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AMORES DEPENDIENTES

Aunque cueste reconocerlo, muchas parejas acaban generando vínculos


patológicos entre ellas. Y muchas carecen también de recursos para
resolver conflictos o no saben protegerse cuando la relación empieza a
deteriorarse. Estas parejas, o alguno de los miembros de estas parejas,
podría mostrar síntomas de ser dependiente emocional.
Muchos hemos sufrido los síntomas típicos de la dependencia emocional en algún
momento de la vida. Muchos hemos situado el amor en el centro de nuestro mundo,
sentido una necesidad constante de proximidad, supeditado las demandas del
otro/a a las propias o sentido miedo al abandono. Son formas de sentir o actuar
propias de un estado en el queperdemos la cabeza por otra persona. Este periodo es
generalmente breve y se corresponde con una etapa de enamoramiento. El
problema surge cuando este tipo de impulsos no se adaptan y acomodan cuando
volvemos a nuestro ser habitual.

Las relaciones codependientes (apego


afectivo) son relaciones adictivas que
se alejan mucho del amor. La persona
dependiente se diluye en la otra
perdiendo de vista sus ideas, valores,
proyectos, y, en definitiva, su
individualidad.

No debemos confundir el
amor con la dependencia afectiva. Es esto
precisamente lo que ocurre en muchas relaciones
de pareja, amistad, etc. El miedo a la pérdida, al
abandono y a muchos otros aspectos hacen nacer
relaciones amorosas adictivas e, incluso me
atrevería a decir, enfermizas.
En principio no hay nada de malo en amar a una
persona hasta el punto de que se haría cualquier
cosa por ella mientras que ese “hacer cualquier
cosa por ella” no afecte de ninguna manera ni a la
identidad de cada uno, ni a los principios, ni a las
metas ni a lo que es cada uno esencialmente.

El apego, a diferencia del amor, se define como la


inclinación, dependencia, afición o adicción hacia
algo o alguien. Por ello, el apego (que forma
relaciones codependientes) es una causa de
sufrimiento porque esclaviza a las personas
impidiéndoles ver la realidad; desde ese punto de
vista, no hay apegos grandes o pequeños ya que
todos son igualmente negativos. El apego es un
sentimiento de pertenencia, posesividad, miedo e
interés. Es el amor enfermo hacia la otra persona
la que provoca la pérdida del norte de la propia
vida a causa de estar pendiente del otro. Cuando
sentimos apego respiramos el mismo aire de esa
persona, queremos controlar lo que hace, dice y
piensa, casi quisiéramos meternos en su propia
piel para entender todo sobre la otra persona. Así,
nos convertimos en un apéndice de la otra persona,
perdiendo nuestra propia valía e independencia
personal.

No es inusual tener a nuestro alrededor a muchas


personas que viven enfrascadas en relaciones
afectivas enfermizas de las cuales no quieren o no
pueden escapar. De manera más específica, podría
decirse que detrás de todo apego hay miedo. Y es
que la persona que está apegada a otra, nunca
está preparada para la pérdida, porque no concibe
la vida sin su fuente de seguridad (“sin él/ella me
muero”).

Como lo menciona la autora Chiquinquirá Blandón


en su libro Manual para Desenamorarse, “en las
relaciones de codependencia la persona da más de sí
mismo al otro, dedicando todo su tiempo y energía para
mantener los estados de exaltación en su relación,
trata cada día de consumir más dosis para ser feliz,
entrando en el círculo vicioso del adicto, con
sentimientos de exaltación cuando se está bajo los
efectos del embriagante y bajos cuando el embriagante
se retira”.
Los codependientes son “adictos afectivos, los cuales
dependen de otros para vivir, buscan gratificación en
los otros como los adictos a la droga”. Son individuos
que sienten un gran temor al abandono, necesitan
aferrarse a otros incluso cuando la compañía les
cause dolor. Por otro lado, el compañero del
codependiente, estimula y propicia las conductas
adictivas porque las necesita para afirmarse a él
mismo. Este tipo de conductas las ejecutan las
personas incluso sin darse cuenta, pues han sido
conductas adquiridas a lo largo de su vida. Pero
llega el momento en que uno de los dos empieza a
romper este patrón, inicia el alejamiento y produce
la crisis, lo que los lleva a cuestionarse, buscar
ayuda y descubrir los patrones adictivos.
Como seres humanos que somos, es importante
entender que las relaciones sanas son relaciones
en las que la persona asume la responsabilidad de
su propia vida y de sus acciones y acepta que en la
relación se van a experimentar momentos felices
pero a la vez sufrimiento, y que la felicidad no está
en el otro, sino que depende de cada uno de
nosotros, en definitiva, son relaciones en las
cuales no hay temor sino libertad e independencia.

Si alguien se encuentra en una situación de apego


afectivo sería importante que buscara ayuda. Lo
primero es reconocer que no existe una relación
perfecta y mágica. Entender que dejar de depender
no significa ser frío o indiferente, ni dejar las
emociones de lado. Es aprender a vivir un amor que
no esclaviza, es amar sin miedos, sin angustias y
es tomar conciencia de que la persona amada es
importante pero no es lo único que se tiene en la
vida. Evidentemente, no se pueden controlar las
vidas ajenas, sólo la propia. Para ello, hay que
conocerse a uno mismo, aprender a decidir lo que
se desea, lo que agrada y a tener actividades
propias, ya que la pareja no es lo único que nos
rodea.

El hecho de que desees mucho a tu pareja y que


sientas cosquillas en la barriga cada vez que la
ves, no significa que sufras de apego. El placer de
amar y ser amado es para disfrutarlo, sentirlo y
saborearlo. Pero si sientes un vacío incontrolable
cada vez que te despides de tu pareja, si el
bienestar recibido de tu ser amado se vuelve
indispensable para seguir viviendo o la urgencia
por verle no te deja en paz y tu mente se desgasta
pensando en él, posiblemente puedas considerarte
“dependiente del amor”.

Debemos recordar que el deseo mueve al mundo y


la dependencia lo frena. El objetivo no es reprimir
las ganas naturales que surgen del amor, sino
fortalecer la capacidad de desprenderse cuando
haya que hacerlo. El “sentimiento de amor” es una
variable importante al tener una pareja, pero no es
la única. Una buena relación de pareja también
debe fundamentarse en el respeto, la comunicación
sincera, el deseo, los gustos, los valores, el humor,
la sensibilidad y la amistad, entre otras.
El amor es energía, es sentimiento. El dinero no
puede comprarlo. El contacto sexual no lo
garantiza. No tiene absolutamente nada que ver
con el mundo físico pero, a pesar de ello, puede
expresarse. El amor es la demostración de cariño,
afecto, pasión y admiración por el ser amado pero
debe concebirse de una manera controlada, con
sentido de lo propio y lo ajeno, con una distancia
afectiva entre lo que es la propia persona y la
pareja. Esta concepción nos armoniza al estar
juntos y nos permite ser independientes y
mantener el control de nuestra vida personal, ideas
y proyectos.

