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Asignatura:

Derecho político constitucional

Tema:
Tarea #4
Participante: Matricula
Jairo Taveras Estévez 15-7474

Facilitador:
MARTHA TORIBIO, M.A.
Distinguido participante:
Consulte la bibliografía básica de la unidad y demás fuentes complementarias del
curso; luego realice la actividad que se describe a continuación:
1. Realiza un ensayo acerca de la eficacia de los derechos fundamentales.
2. Elabora un mapa conceptual acerca de los derechos fundamentales
establecidos en la Constitución dominicana.
3. Elabora un informe de lectura acerca de los siguientes tópicos:

 Naturaleza jurídica e interpretación de los derechos fundamentales.


 Límites de los derechos fundamentales.
Introducción

En el presente trabajo se estarán tratando los temas de mi tarea 4 introducción al


derecho, los cuales son, eficacia de los derechos fundamentales, los derechos
fundamentales establecidos en la Constitución dominicana, Naturaleza jurídica e
interpretación de los derechos fundamentales y Límites de los derechos
fundamentales.
objetivos específicos

Son los derechos económicos, sociales y culturales a través de los cuales se


pretende mejorar las condiciones de vida de los individuos.
El titular de estos derechos es el individuo en comunidad.
Se destacan en este grupo
Toda persona tiene derecho a la seguridad social y a obtener la satisfacción de los
derechos económicos, sociales y culturales.
La eficacia de los derechos fundamentales
claramente insuficiente; sin embargo, también considera que, dados los
contenidos generales de los artículos constitucionales, la protección de los
derechos fundamentales en el ámbito de las relaciones inter privados siempre
tendrá una vía ante la jurisdicción ordinaria. Pasando al análisis del recurso
constitucional de amparo, se comenta la configuración legal del recurso de amparo
ante el Tribunal Constitucional, recurso que es determinado en líneas generales
por el artículo 53.2 de la CE como una garantía subsidiaria y accesoria, no
inherente al carácter de derecho fundamental, es decir que en la mayoría de los
casos la obligación de corregir la violación del derecho fundamental caerá sobre la
jurisdicción ordinaria y, en consecuencia, se considera que el recurso de amparo
sólo es un medio para reforzar la protección de algunos derechos fundamentales,
específicamente los derechos contenidos entre los artículos 14 al 29 y 30.2 de la
CE. El autor subraya que la naturaleza de derechos fundamentales no está
determinada por la existencia de esta protección reforzada, aduciendo que, si se
sostuviera lo contrario, en los sistemas jurídicos donde no existiera un recurso
similar al amparo no existirían derechos fundamentales y por tanto se debe
distinguir entre los planos procesal y sustantivo de la cuestión. De acuerdo con lo
anterior, Bilbao Ubillos señala que no se deben confundir dos aspectos del
problema de la Drittwirkung de los derechos fundamentales en el caso español,
por un lado la cuestión relativa a la específica configuración legal del recurso de
amparo constitucional, donde, en última instancia lo que se dilucida es la
posibilidad de acceder a un instrumento específico de protección de los derechos
fundamentales, cuestión procesal de legitimación pasiva que en este caso trata de
su procedencia contra actos de particulares; y por otro lado la cuestión de fondo,
que se traduce en la operatividad de los derechos fundamentales en las relaciones
de derecho privado.
Es por esto que para el autor, el hecho que el artículo 42.1 de la Ley Orgánica del
Tribunal Constitucional (en adelante LOTC) restrinja el ámbito objetivo del recurso,
reservando esta vía de protección a las demandas que tuvieran por objeto las
vulneraciones de derechos fundamentales causadas por el poder público, no
implica un rechazo a la Drittwirkung, cuestión que deberá ver su verdadera
eficacia ante la jurisdicción ordinaria. Podemos apreciar que la obra se adhiere a
la corriente de opinión que considera que en la actualidad el significado y la
funcionalidad del recurso constitucional de amparo es ser la garantía de cierre del
sistema, y que apunta en la dirección de un reforzamiento de la vertiente objetiva
de este procedimiento que, por tanto, pasa a situarse en un primer plano. Desde
esta perspectiva, pierde sentido la exclusión de los conflictos entre particulares. Ya
que si la función específica de este medio de protección es, cada vez más, la
unificación y renovación de la jurisprudencia en materias de las libertades, no
existe ninguna razón por la que ese magisterio del Tribunal Constitucional como
intérprete más calificado de las normas que reconocen derechos fundamentales
no pueda extenderse a la esfera de las relaciones entre sujetos privados, un
escenario en que tales derechos operan de manera peculiar. Se plantea como
tarea muy delicada determinar en qué medida un derecho fundamental es
oponible erga omnes y, por eso mismo, la autorizada opinión del juez
constitucional es necesaria. En el capítulo segundo se procede al análisis del
problema específico que plantea, para la Drittwirkung en España, la configuración
del amparo como un remedio excepcional, poniendo especial atención en el
artículo 42.1 de la LOTC que, como se mencionó, restringe el ámbito objetivo del
recurso, reservando esta vía de protección a las demandas que tuvieran por objeto
las vulneraciones de derechos fundamentales causadas por el poder público. Se
analizan los motivos que pudieron llevar al legislador a excluir las violaciones
cometidas por sujetos privados del ámbito material del recurso. En primer término
se rechaza la tesis que el legislador las haya excluido por razón de sostener una
concepción de los derechos fundamentales que no permite su eficacia en el
ámbito de las relaciones inter privatos, y en contra se sostiene que las razones
que determinaron esta configuración legal fueron de orden práctico y no
dogmático, es decir, el legislador pretendió evitar una sobrecarga de trabajo a la
jurisdicción constitucional, previsible de haberse permitido la impugnación de las
violaciones en el ámbito del derecho privado. Así, esta limitación a la legitimación
pasiva no se explica en una determinada posición del legislador frente a la
cuestión de la eficacia entre particulares de los derechos fundamentales. Al
considerar, en opinión del autor, que la regulación procesal de la protección de los
derechos fundamentales ante la jurisdicción ordinaria es insuficiente, se justifica
que el Tribunal Constitucional haya acudido a una interpretación “flexible” del
artículo 44 de la LOTC para abordar estos problemas.
Como paso previo al análisis de la fórmula empleada por el Tribunal Constitucional
para sortear la prohibición del artículo 42.1 de la misma Ley, Bilbao Ubillos
considera necesario pasar revista a los pronunciamientos jurisprudenciales más
relevantes que delimitan la noción de poder público que a los efectos del artículo
41.2 de la LOTC maneja el Tribunal Constitucional. Así, como resultado del
análisis de la jurisprudencia constitucional, deduce que aunque la doctrina
tradicional es enunciada al considerarse que la noción de poder público engloba a
todos aquellos entes que ejercen un poder de imperio derivado de la soberanía del
Estado, este concepto se matiza, ya que el Tribunal Constitucional ha afirmado
que en determinadas circunstancias, entidades de naturaleza jurídico-privada que
desarrollan una función o servicio público, pueden ser objeto del recurso de
amparo y en otras se atiende a la naturaleza del acto y no al sujeto que la realiza.
En el último capítulo de la primera parte se aborda el análisis del expediente
técnico que a pesar de la inequívoca redacción del artículo 41.2 de la LOTC —que
cierra en principio toda posibilidad de acceso a la vía de amparo a las
pretensiones que no se dirijan contra actos de los poderes públicos—, permite que
el Tribunal Constitucional diga la última palabra en aquellos asuntos en los que la
violación que se denuncia ha sido causada extrajudicialmente por un particular. Se
analiza la interpretación “flexible” del artículo 44 de la LOTC —el cual establece
como una vía de acceso al recurso, la violación originada en los actos del poder
judicial— que hace posible la ficción de imputar formalmente a los tribunales la
violación del derecho fundamental originalmente sucedida en las relaciones entre
sujetos privados. Esta ficción que imputa al órgano judicial la violación cometida
en el seno de una relación jurídico-privada —cumpliendo entonces el requisito del
42.1 LOTC—, y posibilitando su conocimiento en el recurso de amparo
constitucional, se conoce con el término de “asunción judicial”. Se hace entonces
un recuento del proceso de formación de la doctrina de la “asunción judicial”,
desde lo que, a juicio de Bilbao Ubillos, fueron las vacilaciones iniciales del juez
constitucional a intervenir en lo que consideró un asunto “espinoso”; así como las
decisiones donde se configuran las líneas generales de esta doctrina y lo que en
opinión del autor se puede considerar un relajamiento del esfuerzo por justificar el
apego de esta interpretación al espíritu de la ley, para considerarlo un simple
expediente técnico. Igualmente se pasa revista a lo que considera los aspectos
más problemáticos de esta doctrina, repasando en primer término que la asunción
judicial se basa en argumentar que, reclamada la reparación de una violación de
un derecho fundamental ante el poder judicial, éste debe remediarla y, en caso de
no hacerlo, el Tribunal se transforma en parte activa de la violación, por no cumplir
su obligación constitucional de protección de los derechos fundamentales.
Razonamiento que permite considerar al juez ordinario como responsable de la
violación de derechos que estrictamente no son ejercitables fuera del ámbito
procesal. Sin embargo, lo más destacable de este análisis es el acercamiento a lo
que se considera el verdadero talón de Aquiles de esta construcción, que no es
más que la exigencia impuesta en el artículo 44.1 de la LOTC, en el sentido que la
violación debe tener su “origen inmediato y directo” en un acto u omisión del
órgano judicial. Así pues no se duda en reconocer que en muchos aspectos —
sobre todo en la extensión del fallo—, la doctrina cae en inconsistencias. De esta
manera el autor se posiciona en contra de la interpretación del Tribunal
Constitucional, ya que en su opinión el “origen inmediato y directo” de la violación
no puede estar en la resolución judicial impugnada en amparo, que se limita a no
corregir una lesión preexistente, a confirmarla en definitiva. Afirma que el órgano
judicial que incumple su deber de protección no hace otra cosa que mantener los
efectos de esa violación previa, convalidando de esa manera una conducta
privada contraria a un derecho fundamental. Una vez señalado lo que a su juicio
son contradicciones e incongruencias de la doctrina de la “asunción judicial”,
Bilbao Ubillos finalmente se pregunta si la solución aplicada por el Tribunal
Constitucional en realidad representa un reconocimiento implícito de la eficacia de
los derechos fundamentales en las relaciones de derecho privado, sin necesidad
de una previa mediación judicial. Y con apoyo en argumentos extraídos de la
propia jurisprudencia del Tribunal Constitucional afirma que esta hipótesis es
cierta. Lo que de paso justifica que ese mismo Tribunal mantenga su doctrina de la
asunción judicial a pesar de sus deficiencias técnicas.

