

También leemos en la misma carta a los Hebreos, capítulo 7, versículo 26, estas
palabras: "Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha,
apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos".

Ésta es la forma que Dios utilizó para llegar a las raíces del pecado en nuestros
cuerpos, mentes y espíritus. Él podía venir y ajusticiar la carne pecaminosa en la
cruz para que ésta no tuviera ningún derecho sobre los seres humanos. Dios puede
tratar así, directamente, al pecado. Cristo se identificó con nosotros, estimado
oyente, ¿no le parece que esto muestra Su condescendencia? El pecado ha sido
condenado en nuestros cuerpos. No ha sido retirado. Estos cuerpos tienen que ser
redimidos, levantados como cuerpos espirituales (como dijo Pablo en 1 Corintios
15:44). Y hoy, el Espíritu Santo es el que libera el cuerpo del pecado.

Hay muchas personas que piensan de esta manera: que sería maravilloso, si el
Señor viniera y nos llevara de este mundo controlado por el pecado. Y, por una
parte me gustaría que sucediera ahora mismo. Pero, por otra parte, me gustaría
decir que hay algo ¡más maravilloso todavía! Y eso es el que se le capacite a usted,
estimado oyente, para vivir la vida cristiana en el lugar donde se encuentra ahora
mismo, en un mundo controlado por el pecado. Según Juan 17:15, nuestro Señor
dijo, hablando de los suyos: "No ruego que los quites del mundo sino que los
guardes del mal". Y eso es lo que Dios quiere hacer.

Y ahora dice: "para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros". Esto fue
expresado en voz pasiva para indicar que el Espíritu Santo produce una vida de
obediencia que la ley demandaba, pero no podía lograr. El Espíritu Santo provee el
poder, pero la decisión es nuestra.

El próximo versículo nos introduce a un nuevo enfrentamiento. No es de nosotros


el entablar una lucha. Ahora se trata del Espíritu Santo contra la naturaleza
humana. Escuchemos lo que dijo el escritor aquí en el versículo 5:

"Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del
Espíritu, en las cosas del Espíritu".

Al creyente se le ha dado una nueva naturaleza. Él puede entregarse a esa nueva


naturaleza y ése es un acto de la voluntad. Y ésa es la nueva lucha que se nos
presenta. La expresión bíblica "la carne" describe al hombre natural. El Señor
Jesucristo, en el evangelio según San Juan, capítulo 3, versículo 6, dijo que: "Lo
que es nacido de la carne, carne es". Siempre será carne. Dios no tiene un plan
para cambiar esa débil naturaleza humana. Pero Él brinda algo nuevo. Y la parte
final de ese versículo 6, en el evangelio según San Juan, capítulo 3, dice: "Y lo que
es nacido del Espíritu, espíritu es". Eso es algo diferente.

Tenemos ante nosotros ahora, una nueva lucha. Ya no es la nueva naturaleza del
creyente tratando de vencer al pecado en el cuerpo, sino que es el Espíritu Santo
luchando contra la vieja naturaleza.

Pues, bien, el creyente tiene a su lado al Espíritu Santo para que éste le defienda de
la carne. Yo no puedo vencer la carne. Aprendí eso hace mucho tiempo. Así que
debo confiar en alguien que sí puede hacerlo. Y ese alguien, estimado oyente, es el
Espíritu Santo que reside dentro del creyente. Y Él quiere hacerlo y puede
lograrlo.

La frase "los que son de la carne", es decir, los que viven conforme a la débil
condición humana, describe al ser humano natural. En el segundo capítulo de su
carta a los Efesios, versículos 1 al 3, Pablo dijo: "Y él os dio vida a vosotros,
cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en
otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la
potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los que desobedecen a Dios. De esa
manera vivíamos también todos nosotros en otro tiempo, siguiendo nuestros
propios deseos y satisfaciendo los caprichos de nuestra naturaleza pecadora y de
nuestros pensamientos. A causa de esa naturaleza merecíamos el terrible castigo de
Dios, igual que los demás". Ésa era nuestra condición hasta que fuimos salvados.

Y la carne incluye también la mente. En su carta a los Colosenses, capítulo 1,


versículo 21, Pablo dijo: "Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños
y enemigos por vuestros pensamientos y por vuestras malas obras, ahora Cristo os
ha reconciliado". Esto incluye toda la personalidad que está completamente
alejada de Dios. Y en su primera carta a los Corintios, capítulo 2, versículo 14, nos
dijo: "Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios,
porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir
espiritualmente".
Esta clase de gente busca, lucha, y hasta ha puesto sus corazones en las cosas de la
carne. Y ésa es su manera de vivir, y las obras de la débil condición humana son
manifiestas. Usted lo puede leer por sí mismo en la carta a los Gálatas, capítulo 5,
versículos 19 y 20. Y en Colosenses 3:8 se habla de: "ira, enojo, malicia, blasfemia,
palabras deshonestas de vuestra boca". Eso es lo que el Señor Jesucristo dijo
también en el capítulo 15 del evangelio según San Mateo, versículo 19; "Porque del
corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las
fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias".

Aunque es humillante, debemos reconocer que el hijo de Dios retiene su naturaleza


heredada del primer ser humano. El vivir dominado por la débil condición
humana significa derrota y muerte. Ningún hijo de Dios puede tener una vida
abundante en Cristo viviendo por las cosas de la carne, de su vieja naturaleza. El
hijo pródigo, como vemos en la parábola relatada en Lucas 15, puede ir a parar a
una pocilga, pero nunca será feliz si permanece allí. Tendrá el deseo de salir y de
volver a su padre.

La otra clase de gente es la formada por aquellos que según el Espíritu, han nacido
de nuevo, han sido regenerados, en ellos reside el Espíritu Santo de Dios, y aman
las cosas de Dios. Y el apóstol Pablo dijo en su carta a los Colosenses, capítulo 3,
versículo 1: "Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba,
donde está Cristo sentado a la diestra de Dios". Y el versículo 2 sigue diciendo:
"Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra". Más adelante en este
mismo capítulo 3 de la carta a los Colosenses, versículo 12, el apóstol continuó
dando más instrucciones para el creyente y dijo: "Vestíos, pues, como escogidos de
Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de bondad, de humildad, de
mansedumbre, de paciencia. . ". Éstas son algunas de las cosas que podemos leer
allí y ¡cuán maravillosas son! Éstas son las actitudes que anhela y busca el hijo de
Dios. Pero, no las podemos lograr por medio de nuestro propio esfuerzo. Las
logramos, solamente, cuando dejamos que el Espíritu de Dios obre en nuestras
vidas. Veamos ahora lo que dijo Pablo aquí en el versículo 6 de este capítulo 8 de la
epístola a los Romanos:

"El preocuparse de la carne, sólo de lo que es humano, lleva a la muerte, pero el


preocuparse de las cosas del Espíritu lleva a la vida y la paz".

El pensamiento de la carne "lleva a la muerte". Y esto quiere decir simplemente


que usted está separado de la comunión y del compañerismo con Dios. Y se refiere
a la muerte aquí y ahora. El Espíritu, sin embargo, mora en el creyente y le trae
vida y paz. Usted puede notar que aquí "muerte" significa estar separado de Dios
y todo lo que ello implica.

Cuando nosotros pecamos, estimado oyente, debemos confesar nuestros pecados y


ser restaurados a la comunión.

Ahora, la palabra "vida" aquí, habla de una satisfacción completa y del ejercicio
total de las capacidades de una persona. ¡Ah!, si pudiéramos vivir esta "vida" en
toda su plenitud. Muchos creen que están viviendo esa clase de vida pero, en
realidad, están experimentando una sustitución de mala calidad de la vida que
Dios quiere proveer.
Y la palabra "paz", quiere decir que usted puede disfrutar de tranquilidad y
bienestar en lo que concierne al presente y al futuro. Estimado oyente, cuánto
necesitamos nosotros entrar en esa zona donde podamos disfrutar de esa "paz".

Una cosa es segura. Si usted es un hijo de Dios y está viviendo controlado por su
naturaleza humana, no está teniendo una relación de comunión o compañerismo
con Dios. El Señor Jesucristo le dijo al apóstol Pedro cuando se encontraban en el
aposento alto, allá en el capítulo 13, del evangelio según San Juan, versículo 8: "Si
no te lavare, no tendrás parte conmigo". Dios no tendrá esa relación de
compañerismo con usted, si está persistiendo en cometer un pecado. Claro que
alguien preguntará: ¿y entonces, qué debo hacer? Pues lo que hizo el apóstol
Pedro, que permitió que el Señor le lavara los pies. Usted y yo, en tal caso,
necesitamos confesar nuestro pecado. En 1 Juan 1:9, dice: "Si confesamos nuestros
pecados..". Y, ¿a quienes se refiere? Pues a nosotros, los cristianos. Y continuó
diciendo que "Él es fiel y justo para perdonar", en base a la sangre de Cristo.
Usted y yo, estimado oyente, tenemos que tener conciencia del carácter malvado de
nuestra naturaleza, asumiendo nuestra condición real. De esa manera, podemos
acercarnos a Dios para que nos limpie. De esa manera disfrutaremos de esa
calidad de vida que Dios quiere que vivamos en toda su plenitud.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 8:6-14
Volvemos hoy al octavo capítulo de la epístola del apóstol Pablo a los Romanos.
Comenzaremos con el versículo 7, pero antes de hacerlo quisiéramos mencionar
una vez más, que nos encontramos en una sección muy importante. Quisiéramos
que usted notara los diferentes temas tratados en las divisiones de este capítulo 8
de esta epístola a los Romanos. En su segunda epístola a los Corintios, capítulo 5,
versículo 17, escribió el apóstol Pablo: "Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son
hechas nuevas". Hemos podido ver eso al comienzo, ahora tenemos una nueva ley.
Y ésa es la ley del Espíritu viviente. Él no obra en una manera descuidada.
También vimos al Espíritu Santo, frente a la ley, la ley mosaica, o cualquier
principio de ley. Y que para vivir la vida cristiana necesitamos al Espíritu Santo.
Estamos implicados hoy en una lucha completamente nueva, no podemos
evadirnos de ella. Pero gracias a Dios que si nosotros no podemos triunfar, el
Espíritu Santo sí puede vencer a la débil condición humana. Ahora, en esta nueva
división del capítulo enfrentamos una nueva lucha.

Y quisiéramos repasar primero algo de lo que hablamos anteriormente. Volvamos


al versículo 5 de este capítulo 8, y leamos: "Porque los que son de la carne piensan
en las cosas de esta débil condición humana; pero los que son del Espíritu, en las
cosas del Espíritu". En otras palabras, los que están en la carne acatan las cosas de
esa naturaleza. Ya hemos visto eso también en el capítulo 6 de esta misma carta a
los Romanos. Hay algunos creyentes en nuestros días que dicen: "Bueno, yo
simplemente tengo que hacer esas cosas; vivo de acuerdo con mi naturaleza
humana". Estimado oyente, si usted vive en la carne y obedece las cosas de esa
naturaleza siempre, y la nueva naturaleza no le reprende; entonces, no debe tener
la nueva naturaleza. ". . . pero los que son del Espíritu", continúa el versículo,
atienden a "las cosas del Espíritu". Usted ha recibido una nueva naturaleza, y
usted puede entregarse a esa nueva naturaleza. Es un acto de su propia voluntad.
Y ésta es la nueva lucha que se nos presenta aquí. Leamos otra vez el versículo 6:

"El preocuparse de la carne, sólo de lo que es humano, lleva a la muerte, pero el


preocuparse de las cosas del Espíritu lleva a la vida y la paz".

El pensamiento de la carne "lleva a la muerte". Y esto quiere decir simplemente


que usted está separado de la comunión y del compañerismo con Dios. Y se refiere
a la muerte aquí y ahora. El Espíritu, sin embargo, mora en el creyente y le trae
vida y paz. Usted puede notar que aquí "muerte" significa estar separado de Dios
y todo lo que ello implica.

Cuando nosotros pecamos, estimado oyente, debemos confesar nuestros pecados y


ser restaurados a la comunión.

Ahora, la palabra "vida" aquí, habla de una satisfacción completa y del ejercicio
total de las capacidades de una persona. ¡Ah!, si pudiéramos vivir esta "vida" en
toda su plenitud. Muchos creen que están viviendo esa clase de vida pero, en
realidad, están experimentando una sustitución de mala calidad de la vida que
Dios quiere proveer.

Y la palabra "paz", quiere decir que usted puede disfrutar de tranquilidad y


bienestar en lo que concierne al presente y al futuro. Estimado oyente, cuánto
necesitamos nosotros entrar en esa zona donde podamos disfrutar de esa "paz".

Una cosa es segura. Si usted es un hijo de Dios y está viviendo controlado por su
naturaleza humana, no está teniendo una relación de comunión o compañerismo
con Dios. El Señor Jesucristo le dijo al apóstol Pedro cuando se encontraban en el
aposento alto, allá en el capítulo 13, del evangelio según San Juan, versículo 8: "Si
no te lavare, no tendrás parte conmigo". Él no tendrá esa relación de
compañerismo con usted, si está persistiendo en cometer un pecado. Claro que
alguien preguntará: ¿Y entonces, qué debo hacer? Pues lo que hizo el apóstol
Pedro, que permitió que el Señor le lavara los pies. Usted y yo, en tal caso,
necesitamos confesar nuestro pecado. En 1 Juan 1:9, dice: "Si confesamos nuestros
pecados..". Y, ¿a quienes se refiere? Pues a nosotros, los cristianos. Y continuó
diciendo que "Él es fiel y justo para perdonar", en base a la sangre de Cristo.
Usted y yo, estimado oyente, tenemos que tener conciencia del carácter malvado de
nuestra naturaleza, asumiendo nuestra condición real. De esa manera, podemos
acercarnos a Él para que nos limpie.

El Dr. Newell ha hecho algunas declaraciones significativas y quisiéramos


compartirlas con usted. Él dijo: "El tratar de mejorar es dejar de vernos en Cristo
solamente". Se trata de esa idea que tenemos de querer ser mejores. Usted sabe
que no lo es. Necesita verse hoy mismo en Cristo para darse cuenta de que sólo el
Espíritu de Dios puede hacerlo en usted. Luego el Dr. Newell continuó diciendo:
"El desilusionarse de uno mismo quiere decir que usted ha creído en sí mismo".
Quizá alguien diga: "Estoy tan desilusionado de mí mismo". Y esto de quedar
defraudado de uno mismo es bueno, porque nos confirma que no hay nada bueno
que pueda salir de esta débil condición humana. No crea más en usted mismo,
estimado oyente. Crea que el Espíritu de Dios hoy le puede ayudar, a través de la
nueva naturaleza, a vivir para Dios. Y también dijo el citado expositor Bíblico: "El
sentirse desanimado, implica incredulidad". Algunas personas enfatizan el estado
decaído de su ánimo ¿Sabe una cosa? Eso quiere decir que no confían en Dios. Dios
tiene un propósito, un plan, una bendición para usted. Y usted necesita aferrarse a
este propósito. Y una última frase expresa lo siguiente: "Ser orgulloso, es una
forma de ceguera". Nosotros no tenemos ninguna posición ante Dios. Estimado
oyente, usted debe verse tal cual lo ve Dios. Alguien ha dicho que, "Si pudiéramos
vernos como nos ve Dios, no nos podríamos tolerar".

Leamos ahora los versículos 7 y 8, en cuales dijo Pablo:

"Por cuanto los designios de la carne, o débil condición humana, son enemistad
contra Dios, porque no se sujetan a la Ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que
viven sometidos a los deseos de esa condición humana no pueden agradar a Dios".

Este versículo revela cuán desesperadamente incorregible y totalmente miserable


es la débil condición humana. Y esa naturaleza antigua es una anarquista
espiritual. Y esto, creemos nosotros, destruye cualquier teoría de que el hombre
tiene en sí mismo una chispa divina, y que de una u otra manera tiene una secreta
inclinación hacia Dios. La verdad estimado oyente, es que el hombre es enemigo de
Dios. No sólo está muerto espiritualmente en su pecado y maldad sino que está
activo en su rebelión contra Dios. El hombre incluso se vuelve religioso para poder
estar lejos del Dios viviente y de la persona de Jesucristo. Si el hombre en su
condición natural fuera llevado al cielo, comenzaría una rebelión. Jacob en su
condición natural se vio envuelto en una lucha, relatada en el capítulo 32 del libro
de Génesis, versículo 24. Él no la buscó, pero respondió luchando cuando Dios
luchó con él. Y no fue sino hasta que Jacob cedió, hasta que él se entregó, que pudo
vencer.

Cualquier cosa producida por la carne, es decir, por esa naturaleza humana, no es
aceptable ante Dios. Las llamadas obras buenas, la civilización, la cultura, el
alardeado progreso resultan inaceptables. Incluso las actividades religiosas
realizadas en la tibieza e indiferencia de la naturaleza humana, sólo provocan un
malestar en Cristo, como podemos ver en las palabras de condenación dirigidas, en
el libro de Apocalipsis 3:15 y 16, a la iglesia de Laodicea.

Nos preguntamos si estamos dispuestos a aceptar la opinión de Dios sobre nuestra


jactancia. Porque éste es un terrible cuadro del hombre pero, es preciso. Sin
embargo, hay liberación en el Espíritu de Dios. ¿No estaría dispuesto, estimado
oyente, a darle la vuelta a esta situación sometiéndola al Espíritu Santo, dejando de
confiar en su naturaleza humana débil y controlada por el pecado?

Veamos ahora lo que el apóstol nos dijo aquí en el versículo 9 de este capítulo 8 de
su Epístola a los Romanos:

"Pero vosotros no vivís según los deseos de la carne o naturaleza humana, sino
según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios está en vosotros. Y si alguno no tiene
el Espíritu de Cristo, no es de él".
Note aquí la palabra "si", ese si condicional no está en realidad en el original.
Ahora, Pablo no estaba dudando de la salvación de los romanos. Ellos eran salvos.
Pero lo que él estaba diciendo se podría expresar de la manera siguiente, "Mas
vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios
mora en vosotros". Ésa es la prueba verdadera.

"Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él". La verdadera prueba del


que ha sido renacido por el Espíritu, del creyente genuino, es la presencia del
Espíritu de Dios morando en él. Y Pablo se podía dirigir a los creyentes carnales de
Corinto diciendo lo que encontramos en su Primera Carta a los Corintios capítulo
6, versículo 19: "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el
cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?"
Cuando Pablo fue a visitar a los efesios por primera vez, estos le dijeron que ellos
eran creyentes, pero él notó que faltaba algo, la señal distintiva del creyente. Así
que les preguntó lo que leemos en el capítulo 19 de los Hechos de los Apóstoles,
versículo 2: "¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni
siquiera hemos oído que hubiera Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues,
fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan". Ahora, el bautismo de
Juan era sólo de arrepentimiento, no era de fe en el Señor Jesucristo. Y entonces
Pablo comenzó a predicarles a Cristo. Entonces ellos le recibieron y fueron
bautizados en Su nombre y "vino sobre ellos el Espíritu Santo", como quedó
registrado en el capítulo 19 de los Hechos de los apóstoles, versículo 5. Un creyente
es una nueva creación. ¿Ama usted al Señor? ¿Desea servirle? ¿Están estas
verdades por encima de todo en su mente y corazón? ¿O está usted en una actitud
de rebelión contra Dios? Veamos ahora el versículo 10.

"Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del
pecado, pero el espíritu vive porque Dios os ha declarado justos".

Lo que Pablo está diciendo aquí, estimado oyente, es que si usted y yo estamos
unidos a Cristo, cuando dice que Él murió, quiere decir que nosotros también
morimos. Tenemos que reconocer esto. Ya lo hemos visto antes. Tenemos que
rendirnos, es decir, presentarle nuestros cuerpos. Es por eso que el apóstol Pablo
pudo decir en su carta a los Gálatas, capítulo 2, versículo 20: "Con Cristo estoy
juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo
en el cuerpo, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí
mismo por mí".

Yo creo que el creyente que no está consciente de la presencia del Espíritu de Dios
en su vida y no tiene el deseo de servir a Dios, debería leer y hacer lo que Pablo
sugirió en su segunda carta a los Corintios, capítulo 13, versículo 5: "Examinaos a
vosotros mismos para ver si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os
conocéis a vosotros mismos? ¿No sabéis que Jesucristo está en vosotros? ¡A menos
que estéis reprobados!" Y el Señor quiere que nosotros sepamos que estamos
unidos a Cristo. En su segunda carta a los Colosenses, capítulo 1, versículo 27,
Pablo dijo: "...a quienes Dios quiso dar a conocer la riquezas de la gloria de este
misterio entre los que no son judíos, que es Cristo en vosotros, esperanza de
gloria".
Y si usted no se encuentra seguro de que Cristo está en usted, Él le extiende ahora
la invitación de Apocalipsis, capítulo 3, versículo 20, que dice: "He aquí, yo estoy a
la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con
él, y él conmigo". Estimado oyente, ¿Está su puerta abierta? ¿Ya ha entrado
Cristo? El cuerpo ha sido puesto en el lugar de la muerte. Y eso es algo que el hijo
de Dios tiene que reconocer y debe entregar su vida al Espíritu de Dios diciéndole
definitivamente: "Yo no puedo Señor, pero Tú lo puedes hacer a través de mí".
Veamos ahora el versículo 11 de este capítulo 8 de la epístola a los Romanos:

"Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús está en vosotros, el
que levantó de los muertos a Cristo Jesús dará nueva vida también a vuestros
cuerpos mortales por su Espíritu que está en vosotros".

Estos cuerpos que usted y yo tenemos deberán ser puestos en la tumba uno de estos
días, si el Señor no viene antes. Sin embargo el Espíritu Santo que habita en ellos
es nuestra garantía, nuestra seguridad de que nuestros cuerpos serán resucitados
de los muertos. Porque Cristo fue resucitado de los muertos, nosotros mismos
seremos resucitados también. El Espíritu Santo nos librará de este cuerpo
destinado a la muerte, de esta vieja naturaleza. Usted puede leer en cuanto a esto,
en la segunda carta del apóstol Pablo a los Corintios, capítulo 5, versículos 1 al 4.
Sigamos adelante ahora, leyendo el versículo 12:

"Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a
los deseos de la débil condición humana"

En otras palabras, no debemos vivir aquí conforme a los deseos de esa vieja
naturaleza o condición humana. Dios creó al hombre con cuerpo, alma y espíritu.
Y cuando el hombre pecó su espíritu murió inmediatamente en relación con Dios.
Porque Dios advirtió en el capítulo 2 de Génesis, versículos 16 y 17: "De todo árbol
del huerto podrás comer; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no
comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás". Ahora, después de
que Adán comió del fruto, vivió unos 900 años, físicamente. Pero desde un punto
de vista espiritual, sí murió inmediatamente. El cuerpo, la naturaleza humana se
convirtió en la fuerza dominante. Hoy el ser humano está espiritualmente muerto.
La regeneración significa que su ser nace otra vez, espiritualmente, y que usted
recibe una naturaleza que quiere servir a Dios.

Por todo ello, lo importante es permanecer cerca de Cristo. Incluso un cristiano


hiperactivo, implicado en actividades cristianas, puede vivir a una gran distancia
de Cristo, espiritualmente hablando, ajeno a una relación de compañerismo con
Él. Y Pablo dijo aquí en este versículo 12, que nuestro deber no consiste en vivir
conforme a los deseos de la débil condición humana. No tenemos ninguna deuda
con esa vieja naturaleza. Aquellos que se han entregado al control de esa
naturaleza para satisfacer sus deseos, han alcanzado los mayores extremos de
inmoralidad. Prestemos atención ahora al versículo 13 de este capítulo 8 de la
epístola a los Romanos:

"porque si vivís conforme a esos deseos, moriréis; pero si por el Espíritu los hacéis
morir, viviréis".
Observemos que dice que vivir conforme a los deseos de esa naturaleza humana
débil y controlada por el pecado, implica la muerte espiritual en relación con Dios.
Es decir, que no hay comunión con Él. No estamos hablando aquí en términos
teóricos. Si usted, estimado oyente, es un hijo de Dios, ya sabe esto por experiencia.
Si siendo un hijo de Dios usted tiene en su vida un pecado no confesado, ¿tiene
usted deseos de unirse a la comunidad de los creyentes en la iglesia? ¿Quiere usted
leer su Biblia? ¿Tiene deseos de orar? Por supuesto que la respuesta a todas estas
preguntas es negativa. Porque usted se encuentra separado de una relación de
compañerismo con Dios. Sin embargo, en este versículo dice que si por medio del
Espíritu hace usted morir esos deseos de la vieja naturaleza, hay para usted una
promesa de vida auténtica, de verdadera calidad de vida.

Veamos entonces, ¿cuál es su problema? ¿Cuál es su duda? Seamos prácticos.


Cualquiera que sea el pecado, el problema, o las dudas, ¿por qué no lo confiesa a
Dios, colocándolo bajo el control del Espíritu Santo? Ninguna persona le resultaría
de ayuda espiritual, porque incluso podría transferir su complejo de culpa a otra
área de su vida, sin que usted se librara realmente de ese pecado. Cristo, estimado
oyente, Cristo es el Único que lo puede eliminar de su vida. Ésa es su labor. Jesús
dijo: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré
descansar". De esta manera usted sabrá por experiencia lo que es tener los pecados
perdonados.

Comenzamos ahora una nueva división con el versículo 14, que tiene que ver con la
naturaleza del hombre. Leamos ahora el versículo 14, para iniciar esta sección
titulada

El nuevo hombre

"Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios".

Esto tiene sentido, ¿verdad? Dios no empuja a sus ovejas, Él las guía. Cuando
nuestro Señor hablaba de la seguridad y protección de sus ovejas, dejó bien claro
que ellas no eran forzadas u obligadas a hacer Su voluntad o la del Padre. Él dijo
en el evangelio según San Juan, capítulo 10, versículo 27: "Mis ovejas oyen mi voz,
y yo las conozco, y ¿las empujo?" No, no dice eso. Dice: "y me siguen". Ellas son
las que están seguras y protegidas. Ellas siguen a Cristo. Son guiadas por el
Espíritu de Dios. Oyen Su voz porque tienen una nueva naturaleza y, por lo tanto,
le siguen. Como predicador siempre tengo el privilegio de exponer la Palabra de
Dios. Y aquellos que son Sus ovejas escuchan Su voz. ¿Y los otros? Ellos la odian.
Ellos se oponen a esa Palabra divina. ¿Sabe usted por qué, estimado oyente?
Porque no son Sus ovejas. Cristo dijo en el capítulo 15, del evangelio según San
Juan, versículo 18: "Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a
vosotros".

Y ya que hemos concluido citando a Jesucristo como el Pastor, sería bueno


recordar lo que dijo cuando se expresó como un pastor. En el citado capítulo 10 de
Juan, versículos 11 y 18, dijo: "Yo soy el buen pastor, el buen pastor su vida da
por las ovejas. . . Nadie me quita la vida, sino que la doy por mi propia voluntad.
Tengo poder para ponerla y tengo poder para volverla a tomar". Estimado oyente,
le invitamos a recurrir a este Pastor que se entregó voluntariamente a la muerte
por usted, y que resucitó con poder. Si usted por la fe cree en Él, Él comenzará a
transformar su vida en este mundo por el poder del Espíritu Santo, y cuando
llegue el momento de partir de este mundo, comenzará usted a disfrutar de la vida
eterna.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 8:15-27
Continuamos hoy estudiando el capítulo 8 de la epístola a los Romanos. Y en
nuestro programa anterior comenzamos una nueva división con el versículo 14,
donde tenemos un nuevo hombre, como hijo de Dios. Y vimos que el Señor no
empuja a Sus ovejas, sino que las guía. Recordamos cuando nuestro Señor
Jesucristo hablaba de la seguridad y protección de Sus ovejas. Él dejó bien claro el
punto de que ellas no son forzadas u obligadas a hacer Su voluntad. En el
evangelio según San Juan, capítulo 10, versículo 27, el Señor Jesucristo dijo: "Mis
ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen". Ellas son las que están seguras y
protegidas y siguen a Cristo. Son guiadas por el Espíritu de Dios y le siguen,
escuchan Su voz. Tienen una nueva naturaleza. Siempre que tengo el privilegio de
exponer de la Palabra de Dios, hay quienes escuchan Su voz. Pero, asimismo hay
otros que odian la Palabra de Dios, porque no son Sus ovejas. El mismo Señor
Jesucristo dijo en el evangelio según San Juan capítulo 15, versículo 18: "Si el
mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros".
Ahora, en el versículo 15 de este capítulo 8 de la epístola a los Romanos leemos:

"Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino
que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!"

Nosotros no experimentamos ese temor, preocupándonos sobre nuestra condición


espiritual, tristes y desalentados. En cambio, usted puede estar lleno de gozo
porque es hijo de Dios. Y el Espíritu de Dios lo llena a uno de tal manera que le
hace exclamar: ¡Abba, Padre! Ahora, esa palabra aramea "Abba" no ha sido
traducida nunca. Los traductores al principio tenían gran reverencia por la
Palabra de Dios, creyendo firmemente que era la Palabra de Dios, y por tanto
nunca la tradujeron. Nos dicen que es un término muy íntimo. Se podría traducir
como "mi Papá". Pero, estimado oyente, uno nunca habla de Dios de esa manera,
¿verdad? Nosotros no solemos utilizar esta palabra con referencia a Dios ante el
riesgo de dirigirnos a Él con excesiva familiaridad. Pero esta palabra expresa un
clamor del corazón, especialmente en tiempos de angustia. Dice el versículo 17:

"El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios".

Nos cuenta un amigo lo que él pensaba la primera vez que tuvo que ser internado
en un hospital. Dice que volvió su rostro hacia la pared y habló como lo hizo el rey
Ezequías, y dijo: "Señor, he visitado este hospital muchas veces, he tenido en mis
manos las manos de los enfermos y he orado con ellos, y les he dicho: Confíe en el
Señor, Él le ayudará. Les dije eso Señor, pero ahora es la primera vez que me toca
a mí estar aquí. Quiero saber si es verdad o no. Quiero que me lo muestres de una
manera real. Si Tú eres mi Padre, quiero saberlo". Y realmente, lo sintió como una
experiencia real, gracias a la obra del Espíritu Santo en él. Y ésa es una
experiencia posible para todos los creyentes. Y para usted también, estimado
oyente.

Bien, continuando ahora nuestro estudio aquí en este capítulo 8 de la epístola a los
Romanos, leamos el versículo 17:

"Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es


que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él estemos en su
gloria".

Deberíamos decir aquí, "ya que sufrimos con él". Estimado oyente, ¿está pasando
usted por alguna experiencia de sufrimiento por causa de Cristo? Pablo mostró
que nuestro sufrimiento aquí es algo leve, liviano. Hay algo de mucho más peso, un
peso de gloria eterna que nos llegará algún día. Pensamos que muchos de nosotros
cuando lleguemos a la eternidad, quizás desearemos haber sufrido un poco más
por Él, porque ésa es la manera por la cual Él nos educa, nos prepara. El escritor
de la carta a los Hebreos, dijo en el capítulo 12 de esa carta, versículo 6: "Porque el
Señor al que ama, disciplina". Algunos de los hijos de Dios están sufriendo mucho
hoy en día.

Bien, comenzamos ahora una nueva división en este capítulo 8 de la epístola a los
Romanos. El tema es

Una nueva creación

Lo antiguo frente a lo nuevo. La esclavitud ante la libertad. Y esto está


comprendido entre los versículos 18 hasta el 22. Todo es nuevo en este capítulo.
Como ya hemos indicado anteriormente, eso lo podemos apreciar como algo de
gran valor. Hemos visto la nueva ley, la nueva lucha, el nuevo hombre, la nueva
creación y el cuerpo nuevo; también el nuevo propósito de Dios y la nueva
seguridad del creyente. Todo ha sido hecho nuevo cuando estamos en Cristo Jesús.
Y de Él hemos estado hablando.

No sólo los cuerpos de los creyentes serán redimidos, sino que todo este universo
físico, esta tierra en la que usted y yo habitamos también será redimida, como
podremos ver más adelante. Ése es el propósito de Dios, y Él lo llevará a cabo. En
realidad cambiaremos esta tierra vieja por una tierra nueva, recibiremos un nuevo
modelo de tierra, por decirlo así; donde no habrá más pecado, ni maldición por
causa del pecado, y éste no volverá sobre ella. ¡Viviremos así una maravillosa
experiencia!

Cuando estábamos estudiando el libro de Los Hechos alguien dijo: "Yo creo que
hay sanidad en la expiación". Y cuando le contestamos que creíamos lo mismo, esa
persona se sorprendió. No sólo hay sanidad en la expiación que Cristo hizo a favor
nuestro, sino que allí se encuentra también un nuevo cuerpo y un nuevo mundo;
todo ello debido a la expiación de Cristo.
Pero, esto no es aún una realidad. Las instituciones de representación ciudadana y
las organizaciones internacionales han estado tratando por muchos años que ese
mundo fuera una realidad, pero cada vez se hace más evidente que no lo tenemos,
ni lo tendremos por los recursos humanos actuales. Pero Cristo lo hará una
realidad por medio de Su redención. Yo tendré un cuerpo nuevo. Y pensar en eso,
estimado oyente, me alegra muchísimo. Este cuerpo que ahora tengo se está
gastando progresivamente y me gustaría poder cambiarlo por uno nuevo. Eso será
una realidad. También lo será la sanidad. La tenemos entre nosotros hoy pero no
en la medida que la quisiéramos tener. Veamos ahora lo que Pablo dijo aquí en el
versículo 18 de este capítulo 8 de la epístola a los Romanos:

"Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con
la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse"

Habiendo reconocido que tendremos cuerpos redimidos, consideró las aflicciones


del la época presente, que constituyen la experiencia común de todos los creyentes.
Esta generación, que está disfrutando de mayores comodidades que cualquier otra
en la historia, trata de evitar el pensar en este lado oscuro de la vida. Pero los
creyentes actuales no pueden eludir la experiencia del sufrimiento. Y muchos de
nosotros tenemos un gran peso en nuestro pasado, en la vieja naturaleza del
pecado. Y es muy difícil poder cambiar. Cuando usted cree en Cristo, la nueva
naturaleza que recibe toma el control de las cosas, quiere cambiar de camino
porque no desea que usted continúe viviendo en el pecado. La nueva naturaleza no
quiere pecar. Pablo ya lo dijo en el capítulo anterior, que no podía hacer lo que
quería y terminaba haciendo lo que no debía. Pero la vieja naturaleza no quiere
dar un paso hacia atrás. Y entonces, surgen los conflictos. Pero esta lucha
terminará cuando nuestro cuerpo sea redimido. Escuche ahora lo que escribió
Pablo aquí en el versículo 19, de este capítulo 8 de la epístola a los Romanos:

"Porque el anhelo ardiente de la creación es el de esperar la manifestación de los


hijos de Dios".

Otra versión traduce este versículo de esta manera: "La creación espera con gran
impaciencia el momento en que se manifieste que somos hijos de Dios". El mundo
no está esperando el amanecer pregonado por los evolucionistas, ese sueño nunca
se convertirá en realidad. La creación es hoy como una estatua cubierta por un
velo. Y cuando a los hijos de Dios les sea removida la cobertura física exterior, la
creación también verá removido el velo que la cubre. Realmente, ése será un
hermoso día. Veamos ahora lo que dice el versículo 20:

"La creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del
que la sujetó en esperanza".

Otra traducción lo expresa así: "Porque la creación perdió toda su razón de ser.
No por propia voluntad, sino por aquel que así lo dispuso; pero le quedaba siempre
la esperanza". ¿Recuerda usted al sabio Salomón? Era un pesimista cuando
escribió el libro de Eclesiastés, y dijo allí: "Todos los ríos van al mar, y el mar no
se llena. Al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo"
Bajo el impulso de las leyes del Creador, el agua llega al océano. El viento lleva las
nubes sobre la tierra seca, y luego llueve nuevamente. Ésta, llena los ríos, los ríos
van hacia el mar, pero éste nunca se llena. Hay cierta monotonía en este
movimiento repetido e incesante de la naturaleza. Es como si la naturaleza
estuviera esperando por la prometida revelación final.

Se nos dice aquí: "Porque la creación (la naturaleza) fue sujetada a vanidad",
porque Dios la hizo de esa manera. La maldición del pecado llegó al hombre por la
desobediencia de Adán, y el mundo físico también quedó sujeto a la misma
maldición. ¿Recuerda usted lo que le dijo Dios a Adán, en el capítulo 3 del libro de
Génesis, versículos 18 y 19, hablando de la tierra? Escuche usted: "Espinos y
cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro
comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra. . ".

Uno de los lugares más hermosos, es sin duda las islas hawaianas. Podemos estar
de acuerdo con la propaganda turística que lo presenta como un paraíso. Pero, ése
es un paraíso que, como otros lugares de esta tierra tiene muchos espinos y
presenta el deterioro propio producido por los daños que el ser humano provoca
allí donde llega su influencia sobre el medio ambiente. Ahora, la palabra que se
tradujo aquí como "vanidad", quiere decir en realidad vacío, inútil insustancial,
fracaso, algo que presenta decaimiento, que es perecedero, que no tiene ningún
sentido. La naturaleza parece que nunca llega a realizar ningún resultado, que no
se dirige hacia ninguna meta o se mueve de forma circular.

Permítanos ahora compartir con usted lo que también dice el capítulo 1 del libro
de Eclesiastés desde el versículo 5 en adelante: "Sale el sol, y se pone el sol, y se
apresura a volver al lugar de donde se levanta". (Tiene que hacer eso nuevamente
en el próximo día) Ahora, "El viento sopla hacia el sur, luego gira hacia el norte; y
girando sin cesar, de nuevo vuelve el viento a sus giros. . . Todas las cosas son
fatigosas, más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni
el oído de oír".

Y aquí recalcamos nuevamente la idea de la monotonía. Lo mismo pasa con la


vieja naturaleza que tenemos; nunca está satisfecha. No importa cuánto ha visto u
oído, quiere ver más y oír más. Ahora, esto no sucedió porque la naturaleza lo
quiso así, sino que fue consecuencia del pecado del hombre. Veamos ahora lo que
sucederá aquí en el versículo 21 de este capítulo 8 de la epístola a los Romanos:

"Por tanto, también la creación misma será libertada de la esclavitud de


corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios".

Ésa es la maldición que está sobre la naturaleza. El hombre tiene un cuerpo que
está muriendo. Alguien dijo: "Desde el momento en que Él nos da vida, Él
comienza a quitárnosla". Hay un deterioro y muerte en la naturaleza a nuestro
alrededor. Usted puede ir a un hermoso monte, por ejemplo, y allí encontrará un
árbol caído, muerto, pudriéndose. Ésa es la naturaleza, en medio de cuya belleza
puede también percibirse el hedor de los cuerpos putrefactos de los animales
muertos. Escuche ahora lo que dijo Pablo aquí en el versículo 22.

"Sabemos que toda la creación gime a una, y sufre como una mujer con dolores de
parto hasta ahora".
Browning, en uno de sus poemas escribió lo siguiente: "Dios está en el cielo y todo
anda bien con el mundo". Un creyente sabe que eso no es cierto. Dios sí está en el
cielo, pero no todo anda bien en este mundo. La Palabra de Dios es más realista.
En contraste podemos ver lo que el profeta Joel dijo en el capítulo 1, versículo 18
de su libro: "¡Cómo gemían las bestias! ¡Cuán turbados andaban los hatos de los
bueyes, porque no tenían pastos! Y fueron también asolados los rebaños de las
ovejas".

Hay quienes han señalado el hecho de que parece como si la naturaleza cantase en
un tono menor. Si usted ha tenido oportunidad de estar en las montañas de noche y
de escuchar el sonido del viento soplando a través de los pinos, o cuando uno se
detiene a la orilla del mar y escucha el sonido de las olas al romperse. En ambos
casos parece percibirse un sonido parecido, como un lamento. Se ha grabado la
música de los árboles. Y es algo triste, lúgubre. Y luego, allá en los montes se
escucha el grito angustiado de algún animal pequeño o de un ave, un sonido
penetrante en la noche, ¡nos hiela la sangre!

La naturaleza presenta, pues, un testimonio perceptible de la veracidad de las


Escrituras. Godet citó a Shelling en algo relacionado con este tema, y dijo: "La
naturaleza, con su coro melancólico se parece a la novia, que en el momento en que
terminaba de adornarse para su boda, ve morir a su novio. Allí queda, con una
fresca corona sobre sus sienes, engalanada con su vestido nupcial, pero con sus ojos
llenos de lágrimas". ¡Qué cuadro este de la naturaleza! La creación gime. Es una
realidad. Llegamos ahora a una nueva sección. Leamos aquí en el versículo 23, que
comienza a hablarnos de

El cuerpo nuevo

"Y no sólo la creación, sino que también nosotros mismos, que ya tenemos el
Espíritu como anticipo de lo que hemos de recibir, nosotros también gemimos,
sufrimos intensamente dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la
redención de nuestro cuerpo"

Ahora no sólo la naturaleza gime, sino que el creyente se encuentra en armonía con
ella. Creemos que este versículo es el más devastador para aquellos que mantienen
la teoría de que la señal de un verdadero creyente es un rostro con una sonrisa
permanente. Pero nosotros gemimos en estos cuerpos. Cuando llega a la edad
madura comienza a sentir ciertos dolores que antes no existían, y surgen motivos
para quejarse. En la segunda carta del apóstol Pablo a los Corintios, capítulo 5,
versículo 2, leemos: "Y por esto también gemimos, mientras vivimos en nuestra
casa actual, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial". Y el
salmista dice en el Salmo 6, versículo 6: "Me he consumido a fuerza de gemir;
todas las noches inundo de llanto mi lecho". Debemos decir también que nuestro
Señor Jesús lloró en algunas ocasiones. Creemos que Él era una persona alegre.
Pero, hubo momentos en los cuales lloró. Veamos ahora el versículo 24, al
proseguir con el estudio del capítulo 8 de la epístola a los Romanos:

"Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza;


ya que lo que alguno ve, ¿para qué esperarlo?"
Estas palabras nos hablan de la obra de Cristo por nosotros en la cruz y de nuestra
fe en Él. En otras palabras, hemos sido salvos y esperamos el cumplimiento de
nuestra esperanza. Todavía no lo hemos logrado. Pero lo lograremos un día.
Tendremos un nuevo cuerpo en el futuro. Leamos ahora el versículo 25:

"Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos".

Ya sabe usted que la fe, la esperanza y el amor, son partes vitales en la vida del
creyente. No habría esperanza si todo se hubiera ya cumplido. Algún día la
esperanza se tornará en realidad. En efecto, la fe y la esperanza pasarán, en la
gloria que será revelada en nosotros; sólo permanecerá el amor. Luego Pablo
continuó diciendo en el versículo 26:

"De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de
pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros
con gemidos indecibles".

El Dr. H. C. Gabelein se encontraba predicando en cierta ocasión y en la audiencia


se hallaba un creyente lleno de entusiasmo que a cada momento decía "amén" en
voz alta. Ahora, esto molestó un poco al Dr. Gabelein, quien finalmente le dijo al
creyente: "Hermano, la Escritura dice que "el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras", así que, si se trata
del Espíritu de Dios, por favor, no diga nada, manténgalo sin expresarlo". Nos
encontramos a veces en una situación en la que no sabemos siquiera cómo debemos
orar. Pero el Espíritu de Dios hace intercesión con gemidos que no se pueden
pronunciar.

¿Ha llegado usted alguna vez en oración ante Dios y se encontró que no sabía cómo
orar? Y todo lo que pudo hacer fue llegar ante Él y decir: "Padre", y eso fue todo
lo que pudo decir. No le podía pedir nada a Dios porque no sabía qué pedirle. Pues,
bien, esto sucede con mucha frecuencia en nuestras oraciones. Pero el Espíritu nos
ayuda en nuestra debilidad. ¡Eso es maravilloso! Llegamos ahora al versículo 27 de
este capítulo 8 de la epístola a los Romanos. Escribió el apóstol Pablo aquí:

"Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque
conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos".

Si yo llego delante del Señor en oración y le digo: "Señor, yo quiero que Tú hagas
esto de esta manera". Quizás no reciba respuesta a mi oración. Pero, es
maravilloso ir delante del Señor y decirle en oración: "Señor, no sé cómo pedirte
algo, no sé qué decir. Pero me presento ante Tu presencia como Tu hijo. Y mi
deseo es que se haga Tu voluntad". Y el Espíritu de Dios intercederá por nosotros
según la voluntad de Dios. Estimado oyente, le invitamos a iniciar una relación con
Dios por medio de su aceptación, por la fe, de la obra de Jesucristo en la cruz a
favor suyo. Sólo así podrá verdaderamente dirigirse a Dios como Su Padre, y sentir
en sí mismo la acción del Espíritu de Dios guiándole, enseñándole al leer la Biblia,
dándole energía y fuerzas para las luchas de la vida, consolándole, y ayudándole en
sus oraciones.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 8:15-27
Continuamos hoy estudiando el capítulo 8 de la epístola a los Romanos. Y en
nuestro programa anterior comenzamos una nueva división con el versículo 14,
donde tenemos un nuevo hombre, como hijo de Dios. Y vimos que el Señor no
empuja a Sus ovejas, sino que las guía. Recordamos cuando nuestro Señor
Jesucristo hablaba de la seguridad y protección de Sus ovejas. Él dejó bien claro el
punto de que ellas no son forzadas u obligadas a hacer Su voluntad. En el
evangelio según San Juan, capítulo 10, versículo 27, el Señor Jesucristo dijo: "Mis
ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen". Ellas son las que están seguras y
protegidas y siguen a Cristo. Son guiadas por el Espíritu de Dios y le siguen,
escuchan Su voz. Tienen una nueva naturaleza. Siempre que tengo el privilegio de
exponer de la Palabra de Dios, hay quienes escuchan Su voz. Pero, asimismo hay
otros que odian la Palabra de Dios, porque no son Sus ovejas. El mismo Señor
Jesucristo dijo en el evangelio según San Juan capítulo 15, versículo 18: "Si el
mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros".
Ahora, en el versículo 15 de este capítulo 8 de la epístola a los Romanos leemos:

"Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino
que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!"

