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Universidad Tecnológica de Honduras

Nombre: Jery Stephanie Mendoza Cruz

Numero en listado: 2

Catedrático: Renato Chamorro

Tema: Cristianismo

Cuenta: 20140010102

Clase: Filosofía

Fecha: 12/3/2018

Hora: 10:20 am a 11:00 am


¿ES LA DOCTRINA DEL CRISTIANISMO UN EJEMPLO ÉTICO A SEGUIR?

Es habitual que los cristianos consideren la figura de Jesús como un ejemplo


sobrehumano (nunca mejor dicho) de doctrina y comportamiento éticos. Por extensión,
resultaría evidente, el seguidor de la religión cristiana, incluso aquellos de menor talante
dogmático, tendría como modelo el mayor ejemplo moral y ético de la historia de la
humanidad. ¿Es esto realmente así? Si demostráramos lo contrario, tal vez empezaría a
tambalearse todo el edificio sobre el que se sostiene el cristianismo. Sí, algo ambicioso
y poco modesto por nuestra parte, pero quién dijo miedo. Por supuesto, no entraremos,
dentro de las siguientes reflexiones, en la historicidad de Jesús. Daremos por hecho que
es posible que hubiese una figura con cierta similitud a lo que nos han contado
habitualmente. No obstante, a pesar de esta notable suspensión de la incredulidad, hay
que decir que resulta francamente difícil, a poco que uno indague, hacerse una idea
sobre cuáles fueron exactamente los principios morales de aquel hombre. Es más, los
primeros autores cristianos, como Pablo, no aluden a las enseñanzas éticas de Jesús tal
y como se exponen en los evangelios. Hay buenas razones para suponer que lo que hoy
conocemos como ética cristiana, son adiciones posteriores a la doctrina original. A pesar
de ello, como la mayoría de los cristianos parece ignorar este problema, nosotros hoy
también lo haremos para nuestra valoración.

Los evangelios sinópticos (los tres primeros en orden cronológico, el de Juan es muy
posterior) aportan información demasiado confusa sobre el comportamiento ético de
Jesús, pero centrémonos en los lugares comunes que nos han transmitido. El primer
mandamiento sería “amar a Dios”, algo exigido de manera rigurosa por Jesús, ya que la
fe de sus seguidores debe ser inconmovible. Sin entrar en lo que alguien, con un mínimo
talante libertario, debe considerar al escuchar semejante orden inapelable, diremos que
es una exigencia cuanto menos bien apartada del respeto a la libertad individual y el
derecho a la elección de cada cual. Pero, nos pongamos, de momento, demasiados
modernos en nuestro análisis. El segundo mandamiento, el que más valora incluso gente
que no se considera cristiana, es el del “amor al prójimo”. Es algo no demasiado original,
ya que al parecer se menciona ya en el Antiguo Testamento, pero es cierto que Jesús
parece incluir en ese amor a los enemigos de uno. Diremos que ese mandato, también
es sabido, incluye no enfrentarse a los malvados, lo cual parece implicar una intolerable
tolerancia y resignación ante los numerosos actos inicuos de tanto desaprensivo (algo
que ni el propio Jesús fue capaz de cumplir, como demuestra el enorme cabreo, con
actos violentos incluidos, con los mercaderes en el templo). Por lo demás, ese supuesto
amor al prójimo parece acompañarlo Jesús en sus enseñanzas de una humildad y
pureza, que tantas veces parece desembocar en la humillación y rebajamiento del pobre
aspirante cristiano (nunca cerca del modelo, por demasiado perfecto o por demasiado
contradictorio).

A Jesús se la ha atribuido reiteradamente una perfección moral, alguien lleno de


compasión e indulgencia, pero el comportamiento que podemos observar en los
evangelios contradicen esa idealización. Los genocidios del Antiguo Testamento se
quedan cortos ante las amenazas de Jesús en algunos momentos a aquellos que no
escuchan las prácticas cristianas. Como alguien nos pedirá pruebas, citemos a Mateo:
“Si alguien no os recibe ni escucha vuestro mensaje, al salir de aquella casa o ciudad,
sacudíos el polvo de los pies. Os aseguro que el día del juicio la suerte de Sodoma y
Gomorra será más llevadera que la de aquella ciudad” (Mt.10). Por otra parte, hablamos
de un tipo que aprobó nada menos que la condena al fuego eterno, algo que debe causar
terror a cualquier espíritu sensible, ya que no es imaginable crueldad mayor. Aunque en
muchos momentos, algo sobre lo que pivota la creencia cristiana, Jesús hablaba de
salvación para todo hijo de vecino, en otros momentos parece excluir a paganos,
samaritanos y otras gentes de mal vivir (o buen vivir, según el punto de vista). Si
atendemos a una conducta ética, practicada por mucha gente hoy en día, como es la
preocupación por los animales, Jesús no ganaría muchos adeptos. En cierta ocasión,
expulsó un demonio del alma de un hombre para introducirlos en una piara de pobres
cerdos, que acabaron ahogados en el mar. Un comportamiento poco ejemplar para
alguien con tantos poderes. La supuesta perfección moral de Jesús se contradice con
algunos momentos en que se lleva por la cólera, e incluso por la bajeza y el acto
vengativo. Puede consultarse cómo la emprendió contra una higuera simplemente por
no ser época y no dar frutos; algo que hay quien ha querido ver como simbólico de un
castigo de mayor envergadura, como el juicio al pueblo de Israel, lo cual explicará el
enfado, pero empeora el asunto en lo moral.