Así pues, debemos saber que querer algo con todas


las fuerzas no es malo, convertirlo en
imprescindible, sí. El buscarse a uno mismo, el
quererse y el aceptarse son las bases para
establecer relaciones sanas y realistas con los
demás. El poder de una pareja, aunque suene a
tópico, no lo tiene el que tenga más dinero, ni el
más fuerte, ni el más inteligente, sino el que
necesita menos al otro. Lo importante de una
relación de pareja no es quién lleva las riendas
sino cómo se llevan.

Recordemos que el ser independiente no implica


desamor. Cuando alguien es independiente lo que
está cultivando es un amor razonable, un amor
pensado, un amor inteligente. La idea no es dejar
de ser apasionado sino vivir la pasión de tal forma
que no se entre en una “locura temporal” en la cual
uno deja de ser éLa codependencia la definimos como el
comportamiento emocional que se presenta cuando permitimos que el estado
de ánimo y acciones de otra persona nos afecte de manera negativa, al grado
de obsesionarnos con la idea de cambiar o controlar a esa persona; ya que
desde el punto de vista de nosotros la otra persona está equivocada y si
cambia todo estaría muy bien.

Así es como nos enredamos en los problemas de los otros, y vamos dejando a
un lado nuestras cosas, por buscar entre las cosas de los otros. En esta
situación se permiten abusos, maltratos y dolor, tanto físico, pero sobre todo
psicológico y emocional y siempre hay la tendencia a pensar que no es
suficiente lo que hacemos por los demás, como si esa fuera una misión que se
nos encomendó.
Las personas codependientes tienen dificultad
para pedir; les resulta muy difícil pedir lo que
necesitan y más bien están atentos siempre a
las necesidades y demandas que le hacen los
otros que están a su alrededor, pues se siente
responsable de su seguridad, su salud y
bienestar, en fin todo lo que pueda hacer feliz al
otro.

Los codependientes tienen una muy alta


tolerancia al dolor y generalmente se siente
atraídos por personas con problemas, ya que de
manera inconsciente, encuentran terreno fértil
para cumplir la misión de “solucionarles la vida a
los demás”, incluso sin que nadie se lo pida.

Son personas que tienen mucha necesidad de controlar. El codependiente es


controlador y manipulador y desde su punto de vista resuelve los problemas de
los demás; lo cual no necesariamente es así, ya que los otros no ven ni sienten
las cosas de la misma manera, pero los codependientes van al rescate
constantemente de los demás, solo que el costo emocional es muy alto, ya que
se llenan de odio, resentimiento y culpa al dar más allá de sus propias fuerzas,
y en la gran mayoría de los casos, no lograrán llegar a las metas que han
estado pensando y por las cuales han estado luchando; es más su pareja o su
familia, los sienten como alguien con quien es muy difícil convivir. Llevan la vida
con tanta preocupación por los otros que incluso a veces llega a enfermarse
impidiéndose una vida con paz, felicidad y satisfacción.

Los codependientes presentaban una condición física,


mental, emocional y espiritual muy parecida a la de los
adictos. Además se ha comprobado que cuando lograban
salir de una relación, se vuelven a relacionar repitiendo
esos mismos patrones de conducta con otras personas.
Los codependientes tienen como una constante la
dificultad de expresar los verdaderos sentimientos,
presentan incapacidad de hablar o discutir los problemas
con objetividad, de comunicarse en forma directa y poca
confianza en sí mismo y en los demás.
Es importante aclarar que en todas las familias existen ciertas características
que afectan la dinámica de la propia familia y no se trata de culpar ahora a los
padres, abuelos, tíos, hermanos o quienes participaron en la crianza y
educación, por lo tanto lo importante es realizar los ajustes necesarios para
resolver esto, más que buscar a los culpables.

Las causas más comunes de la codependencia son la necesidad innata de


recibir amor y si las personas que nos cuidan no logran por sus propias
vivencias darnos ese amor, satisfacer esas necesidades y demandas, es muy
probable que crezcamos con la necesidad de buscar la aprobación en otras
personas para sentirnos bien con nosotros mismos.

Existen una serie de mensajes en la


educación y crianza que van dejando
una profunda huella, por ejemplo
cuando se nos dice “que inteligente
eres”, “qué buen trabajo hiciste”,
“muchas gracias por tu ayuda”, “qué
bien te ves con ese vestido”, etc.,
estos son un ejemplo de mensajes
que van a generar una buena auto
estima; pero en el caso contrario,
igual van a dar como resultado una
auto estima dañada y una
personalidad desvalorizada.

Si en lugar de esos mensajes hemos


recibido mensajes como “mira que
tonto eres”, “nunca haces las cosas
bien” “otra vez fallaste”, “contigo
siempre lo mismo” es casi seguro que
al crecer vamos a buscar amor y
aprobación en todos lados y por la
baja auto estima entraremos en
relaciones de manera desesperada y
a conformarnos con “migajas” de
cariño y atención, e incluso vamos a
permitir y hasta justificar el maltrato.
Puedes reconocer la codependencia si tienes una gran necesidad de ser
aceptado (a) más de lo común, presentas una sensación de pérdida de
identidad, a veces la persona no sabe quién es o qué quiere o que objetivos
busca en la vida; si llegas a sentir una especie de parálisis sentimental por
miedo a herir a los demás; si tienes reacciones desmedidas que desconciertan
y confunden a los demás; si padeces de incapacidad de disfrutar por estar
demasiado comprometido con los demás; si presentas constante preocupación
exagerada por los demás hasta hacerse daño; si tienes incapacidad de permitir
que los demás vivan las consecuencias de sus actos; en realidad estas son
solo algunas y puedes presentar una o varias de estas conductas de manera
notoria o si notas que tu pareja presenta esto, podrás saber que hay problemas
de codependencia.

