You are on page 1of 12

ANTECEDENTES DE LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DE LO

FUNCIONARIO PUBLICO

A partir del artículo 138, la Constitución desarrolla un conjunto de principios de


legalidad, de transparencia, de acceso a la información, de buena administración, a
partir de los cuales, los entes públicos, como responsables del manejo de la cosa
pública, tendrán que retener su responsabilidad en caso de que ocasionen un daño
al particular. Eso es un cambio no solamente legislativo, sino también mental.
Siempre he dicho que un cambio de ley no hace un cambio de mente y por eso es
que generalmente a los aplicadores de la Administración Pública les resulta tan
complejo entender esta nueva normativa, sobre todo por venir de una cultura vieja
de la total irresponsabilidad administrativa. Pero ya vemos al Estado como el
principal ente público comprometer su responsabilidad en el ejercicio de su función.

El dato curioso es que la misma Constitución establece no solamente una


responsabilidad cuando sea (como es lo usual en la responsabilidad tradicional) un
daño por una actuación ilícita, sino también por una actuación totalmente regular.
Es decir, la Administración puede actuar de manera regular, pero aun así,
comprometer su responsabilidad patrimonial. O sea, creo que es trascendental el
cambio de paradigmas a partir de la Constitución de 2010 y luego las legislaciones
adjetivas que han venido desarrollando ese mismo principio.

RJ: ¿Cuál es el alcance que tiene la responsabilidad patrimonial del Estado


en nuestro ordenamiento jurídico?

AG: Es importante ver que nuestra Constitución, en comparación con otras


constituciones de América, y la Ley núm. 107-13, han optado a diferencia del
sistema anglosajón, por establecer una responsabilidad, si se puede decir, una “ley
solidaria”, una responsabilidad mixta entre el Estado y el mismo funcionario. Es
decir, tiene un alcance que no va solamente a tocar las puertas del Estado como
primer responsable, sino también del propio funcionario, del propio servidor público.
Eso es interesante porque supone que va a lograr que de alguna manera el mismo
funcionario se vea en la necesidad de hacer las cosas mejor para evitar comprometer
su responsabilidad. A partir del régimen de la responsabilidad patrimonial del Estado
vamos a encontrar que el ciudadano podrá accionar incluso contra la persona que
ocupa la función o el cargo en ese momento. Claro está, hay que entender que no
es en todos los casos. La misma Ley núm. 107-13 establece en el artículo 58, que
debe haberse demostrado una falta grave o un dolo por parte de ese personal.

Los límites de esta responsabilidad están establecidos en la misma ley, a partir de


lo que dispone existe la posibilidad de retener responsabilidad aun cuando el
funcionamiento de la Administración ha sido regular, pero eso supone que es a título
excepcional. Además tiene como límite el ejercicio de los derechos de los
ciudadanos, que es la protección que tiene el administrado en este momento. Es
decir, yo tengo como funcionario, como servidor judicial, unos poderes que puedo
ejercer, pero el ciudadano tiene para limitar estos poderes el ejercicio de sus
derechos, y principalmente el concepto de la buena administración.

En una ocasión, justamente con la profesora Zulima Sánchez, estábamos reunidos


y la invitaron a un baile aquí en República Dominicana y ella decía que una amiga le
dijo: “Pero ven acá, ¿y por qué tu no sales a bailar?, y le contestó “porque no
encontraba nadie con quien bailar que baile bien. La amiga le dijo: “Bueno, pero tú
te conformas con poco porque tú tienes que buscar alguien que baile bien y que
baile bueno”], queriendo significar que la Administración no basta con que lo haga
bien, también debe hacerlo bueno. Ese es el principio de la buena administración,
que implica que el ciudadano debe recibir unas buenas atenciones que van a cambiar
todo el esquema que teníamos anteriormente de que el administrado era
simplemente un destinatario de los servicios públicos, pero en este caso es el dueño
del interés general, como lo describe la propia Ley núm. 107-13.

RJ: ¿De qué manera puede la Administración de Justicia comprometer la


responsabilidad patrimonial del Estado?

