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Apocalipsis 7

Los 144000 y la Gran Multitud


¡Y qué cuadro se nos pinta en Revelación 7 para nuestra consideración y confort y áni-
mo! Los cuatro ángeles son comisionados a realizar una obra en la tierra. Pero Uno que
compró al mundo entregándose por su rescate ha escogido a unos pocos. ¿A quiénes? A
los que están guardando todos los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús.
15ML:221.

Versículo 1. “Después de esto vi a cuatro ángeles de pie en los cuatro ángulos de la tie-
rra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre
la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol.”

CS:493. Los cuatro vientos del cielo que combatían en la gran mar representan los terri-
bles dramas de conquista y revolución por los cuales los reinos alcanzaron el poder.

19ML:279. Juan el Revelador representa las potestades de la tierra como cuatro vientos,
que son restringidos por los ángeles delegados para hacer esta obra. Él declara: “Yo vi
los cuatro ángeles parados sobre los cuatro ángulos de la tierra, sosteniendo los cuatro
vientos de la tierra, para que el viento no soplase sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre
ningún árbol. Y yo vi otro ángel ascendiendo desde el oriente, teniendo los sellos del
Dios viviente: y el clamó con voz alta a los cuatro ángeles, a quienes fue dado herir la
tierra y al mar, diciendo: ‘No hiráis la tierra, ni el mar, ni los árboles, hasta que hayamos
sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes” [Revelación 7:1-3].

TM:452. Juan ve los elementos de la naturaleza -terremotos, tempestades y lucha


política- representados coma siendo retenidos por cuatro ángeles. Estos vientos es-
tán bajo control hasta que Dios ordena soltarlos. Ahí e" la seguridad de la iglesia de
Dios. Los ángeles de Dios son los que retienen los vientos de la tierra, para que no so-
plen sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol, hasta que los siervos de Dios
sean sellados en sus frentes. Al ángel poderoso se lo ve ascendiendo desde el este (o na-
cimiento del sol). El más poderoso de los ángeles tiene en su mano el sello del Dios vi-
vo, o de Aquel que es el único que puede dar vida, que puede colocar sobre las frentes la
señal o inscripción, a aquellos a quienes se les concederá la inmortalidad, la vida eterna.
Es la voz de su ángel más encumbrado la que tiene autoridad para ordenar a los cuatro
ángeles que mantengan en jaque los cuatro vientos hasta que esta obra sea realizada, y
hasta que él ordene que los deje libres.
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RH, 27 de Noviembre de 1900. El Señor desea que todos entiendan sus providenciales
tratos ahora, justo ahora, en el tiempo en que estamos viviendo. No debe haber largas
discusiones, ni presentación de nuevas teorías respecto a profecías que Dios ya esclare-
ció. La gran obra de la cual la mente no debe ser distraída es la consideración de nuestra
postura personal a la vista de Dios. ¿Están nuestros pies sobre la Roca Eterna? ¿Nos es-
tamos escondiendo en el único Refugio? Se acerca la tormenta indomable en su furor.
¿Estamos preparados para afrontarla? ¿Somos uno con Cristo como él es uno con el Pa-
dre? ¿Somos herederos de Dios y coherederos con Cristo? ¿Estamos trabajando en com-
pañerismo con el Salvador?

5T:152. Viene la hora cuando no podemos vender a ningún precio. El decreto pronto
saldrá prohibiendo a los hombres comprar o vender de ninguno sino de aquel que tiene
la marca de la bestia. Estuvimos cerca de este acontecimiento en California hace poco;
peor esto fue sólo la amenaza del soplo de los cuatro vientos. Todavía son sostenidos
por los cuatro ángeles. Aun no estamos preparados. Hay una obra aun por hacer, y
entonces los ángeles serán mandados a soltar, para que los cuatro vientos soplen
sobre la tierra. Ese será un tiempo decisivo para los hijos de Dios, un tiempo de angus-
tia tal como nunca se ha visto desde que hubo nación. Ahora es nuestra oportunidad para
trabajar.

5T:573. El tiempo es muy breve, y todo lo que se ha de hacer, debe hacerse presta-
mente. Los ángeles están reteniendo los cuatro vientos, y Satanás está aprovechán-
dose de todo aquel que no está plenamente establecido en la verdad. Toda alma ha
de ser probada. Todo defecto del carácter, a menos que sea vencido por la ayuda del
Espíritu de Dios, llegará a ser un seguro medio de destrucción. Siento como nunca antes
la necesidad de que nuestro pueblo sea vigorizado por el espíritu de la verdad; porque
los designios de Satanás entramparán a toda alma que no haya hecho de Dios su fortale-
za. Hay mucho trabajo que hacer para el Señor; y si hacemos lo que él nos ha asignado,
él obrará con nuestros esfuerzos.

6T: 426. ---¡Oh, cuán pocos conocen el tiempo de su visitación! ¡Cuán pocos, aun en-
tre los que aseveran creer la verdad presente, comprenden las señales de los tiempos, o
lo que hemos de experimentar antes del fin! Somos hoy objeto de la tolerancia de
Dios; ¿pero cuánto tiempo continuarán los ángeles de Dios reteniendo los vientos
para que no soplen?

7T:220. El Señor espera mucho más de nosotros que lo que le hemos dado en servicio
abnegado por gente de todas las clases en el Sur de Estados Unidos de América. Este
campo se encuentra a nuestras mismas puertas, y en él hay una gran obra que hacer por
el Maestro. Esta obra debe hacerse ahora, mientras los ángeles continúan soste-
niendo los cuatro vientos. No hay tiempo qué perder.
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7CBA::979. Ya se está levantando reino contra reino. No hay ahora una acción bé-
lica decidida. Los cuatro vientos aún son retenidos hasta que los siervos de Dios
sean sellados en sus frentes. Entonces los poderes de la tierra unirán sus fuerzas para
la última gran batalla. ¡Cuán cuidadosamente debiéramos aprovechar el corto período de
gracia que nos queda! (RH, 27-11-1900).
Precisamente antes de que entráramos en él [el tiempo de angustia], todos recibimos el
sello del Dios viviente. Entonces vi que los cuatro ángeles dejaron de retener los cuatro
vientos. Y vi hambre, pestilencia y espada, nación se levantó contra nación, y el mundo
entero entró en confusión (Day-Star, 14-03-1846).

