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CIBERNETICA
Y SOCIEDAD
Trad11cción de
JosÉ Novo CERRO
EDITORIA L S U DA MER IC A N A
BUE NOS A I R ES
PRIMERA EDICION
Octubre de 1958
TFRCERA EDICION
Abril de 198 8
IMPRESO EN LA ARGENTINA
ISBN 950-07-0481-1
A la memoria de mi j'>adr e , LEO
WIENER, ex profesor de lenguas es
lavas en la Universidad de Harvard,
mi más íntimo mento r y más amado
antagonista.
AGRADECIMIENTO
H ISTORIA DE LA CIBERNÍffICA
Hasta hace muy poco tiempo no existía una voz que com
prendiera ese conjunto de ideas; para poder expresarlo todo
m ediante una palabra, me vi obligado a inventarla. De ahí:
cibernética, que derivé de la voz griega kubernetes o timonel, la
misma raíz de la cual los pueblos de Occidente han formado
gobierno y de sus derivados. Por otra parte, encontré más tarde
que la voz había sido usada ya por Ampere, aplicada a la polí
tica, e introducida en otro sentido por un hombre de ciencia
polaco; ambos casos datan de principios del siglo XIX.
He escrito un libro más o menos técnico intitulado Ciber
nética, que apareció en 1948. Respondiendo a ciertos pedidos
para que pusiera esas ideas al alcance de los profanos, publiqué
en 195 O la primera edición de Cibernética y sociedad. Desde
entonces, el tema, que consistía en esa época en unas pocas
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ideas compartidas por los doctores Claude Shannon, Warren
Weaver y yo, se ha convertido en un campo permanente de
investigación. En consecuencia, aprovecho la oportunidad que
me da esta nueva edición para ponerla al día y suprimir ciertos
defectos e incongruencias de su estructura original.
Al dar la definición de cibernética en la primera edición, puse
en la misma categoría las comunicaciones y el gobierno de las
máquinas. ¿Por qué lo hice? Cuando me pongo en contacto
con otra persona, le doy un mensaje; cuando responde, me da
algo en relación con lo que dije y que contiene informes acce
sibles a él primordialmente y no a mí. Cuando regulo los actos
de otra persona, le comunico un mensaje; aunque esté en mo
do imperativo, la técnica de la comunicación no difiere de la
del que enuncia hechos. Además, si mi regulación ha de ser
efectiva, debo tomar conocimiento de cualquier mensaje de él
que indique haber comprendido y obedecido la orden.
La tesis de este libro consiste en que sólo puede entenderse
la sociedad mediante el estudio de los mensajes y de las facili
dades de comunicación de que ella dispone y, además, que, en
el futuro, desempeñarán un papel cada vez más preponderante
los mensajes cursados entre hombres y máquinas, entre máqui
nas y hombres y entre máquina y máquina.
Cuando doy una orden a una máquina, la situación no difiere
esencialmente de la que se produce cuando mando algo a una
persona. En otras palabras, en lo que respeaa a mi conciencia,
percibo la emisión de la orden y los signos de asentimiento
que vuelven. Para mí, personalmente, que la señal, en sus eta
pas intermediarias, haya pasado por una máquina o por una
persona carece de importancia y de ninguna manera cambia
esencialmente mi relación con la señal. Así la teoría de la regu
lación en ingeniería, sea humana, animal o mecánica, es un
capítulo de la teoría de los mensajes.
Naturalmente, existen diferencias de detalle en los mensajes
y en los problemas de regulación, no sólo entre un organismo
vivo y.. una máquina, sino también dentro de cada clase más
especializada de seres. Es propósito de la cibernética desarrollar
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una lengua y unas técnicas que nos permitan, no sólo encarar
los problemas más generales de comunicación y regulación,
sino además establecer un repertorio adecuado de ideas y mé
todos para clasificar sus manifestaciones particulares por con
ceptos.
Las órdenes mediante las cuales regulamos nuestro ambiente
son una especie de información que le impartimos. Como cual
quier otra clase de informe, están sometidas a deformaciones
al pasar de un ente a otro. Generalmente llegan en una forma
menos coherente y, desde luego, no más coherente que la de
partida. En las comunicaciones y en la regulación luchamos
siempre contra la tendencia de la naturaleza. a degradar lo or
ganizado y a destruir lo que tiene sentido, la misma tendencia
de la entropía a aumentar, como lo demostró Gibbs.