Nosotros no experimentamos ese temor, preocupándonos sobre nuestra condición


espiritual, tristes y desalentados. En cambio, usted puede estar lleno de gozo
porque es hijo de Dios. Y el Espíritu de Dios lo llena a uno de tal manera que le
hace exclamar: ¡Abba, Padre! Ahora, esa palabra aramea "Abba" no ha sido
traducida nunca. Los traductores al principio tenían gran reverencia por la
Palabra de Dios, creyendo firmemente que era la Palabra de Dios, y por tanto
nunca la tradujeron. Nos dicen que es un término muy íntimo. Se podría traducir
como "mi Papá". Pero, estimado oyente, uno nunca habla de Dios de esa manera,
¿verdad? Nosotros no solemos utilizar esta palabra con referencia a Dios ante el
riesgo de dirigirnos a Él con excesiva familiaridad. Pero esta palabra expresa un
clamor del corazón, especialmente en tiempos de angustia. Dice el versículo 17:

"El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios".

Nos cuenta un amigo lo que él pensaba la primera vez que tuvo que ser internado
en un hospital. Dice que volvió su rostro hacia la pared y habló como lo hizo el rey
Ezequías, y dijo: "Señor, he visitado este hospital muchas veces, he tenido en mis
manos las manos de los enfermos y he orado con ellos, y les he dicho: Confíe en el
Señor, Él le ayudará. Les dije eso Señor, pero ahora es la primera vez que me toca
a mí estar aquí. Quiero saber si es verdad o no. Quiero que me lo muestres de una
manera real. Si Tú eres mi Padre, quiero saberlo". Y realmente, lo sintió como una
experiencia real, gracias a la obra del Espíritu Santo en él. Y ésa es una
experiencia posible para todos los creyentes. Y para usted también, estimado
oyente.

Bien, continuando ahora nuestro estudio aquí en este capítulo 8 de la epístola a los
Romanos, leamos el versículo 17:
"Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es
que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él estemos en su
gloria".

Deberíamos decir aquí, "ya que sufrimos con él". Estimado oyente, ¿está pasando
usted por alguna experiencia de sufrimiento por causa de Cristo? Pablo mostró
que nuestro sufrimiento aquí es algo leve, liviano. Hay algo de mucho más peso, un
peso de gloria eterna que nos llegará algún día. Pensamos que muchos de nosotros
cuando lleguemos a la eternidad, quizás desearemos haber sufrido un poco más
por Él, porque ésa es la manera por la cual Él nos educa, nos prepara. El escritor
de la carta a los Hebreos, dijo en el capítulo 12 de esa carta, versículo 6: "Porque el
Señor al que ama, disciplina". Algunos de los hijos de Dios están sufriendo mucho
hoy en día.

Bien, comenzamos ahora una nueva división en este capítulo 8 de la epístola a los
Romanos. El tema es

Una nueva creación

Lo antiguo frente a lo nuevo. La esclavitud ante la libertad. Y esto está


comprendido entre los versículos 18 hasta el 22. Todo es nuevo en este capítulo.
Como ya hemos indicado anteriormente, eso lo podemos apreciar como algo de
gran valor. Hemos visto la nueva ley, la nueva lucha, el nuevo hombre, la nueva
creación y el cuerpo nuevo; también el nuevo propósito de Dios y la nueva
seguridad del creyente. Todo ha sido hecho nuevo cuando estamos en Cristo Jesús.
Y de Él hemos estado hablando.

No sólo los cuerpos de los creyentes serán redimidos, sino que todo este universo
físico, esta tierra en la que usted y yo habitamos también será redimida, como
podremos ver más adelante. Ése es el propósito de Dios, y Él lo llevará a cabo. En
realidad cambiaremos esta tierra vieja por una tierra nueva, recibiremos un nuevo
modelo de tierra, por decirlo así; donde no habrá más pecado, ni maldición por
causa del pecado, y éste no volverá sobre ella. ¡Viviremos así una maravillosa
experiencia!

Cuando estábamos estudiando el libro de Los Hechos alguien dijo: "Yo creo que
hay sanidad en la expiación". Y cuando le contestamos que creíamos lo mismo, esa
persona se sorprendió. No sólo hay sanidad en la expiación que Cristo hizo a favor
nuestro, sino que allí se encuentra también un nuevo cuerpo y un nuevo mundo;
todo ello debido a la expiación de Cristo.

Pero, esto no es aún una realidad. Las instituciones de representación ciudadana y


las organizaciones internacionales han estado tratando por muchos años que ese
mundo fuera una realidad, pero cada vez se hace más evidente que no lo tenemos,
ni lo tendremos por los recursos humanos actuales. Pero Cristo lo hará una
realidad por medio de Su redención. Yo tendré un cuerpo nuevo. Y pensar en eso,
estimado oyente, me alegra muchísimo. Este cuerpo que ahora tengo se está
gastando progresivamente y me gustaría poder cambiarlo por uno nuevo. Eso será
una realidad. También lo será la sanidad. La tenemos entre nosotros hoy pero no
en la medida que la quisiéramos tener. Veamos ahora lo que Pablo dijo aquí en el
versículo 18 de este capítulo 8 de la epístola a los Romanos:

"Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con
la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse"

Habiendo reconocido que tendremos cuerpos redimidos, consideró las aflicciones


del la época presente, que constituyen la experiencia común de todos los creyentes.
Esta generación, que está disfrutando de mayores comodidades que cualquier otra
en la historia, trata de evitar el pensar en este lado oscuro de la vida. Pero los
creyentes actuales no pueden eludir la experiencia del sufrimiento. Y muchos de
nosotros tenemos un gran peso en nuestro pasado, en la vieja naturaleza del
pecado. Y es muy difícil poder cambiar. Cuando usted cree en Cristo, la nueva
naturaleza que recibe toma el control de las cosas, quiere cambiar de camino
porque no desea que usted continúe viviendo en el pecado. La nueva naturaleza no
quiere pecar. Pablo ya lo dijo en el capítulo anterior, que no podía hacer lo que
quería y terminaba haciendo lo que no debía. Pero la vieja naturaleza no quiere
dar un paso hacia atrás. Y entonces, surgen los conflictos. Pero esta lucha
terminará cuando nuestro cuerpo sea redimido. Escuche ahora lo que escribió
Pablo aquí en el versículo 19, de este capítulo 8 de la epístola a los Romanos:

"Porque el anhelo ardiente de la creación es el de esperar la manifestación de los


hijos de Dios".

Otra versión traduce este versículo de esta manera: "La creación espera con gran
impaciencia el momento en que se manifieste que somos hijos de Dios". El mundo
no está esperando el amanecer pregonado por los evolucionistas, ese sueño nunca
se convertirá en realidad. La creación es hoy como una estatua cubierta por un
velo. Y cuando a los hijos de Dios les sea removida la cobertura física exterior, la
creación también verá removido el velo que la cubre. Realmente, ése será un
hermoso día. Veamos ahora lo que dice el versículo 20:

"La creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del
que la sujetó en esperanza".

Otra traducción lo expresa así: "Porque la creación perdió toda su razón de ser.
No por propia voluntad, sino por aquel que así lo dispuso; pero le quedaba siempre
la esperanza". ¿Recuerda usted al sabio Salomón? Era un pesimista cuando
escribió el libro de Eclesiastés, y dijo allí: "Todos los ríos van al mar, y el mar no
se llena. Al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo"
Bajo el impulso de las leyes del Creador, el agua llega al océano. El viento lleva las
nubes sobre la tierra seca, y luego llueve nuevamente. Ésta, llena los ríos, los ríos
van hacia el mar, pero éste nunca se llena. Hay cierta monotonía en este
movimiento repetido e incesante de la naturaleza. Es como si la naturaleza
estuviera esperando por la prometida revelación final.

Se nos dice aquí: "Porque la creación (la naturaleza) fue sujetada a vanidad",
porque Dios la hizo de esa manera. La maldición del pecado llegó al hombre por la
desobediencia de Adán, y el mundo físico también quedó sujeto a la misma
maldición. ¿Recuerda usted lo que le dijo Dios a Adán, en el capítulo 3 del libro de
Génesis, versículos 18 y 19, hablando de la tierra? Escuche usted: "Espinos y
cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro
comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra. . ".

Uno de los lugares más hermosos, es sin duda las islas hawaianas. Podemos estar
de acuerdo con la propaganda turística que lo presenta como un paraíso. Pero, ése
es un paraíso que, como otros lugares de esta tierra tiene muchos espinos y
presenta el deterioro propio producido por los daños que el ser humano provoca
allí donde llega su influencia sobre el medio ambiente. Ahora, la palabra que se
tradujo aquí como "vanidad", quiere decir en realidad vacío, inútil insustancial,
fracaso, algo que presenta decaimiento, que es perecedero, que no tiene ningún
sentido. La naturaleza parece que nunca llega a realizar ningún resultado, que no
se dirige hacia ninguna meta o se mueve de forma circular.

Permítanos ahora compartir con usted lo que también dice el capítulo 1 del libro
de Eclesiastés desde el versículo 5 en adelante: "Sale el sol, y se pone el sol, y se
apresura a volver al lugar de donde se levanta". (Tiene que hacer eso nuevamente
en el próximo día) Ahora, "El viento sopla hacia el sur, luego gira hacia el norte; y
girando sin cesar, de nuevo vuelve el viento a sus giros. . . Todas las cosas son
fatigosas, más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni
el oído de oír".

Y aquí recalcamos nuevamente la idea de la monotonía. Lo mismo pasa con la


vieja naturaleza que tenemos; nunca está satisfecha. No importa cuánto ha visto u
oído, quiere ver más y oír más. Ahora, esto no sucedió porque la naturaleza lo
quiso así, sino que fue consecuencia del pecado del hombre. Veamos ahora lo que
sucederá aquí en el versículo 21 de este capítulo 8 de la epístola a los Romanos:

"Por tanto, también la creación misma será libertada de la esclavitud de


corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios".

Ésa es la maldición que está sobre la naturaleza. El hombre tiene un cuerpo que
está muriendo. Alguien dijo: "Desde el momento en que Él nos da vida, Él
comienza a quitárnosla". Hay un deterioro y muerte en la naturaleza a nuestro
alrededor. Usted puede ir a un hermoso monte, por ejemplo, y allí encontrará un
árbol caído, muerto, pudriéndose. Ésa es la naturaleza, en medio de cuya belleza
puede también percibirse el hedor de los cuerpos putrefactos de los animales
muertos. Escuche ahora lo que dijo Pablo aquí en el versículo 22.

"Sabemos que toda la creación gime a una, y sufre como una mujer con dolores de
parto hasta ahora".

Browning, en uno de sus poemas escribió lo siguiente: "Dios está en el cielo y todo
anda bien con el mundo". Un creyente sabe que eso no es cierto. Dios sí está en el
cielo, pero no todo anda bien en este mundo. La Palabra de Dios es más realista.
En contraste podemos ver lo que el profeta Joel dijo en el capítulo 1, versículo 18
de su libro: "¡Cómo gemían las bestias! ¡Cuán turbados andaban los hatos de los
bueyes, porque no tenían pastos! Y fueron también asolados los rebaños de las
ovejas".
Hay quienes han señalado el hecho de que parece como si la naturaleza cantase en
un tono menor. Si usted ha tenido oportunidad de estar en las montañas de noche y
de escuchar el sonido del viento soplando a través de los pinos, o cuando uno se
detiene a la orilla del mar y escucha el sonido de las olas al romperse. En ambos
casos parece percibirse un sonido parecido, como un lamento. Se ha grabado la
música de los árboles. Y es algo triste, lúgubre. Y luego, allá en los montes se
escucha el grito angustiado de algún animal pequeño o de un ave, un sonido
penetrante en la noche, ¡nos hiela la sangre!

La naturaleza presenta, pues, un testimonio perceptible de la veracidad de las


Escrituras. Godet citó a Shelling en algo relacionado con este tema, y dijo: "La
naturaleza, con su coro melancólico se parece a la novia, que en el momento en que
terminaba de adornarse para su boda, ve morir a su novio. Allí queda, con una
fresca corona sobre sus sienes, engalanada con su vestido nupcial, pero con sus ojos
llenos de lágrimas". ¡Qué cuadro este de la naturaleza! La creación gime. Es una
realidad. Llegamos ahora a una nueva sección. Leamos aquí en el versículo 23, que
comienza a hablarnos de

El cuerpo nuevo

"Y no sólo la creación, sino que también nosotros mismos, que ya tenemos el
Espíritu como anticipo de lo que hemos de recibir, nosotros también gemimos,
sufrimos intensamente dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la
redención de nuestro cuerpo"

Ahora no sólo la naturaleza gime, sino que el creyente se encuentra en armonía con
ella. Creemos que este versículo es el más devastador para aquellos que mantienen
la teoría de que la señal de un verdadero creyente es un rostro con una sonrisa
permanente. Pero nosotros gemimos en estos cuerpos. Cuando llega a la edad
madura comienza a sentir ciertos dolores que antes no existían, y surgen motivos
para quejarse. En la segunda carta del apóstol Pablo a los Corintios, capítulo 5,
versículo 2, leemos: "Y por esto también gemimos, mientras vivimos en nuestra
casa actual, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial". Y el
salmista dice en el Salmo 6, versículo 6: "Me he consumido a fuerza de gemir;
todas las noches inundo de llanto mi lecho". Debemos decir también que nuestro
Señor Jesús lloró en algunas ocasiones. Creemos que Él era una persona alegre.
Pero, hubo momentos en los cuales lloró. Veamos ahora el versículo 24, al
proseguir con el estudio del capítulo 8 de la epístola a los Romanos:

"Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza;


ya que lo que alguno ve, ¿para qué esperarlo?"

Estas palabras nos hablan de la obra de Cristo por nosotros en la cruz y de nuestra
fe en Él. En otras palabras, hemos sido salvos y esperamos el cumplimiento de
nuestra esperanza. Todavía no lo hemos logrado. Pero lo lograremos un día.
Tendremos un nuevo cuerpo en el futuro. Leamos ahora el versículo 25:

"Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos".


Ya sabe usted que la fe, la esperanza y el amor, son partes vitales en la vida del
creyente. No habría esperanza si todo se hubiera ya cumplido. Algún día la
esperanza se tornará en realidad. En efecto, la fe y la esperanza pasarán, en la
gloria que será revelada en nosotros; sólo permanecerá el amor. Luego Pablo
continuó diciendo en el versículo 26:

"De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de
pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros
con gemidos indecibles".

El Dr. H. C. Gabelein se encontraba predicando en cierta ocasión y en la audiencia


se hallaba un creyente lleno de entusiasmo que a cada momento decía "amén" en
voz alta. Ahora, esto molestó un poco al Dr. Gabelein, quien finalmente le dijo al
creyente: "Hermano, la Escritura dice que "el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras", así que, si se trata
del Espíritu de Dios, por favor, no diga nada, manténgalo sin expresarlo". Nos
encontramos a veces en una situación en la que no sabemos siquiera cómo debemos
orar. Pero el Espíritu de Dios hace intercesión con gemidos que no se pueden
pronunciar.

¿Ha llegado usted alguna vez en oración ante Dios y se encontró que no sabía cómo
orar? Y todo lo que pudo hacer fue llegar ante Él y decir: "Padre", y eso fue todo
lo que pudo decir. No le podía pedir nada a Dios porque no sabía qué pedirle. Pues,
bien, esto sucede con mucha frecuencia en nuestras oraciones. Pero el Espíritu nos
ayuda en nuestra debilidad. ¡Eso es maravilloso! Llegamos ahora al versículo 27 de
este capítulo 8 de la epístola a los Romanos. Escribió el apóstol Pablo aquí:

"Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque
conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos".

Si yo llego delante del Señor en oración y le digo: "Señor, yo quiero que Tú hagas
esto de esta manera". Quizás no reciba respuesta a mi oración. Pero, es
maravilloso ir delante del Señor y decirle en oración: "Señor, no sé cómo pedirte
algo, no sé qué decir. Pero me presento ante Tu presencia como Tu hijo. Y mi
deseo es que se haga Tu voluntad". Y el Espíritu de Dios intercederá por nosotros
según la voluntad de Dios. Estimado oyente, le invitamos a iniciar una relación con
Dios por medio de su aceptación, por la fe, de la obra de Jesucristo en la cruz a
favor suyo. Sólo así podrá verdaderamente dirigirse a Dios como Su Padre, y sentir
en sí mismo la acción del Espíritu de Dios guiándole, enseñándole al leer la Biblia,
dándole energía y fuerzas para las luchas de la vida, consolándole, y ayudándole en
sus oraciones.
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Romanos 8:35 - 9:3


Continuamos estudiando hoy el capítulo 8 de esta epístola del apóstol Pablo a los
Romanos. Y en nuestro programa anterior, vimos que hay cuatro cosas que Cristo
hizo por nosotros, por las cuales, nadie nos puede acusar. Cristo ha removido toda
condenación y el creyente está seguro debido a los siguientes aspectos de la obra de
Cristo: (1) Cristo murió por nosotros, fue entregado por nuestras ofensas; (2) Fue
resucitado de los muertos, para nuestra justificación; (3) Está a la derecha de Dios,
se encuentra allí en este momento. Es el Cristo que vive. ¿No le necesita usted?
¿Por qué no recurre a Él? y (4) Él también intercede por nosotros. ¿Oró usted esta
mañana por usted mismo? Debió haberlo hecho. Pero si usted dejó de hacerlo, Él
no. Él oró por usted. Esta obra, que comprende estos 4 aspectos, es la razón por la
cual nadie puede acusar a los escogidos de Dios. Siguiendo ahora adelante,
encontramos otras verdades que también son maravillosas aquí en este versículo
35 de este capítulo 8 de la epístola a los Romanos.

"¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución,


hambre, desnudez, peligro o espada?"

Pablo mencionó aquí todas las circunstancias que uno podría imaginar. ¿Nos
separará acaso la "tribulación"? Es decir, ¿los problemas? ¿Es posible que el
sufrimiento nos separe? No, estimado oyente, no nos puede separar porque Él no lo
permitirá. "¿O quizás la angustia?" Usted puede creer que Dios lo ha abandonado,
pero no es así. Y la angustia no lo separará de Él. Bueno, tal vez la
"¿persecución?" Lo que aquí indica es persecución legal. Quiere decir que hay
personas que pudieran llevar a cabo una campaña contra usted. Y eso no lo
separará del amor de Cristo. Bueno, tal vez el "¿hambre, o desnudez, o peligro, o
espada?" Por cierto, permítanos decir que ésta es como una breve biografía de la
vida de Pablo. Por su propia experiencia él podía afirmar que ninguna de esas
circunstancias nos pueden separar del amor de Cristo. Escuchemos ahora lo que él
dijo aquí en el versículo 36:

"Como está escrito: Por causa de ti estamos expuestos a la muerte todo el tiempo;
somos contados como ovejas de matadero".

Pablo estaba citando aquí lo que dice el Salmo 44, versículo 22, donde leemos:
"Pero por causa de ti nos matan cada día; somos contados como ovejas para el
matadero". Éste es un cuadro espantoso de los creyentes en esta época en que
opera la gracia de Dios. Creemos que ésta es la actitud del sistema satánico contra
el hijo de Dios aun en esta hora. Creo también que la historia de la Iglesia revela
que esto es verdad. El principio general aquí es que si usted, estimado oyente,
adopta una actitud comprometida del lado de Dios y de los principios establecidos
en Su Palabra, le va a costar algo, tendrá que asumir las consecuencias.

Si usted ha tenido oportunidad de observar las actividades en un matadero, sabrá


que allí se da muerte a gran cantidad de animales, lo cual constituye un
espectáculo terrible. Pero, también es algo terrible observar la persecución que
sufren algunos creyentes en el Señor en algunos lugares. Y Pablo nos dijo que
incluso estas circunstancias extremas no nos separarían del amor de Dios. Y nos
dijo aquí en el versículo 37:

"Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos
amó".
Ahora, ¿Cómo puede una oveja de matadero ser más que vencedora? Ésta es otra
de las grandes paradojas de la vida cristiana. ¿Qué quiere decir ser "más que
vencedores"? Bueno, significa tener la ayuda de alguien que logra la victoria por
nosotros y no permite que suframos una derrota si nos encomendamos en Sus
manos ante la lucha. La victoria pertenece a Cristo, no a nosotros. La vida
victoriosa consiste en permitir que Él sea el Señor de nuestra vida, que Él
manifieste Su Voluntad y Su poder en nosotros. Luego, Pablo continuó diciendo en
los dos últimos versículos de este capítulo 8, versículos 38 y 39:

"Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados


ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna
otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor
nuestro".

Notemos aquí algunas de las cosas que él menciona. "Muerte". La muerte no nos
puede separar. Todo lo contrario, nos lleva a Su presencia. Ésta fue la esperanza
que ha sostenido a los mártires cristianos cuando les llevaron a la muerte. Eso fue
lo que Crisóstomo dijo cuando el emperador trató de asustarlo. Dijo el emperador:
"Te voy a dar muerte". A lo cual Crisóstomo respondió: "Por ello le doy gracias,
porque me va a enviar a la presencia de mi Salvador". Nadie puede intimidar a
personas que tienen esta convicción. Ahora, también dice, "Vida". Es interesante
destacar que, con frecuencia, es más difícil hacerle frente a la vida que a la muerte.
Nos referimos a enfrentarse a la vida con sus tentaciones, con sus fracasos,
desengaños, incertidumbres y sufrimientos. Pero todo ello, estimado oyente, no nos
separa del amor que Dios nos ha mostrado en nuestro Señor Jesucristo. También
dijo Pablo que ni los "ángeles" podrían. Y creemos que aquí quiere decir, los
ángeles caídos, los que siguen al enemigo de Dios y actúan en contra de Dios y los
suyos. También menciona, "ni principados", y esto quiere decir, los poderes
espirituales que se oponen a los creyentes, como vemos en Efesios 6:12. Continuó
Pablo diciendo, "ni lo presente", y eso significa las circunstancias actuales.
También dijo, "ni lo por venir", para enfatizar que los acontecimientos futuros no
podrán separarnos del amor de Dios, "ni lo alto, ni lo profundo", y esta frase
podría describir las enormes dimensiones de la era espacial en la cual vivimos,
cuyas distancias difíciles de imaginar tampoco pueden separarnos de la presencia y
amor de Dios. Y finalmente dijo aquí, "ni ninguna otra cosa creada", ninguna de
las cosas creadas por Dios que podamos mencionar "nos podrá separar del amor
de Dios", y ese amor tiene su centro en Cristo Jesús.

Estimado oyente, la salvación es una historia de amor. En la primera carta del


apóstol Juan, capítulo 4, versículo 19, leemos que: "Nosotros le amamos a él,
porque él nos amó primero". Y nada nos separará de esa condición, de esa
relación. Al entrar a este capítulo 8 de esta carta a los Romanos, lo hicimos sin
"condenación", en la parte central del capítulo descubrimos que "Dios dispone
todas las cosas para el bien de los que le aman", y luego, al terminar o salir de él
vemos que, a pesar de las peores circunstancias y las condiciones más adversas,
más extremas, en los mismos límites de la resistencia humana, "no habrá
separación" entre los creyentes y su Señor ¿No le parece que es imposible mejorar
esa condición, estimado oyente?
Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 8 de la epístola a los Romanos y nos
disponemos a comenzar nuestro estudio de

Romanos 9:1-3

Llegamos ahora, a una sección o división completamente nueva en este libro a los
Romanos. La primera gran división en cuanto a temas se refiere, tiene lugar en los
primeros ocho capítulos. En ellos se trató sobre doctrina cristiana. En los capítulos
9 al 11 tenemos otra sección en la cual el tema es la dispensación de Dios, es decir,
que se destaca la forma en que Dios gobierna, concede y ejecuta sus propósitos
para los seres humanos. La última sección o división comprende los capítulos 12 al
16, y en ella se trata sobre las obligaciones. Así es que en este libro, en esta Epístola
encontramos tres grandes temas: la doctrina, la dispensación y la obligación.
También se pueden dar otros títulos a estas divisiones. Por ejemplo, a la primera
de ellas, o sea los primeros 8 capítulos, se coloca el énfasis en la fe. En la sección
que estamos por comenzar, que comprende los capítulos 9 hasta el 11, se trata el
tema de la esperanza. Y luego los capítulos 12 al 16 consideran el tema del amor.
Ahora, si usted quiere aun otros títulos para estas secciones, podemos decir que la
primera de ellas, en los capítulos 1 al 8, habla de la salvación. La segunda, en los
capítulos 9 al 11 habla sobre separación. Y luego la tercera, en capítulos 12 al 16,
habla del servicio. Así es que tenemos estas tres grandes divisiones en la Epístola
del apóstol Pablo a los Romanos, calificadas de acuerdo con el énfasis que resulte
adecuado destacar.

Pablo ha concluido los primeros ocho capítulos habiendo presentado la salvación


desde un punto de vista amplio e integral, porque toda la humanidad, toda la raza
humana está perdida. Leímos en el capítulo 3, de esta epístola, versículo 23 el
siguiente veredicto: "Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de
Dios". Dios ha puesto la salvación a disposición de todos, únicamente en base a la
fe en el Señor Jesucristo. Dicho esto, Pablo procedió a exponer la segunda gran
división de este libro de Romanos.

Algunos han tratado de poner un paréntesis a esta parte y la han considerado


simplemente un apéndice. Otros han tratado de reducir su importancia diciendo
que no es pertinente. Pero, en realidad, debemos decir que no sólo es pertinente
sino que es vital para la lógica y la doctrina de la Epístola. Es verdaderamente
importante.

Algunos quisieran tomar los capítulos 8 y 12 y unirlos, como si fueran vagones de


un tren. Pero Pablo no estaba armando un tren de carga cuando escribió esta
epístola a los Romanos. Lo que tenemos aquí en esta epístola, no es un tren de
carga, sino una corriente que fluye sin obstáculos. Y usted no podría quitar la
sección de Romanos comprendida entre los capítulos 9 al 11, como tampoco puede
quitar la sección del medio de un gran río. El Dr. Griffith Thomas, un estudioso de
la Biblia, ha dicho que: "Los capítulos 9, 10 y 11 de Romanos, son una parte
integral de la Epístola, y son esenciales para poder interpretarla debidamente".

Creemos que hay ciertos factores particulares aquí que revelan la significación de
esta sección y quisiéramos hablar de ellos por unos momentos. Hay un factor
psicológico; también tenemos el elemento histórico; así como también un factor
doctrinal. Veamos ahora el factor psicológico. Éste tiene que ver por supuesto con
la experiencia personal del apóstol Pablo. Por ello, no creemos que sea acertado
decir, como en su momento afirmamos, que la Epístola a los Romanos proviene de
la cabeza del apóstol, mientras que la epístola que él escribió a los Gálatas,
proviene del corazón. En realidad, el corazón del apóstol Pablo se nos muestra
abiertamente, por así decir, en los primeros versículos de este capítulo 9 y, en
realidad, eso lo podemos apreciar en toda esta sección. Es con gran sentimiento
que él dijo más adelante que ". . . ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi
oración a Dios por Israel, es para salvación". Podemos notar que entre los
capítulos 8 y 9 hay como una especie de intervalo. Usted recordará que el capítulo
8 termina con una expresión de triunfo y gozo, y la perspectiva de que no hay
ninguna separación del amor de Dios en Cristo Jesús nuestro Señor. Mientras que
el capítulo 9 comienza aquí con una nota de tristeza y de dolor; resulta evidente
que el cambio en el tema de la Carta le produjo esta angustia al apóstol. Veremos
eso dentro de unos momentos cuando comencemos nuestro análisis del capítulo.

Luego tenemos el elemento histórico, que toma en consideración la singular


posición y los problemas que tenía que enfrentar el apóstol Pablo en su día. La
interpretación moderna ha fracasado considerablemente al no tener en cuenta este
hecho. La Iglesia de nuestro tiempo está en su gran mayoría formada por no judíos
y los antecedentes judíos han sido casi olvidados. Los hombres suponen que las
promesas del Antiguo Testamento se han integrado en la Iglesia. La suposición
arbitraria es que la Iglesia es la heredera de las promesas hechas en el Antiguo
Testamento, y que Dios ha terminado sus tratos con la nación de Israel.

Pero podemos ver que Dios no ha terminado de cumplir su propósito para la


nación de Israel. Quizá usted ha llegado a esa conclusión luego de haber estudiado
los primeros 8 capítulos de esta epístola a los Romanos, pero Pablo aclaró que Dios
no había rechazado a Su pueblo.

El suponer hoy que Dios ha terminado con la nación de Israel, es un punto de vista
muy limitado. Pablo dio una categórica respuesta a la pregunta que tenemos en el
capítulo 11 de la epístola a los Romanos, versículo 1. Dice Pablo: "¿Ha desechado
Dios a su pueblo? Y respondió, "En ninguna manera". Él iba a mostrar que las
promesas que Dios hizo a la nación de Israel, eran promesas que serían cumplidas
a esa nación. También, afirmó que Dios había hecho varias promesas a la Iglesia, y
que Dios estaba llamando a un pueblo elegido de entre los judíos y los no judíos. Y
eso fue exactamente lo que el gran concilio en Jerusalén decidió, según vemos en el
capítulo 15 del libro de los Hechos de los apóstoles. Vamos a leer ese pasaje porque
es de importancia vital para la interpretación de la profecía. Escuchemos entonces
mientras leemos Hechos, capítulo 15, versículos 13 al 18; dice: "Y cuando ellos
callaron, Jacobo respondió diciendo: Hermanos, oídme. Simón ha contado cómo
Dios visitó por primera vez a los no judíos, para tomar de ellos pueblo para su
nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:
Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y
repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar, para que el resto de los hombres
busque al Señor, y todos los que no son judíos, sobre los cuales es invocado mi
nombre, dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos".
Aquí Jacobo estaba afirmando con claridad que Dios estaba llamando un pueblo
alrededor de Su nombre, y que cuando concluyera con esa tarea, se dirigiría
nuevamente hacia Israel. Pero incluso en ese momento, Dios no habría terminado
sus tratos con los no judíos. Se nos da entender que todos los no judíos salvos
entrarían al Reino con Israel, al ser establecido en la tierra el reino de Dios. Por
eso decimos que en el tratamiento de este tema, el factor histórico no debe ser
pasado por alto.

Ahora el factor doctrinal se refiere a una correcta interpretación dispensacional, es


decir, a los propósitos soberanos de Dios en las épocas de la historia. En los
primeros ocho capítulos de esta epístola a los Romanos, el apóstol Pablo está
interesado en los grandes temas del pecado, la salvación y la santificación. En esta
época la edad, la nacionalidad y las ceremonias no tienen ningún valor ante Dios.
La fe es lo único que Dios acepta del ser humano. Todas las personas, sea cual
fuere su raza o condición, pueden recibir la gracia de Dios. Esto parecería eliminar
las distinciones hechas en el Antiguo Testamento. Pero el apóstol Pablo iba a
responder a esta pregunta retórica de Romanos 11:1, ¿Ha desechado Dios a Su
pueblo? Por supuesto, la respuesta era que no. Pablo comenzó esta Epístola a los
Romanos, diciendo en el versículo 16 del capítulo 1, que el evangelio era primero
para los judíos. Creemos que quiso decir que, cronológicamente, fue proclamado a
los judíos primero.

Dijimos que esta sección que abarca los capítulos 9 al 11, es de suma importancia.
No trata sobre la doctrina cristiana, sino que habla de la escatología de la Biblia, es
decir, la sección profética que revela que Dios no ha relegado a Su pueblo. Ahora
al comenzar este capítulo 9 usted puede apreciar la forma en que Dios obró con
Israel en el pasado. En el capítulo 10 veremos cómo Dios está obrando en el
presente con Israel, mientras que en el capítulo 11 veremos cómo Dios obrará en el
futuro con la nación de Israel.

El hecho de que Dios trató con Israel en el pasado, no fue consecuencia de sus
cualidades excepcionales, ni de sus esfuerzos superiores. Por el contrario, todas las
acciones de Dios se basan en Su propia y soberana voluntad. Dios actúa por medio
de la misericordia en Sus tratos con Israel y con todos los demás, incluidos usted y
yo. Veamos, pues, lo que dijo el apóstol Pablo en este primer versículo del capítulo
9, que encabeza un párrafo que titularemos

Israel es definido

"Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu


Santo"

Otra versión traduce así este versículo: "Como creyente que soy en Cristo, digo la
verdad, no miento. Además mi conciencia, guiada por el Espíritu Santo, me
asegura que esto es verdad". Ésa parece una introducción muy formal,
especialmente cuando proviene del apóstol Pablo. Pero debemos recordar que
cuando él escribió esta carta, había sido acusado de ser un enemigo de su propio
pueblo. En el capítulo 23 del libro de los Hechos de los apóstoles, versículo 12,
leemos: "Cuando fue de día, algunos de los judíos tramaron un complot y se
juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que
hubieran dado muerte a Pablo". Y aquí en este versículo encontramos la frase
"Verdad digo en Cristo. No miento", que era una de sus expresiones favoritas.
Ahora, en el versículo 2, de este capítulo 9 de su epístola a los Romanos, dijo el
apóstol Pablo:

"Que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón"

Resulta difícil para nosotros apreciar adecuadamente la angustia de este gran


apóstol por su propio pueblo. Su paciencia a la luz de la persistente persecución de
que era objeto es una prueba de ese sentimiento. Él sabía lo que sentían hacia
Cristo y hacia el cristianismo, porque él mismo había pensado de la misma
manera. Había sido un Fariseo, un verdadero líder. Y ahora anhelaba que ellos
vinieran a Cristo, como él lo había hecho. Luego continuó diciendo en el versículo
3:

"Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis
hermanos, los que son mis parientes, físicamente hablando"

Otra versión lo traduce así: "Y hasta querría estar yo mismo bajo maldición (o
destinado a la destrucción) separado de Cristo, as así pudiera favorecer a mis
hermanos, los de mi propia raza". Lo que Pablo estaba expresando aquí era
simplemente su deseo y nada más. Él acababa de decirnos en el capítulo 8 que
nada nos podía separar del amor de Dios que era en Cristo Jesús. Y aquí dijo:
"deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo". Lo cual no podía ser en ni
ninguna manera, por lo que dijo anteriormente en 8:38; así que fue sólo una
manera de expresar un deseo. Así que, por una parte, esta expresión parece haber
sido un recurso de oratoria.

Por otra parte, parece como si él hubiera querido expresar lo que hubiera sido
capaz de hacer, si hubiera dependido de él, para que su pueblo se salvase, aunque
supiera que por la soberanía de Dios estaba planteando la situación personal
imposible de ser separado de Cristo. Es muy difícil para nosotros entender la
dimensión del amor en Moisés y en Pablo, Moisés expresó el mismo sentimiento en
Éxodo 32:31-32, cuando dijo: "Puesto que este pueblo ha cometido un gran pecado
al hacerse dioses de oro, te ruego que perdones ahora su pecado, y si no, bórrame
del libro que has escrito".

Estimado oyente, queremos transmitirle hoy nuestra confianza, basada en la


Palabra de Dios, de la condición de aquellos que han aceptado al Señor Jesucristo
como su Salvador. Usted también puede formar parte de ese grupo de personas,
que al haber iniciado una relación con Dios, han quedado unidas a Cristo. En
medio de las circunstancias y experiencias de la vida, podemos así proclamar los
vínculos permanentes de la relación de hijos de nuestro amante Padre celestial,
gracias a haber depositado nuestra fe en la obra redentora de Jesucristo en la cruz.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 9:4-16
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 9 de la epístola a los Romanos. Y en
nuestro programa anterior, vimos que Pablo dijo en el versículo 3, según traduce
otra versión: "Y hasta querría estar yo mismo bajo maldición (o destinado a la
destrucción) separado de Cristo, si así pudiera favorecer a mis hermanos, los de mi
propia raza". Lo que Pablo estaba expresando aquí era simplemente su deseo y
nada más. Él acababa de decirnos en el capítulo 8 que nada nos podía separar del
amor de Dios que era en Cristo Jesús. Y aquí dijo: "deseara yo mismo ser
anatema, separado de Cristo". Lo cual no podía ser en ni ninguna manera, por lo
que dijo anteriormente en 8:38; así que fue sólo una manera de expresar un deseo.

Por otra parte, parece como si Pablo hubiera querido expresar lo que hubiera sido
capaz de hacer, si hubiera dependido de él, para que su pueblo se salvase, aunque
supiera que por la soberanía de Dios estaba planteando la situación personal
imposible de ser separado de Cristo. Es muy difícil para nosotros entender la
dimensión del amor en Moisés y en Pablo. Moisés expresó el mismo sentimiento en
Éxodo 32:31-32, cuando dijo: "Puesto que este pueblo ha cometido un gran pecado
al hacerse dioses de oro, te ruego que perdones ahora su pecado, y si no, bórrame
del libro que has escrito".

Ahora, en los versículos 4 y 5 el apóstol nos presentó una pregunta. ¿Quiénes son
los israelitas? Tenemos aquí una definición del pueblo de Israel. Él mencionó ocho
aspectos que identificaban a los israelitas. Leamos los versículos 4 y 5. En el
versículo anterior el apóstol estaba hablando de sus hermanos de raza, y continuó
diciendo:

"Que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la


promulgación de la Ley, el culto y las promesas. A ellos también pertenecen los
patriarcas, de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las
cosas, bendito por los siglos. Amén".

Tenemos aquí el privilegio número uno que es la "adopción". Ésta era una
cuestión nacional y tenía que ver con la entidad nacional y no con los israelitas a
nivel individual. La única nación a la que Dios llamó "Mi hijo" fue a Israel. En el
libro de Éxodo, capítulo 4, versículo 22, leemos: "Entonces dirás al Faraón: El
Señor ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito". Y luego, en Deuteronomio,
capítulo 7, versículo 6, dice: "Porque tú eres pueblo santo para el Señor, tu Dios; el
Señor, tu Dios, te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los
pueblos que están sobre la tierra". Estimado oyente, o Dios dijo lo que quería
decir, o no lo dijo. Y si no quiso decir eso, entonces, no sé porque usted cree, por
ejemplo, en las palabras que leemos en el evangelio según San Juan, capítulo 3,
versículo 16. Pero yo creo en Juan 3:16 como creo en Deuteronomio 7:6, en su
totalidad. Y también en Oseas, capítulo 11, versículo 1, donde dice: "Cuando Israel
era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llame a mi hijo". Dios habló de la nación y
no simplemente de individuos, y se refirió a la nación como si fuera Su hijo. Dios
nunca dijo eso de ninguna otra nación. La adopción les pertenece a ellos.

El segundo aspecto es la "gloria". Y éste se refiere a la presencia física de Dios;


estaba con ellos y fue manifestada en el Tabernáculo y más adelante, en el Templo.
Se nos dice en Éxodo, capítulo 40, versículo 25: "Moisés no podía entrar en el
tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria del Señor lo
llenaba". Los israelitas fueron el único pueblo que ha tenido la presencia visible de
Dios. Nosotros no tenemos en el día de hoy la presencia visible de Dios. Debemos
recordar eso.

Ninguna otra nación tuvo ese privilegio. La Iglesia no lo tiene. ¿Por qué? Porque
tiene al Espíritu que habita en cada creyente, convirtiendo en una realidad al
Cristo que vive, que está a la derecha de Dios. Dios, pues, les dio a ellos, es decir, a
la nación de Israel "la gloria" y eso los identifica.

En tercer lugar vemos que también les dio el "pacto". Dios hizo ciertos pactos con
la nación de Israel, que tiene la intención de llevar a cabo. Él dijo que haría que
ellos fueran una bendición para todos los pueblos. Dios hizo un pacto con
Abraham, con David y con la nación, que no ha hecho con otros pueblos. A David
le dijo que el Mesías provendría de su descendencia. Así que, entonces, a Israel le
pertenecen los pactos.

En cuarto lugar tenemos aquí en este versículo 4, del capítulo 9 de la epístola a los
Romanos, una referencia a "la ley". La ley mosaica le fue dada a la nación de
Israel. En el capítulo 19 del libro de Éxodo, versículo 5, leemos: "Ahora, pues, si
dais oído a mi voz, y guardáis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre
todos los pueblos; porque mía es toda la tierra". Luego Dios dijo en el capítulo 31,
del mismo libro de Éxodo, versículo 13: "Tú hablarás a los hijos de Israel y les
dirás: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí
y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy el Señor que os
santifico".

Algunos preguntan: "¿Por qué no guarda usted el sábado, el día del reposo?
Estimado oyente, no lo guardo porque yo no soy miembro de la nación de Israel.
Otros preguntan: "¿Es que Dios ha cambiado el día de reposo?" No, estimado
oyente. Dios no ha cambiado el día de reposo, pero es seguro que Él nos ha
cambiado a nosotros. Estamos unidos a Cristo y ésa es una nueva relación. La ley
mosaica le fue dada solamente a Israel.

En quinto lugar en este versículo 4, una referencia al culto, o sea, el servicio de


Dios. Y esto tenía que ver con la adoración del tabernáculo y del templo. Ellos
debían ser un reino de sacerdotes. En el capítulo 19, del libro de Éxodo, versículo
6, leemos: "Vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las
palabras que dirás a los hijos de Israel". Ahora, la nación abandonó a Dios, pero
Dios no abandonó Su propósito de que debían ser sacerdotes. Dios escogió a la
tribu de Leví y les dio la responsabilidad de servir y de cuidar el tabernáculo, y
más tarde el templo. En el reino milenario, los israelitas ejercerán nuevamente
como sacerdotes de Dios aquí en la tierra.

Tenemos ahora la última palabra del versículo 4, que constituye el sexto aspecto
que identifica a los israelitas. Y es, "las promesas". El Antiguo Testamento
contiene muchas promesas que fueron hechas a este pueblo. Por ejemplo, leamos
en Génesis, capítulo 12, versículos 1 al 3, que dice: "El Señor había dicho a
Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que
te mostraré. Y haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu
nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan
maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra". También vemos
que Dios le dijo a Josué, en el capítulo 1 del libro de Josué, versículo 2: "Mi siervo
Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo,
a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel". Como usted ve, estimado oyente, los
hijos de Israel debían poseer la tierra.

Pasando ahora al versículo 5, continuamos con esta lista de las características que
identifican al pueblo de Israel. Y tenemos primeramente allí la palabra
"patriarcas" que constituye el séptimo aspecto que identifica a este pueblo, y que
obviamente, se refiere a Abraham, a Isaac y a Jacob.

Y en octavo y último lugar, tenemos la palabra "Cristo" que es la palabra griega


que significa "Mesías". Cristo vino físicamente a esta tierra. Era judío. La mujer
samaritana junto al pozo le llamó judío, en el capítulo 4 del evangelio según San
Juan, versículo 9. Pero Pablo tuvo cuidado en decir que nosotros, los creyentes en
Cristo no le conocemos desde un punto de vista físico, como dijo en su segunda
carta a los Corintios, capítulo 5, versículo 16. Pablo identificó a Jesús como Dios, y
para Pablo, Cristo fue el Dios-Hombre. El evangelista Juan, en el capítulo 1 de su
evangelio, versículo 14 dijo: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros lleno
de gracia y de verdad, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre".
Cristo vino como un niño, cono un ser humano a la nación de Israel. La mujer
junto al pozo lo identificó como miembro de esa nación.

Quizás "Cristo el Mesías" deba ser separado de las otras siete señales distintivas
que hemos considerado en este pasaje, porque es más importante que todos las
demás. Porque como dice en Hebreos, capítulo 2, versículo 16: "...ciertamente no
socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham".

La nación de Israel de otros tiempos ya ha sido definida. Ahora vamos a


considerar a esta nación, tanto en los días de Pablo como en nuestro tiempo como

Israel identificada

Continuemos con este capítulo 9, y leamos ahora el versículo 6:

"No que la palabra de Dios haya fallado, porque no todos los que descienden de
Israel son israelitas"

Ahora, ésta es una expresión extraña "porque no todos los que descienden de
Israel son israelitas". En otras palabras, no todos los descendientes de Israel son
verdadero pueblo de Israel. Los judíos en los tiempos de Pablo hicieron la
pregunta: ¿Por qué todos los judíos no habían aceptado sinceramente a Cristo,
siendo que la de ellos era una nación elegida? ¿No constituyó esto un fracaso por
parte de Dios? Y Pablo trató parcialmente este problema en el principio del
capítulo 3 de esta epístola a los Romanos. Entonces Pablo haría una distinción
entre la descendencia natural de Jacob y la descendencia espiritual. Siempre ha
habido un remanente fiel y ese remanente, tanto natural como no natural, ha
constituido una descendencia espiritual. Ésta es una distinción que creemos es sólo
aplicable a la nación de Israel, y Pablo no incluyó aquí a los no judíos en ninguna
manera. El fracaso no había sido de Dios, sino del pueblo. Las promesas de Dios
eran incondicionales. Leamos ahora el versículo 7:

"Ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos suyos, sino: En Isaac te
será llamada descendencia".

Este versículo fue un golpe devastador al argumento de quienes trataban de


oponerse a Pablo. Si la descendencia fuera considerada únicamente en base al
nacimiento natural, entonces los ismaelitas, los madianitas y los edomitas tendrían
que ser incluidos. Un buen árabe bien pudiera haber alegado diciendo: "Yo soy
hijo de Abraham". Y por supuesto que no se le podría argumentar nada en contra
de esa afirmación pues era un hijo de Abraham tal como todos los demás son de la
descendencia física de Abraham. Ahora, ser descendiente natural de Abraham no
constituía de por sí ninguna seguridad de que uno era hijo según la promesa.

Usted recordará que, según Juan 9:39 y 44, los judíos en una ocasión le dijeron al
Señor Jesús: "Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fuerais hijos de
Abraham, las obras de Abraham haríais". Luego el Señor continuó hablándoles y
les dijo: "Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre
queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio y no ha permanecido en la
verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; pues es
mentiroso, y padre de mentira". Pasemos ahora el versículo 8 de este capítulo 9 de
la carta a los Romanos:

"Esto es: no son hijos de Dios los hijos según la carne, (es decir, por pertenecer a
cierta raza) sino que son contados como descendencia los hijos según la promesa".

El apóstol Pablo hizo una distinción clara entre los elegidos y los no elegidos en la
nación de Israel. "Los hijos según la carne" no eran hijos de Dios. En el capítulo
21 del libro de los Hechos de los apóstoles, versículo 20, el Dr. Lucas nos dijo:
"Cuando ellos lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano,
cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley".
Vemos, pues, que había en Israel miles de judíos que se convirtieron a Cristo
después de Su muerte y resurrección. Eran los elegidos, y Pablo siempre los llamó
"Israel". Se dice más sobre este tema en el libro de Apocalipsis. El Señor dijo lo
siguiente cuando habló a las Iglesias, en el capítulo 2 de Apocalipsis, versículo 9:
"Dicen ser judíos, y no lo son, sino que son sinagoga de Satanás". Volviendo ahora
al capítulo 9 de esta epístola a los Romanos, escribió Pablo aquí en el versículo 9:

"Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré y Sara tendrá un
hijo".