RH, 18 de Diciembre de 1888. Parece que está por llevarse a cabo el fuerte soplo de los
cuatro vientos....
Aquí había una obra a realizarse antes que los ángeles soltasen los cuatro vientos; y si
despertamos a los que está transcurriendo alrededor nuestro, debemos admitir que no es-
tamos preparados para la lucha y las perplejidades que han de caer sobre nosotros, des-
pués que salga el decreto. Hemos de clamar al Dios del cielo con fervor, oración en uni-
dad, para que los ángeles sostengan los cuatro vientos hasta sean enviados misioneros a
todas partes del mundo, hasta que hemos proclamado la advertencia contra la desobe-
diencia a la ley de Jehová, y contra la adoración de su imagen.

15ML:220-221. Pero hay misericordias mezcladas con juicio. Revelación 7 y 8:3, 4.


El Señor tiene un pueblo al cual preservará. Juan vio los “cuatro ángeles de pie so-
bre los cuatro ángulos de la tierra, sosteniendo los cuatro vientos de la tierra, para
que el viento no soplase sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol”
(Revelación 7:1, 3) hasta que el sello del Dios viviente sea puesto sobre los que
aman a Dios y guardan sus mandamientos. Los elementos de la naturaleza han de
ser puestos en el poder de los ángeles de Dios. Él sostiene los vientos en sus manos; Él
junta la aguas en el hueco de su mano; Él hace las nubes sus carroza; “El Señor se sienta
sobre el diluvio; sí, el Señor se sienta Rey para siempre” (Prov. 30:4; Isa. 40:12; Salmo
104:3; Salmo 29:10).
El Señor rige las naciones. La secuencia de la naturaleza está bajo la jurisdicción de
Dios. Dios obra mediante sus propias leyes, pues él es un Dios de orden. Dios obra; Je-
sús obró cuando estuvo sobre la tierra, sosteniendo los impacientes vientos, controlando
las tempestades, calmando el fiero mar, y dividiendo el profundo mar, formando muros,
abriendo un camino para más de un millón de su pueblo que estaba liberando de la es-
clavitud egipcia, no permitiendo que el huracán de aguas siguiera su curso natural hasta
que cada alma de Israel, que él había librado, estuviera segura del otro lado del mar. En-
tonces las impetuosas aguas que habían sido sostenidas para salvar a Israel, a Su palabra,
mediante el agente humano levantando esa vara---ese sencillo palo---siguieron su curso
de siempre, y ninguna persona escapó de ese gran ejército. Faraón y todo su ejército,
murió.
Dios da al mar su decreto. Él camina sobre las alas del viento. Y si misericordiosa-
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mente hemos sido protegidos de accidente, si relámpago y tempestad nos han pasa-
do sin perjudicarnos, si las olas que hablaban con voz mortífera han hundido las
orgullosas naves pero han traída a la nave en que íbamos hasta el puerto, postré-
monos ahora en gratitud a Dios y démosle las gracias que el gran poder de los ánge-
les, a Su mandato, han sostenido los vientos y las ondas para no nos perjudicaran.

Versículo 2. “Entonces vi a otro ángel que subía del este, y tenía el sello del Dios vivo.
Clamó a gran voz a los cuatro ángeles, que habían recibido poder de dañar la tierra y el
mar”.

PE:38. Pregunté a mi ángel acompañante qué significaba lo que oía y qué iban a hacer
los cuatro ángeles. Me respondió que Dios era quien refrenaba las potestades y que en-
cargaba a sus ángeles de todo lo relativo a la tierra; que los cuatro ángeles tenían poder
de Dios para retener los cuatro vientos, y que estaban ya a punto de soltarlos, pero
mientras aflojaban las manos y cuando los cuatro vientos iban a soplar, los misericordio-
sos ojos de Jesús vieron al pueblo remanente todavía sin sellar, y alzando las manos ha-
cia su Padre intercedió con él, recordándole que había derramado su sangre por ellos.
En consecuencia se le mandó a otro ángel que fuera velozmente a decir a los cuatro
que retuvieran los vientos hasta que los siervos de Dios fuesen sellados en la frente
con el sello de Dios.

CS:504-505. El sello de la ley de Dios se encuentra en el cuarto mandamiento. Este


es el único de los diez mandamientos que contiene tanto el nombre como el título
del Legislador. Declara que es el Creador del cielo y de la tierra, y revela así el derecho
que tiene para ser reverenciado y adorado sobre todos los demás. Aparte de este precep-
to, no hay nada en el Decálogo que muestre qué autoridad fue la que promulgó la ley.
Cuando el día de reposo fue cambiado por el poder del papa, se le quitó el sello a la ley.
Los discípulos de Jesús están llamados a restablecerlo elevando el sábado del cuarto
mandamiento a su lugar legítimo como institución conmemorativa del Creador y signo
de su autoridad.

7CBA::980. Los israelitas colocaron sobre sus puertas una señal de sangre para mostrar
que pertenecían a Dios. Los hijos de Dios en este tiempo también llevarán la señal que
Dios ha establecido. Se pondrán en armonía con la santa ley de Dios. Se pone una se-
ñal sobre cada uno de los hijos de Dios tan ciertamente como fue colocada una
marca sobre las puertas de los hogares de los hebreos para librar a ese pueblo de la
ruina general. Dios declara: "Les di también mis días de reposo, para que fuesen
por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Jehová que los santifico"
(RH, 06-02-1900).
Cada alma de nuestro mundo es propiedad del Señor por creación y por redención. Cada
alma está individualmente a prueba por su vida. ¿Le ha dado a Dios lo que le correspon-
de? ¿Ha rendido delante de Dios todo lo que es de él porque fue comprada por él? To-
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dos los que creen que el Señor es su porción en esta vida, estarán dirigidos por él y reci-
birán la señal, la marca de Dios, que muestra que son la posesión especial de Dios. La
justicia de Cristo los precederá, y la gloria del Señor será su retaguardia. El Señor pro-
tege a cada ser humano que lleva la señal de Dios. [Se cita Éxo. 31: 12-17.]
Este reconocimiento de Dios es del más alto valor para cada ser humano. Todos los que
aman al Señor y le sirven son muy preciosos a su vista. El quiere que estén donde sean
dignos representantes de la verdad tal como es en Jesús (Carta 77, 1899).