Gran parte de este libro se ocupa de los límites de las comu
nicaciones entre individuos. El hombre se encuentra sumergido
en un mundo que percibe mediante sus sentidos. El cerebro y
el sistema nervioso coordinan los informes que reciben, hasta
que, después de almacenarlos, colacionarlos y seleccionarlos, re
surgen otra vez mediante órganos de ejecución, generalmente
los músculos. Éstos a su vez actúan sobre el mundo exterior y
reaccionan sobre el sistema nervioso central mediante recepto
res tales como los extremos de la sensación cenestésica; la infor
mación que éstos proporcionan se combina con la acumulación
de vivencias pasadas influyendo sobre las acciones futuras.
Damos el nombre de información al contenido de lo que es
objeto de intercambio con el mundo ext•erno, mientras nos
a justamos a él y hacemos que se acomode a nosotros. El pro
ceso de recibir y utilizar informaciones consiste en ajustar
nos a las contingencias de nuestro medio y de vivir de ma
nera efeaiva dentro de él. Las necesidades y la complejidad de
la vida moderna plantean a este fenómeno del intercambio
de informaciones demandas más intensas que en c.ualquier otra
época; la prensa, los museos, los laboratorios científicos, las
universi<lades, las bibliotecas y los libros de texto han de satis
facerlas o fracasarán en sus propósitos. Vivir de manera efec-
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tiva s ignifica poseer la información adecuada. Así, pues, la co
municación y la regulación constituyen la esencia de la vida
interior del hombre, tanto como de su vida social.
El lugar que ocupa el estudio de las comunicaciones en la
historia de la ciencia no es trivial, ni fortuito, ni nuevo. Aun
antes de Newton esos problemas eran corrientes en la Física;
especiahnente en las investigaciones de Fermat, Huyghens y
Leibnitz; todos ellos compartían el interés por una ciencia
cuyo centro no era la mecánica sino la óptica, la comunicación
de imágenes visuales.
Fermat hizo progresar el estudio de la óptica con su prin
cipio, según el cual la luz, en un recorrido suficientemente
corto, sigue la trayectoria que le exige el tiempo mínimo para
pasar de un punto a otro. Huyghens enunció la forma primi
tiva del principio que se designa hoy con su nombre, diciendo
que la luz se propaga desde un punto luminoso creando algo
así como una pequeña esfera, formada por fuentes secundarias
que propagan la luz como lo hace la primitiva. Mientras tanto,
Leibnitz consideraba que todo el universo está compuesto de
mónadas cuya actividad consiste en la percepción mutua, basán
dose en una armonía preestablecida por Dios; es bastante claro
que para él esa acción mutua era en gran parte óptica. Aparte
de esa percepción, las mónadas no tienen "ventanas", por lo
que, según él, todos los efectos mecánicos mutuos no son más
que una sutil consecuencia de la acción óptica entre ellas.
La preocupación por la óptica y los mensajes que aparece
claramente en esta parte de la filosofía de Leibnitz, se encuen
tra también en toda su obra. Desempeña un importante papel
en dos de sus ideas originales: la Characteristica Universa/is o
sea un lengua je científico para todas las artes y ciencias
y el Calculus Ratiocinator o cálculo lógico que, aunque imper
fecto, es el antepasado directo de la moderna lógica matemática.
Leibnirz, poseído por la idea de las comunicaciones, es en
varios aspectos, el antepasado 'intelectual de los conceptos de
este libro, pues también se interesó por las máquinas de cal
cular y los autómatas. Mis ideas, las expuestas en este libro,
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están lejos de ser leibnitzianas, aunque lo sean ciertamente los
problemas de que me ocupo aquí. Las máquinas de calcular de
Leibnitz fueron sólo un resultado de su interés por un lenguaje
aritmético, por un cálculo razonador que para él era sólo una
extensión de su idea de un lenguaje artificial completo. Es de
cir que, aun al ocuparse de máquinas de calcular, el interés
capital de Leibn.itz residía primordialmente en la lingüística y
en las comunicaciones.
