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Numero en listado: 2
Tema: Cristianismo
Cuenta: 20140010102
Clase: Filosofía
Fecha: 12/3/2018
Los evangelios sinópticos (los tres primeros en orden cronológico, el de Juan es muy
posterior) aportan información demasiado confusa sobre el comportamiento ético de
Jesús, pero centrémonos en los lugares comunes que nos han transmitido. El primer
mandamiento sería “amar a Dios”, algo exigido de manera rigurosa por Jesús, ya que la
fe de sus seguidores debe ser inconmovible. Sin entrar en lo que alguien, con un mínimo
talante libertario, debe considerar al escuchar semejante orden inapelable, diremos que
es una exigencia cuanto menos bien apartada del respeto a la libertad individual y el
derecho a la elección de cada cual. Pero, nos pongamos, de momento, demasiados
modernos en nuestro análisis. El segundo mandamiento, el que más valora incluso gente
que no se considera cristiana, es el del “amor al prójimo”. Es algo no demasiado original,
ya que al parecer se menciona ya en el Antiguo Testamento, pero es cierto que Jesús
parece incluir en ese amor a los enemigos de uno. Diremos que ese mandato, también
es sabido, incluye no enfrentarse a los malvados, lo cual parece implicar una intolerable
tolerancia y resignación ante los numerosos actos inicuos de tanto desaprensivo (algo
que ni el propio Jesús fue capaz de cumplir, como demuestra el enorme cabreo, con
actos violentos incluidos, con los mercaderes en el templo). Por lo demás, ese supuesto
amor al prójimo parece acompañarlo Jesús en sus enseñanzas de una humildad y
pureza, que tantas veces parece desembocar en la humillación y rebajamiento del pobre
aspirante cristiano (nunca cerca del modelo, por demasiado perfecto o por demasiado
contradictorio).
Por si todo esto fuera poco, desde un punto de vista de comportamiento ético ejemplar,
hay un aspecto que nos parece muy criticable en la figura de Jesús. Es el hecho de no
conllevar virtudes intelectuales apreciables, más bien todo lo contrario, no parece valorar
para nada la razón y el conocimiento. Toda la prédica y la doctrina cristianas se basan
sencillamente en la fe: “Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el
reino de Dios” (Mt. 18, 3). Lo que parece estar pidiendo es que volvamos a un estadio
infantil, exento de crítica, en el que creamos todo los que nos dicen. Se le puede dar todo
tipo de vueltas al asunto, pero creemos que Jesús no solía razonar sus enseñanzas; los
subterfugios para que se le siguiera consistían en afirmar que el reino de los cielos estaba
a punto de llegar o bien asegurar que quien lo hiciese tendría su recompensa en el
paraíso (de lo contrario, ya saben, el castigo eterno en el infierno). Tenemos que
entender que las palabras y el comportamiento de Jesús, no solo no necesitaban
justificación racional, sino que eran abiertamente contrarios a una crítica que cuestionara
la fe (demasiadas veces, una fe ciega e irracional). Esa severidad y exigencia de
obediencia, incluso algunos actos vengativos, parecen contradecir abiertamente la idea
de que Jesús era un ejemplo de perfección moral. Por otra parte, la ambigüedad sobre
cuestiones como la esclavitud y la pobreza, que muchos han tratado de explicar y
justificar, llevan a considerar que no se trataba de ningún modelo ético. Desde una
perspectiva amplia, la ética cristiana es más que cuestionable, además de por todo lo
expuesto, por ignorar de modo reduccionista las consecuencias del comportamiento
humano. Incluso, los aspectos más valorados incluso por los profanos, como es el caso
del “amor al prójimo”, resultan más bien ambiguos y cuestionables.
“No hay cristianismo sin la cruz y no hay cruz sin Jesucristo”, dijo el Papa Francisco en
la homilía de la Misa que celebró esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta.
Según señala Radio Vaticano, el Santo Padre se inspiró en el pasaje del Libro de los
Números, donde Dios le dice al pueblo judío que, en el desierto, murmuraban contra Dios
y contra Moisés. Entonces, el Señor ordenó a Moisés que hiciera una serpiente y la puso
en un asta y quien fuera mordido por la serpiente y la mirara permanecería vivo.
Pero ¿qué es la serpiente?, se preguntó el Papa. "La serpiente es el símbolo del pecado",
como vemos en el libro del Génesis cuando "fue la serpiente que sedujo a Eva, para
proponer el pecado". Y Dios envía a elevar "el pecado como una bandera de la victoria".
Esto "no está claro si no entendemos lo que Jesús nos dice en el Evangelio". Jesús dijo
a los judíos: "Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces conocerán quien
soy". En el desierto fue elevado el pecado, "pero es un pecado que busca la salvación,
porque se cura allí".
San Pablo "cuando habla de lo que es la gloria dice: ‘De nuestros pecados’. Nosotros no
tenemos mucho más que ofrecer, esta es nuestra miseria" Sin embargo, "por la
misericordia de Dios, nos regocijamos en Cristo crucificado". Y por esto "no hay
cristianismo sin la cruz y no hay cruz sin Jesucristo".