ST, 22 de Marzo de 1910. El sábado del cuarto mandamiento es el sello del Dios vi-
viente. Apunta hacia Dios como el Creador, y es la señal de su legítima autoridad
sobre los seres que él ha creado. Los que obedecen esta ley tendrán el sello de Dios,
pues él ha apartado este día como señal de lealtad entre él mismo y su pueblo. A Moisés
en el Monte Sinaí él dijo: “Habla tú a los hijos de Israel, diciendo: ‘Ciertamente mis sá-
bados guardaréis; pues es una señal entre mí y vosotros por todas las generaciones; para
que sepáis que yo soy el Señor que os santifico.”

4CBA::183. [Se cita Efe. 1:13]. ¿Cuál es el sello del Dios viviente, que es colocado en
las frentes de su pueblo? Es una señal que pueden leer los ángeles, pero no los ojos hu-
manos, pues el ángel exterminador debe ver esa marca de redención (Carta 126, 1898).
El ángel con el tintero de escribano debe colocar una señal en la frente de todos los que
están separados del pecado y de los pecadores, y el ángel exterminador sigue a este án-
gel (Carta 12, 1886).
Tan pronto como el pueblo de Dios sea sellado en su frente - no se trata de un sello
o marca que se pueda ver, sino un afianzamiento en la verdad, tanto intelectual
como espiritualmente, de modo que los sellados son inconmovibles-, tan pronto como
sea sellado y preparado para el zarandeo, éste vendrá. Ciertamente ya ha comenzado.
Los juicios de Dios están viniendo (MS 173, 1902).

5T:50. Nada es más esencial para la comunión con Dios que la más profunda humildad.
“Y moro,” dice el Santo y Altísimo, “también con el que es de espíritu contrito y humil-
de.” Mientras estáis tan ansiosos por ser el primero, recordad que seréis los últimos a fa-
vor para con Dios se dejáis de albergar un espíritu manso y humilde. Orgullo de corazón
hará que muchos fracasen cuando bien pudieran haber tenido éxito. “Antes de la honra
es la humildad,” y es mejor ser paciente de espíritu que orgulloso.” “Cuando Efraín ha-
bló temblorosamente, fue exaltado en Israel; pero cuando ofendió en Baal, murió.”
“Muchos son llamados, pero pocos son escogidos.” Muchos oyen la invitación de mi-
sericordia, y son probados; pero pocos son sellados con el sello del Dios viviente.
Pocos se humillarán como un niño, para poder entrar en el reino de los cielos.
Pocos reciben la gracia de Cristo con una auto humillación, con un profundo y perma-
nente sentido de su indignidad. Ellos no pueden soportar las manifestaciones del poder
de Dios, pues esto los animaría en su auto estima, orgullo, y envidia. Esto es la razón por
la cual el Señor puede hacer tan poco ahora por nosotros.
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5T:502. Los seguidores de Jesús no serán populares, sino que serán como su Maestro,
manso y humilde de corazón. Estáis procurando escalar a la posición más alta, pero al
fin os encontraréis en la más baja. Si procuráis tratar con justicia, amar misericordia,
caminar humildemente con Dios, seréis participantes con Cristo de sus sufrimientos y
compartiréis con él de su gloria en su reino. El Señor os ha bendecido, pero ¡cuán poco
habéis agradecido su gran bondad! ¡Cuán poca alabanza ha recibido él de vuestros la-
bios! Podéis hacer una buena obra por el Maestro, pero no como vuestras ideas como
supremas. Debéis aprender en la escuela de Cristo, de otra manera nunca podréis
calificar para entrar a la escuela superior, recibir el sello del Dios viviente, entrar
por la puertas en la ciudad de Dios, y ser coronados con gloria, honor, e inmortali-
dad.

6T:130-131. En cada caso la gran decisión ha de ser hecha si recibiremos la marca


de la bestia o de su imagen, o el sello del Dios viviente. Y ahora, cuando estamos en la
frontera del mundo eterno, ¿qué puede ser de tanto valor para nosotros como el ser en-
contrados leales y verdaderos al Dios del cielo? ¿Qué cosa existe que debemos valorar
por encima de su verdad y su ley? ¿Qué educación puede ser dada al estudiante en nues-
tras escuelas que sea tan necesaria como el conocimiento de “¿Qué dicen las Escritu-
ras?”

7CBA::981. Muchos no recibirán el sello de Dios porque no guardan sus mandamientos


ni dan los frutos de justicia (Carta 76, 1900).

6CBA::1117. Podemos hablar de las bendiciones del Espíritu Santo, pero a menos que
nos preparemos para su recepción, ¿de qué valen nuestras obras? ¿Nos estamos esfor-
zando con todas nuestras fuerzas para alcanzar la estatura de hombres y mujeres en Cris-
to? ¿Estamos buscando su plenitud, avanzando siempre hacia la meta puesta delante de
nosotros: la perfección de su carácter? Cuando el pueblo de Dios alcance esta meta,
será sellado en sus frentes. Lleno con el Espíritu, será completo en Cristo, y el ángel
anotador declarará: "Consumado es" (RH, 10-06-1902).

7CBA:981. La gran masa de llamados cristianos sufrirá un amargo desengaño en el


día de Dios. No tienen sobre sus frentes el sello del Dios viviente. Tibios e irresolu-
tos, deshonran a Dios mucho más que los incrédulos declarados. Van a tientas en las ti-
nieblas, cuando podrían estar caminando en la luz meridiana de la Palabra bajo la con-
ducción de Aquel que nunca yerta (Carta 121, 1903).