Los derechos fundamentales establecidos en la Constitución dominicana.

derecho a la
dignidad
vida la igualdad
humana

seguridad prohibición de
la libertad personal la esclavitud
 Naturaleza jurídica e interpretación de los derechos fundamentales.

 Límites de los derechos fundamentales

1.

En el caso dominicano, los derechos fundamentales son producto de la comunidad


política y, por tanto, no pueden ser considerados como previos a ella.

Una de las discusiones más importantes en el Derecho Constitucional es el origen


y naturaleza de los derechos fundamentales. La concepción liberal tradicional –
que es la que se ve reflejada en las constituciones- tiende a asumir que los
derechos fundamentales son previos a la comunidad política y que, por lo tanto,
ésta gira en torno a ellos y no hace más que actuar sobre la base de lo que ya
existe.

La diferencia es importante porque va al quid del problema constitucional. Si


prevalece la concepción iusnaturalista, entonces los derechos son el orígen y fin
último de la comunidad política (el alfa y el omega, por usar otro término). Esto
implica que la capacidad de los seres humanos para decidir sobre la forma y
contenido de los derechos es limitada y que la progresiva democratización de las
sociedades humanas es un proceso de descubrimiento y no de creación. Bajo este
supuesto, lo que gobierna la sociedad humana es el conjunto de derechos
decididos por un legislador supremo del universo.

La posición contraria tiene consecuencias completamente distintas. Implica que el


camino de la política no tiene un fin cierto, que el camino lo trazan las sociedades
y que cada uno de los derechos ha sido construído sobre la base de la interacción
social. Descarta un camino preconcebido para los derechos y su desarrollo,
convirtiendo así el ámbito político (y el jurídico a través de la Constitución) en el
elemento determinante de su desarrollo.

