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De veras existe Dios?

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La respuesta que da la Biblia


La Biblia proporciona pruebas contundentes de que Dios existe. Además, nos enseña
que para cultivar fe en Dios tenemos que utilizar nuestra “capacidad intelectual” en vez
de dejarnos llevar por ideas religiosas populares (1 Juan 5:20;Romanos 12:1). Veamos
algunos argumentos bíblicos que demuestran la existencia de Dios.
 El hecho de que en nuestro universo haya orden y vida demuestra que alguien lo creó.
La Biblia dice: “Toda casa es construida por alguien, pero el que ha construido todas las
cosas es Dios” (Hebreos 3:4). Si bien es cierto que este argumento pudiera sonar muy
simple, a mucha gente bien preparada le resulta convincente.*
 Los seres humanos tenemos el deseo natural de hallarle sentido a la vida, un deseo que
si no satisfacemos deja un enorme vacío. Ese deseo va más allá de las necesidades
físicas y forma parte de lo que la Biblia llama “necesidad espiritual”, la cual incluye
también el deseo de conocer y adorar a Dios (Mateo 5:3; Revelación [Apocalipsis] 4:11).
Dicha necesidad espiritual indica que hay un Dios de amor, alguien que nos creó con
esa necesidad para que la satisfagamos y seamos felices (Mateo 4:4).
 Muchas profecías de la Biblia se cumplieron hasta en el más mínimo detalle siglos
después de que se escribieran. El hecho de que se hayan cumplido con tanta exactitud
prueba que no tuvieron origen humano (2 Pedro 1:21).

Quienes escribieron la Biblia tenían ciertos conocimientos científicos muy avanzados
para su época. Por ejemplo, algunas civilizaciones antiguas creían que la Tierra estaba
sobre un elefante, un jabalí, un toro o algún otro animal. En contraste, la Biblia dice que
Dios está “colgando la tierra sobre nada” (Job 26:7). Además, al describir la forma de
nuestro planeta, la Biblia usa la palabra “círculo” o “globo” (Isaías 40:22; Martín Nieto).
Para muchas personas, la explicación más lógica de que aquellos escritores bíblicos
supieran esos detalles es que Dios tuvo que habérselos revelado.
 La Biblia contesta muchas preguntas que suelen hacerse quienes no creen en Dios,
como: Si Dios es bueno y todopoderoso, ¿por qué hay tanta maldad y sufrimiento?¿Por
qué ha causado la religión tantos problemas? (Tito 1:16.) Las respuestas que la Biblia
da a estas y otras preguntas pueden ayudarles a creer en Dios.
¡DESPERTAD! 2007-11

Confiar o no confiar
“No os fiéis de las tablas podridas”, escribió el dramaturgo inglés
William Shakespeare. Y es lógico, pues antes de saltar al interior de
un bote, por ejemplo, conviene asegurarse de que sus tablas
no estén podridas.

LAS palabras de Shakespeare reflejan bien el sentir de Salomón, el sabio rey del
antiguo Israel, quien unos tres mil años atrás escribió: “El ingenuo cree todo lo que le
dicen; el prudente se fija por dónde va” (Proverbios 14:15, Nueva Versión Internacional).
Solo un ingenuo iría por la vida aceptando ciegamente todo lo que oyera y basando sus
decisiones y conducta en consejos irreflexivos y enseñanzas infundadas. Depositar la
confianza en el objeto equivocado —igual que pisar las tablas podridas de un bote—
podría resultar catastrófico. Por ello, cabe la pregunta: “¿Habrá una guía
que merezca nuestra confianza?”.
Millones de personas confían plenamente en un libro antiguo: la Santa Biblia.
Lo consultan para guiarse en la vida y tomar decisiones y amoldan su conducta a sus
enseñanzas. ¿Pisan estas personas tablas podridas, por así decirlo? La respuesta
depende muchísimo de la contestación a otra pregunta: “¿Existen razones sólidas para
fiarse de la Biblia?”. Este número especial de ¡Despertad! ofrecerá pruebas a su favor.
¡Despertad! no pretende imponer creencias o puntos de vista religiosos, sino que
expone las poderosas razones que han convencido a millones de personas de que la
Biblia es fidedigna. Cuando lea los artículos siguientes, tendrá los elementos necesarios
para decidir si puede o no confiar en la Biblia.

El tema merece más que solo un interés pasajero, dada su importancia. De hecho, si la
Biblia viene en realidad de parte de nuestro Creador, tanto a usted como a su familia les
beneficiará averiguar lo que dice.

Veamos en primer lugar datos relevantes que hacen que sea, como mínimo, un libro sin
igual.

¡DESPERTAD! 2007-11

Un libro sin igual


“La Biblia es el libro de mayor difusión de la historia.” (The World
Book Encyclopedia.)
HACE más de quinientos cincuenta años, el inventor alemán Johannes Gutenberg inició
la impresión con tipos móviles. El primer libro de importancia que salió de su prensa fue
la Biblia.* Desde entonces se han impreso miles de millones de libros sobre infinidad de
temas, pero ninguno alcanza la talla de la Biblia.
 Se calcula que se han impreso, total o parcialmente, casi cinco mil millones de biblias, lo
que supone más de cinco veces la cifra del Libro rojo de Mao, la segunda obra de mayor
difusión.
 En tan solo un año reciente, la Biblia completa o en parte ha alcanzado una distribución
de más de cincuenta millones de ejemplares. “La Biblia es el libro más vendido del año,
todos los años”, informa la revista The New Yorker.
 La Biblia ha sido traducida en su totalidad o en parte en más de dos mil cuatrocientos
idiomas. Más del noventa por ciento de la humanidad dispone al menos de algún libro
de la Biblia en su lengua.
 Casi la mitad de los escritores bíblicos completaron sus escritos antes de que nacieran
Confucio, el renombrado sabio chino, y Siddhārtha Gautama, el fundador del budismo.
 La Biblia ha dejado una honda huella en las artes, como lo atestiguan algunas de las
obras pictóricas, musicales y literarias más célebres.
 La Biblia ha salido airosa de las prohibiciones oficiales, las quemas a manos de
enemigos religiosos y los embates de la crítica. Ningún otro libro ha soportado mayor
oposición a lo largo de la historia.
Estos datos son excepcionales, ¿verdad? Pero claro, por impresionantes que sean los
datos y las estadísticas, no demuestran por sí mismos que la Biblia sea digna de
confianza. A continuación examinaremos cinco razones que han convencido a millones
de personas.

¡DESPERTAD! 2007-11

Razones para confiar en la Biblia

1. Exactitud histórica
Sería muy difícil fiarse de una obra que tuviera inexactitudes.
Imagínese que un libro de historia moderna situara la segunda
guerra mundial en el siglo XIX o que llamara rey al presidente de
Estados Unidos. ¿No minaría esto su credibilidad?

NADIE jamás ha podido demostrar que la Biblia sea inexacta en materia histórica. Los
personajes y los sucesos de los que habla son reales.

Personajes.
La crítica puso en duda la existencia de Poncio Pilato, el prefecto de Judea que entregó
a Jesús para que lo colgaran (Mateo 27:1-26). Una prueba de que Pilato gobernó Judea
es la inscripción grabada en un bloque de piedra descubierto en 1961 en la ciudad
portuaria de Cesarea, a orillas del Mediterráneo.

Antes de 1993 no había prueba externa que sostuviera la historicidad de David, el


valeroso y joven pastor que llegó a ser rey de Israel. Pero aquel año se desenterró en el
norte de Israel una estela de basalto que databa del siglo IX antes de nuestra era y que,
según los expertos, tenía grabadas las palabras “casa de David” y “rey de Israel”.

Sucesos.
Hasta hace poco, muchos eruditos dudaban de la exactitud del relato bíblico sobre la
lucha que libró Edom contra Israel en tiempos de David (2 Samuel 8:13, 14).
Argumentaban que Edom era un simple pueblo de pastores que en aquella época aún
no tenía ni el poder ni la organización suficientes para suponer una amenaza contra
Israel. Sin embargo, las últimas excavaciones indican que “Edom era una sociedad
desarrollada siglos antes [de lo que se creía anteriormente], tal como describe la Biblia”,
afirma un artículo de la revistaBiblical Archaeology Review.
Títulos correctos.
Durante los dieciséis siglos que tardó en redactarse la Biblia, hubo muchos gobernantes
en el mundo. Cada vez que la Biblia se refiere a un gobernante, le da el tratamiento
correcto. Por ejemplo, a Herodes Antipas se le llama acertadamente “gobernante de
distrito”, y a Galión, “procónsul” (Lucas 3:1; Hechos 18:12). Esdras 5:6 dice que Tatenai
era el gobernador de la provincia persa de “más allá del Río”, el Éufrates, y una moneda
acuñada en el siglo IV antes de nuestra era lleva una inscripción similar, que indica que
el gobernador persa Mazaeus estaba al frente de la provincia de “más allá del Río”.

La exactitud en lo que parecen ser detalles sin importancia no debe tenerse en poco.
El hecho de que los escritores bíblicos demostraran ser confiables aun en tales detalles
sin duda refuerza nuestra confianza en todos sus escritos.

¡DESPERTAD! 2007-11

Razones para confiar en la Biblia

2. Franqueza de sus escritores


La honradez es la base de la confianza. El hombre honrado se gana
la confianza de los demás; pero si miente una sola vez, la pierde.
LOS escritores bíblicos fueron hombres honrados y sinceros. Su franqueza contribuye a
que sus escritos posean el distintivo sabor de la verdad.

Debilidades.
Los escritores bíblicos admitieron sin reservas sus flaquezas. Moisés contó lo caro que
le costó un error (Números 20:7-13). Asaf confesó que por un tiempo envidió la
prosperidad de los impíos (Salmo 73:1-14). Jonás habló de su desobediencia y de la
mala actitud que al principio adoptó cuando Dios fue misericordioso con los pecadores
arrepentidos (Jonás 1:1-3;3:10; 4:1-3). Mateo contó sin rodeos que había abandonado a
Jesús la noche en que lo apresaron (Mateo 26:56).
Los escritores bíblicos, como Jonás, no escondieron sus
flaquezas
Los redactores de las Escrituras Hebreas pusieron al descubierto las reiteradas quejas y
la rebelión de su propio pueblo (2 Crónicas 36:15, 16). Ni siquiera los líderes nacionales
se salvaron de sus denunciaciones (Ezequiel 34:1-10). Con igual franqueza, los
apóstoles informaron en sus cartas de los problemas graves por los que pasaron varias
congregaciones del siglo primero, así como varios cristianos, incluso algunos que
ocupaban puestos de responsabilidad (1 Corintios 1:10-13; 2 Timoteo 2:16-18; 4:10).
La verdad desnuda.
Los escritores bíblicos no intentaron encubrir lo que algunas personas calificarían de
verdad embarazosa. Por ejemplo, los cristianos primitivos reconocieron abiertamente
que el mundo no los admiraba, sino que los tenía por necios e innobles (1 Corintios
1:26-29). De hecho, escribieron que a los apóstoles de Jesús se los consideraba
“hombres iletrados y del vulgo” (Hechos 4:13).
Los evangelistas no adornaron la verdad para darle a Jesús una imagen más favorable.
Con franqueza contaron que tuvo un nacimiento humilde en el seno de una familia de
clase trabajadora, que no estudió en escuelas prestigiosas y que la mayoría de sus
contemporáneos rechazaron su mensaje (Mateo 27:25; Lucas 2:4-7; Juan 7:15).

No cabe duda, la Biblia ofrece muchas pruebas de que es obra de hombres honrados.
¿No le inspira confianza tal honradez?