Estas conductas siguen y las siguientes ya son un signo mucho mas claro, por
ejemplo si la buena voluntad de ayudar nos vuelve obsesivos; si la compasión
nos pone en el lugar de rescatar y tomar la responsabilidad del otro; si lo que
hacemos por la otra persona nunca es suficiente y nos exigimos darle más; si
no podemos dejar que el otro sea como es e insistimos en que debe de
cambiar; si creemos que los otros no son capaces de cuidarse y lograr sus
cosas por sí mismos; si somos capaces de postergar las metas y rutinas
personales para acomodarnos a las demandas o necesidades de los demás; si
nos sacrificamos hasta que duela y terminamos siendo o pareciendo víctimas
del otro; si hemos perdido el interés de vivir nuestra propia vida; si padecemos
síntomas como gastritis, diarrea crónica, depresión dolores de espalda y
cabeza, en general que ya no se logra tener un equilibrio de buena salud; si
sentimos miedo al abandono; si no podemos poner límites; si nos cuesta
manejar la ira, tanto la propia porque no la podemos parar o por el temor
exagerado por la ira de los demás; si vivimos sacrificándonos por otros y ellos
no dan lo que merecemos, necesitamos o esperamos.

Una de las mayores justificantes para


ocultar de codependencia es cuando
una persona vive el amor, ya que se nos
ha inculcado que en el amor se da todo,
que debes vivir para tu pareja, que
debes cumplir hasta su último capricho,
etc., y con la justificante del amor, hay
personas que van por la vida diciendo
que aman demasiado a su pareja, que
por amor hacen todo por los suyos, que
el amor es la razón de su ser, solo que
el problema es cuando la persona vive
su vida a través de la vida de los demás
y con el escudo del amor, se engaña a
si misma la persona creyendo que por
amor va a vivir la vida de los demás, sin
darse cuenta que es un acto de
invasión, intromisión y limita la libertad
de los demás y a la larga siempre
terminan mal ese tipo de relaciones, ya
que sus necesidades van más allá de lo
que corresponde al verdadero amor.

Cuando el amor no produce paz sino angustia o culpa está contaminado de


codependencia. Ese tipo de amor es patológico, lo que se puede considerar un
amor enfermos, ya que es muy destructivo pues al no producir paz interior ni
crecimiento espiritual no lleva a la felicidad.

Por eso hay que tener cuidado, el amor no duele, el amor no es una lucha, el
amor no es una constante batalla, el amor no es culpa, el amor no es rencor, el
amor no es desvelo, el amor no llanto, el amor no es desconfianza, el amor no
es pelea, etc.

Si tú o alguien cercano a ti presenta estas condiciones, dale este artículo y dile


que me visite.

uando hablamos de relaciones tóxicas lo primero que solemos pensar es en una mala gestión
emocional de pareja, pero en realidad este tipo de relaciones se dan en cualquier ámbito social,
como puede ser el de una amistad o el familiar. Se trata de relaciones que enganchan,
sentimos como que quedamos atrapados en una red negativa de la que nos es muy difícil salir.
¿Qué se considera
una relación tóxica?

Si a ratos preferirías no estar con esa persona porque te hace sentir mal, porque tu vibración
cambia, porque te alteras hasta puntos que nunca creíste llegar, si te sientes manipulado
cuando utiliza los sentimientos de culpa, sarcasmo o ironía para contradecirte, si sientes que no
mereces ese trato pero no acabas de poner fin a esta relación, entonces estás atrapado en una
relación tóxica.

En definitiva se trata de una relación donde una o ambas partes sufren, más que gozan, por el
hecho de estar juntos. Los miembros se ven sometidos a un gran desgaste emocional con el
objetivo de convencerse a ellos mismos que pueden salvar esta unión.

Al tratar de acomodarnos a la otra persona lo que hacemos es desvirtuar la realidad ¿En qué
sentido? Nos convencemos a nosotros mismos que si no mostramos malestar sobre ciertos
aspectos que nos incomodan, evitaremos una nueva confrontación. ¿Pero que pasa cuando
llegamos al autoengaño? Que nos enfermamos física y emocionalmente. No olvidemos que
la represión emocional provoca ansiedad y estrés.

Por otro lado empiezan los problemas de comunicación, si no nos mostramos como somos
¿cómo nos van a entender los demás?, por lo que todo este conjunto de malestares acaban
pasándonos factura.
Las razones por las que podemos mantener una relación tóxica pueden ser muy diversas,
pero casi todas tienen una serie de puntos en común, los cuales pasaré a detallar a
continuación:

Baja Autoestima

¿Qué es la autoestima? Es un conjunto de percepciones, valoraciones y sentimientos que


hacemos con respecto a nosotros mismos. Se considerará baja cuando nuestras creencias
estén basadas en no ser merecedores de algo mejor, por lo que en el caso de este tipo de
relaciones se tiene la idea de que no podemos estar sin esa persona porque ella es la que
siempre ha estado ahí para ayudarnos en todo. Empiezan las preguntas recurrentes como
¿quién me va a cuidar? ¿quién me va a amar? ¿quién me va a animar a seguir adelante?.

Creer que somos la solución a


sus problemas

Por el contrario podemos tener la sensación de que nosotros somos salvadores de esa
persona, que podemos calmar sus malestares y conseguir que vea la realidad desde otro punto
de vista idóneo para ambos. Se fantasea con el hecho de que hemos llegado a su vida para
hacerlo cambiar, que con nosotros la cosa será diferente. Esto provoca mucha frustración y
mucho sufrimiento, ya que hemos basado nuestra relación en unas expectativas poco reales,
en vez de basarla en el aquí y ahora.
Si bien es verdad que se pueden cambiar rasgos de personalidad en la otra persona, esto sólo
sucederá cuando ésta esté dispuesta a cambiarlos y no antes. Por lo que el deseo de mejorar
la vida del otro no tiene que significar que el otro la quiera mejorar, es ahí donde se produce la
frustración. No podemos cambiar el entorno, pero si la actitud con la que nos enfrentemos a él.

Yo soy la víctima en esta historia

Llegamos a creernos las palabras hirientes que nos dicen y pensamos ¿quién nos va a querer
más que él/ella?. Si tan mala persona soy y no me merezco nada, ¿cómo voy a dejar esta
relación con la suerte que he tenido de dar con alguien que si me aguante?. Ese miedo a
quedarnos solos y pensar que tenemos lo que merecemos, es lo que acaba siendo más
limitador. Una vez más aparece la inseguridad.

Dependencia Emocional

Tratamos de suplir carencias afectivas, pretendemos que el otro nos de lo que nosotros
mismos no somos capaces de gestionar. Esta sensación en ocasiones nos lleva a mendigar
cariño y es cuando empiezan los desencuentros emocionales.