Por si todo esto fuera poco, desde un punto de vista de comportamiento ético ejemplar,
hay un aspecto que nos parece muy criticable en la figura de Jesús. Es el hecho de no
conllevar virtudes intelectuales apreciables, más bien todo lo contrario, no parece valorar
para nada la razón y el conocimiento. Toda la prédica y la doctrina cristianas se basan
sencillamente en la fe: “Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el
reino de Dios” (Mt. 18, 3). Lo que parece estar pidiendo es que volvamos a un estadio
infantil, exento de crítica, en el que creamos todo los que nos dicen. Se le puede dar todo
tipo de vueltas al asunto, pero creemos que Jesús no solía razonar sus enseñanzas; los
subterfugios para que se le siguiera consistían en afirmar que el reino de los cielos estaba
a punto de llegar o bien asegurar que quien lo hiciese tendría su recompensa en el
paraíso (de lo contrario, ya saben, el castigo eterno en el infierno). Tenemos que
entender que las palabras y el comportamiento de Jesús, no solo no necesitaban
justificación racional, sino que eran abiertamente contrarios a una crítica que cuestionara
la fe (demasiadas veces, una fe ciega e irracional). Esa severidad y exigencia de
obediencia, incluso algunos actos vengativos, parecen contradecir abiertamente la idea
de que Jesús era un ejemplo de perfección moral. Por otra parte, la ambigüedad sobre
cuestiones como la esclavitud y la pobreza, que muchos han tratado de explicar y
justificar, llevan a considerar que no se trataba de ningún modelo ético. Desde una
perspectiva amplia, la ética cristiana es más que cuestionable, además de por todo lo
expuesto, por ignorar de modo reduccionista las consecuencias del comportamiento
humano. Incluso, los aspectos más valorados incluso por los profanos, como es el caso
del “amor al prójimo”, resultan más bien ambiguos y cuestionables.

“No hay cristianismo sin la cruz y no hay cruz sin Jesucristo”, dijo el Papa Francisco en
la homilía de la Misa que celebró esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta.

El Pontífice expresó que "el cristianismo no es una doctrina filosófica, no es un programa


de vida para sobrevivir, para ser educados, para hacer las paces. Esas son las
consecuencias. El Cristianismo es una persona, una persona alzada en la Cruz, una
persona que se aniquiló a sí misma para salvarnos; se hizo pecado y así como en el
desierto fue alzado el pecado, aquí se alzó a Dios, hecho hombre y hecho pecado por
nosotros”.

“Y todos nuestros pecados estaban allí. No se entendería el cristianismo sin entender


esta humillación profunda del Hijo de Dios, que se humilló y se hizo siervo hasta la muerte
y muerte de cruz, para servir".

Según señala Radio Vaticano, el Santo Padre se inspiró en el pasaje del Libro de los
Números, donde Dios le dice al pueblo judío que, en el desierto, murmuraban contra Dios
y contra Moisés. Entonces, el Señor ordenó a Moisés que hiciera una serpiente y la puso
en un asta y quien fuera mordido por la serpiente y la mirara permanecería vivo.

Pero ¿qué es la serpiente?, se preguntó el Papa. "La serpiente es el símbolo del pecado",
como vemos en el libro del Génesis cuando "fue la serpiente que sedujo a Eva, para
proponer el pecado". Y Dios envía a elevar "el pecado como una bandera de la victoria".
Esto "no está claro si no entendemos lo que Jesús nos dice en el Evangelio". Jesús dijo
a los judíos: "Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces conocerán quien
soy". En el desierto fue elevado el pecado, "pero es un pecado que busca la salvación,
porque se cura allí".

El que es elevado, destacó, es el Hijo del hombre, el verdadero Salvador, Jesucristo. En


el Evangelio de hoy, dijo Francisco, Jesús advierte a los fariseos diciéndoles: "Morirán
en su pecado". "No hay ninguna posibilidad de salir por nuestra cuenta de nuestro
pecado. Estos doctores de la ley, estas personas que enseñaban la ley, no tenían idea
clara acerca de esto. Creían, sí, en el perdón de Dios, pero se sentían lo suficientemente
fuertes, lo sabían todo. Y al final hicieron de la religión de la adoración a Dios, una cultura
con valores, reflexiones, ciertos mandamientos de conducta para ser educados, y
pensaban, sí, que el Señor podía perdonar, lo sabían, pero estaban demasiado lejos de
todo esto".

San Pablo "cuando habla de lo que es la gloria dice: ‘De nuestros pecados’. Nosotros no
tenemos mucho más que ofrecer, esta es nuestra miseria" Sin embargo, "por la
misericordia de Dios, nos regocijamos en Cristo crucificado". Y por esto "no hay
cristianismo sin la cruz y no hay cruz sin Jesucristo".

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