¡DESPERTAD! 2007-11
Razones para confiar en la Biblia

3. Coherencia interna
Supongamos que se pidiera a cuarenta hombres de diversos
antecedentes que cada uno escribiera un fragmento de un libro.
La mayoría no se conocen entre sí, y algunos ignoran lo que han
escrito los demás. ¿Se esperaría que su obra fuera coherente?

LA Biblia encaja con esta descripción.* Aunque fue redactada en circunstancias aún
más insólitas, su coherencia interna es extraordinaria.
¿Era el manto de Jesús púrpura o escarlata?
Circunstancias excepcionales.
La Biblia se escribió en el lapso de unos mil seiscientos años. Se empezó en 1513 antes
de nuestra era y se concluyó alrededor del año 98 de nuestra era, de modo que hubo
siglos de distancia entre muchos de sus aproximadamente cuarenta redactores. Estos
tenían oficios muy variados: algunos eran pescadores, otros pastores, otros reyes, y
hubo uno que era médico.

Mensaje coherente.
Los escritores de la Biblia siguieron un mismo hilo argumental: la vindicación del
derecho de Dios a gobernar a la humanidad y el cumplimiento de su propósito mediante
su Reino celestial, que regirá el mundo. El tema central arranca en Génesis y se
desarrolla en libros sucesivos, hasta alcanzar su punto culminante en Revelación o
Apocalipsis (véase “¿De qué trata la Biblia?”, de la página 19).

Concordancia en los detalles.


Los escritores bíblicos concordaron hasta en el más mínimo detalle, aunque en muchos
casos tal concordancia no fue intencionada. Veamos un ejemplo. Juan el evangelista
relata que cuando una multitud fue a donde estaba Jesús para escucharlo, este le
preguntó específicamente a Felipe dónde podrían comprar pan para tanta gente (Juan
6:1-5). En un relato paralelo, Lucas sitúa este suceso en las cercanías de Betsaida, y
Juan ya había mencionado al comienzo de su Evangelio que Felipe era de Betsaida
(Lucas 9:10; Juan 1:44). Era lógico, pues, que Jesús se dirigiera al hombre que había
vivido en aquellos alrededores. Como vemos, concuerdan los detalles, aunque es
evidente que no hubo intencionalidad.*
Diferencias lógicas.
Es verdad que en algunos relatos existen ciertas diferencias, pero ¿no es lo que se
esperaría? Imaginemos que un grupo de personas presenciara un asesinato. Si cada
una mencionara los mismos detalles con las mismas palabras, ¿no sospecharíamos que
hubo complicidad? Lo normal sería que su testimonio variara algo, en función de su
perspectiva personal. Así fue en el caso de los redactores de la Biblia.

Tomemos por ejemplo el manto que llevaba Jesús el día de su muerte. ¿Era de
color púrpura, como indican Marcos y Juan, o escarlata, como dice Mateo? (Mateo
27:28; Marcos 15:17;Juan 19:2.) En realidad, ambas descripciones son correctas.
El púrpura es un rojo intenso que tiende al violeta, así que, dependiendo del ángulo de
visión del observador, el reflejo de la luz y el fondo podrían haber matado su intensidad
y haberle dado diferentes tonalidades al manto. *

La coherencia entre los escritores de la Biblia, incluida su concordancia no intencionada


en los detalles, imprime un sello de autenticidad a sus relatos.

4. Exactitud científica
La ciencia ha avanzado muchísimo en las últimas décadas: viejas
teorías han cedido el paso a otras más novedosas. Lo que en su día
se admitió como verdad ahora tal vez se considere falso. Tanto es
así que no dejan de revisarse los libros de ciencia.
LA Biblia no es un tratado científico, pero cuando toca aspectos de este tipo se destaca
no solo por lo que dice, sino también por lo que no dice.

Libre de conceptos contrarios a los principios científicos.


En la antigüedad hubo conceptos erróneos muy difundidos, entre ellos que la Tierra era
plana o que la sostenían ciertos objetos o sustancias tangibles. Antes, cuando la ciencia
aún ignoraba cómo se propagaban las enfermedades o cómo prevenirlas, los médicos
empleaban ciertas técnicas que eran ineficaces o, en el peor de los casos, mortales.
Pero la Biblia no apoya ni siquiera una vez, en sus más de mil cien
capítulos, ningún concepto ni ninguna técnica nociva que vayan en contra de los
principios científicos.
Adelantándose a los conocimientos de la época, la Biblia
acertadamente afirmó que la Tierra es circular y cuelga “sobre
nada”
Declaraciones con rigor científico.
Hace tres mil quinientos años, la Biblia declaró que la Tierra colgaba “sobre nada” (Job
26:7). En el siglo VIII antes de nuestra era, Isaías aludió claramente al “círculo [o esfera]
de la tierra” (Isaías 40:22). Una Tierra esférica que flota en el vacío sin nada físico o
visible que la sustente... ¿no parece un concepto increíblemente moderno?
La Ley de Moisés (escrita alrededor de 1500 antes de nuestra era y recogida en los
cinco primeros libros de la Biblia) contenía acertados preceptos sobre la cuarentena,
sobre qué hacer cuando se tocaba un cadáver y sobre cómo deshacerse de los
excrementos (Levítico 13:1-5; Números 19:1-13; Deuteronomio 23:13, 14).
Gracias en parte a los poderosos telescopios que escrutan el firmamento, algunos
cosmólogos han llegado a la conclusión de que el universo tuvo un nacimiento
repentino. Claro, no todos los científicos aceptan lo que implica este punto de vista.
Cierto profesor dijo: “Un universo que tenga principio parece exigir una primera causa,
pues ¿quién podría imaginar semejante efecto sin una causa de suficiente magnitud?”.
Mucho antes de que se inventaran los telescopios, el primer versículo de la Biblia ya
afirmaba: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra” (Génesis 1:1).
Aunque se trata de un libro antiguo y toca muchos temas, la Biblia no contiene
inexactitudes científicas. ¿Verdad que merece, como mínimo, que la examinemos? *

¡DESPERTAD! 2007-11
Razones para confiar en la Biblia

5. Cumplimiento de profecías
Pensemos en un meteorólogo que lleva años pronosticando el
tiempo con acierto. Si anunciara lluvia, ¿no sería prudente salir de
casa con un paraguas?

EN LA Biblia abundan las predicciones, o profecías.* Y como bien documenta la historia,


siempre han resultado certeras.
Señas distintivas.
Las profecías bíblicas suelen ser concretas y se cumplen hasta el más mínimo detalle.
Normalmente tratan asuntos de gran relevancia y predicen justo lo contrario de lo que
los contemporáneos del escritor esperarían.

Un caso destacado.
A la antigua Babilonia, construida estratégicamente a orillas del río Éufrates, se la ha
llamado “el centro cultural, político y religioso del antiguo Oriente”. Pues bien, cerca del
año 732 antes de la era común (a.e.c.), Isaías puso por escrito una profecía nefasta:
que Babilonia caería. El profeta dio datos precisos, a saber, que el nombre del
conquistador sería Ciro, que las aguas protectoras del Éufrates se secarían y que las
puertas de la ciudad no estarían cerradas (Isaías 44:27–45:3). Unos doscientos años
después, el 5 de octubre del 539, la profecía se cumplió con exactitud. El historiador
griego Herodoto (siglo V a.e.c.) confirmó que la caída de Babilonia aconteció tal como
se había pronosticado.*
La Biblia predijo con exactitud que un rey llamado Ciro
conquistaría la poderosa Babilonia
Una predicción audaz.
Isaías lanzó otra predicción aún más sorprendente sobre Babilonia: “Nunca será
habitada” (Isaías 13:19, 20). Anunciar la desolación permanente de una ciudad próspera
y estratégica como esta sin duda era una predicción audaz, pues lo lógico sería que se
la reconstruyera si algún día llegaba a ser destruida. Aunque Babilonia no fue devastada
inmediatamente después de su conquista, las palabras de Isaías acabaron
realizándose. El lugar donde se alzaba Babilonia “es una zona desolada, calurosa,
desértica y polvorienta”, informa la revista Smithsonian.
Resulta impresionante observar el alcance de la profecía de Isaías. Su predicción
equivaldría a profetizar con exactitud y con doscientos años de antelación de qué
manera una ciudad moderna —como Nueva York o Londres— sería arrasada, y luego
declarar enfáticamente que nunca volvería a ser habitada. Por supuesto, lo que más
impresiona es que las palabras de Isaías se cumplieron.*

En esta serie de artículos hemos repasado algunas de las pruebas que han convencido
a millones de personas de que la Biblia es digna de crédito y una guía segura para
orientar su vida. ¿Por qué no aprende más de ella y así decide usted mismo si merece
su confianza?
LA ATALAYA JULIO DE 2014

PUBLICADO EN

¿Puede ver al Dios que es invisible?


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“DIOS es un Espíritu”, es invisible a los ojos humanos (Juan 4:24). Con todo, la Biblia
dice que, en cierto sentido, algunas personas lo han visto (Hebreos 11:27). ¿Realmente
podemos ver al “Dios invisible”? (Colosenses 1:15.)

Comparemos nuestra situación con la de un ciego de nacimiento. ¿Le impide su


ceguera comprender el mundo que lo rodea? No necesariamente. Él puede percibir de
diversas maneras a las personas y los objetos que hay a su alrededor. “La visión
no está en los ojos —dijo un hombre ciego—, sino en la mente.”

De igual forma, aunque no podemos ver a Dios con los ojos físicos, sí podemos verlo
con “los ojos [del] corazón” (Efesios 1:18). Analicemos tres maneras en que podemos
hacerlo.

“SE VEN CLARAMENTE DESDE LA CREACIÓN


DEL MUNDO”
En los ciegos se agudizan los sentidos del oído y el tacto para ayudarles a percibir las
cosas que no pueden ver. De modo parecido, nosotros podemos usar los sentidos para
estudiar el mundo que nos rodea y así percibir al Dios que lo creó. “Las cualidades
invisibles de [Dios] se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque
se perciben por las cosas hechas.” (Romanos 1:20.)

Pensemos por ejemplo en la Tierra. Nuestro hogar está diseñado, no solo para que
vivamos en él, sino para que disfrutemos de la vida. ¿Verdad que nos llena de alegría
sentir una suave brisa o el calor del Sol, saborear una deliciosa fruta o escuchar el
relajante sonido de las aves? ¿No es esto prueba de la consideración, el cariño y la
generosidad de nuestro Creador?

¿Y qué aprendemos al observar el universo? Para empezar, los cielos revelan el poder
de Dios. De hecho, investigaciones recientes indican que el universo se está
expandiendo y que cada vez lo hace más rápido. Mire el cielo nocturno y pregúntese:
“¿De dónde proviene la energía que produce esta expansión?”. La Biblia dice que el
Creador posee “abundancia de energía” (Isaías 40:26). Y la creacióndemuestra que él
es el Todopoderoso; que “es sublime en poder” (Job 37:23).

JESÚS “LO HA EXPLICADO”


Una madre de dos niños ciegos comenta: “Hablarles es una de las formas más
importantes de enseñarles. Tenemos que decirles todo lo que vemos y escuchamos,
todo lo que está sucediendo. Somos sus ojos”. Del mismo modo, aunque “a Dios ningún
hombre lo ha visto jamás”, su Hijo, Jesús, “que está en la posición del seno para con el
Padre”, nos ha explicado quién es él (Juan 1:18). Jesús fue la primera creación de
Jehová, el único que fue creado personalmente por él. Por decirlo así, él se convirtió en
nuestros ojos; es quien mejor puede decirnos cómo es Dios.

Jesús ha pasado miles de millones de años al lado de Dios. Veamos algunas de las
cosas que explicó de él:

 Dios trabaja incansablemente. “Mi Padre ha seguido trabajando hasta ahora.”