7CBA:991-992. Si recibimos esta marca en nuestra frente o en nuestra mano, los juicios
pronunciados contra los desobedientes caerán sobre nosotros. El sello del Dios viviente
se coloca sobre aquellos que con plena conciencia guardan el día de reposo de
Jehová (RH, 03-07-1897).
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En la disputa del gran conflicto se forman dos bandos: los que "adoran a la bestia y a su
imagen", y reciben su marca; y los que reciben fiel sello del Dios vivo", que tienen "el
nombre... de su Padre escrito en la frente". Esta no es una marca visible (ST, 01-11-
1899).
De ese modo se traza la distinción entre los leales y los desleales. Los que desean tener
el sello de Dios en su frente deben guardar el día de reposo del cuarto mandamien-
to. Así se distinguen de los desleales que han aceptado una institución establecida por el
hombre en lugar del verdadero día de reposo. La observancia del verdadero día de repo-
so de Dios es una marca de distinción entre el que sirve a Dios y el que no le sirve (RH,
23-04-190l).
Habrá una marca colocada sobre el pueblo de Dios, y esa marca es la observancia de su
santo día de reposo (HS:217).

CM:518. Muy preciosa es para Dios su obra en la tierra. Cristo y los ángeles celestiales
están velando sobre ella en todo momento. A medida que nos acerquemos a la venida
de Cristo, más obra misionera debemos hacer. El mensaje del poder renovador de la
gracia de Dios será proclamado a todo país y clima, hasta que la verdad circunde el
mundo. Entre los que serán sellados habrá quienes vendrán de toda nación, tribu,
lengua y pueblo. De todo país se reunirán hombres y mujeres que estarán delante del
trono de Dios y del Cordero exclamando: "La salvación pertenece a nuestro Dios que es-
tá sentado en el trono, y al Cordero" (Apoc. 7: 10). Pero antes que esta obra sea realiza-
da, debemos experimentar aquí en nuestro propio país la obra del Espíritu Santo en
nuestros corazones.

CS:698. Los enemigos de la ley de Dios, desde los ministros hasta el más insignificante
entre ellos, adquieren un nuevo concepto de lo que es la verdad y el deber. Reconocen
demasiado tarde que el día de reposo del cuarto mandamiento es el sello del Dios
vivo. Ven demasiado tarde la verdadera naturaleza de su falso día de reposo y el funda-
mento arenoso sobre el cual construyeron. Se dan cuenta de que han estado luchando
contra Dios. Los maestros de la religión condujeron las almas a la perdición mientras
profesaban guiarlas hacia las puertas del paraíso. No se sabrá antes del día del juicio fi-
nal cuán grande es la responsabilidad de los que desempeñan un cargo sagrado, y cuán
terribles son los resultados de su infidelidad. Sólo en la eternidad podrá apreciarse debi-
damente la pérdida de una sola alma. Terrible será la suerte de aquel a quien Dios diga:
Apártate, mal servidor.

1MS:75. Otra "supresión" reza así: "Bien, bendito sea el Señor, hermanos y hermanas,
es una reunión extraordinaria para los que tienen el sello del Dios viviente".
No hay nada en esto que todavía no sostengamos. El análisis de nuestras obras pu-
blicadas mostrará nuestra creencia de que los justos vivos recibirán el sello de Dios
antes de la terminación del tiempo de gracia. También que ellos disfrutarán hono-
res especiales en el reino de Dios.
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5T:212-213. ¿Qué estáis haciendo, hermanos, en la gran obra de preparación? Los que
se unen con el mundo reciben su molde y se preparan para la marca de la bestia. Los
que desconfían de sí mismos, se humillan delante de Dios y purifican sus almas
obedeciendo a la verdad, son los que reciben el molde celestial y se preparan para
tener el sello de Dios en sus frentes. Cuando se promulgue el decreto y se estampe el
sello, su carácter permanecerá puro y sin mancha para la eternidad.
Ahora es el momento de prepararse. El sello de Dios no será nunca puesto en la
frente de un hombre o una mujer que sean impuros. Nunca será puesto sobre la
frente de seres humanos ambiciosos y amadores del mundo. Nunca será puesto sobre la
frente de hombres y mujeres de corazón falso o engañoso. Todos los que reciban el se-
llo deberán estar sin mancha delante de Dios y ser candidatos para el cielo. Avanzad,
mis hermanos y hermanas. Puedo escribir sólo brevemente acerca de estos puntos en es-
te momento y llamar simplemente vuestra atención a la necesidad de preparación. Es-
cudriñad las Escrituras por vosotros mismos a fin de comprender la terrible solemnidad
de la hora actual.

CM:443. ¿Quiénes de entre nuestros maestros están despiertos y, como fieles mayordo-
mos de la gracia de Dios, están dando a la trompeta un sonido certero? ¿Quiénes están
pregonando el mensaje del tercer ángel, invitando al mundo a prepararse para el gran día
del Señor? El mensaje que proclamamos tiene el sello del Dios vivo. (20 de Julio de
1899).

Ev:157-158. Los que quieren trabajar en palabra y en doctrina, deben estar firmemente
establecidos en la verdad antes de ser autorizados a salir al campo a enseñar a otros. La
verdad, pura y sin adulteración, debe ser presentada a la gente. Es el mensaje del tercer
ángel el que representa la verdadera prueba para la gente. Satanás inducirá 158 a los
hombres a fraguar falsas pruebas, y así tratar de oscurecer el valor del mensaje de ver-
dad, anulando sus efectos.
El mandamiento de Dios, que ha sido casi universalmente invalidado, es la verdad deci-
siva para este tiempo... Llegará el tiempo en que todos los que adoren a Dios serán
distinguidos por esta señal. Serán conocidos como los siervos de Dios, por esta se-
ñal de lealtad al cielo. Pero todas las pruebas hechas por el hombre distraerán la mente
de las grandes e importantes doctrinas que constituyen la verdad presente.

