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por
Rafael Porter
Gabriel López
ISBN 968-6002-47-2
CONTENIDO
3. Un Sueño Realizado
(Mateo 8:1–10:42)
4. Dos Alternativas
(Mateo 11)
5. El Rechazo Recíproco
(Mateo 12)
7. La Oposición al Mesías
(Mateo 13:53–16:12)
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11 26
–13:52 –27
El anuncio del nacimiento de un rey siempre es una noticia de gran importancia para cualquier
pueblo. En el pueblo escogido de Dios este anuncio fue motivo de gran expectación y esperanza. La
gente que esperaba ver la redención de Israel y el cumplimiento de las promesas de Dios para su pueblo,
escuchó este aviso con gozo. Sin embargo, no todos estaban listos para Su venida.
Durante estos años, Dios mandó a otras naciones, especialmente a los tolomeos de Egipto, a los
seleucos del norte, y a los romanos, para disciplinarles y exhortarles a volverse a El. Al final de este
tiempo de cuatrocientos años, Dios intervino y mandó a Su hijo para cumplir Sus promesas.
Ese período se distinguió por el descontento con la situación contemporanea bajo la autoridad de
Roma y por la esperanza de que el Mesías vendría pronto para salvarles y darles la victoria prometida
sobre sus opresores.
Al llegar El Mesías, El cumplió con lo que Dios les había prometido, y no se conformó con lo que
querían. Por tal razón, lo rechazaron. El desprecio a Jesús resultó de nuevo en el juicio divino en contra
de ellos mismos. La destrucción de Jerusalén, que se efectuó en el año 70 d.C. y que fue terminada
definitivamente en 135 d.C., cerró para siempre el período de la esperanza.
Cuando Mateo escribió este mensaje a sus oyentes, quería resolver un problema que les molestaba.
Escribe después de la muerte de Cristo, durante una época en que la esperanza mesiánica había sido
fuerte. A base de Zacarías 9–10, y algunas otras profecías del Antiguo Testamento, esperaban una
restauración de tres pasos principales: regreso a la tierra prometida, venida del Mesías, y al fin,
bendición.
Los judíos del primer siglo tenían un problema. Habían regresado a la tierra prometida muchos años
antes. La esperanza del Mesías era fuerte, pero los años pasaban y El Mesías no llegaba. Por lo tanto,
tampoco venían las bendiciones prometidas.
Los judíos cristianos solo lograban un poco más. Habían regresado a la tierra prometida. El Mesías
vino, al nacer Jesucristo. Sin embargo, tampoco experimentaron las bendiciones prometidas que iban a
acompañar al reino mesiánico. ¿Qué pasó en cuanto al plan de Dios? ¿Les habría fallado Dios?
Mateo escribió para contestar su pregunta. En breve, su respuesta fue que el Mesías había llegado,
pero Su pueblo lo rechazó. Por eso, El les rehusó también y empezó una nueva forma del reino. Serían
disciplinados por causa de su rebelión y restaurados más tarde.
El mensaje del libro contiene dos temas mayores. Primero, demuestra que Jesús es el Mesías que
Dios había prometido. Segundo, explica qué le ha pasado al plan de Dios para Su pueblo, Israel.
Parece que había tres propósitos principales que Mateo tuvo al escribir el libro. Primero, que el
lector judío reconociera que Jesús era su Mesías y que confiaran en El. Segundo, que la iglesia primitiva
entendiera su función dentro del programa de Dios. Tercero, que los oyentes tomaran el mensaje que
Mateo les había presentado y que lo utilizaran para hacer discípulos de todas las naciones, tal como
Cristo les había ordenado.
La estructura lógica del libro se señala por el uso repetido de la frase “Cuando terminó Jesús…” Esta
frase se repite en 7:28; 11:1; 13:53; 19:1; y, 26:1.
Las divisiones mayores del libro, basadas en este bosquejo estructural son: la identificación del
Mesías (1–7); el ministerio del Mesías (8–10); el rechazo del Mesías profetizado (11–13:52); la oposición
al Mesías (13:53–18:35); la presentación del Mesías (19–25); el rechazo del Mesías realizado (26–27); y,
la resurrección del Mesías (28).
Mateo empieza a contestar la pregunta en cuanto a lo que pasó con el plan de Dios con un resumen
de la evidencia que demuestra que Jesús era el Mesías (1:1–7:29). El testimonio viene de muchas
fuentes distintas. Algunas de ellas no parecen ser las más probables para querer apoyarle (1:1–4:25).
Entonces, Mateo presenta en síntesis el significado de la genealogía que piensa describir. Jesús es
descendiente tanto de David como de Abraham. Siendo descendiente de ellos, es el heredero de todas
las promesas de Dios. Por eso, la genealogía de Jesús testifica de Su derecho a tomar posesión del trono
de David, y a ser el Mesías de Israel.
SU DESCENDENCIA DEMUESTRA QUE
JESUS ES EL MESIAS
En medio de esta lista aparecen cuatro mujeres: Tamar, Rahab, Rut y Betsabé. Cada una de ellas
representa una historia significativa del Antiguo Testamento. Cada una nos recuerda de la grandeza de
la gracia de Dios. Ningún judío se atrevería a rechazar la participación de ninguna de estas mujeres en la
genealogía del Mesías porque ya contaban con el apoyo bíblico. María también, la madre de Jesús, se
añade legítimamente a esta tradición de mujeres santas que participaron en las generaciones del
Mesías.
Cuando José, su prometido, se dio cuenta del embarazo, le inquietó bastante. ¿Se puede imaginar
cómo responderíamos nosotros al pasar por una situación igual a ésta (1:19)? Se observa el fruto del
carácter cristiano en este varón de Dios. Siempre busca lo mejor para ella, sin ninguna clase de
venganza.
Dios le confirma a José la naturaleza divina del nacimiento de Jesús por medio de un ángel (1:20–
21). Dios le hace un participante en este plan también. José le dará el nombre que anuncia al mundo el
propósito de Dios en el nacimiento de Su Hijo. Le llamará “Jesús”, es decir, “Jehová salva”, porque sería
el instrumento a través del cual Dios salvará a Su pueblo de sus pecados.
Este testimonio del ángel fue confirmado también por las Escrituras (1:22–23). Una de las mayores
confirmaciones de que Dios estaba actuando en el nacimiento de Jesús, era la conformidad al plan de
parte de José, un varón justo del pueblo de Israel. En medio de una sociedad donde prevalecía la actitud
del “machismo”, aceptó el testimonio y recibió a María como esposa (1:24–25).
El Testimonio de los Magos 2:1–12
Aun algunos líderes de otras naciones fueron convencidos por la naturaleza de la aparición de una
estrella extraordinaria que confirmó el nacimiento del Mesías de Israel. Los “magos” eran líderes
políticos y religiosos de sus pueblos. Al ver la evidencia en el cielo, hicieron un viaje largo para adorar a
este nuevo rey extraordinario que había nacido (2:1–2).
Al oír esta noticia, Herodes estaba asustado e hizo planes para tratar de eliminar cualquier amenaza
a sus dominios (2:3–8). El Antiguo Testamento confirmó el lugar del nacimiento del Mesías. Así que, sin
querer, aun Herodes dio testimonio de que Jesús era El Mesías. Como líder político del pueblo de Dios,
quiso eliminar la competencia.
Cuando los magos llegaron a Belén, la estrella les dirigió al lugar donde Jesús estaba y lo adoraron
(2:9–11). Aunque el pueblo de Dios estaba dormido y no se dio cuenta del significado de lo que sucedía
en medio de ellos, los magos extranjeros y un rey pagano estaban conscientes del significado de Su
nacimiento. Dios demostró su propio interés en lo que sucedía al proteger a Jesús del complot de
Herodes (2:12).
¡PENSEMOS!
La descripción de Jesús como Nazareno no se basa en ningún pasaje específico del Antiguo
Testamento que se refiera directamente a este hecho. Sin embargo, es obvio que Mateo considere que
se cumple una revelación profética. La cita puede referirse a la raíz del título que presenta al Mesías
como el “vástago” (Is. 11:1). Otro posible significado para esta cita es que se refiere a la actitud que
Israel manifiesta hacia El, tal como lo haria a cualquier judío que viniera de Galilea. Todos eran
despreciados. Ser conocido como un nazareno habría tenido una implicación de rechazo de parte de los
judíos contemporáneos de Cristo (Is. 53:2).
Los líderes de Israel salieron al lugar donde Juan predicaba para ver qué hacía. No se presentaba
ninguna evidencia de que querían recibir el mensaje de Juan. La pregunta que Juan les hace es
sarcástica. Sabía perfectamente bien porqué habían llegado. No vinieron a arrepentirse, sino a observar
y a buscar una forma aceptable de pararlo.
Sin embargo, Juan cumplió con el ministerio que Dios le había encomendado y preparó el camino
para la venida del Mesías (3:7–12). Les condena por su incredulidad y desobediencia. Si continúan por el
mismo camino, serán juzgados y destruidos.
JUAN EL BAUTISTA DEMUESTRA QUE
JESUS ES EL MESIAS
Este bautismo representaba la presentación pública de Jesús al Padre para Su servicio. Jesús estaba
listo y llenaba los requisitos indicados para presentarse a Dios para este ministerio. Dios confirmó el acto
al hablar desde el cielo para demostrar Su aprobación de Jesús. El Espíritu Santo también descendió
sobre El en preparación para el ministerio que comenzaba (3:16–17).
Satanás tentó a Jesús a usar Su poder sobrenatural para satisfacer un deseo natural de Su propia
carne. Tenía suficiente razón para hacerlo y el poder necesario. Jesús rechazó la tentación porque no era
el plan de Dios que comiera en ese momento. Al llegar el tiempo indicado Dios proveería la comida. Era
más importante someterse al plan de Dios y glorificarle por medio de Su obediencia.
La segunda tentación fue la de demostrar Su poder delante del pueblo al echarse desde el pináculo
del templo y salir ileso. El pueblo vería Su autoridad sobrenatural y lo establecerían como su Mesías.
Aunque tenía todo el derecho para hacer tal acto, tampoco era la voluntad de Dios.
La tentación en cuanto a Su misión 4:8–11
Finalmente, Satanás le ofrece todos los reinos del mundo, si le adora. Esta promesa será cumplida
algún día de todos modos. La diferencia es que recibiría lo mismo, pero sin el atraso y sin la agonía de la
cruz. De nuevo, Cristo se somete a la voluntad de Dios para Su vida. No cambiará Su plan, no importa
qué recompensa le pueda ofrecer Satanás. La sumisión de Jesús al Padre confirma Su identificación
como El Mesías. Así que, Satanás le deja por un rato.
SATANAS MISMO DEMUESTRA QUE
JESUS ES EL MESIAS
¡PENSEMOS!
Satanás le ofrecía a Cristo todo con tal que dejara el plan de Dios para Su vida para
servirle. Le ofrecio:
Sin embargo, Cristo vio Su vida desde la perspectiva divina. Supo el plan de Dios
para Su vida. Conoció la Palabra de Dios. Supo valorar correctamente lo que Satanás le
ofreció. Por lo tanto, rechazó la tentación y persiguió el plan y la gloria de Dios.
Al comenzar el ministerio de Jesús, se presenta otra evidencia más, que es El Mesías: la respuesta de
los primeros discípulos a Su llamado (4:18–22). Pescadores que aparentemente habían logrado el éxito
en ese negocio, reconocieron Su autoridad y dejaron todo atrás para identificarse con El. Jesús les da la
promesa de que participarán con El en la pesca de los hombres.
Este mensaje fue confirmado por señales sobrenaturales (4:23–24). Como resultado, grandes
multitudes le estaban siguiendo, llenas de esperanza (4:25). Venían a El de todas las regiones de Israel.
La evidencia sobreabundaba. ¡El Mesías de Israel había llegado!
SU MENSAJE Y OBRAS DEMUESTRAN QUE
JESUS ES EL MESIAS
¡PENSEMOS!
La lista de evidencias que Mateo presenta para demostrar que Jesús era El Mesías
de Israel, el Salvador del mundo, es larga. Parece demasiado grande; casi aburrida.
Todas estas fueron observadas por muchos testigos que lo podrían confirmar o negar.
No hace falta la evidencia. El problema de la incredulidad nunca se basa en la evidencia.
Existe amplia prueba para cualquier persona que quiere saber la verdad. Cristo dice que
el que busca encuentra. El que quiere hacer la voluntad de Dios sabrá si el mensaje de
Cristo es cierto.
Repase los primeros cuatro capítulos de Mateo. Haga una lista de todas las
evidencias que encuentre descritas allí que Jesús es el Mesías, el Salvador enviado por
Dios.
¿Habrá suficientes motivos para confiar en El? ¿Ha creído en Cristo como su propio
Salvador?
Si no está seguro de que Cristo es su propio Salvador, ¿Por qué no hacer esta decisión
hoy?
Si ya lo ha hecho. ¿Para qué le sirve esta evidencia que Mateo señala? ¿Cómo debe
afectar este conocimiento nuestro testimonio frente a quienes no conocen a Cristo?
2
Mas Que Religioso
Mateo 5:1–7:29
A través de la historia siempre ha habido personas moralistas. Son buena gente y “no hacen daño a
nadie”. Muchas de ellas se han propuesto vivir conforme a los diez mandamietitos. A tales personas
cuesta mucho trabajo presentarles a Jesucristo porque consideran que han vivido bien y no lo necesitan.
Estos individuos se unen al joven rico que le dijo al Señor: “Todo esto lo he guardado desde mi
juventud”(19:20).
En la multitud que vió la evidencia que Jesús es el Mesías (1–4) y que le seguía (4:23–25), habían
varías personas que manifestaban esta actitud. Al seguirle, escucharon con mucho cuidado sus Palabras.
Tenían un interrogante mayor en sus mentes: Si el Rey había venido y el reino ya iba a empezar,
¿Podrían participar? El joven rico expresa lo que pensaban: “¿Qué más me falta?” ¿Cuáles eran los
requisitos para entrar al reino? Jesús da la respuesta a esta pregunta de varias perspectivas distintas en
el Sermón del Monte (5:1–7:29).