(Juan 5:17.)
 Dios conoce nuestras necesidades. “Su Padre sabe qué cosas necesitan
ustedes.” (Mateo 6:8.)
 A Dios le gusta darnos lo que necesitamos. “Su Padre que está en los cielos [...]
hace salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre justos e injustos.”
(Mateo 5:45.)
 Dios nos valora a cada uno de nosotros. “¿No se venden dos gorriones por una
moneda de poco valor? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin el
conocimiento de su Padre. Mas los mismísimos cabellos de la cabeza de
ustedes están todos contados. Por lo tanto, no tengan temor: ustedes valen
más que muchos gorriones.” (Mateo 10:29-31.)

UN HOMBRE QUE REFLEJÓ A DIOS


A LA PERFECCIÓN
Los ciegos suelen captar los conceptos de forma distinta a quienes pueden ver. Por
ejemplo, quizás perciban la sombra, no como una zona oscura a la que no le da la luz
del Sol, sino como una zona protegida del calor. Tal como un ciego no puede ver ni la
luz ni las sombras, nosotros no podemos comprender por nuestros propios medios
quién es Jehová. Por eso, Dios envió a un hombre capaz de reflejar sus cualidades a la
perfección.

Ese hombre fue Jesús (Filipenses 2:7). Él nos habló acerca de su Padre y también nos
demostró cómo es. Felipe, su discípulo, le pidió: “Señor, muéstranos al Padre”. Pero él
le respondió: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre también” (Juan 14:8, 9). ¿Qué
cosas podemos “ver” de Dios al estudiar la vida de Jesús?
Jesús era afectuoso, humilde y accesible (Mateo 11:28-30). Su agradable personalidad
atraía a la gente. Se compadecía del dolor de las personas y compartía sus alegrías
(Lucas 10:17, 21; Juan 11:32-35). Cuando lea o escuche los relatos de Jesús, use todos
sus sentidos y haga que los sucesos cobren vida en su imaginación. Si medita en cómo
trataba Jesús a los demás, podrá ver más claramente la maravillosa personalidad de
Dios y se sentirá más cerca de él.

FORMARSE UN CUADRO COMPLETO


Una especialista explica lo que hacen los ciegos para percibir el mundo: “Reciben la
información en fragmentos y de diversas fuentes (tacto, olfato, oído, etc.), y de alguna
forma juntan esos fragmentos para formarse un cuadro completo”. De manera similar, si
observamos la creación, leemos lo que Jesús dijo acerca de su Padre y analizamos
cómo reflejó sus cualidades, la imagen que tenemos de Dios se irá haciendo más clara.
Él será más real para nosotros.

Eso fue lo que le sucedió a Job, un personaje bíblico. Al principio habló de cosas que
no entendía del todo (Job 42:3). Sin embargo, tras analizar las maravillosas creaciones
de Dios, reconoció: “De oídas he sabido de ti, pero ahora mi propio ojo de veras te ve”
(Job 42:5).
“Si tú lo buscas, [Jehová] se dejará hallar”
Lo mismo puede sucederle a usted. Si busca a Dios, “él se dejará hallar” (1 Crónicas
28:9). Los testigos de Jehová están más que dispuestos a ayudarle a conocer mejor al
Dios invisible.
¿Se interesa Dios por usted?
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“En cuanto a mí, pobre y necesitado, que el Señor me tenga en sus


pensamientos.”* (DAVID, REY DE ISRAEL, SIGLO XI ANTES DE NUESTRA
ERA)

“Las naciones son como una gota de un cubo.” (ISAÍAS 40:15)


¿Tenía razones David para esperar que Dios lo tomara en cuenta, que se interesara por
él? ¿Se interesa Dios por usted? A muchas personas se les hace difícil creer que el
Dios todopoderoso se preocupa por ellas. ¿Por qué?
Una razón que dan es que Dios es un ser muy superior a los hombres. Está en una
posición tan elevada que para él “las naciones son como una gota de un cubo; y como
la capa tenue de polvo en la balanza” (Isaías 40:15). De hecho, un escritor ateo llegó al
punto de decir lo siguiente: “Creer en un dios que se interesa por lo que hacemos es el
colmo de la arrogancia”.

Por otro lado, hay quienes creen que no merecen la ayuda de Dios debido a las cosas
que hacen. Por ejemplo, un hombre llamado Jim cuenta: “Siempre le estaba pidiendo a
Dios que me ayudara a controlar mi carácter, pero tarde o temprano, la ira me
controlaba a mí. Terminé creyendo que era tan malo que ni siquiera Dios podría
ayudarme”.

¿Está Dios tan lejos de nosotros que no se da cuenta de que estamos aquí? ¿Qué
siente por los seres humanos imperfectos? Podemos hallar las respuestas a estas
preguntas con la ayuda de Dios. Mediante su Palabra inspirada, la Biblia, él nos asegura
que no es un ser distante y que se interesa por nosotros. Hechos 17:27 dice: “[Dios]
no está muy lejos de cada uno de nosotros”. En los siguientes cuatro artículos veremos
lo que enseña la Biblia sobre este asunto y las maneras en las que Dios demuestra que
se interesa por las personas, entre ellas usted.

Dios cuida de usted


00:00

02:29

“Los ojos de [Dios] están sobre los caminos del hombre, y todos sus pasos él
ve.” (JOB 34:21)
Cuanto más pequeño es un niño, más atención necesita

POR QUÉ DUDAN ALGUNOS:Según un estudio reciente, nuestra galaxia tiene por lo
menos cien mil millones de planetas. Como el universo es tan grande, muchas personas
se preguntan: “¿Por qué debería fijarse Dios en las cosas que hacen simples seres
humanos en un planeta tan insignificante?”.
QUÉ ENSEÑA LA BIBLIA:Jehová* no nos dio la Biblia y luego se olvidó de nosotros. Él
nos garantiza: “Ciertamente [te] daré consejo con mi ojo sobre ti” (Salmo 32:8).
Pensemos en el ejemplo de Agar, una egipcia que vivió en el siglo XX antes de nuestra
era. Ella le faltó al respeto a Sarai, la mujer para la cual trabajaba, y esta la humilló. Así
que huyó al desierto. ¿Se olvidó Dios de ella por haber cometido un error? La Biblia
relata que “el ángel de Jehová la halló” y la animó diciéndole: “Jehová ha oído tu
aflicción”. Agar le respondió: “Tú eres un Dios que me ve” (Génesis 16:4-13, nota).
Dios también lo ve a usted. ¿En qué sentido? Esta ilustración nos ayudará a entenderlo.
Una madre cuida con cariño de todos sus hijos, pero está más pendiente de los
pequeños, pues son más vulnerables y necesitan más cuidados. Así mismo, Jehová
está más pendiente de nosotros cuando estamos débiles y somos más vulnerables. Él
dice: “En la altura y en el lugar santo es donde resido, también con el aplastado y de
espíritu humilde, para revivificar el espíritu de los de condición humilde y para revivificar
el corazón de los que están siendo aplastados” (Isaías 57:15).
Con todo, puede que se pregunte: “¿Cómo me ve Dios? ¿Se fija solo en mi apariencia,
o ve lo que hay en mi corazón y me comprende?”.

Dios lo comprende
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02:26

“Oh Jehová, tú me has [examinado] completamente, y me conoces.” (SALMO


139:1)
“Tus ojos vieron hasta mi embrión.” (SALMO 139:16)
POR QUÉ DUDAN ALGUNOS:Muchas personas creen que Dios ve a los seres
humanos como simples pecadores que no merecen su atención. Kendra, quien padecía
depresión, se sentía culpable porque no podía cumplir al pie de la letra las normas de
Dios. “Por eso dejé de orar”, recuerda ella.
QUÉ ENSEÑA LA BIBLIA:Jehová ve más allá de nuestros errores y nos comprende a
la perfección. “Él mismo conoce bien la formación de nosotros —dice la Biblia—, y se
acuerda de que somos polvo.” Debido a ello, no nos da lo que realmente merecemos
por nuestros pecados; se compadece de nosotros y nos perdona si nos arrepentimos
(Salmo 103:10, 14).
Pensemos en el caso del rey David, mencionado en el primer artículo. Él le dijo a Dios:
“Tus ojos vieron hasta mi embrión, y en tu libro todas sus partes estaban escritas”.
Y añadió: “[Examíname] completamente, oh Dios, y conoce mi corazón” (Salmo
139:16, 23). Aunque había cometido errores —algunos muy graves—, David estaba
convencido de que Jehová vería su corazón arrepentido.
Puede estar seguro de que Jehová lo comprende mejor que nadie. La Biblia declara: “El
simple hombre ve lo que aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo que es el
corazón” (1 Samuel 16:7). Él sabe por qué somos como somos. Sabe cómo nos han
marcado la genética, la crianza, el entorno y nuestra personalidad. También ve y valora
los esfuerzos que usted hace por ser mejor persona, aunque cometa errores.

Ahora bien, ¿cómo usa Dios ese conocimiento que tiene de usted para consolarlo?

Dios lo consuela
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“Dios, que consuela a los abatidos, nos consoló.” (2 CORINTIOS 7:6)


“El Hijo de Dios [...] me amó y se entregó por mí.” (GÁLATAS 2:20)
POR QUÉ DUDAN ALGUNOS:Hay quienes buscan consuelo desesperadamente, pero
piensan que es egoísta pedirle a Dios que los ayude a enfrentarse a los problemas. Una
mujer llamada Raquel comenta: “Cuando pienso en la cantidad de personas que hay en
el mundo y en los problemas tan graves que tienen, los míos parecen insignificantes y
eso me impide pedirle ayuda a Dios”.
QUÉ ENSEÑA LA BIBLIA: Dios ya ha hecho algo extraordinario a fin de ayudar y
consolar a la gente. Todos hemos nacido con una “enfermedad crónica”: el pecado. Por
eso es que no podemos cumplir a la perfección con las normas divinas. Sin embargo,
Dios “nos amó a nosotros y envió a su Hijo [Jesucristo] como sacrificio propiciatorio por
nuestros pecados” (1 Juan 4:10). Por medio del sacrificio de Jesús, Dios nos ofrece el
perdón de los pecados, una conciencia limpia y vida eterna en un nuevo mundo lleno de
paz.* Ahora bien, ¿es ese sacrificio una muestra del interés de Dios por la humanidad
en general, o también por usted en particular?
Veamos el ejemplo del apóstol Pablo. Él estaba tan conmovido por el sacrificio de Jesús
que escribió: “El Hijo de Dios [...] me amó y se entregó por mí” (Gálatas 2:20). Aunque
Jesús murió antes de que Pablo se hiciera cristiano, Pablo veía ese sacrificio como un
regalo que Dios le había hecho a él.
El sacrificio de Jesús también es un regalo que Dios le ha hecho a usted para
demostrarle lo mucho que lo valora. Este regalo puede darle “consuelo eterno y buena
esperanza” y hacerlo firme “en todo buen hecho y buena palabra” (2 Tesalonicenses
2:16, 17).
Sin embargo, Jesús dio su vida hace casi dos mil años. ¿Cómo sabemos que Dios sigue
interesándose por nosotroshoy?

LA ATALAYA AGOSTO DE 2014


PUBLICADO EN

TEMA DE PORTADA | ¿SE INTERESA DIOS POR USTED?

Dios quiere que se acerque a él


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“Nadie puede venir a mí a menos que el Padre, que me envió, lo atraiga.”


