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Lieberman, C., Bleichmar, N., Matarasso, S., Salazar, J., Cacher, M. l., Cardos, G.,
Islas, C., Lozano, G., Ortiz, E..
Con una perspectiva innovadora, los autores de este libro ofrecen al lector un
panorama abarcativo, diverso y complejo sobre el psicoanálisis contemporáneo.
Para ello realizaron una revisión bibliográfica amplia y una discusión exhaustiva de
las ideas y los tópicos de interés que encontraron en el trabajo de otros
psicoanalistas, los cuales se sumaron a las inquietudes propias de cada uno de
los colaboradores. El resultado es un libro pleno en información, descriptivo sobre
las múltiples tendencias del pensamiento psicoanalítico, equitativo y respetuoso
con los diferentes autores pero crítico acerca de la confiabilidad de las ideas y,
sobre todo, muy analítico sobre cómo los psicoanalistas construyen las ideas que
luego utilizan en su práctica clínica.
En efecto, la tesis propuesta en este libro, desarrollada por los doctores Celia
Leiberman de Bleichmar y Norberto M. Bleichmar, es tomar prestada la palabra
"perspectiva" del arte y aplicarla al trabajo psicoanalítico. La perspectiva es "la
manera como un pintor percibe su objeto o, mejor dicho, la manera como lo recrea
en la tela.(...). En pintura, la perspectiva es el modo en que el espacio o un objeto
tridimensional se traslada al cuadro, a lo bidimensional." (p. 15). Del mismo modo
que los pintores, los psicoanalistas crearon diversos modelos explicativos sobre el
funcionamiento de la mente y la manera en la que se conforma el dispositivo
analítico. Cada uno de estos modelos, basados en ideas provenientes de otros
campos como la arqueología, el darwinismo, la hidrodinámica, la lingüística, la
filosofía y la cibernética entre otros, constituyen una perspectiva determinada de la
mente, su psicopatología y el quehacer analítico. Los autores lo explican de la
siguiente manera:
"Una idea principal de nuestro trabajo es que así como cada estilo de pintura
proporciona una experiencia estética, ni superior ni inferior a las otras sino
diferente, cada escuela psicoanalítica puede ofrecer una experiencia con
consecuencias particulares en el paciente, destinada a ampliar la significación de
sus vivencias, el crecimiento de la mente y el desarrollo de la imaginación y la
fantasía, a profundizar la búsqueda de la verdad o a mejorar sus síntomas." (p.
16).
De este modo, el psicoanálisis, tanto en sus aspectos teóricos como prácticos, se
parece más al trabajo del artista que al del científico, sin afán de desdeñar el de
este último pero diferenciándose de él, principalmente, en cuanto a que las
hipótesis psicoanalíticas se convalidan o refutan con una metodología que le es
afín basada en sistemas de pensamiento distintos a los que emplean las ciencias
naturales. Si bien el psicoanálisis también incorpora la relación dialéctica entre
verdad y falsedad en sus teorías, las pruebas a las que somete estos conceptos
recaen en métodos en los que, más bien, unas ideas son aceptadas o descartadas
por otras ideas.
Esta diferencia se acentúa aún más si consideramos, como explican los autores
enseguida, que la subjetividad interviene en el intento de reproducir la naturaleza:
"el objeto no es reproducido sino recreado por el observador. (...) El objeto es
construido desde el ojo del pintor; en el psicoanálisis, el paciente es recreado
desde la mente del analista." (p. 16).
El modelo pictórico que los inspiradores de este libro han tomado en particular es
el cubismo. Picasso, su creador y principal representante, coincidía con Leonardo
da Vinci quien decía que "El pintor siempre se pinta a sí mismo. Cualquiera que
sea el objeto del pintor, él está pintando sus propios sentimientos y experiencias."
(p. 17). Así, el acto de reproducir la realidad es siempre un autorretrato. "Se
acentúa la noción de creación y se borra la idea de copia de la realidad. El artista
expresa sus propias emociones." (p. 17).
