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Llamados a la acción, a la solidaridad

José Jesús Carrera Mendoza

«Ante el conflicto, algunos simplemente lo miran y siguen adelante como si nada pasara, se lavan
las manos para poder continuar con su vida. Otros entran de tal manera en el conflicto que
quedan prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las instituciones las propias confusiones e
insatisfacciones y así la unidad se vuelve imposible. Pero hay una tercera manera, la más
adecuada, de situarse ante el conflicto. Es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en
el eslabón de un nuevo proceso. “¡Felices los que trabajan por la paz!” (Mt 5,9).» (Evangelii
Gaudium, 227)

Son muchas las situaciones que nos pueden llevar al extremo de nuestra resistencia, a lo máximo
de nuestros esfuerzos por seguir adelante. Hemos vivido momentos difíciles a lo largo de nuestra
historia, tanto personal como nacional. Basta con detenernos y contemplar lo que ha sido nuestra
vida, muchas veces parece como un combate de boxeo, donde no importa que tan fuerte nos
golpean sino que tanto podemos resistir y seguir de pie, incluso caer y ser capaz de levantarse. Y
nuestro México también está marcado por los esfuerzos que los límites de las voluntades; nuestra
historia está llena de héroes que no dudaron en dar la vida, derramar su sangre, para que
tengamos hoy la capacidad de ser quienes somos; héroes civiles y también héroes en la fe,
mártires y santos.

Hoy vivimos un momento de especial dificultad, pues en medio de la crisis social que atravesamos,
somos testigos de la fuerza de la naturaleza. Presenciamos lo frágil e a vida del hombre sobre la
tierra, lo fugaz que puede ser nuestro peregrinar en este valle; lo débil de nuestras grandes
empresas de búsqueda de señorío en este mundo: en un solo momento todo viene abajo,
recordándonos nuestro primer origen narrado en el Génesis y al mismo tiempo la grande
misericordia que nos tiene Dios al hacernos sus hijos.

Como cristianos no podemos quedarnos de rodillas, sólo pidiéndole a nuestro Padre por los
necesitados. De nuestra vida espiritual, del encuentro sincero y profundo con Jesús, deberíamos
partir para ir en busca del hombre que padece y está tirado al lado del camino, porque nadie es
capaz de entregarse a su servicio. Nosotros estamos llamados a hacerlo, por amor a Dios.

«La solidaridad es el signo práctico en el que se reconocen los cristianos. Pues ser solidario no es
únicamente un mandato de la razón. Jesucristo, nuestro Señor, se ha identificado con los pobres y
los más pequeños (Mt 25,40). Negarles a ellos la solidaridad supondría rechazar a Cristo.» (YUCAT,
332)

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