Quienes están contentos de las condiciones como están ahora en el mundo, no estarán muy felices
en el reino venidero. Al contrario, quienes ahora sufren y lloran por causa de la justicia, pueden estar
seguros que habrá una recompensa justa en el futuro. Experimentarán la bendición de Dios en el reino.
¡PENSEMOS!
¡PENSEMOS!
¿Cómo está nuestra influencia con los vecinos? ¿Estamos creando una sed para
Dios en nuestra sociedad por el estilo de vida distinta que manifestamos? ¿Se está
revelando la luz de la naturaleza de Dios en medio del mundo oscuro en el cual vivimos
por medio de nuestra vida? Evalúe la influencia de su iglesia en su pueblo. ¿Qué podrían
hacer para mejorar esta influencia?
Por un lado, Cristo aclara que no ha venido para abolir la ley (5:17–19). Cualquier mensaje que dijera
que la ley ya no sirve no ha venido de El. Vino a cumplir la ley; no a destruirla. Vino para hacer posible el
cumplimiento de lo que la ley exige.
Al otro lado, aunque es cierto que tienen que cumplirse las exigencias de la ley, ningún hombre las
puede cumplir. Aun no era suficiente la justicia que los fariseos ejercían (5:20). Las prácticas externas
nunca podrían satisfacer lo que la ley exigía en el corazón del hombre.
Jesús demostró que sus tradiciones no llegaban al blanco. Habían puesto todo el énfasis en las
regulaciones detalladas pero no cumplían con el espíritu de la ley. No se fijaban en lo que la ley
realmente exigía. Por eso, Jesús rechaza sus tradiciones y aclara la naturaleza de las exigencias de Dios.
En cuanto a la ley del homicidio, Jesús demuestra que la prohibición del acto físico del asesinato no
es suficiente (5:21–26). La ley de Dios incluye la actitud del corazón hacia los demás. Si odian a alguna
persona, su actitud es equivalente al homicidio, aunque las restricciones sociales no les permiten llevar a
cabo su deseo. Esta actitud tiene que resolverse antes de seguir adelante con cualquier rito religioso.
De la misma manera, el adulterio no se limita a quienes en realidad llevan a cabo el acto. El deseo
del corazón es tan significativo como el hecho en sí. Dios quiere que tanto la mente como el cuerpo se
mantengan puros y disponibles para Su uso.
Además, Jesús intenta comunicar una nueva perspectiva en cuanto al divorcio. Aprovecharon una
cláusula del Antiguo Testamento, que Dios les dio para proteger a la mujer de los abusos paganos en
cuanto a la separación del esposo, como un indicio de la aprobación de la mismo de parte de Dios. Jesús
aclara que esto, produce un estado de adulterio y debe evitarse.
Los votos se definen de nuevo conforme a la norma divina. Las tradiciones de los judíos en sí
demostraron que eran necesarios por causa de la falta de honradez de la gente. Se utilizan, cuando los
hombres ya no tienen confianza el uno del otro. Así que, la norma divina no se revela porque los votos
se cumplan, sino por una fama de honradez que elimina la necesidad de ellos. En vez de jurar por cosas
sobre las que no tienen ningún control, deben decir la verdad de tal manera que ya no sean necesarios
estos juramentos.
La ley exigió un castigo semejante para recompensar el mal hecho a otros. Esta ley se había
convertido, en la práctica judía, en el derecho de venganza de parte de la persona ofendida. Tales
actitudes vengativas no reflejaron el propósito de Dios para Su pueblo. Dios sería glorificado por una
actitud dispuesta a aceptar el maltrato de parte de otros. Deben manifestar amor para los demás, no
importa lo que les hayan hecho.
El principio anterior abre la puerta al último, y el más importante de todos que Jesús quiere que
comprendan. El precepto del amor para su prójimo se había convertido en una ley promoviendo las
relaciones recíprocas: amar a quienes le aman. Jesús enseña que el amor verdadero no pide ninguna
recompensa. El pueblo de Dios debe manifestar un amor distinto: deben amar a sus enemigos también.
Jesús principia con una evaluación de los ritos religiosos (6:1–18). Estos ritos se presentan como un
espectáculo público, con el fin de conseguir prestigio personal.
LOS RITOS HECHOS AL PUBLICO
YA TIENEN SU RECOMPENSA
LAS OBRAS HECHAS PARA HONRAR A DIOS
SERAN RECOMPENSADAS POR DIOS
Dan limosnas, pero no por causa de su compasión hacia los pobres, sino para que los hombres los
vean y los alaben por sus buenas obras. Deben dar en secreto para que su obra de amor sea
recompensada por Dios.
Sus oraciones también se presentan para llamar la atención de los hombres, en vez de conversar con
su Dios. Deben orar en privado de tal manera que solo Dios se dé cuenta de sus actos. Entonces, podrán
ser recompensados adecuadamente.
Tampoco deben emplear las repeticiones vanas de una religión de ritos. Orarán de una manera
directa, expresando sus necesidades y deseos. Tales deseos deben ser una reflexión de los de Dios
Mismo y de una relación adecuada a Su plan.
De la misma manera el ayuno no debe practicarse para llamar la atención de los hombres, sino
como una expresión de los deseos profundos del corazón del individuo frente a Dios. En este aspecto, tal
como en los otros, tenían una práctica equivocada. Su meta estaba mal dirigida.
Cristo les exhortó a dejar de preocuparse por las riquezas y a confiar en Dios (6:25–34). Si dieran la
prioridad indicada al servicio de Dios, El se encargaría de lo demás; proveería todo lo que necesitaran.
LA RIQUEZA MATERIAL SE PIERDE
EL TESORO QUE DIOS DA PERDURA
PARA SIEMPRE
finalmente, Cristo señala el tercer problema en cuanto a la práctica de los líderes religiosos de Israel.
Se han dedicado a juzgar a los demás. Deben de haberse preocupado por lo que Dios quisiera lograr en
sus propias vidas. En vez de examinarse y corregir sus debilidades, se han justificado y dedicado a atacar
a los demás. Quienes quieren participar en el reino de Dios deben purificarse a sí mismos y tratar de
ayudar a los demás; no destruirlos.
La evaluación de los líderes religiosos de Israel ha demostrado claramente que la justicia de los
escribas y fariseos no era suficiente para entrar al reino de Dios. Después de terminar este análisis,
Cristo presenta la conducta que se espera de quienes lograrán ingresar en el reino. Estas instrucciones
no se presentan como requisitos para llegar. Indican el estilo de vida que se observará entre la clase de
personas que lograrán hacerlo.
Debemos tomar nota de nuevo que en estas enseñanzas, Cristo no está presentando los requisitos
para entrar al reino. Nadie podría cumplirlas todas al pie de la letra para poder pasar.
A través del sermón, el ingreso al reino se recibe por la fe. Sin embargo, tal fe producirá estas
características en la vida de la persona que confía en El de verdad. Por eso, son pruebas válidas para
determinar quién pertenece al reino de Dios. Sin la transformación de la vida que el Espíritu de Dios
produce, nadie podría vivir esta clase de vida jamás.
Al terminar Cristo este mensaje, la gente estaba maravillada por causa de Su enseñanza. Enseño con
autoridad de una manera que nunca habían escuchado antes. Los escribas instruyeron como intérpretes
de lo que otros habían escrito. No podían hablar con una autoridad definitiva. Aquí estaba el Autor de la
Palabra. Sabía exactamente lo que quería decirles. Nunca habían oído una doctrina así. Por eso, la
enseñanza única de Jesús se suma a las otras pruebas que es El Mesías. Debemos confiar en El.
¡PENSEMOS!
En el Sermón del Monte se presenta una lista larga de las características de los que
entrarán al reino. El Mismo Dios que podía producir tal fruto en el hijo de Dios de esa
generación lo puede producir hoy también. Dios todavía quiere ver esta clase de vida en
Sus hijos.
Revise las características señaladas en este estudio y evalúe su propia vida a la luz
de ellas. ¿Habrá alguna área de su vida en que Dios quiere hacer algún cambio? Al
identificar el cambio que Dios quiere producir, pídale Su ayuda para lograrlo. ¿Cuáles
pasos debe tomar para hacerlo? ¿Qué podría hacer hoy para empezar?
3
Un Sueño Realizado
Mateo 8:1–10:42
¿Alguna vez ha soñado con algo tan bonito que ha pensado: “¡Quién pudiera realizar tal sueño!”?
Desafortunadamente parece que estos sueños sólo se realizan en los cuentos de hadas.
En el tiempo de Jesús muchas personas soñaban con algo más bonito que lo que nosotros nos
hemos podido imaginar. Este sueño incluía la llegada del Mesías para establecer un reino de paz aquí en
la tierra, en el que todos gozaríamos una verdadera prosperidad. Se preguntaban si en verdad tal sueño,
que se les había enseñado desde la niñez, podría realizarse.
Cristo vino a Su pueblo con el fin de convertir ese sueño en realidad. Al anunciar Su llegada, tenía
que confirmarlo por medio del ministerio que llevaría a cabo.
Después de completar la lista de testigos quienes dieron testimonio que Jesús era el Mesías (1–4) y
presentar el mensaje inicial de Cristo a Sus seguidores para revelar la clase de justicia que Dios exige
para entrar al reino (5–7), Mateo da un resumen de la naturaleza del ministerio de Jesús, el Mesías (8–
10).
Por medio de los diversos aspectos del ministerio presentado, Mateo demuestra que Jesús realizó lo
que el pueblo esperaba que su Mesías lograra. La reacción de Juan desde la cárcel (11:2–3) demuestra la
pregunta que el pueblo debía haberse hecho al observar estas evidencias.
Se presentan algunos indicios que la gente se preguntaba como debían de haberlo hecho (9:8, 33;
12:23). Sin embargo, los líderes respondieron que Jesús no podría ser el Mesías. Dieron el crédito por las
obras hechas a Satanás (9:34; 12:24). Su explicación logró que, a pesar de tanta evidencia, la mayoría del
pueblo dudara de la autenticidad de Jesús. Sin embargo, la evidencia sobreabundaba.
La suegra de Pedro fue curada de una fiebre severa y pudo levantarse para servirle al Señor y a sus
compañeros (8:14–15). Estas personas eran nada más unos pocos ejemplos de los muchos que Jesús
sanó de sus enfermedades y libró del poder de los demonios. Al correrse la fama de Jesús y de Su poder
para curar a los enfermos, le trajeron muchos más para que les ayudara también.
Los fariseos no comprendieron este aspecto de la obra de Cristo. Creyeron que debían prestar su
atención sólo a quienes ya estaban viviendo conforme a la ley, con todos sus deberes externos. Tuvieron
que aprender lo que quería decir: “Misericordia quiero, y no sacrificio” (9:13). Para ellos todo era lo
contrario. Su énfasis estaba en el sacrificio; no supieron nada de la misericordia, ni la divina, ni en su
propia vida.
Su Poder sobre la Tradición 9:14–17
Los fariseos le confrontaron de nuevo porque no se conformaba a algunas de las prácticas
tradicionales de los judíos, como el ayuno. Jesús utilizó varias ilustraciones para demostrar que se ha
establecido un nuevo programa que no puede conformarse a las prácticas del sistema antiguo. Así Cristo
demostró que Su autoridad era mayor que las tradiciones.
SE DIFUNDIO SU FAMA
POR TODA AQUELLA TIERRA
Jesús trataba de evitar las multitudes que le seguían solamente por ver lo sensacional. Por eso, hizo
esta prohibición. Su actitud fue todo lo contrario a lo de muchos que se presentan para sanar en el
nombre de El, actualmente. A pesar de Su esfuerzo, la fama de lo que Jesús había hecho se difundió por
todos lados.
“NUNCA SE HA VISTO COSA SEMEJANTE
EN ISRAEL”
El trabajo pastoral les tocaba a los líderes religiosos del pueblo, a los sacerdotes, a los profetas y a
otros. Sin embargo, tenían sus propios intereses. Por eso, no se preocupaban por el bien de las ovejas y
éstas se quedaron a defenderse a sí mismas. Así que Cristo indica que los discípulos deberían orar para
que Dios mandara a otros obreros para hacer la obra.
¡PENSEMOS!
Haga una lista de las obras que demuestran el poder de Jesús. Si Cristo podía hacer
todo esto, ¿Habrá algún problema suyo que no pueda resolver? ¿A qué problema tiene
que enfrentarse en su propia vida? ¿Puede Cristo resolverlo? ¿Por qué seguir luchando
para solucionarlo? ¡Entrégueselo ahora mismo!
Su Llamamiento 10:1–4
La respuesta a la oración antes mencionada se encuentra en la comisión de los mismos discípulos.
Se nota en el proceso de preparación de estos nuevos embajadores, cuatro pasos que Cristo siguió:
¡PENSEMOS!
El patrón para la preparación de líderes que el Señor nos dejó no ha sido superado.
Al buscar nuevos dirigentes para la obra de Dios, no hay mejor forma de prepararlos que
ésta que El Señor utilizó.
Pídale a Dios que le ayude a identificar alguna persona apta para servir a Dios en su
iglesia. Contando con la dirección del Señor, haga un plan de trabajo para guiar a esa
persona, a través de estos cuatro pasos, al servicio de Dios. El proceso es largo pero no
hay mejor inversión del tiempo que ésta.
Su Comisión 10:5–10
La compasión de Jesús por las multitudes extraviadas le motiva a enviar a Sus discípulos con el
mensaje del reino. Su aceptación de El, juntamente con la obediencia a Su comisión, es un testimonio
que ellos reconocen Su autoridad como el Mesías.
La comisión que Jesús les da es para dirigirse a las ovejas perdidas, que se han quedado sin pastor,
de la casa de Israel. Deben llenar el vacío dejado. Las ovejas que quieren seguir a Dios les seguirán. Estas
mismas ovejas proveerán toda necesidad física de los discípulos que les llevan la verdad. Por lo tanto, no
deben llevar ninguna provisión para el camino.