Los hijos según la promesa no son aquellos que creyeron algo. ¡Isaac no creyó
antes de nacer! Isaac era la descendencia prometida. Dios prometió, y Dios
cumplió Su palabra. Ahora, el versículo 10 dice:

"Pero no sólo esto, pues también Rebeca concibió de un solo hombre, de Isaac
nuestro padre".
Isaac y Rebeca también fueron presentados como una ilustración de este principio
de la elección divina. Y continuamos en el versículo 11:

"No habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal (para que el propósito
de Dios conforme a la elección permaneciera, no por las obras sino por el que
llama)"

Aunque este versículo está en paréntesis, su verdad es de suma importancia. Es


posible que alguien ofrezca alguna explicación del por qué Dios rechazó a Ismael,
pero ello no es posible en el caso de los hijos de Isaac y Rebeca. Aquellos niños eran
gemelos. Dios rechazó la línea de primogenitura natural y no escogió al hijo mayor,
sino al menor. En aquel entonces, Jacob no había hecho ningún bien ni tampoco
Esaú había hecho algún mal. Dios no apoyó su elección en el nacimiento, ya que no
hubo diferencia alguna entre el nacimiento del uno y el del otro. Ni se apoyó en su
carácter ni en sus obras.

Pablo aclaró entonces aquí, que toda la elección divina se apoyó sobre "el
propósito de Dios conforme a la elección". Además de eso, calificó su declaración
diciendo que no fue por algún mérito o buenas obras, sino únicamente según el
deseo de Dios, el que llama. Y Godet sugirió que el llamamiento en este versículo
no fue para la salvación. Leamos ahora el versículo 12:

"Cuando Dios le dijo a Rebeca: El mayor servirá al menor".

Ésta es una cita del capítulo 25 del libro de Génesis, versículo 23, que fue dado
antes de que nacieran los dos niños. Dice allí: "Y el Señor le respondió: Dos
naciones hay en tu seno, dos pueblos divididos desde tus entrañas. Un pueblo será
más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor". Y continuó Pablo
diciendo aquí en este capítulo 9 de su epístola a los Romanos, versículo 13:

"Como está escrito: A Jacob amé, más a Esaú aborrecí".

Y este es otro texto citado del último libro en el Antiguo Testamento, el libro de
Malaquías, capítulo 1, versículo 1 y 2. Esta declaración no fue hecha sino hasta
después que los dos muchachos habían vivido por muchos años y ya dos naciones
habían nacido de ellos, unos dos mil años más tarde, y mucha historia había
transcurrido. Una vez un estudiante le dijo al Dr. Griffith Thomas, un profesor de
la Biblia, que él tenía dificultad con este pasaje porque no podía comprender por
qué Dios aborreció a Esaú. El Dr. Thomas contestó que él también tenía dificultad
con este pasaje, pero que su dificultad surgía de otro hecho. Él no podía
comprender por qué Dios amó a Jacob. Es fácil ver por qué Dios rechazó a Esaú,
estimado oyente, por su picardía. Era un tipo impío, lleno de soberbia, y él, tanto
como sus descendientes, quisieron vivir sin Dios y le volvieron sus espaldas. Creo
que también puedo comprender por qué Dios aborreció a Esaú. Pero no puedo
comprender por qué escogió a Jacob. La Biblia nos dice que Dios hizo su elección
conforme a Su soberana voluntad. Pasemos ahora al versículo 14 de este capítulo 9
de la epístola a los Romanos, que comienza un párrafo que podemos titular
La elección de Israel, basada en el propósito soberano de Dios

"¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? ¡De ninguna manera!"

Claro que la respuesta a esta pregunta es un NO enfático. El hombre natural se


rebela contra la soberanía de Dios. Si algún asunto se deja a Dios para que Él haga
la elección, el hombre inmediatamente concluye que hay alguna injusticia. ¿Por
qué?

Hay quienes han aplaudido a los presidentes de su país en los últimos años. Al
parecer, se han hecho algunas malas decisiones durante los años en que han
ejercido su cargo, y en algunos casos el resultado ha sido que miles de jóvenes han
muerto en las guerras. Probablemente nunca nos enteremos completamente de
todo lo que ha habido detrás de aquellas decisiones. Pero, ¿Sabe usted quienes
llevaron con sus votos a esos hombres al poder? Pues los ciudadanos. Y nos parece
que se trató del equivocado juicio de parte de los electores. Sin embargo, no
desconfiamos de las decisiones de los hombres, ¿por qué entonces desconfiamos de
las decisiones de Dios?

Ahora, no podemos eludir el pensamiento que se presenta aquí. Ésta es la doctrina


de la elección. Y no podemos evadir el tema de la elección ni suavizarlo porque
algunos se opongan a tal doctrina. Además, humanamente hablando, no podemos
reconciliar la elección soberana de Dios con el libre albedrío de los seres humanos.
Ambos aspectos forman parte de la verdad. No podemos penetrar en los tratos
misteriosos de Dios, pero sí podemos confiar que Él obrará con justicia. Debemos
aceptar este versículo en su significado literal. Recordemos que éste es Su universo
y Él es soberano. ¿Cómo sería posible que yo me presente ante Su presencia para
expresar mi desconfianza por lo que Él hace? Permítanos decirle, estimado oyente,
que eso constituiría una abierta rebelión contra Dios.

Hoy yo me inclino ante mi Creador y mi Redentor, sabiendo que cualquier elección


que Él haga, es la correcta. A propósito, si es que a usted no le agrada lo que Dios
hace, quizá debiera apartarse de Su universo para crear uno que fuera suyo, en el
cual usted podría entonces dictar sus propias leyes, sus propias reglas, sus propias
normas. Pero mientras usted viva en el universo de Dios, tendrá que comportarse
según las reglas de Dios. El hombre, en su pequeñez no puede sino inclinarse ante
el Dios Todopoderoso para decir, como dijo Jesús en Juan 7:18, hablando de Dios
el Padre: "No hay en Él injusticia".

Continuemos con el versículo 15 de este capítulo 9 de la carta a los Romanos:

"Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia y me


compadeceré del que yo me compadezca".

Ésta es una cita del capítulo 33 del libro de Éxodo, versículo 19. Moisés había dicho
que quería ver la gloria de Dios. Y se puede suponer que Dios accedió a su petición
no por el hecho de que él fuera Moisés, un personaje verdaderamente importante,
que ocupaba una posición elevada. Fue el líder del Éxodo y quien guiaría al pueblo
por el desierto. Dios le dijo a Moisés que Él le mostraría Su gloria, pero le aclaró
bien a Moisés, que Su acción no se basaría en manera alguna en algo que la
persona de Moisés tuviera. Dios le mostró Su gloria porque era Dios y a causa de
Su misericordia soberana.

¿Sabe usted, amigo oyente, por qué Dios me salvó? No fue porque yo sea quien soy,
sino porque Él es Dios. Dios hizo la elección, y yo me inclino delante de Él. Y el
versículo 16 dice:

"Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene
misericordia".

La misericordia de Dios no se extiende como un reconocimiento de la voluntad


humana, ni es una recompensa de alguna obra humana. El querer humano y el
hacer humano no constituyen ninguna causa que motive las acciones de Dios. El
ser humano cree que la decisión y el esfuerzo pueden ser la causa para que Dios le
mire favorablemente. Ahora, entienda bien, esto no es una negación de la
responsabilidad humana. Alguien ha dicho que el querer y el hacer, pueden
indicar la posesión de gracia, pero no constituyen la causa que los origina. La
única respuesta final, es que Dios extiende Su misericordia y la extiende, porque Él
es Dios, estimado oyente. ¿Quienes somos nosotros para ponerlo en duda? Por tal
motivo, hoy, yo me inclino delante de Dios.
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Romanos 9:17-31
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 9 de esta epístola del apóstol Pablo a
los Romanos. Y en nuestro programa anterior, estábamos hablando de la elección
de Israel en el propósito soberano de Dios. Ésta es la doctrina de la elección. Y no
podemos evadir el tema de la elección ni suavizarlo porque algunos se opongan a
tal doctrina. Además, humanamente hablando, no podemos reconciliar la elección
soberana de Dios con el libre albedrío de los seres humanos. Ambos aspectos
forman parte de la verdad. No podemos penetrar en los tratos misteriosos de Dios,
pero sí podemos confiar que Él obrará con justicia. Debemos aceptar este versículo
en su significado literal. Recordemos que este es Su universo y Él es soberano. Yo
soy una pequeña criatura sobre la tierra, y a Él, siendo Dios, le es posible quitarme
la vida en cualquier momento. ¿Cómo sería posible que yo me presente ante Su
presencia para expresar mi desconfianza por lo que Él hace? Permítanos decirle,
estimado oyente, que eso constituiría una abierta y flagrante rebelión contra Dios.

Hoy yo me inclino ante mi Creador y mi Redentor, sabiendo que cualquier elección


que Él haga, es la correcta. A propósito, si es que a usted no le agrada lo que Dios
hace, quizá debiera apartarse de Su universo para crear uno que fuera suyo, en el
cual usted podría entonces dictar sus propias leyes, sus propias reglas, sus propias
normas. Pero mientras usted viva en el universo de Dios, tendrá que comportarse
según las reglas de Dios. El hombre, en su pequeñez no puede sino inclinarse ante
el Dios Todopoderoso para decir, como dijo Jesús en Juan 7:18, hablando de Dios
el Padre: "no hay en Él injusticia". La misericordia de Dios no se extiende como
un reconocimiento de la voluntad humana, ni es una recompensa de alguna obra
humana. El querer humano y el hacer humano no constituyen ninguna causa que
motive las acciones de Dios. El ser humano cree que la decisión y el esfuerzo
pueden ser la causa para que Dios le mire favorablemente. Ahora, entienda bien,
esto no es una negación de la responsabilidad humana. Alguien ha dicho que el
querer y el hacer, pueden indicar la posesión de gracia, pero no constituyen la
causa que los origina. La única respuesta final, es que Dios extiende Su
misericordia y la extiende, porque Él es Dios, estimado oyente. ¿Quienes somos
nosotros para ponerlo en duda? Continuando ahora con este estudio en el capítulo
9 de esta epístola a los Romanos, leamos el versículo 17.

"Porque la Escritura dice al faraón: Para esto mismo te he levantado, para


mostrar en ti mi poder y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra".

Moisés fue dado como un ejemplo para mostrar la elección de Dios en Jacob. Y
Faraón se dio como ejemplo para mostrar el rechazo de Esaú por Dios. Estos dos
hombres revelaron la acción soberana de Dios. Dios no obligó a Faraón a hacer
alguna cosa contraria a su voluntad o deseo. Faraón era un pecador orgulloso,
brutal, egoísta y malicioso. Dios dijo que usó a Faraón. Pero alguien podría objetar
diciendo: "Pero él no había sido elegido". No, no lo había sido. Piense usted en las
oportunidades que Dios le dio. Faraón habrá dicho: "Yo soy Faraón. Yo soy el que
elige aquí. Yo hago las decisiones. No dejaré ir a los hijos de Israel". Pero, la
voluntad de Dios, prevaleció de todas maneras. Cuando la Biblia dice que Dios
endureció el corazón de Faraón, significa que Dios obligó a Faraón a adoptar la
decisión que él mismo ya había hecho en su corazón. Es decir, que Dios le obligó a
hacer lo que Faraón quería hacer. La elección de Faraón por Pablo, como ejemplo
aquí, fue buena. Pues, los judíos en los tiempos de Pablo concordarían en que Dios
hizo lo correcto en rechazarlo a él. Dios no creó a Faraón de esa manera, pero Dios
lo levantó para revelar lo que estaba en su corazón. Dios hizo esto para mostrar Su
propia gloria, y le informó a Faraón de eso, según leemos en el libro de Éxodo,
capítulo 9, versículo 16, diciendo: "Y a la verdad yo te he puesto para mostrar en ti
mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra". Ningún perdido
jamás ha sido obligado a hacer lo que no quería hacer. No habrá ninguna persona
en el infierno que no escogió estar allí. Es usted, estimado oyente, quien decide a
donde quiere ir. Y continuó escribiendo en el versículo 18:

"De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer,
endurece".

La Escritura dice que Dios endureció el corazón de Faraón y que Faraón también
endureció su propio corazón. Lo primero lo encontramos en el libro de Éxodo en
varias partes. Primero en el capítulo 4, versículo 21. También en el capítulo 7,
versículo 3. En el capítulo 9, versículo 12. Capítulo 10, versículo 20 y 27. Y en el
capítulo 11, versículo 10. El lector debe examinar cada versículo detenidamente.
Solamente queremos mencionar aquí el versículo 21, del capítulo 4 de Éxodo, para
ilustrar el hecho de que Dios endureció el corazón de Faraón. Leemos en Éxodo
capítulo 4, versículo 21: "Y dijo el Señor a Moisés: Cuando hayas vuelto a Egipto,
ocúpate de hacer delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tus
manos; pero yo endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo".
Los ejemplos de Faraón endureciendo su propio corazón los encontramos en
Éxodo capítulo 7, versículos 14 y 22. También en el capítulo 8, versículos 15 y 32. Y
en el capítulo 9, versículos 7 y 34. Y aquí también quisiéramos leer solamente uno
de estos pasajes en los versículos 15 y 32 del capítulo 8 de Éxodo. Dice allí: "Pero al
ver el faraón que le habían dado reposo, endureció su corazón y no los escuchó, tal
como el Señor lo había dicho" Y luego, "Pero también esta vez el Faraón
endureció su corazón y no dejó partir al pueblo".

El apóstol Pablo recalcó el hecho de que Dios endureció el corazón de Faraón, para
concluir su argumento de que Dios no fue injusto en su rechazo de Esaú. La
palabra para endurecer aquí, puede significar "pesado" y entonces leeríamos:
"Entonces el Señor dijo a Moisés, el corazón de Faraón está endurecido, o está
pesado". La misma palabra aparece también en el capítulo 7 de Éxodo, versículo
12, donde leemos: "Y las manos de Moisés se cansaban" (o sea le resultaban
pesadas). Dios no cambió el corazón de Faraón. Lo dejó con su peso de iniquidad.
Eso no frustró el propósito de Dios, sino más bien lo cumplió. Faraón rechazó la
salvación de Dios. Y ahora, Dios pudo rechazarlo a él.

Así también, Dios pudo rechazar a gran parte de Israel en los tiempos de Pablo.
Ésta fue la respuesta del apóstol a un pueblo del cual alguien dijo: "Los judíos
creían que los no judíos no podrían ser recibidos por Dios de manera alguna". Y el
apóstol Pablo mostró que se equivocaron en cuanto a las dos premisas.

Dios, estimado oyente, no es arbitrario en Sus tratos con la humanidad. Cuando Él


rechaza, sigue siendo justo. El dudar esto constituye una rebelión contra Dios.
Decir que Dios crea a los hombres para que perezcan, es leer algo en este pasaje
que no está aquí. Pasando ahora al versículo 19 de este capítulo 9 de la epístola a
los Romanos leemos:

"Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? ¿Quién ha resistido a su voluntad?"

Éste es el razonamiento del hombre natural. Si Dios endureció el corazón de


Faraón, ¿por qué inculpó a Faraón? ¿No estaba él llevando a cabo el propósito de
Dios? Y en el versículo 20, leemos:

"Pero tú, hombre, ¿quién eres, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de
barro al que lo formó: Por qué me has hecho así?"

El apóstol Pablo mostró que lo que en realidad estaba tratando aquí era la actitud
correcta y la reverencia que el hombre debía tener para con Dios. Dios no tiene
que presentar informe alguno a ninguna de sus criaturas, acerca de Su conducta.
Dios no está nada obligado a agradar a los orgullosos. Es una blasfemia que el
hombre acuse a Dios de ser injusto. Es ateísmo decir que Dios no puede hacer
como Él quiere hacer. El hombre es la criatura. Pero lo que pasa es que el hombre
trata de crear a Dios en su propia imagen. Sin embargo, Dios es el Creador. Dios
no está obligado a contestar al hombre. El razonamiento humano no es la
respuesta al problema. La respuesta se encuentra solamente en el misterio y en la
majestad de la soberanía de Dios. La fe deja allí este asunto y lo acepta en una
obediencia humilde. La incredulidad se rebela contra esto y permanece bajo la
misma ira y juicio del Dios de quien duda.
En los versículos siguientes, Pablo usó la ilustración del alfarero y el barro. Dios,
estimado oyente, es el alfarero y nosotros el barro. Dios sacó al hombre del polvo
de la tierra y lo formó. Declaró que en la muerte su cuerpo físico volvería al polvo.
El salmista dijo en el Salmo 103, versículo 14: "Se acuerda de que somos polvo".
Muchas veces nos olvidamos de esto. Abraham adoptó una actitud correcta ante
Dios cuando dijo, en Génesis 18:27, "Te ruego, mi Señor, que me escuches, aunque
soy polvo y ceniza". Y dice el versículo 21:

"¿Acaso no tiene potestad el alfarero sobre el barro para hacer de la misma masa
un vaso para honra y otro para deshonra?"

El pensamiento en el versículo 20 era el de Dios como Creador. Lo comparó al


alfarero. El versículo 21 tiene que ver con el propósito y el destino, más bien que
con el origen. Este versículo nos lleva a la casa del alfarero del cual habló Jeremías
en el capítulo 18, de su libro, versículos 1 al 6, cuando dice: "Palabra del Señor que
vino a Jeremías, diciendo: Levántate y desciende a casa del alfarero, y allí te haré
oír mis palabras. Descendí a casa del alfarero, y hallé que él estaba trabajando en
el torno. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en sus manos, pero él
volvió a hacer otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí
palabra del Señor, diciendo: ¿No podré yo hacer con vosotros como este alfarero,
casa de Israel? dice el Señor. Como el barro en manos del alfarero, así sois
vosotros en mis manos, casa de Israel".

Estimado oyente, Dios metió Su mano en la misma masa de la humanidad y sacó


un poco de barro e hizo a un Moisés. Nuevamente metió la mano para sacar del
mismo barro a un Faraón. En el principio todo era barro feo, desagradable, ciego y
pecaminoso. Dios no lo creó así. Su gracia y Su misericordia hacen una vasija para
honra, es decir, para un uso especial. Y el alfarero está en su derecho para hacer
otra vasija para deshonra, es decir, para un uso común. Y, "¡Ay del que no siendo
más que un tiesto como cualquier tiesto de la tierra, pleitea con su Hacedor! ¿Dirá
el barro al que lo modela: ¿Qué haces? o tu obra: ¿no tiene manos?" como dijo
Isaías en el capítulo 45 de su profecía, versículo 9. Volviendo ahora al capítulo 9 de
la epístola a los Romanos, leamos el versículo 22:

"¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con
mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción?"

Pablo ya ha establecido el hecho de que Dios tiene libertad para obrar según el
misterio y la majestad de Su soberanía. Ahora, habiendo dicho esto, Pablo
procedió a mostrar que Dios trataba con paciencia y misericordia aun a las vasijas
que caerían bajo su ira. Nunca podremos decir que Dios las había preparado para
la destrucción. La rebelión y el pecado del barro fue lo que las preparó para el
juicio. Dios habría tenido toda la razón en ejercer un juicio inmediato sobre ellas,
pero trató a estas vasijas, no como barro muerto, sino como criaturas con libre
albedrío y les dio amplias oportunidades para revelar cualquier inclinación que
pudieran tener para obedecer a Dios. Aunque Dios aborrece el pecado y lo juzgará
de una manera final, Su misericordia constantemente se extiende hacia las
criaturas implicadas. Y los versículos 23 y 24 de este capítulo 9 de la epístola a los
Romanos, nos dicen:
"Él, para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de
misericordia que había preparado de antemano para gloria. A estos también ha
llamado, es decir, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los que no son
judíos".

Hay una distinción clara que se hace aquí entre los vasos de ira y los de
misericordia. Dios mostró tanta paciencia para con los vasos de misericordia como
para con los vasos de ira, pero los vasos de ira estaban preparados para la
destrucción por ellos mismos, mientras que Dios es el que prepara los vasos de
misericordia.

Godet sugirió aquí que los vasos de ira se referían a la misma nación judía que fue
destruida en el año 70 D.C. Jesús anunció la destrucción, pero Él era sufrido y
paciente. Lloró sobre la ciudad, y oró, diciendo: "Padre, perdónalos". (Lucas
23:34). El apóstol Pedro dijo además que el evangelio sería predicado
primeramente a ellos. Pero por fin el juicio vino con la destrucción de Jerusalén
por Tito en el año 70 D.C., y la dispersión consiguiente de la nación. Y Dios había
salvado a un remanente. Los del remanente eran vasos de misericordia.

He aquí la analogía de Dios: Su paciencia con Faraón fue cumplida en la nación de


Israel, y la subsiguiente destrucción de Israel vino después que experimentó
ampliamente la paciencia de Dios.

Ahora llegamos a un párrafo titulado

La elección de los no judíos en las profecías de la Biblia

Ésta es la última división de este capítulo 9. Pablo ha dejado bien en claro que la
nación de Israel fue escogida gracias a la voluntad soberana de Dios y no por algún
mérito de los israelitas. Dios no solamente ha escogido a una nación, sino que
también ha salvado a aquellos de aquella nación que se han convertido a Él, y
siempre hay un remanente. Pero Dios también está tomando un pueblo para Su
nombre de entre los que no son judíos. Leamos los versículos 25 y 26 de este
capítulo 9 de la epístola a los Romanos:

"Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la
no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, allí
serán llamados hijos del Dios viviente".

La primera profecía mencionada en el versículo 25 es una cita de Oseas capítulo 2,


versículo 23 y se refiere a la nación de Israel. El apóstol Pedro también se refiere a
esta profecía en cuanto al remanente creyente en sus tiempos, los cuales
perpetuaron a la nación. A esta gente que se había convertido a Cristo les dijo, en
su primera carta, capítulo 2, versículos 9 y 10: "Pero vosotros sois linaje escogido,
real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las
virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. Vosotros que en
otro tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios; en otro tiempo no habíais
alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia".
La segunda profecía que se cita aquí en el versículo 26, es de Oseas capítulo 1,
versículo 10 y se refiere a los no judíos en cualquier parte de la tierra que se
conviertan a Cristo ahora y en el futuro. En el libro de los Hechos de los Apóstoles,
capítulo 15, versículo 17, leemos: "Para que el resto de los hombres busque al
Señor, y todos los que no son judíos, sobre los cuales es invocado mi nombre".

Y por tanto, Dios también alcanzó a Europa con el evangelio. No envió el evangelio
a Europa porque el pueblo allí era superior, en manera alguna. A veces se ha dado
a entender que la raza blanca se cree superior a las demás razas. Pero la verdad,
estimado oyente, es que nunca lo ha sido y nunca lo será. Ante Dios todos somos
iguales, y por lo mismo debemos considerarnos así los unos a los otros. Dios nos ha
permitido escuchar el evangelio, sólo debido a Su misericordia. Leamos ahora los
versículos 27 y 28 de este capítulo 9 de la epístola a los Romanos:

"También Isaías proclama acerca de Israel: Aunque el número de los hijos de


Israel fuera como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo, porque el
Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra con justicia y prontitud".

El apóstol Pablo citó aquí las palabras del profeta Isaías en el capítulo 10 de su
profecía, versículos 22 y 23. Solamente un remanente de Israel será salvado
durante el período de la gran tribulación. Si usted quiere saber el porcentaje, hoy
en día no hay más de quince millones de judíos en todo el mundo. En el período de
la gran tribulación, sabemos que Apocalipsis 7 indica que solamente 144.000 judíos
serán sellados para protección y salvados; son una pequeña parte del total. Aunque
creemos que otros serán salvos durante ese período, estos 144.000 serán testigos de
Él, y un pequeño remanente se salvará. Ahora, no sabemos si esta cifra es literal o
simbólica, pero sabemos que representa un pequeño porcentaje, pero es un
remanente. Siempre ha sido así con los judíos. Y siempre ha ocurrido así también
con un remanente de entre los no judíos. Siempre es sólo un remanente que es
salvado según Su gracia. El mismo hecho de que solamente salve a uno, revela Su
misericordia y Su gracia, porque a la verdad, no existe nadie que merezca ser
salvado. Y el versículo 29 de este capítulo 9 de la carta de Pablo a los Romanos
dice:

"Y como antes dijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado
descendencia, como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos
semejantes".

En este versículo el apóstol Pablo citó las palabras de Isaías del capítulo 1,
versículo 9 de su profecía. Ésta fue una declaración sorprendente, pero un clímax
apropiado para la soberanía de Dios. Aun la nación elegida habría sido como
Sodoma y Gomorra en su depravación y rebelión contra Dios, si Él no hubiera
intervenido con Su misericordia soberana y rescatado a un remanente. ¡Qué
denuncia del fariseísmo orgulloso y de la orgullosa membresía de Iglesia que hay
hoy en día! Solamente la misericordia de Dios es lo que evita que vayamos al
infierno, estimado oyente. Y ahora, el versículo 30 nos dice:

"¿Qué, pues, diremos? Que los no judíos, que no iban tras la justicia, han
alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe"
Ésta fue una declaración emocionante. Los no judíos que no quisieron ni actuaron,
hallaron justicia en Cristo, porque Dios lo obró y así lo quiso. Las Escrituras del
Antiguo Testamento lo habían profetizado, pero ahora la historia lo confirmaba,
según Pablo testificó. Usted puede leer acerca de la visita del apóstol Pablo al país
de Galacia, en su primer viaje misionero, en el libro de los Hechos de los apóstoles,
capítulos 13 y 14; y también puede leer acerca de Pablo en Atenas, en el capítulo 17
del mismo libro de los Hechos de los apóstoles, versículos 15 al 34. Isaías ya había
dicho que los no judíos también serían salvados. Y ahora, el versículo 31 dice:

"Mientras Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó".

En otras palabras, los judíos, tratando seguir a una ley que debiera haber
producido justicia, no alcanzaron esa ley. Ésta fue una declaración trágica. Ellos
trataron de producir una justicia propia por medio del sistema mosaico. Pero no lo
lograron y si lo dudamos, observemos a la nación judía en el día de hoy. Es un
hecho que algunas personas que proclaman su religiosidad son las más difíciles de
alcanzar con el evangelio. Incluso, algunas personas son miembros formales de una
iglesia, sin haber tenido una experiencia personal con Jesucristo.

Nunca podrá usted reconciliar la soberanía de Dios y la responsabilidad de los


hombres. Pero Pablo dejó claro que si usted es salvado, estimado oyente, la
responsabilidad es suya. Usted tiene que aceptar lo provisto por Dios. La Biblia
dice con toda claridad que Dios ha hecho su parte al proveer una salvación para
todo el mundo. Las puertas están abiertas para que todo aquel que quiere, pueda
venir. Y el Señor dijo el evangelio según San Juan, capítulo 6, versículo 37: "... y al
que a mí viene, no le echo fuera". Por favor, no se ponga usted a un lado para
decir: "Yo no soy uno de los elegidos". Si usted quiere ser salvo, usted está entre
los elegidos. Si usted no quiere, pues no lo está. Es así de sencillo.

Ya llegamos antes a la conclusión de que: Dios es soberano. Él obrará según Su


voluntad, y Su voluntad es justa. No hay posibilidad alguna de injusticia con Él.
Dios no se equivoca, como los seres humanos. Estimado oyente, ¿Por qué no confía
usted en Dios? ¡Dios puede, y quiere salvarle completamente!
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CONDICIONES DE USO

Romanos 9:32 - 10:10


Estamos ya al final del capítulo 9 de esta epístola a los Romanos, y al concluir
nuestro programa anterior, estábamos por finalizar la sección titulada "La
elección de los no judíos en las profecías bíblicas", y decíamos que la Biblia dice
claramente que Dios ha hecho Su parte al proveer una salvación para todo el
mundo. Las puertas están abiertas para que todo aquel que quiera, pueda venir. Y
el Señor mismo dijo en el evangelio según San Juan, capítulo 6, versículo 37, que
"Al que a Mi viene, no le echo fuera". De modo que no se ponga usted a un lado
para decir: "Yo no soy uno de los elegidos". Si usted quiere ser salvo, estimado
oyente, usted está entre los elegidos. Ahora, si no quiere ser salvado, no está; es así
de sencillo. Ahora, dijimos que éste es el universo de Dios. Y hemos llegado a la
conclusión que Dios es soberano. Él obrará según Su voluntad y Su voluntad es
justa; no hay posibilidad alguna de injusticia con Él. Dios no se equivoca, como los
seres humanos. Y pasamos ahora a los versos finales de este capítulo 9 de la
epístola a los Romanos, los versículos 32 y 33 que preguntan, por qué Israel no
pudo alcanzar la justicia; leamos:

"¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino dependiendo de las obras de la
Ley, de modo que tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito: He aquí
pongo en Sión piedra de tropiezo y roca de caída; y el que crea en él, no será
defraudado".

En estos dos versículos finales, el apóstol Pablo volvió a considerar a la mayoría, o


sea a los no elegidos de Israel. Y su fracaso no se debió a que no eran elegidos.
Alguien ha dicho que "los salvados pueden atribuir su salvación a la elección; pero
los perdidos no pueden atribuir su perdición a la falta de elección". No podemos
leer algo aquí que Dios no ha dicho. El libre albedrío en verdad tiene su lugar, y
Dios por cierto manda a todos en todo lugar que se arrepientan; pero ése no es el
tema que se está discutiendo aquí. De modo que vamos a dejar esta sección así
como Dios declaró la situación, ni más, ni menos.

Ahora, el texto citado aquí en el versículo 33, procede del libro del profeta Isaías,
capítulo 8, versículo 14, y también del capítulo 28 del mismo libro, versículo 16. El
judío tropezó. Para el no judío la cruz era una locura. Pero el que crea, sea judío o
no lo sea, será salvado por aquella cruz. La mente humilde llegará con una fe
sencilla. El hombre natural todavía tratará de producir, o de obtener la salvación
mediante algún proceso natural. Tratará de reconciliar la soberanía de Dios con la
responsabilidad de los hombres, como si la mente débil del hombre fuera capaz,
infinita e infalible.

Y así, pues, concluimos nuestro estudio del capítulo 9 de esta epístola a los
Romanos. Llegamos ahora, a

Romanos 10:1-10

El tema de este capítulo abarca los siguientes apartados. El estado presente de


Israel y su posición actual. La salvación presente tanto para judíos como para no
judíos. Hemos visto que el estado actual de Israel les presenta como perdidos, y ésa
es su condición espiritual. Están perdidos, así como los no judíos lo están. La razón
es que Cristo es el final de la ley de la justicia propia.

Entonces, Pablo volvió del tema de la soberanía de Dios a la responsabilidad del


hombre. Comenzó esta línea de pensamiento en los versículos finales del capítulo 9.
En este capítulo tenemos el propósito actual de Dios para Israel. La situación
presente de Israel no se debe a que Dios haya limitado Su misericordia hacia ellos,
sino a su celo de Dios sin conocimiento. Dios les ofreció Su propia justicia
libremente, pero ellos procuraban establecer su propia justicia al tratar de cumplir
la ley.

Leamos pues el versículo 1 de Romanos 10, donde comienza el párrafo sobre


La condición de Israel

"Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios es por la


salvación de Israel"

En el capítulo 9, versículo 30, el apóstol Pablo volvió del tema de la soberanía de


Dios a la responsabilidad de los hombres. Continuó esta discusión aquí en el
capítulo 10. Estableció que su fracaso no se debió a que Dios hubiera limitado Su
misericordia hacia Israel. Ellos eran responsables de su situación porque estaban
cegados por su propio fariseísmo. Dios les hizo responsables. El Señor les había
dicho en Lucas, capítulo 19, versículos 43 y 44, leemos: "Porque vendrán días
sobre ti cuando tus enemigos te rodearán con cerca, te sitiarán, y por todas partes
te estrecharán; te derribarán a tierra y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti
piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación".

El pueblo de Israel tiene muchos enemigos hoy en día. Están rodeados por las
naciones árabes que quieren empujarlos al mar. Se hallan en apuros porque no
conocieron el tiempo en que Dios vino a salvarles. Por tanto, dice el apóstol Pablo:
". . . el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación".
Hay tres rasgos o distintivos obvios en su declaración, y son los siguientes:

Primero, Israel con todo lo que poseía en el aspecto religioso, como vimos allá en el
capítulo 9, versículos 4 y 5, no fue salvado.

Permítanos decir estimado oyente, que probablemente, un alto porcentaje de


personas que formalmente parecen ser miembros de una iglesia, no son salvados.
Simplemente actúan como miembros de un club religioso. Están en rebelión en el
sentido en que no aceptan la justicia que Dios les ofrece en Cristo. Usted puede
aparentar ser muy religioso y sin embargo estar perdido. Israel tenía una religión,
la cual les había sido dada por Dios mismo, pero con todo eso, aun así necesitaban
ser salvados. Tenían religión, pero no tenían justicia. Tenían más que lo que tenía
cualquier otra nación, pero aun así estaban perdidos. El deseo de Pablo, pues, era
que Israel fuera salvado.

En segundo lugar, Israel se podía salvar, era salvable. Alguien ha dicho que Pablo
no habría orado, si ellos hubieran sido del todo réprobos.

Y en tercer lugar, hoy están en el mismo nivel ante Dios como los que no son
judíos, y deben ser evangelizados como cualquier otra gente que está sin Cristo. No
hay diferencia alguna hoy en día. Como dijo Pablo en esta carta, en 3:23, "Todos
pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios". Esta idea de que una raza sea
superior o inferior resulta ridícula. La tierra, al pie de la cruz está nivelada.
Quienquiera que sea usted, no importa cuál sea su posición social, la iglesia a la
que asista, sus buenas obras, o el color de su piel; esos factores no le salvarán. Si
usted está sin Cristo, estimado oyente, usted está destinado al infierno. Y Dios es
justo cuando le dice eso. Quizá usted piense que utilizamos una expresión dura,
pero en realidad se trata de lo que Dios mismo ha declarado. Dios ha hablado con
toda claridad y Él quiere que le comprenda bien.
Ahora, hay quienes creen que hoy en día, el evangelio también debe ser predicado
primeramente al judío. No creemos que Pablo quiso decir que el evangelio debía ir
cronológicamente al judío primero y luego a los que no eran judíos, como vimos en
el capítulo 1 de esta epístola, versículo 16. Durante los primeros años en la ciudad
de Jerusalén y en el resto de Israel no hubo creyentes no judíos. La iglesia estaba
totalmente formada por creyentes judíos. Pero permítanos añadir que el judío
tampoco debe ser excluido. El judío está incluido en el plan y propósito de Dios, y
necesita el evangelio. No estamos de acuerdo con aquel teólogo que según la revista
Time del 21 de Abril de 1958, dijo: "No traten de convertir a los judíos . . . los
judíos pueden encontrar a Dios con más facilidad en su propia fe, que en el
cristianismo". Este teólogo mantiene este punto de vista, según él dice, debido
"especialmente a la culpa que puedan sentir si llegan a ser cristianos". Pero la
realidad es que cuando llegan a ser cristianos, son librados de todo sentimiento de
culpa. De modo que ellos deben tener el evangelio, como el resto de los seres
humanos. Porque Dios está dispuesto a mostrar hoy su gracia y misericordia.
Continuemos ahora nuestro estudio de este capítulo 10 de la epístola a los
Romanos, y leamos el versículo 2:

"Porque yo soy testigo de que tienen celo o deseo de servir a Dios, pero no
conforme al verdadero conocimiento".

Conocemos a algunos cristianos hiperactivos que parecen tener un deseo tan


ferviente de servir a Dios y que, incluso, proclaman hacer todo en el nombre del
Señor Jesús. Sin embargo, todo lo que tienen es solamente un activismo religioso en
el cual la persona de Cristo no parece ocupar más que un lugar formal u oficial. En
estos casos conviene recordar cuál es la pregunta clave que enfrenta a cada
persona con su propia realidad espiritual, y es la siguiente: ¿Tiene usted a Cristo
Jesús? ¿Ha aceptado usted la justicia que Dios le ofrece en Cristo Jesús? Usted no
puede ser salvado de ninguna otra manera.

Habría que ser perfecto para poder ir al cielo y usted no es perfecto, ni yo


tampoco, pero voy al cielo porque Jesús murió por mí. Él fue sepultado y resucitó
de los muertos. Fue entregado por mis transgresiones y resucitó para que yo
pudiera ser declarado justo. Cristo es perfecto y Él es mi justicia. Y algún día iré al
cielo porque Jesús tomó mi lugar en la cruz.

Estimado oyente, ¿Es Jesucristo su Salvador? Olvídese por un momento de su


apariencia social, de sus amistades, y no queremos menospreciar esa membresía
oficial o vinculación respetable que usted pueda mantener con alguna iglesia o
comunidad cristiana. Pero no vaya usted confiando en ella para la salvación.
¿Tiene usted una relación personal con Cristo Jesús? Debería tenerla. Ahora,
Pablo sabía todo esto por experiencia ya que él había sido un fariseo celoso en
cuanto a su afán por servir a Dios. Alguien ha traducido esto de esta manera: "Yo
sé algo en cuanto a eso, en cuanto a ese celo. No fue debido a la ignorancia de la
ley, porque prácticamente hicieron de ella un ídolo. Lo que pasó fue que no
percibieron que todo el Antiguo Testamento señalaba a Cristo. Tenían los hechos,
pero no la interpretación ni la aplicación de los hechos". Leamos ahora el versículo
3 de Romanos 10:
"Ignorando la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se han
sujetado a la justicia de Dios"

El comentarista, Dr. Griffith Thomas habló sobre la falta de discernimiento del día
presente y dijo: "¿No es increíble cómo las personas pueden leer la Biblia sin ver
nunca la enseñanza esencial y su aplicación personal para ellos mismos? Casi no
hay nada que sea más sorprendente, ni que entristezca más, que la presencia de un
conocimiento intelectual de la Palabra de Dios, que no alcanza a apreciar su
significado y poder espiritual. Israel era desconocedor de la justicia de Dios, según
se describe en el capítulo 3 de esta epístola a los Romanos, versículo 21, donde
vimos que se había manifestado entonces, aparte de la ley, pero testificada por la
ley y los profetas; justicia que podía ser recibida por fe en Cristo. En contraste con
ésta, ellos procuraban establecer su propia justicia. Así les sucede incluso a algunos
lectores de la Biblia, que no han percibido en ella lo que realmente significa ser
salvo. Pasemos ahora al versículo 4 de este capítulo 10 de la epístola de Pablo a los
Romanos:

"Pues el fin de la Ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree".

En la Biblia de Jerusalén, este versículo se lee: "Porque el fin de la ley es Cristo,


para justificación de todo creyente". Y la versión Dios habla hoy lo traduce así:
"Porque la ley se cumple en Cristo para que sean hechos justos todos los que
tienen fe". El Señor Jesucristo es el fin, la meta y Él mismo dejó esto bien en claro.
Vino, según Sus propias palabras, para proveer una nueva vestidura de justicia, y
no para remendar la vieja vestidura legal y raída de la ley. En el evangelio según
san Mateo, capítulo 9, versículo 16, el Señor Jesucristo dijo: "Nadie pone remiendo
de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor
la rotura". Ahora, consideremos este asunto bajo los aspectos siguientes:

La ley fue dada para conducir a las personas a Cristo. No fue dada para salvar a
los hombres, el apóstol Pablo, en su epístola a los Gálatas, capítulo 3, versículo 24
les dijo a los creyentes: "De manera que la ley ha sido nuestro guía para llevarnos
a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe". O sea, que no fue dada para
salvarnos, sino para mostrarnos que necesitábamos ser salvos. Nos toma de la
mano, nos lleva hasta la cruz de Cristo, donde podemos ver que necesitamos a ese
Salvador que está allí ocupando nuestro lugar.

En segundo lugar, La ley llegó a su cumplimiento y a su fin en Cristo. Y en su carta


a los Efesios, capítulo 2, versículo 15, dijo Pablo: "Cristo ha puesto fin a la ley
consistente en mandatos y reglamentaciones, y de ambos pueblos (judíos y no
judíos) ha formado uno solo, nuevo y unido en él". Y en su carta a los Colosenses,
capítulo 2, versículo 14, expresó lo que hizo Cristo en la cruz, cuando "anuló el
acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, y la quitó de
en medio clavándola en la cruz".

La última parte de este versículo 4 dice: "...a todo aquel (lo cual recalca su
carácter universal) que cree (lo cual enfatiza su carácter gratuito, pero tiene que
ser recibida)"

Continuemos ahora con el versículo 5, que comienza a considerar


La posición presente de Israel

"Moisés escribe así de la justicia que se basa en cumplir la Ley: El hombre que
haga estas cosas vivirá por ellas".

Pablo citó aquí del Antiguo Testamento para demostrar que la justicia de la ley y
la justicia de la fe están en contraste y que se excluían mutuamente (La cita es del
libro de Levítico 18:5 en la versión griega de los setenta).

Es un hecho que el hombre puede obtener cierta justicia en el cumplimiento de la


ley, pero está claro que sería su propia justicia, y no la justicia de Dios. La verdad
es que el hombre es incapaz de estar a la altura de la justicia de Dios. En su carta a
los Gálatas, capítulo 3, versículo 2, dice el apóstol Pablo: "Esto solo quiero saber
de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el escuchar con
fe?" La ley ejerció un ministerio de condenación y de muerte. Leamos ahora los
versículos 6 al 8 de este capítulo 10 de la epístola a los Romanos:

"Pero de la justicia que es por la fe, dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién
subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al
abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Pero ¿qué dice?:
Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que
predicamos"

El texto citado en esta sección procede del libro de Deuteronomio, capítulo 30,
versículos 11 al 14. Ese pasaje era parte de la tarea encomendada por Moisés a la
generación que estaba por entrar en la tierra de Canaán. La fe y obediencia
resultarían en bendición. Por otra parte, el rechazo y la desobediencia a Dios
resultarían en castigo, porque serían afligidos y dispersados. El punto importante
de esa enseñanza de Moisés era que esa generación tenía el mensaje (cerca, en su
boca, v. 8) y podía responder a él con fe (en su corazón), y podrían vivir ante Dios
con obediencia. Ya que tenían el mensaje tan cerca, no tenían que pedir que fuera
traído del cielo ni descender al abismo para obtenerlo. La "palabra", o sea las
instrucciones de Moisés, estaban cerca de ellos. Al citar a Moisés, Pablo quiso
indicar que la misma verdad se aplicaba a su generación, con el hecho añadido que
Cristo se había encarnado en esta tierra, había vivido entre ellos y, después de
muerto, había resucitado. Nadie tendría necesidad de subir al cielo para hacer
descender a Cristo, ni de descender al abismo para que Cristo fuera levantado de
los muertos. O sea que, también en el tiempo de Pablo, el mensaje de la justicia por
la fe estaba cerca y a disposición de sus lectores, pues era el mensaje que el apóstol
estaba proclamando. Leamos ahora los versículos 9 y 10:

"Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo
levantó de entre los muertos, serás salvo, porque con el corazón se cree para
justicia, pero con la boca se confiesa para salvación".

Lo que Pablo estaba diciendo era que la persona debía poner de acuerdo su
confesión de fe y su vida. Su boca y su corazón deben de estar en completa
armonía, expresando lo mismo. Es con el corazón que se cree. El corazón implica
la personalidad total, la totalidad del ser. Algunas personas hoy dicen algo con sus
bocas, incluso utilizan un vocabulario piadoso de devoción a Dios, pero sus
corazones están lejos de Él. Cuando usted exprese una confesión de su fe, es decir
lo que usted cree, asegúrese de que su corazón exprese lo mismo, para que no esté
usted pronunciando palabras que no significan realmente nada para usted
personalmente. Una confesión expresada sin fe, se debe a que alguien se está
engañando a sí mismo, o está cayendo en la hipocresía. Por otra parte, si hay fe sin
confesión, puede deberse a cobardía. Y nos parece que el apóstol Pablo estaba
diciendo que el apóstol Santiago tiene toda la razón cuando dijo en el capítulo 2 de
su carta, versículo 20 que: "La fe sin obras es muerta". Es decir, que si la fe no va
acompañada de hechos, es una fe inútil. Estimado oyente, aquí tenemos las más
grandes verdades de la fe cristiana, tales como que Jesús es el Señor (lo cual es
admitir que Dios se encarnó en Jesucristo y por lo tanto Jesucristo es Dios) y que
Dios le resucitó de los muertos, que es la verdad esencial del Evangelio. Si usted
expresa esta confesión con fe en su corazón, la promesa de Dios va dirigida
personalmente para usted, y se resume en las siguientes palabras: "Si cree . . . será
salvo".
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Romanos 10:11 - 11:8


Continuamos hoy nuestro estudio de este capítulo 10 de la epístola del apóstol
Pablo a los Romanos. Y al concluir nuestro programa anterior, estábamos
considerando algunos puntos en los versículos 9 y 10. Lo que Pablo estaba diciendo
era que la persona debía poner de acuerdo su confesión de fe y su vida. Su boca y
su corazón deben de estar en completa armonía, expresando lo mismo. Es con el
corazón que se cree. El corazón implica la personalidad total, la totalidad del ser.
Algunas personas hoy dicen algo con sus bocas, incluso utilizan un vocabulario
piadoso de devoción a Dios, pero sus corazones están lejos de Él. Cuando usted
exprese una confesión de su fe, es decir lo que usted cree, asegúrese de que su
corazón exprese lo mismo, para que no esté usted pronunciando palabras que no
significan nada para usted personalmente. Una confesión expresada sin fe, se debe
a que alguien se está engañando a sí mismo, o está cayendo en la hipocresía. Por
otra parte, si hay fe sin confesión, puede deberse a cobardía. Y nos parece que el
apóstol Pablo estaba diciendo que el apóstol Santiago tiene toda la razón cuando
dijo en el capítulo 2 de su carta, versículo 20 que: "La fe sin obras es muerta". Es
decir, que si la fe no va acompañada de hechos, es una fe inútil. Estimado oyente,
aquí tenemos las más grandes verdades de la fe cristiana, tales como que Jesús es el
Señor (lo cual es admitir que Dios se encarnó en Jesucristo y por lo tanto
Jesucristo es Dios) y que Dios le resucitó de los muertos, que es la verdad esencial
del Evangelio.