AG: Esta responsabilidad patrimonial hay que entenderla en tres niveles


escalonados, porque cuando hablamos del Estado, hablamos de un todo. Sin
embargo, en esa famosa división de poderes del Estado que contempla el artículo 4
de la Constitución, vamos a tener un poder legislativo, un ejecutivo y un judicial, y
naturalmente incluimos también a los municipios como entes autónomos o entidades
autonómicas que también entran al sistema de la responsabilidad patrimonial. Pero
en el caso concreto del Poder Judicial, curiosamente ─y digo curiosamente porque
se trata de la Administración de Justicia que debe proteger los derechos─ resulta
que los precedentes que tenemos en nuestro país son todos en contra del Poder
Judicial. Hasta el momento solo tenemos cuatro sentencias que declaran la
responsabilidad patrimonial y todas han sido justamente por una actividad de la
Administración de Justicia.

En el caso de la Administración de Justicia, lamentablemente en el país nos hemos


ceñido a la responsabilidad patrimonial por la llamada prisión injusta, quizás también
porque nuestra legislación de ese momento solamente nos permitía esa casuística a
partir del Código Procesal Penal, que es el que trae por primera vez el derecho a
indemnizar al imputado por recibir prisión injusta. Pero la Administración de Justicia,
conforme a la nueva Ley núm. 107-13, también puede comprometer su
responsabilidad no sólo por prisión injusta, sino también en otras dos vertientes que
son: por “error judicial” y por el “funcionamiento anormal de la Administración de
Justicia”.

En este último caso, de la administración anormal de la justicia, yo creo que hay un


cambio importantísimo porque a partir de ahí se engloba todo el esquema, todos los
funcionarios, todos los servidores de la Administración de Justicia, no solamente al
juez que es el ente digamos por excelencia o la cara de la Administración de Justicia,
sino también a los empleados administrativos, porque cuando un empleado
administrativo (un oficinista, un secretario, un alguacil, un director de
departamento) realiza una actividad, pues está representando la voluntad de ese
ente público que es el Poder Judicial, y al representar esa voluntad también
compromete su responsabilidad directamente.

De suerte que ahora hay que repensar que la actividad de la Administración de


Justicia, no es solamente cuando el juez dicta una sentencia o cuando el juez
interviene en una relación “x” con el usuario, sino que estarán los servidores o
asistentes administrativos que también hacen una labor importante y eso es algo
bastante llamativo, y hay que decirlo ─yo lo digo con toda honestidad aunque forme
parte del sistema─ muchas veces vemos que los procesos no se llevan de la manera
que deberían, justamente por una acción de un empleado administrativo y no
necesariamente por el juez.

Hay muchos casos que se pueden señalar en nuestra práctica cotidiana, por
ejemplo: mencionar el caso de una persona que es sometida a la acción de la justicia
penal y le incautan un vehículo de motor como objeto del delito, y ese objeto del
delito es el vehículo de motor, pero quien tiene la custodia del vehículo es el sistema
de justicia.

El sistema de justicia tiene que tratar de que ese vehículo al momento que sea
devuelto por cualquier razón, esté en las mismas condiciones en que entró. Pero eso
no ocurre. Yo me he encontrado casos en los cuales la persona va a buscar el
vehículo y se encuentra con el chasis nada más. Pero eso no puede quedarse en el
aire, tiene que haber un sistema de consecuencias, de responsabilidad que no
solamente indemnice a la persona, sino que cree un patrón de conducta, de respeto
a la función misma que estamos ejerciendo.

RJ: ¿Qué debemos entender por el término “error judicial”?

AG: Este encierra un concepto bastante engorroso, tiene diferentes acepciones, pero
cuando hablamos de un “error judicial”, utilizando palabras del magistrado Francisco
Ortega Polanco en el “Diccionario de bolsillo”, no podemos pensar en algo casual, es
decir, no podemos decir que es algo involuntario, tiene que tratarse de un error
grosero, de un error que vaya más allá de lo cotidiano.

Me gusta explicarlo con ejemplos porque es la manera más fácil de entender, hay
un caso español que a mí me llamó mucho a la atención: un juez que computó un
plazo como día hábil en un recurso ante su tribunal y se trataba de un día que
universalmente no es laborable, como es el primero de mayo. Es como decir que en
República Dominicana un juez compute como hábil el día 27 de febrero, eso es un
error grave. Podrías confundirte quizás con una fecha no muy alegórica, pero una
fecha como esta, universal… En esos casos naturalmente tú debes retener un error
garrafal, un error grave que le está ocasionando un daño en este caso a un
particular, que le está cerrando la brecha a entrar al sistema de justicia a impetrar
derecho.