A mediados del siglo pasado, las investigaciones de Clerk
Maxwell y de Faraday, su precursor, atrajeron nuevamente la
atención de la física hacia la óptica, la ciencia de la luz, consi
derada desde entonces como un aspecto de la electricidad que
podía reducirse a la mecánica de un curioso medio invisible y
rígido llamado éter; en aquella época se suponía que el éter
impregnaba la atmósfera, el espacio interestelar y todas las
sustancias transparentes. Las investigaciones ópticas de Clerk
Maxwell consistieron en desarrollar matemáticamente las ideas
que Faraday había expresado sin fórmulas de manera muy clara.
El estudio del éter planteaba ciertas cuestiones cuya respuesta
no era muy evidente como, por ejemplo, la del movimiento
de la materia a través de ese medio. Con la famosa experiencia
de Michelson y Mor ley en la última década del siglo XIX se
pretendió resolver ese problema; proporcionó una respuesta
inesperada: no hay ningún modo de determinar el movimiento
de la materia a través del éter.
La primera solución satisfactoria del problema que planteó
el resultado de ese experimento fue dada por Lorentz; este in
vestigador explicó que, si son eléctricas u ópticas las fuerzas
que mantienen unida la materia, debería esperarse un resultado
negativo del experimento de Michelson y Morley. Sin embargo,
Einstein, en 1905, puso esas ideas de Lorentz en forma ta:l que
la imposibilidad de observar el movimiento absoluto venía a ser
un postulado de la física y no consecuencia de alguna es
tructura peculiar de la materia. En lo qu1;! respecta a nuestros
propósitos importa que, en las investigaciones áe Einstein, la
luz y la materia se encuentran en un pie de igualdad, como
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ocurría en las obras de los autores anteriores a Newton, sin la
subordinación newtoniana de todo a la materia y al movimiento.
Para explicar sus ideas, Einstein utiliza ampliamente el ejem
plo de un observador en repos'o o en movimiento. En su teoría
de la relatividad es imposible introducir un observador sin in
cluir al mismo tiempo el concepto de mensaje y sin volver de
hecho a colocar el centro de gravedad de la física en un estado
quasi-leibnitziano, cuya tendencia es nuevamente óptica. La teo
ría de la relatividad de Einstein y la mecánica estadística de
Gibbs se encuentran en campos enteramente opuestos, pues el
primero, como Newton, se ocupa de la dinámica de cuerpos
absolutamente rígidos, sin introducir la idea de probabilidad.
Por otra parte, las investigaciones de Gibbs caen completa
mente dentro del cálculo de probabilidades; sin embargo, ambas
tendencias equivalen a desplazar el punto de vista de la física;
en ellas, por un método u otro, se reemplaza el universo tal
como existe realmente por otro, conforme a las observaciones
que se hayan efectuado; el arcaico realismo ingenuo de la física
cede a algo que Berkeley habría considerado con una sonrisa
de satisfacción.
Aquí conviene revisar algunas ideas acerca de la entropía
que aparecieron ya en el prólogo. Como ya hemos dicho, ese
concepto es una de las más importantes diferencias que distin
guen la mecánica de Gibbs de la newtoniana. Para el primero,
poseemos una cantidad física que no pertenece al mundo exte
rior como tal, sino a un cierto conjunto de mundos exteriores
posibles y, en consecuencia, a la respuesta a ciertas preguntas
específicas que podemos plantear respecto al mundo exterior. La
física se convierte entonces, no en la discusión de un universo
exterior que puede considerarse como la respuesta total de todas
las cuestiones que se refieren a él, sino como una reseña de res
puestas a preguntas mucho más limitadas. Efectivamente, ya no
nos ocupamos de estudiar todos los mensajes posibles recibidos
o enviados; nos interesa la teoría de los más específicos que
entran o salen; ello implica una medida del contenido de infor
mación proporcionado, que ya no es infinito.
HISTORIA DE LA CIBERNÉTICA 21
EL PROGRESO Y LA ENTROPÍA
RIGIDEZ Y APRENDIZAJE :
DOS FORMAS DE CONDUCTA COMUNICATIVA
teorías.