Miedo a quedarse solo

Quizás esta sea la característica más común, ya que por miedo a no quedarnos solos
toleramos cualquier tipo de relación, aunque ésta nos haga sentir mal. Pero lanzo una pregunta
al aire ¿no es peor la sensación de estar sólo aún estando acompañado?.

No hemos de confundir soledad con desolación, la soledad es un estado en el que la persona


encuentra la paz interior, la desolación es sentir esa carencia de no estar acompañado de
alguien que consideramos nos aporta lo que nosotros no sabemos gestionar.

Miedo a lo que está por venir

Otras personas se acomodan dentro de esta relación, por mucho malestar que les aporte, por
miedo a seguir adelante con su vida y abrir nuevos caminos. Es lo que supuestamente se
conoce como Zona de Confort o Seguridad, aunque en este caso es una seguridad ficticia.

¿Cómo gestionar una relación así?

Trabajando la autoestima, estableciendo límites al malestar y aprendiendo a comunicarse


asertivamente.

Una cosa está clara, el amor no es malestar, ni dependencia, ni miedo, es libertad y


satisfacción. Si no sentimos eso, entonces no es amor.

CIARA MOLINA
Psicóloga Emocional
Amar no es sinónimo de sufrir. Aun siendo una afirmación obvia, hace falta
recordarlo de vez en cuando. La búsqueda del amor es una de las
necesidades básicas del ser humano; el afecto nos convierte en seres fuertes,
pero si al alcanzarlo nos entregamos en exceso y no acertamos a delimitar los
sentimientos, la pasión se puede convertir en veneno. “No puedo vivir sin ti”,
“vivo por y para ti”, “sin ti no soy nada”... son frases que encierran mucho más
que amor. Son un claro síntoma de que el deseo se ha convertido en
necesidad, y amar en un tormento. Los dependientes emocionales albergan
una gran carencia afectiva y por ello se anulan a sí mismos y, aun siendo
conscientes de su infelicidad, se entregan completamente a relaciones de
pareja destructivas. Es como si estuvieran enganchados al amor, como si
fueran adictos al afecto.
La psicología no clasifica la dependencia emocional como una patología, lo
cual, según Jorge Castelló, psicólogo y psicoterapeuta de adultos y autor del
libro Dependencia emocional (Alianza Editorial), dificulta la investigación, el
conocimiento de un problema que es mucho más común de lo que se cree y la
aplicación de un tratamiento adecuado. Castelló, que publicará el libro Superar
la dependencia emocional(Corona Borealis) en abril del 2012, lo define como
un trastorno de necesidad extrema de carácter afectivo. No obstante,
actualmente existe un gran debate científico sobre el carácter de esta
necesidad psicológica, y también hay quien comparte que la dependencia
emocional no es una enfermedad. “Diría que es, más bien, un detonante que
provoca otras patologías como la ansiedad, depresión y otra serie de
trastornos”, explica Tomás Navarro, consultor, formador en competencias
emocionales y psicólogo del centro de bienestar emocional Panta Rei de
Barcelona. Aun así, los dos coinciden al señalar las razones por la que florece y
las consecuencias que acarrea. El dependiente emocional no nace, se hace;
con lo cual, se puede evitar, o en su defecto, resolver satisfactoriamente.
“Normalmente, el origen suele estar en la infancia”, señala Castelló. Asegura
que la mayoría de casos que recibe en consulta han experimentado historias
de relaciones familiares perturbadoras, de carencia afectiva, inadaptación
social, vivencias de rechazo en la familia e incluso de sobreprotección extrema.
“Haber vivido este tipo de situaciones durante los primeros años de vida
provoca que se vaya fraguando unaautoestima deficitaria que comienza a
introducir una afectividad perturbada, es decir, una forma de querer patológica”.
No obstante, una persona puede llegar a ser dependiente emocional por
diferentes y variadas causas: la personalidad de cada uno desempeña un papel
importante en el desarrollo de esta necesidad, así como el proceso de
socialización o, incluso, las situaciones traumáticas. Los diagnósticos de
enfermedades graves, por ejemplo, pueden alterar la forma de relacionarse
tanto a nivel de pareja como a nivel social. Así pues, nos podemos encontrar
con una persona que ha llevado un tipo de vida y unas relaciones normales,
con una personalidad no dependiente, pero que ante un evento traumático
reacciona dando un giro de 180 grados en la forma de entender una relación,
basándola, sin darse cuenta, en la dependencia. Por lo tanto, todos somos
dependientes emocionales potenciales.
Existen una serie de conductas que se repiten en personas dependientes, y si
las conocemos nos pueden servir a modo de aviso. La primera y principal señal
es el miedo a la ruptura. Sin pareja se sienten abandonados, solos ante el
peligro, como si no tuvieran la disposición necesaria para enfrentarse al mundo
si no es en compañía de alguien del cual dependen. Y ese miedo conlleva otro
patrón que también se repite, la tendencia a encadenar relaciones. “Los
dependientes emocionales suelen tener parejas desde la adolescencia, y si es
posible intentan estar siempre con alguien. Después de una ruptura, vivida
como un acontecimiento verdaderamente catastrófico, intentan reanudar la
relación por muy nefasta que haya sido o bien buscan a otra persona que
cubra su necesidad extrema de estar acompañados de alguien”, comenta
Castelló. El segundo indicador es la baja autoestima y el concepto negativo de
sí mismo. “La inseguridad, la culpabilidad o la percepción de que el origen de
su conducta y comportamiento es externo a la propia persona, pueden hacer
que sienta la necesidad de protección, ayuda y dependencia de otra persona”,
apunta Navarro. Explica, además, que suelen tener pocas competencias
emocionales, que tienen dificultades para expresar y regular sus sentimientos
de manera apropiada, y les cuesta comprender las emociones propias y las de
los demás. Todo ello propicia, inevitablemente, el establecimiento de un papel
de sumisión en las relaciones. El proceso de subordinación se convierte en
un círculo vicioso: la dependencia emocional provoca relaciones de pareja
desequilibradas en las que se sufre mucho, y eso hace que el autoestima del
dependiente se vaya minando, pero aunque se estén consumiendo prefieren
ese tipo de relación a quedarse solos.
Es posible plantearse que la pareja también puede tener parte de culpa. Sin
embargo, Navarro subraya que no se trata de buscar culpables, sino de
identificar qué papel desempeña uno mismo en su dependencia. “El
dependiente, en cierto modo, hace sentir bien al protector, a la pareja. Siente
que le cuida, que es importante para ella, que sin ella no sería nada... En