En el caso de la Constitución de la República Dominicana (CRD),


independientemente del énfasis que ésta hace en la concepción liberal de los
derechos, es innegable que al declarar el desarrollo de la “persona humana” como
su fin último ha establecido un punto de referencia axiológico sumamente
importante. Jorge Prats ve en ello una declaración implícita del principio de la
dignidad humana como principio estructural de la CRD y punto de partida de su
concepción de los derechos . En sentido general, esto es correcto. La Declaración
Universal de los Derechos Humanos, fuente de inspiración de la nueva redacción
de la declaración de derechos en la CRD, tiene la función de afirmar “el valor de la
persona humana y de su protección como fundamento de todo orden jurídico-
político” . No quiere esto decir que la CRD asume una posición iusnaturalista en lo
relativo a los derechos fundamentales.

En principio, la “dignidad humana” es un concepto -o valor- con un contenido


axiológico que existe independientemente del ordenamiento jurídico positivo, por
lo que son extra constitucionales en la medida en que no se encuentren previstos
dentro del ordenamiento . Sin embargo, en el caso dominicano, tiene validez o
fuerza normativa sólo en la medida en que sus elementos constitutivos han sido
adoptados por la CRD misma o por los mecanismos que ésta prevé.

Tal como afirma Pérez Luño para el caso español , los derechos fundamentales
sólo son jurídicos cuando han sido adoptados de acuerdo con la CRD. Sólo
entonces puede afirmarse que son una manifestación de la voluntad soberana del
pueblo dominicano. No hay que olvidar que el contenido de estos valores no es
estático, cambia con el tiempo. Así que no puede afirmarse que dentro del sistema
constitucional dominicano ese concepto tiene fuerza jurídica. Lo que sí la tiene son
los derechos fundamentales. Lo contrario implicaría volver tan voluble el contenido
de los derechos fundamentales que terminaríamos no sabiendo cuáles son, con la
consiguiente devaluación normativa.

Incluso el artículo 10 de la CRD limita la posible expansión de los derechos a


aquellos que sean de la misma naturaleza que los ya proclamados. Esto es, en
todo caso una licencia para la interpretación abierta de la aplicación de los
derechos fundamentales reconocidos por el Estado dominicano. Ahora bien, la
doctrina dominicana está conteste en que este problema ha sido superado en
buena medida por el proceso de positivización en el plano interno e internacional
de los derechos fundamentales que sirven de garantía a los valores democráticos
modernos.

Lo anterior encuentra apoyo en la Resolución 1920-2003 de la Suprema Corte de


Justicia (SCJ), en la que esta afirma que: “Atendido, que en un Estado
constitucional y democrático de derecho, el reconocimiento y tutela de los
derechos fundamentales, constituye la dimensión sustancial de la democracia;
Atendido, que estos derechos tienen como fundamento los atributos de la persona
humana que emanan de su dignidad inherente y son reconocidos por el sistema
constitucional ”.

Es evidente que la SCJ considera que los derechos fundamentales concretan


jurídicamente unos valores “sustancialmente democráticos”. Sin embargo, y a
pesar de que reconoce que los derechos tienen como fundamento “la dignidad
inherente” de la persona humana, el argumento la reconduce a que estos
derechos son válidos sólo si han sido reconocidos por el sistema constitucional. La
SCJ entiende que lo que se encuentra protegido por el ordenamiento jurídico
dominicano son los derechos individuales y sociales consagrados en la CRD . Es
sólo dentro de este marco que entiende que puede cumplir su función de
“guardiana de la Constitución”. Para declarar la inconstitucionalidad de una
disposición de la Ley de Colegiación de Periodistas que obligaba a éstos a
colegiarse, la SCJ proclamó que era “violatoria de los Derechos Humanos
protegidos por la Constitución de la República”.

Finalmente, la manifestación jurisprudencial más clara de esta doctrina se puede


encontrar en la Sentencia No. 1 del 4 de agosto de 2004 . En esta sentencia, la
SCJ hace referencia a la resolución 1920-2003 donde expone que el bloque de
constitucionalidad está compuesto por dos fuentes: a) la interna, formada por la
CRD y las decisiones jurisprudenciales y b) la internacional, formada por los
tratados internacionales de derechos humanos y las decisiones de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. Afirma sobre este bloque que:
“Comprende entre sus principios y normas una serie de valores como el orden, la
paz, la seguridad, la igualdad, la justicia, la libertad y otros que, al ser asumidos
por nuestro ordenamiento jurídico, se configuran como patrones de razonabilidad,
principio establecido en el artículo 8, numeral 5, de nuestra Constitución”.

