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"Los Derechos Reales (iure in re) son los que conceden al titular un señorío directo e
inmediato sobre la cosa, señorío que es pleno o ilimitado y que se ejerce en toda su
extensión sobre la cosa a ella sometida y da lugar a la propiedad, que es el derecho
real más completo; o menos pleno, que se limita a algunas utilidades económicas de
la cosa y da lugar a los Derechos reales menores, a los derecho en cosa ajena."
Según esta teoría, los Derechos Reales suponen una relación directa e inmediata
entre una persona y una cosa, esta relación se basa en el servicio que la cosa pueda
proporcionar al sujeto; es decir, usar, gozar y disponer de la cosa, dependiendo por
supuesto de la clase de Derecho Real de que se trate.
Definición de Derecho Real
D
General
- Definista
El derecho real es aquel tipo de derecho que posee un individuo en relación a algo
en particular, bien sea por un dado nexo jurídico; en otras palabra alude al derecho de
propiedad que guarda un determinado individuo con respecto a algo. Este tipo de
derecho se diferencia o se contrapone con los derechos personales. El derecho real o los
derechos reales poseen dos particularidades significativas, primero es que gozan del
carácter inmediato de la autoridad que su autorizado proporciona
sobre dicho objeto; y segundo la contraposición denominada “erga omnes”, frase
derivada del latín, que quiere decir “contra todos” o “frente a todos”.
INTRODUCCION.
“DERECHOS REALES”
lo que puede decirse que generan una e!icacia inter partes."l #erecho
El principio de irrelevancia
del nomen iuris
Posted on 18/04/2011
Con motivo de un trabajo de investigación que se va gestando sin prisa pero sin pausa me
acordé de un antiguo principio que nos citó hace ya mucho tiempo un profesor durante la
carrera.
Se trata del principio de irrelevancia del nomen iuris –también denominado principio de
“primacía de la realidad”- que significa que “las cosas son lo que son y no lo que las partes
dicen que son“.
Este principio jurídico ha sido extensamente estudiada en otros ámbitos del derecho y ha
tenido numerosos reconocimientos jurisprudenciales. Hasta ahora su aplicación se ha dado
predominantemente en los ámbitos fiscal y laboral.
En el ámbito fiscal su aplicación ha interesado sobre todo por parte de la Agencia Tributaria
a efectos de evitar situaciones que incluso podríamos calificar de fraude de ley tributaria. El
ejemplo típico que suele ponerse es el siguiente: dos partes acuerdan realizar una donación
encubriéndola como un contrato de compraventa a efectos de reducir sus implicaciones
fiscales. En esos supuestos suele ser sencillo destruir esa ficción puesto que cuando el
precio reflejado en el contrato sea objetivamente inferior al que podemos considerar como
precio real del bien en cuestión, deberá calificarse a todos los efectos -también tributarios-
como donación un contrato que dice ser compraventa.
En el ámbito laboral también ha tenido una gran aceptación por parte de la jurisdicción
social, aplicándose eminentemente a los supuestos de discernir si estamos o no ante una
relación laboral entre el supuesto trabajador y el empresario. Es ampliamente conocida la
práctica por parte de algunos empresarios poco escrupulosos de restringir los derechos y las
complicaciones que puede tener la formalización de una relación laboral sometida a las
disposiciones del derecho del trabajo. En algunos casos el empresario procurará ligar al
trabajador a la empresa con cualesquiera instituciones reconocidas por nuestro
ordenamiento jurídico, menos con un contrato de trabajo. Normalmente se acudirá a figuras
de derecho mercantil -como por ejemplo al contrato de agencia- para que el “falso
autónomo” no goce de los beneficios derivados de un contrato de trabajo, a saber:
prestación por desempleo, “dificultad” para ser despedido, vacaciones, etc. En todos esos
casos la jurisprudencia ha sido unánime destruyendo la ficción creada por el empresario
considerando la existencia de un contrato laboral cuando concurran sus caracteres, esto es
que el trabajo sea ajeno, personal, dependiente, remunerado y voluntario.
En cualquier caso considero que no tenemos por qué restrigir su uso únicamente a esos dos
ámbitos: el principio de irrelevancia del nomen iuris se puede hacer extensible tanto al
ámbito civil como al mercantil sin mayor problema. Y esto último nos puede ser muy
útil para delimitar los efectos de un determinado contrato sobre todo cuando exista
divergencia entre regímenes en cuanto a derechos y obligaciones de las partes en los
contratos tipificados. A modo de ejemplo y aunque se parezcan no serán lo mismo un
contrato de comisión, un contrato de mediación o un contrato de agencia.
Pero no tenemos por qué quedarnos únicamente en la aplicación del principio a los
contratos típicos. Seguramente sea en el marco de los contratos atípicos donde más juego
pueda darnos este principio. Concretamente tendemos a tener problemas en la introducción
en nuestro tráfico jurídico de toda una serie de actos y tratos preparatorios o pre-contratos
importados de la práctica anglosajona. En otras palabras, que un documento refleje que es
una mera “Carta de Intenciones” no supone que su contenido carezca de carácter
obligatorio.
En ese sentido intentaré abordar próximamente las diferencias entre “acuerdo” y “contrato”.
DERECHO REALES: