Professional Documents
Culture Documents
Eudeba
Universidad de Buenos Aires
Imagen de tapa: Fragmento de Que lindo era mi barrio, óleo sobre tela (200 x 300 cms.)
de Antonio Seguí, 1986.
© 2002
Editorial Universitaria de Buenos Aires
Sociedad de Economía Mixta
Av. Rivadavia 1571/73 (1033)
Tel.: 4383-8025 / Fax: 4383-2202
www.eudeba.com.ar
Impreso en Argentina.
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
PRÓLOGO ............................................................................................................ 7
Nora B. Leibovich de Figueroa
PRIMERA PARTE
ALGUNOS CONCEPTOS BÁSICOS
SEGUNDA PARTE
LA ECOEVALUACIÓN APLICADA
PRIMERA PARTE
ALGUNOS CONCEPTOS BÁSICOS
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
Existe una serie de dimensiones temporales del estrés, tales como la duración
y la rapidez con que el estresor afecta al sujeto y su eslabonamiento o disemina-
ción. La literatura en relación a la investigación en animales indica que los efec-
tos fisiológicos pueden ser muy diferentes dependiendo de si el estrés ha sido de
corta duración, crónico o intermitente (Dienstbier, 1989).
La intermitencia permite la recuperación y el restablecimiento. La croni-
cidad día tras día lleva a altos niveles de estrés en razón de tener que estar
siempre alerta, conduciendo al organismo a un estado de extenuación tal como
lo propuso Selye.
La rapidez con que el estresor afecta al sujeto es otro parámetro interesante.
Por un lado, sabemos que la fase de anticipación de un problema es muy estre-
sante (por ejemplo, estar esperando ser despedido del trabajo). Ser capaz de
anticipar un problema no significa que estamos preparados emocional y prácti-
camente para que ello suceda.
Los patrones temporales pueden tener profundas implicaciones tanto para la
conducta de afrontamiento como para el efecto del estresor.
El estresor puede tener un efecto limitado y fácilmente delineado o puede
iniciar una cadena de reacciones a través de diferentes dominios. Estas reaccio-
nes en cadena se denominan “eslabonamiento” (Pearlin, 1989). Por ejemplo, la
pérdida de trabajo puede traer aparejados problemas económicos, que en un
determinado momento pueden llevar al divorcio, que puede repercutir sobre
los hijos, etc.
Finalmente, el estrés puede ser caracterizado como una experiencia
proveniente de las transacciones entre la persona y el medio ambiente (es-
pecialmente en aquellas transacciones en las cuales hay un desajuste entre
los recursos individuales y las demandas medioambientales percibidas como
desafío o amenaza).
Nos encontramos en este punto con acuerdos y discrepancias entre los
diferentes autores que han estudiado este tema. Aun cuando la mayoría de los
investigadores conciban al estrés como un estado del organismo, no acuerdan
acerca de si existen reacciones específicas o generales al estrés. Por otra parte,
existen grandes desacuerdos acerca de la naturaleza del ordenamiento causal
entre las categorías. Esto se refiere al interrogante acerca de cuál acontece
primero: las reacciones cognitivas, las emocionales o las fisiológicas. Otro
aspecto del desacuerdo está referido a la dirección causal entre la persona y el
medio ambiente. La pregunta que surge es si el medio ambiente es causa de
reacciones emocionales y fisiológicas o es el estado interno del individuo el
que modifica su percepción del medio.
22
Estresores
Estresores físicos
Los estresores físicos incluyen tanto los traumas como las condiciones medio-
ambientales aversivas. Ambos tipos de estresores pueden tener efectos desafiantes
o amenazantes. Para Aldwin (1994) existen tres tipos de traumas: por desastres
naturales y tecnológicos; por la guerra y sus problemas derivados (p. ej., el ham-
bre); y el trauma individual. Este último acontece a una o pocas personas, e
incluye accidentes mayores, crímenes que implican un daño o amenaza para la
vida, etc.
Las condiciones medioambientales aversivas tienen diversos efectos. Los
dolores de cabeza pueden provenir de las malas condiciones de iluminación, así
como las posibilidades de contraer infecciones pueden provenir de las malas
condiciones de ventilación, etc.
Evans y Jacobs (1982) sugirieron que los estresores físicos –como, por ejem-
plo, la calidad del “aire”–, interactúan con sucesos vitales observándose un au-
mento de la sintomatología. Estos autores mostraron cómo los residentes en Los
Angeles que viven en zonas muy contaminadas tienen más síntomas cuando ex-
perimentan sucesos de vida.
Estresores socioculturales
23
contextos deben ser evaluados. Este autor argumenta que el estrés debe
interpretarse como una función entre los recursos sociales y el rol que el indivi-
duo desempeña en la sociedad.
Asimismo, la estructura de los roles sociales y sus demandas puede ser fuente
de estrés. Por ejemplo, un estresor puede estar generado por las exigencias del rol
femenino socialmente aceptado y por la necesidad de tener que estar todo el día
fuera de la casa trabajando.
Hay también tensiones originadas en “ambientes tensos” –como vivir en
un barrio pobre especialmente violento–, y tensiones que se originan en roles
informales o electivos (discusiones con amigos o miembros de organizaciones
sociales).
Múltiples estudios epidemiológicos han demostrado que la salud está relacio-
nada con factores psicosociales presentes en el trabajo y que la función de esos
factores, tanto con respecto al estado de salud como a las causas de la enfermedad,
es de alcance relativamente general (Kalimo et al., 1998). Estos autores sostienen
que los factores psicosociales pueden contribuir a causar o agravar una enfermedad
e influir en los resultados de las medidas de curación y rehabilitación. La relación
entre los factores psicosociales presentes en el trabajo y la salud se complica por el
gran número de variables de carácter individual y subjetivo. Pero el peso de estas
últimas puede variar, ya que cuando la influencia de un factor psicosocial es
intensa, es menor la importancia de la vulnerabilidad individual.
Algunos, desde una perspectiva transaccionista, sugieren que el medio am-
biente desempeña un papel mucho más importante que el asignado por otros
enfoques y ponen en relevancia el rol que el entorno físico y social juega en la
configuración de las estrategias de afrontamiento (Mechanic, 1978; Thois, 1986).
Asimismo, DeLongis et al. (1989) plantean, desde un modelo transaccionista,
que se debe poner más acento en los efectos del afrontamiento sobre el medio
ambiente, que en los efectos del afrontamiento sobre los problemas inmediatos o
sobre otras personas.
Si, como Mechanic (1978) sugiere, las estrategias son primordialmente una
función de los patrones culturales e institucionales, la manera en que un indivi-
duo afronta tiene efectos no solamente sobre el problema inmediato sino también
sobre el repertorio cultural de las estrategias de afrontamiento.
Los investigadores del campo sociológico no acuerdan con la primacía de la
evaluación expresada por los psicólogos transaccionistas, señalando que existen
circunstancias externas (tales como la tasa de desempleo) que no dependen de la
percepción del sujeto. Estos investigadores insisten en que, centrándose en la
evaluación cognitiva, se le otorga demasiado peso a los procesos cognitivos, lo
cual implica que el estrés depende exclusivamente de la percepción subjetiva sin
tener en cuenta factores objetivos (Hobfall, 1989).
Sin embargo, es un error suponer que la evaluación cognitiva niega la in-
fluencia medioambiental. Por el contrario, considera que la noción de estrés es un
24
producto tanto del entorno como del individuo. Obviamente, en algunos casos
las características medioambientales son muy importantes y predominan –como
las guerras, los desastres naturales, etc.–. Pero, en general, los contextos cotidianos
son ambiguos para el sujeto, lo cual permite una interpretación individual. Sin
comprender cómo esta interpretación se lleva a cabo es imposible entender la
respuesta individual al estrés.
25
Los traumas tienden a ser de corta duración y se caracterizan por una severa
amenaza a la vida. Inversamente, las condiciones que no significan una amenaza
inmediata para la vida pero que tienen una duración muy prolongada son consi-
deradas como “tensión crónica”.
Algunas circunstancias de la vida –tales como vivir bajo amenaza de gue-
rra o en un barrio violento– son una combinación de estrés crónico con perío-
dos traumáticos. Los sucesos de vida varían en su duración pero difieren en la
“tensión crónica” porque tienen un final claro. Los constantes problemas maritales
son ejemplos de “tensión crónica”, en cambio el divorcio es un suceso de vida.
Es de hacer notar que la tensión crónica del rol puede llevar a un suceso de vida
estresante, y viceversa.
Un malestar es un hecho de corta duración que es generalmente menor; sin
embargo, una molestia puede estar escondida en el contexto de un suceso de vida
o tensión y hace aumentar su severidad. Esperar en un restaurante a la esposa que
llega tarde puede ser una molestia; pero, sin embargo, si la esposa llega crónicamente
tarde la molestia es experimentada como muy estresante y puede precipitar un
suceso de vida (por ejemplo, una separación).
Por la trascendencia que han tenido en el desarrollo de medidas para evaluar
el estrés, estudiaremos con mayor detalle:
Sucesos de vida
26
27
El estrés diario o cotidiano tiene un mayor efecto sobre la salud que los
sucesos de vida.
Las molestias cotidianas se evalúan mejor usando el método de escribir un
“diario personal” cotidiano que preguntando al individuo los sucesos que le han
pasado meses atrás. A los sujetos se les pide recordar el número y la severidad de
las molestias que le han ocurrido ese día. Típicamente el período estudiado es
una semana. Esta técnica ha sido desarrollada precisamente para salvar las dificul-
tades de memoria que han sido detectadas en los inventarios de sucesos de vida.
Dado que un suceso puede tener aspectos negativos y positivos, se le pide al
sujeto que exprese el agrado o la molestia causada por dicho suceso.
28
Entrevistas clínicas
Estresores de laboratorio
29
Cuestionarios de autorreporte
Conclusiones
30
necesario abordar la problemática del estrés estudiando la relación entre los estresores
y las evaluaciones cognitivas que los individuos realizan de los mismos, así como la
influencia de ciertos factores que puedan estar incidiendo en dicha relación.
En esta aproximación hemos incorporado estresores diferentes que predomi-
nan en cada contexto (laboral, familiar, escolar) con el objeto de observar sus
características e interacciones. En el capítulo VIII, incorporamos la evaluación
del riesgo por parte de los adolescentes.
No debemos olvidar que la activación prolongada del organismo, los
estresores crónicos o muy frecuentes, la pobre habilidad de afrontamiento, pue-
den alterar negativamente el curso de las enfermedades así como constituirse en
factores de riesgo para la aparición de ciertos trastornos.
La investigación de la relación entre los eventos estresantes, el sistema cog-
nitivo, el sistema neuroinmunoendocrino y las enfermedades brinda la posibili-
dad de desentrañar alguno de los más grandes enigmas de la Medicina, de la
Neuropsicología y de la Psicología de la Salud. Somos optimistas respecto de los
importantes avances que están aún por realizarse.