Es decir, que para que un valor sea considerado “norma” debe antes haber sido
“asumido por el ordenamiento jurídico”. Es decir, mediante la positivización de ese
valor. Ya sea por la vía constitucional interna o por la adopción de una norma
internacional de derechos humanos. Esos valores positivizados pueden ser
entonces utilizados para determinar la conformidad material de las normas
jurídicas inferiores a la hora de evaluar su constitucionalidad. Pero siempre, hay
que reiterarlo, que este principio haya sido positivizado.

La naturaleza de la “fundamentalidad” de la declaración de derechos de la CRD se


puede entender si analizamos el problema sobre la base de su “fundamentalidad
formal” y su “fundamentalidad material” . Aplicando a la CRD el análisis propuesto
por Robert Alexy, la fundamentalidad formal le viene dada a la declaración de
derechos por la posición que ocupa en la cúspide del ordenamiento jurídico formal.
Lo que la hace directamente vinculante sobre todo el ordenamiento, incluyendo las
demás normas, los poderes del Estado y, en el caso dominicano, los particulares.

Según Alexy, la categoría de la fundamentalidad formal tiene dos extremos


posibles: el modelo puramente fundamental y el modelo puramente material . En el
primero, que -como señala Alexy- se corresponde al principio kelseniano de la
relación dinámica entre las normas (“nomodinámica”), en la cual la validez de una
norma jurídica no depende de su contenido, sino de la forma en que ha sido
adoptada . Según esta visión, los derechos fundamentales son válidos sólo porque
han sido positivizados y son fundamentales porque se encuentran en la CRD. Bajo
este modelo, la existencia misma de los derechos fundamentales se encuentra
sujeta a la voluntad del legislador (entendiéndose por “legislador” a aquel que
tenga en sus manos la capacidad jurídica -o fáctica- de modificar la CRD). Este
modelo es de una extracción puramente positivista.

El modelo puramente material, correspondiente al principio kelseniano de las


relaciones estáticas de las normas (“nomoestática”) , en el cual la Constitución
contiene solamente normas de carácter material. De esta norma, utilizando
operaciones lógicas, sería posible deducir todas y cada una de las demás normas
del ordenamiento . Siguiendo este concepto, el resto de las normas del
ordenamiento son solamente desarrollos de las normas de carácter material (en
este caso los derechos fundamentales) previstos en la CRD. Es decir, que “lo que
en el modelo puramente procedimental debe ser solucionado a través de una
decisión dentro del marco de la Constitución, en el modelo puramente material, ha
de llevarse a cabo a través del conocimiento de su contenido” .

La CRD no adopta ninguno de estos dos sistemas, sino uno mixto. Los derechos
fundamentales tienen capacidad normativa porque están contenidos en ella. Sin
embargo, sirven de principios ordenadores de todo el sistema jurídico. Tanto la
corrección formal en su creación como la sujeción a los principios materiales
constitucionalizados son necesarios para que una norma sea constitucional. Como
en el caso alemán -al que se refiere Alexy- , en la CRD los elementos formales y
materiales están recíprocamente vinculados y ambos tienen consecuencias
jurídicas. Según Alexy, de todos los contenidos constitucionales formalmente
posibles, la determinación de los que son necesarios o que no pueden ser
aceptados se hace sobre la base de los derechos fundamentales. “El hecho de
que las normas iusfundamentales determinen los contenidos constitucionalmente
necesarios e imposibles, constituye el núcleo de su fundamentalidad formal” .