Después de instruirles en cuanto a su tarea inmediata, Jesús se proyecta hacia el futuro y les
advierte de lo que sufrirán después de Su salida, siendo Sus representantes todavía. Aunque los
hombres tratarán de destruirlos, no se deben preocupar. Podrán contar con la ayuda de Dios. Además,
pueden estar seguros que la oposición no es en contra de ellos, sino de Jesús mismo (10:16–42).
¡PENSEMOS!
¿Cuáles de éstos podrían afectarnos a nosotros hoy? ¿Cómo deben afectar nuestro
ministerio?
4
Dos Alternativas
Mateo 11
¿Por qué será que al escuchar las “buenas nuevas” en cuanto a Cristo, algunos lo reciben
gustosamente, mientras otros lo rechazar? A veces el problema está en nuestra presentación del
evangelio. Siempre debemos tener mucho cuidado para dar a conocer el mensaje en la forma más clara
y más atractiva posible. Sin embargo, muchas veces el problema no es la presentación del evangelio.
Aun Jesucristo, al anunciar el mensaje del reino, se encontró con muchos que no querían creer.
Frente a la evidencia que Jesús presentó, cada persona tenía que responder, y aun cuando no todos
la aceptaron, hubo muchos que la recibieron con gozo, reconociendo que Dios estaba cumpliendo Sus
promesas a Su pueblo. Otros, sin embargo, al ver la misma evidencia, lo rechazaron. El problema no
estaba en la falta de pruebas, sino en la disposición del individuo. No querían confiar en El.
Al darles la comisión a Sus discípulos, Jesús presentó la posibilidad de que algunos recibieran Su
mensaje y que otros lo rechazaran. Quienes les recibieran, le reciben a El porque son Sus representantes
a Israel.
Este concepto de aceptación o rechazo introduce el siguiente tema mayor del libro: el rechazo del
Mesías de parte de Israel (11:1–13:52). Este rechazo se introduce por medio de dos ejemplos que
representan las dos alternativas que pueden elegir (11:1–30).
Juan el Bautista se introduce en este memento como ejemplo de una persona que eligió bien. Juan
hizo las preguntas que el pueblo de Israel debe haberse hecho. Aunque Jesús no hizo todo precisamente
como Juan creía que lo haría, al escuchar la respuesta de Jesús, Juan estaba dispuesto a aceptar la
evidencia y confiar en El.
La Pregunta de Juan 11:1–6
Juan sólo pidió una confirmación verbal de Su parte de que El era de verdad Quien Dios había
prometido mandar (11:2–3). Jesús no contestó directamente la pregunta de Juan. Contestó con hechos
(11:4–5). Cumple lo que Dios había prometido.
La respuesta termina con un mensaje directamente para Juan (11:6). Al ver lo que sucedía, había
cosas que Juan no podía entender. No todo iba según el plan que había esperado Por eso se hizo la
pregunta. Jesús le contesta que la evidencia es suficiente; que no se preocupe por lo que no se entiende.
Quienes aceptan la prueba, sin preocuparse por lo que no entienden, gozarán de la bendición de Dios.
El pasaje no dice directamente cómo respondió Juan a la palabra de Jesús pero la implicación es
clara que lo habría recibido porque buscaba la verdad. Era un mensajero fiel para preparar el camino
para el Mesías.
Jesús confirma esta opinión popular pero la lleva más allá de lo que ellos habían pensado (11:9–15).
Juan era el profeta de mayor importancia de todos. Era el profeta que vendría a preparar el camino para
el Mesías. No hubo antes ningún profeta con un ministerio más significativo que éste (11:9–11).
EL MENOR EN EL REINO
SERA MAYOR QUE JUAN
Jesús termina la descripción del ministerio de Juan con una explicación del conflicto que están
experimentando (11:12–15). El ministerio de Juan finalizó las profecías que anticipaban la venida del
Mesías, y por consiguiente, del reino. Sin embargo, en vez de recibirlo con gozo, el pueblo de Dios,
guiado por hombres violentos, quiere destruir al Rey y Su reino.
Si el pueblo no hace caso a esta advertencia y si no los reciben, perderán la bendición que este
momento les llevaba. Los que están dispuestos a oír la verdad deben hacerle caso. De lo contrario,
perderán su oportunidad.
¡PENSEMOS!
Se observa el contraste notable entre la aceptación y preparación de parte de Juan y los líderes de
Israel. Rechazaron a los dos que Dios había mandado, tanto a Jesús como a Juan, porque los dos no se
conformaron al plan de los líderes de Israel. Querían que Jesús y Juan se sometieran a su propio plan, en
lugar de someterse a quienes Dios había mandado (11:16–19).
Los líderes del pueblo se comparan con los muchachos que tocan en el mercado. Establecen el ritmo
para las actividades con la música que deciden tocar, los demás responden conforme a la música tocada.
Los líderes se quejan porque tratan de establecer el ritmo y ni Juan ni Jesús están dispuestos a seguirles.
Los dos tienen ministerios distintos, con diferencias de estilo muy marcadas. Sin embargo, los dos
siguen el plan que Dios les ha trazado. Ninguno está dispuesto a conformarse al plan de los líderes. Por
lo tanto, éstos los atacan. Sin embargo, sus motivos se manifestarán al ver el fruto que sus vidas
producen. Al fin será obvio cuál es su verdadera intención.
¡PENSEMOS!
La capacidad de comprender la verdad y recibirla no es para los grandes, los poderosos y los sabios
conforme a las normas de este mundo. La verdad ha sido revelada a la gente sencilla y humilde pero que
la quiere escuchar. El mensaje no se recibe por la sabiduría humana, sino por la divina, la que solo Dios
puede enseñar. Quienes han recibido el mensaje lo han recibido porque Dios les atrae.
La bendición de Dios no es para quienes hacen la lucha y ganan. Es para quienes reconocen que no
la pueden ganar. Se sienten cansados y quieren descansar. Jesús les proclama que si quieren descansar
que se acerquen a El. Si le reciben y toman Su yugo, gozarán la verdadera paz y contentamiento.
VENID A MI
TODOS LOS QUE ESTAIS
TRABAJADOS Y CARGADOS, Y
YO OS HARE DESCANSAR
¡PENSEMOS!
Las dos alternativas de rechazo o aceptación presentadas por el contraste entre Juan el Bautista y
los fariseos nos obliga a todos los que leemos este libro a decidirnos (11:1–30). Cada individuo tiene que
identificarse con Juan y recibir a Jesús como Mesías y Salvador; o, con los líderes del pueblo que lo
rechazaron. No se puede quedar neutral.
El conflicto entre Cristo y los líderes de Israel sigue a través del evangelio. Llega al punto climático en
los incidentes del capítulo 12. Se unen varias confrontaciones de Jesús con los líderes para advertir al
pueblo del peligro que corren al rechazarle a pesar de tanta evidencia.
Jesús responde a su acusación al recordarles la conducta de David, la cual habría sido ilegal también.
David mintió y comió del pan del templo. A pesar de la prohibición de tal conducta, Dios no le juzgó. Hay
algunas ocasiones cuando las circunstancias requieren más de lo que la letra de la ley permite. Jesús, por
ser el Hijo del hombre, tiene autoridad sobre el sábado también.
En medio de esta discusión Cristo señala uno de los principios fundamentales de la ley que los
fariseos nunca habían entendido: “Misericordia quiero, y no sacrificio” (12:7; Os. 6:6). Al decir esto,
Cristo no rechazaba los sacrificios de Israel; sólo quería aclarar lo que era de mayor importancia para
Dios. La manifestación de la misericordia era mucho más importante para Dios que el cumplimiento
legalista de la ley.
Las prioridades de la ley se basan, en primer lugar, en el amor hacia Dios; segundo, en el amor para
el prójimo. Lo demás nace desde estos puntos de partida. Los ritos y requisitos específicos de la ley son
una manifestación externa de estas prioridades. Los fariseos nunca habían aprendido esta base. No
sabían nada de la misericordia.
“MISERICORDIA QUIERO, Y NO SACRIFICIO”
¡PENSEMOS!
A veces los evangélicos hemos caído en esta misma trampa legalista. ¿Cuáles serían
algunas áreas de la vida actual donde debemos aplicar este principio básico? ¿Cómo lo
podríamos manifestar?
La Prueba 12:9–13
La segunda confrontación resulta de una trampa que los líderes prepararon para poder acusar a
Jesús. Habían llevado a la sinagoga a un hombre con una mano seca en el día de reposo, para tratar de
motivar a Jesús a sanarle en el sábado.
Jesús responde tal como pensaban. Les acusa de tener más compasión por sus animales que por los
miembros del mismo pueblo de Dios que estaban sufriendo. En una manera indirecta Jesús repite el
mismo principio, que Dios quiere misericordia más que el cumplimiento legalista de los detalles
específicos de la ley.
“¿ES LICITO HACER EL BIEN
EN LOS DIAS DE REPOSO?”
El Complot 12:14
Al ver que Jesús cayó en la trampa, no les interesa Su advertencia. No buscaban la verdad. Sólo
querían destruirle. Por eso, hicieron caso omiso del mensaje y salieron para planear cómo matarle.
La Salida 12:15–21
Jesús, consciente del plan, se apartó de ese lugar. Los que querían Su ayuda le siguieron. De esta
manera, evitó la confrontación por otro tiempo más.
La salida de Jesús cumple la profecía también. Aunque el pasaje no dice a dónde fue, la cita indica
que salió de Israel y entró en tierra pagana por un tiempo (12:18–21). Los pueblos paganos estaban
dispuestos a escuchar la voz de Dios cuando los líderes del pueblo de Dios no querían oírle.
Una nueva confrontación no se hizo esperar mucho. Parece que los líderes le tendieron otra trampa
al traerle un hombre endemoniado para que lo curara. Esperaban que lo sanara para presentar otra
acusación.
Al ver esta señal, el pueblo queda impresionado. Se preguntan si la evidencia no demuestra que
Jesús es el Mesías. La forma de la pregunta indica que suponen una respuesta positiva. Están dispuestos
a proclamarle su Mesías.
Los fariseos estaban listos con su explicación. Aprovechaban el poder de Cristo sobre los demonios
para demostrar que Jesús estaba aliado con esos mismos demonios. Por eso, podía controlarlos. El
pueblo al escuchar esta explicación no sabía qué creer.
Además, observa que hay más de una explicación posible para lo que ha hecho. Al no ser así,
tendrían que acusar a algunos de su propio pueblo que hacían lo mismo (12:27). Otra explicación posible
sería que este acto es una señal, hecha por el poder del Espíritu Santo, que demuestra que el reino ha
llegado (12:28). Si esta explicación fuera cierta, entonces estarían luchando en contra de Dios mismo. No
le han dado suficiente consideración seria a esta posibilidad.
Otra evidencia que se presenta como respuesta al argumento, es que para atar a un hombre fuerte
y robarle, hay que ser más fuerte que aquel. Si El ha podido controlar a los demonios, entonces, Su
poder debe ser mayor al poder de ellos. Por lo tanto, los líderes deben investigar con mucho cuidado
para averiguar de dónde ha venido este poder (12:29).
Con el deseo de evitar una ofensa mayor de parte de quienes observaban estos eventos, Jesús les
advierte del peligro de cometer un pecado que no se les perdonaría: la blasfemia del Espíritu Santo
(12:30–32). Es posible que le rechacen y que después se arrepientan. Sin embargo, si siguen en la
dirección en la cual van, rechazarán la convicción clara e innegable del Espíritu Santo, de que la obra de
Cristo es de Dios. En tal caso, se endurecerán en ese rechazo y perderán cualquier posibilidad futura de
volver atrás.
Se debe observar aquí que este pasaje no se dirige a creyentes verdaderos que corren el peligro de
cometer algún acto de pecado que cause la pérdida de su salvación. No está en juego aquí la pérdida de
la salvación.
Jesús se dirige a los que se consideran el pueblo de Dios. Esperan la llegada de su Mesías. Está frente
a ellos y muchos están negando la evidencia clara de Quién es El. Por lo tanto, el peligro que corren es
que Dios no perdone a Su pueblo el rechazo de la evidencia, dada por el Espíritu Santo en una manera
tan clara, que Jesús es el Mesías. Por causa de este pecado, Israel tendrá que pagar el precio de su
pecado. No habrá escape.
Finalmente, Cristo les advierte de la naturaleza verdadera del rechazo. Se rehusan a reconocerlo
porque su corazón está lleno de maldad (12:33–37). Este rechazo no es un sencillo error basado en
evidencia inadecuada o en algún malentendido. Rechazan la evidencia intencionalmente por causa de la
dureza de su corazón. No creen porque no quieren creer.
¡PENSEMOS!
Parece mentira que quienes se presentan como el pueblo de Dios rechazaran tan
abiertamente la evidencia tan clara en cuanto a Jesucristo. ¿Por cuáles motivos
rechazarían tanta evidencia?
¿Corremos nosotros hoy el mismo riesgo? ¿En cuáles formas podríamos caer en
una trampa semejante? ¿Qué podemos hacer para evitar este error?
La Demanda 12:38
El último incidente en el repudio de Jesús de parte de los líderes ocurre cuando piden una señal
(12:38). Esta petición es otra evidencia del rechazo porque indica que han negado todas las señales
anteriores. Quieren una señal que nadie pueda discutir.
Cristo responde que la única señal pendiente que podría convencer a tales hombres incrédulos de la
verdad es la de Jonás, o sea la de la resurrección. Si no se convencen con ella, no queda ninguna
esperanza de que llegaran a creer.
Jesús responde a este estado de incredulidad al comparar Israel con un hombre poseído por un
demonio quien logra ser liberado por un tiempo del control del demonio. Este hombre trata de cambiar
su vida por medio de sus propios esfuerzos pero resulta peor cuando el demonio regresa a vivir con
algunos amigos, y en mejores condiciones. La situación posterior del hombre es peor que la anterior.
Cristo interpreta esta historia al indicar que se refiere no a ningún individuo, sino a esa generación
de Israel (12:45). Los que vieron la evidencia del Mesías y la rechazaron son como el hombre
endemoniado.
Se han reformado y se han modernizado. Sin embargo, debido a la falta de una transformación
espiritual, el cambio externo de embellecimiento es en vano. Al fin lo van a perder todo y su estado final
será peor que el anterior.