Referencias bibliográficas
31
32
33
34
35
¿Qué es la personalidad?
36
37
Afrontamiento y personalidad
38
39
40
Estrés y NEO-PI-R
41
Todo lleva a pensar que los sujetos con altos puntajes en Neuroticismo (N)
son los que se estresan más fácilmente, enferman y tienen las características clási-
cas del estrés. El individuo que se desespera frente a un semáforo en rojo o un
embotellamiento de tránsito –siguiendo, por ejemplo, una conducta clásica de
nuestro país, como tocar bocina de forma descontrolada–, seguramente puntuará
alto en N. Estas conductas y otras trasladadas al ámbito de trabajo determinan
formas diferentes de estrés, pero serán siempre negativas.
Es evidente que es la interacción de los factores psicológicos individua-
les lo que determina que esta condición se transforme en enfermedad. El mis-
mo factor que determina la respuesta alterada en unos permite una respuesta
original en otros.
Conclusiones
En suma, cada persona tiene varias estrategias para enfrentar a los estresores.
Las diferencias en las estrategias de afrontamiento estarán moduladas por la perso-
nalidad individual, y ésta será la que hará que los estresores afecten (o no) la salud
o el bienestar.
Finalmente, como toda persona es un organismo activo y dinámico, éstas son
algunas modalidades que permiten explicar por qué se reacciona en una variedad de
formas tan amplias al intentar adaptarse o ajustarse a la confrontación con los estresores.
Así es que una forma de adaptación que puede parecer desadaptativa desde afuera, en
el contexto de la persona y sus características de personalidad se transforman en la
única salida que ese individuo “tiene” como “estrategia de afrontamiento”.
Aquí puntualmente es donde adquiere una tremenda importancia la perso-
nalidad del individuo. Porque muchas de las estrategias de afrontamiento, que a
veces peyorativamente catalogamos como desadaptativas, son las únicas que su
personalidad le permite a esa persona. La introducción del concepto de persona-
lidad en el análisis del estrés debiera permitirnos en el futuro entender de una
manera más amplia los “problemas de salud” que reporta el estrés.
42
Referencias bibliográficas
Butcher, J. N.; Dahlstrom, W. G.; Graham, J. R.; Tellegen, A. & Kaemmer, B.,
Coordinator for the Press (1989): MMPI-2: Minnesota Multiphasic Personality
Inventory-2, Minneapolis, University of Minnesota Press.
Costa, P. T. & McCrae, R. R. (1985): The NEO Personality Inventory Manual,
Odessa, FL, Psychological Assessment Resources.
Costa, P. T. & McCrae, R. R. (1987): “Clinical assessment can benefit from recent
advances in personality psychology”, en American Psychologist, September
1986, Vol. 41, Nº 9, pp. 1001-1003, Washington, APA.
— (1992): Revised NEO Personality Inventory (NEO-PI-R) and NEO Five-Factor
Inventory (NEO-FFI): Professional manual, Odessa, FL, Psychological
Assessment Resources.
Digman, J. M. (1990): “Personality structure: Emergence of the five-factor model”,
en Annual Review of Psychology, 41, pp. 417-440.
Endler, N. & Parker, J. (1990): “Multidimensional assessment of coping: A critical
review”, en Journal of Personality and Social Psychology, 58, pp. 844-854.
Finn, S. E. (1986): “Stability of personality self-ratings over 30 years: Evidence for
an age/cohort interaction”, en Journal of Personality and Social Psychology, 50,
pp. 813-818.
Hoekstra, H. (1993): “Work and personality”. Paper presented at the 6th Meeting of
the International Society for the Study of Individual Differences, Baltimore,
Maryland.
Hogan, R. & Hogan, J. (1992): Hogan Personality Inventory Manual, Tulsa,
Oklahoma, Hogan Assessment Systems.
Lazarus, R. & Folkman, S. (1984): Stress, appraisal and coping, New York, Springer
Publishing Co. Edición castellana (1986). Estrés y procesos cognitivos, Barce-
lona, Martínez Roca.
McDaniel, R. N. (1992): The relationship between personality and perceived success of
organizational change, Unpublished doctoral dissertation, The Fielding Institute.
Piedmont, R. L. & Weinstein, H. P. (1994): “Predicting supervisor ratings of job
performance using the NEO Personality Inventory”, en Journal of Psychology,
128, pp. 255-165.
Salgado, J. F. & Rumbo, A. (1994): Personality and job performance in financial
services managers, Unpublished manuscript, University of Santiago de
Compostela.
43
44
CAPÍTULO II
AFRONTAMIENTO
Nora B. Leibovich de Figueroa,
Vanina I. Schmidt y Claudia T. Marro
45
salud o bienestar de los sujetos?; ¿se pueden categorizar las estrategias en benefi-
ciosas y perjudiciales?; ¿las estrategias son adaptativas? Y si lo fueran, ¿a qué?: ¿a la
salud, al bienestar o al rango posible de conductas en ese momento y en ese
contexto? ¿Tiene sentido una taxonomía de situaciones para observar las estrate-
gias?; ¿se puede pensar en una taxonomía de estrategias dentro de la teoría
transaccional?; ¿constituyen un rasgo o un estado?; ¿el afrontamiento es totalmen-
te situacional o puede existir cierta estabilidad?
Nada más ilustrativo en este punto que resumir las ideas del propio Lazarus
(1984) con respecto a este tema:
46
47
Desde los comienzos del estudio del estrés con el modelo transaccional pro-
puesto por Lazarus y Folkman (1984), ha habido un interés particular por evaluar el
afrontamiento frente a la enfermedad. En algunos estudios se ha observado que la
severidad y naturaleza de la enfermedad no parecen tener una relación consistente
con las estrategias de afrontamiento utilizadas por el paciente (Olivares Crespo y
Cruzado Rodríguez, 1998; citado en Leibovich et al., 1999). Contrariamente, en
otros trabajos que revisaremos a continuación, se ha encontrado una clara relación
entre los modos de afrontamiento y el inicio o curso de algunos trastornos.
Temoshok y Fox (1984; citado en Cano-Vindel et al., 1997) concluyeron
que los distintos modos de afrontamiento de mujeres con cáncer afectan el desa-
rrollo de la enfermedad de manera indirecta, por ejemplo, haciendo que los
sujetos tarden más tiempo en buscar ayuda médica o no se impliquen como debie-
ran en los tratamientos ni en la medicación.
Por su parte, Alonzo y Reynolds (1998) observaron cómo algunas estrategias
llevan a la demora en la búsqueda de ayuda médica, estando esto último asociado
a un alto riesgo de muerte para la persona que ha tenido un primer infarto.
En otro estudio (Cano-Vindel, 1999), se encontró que los cuatro tipos básicos
de afrontamiento activo (Afrontamiento Cognitivo centrado en la Situación, Afron-
tamiento Conductual-motor centrado en la Situación, Afrontamiento Cognitivo
centrado en la Emoción, Afrontamiento Conductual-motor centrado en la Emo-
ción) evaluados por el Inventario de Valoración y Afrontamiento (IVA) (Cano-
Vindel y Miguel-Tobal, 1992) se correlacionan negativamente con ansiedad. Ade-
más, estos tipos de afrontamiento presentan altas correlaciones con el control perci-
bido. Por lo tanto, se concluye que los individuos con mayor capacidad de afronta-
miento presentan menores niveles de ansiedad y mayor controlabilidad percibida.
Wissing y Vorster (2000) realizaron un estudio longitudinal con el objetivo de
explorar si la sintomatología relacionada al estrés, facetas de vulnerabilidad en la
personalidad, afecto negativo y estrategias de afrontamiento generales medidos antes
del diagnóstico de HIV, pueden diferenciar grupos con HIV y sin HIV. Los resultados
indican que los grupos no diferían en variables psicosociales tales como afecto nega-
tivo, depresión o soporte social, como era esperable basándose en las investigaciones
previas. En cambio, encontraron que los pacientes infectados manifestaron un núme-
ro de estrategias disponibles más bajo que los individuos no infectados.
Varios modelos etiológicos de abuso de sustancias proponen que este trastor-
no se debe, en parte, a déficit en habilidades de afrontamiento (Moos et al., 1990;
Wills et al., 1996; citado en Ouimette et al., 1999). Se sostiene que el uso de
formas activas de afrontamiento, tales como resolución de problemas o
reevaluación de situaciones difíciles, disminuyen el riesgo para el uso de sustan-
cias; mientras que el afrontamiento evitativo, tal como la evitación cognitiva,
aumenta el riesgo para el uso.
48
49
Estilo autorreferente
Los sujetos que utilizan este estilo no afrontan las demandas de la situación
sino que se centran en las reacciones (no en la tarea). Se caracterizan por una
“rumiación” excesiva de pensamientos relacionados con el problema y las posi-
bles consecuencias negativas de una conducta inadecuada. Tienen constantes
pensamientos y sentimientos referidos a la propia inutilidad (autocríticas,
autorreproches, etc.) sin buscar posibles conductas eficaces. Además, suelen tener
una marcada activación fisiológica.
Estilo autoeficaz
Son sujetos que se centran en la tarea. Poseen un alto concepto de la propia
eficacia pues han aprendido a desarrollar habilidades de manera competente.
Centran sus esfuerzos en buscar las demandas o exigencias de la situación (en
general buscan más información) y prestan atención a posibles obstáculos. Estos
sujetos se caracterizan por el empleo frecuente de estrategias instrumentales.
Estilo negativista
Los sujetos realizan con frecuencia un afrontamiento pasivo. Pueden negar
la existencia del problema o minimizarlo. No se preocupan por las demandas del
medio ni por sus reacciones. No se empeñan en conseguir ninguna solución a la
situación-problema.
50
51
MÉTODO
ACTIVO PASIVO
Cognitivo Cognitivo
PROBLEMA
Conductual Conductual
LOCALIZACIÓN
Cognitivo Cognitivo
EMOCIÓN
Conductual Conductual
52
WOC COPE
53
Consta de 42 items, cada uno con una escala Likert de cinco opciones
(casi nunca, pocas veces, a veces sí y a veces no, muchas veces, casi siempre),
divididos en nueve partes. Parte I: compuesta de 6 items. Evalúa la valoración
de la situación como amenazante (VSA). Parte II: compuesta de 6 items que
evalúan la valoración de la situación como un desafío (VSD). Parte III: consta
de 3 items que evalúan la percepción de la situación como irrelevante (VSI).
Parte IV: compuesta de 6 items que evalúan la frecuencia con que el sujeto
utiliza estrategias de afrontamiento cognitivas centradas en la situación (ACS).
Parte V: compuesta de 6 items que evalúan la frecuencia con que el sujeto
utiliza estrategias cognitivas centradas en la emoción (ACE). Parte VI: consta
de 6 items que evalúan la frecuencia con que se utiliza el afrontamiento
conductual-motor centrado en la situación (ACMS). Parte VII: compuesta de
6 items que evalúan la frecuencia con que se utilizan estrategias conductual-
motoras centradas en la emoción (ACME). Parte VIII: consta de 2 items que
evalúan afrontamiento pasivo (AP). Y la parte IX, consta de un ítem que
evalúa afrontamiento evitativo (AE).
Los items son del tipo: “pienso que esta situación tiene muchas consecuen-
cias negativas para mí” (VSA), “es una situación en la que puedo hacer muchas
cosas” (VSD), “trato de ver algún aspecto positivo de la situación” (ACS), “hago
cosas para disminuir mi nivel de tensión” (ACME), etc.
El término “valoración” se refiere al concepto de evaluación primaria de
Lazarus y Folkman (1984), tal como fue descripto en el capítulo I. Cuando el
individuo considera que un acontecimiento no conlleva consecuencias para él,
lo ha evaluado como “irrelevante”. Entre las evaluaciones “estresantes”, se inclu-
yen aquellas que implican amenaza o desafío. El sujeto evaluará un suceso como
“amenazante” cuando aún no han ocurrido daños o pérdidas pero se prevé que
ocurrirán, y como “desafío” cuando hay una valoración de las fuerzas necesarias
para confrontar el evento.
Las estrategias de afrontamiento consideradas en el IVA son: “centradas en la
emoción” (regulan la respuesta emocional) y “centradas en el problema” (mani-
pulan o alteran el problema). A su vez, el afrontamiento cognitivo implica una
serie de pensamientos dirigidos a la situación problemática (ejemplo: “trato de
restar importancia a la situación”) o a la emoción que dicha situación genera
(ejemplo: “intento eliminar mis pensamientos negativos”). El afrontamiento
conductual implica una serie de acciones dirigidas a cambiar la situación proble-
mática (ejemplo: “hago cosas que atraen la atención de los demás hacia el proble-
ma, buscando soluciones”) o a reducir la emoción (ejemplo: “hago algo para
reducir mi nivel de tensión”).
54
I. VALORACIÓN DE LA SITUACIÓN
amenaza
desafío
irrelevante
II. ESTRATEGIAS
Afrontamiento pasivo
Afrontamiento evitativo
55
56
57
Referencias bibliográficas
58
59
61
62
CAPÍTULO III
ECOEVALUACIÓN PSICOLÓGICA DE ESTRESORES PSICOSOCIALES
EN LOS CONTEXTOS DE TRABAJO Y DESEMPLEO*
Introducción
63
C= f P.S
donde el comportamiento (C) de una persona dada (P) en una situación ambien-
tal particular (S) es una función conjunta de ambos elementos (P.S).
Aunque, desde el punto de vista de la evaluación, ha tenido más influencia
la teoría de la conducta de Murray (1938), quien incluye en sus formulaciones
tanto las necesidades individuales como las presiones ambientales. Para este autor
la conducta está codeterminada por esas presiones del ambiente cuya naturaleza e
intensidad (cualidad y cantidad) es preciso y urgente evaluar.
Para Sundberg (1977), una presión es “todo aquello externo a la persona y
que puede hacer algo a esa persona”.
Murray distingue entre “presiones alfa”, o fuerzas ambientales objetivamen-
te existentes en el ambiente, y “presiones beta”, o interpretaciones personales del
sujeto acerca de los fenómenos que él percibe. Con esta distinción comienza ya a
entenderse la diferencia entre las evaluaciones de lo percibido y los registros
objetivos, lo cual tendrá una fuerte influencia en el campo de la evaluación.
64
65
66
67
68
69
70
71
El estrés ocupacional
72
73
Características
personales
Soporte
social
74
75
76
Percepción de
recursos.
77
niveles del estresor puede hacer que se los confunda estadísticamente, pero nunca
como constructos. De allí que deben analizarse estas relaciones usando un método
que permita el examen de todas las variables en forma conjunta más que en
competencia.
Las fuentes externas del estrés pueden ser tanto físicas como socioculturales.
Interesa fundamentalmente la valoración que realiza el individuo del evento y
sus consecuencias tanto psicológicas como físicas.
El enfoque que aquí utilizamos en relación al estrés y su afrontamiento reco-
noce la contribución de la persona y del medio ambiente, buscando entender el
particular medio ambiente y las habilidades y recursos que son necesarios para
una adaptación óptima. Enfatiza que la persona y el medio ambiente se afectan
mutuamente en la percepción del estrés y su afrontamiento.
78
79
Las pruebas seleccionadas para medir cada una de las variable fueron:
80
Referencias bibliográficas
81
82
83
84
CAPÍTULO IV
EVALUACIÓN DEL MALESTAR PERCIBIDO EN AMBIENTES LABORALES
Nora B. Leibovich de Figueroa, Marta L. Schufer, Claudia T. Marro,
Elizabeth Aranda Coria, Silvina Domínguez Halpern, Vanina I. Schmidt,
Gabriela Cassullo, Roberto Muiños, María Alejandra González, Araceli Marconi
85
86
87
IMPAL IMPAL-D
Medio Ambiente Físico en el Trabajo
Aspectos institucionales
Cambios tecnológicos
(sin cambios)
Aspectos personales
88
89
Tensión
física .178 .219* .054 .205* .099 ,394**
90
Estos valores van en el sentido de que a mayores recursos percibidos menor malestar.
En nuestro caso, las restantes áreas de origen (Factores propios de la tarea, Organiza-
ción del tiempo de trabajo, Aspectos institucionales, Cambios tecnológicos, As-
pectos personales) no muestran índices de correlación con la percepción de recur-
sos, sirviendo esto como una correlación divergente entre malestar y recursos.
Soporte
.212* .048 .005 .014 .099 .094
social
Afrontamiento
Racional- .275** .105 -.029 .111 .095 .147
Cognitivo
Escala Alpha
Medio ambiente físico de trabajo .78
Factores propios de la tarea y Cambios tecnológicos .82
Organización del tiempo de trabajo .67
Aspectos institucionales .89
Aspectos personales .89
IMPAL-D .95
91
Algunos comentarios
Inseguridad/necesidad de soporte
Pérdida de la satisfacción proveniente de la enseñanza
Disrupción en el proceso de enseñanza
Frustración en el trabajo con los familiares
92
93
Los aspectos evaluados por el ITS (Abidin y Green, 1997), relación docen-
te-alumno y el sistema social implicado, están incorporados en nuestro instru-
mento en las áreas Factores propios de la tarea y Aspectos institucionales.
El instrumento presentado por Calvete Zumalde y Villa Sánchez (1997),
basado fundamentalmente en dimensiones del autoconcepto laboral y de la
imagen como docentes, plantea una dimensión personal complementaria a la
detección de malestar y sus áreas de origen que podrían influir en el
autoconcepto laboral.
Conclusiones
94
Referencias bibliográficas
95
96
CAPÍTULO V
EL MALESTAR DOCENTE
Nora B. Leibovich de Figueroa, Marta L. Schufer, Claudia T. Marro,
Elizabeth Aranda Coria, Silvina Domínguez Halpern, Vanina I. Schmidt,
Gabriela Cassullo, Roberto Muiños, María Alejandra González, Araceli Marconi
El “malestar docente”
El estudio del estrés de los docentes es un área de gran desarrollo en los últimos
años, desde la década del 60 en Europa, dada la existencia de un nuevo mapa
sociolaboral caracterizado por: crecimiento sin empleo, segmentación creciente
del mercado de trabajo, polarización de las tareas y precarización del empleo, que
constituyen algunas de las circunstancias laborales que afectan la labor docente.
En los últimos años han aumentado las responsabilidades y exigencias que se
proyectan sobre los enseñantes. La transformación del contexto social ha traído
aparejada una transformación del rol del docente que supone una importante
fuente de malestar.
En lugar de producirse una adaptación a la situación de parte de los docen-
tes, esta ampliación del rol produjo un aumento de confusión en la capacitación
que éste necesitaba y cómo debía aplicarla, fundamentalmente debido a la com-
plejidad y amplitud de esta función.
Dicha modificación del rol se relaciona con una imagen previa de autoridad
intelectual y moral: los docentes eran portadores de un modelo de vida, no sólo
transmitían conocimientos sino también actitudes humanas fundamentales. Hoy
se ha acentuado excesivamente el aspecto informativo y técnico de la educación,
en detrimento del valor formativo.
“El funcionamiento del sistema educativo es permanentemente renegatorio
de aquello a lo cual convoca. Por ejemplo, educación obligatoria con escuelas
estalladas en su precariedad e inaccesibilidad para una población sumergida en la
97
98
Por otro lado, los estereotipos contradictorios que dominan la imagen públi-
ca del profesor ejercen una gran influencia, que se concretan en tres puntos, según
el mismo autor:
99
100
La naturaleza de las demandas del puesto de trabajo, así como los criterios de
lo que constituye su cumplimiento satisfactorio pueden provenir de los demás o de
uno mismo. Las amenazas al bienestar del docente se expresan en un amplio rango,
desde la pérdida de la estima –por parte de uno mismo o de los demás– hasta el
miedo a ser despedido (o no renovado) por incompetente (Kyriacou, 1978).
En cuanto a las fuentes del fenómeno del estrés en este ámbito laboral,
Kyriacou (1989) señala, como principales, las siguientes:
- Baja motivación de los alumnos: el esfuerzo continuo por parte del profe-
sor al enfrentarse con la falta de motivación e interés de los alumnos por el
contenido y trabajo académico resulta agotador física y emocionalmente.
- Falta de disciplina en los alumnos: para muchos docentes la conducta
perturbadora de sus alumnos resulta el principal conflicto.
- Malas condiciones de trabajo: se refiere a cuestiones relativas al desarro-
llo profesional, como falta de perspectivas de promoción o cambio, bajos
salarios, problemas estructurales y organizativos, como clases saturadas o
falta de participación en las decisiones institucionales.
- Presiones temporales: en relación a la cantidad de trabajo que es necesario
cumplir en el tiempo disponible.
- Baja autoestima y status social: en diferentes lugares del planeta, los profe-
sores perciben que su trabajo carece de valoración social.
- Conflictos entre profesores: no sólo constituyen una fuente de estrés sino
que producen una privación del apoyo social.
- Cambios rápidos en las demandas del currículum y las organizativas:
Kyriacou (1987) halló que las actitudes negativas de los alumnos hacia el
aprendizaje así como la sobrecarga de trabajo son las principales fuentes
de estrés. En la investigación realizada por Borg, Riding y Falzon (1991),
101
102
Las doce expresiones más frecuentes en las que se manifiesta el estrés en los
docentes son:
- el ambiente adverso,
- el significado de los estresores y
- la experiencia del estrés.