(JUAN 6:44)
POR QUÉ DUDAN ALGUNOS: Mucha gente tiene fe en Dios, pero cree que está muy
lejos. Christina, una mujer de Irlanda que iba a la iglesia todas las semanas, comenta:
“Sabía que Dios creó todas las cosas, pero no lo conocía. Nunca me sentí cerca de él”.
QUÉ ENSEÑA LA BIBLIA: Tal vez nos sintamos lejos de Dios, pero él nunca nos
abandona. Jesús ilustró la manera en la que Dios nos cuida con las siguientes palabras:
“Si cierto hombre llega a tener cien ovejas y una de ellas se descarría, ¿no dejará las
noventa y nueve sobre las montañas y emprenderá una búsqueda por la que anda
descarriada?”. ¿Qué quiere decir esto? Jesús lo explicó: “No es cosa deseable a mi
Padre que está en el cielo el que uno de estos pequeños perezca” (Mateo 18:12-14).
Dios valora a cada uno de esos “pequeños”. ¿Cómo busca a la oveja que “anda
descarriada”? Según el texto citado en la introducción de este
artículo, atrayéndola hacia él.

¿Quiénes llegan a las casas de las personas o se acercan a ellas en las calles para
hablarles de Dios?

Dios toma la iniciativa y atrae a las personas sinceras. En el siglo primero envió a un
cristiano llamado Felipe a alcanzar el carruaje de un oficial etíope y a explicarle el
significado de la profecía que estaba leyendo (Hechos 8:26-39). En otra ocasión, dirigió
al apóstol Pedro hasta la casa de un oficial romano llamado Cornelio, quien había
estado orando y esforzándose por servir a Dios (Hechos 10:1-48). Dios también guió al
apóstol Pablo y a sus compañeros hasta un río a las afueras de la ciudad de Filipos. Allí
conocieron a una adoradora de Dios llamada Lidia a quien “Jehová le abrió el corazón
ampliamente para que prestara atención” (Hechos 16:9-15).
En cada caso, Jehová mismo se aseguró de que las personas que estaban buscándolo
tuvieran la oportunidad de conocerlo. Y en la actualidad, ¿quiénes llegan a las casas de
las personas o se acercan a ellas en las calles para hablarles de Dios? Los testigos de
Jehová. Pregúntese: “¿Estará valiéndose Dios de ellos para atraerme?”. Pídale a Dios
que le ayude a aceptar su invitación de acercarse a él.*

¿Contesta Dios nuestras oraciones?


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La respuesta que da la Biblia


Por supuesto que sí. Hay textos bíblicos y casos de la vida real que demuestran que
Dios responde las oraciones. La Biblia dice acerca de Dios: “Ejecutará el deseo de los
que le temen, y oirá su clamor por ayuda, y los salvará” (Salmo 145:19). Ahora bien,
para que Dios nos responda, se espera que cumplamos ciertas condiciones.

Condiciones que Dios establece


 Dirigirse a él, no a Jesús, María, los santos ni a ningún ángel o imagen. La Biblia llama a
Jehová, nuestro Dios, el “Oidor de la oración” (Salmo 65:2).
 No pedir cosas que vayan en contra de su voluntad o de sus normas, las cuales están
en la Biblia (1 Juan 5:14).
 Orar en el nombre de Jesús, reconociendo así la autoridad que él tiene. “Nadie viene al
Padre sino por mí”, afirmó Jesús (Juan 14:6).
 Tener fe. Y en caso de no tener suficiente, pedirle más (Mateo 21:22; Lucas 17:5).
 Ser humildes y sinceros. La Biblia dice: “Jehová es alto, y, no obstante, al humilde lo ve”
(Salmo 138:6).
 Perseverar. Jesús dio esta garantía: “Sigan pidiendo, y se les dará” (Lucas 11:9).
Factores que Dios no toma en cuenta
 Nuestra raza o nacionalidad. “Dios no es parcial, sino que, en toda nación, el que le
teme y obra justicia le es acepto.” (Hechos 10:34, 35.)
 La posición o postura. Podemos orar sentados, postrados rostro a tierra, de rodillas o de
pie (1 Crónicas 17:16;Nehemías 8:6; Daniel 6:10; Marcos 11:25).
 Si oramos en voz alta o en silencio. Dios contesta hasta las oraciones que hacemos en
lo secreto del corazón (Nehemías 2:1-6).
 Si nuestras preocupaciones son grandes o pequeñas. La Biblia nos hace esta invitación:
“Ech[en] sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por ustedes” (1 Pedro 5:7).

¿Nos oye Dios cuando le pedimos ayuda?


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La respuesta que da la Biblia


Sí. Dios escucha a las personas sinceras que le hacen peticiones que no van en contra
de su voluntad. De hecho, la Biblia contiene ejemplos de personas que acudieron a Dios
por ayuda. Ver algunos de estos ejemplos nos animará a orar, aun cuando jamás lo
hayamos hecho.

 “Ayúdame, Jehová Dios mío; sálvame conforme a tu misericordia.” (Salmo


109:26, Reina-Valera, 1960.)
 “Dios mío, yo soy muy pobre, y estoy muy necesitado; ¡ven pronto! Dame tu ayuda.”
(Salmo 70:5, Traducción en lenguaje actual.)
No cabe duda de que el escritor de estos versículos tenía una sólida fe en Dios. Pero ¿y
si no tenemos tanta fe? Pues bien, Dios también escucha a quienes lo buscan con un
buen corazón. La Biblia dice que él atiende los ruegos de quienes están “quebrantados
de corazón” y “aplastados en espíritu”, es decir, sumamente angustiados (Salmo 34:18).
Puede que a veces pensemos que Dios está muy lejos y que no le interesan nuestros
asuntos. Sin embargo, las Escrituras declaran: “Jehová es alto, y, no obstante, al
humilde lo ve; pero al altanero lo conoce solo de distancia” (Salmo 138:6). Jesús incluso
les aseguró a sus discípulos: “Los mismísimos cabellos de la cabeza de ustedes están
todos contados” (Mateo 10:30). En efecto, si Dios está al tanto hasta de detalles como
estos, que nosotros mismos solemos pasar por alto, con cuánta más razón nos
escuchará cuando le contemos nuestras inquietudes (1 Pedro 5:7).

¿Qué podemos pedirle a Dios?


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La respuesta que da la Biblia


Le podemos pedir cualquier cosa que esté en armonía con las normas divinas que
enseña la Biblia. “No importa qué sea lo que pidamos conforme a su voluntad, él nos
oye”, afirman las Escrituras (1 Juan 5:14). Entre otras cosas, uno puede contarle sus
preocupaciones. La Biblia nos invita a desahogarnos con él, pues dice: “Delante de él
derramen ustedes su corazón” (Salmo 62:8).

Ejemplos de lo que podemos pedir en oración


 Fe en Dios (Lucas 17:5).
 El espíritu santo de Dios —es decir, su fuerza activa—, a fin de que nos ayude hacer lo
correcto (Lucas 11:13).
 Fortaleza para enfrentar los problemas y resistir las tentaciones (Filipenses 4:13).
 Paz mental y tranquilidad (Filipenses 4:6, 7).
 Sabiduría para tomar buenas decisiones (Santiago 1:5).
 Ayuda para satisfacer las necesidades diarias (Mateo 6:11).
 Perdón de los pecados (Mateo 6:12).

¿Por qué orar en el nombre de Jesús?


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La respuesta que da la Biblia
Dios desea que dirijamos nuestras oraciones a él por medio de Jesús. De hecho, ese es
el único medio que aprueba para orarle. Jesús declaró: “Yo soy el camino y la verdad y
la vida. Nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Él mismo también les dijo a sus
apóstoles fieles: “Si le piden alguna cosa al Padre, él se la dará en mi nombre” (Juan
16:23).

Otras razones por las que debemos orar en el nombre de


Jesús
 Es una manera de honrar a Jesús y a su Padre, Jehová Dios (Filipenses 2:9-11).
 Demostramos gratitud por el sacrificio de Jesús, el medio que Dios ha provisto para
nuestra salvación (Mateo 20:28;Hechos 4:12).
 Reconocemos que Jesús es el único que puede interceder por nosotros ante Dios
(Hebreos 7:25).
 Mostramos respeto por la posición de Jesús como “sumo sacerdote”, quien como tal nos
ayuda a tener una buena relación con Dios (Hebreos 4:14-16).

LA ATALAYA 2008-02-01

¿Por qué orar en el nombre de Jesús?


LA ORACIÓN fue un tema frecuente en la enseñanza de Jesús. En su tiempo,
los líderes religiosos judíos solían rezar “en las esquinas de los caminos anchos”. ¿Para
qué lo hacían? “Para ser vistos” por los demás. Obviamente, querían que los admiraran
por su piedad. Muchos de ellos pronunciaban largas y repetitivas invocaciones, como si
necesitaran el “uso de muchas palabras” para que Dios los oyera (Mateo 6:5-8). Jesús
enseñó claramente que tales prácticas eran inútiles, y así contribuyó a que las personas
sinceras supieran lo que debían evitar al orar. Ahora bien, hizo más que explicar
cómo no se debía orar.
Jesús nos enseñó que nuestras oraciones deben manifestar que deseamos que el
nombre de Dios sea santificado, que venga su Reino y que se haga su voluntad.
También nos enseñó que está bien pedir ayuda a Dios en asuntos personales (Mateo
6:9-13; Lucas 11:2-4). Asimismo, se sirvió de parábolas para indicarnos que se requiere
persistencia, fe y humildad si queremos que Jehová nos oiga (Lucas 11:5-13;18:1-14).
Y, a este respecto, reforzó su enseñanza con su propio ejemplo (Mateo 14:23; Marcos
1:35).

No cabe duda de que estas instrucciones ayudaron a los discípulos de Jesús a mejorar
la calidad de sus oraciones. Con todo, Jesús esperó hasta la última noche de su vida
para impartirles la lección más importante sobre la oración.

“Un cambio trascendental en la historia de la


oración”
Jesús estuvo prácticamente toda aquella noche animando a sus apóstoles fieles. Ese
era el momento perfecto para revelarles algo nuevo. “Yo soy el camino y la verdad y la
vida —les dijo—. Nadie viene al Padre sino por mí.” A continuación les hizo una
alentadora promesa: “Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, esto lo haré,
para que el Padre sea glorificado con respecto al Hijo. Si ustedes piden algo en mi
nombre, lo haré”. Y hacia el final de la conversación les dijo: “Hasta el tiempo actual
ustedes no han pedido una sola cosa en mi nombre. Pidan y recibirán, para que su gozo
se haga pleno” (Juan 14:6, 13, 14; 16:24).

¡Qué declaración tan extraordinaria! Un diccionario bíblico señala que aquello supuso
“un cambio trascendental en la historia de la oración”. Por supuesto, Jesús no quiso
decir que a partir de ese momento deberían dirigirse las oraciones a él en vez de a Dios.
Más bien, estaba abriendo un nuevo camino para acercarse a Jehová Dios.

Claro está, Dios siempre ha escuchado las oraciones de sus siervos fieles (1 Samuel
1:9-19; Salmo 65:2). Sin embargo, desde que Dios estableció su pacto con Israel, todo
el que deseara que sus oraciones fueran escuchadas tenía que reconocer que Israel era
la nación que Jehová había escogido. Más tarde, a partir de los días de Salomón, había
que aceptar que el templo era el lugar elegido por Dios para que se ofrecieran sacrificios
(Deuteronomio 9:29; 2 Crónicas 6:32, 33). No obstante, este sistema de adoración fue
transitorio. Tal como escribió el apóstol Pablo, la Ley que se dio a Israel y los sacrificios
que se ofrecían en el templo eran “una sombra de las buenas cosas por venir, pero no la
sustancia misma de las cosas” (Hebreos 10:1, 2). La sombra tenía que dar paso a la
realidad (Colosenses 2:17). Por ello, desde el año 33 de nuestra era, tener una relación
personal con Jehová ya no ha dependido de observar la Ley mosaica. Antes bien, hay
que obedecer a Jesucristo, aquel a quien la Ley señalaba (Juan 15:14-16; Gálatas
3:24, 25).