Ev:174-175. (1897) Si se os ha presentado la luz de la verdad que revela el sábado del


cuarto mandamiento y que muestra que en la Palabra de Dios no hay fundamento para la
observancia del domingo, y sin embargo seguís aferrándoos al falso día de reposo, rehu-
sando observar el santo sábado al que Dios llama "mi día santo", recibís la marca de la
bestia. ¿Cuándo ocurre esto? Cuando obedecéis el decreto que os ordena dejar de
trabajar el domingo para adorar a Dios, mientras sabéis que no hay una sola pala-
bra en la Biblia que muestre que el domingo no sea un día como todos los demás,
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entonces consentís en recibir la marca de la bestia y rechazáis el sello de Dios (RH,
13 de Julio de 1897)

CS:663. El sábado será la gran piedra de toque de la lealtad; pues es el punto especial-
mente controvertido. Cuando esta piedra de toque les sea aplicada finalmente a los hom-
bres, entonces se trazará la línea de demarcación entre los que sirven a Dios y los que no
le sirven. Mientras la observancia del falso día de reposo (domingo), en obedecimiento a
la ley del estado y en oposición al cuarto mandamiento, será una declaración de obe-
diencia a un poder que está en oposición a Dios, la observancia del verdadero día de re-
poso (sábado), en obediencia a la ley de Dios, será señal evidente de la lealtad al Crea-
dor. Mientras que una clase de personas, al acepta el signo de la sumisión a los po-
deres del mundo, recibe la marca de la bestia, la otra, por haber escogido el signo
de obediencia a la autoridad divina, recibirá el sello de Dios.

ML:341. Cuando Dios se lleve a los miembros de su iglesia al cielo, será porque habrán
sabido caminar con él aquí en la tierra, recibiendo de arriba fortaleza y sabiduría que los
capacita para servirle correctamente. Los que son llevados por Dios serán hombres y
mujeres que ahora oran en humildad y contrición, cuyos corazones no se elevan a la va-
nidad. En su trato con creyentes y no creyentes representan a Cristo.
Aquellos que no tienen placer en meditar y hablar de Dios en esta vida no gozarán de la
vida que vendrá, donde Dios está siempre presente, morando con su pueblo. Pero aque-
llos que se gozan en pensar en Dios estarán en su ambiente, respirando la atmósfera del
cielo. Los que en la tierra aman el meditar en el cielo estarán felices en las santas asocia-
ciones y placeres.....
Cuando en el mundo, no lo pretendieron como propio, y Dios le puso Su sello indicando
que le pertenecen. El cielo será para aquellos que lo desean con intensidad, que hacen
esfuerzos en proporción al valor del objeto que desean. Los pensamientos de los que ga-
nan el cielo será en las cosas celestiales.

HHD:371. Se pone sobre los tentados, probados, pero fieles hijos de Dios, el manto sin
mancha de la justicia de Cristo . . . Sus nombres permanecen en el libro de la vida del
Cordero, registrados entre los fieles de todos los siglos. Han resistido los lazos del en-
gañador; no han sido apartados de su lealtad por el rugido del dragón. Ahora están eter-
namente seguros de los designios del tentador . . . Y ese residuo no sólo es perdonado y
aceptado, sino honrado. Una "mitra limpia" es puesta sobre su cabeza. Han de ser reyes
y sacerdotes para Dios. Mientras Satanás estaba insistiendo en sus acusaciones y
tratando de destruir esta hueste, los ángeles santos, invisibles, iban de un lado a
otro poniendo sobre ellos el sello del Dios viviente. Ellos han de estar sobre el mon-
te de Sión con el Cordero, teniendo el nombre del Padre escrito en sus frentes.
3JT:178-179.

PP:315. Aquí no se presenta el sábado como una institución nueva, sino como estableci-
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do en el tiempo de la creación del mundo. Hay que recordar y observar el sábado como
monumento de la obra del Creador. Al señalar a Dios como el Hacedor de los cielos y
de la tierra, el sábado distingue al verdadero Dios de todos los falsos dioses. Todos los
que guardan el séptimo día demuestran al hacerlo que son adoradores de Jehová. Así el
sábado será la señal de lealtad del hombre hacia Dios mientras haya en la tierra quien le
sirva.
El cuarto mandamiento es, entre todos los diez, el único que contiene tanto el nom-
bre como el título del Legislador. Es el único que establece por autoridad de quién
se dio la ley. Así, contiene el sello de Dios, puesto en su ley como prueba de su au-
tenticidad y de su vigencia.

HHD:53. La ley de Dios, que es perfecta santidad, es la única verdadera norma de carác-
ter. El amor se expresa en la obediencia, y el amor perfecto echa fuera el temor. Los que
aman a Dios tienen el sello de Dios en la frente, y obran las obras de Dios. Ojala que
todos los que profesan el cristianismo conocieran lo que significa amar a Dios práctica-
mente... Tendrían cierta comprensión de la santidad de Dios; sabrían que ocupa un lugar
exaltado, y que la estela de su gloria llena el templo. Tendrían una influencia poderosa
sobre la vida y el carácter de los que los rodean, obrarían como la levadura en la masa de
la humanidad, transformando a otros por medio del poder de Jesucristo. Relacionados
con la fuente del poder, nunca perderían su influencia vital, sino que crecerían siempre
en eficiencia, abundando continuamente en la obra del señor.-YI 26-7-1894.

5T:451. Como el acercamiento de los ejércitos romanos fue para los discípulos una señal
de la inminente destrucción de Jerusalén, esta apostasía podrá ser para nosotros una se-
ñal de que se llegó al límite de la tolerancia de Dios, de que nuestra nación colmó la me-
dida de su iniquidad, y de que el ángel de la misericordia está por emprender el vuelo
para nunca volver. Los hijos de Dios se verán entonces sumidos en aquellas escenas de
aflicción y angustia que los profetas describieron como el tiempo de angustia de Jacob.
Ascienden al cielo los clamores de los fieles y perseguidos. Y como la sangre de Abel
clamó desde el suelo, hay voces que claman a Dios desde la tumba de los mártires, desde
los sepulcros del mar, desde las cuevas de las montañas, desde las bóvedas de los con-
ventos: "¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre de
los que moran en la
El Señor está haciendo su obra. Todo el cielo está conmovido. El Juez de toda la tierra
ha de levantarse pronto para vindicar su autoridad insultada. La señal de la liberación
será puesta sobre los que guardan los mandamientos de Dios, reverencian su ley y
rechazan la marca de la bestia y su imagen.