definitiva, alimenta su ego”. Con lo cual, normalmente el origen de la relación
tóxica no suele estar en la pareja, es más, al dependiente le suele interesar un
tipo de persona a su medida para que encaje en una relación de carácter
dependiente. “Suele buscar relaciones protectoras. Acostumbran a elegir una
pareja más mayor, más madura, con una personalidad fuerte, que les de
seguridad y tranquilidad”.
Pero por mucho que adopten un papel de sumisión, las personas dependientes
suelen manejar a su antojo a la pareja, ya que recurren a menudo al chantaje
emocional. “Es su única herramienta. Necesitan sentirse protegidos, y es el
instrumento de manipulación que tienen más a mano. De hecho, los niños
también lo hacen nada más nacer, juegan con las emociones. Cuando nuestro
bebé requiere atención nos hace reír para que le cuidemos y estemos encima
de él. Cuando una persona va creciendo puede adoptar estrategias más
elaboradas, como hacerse la víctima o hacerse el desamparado”, afirma
Navarro. El problema es que estas conductas son dañinas, y nunca fomentan
una relación en base al respeto, a los valores sanos. Normalmente utilizan
estas técnicas de manipulación con su pareja, pero también lo pueden hacer
con su gente cercana, puesto que la dependencia emocional no surge
exclusivamente en el seno de una relación amorosa. Se da con menos
frecuencia, pero hay relaciones entre amigos, e incluso entre padres e hijos
que se convierten en destructivas. “Hay muchos casos de madres y padres que
generan dependencia emocional en sus hijos”, asegura Navarro. “¿La razón?
Resulta que uno se siente bien si su hijo depende de él. Se siente madre, o
padre, un protector en definitiva, y resulta un papel interesante. No obstante, en
realidad lo único que consigue es quitar autonomía al hijo”.
Y con todo, no podemos dejar de sentir que la necesidad forma parte de la
esencia humana. A pesar de que nos gustaría poder solos con todo, en el día a
día comprobamos que no podemos, que necesitamos el apoyo de alguien.
Queremos ser más autosuficientes pero siempre acabamos recurriendo a las
personas que nos rodean, generalmente a la pareja. No debemos asustarnos
por necesitar a las personas que tenemos alrededor. Sin embargo, una vez que
aceptamos esta necesidad, no podemos refugiarnos en ella y convertirla en
una dependencia. El catedrático de Metafísica en la Universidad Autónoma de
Madrid y ex ministro de Educación, Ángel Gabilondo, explica la diferencia que
hay entre necesitar y depender en el artículo Necesito de ti, publicado en
la revista Psychologies: “Necesitar no es lo mismo que depender. Es más y
menos a la vez. Quizás amar es precisar de alguien sin necesitarlo”. Al mismo
tiempo, Gabilondo añade que “la obsesión de que necesitamos a alguien
concreto para vivir, y reconocerlo, y decírselo, no es ningún signo de
impresentable interés. Somos seres necesitados, y lo somos siempre”. Tanto es
así que desde el momento en el que nace, el ser humano necesita de sus
padres para alimentarse, aprender a hablar, a andar.
En todas las relaciones interpersonales hay un componente de codependencia
importante. “Si vamos a una isla desierta y nos quedamos solos empezaremos
a tener síntomas de abstinencia tal como se producen en la dependencia
emocional, aunque mucho más atenuados”, comenta el psicólogo Castelló.
“Notaremos que las personas nos hacen falta, pero claro, hasta cierto punto”.
¿Y dónde se encuentra ese límite entre la dependencia saludable y la tóxica?
En los síntomas de adicción: la necesidad de estar cada vez más cerca de la
otra persona y con más intensidad. “La gente que toma alcohol, por ejemplo,
para poder sentir lo que sentía antes con una copa ahora necesita tres. Algo
parecido sucede con los dependientes emocionales. Cuando empiezan a estar
bien con una pareja van estirando la cuerda, con el peligro de que sobrepase el
límite”, comenta el psicólogo Navarro. Un ejemplo muy claro de adicción a otra
persona es vivir pendiente del teléfono móvil y en un constante mensajeo
cuando no se está con ella. “Cuando la dependencia emocional nos afecta a
nivel social, laboral, personal o de salud, ya podemos decir que hemos cruzado
la línea de la normalidad”. En estos casos la tensión emocional acaba
provocando actitudes de huida por parte de la pareja: empiezan a pasar más
tiempo en el trabajo, con los amigos... y, simultáneamente, el dependiente se
sume en una sensación de frustración. “Lo cual le lleva directamente a
la agresividad, tanto hacia dentro como hacia fuera. Puede que persiga y
presione a su pareja, o que asuma conductas autodestructivas como comer en
exceso, automedicarse, etcétera”.
Aunque no haya ni datos ni estudios oficiales, los psicólogos apuntan que hay
más mujeres que hombres entre los dependientes emocionales. “Dos de cada
tres casos que recibo en consulta son mujeres”, confirma Castelló. Según él,
este fenómeno se explica por una mezcla de factores culturales y biológicos.
“La mujer tiene más desarrollada la capacidad de establecer relaciones
y vínculos afectivos que el hombre, con lo cual a los hombres nos es más
sencillo romper un lazo si no nos gusta. Si a eso le añadimos el factor cultural,
sobre todo en las culturas tradicionalmente machistas, entre las mujeres se
acentúa más la predisposición a ser dependiente emocional”. Navarro subraya
especialmente el factor cultural: “Un hombre dependiente no está bien visto. En
cambio, una mujer dependiente es casi esperable, incluso deseable”.
Para evitar caer en la adición al amor y tener que acudir, en última instancia, a
un profesional, Castelló recomienda centrarse en la prevención basada en
cuatro puntos. El primero y crucial, es mejorar la autoestima: “En la medida en
que la relación de la persona consigo misma mejore, su necesidad afectiva
disminuye. Esto es casi matemático. Hay que potenciar el diálogo interior,
reducir la autocrítica destructiva, fomentar la valoración propia”. El segundo, es
mejorar las relaciones interpersonales, “sobre todo, disminuyendo la necesidad
de agradar, y en el caso de que haya un comportamiento hostil o de rechazo
hacia los demás, promoviendo una mayor vinculación hacia ellos”. Por otra
parte, es esencial aprender a intervenir directamente en las relaciones de
pareja, evaluando si esta es agradable o enfermiza. Si resulta así, debería
aprender a poner en marcha mecanismos para solucionarla o romperla. Por
último, es fundamental interiorizar pautas para preparar futuras relaciones
sanas: “Hemos de tener muy clara la idea de equilibrio entre las dos personas”.
Es posible aprender a querer sin que el amor haga daño.