A fines del siglo XVII, Locke consideró que el contenido de
la mente se compone de lo que llamó ideas. Para él, la mente
es enteramente pasiva, una hoja en blanco, tabula rasa, sobre
la que las vivencias de cada individuo escriben sus propias im
presiones. Si ellas aparecen a menudo, sea simultáneamente o
en una cierta secuencia, o de tal manera que corrientemente se
consideran de causa y efecto, según Locke, formarán otras im
presiones o ideas más complejas, con una cierta tendencia posi
tiva de los elementos a permanecer unidos. El mecanismo me
diante el cual las ideas se unen o se mantienen unidas radica
en ellas mismas; en toda la obra de Locke existe, sin embargo ,
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una singular renuencia a describir ese mecanismo. Su teoría
puede tener con la realidad la misma relación que el dibujo de
una locomotora tiene con la misma máquina en funciona
miento. Es un diagrama sin partes que se mueven. No ha <le
extrañarnos eso si recordamos la fecha de elaboración de esa
teoría. Fue en la astronomía , no en la técnica o en la psicolo
gía, donde el punto de vista dinámico, el de partes en funcio
namiento, obtuvo por primera vez la importancia que merece;
ocurrió eso en la obra de Newton, que no es un predecesor de
Locke, sino su contemporáneo.
Durante siglos la ciencia, dominada por el impulso aristoté
lico de clasificar, descuidó la tendencia moderna de averiguar
el modo cómo ocurren los fenómenos. Con los animales y plan
tas que debían descubrirse todavía, es difícil ver cómo la bio
logía hubiera podido entrar en una etapa dinámica excepto
mediante la continua recolección de hechos de la historia na
tural descriptiva. El gran botánico Linneo nos servirá de ejem
plo. Para él, las especies y los géneros eran formas aristotélicas
fijas, más que indicadores de un proceso evolutivo; pero sólo
sobre la base de una descripción completa linneana pudo esta
blecerse una argumentación lógica en favor de la evolución.
Los primitivos naturalistas eran los explotadores prácticos del
intelecto; estaban demasiado poseídos del deseo de apoderarse
y ocupar nuevas tierras, para que fueran muy precisos al tratar
el problema de explicar las nuevas formas que observaban.
Después del explorador, llega el granjero y después del natura
lista, el moderno hombre de ciencia.
En el último cuarto del siglo pasado y el primero del pre
sente, otro gran estudioso, Pavlov, investigó a su manera, en lo
esencial, el mismo terreno que Locke había explorado antes.
Sin embargo, su estudio de los reflejos condicionados fue lle
vado a cabo experimentalmente y no teóricamente como Locke.
Además lo consideró tal como ocurre en los animales inferiores
y no en el hombre. Ellos no pueden hablar nuestro lenguaje�
pero se expresan mediante la conducta. Gran parte de su com
portamiento más conspicuo es afectivo, por sus motivos, y la
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mayoría de sus emociones se refieren al nutrimiento. Pavlov
empezó por la cor ida y con el síntoma físico de la salivación.
Es fácil inyectar una cánula en los conductos salivales de un
perro y observar la secreción estimulada por la presencia de
alimento.
Por lo común, muchas cosas sin relación con la comida (vi
sión de ciertos objetos, percepción de algunos sonidos) no pro
ducen ningún efecto en la salivación, pero Pavlov observó que,
si el perro. percibía ciertas formas o sonidos a las horas del ali- .
mento, bastaban unas u otros para producir la. E� decir, el reflejo
de la salivación estaba condicionado por una 1asociación pasada.
Aquí, en el nivel de los reflejos animales, tenemos algo aná
logo a la asociación de ideas de Locke; la conexión de dos de
ellas ocurre en reflejos que son respuestas cuyo contenido emo
cional es probablemente muy grande. Observemos la natura
leza bastante complicada de los antecedentes necesarios para
producir un reflejo condicionado del tipo Pavlov. Para empe
zar, están generalmente centrados alrededor de algo importante
en la vida del animal, en este caso, la nutrición, aun cuando
en la forma final del reflejo puede desaparecer enteramente lo
alimenticio. Sin embargo, podemos ilustrar la importancia del
estímulo inicial de un reflejo condicionado pavloviano me
diante el ejemplo de los alambres electrizados de un estableci
miento ganadero.
