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FILANTROPÍA O CARIDAD

Versa un viejo refrán “después de la tormenta viene la calma”, y es precisamente el tiempo


de calma, el tiempo favorable para la reconstrucción y el poder ponerse de nuevo pie.
Los fenómenos naturales acaecidos en México el mes pasado, huracanes y terremotos,
ponen de manifiesto la vulnerabilidad de cualquier entidad ante fenómenos de esta
naturaleza, en respuesta a ello, se manifiesta de manera indescriptible y extraordinaria el
apoyo y la solidaridad humana.
Un fenómeno natural, como un terremoto o un huracán siempre deja tras su paso pérdidas
humanas y materiales, ocasionando con ello dolor y tristeza, pero inmediatamente despierta
en la sociedad espíritu filantrópico y caritativo, un espíritu distintivo y propio de la especie
humana. Las diversas formas de apoyo y solidaridad son signos de bondad y belleza que
manifiestan parte del sentir humano ante el dolor y sufrimiento, tristemente estos signos
característicos muchas veces parecen estar ausentes en los diversos escenarios de la vida
cotidiana.
A más de un mes de los sismos ocurridos en gran parte del territorio Mexicano, mucha
gente sigue en espera de ayuda humanitaria, con el fin de incorporarse y estar en
condiciones de continuar con su vida. Las muestras de apoyo se manifestaron de manera
inmediata ante el desastre, sin embargo pasado más de un mes, han disminuido. Esta
perspectiva hace pensar que se limita la solidaridad o la acción social a tiempos difíciles,
limitando con ello la expresión de amor contenida en la acción humana, reduciéndola a una
acción puramente filantrópica.
La acción caritativa se puede distinguir de la acción filantrópica por el impulso que lleva a
la acción y en la constancia de la misma, ya que no se reduce a una situación concreta sino
al contrario se extiende en todo momento, independientemente si es favorable o adverso.
Por su parte la acción filantrópica, entendida como un amor a la humanidad, se reduce sólo
al individuo, por lo que no trasciende. Por el contrario la caridad va más allá de lo
meramente humano, inicia y termina en Dios, entendiéndose la caridad como la expresión
de amor a Dios en el prójimo, un movimiento de tal magnitud sólo puede brotar desde el
interior del corazón e indiscutiblemente engloba en sí a toda la persona.
“Si un hermano o una hermana están desnudos y no tienen nada para comer, y uno de
ustedes les dice: « Váyanse en paz, abríguense y coman, pero no le da lo necesario para su
cuerpo, ¿de qué sirve?»” Santiago 3,15-16

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