Esta descripción podría referirse a los cambios políticos que terminan en la destrucción de Jerusalén,
o tal vez, a la condición temporal de transformación lograda por el ministerio de Juan el Bautista. En
cualquier caso, todo resulta vano y la condición final es peor, ya que no hay una transformación
verdadera del corazón del pueblo. No quieren volver a Dios.
La predicción del rechazo concluye con un incidente simbólico ocasionado por la visita de la madre y
los hermanos de Jesús. Cuando llegan, El indica que Su familia ya no se define según la descendencia
física. El se ha apartado de Su propio pueblo. De aquí en adelante se determinará quiénes pertenecen a
Su familia a base de la aceptación de El.
La nación identificada con el nombre de Jehová le ha rechazado. Por lo tanto, El también le rechaza.
Dios empezará un nuevo pueblo. Los hijos de Dios ya no se identificarán por la descendencia de
Abraham, sino por el reconocimiento de Jesucristo.
¡PENSEMOS!
La historia del rechazo de Jesús por la nación de Israel es una historia triste. El
pueblo de Dios ha rechazado al Hijo de Dios que les había prometido siglos antes.
Sin embargo, este mismo rechazo es el instrumento que Dios utilizó para abrirnos
la puerta de salvación a nosotros que eramos paganos, alejados de Dios. ¿Ha aceptado
usted este regalo de Dios? ¡No se identifique con los de Israel que lo han rechazado!
¡Confíe en El como su propio Salvador!
6
Los Resultados Del Rechazo
Mateo 13:1–52
Al terminar de predecir el rechazo, Jesús empieza a comunicarse con Sus discípulos por medio de
parábolas (13:1–52). Las parábolas facilitan la comprensión de la verdad para quienes la buscan. La
esconden de quienes no quieren comprenderla y obedecerla.
Las parábolas que Cristo presenta aquí revelan el programa de Dios para la época siguiente, a la luz
del rechazo judío de su Mesías, Jesucristo.
La diferencia entre los casos distintos se basa en la condición del corazón del que escucha. Algunos
producirán fruto en diferentes cantidades. Otros serán infructíferos y morirán. La productividad de la
semilla depende de la condición del terreno en el cual cae. Ese terreno está en buen o mal estado desde
el principio.
Los casos que el Señor menciona son diferentes. Los primeros dos casos representan individuos que
nunca reciben la vida eterna (13:4–6, 18–21). La semilla que cayó junto al camino, como el hombre
natural en general, representa quien no entiende lo que ha oído; no lo recibe; y al fin, Satanás entra
para quitar de su mente lo que se ha oído. No produce ninguna respuesta positiva al mensaje.
La semilla que cayó entre pedregales representa el que oye el mensaje y le gusta (13:5–6, 20–21).
Sin embargo, hay que notar la condición del terreno. Esta no cambia. Bajo la superficie hay piedra.
Aunque la planta brota y da gozo a todos los que la ven, no llegará a nada. Al venir los momentos
difíciles, revelará la condición verdadera y se secará. Tal caso no representa un individuo regenerado
que se aparta de Dios. El corazón estaba malo desde el principio. Solo la apariencia ha cambiado; a
fondo la persona sigue igual.
El tercer caso representa una situación distinta a los primeros dos. En el caso de la semilla que cayó
entre espinos, la planta parece ser viva (13:7, 22). El problema es que está ahogada de tal manera que
no produce fruto. Jesús dice que esta persona se hace infructuosa.
¿Qué le hace infructuoso al que ha recibido la Palabra de Dios? Son las preocupaciones con los
problemas de esta vida y el deseo de conseguir más riquezas. La preocupación y el materialismo pueden
ser tan importantes en la vida del hijo de Dios que no produzca el fruto que Dios quiere producir en él.
Esta condición es un peligro para nosotros hoy también.
El último caso representa el deseo del sembrador al sembrar la semilla. La parte de la semilla que
cayó en buena tierra produce fruto (13:8, 23). No todos son iguales pero quienes tienen el corazón
dispuesto a recibir la Palabra de Dios de verdad producirán fruto. Cristo quiere dedicarse a esta clase de
semilla para producir una buena cosecha en la época siguiente.
¡PENSEMOS!
Si ya tiene vida pero no está produciendo fruto, algo la está ahogando para que no
produzca el fruto que naturalmente produce esta vida espiritual. Examínese para ver
qué la está haciendo infructífera. Pídale a Dios que le quite este estorbo para que
produzca fruto como debe.
Si su vida produce el fruto indicado, déle gracias a Dios por lo que El ha hecho ya.
Sin embargo, cualquier cosecha puede mejorarse con más cuidado de parte del
jardinero. Usted también debe pedirle a Dios que le haga aun más fructífero para que
reciba mayor ganancia.
Entre la presentación de la parábola y la explicación de la misma, Cristo contesta la pregunta de los
discípulos (13:10–17). Ellos querían saber porqué Cristo había empezado a hablar frente al pueblo en
parábolas.
A la luz del rechazo ya descrito, Cristo les explica que está enseñando en parábolas para que el
pueblo que no quiere saber la verdad no entienda. Los que quieren saber la verdad seguirán
investigando hasta averiguar el significado. Para la gente que no la busca, las parábolas se quedan como
un misterio que no comprenderán. Así que, el mismo instrumento que ayuda al que busca, sirve para
esconderla del que no quiere saber.
BIENAVENTURADOS…
* VUESTROS OJOS VEN
* VUESTROS OIDOS OYEN
¡PENSEMOS!
¿Se han metido algunos “creyentes” falsos en algunas ocasiones en la iglesia donde
usted asiste? ¿En qué formas han hecho daño a la obra de Dios allí? ¿Qué influencia
pueden tener sobre los hijos auténticos de Dios?
¿Qué se puede hacer en este caso? ¿Será posible identificarles y quitarlos? ¿Por
qué? ¿Qué se puede hacer frente a esta situación? ¿Qué puede hacer usted en cuanto a
sí mismo? ¿En cuanto a los demás?
El Señor indica que no será posible distinguir entre los dos grupos para eliminar a los falsos porque
se arrancaría a algunos verdaderos en el proceso. Siempre nos equivocamos al tratar de juzgar por lo
que se puede ver a base del externo. Por eso, será necesario esperar hasta el juicio al final de esta época
cuando Dios separará entre los creyentes auténticos y los falsos.
Como cristianos auténticos podemos asegurarnos de la realidad de nuestra propia fe. A la vez,
podemos examinar la enseñanza bíblica y los conceptos populares en la iglesia para asegurar que se
conforman a la Palabra de Dios, y no a la opinión natural que los hombres apoyan. La iglesia debe ser
una luz en medio de la oscuridad; no otra copia de lo que este mundo produce.
UN PRINCIPIO PEQUEÑO
PRODUCIRA UN GRAN RESULTADO
La Parábola de la Levadura 13:33
En muchas ocasiones en la Biblia la levadura se usa como una ilustración de la influencia sutil del
pecado en el pueblo de Dios. El pecado tolerado en la iglesia servirá para arruinar todo el pueblo.
Aunque este concepto es bíblico, no parece ser la idea en este pasaje. Aquí no se presenta ningún
concepto negativo.
En la época actual, existen algunos principios eternos acerca del trato de Dios para con los hombres
que jamás se cambiarán. A la vez, hay otras verdades nuevas que se hacen evidentes. Dios ha elegido de
los según considera conveniente. El que comprenda la verdad sabrá reconocer las dos clases de
verdades y señalarlas al describir el reino de Dios.
EL REINO SE CONSTRUYE
* A BASE DE ALGUNOS PRINCIPIOS ANTIGUOS
* A BASE DE ALGUNOS PRINCIPIOS NUEVOS CONFORME A LA VOLUNTAD DE
DIOS
¡PENSEMOS!
El contexto del rechazo del Mesías y las enseñanzas del nuevo programa de Dios
nos obligan a una auto-evaluación. Cada uno debe evaluar su propia vida a la luz del
plan de Dios para esta época.
¿En que grupo estoy? ¿Formo parte del pueblo verdadero de Dios? ¿Estoy
produciendo fruto para la gloria de Dios? ¿Estoy listo para el regreso de Cristo?
7
La Oposición Al Mesías
Mateo 13:53–16:12
Después de describir la confrontación inicial que anticipó la oposición posterior, y que les advirtió en
cuanto a las consecuencias del rechazo de su Mesías, Mateo señala cómo la oposición empezó a crecer
(13:53–18:35). Los líderes del pueblo aprovecharon cada oportunidad para negar Su mensaje. No les
interesaba averiguar la verdad.
Al recibir la noticia en cuanto a la muerte de Juan, Jesús se retiró un rato para estar a solas. Sin
embargo, la gente se dio cuenta; tenían otros planes. Por eso, le siguieron y estaban con El cuando llegó
la hora para comer.
A pesar de su interés en retirarse, en vez de rechazarles y mandarles a buscar comida, Jesús sintió
compasión por ellos y les atendió. Estas circunstancias resultaron en la aliment-ación de los cinco mil.
La provisión de la comida para la multitud demostró que Cristo tenía lo necesario para llenar las
necesidades del pueblo de Israel. Sólo tendrían que confiar en El para que empezara a cuidarles y
proveer lo que necesitaran.
TODOS SE SACIARON
Parece obvio que Cristo todavía está más afectado por el rechazo venidero que por cualquier otra
cosa. Así que, aprovecha la primera oportunidad para despedirse y salir a orar a solas.
Antes de salir, les presenta un ejemplo a Sus discípulos al atender a los que tienen una necesidad,
antes de satisfacer Sus propios deseos. Además, les enseña la necesidad de depender de El y de Su
capacidad de proveer todo lo que les hace falta, aun frente a circunstancias imposibles.
Les quedaba aprender otra lección esa noche en el lago. Al cruzarlo, mientras Jesús no estaba con
ellos, les sorprendió una tormenta. En medio de ella Jesús se les apareció. Aprendieron varias lecciones
de este incidente.
Aunque Jesús aparentemente estaba ausente, estaba presente con ellos en todo momento y sabía
lo que les estaba pasando. El controlaba la tormenta. Podía protegerles y darles paz en medio de ella. En
el momento indicado, era capaz de quitarla.
Además de las lecciones que aprendieron de esa tempestad en sí, los discípulos también
aprendieron de Su capacidad de andar sobre el agua. Tenía autoridad sobre ella y la controlaba.
También pudo darles a ellos la capacidad de hacer lo mismo.
La habilidad de ellos dependía de su fe en El. Cuando Pedro quitó sus ojos del Señor y los fijó en las
circunstancias en derredor, o sea en la tormenta y el mar, era victima en vez de vencedor. Esta lección
sin duda les ayudó más adelante cuando les tocó pasar por tormentas más severas de otro índole.
LE ADORARON:
“VERDADERAMENTE ERES HIJO DE DIOS”
¡PENSEMOS!
Después de estas lecciones de instrucción personal que les preparaban para la oposición posterior,
llegaron a Genesaret. Allí continuaron el ministerio a los demás. Las obras milagrosas de Cristo siguieron
demostrando que era el Mesías.
La respuesta de Jesús les acusó de dos faltas. Primero, usaron sus tradiciones para escaparse de sus
obligaciones bajo la ley de Dios (15:3–9). Querían presentar una manifestación pública religiosa, sin
obedecer lo que Dios les había revelado como la norma que debían haber practicado.
La segunda acusación que Jesús les hizo al responder a su queja era que estaban más preocupados
por la pureza externa, que por el mantenimiento de un corazón limpio frente a Dios (15:10–20). Dios
está más interesado en la condición interna del corazón. Aun los discípulos necesitaban una explicación
de este concepto. El mundo judío estaba acostumbrado a poner todo el énfasis en lo externo.
Las dos acusaciones de Jesús a los fariseos en relación con sus tradiciones nos
hacen pensar en nuestra situación hoy. ¿Cuáles de las prácticas de nuestra cultura,
hechas en el nombre de la religión, se fundamentan en las normas humanas?
En contraste con los líderes religiosos de Israel, quienes debían haber reconocido a Jesús y haber
sido los primeros en recibirle, una mujer cananea se presenta como un ejemplo de fe. Al judío
observador ella habría estado al final de la lista de gente aceptable. Ella habría sido impura frente a los
fariseos. Sin embargo, mostró la actitud de corazón indicada mientras ellos estaban condenados. Jesús
le aceptó y sanó a su hija de la posesión demoníaca, por causa de su fe en El.
Jesús responde con una referencia al cielo. Pueden interpretar las señales del clima en el cielo, pero
no en cuanto a los tiempos en los cuales viven. Si hubieran podido reconocer las señales que habían
visto, sabrían Quién es El. No habría ninguna otra señal, a excepción de la de Jonás, la resurrección. Si
rechazaran esta señal también, demostrarían definitivamente su incredulidad.
La doctrina de los fariseos que produjo la incredulidad es la misma que se promueve entre los
hombres hoy. Se presenta la salvación a base de las obras externas del hombre. Esta doctrina se
presenta porque el hombre reconoce que el corazón del hombre no puede cumplir al pié de la letra la
justicia que Dios exige. Por lo tanto, se establece una norma humana basada en ritos externos.
La actitud de los fariseos, “la levadura”, se encuentra hoy. ¿En qué formas se
manifiesta en nuestro derredor? ¿Qué debemos hacer nosotros frente a esta actitud?
¿Qué puede hacer usted personalmente?
8
Como Vivir Frente A La Oposición
Mateo 16:13–18:35
Cuando la oposición ya había llegado a ser notoria a todos, Jesús se apartó con Sus discípulos y
empezó a enseñarles y a prepararles para el futuro. La oposición a Jesús tendría implicaciones para ellos
también. Quería prepararles para lo que iba a suceder.
Los seguidores de Cristo no esperaban los sucesos que iban a observar. Tampoco pensaba Israel que
tal cosa podría afectar a su Mesías. Por eso, con el fin de asegurar a Sus seguidores que estos eventos
formaban parte del plan de Dios para Su Mesías, Jesús aprovechó esta oportunidad para revelar el
propósito de Dios y confirmar Su identidad y función.
Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Si esto no fuera cierto, la iglesia no tendría nada que ofrecer. Jesús
confirma la profesión de Pedro al reconocer que ésta había venido de Dios; no de los hombres.
A pesar de los ataques de Satanás que seguramente se lanzarían contra la iglesia, ésta se quedaría
indestructible. No podría morir. Sin embargo, todavía no era la hora para revelar al mundo este
mensaje. Por el momento Jesús les advierte que no anuncien todavía que El es el Mesías (16:20).
El plan de Dios para el presente es que Cristo muera y se levante de los muertos. Pedro demuestra
su naturaleza humana normal al rechazar esta parte del plan de Dios. Tal cosa no corresponde para nada
con su concepto del Mesías.
Cristo le advierte a Pedro que está pensando como hombre. No comprende el plan de Dios. Dios
sabe que al sacrificar todo, Jesús proveería vida para todos. Si protege su propia vida, perderá todo Su
propósito al haber venido al mundo. Los discípulos tienen que aprender esta verdad también (16:21–
27).
La Promesa 16:27–17:9
Jesús promete que algunos de los que están con El verían la venida del Mesías en toda Su gloria
antes de morir (16:27–28). Dentro de pocos días Jesús lleva a tres de ellos al monte donde le ven
transformado. Les revela Su gloria, tal como había prometido (17:1–9).
Pedro demuestra su comprensión del significado de este evento al pedir la celebración de la fiesta
de los tabernáculos (17:4). La fiesta miraba hacia un día futuro cuando se establecería el reino. La
llegada del Mesías indicaba el momento propicio para celebrarla.
LA REVELACION DE LA GLORIA DE DIOS
CONFIRMO QUE JESUS ES EL MESIAS
La Instrucción 17:10–13
En el regreso de la montaña, los discípulos que acompañaban a Jesús tenían un problema que
resolver. Habían estado esperando la llegada de Elías, según la profecía del Antiguo Testamento (Mal.
4:5–6). ¿Cómo puede haber venido el Mesías sin la venida de Elías primero?
Jesús explica que Juan el Bautista cumplió la promesa y llevó a cabo la función de Elías (17:10–13).
La explicación no niega la posibilidad de que Elías mismo regrese antes de la segunda venida del Señor.
Sólo demuestra que Juan hizo lo necesario para cumplir la promesa: preparó el camino para la llegada
del Señor.
El Ejemplo 17:14–21
La historia de la confirmación divina que Jesús es el Mesías termina con una advertencia. Aunque el
Mesías ha venido, quienes se identifican con El no tienen una autoridad independiente. El ejemplo del
muchacho lunático, controlado por un demonio, demuestra la necesidad absoluta de la dependencia en
Jesús. Sólo por la fe en El, podría ocurrir tal milagro.
JESUS ES LA FUENTE DE SU AUTORIDAD
¡PENSEMOS!
Cristo utiliza Su propia conducta al pagar el impuesto del templo como un ejemplo a los demás del
cuidado que deben tener para no ofender a otros. Como Hijo del Rey, Jesús no tenía que pagar este
impuesto. Fue exento por el derecho de Hijo. Sin embargo, pagó el impuesto para no ser ofensa a los
demás. No quería ningún obstáculo, a base de Su conducta, que pudiera servir de estorbo para quien
estuviera pensando confiar en El.
SU DERECHO COMO HIJO LE EXONERO
PARA NO OFENDER LO PAGO
Jesús continúa advirtiéndoles del peligro de las ofensas a los demás al tratar el concepto de ellos en
cuanto a la grandeza. La opinión del mundo que también aceptaban, es que los mayores deben ser
servidos. Los otros deben someterse.
Jesús les enseña que deben cambiar su actitud acerca de la grandeza. Una persona verdaderamente
grande desde el punto de vista de Dios, no exige que le concedan lo que quiere. Será humilde y se
someterá a los demás.
El ejemplo del niño subraya estas dos características de la grandeza frente a Dios. El niño reconoce
su pequeñez; no secree grande todavía. Así debe ser quien aspira ser grande frente a Dios. A la vez, tal
persona debe someterse para el bien de los pequeños que no le pueden recompensar. De esta manera
alcanzarán la verdadera grandeza.
LA VERDADERA GRANDEZA
PERTENECE A QUIENES
* SE HUMILLAN
* SIRVEN A LOS DEMAS
Se utiliza la ilustración del cuerpo para subrayar la importancia de eliminar cualquier cosa que
pudiera ser ofensa en nuestra vida. Muchos han tratado de aplicar literalmente este pasaje. Algunos se
han cortado algún miembro físico del cuerpo con el fin de cumplir con lo que Jesús enseña. Sin embargo,
El mismo indica en el Sermón del Monte que el problema mayor no está en los miembros físicos del
cuerpo, sino en la mente del hombre. ¡Difícilmente puede uno cortarse la mente!
A veces también se han utilizado estos versículos para enseñar la posibilidad de perder la salvación.
Fíjese bien que el pasaje no dice que quienes sean salvos y hagan esto perderán la salvación que tienen.
Se les presenta un principio universal de la importancia de luchar por las prioridades indicadas. Es mejor
sacrificar lo que es temporal para conseguir lo que es eterno en vez de luchar por lo que es temporal a
expensas de lo que es permanente.
Los miembros físicos del cuerpo pueden perderse. Los derechos personales pueden sacrificarse.
Pero debemos luchar por el bienestar eterno, tanto el nuestro como el de los hermanos. Quienes están
listos para la venida del rey deben reconocer la importancia de estas prioridades y vivir de esta manera.
La verdad que Cristo les quiere enseñar es que deben estar dispuestos a sacrificar cualquier cosa
que sirva de estorbo a la obra de Dios en su vida o en la de su hermano que pudiera ser herido por lo
que ellos hicieran. Cristo tiene tanto interés en cada uno de ellos que sale a buscarlos y restaurarles. Si
se preocupa tanto por ellos, nosotros también debemos estar dispuestos a sacrificar nuestros deseos
con el fin de ayudarles. Si la restauración trae gozo al corazón de Dios, ¿No debemos buscar la manera
de lograrla?
¡PENSEMOS!
En este pasaje, como en muchos otros de la Palabra de Dios, se nos advierte del
peligro de querer exaltarse y salirse con las suyas. El que es verdaderamente grande
buscará primero el bien de los demás. Evitará cualquier conducta que pudiera hacer caer
a otro.
Hoy en día hay un concepto popular que esta enseñanza no es realista. “¡No se
puede vivir así!” Considere su propia vida a la luz de estas palabras de Cristo. ¿Qué le
está pidiendo? ¿Habrá alguna costumbre en su vida que pueda ofender a otros? ¿Qué le
pide Dios? ¡No deje que el concepto popular interfiera con lo que Dios le enseña!
Apunte algún paso o pasos que debe tomar esta semana para cumplir con lo que Dios
quiere.
Primero Jesús les enseña cómo deben tratarse con quienes les maltratan. En resumen, deben
acercarse a ellos en amor, con el fin de corregirles. No se debe buscar venganza. Sólo al haberse
terminado todos los recursos disponibles se le debe aplicar las medidas de disciplina.
Los principios específicos para tales casos deben aplicarse en cualquier situación donde alguien nos
ofende. Primero, antes de una confrontación pública, la persona ofendida debe acercarse al hermano en
privado para tratar de corregir el problema a nivel personal.
Si a nivel personal no se puede resolver el problema, se debe llevar a uno o dos hermanos más.
Tales personas servirán como testigos en caso de que el intento de restauración no resulte. Los testigos
deben ser personas maduras que puedan ayudarles a solucionar el problema con el fin de no tener que
tomar medidas más drásticas. Al arreglarse el problema a este nivel no hay que hacer más. Los
hermanos involucrados deben guardar silencio.
Cristo afirma que la acción tomada así por el pueblo de Dios cuenta con la autoridad de Dios Mismo.
El actua a través de Su pueblo para lograr Su voluntad (18:18–20).
Después de enseñarles cómo corregir al ofensor, Jesús les instruye acerca de la actitud hacia quien
les haya ofendido. Aunque la conducta inadecuada tiene que ser tratada, el que ha sido ofendido es
responsable también por su propia actitud. Debe perdonar al que le ha hecho daño, no importa cuánto
le haya herido.
Al hacer la pregunta en cuanto al perdón, Pedro pensaba que había sido generoso. La interpretación
común era que después de tres ofensas ya no había necesidad de perdonar. Pedro lo aumentó hasta
siete veces.
La respuesta del Señor exigía mucho más. Cristo no quería decir que contaran hasta 490 veces y que
después le cayera encima. Su respuesta indica que debemos perdonar tantas veces que ni vale la pena
llevar la cuenta (18:21–22).
La ilustración que utiliza demuestra dos motivos principales para perdonar de esta manera. Primero,
deben perdonar a los demás por reconocer el gran perdón de Dios hacia ellos (18:23–33). Al lado de ese
perdón, las ofensas en su contra no valen nada. Son pequeñísimas.
Segundo, deben perdonar a los otros por reconocer el sufrimiento personal que el enojo sin perdón
produce (18:34–35). Se compara al sufrimiento bajo los verdugos. Así es la aflicción personal de quienes
no están dispuestos a perdonar a los demás.
DEBEMOS PERDONAR
A QUIENES NOS OFENDAN
* PORQUE DIOS NOS PERDONO MUCHO
* POR EL SUFRIMIENTO QUE EL ENOJO PRODUCE EN
NOSOTROS MISMOS
¡PENSEMOS!
Al terminar la preparación de Sus discípulos para el rechazo que Cristo iba a padecer, y que ellos
sufrirían juntamente con El, Jesús empieza Su viaje para Jerusalén. Ya no habrá paso para atrás. Ha
definido Su destino y se dirige hacia ese fin (19:1–25:46). Lo demás del libro lleva al lector hacia la
muerte del Mesías y sus consecuencias para Israel.
Jesús aprovecha varios incidentes públicos como una base para instruir a Sus discípulos de nuevo
(19:1–20:16). Al regresar Jesús de Galilea a Judea, las multitudes de nuevo le siguieron. Los fariseos
también estaban listos con otra prueba. Esta prueba tenía que ver con el divorcio.
Los fariseos pensaban obligarle a meterse en medio de una controversia delicada contemporánea.
La escuela de Samai apoyaba una interpretación estricta de la ley Mosaica. Sólo se permitía el divorcio
por causa de la infidelidad matrimonial. Al otro lado de la discusión estaba la escuela de Hilel que
interpretaba la ley libremente y permitía el divorcio cuando un hombre no estaba satisfecho con su
esposa por algún motivo.
Sea cual fuere la respuesta de Jesús a tal pregunta, tendría que ofender a algunos de Sus seguidores.
Sin duda suponían que Cristo apoyaría la interpretación más severa de Samai y que así ofendería a la
mayoría, del pueblo incluyendo a Herodes quien había permitido la muerte de Juan por razones
semejantes.
Nadie esperaba la respuesta que Jesús les dio. Demostró que su énfasis estaba equivocado.
Buscaban excusas aceptables para obtener el divorcio. El plan de Dios para el matrimonio fue que no
hubiera ningún divorcio. Habían convertido una ley que Dios dio para proteger a la mujer de los abusos
ya existentes, en una excusa para divorciarse de sus esposas. Dios nunca la dio para este fin.
Esta discusión del matrimonio despertó una inquietud en los discípulos acerca del matrimonio.
Habían entendido correctamente que Jesús les decía que frente a Dios no había base para el divorcio.
Así que, la posibilidad de un matrimonio malo les da miedo. Una conclusión lógica sería: “¡Mejor no
casarse!”
Jesús les indica que su conclusión podría ser válida para quienes pudieran aceptar esa alternativa
como su estilo de vida. Quienes no pueden mantener la pureza frente a Dios de esa manera, deben
casarse. Sin embargo, ellos deben reconocer la naturaleza permanente del matrimonio y no buscar un
escape por medio del divorcio.
¡PENSEMOS!
¿Cuáles son las implicaciones de estos principios para su propia vida? ¿Cuál actitud
o acción debe cambiarse en su propia vida a bases de este concepto del matrimonio?
El segundo evento público que Jesús utilizó para instruir a Sus discípulos resultó de muchas personas
que trajeron sus niños a Jesús para que les impusiera las manos y que orara por ellos. La motivación de
tales personas no se explica.
Los discípulos estaban molestos porque los niños interrumpían los asuntos de mayor importancia
que Jesús debía hacer. Jesús aprovechó la oportunidad para enseñarles que no deben estorbar a los
niños que quisieran acercarse a El. Más bién, todos los que quisieran acercarse a El tienen que hacerlo
tal como los niños, para poder entrar al reino.
EL REINO SE COMPONE
DE LOS QUE SE ACERQUEN A CRISTO
TAL COMO LOS NIÑOS
La tercera oportunidad para instruir a los discípulos empieza cuando un hombre le pregunta qué
tiene que hacer para recibir la vida eterna. Jesús trata de señalar el énfasis equivocado de la pregunta al
dirigir su atención a El Mismo (19:16–17a).
El bien acerca del cual pregunta, se encuentra en Dios; no en sus propias obras. Ha preguntado a
Jesús en cuanto a las buenas obras porque se ha fijado en el carácter de Jesús. El Señor quiere que se dé
cuenta de que es ese mismo carácter que provee la clase de justicia que se necesita para entrar en el
reino de Dios.
Cuando el hombre no comprende ese mensaje, Jesús trata de ayudarle a entender que sus propias
obras nunca podrán satisfacer la norma de Dios (19:17b–20). Señala la enseñanza de la ley, que Dios dio
para revelar el pecado. Si quiere obtener vida, tiene que obedecer todos los mandamientos divinos.
De nuevo el hombre no comprende lo que Jesús le quiere enseñar. En vez de reconocer que no
puede cumplirlas cabalmente, pregunta cuáles de las leyes debe obedecer.
Jesús empieza con las leyes generales presentadas en los diez mandamientos. El hombre, al pensar
sólo en el cumplimiento externo de la letra de la ley, dice que siempre ha vivido así. No reconoce que es
pecador. Está ciego en cuanto a su pecado.
