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Primera edicién: Cal y arena, mayo 1994 Primera reimpresi6n Cal y arena, febrero 1996 ‘Séptima reimpresi6n: Cal y arena, julio 2007 COctava reimpresién: Cal y arena, enero 2009 Novena reimpresién: Cal y arena, agosto 2010 ‘Décima reimpresién: Cal y arena, enero 2011 i6n: Cal y arena, abril 2013 1994, Enrique Serna , Agular, Leén y Cal Editores, S.A. de C.V. exos Sociedad Ciencia y Literatura, S.A. de C. V. Col. Condesa, Delegacién Cuauhtémoc D.F. oe sedienta y con un nido de lagajias en los parpados, Eufemia instala su escritorio publico en los portales de la plaza. El reloj de la parroquia marca las once. Ha perdido a sus me- jores clientes, las amas de casa que se forman al amanecer en la cola de la leche. Merecido se lo tiene, por dormilona y por borra- cha. Parsimoniosamente, sintiendo que le pesa el esqueleto, co- loca una tabla sobre dos huacales, la cubre con un mantel percu- dido y de una bolsa de yute saca su instrumento de trabajo: una Remington del tamafio de un acumulador, vieja, maltrecha y con cl abecedario borrado. Un sol inmisericorde calienta el aire. Hace un aiio que no llueve y Ja tierra de las calles ha empezado a cuartearse. Pasan eee Balle cargadas de lefia, campesinas que llevan aes a 20. Eufemia respira con dificultad. La boca cartulina con ee : espués de colocar junto a la Remington una Que hablar coins de la cuartilla —prefiere sefialar el letrero gente se pe Sente, nunca le ha gustado hablar con la del desayung, ee sobre la silla exhalando un suspiro. Es hora Tarse de que nadie ie vistazo a izquierda y derecha para cercio- Ve, saca de su jorongo una botella de tequi- 83 | lay le da un trago largo, desesperadamente largo. Nada como tequila para devolverle agildad a los dedos. Reconfonayy’ Jimpia las lagafias con el dedo mefiique y ve a los holgazane, que dormitan o leen el periddico en las bancas de 1a Plaza, Di chosos ellos que podfan descansar. Llevaba una semana ea AL puyeca y pronto tendria que irse. Ya les conocia las caras ato dos los del pueblo. Algunos trataban de entrar en Confianza con ella y eso no podia permitirlo. Siempre le pasaba lo mismo cuan. do permanecfa demasiado tiempo en algdn lugar. La gente que. daba muy agradecida con sus cartas. Contra mAs ignorantes més agradecidos eran: hasta la invitaban a comer barbacoa, como gi la conocieran de siempre. No alcanzaban a entender que si ella iba de pueblo en pueblo como una yegua errabunda, si nunca pa saba dos veces por el mismo sitio, era precisamente Para no a- blandarse, para que no le destemplaran el odio con afectos men- tirosos y atenciones huecas, Una muchacha que viene del mercado se detiene frente al es- ctitorio y le pregunta el precio de las cartas. —{Qué no sabes leer? cliente niega con la cabeza—. Ah dice que la hoja es a quinientos pesos, . La muchacha estudia la cartulina como si se tratara de un je- busca en su delantal y saca una moneda plateada que Ta mesa. Eufemia, con su voz autoritaria, le inspira ‘muchacha se tifie de piirpura. Sonrfe con timi- r unos dientes preciosos. Es bonita, y a pesar d& /pechos de una sefiora. i, lamuchacha deja entender quest

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