No es fácil cerrar un recinto con alambres tan fuertes que
impidan que un toro los cruce. Por eso es económico reempla
zar varios fuertes por uno o dos relativamente finos que con
duzcan un volea je suficientemente alto como para proporcionar
una descarga bastante apreciable. El animal produce un corto
circuito cuando toca el conductor con su cuerpo. Esa valla ten
drá que resistir una o dos veces la presión del vacuno, pero
después de ello, actúa, no por poder aguantar la presión del
toro, sino por que éste ha adquirido un reflejo condicionado
que tiende a evitar el contacto con el conductor. En este caso,
el disparador inicial del reflejo es el dolor : evitar el sufrimiento
es impartantísimio para la continuación de la vida. El segundo
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disparador es la visión del alambre. Hay otros disparadores ade
más del hambre y el dolor, que conducen a reflejos condiciona
dos. Equivaldría a utilizar un lenguaje antropomórfico llamar a
eso situaciones emotivas, pero no se necesita el punto de vista
humano para describirlas como estados cuya intensidad e im
portancia es casi única entre todas las otras vivencias del ani
mal. Los llamemos emocionales o no, p�oducen intensos refle
jos. En la formación de los reflejos condicionados en general, la
reacción se transfiere a una de esas situaciones que actúa como
disparador. Son situaciones que aparecen po:r lo común asocia·
das con el disparador original. El cambio del estímulo en rela
ción con una respuesta dada debe tener una correlación ner
viosa como la apertura de un camino sináptico, cerrado en
condiciones normales, que conduce a la respuesta o el cierre de
otro que normalmente estaría abierto; eso equivale a lo que en
cibernética se llama cambio de tecleado.
Le precede la asociación continua del antiguo y fuerte estí
mulo natural de una reacción particular y d nuevo que es su
concomitante. Es como si el primitivo fuera. capaz de cambiar
la permeabilidad de aquellos caminos que conducían un men
saje cuando él poseía actividad. Lo interesante es que el nuevo
estímulo activo no necesita casi ninguna predeterminación en
sí, excepto la repetida concomitancia con el original. Así éste
parece producir un efecto de largo término en todos aquellos
caminos que conducían un mensaje en el momento de su apa
rición o por lo menos en gran número de ellos. La insignifi
cancia del estímulo sustitutivo indica que el efecto modificador
del original es amplio y que no está limitado a unos pocos ca
minos especiales. Suponemos, por consiguiente, que puede ha
ber alguna clase de mensaje general liberado por el estímulo
primitivo, pero que es activo únicamente en aquellos caminos
que conducían un mensaje en los momentos en que ese estí
mulo primitivo se producía. Tal vez el efecto de esta actividad
no sea permanente, pero dura bastante. El lugar más lógico
donde puede suponerse que ocurre ese fenómeno es en las sinap
ses, afectando probablemente a sus umbralc:s.
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No es extraña la idea de un mensaje sin dirección que se ex
tiende hasta encontrar un receptor al que estimula. Los de este
tipo se usan frecuentemente como señales de alarma. La sirena
de incendio es un llamado a todos los ciudadanos y en parti
cular a los miembros del cuerpo de bomberos, dondequiera
que se encuentren. En una mina, cuando se desea que todos
abandonen las galerías, por haberse notado la presencia de me
tano, se rompe en la toma de aire un tubo de etilmercaptano.
No hay ninguna razón para suponer que los mensajes de esa
clase no se producen en el sistema nervioso. Si tuviera que
construir una máquina de aprendizaje de tipo general, me in
clinaría a emplear este método de la conjunción de mensajes
"a quien pueda interesar'', de distribución general, con otros
localizados en caminos especiales. No será extraordinariamente
difícil idear métodos eléctricos que efectúen esa tarea. Natural
mente, no es lo mismo asegurar que el aprendizaje en el ani
mal ocurre realmente mediante esa conjunción de mensajes
generales y otros encarrilados por un camino especial. Franca
mente creo que así es, pero las razones en pro no permiten
asegurar hasta ahora que eso sea más que una conjetura.