Siguiendo estas ideas, una hipótesis que los autores proponen es que la forma
como el analista ve a su paciente depende de la combinación de los siguientes
tres aspectos:
A su vez, el material clínico es el pretexto para reflexionar sobre los grandes temas
teóricos y técnicos del psicoanálisis entre los que se encuentran el encuadre, la
transferencia, la contratransferencia, la interpretación de los sueños, las fantasías
y los conflictos inconscientes, el insight, la empatía, la alianza terapéutica, la
situación y el proceso psicoanalíticos, el mundo interno y sus mecanismos, la
sexualidad infantil, los síntomas y rasgos de carácter. Todos estos conceptos, y
otros más, provienen de distintas teorías y prácticas psicoanalíticas, y son
empleados por la doctora Leiberman como esquemas referenciales que orientan
su comprensión del material analítico al mismo tiempo que le permiten realizar una
descripción muy personal de lo acontecido en la sesión. De este modo, se
pretende demostrar que la riqueza que encierra una sesión analítica es irreductible
a cualesquiera de las teorías y técnicas que intenten dar cuenta de ella; el
fenómeno clínico sobrepasa cualquier intento de definición y de explicación, de ahí
la mayor utilidad que los autores confieren al diálogo entre colegas más que a la
corrección de un punto de vista por medio de otro.
La paciente en cierne es una mujer de 33 años que cursa su sexto año de análisis
al cual llegó por padecer diversos síntomas digestivos referidos con situaciones de
conflicto en su relación conyugal. Hija de un padre depresivo, se convirtió en
confidente de éste durante parte de su adolescencia, papel avalado por la madre
quien le reafirmaba su función de consolar al padre para rescatarlo de su
depresión al mismo tiempo que imponía silencio a la familia sobre la situación por
la que su cónyuge atravesaba. En esta época se iniciaron los padecimientos
somáticos de la paciente.
Vista como una mujer con una estructura depresiva con rasgos narcisistas
proyectados en su esposo e hijos, tiene una actitud sumamente colaboradora con
las personas con la que pretende sentirse especial entre los demás. Este rasgo de
su carácter es entendido simultáneamente por la analista como una actitud
generosa, una parte narcisista de la personalidad y, defensivamente, un intento de
contrarrestar los sentimientos de celos hacia sus hermanos.
Contratransferencia.
El problema psicosomático.
Empatía.
Iniciando con la técnica freudiana, vemos cómo muy pronto en su obra Freud
estableció los criterios y las reglas con las que debe proceder el analista en su
práctica a fin de llevar a cabo, pulcramente, su tarea: la de entender objetivamente
los conflictos inconscientes del paciente e interpretarlos con precisión para ayudar
a la remisión del síntoma y a la modificación de la estructura del carácter, causa
de la enfermedad y el sufrimiento mental. (p. 65). En efecto, preocupado por
diferenciar el tratamiento psicoanalítico de cualquier terapia de índole sugestiva,
Freud estableció los requisitos esenciales del proceso analítico. En su método, la
asociación libre es la modalidad discursiva que el analista alienta en su paciente
para que aquél interprete los conflictos psíquicos evocados de este modo. Las
dificultades del paciente para asociar libremente, entendidas por Freud como
resistencias, lo llevan a que en ellas recaiga el acento de la interpretación. Más
adelante, descubre el fenómeno de la transferencia. Ya entonces el análisis
sistemático de la transferencia y las resistencias constituye un elemento central
del trabajo analítico (véase p. 66).
Otros de los conceptos técnicos freudianos que se revisan en este capítulo son la
neurosis de transferencia, la compulsión de repetición, la interpretación y la
elaboración, así como la atención flotante y la neutralidad del analista. De acuerdo
con los autores, el ideal positivista de objetividad imperante en su época llevó a
Freud a creer en la posibilidad de obtener un conocimiento cierto de los conflictos
inconscientes a través del método analítico en el que el psicoanalista es un
observador neutral que sólo interviene, asépticamente, mediante sus
interpretaciones. El psicoanálisis contemporáneo cuestiona dicha expectativa de
objetividad la que, de hecho, ya se encontraba cuestionada aún en la técnica
freudiana desde el hallazgo de la transferencia. (p. 69).
No es posible tampoco, como lo muestran los autores, tener una comprensión del
material clínico sin un marco teórico de referencia que, si bien es recomendable no
aplicarlo en forma rígida, forma parte de entrada del sistema de creencias del
analista. Así lo constatan las múltiples lecturas que los mismos casos clínicos de
Freud han recibido por parte de psicoanalistas posfreudianos (véase p. 71).