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LA MUJER QUE AMA DEMASIADO:

Se enamora del hombre inaccesible que no puede satisfacer sus necesidades emocionales.

No puede salir de una relación que le causa mucho sufrimiento.

Se esfuerza continuamente en cambiar y “mejorar” a su pareja.

Con mucha frecuencia asume las mayores responsabilidades en la relación.

Se siente la gran ayudadora y salvadora de su pareja, que muchas veces es una persona adicta.

Es inteligente, capacitada, emprendedora, con un cierto sentido de superioridad y sacrificio.

Persigue el sueño de convertir a su hombre en el príncipe azul gracias a su gran amor, quien
por fin la hará feliz. No está en contacto con la realidad.

Durante su infancia desarrolló respuestas emocionales distorsionadas.

Su modelo es un amor inmaduro “romántico”, de arrebatos y sufrimiento.


No puede amar a los hombres que serían buenos para su vida, le resultan aburridos.

Vive con intensidad un cóctel de emociones (ansiedad, incertidumbre, celos, miedo,


dependencia…) y a esto le llama amor.

Se siente irresistiblemente atraída por un hombre encantador, inmaduro, misterioso,


inaccesible, problemático, necesitado de ayuda… a quien piensa que tiene que conquistar y
cambiar.

Sufre continua e intensamente con su hombre cuyo amor “necesita para vivir”; amor del que
cada vez obtiene menos migajas y por el que cada vez paga un precio más alto.

Se hace adicta a su “hombre-droga” y al dolor emocional que le produce la situación. Sabe que
eso la está matando pero siente que no puede evitarlo.

Puede disfrutar de muy buen sexo en una muy mala relación.

Su impulso de entregarse sexualmente a otros, y posible promiscuidad, apunta más a la


satisfacción de los demás que a ella misma.

Confunde angustia, miedo y dolor con amor y excitación sexual.

No la atraen sexualmente los hombres con quienes no lucha.

A menudo forma equipo con un hombre de menor experiencia sexual para poder sentirse en
control.

Anhela la intimidad pero sólo se siente cómoda con la distancia emocional creada y mantenida
por la tensión de la relación.

Cuando todavía ignora que está afectada de esta enfermedad emocional, se siente muy
desgraciada. No entiende “por qué tiene tan mala suerte con las parejas”.

Vive sus relaciones con gran desconcierto al no comprender cómo es que su gran capacidad de
entrega y de amor no es correspondida ni apreciada.

No se le ocurre preguntarse: ¿Esta relación es buena para mi?

No es consciente de sus propias necesidades, permanentemente ocupada en atender las de los


demás.

Es una mujer hambrienta de amor y, por tanto, dispuesta a soportar lo insoportable para tratar
de obtenerlo.

Vive obsesionada por conseguir que su “hombre-droga” le preste toda su atención, todo su
tiempo, todo su amor.

Ha perdido su libertad emocional y consume su energía vital en una relación imposible.

Ha olvidado sus sueños, desconoce sus potencialidades y no valora sus logros.

Muchas veces está soportando malos tratos sin ser consciente de ello.
Debido a su dependencia emocional, a su adicción a la relación, puede llegar a situaciones
extremas de malos tratos.

EL SÍNDROME DE AMAR DEMASIADO (SAD)

Al objeto de facilitar la comprensión del Síndrome de Amar Demasiado (SAD), la propia


creadora del Programa explica:

“Amar demasiado no significa amar a demasiados hombres, ni enamorarse con demasiada


frecuencia, ni sentir un amor genuino demasiado profundo por otro ser. En verdad, significa
obsesionarse por un hombre y llamar a esa obsesión amor”

“… el amor se convierte en amar demasiado… cuando nuestro deseo de amar, nuestra ansia de
amor, nuestro amor mismo, se convierte en una adicción…”

“… las mujeres estamos programadas, tanto cultural como biológicamente, para amar,
sostener, ayudar y consolar a los demás. Cuando lo que hacemos naturalmente no funciona,
casi inevitablemente tendemos a hacerlo con más ahínco. Sólo podemos intentarlo con mas
fuerzas. Terminamos cautivas de un ciclo adictivo…”

“… nadie se convierte en una mujer así (que ama demasiado), por casualidad. Entre otras
características típicas, la mujer que ama demasiado… proviene de un hogar disfuncional que no
satisfizo sus necesidades emocionales…”

“… Las mujeres que tienen esta clase de características emocionales se ven atraídas una y otra
vez hacia hombres que son emocionalmente inaccesibles por una razón u otra… y a menudo se
enfrentan al dilema del buen sexo en una relación infeliz o imposible…”

“… las mujeres que aman demasiado tienen poca consideración por su integridadpersonal en
una relación amorosa…”

¿Cómo hacen las mujeres que aman demasiado para encontrar a los hombres con quienes
pueden continuar los patrones perjudiciales de relación que desarrollan en la niñez?

¿Cómo, por ejemplo, hace la mujer cuyo padre nunca estuvo emocionalmente presente para
encontrar un hombre cuya atención ella busca constantemente pero no puede ganar?

¿Cómo es que la mujer que proviene de un hogar violento se las ingenia para formar pareja con
un hombre que la golpea?

¿Cómo es que la mujer que se crió en un hogar alcohólico encuentra un hombre que ya padece
o pronto desarrollará la enfermedad del alcoholismo?

¿Cómo hace la mujer cuya madre siempre dependió de ella emocionalmente para encontrar un
esposo que necesita que ella lo cuide?
De todas las posibles parejas que encuentran, ¿cuáles son los indicios que llevan a estas
mujeres hacia los hombres con quienes pueden continuar el baile que conocen tan bien desde
la niñez?

¿Y cómo reaccionan (o no reaccionan) cuando se encuentran con un hombre cuya conducta es


más sana y menos necesitada, inmadura o abusiva de lo que están acostumbradas, cuyo estilo
de baile no concuerda tan bien con el de ellas?