En cuanto a la naturaleza de esos mensajes del tipo de "a
quien pueda interesar'', suponiendo que existan, me encuentro
en un terreno aun más especulativo. Podrán ser nerviosos, pero
me inclino a atribuir los al aspecto no-digital o analógico del
mecanismo que es causa de los reflejos y del pensamiento. Es
una verdad de perogrullo atribuir una acción sináptica a los
fenómenos químico�. En realidad, en la actividad de un nervio,
es imposible separar el potencial químico del eléctrico; decir
que una cierta acción particular es química carece casi comple
tamente de sentido. Sin embargo, no se violentan las ideas mo
dernas suponiendo que, por lo menos, una de las causas o uno
de los concomitantes de los cambios sinápticos es una modifi
cación química que se manifiesta localmente, cualquiera que
sea su origen. La presencia de un cambio de esa clase puede
muy bien depender localmente de emisión de señales que se
trasmiten por los nervios. Por lo menos, es ü�ualmente conce-
RIGIDEZ Y APREN DIZAJE 67
bataib es
11 11 ,1 d c m �1sÍ<l lio i · n po L t"'c p�1 r ,t C J n ÍJa:· lo a esa
ciones aritméticas.
El desarrollo de este tipo de máquinas de calcular ha sido
muy rápido después de la guerra. En una amplia gama de cues
tiones de cálculo numérico, han demostrado ser más rápidas y
merecer más confianza que el cakulista humano. Su velocidad
ha llegado a ser tal que . está fuera de la cuestión cualquier in
tervención en una etapa intermedia. Plantean, pues, la misma
necesidad de reemplazar la actividad del hombre por la de la
máquina que apareció en el cañón antiaéreo. Sus partes deben
hablar las unas a las otras en un lengua je apropiado, sin mani
festar nada a alguna persona o recibir órdenes de otra, excepto
en la etapa inicial y final del procedimiento. Aquí tenemos otra
vez un elemento que ha contribuido a que se acepte general
mente la extensión del concepto de comunicaciones a las má
quinas.
En estas conversaciones entre las partes, conviene conocer
lo que la máquina ha dicho antes. Aquí aparece otra· vez el
principio de la retroalimentación que ya hemos discutido y que
es más antiguo que el mecanismo de gobierno del timón y efec
tivamente por lo menos de tan vieja data como el regulador
de la máquina de vapor de Watt, mecanismo que impide su
actividad en vacío, cuando se suprime la carga. Si se produce
PRIMERA Y SEGUNDA REVOLUCIÓN lNDUSTRlAL 143
eso, las bolas del regulador suben llevadas por la fuerza cen
trífuga y, al ascender, mueven una compuerta que cierra par
cialmente la entrada de vapor. Así la tendencia a aumentar la
velocidad produce otra parcial compensadora hacia la disminu
ción de la misma. Clerk Maxwell, en 1868, sometió a un rigu
roso análisis matemático este método de regulación.
Aquí la retroalimentación se utiliza para corregir la veloci
dad de una máquina. El servomotor del timón de un navío
regula la posición del timón. El timonel opera un ligero sis
tema de trasmisión a cadehas o hidráulico, que produce un mo
vimiento en una pieza del mecanismo del servomotor. Hay un
dispositivo particular que observa la distancia entre esta pieza
y la caña del timón, regulando esa distancia la admisión de
vapor, en el caso de un servomotor que con vapor trabaje, o el
paso de una corriente, si se trata de uno eléctrico. Cualquiera
que sea la conexión particular, ese cambio de la admisión se
efectúa siempre en una dirección que haga coincidir la caña
del timón y la pieza movida desde la rueda. Así un hombre
solo puede hacer con facilidad lo que costaba mucho trabajo
a todo un grupo de marineros en el antiguo gobernalle múl
tiple.
Hasta ahora, nuestros ejemplos de retroalimentación han sido
primordialmente de naturaleza mecánica. Sin embargo, puede
efectuarse una serie de operaciones de la misma estructura me
diante métodos eléctricos o usando tubos electrónicos. Este pro
mete ser en el futuro el método normal de construcción de
aparatos de regulación.
Hace ya mucho tiempo que existe la tendencia a automa·
tizar máquinas y fábricas. Excepto para algún propósito espe
cial, ya no se producen tornillos mediante el torno corriente, en
el cual un mecánico debe vigilar el progreso de la herramienta
de corte, regulando el avance a mano. El moderno torno auto
mático los produce en gran cantidad, sin ninguna intervención
seria del obrero. Aunque esa máquina no utiliza especialmente
la retroalimentación o el tubo de vacío, cumple un fin análogo.
Lo que la retroalimentación y el tubo de vacío hacen posible,
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no es una construcción aislada de mecanismos automáticos indi
viduales, sino métodos generales para elaborar mecanismos au
tomáticos de muy diversos tipos. A ello ha contribuido nuestro
tratamiento nuevo de las comunicaciones, que reconoce amplia
mente las posibilidades de mensajes entre máquina y máquina.