Por último, esta declaración aquí en los versículos 9 y 10, de este capítulo 10 de la
epístola a los Romanos, revela que el alma del cristianismo es la resurrección. No
hay ningún evangelio aparte de este gran hecho de la fe. En el capítulo 4 de esta
epístola, versículo 25, leímos que Pablo escribió: "El cual fue entregado por
nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación". Y también en su
primera carta a los Corintios, capítulo 15, versículos 3 y 4 dijo: "Porque
primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al
tercer día, conforme a las Escrituras". Continuando ahora con nuestro estudio en
el capítulo 10 de la epístola a los Romanos, veamos el versículo 11:

"La Escritura dice: Todo aquel que en él cree, no será avergonzado".

El apóstol Pablo citó aquí las palabras del profeta Isaías en el capítulo 28 de su
profecía, versículo 16, donde leemos: ". . . por tanto, Jehová el Señor dice así: He
aquí que yo he puesto en Sión por fundamento una piedra, piedra probada,
angular, preciosa, de cimiento estable; el que crea, no se apresure". La diferencia
en nuestra traducción no se debe a que Pablo cambiara la cita. La palabra
traducida como "avergonzado" y "se apresure" es la misma. Significa huir por
temor. Tiene el mismo sentido en cualquiera de las dos traducciones.

Ahora, Pablo citó a Isaías para reforzar su previa declaración de que la justicia
por la fe se enseñaba en otros pasajes del Antiguo Testamento. Este pasaje también
muestra el carácter universal de la salvación en las palabras: "Todo aquel". Y en
el versículo 12 leemos:

"Porque no hay diferencia entre judío y no judío, pues el mismo que es Señor de
todos, es rico para con todos los que lo invocan"

No hay diferencias entre el judío y el que no lo es. Todos han pecado, y están
alejados, destituidos de la gloria de Dios, como declaró el apóstol en el capítulo 3 de
esta carta, versículo 23. Tanto el judío como el no judío necesitan venir a Cristo
para la salvación. En el evangelio según San Juan, capítulo 14, versículo 6, el Señor
Jesucristo dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino
por mí". No se puede obtener la salvación mediante los ritos y ceremonias del
Antiguo Testamento ni por la ley, ni por pertenecer a una raza. La salvación se
ofrece a todas las personas en base a la misericordia de Dios por la fe en Jesucristo.
Continuemos ahora con el versículo 13 de este capítulo 10 de la epístola de Pablo a
los Romanos, que inicia un párrafo que expone

La salvación presente para el judío y el no judío

"Ya que todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo".

Esta importante declaración, corresponde a las palabras del profeta Joel, en el


capítulo 2 de su libro, versículo 32, Y una vez más, Pablo volvió a referirse al
Antiguo Testamento para reforzar su argumento de que la salvación es por la fe.
Esta cita sigue lógicamente el versículo 12, pero pone muy en claro que tanto el
judío como el no judío necesitaban invocar "el nombre del Señor" más que hacer
algo para la salvación. Invocar "el nombre del Señor" quiere decir creer en el
Señor Jesucristo. Leamos ahora, los versículos 14 y 15:

"¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en


aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo
predicarán si no son enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de
los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!"
Es necesario comprender la posición del apóstol Pablo para poder apreciar estos
versículos. Los judíos, su propio pueblo, aborrecieron al apóstol Pablo aunque
aplaudieron a Saulo, el fariseo. De modo que, Pablo les estaba mostrando lo lógico
de su posición. Ellos rechazaron su alegación, o el derecho de cualquier otro
apóstol a proclamar un evangelio que omitiera el sistema mosaico, lo cual había
degenerado en un fariseísmo.

Pablo demostró que debía haber mensajeros del evangelio que tuvieran
credenciales de Dios. Pablo empezó esta Epístola diciendo: "Pablo, siervo de
Jesucristo, llamado a ser apóstol". Sigue una secuencia lógica. Los predicadores
tienen que ser enviados para que el pueblo pueda oír a fin de que crean, pues de
otro modo no sabrían cómo invocar "el nombre del Señor". Y el apóstol Pablo
determinó con precisión todo lo relacionado con el creer. Esta tarea hizo necesario
su ministerio.

Pablo afirmó este elemento de lógica citando un texto del profeta Isaías en el
capítulo 52, versículo 7, donde leemos: "¡Cuán hermosos son sobre los montes los
pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del
bien, del que publica salvación, del que dice a Sión: ¡Tu Dios reina!" Este texto
citado precede de la maravillosa profecía de Isaías en el capítulo 53, profecía de la
muerte y resurrección de Cristo. Aquella profecía comenzó con la pregunta del
profeta, "¿Quién ha creído a nuestro anuncio?" La ley de Moisés seguramente no
trajo noticias buenas y alegres, sino de condenación y muerte espiritual.

Se nos dice aquí que los pies de aquellos que anuncian la paz son hermosos.
Creemos que este programa de radio es importante y estamos dedicándole tanto
tiempo como sea necesario. Creemos que es importante predicar la Palabra de
Dios a aquellos que la necesitan. Ahora, al mirar los pies, uno llega a la conclusión
de que son miembros del cuerpo que no tienen mayor atractivo, hasta el punto de
decir que son hermosos. Pero Dios llama "hermosos" a los pies de aquellos que Él
ha llamado y enviado. Los pies de la raza humana de costumbre se calzan. No son
nada hermosos que ver. Aquí es apropiado recordar las palabras de Lange: "En su
correr y apresurarse, en su escalar los montes que obstaculizan los viajes, y en su
apariencia y descenso de las montañas; son símbolos del movimiento veloz y de la
aparición sinceramente anhelada del mismo evangelio".

Y éste es uno de los motivos por los cuales nos agrada la oportunidad que nos
proporciona la radio hoy en día. Podemos escalar montañas, cruzar las llanuras,
surcar las vastas extensiones de agua, y entrar en los lugares más recónditos de la
tierra con el glorioso mensaje del evangelio. Podemos entrar en hogares, en
automóviles, en las oficinas e incluso en los lugares de ocio y diversión. ¡Es
maravilloso alcanzar tantos lugares con la Palabra de Dios! ¡Es maravilloso tener
pies que el Señor ha llamado hermosos! Continuando ahora con nuestro estudio en
este capítulo 10 de la epístola a los Romanos, leamos el versículo 16:

"Pero no todos obedecieron al evangelio, pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído
a nuestro anuncio?"

En el capítulo 3 de esta epístola, versículo 3, tenemos un pasaje paralelo. Pablo


introduce esta nota de tristeza con un motivo doble. En primer lugar, ésta es una
declaración de un hecho. Nos regocijamos en los muchos que han sido salvados,
pero cuando se considera toda la población en general, el porcentaje de los
creyentes es muy pequeño. En segundo lugar, la respuesta reducida, no invalida la
justicia por la fe como el evangelio de Dios. En realidad la comprobó, como la cita
de Isaías lo revela. El rechazo del evangelio no constituye ninguna excusa para no
proclamarlo. No quita la responsabilidad que hay sobre nosotros de predicarlo a
toda criatura. Y en el versículo 17, continuó diciendo el apóstol Pablo:

"Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios".

Este versículo declara el método de Dios. La fe no viene por medio de la


predicación de la filosofía o la psicología, o de alguna panacea política, sino
mediante la predicación de la Palabra de Dios. Y mientras usted no oiga la Palabra
de Dios no se puede salvar. La fe viene por el oír, pero uno tiene que actuar sobre
lo que oye. No es simplemente el oír. No se trata simplemente de oír algún informe,
sino el mensaje del evangelio. Se trata de la Persona y la obra de Cristo. ¡Cuán
importante es para el mensajero, vivir según la Palabra de Dios! Ella sola da la
fuerza interior y el poder exterior. Dice el versículo 18:

"Pero yo pregunto: ¿Acaso no han oído? Antes, bien, por toda la tierra ha salido la
voz de ellos, y hasta los fines de la tierra sus palabras".

Estas palabras cobran actualidad, porque ciertamente la transmisión por medio de


la radio es el medio por excelencia para extender la Palabra de Dios hasta los
confines de la tierra. Y ahora en los versículos 19 y 20, leemos:

"También pregunto: ¿No ha conocido esto Israel? Primeramente Moisés dice: Yo


os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo; con pueblo insensato os
provocaré a ira. E Isaías dice resueltamente: Fui hallado por los que no me
buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí".

Aquí en el versículo 19, el apóstol Pablo citó las palabras de Deuteronomio,


capítulo 32, versículo 21.

En el día de hoy Dios está llamando de entre los no judíos a un pueblo para Su
Nombre. En el versículo 20, Pablo citó a Isaías 65:1, que dice: "Yo me dejé buscar
por los que no preguntaban por mí y fui hallado por los que no me buscaban. Dije
a gente que no invocaba mi nombre: ¡Aquí estoy, aquí estoy!" Incluso Isaías
predijo la salvación de los no judíos. Esos pueblos que se encontraban en la
oscuridad espiritual, hallaban a Cristo. ¿Qué excusa podía ofrecer Israel, que tenía
las Escrituras del Antiguo Testamento? Estaban ciertamente sin excusa alguna. Y
ahora el versículo final de este capítulo 10, versículo 21 dice:

"Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo
desobediente y rebelde".

¿Se ha detenido usted alguna vez a pensar, cuán pesado es tratar de mantener las
manos extendidas, por un largo período de tiempo? Trate de hacerlo para que vea
por cuánto tiempo le es posible hacerlo. Es una de las cosas más agotadoras en la
vida. Cuando Moisés oró por Israel con sus manos alzadas, como vemos en Éxodo
17:9-12, Aarón tuvo que sostener sus manos porque se cansó de mantenerlas
alzadas a Dios. Dios dijo: "Todo el día extendí mis manos a un pueblo desobediente
y rebelde". Nadie en realidad sabe ¡cuán bondadoso ha sido Dios con la nación de
Israel!

La palabra final del mártir Esteban a esta nación, que tenemos en el libro de los
Hechos de los apóstoles, capítulo 7, versículos 51 al 53, es reveladora; dijo Esteban:
"¡Duros de cerviz! ¡Incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre
al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los
profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de
antemano la venida del Justo, a quien vosotros ahora habéis entregado y matado,
vosotros que recibisteis la Ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis".

Esta actitud de rechazo no se limitó a Israel. Podría decirse que hoy en día, Dios
extiende sus manos a un mundo que se niega a escucharle. Nos admiramos de la
paciencia de Dios.

Y así, amigo oyente, concluimos nuestro estudio de este capítulo 10 de la epístola a


los Romanos. Y llegamos ahora a

Romanos 11:1-8

Y en este capítulo 11, considerado en su totalidad, se tratan los siguientes temas: El


remanente de Israel encontrando la salvación, el resto del pueblo enceguecido; las
razones para dejar a un lado a la nación de Israel; la restauración de la nación y
las razones. En el capítulo 9 de esta epístola a los Romanos, vimos los tratos
pasados de Dios con Israel. En el capítulo 10 que acabamos de terminar el tema fue
los tratos presentes de Dios con Israel. Alguien podría pensar que se trata de un
remanente pequeño, pero es mayor de lo que parece. De un total aproximado de 15
millones de judíos que hay en el mundo, el porcentaje de aquellos que son
creyentes en Cristo es probablemente mayor que el que existe al comparar el
número de creyentes no judíos con la población mundial.

Al considerar en este capítulo 11 el propósito futuro de Dios para Israel, debemos


recordar que la nación rechazó a Cristo y el principio de obtención de la justicia de
Dios por medio de la fe, que les fue ofrecido. Y en la actualidad, Dios a su vez, los
ha rechazado temporalmente a ellos como nación. Dos preguntas surgen
naturalmente. Primero, ¿los ha rechazado Dios permanentemente como nación?
O, en otras palabras, ¿tiene todavía un futuro la nación de Israel? Y en segundo
lugar, ¿quedan anuladas todas las promesas del Antiguo Testamento, por el
rechazo de Israel? En el Antiguo Testamento Dios prometió primacía a la nación
de Israel. Ellos estarían a la cabeza de las naciones (ver Deuteronomio 28:13). Y
Pablo demostró que Dios no había rechazado permanentemente a la nación de
Israel. Todas las promesas del Antiguo Testamento tendrán su cumplimiento
literal.

Comencemos, pues, leyendo el primer versículo de este capítulo 11, que comienza a
desarrollar el tema
El remanente de Israel encuentra la salvación

"Por tanto, pregunto: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? ¡De ninguna manera!,
porque también soy israelita, descendiente de Abraham, de la tribu de Benjamín".

Este versículo por sí solo es suficiente para comprobar que Dios no ha desechado a
Israel como una nación, aunque además hay otros muchos versículos que también
verifican este hecho. "¿Ha desechado Dios a su pueblo?" Pablo mismo comprobó
que Dios no lo había desechado. Él era un verdadero israelita de raza genuina,
como dice él, "descendiente de Abraham" y perteneciente a Benjamín, una de las
12 tribus de Israel que nunca se separó de la nación. Continuemos ahora, leyendo
los versículos 2 y 3 de este capítulo 11:

"No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció. ¿O no sabéis lo


que dice la Escritura acerca de Elías, de cómo se quejó ante Dios contra Israel,
diciendo: Señor, a tus profetas han dado muerte y tus altares han derribado; sólo
yo he quedado y procuran matarme?"

Pablo citó esta ilustración sobre Elías, que encontramos en el Primer libro de los
Reyes, capítulo 19. Elías creía que él era el único israelita en sus tiempos que
permanecía fiel a Dios. Las circunstancias parecían confirmar su impresión, pero
Dios tenía un remanente. En este capítulo 11 de esta epístola a los Romanos,
leemos ahora el versículo 4:

"Pero ¿cuál fue la divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no
han doblado la rodilla delante de Baal".

Elías ignoraba totalmente que Dios había obrado en los corazones de unos siete mil
hombres. Ahora si había siete mil hombres cuyas rodillas no se habían doblado
ante Baal, entonces creemos que habría como el doble de mujeres que tampoco se
arrodillaron. Para el reino del norte, éste fue un remanente considerable, en los
tiempos de los reyes Acab y Jezabel, cuando Elías creyó que él era el único fiel. Y
continuamos leyendo en el versículo 5 de este capítulo 11 de la epístola de Pablo a
los Romanos:

"Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia".

Dios siempre tuvo un remanente en Israel. El apóstol hace una aplicación de los
tiempos de Elías a los suyos. Como había un remanente escogido por gracia en
aquellos tiempos, así también lo había en los tiempos de Pablo y lo hay en la
actualidad, compuesto por aquellos judíos que han creído en Cristo. Por tal
motivo, Pablo dirá luego que no todo Israel, era Israel. Y continuó diciendo en el
versículo 6:

"Y si es por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no sería gracia.
Y si es por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no sería obra".

Esta declaración revela que la gracia y las obras representan dos sistemas que se
excluyen mutuamente, los cuales están diametralmente opuestos entre sí. Los del
remanente de ese tiempo no fueron salvados debido a sus buenas obras, ni por
algún mérito propio. Fueron salvados sólo por la gracia de Dios. Si ellos hubieran
tenido algún mérito propio, ya no habría sido por medio de la gracia. Así que, a
partir del tiempo de Pablo hasta la época actual, el propósito futuro de Dios
concierne a todos que hayan aceptado y acepten a Cristo. ¿Y qué sucedería con
aquellos que no aceptaran a Cristo? Ese otro resto de Israel sería endurecido,
insensibilizado espiritualmente. Por ello llegamos ahora a un párrafo titulado

El resto de Israel fue enceguecido

Es importante destacar que los hijos de Israel fueron endurecidos porque habían
fallado al rechazar a Cristo. No se trata de que fallaran porque habían sido
endurecidos. Y ahora leemos en el versículo 7:

"¿Qué, pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo


han alcanzado, y los demás fueron endurecidos"

¿Fallaron en venir y aceptar a Cristo porque habían sido enceguecidos? De


ninguna manera. Habían estado expuestos al Evangelio como ningún otro pueblo
lo había estado. Recordemos las palabras de Dios en Romanos 10:21, "Todo el día
extendí mis manos a un pueblo desobediente y rebelde". Dios había sido paciente
con ellos. A causa de su rechazo, los israelitas fueron entonces enceguecidos
espiritualmente porque no aceptaron la luz del Evangelio que Dios les ofreció. Y el
versículo 8 dice:

"Como está escrito: Dios les dio espíritu insensible, ojos que no vean y oídos que no
oigan, hasta el día de hoy".

Este versículo es una combinación de dos pasajes del Antiguo Testamento. Isaías
29:10 y Deuteronomio 29:3 y 4, adaptándolos a la situación de su tiempo. En
primer lugar, esto revela cómo el Espíritu Santo usó Sus propias palabras. Los dos
pasajes fueron tratados como una unidad. Éste es un gran axioma que fue verdad
en los tiempos de Moisés y también en los tiempos de Pablo. Y también es aplicable
hoy en día a multitudes que se consideran parte del cristianismo, al que han
llegado por motivos familiares, culturales o sociológicos.

Estimado oyente, aquí vemos que cuando una persona ha rechazado la gracia de
Dios, resulta muy difícil llegar a alcanzarle con la gracia de Dios. Por ello oramos
para que, en medio de tanta oscuridad espiritual y confusión, y ante tantas voces
que tratan de llegar a su vida ofreciéndole diversas opciones de presente y de
futuro, escuche usted, de forma personal aquellas antiguas palabras expresadas
por el Espíritu Santo y citadas en la carta a los Hebreos 3:8, "Si oís hoy su voz, no
endurezcáis vuestros corazones".
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CONDICIONES DE USO

Romanos 11:9-21
Continuamos estudiando hoy este capítulo 11 de la epístola del apóstol Pablo a los
Romanos. Y en nuestro programa anterior llegamos hasta el versículo 8, donde
tenemos una combinación de dos pasajes del Antiguo Testamento, el pasaje que se
encuentra en el libro de Isaías capítulo 29, versículo 10 que dice: "Porque el Señor
derramó sobre vosotros espíritu de sopor, cerró los ojos de vuestros profetas y
puso velo sobre las cabezas de vuestros videntes". Y el pasaje que se encuentra en
el capítulo 29 del libro de Deuteronomio, versículos 3 y 4, donde dice: "Las
grandes pruebas que vieron vuestros ojos, las señales y las grandes maravillas.
Pero hasta hoy el Señor no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni
oídos para oír". Y dijimos en primer lugar que esto revela cómo el Espíritu Santo
usó sus propias palabras. Los dos pasajes fueron tratados como una unidad. Y
Pablo las adaptó para una nueva situación. Éste fue un gran axioma en los tiempos
de Moisés y también en los tiempos de Pablo. Y también es aplicable hoy en día a
multitudes que se consideran parte del cristianismo, al que han llegado por
motivos familiares, culturales o sociológicos. Estimado oyente, aquí vemos que
cuando una persona ha rechazado la gracia de Dios, resulta muy difícil llegar a
alcanzarle con la gracia de Dios. Y ahora, en el versículo 9, escribió el apóstol
Pablo:

"Y David dice: Sea vuelto su banquete en trampa y en red, en tropiezo y justo
castigo".

El apóstol cita aquí las palabras del Salmo 69, versículo 22 que dice: "Sea su
banquete delante de ellos por lazo, y lo que es para bien, por tropiezo". El
banquete se refiere a fiestas, que representan la prosperidad material. Los hijos de
Israel tenían grandes fiestas en las cuales ellos eran los convidados de Dios. Ellos
no invitaban a Dios a sus fiestas como los hacían los paganos, sino que Dios los
convidaba a ellos. La Pascua era un ejemplo notable de esto. Ahora, el
pensamiento en este versículo 9 es que estaban comiendo con una confianza
presuntuosa enteramente pagana. Su seguridad material les engañó en cuanto a su
verdadera ruina espiritual. Confiaban en los alimentos que comían sin tener
ninguna verdadera confianza en Dios. Y desafortunadamente ésta es la misma
condición en el día de hoy, de multitudes de cristianos, que participan de la cena
del Señor sin ningún entendimiento espiritual. Y continuó el apóstol Pablo
diciendo aquí en el versículo 10:

"Sean oscurecidos sus ojos para que no vean, y agóbiales la espalda para siempre".

Dios da luz para que los hombres vean, pero si son ciegos no podrán ver la luz. La
luz revela la ceguera de multitudes en la actualidad. Hay tantas personas
inteligentes que parecen no entender el mensaje de la Biblia.

Ahora llegamos aun párrafo que trata sobre

El motivo por dejar de lado a la nación de Israel

La nación de Israel sería dejada de lado para la salvación de los que no eran
judíos. Éste es el tema del apóstol Pablo en esta sección. Leamos el versículo 11 de
Romanos 11:
"Pero yo pregunto: ¿Será que los israelitas, al tropezar, cayeron definitivamente?
¡De ninguna manera! Al contrario, debido a su transgresión vino la salvación a los
gentiles, a fin de provocarlos a celos".

Otra versión lo traduce así: "Ahora pregunto: ¿Será que los judíos, al tropezar,
cayeron para no levantarse? ¡De ninguna manera! Al contrario, al desobedecer los
judíos, los demás han podido alcanzar la salvación y provocar así los celos de los
israelitas". La incredulidad presente de los judíos no es más que un "paso en
falso" permitido para la conversión de los gentiles, y finalmente para su propia
conversión; para su propia conversión les pondrá Dios "celosos" de los gentiles.

Notemos ahora que el apóstol Pablo comenzó este versículo 11 con la misma
pregunta sugerente, como la que hizo en el versículo 1 de este capítulo. ¿Recuerda
usted cómo hizo la pregunta?: "¿Ha desechado Dios a su pueblo?" Y el apóstol
mostrará que el rechazo de Israel no es total ni final. El rechazo es solamente
parcial y temporal. Su pregunta es ésta: "¿Han tropezado para quedarse caídos,
sin esperanza de levantarse?" Y la respuesta es una negación enfática. Su caída ha
permitido a Dios por medio de Su providencia abrir ampliamente las puertas de la
salvación a los no judíos. El judío verá la realidad de la salvación de los demás
pueblos, es decir, que también ellos pueden disfrutar de las bendiciones de Dios
que el judío creía que podrían venir solamente a su pueblo. Esto debía moverles a
imitar e incluso superar más bien que sentir celos. ¿Es esto acaso el cumplimiento
de lo que encontramos allá en Deuteronomio, capítulo 32, versículo 21? Allí dice:
"Ellos provocaron mis celos con lo que no es Dios; me irritaron con sus ídolos, Yo
también provocaré sus celos con un pueblo que no es pueblo, los irritaré con una
nación insensata"

Muchos de los judíos que residen ahora en la tierra de Palestina, se admiran del
interés del cristiano no judío por los asuntos judíos. No lo pueden comprender.
Eventualmente el judío verá la realidad de la salvación por Jesucristo, como un
resultado del testimonio de los que no son judíos. Continuemos ahora con el
versículo 12 de este capítulo 11 de la epístola a los Romanos:

"Y si su transgresión ha servido para enriquecer al mundo, y su caída, a los no


judíos, ¿cuánto más lo será su plena restauración?"

Israel ha sido puesto a un lado como nación y hoy en día Dios no tiene tratos
preferenciales con Israel. Cuando Dios empiece nuevamente a tratar con Israel
como nación, se disiparán todos sus problemas con sus países vecinos. Algún día el
conflicto se resolverá y no vivirán ya en la tierra con temor, sino en paz y
tranquilidad, como expresa poéticamente Miqueas 4:4.

Ahora, si el poner a un lado a Israel en forma temporal ha traído la gracia de Dios


a los demás pueblos, ¿cómo operará la gracia de Dios cuando Él reciba
nuevamente a Israel? ¡Pues la gracia de Dios será multiplicada a los gentiles!
Jacobo aclaró esta situación en el gran concilio de Jerusalén. Dijo que Dios estaba
llamando de entre los demás pueblos no judíos un pueblo alrededor de Su nombre,
tal como Él estaba llamando a los israelitas. Dios dijo, en el capítulo 15 del libro de
los Hechos de los apóstoles, en los versículos 16 y 17: "Después de esto volveré y
reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo
volveré a levantar, para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los no
judíos, sobre los cuales es invocado mi nombre".

El movimiento de renovación más grande que haya habido en toda la tierra, antes
del principio de la iglesia, fue el que tuvo lugar en la ciudad de Nínive. Un hombre
llamado Jonás predicó a esta ciudad y probablemente la mayor parte de todos sus
habitantes se convirtieron a Dios. Es cierto que también hubo un gran retorno a
Dios en el día de Pentecostés, que marcó el comienzo de la iglesia. Ahora
Pentecostés era una fiesta en Jerusalén, en la cual se requería que todos los
israelitas varones asistieran. Y quizás se reunieron centenares de miles de judíos en
los alrededores de la ciudad. ¿Pero cuántos se convirtieron a Cristo? De acuerdo
con los informes, en los primeros días de predicación del Evangelio probablemente
se salvaron unas diez mil personas. En realidad fue un porcentaje algo pequeño,
comparado con aquel movimiento popular registrado en la ciudad de Nínive. Pero
creemos que el despertar espiritual más grande tendrá lugar después que la Iglesia
parta de la tierra. Multitudes de pueblos no judíos se convertirán a Dios, no
solamente en el periodo de la gran tribulación, sino también durante el reinado
milenario de Jesucristo. Porque las naciones no judías vivirán aquel tiempo de paz
en la tierra. Sí, después que Dios comience nuevamente Su programa con Israel, la
gracia será multiplicada a los pueblos no judíos, que retornarán a Dios durante ese
período. Y continuamos leyendo aquí en los versículos 13 y 14 de este capítulo 11
de la epístola a los Romanos:

"Hablo a vosotros, a los que no sois judíos. Por cuanto yo soy apóstol a los no
judíos, honro mi ministerio, por si en alguna manera pudiera provocar a celos a los
de mi propia raza judía y hacer salvos a algunos de ellos".

El apóstol dijo aquí: Tengo que deciros algo a vosotros, los que no sois judíos.
Puesto que Dios me ha enviado como apóstol a los no judíos, yo doy mucha
importancia a este servicio mío. Quiero que los de mi propia raza sientan celos de
vosotros, para que así algunos de ellos alcancen la salvación. Pablo, como usted
recordará, escribió también en su primera carta a los Corintios 9:20, diciéndoles:
"Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están
sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a
los que están sujetos a la ley".

Éste fue el motivo por el cual Pablo fue a Jerusalén, se rapó la cabeza y cumplió el
voto que había hecho para poder ganar a algunos de sus hermanos para Cristo.
¿Debió haberlo hecho siendo que vivía bajo la gracia? El vivir bajo la gracia
significaba que muy bien lo podía hacer si quería hacerlo. En su citada primera
carta a los Corintios continuó diciéndoles en el capítulo 9, versículo 21: "A los que
están sin ley, como si yo estuviera sin ley (aunque yo no estoy sin ley de Dios, sino
bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley". En otras palabras, él
estaba obedeciendo a Cristo. Luego Pablo dijo en esta misma primera carta a los
Corintios, capítulo 9, versículo 22: "Me he hecho débil a los débiles, para ganar a
los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a
algunos". Él estaba, en primer lugar, cumpliendo su tarea ministerial como apóstol
a los no judíos, y mientras así lo hacía, intentaba motivar a sus hermanos judíos a
convertirse a Cristo. Y algunos lo hicieron. En todo esto Pablo estaba cumpliendo
su ministerio y Dios estaba logrando Su propósito en esta época, tanto con el
pueblo judío como con las demás naciones.

Puedo comprender la satisfacción que debió haber sentido Pablo al llevar a cabo lo
que Dios le había llamado a hacer. Dios tiene un trabajo para usted, estimado
oyente. Es posible que Él quiera que usted se ocupe en enseñar una clase de Biblia,
en realizar una obra personal dando testimonio de su fe en Cristo en su lugar de
trabajo o actuación profesional, o por medio de una responsabilidad empresarial.
Pero sea lo que sea, el trabajo que Él quiere que usted haga, usted experimentará
una gran satisfacción al llevar a cabo una tarea en la cual usted tiene la convicción
que Dios le ha llamado a realizarla. Y en el versículo 15, continuó Pablo diciendo:

"Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino


vida de entre los muertos?"

Resulta maravilloso poder anticipar el futuro. Creo que los mejores días están
delante de nosotros. Desde un punto de vista humano, el futuro se presenta oscuro.
El ser humano está transformando al mundo en un lugar de desorden y confusión.
Hay mucho pesimismo con respecto al futuro de nuestra civilización. Pero Dios
todavía está en el trono y Él lo pondrá todo en orden. Y entonces podemos
anticipar mejores días en el futuro. Realmente, el hijo de Dios tiene un futuro
glorioso. Continuemos ahora con el versículo 16 de este capítulo 11 de la carta de
Pablo a los Romanos:

"Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa,
también lo son las ramas".

Este versículo evidentemente es una referencia a lo que leemos en el capítulo 15 del


libro de Números, versículo 21, donde dice: "De las primicias de vuestra masa
daréis al Señor una ofrenda por vuestras generaciones". Una parte de la masa
para hacer el pan era ofrecida a Dios como señal de que toda la masa era
aceptable. La primicia, evidentemente se refiere al origen de la nación, es decir, a
Abraham, Isaac, Jacob.

La palabra "santa" aquí, no se refiere a ninguna calidad espiritual o moral, sino


más bien al hecho de que estaba separada o apartada para Dios. En esta
ilustración, la masa se refiere a la nación de Israel. Ahora si la primicia, es decir la
primera pequeña porción de masa, quedaba separada para Dios, ¿qué diremos de
la totalidad de la cosecha? Paralelamente, si Abraham, Isaac y Jacob habían sido
apartados para Dios, ¿qué diremos de toda la nación? Toda ella le pertenecería a
Dios. Es evidente entonces que Dios no ha terminado aún su obra en la nación de
Israel. El mismo paralelo se halla en la raíz y las ramas. Abraham, o los patriarcas
de Israel, ciertamente eran la raíz. Las ramas se referían al pueblo de Israel.
Ahora el versículo 17 dice:

"Si algunas de las ramas fueron desgajadas y tú, siendo olivo silvestre, has sido
injertado en lugar de ellas y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia
del olivo"
Usted y yo, estimado oyente, recibimos muchos beneficios debido a la nación de
Israel. En este versículo, el apóstol Pablo cambió de figura, pero aún continuó el
pensamiento de las Escrituras. El olivo es una figura de la nación de Israel.
Jeremías dijo en el capítulo 11 de su profecía, versículo 16: "Olivo verde, hermoso
en su fruto y en su parecer, llamó el Señor tu nombre. Pero al son de un recio
estrépito hizo encender fuego sobre él, y se quebraron sus ramas". Y Oseas, en el
capítulo 14 de su libro, versículos 5 y 6 dice: "Yo seré a Israel como rocío; él
florecerá como lirio y hundirá sus raíces como el Líbano. Se extenderán sus ramas,
su gloria será como la del olivo, y perfumará como el Líbano".

La expresión, "algunas de las ramas" se refiere a la nación de Israel en los tiempos


de Pablo continuando en la época de la Iglesia. Y después Pablo se dirigió
directamente a los no judíos. Los no judíos que se convierten a Cristo, se parecen a
un olivo silvestre. Esta es la relación bíblica que existe entre la nación de Israel y la
Iglesia. La Iglesia es entonces un olivo silvestre. La acción de injertar algo es
contraria a la naturaleza. Ordinariamente lo bueno se injerta en lo silvestre. Pero
aquí estamos tratando sobre la gracia de Dios, lo cual es contrario a la apreciación
puramente natural. Y nuestras bendiciones proceden de Abraham, quien es la raíz.

En su carta a los Gálatas, capítulo 3, versículos 6 al 9, y también el versículo 29,


dijo el apóstol Pablo: "Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.
Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. Y la Escritura,
previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la
buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De
modo que los que tienen fe son bendecidos con el creyente Abraham". Y luego en
el versículo 29, dice: "Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de
Abraham sois, y herederos según la promesa". Volviendo ahora a este capítulo 11
de la epístola a los Romanos, el apóstol continuó su pensamiento en los versículos
18 y 19, pero leamos una vez más el versículo 17 también:

"Si algunas de las ramas fueron desgajadas y tú, siendo olivo silvestre, has sido
injertado en lugar de ellas y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia
del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, recuerda que no sustentas tú
a la raíz, sino la raíz a ti. Tal vez dirás: Las ramas fueron desgajadas para que yo
fuera injertado".

Entonces, repetimos, el olivo es una figura o símbolo de la nación de Israel, y el


olivo silvestre representa a la iglesia. Todas las bendiciones que usted y yo tenemos
están arraigadas en el hecho de que Dios llamó a Abraham, Isaac y Jacob, y de que
de ese pueblo de Israel Dios envió a Jesucristo, nuestro Salvador y Señor. Pablo
amonestó a los no judíos que no se jactaran de las otras ramas, es decir de Israel
como nación, que fueron desgajadas. Éstas hicieron que Pablo sufriera mucha
angustia. Él se preocupó por estas ramas, aunque reconoció que Dios tenía un
propósito en todo esto. Ahora, Abraham es la raíz. Y conviene recordar esto, que el
cristianismo parece haber olvidado. La persecución de los judíos es un triste
testimonio de esto. Es verdad, como Pablo ha declarado, que las ramas o Israel
fueron desgajadas para que el olivo silvestre o sea, la iglesia fuera injertado.
Necesitamos, pues, recordar la imagen de esta ilustración en su conjunto. ) Y
ahora, en el versículo 20 leemos:
"Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. Así
que no te jactes, sino teme".

La palabra "Bien" aquí, quiere decir que Pablo admitió la declaración precedente.
Pero negó la premisa sobre la cual fue hecha. Admitió que Israel fue desgajada
debido a su incredulidad y rebelión y estableció que es sólo por la gracia de Dios
que la Iglesia está en pie. Estimado oyente, si usted es creyente en Cristo, recuerde
que no está en pie delante de Dios por razón de algún mérito o por su carácter
moral, o por el hecho de ser miembro de una iglesia. Usted está ante Dios
únicamente por su fe en Jesucristo. Cuando un no judío no confía en Dios, no es en
ninguna manera diferente a un judío incrédulo. Esto forma parte de una
amonestación para todos los cristianos.

Ahora, en este capítulo 11 de la epístola a los Romanos que estamos estudiando,


tenemos la advertencia. Leamos el versículo 21:

"Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará".

Teniendo en cuenta que Dios no perdonó a la nación de Israel por abandonar su fe,
siguiendo el mismo razonamiento, entonces tampoco perdonará a una iglesia
apóstata. Nos referimos a una iglesia que mantenga todas las apariencias de
estructura y organización, pero que carezca de una vida espiritual, es decir de una
relación vital con Cristo. Esa clase de iglesia fue descrita en el libro de Apocalipsis
3 como la iglesia de Laodicea, entrará en la Gran Tribulación. Ahora, a la iglesia
de Filadelfia, el Señor le dijo, como vemos en el capítulo 3 de Apocalipsis, versículo
10: "Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré
de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los
que habitan sobre la tierra". Y el Señor prometió guardar a esta iglesia de ese
tiempo terrible de tribulación. En la actualidad esta iglesia está integrada por
todos los creyentes en Cristo, los cuales confían en el Señor Jesucristo como su
Salvador y creen que la Palabra de Dios, debe ser oída por toda persona en la faz
de la tierra. Esta iglesia será reunida y recogida por Jesucristo y no pasará por esa
gran Tribulación. Estimado oyente, ¿cuál es su relación con Dios? ¿Está usted
unido a Jesucristo, Su Salvador y Señor? ¿Pertenece usted al cuerpo de los
redimidos por la obra de Jesucristo en la cruz y que ha compartido y vive
espiritualmente en la victoria de Su Resurrección? Le invitamos a considerar
seriamente su situación y deseamos disfrute usted de las bendiciones y fortaleza de
la Palabra de Dios.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 11:22-33
Continuamos hoy estudiando el capítulo 11 de la epístola del apóstol Pablo a los
Romanos. En nuestro programa anterior interrumpimos nuestro comentario en el
versículo 21 de este capítulo. Y decíamos que, teniendo en cuenta que Dios no
perdonó a la nación de Israel por abandonar su fe, siguiendo el mismo
razonamiento, entonces tampoco perdonará a una iglesia apóstata. Nos referimos a
una iglesia que mantenga todas las apariencias de estructura y organización, pero
que carezca de una vida espiritual, es decir de una relación vital con Cristo. Esa
clase de iglesia que fue descripta en el libro de Apocalipsis 3 como la iglesia de
Laodicea entrará en la Gran Tribulación. Ahora, a la iglesia de Filadelfia, el Señor
le dijo, como vemos en el capítulo 3 de Apocalipsis, versículo 10: "Por cuanto has
guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la
prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que habitan
sobre la tierra". Y el Señor prometió guardar a esta iglesia de ese tiempo terrible
de tribulación. En la actualidad esta iglesia está integrada por todos los creyentes
en Cristo, los cuales confían en el Señor Jesucristo como su Salvador y creen que la
Palabra de Dios, debe ser oída por toda persona en la faz de la tierra. Esta iglesia
será reunida y recogida por Jesucristo y no pasará por esa gran Tribulación.
Estimado oyente, ¿cuál es su relación con Dios? ¿Está usted unido a Jesucristo, Su
Salvador y Señor? ¿Pertenece usted al cuerpo de los redimidos por la obra de
Jesucristo en la cruz y que ha compartido y vive espiritualmente en la victoria de
Su Resurrección?

Continuando ahora nuestro estudio del capítulo 11 de la epístola del apóstol Pablo
a los Romanos, leeremos el versículo 22, que comienza a considerar un párrafo que
se refiere a un evento que traerá una gran bendición en el futuro, y que hemos
titulado

La restauración de la nación de Israel

"Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios: la severidad ciertamente para con


los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad, pues
de otra manera tú también serás eliminado".

Éstas son palabras duras. Pablo pidió a los no judíos que considerasen dos
ejemplos. El Israel desechado reveló la severidad de Dios, pero a los no judíos que
se habían convertido a Dios, la bondad y benevolencia de Dios fue revelada. Estos
dos aspectos de Dios necesitan ser revelados hoy: el juicio de Dios frente el rechazo
de Cristo y contra el pecado, y la gracia de Dios hacia aquellos que confían en
Cristo.

Pablo no tenía la imagen completa de la severidad de Dios hacia Israel. La historia


de esta nación desde la destrucción de Jerusalén en el año 70 después de Jesucristo,
y todo lo que ocurrió después, constituye una historia aterradora. Pero los no
judíos no debían frivolizar el asunto de la gracia de Dios. Fue la gracia, la que los
introdujo a la familia de Dios, y que nos concedió tantos privilegios. Durante este
período de más de 2.000 años, la iglesia compuesta de no judíos, es decir de gente
de los demás pueblos, ha fracasado tanto como Israel, y es posible que haya
fracasado aún más.

Este versículo 22 no tiene nada que ver con la pérdida de la salvación personal.
Pablo no estaba contradiciendo lo que dijo en el capítulo 8 de esta epístola, que
nada nos podía separar del amor de Dios en Cristo Jesús. Aquí estaba hablando de
los pueblos no judíos en su conjunto, apartándose del Evangelio, tal como Israel
como nación había hecho, alejándose de Dios. Pasemos ahora al versículo 23:
"Y aun ellos, es decir los israelitas, si no permanecen en incredulidad, serán
injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar".

Desde que Dios aceptó a los no judíos, que no tenían ningún mérito, seguramente
Dios podía restaurar a Israel, que tampoco tenía ningún mérito.

Ahora, la palabra "volverlos" es la palabra clave. Dios restaurará nuevamente a


Israel. El Antiguo Testamento deja claro el hecho de que Israel se volverá
nuevamente a Dios. En este sentido, recomendamos la lectura de Jeremías capítulo
23, versículos 3 al 8, que es una de las muchas profecías verdaderamente notables
en cuanto a la restauración de Israel. Y el profeta Zacarías 12:10, dijo lo siguiente:
"Pero sobre la casa de David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu
de gracia y de oración. Mirarán hacia mí, a quien traspasaron, y llorarán como se
llora por la muerte del hijo único, y se afligirán por él como quien se aflige por el
primogénito". Aquel día futuro será como aquella antigua fiesta del Día de la
Expiación. Ellos se volverán a Dios con una actitud de arrepentimiento y Dios les
salvará tal como nos ha salvado a nosotros, por su maravillosa e infinita
misericordia y gracia. Dios es poderoso para vencer su terquedad y rebelión. El
pasaje que acabamos de leer sugiere que al ver sus heridas le preguntarán al
Señor: "¿Qué quiere decir la señal de los clavos en Tus manos?" Y llorarán a
causa de esa señal. Volviendo ahora al capítulo 11 de esta epístola a los Romanos,
leamos el versículo 24:

"Si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre y contra naturaleza
fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más estos, que son las ramas naturales,
serán injertados en su propio olivo?"

Pablo continuó con su ilustración del olivo. El olivo representaba a Israel con
Abraham como la raíz. Algunas de las ramas fueron desgajadas. La nación, como
tal, fue rechazada. Dios injertó a los no judíos, no para que llegaran a ser
prosélitos judíos, lo cual significaría que tendrían que aceptar todo el ritual del
Antiguo Testamento. Más bien, Él desgajó a Israel e injertó a la iglesia, que incluye
a judíos y no judíos, directa e inmediatamente sobre Abraham por la fe. Ahora, si
a Dios le fue posible hacer esto, y lo hizo, es razonable concluir que puede y que
tomará las ramas naturales para injertarlas nuevamente. En otras palabras, Él no
desechará permanentemente a Israel. Pasando ahora al versículo 25, leemos lo
siguiente:

"No quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en
cuanto a vosotros mismos: el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta
que haya entrado la plenitud de los que no son judíos".

La frase "la plenitud de los que no son judíos" se refiere al período que comenzó
con el llamado de la iglesia. Es a lo que se refirió Jacobo en su discurso de Hechos
15:14, cuando dijo: "Simón Pedro ha contado como Dios visitó por primera vez a
los no judíos para tomar de ellos pueblo para su nombre". Ese período se
prolongará hasta que la iglesia sea completada y recogida por el Señor. Es decir,
usando las palabras de este versículo, hasta que hayan entrado los no judíos. Y la
ceguera espiritual y el endurecimiento de Israel continuará mientras la Iglesia esté
presente en el mundo. Pablo afirmó aquí clara y definitivamente lo que ya había
sugerido muchas veces en este capítulo 11. La ceguera, el endurecimiento de Israel
serían temporal y parcial. La palabra clave en este versículo es la palabra "hasta"
en la frase que dice "hasta que haya entrado la plenitud o la totalidad de los que no
son judíos".

Hay que distinguir entre "la plenitud de los no judíos" y "los tiempos de los no
judíos" que nuestro Señor Jesucristo mencionó en el evangelio según San Lucas,
capítulo 21, versículo 24, cuando dijo: "Y caerán a filo de espada, y serán llevados
cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los no judíos, hasta que
los tiempos de los no judíos se cumplan".

Este período, es decir, "los tiempos de los no judíos", empezó con la destrucción de
Jerusalén por Nabucodonosor, se extiende por toda la historia posterior y
continuará durante el periodo de la Gran Tribulación hasta el regreso de nuestro
Señor Jesucristo a la tierra para establecer Su reino.

Necesitamos ahora dar una palabra de explicación en cuanto a la palabra


"misterio". En el antiguo mundo de los tiempos de Pablo había religiones de
misterio. Hoy en día, la palabra "misterio" se aplica de un modo popular a una
historia o novela que tiene una trama, una persona o un hecho no revelado. En el
Nuevo Testamento, la palabra se usa para referirse a lo que antes era ocultado,
pero que ahora ha sido descubierto. El misterio aquí es la identificación de la
plenitud de los no judíos. Éste no fue un asunto revelado en el Antiguo Testamento.
Leamos ahora, los versículos 26 y 27 de este capítulo 11 de la epístola de Pablo a
los Romanos:

"Luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sión el Libertador,
que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite
sus pecados".

Cuando aquí dice que "todo Israel será salvo", no quiere decir que todos los
israelitas serán salvados. Es la nación, la que Pablo nos presenta en este capítulo,
más que los individuos. Pablo siempre considera las colectividades: el bloque del
mundo judío y el conjunto del mundo pagano. En cada época, siempre ha habido
un remanente salvo.

Ahora, la cita que Pablo menciona aquí, procede del profeta Isaías, capítulo 59,
versículo 20, donde dice: "Vendrá el Redentor a Sión, y a los que se vuelven de la
iniquidad en Jacob, dice el Señor". El mensaje dirigido al individuo era que debían
arrepentirse de sus culpas ante el Señor. Habrá un remanente que se convertirá a
Dios y todos ellos se salvarán. Pablo estaba hablando del remanente salvo como de
la nación de Israel.

El pacto al cual se refirió en el versículo 27 de Romanos 11, es el nuevo pacto que


Dios hará con la nación de Israel. El escritor a los Hebreos nos dijo en el capítulo 8
de su carta, versículo 8: "Vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa
de Israel y la casa de Judá un nuevo Pacto".

Otros versículos pertinentes sobre este tema, son la misma carta a los Hebreos,
capítulo 10, versículo 16, donde leemos: "Este es el pacto que haré con ellos
después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus
mentes las escribiré". Y también Zacarías, capítulo 13, versículo 1, donde leemos:
"En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los
habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia".

Es importante recordar que siempre ha habido un remanente que se salvó. Hubo


un remanente en los tiempos de Elías, lo hubo en los tiempos de David, también en
los tiempos de Pablo, y hay uno en el día de hoy. Y habrá un remanente durante la
Gran Tribulación. Dios siempre es fiel a Su promesa. Continuando ahora con el
capítulo 11 de esta epístola a los Romanos, leamos los versículos 28 y 29:

"Así que en cuanto al evangelio, los judíos son enemigos por causa de vosotros;
pero en cuanto a la elección, son amados por causa de sus padres, porque
irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios".

En estos dos versículos el apóstol Pablo estaba resumiendo la discusión precedente.


Había dos pensamientos que parecían estar en pugna y contradictorios. Ambos
eran ciertos. En primer lugar, Israel era considerado enemigo por causa de los no
judíos, para que el Evangelio pudiera ser proclamado a los no judíos. Por otra
parte, los judíos eran amados por causa de Abraham, Isaac y Jacob. Porque lo que
Dios da no lo quita, ni revoca su llamamiento. Por lo tanto, un cristiano no debiera
implicarse en ninguna forma de antisemitismo.

Ni el fracaso de Israel ni el fracaso nuestro cambiará el plan o el propósito de Dios.