En vez de discutir su profesión, Jesús mete el dedo en la llaga (19:21–22). La esencia del problema
del hombre es que no ama a su prójimo como a sí mismo. Quiere su dinero más que a su prójimo. Más
significativo todavía es que el hombre quiere dinero más que la vida eterna. Al no ser que reconozca el
valor verdadero de las posesiones y de la vida eterna, jamás buscará la salvación que se encuentra en
Cristo.
Jesús utiliza el caso de este hombre para enseñar a sus discípulos (19:23–24). Ellos podrían creer
que quienes habían recibido más bendición de Dios agradecerían más lo que Dios les había dado. Tales
personas serían los primeros en querer seguirle. Sin embargo, Jesús les demuestra que los ricos no
siguen a Dios porque confían en su dinero, más que en Dios.
QUIENES CONFIEN EN SUS POSESIONES
NO PODRAN CONFIAR EN DIOS
Los discípulos todavía piensan desde el punto de vista natural cuando le preguntan entonces que si
los líderes respetados de Israel no pueden ser salvos, ¿Quién puede ser salvo? Jesús les contesta que la
salvación es imposible para los hombres. Sólo puede venir de Dios. Si no fuera un regalo que Dios da,
ninguno podría ser salvo (19:25–26).
¡PENSEMOS!
El punto de vista que este hombre refleja en cuanto a la salvación es la que Satanás
sigue promoviendo alrededor del mundo hasta el día de hoy. ¿Cuál es la esencia de este
error? ¿Qué lección tuvo que aprender este hombre?
Repase la historia completa y señale los principios que se nos enseñan en cuanto a
la salvación. ¿De qué maneras debemos imitar el método de Jesús al presentar el
evangelio?
El diálogo acerca de la incapacidad de los ricos de sacrificar sus bienes por causa del reino provoca
una pregunta de parte de los discípulos (19:27–30). Si han estado dispuestos a sacrificar todo lo que
tienen por causa de Cristo. ¿Será este sacrificio suficiente?
Jesús responde que en su caso la situación es distinta. Para ellos es cuestión del servicio al Rey en
Quien ya están confiando. Recibirán bendiciones mucho mayores que las cosas que han sacrificado por
causa de Su nombre.
De nuevo Jesús aprovecha la oportunidad para instruir a Sus discípulos acerca de otra diferencia
entre el reino de Dios y el punto de vista del hombre natural. Han tomado por sentado que al haber sido
los primeros en identificarse con Jesús, y por haberle seguido desde el principio, ocuparán el primer
lugar entre Sus seguidores. Jesús utiliza una parábola para demostrarles que los primeros no siempre
son los que reciben la mejor recompensa (20:1–16).
La parábola enseña que el Señor tiene el derecho de pagarle a cada obrero, según El dispone. Si el
amo le da a cada trabajador lo que le ha prometido, nadie tendrá ningún derecho de quejarse. Puede
decidir recompensar a cada uno en bases distintas. Esta decisión no es injusticia. Es el derecho del amo
decidir la recompensa siempre que cumpla con su promesa. Dios siempre cumple Sus promesas
íntegramente, pero no siempre nos da lo que esperamos.
Este principio será aplicado al servicio de los seguidores de Cristo también. Dios decidirá la
recompensa que cada uno merece. Es posible que la distribución de los premios no se conforme a la
evaluación humana, pero nadie tendrá porqué quejarse de que Dios haya sido injusto. Será generoso
para con todos, pero El determinará la base para las recompensas.
Al terminar estas oportunidades educativas con Sus discípulos, Jesús de nuevo fija Su atención en el
camino por delante. Va a presentarse pronto formalmente ante la nación como su Mesías. Sin embargo,
la recepción aparente del momento no le decepciona. Sabe que va a Jerusalén para ser rechazado y al
fin crucificado.
Jesús está interesado en la preparación de Sus discípulos para lo que sucederá. Trata de recordarles
en cuanto a lo que ya les ha dicho para que no se queden decepcionados. Quiere que comprendan el
significado verdadero de los eventos que observan. Sin embargo, no pueden entender totalmente lo que
quiere decirles.
A pesar de haber escuchado Su recuerdo de que va a Jerusalén para ser rechazado y morir, los
discípulos siguen haciendo competencia para el primer lugar en Su reino. Todavía buscan la auto-
exaltación en vez del servicio. Tienen que darse cuenta de que quienes siguen a Cristo tendrán que
identificarse con El en Su muerte. También van a sufrir por Su causa.
Como parte de la preparación para la presentación formal de Jesús, dos hombres ciegos dan una
lección visual a Israel de la respuesta indicada frente a Jesús. A pesar de su ceguera estos hombres
pueden “ver” que Jesús es el Mesías. Se unen a la multitud y le siguen.
En contraste, Israel, que profesa poseer la luz y la capacidad de ver, no lo puede reconocer. Quienes
quieren gozar las bendiciones prometidas para acompañar la venida del Mesías tienen que reconocerle
y confiar en El, tal como los ciegos lo hicieron.
Al entrar a la ciudad, las multitudes le acompañaron, aclamando al Mesías (21:7–11). La emoción del
momento llenó toda la ciudad.
El Ministerio en el Templo 21:12–17
Jesús entró en el templo y empezó un ministerio tal como se esperaba del Mesías. Al ver la
corrupción de las costumbres practicadas, Jesús purificó el templo y echó afuera a los vendedores
(21:12–13). Sanó a los ciegos y cojos presentes (21:14). La gente que vio lo que hizo, respondió a este
ministerio con alabanzas (21:15–16).
Cuando los líderes religiosos vieron Sus obras y las alabanzas que Jesús permitió que sus seguidores
le rindieran, se enojaron. Al confrontarle en cuanto a las alabanzas recibidas, Jesús les contestó que
tales alabanzas estaban en orden y se conformaba a la profecía de las Escrituras (Sal. 8:2). Esta
declaración constituyó una declaración directa de que El era el Mesías. Ningún otro podría aceptar tales
alabanzas ni decir legítimamente que las merecía.
Su respuesta no podría posponerse más. Jesús salió del templo y de Jerusalén al llegar la noche
porque sabía que le estarían buscando para arrestarlo (21:17).
Jesús utilizó la oportunidad para instruir a Sus discípulos. Había podido hacer esta señal porque
conoció la voluntad de Dios. Ellos también, al estar seguros de lo que quería hacer, y al confiar en El,
podrían hacer cosas semejantes por medio de la oración. La clave es sa b er la voluntad de Dios y confiar
en El para llevarla a ca b o.
Le preguntan en cuanto a la fuente de Su autoridad (21–23). La pregunta es una trampa. O tiene que
declarar Su jurisdicción divina, o tiene que som et erse a la autoridad de ellos. En cualquier caso se
meterá en sus manos.
Reconociendo el propósito de su pregunta, Jesús responde con otra semejante. Les pregunta en
cuanto a la fuente de la autoridad de Juan. Esta pregunta también fue una trampa.
Cuando decidieron no contestar la pregunta, tuvo Jesús suficiente razón para no contestar tampoco.
Ya había demostrado que no buscaban la verdad; sólo se interesaban en atraparlo.
Jesús continúa la discusión por medio de tres parábolas que demuestran las implicaciones del
rechazo (21:28–22:14). Estas logran dos propósitos. Manifiestan la condición del corazón de estos
hombres y su motivación verdadera. Además, señalan la relación entre sus decisiones y el plan de Dios
para Israel.
La parábola de los dos hijos señala las alternativas que Dios les presenta a todos los hombres
(21:28–32). Pueden obedecerle o desobedecerle; la decisión es suya. El problema en esta parábola es
que quien dice que hará lo que el padre pide, no lo hace. El que dice que no lo hará, después cambia de
parecer y lo hace.
La historia ilustra la condición de los líderes religiosos de Israel. Se identifican como quienes están
dispuestos a obedecer a Dios. Sin embargo, no lo hacen de verdad. Al otro lado, quienes se identifican
con los nombres despreciados, los publicanos y prostitutas, se han arrepentido y tratan de obedecer a
Dios.
QUIENES PROFESAN OBEDECER A DIOS
NO LO HACEN
QUIENES NO PROFESAN OBEDECER A DIOS
SE ARREPIENTEN Y LO HACEN
La parábola de los labradores malvados demuestra la verdadera naturaleza del servicio religioso de los
líderes del pueblo (21:33–46). No cuidan la viña con el fin de beneficiar al amo. Se aprovechan del fruto
para su propio beneficio y matan a los que Dios les ha mandado como Sus representantes. Ahora, por
último, tal como estos labradores malvados, quieren matar al Hijo del Dueño.
Por causa de su ofensa contra el Dueño y Su Hijo, serán juzgados y les será quitado el terreno. Fue
díficil escaparse del punto principal de esta historia. Los líderes reconocieron el ataque que Jesús les
lanzaba y se enojaron. Buscaban la oportunidad de arrestarlo.
El resultado de su negativa a la invitación a entrar al festín sería que Dios llevaría a otros para ocupar
sus lugares. Juzgaría a quienes habían sido invitados. Serían matad os y sus ciudades quemadas. La
profecía fue cumplida a través de la salvación de los gentiles descrita en Hechos y la destrucción de
Jerusalén en 70 d.C.
De nuevo los líderes religiosos comprendían perfectamente bien el mensaje de Jesús. Le prepararon
otra trampa para que lo acusaran. Esta trampa se presenta en la siguiente pregunta que le hicieron.
Los líderes mandaron a sus discípulos juntamente con los herodianos, quienes apoyaban a Herodes,
con el fin de pararlo. Se observa a través de estas confrontaciones cómo el deseo de callar a Jesús une a
aliados extraños. Normalmente estos se oponían, pero ahora compartían el mismo deseo.
Decidieron presentar los impuestos romanos como su nueva trampa. Fue otro asunto delicado. La
oposición al impuesto sería una ofensa contra Roma; el apoyo al impuesto provocaría la ira del pueblo.
Pensaban que no habría salida. O Roma, o el pueblo se encargaría de El.
De nuevo Jesús les sorpendió. Al señalar que la inscripción que lleva el dinero es romana, se
confirma su derecho de exigirles el pago del tributo de lo que es suyo. No pueden usar la lealtad a Dios
como una excusa. Sólo se les estaba pidiendo que devuelvan a César lo que ya era suyo. El pueblo de
Dios debe cumplir las responsabilidades que el gobierno impone, como obligaciones civiles; y las que
Dios les impone, como obligaciones religiosas.
Hicieron otro intento de hacerle caer con una pregunta antigua que se discutía frecuentemente
acerca de la resurrección. Ya que nadie tenía una respuesta para tales preguntas, ésta demostraría que
Cristo no sabía más que cualquier otro teólogo contemporáneo. Tampoco podría contestarla.
Sin embargo, Jesús supo aprovechar la situación. Por saber la solución al problema, les pudo hablar
con autoridad. Confirmó Su respuesta con el apoyo de las Escrituras. La capacidad de Jesús de hablar
con autoridad en cuanto a un tema como éste le distinguió de los demás maestros de Israel. Otra vez
Jesús dejó maravillados a los oyentes.
Los fariseos hicieron su último intento de atraparlo con la pregunta en cuanto al mandamiento
mayor. Habían sistematizado la ley en 613 reglas específicas. Aunque el Antiguo Testamento en sí dio la
base para resumir la ley de la misma manera en que Cristo lo hizo (Dt. 6:5; Lv. 19:18), habían perdido el
énfasis unificador de la ley en su celo por sus tradiciones.
Jesús demuestra Su comprensión de la ley, tanto en sus detalles como en su esencia. En los dos
casos el amor es el centro; primero, el amor hacia Dios; y segundo, el amor hacia su prójimo. En esos dos
principios se dice todo.
La Pregunta sin Respuesta 22:41–46
Cuando los líderes terminaron sus preguntas. Jesús demuestra Su superioridad al hacerles una
pregunta que nunca habían podido contestar. La pregunta señala de nuevo que El es la respuesta que
ellos buscan pero que no tienen interés en averiguar la verdad.
Jesús les llama a reflexionar sobre lo que David quería decir al llamarle al Mesías su Señor (Sal.
110:1). No saben la respuesta. Sin embargo, no le preguntan a Jesús tampoco. No quieren saber la
respuesta. Jesús quiere que se den cuenta de que hay algunas verdades en cuanto al Mesías que no
entienden. Si vienen a El, les puede explicar las cosas que no han comprendido.
Su actitud hacia esas confrontaciones se señala en la conclusión a esta discusión. Les ha vencido
rotundamente. La sabiduría de ellos no puede compararse con la de Jesús. De allí en adelante deciden
mejor evitar a tales discusiones.
¡PENSEMOS!
La reacción de los líderes frente a las respuestas de Jesús revela mucho en cuanto al
corazón del hombre. Muchas veces, a pesar de la evidencia clara, buscamos pretextos
para seguir en nuestro propio camino. No nos interesa la verdad. Ya estamos
convencidos de lo que queremos.
¿Cuáles evidencias se notan en el diálogo de los líderes con Jesús de esta actitud?
¿Cuáles evidencias se encuentran en las actitudes del hombre del siglo veinte de esta
misma tendencia?
10
La Respuesta Al Rechazo
Mateo 23–25
Después de que los líderes religiosos concluyeron sus esfuerzos para atrapar a Jesús y revelaran su
rechazo hacia El y falta de deseo de saber la verdad, Jesús se dirige a las multitudes. El rechazo de parte
de los líderes se hizo en el nombre del pueblo. Fue un acto oficial que afectaría a toda la nación tanto en
esta generación como en las venideras. Por eso, Jesús responde formalmente al pueblo que le ha
despreciado
Jesús les advierte del peligro de atribuirse títulos impresionantes como “Rabí”, “padre”, o
“maestro”. Los líderes quieren que les llamen así porque les exaltan. Sin embargo, solo Dios merece la
exaltación y la gloria. Se debe evitar cualquier intento de exaltarse a sí mismo. Cristo no se dirige tanto
al uso del título, como al deseo de exaltarse que estos líderes manifestaban al usarlos.