De manera que no podemos estar en presencia de cualquier error, sino de un error


grave, grosero y que sea insuperable en el sentido de que no podamos ver ninguna
posibilidad que el funcionario haya podido dejarlo pasar por alto. Hay casos en que
nosotros podemos encontrar definiciones o aplicaciones concretas del error judicial,
ya en nuestro país existen precedentes dictados por el Consejo del Poder Judicial,
como es el caso de una sentencia famosa de una desvinculación de un juez en donde
se define conceptualmente el error judicial ‒y coincidiendo con el concepto español‒
, inclusive establece que se tiene que tratar de un error insuperable, un error grave,
doloso, donde se compruebe necesariamente que la persona ha comprometido su
responsabilidad, no de manera involuntaria, sino porque efectivamente lo ha llevado
a cometer un error que no podía ser salvado.

Creo que el concepto hay que evaluarlo bastante, incluso en la última sentencia en
la que se condena el Estado por la responsabilidad patrimonial hay una pequeña
confusión entre prisión injusta y error judicial, que no son las mismas cosas y que
de hecho llevan regímenes distintos. Cuando tú hablas del error judicial
necesariamente tienes que esperar que la sentencia en la cual se ha verificado el
error adquiera la autoridad de la cosa irrevocablemente juzgada, que va a ser
justamente la prueba para establecer que hubo un error judicial.

RJ: ¿Es el Tribunal Superior Administrativo (TSA) el único órgano


competente para conocer lo relativo a la responsabilidad patrimonial del
Estado?

AG: En principio podríamos decir que sí, porque todavía la jurisdicción que la Ley
núm. 13-07 establece es el TSA. Sin embargo, hay que indicar cuando se trata de
la responsabilidad patrimonial en contra de los municipios y de las alcaldías. Al
principio decía que no sólo los poderes del Estado tienen un nivel de responsabilidad,
debido a que también lo tienen estas entidades autonómicas. La ley específica que
en el caso de los municipios la competencia será de las cámaras civiles en
atribuciones contencioso-administrativas municipales.

Eso es una manera de acercar al munícipe a la jurisdicción, como sabemos solo


tenemos un tribunal superior administrativo a escala nacional. Entonces, imaginar
una persona que viva en una comunidad apartada del país, Elías Piña o Bánica, por
ejemplo, y también tenga que venir hasta la capital para demandar, para impetrar
justicia, podría desmotivarse producto del gasto económico importante y la molestia
del traslado. Por eso quizás la misma ley hace la división y les deja a las cámaras
civiles la competencia contencioso-administrativa en lo municipal.

Quizás lo deseable sería que en su momento haya tribunales superiores


administrativos en cada departamento, porque también hay que decir que ya
nuestro país no es el mismo de hace veinte años atrás, ya en cada demarcación
tenemos representaciones del Estado de todos los niveles. Tenemos Ministerio de la
Mujer, Ministerio de Trabajo, direcciones de los diferentes departamentos que en su
momento pueden también interactuar con el ciudadano y ocasionar algún daño y
pudiera la misma persona simplemente ejercer su acción desde el mismo
departamento. La idea es que en su momento lleguemos a un nivel en donde esto
exista y que además pueda descongestionar el TSA que no solamente lleva los casos
de la capital, sino de todo el país, eso supone que se congestiona y retarda los fallos
en el tiempo.

Los tribunales contenciosos de primera instancia, que tampoco se han creado, son
sumamente importantes, no solo lo digo porque el ciudadano podrá acceder
directamente sino también porque la Administración de Justicia marcharía más
rápido; porque también es un tema de respuesta y nosotros tradicionalmente, a
nivel del derecho privado, hemos tenido la cultura de tener una justicia tardía.
Repitiendo lo que han dicho algunos pensadores, eso sencillamente no es justicia, y
sobre todo cuando hablamos frente a la administración, que se supone que debe
haber una respuesta inmediata.

RJ: ¿Podría el Tribunal Constitucional de República Dominicana


comprometer la responsabilidad patrimonial del Estado?

AG: Sí, es una pequeña espinita dentro del tema. Siempre se ha dicho ─y de hecho,
no solo la Constitución, sino la misma Ley núm. 137-11 del Tribunal Constitucional
describe y establece que es un órgano totalmente “apoder”─ que no podemos
encasillarlo en ninguno de los tres poderes del Estado, pero sigue siendo un ente
estatal y por lo tanto, podrá interactuar en algún momento con los administrados y
puede comprometer su responsabilidad patrimonial válidamente. En España ─que
es el símil que tenemos más cercano al nuestro─ ya tenemos varias decisiones en
las que se ha condenado al Tribunal Constitucional principalmente por dilación
innecesaria.