103
104
“La falta de respeto y la injusticia cometida por abuso de poder por parte de las
autoridades escolares.”
“Los alumnos no muestran el más mínimo interés, son totalmente apáticos y
no asumen mayor responsabilidades (en cuanto a lo académico).”
“El doble discurso de los directivos.”
“En una oportunidad, una madre descalificó mi tarea docente porque la hija
estaba desaprobada. A partir de esa situación, los directivos ejercieron presión
para su aprobación.”
“Cuando un alumno me insultó y se descontroló tuve que sacar a los chicos de
la clase para dejarlo a él solo y esperar que se tranquilizara y sacarle una tijera
de la mano, ya que se la pasaba entre los labios.”
“Al enseñar el significado de los artículos de la Constitución Nacional, mis
alumnos se dieron cuenta de que ningún gobernante los respeta. Un alumno
expresó que cuando saliera del secundario sería ladrón.”
“Dificultad desde la dirección de la escuela para implementar nuevas didácticas,
principalmente en 1er. grado, argumentando que como se enseñaba ‘antes’ es
mejor (ej.: letra por letra no permitiendo la psicogénesis en matemática).”
“En la relación con los niños surgen infinitos conflictos (sobre todo de tipo
familiar) que aparecen en el aula y trastocan o dificultan el rendimiento
escolar. A veces, detrás de ellos ‘no hay mamá’ y/o papá con quienes contar.”
105
Sexo
Femenino: 73.2% Masculino: 26.8%
Edad
– 25 años: 5.8% 26 y 35: 32.3% 36 y 45: 32.3% 46 y 55: 18.7% 55 años: 11.0%
Lugar de nacimiento
Ciudad de Bs. As. 79.0% Gran Buenos Aires 10.2 % Interior del país 9.6 % Exterior 1.3%
Estado civil
Soltero: 22.2% Casado: 67.1% Separado: 8.9 % Viudo: 1.9%
¿Tiene hijos?
No: 35.0% Sí: 65-.0.1%
¿Dónde obtuvo su título?
Institución nacional: 52.4% Institución provincial: 3.4% Institución privada: 42.9 %
¿Ha realizado otros estudios?
Sí: 79.1%
No: 20.9% Terciarios o universitarios completos: 42.4%
Terciarios o universitarios incompletos: 36.7%
¿Realiza cursos de perfeccionamiento docente?
Nunca: 8.3% A menudo: 56.4% Casi siempre: 18.6% Siempre: 16.6%
¿Cuántos años hace que trabaja como docente?
– de 5 años: 10.3% 6 a 10 años: 29.7% 11 a 20 años: 31.6% 21 años y +: 28.4%
¿Se desempeña en más de una escuela?
Sí : 36.8%
No: 63.2% en dos: 20.0%
en tres o más: 16.8%
¿Cuántos años hace que ocupa su cargo actual?
– de 5 años: 37.4% 6 a 10 años: 27.1% 11 a 20 años: 18.0% 21 años y +: 17.4%
106
Muchos de los items señalados por más del 40% de los encuestados como
productores de “excesivo malestar” apuntan a un aspecto de la tarea docente que
es bien conocido: el económico; inclusive la desvalorización de la tarea docente
que, ellos reconocen, tiene su correlato económico (tabla 3). En cambio, los
Factores propios de la tarea no son, en términos generales, productores de excesi-
vo malestar (tabla 4). Estos datos concuerdan con la disconformidad respecto de
los ingresos percibidos y la satisfacción respecto del trabajo realizado, que se pudo
observar en la caracterización de la muestra.
107
108
109
Los separados/viudos tienen, en promedio, valores más altos que los demás
en las escalas Factores propios de la tarea y Aspectos institucionales; esto puede
deberse a que, al estar expuestos a sucesos estresantes en su vida personal, se hallen
más sensibles a evaluar dichos aspectos como estresantes.
La sobrecarga de trabajo por sí sola, medida por el desempeño en más de
una escuela, no aparece influyendo en la percepción del malestar; idéntica
situación se da con la antigüedad en el ejercicio de la tarea docente (esto
concuerda con la escasa importancia que atribuyeron al ítem Estar durante años
ejerciendo la tarea docente).
También la relación del grado de conformidad con los ingresos y del grado
de satisfacción con el trabajo con las escalas del IMPAL-D van en el sentido
esperado: a mayor disconformidad con los ingresos y mayor insatisfacción con el
trabajo, mayor malestar percibido en Aspectos institucionales, Aspectos persona-
les y Factores propios de la tarea.
En relación con las características de personalidad de nuestra muestra de
docentes, tal como es evaluada por el NEO-PIR (Forma S) podemos decir que
(tabla 5) los valores de todas las escalas se encuentran en el promedio salvo
Extroversión,2 cuyos valores corresponden al rango de valores altos en puntajes T.
Las características de estos individuos son sociabilidad, les agrada la gente, son
asertivos, activos y conversadores. Características que pareciera que nuestros do-
centes poseen muy frecuentemente. Debemos remarcar que para el autor del NEO-
PIR (NEO-FFI) la introspección o reflexión no se relaciona con ninguno de los
extremos de la extroversión, pero sí es una característica de estos individuos un
alto nivel de Apertura a la experiencia (O).
110
Con respecto a otras variables que se utilizaron para estudiar la muestra, obser-
vamos que tanto respecto de la tensión personal como de los recursos con que
cuentan (medidos por el Inventario de estrés ocupacional, OSI) los puntajes prome-
dio de estos docentes se encuentran dentro del rango de variación de la media,3 pero
los que expresan la tensión tienen un desplazamiento hacia los valores mayores en
tanto que los que miden los recursos muestran una tendencia a los valores más bajos.
Esto habla de una vulnerabilidad potencial en nuestros encuestados (tablas 6 y 7).
Afrontamiento
Racional/Cognitivo 34.80 34.00 6.82
3. Según baremo americano presentado por los autores (Osipow y Spokane, 1987).
111
112
El malestar en cada una de las áreas ha mostrado estar relacionado con algu-
nas otras características psicológicas (tabla 10).
113
Conclusiones
En resumen, los docentes de nuestra muestra nos revelan que los aspectos del
malestar institucional (por ej., falta de reconocimiento de las horas extras dedica-
das a tareas institucionales, falta de claridad en las normas, sentir temor a quedarse
sin trabajo) son los que originan mayor malestar.
El mayor predominio de relaciones significativas entre las diferentes áreas de
origen del malestar con la valoración de la situación como amenazante debe abrir
un signo de interrogación hacia la prevención en esta actividad laboral. En este
tipo de valoraciones, la persona está más predispuesta a respuestas emocionales y
conductuales que afectan su salud y bienestar.
Estos sujetos presenta a la escrupulosidad como característica de personali-
dad. El resto de las áreas de malestar están relacionadas con la característica de
Neuroticismo (NEO-PIR).
El malestar también genera, en ellos, fundamentalmente tensión interperso-
nal, seguida de tensión física, tal como se presenta en la bibliografía Hammen y
De Mayo (1982); Kyriacou y Pratt (1985).
Si bien los actores de nuestro trabajo han sido todos docentes en ejercicio,
consideramos que por los resultados encontrados y, sobre todo, por la ausencia de
factores moduladores del “malestar” –tales como la percepción de recursos a los
que echar mano–, ellos se hallan en riesgo personal, colocando a la tarea docente
y a la institución en la misma riesgosa situación.
114
La salud tanto física como psicológica depende en gran parte del medio y de
las condiciones de trabajo. Todas las condiciones que señala Kyriacou (1989)
como fuentes de estrés –baja motivación de los alumnos, falta de disciplina,
malas de condiciones de trabajo, presiones temporales, baja autoestima y status
social, conflicto entre profesores, cambios rápidos en las demandas del currícu-
lum y las organizativas– se cumplen en estos docentes.
Referencias bibliográficas
115
116
CAPÍTULO VI
ECOEVALUACIÓN PSICOLÓGICA DE LAS ESTRATEGIAS
DE AFRONTAMIENTO FRENTE AL ESTRESOR DESEMPLEO:
UN DESAFÍO POSIBLE
1. Becaria Estímulo Ubacyt, Facultad de Psicología. Tema: “La ecoevaluación de las estrate-
gias de afrontamiento frente al estresor desempleo. Un desafío posible”. Directora de Beca:
Dra. Nora Leibovich de Figueroa. Proyecto Ubacyt TP 031: “La ecoevaluación psicológica de
los estresores psicosociales en los contextos de trabajo y desempleo”.
117
118
productividad del trabajo haciendo posible producir más con menos gente, a la
vez que generó la necesidad de permanente capacitación y actualización por
parte de los trabajadores. Con lo cual, muchos trabajadores que ven destruir sus
antiguos puestos de trabajo, no cuentan con los requisitos demandados para in-
corporarse a otros puestos, engrosando de este modo los índices de desempleo.
Este efecto adverso del desarrollo tecnológico, desde el punto de vista social, se
ve acentuado en la Argentina por haberse producido en forma acelerada, espe-
cialmente en los últimos 10 años, dando menos posibilidades de respuestas socia-
les que balancearan dichos efectos.
Esta situación, que se viene agudizando gradualmente (en octubre de 1989 la
tasa del desempleo era del 7.1%, en agosto de 1998 fue del 13.2% y en agosto de
1999 del 14.5%) produce un impacto desigual en cada uno de los estratos sociales
en función de sus diferentes grados de vinculación con el sistema productivo, de
forma tal que se produce un debilitamiento de los lazos de integración de los secto-
res más desprotegidos. Un ejemplo de ello es la inequidad en la distribución de los
conocimientos. Frente a un mercado de trabajo cada vez más restringido y exclu-
yente, se debilita fuertemente la integración de un importante sector de la sociedad
cuya permanencia en el sistema educativo es fuertemente obstaculizada por la nece-
sidad de dar respuesta a diversas situaciones derivadas de los niveles de carencia en
que están inmersos. Generándose, de este modo, un “círculo vicioso” en el desem-
pleo, dada las escasas posibilidades de determinados sectores –analfabetos estructu-
rales– de capacitarse para reingresar al sistema productivo.
Los innumerables efectos negativos que trae aparejado el desempleo se cue-
lan por todos los medios buscando algo más que ser escuchados. La gran cantidad
de artículos que día a día se publican sobre el tema parece ser una muestra clara
del impacto social que está teniendo el desempleo.
119
120
121
Son muchas las denominaciones que circulan: “desempleados”, “sin trabajo”, “pa-
rados”, “inactivos”, términos que muchas veces dificultan un análisis no ideológi-
co del tema por las diferentes connotaciones que cada uno trae implícito.