Ese conj unto de circunstancias conduce a la nueva era del auto
matismo.
El estado actual de las técnicas industriales incluye la tota
lidad de los resultados de la primera revolución junto con mu
chas invenciünes que ahora consideramos precursoras de la se
gunda. Es demasiado temprano para decir cuál es la frontera
entre las dos revoluciones. De acuerdo con su significado poten
cial, el tubo de vacío pertenece verdaderamente a una trahs-
. formación industrial distinta de la edad de la energía; sin em
bargo, sólo ahora comprendemos suficientemente el verdadero
sentido de la invención del tubo de vacío como para atribuir
nuestra época a una nueva y segunda revolución industrial.
Hasta ahora, hemos hablado del real estado de cosas. No
hemos considerado más que una pequeña parte de los múlti
ples aspectos de la primera revolución industrial. No hemos
mencionado el avión, ni los bulldozers y las demás máquinas
de construcción, ni el automóvil, ni siquiera un décimo de esos
factores que han convertido la vida moderna en algo comple
tamente distinto de la de cualquier otro período. Sin embargo,
puede asegurarse que, excepto un considerable número de ejem
plos aislados, la revolución industrial hasta ahora ha desplazado
al hombre y a las bestias como fuentes de energía, sin producir
grandes consecuencias en otras funciones humanas. Lo más que
puede hacer hoy un trabajador de pico y pala para ganarse la
vida es actuar como una especie de alisador detrás de un bull
dozer. En todo sentido importante el hombre que no tiene nada
más para vender que su propia fuerza física, no ofrece nada que
valga el dinero de alguien.
Procedamos ahora a imaginarnos una edad aun más automá
tica. Consideremos por ejemplo lo que podrá ser la fábrica de
automóviles del futurc_ eri particular la l ínea de montaje, la
PRIMERA Y SEGUNDA REVOLUCIÓN J NDUSTRIAL 1 45
parte d e este tipo de empresas donde s e emplea e l mayor nú
mero de obreros. En primer lugar, la secuencia de las operacio
nes estará regulada por algo parecido a una moderna máquina
calculadora de alta velocidad. Tanto en este libro, como en otros
lugares, he dicho a menudo que la máquina de calcular mo
derna es primordialmente un mecanismo lógico que compara
diferentes proposiciones entre sí y deduce algunas de sus con
secuencias. Es posible convertir toda la matemática en la eje
cución de una secuencia de tareas puramente lógicas. Si la má
quina incorpora esos principios, será una calculadora corriente.
Pero además de efectuar esos trabajos maternáticos, será capaz
de resolver la labor lógica de distribuir una serie de órdenes
que se refieren a operaciones matemáticas. En consecuencia, las
calculadoras actuales deben contener por lo merios una parte
muy amplia que debe ser puramente lógica.
Hablando también de acuerdo con la práctica actual, diré
que se imparten las instrucciones a esas máquinas mediante el
tecleado. Las órdenes dadas llegarán a ella por un tecleado que
ouede estar completamente predeterminado. También es posi
)le que las contingencias reales que aparezcan durante el fun
jonamiento suministren la base de una regulación ulterior que
)asará a un nuevo tecleado elaborado por la misma máquina o
a una modificación del primitivo. Ya he explicado mi creencia
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
I. Historia de la cibernética . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
II. El progreso y la entropía . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
III. Rigidez y aprendizaje : dos formas de conducta
comunicativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
IV. El mecanismo y la historia del lengua je . . . . . . 69
v. La organización como mensa je . . . . . . . . . . . . . . 89
VI. El derecho y las comunicaciones . . . . . . . . . . . . 98
VII. Las comunicaciones, el secreto y la política . . . . 1 05
VIII. El papel del intelectual y del investigador . . . . . . 123
IX. La primera y la segunda revolución industrial . . 128
X. Algunas máquinas de comunicaciones y su futuro 153
XI. Lenguaje, confusión e interferencia . . . . . . . . . . 175
Esta edición de 3000 ejemplares,
se terminó de imprimir en
Impresiones Sud América,
Andrés Ferreyra 3 7 6 7 ,
en el m e s d e abril d e 1988.