Eso supone que en nuestro país en algún momento llegaremos allí, porque tenemos
un tribunal constitucional muy activo, que ya la gente se está empoderando de los
temas y en algún momento llegará a recargarse de trabajos y vendrá el tema de los
retrasos en los procesos y de las dilaciones fuera del plazo que dice la ley.
Por lo tanto, pudiera avistarse ya desde lejos una posible responsabilidad en este
sentido. Pero el problema mayor sería determinar a cargo de quien quedaría
establecer la responsabilidad porque estamos hablando de un órgano ‒como
dijimos‒ “apoder”. En España por consenso ha quedado a cargo del Consejo de
Ministros porque es el órgano superior estatal más alto que tiene, en República
Dominicana tenemos algo parecido. Así que habría que esperar para ver por cuál de
las tesis se descanta la jurisprudencia dominicana. Lo importante es establecer que
el Tribunal Constitucional, los jueces, los empleados no están exentos de esta
responsabilidad porque el mismo artículo 57 de la Ley núm. 107-13, no hace ningún
tipo de exclusión, todos los entes públicos están sometidos al mismo régimen de
responsabilidad patrimonial, lo que incluye también al Tribunal Constitucional.

RJ: Hablando de los precedentes jurisprudenciales ─usted mencionó


algunos hace poco─ ¿qué parecer tiene de las tendencias adoptadas por los
tribunales nacionales en materia de responsabilidad patrimonial del
Estado?

AG: Nosotros hasta ahora, como decía hace un rato, tenemos unos cuatro
precedentes a nivel de la jurisprudencia en primera instancia. El primero nació en
Santiago y al parecer no fue muy comentado porque se trató de un hábeas corpus:
una persona que estaba sufriendo prisión de manera ilegal y precisamente un
defensor público canalizó una acción de hábeas corpus, lo pusieron en libertad y
solicitó la indemnización.

Luego hubo otros casos, uno aquí en el Distrito Nacional en el Primer Tribunal
Colegiado en el cual se condenó al Estado a pagar 446 días de salario base de un
juez de primera instancia por prisión injusta; el de Monte Plata, que el Tribunal
Colegiado también produjo una sentencia en iguales términos; y el último, que desde
mi punto de vista fue el que por lo menos se llevó ante la jurisdicción materialmente,
el del Tribunal Superior Administrativo. Digo esto porque también entra un tema de
desconocimiento de la propia jurisdicción, porque ciertamente el Código Procesal
Penal le permite y le abre la puerta en el principio 28 ─de la indemnización─ en caso
de prisión injusta, aunque esto no es de la competencia del tribunal represivo porque
inmediatamente entró en vigencia la Ley núm. 13-07, se establece que quien es
competente para conocer la demanda en responsabilidad patrimonial del Estado es
el TSA o las cámaras civiles en el caso de los municipios, si aplicamos el principio de
la “ley posterior” vemos que lo establecido en el Código Procesal Penal habilitando
los tribunales represivos deja de existir.

Pero también hay una razón más, tanto en España como en nuestro país, yo no
puedo establecer el concepto de prisión injusta sino hasta que la sentencia es
irrevocable. He sostenido que la sentencia en primer grado y acogió la indemnización
por responsabilidad patrimonial puede ser revocada a nivel de la Corte, y por lo
tanto la revocación de la prisión injusta fundamentada en la indemnización se iría
de cuajo también. Por eso es importante que lo conozca el tribunal designado para
esos fines y además el tribunal especialista, porque por más que aquí queramos
ajustarlos y nos apliquemos aquella frase ya en desuso de que “el juez es perito de
peritos”, lo cierto es que cuando un juez está habituado a conocer la materia penal
no tiene necesariamente el mismo conocimiento de un área tan poco manejada en
nuestro sistema como es el derecho administrativo.

Así que los principios básicos que la misma ley prevé son los que se deben aplicar y
no los del derecho represivo, como se ha hecho, porque cuando la Ley núm. 13-07
remite la competencia a las cámaras civiles, en relación a los municipios, ha dicho:
“la competencia es de las cámaras civiles, pero ajustadas a los principios del derecho
administrativo”, precisamente porque las reglas del juego son distintas.