QUIEN SE ENALTECE SERA HUMILLADO
QUIEN SE HUMILLA SERA ENALTECIDO
¡PENSEMOS!
El peligro de querer exaltarse está presente hoy también. ¿De qué maneras se
manifiesta en nuestros días? ¿Qué medidas puede tomar un líder en la iglesia para
evitar el deseo de gloriarse o exaltarse?
¿Habrá algo que Dios quiere cambiar en su propia vida a la luz de esta enseñanza?
Identifique los pasos que debe tomar para evitar la tentación a enaltecerse.
“¡AY DE VOSOTROS,
ESCRIBAS Y FARISEOS, HIPOCRITAS!”
Utilizan la religión como pretexto para robar lo poco que poseen las viudas (23:14). Quieren ganar a
otros para que les destruyan también (23:15). Hacen distinciones finas en la interpretación de la ley que
les permiten escaparse de las exigencias divinas que no quieren cumplir y justificar lo que quieren hacer
(23:16–22).
Les condenan también porque ponen su atención en el cumplimiento de los más pequeños detalles
de la ley, mientras pasan por alto lo más significativo (23:23–24). Purifican todo concienzudamente en
cuanto a lo externo, pero no hacen caso a la condición del corazón contaminado por el pecado desde
adentro (23:25–26).
Han desviado a otros al adornarse externamente, mientras lo que está adentro está podrido y
contaminará a quienes les siguen (23:27–28). Finalmente, les condena porque han señalado los pecados
de sus antepasados quienes rechazaron a los voceros de Dios, mientras ellos hacen lo mismo (23:29–32).
¡PENSEMOS!
Las circunstancias de estos líderes del pueblo de Dios en muchos sentidos fueron
únicas. Sin embargo, la tendencia al farisaísmo legalista con énfasis en los detalles más
pequeños, a expensas de la esencia de la santidad que Dios quiere en Su pueblo,
siempre está presente.
¿En qué formas se manifiesta esta actitud entre los hermanos que usted conoce?
¿Cuáles son los peligros que este tipo de actitud podría causar en su propia vida? ¿Qué
puede hacer para vencer esta tendencia?
Dios mandará otros mensajeros para advertirles de nuevo acerca del juicio. Tal como sus padres,
esta generación rechazará a los mensajeros y los perseguirá. Por eso, al llegar al clímax, serán juzgados
por la muerte de todos los voceros de Dios anteriores. Sus actos dicen “¡Amén!” a todas las muertes que
les habían anticipado.
“¡SERPIENTES, GENERACION DE VIBORAS!
¿COMO ESCAPAREIS DE LA CONDENACION
DEL INFIERNO?”
Jesús les advirtió en primer lugar que la ciudad de Jerusalén pronto sería juzgada. El nuevo templo
con toda su belleza sería destruido.
NO QUEDARA PIEDRA SOBRE PIEDRA
QUE NO SEA DERRIBADA
La Tribulación 24:4–26
Al final de esta época habrá un período de tribulación. Empezará con una serie de eventos
internacionales, tanto políticos como naturales, que provocarán mucha confusión (24:4–8). Las
condiciones adversas aumentarán durante la segunda parte del período hasta terminar con la
persecución de quienes proclaman a Cristo (24:9–14).
En medio de esta profecía de tribulación se presenta una promesa de salvación para quien
“persevere hasta el fin” (24:13). El pasaje no se refiere a la salvación del pecado. Por lo tanto, no se
debe usar este versículo para defender la doctrina que quienes no sean fieles se pierden. El pasaje habla
de una persecución fuerte. Promete que Dios va a intervenir. A pesar de las apariencias, no todos los
fieles morirán. Al final Dios vendrá para salvar a los Suyos.
Quienes esperan a Cristo durante ese tiempo de tribulación deben estar atentos para algo
abominable y desolador que cumplirá la profecía de Daniel. Aunque el cumplimiento específico de esta
profecía no está claro ahora, será obvio para quienes vivan en este tiempo. Al ver esa señal, deben esca
parse a las montañas porque inmediatamente después habrá un período de aflicción como nunca ha ha
bido antes (24:15–21).
El sufrimiento de ese tiempo será tan intenso que si Dios no interviniera sobrenaturalmente para
frenarlo, no habría ni un solo sobreviviente (24:22). En medio de esta aflicción, un deseo para la venida
del Cristo empezará a sentirse. Muchos dirán que lo han visto y muchas personas van a seguir a quienes
se lo proclaman (24:23–26).
La Señal del Cristo 24:27–31
Jesús les advirtió que no salieran a buscarle al oír tales informes. Su venida no será así. Cuando
regrese será en persona y se aparecera a todo el mundo, como un relámpago brillante en una noche
oscura. Entonces, mandará a Sus ángeles para reunir a Su pueblo de donde quiera que se hayan
esparcido (24:31). No tendrán que salir a buscarle.
Aunque Su venida sería visible a todos, el tiempo no se anunciaría de antemano. Jesús presenta dos
aclaraciones en cuanto al tiempo de Su venida. Como las ramitas tiernas y hojas nuevas de la higuera
anuncian la preparación del árbol para la llegada de su fruta, así también las aflicciones que Cristo
acababa de profetizar servirán para demostrar que el Señor vendrá mientras todavía viva esa
generación.
El ejemplo del tiempo de Noé manifiesta el peligro de no vigilar. La gente de sus días no hicieron
caso hasta cuando llegó el juicio. Ya era demasiado tarde para arrepentirse. Así será también cuando
Cristo regrese. Quienes no le estén esperando serán tomados en el juicio (24:36–41).
El ejemplo del ladrón presenta un caso semejante. Un ladrón no tan fácilmente roba a quien está
atento para no dejar que le robe. El ladrón hace más daño donde no le están esperando. Así será cuando
venga Cristo. Quienes le esperan no sufrirán ninguna pérdida cuando llegue. La pérdida será para
quienes no le han hecho caso. (24:42–44).
El ejemplo del siervo enseña que cuando el amo se va de viaje, su siervo será fiel mientras considere
que su señor puede regresar en cualquier momento. Sin embargo, al olvidarse de él y no preocuparse en
cuanto a su regreso, pueda ser que se vuelva perezoso, descuidado e infiel en sus responsabilidades
(24:45–51).
“ESTAD PREPARADOS…
…VENDRA A LA HORA QUE NO PENSAIS”.
Los seguidores de Cristo deben ser conscientes de Su plan y esperar con gozo Su regreso. De esa
manera serán fieles y estarán listos para cuando venga. Deben estar despiertos, activos, cuidando bien
lo que le pertenece hasta cuando se presente.
La misma verdad que Cristo ha enseñado a Sus discípulos se aplica a Israel también. Cuando Cristo
regrese, juzgará a Israel a base de su preparación para Su venida (25:1–30). Se presentan dos parábolas
que predicen la naturaleza de este juicio.
La parábola de las diez vírgenes utiliza las costumbres locales de las fiestas de bodas para enseñar
que Dios ha mandado una invitación para Su fiesta de bodas (25:1–13). Esta invitación se la hizo a Israel
y se refiere al milenio. Quienes la reciban deben prepararse adecuadamente para Su retorno. Quienes
no tienen suficiente interés para prepararse serán excluidos. Así que, quienes quieran participar en el
reino deberán prepararse y mantenerse listos a asistir.
La parábola de los talentos también describe el juicio de Dios de Su pueblo (25:14–30). A cada uno
se le ha dado una responsabilidad, conforme a sus capacidades. Quienes le aman y quieren servirle
utilizan lo que les ha encomendado sabiamente. Los necios no se preocupan por la ganancia que El
podría aprovechar por causa de su servicio. Lo reciben como un Juez severo y sólo buscan cómo
beneficiarse a sí mismos.
El siervo infiel se describe como malo; no tan solo infructífero. Su juicio es que le echan fuera del
reino de su Señor. Las consecuencias del juicio incluyen el lloro y el crujir de los dientes. El Señor utiliza
estos términos con frecuencia para describir a los que están excluidos del reino. El siervo lamenta
amargamente que se le ha quitado la herencia.
Los que demuestran su fidelidad a Dios por el uso de las capacidades que les ha dado, entrarán al
reino. Quienes no son fieles serán excluidos y se dará su parte a otros. El concepto presentado aquí no
es de salvación por obras; su conducta manifiesta lo que está en su corazón.
Así como los israelitas serán juzgados cuando Cristo venga para determinar quién debe entrar al
reino, los gentiles también serán juzgados. La base del juicio de los gentiles sera su trato para con Israel.
Es obvio que bajo las condiciones que existen durante la tribulación, ninguno ayudaría al pueblo de Dios
a no ser que ellos también confíen en El.
La ayuda a Israel, entonces, no demuestra salvación por obras, sino el hecho que una fe viva siempre
produce obras. Sus obras son evidencias de su fe en Dios. Los creyentes que todavía vivan al principio
del milenio entrarán con Israel al reino. Los que han rechazado a Cristo serán excluidos del reino y
destinados para castigo eterno.
¡PENSEMOS!
Al concluir Su respuesta formal al rechazo y la predicción del juicio divino contra el pueblo, Cristo
recuerda a sus discípulos una vez más en cuanto a los eventos que van a suceder (26:1–2). El próximo
evento mayor será Su muerte. Así que Cristo dirige su atención a la crucifixión que pronto sufrirá. Mateo
presenta muchos de los detalles de los eventos relacionados.
Mientras tanto una mujer estaba preparando a Jesús para su sepultura al ungirle con un perfume
costoso (26:6–13). Mateo utiliza este acto para demostrar dos verdades. En primer lugar, el plan de los
líderes no le tomó por sorpresa. Cristo supo exactamente lo que pensaban hacer. En realidad, era parte
del plan de Dios.
Segundo, el acto demuestra que una mujer reconoció el valor de Cristo. Probablemente el perfume
le costó todo lo que tenía. Se presenta como contraste con la disposición de dar por causa de su amor
hacia El, la actitud de los discípulos. Ellos sólo estaban interesados en la cantidad de dinero perdido.
Cristo acepta su ofrenda como una manifestación sincera de su amor y le felicita por esa causa.
¡PENSEMOS!
Muchas personas sólo quieren invertir en una obra que logre algún objetivo
práctico. Se debe notar que a través de la Biblia se enseña el concepto de la ofrenda
como un acto de alabanza a Dios. Esta ofrenda se da en reconocimiento del gran valor
de Dios, con el fin de alabarle. No se invierte para ningún otro propósito. Tal ofrenda
nunca debe ser barata. Una ofrenda barata menosprecia el valor de Dios para quien la
da.
Si Dios nos ha regalado tanto, ¿No debemos expresar nuestra gratitud de esta
manera en alguna ocasión? ¿Lo ha hecho alguna vez? ¿De qué manera podríamos
expresar nuestra adoración, gratitud y amor por lo que Dios nos ha hecho? Piense en
alguna manera específica de manifestar públicamente su gratitud a Dios y haga planes
para hacerlo.
Otro contraste más al acto del amor de la mujer se señala cuando Judas, el tesorero del grupo, sale
para hacer un acuerdo con los líderes del pueblo, a fin de entregarle (26:14–16). Obviamente, Judas
estaba más preocupado por el dinero que por el Señor. De ese momento en adelante, su único interés
fue cómo entregar a Jesús.
El aviso que uno de ellos le traicionaría les extrañó mucho (20–22). Nadie podía imaginarse que
alguno haría tal cosa, mucho menos que fuera Judas. Su posición como tesorero demuestra la confianza
que le tenían. Nadie acusaba a ningún otro como sospechoso. Era más fácil creer que uno mismo lo
haría que señalar a otro como traidor potencial.
“¿SOY YO, SEÑOR?”
Jesús le confrontó a Judas directamente con una advertencia en cuanto a las consecuencias de su
decisión (23–25). Entonces, procedió a usar el pan y el vino como una ilustración para enseñarles lo que
haría por ellos (26–30). Su cuerpo sería partido como el pan; y Su sangre derramada como vino.
La sangre de Cristo derramada es la base del pacto nuevo, a través del cual Dios perdonaría el
pecado de Su pueblo. Aunque pensar en Su muerte les dio tristeza, produjo también una base de
esperanza para el futuro. No tomaría de esta copa de nuevo hasta no hacerlo con ellos en Su reino; pero
podrían contar con esta promesa de que lo haría allí. La muerte no era el fin. Habría una reunión futura.
Por fin llegó la hora. Fue la hora para que empezara a sufrir. Juntos salieron al monte. Judas sabía
que les podría encontrar allá. Cristo les advirtió a los discípulos que iban a pasar unas horas difíciles.
Iban a ser asustados y lo iban a abandonar. Quería que estuvieran preparados para lo que sucedería. Sin
embargo, Pedro no lo quería aceptar y obligó al Señor a advertirle en cuanto a su propia negación
(26:31–35). El no sería escandalizado por causa de ellos. Después, les estaría esperando de nuevo en
Galilea.
SATANAS LE HACE PENSAR:
* “ESTOY FUERTE.
NUNCA HARE TAL COSA”.
*“DIOS NO ME PERDONARA TAL COSA”.
DIOS LE DICE:
* “SE DE ANTEMANO LO QUE HARAS”.
* “ESPERO QUE REGRESES”.
¡PENSEMOS!
Aunque nunca pasaremos por esta misma experiencia, la de ellos nos enseña una
verdad en cuanto a nosotros también. Antes del hecho no queremos admitir que
podemos fracasar y apartarnos de Dios. Entonces, después del hecho, no creemos que
Dios nos puede perdonar un fracaso tan grande. Estos son dos de los instrumentos más
útiles en la bolsa de Satanás. Nos hace creernos auto-suficientes antes de la caída e
imperdonables después.
La dispersión y negación de los discípulos nos demuestra que Dios conoce nuestros
fracasos de antemano y espera que regresemos a confesar los pecados para que nos
perdone. Es difícil recordar esta verdad porque Satanás nos golpea con los otros dos
conceptos y es más fácil creerle a él.