Amores tóxicos: "Esto no es amor"

El sufrimiento es el sentimiento que con más claridad determina si una relación


de pareja es o no es saludable pero en el día a día son las pequeñas
concesiones y sacrificios los que decantan la balanza hacia el debe o el haber
de la felicidad conyugal, en el que muchas mujeres encuentran su particular
tela de araña.

a característica principal de este tipo de vínculos es que son relaciones que generan
sufrimiento, dependencia y malestar físico y emocional y a pesar del malestar que generan
no pueden disolverse ni cambiar. Las personas que establecen este tipo de vínculos suelen
tener una autoestima baja y este tipo de relaciones adictivas, tóxicas, codependientes no
suelen ser aisladas ni casuales.

“Se denominan vínculos tóxicos o adictivos porque pueden compararse con la relación que
una persona establece con una sustancia tóxica y adictiva, con una droga, por ejemplo. La
persona sabe que luego de consumirla el bienestar durará muy poco. Pronto volverá a
sentirse mal, ansioso, desesperado y quiere creer que esa sustancia cambiará su realidad y
le generará el bienestar que desea. Pero esa sustancia destruye a la persona, la daña, la
lastima, la intoxica, la empobrece, la aliena. El efecto hipnótico, alucinatorio, químico dura
unos minutos. Luego vuelve la realidad con los autorreproches, las críticas, las culpas y la
desvalorización”, explica Andrea Gómez, Psicóloga, Psicoanalista y Sexóloga. Y agrega:
“Creen que la solución está en alguien o algo que los complemente, les otorgue lo que no
tienen, los calme, los tranquilice. Esta es solamente una ilusión. Existe una frase popular
que dice que primero hay que sentirse bien desde adentro de uno mismo para estar bien
afuera. La salud psíquica y física se construye en un espacio intermedio, en relaciones
sanas, equitativas, respetuosas, complementarias. No se puede vivir encerrado en uno
mismo ni esperar todo de afuera”.
La toxicidad de una pareja adquiere formas muy diversas que pueden ir desde la pelea
constante a la indiferencia absoluta, pasando por el clima de agobio permanente, el
encubrimiento y la manipulación. En todos los casos, el rasgo común es que son parejas
basadas en el sufrimiento y la descalificación, parejas que no favorecen el crecimiento
personal de cada uno de sus integrantes, sino que, por el contrario, lo retardan o, incluso, lo
anulan.

“En la pareja tóxica, los celos tienen una connotación especial: no son la manifestación de
un deseo de posesión que es propio de las relaciones muy pasionales, sino que es una forma
de agresión y de control del otro. Como consecuencia de la toxicidad de la pareja en
cuestión, aunque exista un “celoso oficial”, los celos no son una manifestación de uno solo
de los integrantes, sino un sentimiento que se produce de a dos. No se trata de que uno o los
dos integrantes de la pareja sean intrínsecamente celosos, sino que los celos surgen en la
propia dinámica de la relación”, sostiene la psicóloga Beatriz Goldberg,especialista en
crisis individual y de pareja.
Carolina Santori, licenciada en Psicología, explica que a la hora de detectar indicios
sobre este tipo de vínculos es fundamental estar atentos a señales que pueden estar
queriendo avisar algo importante como, por ejemplo, llamadas constantes por teléfono para
saber dónde se encuentra y/o qué está haciendo la otra persona, enojos o planteos por salir
con amigos o amigas, querer estar las 24 horas del día juntos, alteraciones excesivas a la
hora de tener alguna discusión, entre otras conductas.
¿Tienen futuro este tipo de parejas? “Sí, este tipo de parejas tienen futuro, lo que no
significa que sea algo positivo. Tienen futuro porque se corre el riesgo de construir una
pareja dependiente, uno del otro, alimentada por el conflicto constante. Son las tan
conocidas personas que están muchos años juntas a pesar de que se pasan el tiempo
peleando o llorando o sufriendo, en vez de estar unidos por el disfrute, la alegría, el
compartir”, responde Santori.

El primer paso para salir de una relación tóxica es tomar consciencia que se está dentro de
ella, que se ha establecido una relación con estas características. Por eso, hay que tener en
cuenta que para encarar una salida a este problema el diálogo siempre es la herramienta
fundamental para el buen funcionamiento de cualquier tipo de vínculo.

“Es importante tener paciencia y encontrar el momento de mayor tranquilidad de ambos,


para poder hablar con serenidad y estar dispuestos a la escucha. Pero también es
trascendente lograr un trabajo personal que significa aprender sobre uno mismo, aceptarse,
valorarse, quererse, conocer sus virtudes y sus defectos. De esta manera, las personas que
trabajan sobre sí mismas pueden lograr mayor autonomía, amor propio, independencia y
lograr una mirada más amorosa sobre sí mismas. Así es como se amplía la posibilidad de
conocer a una persona y generar un vínculo armonioso”, propone Santori.
La terapia de pareja también puede ser un aliado a la hora de poner en claro los
sentimientos y las preocupaciones que evidencian los componentes de un vínculo tóxico, ya
sea para lograr la continuidad de la relación o para animarse a terminar con un cuadro de
situación que no favorece al desarrollo de la pareja ni tiene perspectivas de futuro.

“Muchas parejas piden ayuda y logran salir adelante haciendo verdaderos cambios. Las que
llegan con deseos de cambiar lo logran. Otras hacen un “como si”, consultan para satisfacer
a su compañera/o pero abandonan la terapia rápidamente manifestando argumentos muy
variados entre ellos la desvalorización del terapeuta y de la terapia”, dice Gómez.

“Resolver no siempre es dejar la relación, hay parejas que son presas de sus limitados y
peligrosos mecanismos de defensa , accionan y responden con lo que tienen y muchos
carecen de habilidades o recursos sanos. Algunas de estas parejas logran detenerse a tiempo
ya sea por una serie de situaciones traumáticas o por ver el derrumbe familiar. Si el
deterioro amoroso y emocional no es invalidante, estarían en condiciones de trabajar
profundamente los cimientos de esa increíble “Terceridad” que es el vínculo, en este caso la
terapia de pareja, establece desde el principio una normativa comunicacional diferente y el
desarmado de las pautas de interacciones perversas posibilitarían otorgar algo de oxígeno
para recién comenzar allí a proyectar cambios”; concluye el Lic.Fernando
Rubano, coordinador del área de pareja en la Escuela Sistémica Argentina ( E.S.A).
CLAVES
-Tomar consciencia de que se vive mal y se sufre.

-Abandonar la queja y ocupar un rol activo en busca del bienestar psíquico.

-Desear vivir mejor, cambiar y dejar de sufrir.

-Buscar apoyo en aquellas personas que son capaces de escuchar y acompañar sin juzgar, ni
criticar, ni maltratar.