El concepto de “fundamentalidad material”, por su parte, implica que las normas


fundamentales -entre las que contamos a los derechos fundamentales- son
materialmente fundamentales porque “con ellas se toman decisiones sobre la
estructura normativa básica del Estado y de la sociedad” . El ya comentado
párrafo capital del artículo 8 de la CRD no deja lugar a dudas sobre la
“fundamentalidad material” de los derechos fundamentales. Al considerar su
cumplimiento y garantía como la finalidad principal del Estado, la CRD convierte
estas normas en el punto de referencia interpretativa de todos los actos estatales y
como objetivo de sus políticas. Sin embargo, esto no debe confundirse con un
reconocimiento iusnaturalista de la preeminencia total de unos valores
extraconstitucionales. Lo que hace el artículo 8 de la CRD es declarar cuáles son
los principios ordenadores del proyecto que ha asumido la comunidad política
dominicana -entendida como la agregación de los ciudadanos. El artículo 2 de la
CRD reconoce que la CRD es producto -aun indirecto- de la voluntad del pueblo.
Por lo tanto, como parte integral de la CRD, los derechos fundamentales son
producto de la actividad normativizadora de esa comunidad política. Para asumir
una posición iusnaturalista, debería asumirse que el proceso es el contrario y que
es la comunidad política la que es fruto de los derechos fundamentales. En la CRD
no hay confusión alguna entre “finalidad esencial” y “origen” del Estado
dominicano. Por lo tanto, en el caso dominicano, los derechos fundamentales son
producto de la comunidad política y, por tanto, no pueden ser considerados como
previos a ella.

2.

Los derechos fundamentales, si bien no deben ser condicionados en cuanto


a su ejercicio, están sujetos a límites, explícitos o no. En palabras de José Luis
Cea, estos derechos se tratan "de atributos que jamás tienen alcance absoluto,
pues si lo poseyeran se convertirían en prerrogativas típicas de un déspota que
obra, con rasgos ilícitos o abusivos"1.

Es así que el ejercicio de los derechos fundamentales se encuentra restringido por


determinadas exigencias propias de la vida en sociedad. Ello no se contrapone a
la convicción de entender que el Ser Humano ha de ser el centro de toda
comunidad organizada, sino, muy por el contrario, se vincula con un reforzamiento
de las garantías de una existencia plena, pacífica y respetuosa por los derechos y
la dignidad humana.

Reconocer, por tanto, que los derechos están sujetos a limitaciones no significa
restar a estas facultades del máximo valor y relevancia en el ordenamiento
jurídico.

Se trata de un conjunto de atributos, cuyo respeto y protección son una de las


claves más importantes para evaluar la verdadera legitimidad de un modelo
político y social. Y ello, finalmente, por cuanto son derechos que cuentan no sólo
con una naturaleza subjetiva, sino que también con una dimensión objetiva que
excede a la mera titularidad radicada en una persona determinada y,
especialmente, por su íntima ligazón con la más noble esencia del ser humano,
como es su dignidad. Con esa misma carga valorativa, Jorge M. Quinzio nos
recuerda: "Los Derechos Humanos no son para aprenderlos de memoria. Todo el
catálogo de los Derechos Humanos es para mejorarlos y sacar conclusiones de
cuando ellos fueron vulnerados, para nunca más vivirlo ni negarlos, para que
todos tengan conocimiento de ellos, para hacerlos valer, respetarlos y exigir su
respeto, vigencia y garantía y hacerlos aplicables".

2.1. Clasificación según las circunstancias en las que operan Pueden ser
limitaciones ordinarias o extraordinarias:

2.1.1. Son limitaciones ordinarias aquellas que operan siempre, y que afectan el
ejercicio de un derecho tanto bajo condiciones de normalidad constitucional, como
bajo situaciones de excepción constitucional. Representan la regla general y se
aplican en todo momento
Conclusión

Las limitaciones a los derechos fundamentales son elementos perfectamente


compatibles con la debida protección del ser humano, son herramientas aptas
para la defensa de la persona. No obstante, lo anterior, es posible descubrir en la
jurisprudencia nacional, casos donde los Tribunales han aceptado restricciones a
derechos fundamentales que no cumplen con uno o más de los requisitos antes
planteados. Si los órganos judiciales no hubieran prestado su anuencia, estos
casos no pasarían a ser más que meras afectaciones o vulneraciones de
derechos. Pero del momento que el orden institucional las acepta, se convierten
en verdaderas limitaciones fácticas a los derechos, concepto que hemos
desarrollado en este trabajo.
bibliografía

mi propia producción

https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-52002010000200007

https://fc-abogados.com/es/derechos-fundamentales-conceptos/

Alexy, Robert (2002): Teoría de los Derechos Fundamentales, Tercera Reimpresión


(Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales). 607 págs.

Arango Rivadeneira, Rodolfo (2005): El concepto de derechos sociales


fundamentales, (Bogotá, Legis Editores). 380 págs.

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