Los dones aquí no son dones naturales. La palabra tiene que ver con la gracia de
Dios. El llamamiento aquí no es una invitación, sino el llamamiento eficaz de Dios.
Prosigamos ahora con los versículos 30 y 31 de este capítulo 11:

"Como también vosotros erais, en otro tiempo, desobedientes a Dios, pero ahora
habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos, así también éstos
ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros,
ellos también alcancen misericordia".

Recordemos que Pablo estaba escribiendo a los no judíos. La iglesia en Roma era
mayormente una iglesia integrada por no judíos. En ese tiempo, muchos no judíos
estaban siendo salvos. Aquí él estaba destacando el contraste entre la nación de
Israel y los no judíos. En los tiempos pasados los no judíos no habían creído, pero
en ese momento, un remanente de los gentiles había obtenido la misericordia y
compasión de Dios. Durante ese mismo período, Israel como nación, que
anteriormente había creído, no creía. Y Pablo sentó el principio por el cual Dios
salva al judío y al no judío. Es por la gracia, por la misericordia. Y así como Dios
mostró misericordia a los no judíos, Él mostrará misericordia a la nación de Israel.
Aunque Israel había rechazado a Dios, Dios tratará con ellos en misericordia.
Leamos el versículo 32:

"Pues Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos".

Tanto los judíos como los no judíos, están en la obstinada condición de rebelión e
incredulidad. El Doctor Kenneth S. Wuest, un estudioso de la Biblia, ha sugerido la
palabra "corral" para la palabra "sujetó" que significa acorralar o encerrar. Dios,
pues, encerró a toda la raza en la rebelión. "No hay justo" ni dentro de sí mismo ni
por alguna fe salvadora que él origine. El mismo apóstol Pablo dijo en su carta a
los Efesios, capítulo 2, versículos 8 y 9: "Porque por gracia sois salvos por medio
de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe". La misericordia de Dios es la causa que originó la salvación de todos los
hombres.

Llegamos ahora a la última división de este capítulo 11 de la epístola a los


Romanos. Y tenemos aquí la división que expone

El motivo para restaurar a la nación de Israel

¿Cuál es el motivo por el que la nación de Israel será restaurada? Bueno, el motivo
está encerrado en el misterio las riquezas de la sabiduría de Dios. Estimado oyente,
debemos descansar en el hecho de que lo que Dios está llevando a cabo es sabio,
justo, y es lo mejor que pueda ser realizado. Usted y yo tenemos una vieja
naturaleza humana que cuestiona a Dios cuando Él toma una decisión. Muchos
cristianos preguntan: "¿Por qué se pierden los paganos, si nunca han oído el
Evangelio? ¡Dios no tiene derecho a condenarlos!" Estimado oyente, por una
parte, Dios tiene todos los derechos imaginables porque Él es Dios. Y por otra
parte, nuestra fe nos impulsa a aceptar que todo lo que Él hace es justo. Nuestra
dificultad en aceptar estas verdades radica en que nuestra naturaleza humana se
rebela espontáneamente contra su Creador. La segunda división principal de este
libro concluirá con una poderosa y majestuosa bendición o doxología, como
concluyó la primera división en la última parte del capítulo 8. Lo que sigue ahora,
es un himno de alabanza. Leamos el versículo 33:

"¡Profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán


insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!"

Aquí vemos que el apóstol Pablo había llegado al momento de reconocer la


sabiduría y la gloria reveladas en todos los asuntos que había estado considerando.

La declaración de Godet en cuanto a esta sección es digna de citar. Dice él: "Como
un viajante que ha subido a una elevación alpina, el apóstol se vuelve y contempla.
Las profundidades están allí abajo, a sus pies, pero las ondas de luz las iluminan, y
se extiende delante de sus ojos un horizonte inmenso".

Esta sección es pura alabanza y no tenemos aquí la exposición de ningún


argumento. Sin embargo, podríamos decir que aquí se encuentra el argumento
más grande de todos. Si nosotros no entendemos el por qué de los tratos de Dios
con Israel, con los no judíos, y con nosotros mismos, no es porque no haya un
motivo bueno y suficiente. La dificultad está en nuestra incapacidad para
comprender la sabiduría y los designios de Dios. El mismo apóstol Pablo en su
primera carta a los Corintios, capítulo 2, versículo 14, dijo: "Pero el hombre
natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son
locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente".

Así, los hijos pequeños muchas veces no entienden ciertas actitudes o decisiones de
sus padres, que pueden llegar a ser molestas o incluso dolorosas, y entonces se
rebelan contra ellas. Pero los padres, con un conocimiento superior de la vida, y de
acuerdo con las circunstancias, actúan siempre procurando lo más beneficioso y
saludable para sus hijos. Y, estimado oyente, Dios hace lo que es mejor por
nosotros. Es posible que no comprendamos muchas cosas que nos ocurren, pero
debemos creer que Dios las permite para nuestro bien. Pero somos como niños
pequeños y no podemos comprender los propósitos de Dios. Es posible que
nuestras circunstancias, no sean siempre buenas, pero las pruebas y las
dificultades, nos vienen de la profundidad de las riquezas, de la sabiduría y de la
ciencia de Dios. Es el ser humano natural, con su vieja naturaleza, quien tiende a
dudar de Dios, cuando Él toma una decisión.

Dios nos dijo en el libro de Isaías, capítulo 55, versículos 8 y 9: "Porque mis
pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice
el Señor. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos
que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos". Ah,
estimado oyente, ¡cuánto necesitamos reconocer esto! Por ello queremos concluir
con este pensamiento, que siempre trae paz al corazón en tiempos de angustia o
perplejidad ante ciertos acontecimientos que nos conmueven profundamente, o
que nos dejan un sabor de tristeza o duda. Teniendo en cuenta que Dios nos ama y
desea para nosotros lo mejor, necesitamos pedirle, como los discípulos a Jesús, que
aumente nuestra fe para darle gracias ante cualquier circunstancia. Y ello sólo es
posible mediante la acción del Espíritu de Dios, que habita con Su presencia
fortalecedora y consoladora, y con Su poder, en todos aquellos que han confiado en
el Señor Jesucristo como su Salvador.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 11:22-33
Continuamos hoy estudiando el capítulo 11 de la epístola del apóstol Pablo a los
Romanos. En nuestro programa anterior interrumpimos nuestro comentario en el
versículo 21 de este capítulo. Y decíamos que, teniendo en cuenta que Dios no
perdonó a la nación de Israel por abandonar su fe, siguiendo el mismo
razonamiento, entonces tampoco perdonará a una iglesia apóstata. Nos referimos a
una iglesia que mantenga todas las apariencias de estructura y organización, pero
que carezca de una vida espiritual, es decir de una relación vital con Cristo. Esa
clase de iglesia que fue descripta en el libro de Apocalipsis 3 como la iglesia de
Laodicea entrará en la Gran Tribulación. Ahora, a la iglesia de Filadelfia, el Señor
le dijo, como vemos en el capítulo 3 de Apocalipsis, versículo 10: "Por cuanto has
guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la
prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que habitan
sobre la tierra". Y el Señor prometió guardar a esta iglesia de ese tiempo terrible
de tribulación. En la actualidad esta iglesia está integrada por todos los creyentes
en Cristo, los cuales confían en el Señor Jesucristo como su Salvador y creen que la
Palabra de Dios, debe ser oída por toda persona en la faz de la tierra. Esta iglesia
será reunida y recogida por Jesucristo y no pasará por esa gran Tribulación.
Estimado oyente, ¿cuál es su relación con Dios? ¿Está usted unido a Jesucristo, Su
Salvador y Señor? ¿Pertenece usted al cuerpo de los redimidos por la obra de
Jesucristo en la cruz y que ha compartido y vive espiritualmente en la victoria de
Su Resurrección?

Continuando ahora nuestro estudio del capítulo 11 de la epístola del apóstol Pablo
a los Romanos, leeremos el versículo 22, que comienza a considerar un párrafo que
se refiere a un evento que traerá una gran bendición en el futuro, y que hemos
titulado

La restauración de la nación de Israel

"Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios: la severidad ciertamente para con


los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad, pues
de otra manera tú también serás eliminado".

Éstas son palabras duras. Pablo pidió a los no judíos que considerasen dos
ejemplos. El Israel desechado reveló la severidad de Dios, pero a los no judíos que
se habían convertido a Dios, la bondad y benevolencia de Dios fue revelada. Estos
dos aspectos de Dios necesitan ser revelados hoy: el juicio de Dios frente el rechazo
de Cristo y contra el pecado, y la gracia de Dios hacia aquellos que confían en
Cristo.

Pablo no tenía la imagen completa de la severidad de Dios hacia Israel. La historia


de esta nación desde la destrucción de Jerusalén en el año 70 después de Jesucristo,
y todo lo que ocurrió después, constituye una historia aterradora. Pero los no
judíos no debían frivolizar el asunto de la gracia de Dios. Fue la gracia, la que los
introdujo a la familia de Dios, y que nos concedió tantos privilegios. Durante este
período de más de 2.000 años, la iglesia compuesta de no judíos, es decir de gente
de los demás pueblos, ha fracasado tanto como Israel, y es posible que haya
fracasado aún más.

Este versículo 22 no tiene nada que ver con la pérdida de la salvación personal.
Pablo no estaba contradiciendo lo que dijo en el capítulo 8 de esta epístola, que
nada nos podía separar del amor de Dios en Cristo Jesús. Aquí estaba hablando de
los pueblos no judíos en su conjunto, apartándose del Evangelio, tal como Israel
como nación había hecho, alejándose de Dios. Pasemos ahora al versículo 23:

"Y aun ellos, es decir los israelitas, si no permanecen en incredulidad, serán


injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar".

Desde que Dios aceptó a los no judíos, que no tenían ningún mérito, seguramente
Dios podía restaurar a Israel, que tampoco tenía ningún mérito.

Ahora, la palabra "volverlos" es la palabra clave. Dios restaurará nuevamente a


Israel. El Antiguo Testamento deja claro el hecho de que Israel se volverá
nuevamente a Dios. En este sentido, recomendamos la lectura de Jeremías capítulo
23, versículos 3 al 8, que es una de las muchas profecías verdaderamente notables
en cuanto a la restauración de Israel. Y el profeta Zacarías 12:10, dijo lo siguiente:
"Pero sobre la casa de David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu
de gracia y de oración. Mirarán hacia mí, a quien traspasaron, y llorarán como se
llora por la muerte del hijo único, y se afligirán por él como quien se aflige por el
primogénito". Aquel día futuro será como aquella antigua fiesta del Día de la
Expiación. Ellos se volverán a Dios con una actitud de arrepentimiento y Dios les
salvará tal como nos ha salvado a nosotros, por su maravillosa e infinita
misericordia y gracia. Dios es poderoso para vencer su terquedad y rebelión. El
pasaje que acabamos de leer sugiere que al ver sus heridas le preguntarán al
Señor: "¿Qué quiere decir la señal de los clavos en Tus manos?" Y llorarán a
causa de esa señal. Volviendo ahora al capítulo 11 de esta epístola a los Romanos,
leamos el versículo 24:

"Si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre y contra naturaleza
fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más estos, que son las ramas naturales,
serán injertados en su propio olivo?"

Pablo continuó con su ilustración del olivo. El olivo representaba a Israel con
Abraham como la raíz. Algunas de las ramas fueron desgajadas. La nación, como
tal, fue rechazada. Dios injertó a los no judíos, no para que llegaran a ser
prosélitos judíos, lo cual significaría que tendrían que aceptar todo el ritual del
Antiguo Testamento. Más bien, Él desgajó a Israel e injertó a la iglesia, que incluye
a judíos y no judíos, directa e inmediatamente sobre Abraham por la fe. Ahora, si
a Dios le fue posible hacer esto, y lo hizo, es razonable concluir que puede y que
tomará las ramas naturales para injertarlas nuevamente. En otras palabras, Él no
desechará permanentemente a Israel. Pasando ahora al versículo 25, leemos lo
siguiente:

"No quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en
cuanto a vosotros mismos: el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta
que haya entrado la plenitud de los que no son judíos".

La frase "la plenitud de los que no son judíos" se refiere al período que comenzó
con el llamado de la iglesia. Es a lo que se refirió Jacobo en su discurso de Hechos
15:14, cuando dijo: "Simón Pedro ha contado como Dios visitó por primera vez a
los no judíos para tomar de ellos pueblo para su nombre". Ese período se
prolongará hasta que la iglesia sea completada y recogida por el Señor. Es decir,
usando las palabras de este versículo, hasta que hayan entrado los no judíos. Y la
ceguera espiritual y el endurecimiento de Israel continuará mientras la Iglesia esté
presente en el mundo. Pablo afirmó aquí clara y definitivamente lo que ya había
sugerido muchas veces en este capítulo 11. La ceguera, el endurecimiento de Israel
serían temporal y parcial. La palabra clave en este versículo es la palabra "hasta"
en la frase que dice "hasta que haya entrado la plenitud o la totalidad de los que no
son judíos".

Hay que distinguir entre "la plenitud de los no judíos" y "los tiempos de los no
judíos" que nuestro Señor Jesucristo mencionó en el evangelio según San Lucas,
capítulo 21, versículo 24, cuando dijo: "Y caerán a filo de espada, y serán llevados
cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los no judíos, hasta que
los tiempos de los no judíos se cumplan".

Este período, es decir, "los tiempos de los no judíos", empezó con la destrucción de
Jerusalén por Nabucodonosor, se extiende por toda la historia posterior y
continuará durante el periodo de la Gran Tribulación hasta el regreso de nuestro
Señor Jesucristo a la tierra para establecer Su reino.

Necesitamos ahora dar una palabra de explicación en cuanto a la palabra


"misterio". En el antiguo mundo de los tiempos de Pablo había religiones de
misterio. Hoy en día, la palabra "misterio" se aplica de un modo popular a una
historia o novela que tiene una trama, una persona o un hecho no revelado. En el
Nuevo Testamento, la palabra se usa para referirse a lo que antes era ocultado,
pero que ahora ha sido descubierto. El misterio aquí es la identificación de la
plenitud de los no judíos. Éste no fue un asunto revelado en el Antiguo Testamento.
Leamos ahora, los versículos 26 y 27 de este capítulo 11 de la epístola de Pablo a
los Romanos:

"Luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sión el Libertador,
que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite
sus pecados".

Cuando aquí dice que "todo Israel será salvo", no quiere decir que todos los
israelitas serán salvados. Es la nación, la que Pablo nos presenta en este capítulo,
más que los individuos. Pablo siempre considera las colectividades: el bloque del
mundo judío y el conjunto del mundo pagano. En cada época, siempre ha habido
un remanente salvo.

Ahora, la cita que Pablo menciona aquí, procede del profeta Isaías, capítulo 59,
versículo 20, donde dice: "Vendrá el Redentor a Sión, y a los que se vuelven de la
iniquidad en Jacob, dice el Señor". El mensaje dirigido al individuo era que debían
arrepentirse de sus culpas ante el Señor. Habrá un remanente que se convertirá a
Dios y todos ellos se salvarán. Pablo estaba hablando del remanente salvo como de
la nación de Israel.

El pacto al cual se refirió en el versículo 27 de Romanos 11, es el nuevo pacto que


Dios hará con la nación de Israel. El escritor a los Hebreos nos dijo en el capítulo 8
de su carta, versículo 8: "Vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa
de Israel y la casa de Judá un nuevo Pacto".

Otros versículos pertinentes sobre este tema, son la misma carta a los Hebreos,
capítulo 10, versículo 16, donde leemos: "Este es el pacto que haré con ellos
después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus
mentes las escribiré". Y también Zacarías, capítulo 13, versículo 1, donde leemos:
"En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los
habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia".

Es importante recordar que siempre ha habido un remanente que se salvó. Hubo


un remanente en los tiempos de Elías, lo hubo en los tiempos de David, también en
los tiempos de Pablo, y hay uno en el día de hoy. Y habrá un remanente durante la
Gran Tribulación. Dios siempre es fiel a Su promesa. Continuando ahora con el
capítulo 11 de esta epístola a los Romanos, leamos los versículos 28 y 29:
"Así que en cuanto al evangelio, los judíos son enemigos por causa de vosotros;
pero en cuanto a la elección, son amados por causa de sus padres, porque
irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios".

En estos dos versículos el apóstol Pablo estaba resumiendo la discusión precedente.


Había dos pensamientos que parecían estar en pugna y contradictorios. Ambos
eran ciertos. En primer lugar, Israel era considerado enemigo por causa de los no
judíos, para que el Evangelio pudiera ser proclamado a los no judíos. Por otra
parte, los judíos eran amados por causa de Abraham, Isaac y Jacob. Porque lo que
Dios da no lo quita, ni revoca su llamamiento. Por lo tanto, un cristiano no debiera
implicarse en ninguna forma de antisemitismo.

Ni el fracaso de Israel ni el fracaso nuestro cambiará el plan o el propósito de Dios.


Los dones aquí no son dones naturales. La palabra tiene que ver con la gracia de
Dios. El llamamiento aquí no es una invitación, sino el llamamiento eficaz de Dios.
Prosigamos ahora con los versículos 30 y 31 de este capítulo 11:

"Como también vosotros erais, en otro tiempo, desobedientes a Dios, pero ahora
habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos, así también éstos
ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros,
ellos también alcancen misericordia".

Recordemos que Pablo estaba escribiendo a los no judíos. La iglesia en Roma era
mayormente una iglesia integrada por no judíos. En ese tiempo, muchos no judíos
estaban siendo salvos. Aquí él estaba destacando el contraste entre la nación de
Israel y los no judíos. En los tiempos pasados los no judíos no habían creído, pero
en ese momento, un remanente de los gentiles había obtenido la misericordia y
compasión de Dios. Durante ese mismo período, Israel como nación, que
anteriormente había creído, no creía. Y Pablo sentó el principio por el cual Dios
salva al judío y al no judío. Es por la gracia, por la misericordia. Y así como Dios
mostró misericordia a los no judíos, Él mostrará misericordia a la nación de Israel.
Aunque Israel había rechazado a Dios, Dios tratará con ellos en misericordia.
Leamos el versículo 32:

"Pues Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos".

Tanto los judíos como los no judíos, están en la obstinada condición de rebelión e
incredulidad. El Doctor Kenneth S. Wuest, un estudioso de la Biblia, ha sugerido la
palabra "corral" para la palabra "sujetó" que significa acorralar o encerrar. Dios,
pues, encerró a toda la raza en la rebelión. "No hay justo" ni dentro de sí mismo ni
por alguna fe salvadora que él origine. El mismo apóstol Pablo dijo en su carta a
los Efesios, capítulo 2, versículos 8 y 9: "Porque por gracia sois salvos por medio
de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe". La misericordia de Dios es la causa que originó la salvación de todos los
hombres.

Llegamos ahora a la última división de este capítulo 11 de la epístola a los


Romanos. Y tenemos aquí la división que expone
El motivo para restaurar a la nación de Israel

¿Cuál es el motivo por el que la nación de Israel será restaurada? Bueno, el motivo
está encerrado en el misterio las riquezas de la sabiduría de Dios. Estimado oyente,
debemos descansar en el hecho de que lo que Dios está llevando a cabo es sabio,
justo, y es lo mejor que pueda ser realizado. Usted y yo tenemos una vieja
naturaleza humana que cuestiona a Dios cuando Él toma una decisión. Muchos
cristianos preguntan: "¿Por qué se pierden los paganos, si nunca han oído el
Evangelio? ¡Dios no tiene derecho a condenarlos!" Estimado oyente, por una
parte, Dios tiene todos los derechos imaginables porque Él es Dios. Y por otra
parte, nuestra fe nos impulsa a aceptar que todo lo que Él hace es justo. Nuestra
dificultad en aceptar estas verdades radica en que nuestra naturaleza humana se
rebela espontáneamente contra su Creador. La segunda división principal de este
libro concluirá con una poderosa y majestuosa bendición o doxología, como
concluyó la primera división en la última parte del capítulo 8. Lo que sigue ahora,
es un himno de alabanza. Leamos el versículo 33:

"¡Profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán


insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!"

Aquí vemos que el apóstol Pablo había llegado al momento de reconocer la


sabiduría y la gloria reveladas en todos los asuntos que había estado considerando.

La declaración de Godet en cuanto a esta sección es digna de citar. Dice él: "Como
un viajante que ha subido a una elevación alpina, el apóstol se vuelve y contempla.
Las profundidades están allí abajo, a sus pies, pero las ondas de luz las iluminan, y
se extiende delante de sus ojos un horizonte inmenso".

Esta sección es pura alabanza y no tenemos aquí la exposición de ningún


argumento. Sin embargo, podríamos decir que aquí se encuentra el argumento
más grande de todos. Si nosotros no entendemos el por qué de los tratos de Dios
con Israel, con los no judíos, y con nosotros mismos, no es porque no haya un
motivo bueno y suficiente. La dificultad está en nuestra incapacidad para
comprender la sabiduría y los designios de Dios. El mismo apóstol Pablo en su
primera carta a los Corintios, capítulo 2, versículo 14, dijo: "Pero el hombre
natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son
locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente".

Así, los hijos pequeños muchas veces no entienden ciertas actitudes o decisiones de
sus padres, que pueden llegar a ser molestas o incluso dolorosas, y entonces se
rebelan contra ellas. Pero los padres, con un conocimiento superior de la vida, y de
acuerdo con las circunstancias, actúan siempre procurando lo más beneficioso y
saludable para sus hijos. Y, estimado oyente, Dios hace lo que es mejor por
nosotros. Es posible que no comprendamos muchas cosas que nos ocurren, pero
debemos creer que Dios las permite para nuestro bien. Pero somos como niños
pequeños y no podemos comprender los propósitos de Dios. Es posible que
nuestras circunstancias, no sean siempre buenas, pero las pruebas y las
dificultades, nos vienen de la profundidad de las riquezas, de la sabiduría y de la
ciencia de Dios. Es el ser humano natural, con su vieja naturaleza, quien tiende a
dudar de Dios, cuando Él toma una decisión.
Dios nos dijo en el libro de Isaías, capítulo 55, versículos 8 y 9: "Porque mis
pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice
el Señor. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos
que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos". Ah,
estimado oyente, ¡cuánto necesitamos reconocer esto! Por ello queremos concluir
con este pensamiento, que siempre trae paz al corazón en tiempos de angustia o
perplejidad ante ciertos acontecimientos que nos conmueven profundamente, o
que nos dejan un sabor de tristeza o duda. Teniendo en cuenta que Dios nos ama y
desea para nosotros lo mejor, necesitamos pedirle, como los discípulos a Jesús, que
aumente nuestra fe para darle gracias ante cualquier circunstancia. Y ello sólo es
posible mediante la acción del Espíritu de Dios, que habita con Su presencia
fortalecedora y consoladora, y con Su poder, en todos aquellos que han confiado en
el Señor Jesucristo como su Salvador.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 11:34 - 12:5


Estamos ya al final de este capítulo 11 de la epístola del apóstol Pablo a los
Romanos. Y en nuestro programa anterior, entramos en el himno de alabanza que
el apóstol expresó aquí, a partir del versículo 33 de este capítulo 11. Esta sección es
pura alabanza y no tenemos aquí la exposición de ningún argumento. Sin embargo,
podríamos decir que aquí se encuentra el argumento más grande de todos. Si
nosotros no entendemos el por qué de los tratos de Dios con Israel, con los no
judíos, y con nosotros mismos, no es porque no haya un motivo bueno y suficiente.
La dificultad está en nuestra incapacidad para comprender la sabiduría y los
designios de Dios. El mismo apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios,
capítulo 2, versículo 14, dijo: "Pero el hombre natural no percibe las cosas que son
del Espíritu de Dios, porque para él son locura; y no las puede entender, porque se
han de discernir espiritualmente".

Así, los hijos pequeños muchas veces no entienden ciertas actitudes o decisiones de
sus padres, que pueden llegar a ser molestas o incluso dolorosas, y entonces se
rebelan contra ellas. Pero los padres, con un conocimiento superior de la vida, y de
acuerdo con las circunstancias, actúan siempre procurando lo más beneficioso y
saludable para sus hijos. Y, estimado oyente, Dios hace lo que es mejor por
nosotros. Es posible que no comprendamos muchas cosas que nos ocurren, pero
debemos creer que Dios las permite para nuestro bien. Pero somos como niños
pequeños y no podemos comprender los propósitos de Dios. Es posible que
nuestras circunstancias, no sean siempre buenas, pero las pruebas y las
dificultades, nos vienen de la profundidad de las riquezas, de la sabiduría y de la
ciencia de Dios. Es el ser humano natural, con su vieja naturaleza, quien tiende a
dudar de Dios, cuando Él toma una decisión.

Dios nos dijo en el libro de Isaías, capítulo 55, versículos 8 y 9: "Porque mis
pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice
el Señor. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos
que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos".
Continuando ahora con este himno de alabanza que el apóstol Pablo expresó,
leamos los versículos 34 y 35 de este capítulo 11 de la carta de Pablo a los
Romanos:

"Porque, ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿Quién
le dio algo a él primero, para que le fuera recompensado?"

Tenemos aquí tres preguntas bastante sencillas, aunque la respuesta no es tan fácil.

En primer lugar, ¿quién entendió la mente del Señor? Nadie entiende la mente del
Señor. Ésta es la respuesta que se puede dar a la primera pregunta. La ambición
de Pablo era conocer a Cristo. Pablo expresó este sentimiento en su carta a los
Filipenses, capítulo 3, versículo 10, cuando dice: ". . . quiero conocerle a él y el
poder de su resurrección, y participar de sus padecimientos hasta llegar a ser
semejante a él en su muerte".

En segundo lugar, ¿Quién ha servido de consejero a Dios? Nadie puede aconsejar a


Dios. Observamos que el Señor Jesús nunca pidió consejo cuando estaba aquí en la
tierra. En el evangelio según San Juan, capítulo 6, versículo 5, vemos que Jesús le
preguntó a Felipe, dónde podrían ellos comprar suficiente comida para dar de
comer a cinco mil personas. Y le hizo esta pregunta para ver qué contestaría
Felipe, porque Jesús mismo sabía bien lo que iba a hacer. Y el hecho fue que no
siguió su consejo o el consejo que le dieron sus discípulos, porque según el relato de
Lucas ellos le sugirieron que despidiese a la gente para que descansaran y
consiguiesen alimentos. En esa ocasión el mandato de Jesús fue: "Dadles vosotros
de comer".

En tercer lugar, ¿Quién ha dado alguna cosa a Dios, que le haya puesto a Él en una
posición embarazosa de deber algo a alguien? Estimado oyente, Si le fuera posible
a usted darle algo a Dios, Él le debería algo. ¿Qué tiene usted que Él no se lo haya
dado anteriormente? Aquí se aclaró, entonces, que Dios dijo que no estaría en
deuda con nadie. Cuando alguien le entrega algo, Dios lo devuelve en mayor
cantidad. Y ésa es también una lección para los cristianos, en su papel de
mayordomos de los bienes que el Señor les da. Y el versículo final de este capítulo
11, versículo 36 dice:

"Porque de él, por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos.
Amén"

Este versículo nos lleva a las alturas. Otra traducción dice: "Porque todas las cosas
vienen de Dios, y existen por él y para él. ¡Gloria para siempre a Dios!" Alguien ha
llamado a este versículo, "la apóstrofe más sublime que jamás existiera, incluso en
las páginas de la inspiración misma".

La expresión "Porque de él" quiere decir que Dios es la causa y el origen de todo.

Las palabras "por él" quieren decir que Dios es el Poderoso Sustentador y
Trabajador. Recordemos que en el evangelio según San Juan, capítulo 5, versículo
17, el Señor dijo: "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo".
Y las palabras "para él" quieren decir que Dios ha de llamar a todos para
responder ante Él. Todas las cosas confluyen en Él. Y la gloria le pertenece a Él
por todos los siglos. ¿Le quitamos a Dios Su gloria por atribuirnos un
reconocimiento a nosotros mismos por algo acerca de lo cual no tenemos derecho a
reclamar honores? Tengamos en cuenta que la gloria y el honor le pertenecen sólo
a Dios.

Y así concluimos este estudio del capítulo 11 de esta epístola del apóstol Pablo a los
Romanos. Y llegamos ahora a

Romanos 12:1-5

Ésta es otra de las grandes divisiones o secciones que tenemos en esta carta. La
primera gran división en cuanto a temas se refiere, tiene lugar en los primeros
ocho capítulos. En ellos se trató sobre doctrina cristiana. En los capítulos 9 al 11
tenemos otra sección en la cual el tema es la dispensación de Dios, es decir, que se
destaca la forma en que Dios gobierna, concede y ejecuta sus propósitos para los
seres humanos. La última sección o división, que ahora comenzamos, comprende
los capítulos 12 al 16, y en ella se trata sobre las obligaciones. Llegamos ahora a la
aplicación práctica de los argumentos teológicos que hemos tenido ante nosotros.
Éste es el Evangelio en la vida diaria de los cristianos.

En la primera parte de esta epístola a los Romanos y utilizando la terminología de


la armadura del cristiano descrita en Efesios 6, el lector vio desplegado el yelmo de
la salvación y el escudo de la fe. Pero en esta última sección, los pies están calzados
con el celo por anunciar el evangelio de paz. Y debemos estar preparados para la
lucha; debemos andar en el camino de la vida, y debemos correr en la carrera
cristiana.

Alguien puede sugerir que ya hemos hablado de lo aplicación práctica del


Evangelio en la sección de este libro dedicada al proceso de la santificación. En esa
parte, vimos al Evangelio expresado en la vida cotidiana, eso es cierto. Pero hay
una clara distinción en estas dos secciones. Bajo la santificación, estuvimos
tratando con el carácter cristiano. En esta sección, ahora, estamos tratando con la
conducta cristiana. En la sección sobre la santificación se consideró el hombre
interior; ahora, en cambio, consideramos el hombre exterior. Antes, bajo los
párrafos sobre la santificación, hablamos de la condición del cristiano; aquí, en
cambio, se trata de la consagración del cristiano. Anteriormente, vimos quién era
el creyente; ahora veremos lo que hace el creyente. Antes, hemos visto los
privilegios de la gracia; ahora veremos los preceptos de la gracia. La manifestación
de la forma de vida debe ser seguida por las evidencias de la vida. El anuncio de la
justificación por fe, debe ser complementado con la actividad de la vida.

Hay algo más que debemos destacar antes de comenzar con esta última sección del
libro. La conducta del creyente debe ser expresada en este mundo por la forma en
que él se comporta con las personas con las que mantiene un contacto. Estas
maneras de comportarse tienen que ser reguladas por algún medio. Es tan fácil
dictar reglas de conducta, pero el apóstol Pablo no estaba haciendo eso. Él nos
liberó de la ley de Moisés, pero no lo hizo para colocarnos bajo otro sistema legal.
Hay muchos creyentes en nuestros días, que tratan de imponerse a sí mismos
reglas de conducta y colocan mucho más énfasis en restricciones y prohibiciones y
en no hacer esto o aquello, que en lo que sí se puede hacer. Con frecuencia estas
restricciones, que intentan someter a la vieja naturaleza, dejan de lado el elemento
controlador por excelencia que es el Espíritu Santo. El apóstol Pablo señaló en este
pasaje grandes principios que sirven de guía al creyente. El Espíritu Santo, que
habita en el creyente, por medio de Su energía, poder e inspiración, ilumina la
Palabra de Dios y le proporciona, como si fuera una guía de caminos para que sepa
dónde ir en el viaje de la vida. Él no pone ningún límite de velocidad, aunque
advierte y aconseja sobre los excesos. Él identifica los lugares donde el creyente
puede detenerse a comer, pero no lo obliga a ello. Si hay desvíos, éstos están bien
marcados, así como las salidas, las zonas de descanso y las áreas de servicio. Y
siempre hay advertencias para poder identificar las zonas de peligro o precaución.

Bajamos ahora de la cima de la montaña que forman los capítulos 8, 9, 10 y 11 de


esta epístola. Dejamos la cúspide del capítulo 11, versículos 33 al 36, y
descendemos ahora al valle del deber. Aquí es donde vivimos todos nosotros. Aquí
es donde actuamos y donde realmente mostramos lo que somos.

Entramos ahora en esta sección del amor. En otra división que adelantamos en un
programa anterior, a primera sección (capítulos 1 al 8) habla de la fe. La segunda
(capítulos 9 al 11) habla de la esperanza, y ésta, la tercera (capítulos 12 al 16) habla
del amor. En los capítulos 12 y 13 nos encontramos con el servicio de los hijos de
Dios. En los primeros dos versículos del capítulo 12 se nos habla de la relación del
hijo de Dios hacia Dios. Luego, de una relación sobre los dones del Espíritu; su
relación con otros creyentes; su relación con los no creyentes. Leamos el primer
versículo de este capítulo 12 de la epístola del apóstol Pablo a los Romanos, que
comienza el párrafo dedicado a

La relación con Dios

"Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis
vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro
verdadero culto".

Otra versión lo traduce así: "Os ruego por la misericordia de Dios que os
presentéis a vosotros mismos como ofrenda viva, consagrada y agradable a Dios.
Éste es el verdadero culto que debéis ofrecer". Notemos aquí que esas dos
primeras palabras de este versículo 1 "Por lo tanto" unen en realidad todo lo que
se ha dicho anteriormente con lo que sigue.

Pablo dijo, "os ruego" usando el lenguaje de la gracia, no de la ley. No escuchamos


el tronar majestuoso del monte Sinaí cuando se entregó la ley. Dice: "os ruego".
Moisés ordenaba, Pablo exhortó. Ése es el método del apóstol Pablo. Ahora,
¿Podría Pablo haber dado una orden? Él le dijo a Filemón que le podía haber
mandado a hacer algo, pero no lo hizo.

Y sigue diciendo: "por las misericordias de Dios". El plural es una forma hebrea
que destaca la abundancia de la misericordia. Dios es rico en misericordia. Dios
tiene misericordia en abundancia. Estoy seguro que tiene que usar mucha de ella
para conmigo, aunque todavía tiene suficiente para utilizarla en usted, estimado
oyente. Esto implica compasión, piedad, y la ternura de Dios. Su compasión nunca
nos falta.

Luego se nos pide que "presentemos nuestros cuerpos". Recordemos que ésta es la
misma palabra que fue utilizada en el capítulo 6, y se ha sugerido que su uso en ese
capítulo estaba en relación con la mente, mientras que aquí en este capítulo 12 está
en relación con la voluntad. Ahora, creemos que esa es una diferencia innecesaria
porque en ambos casos tiene aplicación con la voluntad. En el capítulo 6 se refería
a la manera en que el carácter cristiano se rendía al Señor. Aquí el presentarse o
rendirse conducen a la conducta y a la consagración cristiana.

Cuando habló de presentar "vuestros cuerpos" se refiere a nuestra personalidad


total. El cuerpo es el instrumento por medio del cual nos expresamos. La mente,
nuestros afectos, la voluntad y el Espíritu Santo pueden utilizar nuestro cuerpo.
Alguien ha compilado las siguientes referencias bíblicas que revelan esta
dimensión tan amplia. Se nos habló de dar honra a Dios en nuestro cuerpo. En la
primera carta del apóstol Pablo a los corintios, capítulo 6, versículo 20, leemos: ". .
. glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo . . . porque habéis sido comprados por
precio". Luego en la carta a los Filipenses, capítulo 1, versículo 20, leemos, ". . .
conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien
con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi
cuerpo". Necesitamos reconocer que este cuerpo es el templo del Espíritu Santo. El
apóstol Pablo también dijo en su segunda carta a los Corintios, capítulo 4,
versículo 10: ". . .llevamos siempre en el cuerpo la muerte de Jesús, para que
también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos". Por un acto de la
voluntad colocamos nuestra personalidad total a disposición de Dios. Éste es, pues,
el verdadero servicio, el culto que le resulta agradable a Dios. Pablo continuó
entonces diciendo en el versículo 2:

"No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de


vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta".

Y otra traducción lo expresa así: "No viváis conforme a los criterios del tiempo
presente; por el contrario, cambiad vuestra manera de pensar, para que así
cambie vuestra manera de vivir y lleguéis a conocer la voluntad de Dios, es decir,
lo que es bueno, lo que es grato, lo que es perfecto". Eso es lo que Pablo estaba
diciendo en este pasaje de las Escrituras en particular. Lo que él está haciendo es
recomendar con ahínco al creyente que no adapte su vida y su conducta a los que
lo rodean, ni aun a sus amigos cristianos. Tenemos que ser normales y naturales;
probablemente tendríamos que decir, normales y sobrenaturales. Es muy fácil ser
un actor, desempeñar un cierto papel. Eso es lo que quiere decir en realidad la
palabra hipócrita. Esa misma palabra "hupocrites" en griego, es la que se usa para
los actores. Ellos están representando algo. "Hupocrites" incluye el significado de
replicar. Es escuchar lo que dice o la señal del director en el teatro y decir lo
convenido cuando a uno le toca hablar, en el momento oportuno. Eso es actuar. En
nuestra vida diaria, la hipocresía describe la actitud de aparentar lo que no somos.
Shakespeare fue quien dijo algo acerca de que el mundo era como un escenario y
que cada persona debía desempeñar su papel. Pero, eso no debe ser el caso del
creyente, que por el contrario debe ser genuino porque el Espíritu Santo está
obrando dentro de él, transformando su vida al renovar su entendimiento.

Una y otra vez Pablo nos llamó la atención sobre este asunto. En su segunda carta
a los Corintios, capítulo 3, versículo 18, nos dijo: "Por tanto, nosotros todos,
mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del
Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción
del Espíritu del Señor". Y en su carta a Tito, capítulo 3, versículo 5, dijo: "Nos
salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su
misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el
Espíritu Santo".

Permitiendo al Espíritu de Dios renovar la mente, el creyente podrá probar la


voluntad de Dios y comprobar que es buena. Desde el mismo momento en que
usted o yo adoptamos una pose o finjamos ser algo diferente a lo que somos en
realidad, nos resulta imposible determinar la voluntad de Dios para nuestras vidas.
Pero si nos rendimos a Él, la voluntad de Dios para la vida del creyente se hace
buena y se ajusta exactamente a la voluntad del creyente. Primero es buena, luego
es agradable, y finalmente es perfecta, en el sentido que la voluntad del creyente y
la voluntad de Dios están en la misma onda. El apóstol Pablo pudo decir en su
carta a los Filipenses, capítulo 4, versículo 13: "Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece". Es decir, que el creyente puede hacer todas las cosas que están en la
esfera de la Voluntad de Dios. Resulta una hermosa experiencia el no tener que
fingir, actuar o desempeñar un papel, sino ser natural y permitir que el Espíritu de
Dios se mueva y actúe por medio nuestro.

¡Qué bueno es llegar al punto de poder entregar todo esto al Señor! Y Pablo nos
estaba rogando que hiciéramos precisamente eso. Ése es el camino a la felicidad.
Ése es el camino al gozo. Ése es el camino para una vida de plenitud. El camino
para recibir la bendición de Dios, estimado oyente, es el de ser un creyente normal
de acuerdo con las especificaciones de la Biblia. Leamos ahora el versículo 3, que
inicia la consideración de

La relación con los dones del Espíritu

"Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que
no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con
cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno".

Nos parece que cuando el apóstol Pablo escribió esto, tendría una sonrisa en sus
labios, porque hay un gran número de creyentes que son ambiciosos, que siempre
quieren ocupar una posición importante, porque tienen un concepto de sí mismos,
más alto del que debieran tener.

Lo que necesitamos hacer es precisamente lo que sugirió Pablo en este pasaje:


Debemos pensar con cordura, con moderación. Siempre existe el peligro de que el
creyente sobreestime su capacidad, su carácter y sus dones. Tenemos que tener
una evaluación correcta de nosotros mismos en relación con los otros cristianos,
para no tener un concepto de nosotros más alto del que debiéramos tener.
Necesitamos reconocer nuestras limitaciones y ponernos a disposición de Dios tal
como somos. La verdadera satisfacción consiste en estar en el lugar donde Dios
quiere que uno esté. Veamos ahora los versículos 4 y 5:

"De la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los
miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo
en Cristo, y todos miembros los unos de los otros".

Ésta es la primera vez que Pablo introdujo el gran tema de la Iglesia como el
cuerpo de Cristo. Éste fue el tema principal de las cartas que Pablo escribió a los
Efesios y a los Colosenses, y también, por supuesto, a los Corintios; y es que la
Iglesia, como cuerpo de Cristo, debe funcionar como un cuerpo, como un
organismo vivo. Y eso indica que los diversos miembros, es decir, los creyentes que
forman parte de ese cuerpo, no tienen los mismos dones o capacidades. No creemos
que Pablo haya dado una lista completa de todos los dones, porque cada vez que
hablaba de ellos, hacía mención de nuevos dones que no habían sido mencionados
en las listas anteriores. Y creemos que el Espíritu de Dios le guió a hacerlo así.

Creemos que este pasaje nos muestra como, después de aceptar al Señor Jesucristo
como Salvador, el Espíritu Santo de Dios puede inspirarnos, guiarnos,
fortalecernos impulsándonos con Su poder, para vivir la vida cristiana en toda su
plenitud. Cada persona es especial, única e irrepetible, porque Dios ha creado en
ella un gran potencial. Recordamos que Jesús, hablando a quienes le seguían dijo,
en Juan 10:10, "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en
abundancia". Estimado amigo que nos escucha: ¿Está viviendo usted esa clase de
vida?
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Estudio bíblico de Romanos 12:6-20

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Programación diaria

Romanos 12:6-20
Continuamos estudiando hoy el capítulo 12 de esta epístola del apóstol Pablo a los
Romanos. Y en nuestro programa anterior, en un párrafo dedicado al tema de los
dones del Espíritu, después de leer el versículo 5 de este capítulo 8, estuvimos
hablando de los miembros del cuerpo de Cristo, es decir, de los miembros de la
iglesia. Ésta es la primera vez que Pablo introdujo el gran tema de la Iglesia como
el cuerpo de Cristo. Éste fue el tema principal de las cartas que Pablo escribió a los
Efesios y a los Colosenses, y también, por supuesto, a los Corintios; y es que la
Iglesia, como cuerpo de Cristo, debe funcionar como un cuerpo, como un
organismo vivo. Y eso indica que los diversos miembros, es decir, los creyentes que
forman parte de ese cuerpo, no tienen los mismos dones o capacidades. No creemos
que Pablo haya dado una lista completa de todos los dones, porque cada vez que
hablaba de ellos, hacía mención de nuevos dones que no habían sido mencionados
en las listas anteriores. Y creemos que el Espíritu de Dios le guió a hacerlo así.

Leamos ahora, el versículo 6 de este capítulo 12 de la epístola a los Romanos y


dice:

"Tenemos, pues, diferentes dones, según la gracia que nos es dada: el que tiene el
don de profecía, úselo conforme a la medida de la fe"

Aquí tenemos los dones carismáticos. La palabra griega para "dones", que es
"carismata" tiene la misma raíz que la palabra "gracia". Se puede traducir como
gracia o don gratuito. Éstos fueron dados por el Espíritu de Dios a los creyentes. Él
dio a la iglesia personas que tienen diferentes dones. En su carta a los Efesios,
capítulo 4, versículo 11, el apóstol Pablo mencionó que Cristo: "Constituyó a unos,
apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros".
Ahora, lo que Cristo hizo fue dar a la Iglesia hombres que tenían los dones de ser
apóstoles, profetas y evangelistas. Eso es lo que estaba diciendo allí.

Hemos leído en el versículo 6: "De manera que, teniendo diferentes dones". Es


decir, que cada miembro del cuerpo de Cristo tiene un don, y una función que
desempeñar. Y los dones son diferentes. Pero eso no quiere decir que algunos no
tengan dones. Cada individuo en la Iglesia tiene un don. Y el don es parte
integrante de la gracia de Dios para con nosotros. Cuando Dios lo salva, le coloca a
usted en el cuerpo de creyentes y usted debe funcionar como miembro del mismo.
No funciona como una máquina, sino como el miembro de un cuerpo, de un
organismo vivo. Cuando el don es ejercitado, es confirmado por el poder del
Espíritu Santo. Creemos que cada creyente tiene que poner a prueba su don. Si
usted sabe que tiene un don y piensa que lo está usando, debe probarlo. Tiene que
analizar su efectividad. ¿Es usted una bendición verdadera para los demás? ¿Está
usted contribuyendo a la edificación de la Iglesia, o está dividiendo la Iglesia?

Ahora, la profecía que se menciona aquí no se refiere a la predicción de cualquier


mensaje de Dios. Y la profecía debe realizarse, como bien traduce otra versión, "en
proporción a la fe", y ésta es una expresión matemática. O sea, en proporción a la
fe y el poder que Dios provee para hacer frente al ejercicio del don. Consideremos
ahora el versículo 7:

"O si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza"


Dice aquí, "o si de servicio, en servir". Un "acto" de servicio creemos que se
refiere a un tipo de ministerio múltiple con aplicaciones prácticas. Hay numerosas
formas de servicio en el cuerpo de creyentes abarcadas por este don. Se refiere a
cualquier tipo de trabajo de ayuda o servicio a los demás, por ejemplo, en el
contexto de la reunión de los creyentes en la iglesia. Esos son ministerios. Hay
algunas personas que no tienen el don de hablar públicamente, sin embargo, tienen
un don de servicio. Hay personas que tienen dones especiales, como el de poder
preparar una buena comida u organizar actividades sociales en el contexto de
actividades especiales de la Iglesia. El poder reunirse los creyentes en encuentros
que promuevan la camaradería y el compañerismo puede ayudar mucho en las
relaciones de todos los miembros de esa Iglesia. Es algo de mucho valor. Y se
necesitan personas con un don especial para hacerse cargo de esas actividades.
Esos son los dones de que estaba hablando el apóstol aquí. Y dice el versículo 8:

"El que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con generosidad; el que preside,
con solicitud; el que hace misericordia, con alegría".

Ahora, también se menciona allí: "el que exhorta, en la exhortación". Y aquí se


refiere al que consuela, al que alienta. Hay algunas personas que tienen el don de
poder animar o consolar a los demás, a los enfermos u a otros que sufren por
diversas causas.

Luego, se nos dice en este versículo: "el que reparte, con generosidad". Es decir, el
que puede compartir con otros los bienes materiales que posee. Dios le puede
haber dado a usted la habilidad para ganar dinero. Y ése es un don. Hay personas
que en cualquier actividad en la que se impliquen, obtienen ganancias y progresan.