-Fortalecer la autoestima y creerse merecedores de algo mejor.

-Buscar apoyo psicoterapeútico lo antes posible.

-No creerse indispensables para nadie ni permitir que otro proyecte en uno sus miedos,
frustraciones, dudas y debilidades.
– Tomar distancia para pensar y ver con claridad.

-La posibilidad de cambiar está en cada persona. No viene de afuera, no llega rápido ni lo
trae un Delivery.

Creemos que la energía del amor vendrá de fuera y llenará nuestro vacío
interior.

El amor es una energía que va de dentro afuera y, cuando emerge de ese espacio
limpio, libre y silencioso que yace en tu interior tiene poder sanador,
energizante y creativo para abrir al otro a recibir y a dar lo mejor de sí mismo

Apegarse y depender son dos hábitos tan arraigados en nosotros que nos parecen
normales. Al apegarnos creamos miedos, de entre los cuales el principal es el miedo
a la pérdida. El miedo, la ira y la tristeza se originan en los hábitos de aferrarse,
apegarse y depender. Con ellos, nuestro corazón pierde libertad. La presión que
generan estos estados emocionales y la ausencia de libertad verdadera nos provocan
sufrimiento e incluso sentirnos víctimas o miserables.

Estamos tan acostumbrados a estas formas de sufrir que llegamos a creer que son
aspectos de la naturaleza humana y, por tanto, son naturales. Estamos dispuestos
a pagar el precio por mantener la dependencia con el estrés, el sufrimiento y el
malestar hasta el punto de enfermar. El estado natural del ser es libre y no atrapado
en dependencias. El sufrimiento nos indica que hay algo no natural y anormal. Es
posible dejar de sufrir estas perturbaciones emocionales. Para ello, primero hemos
de comprender nuestros mecanismos internos. ¿Qué sucede cuando dependemos y
nos aferramos?

Cuando nos aferramos a algo, nos apegamos al objeto que estamos agarrando. Al
decir objeto me refiero a algo externo, como cosas, personas, lugares, o algo
interno, como ideas, creencias o recuerdos. El aferramiento es siempre interno. Por
ejemplo, si te apegas al sillón, dirás “mi sillón”. El sillón es un objeto exterior, pero
te agarras a él en tu interior, en tu conciencia. Tienes una imagen del sillón en tu
mente y apegas tu ser a la imagen de tu mente. Tú no eres tu mente y tampoco
eres lo que está en tu mente. Sin embargo, uno de nuestros hábitos más arraigados
es el de perdernos en lo que está en nuestra mente, confundir el yo con lo que está
en la propia mente. Lo que está en la mente es una imagen o una idea.

Canalizar la energía del amor

Muchas veces la dependencia se origina en una mala canalización del amor. El


amor es la energía que nos inspira, nos motiva, nos mueve, nos abraza y nos abre a
abrazar la vida. Lo paradójico es que muchas de las dependencias empiezan por esta
energía, la más poderosa: el amor. La energía del amor es un imán con mucho
poder. Cuando amas a alguien, hay un imán que te atrae y te mantiene conectado
con esa persona. Pero en el momento en que el amor se convierte en apego, se
pierde la libertad. ¿Es posible amar y ser libre?

Cuando mezclamos el apego y la dependencia al amor, no será sanador, porque


habrá expectativas en él. El amor incondicional es sanador y nunca hiere. Cuando el
amor está mezclado con posesión y apego, quieres controlar al otro. Cuando las
personas que te quieren empiezan a sentir que te poseen, no te sientes libre, sino
controlado. Una cosa es que desde y por el amor alguien te cuide y se ocupe de ti.
Otra muy diferente es que te controle, te domine y coaccione a ser como quiere
que seas.

Si uno se pregunta quiénes son las personas que más sufrimiento le han causado en su
vida, posiblemente serán las que más se amen o se hayan amado. Esto es así porque
creemos que la energía del amor vendrà de fuera y llenará nuestro vacío interior. No
hemos cultivado nuestra espiritualidad. A causa de nuestras carencias nos
aferramos a la persona o al objeto de nuestro amor creyendo que nos llenará y,
como no siempre es así, sufrimos.

El amor es una energía que va de dentro afuera y, cuando emerge de ese espacio
limpio, libre y silencioso que yace en tu interior tiene poder sanador, energizante y
creativo para abrir al otro a recibir y a dar lo mejor de sí mismo.

Tenemos un vacío interior porque estamos desconectados de nuestro verdadero


ser. Entonces nos abrimos a la posibilidad de depender. Depender del exterior
provoca el efecto aspiradora. Al aspirar para limpiar, aspiras lo bueno y lo malo. Si se
te ha caído un pendiente, la aspiradora también se lo lleva, junto con el
polvo. Cuando vives con el efecto aspiradora para aspirar el amor y el cariño del
otro, para aspirar su fuerza o su energía, acabas aspirando también sus
debilidades, sus dudas y sus miedos. Así se genera una dependencia que causa
dolor.
Cuando estamos apegados a algo o a alguien significa que nuestra mente y corazón
están ocupados con nuestros apegos, asegurándose de que “están cerca”, y a menudo
nos perdemos en ellos. En este estado de conciencia no podemos permanecer
abiertos a las nuevas oportunidades que llegan a nuestra vida; de hecho, estamos
bloqueándolas.

Aferrarse es una señal de inseguridad y de baja autoestima. Como tenemos una


falta de confianza en nosotros mismos, nos enganchamos. Cuando esto sucede,
permitimos que otras personas y situaciones dominen nuestra mente y nuestro
corazón. Nuestros pensamientos son en función de aquello de lo que dependemos,
con lo cual desciende nuestro nivel de energía. Renunciamos así a lo más precioso
que tenemos como seres humanos: la libertad, la capacidad creadora y de
elección. Damos el poder a las situaciones o a las personas para que dominen
nuestra elección, lo que pensamos, decimos y hacemos.

Nuestros hábitos de aferrarnos y de preocuparnos son tan fuertes que necesitamos


una fuerza extra que nos ayude a desengancharnos y que nos libere. La meditación
nos ayuda a conectar con esa energía y fuerza “extra”. A medida que te vas
desenganchando, te vas liberando, te vas desbloqueando, vas recuperando la libertad
y la felicidad.

MIRIAM SUBIRANA

Doctora en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona.

Es coach, autora, pintora y directora del espacio YESOUISI ww.yesouisi.es espacio


internacional de Creatividad, Valores y Coaching.

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