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Las enzimas endógenas en la leche han sido objeto de investigación desde 1881 cuando el
primer informe sobre enzima endógena (lactoperoxidasa (LPO)) apareció (P.F .Fox & A.L.
kelly, 2006).
Hoy en día se han encontrado nuevos usos para las proteasas en la industria lechera, como
la aceleración de la maduración de quesos, la modificación de propiedades funcionales de
las proteínas y la preparación de productos dietéticos. Las proteasas endógenas como la
plasmina, trombina o catepsina D pueden reducir la estabilidad del sistema proteico de la
leche provocando precipitación, cambios en la viscosidad y defectos texturales; pero al
mismo tiempo, la hidrólisis de las proteínas las hace más fácilmente digeribles y asimilables.
Además, debido a que forman péptidos con alto contenido de prolina producen sabores
amargos, los cuales son de gran ayuda en la maduración de algunos quesos, ya que los
péptidos que resultan de la hidrólisis de las caseínas corresponden a algunas de las notas
de sabor más importantes en este tipo de quesos, además de que ayudan en el desarrollo
de la textura de los mismos . De igual forma la actividad de las lipasas producen sabores a
rancio indispensables en algunos quesos madurados (Valderrama, 2014).
Otras enzimas también representan ventajas tecnológicas, como la sulfidrioxidasa que oxida
los grupos —SH que se generan por la desnaturalización de las proteínas del suero
ayudando a eliminar los sabores a cocido producidos por el tratamiento térmico de la leche,
o la superóxido dismutasa, que actúa como antioxidante, apagador de radicales libres, y por
lo tanto evita el desarrollo de la rancidez oxidativa en la leche, que es un problema muy
común en leches homogeneizadas (Valderrama, 2014).