Una de las grandes ambigüedades que se origina al hablar de los desemplea-
dos se produce por la asimilación entre los términos “trabajo” y “empleo”. El
primer término, desde una perspectiva general, se refiere a cualquier acción, en-
caminada a conseguir un propósito o resultado de dicha acción. Desde una pers-
pectiva económica, debe considerarse trabajo a cualquier actividad para cuya
realización sea posible, en principio, contratar a otra persona de una preparación
semejante, sin que los resultados de dicha actividad varíen (Hawrylyshyn, 1971);
el segundo término, “empleo”, al igual que “puesto de trabajo” se refiere al trabajo
realizado en condiciones contractuales por el que se recibe una remuneración
material. Esta definición no abarca todas las formas de trabajo que son económi-
camente relevantes, quedando fuera, por ejemplo, los trabajos por cuenta propia,
la mayor parte de los trabajos domésticos, los trabajos de la economía sumergida,
el trabajo voluntario con fines sociales, entre otras.
Para estudiar el mundo del trabajo desde una perspectiva sociopsicológica,
existen varias razones por las cuales se hace necesario marcar claramente las dife-
rencias existentes entre tres formas de trabajo:
122
123
los resultados del grupo control. Por lo tanto, se concluye que la intervención
proveyó beneficios concretos con un mes de intervención en términos de reempleo
y calidad de empleo obtenido.
En otra de las investigaciones (Hamilton et al., 1993) en que se sostiene el
mismo modelo teórico, se plantea que las estrategias de afrontamiento, en tanto
esfuerzo por manejar las demandas específicas internas o externas que son evalua-
das como amenazando o excediendo los recursos, pueden estar centradas en el
problema (búsqueda de trabajo) o en la emoción que el problema (desempleo)
desencadena. El estudio se centró en esta oportunidad en: 1) establecer cuál era la
medida de distrés psicológico (síntomas de depresión, ansiedad y somatización);
2) en la relación causal del desempleo en la depresión y de la depresión en el
desempleo; y 3) los cambios en la depresión como función de los comportamien-
tos de afrontamiento. La depresión resultó ser la más frecuente entre los desemple-
ados. Se concluyó que, cuando la situación es realmente incontrolable, el afron-
tamiento centrado en la emoción puede traer mejores consecuencias para la salud
mental. La depresión se alivió en aquellos en quienes coincidió su decisión de
afrontamiento con los resultados finalmente obtenidos, es decir que se cumplie-
ron las expectativas más allá de ser éstas favorables o no.
De acuerdo al nivel de depresión se distinguieron tres grupos. El pequeño
grupo de trabajadores que estaban desempleados y muy desanimados para buscar
trabajo tenía los niveles más altos de depresión. Un segundo grupo de menor
nivel de depresión estaba conformado por trabajadores que tienen trabajo pero
buscan otro, los que están desempleados pero no buscan y aquellos desempleados
que buscan activamente. El tercer grupo estaba conformado por aquellos que no
perdieron el trabajo, los que encontraron y no tienen intenciones de dejarlo; la
característica de este grupo es su bajo nivel de depresión.
Más allá de las características previas de la persona que decide, la decisión
de afrontamiento en sí misma, junto con la congruencia o incongruencia del
resultado en términos de empleo, afecta la depresión del trabajador.
En otra investigación (Wanberg et al., 1997), se plantea que los individuos
mentalmente sanos (más capaces de abordar los eventos estresantes de la vida)
tienen generalmente una buena evaluación de sí mismos irrealmente positiva
(alta autoestima), exagerada percepción del control y poder y un exagerado op-
timismo, en contraste con los individuos con una precaria salud mental (menos
capaces de abordar los eventos estresantes de la vida).
El centrarse en el problema como estrategia de afrontamiento puede llevar a
mayores niveles de salud mental cuando es usada por individuos que perciben que
tienen algún tipo de control sobre la situación específica que experimentan. En
contraste, el centrarse en la emoción puede ser más adaptativo para eventos
percibidos como incontrolables. Es decir que el resultado del afrontamiento depen-
derá de la percepción de posibilidades de control del evento. El control de la
situación también modera la relación entre la estrategia de distanciamiento (tratar
124
125
Distrés
Recursos Distanciamiento
financieros de la pérdida
de empleo
Reempleo
Soporte Participación
social en actividades
no laborales
126
127
investigación citada son: Estabilidad (las causas del evento son percibidas como
duraderas) - Inestabilidad (refleja el grado en el que las causas son percibidas
como variables o cambiantes de un período a otro) y Causas internas (las causas
del evento son atribuidas a la persona, por ejemplo la autoacusación por el
desempleo) - Causas externas (las causas del evento son atribuidas al contexto).
Estos atributos tienen un efecto directo tanto en las consecuencias psicológicas
(autoestima-satisfacción) como sobre las expectativas de reempleo. (expectati-
vas que a su vez repercutirán en el resultado final del modelo: Reempleo.) De
este modo pudo concluirse que el reempleo fue afectado adversamente cuando
los desempleados atribuían su desempleo a causas internas y estables, y que
estuvo afectado positivamente si lo atribuían a causas externas e inestables. De
esta manera se confirman las predicciones del modelo sobre la mediación de las
consecuencias psicológicas en la relación entre los atributos y las consecuencias
comportamentales.
Satisfacción Autoestima
Promedio de Atributos
Enfado ubicación internos
Status del
Consecuencias
empleo
Afecto en el afectivas
desempleo
Atributos
para el Encontrar otro
desempleo empleo
Expectativas de
re-empleo
Educación
Esfuerzo Estabilidad
inmediato Nivel de
educación
Expectativas de
encontrar empleo Expectativas de
esfuerzo en
la búsqueda
Expectativas
de búsqueda
de empleo
128
129
“Por lo general, en los estudios sobre los efectos sociales del desempleo en
Europa Occidental y en Estados Unidos no hay un interrogante por la defini-
ción de la desocupación. Son considerados desocupados aquellas personas
cuya condición es socialmente reconocida como tal, mediante el derecho al
seguro de desempleo o a otras políticas públicas focalizadas para la población
con graves problemas laborales. En cambio, en la Argentina, con una tradi-
ción de derechos sociales vinculados casi exclusivamente a la condición de ocu-
pado, en la que el seguro de desempleo es de escasa cobertura y significación
130
131
Nuestros desempleados
132
Resultados obtenidos
133
(desvío estándar 11.7 años); para las mujeres es de 30.9 años (desvío estándar 12.5
años) y para los hombres es de 29.0 años (desvío estándar 9,8 años) (tabla 1).
Sexo
Edad Total
Femenino Masculino
Sexo
Total
Nivel de educación Femenino Masculino
En relación al estado civil (tabla 3), el 66% es soltero; el 22.6%, casado; sólo
un 7.5%, divorciado –en su totalidad mujeres–, y un 3.8% viudo. La importancia
del esposo/a (los otros significativos) en el afrontamiento de situaciones estresantes
134
fue resaltado en todo momento por los encuestados y es por ello que este dato
sociodemográfico es de suma importancia. El hecho de que la mayoría sea soltero
puede deberse a la edad de la mayor parte de los sujetos encuestados. No se indagó
acerca del núcleo familiar con el que conviven, con lo cual no se pueden sacar
conclusiones sobre la posibilidad de contar con relaciones cotidianas de apoyo.
Sexo
Total
Estado Civil Femenino Masculino
Sexo
Total
Ocupación principal Femenino Masculino
135
“Me retiré del empleo por desgaste físico y psíquico y por el alto deterioro
interno de la empresa. Permanecí por 10 años en esa empresa y ya estaba
alcanzando los 30 años de aportes. Creí poder reintegrarme al mercado
laboral luego de un descanso.”
“Dejé de trabajar por embarazo, parto y crianza de mi hijo...”
Sexo
Total
Causa desempleo Femenino Masculino
Por decisión propia 36.6 37.1 36.8
No especificada 29.6 25.7 28.3
Sin indemnización 12.7 17.1 14.2
Reducción del personal 7.0 5.7 6.6
Retiro voluntario 7.0 5.7 6.6
Con indemnización 2.8 5.7 3.8
Embarazo 4.2 0.0 2.8
Por enfermedad 0.0 2.9 0.9
Total 100.0 100.0 100.0
136
Sexo
Total
Tiempo desempleado (meses) Femenino Masculino
137
Sexo
Total
Femenino Masculino
Y para los hombres, “Tener demasiado tiempo libre y no saber en qué usarlo”
(tabla 9).
Sexo
Total
Femenino Masculino
El ítem más elegido para las mujeres, al igual que para la muestra total, fue:
“La necesidad de buscar nuevos caminos” (tabla 10).
138
Sexo
Total
Femenino Masculino
Y para los hombres fue: “El maltrato del que soy objeto” (tabla 11).
Sexo
Total
Femenino Masculino
El ítem menos elegido por las mujeres fue: “El maltrato del que soy objeto”,
y “La reducción de los autoahorros” (tabla 12) lo fue por los hombres.
139
Sexo
Total
Femenino Masculino
140
Edad
Valoración Total
18-33 34-49 50-65
141
Edad
Estrategias Total
18-33 34-49 50-65
Sexo
Estrategias Total
Masculino Femenino
142
Sí No N. R.
25.5 64.2 10.4
Sí No N. R.
38.7 53.8 7.5
Sí No N. R.
33.0 59.4 7.5
143
Sí No N. R.
23.6 68.9 7.5
Sí No N. R.
14.2 36.8 49.1
Conclusiones
144
145
146
147
Referencias bibliográficas
148
149
150
CAPÍTULO VII
ESTRÉS EN FAMILIAS DE DROGADEPENDIENTES
Vanina I. Schmidt1
Introducción
151
Schufer y Muiños, 1998). Es así como la temática del estrés ha sido abordada
con relación a distintas situaciones y desde contextos específicos. Desde esta
perspectiva, se entiende el estrés como un único proceso, pero su forma de
manifestarse puede variar de un contexto a otro. Se estudia el tema del estrés en
el contexto ocupacional, en el ámbito docente, en el contexto familiar, en
instituciones penitenciarias, etc.
Asimismo, a decir de Lazarus y Folkman (1984), el afrontamiento no es un
rasgo sino un proceso constantemente cambiante y situacionalmente dependien-
te. Es por ello que es necesario estudiar este complejo proceso con relación a
situaciones y momentos delimitados y obtener los estresores correspondientes a
cada contexto y los recursos de afrontamiento que juegan un papel importante en
la adaptación a situaciones estresantes específicas. No estudiamos el afrontamien-
to humano en general, sino el afrontamiento de un grupo de personas, en un
momento determinado y frente a un estresor particular.
El objetivo de este capítulo es presentar una investigación que aborda la
temática del estrés en familias de drogadependientes.
