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En líneas generales, las mujeres suelen dormir más horas que los hombres y tener un sueño
más profundo, aunque como éste con frecuencia no es continuo, al despertar presentan
sensación de cansancio y somnolencia.
Periodo fértil
Las variaciones hormonales que se producen durante el ciclo menstrual tienen consecuencias
sobre el sueño de la mujer.
Fase folicular (desde el día 1 al 13 del ciclo, es decir desde el fin de la menstruación hasta el
inicio ovulación): Al final de este periodo se produce un gran aumento de la secreción de
estrógenos.
Fase lútea (desde el día 14 al 28 del ciclo, es decir, desde la ovulación hasta la menstruación):
En este periodo se produce un aumento de la secreción de estrógenos pero principalmente de
progesterona. La hormona progesterona ocasiona la fragmentación del sueño, a través tanto
de efectos a nivel de los centros cerebrales de regulación de sueño, como por mecanismo
indirecto al provocar un incremento de la temperatura corporal diurno y nocturno. A su vez
provoca un aumento de la somnolencia diurna.
Así mismo, la calidad y cantidad de sueño se puede ver afectada negativamente por factores
propios de la menstruación, como son el dolor menstrual o la pérdida de sangre (que asocia
descenso de los niveles de hierro en la sangre predisponiendo a padecer un síndrome de
piernas inquietas), provocan dificultades para el sueño.
Gestación
Primer trimestre:
Se trata de un periodo de ajuste y asimilación de la nueva situación.
Segundo trimestre:
Los principales problemas son:
Las pesadillas.
Tercer trimestre:
Es el periodo más crítico para el sueño. Los problemas más frecuentes son consecuencia de:
Dolor de espalda, dolor muscular y/o malestar general: Son frecuentes en este periodo por
la postura que adopta la madre a lo largo del embarazo por el peso del niño, y por la
preparación de huesos y ligamentos de la cintura pélvica para el momento del parto.
Ronquido: Suele ser consecuencia del aumento del perímetro abdominal y de la presión del
útero sobre el diafragma, asociando en determinados casos problemas de restricción del
flujo aéreo por congestión nasal. Las embarazadas que roncan pueden asociar además un
síndrome de apnea del sueño, generalmente atribuido al sobrepeso y a los factores
previamente mencionados, siendo preciso un adecuada valoración, ya que se ha observado
una mayor incidencia de hipertensión, preeclampsia y retraso del crecimiento intrauterino
del feto en las embarazadas roncadoras, lo que supone un riesgo para la madre y el niño.
Síndrome de piernas inquietas: Se estima que hasta 15% de las mujeres presentan este
cuadro durante el embarazo, fundamentalmente aquellas que presentan niveles de hierro y
acido fólico bajos, ya que el embarazo provoca un aumento de la demanda de hierro. En la
práctica totalidad de los casos el trastorno desaparece tras el parto.
Tras el nacimiento
Se produce una brusca disminución de los niveles hormonales que puede provocar durante
los primeros días tras el alumbramiento un estado de depresión posparto o de estrés
emocional.