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Conocida vulgarmente como sureña. Denominada de esta manera por la proyección que
tienen distintas formas populares en ambas márgenes del Plata.
Entre los propios cultores del tradicionalismo hay disonancias, pues Jacovella no le da mucho
sustento a lo que afirma Carlos Vega en cuanto a que las Bagualas habrían sido originarias de
la música tocada por los Diaguitas prehistóricos, todo en razón de la pronta extinción de la
cultura diaguita que ningún rastro ha dejado al respecto. “Nada nos habla de sus cantos –
espeta-, salvo unos pocos instrumentos hallados en sus tumbas, que en verdad nos dicen poco
y nada acerca de esto”. Tampoco hay parentescos entre la música de los indígenas chaqueños
o patagónicos con la del folclore criollo, redondeando el concepto de que “Es más fácil que
elementos criollos sean adoptados por los indígenas que elementos indígenas sean adoptados
por los criollos”.
Bruno Jacovella afirma, en otra hipótesis, que “hasta ahora, nadie ha podido encontrar
similitud entre un canto o un baile folclórico de la Argentina y otro de España, salvo en el
sector del folklore infantil”. El andalucismo, que signa a toda la música tradicional española,
está completamente ausente en nuestro folklore dado que nuestra América hispana se pobló
con gente de Castilla y Extremadura y no con la de los otros sectores (Galicia, Andalucía,
Aragón, etc.). El origen no provino del folk español, que sí, en cambio, enraizó en Potosí y Lima
para luego, ya mezclado en su estilo, aparecer “en los salones provincianos de la Argentina”.
Sucintamente pasamos a una tercera hipótesis, la cual sostiene que en realidad nuestro
folclore musical tiene un génesis eclesiástico, “debido a la gran influencia de las misiones y
estancias jesuíticas”, si bien solamente hallamos tal origen en “las rezadoras” colectivas de los
medios rurales. Así mismo, los cantos de “las rezadoras” “no son cantos populares, sino de
especialistas”.
Dos motivos ocasionaron esta desmemoria: uno, la antigüedad de ciertos estilos o variantes
que tuvieron un auge temporal muy corto, el otro, las idas y venidas de las tendencias socio-
políticas que se manifestaron en la ciudad portuaria y cuya repercusión se vivenció en la
campaña adyacente.
Por todo ello, el folclore musical bonaerense es particular y único en nuestro país, porque se
creó divorciado del español y porque, por lo mismo, ha sido parido en el sufrimiento y la
melancolía. La música sureña –o surera, como más tarde se la denominó tras la aparición del
folclore patagónico- tiene ritmos tranquilos que merecen la atención y la reflexión del
auditorio. El chamamé o la cueca cuyana, en cambio, contienen ritmos acelerados que
predisponen al baile constante y sin descanso, e incluso poseen coreografías más vistosas que
las que se puedan emplear para el rasgueo de un Triste.
De entre los bailes más populares y añejos de Buenos Aires y su extensión agreste hallamos los
denominados “de pareja suelta e independiente”, como ser: Palito, Huella, Aires, Resbalosa
(también mencionada como Refalosa Pampeana), Triunfo, Escondido, Gato, Mariquita. Sobre
la Mariquita, don Carlos Vega ha escrito lo siguiente: “Fue la Mariquita de antaño danza criolla
sencilla y de agradable música, algo más apacible que el Triunfo, el Escondido y otras de cuatro
esquinas, sus hermanas de origen”. La Mariquita fue muy popular “en los últimos tiempos de
la Colonia y en los primeros de la República” donde era bailada en los salones de la campaña.
Este baile perduró al menos hasta 1960 en la provincia de Tucumán.
(fuente: www.revisionistas.com.ar)