Para ello, en la primera parte se desarrollan los principales aspectos teóricos y
empíricos referidos al estrés familiar que son el marco de la investigación. Dado
que el tema del estrés se estudia sobre el terreno familiar, en la segunda parte se
exponen las razones que motivan el estudio del contexto familiar. Y dado que el
estresor que debe ser afrontado por la familia es la drogadependencia de uno de sus
miembros, se clarifica a qué nos referimos cuando hablamos de drogadependencia
–y cuando utilizamos otros términos asociados a este trastorno– (tercera parte) y se
hace referencia a la gravedad del problema presentando datos epidemiológicos y
analizando el lugar que ocupa esta problemática en nuestra sociedad (cuarta
parte). Esta contextualización previa permitirá al lector una mayor comprensión
de la última parte de este capítulo, en la cual se presenta una investigación cuan-
titativa con familias de drogadependientes siguiendo los lineamientos teóricos y
metodológicos expuestos (quinta parte).
152
recursos son entendidos como la capacidad de la familia para resistir las crisis, y la
evaluación es la definición subjetiva que la familia realiza del estresor. Este signi-
ficado subjetivo refleja los valores familiares y la experiencia previa con eventos
similares. Uno de los resultados de este proceso puede ser la crisis familiar referida
a la incapacidad de la familia para restablecer la estabilidad o para realizar los
cambios que sean necesarios en la estructura e interacción familiar.
De esta manera quedó planteado un modelo para estudiar estrés en familias,
denominado Modelo de Crisis Familiar ABCX (ver figura 1).
A. Evento-estresor
B. Recursos C. Evaluación
X. Crisis
153
154
Fase de ajuste:
C. EVALUACIÓN
-Situacional
-Identidad familiar
-Visión del Mundo
A. DEMANDAS B. CAPACIDADES
-Estresor principal -Recursos
-Otras demandas -Estrategias de
-Molestias diarias afrontamiento
Ajuste familiar
CRISIS
Fase de adaptación:
C. EVALUACIÓN
-Situacional
-Identidad familiar
-Visión del Mundo
A. DEMANDAS B. CAPACIDADES
-Estresor principal -Recursos
-Otras demandas -Estrategias de
-Molestias diarias afrontamiento
– X - Adaptación familiar +
155
156
157
158
159
160
ausente y emocionalmente distante del hijo (Harbin y Maziar, 1975) frente a una
madre sobreimplicada (Kaufman y Kaufman, 1979).
Finalmente, en casi todas las investigaciones con metodología cualitativa
de aquellos años prevalece una concepción del síntoma como funcional a la
estabilidad familiar.
Desde estos primeros estudios hasta la actualidad, se han realizado avances
importantes en el conocimiento de las características de la familia del
drogadependiente, así como también en materia de metodología e instrumentos
apropiados para abordar una unidad de análisis tan compleja.
Actualmente, existe consenso entre investigadores, teóricos y clínicos res-
pecto del importante rol que juega la familia en la génesis y mantenimiento de la
patología así como en la recuperación de la persona drogadependiente (Cirillo et
al., 1999; Graña Gómez, 1994; Navarro Cueva, 1994; entre otros). Es por ello que
la familia ha ido adquiriendo mayor importancia como uno de los temas que
requieren un estudio más detallado si queremos lograr una comprensión más
completa del fenómeno de la drogadependencia y fundamentar más sólidamente
nuestras intervenciones terapéuticas.
161
162
163
164
165
3. Se agradece al Dr. Hugo Míguez por sus comentarios y sugerencias respecto del análisis
epidemiológico realizado.
166
Tanto para las drogas sociales como ilegales y para los medicamentos de uso
ilícito, la mayor frecuencia de consumo se encuentra entre los 16 a 24 años. La
investigación señala que los inhalantes son la sustancia ilegal que se consume más
tempranamente, en tanto que el consumo de otras sustancias en la mayoría de los
casos comienza en edades más tardías (entre los 13 y los 20 años).
Total
Sustancia Masculino Femenino
Val. abs. %
Total medicamentos
con uso ilícito 1.87 2.41 58 2.15
167
de alcohol fueron más frecuentes para los hombres y para personas entre los 16 y
24 años. Y más frecuentes en niveles de instrucción y socioeconómicos bajos.
La dependencia de marihuana, cocaína y estimulantes sigue un perfil
sociodemográfico similar al presentado para la dependencia de alcohol. Es decir,
son mayormente jóvenes, con menor educación y en situación de mayor vulnera-
bilidad socioeconómica.
En cambio, la dependencia de sedantes es más frecuente en mujeres que en
hombres. La mayor frecuencia se registra en edades más avanzadas (entre 25 y 49
años) que la dependencia de otras sustancias y se observa una mayor prevalencia
en niveles socioeconómicos medio-altos.
Estudiar la prevalencia del consumo y la dependencia de sustancias
psicoactivas en función de variables sociodemográficas (tales como sexo, edad,
nivel de instrucción y nivel socioeconómico) es un recurso imprescindible para
conocer las poblaciones en riesgo y para determinar políticas preventivas.
La información presentada pone en evidencia que este trastorno llamado
drogadependencia constituye un problema de salud y social prioritario. Asistimos
en nuestro país al agravamiento de la problemática aunado a las escasas y desacertadas
acciones destinadas a tareas preventivas y asistenciales provenientes del Estado.
Los resultados de los trabajos sobre estrés familiar parecen indicar que, cuan-
do los miembros de una familia tienen recursos adecuados, hay menos probabili-
dad de que una situación crítica se vuelva problemática y, de esta manera, logran
una adecuada adaptación familiar. En cambio, si los miembros no poseen tales
recursos, es muy probable que tengan dificultades para afrontar y adaptarse a los
eventos vitales estresantes.
Si bien en los últimos años se ha incrementado la cantidad de investigacio-
nes destinadas a estudiar estrés en familias de drogadependientes, aún quedan
muchos interrogantes sin respuesta. Por otra parte, en nuestro país son escasas las
4. Investigación que se está llevando a cabo con motivo de una beca de Formación de
Posgrado otorgada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet)
a la autora de este capítulo, en el marco de un proyecto más amplio subsidiado por la
Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires (Ubacyt). La directora de
ambos proyectos es la Dra. Nora Leibovich de Figueroa, y la codirectora, la Lic. Marta Schufer.
168
Características de la investigación
169
5. Se agradece a la Fundación “Juntos por la Vida” y a las familias que participaron en esta
investigación por haber hecho posible la realización de la misma.
170
la drogadependencia del familiar (lo cual hace referencia al impacto que dicho
suceso tiene en la familia). Pero, llamativamente, describían el suceso en térmi-
nos de búsqueda de posibles soluciones (se escucharon recurrencias del tipo:
“...que el tratamiento funcione...”, “...que se cure...”, etc.). Así, no es raro que las
familias en tratamiento valoren la situación como un desafío, ya que ponen el
énfasis en la posibilidad de recuperación de este familiar.
Además, Lazarus y Folkman (1984), plantean que el sujeto percibirá un
suceso como un desafío cuando haya una valoración de las fuerzas necesarias
para confrontar el evento. Concordando con esta afirmación, se encuentra que
las familias de sujetos drogadependientes muestran un alto grado de expectati-
vas de autoeficacia, lo cual indicaría que estas familias confían en sus propias
capacidades para afrontar con éxito los problemas que se les presentan.
Respecto de las estrategias de afrontamiento, se observa que predominan tanto
estrategias tendientes a dominar el problema como estrategias tendientes a manejar
las emociones que el mismo suscita, tanto conductual-motoras como cognitivas,
pero prácticamente no utilizan la evitación y la pasividad como modos de afronta-
miento. Esto último, una vez más, concuerda con el hecho de evaluar el suceso en
términos de posibles soluciones y en términos de sus propias capacidades para afron-
tarlo. Estas familias, aunque perciben el evento como estresante, lo evalúan como
un desafío y, por lo tanto, la pasividad y la evitación son estrategias poco probables,
corroborándose la segunda hipótesis.
Para conocer qué factores personales, familiares y sociales actúan como re-
cursos para estas familias, se comparó el grupo de familias de drogadependientes
con el grupo control respecto de tales factores.
Como ya fue mencionado en párrafos previos, las familias muestran altos nive-
les de autoeficacia. Con respecto a las características emocionales, los resultados
obtenidos indican que las familias de drogadependientes poseen un elevado estado
de ansiedad y estado de enojo, comparadas con familias control. Además, se obser-
va en las primeras una alta disposición a experimentar ansiedad como característica
estable de personalidad (rasgo de ansiedad), y una alta tendencia a experimentar
enojo en ausencia de provocadores específicos (temperamento irritable). De éstas,
la única variable que se modificó en función de la etapa del tratamiento es el
estado de enojo: se encontró que los familiares de drogadependientes de la 2ª etapa
poseen un nivel enojo-estado menor que los familiares de la 1ª etapa.
Por otra parte, los niveles de cohesión y adaptabilidad de familias en la
primera fase de tratamiento son menores que los que poseen las familias control.
Siguiendo la clasificación propuesta en el Modelo Circumplejo, estas familias
171
tienden a funcionar como desligadas y rígidas. Es decir que existiría una escasa
implicancia entre los miembros de la familia y mucha separación personal; y se
caracterizarían por liderazgos autoritarios, negociaciones limitadas y poca posibi-
lidad de cambio en sus roles y reglas.
Pero, al comparar los resultados obtenidos por familias que se encuentran
en la primera fase del tratamiento con los obtenidos por familias en la segunda
fase, se observa un aumento significativo en los niveles de cohesión y adaptabi-
lidad, alcanzando estas últimas los niveles de las familias control.
Respecto de los recursos sociales, se observa que las familias de
drogadependientes perciben menos apoyo en la familia extensa y en los amigos que
las familias control. Pero, las primeras perciben que pueden contar con los hijos y
con la pareja en la misma medida en que lo hacen las familias control.
6. Este último resultado parece contradictorio, teniendo en cuenta que desde el Modelo
Circumplejo (Olson et al., 1985) se plantea que bajos niveles de adaptabilidad son carac-
terísticos de familias disfuncionales. Pero, tal como los autores afirman, no hay un nivel
que sea el mejor de modo absoluto y es probable que se necesite un alto nivel de rigidez
familiar para afrontar el hecho de tener un miembro drogadependiente, especialmente en
las primeras fases del tratamiento.
172
173
“la mayor parte parecía no haber visto (o fingido no ver), bloqueando los
canales de comunicación en vez de activarlos, hasta que la explosión y la
evidencia del síntoma los había obligado a actuar”.
174
Referencias bibliográficas
175
176
177
178
ANEXO I
Instrumentos
Se utilizaron los siguientes instrumentos:
- Inventario de Valoración y Afrontamiento (IVA), de Cano-Vindel y Miguel-
Tobal (1992). Este instrumento permite evaluar la valoración y el afrontamiento
que realizan los sujetos frente a sucesos estresantes específicos.