Versículo 3. “y les dijo: "No dañéis la tierra, ni el mar, ni los árboles, hasta que sellemos
en sus frentes a los siervos de nuestro Dios".

7CBA: 978-979. Juan escribe: "Miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del
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trono". Ángeles estaban unidos en la obra de Aquel que había desatado los sellos y había
tomado el libro. Cuatro ángeles poderosos retienen los poderes de esta tierra hasta
que los siervos de Dios sean sellados en sus frentes. Las naciones del mundo están
ávidas por combatir; pero son contenidas por los ángeles. Cuando se quite ese poder
restrictivo, vendrá un tiempo de dificultades y angustia. Se inventarán mortíferos ins-
trumentos bélicos. Barcos serán sepultados en la gran profundidad con su cargamento
viviente. Todos los que no tienen el espíritu de la verdad se unirán bajo el liderazgo de
seres satánicos; pero serán retenidos hasta que llegue el tiempo de la gran batalla del
Armagedón.
Ángeles están circundando el mundo, rechazando las pretensiones de Satanás a la
supremacía, las que presenta debido a la gran multitud de sus adeptos. No oímos
las voces de esos ángeles, ni vemos con la vista natural la obra de ellos; pero sus manos
están unidas alrededor del mundo, y con vigilancia que no duerme mantienen a raya a
los ejércitos de Satanás hasta que se cumpla el sellamiento del pueblo de Dios.
Los ministros de Jehová -ángeles tienen habilidad, poder y gran fortaleza- están
comisionados para ir del cielo a la tierra con el fin de ministrar al pueblo de Dios.
Se les ha dado la obra de retener el rabioso poder del que ha descendido como un león
rugiente buscando a quien devorar. El Señor es un refugio para todos los que depositan
su confianza en él. Les ordena que se escondan en él por un momento hasta que pase la
indignación. Saldrá pronto de su lugar para castigar al mundo por su iniquidad. Enton-
ces la tierra descubrirá su sangre y no encubrirá más sus muertos (Carta 79, 1900).
Ojala todos pudieran contemplar a nuestro precioso Salvador tal como es: un Salvador.
Que su mano aparte el velo que oculta su gloria de nuestros ojos. Aparece en su elevado
y santo lugar. ¿Qué veremos? Nuestro Salvador no está en actividad de silencio e inac-
tividad: está rodeado por seres celestiales, querubines y serafines, miríadas y miríadas de
ángeles.
Todos esos seres celestiales tienen un propósito superior a todos los demás, en el
cual están intensamente interesados: la iglesia [de Cristo] en un mundo de corrup-
ción. Todas esas huestes están al servicio del Príncipe del cielo, ensalzan al Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo. Están trabajando para Cristo, bajo su mandato, pa-
ra salvar hasta lo sumo a todos los que dependen de él y creen en él. Estos seres celes-
tiales se apresuran en su misión haciendo en favor de Cristo aquello que Herodes y Pila-
to hicieron contra él. Se unen para destacar el honor y la gloria de Dios. Están uni-
dos en una santa alianza, en una grandiosa y sublime unidad de propósito, para
mostrar el poder, la compasión, el amor y la gloria del Salvador crucificado y resu-
citado. (Carta 89c, 1897)

7CBA:980. Cuán pocos tienen en cuenta que el tentador fue una vez un querubín protec-
tor, un ser a quien Dios creó para la gloria de su propio nombre. Satanás cayó de su ele-
vada posición por causa de su ensalzamiento egoísta; abusó de la magnífica capacidad
con que Dios lo dotó tan ricamente. Cayó por la misma razón por la que miles están ca-
yendo hoy día: debido a la ambición de ser primeros y a la renuencia a estar bajo restric-
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ciones. El Señor quiere enseñar al hombre la lección de que aunque esté legalmente
unido a la iglesia no está salvado hasta que el sello de Dios sea colocado sobre él...
El Señor tiene una obra para que todos la hagamos; y si la verdad no está arraigada en el
corazón, si los rasgos naturales de carácter no son transformados por el Espíritu Santo,
nunca podremos ser colaboradores con Jesucristo. El yo aparecerá constantemente y el
carácter de Cristo no se manifestará en nuestras vidas (Carta 80, 1898).
Se necesitan muchos misioneros en cada rama de la obra de Dios. Nuestras instituciones
necesitan hombres consagrados y convertidos que deseen depender del Señor. Por me-
dio de tales obreros Dios revelará el poder de su gracia. Sus siervos deben distinguirse
del mundo por el sello del Dios viviente; sus palabras y sus obras deben revelar que
son colaboradores con Dios.
Dios puede usar al agente humano sólo en la medida en que éste sea movido por el Espí-
ritu Santo. A los hombres que aceptan cargos de responsabilidad como presidentes, mi-
nistros, médicos, u obreros de cualquier clase, me siento obligada a decir[les]: Dios pro-
bará a cada hombre que se dedica a servirle. El no pregunta, ¿poseen conocimiento y
elocuencia? ¿Tienen capacidad para ordenar, gobernar y dirigir? Pregunta: ¿Representa-
rán mi carácter? ¿Caminarán con humildad para que pueda enseñarles mis sendas? El
templo del alma no debe ser contaminado con ninguna práctica relajada o inmunda.
Aquellos a quienes confesaré en los atrios celestiales deben ser sin mancha ni arruga.
El Señor usará a hombres humildes para que hagan una obra grande y buena. Por medio
de ellos presentará ante el mundo las imborrables características de la naturaleza divina
(Carta 270, 1907).
Los que salgan del mundo para ser diferentes de los del mundo en palabras y
obras, los que se den cuenta que es un honor llevar el sello de Dios, recibirán poder
para convertirse en hijos de él. El Señor quiere tener hombres de los que pueda de-
pender. Nadie entrará en los atrios de lo alto sin tener el sello de Dios. Los que en esta
tierra maldita por el pecado lleven ese sello con santa osadía, considerándolo como un
honor, serán reconocidos y honrados por Dios en los atrios de lo alto (Carta 125, 1903).
(Jer. 8:20; 1 Juan 3:3). ¿Nos pasará por alto el ángel?-
"Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es
puro". Todo el que es hijo de Dios recibirá dentro de poco el sello divino. ¡Ojala
sea colocado sobre nuestras frentes! ¿Quién puede soportar el pensamiento de ser
pasado por alto cuando el ángel vaya sellando a los siervos de Dios en sus frentes?
(RH, 28-05-1889).
Sólo los que reciban el sello del Dios viviente tendrán el pasaporte para pasar por
los portales de la santa ciudad. Pero hay muchos que desempeñan responsabilidades
dentro de la obra de Dios sin ser sinceros creyentes, y mientras permanezcan así no pue-
den recibir el sello del Dios viviente. Confían en su propia justicia, lo cual el Señor tie-
ne como necedad (Carta 164, 1909).
Los que quieran tener el sello de Dios en sus frentes deben guardar el día de reposo
del cuarto mandamiento. Esto es lo que los distingue de los desleales, que han acepta-
do una institución humana en lugar del verdadero día de reposo. La observancia del día
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de reposo de Dios es la marca de distinción entre aquel que sirve Dios y el que no le sir-
ve (MS 27, 1899).
El sello del Dios viviente sólo será colocado sobre los que son semejantes a Cristo en
carácter (RH, 21-05-1895).
La cera recibe la impresión del sello, y así también el alma debe recibir la impresión del
Espíritu de Dios y conservar la imagen de Cristo (ST, 18-07-1911).
Muchos no recibirán el sello de Dios porque no guardan sus mandamientos ni dan
los frutos de justicia (Carta 76, 1900).
La gran masa de llamados cristianos sufrirá un amargo desengaño en el día de
Dios. No tienen sobre sus frentes el sello del Dios viviente. Tibios e irresolutos, des-
honran a Dios mucho más que los incrédulos declarados. Van a tientas en las tinie-
blas, cuando podrían estar caminando en la luz meridiana de la Palabra bajo la conduc-
ción de Aquel que nunca yerta (Carta 121, 1903).