Y en eso hay que llamar bien la atención. Yo lo digo cada vez que tengo la
oportunidad en la propia Escuela Nacional de la Judicatura, de hecho escribí un
artículo que va a salir ahora en Gaceta Judicial sobre el referimiento administrativo,
porque naturalmente hay una falta de formación académica a nivel administrativa
en nuestros jueces. Eso es una realidad y naturalmente cuando uno no conoce el
área puede cometer errores que eventualmente podrían comprometer la
responsabilidad del funcionario.

O sea que, naturalmente, la formación implica una camisa de salvaguarda para el


propio funcionario, porque luego yo no podré decir que por falta de conocimiento he
cometido un error procesal, no, eso puede comprometer tu propia responsabilidad
o sea que también es un resguardo para el propio juez. Nosotros estamos
incurriendo en esa práctica porque cuando el juez habituado al derecho privado no
tiene una formación académica y se encuentra por ejemplo con una medida cautelar
a través de un referimiento, naturalmente le da un tratamiento similar a un
referimiento. Pero resulta que no es así, la misma Ley núm. 13-07 establece
requisitos distintos para fijar la medida cautelar que no son iguales al referimiento.
Por eso entiendo que en su momento habrá que enfatizar más en tema de la
formación porque podría generar responsabilidad para el funcionario, solidariamente
también para el propio Estado.

RJ: El Tribunal Constitucional rechazó una acción directa en


inconstitucionalidad de la Ley núm. 86-11, sobre disponibilidad de fondos
públicos, ¿cree que la inembargabilidad de dichos fondos constituye un
obstáculo para el ejercicio eficaz del derecho a la reparación de los
perjudicados por errores judiciales?

AG: Ese es un tema de discusión aún muy latente. Yo escribí un artículo hace seis
meses en Gaceta Judicialque justamente iba orientado hacia ese tema, antes de que
el Tribunal dictara la decisión yo venía aplicando el criterio de que la ley no es
inconstitucional. Los abogados lo habían propuesto varias veces en la Cámara,
diciendo que eso crea privilegios, que es injusto porque no pueden cobrar sus
acreencias, pero resulta que la ley no tiene ningún ribete de inconstitucionalidad
como lo ha dicho recientemente el Tribunal Constitucional, sino que crea un sistema
distinto para el cobro del crédito y eso es razonable. Eso es saludable porque en
nuestro país lamentablemente hay una cantidad de acreedores indiscriminados que
embargan al Estado, pero cuando embargan retienen fondos que no pertenecen a
un particular sino a la colectividad.

Entonces hay un principio que tiene carácter de constitucionalidad porque lo prevé


la Convención Americana sobre Derechos Humanos en el artículo 32.2, que establece
que los derechos individuales están limitados frente al derecho de la colectividad.
En ese sentido, yo no puedo, por mi derecho individual, por ser un acreedor, afectar
a toda una colectividad: de repente yo te embargo, por ejemplo las cuentas de un
ayuntamiento, las cuentas del Ministerio de Salud, las cuentas del Ministerio de
Educación, te estoy embargando las cuentas que van orientadas a obras y servicios
de bien social. Por eso, lo que busca la Ley núm. 86-11 es justamente evitar eso y
crear un sistema de que tú puedes crear tu crédito, pero justamente por la vía que
la ley te dice, que es notificando la sentencia que reconoce el crédito o el título de
la dependencia estatal que generó el crédito para que pague el crédito.

¿Dónde es que entra el problema que en la práctica se ha producido? Bueno, lo que


dice la ley es que si el funcionario no tiene dinero para pagarlo en ese momento,
colocará eso en el presupuesto de la nación. Ahí es donde está el problema, pues
nosotros somos un país muy particular y basta recordar que discutimos por mucho
tiempo la inclusión de un famoso 4 % para la educación, que es una ley que lo
ordena. Imagínate que una ley votada por el Congreso sobre educación acuerda el
4 % y ahora frente a una deuda de un particular que se conozca en el presupuesto
de la nación, eso es casi tirarle piedras a la luna. Lo cierto es que la ley te crea el
sistema y queda del funcionario cumplirlo; la buena noticia es que si bien la ley no
tiene un mecanismo coercitivo per se, la Ley núm. 107-13 sí lo crea; claro es un
mecanismo que se ha creado a través del ejercicio de la abogacía en el derecho
administrativo, pero que puede funcionar.