Un nombre “por encima de todo otro nombre”


Jesús estableció una base mejor para acercarse a Jehová. Por así decirlo, se comparó
a un amigo poderoso que abre el camino para que Dios oiga y responda nuestras
oraciones. ¿Por qué puede Jesús obrar así a favor nuestro?

Puesto que todos nacemos en pecado, nada de lo que hagamos ni ningún sacrificio que
ofrezcamos puede borrar esta mancha, ni otorgarnos el derecho a tener una relación
con Jehová, el Dios de la santidad (Romanos 3:20, 24;Hebreos 1:3, 4). Sin embargo,
Jesús expió los pecados de la humanidad redimible al entregar su vida humana perfecta
(Romanos 5:12, 18, 19). Gracias a ello, todo el que lo desee puede disfrutar de una
condición limpia ante Jehová y de “franqueza de expresión” para con Dios, siempre y
cuando ejerza fe en el sacrificio de Jesús y ore en su nombre (Efesios 3:11, 12).
Cuando oramos en el nombre de Jesús, demostramos fe en al menos tres aspectos del
papel que Cristo desempeña en el propósito divino: 1) Es “el Cordero de Dios”, cuyo
sacrificio sienta las bases para el perdón de pecados. 2) Tras ser resucitado por Jehová,
ahora administra como “sumo sacerdote” los beneficios del rescate. 3) Solo él es “el
camino” para acercarnos a Jehová en oración (Juan 1:29; 14:6;Hebreos 4:14, 15).
Al orar en su nombre, honramos a Jesús mismo. Esto es muy apropiado, pues es la
voluntad de Jehová que “en el nombre de Jesús se doble toda rodilla [...], y reconozca
abiertamente toda lengua que Jesucristo es Señor para la gloria de Dios el Padre”
(Filipenses 2:10, 11). Y, aún más importante, orar en el nombre de Jesús ensalza a
Jehová, quien ofreció a su Hijo a favor nuestro (Juan 3:16).
Debemos orar “con todo [nuestro] corazón”, no mecánicamente
Para que percibamos la importancia del puesto que Jesús ocupa, la Biblia le atribuye
varios títulos y nombres. Todos ellos nos ayudan a darnos cuenta de las muchas
bendiciones que recibimos gracias a lo que Jesús ha hecho, está haciendo y aún hará
por nosotros. (Véase el recuadro “El papel crucial de Jesús”.) En efecto, a Jesús se le
ha dado “el nombre que está por encima de todo otro nombre”, es decir, toda autoridad
en el cielo y sobre la Tierra (Filipenses 2:9; Mateo 28:18).*

No solo una costumbre


Como hemos visto, tenemos que ofrecer nuestras oraciones en el nombre de Jesús
para que Jehová las oiga (Juan 14:13, 14). Pero no quisiéramos que la expresión “en el
nombre de Jesús” se convirtiera en una repetición automática, vacía. ¿Por qué no?
Piense en el siguiente ejemplo. Cuando usted recibe una carta de un comerciante, tal
vez esta concluya con el acostumbrado “le saluda atentamente”. Pero ¿le parece que
esas palabras son una expresión sincera del sentir del comerciante, o una simple
fórmula de cortesía? Lo cierto es que el uso del nombre de Jesús en nuestras oraciones
debe ser más significativo que las palabras corteses de una carta comercial. Aunque
tenemos que orar “incesantemente”, se espera que lo hagamos “con todo [nuestro]
corazón”, no de manera mecánica (1 Tesalonicenses 5:17; Salmo 119:145).
¿Cómo podríamos evitar que las palabras “en el nombre de Jesús” acaben
convirtiéndose en una expresión vacía? ¿Por qué no meditamos en la atrayente
personalidad de Cristo? Pensemos en todo lo que Jesús ha hecho y anhela hacer por
nosotros. En nuestras oraciones, demos gracias y alabemos a Jehová por la manera
maravillosa en que ha utilizado a su Hijo. Si así lo hacemos, aumentará nuestra
confianza en la promesa de Jesús: “Si le piden alguna cosa al Padre, él se la dará en mi
nombre” (Juan 16:23).
EL PAPEL CRUCIAL DE JESÚS
Para entender completamente el papel que desempeña Jesús, veamos algunos de los
títulos, atributos y nombres que se le atribuyen.

 Agente Principal de la vida (Hechos 3:15).

 Amén (2 Corintios 1:19, 20; Revelación [Apocalipsis] 3:14).


 Apóstol (Hebreos 3:1).
 Cabeza de la congregación (Efesios 5:23).
 Caudillo (Mateo 23:10).
 Cordero de Dios (Juan 1:29).
 Cristo, Mesías (Mateo 16:16; Juan 1:41).
 Dios Poderoso (Isaías 9:6).
 Emmanuel (Mateo 1:23).
 Hijo de Dios (Juan 1:34).
 Hijo del hombre (Mateo 8:20).
 Juez (Hechos 10:42).
 La Palabra (Juan 1:1).
 Maestro (Juan 13:13).
 Maravilloso Consejero (Isaías 9:6).
 Mediador (1 Timoteo 2:5).
 Miguel el arcángel (1 Tesalonicenses 4:16; Judas 9).
 Padre Eterno (Isaías 9:6).
 Pastor Excelente (Juan 10:11).
 Príncipe de Paz (Isaías 9:6).
 Rey (Revelación 11:15).
 Salvador (Lucas 2:11).
 Señor(Juan 13:13).
 Sumo Sacerdote (Hebreos 4:14, 15).
 Testigo Fiel (Revelación 1:5).
 Último Adán (1 Corintios 15:45).

¿Está bien rezar a los santos?


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La respuesta que da la Biblia


La Biblia no enseña que debamos rezar a los santos. Debemos orar solo a Dios y
hacerlo mediante Jesús. “Ustedes oren así —dijo Jesús a sus discípulos—: Padre
nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre.” (Mateo 6:9,Biblia de América
[BA].) Jesús nunca indicó que debamos orar a un santo, a un ángel o a alguien que no
sea el propio Dios.
Jesucristo también declaró: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar
hasta el Padre, sino por mí” (Juan 14:6, BA). El único que tiene autoridad para
interceder por nosotros ante Dios es Jesús (Hebreos 7:25).
¿Se puede orar a Dios, y también a los santos?
En uno de los Diez Mandamientos, Dios señaló: “Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios
celoso” (Éxodo 20:5, BA). ¿En qué sentido es “celoso” Dios? Una nota en la Biblia de
Américaexplica este versículo así: “Él será el único Dios, ninguna imagen romperá [...]
su exclusividad”. Dios exige que se le adore exclusivamente a él, y, a fin de cuentas,
orar es parte de nuestra adoración (Isaías 48:11).
Si oramos a alguien que no sea Dios, sin importar que se trate de un ángel o un santo,
él se sentirá ofendido. El libro de Apocalipsis (Revelación) dice que cuando el apóstol
Juan cayó a los pies de un ángel para adorarlo, este lo reprendió diciéndole: “No hagas
eso, que yo soy un simple compañero de servicio tuyo y de tus hermanos, esos que se
mantienen como fieles testigos de Jesús. Sólo a Dios debes adorar” (Revelación
19:10, BA).

¡DESPERTAD! NOVIEMBRE DE 2010


PUBLICADO EN

El punto de vista bíblico

¿Está bien rezar a los “santos”?


Tanto Marie como Theresa se consideraban “buenas católicas” y
creían en los “santos”. Marie pensaba que podía invocarlos para
pedirles ayuda. Theresa solía rezarle al “santo” patrón de su pueblo
y también a la “santa” cuyo nombre llevaba.

AL IGUAL que Marie y Theresa, millones de personas de todo el mundo rezan a sus
santos para pedirles alguna bendición. Según la obra católica El magisterio de la
Iglesia, los santos interceden “en favor de los hombres”, y “es bueno y provechoso
invocarlos con nuestras súplicas y recurrir a sus oraciones, ayuda y auxilio para impetrar
[o suplicar] beneficios de Dios”.
Pero ¿cómo ve Dios el asunto? ¿Le parece aceptable que roguemos a los “santos” que
intercedan por nosotros? Analicemos lo que dice la Biblia.

¿Deberíamos invocar a los “santos”?

En la Biblia no hay ni una sola mención de que los siervos fieles de Dios rezaran a los
“santos”. ¿A qué se debe eso? El Diccionario de la Biblia, de W. R. F. Browning, explica
que “las peticiones de intercesión de los santos se encuentran por primera vez en el
siglo III”, es decir, unos doscientos años después de la muerte de Cristo. Por lo tanto, tal
tradición no se originó de Jesús ni de los escritores bíblicos inspirados que
documentaron su ministerio. ¿Cómo lo sabemos?
La Biblia insiste repetidamente en que solo debemos orar a Dios, haciéndolo en el
nombre de Jesucristo. “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar hasta
el Padre, sino por mí.” (Juan 14:6, La Biblia Católica para Jóvenes.) Estas palabras
inequívocas concuerdan con lo que Jesús enseñó en Mateo 6:9-13. Mientras hablaba de
la oración, recomendó a sus discípulos: “Ustedes, pues, tienen que orar de esta
manera: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre’” (Mateo 6:9).
Es obvio que nuestro Padre celestial es el único a quien debemos dirigir las oraciones.
Esta verdad se asienta sobre un principio bíblico fundamental.

Orar es una forma de adoración


Según la obra The World Book Encyclopedia, “oración denota pensamientos y palabras
reverentes dirigidos hacia Dios, dioses, diosas u otras entidades u objetos
de adoración. [...] Rezar es una importante forma de adoración en casi todas las
religiones del mundo” (cursivas nuestras). Pregúntese: “¿Sería apropiado arrodillarse y
adorar con rezos a cualquiera que no sea nuestro Creador y Dador de vida?” (Salmo
36:9). Jesús predijo: “Los verdaderos adoradores adorarán al Padre con espíritu y con
verdad, porque, en realidad, el Padre busca a los de esa clase para que lo adoren”
(Juan 4:23). La Biblia también afirma que el Creador requiere nuestra “devoción
exclusiva” (Deuteronomio 4:24;6:15).
Analicemos el ejemplo del apóstol Juan. Tras recibir las visiones espectaculares que se
registran en el libro bíblico de Revelación (Apocalipsis), el impresionado apóstol “ca[yó]
para adorar delante de los pies del ángel que [le] había estado mostrando estas cosas”.
Pero ¿cómo reaccionó el ángel? Le dijo: “¡Ten cuidado! ¡No hagas eso! Yo simplemente
soy coesclavo tuyo y de tus hermanos [...]. Adora a Dios” (Revelación 22:8, 9).
De nuevo, la Biblia recalca que solo debemos adorar a Jehová.
En conformidad con lo anterior, Dios es el único que recibe el calificativo de “Oidor de la
oración” (Salmo 65:2). Además, como es el Todopoderoso, solo él tiene la autoridad, el
conocimiento y la potestad para conceder cualquier petición legítima que le hagamos
(Job 33:4). Hasta su Hijo Jesucristo tiene limitaciones, según él mismo admite (Mateo
20:23;24:36). Aun así se le ha dado gran autoridad, lo que incluye la responsabilidad de
servir como el Intercesor de los humanos.