- Escala de Evaluación de Adaptabilidad y Cohesión Familiar (FACES III), de
Olson, Portner y Lavee (1985); traducida al español por Zamponi y Pereyra;7
adaptada por Schmidt. Este test evalúa el grado de cohesión y adaptabilidad de la
familia, como un recurso para afrontar sucesos estresantes.
- Inventario de Expresión de Enojo Estado-Rasgo (STAXI), de Spielberger (1991);
traducido y adaptado a nuestro medio por Leibovich de Figueroa, Schmidt y
Gol. El objetivo es evaluar el grado de enojo en un momento determinado
(Estado), el grado de enojo como una característica de personalidad (Rasgo) y
la forma en que esa emoción es expresada (“enojo hacia afuera”, “enojo hacia
adentro” y “control de enojo”).
- Inventario Estado-Rasgo de Ansiedad (STAI), de Spielberger (1982); traducido y
adaptado a nuestro medio por Leibovich de Figueroa. El objetivo es evaluar el
grado de ansiedad experimentado por los sujetos en un momento determinado
(Estado) y la misma emoción tal como la experimentan generalmente (Rasgo).
- Escala de Autoeficacia General, de Baessler y Schwarzer (1993). El objetivo de
la misma es evaluar expectativas de autoeficacia de los sujetos.
- Entrevista de Recursos Sociales y Estresores de Vida (LISRES), de Moos (1981);
traducida y adaptada al español por Mikulic. Se tomaron algunas escalas de recur-
sos sociales de la misma para evaluar el apoyo que los sujetos perciben que les
brinda la pareja, los hijos, los amigos y la familia extensa.
- Entrevista Estructurada. Se diseñó este instrumento para recabar información so-
bre aspectos de la vida familiar (comunicación percibida, estresores pasados y
presentes, cambios que la familia considera que debe realizar para un mejor fun-
cionamiento familiar, etc.). El diseño de dicha entrevista se basó en: escalas de
eventos vitales estresantes, numerosas entrevistas familiares que se utilizan actual-
mente en comunidades terapéuticas, en cuestionarios de afrontamiento y en la
Entrevista Estructurada de Recursos Sociales y Estresores Vitales (LISRES-A).
- Cuestionario de Datos Sociodemográficos. Se diseñó un cuestionario para co-
nocer el nivel de instrucción, edad, género, ocupación y estado civil de los
sujetos que componen las muestras, así como la relación de parentesco con la
persona drogadependiente (en la muestra de familias de drogadependientes).
7. Se agradece al Lic. Zamponi y Dr. Pereyra (Universidad Adventista del Plata) por haber
facilitado el material correspondiente a la Escala FACES III.
179
ANEXO II
M1 (N = 69) MC (N = 61) p
Cantidad
de miembros media (DE) 2.15 (1.17) 1.96 (0.73) N. S.
por familia
180
CAPÍTULO VIII
ADOLESCENCIA Y ESTRÉS
Gabriela Cassullo*
Introducción
181
182
183
“Si bien es cierto que la infancia da las bases de la futura personalidad, quienes
trataron en particular la adolescencia mostraron la importancia de las identifica-
ciones de esta época de la vida y cómo es en ella donde termina de consolidarse la
misma, proceso a todas luces influido por el medio circundante. Entonces,
considerando el contexto social actual, podemos esperar fallas en la integración
de la identidad y la personalidad en las condiciones actuales. Podría ser tam-
bién que los adolescentes actuales requieran de nuevas teorizaciones, diferen-
tes de las que se mantienen en vigencia” (Obiols y Obiols, 1998).
184
185
186
187
Factores
sociodemográficos
Ej.: Edad, sexo, nivel educa-
tivo de los padres.
Estresores
crónicos
Factores personales
Ej.: Temperamento madre
(emocionalidad, sociabilidad), padre
ansiedad, autoestima. hermanos
amigos
escuela
Estrés contextual y
afrontamiento
Ej.: Recursos sociales,
sucesos vitales negativos,
afrontamiento.
188
los que tienen más en común, manifestando la mayoría de las veces estados anímicos
positivos cuando están con los amigos. Estos autores sostienen que los adolescen-
tes mayores presentarían elevados niveles de estrés con los padres, pero menores
problemas con amigos y compañeros de escuela.
Los resultados obtenidos en una investigación realizada por Timko y Moos
(1993) revelaron que los conflictos entre los padres y los adolescentes tempranos
y medios se incrementan y luego se estabilizan. En cambio, entre los adolescen-
tes tardíos, el conflicto parental va declinando en la medida en que ellos van
teniendo actividades fuera del hogar y van formando amistades y entablando
vínculos amorosos.
En relación a las diferencias por género, los mismos autores encontraron que
la mayoría de las amistades entre adolescentes mujeres están caracterizadas por
una comprensión mutua y sentimientos de aceptación; mientras que los lazos de
amistad entre adolescentes varones presentan signos de intolerancia y crítica. La
tendencia de las mujeres a querer resolver los conflictos podría explicar los moti-
vos por los cuales ellas manifiestan acontecimientos interpersonales estresantes
con mayor frecuencia –a diferencia de los varones–, pero, a su vez, menor presen-
cia de estresores crónicos con amigos.
En relación al nivel de educación, ellos hipotetizan que, ante un mayor
nivel educativo, los jóvenes deberían presentar menor cantidad de estresores
crónicos. Sin embargo, los adolescentes cuyos padres alcanzaron niveles educati-
vos superiores pueden experimentar mayor cantidad de estresores en la escuela
debido a la presión y expectativas de logros académicos ejercida por los padres.
Los factores personales incluidos en este mismo modelo son la autoestima, la
ansiedad y dos aspectos del temperamento: la emocionabilidad y la sociabilidad.
Los mismos investigadores se plantean la siguiente hipótesis: la elevada autoesti-
ma y la baja ansiedad no sólo protegen a los adolescentes de las consecuencias
negativas potenciales de los estresores, sino que los ayudan a minimizar o resolver
problemas interpersonales, antes de convertirse en estresores crónicos.
Por ejemplo, la presencia de la autoestima alta puede ayudar a los adoles-
centes a desarrollar mejores vínculos, al ser más tolerantes a las críticas de los
padres o a compartir sentimientos de alegría y orgullo frente al talento de ami-
gos o hermanos. Por otra parte, la ansiedad tiende a exacerbar las situaciones
estresantes. Según Moos y Schaefer (1993), la alta autoestima y la baja ansiedad
se hallan asociadas a respuestas de afrontamiento más efectivas y a la habilidad
para resolver estresores.
Buss y Plomin (1984) definieron el temperamento como rasgos hereditarios
de personalidad que se presentan en la temprana infancia. En el marco de la teoría
del temperamento, la emocionabilidad, la actividad y la sociabilidad conforman las
tres dimensiones de la personalidad que se mantienen relativamente estables a
largo de la vida. Algunas investigaciones con niños y adolescentes (Werner y
Smith, 1982; Compas et al., 1988; Ebata y Moos, 1991) encontraron que estas
189
190
positivo de los mismos. Ellos encontraron que los adolescentes que han pasado
por un gran número de sucesos vitales negativos manifiestan más estresores en
relación a sus padres, hermanos y a la escuela. Los adolescentes que experimenta-
ron un suceso negativo, tal como un accidente o una lesión, pueden percibir que
no tienen control sobre los aspectos más importantes de su vida e intentar separar-
se de su familia. Ambas respuestas hacen que las relaciones personales continuas
e ininterrumpidas sean difíciles (Hauser y Bowlds, 1990).
Shermis y Coleman (1990, citado en Printz, Shermis y Webb, 1999) propo-
nen un modelo cognitivo-conductual de estrés adolescente y afrontamiento con-
formado de cinco componentes: los estresores ambientales, los moderadores am-
bientales, los factores personales, las respuestas de estrés y las conductas.
Modula-
Estresores dores Factores Respuestas
Conductas
ambientales ambien- personales de estrés
tales
191
192
Afrontamiento y estrés
193
194
suficiente con no haber utilizado el preservativo una vez para contraer dicha
enfermedad. Resultados de un estudio llevada a cabo por estos investigadores
revelan la característica del adolescente de creer que es más probable que ellos
pueden evitar situaciones tales como accidentes de auto, ideas suicidas, más que
sus propios compañeros (Cohn et al., 1995).
1. Esta investigación titulada “El adolescente y sus contextos. Recursos personales y sociales
frente a la amenaza personal, social y medioambiental” –beca de Perfeccionamiento, Ubacyt–
se desarrolló en el marco del Proyecto Ubacyt TP31, Facultad de Psicología, UBA (1998-
2000), “La ecoevaluación psicológica de los estresores psicosociales en los contextos de
trabajo y desempleo”, bajo la dirección de la Dra. Nora Leibovich de Figueroa.
195
- Encuesta de Datos Personales (Cassullo, 1999), que fue diseñada con el fin
de obtener datos que permitieran diferenciar los grupos de adolescentes
en relación a características personales, familiares, de la vivienda (espe-
cialmente aquellas a partir de las cuales se pudieran conocer las condicio-
nes socioeconómicas), y algunas referidas al contexto escolar.
- Cuestionario de Percepción de Riesgos-Amenazas (Cassullo, 1999), que eva-
lúa las actividades, hechos y situaciones que los adolescentes perciben
como amenazantes en relación a 11 áreas previamente delimitadas: Acti-
vidades deportivas, Inseguridad callejera, Consumo de drogas, Medios de
transporte, Fiestas, Espectáculos, Tiempo libre, Tareas o tecnología en el
hogar, Escuela, Consumo de alimentos, Futuro o actividad profesional,
ocupacional y laboral, Desastres naturales y los provocados por el hom-
bre, y Relaciones sexuales.
- Escala de Caracterización del Riesgo (Cassullo, 1999). A los efectos de estu-
diar las diferentes dimensiones de los riesgos desde un punto de vista
196
197
Evaluación Evaluación
Estresores objetivos- primaria secundaria
198
experiencias directas
con riesgo
GABRIELA CASSULLO
Percepción
Estrategias de
198
del riesgo /
Características del afrontamiento
Amenaza
adolescente
(variable evolutiva)
08/10/2009, 15:25
Condiciones ambientales,
sociales, Características de la situación
socioeconómicas riesgosa/amenazante
(controlable, temida, conocida, etc.)