Por ejemplo, si yo te notifico la sentencia diciéndote que ejecutes la decisión tal cual
como dice la Ley de Fondos Públicos ‒que te ha dado un mecanismo y te ha dado
plazos para tu hacerlo‒ y coloques la obligación en el presupuesto de la nación y tú
no lo haces, entonces yo puedo acudir al artículo 28.2 de la Ley núm. 107-13,
referente al silencio administrativo, que establece que el funcionario deberá dar
respuestas en los plazos establecidos. Si el funcionario no cumple con el mandato
de la sentencia estará cometiendo una omisión de la ley y por lo tanto,
comprometiendo su responsabilidad patrimonial. Es decir, yo tengo ahora un
mecanismo para actuar en contra de ese funcionario porque la Ley núm. 107-13
establece en el artículo 57 que no solamente por una acción sino también por una
omisión tu comprometes tu responsabilidad patrimonial, y cuando yo omito hacer lo
que la Ley de Fondos Públicos me dice que haga, evidentemente estoy cometiendo
una acción totalmente antijurídica y en contra del administrado.

Ciertamente, a la Ley de Fondos Públicos no le veo carácter inconstitucional, de


hecho, veo que es una ley saludable para los objetivos con los que fue creada, sólo
hay que saber aplicar el mecanismo coercitivo para determinar que el funcionario
coloque la deuda, coloque la obligación dentro del pasivo del Estado y la persona
pueda cobrar su crédito en tiempo oportuno.
RJ: ¿Considera que la Ley núm. 107-13 producirá cambios trascendentes en
el ámbito de las relaciones entre la Administración y los administrados?

AG: Yo estoy muy ilusionado, muy esperanzado con la Ley núm. 107-13 porque por
lo menos en la parte que corresponde a mi área, que es la Administración de Justicia,
he sentido un revuelo interesante y he estado trabajando en talleres con los
diferentes departamentos y con las áreas administrativas del Poder Judicial, una
inquietud que por cierto nació de la Dirección de Carrera del Poder Judicial, lo cual
dice mucho por allí. Eso me tranquiliza porque mi preocupación por lo que dice la
Ley núm. 107-13, significa que yo quiero cambiar o quiero hacer las cosas distintas
para no incurrir en el nivel de responsabilidad.

De manera que ya tenemos un mecanismo que va a permitir que el funcionario


ahora ande sobre sus pasos y se cuide en la gestión de la Administración para evitar
comprometer su patrimonio particular, no solamente el del Estado. Porque el detalle
estaba anteriormente en que tu decías: “Bueno, el Estado responderá porque al final
la responsabilidad suya”, pero en este caso cuando tú ves en peligro tu propio
patrimonio, que quizás has logrado con tanto sacrificio, entonces lo piensas dos
veces.

Es bastante interesante porque entonces le vas a dar un incentivo al funcionario


para el cumplimiento de la ley. Yo siempre he dicho que la norma nunca se cumple
porque la persona sea un buen ciudadano, o sea buena persona, la cumple porque
hay una amenaza de sanción y eso ha sido siempre así. Decía san Agustín que para
que una ley sea ley tiene que tener un fundamento moral, pero el fundamento moral
no te obliga a nada porque es solamente en tu ser interno. La norma jurídica siempre
deberá ir acompañada de un mecanismo sancionador. En este caso, la
responsabilidad patrimonial es un mecanismo que incentivará al cumplimiento de la
ley. De manera que yo creo que esa Ley núm. 107-13 ha venido para quedarse, lo
que esperamos es que el reglamento de aplicación se apruebe lo más pronto posible
para que comencemos ya a cosechar una mejor Administración de Justicia, un mejor
país y por supuesto una mejor Administración Pública, que es lo que todos
deseamos.
FUENTE

Entrevista realizada por Ramón Jorge al magistrado Argenis García del Rosario,
juez presidente de la Cámara Civil y Comercial del Distrito Judicial de La
Romana.

Enrique Rojas Franco, (2005), la responsabilidad patrimonial del estado, de las


demás entidades, de la administración pública y de los funcionarios públicos, México,
P.91

Ana I. Fortes González, (2013), Tesis la responsabilidad patrimonial de las


autoridades y personal al servicio de las administraciones públicas, México, Ed.
Salamanca.

You might also like