Un Intercesor comprensivo
La Biblia dice de Jesús: “Él también puede salvar completamente a los que están
acercándose a Dios mediante él, porque siempre está vivo para abogar por ellos”
(Hebreos 7:25). En otras palabras, Jesús puede interceder de forma comprensiva a
favor de aquellos que ‘se acercan a Diosmediante él’. Eso no significa que debamos
orar a Jesús y que él, por así decirlo, reenviará nuestra oración. Más bien, quiere decir
que oramos a Dios en el nombre de Jesús, reconociendo de esa forma su autoridad.
¿Por qué es Jesús el Intercesor perfecto?
Para empezar, Jesús tuvo la oportunidad de vivir como humano, lo que le permitió
comprender mejor nuestros sufrimientos (Juan 11:32-35). Además, demostró su amor
por la gente curando a los enfermos, levantando a los muertos y proporcionando
alimento espiritual a todos los que se acercaban a él (Mateo 15:29, 30; Lucas 9:11-17).
Incluso perdonó pecados (Lucas 5:24). Esto nos da tranquilidad, pues si pecamos,
“tenemos un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo” (1 Juan 2:1).
El amor y la compasión de Jesús son cualidades que queremos imitar. Aunque
no estamos autorizados a desempeñar el papel de intercesor, sí podemos orar por
otros. De hecho, el amor debería motivarnos a hacerlo. Santiago escribió: “Oren unos
por otros [...]. El ruego del hombre justo, cuando está en acción, tiene mucho vigor”
(Santiago 5:16).
Marie y Theresa aprendieron esas hermosas verdades examinando la Biblia por sí
mismas. Los testigos de Jehová lo invitamos a que usted también lo haga. Tal como dijo
Jesús refiriéndose a Dios, “los que lo adoran tienen que adorarlo con espíritu y con
verdad” (Juan 4:24).

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español

¿Hay oraciones que Dios no escucha?


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La respuesta que da la Biblia


Hay peticiones que Dios no concede. Veamos dos tipos de oraciones que Dios podría
pasar por alto.

1. Oraciones que se oponen a la voluntad divina


Dios no concede peticiones que vayan en contra de su voluntad o de sus normas, las
cuales él mismo revela en la Biblia (1 Juan 5:14). Por ejemplo, las Escrituras condenan
la avidez; es decir, el deseo insaciable de poseer algo, como el dinero. Y los juegos por
dinero fomentan la avidez (1 Corintios 6:9, 10). Así que Dios no escucha a quien le pide
ayuda para ganar la lotería. Él no es como el genio de la lámpara, dispuesto a
concedernos cualquier deseo. ¡Y qué alivio es saber que Dios no responde las
oraciones de gente con malas intenciones! (Santiago 4:3.)

2. Oraciones de personas que siguen ofendiendo a Dios


Dios tampoco escucha las oraciones de quienes a propósito hacen cosas que lo
ofenden. A unos siervos suyos que se empeñaban en desobedecerlo, Dios les dijo:
“Aunque hagan muchas oraciones, no escucho; sus mismas manos se han llenado de
derramamiento de sangre” (Isaías 1:15). Si ellos se hubieran arrepentido y hubieran
tratado de conseguir su perdón, él habría escuchado sus oraciones (Isaías 1:18).

ATALAYA OCTUBRE DE 2010


PUBLICADO EN

La oración: ¿Escuchará Dios nuestras


oraciones?
SIN duda, esta es una de las preguntas que más curiosidad despiertan entre la gente.
Ya hemos visto que Dios escucha algunas oraciones, pero no todas. Pues bien,
¿escuchará las nuestras? Mucho dependerá de nosotros.

Jesús condenó la hipocresía que demostraban al orar los líderes religiosos de su


tiempo: solo les preocupaba dar la impresión de ser muy devotos. De hecho, dijo que
ellos ya tenían “su galardón completo”. Esos religiosos en realidad no querían que Dios
los escuchara, sino llamar la atención de la gente, así que eso sería lo único que
obtendrían (Mateo 6:5). Algo parecido pasa en la actualidad. Muchas personas no oran
pensando en Dios, sino en sí mismas. Y claro, como no siguen los principios bíblicos
que analizamos en los artículos anteriores, no reciben respuesta.
¿Y qué hay de cada uno de nosotros? Para que Jehová conteste nuestras oraciones,
no tenemos que pertenecer a una raza, una nación o una clase social en particular.
“Dios no es parcial”, dice la Biblia. Al contrario, “en toda nación, el que le teme y obra
justicia le es acepto” (Hechos 10:34, 35). Pues bien, la persona que ‘teme a Dios’ lo
tiene en tan alta estima que no quiere hacer nada que le desagrade. Y quien “obra
justicia” se esfuerza por hacer la voluntad divina, y no la suya propia o la de otros seres
humanos. Por lo tanto, si queremos que Jehová escuche nuestras oraciones, tenemos
que seguir la guía de su Palabra.*
Por supuesto, muchas personas esperan que Dios conteste sus oraciones con un
milagro. Sin embargo, aun en la antigüedad, pocas veces respondía él así. En el relato
bíblico, a veces transcurren siglos entre un milagro y el siguiente. Además, las
Escrituras señalan que la época de los milagros acabaría tras la muerte de los apóstoles
(1 Corintios 13:8-10). Con todo, esto no significa que Dios no responda las oraciones.
Analicemos algunos ejemplos de cómo Jehová las contesta hoy día.
Da sabiduría. Dios, que es la fuente suprema de la verdadera sabiduría, la comparte
generosamente con quienes buscan su guía y se esfuerzan por obedecerle (Santiago
1:5).
Da espíritu santo. Nada puede compararse al espíritu santo, esto es, la fuerza activa
de Dios, su poder en acción. Entre otras cosas, nos ayuda a superar las pruebas, nos
da paz cuando estamos preocupados y nos permite cultivar valiosas virtudes (Gálatas
5:22, 23). Lo que es más, Jesús prometió que Dios nos dará cuanto espíritu santo
necesitemos (Lucas 11:13).
Da conocimiento a quienes buscan la verdad. Como bien se indica en Hechos
17:26, 27, multitud de personas sinceras de todo el mundo buscan a Dios. Quieren
conocer su nombre, su propósito para la Tierra y para los seres humanos y averiguar
cómo acercarse a él (Santiago 4:8). Los testigos de Jehová se encuentran muy a
menudo con personas así y con gusto les enseñan la respuesta bíblica a sus preguntas.
¿Es esa la razón por la que usted aceptó esta revista? ¿Está buscando a Dios? En tal
caso, puede que esta sea la respuesta a sus oraciones.

¿Por qué no contesta Dios todas las


oraciones?
Dios quiere que nos acerquemos a él. Lo que es más, a él le gusta que le oremos con
franqueza, igual que a un padre cariñoso le gusta que sus hijos le expresen libremente
sus sentimientos. Aun así, como buen padre que es, no siempre nos concede lo que le
pedimos. Él tiene buenas razones para actuar así y no las cubre con un velo de misterio,
pues podemos encontrarlas en la Biblia.

El apóstol Juan explica con respecto a las oraciones: “Esta es la confianza que tenemos
para con él, que, no importa qué sea lo que pidamos conforme a su voluntad, él nos
oye” (1 Juan 5:14). Así es, nuestras oraciones deben estar de acuerdo con la voluntad
de Dios. Por eso, no escucha a quienes piden cosas como ganar la lotería o una
apuesta, ni a quienes oran motivados por malos deseos. El discípulo Santiago previene
contra este mal uso de las oraciones. “Piden, y sin embargo no reciben —dice él—,
porque piden con un propósito malo, para gastarlo en los deseos vehementes que
tienen de placer sensual.” (Santiago 4:3.)

Imaginemos, por ejemplo, que en un partido de fútbol, ambos equipos rezan pidiendo la
victoria. ¿Contestará Jehová Dios sus oraciones? Obviamente no, pues son
incompatibles entre sí. Lo mismo pasa con los conflictos bélicos de hoy día en los que
cada ejército pide la victoria para su bando.

Además, quienes desobedecen las leyes divinas tampoco pueden esperar que Jehová
los escuche. Fijémonos en lo que Dios dijo en cierta ocasión a quienes le servían con
hipocresía: “Aunque hagan muchas oraciones, no escucho; sus mismas manos se han
llenado de derramamiento de sangre” (Isaías 1:15). La Biblia dice sin rodeos: “El que
aparta su oído de oír la ley... hasta su oración es cosa detestable” (Proverbios 28:9).

Sin embargo, Jehová sí escucha las oraciones de quienes se esfuerzan por servirle de
acuerdo con Su voluntad. Claro, esto no quiere decir que siempre acceda a todas sus
peticiones. Veamos algunos ejemplos bíblicos que así lo demuestran.
Pensemos en el caso de Moisés. Él tenía una estrecha relación con Dios; aun así,
también tenía que orar “conforme a su voluntad”. En una ocasión, le suplicó que lo
dejara entrar en la tierra de Canaán: “Déjame pasar, por favor, y ver la buena tierra que
está al otro lado del Jordán”. Pero su petición era contraria a la voluntad de Jehová,
quien tiempo antes lo había castigado por un pecado prohibiéndole entrar en la Tierra
Prometida. Por eso, Dios no le dio lo que pedía y le dijo: “¡Basta ya! Nunca me vuelvas a
hablar de este asunto” (Deuteronomio 3:25, 26; 32:51).
Otro caso es el del apóstol Pablo. Él pedía a Dios que lo librara de lo que él llamaba
“una espina en la carne” (2 Corintios 12:7). Puede que esa “espina” fuera un problema
crónico de la vista o el acoso constante de enemigos y “falsos hermanos” (2 Corintios
11:26; Gálatas 4:14, 15). Pablo cuenta: “Tres veces supliqué al Señor que esta se
apartara de mí”. Pero Jehová sabía que si Pablo seguía predicando pese a esa molesta
“espina en la carne”, se demostrarían el poder de Dios y la confianza que el apóstol
tenía en Él. Así pues, en vez de quitarle esa “espina”, le dijo: “Mi poder está
perfeccionándose en la debilidad” (2 Corintios 12:8, 9).

En efecto, Jehová siempre vela por nuestro bien. Por eso, nos concede solo aquello que
nos conviene y que está en armonía con su amoroso propósito registrado en la Biblia.

ATALAYA OCTUBRE DE 2010


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La oración: ¿Escuchará Dios nuestras


oraciones?
SIN duda, esta es una de las preguntas que más curiosidad despiertan entre la gente.
Ya hemos visto que Dios escucha algunas oraciones, pero no todas. Pues bien,
¿escuchará las nuestras? Mucho dependerá de nosotros.

Jesús condenó la hipocresía que demostraban al orar los líderes religiosos de su


tiempo: solo les preocupaba dar la impresión de ser muy devotos. De hecho, dijo que
ellos ya tenían “su galardón completo”. Esos religiosos en realidad no querían que Dios
los escuchara, sino llamar la atención de la gente, así que eso sería lo único que
obtendrían (Mateo 6:5). Algo parecido pasa en la actualidad. Muchas personas no oran
pensando en Dios, sino en sí mismas. Y claro, como no siguen los principios bíblicos
que analizamos en los artículos anteriores, no reciben respuesta.
¿Y qué hay de cada uno de nosotros? Para que Jehová conteste nuestras oraciones,
no tenemos que pertenecer a una raza, una nación o una clase social en particular.
“Dios no es parcial”, dice la Biblia. Al contrario, “en toda nación, el que le teme y obra
justicia le es acepto” (Hechos 10:34, 35). Pues bien, la persona que ‘teme a Dios’ lo
tiene en tan alta estima que no quiere hacer nada que le desagrade. Y quien “obra
justicia” se esfuerza por hacer la voluntad divina, y no la suya propia o la de otros seres
humanos. Por lo tanto, si queremos que Jehová escuche nuestras oraciones, tenemos
que seguir la guía de su Palabra.*
Por supuesto, muchas personas esperan que Dios conteste sus oraciones con un
milagro. Sin embargo, aun en la antigüedad, pocas veces respondía él así. En el relato
bíblico, a veces transcurren siglos entre un milagro y el siguiente. Además, las
Escrituras señalan que la época de los milagros acabaría tras la muerte de los apóstoles
(1 Corintios 13:8-10). Con todo, esto no significa que Dios no responda las oraciones.
Analicemos algunos ejemplos de cómo Jehová las contesta hoy día.
Da sabiduría. Dios, que es la fuente suprema de la verdadera sabiduría, la comparte
generosamente con quienes buscan su guía y se esfuerzan por obedecerle (Santiago
1:5).
Da espíritu santo. Nada puede compararse al espíritu santo, esto es, la fuerza activa
de Dios, su poder en acción. Entre otras cosas, nos ayuda a superar las pruebas, nos
da paz cuando estamos preocupados y nos permite cultivar valiosas virtudes (Gálatas
5:22, 23). Lo que es más, Jesús prometió que Dios nos dará cuanto espíritu santo
necesitemos (Lucas 11:13).
Da conocimiento a quienes buscan la verdad. Como bien se indica en Hechos
17:26, 27, multitud de personas sinceras de todo el mundo buscan a Dios. Quieren
conocer su nombre, su propósito para la Tierra y para los seres humanos y averiguar
cómo acercarse a él (Santiago 4:8). Los testigos de Jehová se encuentran muy a
menudo con personas así y con gusto les enseñan la respuesta bíblica a sus preguntas.