CAPÍTULO VIII. ADOLESCENCIA Y ESTRÉS
Análisis de la información
199
Sida 78 80
Robo 70 78
Conducción irresponsable de vehículos 55 26
Violencia en las canchas 43 35
Colectivo 36 32
Contaminación del aire 35 48
Policía (inseguridad callejera) 34 15
Alimentos vencidos 31 40
Escaleras colegio 30 10
Drogas y alcohol en fiestas y boliches 29 45
Desempleo 28 8
Recitales 25 9
Comida rápida 22 20
Electrodomésticos 21 24
Cocaína 20 28
Electricidad 20 38
Violencia en las calles 19 15
Edificio del colegio 19 22
Enfermedades de transmisión sexual 19 24
Inundación 17 25
Embarazo 16 17
Adicción a las drogas 15 17
Marihuana 15 22
Bailes/boliches 15 35
Gas 15 24
Contaminación del agua 15 15
Vientos 15 17
Violación 15 27
Terremotos 14 9
Muerte en las calles 11 33
Barrios peligrosos 11 2
Tren 11 39
Taxi 11 1
Robos en los medios de transporte 11 15
Obrero (como ocupación) 11 23
Incendios 11 12
Accidentes en el hogar 10 11
Pegamento 1 12
Agua del colegio 1 18
Anorexia-bulimia 1 15
200
201
Es de destacar que los dos grupos de adolescentes perciben al sida como una
amenaza, pero ambos le temen de manera significativamente diferente. Es intere-
sante reflexionar sobre este punto, ya que el sida es una de las principales causas
de muerte en nuestro país, en la franja etárea de 20 a 24 años de edad, en Capital
Federal y provincia de Buenos Aires, según los datos estadísticos de 1997, brinda-
dos por la Dirección de Estadísticas e Información de Salud, Subsecretaría de
Política y Relaciones Internacionales del Ministerio de Salud.
El grupo perteneciente a la escuela del Conurbano, cuyo nivel socioeco-
nómico es más bajo, parecería temer más al sida que el otro grupo. El temor
asociado al riesgo, en este caso al riesgo del sida, se destaca entre los jóvenes
de nivel socioeconómico bajo, y sigue en la misma línea de lo planteado en el
punto anterior.
Una de las ideas sobre estas diferencias se vincula con las condiciones socia-
les de este grupo. Los datos obtenidos en entrevistas con los directores, profesores
y preceptores de esta escuela muestran la alarmante realidad de estos jóvenes. Los
casos de violación, abuso por parte de familiares adultos, embarazo adolescente,
venta y consumo de drogas en y fuera de la escuela, algunos casos de HIV en ex
alumnos suceden a diario. Entonces, estos adolescentes estarían más en contacto
con situaciones en las que contraer el sida puede ser posible. El temor frente al
sida por parte de estos adolescentes puede también relacionarse con sus escasos
recursos económicos. Se trata de jóvenes a los que, por pertenecer a un nivel
socioeconómico bajo, les resultaría muy difícil sostener un tratamiento médico
en el caso de contraer dicha enfermedad.
Frente a esta característica del sida –el temor–, sería interesante estudiar si las
conductas de los adolescentes son coherentes con sus percepciones; es decir, por
ejemplo, si existe una mayor protección entre aquellos adolescentes que lo con-
sideran una amenaza muy temida.
Uno de los objetivos de esta investigación es estudiar cuáles son las catego-
rías y dimensiones de los riesgos subyacentes a la percepción de la exposición
personal al riesgo. De esta manera, al identificar las variables o características que
homogeneízan los riesgos dentro de cada grupo (Análisis de Cluster) es posible
establecer las dimensiones y categorías que subyacen a dicha jerarquía. Estos
patrones de respuesta se generan a partir de la similitud con la que los adolescen-
tes perciben los riesgos como de exposición personal.
Al comparar los dos grupos de adolescentes, se encontró que el grupo de
adolescentes del Conurbano presenta patrones de respuesta más definidos para
la percepción del riesgo. Los jóvenes del Conurbano tienden, a diferencia de
202
los de la Ciudad de Buenos Aires, a percibir algunos riesgos de manera tal que se
agrupan bajo ciertas categorías. Se obtuvieron, así, grupos de variables caracte-
rizados de la siguiente manera.
En el grupo del Conurbano Bonaerense, se observa que las variables dro-
gas/alcohol en los bailes/boliches, cocaína, violencia en las calles, adicción a las dro-
gas, marihuana, anorexia, y conducción irresponsable de vehículos tienen un patrón
de respuesta similar en esta muestra. Se trata de situaciones en las cuales se
perciben la falta de control y la actitud de destrucción tanto de sí mismo como de los
otros como situaciones de riesgo y amenaza.
Existe otro gran agrupamiento compuesto por tres subgrupos. Uno de
ellos formado principalmente por las variables violencia en las calles, robo,
muerte en calles y patotas, destacándose por la inseguridad pública percibida por
los adolescentes.
Otro subgrupo está conformado por las variables vientos, contaminación del
agua, contaminación del aire. Este subgrupo se caracteriza por percibir los riesgos
ambientales como una amenaza.
Puede señalarse un tercer subgrupo compuesto por edificio del colegio,
electricidad, electrodomésticos, autos, tren y colectivo. Este grupo se caracteriza
por riesgos de carácter más doméstico. Se trata de riesgos más familiares, cotidia-
nos, cercanos y habituales.
Por último, un cuarto subgrupo formado por sida, policía y comida rápida.
Este grupo se podría caracterizar como aquellos hechos a partir de los cuales los
adolescentes –en pleno proceso de salida hacia la exogamia– pueden llegar a
ser víctimas. En este sentido, se puede denominar dicho grupo como el de los
primeros riesgos y amenazas más impactantes presentes en el movimiento de salida
hacia la exogamia. Los adolescentes comienzan a desprenderse del grupo prima-
rio, la familia; salen en grupos a la calle, a tomar algo, a los boliches, recitales,
etc. Así comienzan a conocer a la policía, ya sea de manera más directa, por
experiencias propias, o indirecta, a través de amigos. Generalmente los adoles-
centes disponen de poco dinero en estas salidas, por lo cual tienden a dirigirse a
lugares de comida rápida, donde consumen comidas económicas, o bien consu-
men comida que es vendida en puestos callejeros.
En tanto que el grupo de jóvenes de la Ciudad de Buenos Aires presentan
sólo dos grupos de variables. Existe un pequeño grupo de variables como el
conformado por las variables referidas a la cocaína, la marihuana, las drogas y el
alcohol y la adicción a las drogas. Este grupo de caracterizaría por percibir a las
drogas como una amenaza.
El grupo conformado por violencia en calles, “patovicas”, pelea en boliches/
bailes, violencia en canchas, contaminación del aire, gas y vientos estaría definido por
la percepción de la violencia y agresión humana/tecnológica contra las personas y el
medio ambiente.
203
Los patrones de respuesta para las variables obtenidos permite inferir que
existen diferencias entre los dos grupos bajo estudio. Las categorías identificadas
en el grupo del Conurbano Bonarerense, a diferencia del de la Ciudad de Buenos
Aires (que sólo presenta de manera reducida algunos de esos riesgos), incluyen un
amplio espectro de los riesgos percibidos como de exposición personal. La varie-
dad en las categorías obtenidas ofrece un análisis más detallado y enriquecedor
para el estudio de la percepción de los riesgos.
204
Conclusiones
205
Referencias bibliográficas
Beck, U. (1993): The risk society. Towards a new modernity, Londres, Sage
Publications.
Buss, A & Plomin, R. (1984): Temperament: Early developing personality traits,
Hillsdale, N. J., Erlbaum.
Cano-Vindel, A & Miguel-Tobal, J. J. (1992): Inventario de valoración y afron-
tamiento, Universidad Complutense de Madrid, Dpto. de Psicología Bá-
sica, mimeo.
Casares, J. (1977): Diccionario Ideológico de la lengua española, Barcelona, Gustavo
Gilli.
Cassullo, G. (1999): Informe de Avance 1998-1999, Beca de Perfeccionamiento,
Ubacyt, Facultad de Psicología.
— (2000): Informe de Avance 1999-2000, Beca de Perfeccionamiento, Ubacyt,
Facultad de Psicología.
206
207
Gore, S. & Colten, M. (eds.) (1991): Adolescent Stress, Causes and consequences,
New York, Aldine de Gruyter,.
Giddens, A. (1997): Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época
contemporánea, Madrid, Península.
Hauser, S. & Bowlds, M. (1990): “Stress, coping and adaptation”, en Feldman, S.
& Elliot, G. (eds.) At the Threshold: The developing Adolescent, Cambridge,
MA, Harvard University Press.
Hayes, M. (1992): “On the epistemology of risk: language, logic and social science”,
en Social Sience and Medicine, 35 (4), pp. 401-407.
Jessor, R.; Den Bos, J.; Vanderryn, J.; Costa, F. & Turbin, M. (1995): “Protective
Factors in Adolescent Problem Behavior: Moderator Effects and
Developmental Change”, en Developmental Psychology, 31 (6), pp. 923-933.
Lazarus, R. & Folkman, S. (1984): Estrés y Procesos Cognitivos, Barcelona,
Martínez Roca.
Lechner, N. (1991): Modernidad y Posmodernidad en Educación, México, UAEM.
Leibovich, N. (2000): “Aspectos teóricos y psicométricos en relación al afron-
tamiento”, Ficha de Publicaciones, Facultad de Psicología, UBA.
Leibovich, N.; Cassullo, G. & Schimdt, V. (1999): “Estrategias de afrontamiento
frente a diversos estresores. Un instrumento para su evaluación”, Anuario
Nro. VII, Secretaría de Investigaciones, Facultad de Psicología, UBA, pp.
297-306.
Martínez de Rodríguez, E. (1985): Gran Diccionario Etimológico de Sinónimos,
Antónimos y Parónimos, Mendoza, Argentina, Calderón.
Mendes Diz, A.; Findling, A.; Petracci, M. & Federico, A. (1998): “Los jóvenes y el
riesgo”, en Salud y Población. Cuestiones sociales pendientes, Buenos Aires, Espacios.
Mendes Diz, A. (2001): El riesgo en los jóvenes. Una alternativa de vida, Buenos
Aires, Corregidor.
Mol, A. & Spaargaren, G. (1993): “Environment, modernity and the risk society:
the apocalyptic horizon of environment reform”, en International Sociology,
8 (4), pp. 431-459.
Moos, R. & Billings, A. (1982): “Conceptualizing and Measuring Coping
Resources and Processes”, en Goldberger, L. & Breznitz, S. (eds.), Handbook
of Stress, London, Collier Macmillan Publishers.
Moos, R. & Schaeffer, A. (1993): “Coping resources and processes: current concepts
and measures”, en Goldberger, L. & Breznitz, S. (eds.), Handbook of Stress,
London, Collier Macmillan Publishers.
208
209
210
REFLEXIONES FINALES
Nora B. Leibovich de Figueroa
211
Referencias bibliográficas
212
Marta L. Schufer
213