Jesús quiso pasar un rato hablando con Su Padre para prepararse para Su muerte (26:36–46). Los
discípulos también debían aprovechar el tiempo para pedir ayuda para lo que iban a enfrentar.
En este momento de comunión entre Cristo y el Padre, podemos observar la relación entre los dos.
Jesús estaba totalmente sumiso a la voluntad del Padre. Sin embargo, la prueba era más que lo que
podía aguantar solo. Cualquier otra alternativa habría sido preferible. No obstante, sabía que no había
otra posibilidad y sometió Su voluntad a la de Su Padre.
Los discípulos también necesitaban la ayuda de Dios. Aunque debían haberse dirigido a Dios, el
cansancio era demasiado. En vez de orar, durmieron. Mientras dormían, Judas y la multitud se acercaba.
Debido a que la base legal de su acción era discutible, tuvieron que moverse de noche, en un lugar
aislado. Mandaron a una turba para capturarle. Jesús señala que su forma de comportarse contiene una
confesión implícita de acción ilícita. No obstante, no les ofrece ninguna oposición y aun calma la de Sus
discípulos. Reconoce que éste es el plan de Dios. Bajo tan adversas condiciones hasta Sus discípulos le
abandonaron.
TODO ESTO SUCEDE
PARA QUE SE CUMPLAN LAS ESCRITURAS
El primer proceso ocurrió ilegalmente de noche, antes de que la gente de Israel supiera qué pasaba
(26:57–68). Los líderes llamaron a testigos para presentar la evidencia en Su contra. Estaban
convencidos de que sería necesario inventar los hechos. Le habían seguido demasiado de cerca para no
haberse fijado en alguna acusación legítima (26:57–61).
Jesús ni se preocupó por contestar las acusaciones. Eran inventadas y falsas obviamente. Cuando se
le preguntó si era el Cristo, les contestó con franqueza que sí lo era. En vez de examinar la evidencia
para descubrir la validez de Su profesión, lo rechazaron y se burlaron de El (26:62–68).
La debilidad de Pedro frente al rechazo de Jesús señala lo que el miedo había hecho a todos Sus
seguidores (26:69–75). El caso de Pedro fue más notorio por su insistencia que seguiría fiel y por su
deseo de estar cerca de Jesús en ese momento. Los otros discípulos ya se habían escapado. Jesús había
profetizado la negación para ayudarles a entender lo que les iba a pasar y para demostrar que Su amor
para ellos no se cambiaría por causa del miedo.
Al llegar la mañana, los líderes presentaron su acusación formal ante Pilato (27:1–2). Poco se nos
indica en cuanto al propósito de Judas al traicionar al Señor, pero cuando vio el rumbo que el proceso
tomaba, se arrepintió y trató de deshacer el daño (27:3–10). De nuevo los líderes mostraron su falta de
interés en la verdad o en hacer lo correcto. Se dedicaban a silenciar a Jesús. Cuando Judas se dio cuenta
de la imposibilidad de parar a los líderes o de cambiar lo que había hecho, salió y se ahorcó.
“HE PECADO ENTREGANDO
SANGRE INOCENTE”.
“¿QUE NOS IMPORTA A NOSOTROS?”
El relato del proceso frente a Pilato demuestra claramente que no éstaba convencido por la
evidencia en contra de Jesús (27:11–26). Es el testigo principal para la defensa en la presentación del
caso por Mateo. Jesús no merecía la muerte. Murió por causa del plan de Dios y el rechazo de Israel.
La prueba general del motivo detrás de las acusaciones está apoyada por el intento de Pilato de
convencerle a defenderse (27:11–14), su apelación a la multitud a que pidan que se absuelva a Jesús
como el prisionero anual a liberar (27:15–17), su reconocimiento que el motivo verdadero de los líderes
era celos (27:18), y el recado de su esposa acerca del sueño en cuanto a la inocencia de Jesús (27:19).
A pesar del reconocimiento de la evidencia a favor de Jesús, la presión de la multitud, animada por
sus líderes, fue más de lo que Pilato pudo soportar (27:20–26). Así que, protestando que Jesús era
inocente y echándoles la culpa por Su muerte, se lo entregó. Aceptaron con gusto la responsabilidad y
las posibles consecuencias de Su muerte. No podrían imaginarse las consecuencias que habría para ellos
y para las generaciones futuras de su pueblo.
“INOCENTE SOY
DE LA SANGRE DE ESTE JUSTO”.
“SU SANGRE SEA SOBRE NOSOTROS
Y SOBRE NUESTROS HIJOS”.
La Crucifixión 27:27–66
Entonces Jesús fue azotado y escarnecido por los soldados y, al fin, llevado para ser crucificado. Aun
en medio de los eventos relacionados con Su muerte, resalta la diferencia entre Jesús y quienes le han
rechazado (27:27–49). Este repudio se hace cada vez más endurecido al seguir burlándose de El. Al otro
lado, Jesús manifiesta cada vez más Su relación con el Padre y dependencia de El.
A pesar de la ceguera de los líderes, los hechos fueron suficientes para convencer a un centurión
romano endurecido (27:54). Mientras su testimonio no constituye una comprensión completa de la
deidad de Cristo, definitivamente señalaba una naturaleza distinta a lo que él había visto antes. Para el
centurión, esta persona demostró características de un dios.
Se encuentran otros testimonios a favor de Cristo al notar la presencia de las mujeres que le habían
seguido y apoyado económicamente durante Su ministerio (27:55–56). Además, un hombre rico de
Arimatea, quien había llegado a ser un discípulo de Jesús, dio su propia tumba para sepultarlo (27:57–
61). En contraste con muchos otros, estaba dispuesto a identificarse con El condenado, aun frente a
Pilato.
A pesar de tanto esfuerzo para negar la verdad, los mismos acusadores de Jesús se dieron cuenta de
que la historia tal vez no se había terminado todavía (27:62–66). Tratan de tomar las medidas necesarias
para prevenir cualquier evidencia que podría producirse a favor de una resurrección. Este intento hace
más difícil creer su historia en cuanto a la resurrección que se presenta después.
¡PENSEMOS!
El problema era que los líderes no quisieron saber la verdad. Cerraron sus ojos
frente a tantas pruebas, en Su vida como en Su muerte, de que Jesús no era un hombre
ordinario. El centurión lo dijo bien: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”.
El clímax de la historia, y la última evidencia de que Jesús es el Mesías, viene de “la señal de Jonás”,
la resurrección (28:1–20). Los líderes no la pudieron prevenir, a pesar de todos sus esfuerzos (28:1–10).
Lo más que pudierón hacer fue tratar de esconder la verdad del pueblo por medio de una mentira que
inventaron.
El hecho no pudo ser escondido. El cuerpo de Cristo ya no estaba en la tumba. Los líderes supieron
que Cristo lo había profetizado mucho antes e intentaron tomar precauciones para que no ocurriera
(27:62–66).
Además, fue confirmada por el testimonio de los ángeles (28:1–7), la aparición de otros santos
muertos anteriormente (27:52–53), y repetidas ocasiones cuando Cristo se reveló a Sus seguidores
después (28:8–10). Sus discípulos eran los más sorprendidos de todos porque, a pesar de haber oído
repetidas veces la promesa, no esperaban verlo de nuevo. Pensaban encontrar Su cadáver en la tumba.
NO ESTA AQUI,
PUES HA RESUCITADO, COMO DIJO
Los líderes concluyen su testimonio en cuanto a sus verdaderos motivos con su reacción frente a la
resurrección. Al fin reciben lo que le habían pedido, una señal del cielo que nadie podría negar. ¿Qué
hicieron al enfrentarse con esta evidencia innegable? Inventan una mentira para que la gente no se
diera cuenta. ¡No les interesa la verdad!
¡PENSEMOS!
La pregunta clave es ¿Qué haremos frente a esta verdad? El que quiere hacer la
voluntad de Dios, sabrá si es cierto o no (Juan 7:17). El que no la quiere hacer no será
convencido, aunque viera personalmente al Cristo resucitado. Si usted todavía no ha
confiado en este Cristo, Quien murió para que usted pudiera recibir la vida eterna,
hágalo hoy. Si ya lo ha recibido, no tenga vergüenza de proclamar las buenas nuevas de
Cristo a los demás. ¡El vive! No hay que tener miedo frente a ésta certeza.
Al haber terminado la historia de lo que ha pasado al programa de Dios para Su pueblo Israel, Mateo
explica como los que han seguido a Jesús entran en el programa divino para la época presente. Jesús lo
explicó antes. Ahora les toca introducirse en él. Por eso, Jesús deja a Sus discípulos con una comisión
para su ministerio futuro en este tiempo.
Los discípulos deben hacer más discípulos alrededor del mundo. Deben proclamar Su Palabra donde
se encuentren y enseñarles a quienes reciban el mensaje todo lo que El les había enseñado.
Dondequiera que se encuentren, pueden estar seguros de que Cristo estará con ellos y les dará el poder
para hacer esta obra. Esta comisión les da la confianza para seguir adelante en medio de las aflicciones
que pronto experimentarían por causa de Su nombre.
¡PENSEMOS!
La comisión que el Señor les entregó a Sus discípulos fue para todas las
generaciones. Cada seguidor de Jesús tiene la obligación de hacer otros discípulos más.
Se debe observar que la comisión no dice: “Hacer convertidos”. La obra no estará
completa hasta que el discípulo también llegue a hacer otros discípulos.
¿A cuántas personas conoce que podrían decir que han llegado al nivel espiritual
donde se encuentran porque usted les hizo discípulos y se responsabilizó por ellos?
¿Están estas personas haciendo otros discípulos?
Haga una lista de las personas que usted podría ayudar a crecer espiritualmente.
Tal vez su tarea será presentarles el evangelio. Tal vez ya conocen a Cristo pero
necesitan ayuda para crecer. ¿A quién podría ayudar espiritualmente? Si se siente
incapaz, pídale a algún cristiano que usted respete, que le ayude.
A base de la lista de candidatos potenciales, pídale a Dios que le indique uno que
pueda empezar a enseñar. Acérquese a esta persona esta semana, o lo más pronto
posible, para ofrecer estudiar la Biblia y orar juntos. Los dos crecerán por causa de la
comunión espiritual y empezarán a ayudarse mutuamente.
La gran pregunta que la gente de Israel se hizo durante el primer siglo después de la muerte de
Cristo fue: “¿Qué le pasó al plan de Dios para nosotros?” Siglos han pasado y parece que a Dios se le ha
olvidado Israel. ¿Qué pasó? ¿Por qué no ha cumplido Sus promesas?
Mateo escribió especialmente para esa generación de judíos, tanto creyentes como no creyentes.
Quiso contestar esas preguntas. En fin, su respuesta es que Dios ha sido fiel. Israel es quien ha fallado y
tendrá que sufrir las consecuencias de su pecado.
El libro demuestra que el Mesías vino, conforme a las promesas de Dios. Demostró claramente
Quién era. Al ver la evidencia, el pueblo, representado por sus líderes, no estaba listo para recibirle. Por
lo tanto, rechazaron la evidencia. Jesús respondió al rechazo de la misma manera. Cortó la relación
natural que tenía con Israel para formar un nuevo pueblo y establecer un nuevo programa.
Jesús se apartó del pueblo antiguo y dedicó Su tiempo a la preparación de quienes le habían
recibido para lo que sucedería después. Les enseñó cómo deben vivir frente a un pueblo que les
rechazaba y quería eliminar todo lo que éstos representaban.
Al regresar al ministerio público la oposición crece hasta llegar al clímax en la presentación y rechazo
formal del Mesías. Frente a esta presentación, el pueblo manifestó su verdadera motivación. No les
interesó la verdad. Solo querían matarle. Después de muchos intentos de atraparlo sin éxito, deciden
acusarle y frenarle, a cualquier costo, aunque sea con mentiras y manipulaciones.
Sus esfuerzos por detenerlo terminan en la cruz. Sin embargo, ni así podrían ganar. Se mostró
triunfante a través de la resurrección. No estaban dispuestos a confiar en El. Mintieron para decepcionar
al pueblo y muchos les siguieron en la mentira.
Sin embargo, el nuevo programa de Dios sigue. Está operando conforme a la comisión que Cristo
dejó a Sus discípulos:
“Haced discípulos a todas las naciones”. Por lo tanto, quien quiere aprovechar las promesas de Dios,
no las encontrará por medio de Israel. Tienen que identificarse con el Rey, con Jesucristo. Así llegarán a
formar parte del nuevo pueblo de Dios, la iglesia.
El libro presenta en forma implícita una decisión que cada lector tendrá que tomar: “¿Qué haré yo
en cuanto a este Jesús?” Se tiene que decidir si se identificará con los líderes del pueblo que lo
rechazaron, o con los discípulos que lo recibieron.
Quienes no estaban listos, ni dispuestos a recibirlo, no gozarán de las promesas de Dios para el reino
futuro. Esa generación tuvo su oportunidad y lo rechazó voluntariamente. Por eso, se ha extendido la
invitación a otros, aun a quienes no forman parte de Israel. La ceguera de Israel nos abrió la puerta para
que Dios nos invitara a nosotros a gozar Sus promesas y entrar al reino.
Dios no ha desechado a Israel. Habrá otra oportunidad para los descendientes de Abraham en el
futuro (Ro. 11:25–36). Sin embargo, hoy se nos ha extendido la invitación a nosotros. ¿Qué decisión
haremos? ¿Estaremos listos para el Rey cuando venga por nosotros?
¡PENSEMOS!
A pesar de que el libro fue escrito para explicar el plan de Dios para Israel y lo que
ha pasado en cuanto a él, se presenta un gran número de lecciones para nosotros hoy
también. Repase el libro de nuevo con la ayuda del diagrama que se encuentra al
principio del libro.
Recuerde las verdades principales que se han estudiado. ¿Qué principios se han
observado que usted debe aplicar en su propia vida? Haga una lista de ellos.
¿Cuál es el próximo paso que usted debe tomar para alistarse para su Rey? ¿Para
cuándo lo puede tomar? ¡No deje que nada interrumpa este proceso! Siga hasta llegar a
la meta señalada.
¿ESTA LISTO PARA EL REY?