¿Es esa la razón por la que usted aceptó esta revista? ¿Está buscando a Dios? En tal
caso, puede que esta sea la respuesta a sus oraciones.

A ATALAYA OCTUBRE DE 2010


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La oración: ¿Por qué orar?
LA ORACIÓN. Pocos temas bíblicos despiertan tanto interés en la
gente. En esta serie de portada analizaremos siete preguntas
habituales sobre la oración y las respuestas que da la Palabra de
Dios. Estos artículos persiguen un doble propósito: a quienes
todavía no oran, animarlos a empezar, y a quienes ya lo hacen,
ayudarlos a mejorar la calidad de sus oraciones.

ES DIFÍCIL encontrar una cultura o una religión en que la gente no ore. Varían los
lugares —iglesias, sinagogas, mezquitas, pagodas o santuarios— y los instrumentos —
rosarios, devocionarios, iconos, alfombras, tablillas y cilindros de oraciones—, pero en
cualquier caso, solos o acompañados, todos oran.
Y es que la oración diferencia a los seres humanos de cualquier otra forma de vida
sobre la Tierra. Al igual que los animales, necesitamos comida, agua y oxígeno.
También nacemos, crecemos y morimos (Eclesiastés 3:19). No obstante, solo el hombre
ora. ¿Por qué?
Porque lo necesitamos. La oración sirve de puente entre las personas y el mundo
espiritual; es un modo de entrar en contacto con lo que consideran sagrado y eterno.
Según la Biblia, ese interés por lo espiritual forma parte de nuestra naturaleza
(Eclesiastés 3:11). Jesús lo expresó así: “Felices son los que tienen conciencia de su
necesidad espiritual” (Mateo 5:3).

Solo esa necesidad espiritual explica la multitud de templos y objetos religiosos que
existen y las incontables horas que se dedican a orar. Claro, algunas personas tratan de
llenar ese vacío buscando en su interior o recurriendo a otros seres humanos. Sin
embargo, ¿no le parece que siempre se quedan cortos los intentos del hombre de
satisfacer por sí mismo esa necesidad? Los seres humanos somos frágiles y fugaces, y
nuestra visión del mundo es incompleta. Únicamente alguien eterno, más sabio y
poderoso, puede darnos lo que precisamos. Pero ¿cuáles son esas necesidades
espirituales que nos motivan a orar?

Por ejemplo, ¿se ha enfrentado a cuestiones para las que nadie ha podido darle la guía,
los consejos o las respuestas que necesitaba? En momentos difíciles, como al morir un
ser querido, al tomar una decisión crucial o al cometer un grave error, ¿ha sentido que
no le bastaba el consuelo, la dirección o el perdón que recibió?

Pues bien, la Biblia —la fuente de información más confiable sobre este tema— indica
que la oración puede satisfacer estas necesidades. De hecho, contiene multitud de
oraciones de hombres y mujeres fieles que pidieron consuelo, dirección y perdón, así
como respuestas a preguntas muy profundas (Salmo 23:3; 71:21; Daniel 9:4,
5, 19; Habacuc 1:3).

Todas estas peticiones tenían algo en común. Quienes las hicieron conocían un
elemento clave para que fueran escuchadas, un elemento que —consciente o
inconscientemente— se suele pasar por alto hoy día: sabían a quién dirigir sus
oraciones.

LA ATALAYA OCTUBRE DE 2010


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La oración: ¿A quién orar?


HOY día, muchas personas creen que no importa a quién le dirija uno su oración, pues
todas llegan a Dios. Los partidarios de los movimientos interconfesionales y quienes
defienden que todas las religiones son buenas suelen apoyar esta idea. Pero ¿es eso
cierto?

A decir verdad, la Palabra de Dios muestra que muchas oraciones no se dirigen a quien
es debido. Tiempo atrás, cuando se escribió la Biblia, era habitual dirigir plegarias a los
ídolos. Sin embargo, Dios advirtió en repetidas ocasiones a su pueblo que no lo hiciera.
En Salmo 115:4-6 se dice que los ídolos “oídos tienen, pero no pueden oír”.
Es imposible ser más claro: ¿qué sentido tiene orar a un dios que no puede oírnos?
Para enfatizar esta idea, analicemos el impactante relato bíblico en que el fiel profeta
Elías propuso una prueba a los sacerdotes de Baal: Elías oraría a su Dios y ellos orarían
a Baal, y aquel que respondiera demostraría ser el Dios verdadero. Los profetas de Baal
aceptaron el reto y empezaron sus ruegos. Durante horas clamaron intensamente, pero
“no hubo quien respondiera, y no se prestó ninguna atención” (1 Reyes 18:29). ¿Le
pasó lo mismo a Elías?
Al contrario: tan pronto como terminó de orar, Dios envió fuego del cielo para consumir
la ofrenda del profeta. ¿Cuál fue la diferencia? La respuesta se halla en la propia
oración de Elías, registrada en 1 Reyes 18:36, 37. En esta breve oración —de unas
treinta palabras en el hebreo original— llamó tres veces a Dios por su nombre: Jehová.
¿Qué tenía esto de especial? Tomemos en cuenta que Baal (literalmente “dueño”, o
“amo”) era el nombre del dios de los cananeos y que este tenía muchas variantes
locales. Sin embargo, el nombre de Jehová es singular, pues se aplica a un único Ser
en todo el universo. Él mismo dijo: “Yo soy Jehová. Ese es mi nombre; y a ningún otro
daré yo mi propia gloria” (Isaías 42:8).
Pues bien, ¿sería lógico esperar que la oración que hizo Elías y las que hicieron los
profetas de Baal llegaran al mismo dios? Imposible. El culto a Baal incluía sacrificios
humanos y ritos de prostitución idolátrica, que denigraban y pervertían a las personas.
En cambio, la adoración a Jehová era digna y no obligaba al pueblo a realizar ningún
tipo de práctica degradante. Es obvio que las oraciones a Jehová no podían llegar a
Baal. Sería como mandar una carta a un amigo muy respetado y que le llegara a alguien
con otro nombre y de muy mala reputación.
Como bien demostró Elías, no todas las oraciones llegan a Dios
Quienes oran a Jehová están orando al Creador, el Padre de todos los seres
humanos.* “Tú, oh Jehová, eres nuestro Padre”, dijo el profeta Isaías en una oración
(Isaías 63:16). A él se refería Jesús cuando dijo a sus seguidores: “Asciendo a mi Padre
y Padre de ustedes y a mi Dios y Dios de ustedes” (Juan 20:17). De modo que si Jehová
es el Padre de Jesús, también es el Dios a quien Jesús oró y a quien tenían que orar
sus discípulos (Mateo 6:9).
Pero ¿manda la Biblia orar a Jesús, a María, a los santos o a los ángeles? No, solo se
debe orar a Jehová. Veamos dos razones. Primero, porque la oración es una forma de
adoración y, según las Escrituras, debemos adorar solamente a Jehová (Éxodo 20:5).
Segundo, porque él es el “Oidor de la oración” (Salmo 65:2). En efecto, aunque ha
delegado muchas de sus responsabilidades, hay una que no ha cedido a nadie:
escuchar nuestras oraciones.
Así pues, para que Jehová oiga nuestras oraciones, hay que dirigírselas a él. La Biblia
dice: “Todo el que invoque el nombre de Jehová será salvo” (Hechos 2:21). ¿Significa
eso que él escucha absolutamente todas las oraciones, con tal de que estén dirigidas a
él? ¿O hace falta algo más?
a oración: ¿Cómo orar?
A DIFERENCIA de lo que hacen numerosas religiones, la Biblia no da mucha
importancia a la postura, las palabras y los aspectos ceremoniales de la oración. Más
bien, se centra en cuestiones más importantes.

En realidad, describe a siervos fieles de Dios orando en diversos lugares y posturas.


En función de las circunstancias, unas veces oraron sin pronunciar palabra, y otras, en
voz alta. Algunos dirigieron la vista al cielo, y otros inclinaron el rostro a tierra.
En ningún caso utilizaron imágenes ni rosarios ni devocionarios. Simplemente
expresaron lo que sentían en sus propias palabras. ¿Qué hizo que a Dios le agradaran
sus oraciones?

Para empezar, que estaban dirigidas a Jehová, un requisito indispensable, como ya


vimos. Pero en 1 Juan 5:14 se señala otra razón: “Esta es la confianza que tenemos
para con él, que, no importa qué sea lo que pidamos conforme a su voluntad, él nos
oye”. Así es, nuestras oraciones tienen que estar de acuerdo con la voluntad divina.
¿Qué significa esto?
Antes de nada, debemos saber cuál es la voluntad de Dios. Así pues, es preciso
estudiar su Palabra. Por supuesto, Jehová no espera que nos convirtamos en grandes
eruditos bíblicos. Pero sí quiere que nos esforcemos por entender sus propósitos y
actuar en consecuencia (Mateo 7:21-23). Lo que aprendemos en la Biblia debe
reflejarse en nuestras oraciones.
Para que Dios nos escuche, debemos orar en armonía con su voluntad,
tener fe y ofrecer nuestras oraciones en el nombre de Jesús
Además, cuanto más aprendemos de Jehová y su voluntad, más crece nuestra fe. Esta
es otra condición imprescindible para que Dios nos escuche, pues Jesús dijo: “Todas
las cosas que pidan en oración, teniendo fe, las recibirán” (Mateo 21:22). Aunque
tener fe implica creer en algo que no se ve, no equivale a ser crédulos: la fe de la que
hablaba Jesús está bien fundamentada en pruebas (Hebreos 11:1). Es cierto que
no podemos ver a Jehová, pero en la Biblia hay una multitud de pruebas de que
existe, es confiable y responde a quienes tienen fe. A él no le molesta que le pidamos
fe; al contrario, siempre está deseoso de darnos cuanto necesitamos (Lucas
17:5; Santiago 1:17).
Así y todo, queda por ver un aspecto crucial para que Dios nos escuche. “Nadie viene
al Padre sino por mí”, dijo Jesús (Juan 14:6). Dicho de otro modo, el Hijo de Dios es
el único medio a través del cual podemos acercarnos al Padre. ¡Con razón Jesús
enseñó a sus discípulos a orar en su nombre! (Juan 14:13; 15:16.) Ahora bien, orar en
el nombre de Jesúsno significa orarle a él. Más bien, implica reconocer que es gracias
a él que podemos dirigirnos a nuestro Padre celestial, un Dios perfecto y santo.
En cierta ocasión, uno de sus discípulos le pidió a Jesús: “Señor, enséñanos a orar”
(Lucas 11:1). ¿A qué se refería? Está claro que ellos ya sabían cómo orar. Todo
indica, pues, que estaban preguntando sobre el contenido de las oraciones, esto es,
sobre qué orar.
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ALAYA OCTUBRE DE 2010


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La oración: ¿Sobre qué orar?