Los autores reconocen que los rigurosos criterios técnicos de Freud constituyen el
punto de partida del método analítico. Algunos de sus fundamentos persisten en la
actualidad aunque también ha sufrido cuestionamientos y variaciones, las cuales
obedecen a la diversificación de la teoría psicoanalítica tanto como a la creciente
psicopatología que el psicoanálisis intenta abordar.
Sin duda, los resultados terapéuticos dependen de la complejidad que los distintos
aspectos que intervienen en ella le confieren a la experiencia analítica tanto como
los alcances, objetivos y finalidades que cada marco de referencia supone para la
práctica del psicoanálisis. Este capítulo ofrece una recapitulación de las
principales ideas sobre el tema así como una discusión crítica de las mismas en la
que se destaca la cualidad provisional que la noción de resultado terapéutico tiene
en sí misma.
Para abordar este controvertido tema, los autores señalan los problemas más
importantes de la siguiente forma:
Como podemos observar, cada uno de los autores citados, entre otros más,
piensan el problema de la terminación del análisis desde su propio marco teórico
de referencia lo que lleva a cada uno a sentirse más optimista con su propio
método que con el del autor precedente. Ateniéndonos a las ideas centrales del
libro que estamos reseñando, cada uno de ellos nos muestra su perspectiva
predominante en la comprensión del tema tratado, con su porción de verdad, en la
que una no es mejor que otra, sino complementaria de la visión anterior.
Las diversas situaciones clínicas que plantean dificultades para unificar criterios de
terminación son sintetizadas bajo los siguientes apartados:
Cada uno de estos puntos es discutido en detalle e ilustrado con material clínico
proveniente de la experiencia personal de los autores. En general, revelan la
diversidad de situaciones clínicas tanto como maneras de entender el problema de
la técnica de la terminación. Ante este universo de posibilidades, conducir la
terminación del análisis según la formulación inicial que de él se tenga y bajo los
criterios de una cierta "normatividad" limita las expectativas que, de otro modo,
podrían alcanzarse de acuerdo con los aspectos individuales y únicos que, para
cada sujeto, constituye la experiencia psicoanalítica (véase p. 174).
Considerando los distintos objetivos del tratamiento así como los diversos
indicadores para decidir la terminación, se tienen las siguientes posibilidades: de
acuerdo con los objetivos del análisis, algunos de los indicadores podrían ser la
morfología de los sueños; las comunicaciones espontáneas y francas del paciente;
sus modelos estilísticos de comunicación; el comportamiento con la pareja, la
familia y la sociedad; un manejo adecuado de las angustias de separación; la
disminución de la angustia y la culpa así como el alivio sintomático (véase pp. 179-
180).
Las aportaciones de la escuela norteamericana a este tema son revisadas por los
autores en el artículo de Stephen Firestein (1974) "Termination of psychoanalysis
of adults: A review of the literature", el cual compila las principales ideas
esgrimidas hasta entonces por destacados psicoanalistas de la psicología del yo.
Llama la atención que, no obstante su pertenencia a una misma escuela, Firestein
resalta la diversidad de opiniones entre ellos que coincide con los puntos de vista
de los autores del libro.
Resta mencionar que, de acuerdo con las ideas expuestas en este libro, los
diferentes criterios, indicadores y técnicas de terminación no son generales ni
homogéneos, antes bien, cada caso requiere una valoración individualizada,
según lo dicho por José Bleger, a quien los autores siguen en este punto, "(...) el
análisis de ciertos pacientes termina allí donde empieza el de otros." (p. 187).
Tomando como base las ideas de E. Roudinesco y M. Plon, los autores nos
muestran una visión del origen del movimiento psicoanalítico en la que es posible
establecer tres tiempos para su consolidación: el primero correspondiente a un
pequeño grupo alrededor de la figura central de Freud; el segundo, en el que da
inicio la expansión geográfica y la profundización académica y, el tercero, que
corresponde al establecimiento de la organización oficial (IPA) cuya función es
delimitar y reglamentar la creciente práctica del psicoanálisis pero de la que
surgirán también las primeras rupturas (véase p. 217).
