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UNIVERSITARIO TECNOLÓGICO
ESTUDIANTE:
ALAIR LARIOS COSTA
NUMERO DE CUENTA:
61651001
MODULO: MERCADOTECNIA 2
SECCIÓN: 1334
Introducción
Las falsificaciones son un problema muy grave para muchas marcas y empresas.
Los productos falsos no solo impactan en las cifras de ventas, sino que además
también tiene un impacto directo sobre la economía en general y sobre la
percepción de la marca de forma específica.
Las estimaciones señalan que la venta de productos falsificados en el mundo
sobrepasa los 450.000 millones de dólares al año. Equivale a una cifra entre 2,5%
y 3% del comercio global. Más grave todavía es que se trata de un delito en
crecimiento, que podría alcanzar entre 4% y 5% en el plazo de una década.
Según la OCDE y la Oficina de Propiedad Intelectual de la UE, China es el
principal país productor de productos falsificados y pirateados, que se venden en
todo el mundo, mientras que Hong Kong, Emiratos Árabes Unidos y Singapur se
destacan como los países donde estos productos hacen escala antes de llegar al
consumidor.
Principales fuentes de productos
falsificados
Las empresas que se dedican a la fabricación de productos piratas son, en su
inmensa mayoría, ilegales y de conductas reprobables: no pagan impuestos,
operan sin las mínimas condiciones sanitarias, explotan a sus trabajadores y no
contribuyen al progreso económico. Cálculos de expertos señalan que los
trabajadores de las industrias falsificadoras tienen salarios equivalentes a 20% de
lo que ganan sus pares de las industrias legales.
Los rubros que lideran las falsificaciones son los del vestido, el calzado y
accesorios, especialmente carteras y cinturones. Pero esto es apenas la punta del
iceberg, porque en realidad se falsifican teléfonos móviles, computadoras, equipos
electrónicos de todo tipo, juguetes, videojuegos, películas, cámaras fotográficas,
accesorios electrónicos, ropa deportiva, instrumentos para hacer deportes, libros,
gafas de sol, joyería, cosméticos, productos de aseo personal, productos de aseo
para el hogar, cosméticos, perfumes y, algo que debe considerarse de extrema
gravedad, medicamentos. Entre los países que más destacan entre las principales
fuentes de productos falsificados mencionados anteriormente están:
En acción una industria mundial de falsificación de medicamentos, que tiene a
China y a India como sus principales centros de producción. La falsificación de
medicamentos no se limita a que unos laboratorios roben las inversiones que han
hecho otras empresas, y fabriquen productos semejantes. Esta es una variante de
la cuestión. Otra es la de industrias ocultas que fabrican comprimidos, hechos con
mezclas de harinas, por ejemplo, que no tienen ningún efecto terapéutico y que se
presentan en empaques que imitan a la perfección a los originales. Existen casos
documentados de personas que han adquirido medicamentos en mercados de
Asia o América Latina que han matado a sus usuarios por intoxicación.
Además de los mencionados China e India, Turquía, Irán, Ucrania, Armenia,
Tailandia, Emiratos Árabes Unidos, Pakistán, Egipto, Marruecos e Indonesia son
algunos de los países donde se concentra una parte considerable de la fabricación
de falsificados. En Hong Kong, Singapur y Emiratos Árabes se cumple con otra
etapa clave del negocio: empaquetado y distribución hacia los mercados del
mundo. De acuerdo con la información que cada año suministran las autoridades
norteamericanas en la llamada Notorius List, en el planeta hay aproximadamente
3.500 zonas francas, muchas de ellas asociadas a puertos cercanos, donde las
mercancías falsificadas son adquiridas por pequeños comerciantes que, a su vez,
se encargan de llevarlas hasta los mercados y tenderetes de calle, donde son
adquiridas por el público.
México, Argentina, Colombia, Ecuador y Paraguay son los países de América
Latina donde el consumo de productos falsificados es porcentualmente más alto.
Desde la perspectiva del consumidor, las consecuencias son igualmente malas.
Los productos falsificados no tienen garantías de calidad. Por el contrario, se
producen con muy bajos estándares: se deterioran, dejan de funcionar, no
cumplen con las prestaciones del original, no tienen fecha de caducidad, los
empaques no contienen ni instructivos ni la información que exigen las leyes. Se
trata, en definitiva, de productos que circulan en el mercado mundial, sin
responsables.
Toda esta larga cadena de asuntos, cuyas implicaciones son económicas, fiscales,
laborales, sociales y hasta para la salud de quienes adquieren medicamentos
falsificados termina, finalmente, interrogando al consumidor. Cierto es que las
diferencias de precios entre originales y falsificados es, a menudo, considerable.
Pero nadie debe permanecer ajeno a lo que eso significa: cada vez que uno
adquiere un producto falsificado está contribuyendo al mantenimiento activo de
negocios ilegales, que explotan a sus trabajadores y que distribuyen en los
mercados del mundo productos sin ninguna garantía.