DE TODAS las oraciones cristianas, muchos consideran que la más repetida es la que
Jesús enseñó: el padrenuestro. Y, sin embargo, es también de las menos
comprendidas. Millones de personas la repiten de corrido día tras día —con
frecuencia varias veces al día— sin pensar en lo que implica, pero Jesús nunca quiso
que lo hicieran así. ¿Por qué estamos tan seguros de eso?

Porque, justo antes de enseñarla, él mismo dijo: “Al orar, no digas las mismas cosas
repetidas veces” (Mateo 6:7). Jesús no iba a contradecirse enseñando después una
oración que tuviera que memorizarse y repetirse palabra por palabra. Lo que Jesús
quería enseñar era cuáles debían ser los temas prioritarios al orar. Así pues,
analicemos en detalle ese modelo de oración, que aparece en Mateo 6:9-13.
“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu
nombre.”
Para empezar, Jesús les recuerda a sus discípulos que las oraciones deben dirigirse
únicamente a su Padre, Jehová. Pero ¿por qué dice después que su nombre ha de ser
santificado?

Porque, ya desde el principio de la historia, el nombre de Dios ha sido objeto de


calumnias. Su mayor enemigo, Satanás, sostiene que Jehová es un mentiroso y un
egoísta y que no tiene derecho a gobernar a sus criaturas (Génesis 3:1-6). Quienes se
han puesto de su lado enseñan que Dios es insensible, cruel y vengativo o, peor aún,
niegan que haya creado todas las cosas. Algunos hasta han quitado el nombre divino
de la Biblia y han prohibido usarlo.
Sin embargo, las Escrituras prometen que Dios acabará con todo esto (Ezequiel 39:7).
Y cuando lo haga, también se encargará de resolver los problemas del ser humano.
¿Cómo lo hará? Jesús lo explica justo a continuación.
“Venga tu reino.”
Hoy día, los maestros religiosos no se ponen de acuerdo sobre qué es el Reino de
Dios. No pasaba lo mismo en tiempos de Jesús. El pueblo judío conocía bien las
antiguas profecías que hablaban de un Mesías —el Salvador elegido por Dios— que
dirigiría un gobierno que cambiaría el mundo (Isaías 9:6, 7; Daniel 2:44). Será este
gobierno divino el que, para santificar el nombre de Jehová, saque a la luz las
mentiras satánicas, derroque al Diablo y ponga fin a todas sus obras. Entre otras
cosas, acabará con la guerra,la enfermedad, el hambre y la misma muerte (Salmo
46:9;72:12-16; Isaías 25:8; 33:24). De modo que cada vez que pedimos a Dios que
venga su Reino, estamos pidiendo que se cumplan estas promesas.
“Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre
la tierra.”
Estas palabras garantizan que la voluntad de Dios se cumplirá en la Tierra, tal como
ya se cumplió en los cielos —la morada de Dios— cuando su Hijo derrotó a Satanás
y su ejército y los echó a la Tierra (Revelación [Apocalipsis] 12:9-12). Esta petición,
al igual que las dos anteriores, nos recuerda la importancia de concentrarnos en la
voluntad de Dios, y no la nuestra. Al fin y al cabo, nada beneficia tanto a toda la
creación como que se haga la voluntad divina. Hasta el propio Jesús, aunque era
perfecto, dijo: “No se efectúe mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).
“Danos hoy nuestro pan.”
Jesús también indicó que algunas de nuestras peticiones pueden ser más personales.
Como vemos, no hay nada de malo en orar para que Dios nos ayude a satisfacer
nuestras necesidades diarias. De hecho, al hacerlo, estamos reconociendo que Jehová
es quien “da a toda persona vida y aliento y todas las cosas” (Hechos 17:25).
La Biblia lo compara a un padre cariñoso que disfruta concediéndoles a sus hijos lo
que necesitan. Claro está, por mucho que lo pidan, nunca les dará algo que ponga en
peligro su bienestar.
“Perdónanos nuestras deudas.”
¿Qué deuda tenemos con Jehová? ¿Y por qué necesitamos que nos la perdone?
Aunque muchos nieguen su existencia o minimicen su gravedad, el pecado es —
como explica la Biblia— el origen de nuestros peores problemas, entre ellos la
muerte. Y como nacemos pecadores, cometemos errores que ofenden a Dios. Así
pues, si queremos vivir eternamente, es imprescindible que Dios nos perdone esta
deuda (Romanos 3:23; 5:12; 6:23). Pero la Biblia también nos recuerda que Jehová es
bueno y está dispuesto a perdonarnos (Salmo 86:5).
“Líbranos del inicuo.”
Los seres humanos necesitamos urgente y desesperadamente la protección divina.
Quizás muchos se nieguen a creer en la existencia del “inicuo”, es decir, Satanás.
No obstante, para Jesús era muy real; de hecho, lo llamó “el gobernante de este
mundo” (Juan 12:31; 16:11). No contento con corromper y manejar a su antojo este
mundo, el Diablo también quiere corrompernos a nosotros y así impedir que
cultivemos una estrecha relación con nuestro Padre, Jehová (1 Pedro 5:8). Pero
no tenemos razones para temerlo, pues Dios es muchísimo más fuerte y desea
proteger a quienes lo aman.
Por supuesto, hay muchos otros temas sobre los que podemos orarle a Dios.
En 1 Juan 5:14 se amplía la lista al decir: “No importa qué sea lo que pidamos
conforme a su voluntad, él nos oye”. En otras palabras, podemos contarle a Dios
todas nuestras preocupaciones, sabiendo que nunca las considerará simples tonterías
(1 Pedro 5:7).
¿Y qué se puede decir del momento y el lugar para orar? ¿Dice la Palabra de Dios
algo al respecto? Responderemos esta pregunta en el siguiente artículo.

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LA ATALAYA OCTUBRE DE 2010

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La oración: ¿Cuándo y dónde orar?


LA MAYORÍA de las grandes religiones del mundo establecen lugares y horarios
específicos para orar. Ahora bien, ¿hace la Biblia lo mismo?
Lo cierto es que sí indica momentos en los que resulta adecuado orar. Así, Jesús dio
gracias a Dios antes de comer (Lucas 22:17). Sus discípulos también oraban cada vez
que se reunían para adorar a Dios. Pero esta no era una costumbre nueva. Ya se hacía
en las sinagogas judías y en el templo de Jerusalén, el cual Dios quería que fuera una
“casa de oración para todas las naciones” (Marcos 11:17).
Y es que a Dios le agrada que sus siervos se reúnan y le oren en unidad de
pensamiento y en conformidad con los principios bíblicos. De hecho, esas oraciones
pueden motivarlo a hacer lo que de otro modo no haría (Hebreos 13:18, 19). Por eso,
los testigos de Jehová oran en todas sus reuniones. Si usted desea escuchar sus
oraciones, puede acudir libremente al Salón del Reino más cercano, donde se reúnen
los Testigos.
Sin embargo, la Biblia no indica que solo deba orarse a ciertas horas o en un lugar
específico. En sus páginas se revela que los siervos de Dios oraban a cualquier hora y
en cualquier lugar. Jesús dijo: “Cuando ores, entra en tu cuarto privado y, después de
cerrar tu puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; entonces tu Padre que mira en
secreto te lo pagará” (Mateo 6:6).
Podemos orar a Dios a cualquier hora y en cualquier lugar
¿No le parece maravilloso saber que podemos dirigirnos al Soberano del universo y que
él nos escuchará sin importar cuándo o desde dónde lo hagamos? Eso explica por qué
Jesús buscaba oportunidades de estar a solas para orar. En una ocasión, antes de
tomar una importante decisión, pasó orando una noche entera (Lucas 6:12, 13).
Pero también hubo otros hombres y mujeres fieles que se dirigieron a Dios antes de
tomar importantes decisiones o al enfrentarse a graves desafíos. Más allá de si le
pidieron guía en voz alta o en silencio, en grupo o en privado, lo importante fue que lo
hicieron. Jehová mismo nos exhorta: “Oren incesantemente” (1 Tesalonicenses 5:17).
¿No le parece una amorosa invitación? Dios se ofrece a escuchar a sus siervos cuantas
veces lo necesiten.

Así y todo, muchos escépticos se preguntan hoy día si la oración de veras sirve para
algo. Es posible incluso que usted también se lo pregunte.

A ATALAYA OCTUBRE DE 2010


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La oración: ¿Sirve de algo?
MUCHAS personas dudan de que orar reporte algún beneficio. Pero la Biblia indica todo
lo contrario (Lucas 22:40;Santiago 5:13). Las oraciones no solo nos ayudan
espiritualmente, sino también en sentido emocional y físico. ¿Cómo es esto posible?
Pongamos un ejemplo: cuando los niños reciben un regalo, ¿qué les dicen sus padres
que deben hacer? Normalmente, les enseñan que no basta conestar
agradecidos: además tienen que dar las gracias por el regalo. Y es que al expresar
nuestro agradecimiento en palabras, ese sentimiento se hace más fuerte. Pues bien,
pasa exactamente lo mismo cuando nos dirigimos a Dios. Veamos lo que consiguen los
diferentes tipos de oraciones.
Oraciones de agradecimiento. Cuando le damos gracias a Dios por todo lo bueno que
nos ocurre, nos concentramos en las bendiciones que recibimos. Por eso, nos volvemos
personas más agradecidas, felices y optimistas (Filipenses 4:6).
Ejemplo: La oración de Jesús para agradecerle a su Padre que lo escuchara (Juan
11:41).
Oraciones para pedir perdón. Pedir a Dios que nos perdone alivia el sentimiento de
culpa. Además, educa nuestra conciencia, pues nos hace más conscientes de la
gravedad del pecado y profundiza nuestro arrepentimiento.
Ejemplo: La oración del arrepentido David (Salmo 51).
Oraciones para pedir guía y sabiduría. Nos hacen más humildes, ya que nos
recuerdan nuestras limitaciones y nos ayudan a confiar en nuestro Padre celestial, y
no en nosotros mismos (Proverbios 3:5, 6).
Ejemplo: La oración en que Salomón le pidió a Dios que lo guiara y le diera sabiduría
para reinar sobre Israel (1 Reyes 3:5-12).
Oraciones en momentos de angustia. Cuando algo nos preocupa intensamente, nada
nos alivia más que abrirle nuestro corazón a Dios. Al mismo tiempo, aprendemos a
depender de Jehová (Salmo 62:8).
Ejemplo: La oración que hizo el rey Asá frente a un poderoso enemigo (2 Crónicas
14:11).
Oraciones a favor de quienes necesitan ayuda. Así combatimos el egoísmo y
cultivamos virtudes como la compasión y la empatía.
Ejemplo: La oración de Jesús a favor de sus discípulos (Juan 17:9-17).
Oraciones de alabanza. Nuestro respeto y amor por Jehová aumenta cuando
alabamos sus cualidades y sus maravillosas obras. Estas oraciones también nos
acercan más a nuestro Dios y Padre celestial.
Ejemplo: La oración en que David alabó con aprecio las creaciones de Dios (Salmo 8).
Pero la lista de beneficios no acaba ahí: gracias a la oración, obtenemos “la paz de Dios
que supera a todo pensamiento” (Filipenses 4:7). Sin duda alguna, gozar de tranquilidad
en el mundo actual es un tesoro de inestimable valor. ¡Hasta es beneficioso para la
salud! (Proverbios 14:30.) Pero ¿cómo obtenemos esa paz? ¿Únicamente gracias a
nuestros esfuerzos, o se necesita algo más importante?
La oración produce beneficios físicos, emocionales y, sobre
todo, espirituales

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