Ed:179-180. En este mismo momento los ángeles están sosteniendo los vientos de
contienda para que no soplen hasta que el mundo reciba la advertencia de su pró-
xima condenación; pero se está preparando una tormenta; ya está lista para estallar so-
bre la tierra; y cuando Dios ordene a sus ángeles que suelten los vientos, habrá una esce-
na tal de lucha, que ninguna pluma podría describirla.
La Biblia, y sólo la Biblia da una idea exacta de estas cosas. En ella se revelan las gran-
des escenas finales de la historia de nuestro mundo, sucesos que ya proyectan sus som-
bras, que al aproximarse hacen temblar la tierra con su ruido y hacen desfallecer de te-
mor a los hombres.
Ev:510-511. Los ángeles están hoy sosteniendo los vientos de la lucha, hasta que el
mundo sea advertido de su inminente destrucción; pero se está preparando una tor-
menta, lista par la desencadenarse sobre la tierra, y cuando Dios ordene a sus ángeles
que suelten los vientos, habrá una escena tal de lucha que ninguna pluma la puede des-
cribir. . .
El Señor nos ha concedido misericordiosamente un momento de tregua. Todo poder que
nos ha sido prestado por el cielo ha de ser empleado en hacer la obra que el Señor nos
asignó en favor de los que perecen en la ignorancia...
El pueblo de Dios debe interceder poderosamente ante él por ayuda ahora. Los hijos de
Dios deben consagrar la totalidad de sus energías al esfuerzo de proclamar la verdad du-
rante la tregua que ha sido concedido. . .
Todos los días nos hemos estado asociando con los hombres y mujeres sujetos al juicio.
Cada día puede haber sido la línea divisoria para un alma. Cada día alguien puede haber
hecho la decisión que determinará su destino futuro (RH, 23 de Noviembre de 1905).
No entendemos como debiéramos el gran conflicto que está teniendo lugar entre los
agentes invisibles, el conflicto entre los ángeles leales y los desleales. Los ángeles
buenos y malos luchan por la posesión de todo hombre. No es éste un conflicto imagina-
rio. No es una batalla ficticia aquella en la cual estamos empeñados. Hemos de hacer
frente a los más poderosos adversarios, y nos toca a nosotros determinar cuál ha de ven-
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cer. Hemos de encontrar nuestra fuerza donde encontraron la suya los primeros discípu-
los (ST, 17 de Febrero de 1914).