Debemos ahora hacer énfasis en algo que lo necesita. Sigue diciendo el versículo 8:
"El que preside, con solicitud". Quiere decir que hay ciertas personas que tienen
dones o capacidad para dirigir y ocupar puestos de responsabilidad y la Iglesia
necesita personas de ese calibre, que desempeñen su cargo con esmero para que
todo pueda llevarse a cabo decentemente y con orden. Los asuntos económicos de
la iglesia requieren creyentes con esta capacidad de administración.

Sigue, "El que hace misericordia, con alegría" es decir la persona que ayuda a los
necesitados, debe hacerlo con una alegría que pueda llevar esperanza a los demás.
Leamos el versículo 9 de este capítulo 12, donde el apóstol Pablo comienza a
hablarnos de

Las relaciones con los otros creyentes

"El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo y seguid lo bueno".

Ése es un amor sincero, sin hipocresía. Sigue diciendo, "Aborreced ? es decir,


exprese su desagrado contra ? lo malo, y añade, seguid lo bueno". La palabra en el
original transmite la idea de pegarse como una cinta adhesiva a las cosas buenas.
El creyente debiera apartarse de actitudes o prácticas dudosas o cuestionables.
Esta actitud requiere personas con valor y una personalidad firme como para
adoptar una postura pública en la defensa de ciertos principios.
Leamos ahora los versículos 10 y 11 de este capítulo 12 de la epístola de Pablo a los
Romanos:

"Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, dándoos
mutuamente preferencia y respeto. En lo que requiere diligencia, no perezosos;
fervientes en espíritu, sirviendo al Señor"

Estos conceptos aquí, estimado oyente, son muy valiosos. Y, hablando otra vez del
amor fraternal, dos creyentes, por distintos que sean en sus orígenes, pueden estar
más unidos, más cercanos que dos hermanos de sangre, si entre los dos hermanos
carnales no existe la unión que existe entre los que son salvos. Por ejemplo,
podemos tener a tres personas. Dos de ellos son mellizos. Uno de ellos, sin
embargo, es un creyente, mientras que el otro no lo es. La otra persona sentada al
lado del mellizo que es creyente, es del África. El color de su piel es diferente. Su
cultura, su educación y tradiciones son diferentes también. Pero él también es
creyente en Cristo. Podemos decir entonces, que el mellizo creyente y el cristiano
de África están más unidos que el otro mellizo con su hermano en la carne. Es por
esa razón que tenemos que pensar que estamos en una misma familia con todos los
creyentes en Cristo, que deben tener el mejor trato posible entre sí, soportando sus
maneras de ser peculiares, porque van a estar juntos por toda una eternidad.
Además, después de la resurrección, todos vamos a tener un cuerpo nuevo, así que
en la eternidad, no tendremos esta vieja y débil naturaleza humana, lo cual creará
un ambiente perfecto en todas las relaciones personales.

Debemos tener un código de honor. Vemos la frase: "En lo que requiere diligencia,
no perezosos". No debemos flaquear en el celo y fervor en el servicio a Dios.
Lucero tradujo esta frase así: "En cuanto el celo, no seáis perezosos".

La frase "fervientes en espíritu", sugiere que debemos tener una vida que
resplandezca por la acción del Espíritu de Dios, es decir, que nuestro celo y
entusiasmo debieran estar bajo el control del Espíritu de Dios. Y le expresión
"sirviendo al Señor", señala a que cada aspecto de la conducta cristiana apunta a
quien es el personaje central. Veamos ahora lo que dice el versículo 12:

"Gozosos en la esperanza, sufridos en la tribulación, constantes en la oración".

¡Eso es maravilloso! Las circunstancias en las que se encuentra el creyente, quizá,


no justifiquen el gozarse. Puede que lo contrario sea más cierto. Pero él ve el
futuro, y en esperanza se proyecta a sí mismo hacia otras circunstancias que son
mucho más favorables.

Y lo que Pablo estaba diciendo aquí era "vivir alegres por la esperanza". Y
continuó Pablo diciendo, "Sufridos" es decir pacientes "en la tribulación". Eso es
algo muy difícil, ¿verdad? También dijo "constantes en la oración" porque
debemos ser hombres y mujeres de oración. Luego dijo en la primera parte del
versículo 13:

"Compartid las necesidades de los que pertenecen al pueblo santo"


Y eso quiere decir, que debemos ayudar a los hermanos. Dios espera que
compartamos lo que Él nos ha dado con los creyentes que están pasando por
necesidades materiales. Luego, continuando con el versículo 13 se nos dice al final:

"y practicad la hospitalidad".

Eso es algo necesario. El dar una buena acogida a los visitantes o, por ejemplo, a
alguna persona en su iglesia, o simplemente en el vecindario, un creyente que sea
una persona más bien introvertida, que no puede hacer amigos fácilmente, pero
desea tener una relación de compañerismo con los demás creyentes. Luego en el
versículo 14 leemos:

"Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis".

Ahora, este parece un consejo innecesario para los creyentes porque el creyente no
debe perseguir a los demás. Pero la experiencia demuestra que hay algunos que
hacen esas cosas. Y es muy difícil desear el bien o la bendición divina a la persona
que nos está hiriendo. Esto sólo puede hacerse bajo la influencia del Espíritu
Santo. Tenemos ante nosotros ahora los versículos 15 y 16, que dicen:

"Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros;
no seáis altivos, sino asociaos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia
opinión".

Dice aquí, "Alegraos con los que se alegran". El lema del mundo es: "Ríe y
reiremos contigo, llora y llorarás solo". Porque este triste mundo tiene que buscar
y pedir prestada un poco de alegría, ya que tiene suficientes problemas en sí
mismo. Pero eso no es cierto en lo que concierne al hijo de Dios. Tenemos que
identificarnos, simpatizar con las alegrías y tristezas de otros creyentes, sobre todo
con sus lágrimas de dolor.

Se nos dice que debemos ser "unánimes" entre nosotros. Ahora, eso no quiere
uniformidad de pensamiento, sino que tenemos que ser del mismo pensar y sentir
en Cristo. Y los creyentes tienen que identificarse emocionalmente en la vida de los
otros hermanos. Creemos que eso hace de los creyentes genuinos algo maravilloso.

Se nos ha dicho aquí que no sólo debemos ser "unánimes" entre nosotros, sino que
"no debemos ser altivos, . . . asociándonos más bien con los humildes". Pablo
mismo nos dijo en su carta a los Filipenses capítulo 2, versículo 5: "Haya, pues, en
vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús". Ahora, ¿Cuál fue ese
sentir? La humildad.

También nos dijo el apóstol Pablo: "No seáis sabios en vuestra propia opinión".
¿Qué le parece este mandato? No seamos altivos. Hay muchos de los creyentes, en
nuestros días, que piensan que se encuentran espiritualmente en un nivel elevado.
Pero en realidad, no lo están. Salomón, un hombre que recibió sabiduría de Dios
mismo, dijo algo que es de sumo interés en relación con lo que estamos hablando.
Leemos allá en el libro de Proverbios, capítulo 26, versículo 12, que él dijo: "¿Has
visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él".
No nos atreveríamos a decir lo mismo, pero así lo expresó Salomón.
Seguimos ahora en nuestra consideración aquí en la epístola a los Romanos,
destacando cuál es

La relación con los que no son creyentes

Esta relación comprende los versículos 17 al 21. Estamos viviendo en un mundo de


no creyentes. ¿Cuál ha de ser nuestra relación con ellos? Bien, leamos este
versículo 17:

"No paguéis a nadie mal por mal; procurad hacer lo bueno delante de todos los
hombres".

Leemos, "No paguéis a nadie mal por mal". Aquí se sugiere que el creyente puede
esperar el mal por parte del sistema del mundo. Sin embargo, no ha de tomar
represalias.

Luego, sigue diciendo el apóstol: "Procurad hacer lo bueno delante de todos los
hombres". No hay nada, estimado oyente, que pueda perjudicar más la causa de
Cristo en el mundo, en el día de hoy, que un creyente sea deshonesto. Al mundo en
realidad no le interesa si usted es uno de los que creen la doctrina de que el milenio
empezará con la segunda venida de Cristo, o si cree en la elección soberana de Dios
o en el libre albedrío. El mundo ni siquiera piensa en eso. Pero la gente sí quiere
saber si usted es una persona fiable, que cumple lo que promete, que mantiene su
palabra y paga honradamente sus deudas; en otras palabras, si se puede confiar en
usted.

El actuar con honestidad en nuestro trato con los demás, tiene más importancia
que andar haciendo propaganda de lo que creemos. Y, estimado oyente, el valor no
está en la literatura que podamos difundir, en sí misma, en muchos casos, sino en
las huellas que nosotros estamos dejando en nuestro paso por el mundo, y que
acrediten el testimonio público de nuestra fe.

Pasemos ahora al resto del versículo 17, y repasemos lo que dice: "No paguéis a
nadie mal por mal; procurad hacer lo bueno delante de todos los hombres". Y
luego continúa el versículo 18 diciendo:

"Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los
hombres".

Me gusta leer esto porque hay ciertas personas con las cuales es prácticamente
imposible convivir. Ellas mismas no le permiten a uno vivir en paz con ellas. Este
versículo no nos dice que tenemos que llevarnos bien con todo el mundo, sino que
"en cuanto dependa de nosotros". Por tanto, estimado oyente, tenemos que hacer
todo lo que podamos y permitir que Dios, que conoce nuestras limitaciones,
continúe Su obra en aquellos aspectos de las relaciones humanas que nosotros no
podemos controlar. Llegamos ahora a los versículos 19 y 20:

"No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios,
porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu
enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber, pues haciendo
esto, harás que le arda la cara de vergüenza".

Ésta es una de las normas más importantes que encontramos en la Palabra de


Dios. Sin embargo, es una de las actitudes más difíciles de llevar a la práctica para
el hijo de Dios. Cuando alguien nos golpea en una mejilla, es muy difícil presentar
la otra. Usted y yo sabemos que es muy difícil no devolver el golpe, o contestar
agresivamente cuando nos ofenden. Pero en el instante en que usted y yo tomamos
el asunto en nuestras propias manos, y tratamos de solucionarlo nosotros mismos,
en especial cuando alguien nos ha perjudicado y nosotros, como respuesta,
reaccionamos duramente, estamos intentando apartar el problema del control de
Dios y no estamos ya viviendo por fe. Dios quiere que le dejemos el problema de la
ofensa recibida en Sus manos, porque Él actuará con justicia. Si es necesario que el
ofensor, es decir, la persona que nos ha perjudicado, reciba su merecido, entonces,
el Señor se encargará de ello. Ahora, al hablar así de esto, me doy cuenta que es
una de las cosas más difíciles de llevar a la práctica en mi propia vida. Pero, en una
o dos oportunidades, he entregado las cosas en las manos del Señor y me ha
sorprendido la manera en que Él toma cartas en el asunto. Dios lo puede hacer
mucho mejor que yo. Debemos entregar todo el problema en las manos del Señor,
confiando en que Dios hará lo que es justo y deseando que Él haga Su voluntad,
frente a lo que nosotros impulsivamente deseemos hacer. Es más, debemos orar
pidiendo la restauración y bendición por aquél que nos ha hecho daño. Sólo así,
como dice el apóstol, "amontonaremos fuego" sobre la cabeza de quien nos ha
ofendido. Ésta es una forma de expresar la esperanza de que nuestra bondad
estimule la vergüenza y el arrepentimiento de nuestro enemigo.

Esta actitud y, en general, toda otra conducta relacionada con aquellas personas
con las que hayamos mantenido roces, conflictos o desacuerdos, requieren el
control del Espíritu de Dios sobre nuestro carácter. Nuestra naturaleza humana,
propensa a la maldad, el orgullo y la violencia física y verbal, reacciona
inmediatamente, impulsivamente y con agresividad, para buscar una
compensación por el daño recibido, cuando es objeto de ofensas o desprecio. Sólo
Dios puede moderar toda forma de violencia entre los seres humanos. Al recibir al
Señor Jesucristo como Salvador, la paz con Dios que obtenemos, por la obra del
Espíritu Santo, inunda nuestro corazón de compasión por aquellos que sólo buscan
su propio provecho, aun a costa de pisotear la integridad u honor de los demás.
Estimado oyente, deseamos que esa sea su experiencia, para que el amor de Dios
pueda fluir hacia aquellos que tanto necesitan tener una relación con Dios.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 12:21 - 13:10


Continuamos nuestro estudio de este capítulo 12 de la epístola del apóstol Pablo a
los Romanos. Y en nuestro programa anterior estábamos considerando los
versículos 19 y 20, comentando que allá se encontraba una de las normas más
importantes de la Palabra de Dios. Sin embargo, es una de las actitudes más
difíciles de llevar a la práctica para el hijo de Dios. Cuando alguien nos golpea en
una mejilla, es muy difícil presentar la otra. Usted y yo sabemos que es muy difícil
no devolver el golpe, o contestar agresivamente cuando nos ofenden. Pero en el
instante en que usted y yo tomamos el asunto en nuestras propias manos, y
tratamos de solucionarlo nosotros mismos, en especial cuando alguien nos ha
perjudicado y nosotros, como respuesta, reaccionamos duramente, estamos
intentando apartar el problema del control de Dios y no estamos ya viviendo por
fe. Dios quiere que le dejemos el problema de la ofensa recibida en Sus manos,
porque Él actuará con justicia. Si es necesario que el ofensor, es decir, la persona
que nos ha perjudicado, reciba su merecido, entonces, el Señor se encargará de
ello. Ahora, al hablar así de esto, me doy cuenta que es una de las cosas más
difíciles de llevar a la práctica en mi propia vida. Pero, en una o dos
oportunidades, he entregado las cosas en las manos del Señor y me ha sorprendido
la manera en que Él toma cartas en el asunto. Dios lo puede hacer mucho mejor
que yo. Debemos entregar todo el problema en las manos del Señor, confiando en
que Dios hará lo que es justo y deseando que Él haga Su voluntad, frente a lo que
nosotros impulsivamente deseemos hacer. Es más, debemos orar pidiendo la
restauración y bendición por aquél que nos ha hecho daño. Sólo así, como dice el
apóstol, "amontonaremos fuego" sobre la cabeza de quien nos ha ofendido. Ésta es
una forma de expresar la esperanza de que nuestra bondad estimule la vergüenza
y el arrepentimiento de nuestro enemigo.

Bien, llegamos ahora al versículo 21, versículo final de este capítulo 12 de la


epístola del apóstol Pablo a los Romanos, y que dice lo siguiente:

"No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal".

En otras palabras, el apóstol estaba diciendo: "Termina de una vez de ser vencido
por el mal. Vence al mal por medio de la bondad". A medida que el creyente vive
en este mundo perverso con su satánico sistema, descubre que no puede luchar
contra él. Si usted intenta luchar contra este sistema satánico, estimado oyente, va
a recibir muchos golpes. Usted no puede usar las mismas tácticas del mundo, de
odio y venganza. Si lo hace, puede estar seguro de su derrota. Dios ha dado al
creyente lo bueno, es decir, el Espíritu Santo. El creyente tiene que vivir
controlado por el Espíritu. El mismo apóstol Pablo nos dijo en su carta a los
Gálatas, capítulo 5, versículo 16: "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos
de la naturaleza humana". "Si ahora vivimos en el Espíritu", dijo Pablo, "dejemos
también que el Espíritu nos guíe".

Y en esta epístola del apóstol Pablo a los Romanos, llegamos ahora a

Romanos 13:1-10

El tema general es las relaciones con el gobierno, y las relaciones con los vecinos.
Continuamos aquí hablando sobre el servicio de los hijos de Dios. Veremos más
adelante que el creyente es un ciudadano del cielo, pero que también es un
ciudadano de este mundo, lo cual le da una responsabilidad doble. Si hubiera algún
conflicto entre ambas esferas, nuestra primera responsabilidad es para con el
Señor en los cielos.
El Señor Jesús estableció este principio con toda claridad. Si usted recuerda, un
día le preguntaron si era lícito pagar un tributo al Cesar. Entonces, Jesús les pidió
una moneda. Ahora, ¿Sabe por qué lo hizo? Creemos que por dos razones. Él quiso
responderles usando algo que ellos tenían. Y en segundo lugar, no creemos que Él
tuviera una moneda en su bolsillo ese día. Él no tenía mucho cuando se encontraba
aquí en este mundo. Según leemos en el capítulo 22 del evangelio según San Mateo,
versículos 15 al 22, cuando le mostraron la moneda, el Señor preguntó: "¿De quién
es esta imagen, y la inscripción? Le dijeron: De César. Y les dijo: Dad, pues, a
César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios".

Ahora, los gobiernos son ordenados por Dios. Él les dio cierta autoridad, y en el
mismo comienzo del gobierno humano Dios dijo, como lo leemos allá en Génesis
capítulo 9, versículo 6: "El que derrame la sangre de un hombre, por otro hombre
su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre".

Dios tiene en alta estima a la vida humana, que es preciosa a los ojos de Dios.
Nosotros no tenemos ningún derecho de quitar la vida. Ahora, si alguien hace eso,
entonces se expone a perder la suya propia.

Es evidente que los creyentes tienen una responsabilidad hacia nuestros gobiernos.
Así resulta que tenemos las palabras del apóstol Pablo, que él dijo al joven
Timoteo, en su primera carta, capítulo 2, versículos 1 al 3, donde expresó lo
siguiente: "Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y
acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que tienen
autoridad, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.
Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador". Por cierto, el
orar por las autoridades es una responsabilidad de todos los creyentes.

El deber del creyente como ciudadano del cielo es espiritual. Y el deber del
creyente como ciudadano de un gobierno terrenal es secular. Necesitamos
mantener esas dos funciones separadas, pues son dos funciones diferentes. Y si las
combinamos, fracasamos en mantener la Iglesia y el Estado como entidades
separadas y distintas.

Los judíos en los días del apóstol Pablo eran reacios a inclinarse ante el orgulloso
estado romano. Los judíos habían producido muchos disturbios en la ciudad de
Roma, y como resultado de ello, el emperador Claudio los desterró en una ocasión.
Los orgullosos fariseos rechazaban a las autoridades romanas en Palestina, con el
deseo de restaurar el gobierno a la nación de Israel. Ellos fueron los que
provocaron el encuentro con Jesús en el asunto de si era lícito pagar tributo a
César, o no. De aquí podemos deducir que ellos estaban tratando de comenzar una
revolución. Es bueno también recordar que las autoridades en los días del apóstol
Pablo eran malvadas y asesinas. Nerón se encontraba en el trono de Roma. Allí
estaban Herodes y Pilato con sus actos crueles y trágicos. Sin embargo, el apóstol
Pablo dijo que los creyentes debían obedecer a las autoridades. Escuchemos ahora
lo que dijo el apóstol Pablo en el primer versículo de este capítulo 13, en relación
con el tema de
Las relaciones con el gobierno

"Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad


que no provenga de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas".

Usted y yo, estimado oyente, debemos obedecer las leyes de nuestro país
sometiéndonos a las autoridades por la sencilla razón de que éstas han sido
establecidas por Dios. Es cierto que los poderes malignos de este mundo se
encuentran bajo la influencia de Satanás, y que la corrupción se ha generalizado
entre muchos que ejercen el poder. Sin embargo, en última instancia, Dios ejerce el
control. La historia da la impresión de ser un relato monótono de cómo los
gobiernos prosperan rápidamente por un tiempo con pompa y orgullo, y después
se van derrumbando hasta su ruina total. ¿Por qué? Porque la corrupción y la
ilegalidad se desarrollan cada vez más y conducen a un desenlace inexorable,
permitido por Dios. Él aún tiene autoridad sobre la tierra que Él creó. No ha
abdicado de Su trono.

Usted recordará que cuando murió el rey Uzías de Judá, el profeta Isaías estaba
muy preocupado y desanimado. Uzías había sido un buen rey pero el profeta Isaías
estaba desilusionado y desanimado; creyó que el gobierno se desintegraría.
Entonces, se fue al templo, que era un buen lugar donde ir en una época como
aquella, y al entrar en la presencia de Dios, vio al Señor sentado sobre un trono
alto y sublime. En otras palabras, estimado oyente, Dios no había abdicado. El rey
Uzías había muerto, pero Dios no. Dios ocupaba todavía el trono. Y la lealtad del
creyente es hacia ese trono, y su relación a los gobiernos de esta tierra, es una de
sumisión. Veamos ahora el versículo 2 de este capítulo 13 de la epístola de Pablo a
los Romanos:

"De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los
que resisten, acarrean condenación para sí mismos".

La norma presentada en el versículo 1 puede ocasionar muchas preguntas, que son


contestadas y ampliadas en los siguientes versículos. Este versículo 2 entonces
parece excluir toda posibilidad para que un creyente tome parte en una rebelión o
revolución. No estamos seguros de tener una solución, pero intentaremos
aproximarnos al problema. El creyente se ha opuesto a los gobiernos malos y ha
apoyado los gobiernos buenos, basado en la teoría de que los últimos son
establecidos por Dios. El creyente es partidario de la ley y el orden, y se opone a la
ilegalidad y desobediencia civil. Es partidario de la honradez y la justicia, y está en
oposición a la corrupción y la injusticia. En los grandes momentos de crisis en la
historia, como los que vivimos en la actualidad, el creyente se enfrenta con
decisiones muy difíciles ante él.

En estos últimos días, la ilegalidad está en su apogeo en muchos lugares. El


creyente tiene que oponerse a esas situaciones, y no debiera participar en ellas, aun
cuando se produzcan en su propio gobierno. Tenemos que tener cuidado con
aquellos que están dispuestos a cambiar el gobierno por medios no democráticos,
con el pretexto de mejorarlo. Usted recordará que Juan el bautista fue decapitado
por Herodes, Jesucristo fue crucificado bajo Poncio Pilato; Santiago, el hermano
de Juan, fue muerto bajo la espada de Herodes; y Pablo fue muerto bajo el poder
de Nerón. Y teniendo en cuenta esos trágicos acontecimientos, Pablo nos dijo aquí:
"De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los
que resisten, acarrean condenación para sí mismos".

De modo que el cristianismo nunca llegó a ser un movimiento para mejorar el


gobierno o la sociedad. El evangelio es el poder de Dios para la salvación del
individuo. Y Pablo nunca anduvo predicando o hablando sobre las malas
condiciones en que se encontraban las cárceles romanas. Y no fue por falta de
conocimiento, porque casi en cada una de las ciudades que le tocó visitar, fue a
parar a la cárcel. De modo que él tenía un buen conocimiento de aquellas cárceles
y prisiones.

Al visitar una de esas cárceles en Roma, uno siente claustrofobia. Allí lo


detuvieron, en lugares tan húmedos y fríos, que el tuvo que escribir al joven
Timoteo, por ejemplo, que le trajera una capa con la que pudiera abrigarse.

Es muy difícil poder decir hoy que hay que obedecer a un gobierno corrupto.
Podemos apreciar fácilmente la corrupción que se ve en la actualidad en muchas
esferas de la administración, no importando qué partido esté gobernando, y
situaciones injustas como, por ejemplo, que algunas personas ricas e influyentes se
evaden del pago de impuestos, mientras que los jubilados tienen que cumplir con
tales obligaciones a pesar de sus limitados ingresos. ¿Y qué diremos del lugar que
se otorga en los presupuestos a los gastos para la atención médica, y para la ayuda
social en general? La desigualdad social en muchos países, especialmente en las
grandes ciudades, es cada vez más evidente en el marcado contraste que se observa
en la suntuosidad de muchas viviendas y el hacinamiento de las zonas de miseria
en las que viven las personas de escasos recursos. ¿Qué es lo que anda mal?
Sinceramente podemos decir que es la maldad del corazón mismo del ser humano,
caracterizado por un egoísmo natural. ¿Qué es entonces lo que debemos hacer
nosotros?

En primer lugar, mi responsabilidad es la predicación de la Palabra de Dios y


obedecer la ley. Y pienso que eso es lo que Pablo nos estaba diciendo en este pasaje.
Debemos reiterar que el cristianismo no es un movimiento que pretende cambiar
las apariencias o las circunstancias temporales en los círculos del poder o en la
sociedad. Nuestra obligación, estimado oyente, es la de predicar que el evangelio es
el poder de Dios para salvación, y por medio de él tendremos a personas que serán
dignas de ocupar altos cargos, formar parte dignamente de un gobierno legítimo y,
como cristianos auténticos, es decir, como personas transformadas, podrán
promover la aplicación de los elevados valores de la ética cristiana en la vida y los
derechos de los ciudadanos. ¿Qué es lo que funciona mal? No se trata de un
gobierno concreto, sino en los individuos que ejercen el poder con las limitaciones
de su propia naturaleza humana, que no ha sido expuesta al poder trasformador
de Dios. Veamos ahora lo que nos dijo el apóstol Pablo aquí en los versículos 3 y 4,
de este capítulo 13 de su epístola a los Romanos:

"Los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo.
¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno y serás alabado por ella,
porque está al servicio de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme, porque no
en vano lleva la espada, pues está al servicio de Dios para hacer justicia y para
castigar al que hace lo malo".

La cuestión es que el gobierno existe para mantener la ley y el orden. Y cuando no


lo logra, ha fracasado y creemos que el creyente tiene que oponerse a esa ruptura
de la legalidad. Se nos dice aquí que debemos respetar a los magistrados cuando
están aplicando la ley. Escuche ahora lo que nos dice aquí el versículo 5:

"Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino
también por causa de la conciencia"

Tenemos que tener cuidado no sólo porque seremos juzgados y debemos pagar la
multa correspondiente, sino por causa de nuestra propia conciencia. Continuemos
ahora con el versículo 6:

"Pues por esto pagáis también los tributos, porque las autoridades están al servicio
de Dios, dedicadas continuamente a este oficio".

Ahora, aunque no nos guste la forma en que se esté usando el dinero de los
impuestos, debemos asumir la responsabilidad del pago de los mismos. Aquí se
considera a las autoridades como servidores, que es la misma palabra de la que se
deriva el término "liturgia", que tiene una connotación estrictamente religiosa. Y
esto quiere decir que el que gobierna ocupa un cargo que ha sido designado
divinamente. Por supuesto no es religioso y no tiene ninguna función religiosa que
cumplir, ni tampoco tiene por qué ser una persona religiosa. Pero está ocupando
un cargo designado por Dios. Y eso nos obliga a cumplir con nuestras obligaciones
ciudadanas. Veamos entonces cuál es la posición que debe tomar el hijo de Dios. Lo
dice aquí el versículo 7; leamos:

"Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al
que respeto, respeto; al que honra, honra".

Aunque ellos no sean dignos de estar en esa posición de honor, pero tenemos que
respetar el cargo que ocupan, y la autoridad que ejercen. Un cristiano debiera ser
el mejor ciudadano, aunque su ciudadanía espiritual esté en el cielo.

Entramos ahora a otra sección. Esta sección comprende los versículos 8 hasta el 14.
Leamos, pues, el versículo 8, que inicia este párrafo titulado

Las relaciones con los vecinos

"No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros, pues el que ama al prójimo
ha cumplido la Ley"

Aquí vemos que el apóstol Pablo les dice a los creyentes que no deban nada a nadie
absolutamente. Pablo añade que el creyente siempre tiene una deuda de amor para
con su prójimo, es decir, con todas aquellas personas con las que está en contacto.
Recuerde, él ya dijo que teníamos que vivir en paz con todos los hombres. Aquí
tenemos, pues, recomendaciones muy prácticas. Leamos ahora el versículo 9 de
este capítulo 13 de la carta de Pablo a los Romanos:
"Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no
codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a
tu prójimo como a ti mismo".

Alguien podría intentar justificar el adulterio presentándolo como una expresión


de amor, en vez de cómo una mera relación sexual, cuando no es más que un acto
de pecado ante los ojos de Dios. Y Dios no ha cambiado su forma de pensar al
respecto. El amor concebido por Dios para el ser humano ser revela a sí mismo de
una forma inequívoca y asume todas las implicaciones de una relación de amor. Se
nos recuerda también la antigua amonestación "No matarás". Ahora, usted puede
matar a una persona de muchas maneras, aun sin utilizar un arma, es decir,
arruinando su reputación. También se incluye el mandamiento "No robarás". Si
uno ama y respeta a su prójimo, no debe obtener nada de manera deshonesta.
Finalmente se habla del no codiciar, la cual es una actitud muy generalizada en el
día de hoy. El apóstol Pablo está diciendo que nuestro amor por el prójimo se
revela en lo que hacemos, más que en lo que decimos. El apóstol no estaba
colocando al cristiano nuevamente bajo el código de la antigua ley, sino que el
amor se expresa en no cometer adulterio, en no atentar contra la vida de los
demás, en no apropiarse de los bienes ajenos, y en no codiciar. Uno puede hablar
del amor tanto como quiera, pero si comete tales actos contra otra persona,
demuestra no amarla ni respetarla en absoluto. Y llegamos ahora, al versículo 10
de este capítulo 13 de la epístola de Pablo a los Romanos:

"El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la Ley es el amor".

Es decir, que cuando amamos a los demás, respetando la dignidad y los derechos
de cada uno, y evitando causarles daño, estamos cumpliendo la totalidad de la ley.
Esto nos recuerda aquella ocasión en que un intérprete de la ley se acercó al Señor
y le preguntó cuál era el mandamiento más importante de la ley. En Mateo 22:37
encontramos la respuesta del Señor: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. 38Este es el primero y grande
mandamiento. 39Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. 40De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas".

Pero, estimado oyente, al finalizar hoy debemos destacar que sólo una persona
transformada por el poder de Dios, una persona renacida espiritualmente, es decir,
que ha creído en el Señor Jesucristo como su Salvador, puede expresar ese amor
que vence todas las pasiones e inclinaciones de la naturaleza humana. Sólo ese
amor de Dios derramado en el ser humano por el Espíritu Santo, puede lograr esas
actitudes de amor y afecto sincero hacia las demás personas. Sólo una persona
redimida por la obra de Cristo y que, en consecuencia, tiene la vida eterna, puede
proyectar los valores eternos de Dios sobre su propia vida, y hacia los demás.
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Estudio bíblico de Romanos 13:11-14:5


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Romanos 13:11 - 14:5


Continuando nuestro estudio en el capítulo 13 de esta epístola a los Romanos,
leamos hoy los versículos 11 y 12. Dijo el apóstol Pablo:

"Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño, porque
ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche
está avanzada y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas y
vistámonos las armas de la luz".

Esta última sección es como un reloj despertador que suena en esta hora para
despertar a los creyentes que se han dormido en el mundo, y se han olvidado de
este incentivo de entregar toda su personalidad a Dios. Estimado oyente, este no es
el momento para que el hijo de Dios viva para los asuntos que conciernen
únicamente al sistema de valores vigente en el mundo. Creemos que muchas
personas con abundantes recursos se sentirían avergonzadas si el Señor llegara en
este momento, en el caso de que estuvieran eludiendo sus responsabilidades de
adoptar una actitud de entrega a la causa del Señor Jesucristo.

Recuerde, el primer versículo del capítulo 12 de esta epístola, que dice: "Así que,
hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos
como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto".
Todo lo que somos, todo lo que tenemos, debemos ponerlo a disposición del Señor.

Si realmente estamos esperando el regreso de Cristo, esa esperanza purificará


nuestras vidas. El apóstol Juan dijo en su primera carta 3:3 que todo aquel que
tiene esa esperanza en Su venida, se purifica a sí mismo, de la misma manera que
Jesucristo es puro. Hay algunas personas creyentes, que hoy están
comprometiendo sus convicciones cristianas y su lealtad a la Palabra de Dios, con
su propia conducta y la ambigüedad con que expresan sus creencias. Por otra
parte, el mismo apóstol Juan se expresó con dureza al hablar de la mentira y
deshonestidad de aquellos que parecen proclamar la expectativa del inminente
retorno de Jesucristo y, al mismo tiempo, sus vidas no son consecuentes con lo que
profesan ser. Escuchemos ahora lo que dijo el apóstol Pablo, aquí en el versículo
13:
"Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en
lujurias y libertinaje, no en contiendas y envidia".

En otras palabras, actuemos con decencia, honorablemente, como en pleno día.


Muchas de las prácticas aquí descritas se practican buscando el refugio de las
sombras de la noche, o simplemente el ocultamiento para mantener las apariencias
sociales. El creyente, se identifica con la luz del día y vive como una persona que
pertenece al reino de la luz. Luego en el versículo 14, leemos:

"Al contrario, vestíos del Señor Jesucristo y no satisfagáis los malos deseos de la
naturaleza humana".

Cuántos creyentes en estos días, están tratando de satisfacer todas las demandas de
su naturaleza humana controlada por el pecado, pero sin embargo no están
preparándose para su encuentro con el Señor. Estimado oyente, le rogamos que
considere seriamente el colocar a Cristo en el primer lugar de su vida, y el
emprender la importante tarea de difundir la Palabra de Dios. Y con esto llegamos
al término de esta sección sobre el servicio de los hijos de Dios y llegamos a

Romanos 14:1-5

Con respecto al tema de este capítulo, hay 2 palabras claves: Convicción y


conciencia. Entramos ahora, en otra sección de Romanos, que es la última división
de la carta a los Romanos. Trata sobre la llamada "separación" de los hijos de
Dios.

Hay dos áreas relacionadas con la conducta cristiana. En una de ellas, la Biblia es
muy clara, como vimos al estudiar el capítulo 13. Leímos que la responsabilidad
del cristiano con respecto al estado era una actitud de sumisión y obediencia a las
leyes, incluyendo los deberes fiscales y el respeto a los que ejercen la autoridad. El
capítulo 13 también fue muy específico en cuanto a la relación del creyente con su
prójimo. Se citaron las advertencias contra el adulterio, el respeto por la vida
humana, el robar, el difundir calumnias, y el codiciar los bienes ajenos. De hecho,
el creyente debe amar a su prójimo como a sí mismo. Debe ser honesto y
abstenerse de dejarse llevar por pasiones desordenadas, tales como las descritas en
el versículo 13. Es evidente que la Biblia habla con tanta claridad sobre estas
cuestiones que nadie podría flexibilizar estos criterios.

Sin embargo, hay otras áreas de la conducta cristiana en las que la Biblia no
establece criterios rotundos o específicos. No queremos exponernos en prácticas
que sean dudosas, y Pablo hizo lo mismo. Así que aquí, el apóstol señaló las normas
de conducta del creyente en cuanto a esos asuntos dudosos, estableciendo tres
principios que son de sumo valor, y son los siguientes: convicción, conciencia y
consideración.

El creyente, en su conducta, tiene que tener una convicción firme en cuanto a todo
lo que hace. Un creyente no debe hacer nada de lo que no esté verdaderamente
convencido. Ese convencimiento del que estamos hablando es algo que anticipa lo
que sucederá. ¿Prevé él lo que hará en el futuro, con gran anticipación, júbilo y
entusiasmo? El segundo factor que lo debe guiar es su conciencia Y luego, cuando
ha hecho algo, ¿mira hacia atrás preguntándose si debiera haberlo hecho o no? O,
¿se desprecia a sí mismo por lo que ha hecho? Ésa es la segunda norma de
conducta, y la tercera es la consideración por los demás. Un creyente en su
comportamiento tiene que tener consideración por las otras personas. ¿Hay otras
personas adversamente afectadas por lo que él hace? Estas tres normas nos
presentan principios de conducta para nuestra vida cristiana.

En la Isla de Bonaire, en las Antillas Holandesas, y en la parte sur de esta isla, hay
tres obeliscos de unos diez metros de altura. Tienen tres colores diferentes; uno es
azul, el otro blanco, y el último anaranjado. Fueron edificados allá por el año 1838
para ayudar a los barcos que llegaban en busca de sal a atracar en el muelle.
Cuando los barcos podían alinear los tres obeliscos, sabían que podían entrar sin
problemas a su destino. Ahora, esto es un ejemplo de lo que Pablo nos está
diciendo aquí. El nos está presentando tres puntos o guías para nuestra navegación
en esta vida, y la idea es que los tengamos siempre delante de nosotros para estar
seguros que vamos en la dirección precisa para llegar a nuestro destino.

Creemos que en la actualidad existen dos puntos de vista extremos en lo que se


relaciona con la conducta cristiana sobre asuntos dudosos. Y han creado una
atmósfera artificial en donde uno tiene que vivir su vida cristiana. Una posición
extrema no incluye ninguna separación del mundo, y las personas de este grupo
son como copias exactas de la persona que pertenece al sistema del mundo y no a
Cristo. Viven de la misma manera en que lo hacían antes de conocer a Cristo.
Toman parte en todas las opciones que el mundo ofrece y gastan su tiempo y
energía en cosas que no ofrecen ningún valor ni provecho espiritual. Creemos que
algunos pasajes de la Biblia no tienen para ellos ningún sentido.

Por ejemplo, veamos lo que dijo el apóstol Pablo en su epístola a los Filipenses,
capítulo 3, versículo 17 al 19: "Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que
así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque por ahí andan
muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son
enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios son sus
propios apetitos, y sienten orgullo de lo que debería darles vergüenza; que sólo
piensan en lo terrenal".

Hay otros creyentes que no participan de las opciones que el sistema del mundo
ofrece. Dan la impresión de abstenerse de muchas cosas que consideran mundanas,
sin embargo, son tan mundanos como se puede llegar a ser. Parecen incapaces de
controlar ciertos apetitos, son voraces y tienen un ansia desmesurada por el
cotilleo, el indagar en la vida de sus semejantes y difundir historias y chismes de
dudosa veracidad. Actúan como aquellos que están totalmente controlados por el
sistema de valores del mundo. Es por eso que el apóstol Pablo nos dijo en su carta
a los Filipenses, capítulo 4, versículo 8, que debemos buscar las cosas que son
mejores: "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo
lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud
alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad".

Estimado oyente, las cosas en las cuales usted piensa, tienen una influencia decisiva
que afectará su conducta tarde o temprano. Aquellos pensamientos que usted
conserva en su mente, eventualmente pasarán a la acción. Hemos comprobado que
muchos que se consideran cristianos piensan en una determinada tentación por
bastante tiempo, antes de sucumbir a ella. Nadie ha cometido algún crimen sin
haber pensado en él de antemano. Pablo pareció preguntarse si en realidad tales
personas eran "creyentes", debido a que vivían tal como los no creyentes.

Ahora, hay un segundo grupo que ha llegado a ocupar una posición extrema, pero
en la otra dirección. Han reducido la vida cristiana a una serie de proposiciones
negativas. El apóstol Pablo ya había hablado de esta clase de gente, que estaba en
una actitud de "no toques, no comas", como detalló en el versículo 21 del capítulo
2 de su carta a los Colosenses. Estas personas se alegran de su salvación por gracia
y de su liberación de las normas de la ley Mosaica, pero inmediatamente establecen
una nueva serie de normas de conducta que adquieren fuerza de ley inamovible,
mandamientos que incluso superan en número a los mandamientos originales.
Llegan a estar muy centrados en sí mismos, egoístas, críticos y orgullosos. Por
cierto, estos son aquellos que el apóstol Pablo llamó "débiles en la fe" en el
versículo 1 de este capítulo 14 de Romanos. Esta clase de actitud por parte de
algunos produce una vida cristiana raquítica, sin alegría y que conduce muchas
veces a estados depresivos. El cristiano debe adoptar una posición firme evitando
los dos extremos mencionados, para poder dar lugar a la fortaleza que el Espíritu
de Dios produce en la vida de los creyentes, y al discernimiento para actuar sin
complejos, pero, como decíamos al principio, con convicción, una conciencia
limpia, y consideración hacia los demás.

Hemos mencionado estas observaciones preliminares antes de entrar en el estudio


de esta sección, en el capítulo 14, porque creemos serán de ayuda para muchos a
quienes estos temas han preocupado sinceramente. Sabemos que estamos hablando
a muchos creyentes que están un poco confusos y que no están disfrutando de las
bendiciones de la vida cristiana. Creemos que el apóstol Pablo puede darnos la
respuesta, si escuchamos lo que escribió al respecto.

En el primer versículo de este capítulo 14 de su epístola a los Romanos, Pablo nos


dijo:

"Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones".

Otra forma de expresarlo sería: "Recibid bien al que es débil en la fe, pero no con
la intención de juzgar sus escrúpulos, es decir, que no se emitan juicios sobre su
conducta y opiniones". Este capítulo está lógicamente conectado con el precedente,
porque la ley del amor se pondrá ahora en acción. Habiendo condenado acciones
obviamente inmorales como el atentar contra la vida y dignidad humana,
adulterio, la apropiación de lo ajeno, la calumnia y deshonra de otros, y la codicia,
Pabló procedió a advertir sobre el peligro de condenar asuntos cuestionables que
no están expresamente prohibidos en la Biblia.

El que es "débil" en la fe, no se refiere a alguien que sea débil en el sentido de


dudar de las grandes verdades del Evangelio, o de los hechos trascendentales de la
fe. Más bien describe la cualidad abstracta de la fe. Se trata de alguien que vacila o
duda en cuestiones de conducta. Es alguien que no sabe qué debiera hacer o como
actuar en ciertas situaciones. Tal persona debe ser recibida en la comunión de los
creyentes con los brazos abiertos. Uno podrá no estar de acuerdo con esa persona,
pero si ésta es un creyente en el Señor Jesucristo, tiene el deber de recibirla y
aceptarla tal como ella es. Uno deberá evitar criticarla o discutir con ella sobre sus
puntos de vista en actitudes cuestionables. Un grupo de creyentes no ha de sentarse
a juzgar a otro grupo de creyentes sobre asuntos polémicos de conducta cristiana.
Algunas acciones o actitudes no están específicamente condenadas en la Sagrada
Escritura, pero algunos creyentes se separan entre sí por tales temas. Esa
separación o división no debiera tener lugar. Y así, el escritor de esta carta nos dijo
que el amor tenía que comenzar a actuar. De modo que, al indicarnos que
debíamos condenar las acciones que son indudablemente malas, como las
mencionadas en el capítulo 13, también nos advirtió sobre el peligro de condenar
las cosas dudosas, las cuales no han sido condenadas expresamente en las
Escrituras. Y la Iglesia no tiene la autoridad para decidir en cuestiones de libertad
personal, sobre acciones o prácticas que no han sido específicamente prohibidas
por las Escrituras. Pasemos ahora al versículo 2 de este capítulo 14 de la epístola
del apóstol Pablo a los Romanos, que nos presenta un ejemplo:

"Uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, sólo come legumbres".

Esto es interesante aunque puede herir al que es separatista en extremo. El


hermano que es fuerte en la fe, come de todas las cosas. El creyente con una
conciencia débil tiende a ser vegetariano. El hermano fuerte se da cuenta que el
Señor creo todos los alimentos limpios, y aptos para comer. Después del diluvio,
Dios proveyó toda clase de carnes al hombre, de acuerdo con el capítulo 9 del libro
de Génesis, versículo 3, donde leemos lo siguiente: "Todo lo que se mueve y vive, os
servirá de alimento: lo mismo que las legumbres y las plantas verdes. Os lo he
dado todo".

Pero Dios hizo una distinción entre los animales puros y los animales impuros para
la nación de Israel. Y el creyente instruido sabe que esto no tiene aplicación para
él. Porque el apóstol Pablo dijo en su primera carta a los Corintios, capítulo 8,
versículo 8: "Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios; pues ni porque
comamos seremos más, ni porque no comamos seremos menos". Usted recordará
la lección, muy práctica por cierto, que recibió Pedro cuando se encontraba en la
azotea de la casa de Simón, el curtidor, en la ciudad de Jope. El incidente fue
relatado en el libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 10, versículos 13 al 15.
Simón Pedro estaba orgulloso del hecho de que él no había comido ningún
alimento impuro. En eso, se creía superior a los demás. Pero el Espíritu Santo le
dijo: "Lo que Dios limpió, no lo llames tú común".

Pablo podía comer carne sin ningún remordimiento, pero Simón Pedro tenía
algunos escrúpulos para ello. Al creyente con una conciencia débil, que tenía
antecedentes de alimentarse de vegetales, le resultaba repugnante comer carne.
¿Qué le parece? Podemos decir que ellos podían hacer eso sin problemas. Uno
podía comer si quería, y el otro dejar de hacerlo si quería también. Y ambos lo
podían hacer por la gracia de Dios. Pero ¿cuál entonces es el principio por el cual
nos guiamos? Ya vamos a llegar al mismo. Veamos lo que nos dice aquí el versículo
3 de este capítulo 14:

"El que come de todo no menosprecie al que no come, y el que no come no juzgue
al que come, porque Dios lo ha recibido".
Amigo oyente, permítanos decirle que un grupo no debe condenar al otro. Si usted
cree que no debe comer carne, y Pablo usa la carne aquí como ejemplo, pero esto
puede aplicarse a cualquier otra cosa no prohibida en la Biblia entonces, no la
coma. Pero si cree que la debe comer, pues cómala. Ese es el principio al que
llegamos ahora. Leamos el versículo 4 de este capítulo 14 de la epístola de Pablo a
los Romanos:

"¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio Señor está en pie, o
cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerlo estar firme".

Esto es algo realmente contundente. Pablo nos dijo aquí: "¿Tú quién eres, es decir,
qué derecho tienes para juzgar al servidor ajeno?" ¿Qué derecho tiene usted,
amigo creyente, a juzgar a otro creyente en su conducta sobre algo que es dudoso o
cuestionable? ¿Es usted Dios? ¿Tiene que rendir esa persona cuentas ante usted?
Pablo dice aquí que esa persona no es responsable ante usted, sino que es
responsable ante Dios. Ella deberá presentarse ante su propio amo y Señor.

Imagínese usted que va a la casa de alguien a comer, y la cocinera le trae la comida


un poco fría. Y usted le dice a la cocinera: "¿Cómo se atreve usted a traerme la
comida fría?" Y allí mismo usted, aunque no es más que un invitado de la casa, le
reprocha a esa cocinera por lo que ha hecho. Bueno, posiblemente haya en esa casa
un silencio pesado por causa de su actitud. Esa persona no es su sirviente. Quizá no
debió haber hecho lo que hizo, pero eso no es cosa suya. El ama de casa
posiblemente se levantará de la mesa y le dirá a la cocinera lo que debe hacer.

Y a propósito, amigo creyente, quizás usted desapruebe la conducta o actitud de


otro creyente en alguna de esas áreas dudosas. Pero, ese creyente no tiene que
rendirle cuentas a usted. Él es responsable ante Dios por lo que hace en su vida. Él
es responsable ante el Señor Jesucristo. Él es su Amo, Él es su Señor, y no usted. Y
Pablo llegó ahora a su primer gran principio conducta para los cristianos. Leamos
el versículo 5 de este capítulo 14 de su epístola a los Romanos, para considerar el
principio de

La convicción

"Uno hace diferencia entre día y día, mientras que otro juzga iguales todos los
días. Cada uno esté plenamente convencido de lo que piensa".