Dentro de ellas, las que dejaron una huella más profunda en la historia del
movimiento psicoanalítico fueron las tempranas rupturas de Adler, Stekel y Jung;
las Discusiones Controversiales entre Anna Freud y Melanie Klein en el seno de la
Sociedad Psicoanalítica Británica, y el surgimiento del Middle Group, así como la
ruptura de Lacan con la IPA y la ulterior disolución de su escuela. Prácticamente,
no ha habido ninguna institución psicoanalítica en ningún país en la que no se
haya dado una división de sus miembros. Los conflictos que han llevado a los
psicoanalistas a dividirse no residen tanto en sus diferencias teóricas, sino en los
aspectos políticos e ideológicos de la institución que los agrupa (véase p. 220).
Frente a las grandes dificultades para propiciar un funcionamiento mental sano los
autores proponen, finalmente, como alternativa otra original idea de Meltzer para
quien la enseñanza del psicoanálisis debe realizarse según el modelo
de atelier representado en la Escuela de Atenas de Rafael: "el aprendizaje se da
en un lugar al que asiste cualquier persona deseosa de trabajar; es un sitio de
encuentro libre y abierto donde coinciden aquellos que tienen algo que enseñar
con quienes desean aprender. La única pretensión del grupo de estudio es obtener
los conocimientos necesarios que posibiliten su práctica y el aprendizaje de la
experiencia sin buscar posiciones de poder de unos cuantos sobre los demás, lo
que este sistema de taller no ofrece a sus participantes por carecer de ellas." (p.
226).
Al igual que los temas tratados en los capítulos precedentes, el análisis de los
sueños se enfoca en éste desde las distintas miradas descritas por psicoanalistas
pertenecientes a diferentes escuelas. Los autores toman como punto de partida de
su revisión las ideas freudianas acerca del sueño que luego serán discutidas con
las opiniones de psicoanalistas posfreudianos, principalmente de la corriente
poskleiniana. Si bien se reconoce el gran descubrimiento freudiano del sueño
como vía regia al inconsciente, su valor psíquico quedó subordinado en la obra de
Freud a su papel instrumental en la técnica psicoanalítica y a su limitada función
en la economía psíquica a ser sólo el guardián del dormir y vehículo para el
cumplimiento alucinatorio del deseo (véase p. 231).
"un pasaje desde a) una concepción del sueño como una formación del
inconsciente, que permitía acceder a una visión del estado del aparato psíquico a
través de un trabajo de traducción, hacia b) una concepción del sueño
como proceso transformador y recurso elaborativo en sí mismo, que expresa
elvértice emocional desde el cual se procesa y dimensiona el transcurrir, el camino
vital." (p. 231).
Para continuar con la revisión del tema, los autores se basan en el artículo de
Homer Curtis y David Sachs (1976) en el que se compilan las ideas que distintos
psicoanalistas expusieron en un debate sobre el análisis de sueños. De acuerdo
con la idea central de este libro, nuevamente sus autores constatan cómo las
opiniones dependen de los marcos teóricos de referencia y las experiencias
clínicas personales, algunas de ellas son divergentes mientras otras coinciden o
se complementan. La mayoría considera, por ejemplo, que si bien el análisis de
los sueños sigue siendo importante en la práctica psicoanalítica, el lugar del sueño
ya no es central sino que constituye una más de las comunicaciones del paciente
junto con otros aspectos verbales, paraverbales y transferenciales (véase p. 236 y
siguientes).
De hecho, concluyendo con los autores, el sueño ya no puede ser visto sólo como
un producto simbólico sino como un proceso de simbolización en sí mismo; un
proceso activo y complejo de elaboración de pensamientos con su propia
semántica y gramática que, junto con el pensamiento en palabras, favorece la
capacidad de atribución de significados (véase pp. 247-248).
Capítulo 8. Lo psicosomático.
Con base en el trabajo de Taylor, los autores describen el desarrollo histórico del
psicoanálisis en el campo de la psicosomática en el que destaca el giro conceptual
que psicoanalistas como Dunbar y Alexander imprimieron a las primeras ideas
sobre el tema. Estas consistían en la aplicación del modelo freudiano de las
psiconeurosis y el empleo del mecanismo de conversión para explicar, con un
aparente fundamento simbólico, el origen de estas afecciones. Ideas equivocadas
para aquellos que reconocieron, más bien, la naturaleza no simbólica de los
síntomas somáticos, siendo esta última perspectiva la que ha predominado desde
entonces aunque ha sido complementada con las ideas de numerosos autores
(véase pp. 255-263).
