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Para ello los estudiosos de la neurociencia cognitiva utilizan un enfoque interdisciplinar que
combina el análisis de imágenes del cerebro, la neurofisiología, las matemáticas, la genética
conductual, las ciencias computacionales, la psiquiatría, la psicometría y la psicología
experimental, así como cualquier otro paradigma científico que pueda resultar de utilidad.
El campo de estudio de esta disciplina se solapa en gran medida con el de la psicología cognitiva. El
desarrollo de métodos avanzados para estudiar el cerebro ha favorecido el acercamiento entre
esta rama de la psicología y otras ciencias interesadas en la anatomía y en las funciones del
sistema nervioso, como la psiquiatría, dificultando la distinción entre ellas.
Entre los procesos y aspectos de la experiencia humana que se enmarcan en el área de interés de
la neurociencia cognitiva encontramos el aprendizaje, el lenguaje, la inteligencia, la creatividad, la
conciencia, la atención, la memoria, la emoción, la toma de decisiones, la empatía, la cognición
social, la percepción del propio cuerpo o el ciclo sueño-vigilia.
Por otra parte, la neurociencia cognitiva del desarrollo es una subdisciplina que se ocupa de
analizar los cambios que se producen en el cerebro, y en consecuencia en las funciones cognitivas
y en las conductas correspondientes, a largo de toda la vida, desde la gestación hasta el
envejecimiento.
Sin embargo, la consolidación de este paradigma tal y como hoy lo conocemos ha sido atribuida
fundamentalmente a la popularización de la psicología cognitiva y de la neuropsicología,
estrechamente vinculada al desarrollo de técnicas de neuroimagen como la resonancia magnética
funcional o la tomografía por emisión de positrones.
George Miller y Michael Gazzaniga acuñaron el término “neurociencia cognitiva” a finales de los
años 70. Hasta entonces la psicología de orientación cognitivista y las neurociencias se habían
desarrollado de forma independiente, sin apenas trabajos que unieran los conocimientos de
ambas.
En las últimas décadas el énfasis en el localizacionismo cerebral que era propio de los inicios de la
neurociencia cognitiva ha quedado superado por el estudio de las funciones cognitivas como lo
que son en realidad: un conjunto de procesos muy complejos y ampliamente distribuidos por el
sistema nervioso.
sobre el vínculo entre la mente y el cerebro. De esta manera, la naturalización, a través del estudio de la
subjetividad sobre lo orgánico, nos permite interpretar dicho vínculo obteniendo información sobre la
relación entre la mente y el cerebro, y con ello habilitar análisis epistémicos y filosóficos sobre la
percepción y construcción de la realidad interna. En este trabajo se intentará dar cuenta del marco
filosófico naturalista y de la visión emergentista de la mente para, a través de estos preceptos, abordar y
dar cuenta de los descubrimientos realizados sobre los efectos de diferentes meditaciones en el sistema
nervioso y sus posibles implicancias epistémicas, filosóficas y psicológicas.