Pablo cambió la ilustración de las cosas que uno come a lo concerniente al día. Hay
personas que insisten con que el día del Señor es diferente. Y que debemos de
guardar el día domingo. Y otros dicen que hay que guardar el sábado. Estimado
oyente, no es el día el que tiene que ser diferente. Es el creyente quien tiene que ser
diferente. Lo importante no es el día en cuestión. El apóstol Pablo dijo en su carta
a los Colosenses, capítulo 2, versículo 16: "Por tanto, nadie os critique en asuntos
de comida o de bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo".
No le diga a nadie qué día tiene que guardar. Un creyente no tiene que responder
ante usted, estimado oyente. Tiene que responder ante el Señor Jesús. Él es su
Señor. Pero cualquier cosa que usted haga, hágala con entusiasmo. El Señor dice
que no debemos hacer nada para Él, a no ser que estemos realmente convencidos
de ello, a no ser que verdaderamente creamos en ello, y lo queramos hacer. Dijo el
apóstol que cada uno esté plenamente convencido de lo que piensa. Ahora, si
alguien tiene una pregunta, una duda en su mente acerca de cualquier cosa que
esté haciendo, entonces, no debe hacerla. Puede que no sea una acción equivocada
para mí, pero lo es ciertamente para usted.

Seguramente recordará usted que Simón Pedro siguió al Señor desde lejos cuando
fue arrestado. Pedro entró en la sala de juicios del sumo sacerdote y fue allí donde
negó conocer al Señor Jesús tres veces. Estoy convencido de que Pedro no debía
haber entrado allí en aquella noche. Por otra parte Juan, que aparentemente tenía
una casa en Jerusalén y era conocido en el palacio del sumo sacerdote, fue allí y no
negó conocer al Señor. Era correcto para Juan estar en aquel lugar, pero fue un
error que Pedro estuviera allí. En aquella situación, Pedro era el creyente con una
conciencia débil. En nuestro tiempo, ese tipo de creyente es el que establece para su
conducta un sistema de normas sobre lo que debe y no debe hacer.

Estimado oyente, la persona que recibe al Señor Jesucristo como su Salvador,


recibe la presencia misma del Espíritu Santo, que comienza en él una obra de
transformación. Si se trata de situaciones no contempladas en la Biblia para vivir
la conducta cristiana, no son las normas o principios que un creyente establezca
para controlar su propia naturaleza las que podrán regular su vida. Si así es el
caso, esa persona vivirá presionada por la angustia de su impotencia, al no ser
capaz de vencer a las fuerzas irresistibles de esa naturaleza humana rebelde. Esa
actitud no permitirá a nadie disfrutar de la libertad de la vida cristiana. Por ello,
se requiere una actitud de entrega al Señor y de sumisión al control del Espíritu, lo
que nos provee los recursos para hacer frente a todo interrogante o situación
dudosa. Sólo de esa manera, podemos sentir esa convicción que el apóstol Pablo
nos presentó como el primer gran principio de conducta. Sólo así, estimado oyente,
disfrutará usted de una paz de conciencia, y se sentirá verdaderamente libre, al
poder cumplir el propósito de Dios para su vida.
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Romanos 14:5?17
En el día de hoy volvemos a considerar el versículo 5 del capítulo 14 de esta
epístola a los Romanos, y continuamos con el tema de la conducta del creyente.
Estamos hablando de lo que es la separación para con Dios. Y de la separación de
los hijos de Dios. Usted puede recordar que al comienzo mismo de este libro, Pablo
dijo que él fue un "apóstol, apartado para el evangelio". Y dijimos al principio,
creo que en nuestro primer estudio en esta epístola a los Romanos, que la
separación no es de algo sino para algo.

Cuando un joven se casa, es separado, apartado para una joven. Y es mejor que lo
sea, porque eso es lo que significa el matrimonio. La separación no es la parte
importante. Lo que sí tiene importancia es, para qué ha sido separado. De modo
que el problema de hoy en la conducta del creyente y en la separación, es la de
entender que somos separados para Cristo. Pablo fue separado para el evangelio,
separado para Cristo. Y eso es lo que la palabra "santo", quiere decir. ¿Qué era
un vaso santo? Bueno, eran los utensilios que se usaban en el tabernáculo. En la
jornada por el desierto, éstos se estropeaban y no lucían muy bien. Y usted dice:
"¿Me quiere decir entonces que esos instrumentos son santos?" Sí, señor. Ellos
eran usados exclusivamente para Dios, y esa es la posición que tiene que tener cada
creyente. Eso es lo que quiere decir, estar separado, apartado para Dios. Todo lo
que en realidad está enseñando es, que somos separados para Él.

Creemos, personalmente que cualquier cosa que haga el creyente, tiene que
hacerlo con convencimiento, con entusiasmo; y ése es el primer gran principio
presentado por Pablo en el versículo 5, que podríamos leer de la siguiente manera:
"Asimismo hay quienes dan más importancia a un día que a otro, y hay quienes
piensan que todos los días son iguales. Cada uno debe estar convencido de lo que
piensa".

Seguramente recordará usted que Simón Pedro siguió al Señor desde lejos cuando
fue arrestado. Pedro entró en la sala de juicios del sumo sacerdote y fue allí donde
negó conocer al Señor Jesús tres veces. Estoy convencido de que Pedro no debía
haber entrado allí en aquella noche. Por otra parte Juan, que aparentemente tenía
una casa en Jerusalén y era conocido en el palacio del sumo sacerdote, fue allí y no
negó conocer al Señor. Era correcto para Juan estar en aquel lugar, pero fue un
error que Pedro estuviera allí. En aquella situación, Pedro era el creyente con una
conciencia débil. En nuestro tiempo, ese tipo de creyente es el que establece para su
conducta un sistema de normas sobre lo que debe y no debe hacer.

Y permítanos enfatizar otra vez, estimado oyente, que el creyente de conciencia


débil es aquel que se ha separado completamente. El hijo de Dios hace lo que tiene
que hacer con entusiasmo por Dios. Y éstos son los que logran completar la tarea
en nuestros días.

Hemos pasado mucho tiempo en este asunto, y lo hemos hecho intencionalmente


porque es algo de importancia. Lo que hemos querido decir es que las opciones
dudosas de conducta son malas para el creyente que cree que son dudosas para él.
En todo este pasaje debemos tener en cuenta que, por lo considerado en esta y
otras cartas, es evidente que los cristianos se encuentran en diferentes niveles de
madurez. Proceden de contextos diversos que influencian sus actitudes y prácticas.
Una lección muy importante aquí es que deben aprender a vivir armoniosamente
con otros cristianos y por lo tanto, deben evitar criticarles. Continuemos pues con
nuestra consideración de este primer gran principio de la conducta cristiana que es
la convicción, leyendo el versículo 6:

"El que distingue un día de otro, lo hace para el Señor; y el que no distingue el día,
para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a
Dios; y el que no come, para el Señor no come, y también da gracias a Dios".

Los mismos principios debían observarse en cualquier asunto acerca del cual
existiesen opiniones honestas y diversas. Ya fuesen por guardar días especiales o
por otros motivos. Un área conflictiva, en la que se manifestaban diferentes
escrúpulos, era el de la comida, particularmente, el comer carne. No se especifica
aquí el por qué algunos cristianos eran vegetarianos. Teniendo en cuenta que el
asunto estaba relacionado con su vida espiritual, aquella su preferencia por la
comida vegetariana podría haber estado determinada por su deseo de asegurarse
de no comer carne que había sido ofrecida a los ídolos (en referencia a ésta
posibilidad, puede leerse 1 Corintios 8; y 10:23-30). Lo que debemos notar es que
la persona que come algo, da gracias a Dios, y el que no lo come, también da
gracias a Dios. No es lo que está en la mesa lo que marca la diferencia, estimado
oyente, sino lo que está en el corazón del hombre. Eso es lo valioso para Dios. Y eso
es lo que determina la conducta del creyente. Leamos ahora los versículos 7 hasta
el 9:

"Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Si vivimos, para el
Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o
que muramos, del Señor somos. Cristo para esto murió, resucitó y volvió a vivir
para ser Señor así de los muertos como de los que viven".

Lo que debemos notar aquí es que hay muchas personas que dicen: "Porque
ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí". Y utilizan esto para
enseñar que nuestras vidas afectan e influencian las de otros. Pero eso no es lo que
se enseña aquí, estimado oyente. Es algo completamente diferente. Lo que dice es
que nosotros no podemos vivir nuestras vidas aparte de Cristo; en el caso de que
vivamos, entonces vivimos para Él, y en el caso de que muramos, tendremos que
morir para Él. De modo que el nivel de nuestra conducta no se limita o no se mide
por la cantidad de comida expuesta sobre la mesa, sino por la manera en que
nuestra vida se encuentra expuesta delante de Dios. Eso es lo importante. Y usted
tendrá que rendir cuentas por las cosas hechas en esta vida. El apóstol Pablo dijo
en su segunda carta a los Corintios 5:10, "porque es necesario que todos nosotros
comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que
haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo". Recuerde que
usted tendrá que presentarse delante de Dios para dar cuenta de sus actos. Y eso
no va a ser un asunto de cierta clase de comida colocada sobre la mesa. Sino que va
a ser un asunto de su relación con Él cuando se sienta a la mesa. Y usted puede
estar sin una relación apropiada con Dios aun cuando no coma cierta comida. Y
también puede estar sin esa relación con Dios comiendo esa clase de comida, por
supuesto. Eso es lo que debemos notar aquí. Llegamos ahora con el apóstol Pablo a
los versículos 10 hasta el 12 de este capítulo 14 de su epístola a los Romanos:

"Tú, pues ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a
tu hermano?, porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo, pues
escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda
lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta
de sí".

Ya vemos que Pablo confirmó la certeza de la comparecencia ante el tribunal de


Cristo, citando un pasaje del Antiguo Testamento, concretamente Isaías 49:18 y
45:23, relacionados con la actitud de todos presentándose ante el Señor para
reconocerle como Señor, en armonía también con pasajes Bíblicos de exaltación de
Cristo, como el de Filipenses 2:10-11.

Teniendo en cuenta que Pablo estaba escribiendo a los creyentes de Roma, como
vimos en el capítulo 1 versículo 7 de esta carta, y se incluyó a sí mismo en el primer
pronombre personal "nosotros" al decir que "todos compareceremos", deducimos
que ese tribunal será solamente para los creyentes en el Señor. El importante
asunto de la seguridad eterna del creyente no está en juego en ese tribunal, porque
este tema ya fue solucionado por la fe del individuo en Cristo, como ya vimos en el
capítulo 8 versículo 1, donde claramente estableció que no había ninguna
condenación para aquellos que estaban unidos a Cristo Jesús. En el tribunal de
Cristo, por el contrario, será examinada la vida de servicio y consagración de cada
creyente. En tal evaluación, algunos obtendrán la justa recompensa por haber
cultivado su fruto y crecimiento espiritual, mientras que otros, no obtendrán
ningún reconocimiento, por haber malgastado su tiempo en asuntos perecederos y
pasajeros. En cualquier caso, la mención a esta evaluación de todos los creyentes,
enfatiza claramente el Señorío de Jesucristo sobre Su Iglesia.

Al escuchar este reproche del versículo 10, por parte del apóstol, debiéramos
recordar la historia que se relató en el capítulo 8 del evangelio según San Juan,
cuando los escribas y los fariseos trajeron delante de Jesús a una mujer que había
sido sorprendida en adulterio. Jesús les dijo: "El que de vosotros esté sin pecado
sea el primero en arrojar la piedra contra ella". Y ninguno de ellos arrojó ninguna
piedra ese día. Cuando pensamos en esto tenemos que considerar en lo que
haremos nosotros ante Jesús. Y esto nos hace preocupar porque ¿cómo le
explicaremos algunas de las cosas que hemos hecho? Es por eso que yo no puedo
sentarme a juzgarlo a usted estimado oyente. Tengo demasiado por lo que
preocuparme conmigo mismo. Y el versículo 13 nos dice:

"Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no
poner tropiezo u ocasión de poner en peligro la fe de vuestro hermano".

Pablo iba a desarrollar ese pensamiento de que mi conducta tiene que ver
directamente con la conciencia cristiana débil del creyente que se estaba
desarrollando. La advertencia se refiera a las actitudes y acciones de algunos
cristianos hacia las actitudes y acciones de otros. La otra cara de la moneda sería
evaluar el impacto de las convicciones en otros cristianos. Utilizando un ejemplo
sumamente sencillo de la vida práctica, si yo estoy viajando con un hermano
creyente que no cree que debe hacerlo los días domingos, que me ha manifestado
su convencimiento de que en tal día no puede viajar, entonces, deberé interrumpir
mi viaje y quedarme con él, no porque yo piense igual, sino por respeto a su
conciencia débil. Pablo nos dijo en los versículos 14 y 15 de este capítulo 14 de la
epístola a los Romanos:

"Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es impuro en sí mismo; pero para el
que piensa que algo es impuro, para él lo es. Pero si por causa de la comida tu
hermano es entristecido, ya no andas conforme al amor. No hagas que por causa
de tu comida se pierda aquel por quien Cristo murió".

El considerar que Cristo estuvo dispuesto a morir por el creyente que tiene una
conciencia débil, debiera conducirnos a una actitud de abstenernos de hacer
ciertas cosas que, a nivel personal, nos resultan normales, y que equivaldría a
colocar obstáculos que podrían perjudicarle en el proceso de su crecimiento
espiritual en la vida cristiana. La pérdida aquí mencionada, o sea el perjuicio, sería
temporal. Porque un cristiano forzado a actuar en contra de sus escrúpulos,
aunque éstos sean más estrictos que los necesarios, podría quedar perjudicado por
una conciencia herida. Ahora, leamos en el versículo 16:

"No deis, pues, lugar a que se hable mal de vuestro bien"

En otras palabras, la libertad cristiana que usted tiene no puede conducir a una
manera abusiva de decir algo u obrar que pueda afectar negativamente a aquellos
cristianos de conciencia cristiana aún no debidamente desarrollada. Se trata de
una autolimitación, de una limitación voluntaria que es una consecuencia lógica
del amor que une a los creyentes. Esa libertad deberá ejercitarse bajo el control del
Espíritu Santo, para que facilite el crecimiento espiritual de los creyentes, para que
ellos también sean fortalecidos en la capacidad de discernir espiritualmente en su
capacidad de elegir, en su conducta cristiana, la actitud que sea aprobada por
Dios. En el versículo 17 leemos:

"Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el


Espíritu Santo".

Aquí cabe destacar que esta es la primera referencia en esta carta apostólica al
Reino de Dios. No creemos que el Reino de Dios sea sinónimo del Reino de los
Cielos mencionado en el Evangelio de Mateo, que alcanzaría su cumplimiento final
en el reino mesiánico sobre la tierra. Creemos que la expresión "Reino de Dios" es
más amplia y abarca todo lo que se encuentra en el universo creado de Dios lo cual,
por supuesto, incluye a la iglesia. Un expositor redactó la siguiente definición del
Reino de Dios, que consideramos satisfactoria: "Es la esfera celestial de la vida en
la cual la Palabra y el Espíritu de Dios gobiernan y cuyo órgano en la tierra es la
iglesia". Éste fue precisamente el uso que el Señor hizo del término, como podemos
comprobar en Juan 3:3, cuando, hablando con el fariseo Nicodemo, le dijo lo
siguiente: "Te aseguro que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar
en el reino de Dios". Bien, ésta es la esfera celestial de la vida en la que la Palabra y
el Espíritu gobiernan. Un expositor bíblico, el Dr. Stifler, dijo lo siguiente en su
Comentario a la Epístola a los Romanos: "Dios reina en todas partes, pero hay una
región donde Él gobierna por medio de fuerzas y leyes espirituales solamente". Y
ésta es el área de la vida del creyente. El hombre es totalmente incapaz de ver o
entrar en ese reino sin primero experimentar un nuevo nacimiento espiritual. Ese
reino no tiene nada que ver con el comer, o el beber, o con el ayuno, o con el dejar
de comer carne los viernes, o no comer cerdo, o mantener una dieta vegetariana.
Estos detalles no entran en este ámbito de la vida. ¡Qué bueno y positivo es llegar a
comprender que tenemos que ser guiados, gobernados por medio de principios
espirituales!

"Justicia" en este versículo significa lo mismo que en los capítulos 1 y 3 de esta


carta a los Romanos. Significa estar en una correcta relación con Dios, es decir, en
vivir una vida que a Él le agrade.

La referencia al "Espíritu Santo" aparentemente va ligada a la justicia y se refiere,


no a nuestra posición, sino a nuestro caminar, es decir, a nuestra vida, porque
debemos vivir controlados por el Espíritu Santo. Es una conclusión práctica antes
que teológica. Es más moral que verbal. Se trata de una justicia relacionada con el
Espíritu Santo más que de una justicia relacionada con Cristo.
La mención al "gozo" se refiere al fruto del Espíritu Santo en las vidas de los
creyentes. Desafortunadamente, este sentimiento se encuentra con frecuencia
ausente de la vida de muchos. Esta alegría debería estar presente en nuestra
experiencia personal al caminar por este mundo. Por supuesto, no implica
exteriorizar nuestra forma de ser con una sonrisa permanente, sino una vivencia
gozosa profunda en el corazón. Algunos pensarán que este capítulo 14 es tan
importante como el capítulo 8 de Romanos. Bueno, no sentimos lo mismo, pero le
estamos dedicando mucho tiempo a su consideración, porque cubre un área de
mucha controversia. Lo que aquí se menciona ha llevado cándidamente a algunos
creyentes que se consideran tan separados para Dios, que miran en sus propias
vidas y no hallan nada que esté mal. Sin embargo, muchos de ellos se han
entregado por completo a un examen crítica de las vidas de los demás. Algunos
hasta son deshonestos en la forma de actuar con los demás. Es necesario notar que
no hay ciertas leyes escritas que los creyentes deban seguir, sino que, hay ciertos
principios que debemos aplicar a nuestras vidas. Es por esos principios que hemos
dedicado tanto tiempo a esta porción en particular.

Y así es que concluimos hoy con la mención de estos tres factores, la justicia, la paz
y el gozo en el Espíritu Santo, que resultan expresiones esenciales de la obra de
Dios para que en la comunidad de los creyentes reine la armonía, el compañerismo
y la solidaridad cristiana. Un creyente sinceramente inquietado para contribuir al
bien común se preocupará primordialmente de la obra del Espíritu Santo en su
vida, para desarrollar una conducta honesta, una vivencia de la auténtica
satisfacción y el gozo del cristiano, antes que en obligar a otros cristianos a que
adopten su propio estilo de vida, o en imponer sus opiniones en asuntos que no
resultan en absoluto esenciales para la vivencia ni el testimonio de la experiencia
cristiana.

Parece que siempre volvemos al mismo punto. Es que otorgamos frecuentemente


mayor importancia a las apariencias, a las supuestas expresiones externas de
nuestra fe cristiana. Que a las realidades íntimas del corazón. Vivimos pendientes
de los demás: de sus palabras, de su conducta, de su coherencia y trayectoria
cristiana. Y al malgastar nuestro tiempo de esta manera descuidamos nuestra
propia vida, de la cual tendremos que dar cuenta en el día en que debamos
comparecer ante la presencia de Dios.

Haríamos bien en recordar las siguientes palabras del apóstol Pablo en su primera
carta a los Corintios 4:5, expresadas ahora en otra versión actualizada: "Por lo
tanto, no juzguéis nada antes de tiempo; esperad a que el Señor venga y saque a la
luz lo que ahora está en la oscuridad, y dé a conocer las intenciones del corazón.
Entonces Dios dará a cada uno la alabanza que haya merecido".
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CONDICIONES DE USO

Romanos 14:18 - 15:6


Continuamos hoy estudiando el capítulo 14 de esta epístola del apóstol a los
Romanos. Y en nuestro programa anterior, decíamos que el hombre es totalmente
incapaz de ver o entrar en el reino de Dios, sin experimentar un nuevo nacimiento
espiritual. Este reino no tiene nada que ver con prácticas relacionadas con comer o
beber, o ayunar, con dejar de comer carne los viernes, o no comer cerdo, o tener
una dieta vegetariana. Estos factores no tienen nada que ver con esto. Ahora, la
justicia, que se menciona en el versículo 17, tiene el mismo significado que hemos
encontrado en las otras porciones de esta epístola a los Romanos. Quiere decir,
estar en una correcta relación con Dios. Significa haber vivido una vida agradable
para Dios bajo el control del Espíritu Santo. Esto va con la justicia y tiene que ver
con nuestro andar, nuestro vivir en el Espíritu. Es un enfoque más práctico que
teológico. Es más moral, que oral. Es una justicia relacionada con el Espíritu
Santo. Y el gozo que también se menciona en este versículo 17, es algo que está
ausente de muchas de las vidas de los creyentes. El fruto del Espíritu tiene que
producir gozo en nuestra vida. Esto no tiene que ver con actitudes triunfalistas ni
con una sonrisa permanente. Creemos que está más bien relacionado directamente
con el gozo íntimo que uno tiene en su corazón. Y ahora, el apóstol Pablo nos dijo
aquí en el versículo 18 de este capítulo 14 de la epístola de Pablo a los Romanos:

"El que de esta manera sirve a Cristo, agrada a Dios y es aprobado por los
hombres".

Aunque haya un reino literal sobre esta tierra, el apóstol estaba aquí hablando
sobre el ámbito espiritual en el cual se entra por medio del nuevo nacimiento.
Cristo no es servido por la comida o la bebida, sino que nuestro servicio para Él
debe estar relacionado con la justicia, la paz y el gozo del Espíritu Santo. Es
precisamente en estos factores que el creyente agrada a Dios y es aprobado por los
hombres. Aquí "aprobado por los hombres" no significa el aplauso de los hombres
porque uno sea creyente. Los hombres pueden incluso perseguir al creyente. Pero
en el fondo, las personas respetan y aprueban a los creyentes genuinos, mientras
que desprecian y rechazan a los hipócritas y a los falsos.

Éste es un gran principio de conducta. La vida y palabras del creyente debieran


agradar a Dios y lograr la aprobación de la conciencia de los hombres. Veamos
ahora el versículo 19:

"Por lo tanto, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación


espiritual".

El propósito del apóstol Pablo es el de dar una exhortación al creyente, y es una


exhortación doble. El buscar lo que conduzca a la paz en este versículo implica
procurar ansiosamente esta línea de acción. El creyente tiene que hacer un
esfuerzo sincero de evitar el uso de comidas u otras acciones o actitudes que
puedan ofender al hermano cristiano. Podemos decir que éste es el aspecto
negativo de la exhortación que está dando Pablo. El aspecto positivo es proseguir
activamente hacia la meta de los valores espirituales, tales como la justicia, la paz y
el gozo en el Espíritu Santo. Éstos son los valores que edifican espiritualmente al
creyente. Luego, en el versículo 20, leemos:

"No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad
son limpias; pero lo malo es comer algo que haga tropezar a otros".
Por causa de la comida, no debe echarse a perder la obra de Dios. Por supuesto, el
creyente tiene la libertad de comer, por ejemplo, carne o abstenerse de comerla.
Pero ninguna de estas dos actitudes le recomendará ante Dios. Pero por una
gratificación física, no debe destruirse la obra de Dios en el corazón de algún
creyente con una conciencia débil o poco desarrollada espiritualmente. Lo que es
alimento para una persona, puede resultar veneno para otra. En Esaú, el hermano
de Jacob, tenemos un ejemplo. El no tenía ningún respeto hacia Dios ni tampoco
apreciaba su primogenitura, y estaba dispuesto a venderla por un plato de lentejas.
Nuestro consejo, estimado oyente, es que no venda usted la bendición de su
primogenitura para satisfacer su apetito. Leamos ahora el versículo 21:

"Mejor es no comer carne ni beber vino ni hacer nada que ofenda, debilite o haga
tropezar a tu hermano".

Pablo volvió otra vez a los dos temas: comida y bebida. Después añada una
declaración generalizada, diciendo "ni hacer nada". Todo lo que resulte
cuestionable y sea un asunto de conciencia para un creyente con una conciencia
débil o poco desarrollada, se convierte en una actitud errónea para el creyente con
una conciencia firme. Ahora, el versículo 22 nos presenta el segundo gran principio
de la conducta cristiana, es decir,

La conciencia

"¿Tienes tú fe? Tenla para ti mismo delante de Dios. Bienaventurado el que no se


condena a sí mismo en lo que aprueba".

Otra traducción lo expresa así: "La fe que tienes, guárdala para ti mismo delante
de Dios. ¡Dichoso aquel que usa de su libertad sin cargos de conciencia!" El apóstol
Pablo está presentando aquí la conciencia, el segundo principio de la conducta del
creyente, habiendo ya tratado el aspecto de la convicción. Nos está diciendo que
cuando esperamos o tratamos de hacer algo para Dios, debemos hacernos la
pregunta: ¿Es propio o correcto para mí el hacer esto? ¿Lo puedo hacer con gran
entusiasmo, expectativa y gozo? En esta exhortación miramos hacia atrás, hacia lo
que hemos hecho. Dice aquí, feliz es el hombre que no se condena a sí mismo por lo
que ha hecho. El creyente debería mirar atrás hacia su conducta, sin cargos de
conciencia.

Pero hay una notable diferencia cuando uno que es creyente comete un pecado, y
cuando un no creyente lo hace. Si un creyente ha pecado, lo confiesa ante Dios y
dice: "Dios, me arrepiento de lo que hecho. No quiero volver a hacerlo". El hijo
pródigo de la parábola dijo: "Me levantaré e iré a mi padre". Y el Señor Jesucristo
dijo a sus discípulos que lavaría sus pies. Y en la primera carta del apóstol Juan,
capítulo 1, versículo 9, leemos: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". Lo interesante en
el relato del hijo pródigo es que no tenemos ninguna información de que él volvió
al año siguiente a vivir con los cerdos. A él no le gustaba esa vida y optó por volver
a disfrutar de la calidad de vida de la casa de su padre. Sin embargo, un no
creyente, a pesar de las consecuencias de su pecado, pensará que, después de todo,
lo ha pasado bien pecando y que valdrá la pena pecar otra vez. Ésa es la diferencia,
estimado oyente entre el creyente que peca, y el no creyente que peca. Y ésa es la
diferencia en el día de hoy.

Estimado oyente cristiano, al mirar atrás en la vida, ¿se detesta a sí mismo por
algo que haya hecho? En ese caso, la conciencia le estaría acusando.
Indiferentemente de lo que haya hecho, y de la cantidad de gente que también haga
lo mismo, para usted fue un error hacerlo. Fue peligroso para Simón Pedro
haberse encontrado en el aposento alto. Hay muchos que dicen: "Si yo pudiera
haber estado con Jesús en el aposento alto, ¡cuán hermoso hubiera sido!" Pero, ¿Se
ha detenido usted a pensar que ése era el lugar más peligroso de toda Jerusalén esa
noche? O sea, que reafirmamos la conclusión de que dichoso es aquel que no se
condena a sí mismo por lo que haya hecho, porque podrá ejercer su libertad sin
cargos de conciencia.

Sigamos ahora, con el versículo 23, de este capítulo 14 de la carta a los Romanos:

"Pero el que duda sobre lo que come, se condena a sí mismo, porque no lo hace con
fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado".

Dice aquí que todo lo que no se hace con la convicción que da la fe, es pecado.
Estimado oyente, usted tiene que creer en lo que está haciendo. Y si no lo cree,
entonces, no debería hacerlo. Y aquí hay otra definición del pecado para el
creyente. Cualquier línea de conducta o cualquier acto que no constituya un fluir
de la fe, se convierte en pecado. Ésta es la respuesta del Espíritu Santo a las
actitudes cuestionables. Y ya que el creyente es salvo por la fe, él debe andar y
vivir por fe.

Así concluimos el capítulo 14 de la epístola a los Romanos y llegamos a

Romanos 15:1-6

Usted puede notar que al comenzar ahora con el capítulo 15, entramos en la parte
final de esta Epístola a los Romanos. Hemos visto la relación del creyente hacia los
demás creyentes y hacia los de afuera. Ahora, en primer lugar, tenemos el tercer
gran principio mencionado aquí, y es el que presenta la consideración al creyente
con una conciencia espiritual débil o insuficientemente desarrollada. En realidad,
es la continuación del capítulo anterior. En los primeros tres versículos tenemos el
tema de la separación. Luego tenemos la consolidación; la unión o consolidación de
los judíos y los no judíos en un solo cuerpo, para glorificar a Dios. También
tenemos la continuación del testimonio personal del apóstol Pablo como apóstol a
los no judíos y a los romanos en particular. Esta sección concluirá el principal
argumento de esta Epístola. Y Pablo volverá a hablar de las relaciones personales.

Quizás sea necesario mencionar aquí lo relacionado con algunas críticas que han
recibido estos dos últimos capítulos de esta epístola, ya que hay algunos que dudan
de la autenticidad de ellos. Sin ninguna razón válida o evidencia documental,
algunos han rechazado la paternidad literaria de Pablo de estos dos capítulos. Pero
era la costumbre de cierta escuela en tiempos pasados, la de poner en tela de juicio
lo relacionado con el autor de la carta.
Creemos que en nuestros días se ha establecido sin lugar a dudas que Pablo fue su
autor, y podemos concluir con las palabras que el Dr. Kern usó en el "Estudio
sobre el Nuevo Testamento", cuando dijo: "A pesar de esas objeciones, la
integridad de la epístola tal cual disponemos de ella actualmente, es auténtica".
Continuamos ahora con el estudio. Leamos el primer versículo de este capítulo 15,
en el cual llegamos al tercer principio, que es

La consideración al creyente de conciencia débil

"Los que somos fuertes en la fe debemos soportar las flaquezas de los débiles y no
agradarnos a nosotros mismos".

Éste es el tercer y último gran principio o norma que debe gobernar la conducta
del creyente. Pablo se identificó a sí mismo entre los hermanos fuertes en la fe. Y él
insistió en que éstos deben mostrar consideración por los sentimientos y los
prejuicios que pueden tener los débiles.

Pablo se identificó con los que eran fuertes en la fe. Recuerde lo que dijo él en su
Primera carta a los Corintios, capítulo 8, versículo 13: "Por lo cual, si la comida le
es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a
mi hermano". Pablo pareció decirnos: "Yo puedo comer carne. Me encanta comer
un buen asado. Pero no lo voy a comer si ofende a mi hermano". Y en su Primera
carta a los Corintios, capítulo 10, versículo 24, leemos: "Ninguno busque su propio
bien, sino el del otro". Nos exhorta a buscar el bien de los demás, estimado oyente.
Y en su carta a los Gálatas, capítulo 6, versículo 2, el apóstol también nos dijo:
"Sobrellevad los unos la cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo".
Pasemos ahora al versículo 2 de este capítulo 15 de la epístola a los Romanos:

"Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación"

O sea, que es bueno para que el prójimo pueda crecer en la fe, el cual es el objetivo
de toda la conducta cristiana. Pablo pudo decir en su primera carta a los Corintios,
capítulo 9, versículo 19: "Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de
todos para ganar a mayor número". Y siguió diciendo en el versículo 20: "Me he
hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos, a los que están sujetos a la
ley (aunque yo no esté sujeto a la Ley) para ganar a los que están sujetos a la Ley".

Mucha gente dice que no puede entender cómo el apóstol Pablo podo hacer un
juramento judío, afeitarse la cabeza, hacer votos, e ir al templo en Jerusalén.

Como la Biblia guarda silencio sobre muchos aspectos de nuestra sociedad


contemporánea, se nos han presentado estos tres grandes principios o principios de
separación: (1) Convicción: Cualquier cosa que hagamos debe realizarse con
entusiasmo porque estamos profundamente convencidos de que eso es lo que Dios
quiere que hagamos. (2) Conciencia: Nuestra conducta debiera ser tal que no
miremos hacia atrás sintiendo un cargo de conciencia. Y (3), Consideración:
Deberíamos mostrar sensibilidad y consideración por los sentimientos, opiniones y
prejuicios de los creyentes que tienen una conciencia débil, sensible o
espiritualmente menos desarrollada. Y llegamos ahora al versículo 3 de este
capítulo 15 de la epístola a los Romanos:
"Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Las
ofensas de los que te insultaban cayeron sobre mí".

Esta cita del Antiguo Testamento pertenece al Salmo 69:9. Se trata de un Salmo
imprecatorio, así llamado porque en él se expresan deseos de que alguien sufra un
mal o un daño. También es uno de los grandes salmos mesiánicos. Cristo nunca
puso Su propio interés o sus placeres en primer lugar. Un comentarista Bíblico
escribió en su comentario sobre esta carta: "Las Escrituras no acostumbran a
poner a Cristo como un ejemplo, porque las personas no son salvas ni santificadas
por un ejemplo". Siempre que Cristo nos es presentado como un ejemplo, es en
relación con la gracia redentora de Dios. Llegamos a ser creyentes por medio de la
fe en Jesucristo.

Llegamos ahora a la segunda sección en este capítulo 15 de la epístola a los


Romanos. Leamos el versículo 4 de este capítulo 15, para considerar

La consolidación de judíos y no judíos en un cuerpo

"Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de
que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza".

La cita que Pablo hace en el versículo 3, le impulsó a establecer aquí, un principio


que es aplicable a todo el Antiguo Testamento. Creemos de todo corazón que el
Antiguo Testamento tiene aplicaciones bien definidas hoy para los creyentes. De
vez en cuando recibimos cartas de algunos oyentes que dicen: "Nunca me he dado
cuenta que el Antiguo Testamento era tan práctico. Nunca me imaginé que tenía
tanto significado para nosotros en el día de hoy. Nunca comprendí que hablaba
tanto acerca de Cristo". Pablo dijo que aquellas cosas fueron escritas en el pasado
"para nuestra enseñanza".

Yo diría que, el pecado más grande en la Iglesia hoy en día, es el desconocimiento


de la Palabra de Dios. Dios quiere que conozcamos Su Palabra, estimado oyente.
Una vez me dispuse a hacer un viaje en avión y empezó a llover bastante fuerte.
Cuando llegué al aeropuerto, todavía llovía. Pero cuando el avión despegó,
atravesó las nubes y después de unos momentos pasamos repentinamente a la
hermosa claridad y luz del sol. Habíamos viajado menos de un kilómetro, y la vista
era completamente diferente. Estimado oyente, no busque entre las sombras del
sistema del mundo su consuelo y esperanza. Mire hacia arriba, hacia las alturas.
Hay muchos cristianos en la actualidad que viven bajo una nube. El Señor dice:
"Ven aquí arriba porque hoy el sol de esperanza está brillando". La Biblia,
estimado oyente, hará esto por usted. El apóstol Pablo, refiriéndose a los
acontecimientos históricos del Antiguo Testamente, dijo en su Primera carta a los
Corintios, capítulo 10, versículo 11: "Todas estas cosas les acontecieron como
ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, que vivimos en estos
tiempos finales".

Cuando estudiamos acerca de David, recibimos muchas cartas de oyentes que


decían que la historia de David les había servido para darles mucho ánimo.
Alguien dijo que estaba pasando por un período oscuro en su vida y que el estudio
de David llegó a su vida precisamente en la hora que lo necesitaba, pues, lo libró
del suicidio. Y éste es el motivo por el cual Dios incluyó estas cosas en Su Palabra.
Él puso de manifiesto el pecado de David. No fue en absoluto un cuadro de
hermoso aspecto, pero Dios lo pintó así tal como fue. Y toda la Biblia, estimado
oyente, es "para nuestra enseñanza", para traer a nuestra vida consuelo,
paciencia, y esperanza. Leamos ahora el versículo 5:

"Y el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir


según Cristo Jesús"

El apóstol hizo aquí una pausa para orar pidiendo que las bendiciones canalizadas
solamente por la Palabra de Dios, pudieran influir tanto entre judíos como en no
judíos en el cuerpo de Cristo; no que estas dos agrupaciones estuvieran
enteramente de acuerdo entre sí en cuanto a la cuestión de carnes y bebidas, sino
que pudieran demostrar que son uno, en cuanto al amor y la consideración mutua.
Y ahora en el versículo 6, leemos:

"Para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo".

Debe haber tal armonía en su alabanza, que aquellos que alaben revelen la unidad
de creyentes. Cuando realmente se glorifica a Dios, la pared intermedia de
separación entre judíos y otros pueblos se derriba como se derrumbó el muro de
Jericó al tocar las bocinas y al gritar el pueblo. El Señor Jesucristo dijo en el
evangelio según San Juan, capítulo 13, versículo 35: "En esto conocerán todos que
sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros".

Pero para ello, estimado oyente, usted debe aceptar el amor de Dios expresado al
enviar a Jesucristo a morir en una cruz. Al recibir al Señor Jesucristo como su
Salvador, el Espíritu de Dios le regenera y comienza a transformarle, derramando
en usted el verdadero amor, que fluirá también hacia las personas que le rodean.
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CONDICIONES DE USO

Romanos 15:7-22
Continuamos nuestro estudio en este capítulo 15 de la epístola a los Romanos. Y en
nuestro programa anterior, estuvimos hablando de la consolidación o unión de
judíos y no judíos en un solo cuerpo, para honrar y dar gloria a Dios. Y llegamos
hasta el versículo 6 de este capítulo 15, y decíamos que debe haber tal armonía en
la alabanza de los creyentes, que revele la unidad que existe entre ellos. Cuando
realmente se glorifica a Dios, la pared intermedia de separación entre los judíos y
los demás pueblos se derriba, como se derrumbó el muro de Jericó al tocar las
bocinas y al gritar el pueblo. El Señor Jesucristo dijo en el evangelio según San
Juan, capítulo 13, versículo 35: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si
tenéis amor los unos con los otros".

Cierta vez a un campesino le preguntaron si él no creía que las cercas que separan
las fincas echaban a perder el paisaje. El campesino declaró que estaba de acuerdo
con esa opinión, pero dijo que allí se cultivaba un maíz que crecía más alto que la
cerca. Por lo tanto, las cercas quedaban escondidas. Los desacuerdos entre los
hermanos en Cristo, quedan ocultos por la vida fructífera de alabanza.
Continuamos hoy con el versículo 7 de este capítulo 15, y dice:

"Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para
gloria de Dios".

Dios recibe al hombre, sea éste fuerte o débil, encumbrado o humilde, judío o no
judío, en base a la aceptación de la persona de Cristo. En consecuencia, tanto el
fuerte como el débil deben recibirse el uno a otro dando expresión a esta relación
de compañerismo. La gloria de Dios es el objetivo supremo.

Necesitamos reconocer que aunque podamos diferir sobre algunos puntos, entre
todos los verdaderos creyentes en Cristo estamos de acuerdo en cuanto a los temas
principales, y eso es lo importante. Debemos recibir a otros como Cristo también
nos recibió a nosotros. Dios recibe a las personas en base a su fe sencilla. Yo
necesito reconocer que no estaré siempre de acuerdo con otros y que ellos tampoco
estarán siempre de acuerdo conmigo. Y cuando uno de estos días lleguemos todos a
la presencia de Dios, estaremos todos de acuerdo. ¿Y sabe usted por qué? Porque
todos seremos transformados de acuerdo a Su imagen y entonces seremos
semejantes a Él. Bien, continuemos ahora con los versículos 8 y 9 de este capítulo
15 de la epístola a los Romanos:

"Os digo que Cristo Jesús vino a servir a los judíos para mostrar la verdad de
Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres. y para que los que no son
judíos glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te
confesaré entre los no judíos y cantaré a tu nombre".

Cuando el Señor Jesucristo entró en el mundo, vino como siervo del pueblo judío,
es decir, de los que practicaban la circuncisión. Y ésta fue la única vez que se
mencionó este detalle. Su ministerio estuvo limitado a la nación de Israel. En el
evangelio según San Mateo, capítulo 15, versículo 24, el mismo Señor Jesucristo
respondiendo, dijo: "24 No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de
Israel". Y en el capítulo 10 del mismo evangelio según San Mateo, versículo 6,
leemos: "6 id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel". Estas palabras
fueron dirigidas a Sus discípulos.

Cristo vino a la tierra hace más de dos mil años. Vino en su calidad de enviado
para confirmar las promesas hechas a Abraham, a Isaac y a Jacob. Dios dijo que
de las entrañas de Abraham saldría uno que sería de bendición al mundo. Jesús
vino para ser una bendición tanto al no judío como al judío. En el capítulo 2 del
evangelio según San Lucas, versículo 21 leemos: "21Cumplidos los ocho días para
circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto
por el ángel antes que fuera concebido".

Su nombre no podía haber sido Jesús a menos que naciera en el linaje de Abraham
y David, y a menos que guardara la ley. Le llamaron Jesús después que fue
circuncidado. Vino para cumplir la totalidad del sistema mosaico. Allá en el
capítulo 4 de la carta del apóstol Pablo a los Gálatas, versículos 4 y 5, leemos:
"4Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de
mujer y nacido bajo la ley, 5para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin
de que recibiéramos la adopción de hijos". La salvación vino a Israel mediante
Cristo, al confirmar y cumplir Él la verdad de las promesas del Antiguo
Testamento.

También por este método la salvación fue traída a los que no eran judíos. El único
derecho de los no judíos consistió en la misericordia de Dios. Ninguna promesa fue
hecha a los antepasados de los no judíos. Cristo vino para confirmar la verdad de
las promesas hechas a los antepasados de los judíos, pero también vino para que
los no judíos obtuvieran misericordia, pues no habían hecho nada para merecer la
gracia de Dios. Por esto los no judíos deben honrar a Dios y proclamar Su gloria.
Ahora, después de la frase: "como está escrito . . "., en el versículo 9 de Romanos
15, siguen cuatro textos citados del Antiguo Testamento, para mostrar que los no
judíos debían alabar a Dios: Dos, son de los Salmos: Salmo 18, versículo 49; y
Salmo 117, versículo 1. Uno es de la ley, y lo encontramos en Deuteronomio,
capítulo 32, versículo 43. Y el otro es de los profetas, y está en el libro del profeta
Isaías, capítulo 45, versículo 23.

El primer texto citado es del Salmo 18:49. Aquí Cristo estaba alabando a Dios por
medio de los no judíos, lo cual implicaba la conversión de ellos. Y ahora en este
versículo 10 de este capítulo 15 de la carta del apóstol Pablo a los Romanos, que
estamos considerando, leemos:

"Y otra vez dice: Alegraos, naciones, con su pueblo".

Este texto citado es de Deuteronomio, capítulo 32, versículo 43. Concluyó el cántico
de Moisés, el cual es un resumen profético de la historia de la nación de Israel
hasta la venida del reino milenario. Aquí los no judíos fueron invitados a unirse a
Israel en una alabanza a Dios. Y en el versículo 11 leemos:

"Y otra vez: Alabad al Señor todas las naciones y exaltadlo todos los pueblos".

Este texto es una cita del Salmo más breve, el Salmo 117. Fue una invitación a los
no judíos para unirse a Israel en alabar a Dios. Es interesante destacar que la
palabra "todos" aparece dos veces aquí en esta breve cita. Y ahora, en el versículo
12 de este capítulo 15, leemos:

"Y otra vez dice Isaías: Brotará la raíz de Isaí y el que se levantará para gobernar
a las naciones, las cuales esperarán en él".

Esta cita es del capítulo 11 del libro del profeta Isaías, versículo 10. Aunque el
Mesías fue del linaje de David, Él reinará sobre los no judíos. Evidentemente, la
clara intención de Dios era que los no judíos vinieran a Cristo. Algunos habían
venido a Cristo en los tiempos de Pablo y ellos fueron los primeros frutos.
Recordemos que Pablo estaba escribiendo a los Romanos y la Iglesia de Roma ya
era mayormente una iglesia integrada por no judíos, como nuestras iglesias
cristianas en la actualidad. Prosigamos ahora con el versículo 13:
"Y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en la fe, para que abundéis
en esperanza por el poder del Espíritu Santo".

Dice aquí, "El Dios de esperanza" y éste fue un nuevo título para Dios, un título
que por cierto es emocionante. El corazón del creyente encuentra aquí a la Roca de
los Siglos, que es un refugio en medio de la tempestad. Y después añadió que el
Dios de la esperanza les llenara de alegría y paz a los que tuvieran fe en Él. Y esta
experiencia, estimado oyente, puede ser suya mediante el estudio de esta carta a los
Romanos. Confiamos en que este estudio le haya permitido disfrutar de esa
alegría, de esa paz, y que haya reforzado su fe, trayéndole esperanza y poder,
fuerza, para su vida. Solamente el poder del Espíritu Santo puede producir tal
fruto en el corazón de un peregrino cansado en su viaje por el mundo.

Ésta es la bendición que concluye la sección doctrinal de esta epístola a los


Romanos. Sólo Dios puede tomar a un pecador perdido y condenado al infierno, y
salvarlo, irle formando en el proceso de la santificación, colocarle en el servicio de
Dios, y luego llenar su corazón de gozo y paz. Dios mostró al peregrino pecador la
esperanza feliz del glorioso futuro, y le dio el poder del Espíritu Santo, que le trae
paz y gozo en la presente oscuridad y tempestad.

A partir de aquí, tenemos una nueva sección, que presenta

La continuación del testimonio personal de Pablo

Como apóstol a los romanos, es decir, a los no judíos. Recordemos que Pablo
comenzó esta carta de una manera muy personal. Entonces, al concluir esta
sección doctrinal, recobró el estilo personal con el cual comenzó esta carta, con el
que expresó su deseo de visitar Roma. En el versículo 10 del capítulo 1 de esa
epístola leímos: "10Rogando que de alguna manera, si es la voluntad de Dios,
tenga al fin un próspero viaje para ir a vosotros". Volviendo ahora al capítulo 15
de esta epístola, leemos en el versículo 14:

"Estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis llenos de
bondad y rebosantes de todo conocimiento, de tal manera que podéis aconsejaros
unos a otros".