También se revisan autores que, con otro enfoque, relacionan a las enfermedades
psicosomáticas con las psicosis. Tal es el caso de Sami-Ali y J. Baruj y N. Baruj de
Solvey quienes se basan en las ideas de Lacan acerca del ternario, la metáfora
del nombre del padre y el concepto de holofrase.
En este capítulo, los autores polemizan sobre la importancia del diagnóstico clínico
para el psicoanálisis así como las entidades psicopatológicas de las que se ocupa
en su tratamiento. Para ello relatan cómo el psicoanálisis surge como una
disciplina orientada por el modelo médico de la cura y la enfermedad con lo que
tanto el diagnóstico clínico como la clasificación psicopatológica adquieren
relevancia para fundamentar los objetivos terapéuticos y los alcances y
limitaciones del método psicoanalítico. Esta es la época de Freud para quien fue
importante proponer una clasificación de las psiconeurosis (que, de hecho, fueron
varias) y un curso del tratamiento psicoanalítico que, en gran medida, dependía
del diagnóstico nosológico inicial. Bajo estas consideraciones, el psicoanálisis sólo
podía ser aplicado a las psiconeurosis (véase pp. 283-284).
Otros autores, a los que no les pesa sacrificar la precisión inicial del diagnóstico
clínico, citados por Leiberman de Bleichmar, Bleichmar y colaboradores, sugieren
más bien evaluar los distintos aspectos de la personalidad del paciente como
intereses y motivaciones, capacidad de introspección y deseo de
autoconocimiento —que son independientes de la psicopatología aunque en algún
sentido guarden relación con ésta— como elementos más confiables y predecibles
para decidir la aplicación de psicoanálisis (véase pp. 288-289).
Para otros, el problema de la nosología psicoanalítica tiene más que ver con las
distintas descripciones que sobre el funcionamiento mental han propuesto los
mismos psicoanalistas, las cuales consideran, no tanto los aspectos
psicopatológicos, sino la disposición de los elementos metapsicológicos, a saber:
el predominio pulsional, la naturaleza de la angustia, la conformación del self, la
evolución libidinal, la interacción de las instancias psíquicas, el modo de relación
de objeto y las fantasías inconscientes entre otros (véase pp. 300-301).
El último capítulo es una síntesis de las principales ideas de los autores y otros
psicoanalistas acerca del valor epistemológico de la metapsicología psicoanalítica
y la construcción de distintos modelos que han dado forma al pensamiento
psicoanalítico. Cada uno de los modelos propuestos a lo largo del desarrollo del
psicoanálisis lo ha enriquecido, sin duda, conceptualmente, pero también
contienen sus propias limitaciones y desventajas que restringen la posibilidad de
ampliar las perspectivas del analista.
A final de cuentas Holt afirma que "no es tan importante especificar qué tipo de
ciencia debe ser el psicoanálisis, pues para la filosofía de la ciencia no existen
diferencias profundas entre las ciencias naturales y las sociales." (p. 305).
Finalmente, se citan los trabajos de Michael Moran (1991) y Vann Spruiel (1993)
quienes modelizan con los principios de la teoría del caos el funcionamiento de la
mente y sus perturbaciones aplicándolo a la comprensión psicoanalítica. Si bien,
éstas constituyen ideas muy atractivas y originales coinciden, en opinión de
Leiberman y colaboradores, con el pensamiento de Bion y Meltzer quienes
propusieron las ideas de vértice ycambio catastrófico así como la noción de
multidimensionalidad de la experiencia emocional respectivamente (véase pp.
317-319).
Para concluir, no resta sino decir que Las perspectivas del psicoanálisis es un libro
multifacético: aborda una serie de problemas contrastando diferentes ideas para
pensarlos; es profundo en el tratamiento de lo temas al mismo tiempo que su
apertura de enfoques no restringe su amplitud; es útil, por lo tanto, como texto
para el estudio exhaustivo y como libro de consulta por la gran cantidad de
conceptos que contiene y de referencias bibliográficas a las que el lector se puede
remitir para ampliar aún mas su acervo de conocimientos con nueva información.