Pablo se disculpó en este versículo por su franqueza y atrevimiento con las que les
habló a los Romanos en la sección doctrinal. Ahora, no se debió en manera alguna
a que a ellos les faltaba bondad o conocimiento, sino más bien porque
precisamente poseían estas cualidades, que Pablo pudo ser tan explícito con ellos.
Es que esta carta a los Romanos es esencial para nuestro crecimiento espiritual, y
para cimentar al creyente en la fe. El apóstol se expresó amable y humildemente,
no queriendo actuar de forma dominante sobre los creyentes de aquella iglesia.
Continuemos ahora con los versículos 15 y 16:

"Pero os he escrito, hermanos, en parte con atrevimiento, como para haceros


recordar, por la gracia que de Dios me es dada para servir como ministro de
Jesucristo a los no judíos, anunciando el evangelio de Dios, para que los no judíos
le sean como ofrenda agradable, consagrada por el Espíritu Santo".
Pablo les recordó a los Romanos que él era apóstol a los que no eran judíos. En
base a esta responsabilidad asignada por Dios, que le fue dada por la gracia de
Dios, él ejerció ese ministerio, escribiendo de esta manera a los Romanos. En otras
palabras, aquí Pablo les estaba sirviendo, estaba ejerciendo un sacerdocio. Esta
declaración de Pablo, le daba más peso, más autoridad a la inspiración de sus
escritos. Pablo usó aquí el lenguaje del sacerdocio levítico y de la adoración del
templo, al describirse a sí mismo como un ministro que predicaba el evangelio.

Los no judíos eran aceptables sólo por medio de Jesucristo, aparte de la ley o de
cualquier religión, tal como lo estaba predicando Pablo. Ellos eran como una
ofrenda agradable calificada como "santificada", es decir, que en ellos moraba el
Espíritu Santo, comenzando con Cornelio, el primer creyente que no era judío,
cuya conversión a Cristo es mencionada en la Biblia. La obra santificadora del
Espíritu Santo empieza en los judíos y no judíos en el mismo momento de la
regeneración, o sea, cuando el Espíritu de Dios viene a morar en el creyente. Pablo
les había comunicado el evangelio, pero Dios les había dado el Espíritu Santo
cuando ellos creyeron.

Debemos tener en cuenta que Pablo era apóstol a los no judíos en un sentido muy
especial. Se ofreció a ellos cual sumo sacerdote, presentando una ofrenda, un
sacrificio sobre el altar. Hoy, es difícil para nosotros comprender el significado
pleno de todo esto; sin embargo nosotros como no judíos hemos entrado en todo lo
que esto implica. Estimado oyente, si usted nunca ha dado gracias a Dios por haber
enviado al apóstol Pablo, debiera dárselas ahora mismo. Leamos el versículo 17:

"Tengo, pues, como creyente en Cristo, motivos para gloriarme de mi servicio a


Dios"

Pablo había escrito con audacia a los Romanos, y les pidió constantemente
disculpas, sabiendo que estos creyentes en Roma, probablemente, no necesitaban
de sus instrucciones. A pesar de esto, sin embargo, escribió con confianza a los
Romanos. No hay ninguna arrogancia personal aquí. Pablo era siervo de Cristo
Jesús y estaba cumpliendo la voluntad de Dios. Es importante que veamos esto. Si
hay una cosa que nunca debiera caracterizar a un siervo de Dios, es el orgullo.
Nunca debiéramos actuar como quien desempeña un oficio o una profesión, sino
más bien ocupar la posición de que estamos simplemente sirviendo al Señor y que
Él es el que ejerce la autoridad.

En cuanto a este versículo 17, el Dr. Stifler, comentarista bíblico, sugiere lo


siguiente: "Este versículo forma la transición para lo que el apóstol tiene que decir,
en cuanto a su campo de labor". Leamos, entonces, los versículos 18 y 19:

"porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí, para
conducir a los no judíos a la obediencia. Y lo he hecho de palabra y de obra, con
potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que
desde Jerusalén y por los alrededores hasta la región de Iliria, todo lo he llenado
del evangelio de Cristo".

Pablo estaba diciendo algo muy importante en este pasaje. Si vamos a comprender
al apóstol Pablo, o si vamos a saber específicamente si fue él o fue Pedro quien
fundó la Iglesia en Roma, debemos prestar suma atención a lo que se dice aquí. Si
seguimos esto detenidamente, no llegaremos a ninguna suposición falsa. Pablo no
se atribuyó ningún honor a sí mismo por la obra de Dios que comenzó en el día de
Pentecostés, y que resultó en la proclamación del evangelio a los no judíos. Pablo
no reclamó ningún reconocimiento porque el evangelio llegase a los primeros no
judíos, porque fue Simón Pedro el primero en predicar a no judíos, cuando lo hizo
en la casa de Cornelio. Pablo solamente se atribuiría lo que Dios hizo por medio de
él en palabra y obra. Pablo dijo que él nunca edificó sobre fundamento ajeno. El
tuvo un ministerio peculiar como apóstol a los no judíos.

Dice aquí en este versículo 19 "con potencia de señales y prodigios" y éstas eran las
credenciales, por así decirlo, de los apóstoles y ministros en la Iglesia primitiva.
Estas manifestaciones fueron dadas para establecer la Iglesia sobre un buen
fundamento, antes de que el Nuevo Testamento fuera escrito. Pablo hablando de la
Iglesia y de los creyentes, dijo en su carta a los Efesios, capítulo 2, versículo 20 dice
que ellos fueron "20edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas,
siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo". Pablo no tenía intención
de establecer que los apóstoles eran el fundamento, sino que Jesucristo es el
fundamento. Y en su primera carta a los Corintios, capítulo 3, versículo 11, declaró
enfáticamente: "11Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está
puesto, el cual es Jesucristo". Pero los apóstoles fueron los que colocaron el
fundamento de Jesucristo. Esto es lo que Pablo dijo en este pasaje.

Ahora, la región de Iliria, que se menciona aquí en el versículo 19, era una
provincia del Imperio Romano situada junto a Italia. Se extendía desde el mar
Adriático hasta el río Danubio. Pablo había predicado en este tiempo desde
Jerusalén hasta la provincia situada junto a Roma. No había llegado aún a Roma
misma. Por cierto, no hay constancia en la Biblia, de tal visita de Pablo.
Indudablemente fue a muchos lugares cuyos nombres no nos han sido señalados.
Algunos creen que llegó hasta España, pues había declarado su intención de ir. Y
posiblemente llegó hasta Gran Bretaña, porque abarcó, como veremos, a todo el
Imperio Romano.

Tenemos ahora los versículos 20 y 21 de este capítulo 15 de la epístola a los


Romanos:

"Y de esta manera me esforcé en predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiera


sido anunciado, para no edificar sobre fundamento ajeno, sino, como está escrito:
Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; y los que nunca
han oído de él, entenderán".

Fue una cuestión de honor para Pablo, más que de competencia, lo que le motivó ir
como pionero, a donde el evangelio no había sido predicado. En otras palabras,
Pablo tenía un ministerio peculiar. Era un verdadero misionero. No predicó donde
ya había una Iglesia, ni donde otros ya habían ido. Pablo era un "evangelista"
según el significado de esta palabra en el Nuevo Testamento. Pablo nunca envió a
un equipo para que fuera primero a prepararle el terreno. Cuando Pablo entraba
en un pueblo, no recibía ninguna bienvenida oficial. El alcalde no salía para
saludarlo. Si alguien le saludaba, por lo general era el jefe de la policía, que
generalmente le arrestaba y le metía en la cárcel. Y ya que los apóstoles pusieron el
fundamento, los creyentes tenían que ser muy cuidadosos en discernir quienes eran
realmente los apóstoles y a quienes estaban escuchando. Ahora, Pablo tenía estas
credenciales. En el libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 14, versículo 3,
leemos: " 3 se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con valentía, confiados en el
Señor, el cual daba testimonio de la palabra de su gracia, concediendo que se
hicieran por las manos de ellos señales y prodigios". Éstas fueron, pues, las
características de los apóstoles y los primeros predicadores del Evangelio. Ellos no
llegaron con un Nuevo Testamento en sus manos, porque ese libro aún no había
sido escrito. Ellos llegaron con esas credenciales, que aquí en el versículo 19 se
denominan "señales y prodigios".

Y ya que Pablo dijo que él no iría a donde el Evangelio ya hubiera sido predicado
antes, surge la pregunta. ¿Quién fue el fundador de la iglesia en Roma? Bien, el
apóstol lo dejó claro, tanto en la introducción como en esta parte del texto, que él
había sido el fundador de la iglesia en Roma.

En el capítulo 16 de esta epístola, se nos presentará a otro grupo de personas, a


quienes Pablo conoció. El relato nos dirá que él las condujo al Señor. Alcanzó a
estas personas en diversas partes del Imperio Romano, y muchas de ellas
emigraron posteriormente a Roma. Allí se reunieron alrededor de la persona del
Señor Jesús. Estamos seguros de que hablaban muchas veces, acerca de su amado
Pastor, el apóstol Pablo. O sea que Pablo fundó la iglesia, no yendo personalmente
a esa ciudad sino por su contacto previo con aquellos creyentes y por su influencia
espiritual sobre ellos.

El texto del Antiguo Testamento citado en estos versículos lo encontramos en el


capítulo 52 del libro del profeta Isaías, versículo 15, que dice en la versión de los
Setenta: "Verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían
oído". A Pablo le entusiasmó poder predicar el evangelio a aquellos que estaban
espiritualmente ciegos. Y nos dijo después, aquí en el versículo 22:

"Por esta causa me he visto impedido muchas veces de ir a vosotros".

Pablo se propuso muchas veces ir a Roma, como ya vimos en el capítulo 1,


versículo 13 de esta epístola, pero tuvo que completar la tarea que Dios le había
dado en el territorio entre Jerusalén y Roma.

Cuando Pablo dijo que él había sido "impedido muchas veces", podemos estar
seguros que en verdad muchos obstáculos fueron puestos en su senda. Pero el
mensaje de las buenas noticias del Evangelio siempre llegó a donde tenía que
llegar. Y lo mismo sucede en la actualidad. El mensaje del amor de Dios revelado
en Jesucristo, en Su muerte y resurrección, llega a usted, estimado oyente,
esperando que usted lo reciba, dándole toda la importancia que se merece,
sabiendo que es el mensaje personal que Dios quiere hacerle llegar en esta ahora,
como la única alternativa, la única opción para recibir la salvación, la vida eterna,
y para ser transformado por el Espíritu de Dios, comenzando a vivir, de esta
manera, una vida de auténtica calidad humana y espiritual. En otras palabras, la
única vida que vale la pena vivir.
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Romanos 15:23 - 16:2


Continuamos hoy nuestro estudio de este capítulo 15 de la epístola del apóstol
Pablo a los Romanos. Y en nuestro programa anterior, dijimos que Pablo se había
propuesto muchas veces ir a Roma, pero tuvo que completar la tarea que Dios le
había dado en el territorio entre Jerusalén y Roma. Ahora, cuando Pablo dijo que
él había sido impedido muchas veces, en el versículo 22, podemos estar seguros que
en verdad muchos obstáculos fueron puestos en su camino. Continuamos, pues,
hoy nuestro estudio con los versículos 23 y 24 de este capítulo 15 de la epístola a los
Romanos:

"Pero ahora, no teniendo más campo en estas regiones, y deseando desde hace
muchos años ir a vosotros, cuando vaya a España, iré a vosotros, pues espero veros
al pasar y ser encaminado hacia allá por vosotros una vez que haya disfrutado de
vuestra compañía".

Hay una pregunta en cuanto a lo que el apóstol Pablo quiso decir exactamente aquí
en estos versículos. ¿Quiso decir acaso que ya no había más oportunidad para
predicar el evangelio en esta parte del Imperio Romano en la que él se encontraba?
¿Se le habían cerrado todas las puertas? ¿Se habían convertido todos? ¿Había
quizá evangelizado a todos en ese lugar? Bueno, mantenemos que la respuesta es
"no" a cada una de estas preguntas. Creemos que el evangelio sí había sido
proclamado por toda esa región. Pablo y los demás apóstoles habían sido fieles en
su testimonio, para que todos, tanto judíos como no judíos oyeran, aunque todos
no se convirtieron a Cristo.

En ese momento, Pablo buscaba un territorio nuevo y tenía sus ojos puestos en las
fronteras del imperio. Era misionero que cumplía su ministerio de predicar el
evangelio a los no judíos por todas partes del Imperio Romano, y a aquellos que
todavía no habían oído. En realidad, Roma no era su destino final. España era su
meta; España constituía el límite del lejano oeste del Imperio Romano. Había
estado en un extremo del Imperio y quería llegar al otro extremo. Roma era
meramente una parada en su esfuerzo por alcanzar esa meta.

Ahora, ¿Logró Pablo ir a España? Bueno, si efectivamente lo hizo, no hay


constancia de que fuera, pero tampoco hubo constancia de que hubiera ido a la
región de Iliria. Si no se nos dijera aquí en este capítulo 15 que él fue a Iliria,
nunca lo habríamos sabido. Creemos que Pablo fue a España y también al resto del
Imperio Romano. Hacemos esta declaración basándonos en las Escrituras. Cuando
el apóstol Pablo llegó al final de su vida, en la segunda carta que él escribió al
joven Timoteo, capítulo 4, versículos 6 al 8, pudo decir: "6Yo ya estoy próximo a
ser sacrificado. El tiempo de mi partida está cercano. 7He peleado la buena
batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8Por lo demás, me está reservada
la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a
mí, sino también a todos los que aman su venida".

Pablo acabó la carrera, amigo oyente. No creemos que Pablo pudiera haber hecho
la declaración que hizo en su carta a Timoteo, al final de su vida, si no hubiera ido
a España, porque España era parte de su itinerario previsto. Había acabado su
carrera. Había ido a todas partes donde Dios le había indicado que fuera. No
habrá muchos de nosotros que podamos decir como él dijo: "he acabado la
carrera". Pablo quería ir a España, y también a Jerusalén. Bien, leamos ahora los
versículos 25 y 26 de este capítulo 15 de la epístola a los Romanos:

"Pero ahora voy a Jerusalén para ministrar a los santos, porque Macedonia y
Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos
que están en Jerusalén"

El apóstol quería ir al oriente hasta Jerusalén. Pablo explicó su ministerio de aquel


tiempo dando así otro toque personal y conocimiento acerca de su vida. En tiempos
pasados él había perseguido a la Iglesia en Jerusalén. Pero ahora como creyente y
miembro del cuerpo de Cristo, dijo que ayudaría a esta Iglesia. Pablo quería
compensar a esta Iglesia por sus acciones del pasado. Había perseguido a los
cristianos en tiempos pasados, y ahora quería llevarles una ofrenda. Insistió, pues,
en llevar él mismo la ofrenda a Jerusalén. Pablo llamó a esta ofrenda aquí en la
epístola a los Romanos, una comunión, usando la palabra koinonia. Esta palabra
fue usada para designar todo lo que los creyentes podrían compartir, es decir,
Cristo, la Palabra de Dios, la oración, la cena del Señor y los bienes materiales. En
el libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 24, versículo 17: "17Pero pasados
algunos años, vine a hacer limosnas a mi nación y presentar ofrendas". En su
segunda carta a los Corintios, capítulos 8 y 9, contó que esa ofrenda fue un gran
peso en su corazón. Continuemos, pues, con el versículo 27:

"Les pareció bueno hacerla, ya que son deudores a ellos, porque si los no judíos
han sido hechos partícipes de sus bienes espirituales, deben también ellos
ayudarlos con bienes materiales".

Pablo dejó en claro el hecho de que ésta era una ofrenda voluntaria. En su segunda
carta a los Corintios, capítulo 9, versículo 7, dijo: "7Cada uno dé como propuso en
su corazón: no con tristeza, ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre".
Ésta fue la ofrenda que el apóstol recogió. Pablo hace valer también el hecho de
que tenían una obligación y deuda moral que pagar. Los no judíos habían recibido
el evangelio de los judíos. En el evangelio según San Juan, capítulo 4, versículo 22,
el Señor Jesucristo le dijo a la mujer Samaritana: "22Vosotros adoráis lo que no
sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los
judíos". El evangelio comenzó en Jerusalén. Macedonia y Acaya tenían una deuda
espiritual con Jerusalén. En aquel momento los creyentes de Jerusalén estaban
teniendo problemas económicos, evidentemente por causa de la persecución. Aquí
vemos una situación de misiones en sentido inverso. Y vemos a la Iglesia "hija"
ayudando a la Iglesia "madre". Continuemos con el versículo 28:

"Así que, cuando haya concluido esto, y les haya entregado esta ofrenda, pasaré
entre vosotros rumbo a España".

Ahora, observemos el celo personal del apóstol Pablo por llevar esta ofrenda a
Jerusalén, viaje que lo puso en manos de sus enemigos, los cuales le hicieron
arrestar. Ahora, eso no quiere decir que el apóstol se hallaba fuera de la voluntad
de Dios en ese tiempo. No estamos de acuerdo con quienes dicen esto. Creemos que
Pablo estaba absolutamente dentro de la voluntad de Dios cuando subió a
Jerusalén, como hemos visto en el libro de los Hechos de los apóstoles.

Personalmente creemos que si uno va a contribuir con dinero para alguna obra,
debe saber lo que realiza esa obra. Nunca se debe dar una ofrenda a una obra u
organización supuestamente cristiana, a menos que se sepan dos cosas en cuanto a
esa organización. Primero, ¿Qué clase de trabajo desempeña esta organización o
persona? Y en segundo lugar, ¿Está proclamando esa organización o esa persona,
la Palabra de Dios de una manera eficaz a los corazones? Continuemos, ahora, con
el versículo 29 de este capítulo 15 de la epístola a los Romanos:

"Y sé que cuando vaya a vosotros, llegaré con abundancia de la bendición del
evangelio de Cristo".

Esto constituyó el visto bueno de Pablo para su próspero viaje a Roma. Fue allí
según la voluntad de Dios y en el cumplimiento de su oficio apostólico. Dios le dio
un discernimiento divino en cuanto a este viaje. Pablo no se hallaba fuera de la
voluntad de Dios en cuanto a su viaje a Jerusalén ni tampoco estaba fuera de la
voluntad de Dios al ir a Roma. Aparentemente, para algunos no fue un próspero
viaje, pero Dios lo usó en medio de aquellas circunstancias. Es muy fácil para los
hijos de Dios pensar, cuando le llegan las dificultades, que se hallan fuera de la
voluntad de Dios. Pero, hermano que nos escucha, simplemente porque tenga
problemas y se sienta agobiado y perplejo, no quiere decir que usted está fuera del
cumplimiento de la voluntad de Dios. En realidad, estos problemas pueden
constituir una señal de que usted está actuando según la voluntad del Señor. Por
otra parte, si usted vive hoy en perfecta calma y sin que se le presente ningún
problema ni contrariedad; es muy probable que usted no esté viviendo según la
voluntad de Dios. Pero, avancemos ahora, con el versículo 30 de este capítulo 15:

"Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu,
que me ayudéis orando por mí a Dios"

Hemos pasado mucho tiempo en esta sección. Un motivo es que esta sección es
personal y Pablo compartió con nosotros algunas de sus reacciones personales e
íntimas. Otro motivo es que estamos viendo cómo el cristianismo funcionaba en el
primer siglo. Estamos viendo el lado práctico del cristianismo. En la primera parte
de esta epístola a los Romanos, Pablo nos dio la enseñanza de la doctrina. Ahora
Pablo estaba poniendo en práctica esa doctrina.

Muchos expositores de la Biblia, consideran que este versículo 30 que acabamos de


leer, constituye uno de los llamamientos a la oración, más solemnes y serios del
apóstol Pablo en la Biblia. Pablo reconoció que enfrentaba peligro y que había
llegado a una crisis en su ministerio. Sus enemigos estaban por todas partes. Pablo
tenía amplios motivo para temer, como los eventos que siguieron así lo
demostraron. Aquí, pues, Pablo pidió oración "por nuestro Señor Jesucristo". Él
era consciente de que todo lo que le sucediera estaría bajo el control de su Señor.
Pidió a los creyentes en Roma y en Jerusalén que le ayudaran con sus oraciones. Y
podemos ver que el Señor Jesús, es el intercesor por medio del cual todos los
creyentes tienen que acudir a Dios.
Ahora, las palabras "por el amor del Espíritu" nos dicen que el amor es el fruto
del Espíritu que une a los creyentes y que el mismo apóstol lo mencionó en su carta
a los Gálatas, capítulo 5, versículos 22 y 23, donde dice: "Pero el fruto del Espíritu
es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza;
contra tales cosas no hay ley". Los creyentes deben por lo tanto, orar los unos por
los otros.

Luego dice, "que me ayudéis". Esta palabra griega tiene el sentido de "luchar".
Pidió que se unieran con él en la lucha. Cuando Pablo oraba, él esperaba
resultados.

Las palabras "por mí" indican que Pablo estaba pidiendo oración por su
protección personal, para que pudiera llegar "con la plenitud y abundancia de la
bendición del evangelio de Cristo". Ésta es la clase de oración que se necesita hoy
en día. Pablo no sacó ninguna lista de oración para orar apresurada y
mecánicamente por cada persona incluida en su lista. No hay nada malo con tener
una lista de oración, pero a veces pasamos muy precipitadamente por ella. La
oración para el apóstol Pablo constituía una verdadera e intensa lucha. En verdad,
Pablo se asió de Dios, se aferró a Él. Y hoy en día, estimado oyente, necesitamos
mucho a creyentes que sepan orar por nosotros. Bien, pasemos ahora, al versículo
31 de este capítulo 15 de la epístola a los Romanos:

"Para que sea librado de los rebeldes que están en Judea y que la ofrenda de mi
servicio a los santos en Jerusalén sea bien recibida"

Ésta fue la petición concreta de oración que hizo Pablo, y fue doble. Primero, su
vida estaba amenazada por los no creyentes en Judea, especialmente por los líderes
religiosos; y en segundo lugar, la Iglesia en Jerusalén podría estar indecisa en
cuanto a aceptar una ofrenda de quienes no eran judíos y él quería que dicha
ofrenda fuera aceptada. Ambas peticiones fueron contestadas. Es verdad que
Pablo fue arrestado, pero fue puesto inmediatamente en manos de los romanos, lo
cual le permitió presentarse ante reyes y finalmente, ante el Cesar en Roma, y
cumplir así la voluntad de Dios para su vida. Ahora, el versículos 32, de este
capítulo 15, que dice:

"Para que, si es la voluntad de Dios, llegue con gozo a vosotros y pueda descansar
entre vosotros".

Ésta es la conclusión de la petición de oración de Pablo. La oración fue contestada.


Su vida fue salvada. La Iglesia en Jerusalén aceptó la ofrenda. Pablo llegó con
alegría a Roma, aunque pasó dos años de sufrimiento en la cárcel de Cesarea;
sufrió un naufragio durante el viaje y por último, llegó a Roma atado con cadenas;
esto lo podemos ver en el capítulo 28 del libro de los Hechos de los apóstoles.
También es cierto que cuando Pablo por fin llegó a Roma, aunque encadenado,
experimentó el gozo del Espíritu Santo. Ésa es la clase de alegría que los creyentes
necesitamos hoy en día.

La pregunta que surge ahora es: ¿Encontró Pablo reposo, alivio y consuelo en
Roma? La respuesta es discutible; pero creemos que Pablo en verdad encontró
reposo y mucho más en Roma, al proseguir su viaje hasta España y finalmente, al
entrar en la presencia de Cristo. Cerca del final de su vida le escribió al joven
Timoteo, en el capítulo 4, versículos 6 al 8 las siguientes palabras, que ya citamos
anteriormente: "Yo ya estoy próximo a ser sacrificado. El tiempo de mi partida
está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la
fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor,
juez justo, en aquel día; y no sólo a mi, sino también a todos los que aman su
venida". Estas palabras, pues, confirman lo que estamos diciendo. Leamos
entonces el versículo 33, versículo final de este capítulo 15, que dice:

"Que el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén".

Pablo concluyó con una bendición. Ahora, el uso de las palabras "el Dios de paz"
muestra que Pablo conocía la paz aun encontrándose encadenado en una cárcel, en
medio de la tempestad y en el naufragio. Y nuestra oración, estimado oyente, es
que usted también pueda conocer esa clase de paz en su vida diaria.

Concluimos así, pues, nuestro estudio de este capítulo 15 de la epístola del apóstol
Pablo a los Romanos. Llegamos ahora, al último capítulo de esta gran epístola,

Romanos 16:1-2

Y tenemos aquí, la demostración de las relaciones mutuas entre cristianos. Éste es


uno de los capítulos más reveladores en toda la Epístola a los Romanos. Pablo
descendió desde las cumbres de la doctrina hasta los pavimentos o las veredas de
Roma. Y aquí vemos el cristianismo puesto en práctica en Roma, es el cristianismo
en acción. Y nos llena de emoción cuando pensamos que en aquel imperio pagano
de Roma, había cristianos que andaban por las calles con la alegría del Señor en
sus corazones. Estas grandes doctrinas proclamadas por Pablo, no fueron
proyectiles dirigidos hacia el espacio extraterrestre, sino vehículos que
verdaderamente se desplazaron por los caminos romanos. El evangelio se tradujo
en vida y en realidad.

Este capítulo extraordinario no debe omitirse ni descuidarse en el estudio de esta


epístola a los Romanos. Y aquí concordamos de todo corazón con el comentario del
Dr. Newell, que dijo: "Este capítulo 16 ha sido desatendido por muchos para su
propia pérdida".

Notemos primeramente que hay treinta y cinco personas que se mencionaron por
nombre en este capítulo. Todos eran o creyentes que vivían en Roma o creyentes
que se encontraban con Pablo. Y creemos que él estaba en Corinto cuando escribió
esta Epístola. Aquí vemos una expresión de amor mutuo y de afecto tierno que era
totalmente desconocido y estaba en contradicción con la filosofía y práctica
romana. Estos cristianos eran diferentes. No es extraño, pues, que Roma se
admirara de estos cristianos, ni que exclamara: "¡Cómo se aman!"

Ahora, antes de entrar en un estudio de su contenido, quisiéramos compartir un


breve resumen de este capítulo 16. En este capítulo final, tenemos primero la
recomendación de Febe, quien fue la portadora de esta carta. Tenemos luego, un
saludo para los cristianos en Roma, que se encuentra entre los versículos 3 hasta el
15. Sigue entonces, en los versículos 16 al 20, la discusión sobre la conducta que
debe haber en las relaciones entre cristianos. Luego, en los versículos 21 al 24,
tenemos los saludos de Pablo y los cristianos que estaban con él. Y como conclusión
tenemos la doxología, que es una fórmula de alabanza a Dios, en los versículos 25
al 27. Comencemos, pues, leyendo los primeros dos versículos de este capítulo 16,
que contienen

La recomendación de Febe

"Os recomiendo, además, a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia en


Cencrea. Recibidla en el Señor, como es digno de los santos, y ayudadla en
cualquier cosa en que necesite de vosotros, porque ella ha ayudado a muchos y a
mí mismo".

Febe fue la primera que se mencionó en este catálogo de héroes de la fe, por así
decirlo. Ella no era judía, como su nombre así lo indica. Como ya hemos
declarado, había muchos que no eran judíos en la Iglesia de Roma. Ahora, Febe
recibió su nombre en honor a la diosa griega Diana que en la mitología griega era
la diosa de la luna, así como su hermano Apolo era el dios del sol. Entonces,
muchos creyentes tomaron nuevos nombres al ser bautizados al cristianismo, pero
por alguna razón Febe se quedó con su nombre pagano.

Febe, pues, fue la portadora, o sea la que llevó hasta Roma esta epístola a los
Romanos; aunque reconocemos que hay quienes no creen que ella fuera la
portadora. El filólogo e historiador Renán dijo: "Febe llevó bajo los pliegues de su
manto todo el futuro de la teología cristiana". Al parecer, ella era una mujer
prominente en la Iglesia. Esto revela que era una mujer de mucha preparación y
capacidad. Era diaconisa o consagrada para ejercer ciertos ministerios en la
Iglesia de Cencrea. En aquel entonces, Cencrea era el puerto oriental de Corinto.

Al parecer, Pablo escribió esta carta a los Romanos desde Corinto y Febe vivía en
Cencrea. Ella era una mujer que disponía de medios, que probablemente se
ocupaba en alguna profesión o negocio y que, como ya dijimos, llevó la carta del
apóstol Pablo a Roma. El hecho de que ella era una diaconisa, revela que había
algunas mujeres que ocupaban un lugar prominente en la Iglesia primitiva.

Al parecer, pues, Febe había estado particularmente activa en una posición oficial
en la Iglesia local en Cencrea. Posiblemente ella iba a Roma en un viaje de
negocios, y por tanto Pablo le dio a ella la Epístola a los Romanos, para que ella la
entregara a la Iglesia, antes que confiar esa carta al transporte público. Roma
tenía un sistema de correos, aunque éste era bastante lento. Pablo iba rumbo a
Jerusalén cuando entregó su carta a Febe, y él la recomendó de una manera
especial a los creyentes en Roma, a quienes ella entonces, aún no había conocido.
Ella fue, pues, la primera mujer que se mencionada en este último capítulo.

En nuestro programa de hoy hemos destacado la importancia que el apóstol Pablo


otorgó a la oración, que es el privilegio de los creyentes, como hijos, de dirigirse a
su Padre celestial para expresar su gratitud por los bienes recibidos, y el medio
para manifestarle sus peticiones de ayuda, en el nombre de Jesucristo. Pero para
llegar a ser hijos de Dios es necesario aceptar al Señor Jesucristo como Salvador.
Su muerte en la cruz y Su resurrección es el camino que Dios ha provisto para que
el ser humano, que está alejado a causa del pecado, pueda establecer una relación
con Él y recibir así la vida eterna. Estimado oyente, esperamos que adopte usted
este paso de fe, para que pueda usted hoy dirigirse a Dios como su Padre, en el
nombre y por los méritos del Señor Jesucristo, para expresarle tanto su gratitud
por el don de la salvación, como sus peticiones de ayuda, consuelo y fortaleza. Dios
es el único, en todo el universo, que puede proveernos lo que realmente
necesitamos.
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Romanos 16:3-27
Continuamos hoy estudiando el capítulo 16 de esta epístola del apóstol Pablo a los
Romanos, capítulo que comenzamos en nuestro programa anterior. Y estuvimos
hablando de Febe, que fue la primera mujer mencionada en este capítulo 16, donde
tenemos la exposición de las relaciones mutuas entre cristianos. Y decíamos que
Febe es la primera que se menciona en este catálogo de héroes de la fe. Ella no era
judía como su nombre así lo indica. Como hemos mencionado anteriormente,
había muchos que no eran judíos en la iglesia de Roma. Ahora, su nombre le fue
dado en honor a la diosa griega Diana, quien en la mitología griega, era la diosa de
la luna, así como su hermano Apolo era el dios del sol. Ahora, muchos creyentes
adoptaron nuevos nombres al ser bautizados, pero por alguna razón, Febe se
quedó con su nombre pagano. Y señalamos el hecho de que Febe fue quien llevó
hasta Roma esta epístola a los Romanos, aunque reconocemos que hay quienes no
creen que ella fuera la portadora de esta epístola. Ahora, dijimos también, que al
parecer, Febe había estado particularmente activa en una posición oficial en la
iglesia local en Cencrea. Parece que iba a Roma en un viaje de comercio y por lo
tanto, Pablo le dio a ella la epístola a los Romanos, para que ella la entregara a la
iglesia, antes que confiar esa carta al transporte público romano, que era bastante
lento. Pablo iba rumbo a Jerusalén cuando entregó su carta a Febe. Y él entonces,
la recomendó de una manera especial a los creyentes en Roma, a quienes ella hasta
entonces, aún no había conocido. Continuemos hoy leyendo los versículos 3 y 4 de
este capítulo 16 de la epístola a los Romanos, en los cuales se incluyen

Saludos para los creyentes de Roma

"Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron


su vida por mí, a los cuales no sólo yo doy las gracias, sino también todas las
iglesias de los que no son judíos".

En aquel tiempo había iglesias formadas por creyentes que no eran judíos. Parece
que ése era el caso de la Iglesia en Roma, que estaba integrada mayormente por no
judíos procedentes de muchas razas.

Priscila y Aquila eran un matrimonio judío. ¿Dónde les conoció Pablo y en qué
sentido fueron sus ayudantes? Resulta que se produjo una ola de antisemitismo en
Roma y tuvieron que salir de la ciudad. Llegaron a la ciudad de Corinto y
establecieron allí su negocio. Esa ciudad era un importante centro comercial y
Pablo también se ocupó allí de su trabajo. El practicar el mismo oficio hizo que se
conocieran y Pablo les guió a creer en el Señor. Esta pareja se mencionó por
primera vez en el libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 18, versículos 1 al 3,
donde dice: "1Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. 2Y
halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con
Priscila, su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos
salieran de Roma. Fue a ellos, 3y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y
trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas".

Ellos siguieron a Pablo hasta Éfeso, a donde quizás fueron para abrir una sucursal
y donde también pudieron ayudar a Apolos, según leemos en el libro de los Hechos
de los apóstoles, capítulo 18, versículo 26, donde dice: "26Y Apolos comenzó, pues,
a hablar con valentía en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le
tomaron aparte y le expusieron con más exactitud el camino de Dios".

Pablo les envió saludos también en la última carta que escribió; en la segunda
carta a Timoteo, capítulo 4, versículo 19, leemos: "Saluda a Prisca y a Aquila".
Aquí los hallamos de vuelta en Roma. Alguien ha comentado que como Roma era
su centro de operaciones, y habían sido ahuyentados de allí por un edicto imperial,
como lo vimos hace un momento en el capítulo 18 del libro de los Hechos de los
apóstoles, era natural que ellos regresaran allá, tan pronto como les fuera
oportuno y seguro regresar. Ahora, se presume que Priscila fuera la que tuviera
mayor experiencia y conocimiento de los dos en cuanto a asuntos espirituales.
Continuemos ahora con el versículo 5:

"Saludad también a la iglesia que se reúne en su casa. Saludad a Epeneto, amado


mío, que es el primer fruto de Acaya para Cristo".

Parece que en sus comienzos la Iglesia se reunía en casas privadas. Alguien ha


dicho que no hay ninguna evidencia decisiva hasta el tercer siglo, de la existencia
de edificios especiales que fueran usados para iglesias. Muchos creemos en la
actualidad que la iglesia que comenzó reuniéndose en casas particulares, volverá a
reunirse en casas. Muchos de estos grandes edificios con sus grandes torres, que
llamamos iglesias, no son nada más que un montón de ladrillo, piedra y cemento.
Muchos de ellos son como mausoleos, antes que organismos vivos formados por
creyentes. Nunca ha sido el propósito de Dios, que se hablara de la iglesia, como de
un edificio. Durante los primeros tres siglos, la iglesia fue pues el cuerpo de
creyentes y éste se reunía en casas como la de Aquila y Priscila. Ahora, Epeneto es
un nombre griego que quiere decir, "alabado". Evidentemente, fue el primer
convertido de Pablo en la provincia romana de Asia. Ahora, el versículo 6 de este
capítulo 16 de la epístola a los Romanos, dice:

"Saludad a María, la cual ha trabajado mucho entre vosotros".

María, es un nombre judío y significa "rebeldía". Ella trabajó hasta el límite de


sus fuerzas. ¡Qué cambio había tenido lugar en su vida! Antes de convertirse en
una creyente, era rebelde, pero ahora ella se entregó totalmente a su trabajo por
amor a otros creyentes. Ella fue entonces obediente a Cristo. Y continuamos con el
versículo 7:
"Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y compañeros de prisiones. Ellos
son muy estimados entre los apóstoles, y además creyeron en Cristo antes que yo".

Andrónico, es un nombre griego y ha sido identificado con un esclavo. Junias, es


un nombre romano y puede ser o masculino o femenino. Pablo los llamó "mis
parientes", lo cual puede significar que pertenecían a la tribu de Benjamín como
Pablo. Pero, ello no significa necesariamente un parentesco cercano.

Ahora, la expresión "Compañeros de prisiones", parece indicar que Pablo los


había conocido en una de las muchas cárceles del Imperio Romano, en las cuales él
había sido encarcelado. Estos dos eran bien conocidos y muy estimados entre los
apóstoles y eran tenidos en alta consideración por ellos. Pablo no había conducido
a Cristo a estos dos, como algunos creen, porque habían creído en Cristo antes que
él, como él mismo dijo.

La Iglesia en Roma fue fundada por Pablo bajo circunstancias extraordinarias. Se


había encontrado con Aquila y Priscila en un mercado de Corinto; y con
Andrónico y Junias, en una cárcel. Estos cuatro luego habían ido a Roma y
formado allí una Iglesia. Prosigamos con los versículos 8 y 9, de este capítulo 16 de
la epístola a los Romanos:

"Saludad a Amplias, amado mío en el Señor. 9Saludad a Urbano, nuestro


colaborador en Cristo Jesús, y a Estaquis, amado mío".

Amplias, es un nombre común de esclavos, pero apareció en las tumbas de los


primeros cristianos en las catacumbas, en un lugar de honor. Evidentemente fue
uno de los convertidos de Pablo, y muy amado por él.

Urbano, este nombre significa "criado en la ciudad". Éste también era un nombre
común entre esclavos y puede significar que había sido un criado en la ciudad y no
en el campo. Fue identificado aquí en este versículo como un buen colaborador.

El nombre Estaquis, significa "mazorca" y ha sido hallado en la lista de nombres


en la familia real. Es un nombre masculino. Fue amado no solamente por Pablo,
sino también por los creyentes de la Iglesia. Ahora el versículo 10, dice:

"Saludad a Apeles, aprobado en Cristo. Saludad a los de la familia de Aristóbulo".

Apeles, es un nombre, o bien griego o judío. Significa "aprobado". Era un nombre


común entre los judíos. Aparentemente había resistido alguna gran prueba.

Aristóbulo, ha sido identificado por el Obispo Lightfoot como el nieto de Herodes


el Grande. Por otra parte, es posible que fuera un esclavo que tomó el nombre de
su amo. Avancemos con el versículo 11:

"Saludad a Herodión, mi pariente. Saludad a los de la casa de Narciso, los cuales


están en el Señor".

Herodión, evidentemente era judío, ya que Pablo lo llama "pariente". El nombre


sugiere que era de la familia de Herodes, y siendo que se menciona
inmediatamente después de la familia de Aristóbulo, creemos que esto le da sostén
a la sugerencia del Obispo Lightfoot.

Ahora, Narciso, es el nombre de un esclavo liberado, bien conocido, muerto por


Agripina, que fue madre del Emperador Nerón. Estos, probablemente eran
esclavos que antes le pertenecieron, y habían tomando su nombre. Ahora, el
versículo 12, dice:

"Saludad a Trifena y a Trifosa, que trabajan arduamente en el Señor. Saludad a la


amada Pérsida, que tanto ha trabajado en el Señor".

Trifena y Trifosa, se supone que eran hermanas. Sus nombres son eufónicos y
significan "delicada" y "fina", derivados de "truphao" que quiere decir, "vivir
lujosamente". Es posible que hayan sido mujeres de recursos que apoyaron la obra
del apóstol Pablo, o esclavas. En cualquier caso, trabajaron intensamente en la
iglesia de Roma.

Pérsida, es el nombre de una esclava liberada. Su posición la puso en una situación


de poder hacer más que lo que podrían hacer las dos hermanas mencionadas
previamente. Observemos aquí la prominencia de las mujeres en la Iglesia de
Roma, reflejada en los versículos 1, 3, 6, 13 y 15. Ahora, el versículo 13, dice:

"Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre, que lo es también mía".

Rufo, era el nombre más común entre esclavos. Probablemente era hijo de Simón
de Cirene. En el capítulo 15, del evangelio según San Marcos, registró el incidente
en el que los soldados romanos vieron a Jesús cayendo bajo el peso de la cruz. Dice
el versículo 21 de ese capítulo: " 21Y obligaron a uno que pasaba, Simón de
Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la
cruz". El Evangelista Marcos, entonces, al escribir a los romanos, identificó a
Simón como el padre de Alejandro y de Rufo. Todos los creyentes de Roma
sabrían quién era Rufo, que era un miembro distinguido de la iglesia.

Ahora, veamos las palabras de Pablo aquí, "a su madre y mía". Aunque no
sabemos nada sobre los padres del apóstol, sabemos por este pasaje que aquella
mujer de la ciudad de Jerusalén fue como una madre para él. Y también vemos
que el padre de Rufo fue quien llevó la cruz de Jesús. Ahora, los versículos 14 y 15
dicen:

"Saludad a Asíncrito, a Flegonte, a Hermas, a Patrobas, a Hermes y a los


hermanos que están con ellos. Saludad a Filólogo, a Julia, a Nereo y a su hermana,
a Olimpas y a todos los santos que están con ellos".

Para nosotros ésta es simplemente una lista de nombres. Pero Pablo les conoció
muy bien, porque probablemente les había guiado en su conversión a Cristo.
Leamos ahora los versículos 16 al 18, que nos introducen a un párrafo sobre
La conducta hacia otros cristianos

"Saludaos los unos a los otros con beso santo. Os saludan todas las iglesias de
Cristo. Pero os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y ponen
tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido. Apartaos de
ellos, porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios
apetitos, y con suaves palabras y halagos engañan los corazones de los ingenuos".

En medio del envío de saludos cordiales, Pablo introdujo esta nota de


amonestación. Ahora, el uso de los artículos con las palabras divisiones y tropiezos
en el texto original, revela que el apóstol pensaba en algunos casos específicos

Ahora, el versículo 19, dice:

"Vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, y por eso me gozo de vosotros.
Pero quiero que seáis sabios para el bien e ingenuos para el mal".

La Iglesia en Roma ya gozaba de un buen nombre entre los creyentes en todas


partes, lo cual trajo alegría al corazón de Pablo. También dice aquí, "sabios para
el bien". Esto quiere decir, que necesitaban ser instruidos en la Palabra de Dios.
También en este versículo 19, dijo el apóstol: "Ingenuos para el mal". Y esto
quiere decir, "sin permitir ni una mezcla con lo malo". En su primera carta a los
Corintios, capítulo 14, versículo 20, el apóstol dice: " 20Hermanos, no seáis niños
en el modo de pensar, sino sed niños en cuanto a la malicia, y maduros en cuanto al
modo de pensar". Avancemos ahora con el versículo 20:

"Y el Dios de paz aplastará muy pronto a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de
nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros".

Es el Dios de paz quien aplastará bien pronto a Satanás. Pero, mientras tanto,
tenemos que resistir al diablo, ser sobrios y permanecer en una actitud de
vigilancia. Leamos ahora, el versículo 21, que mencionan a

Los creyentes que enviaron saludos con Pablo

Los creyentes que se encontraban con él en el momento de escribir esta carta.

"Os saludan Timoteo mi colaborador, y mis parientes Lucio, Jasón y Sosípater".

Timoteo, compañero constante de Pablo, estaba con él en esta ocasión. Su nombre


quiere decir, "uno que honra a Dios". Todos estos, eran compañeros de Pablo y
saludaban a la iglesia romana. Luego, el versículo 22, dice:

"Yo Tercio, que escribí la epístola, os saludo en el Señor".

Este versículo se podría leer así: "Yo Tercio, el secretario que está escribiendo esta
Epístola, os envío saludos en el Señor". Como vemos, Pablo tuvo un secretario
para escribir sus cartas. Su carta a los Gálatas fue una excepción. Como vemos en
el capítulo 6, de esa epístola, versículo 11, donde el apóstol escribió: "Mirad con
cuán grandes letras os escribo de mi propia mano". Pablo, probablemente sufría
de una enfermedad de los ojos llamada oftalmía. Ahora, aquí en la epístola a los
Romanos, Pablo permitió que Tercio enviara sus propios saludos. Ahora, el
versículo 23 dice:

"Os saluda Gayo, hospedador mío y de toda la iglesia. Os saluda Erasto, tesorero
de la ciudad, y el hermano Cuarto".

Todos en la Iglesia de Corinto se reunían en la casa de Gayo. Pablo era huésped en


su hogar. Y el versículo 24 de este capítulo 16 de la carta de Pablo a los Romanos,
dice:

"La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén".

Hay algunos que omiten este versículo 24. Y, finalmente, leamos los versículos 25 al
27, que contienen la Doxología final, que era una formula de alabanza y

La bendición

"Y al que puede fortaleceros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo,


según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos,
pero se ha manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el
mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las naciones para que
obedezcan a la fe, al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para
siempre. Amén".

Ésta es la tercera y última bendición que concluye esta tercera sección de este
libro, y la Epístola misma. El evangelio que Pablo llama "mi evangelio" es el único
poder para convertir a un pecador en un creyente. El "misterio" al cual se refiere
aquí, no revelado específicamente en el Antiguo Testamento, se refiere a la época
actual, en la que Dios está tomando tanto de los judíos como de los que no lo son, a
un pueblo para Su nombre, y formándolos en un cuerpo, que es la iglesia.

La fe es la obediencia que Dios requiere en el día de hoy. Es la obra de Dios hoy.


En el evangelio según San Juan, capítulo 6, versículo 29, leemos: " 29Respondió
Jesús y les dijo: Ésta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado". La
obediencia es la obra y el fruto de la fe. Esto es lo que Santiago quiso decir, cuando
escribió en su epístola, capítulo 2, versículo 17: "17Así también la fe, si no tiene
obras, está completamente muerta".

Y las palabras "al único y sabio Dios" revelan que Dios determina la norma de la
sabiduría. La cruz es la sabiduría de Dios, aunque para los seres humanos sea un
disparate. Como el mismo apóstol dijo en su primera carta a los Corintios, capítulo
1, versículos 21 al 25: "Puesto que el mundo, mediante su sabiduría, no reconoció a
Dios a través de las obras que manifiestan su sabiduría, agradó a Dios salvar a los
creyentes por la locura de la predicación. Los judíos piden señales, y los griegos
buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos
ciertamente tropezadero, y para los no judíos locura; en cambio para los llamados,
tanto judíos como griegos, Cristo es poder y sabiduría de Dios. Porque lo insensato
de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los
hombres".
Estos tres últimos versículos de este capítulo 16, último capítulo de la epístola a los
Romanos, nos hablan de la obediencia de fe. Y, estimado oyente, si usted confía en
Cristo, usted le obedecerá. El mismo Señor Jesucristo lo dijo en el evangelio según
San Juan, capítulo 10, versículo 27: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y
me siguen". Y éste, amigo oyente, es el mensaje de la epístola a los Romanos. La
obediencia es la obra y el fruto de la fe. Por lo tanto, le invitamos a aceptar la
invitación de Jesús a creer en Él.

Y así concluimos nuestro estudio de esta gran epístola del apóstol Pablo a los
Romanos. En nuestro próximo programa, Dios mediante, volveremos al Antiguo
Testamento, para comenzar nuestro estudio del Primer libro de Crónicas.
Estimado oyente, le invitamos a acompañarnos en esta nueva etapa.
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