PE:36-38. Vi que los cuatro ángeles iban a retener los vientos mientras no estuviese
hecha la obra de Jesús en el santuario, y que entonces caerían las siete postreras
plagas. Estas enfurecieron a los malvados contra los justos, pues los primeros pensaron
que habíamos atraído los juicios de Dios sobre ellos, y que si podían raernos de la tierra
las plagas se detendrían. Se promulgó un decreto para matar a los santos, lo cual los hi-
zo clamar día y noche por su libramiento. Este fue el tiempo de la angustia de Jacob.
Entonces todos los santos clamaron en angustia de ánimo y fueron libertados por la voz
de Dios. Los 144000 triunfaron. Sus rostros quedaron iluminados por la gloria de Dios.
Entonces se me mostró una hueste que aullaba de agonía. Sobre sus vestiduras estaba
escrito en grandes caracteres: "Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto." Pre-
gunté acerca de quiénes formaban esta hueste. El ángel me dijo: "Estos son los que una
vez guardaron el sábado y lo abandonaron." Los oí clamar en alta voz: "Creímos en tu
venida, y la proclamamos con energía." Y mientras hablaban, sus miradas caían sobre
sus vestiduras, veían lo escrito y prorrumpían en llanto. Vi que habían bebido de las
aguas profundas, y hollado el residuo con los pies pisoteando el sábado- y que por esto
habían sido pesados en la balanza y hallados faltos.
Entonces el ángel que me acompañaba dirigió de nuevo mi atención a la ciudad, donde
vi cuatro ángeles que volaban hacia la puerta. Estaban presentando la tarjeta de oro al
ángel de la puerta, cuando vi a otro ángel que, volando raudamente, venía desde la di-
rección de donde procedía la excelsa gloria, y clamaba en alta voz a los demás ángeles
mientras agitaba algo de alto abajo con la mano. Le pregunté a mi guía qué significaba
aquello, y me respondió que por el momento yo no podía ver más, pero que muy pronto
me explicaría el significado de todas aquellas cosas que veía.
El sábado por la tarde, enfermó uno de nuestros miembros, y solicitó oraciones para re-
cobrar la salud. Todos nos unimos en súplica al Médico que nunca perdió un caso, y
mientras el poder curativo bajaba a sanar al enfermo el Espíritu descendió sobre mí y fui
arrebatada en visión.
Vi cuatro ángeles que habían de hacer una labor en la tierra y andaban en vías de
realizarla. Jesús vestía ropas sacerdotales. Miró compasivamente al pueblo rema-
nente, y alzando las manos exclamó con voz de profunda compasión: "¡Mi sangre,
Padre, mi sangre, mi sangre, mi sangre!" Entonces vi que de Dios, sentado en el gran
trono blanco, salía una luz en extremo refulgente que derramaba sus rayos en derredor
de Jesús. Después vi un ángel comisionado por Jesús para ir rápidamente a los cuatro
ángeles que tenían determinada labor que cumplir en la tierra, y agitando de arriba abajo
algo que llevaba en la mano, clamó en alta voz: "¡Retened! ¡Retened! ¡Retened! ¡Rete-
ned¡ hasta que los siervos de Dios estéis sellados en la frente."
Pregunté a mi ángel acompañante qué significaba lo que oía y qué iban a hacer los
cuatro ángeles. Me respondió que Dios era quien refrenaba las potestades y que
encargaba a sus ángeles de todo lo relativo a la tierra; que los cuatro ángeles tenían
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poder de Dios para retener los cuatro vientos, y que estaban ya a punto de soltar-
los, pero mientras aflojaban las manos y cuando los cuatro vientos iban a soplar,
los misericordiosos ojos de Jesús vieron al pueblo remanente todavía sin sellar, y
alzando las manos hacia su Padre intercedió con él, recordándole que había de-
rramado su sangre por ellos. En consecuencia se le mandó a otro ángel que fuera ve-
lozmente a decir a los cuatro que retuvieran los vientos hasta que los siervos de Dios
fuesen sellados en la frente con el sello de Dios.

PE:43-44. En este tiempo de sellamiento Satanás está valiéndose de todo artificio


para desviar de la verdad presente el pensamiento del pueblo de Dios y para hacer-
lo vacilar. Vi una cubierta que Dios extendía sobre su pueblo para protegerlo en tiempo
de aflicción; y toda alma que se hubiese decidido por la verdad y fuese de corazón puro
había de ser cobijada por la cubierta del Todopoderoso.
Algunos de estos agentes de Satanás afectaban los cuerpos de algunos de los santos a
quienes no podían engañar ni apartar de la verdad mediante una influencia satánica.
¡Ojala que todos pudiesen ver esto como Dios me lo reveló, a fin de que conocieran me-
jor las astucias de Satanás y se mantuvieran en guardia! Vi que Satanás obraba así pa-
ra enajenar, engañar y desviar a los hijos de Dios precisamente ahora en el tiempo
del sellamiento. Vi a algunos que no se erguían rígidamente por la verdad presente. Las
rodillas les temblaban, y sus pies resbalaban porque no estaban firmemente asentados en
la verdad; y mientras estaban así temblando la cubierta del Dios Omnipotente no podía
extenderse sobre ellos.
Satanás probaba cada una de sus artes para sujetarlos donde estaban hasta que
hubiese pasado el sellamiento, hasta que la cubierta se hubiese corrido sobre el
pueblo de Dios, y ellos hubiesen quedado sin refugio que los protegiera de la ira ar-
diente de Dios en las siete últimas plagas. Dios ha comenzado a correr esta cubierta
sobre su pueblo, y ella será extendida sobre todos los que han de tener refugio en el día
de la matanza. Dios obrará con poder en favor de su pueblo; y a Satanás también se le
permitirá obrar.

PE:47-48. ¡Oh! vivamos enteramente para el Señor, y demostremos por nuestra ordena-
da conducta y pía conversación que hemos estado con Jesús y somos sus humildes discí-
pulos. Debemos trabajar mientras dure el día, porque cuando llegue la tenebrosa noche
de tribulaciones y angustias, será demasiado tarde para trabajar por Dios. Jesús está en
su santo templo y ahora aceptará nuestros sacrificios, nuestras oraciones y la confesión
de nuestras faltas y pecados, y perdonará todas las transgresiones de Israel, a fin de que
queden borradas antes de salir él del santuario. Entonces los santos y justos seguirán
siendo santos y justos, porque todos sus pecados habrán quedado borrados, y ellos
recibirán el sello del Dios vivo; pero quienes sean injustos e impuros, seguirán siendo
también injustos e impuros, porque ya no habrá en el santuario sacerdote que ofrezca an-
te el trono del Padre las oraciones, sacrificios y confesiones de ellos. Por lo tanto, lo que
deba hacerse para salvar almas de la inminente tormenta de ira, ha de ser hecho antes de
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que Jesús salga del lugar santísimo del santuario celestial.

PE:58. El Señor me ha mostrado el peligro en que estamos de dejar que nuestra mente se
llene de pensamientos y congojas mundanales. Vi que algunos ánimos son alejados de
la verdad presente y del amor a la Santa Biblia porque leen libros excitantes; otros se
llenan de perplejidad y congoja acerca de lo que han de comer, beber y vestir. Algunos
sitúan demasiado lejos en su expectación la venida del Señor. El tiempo ha durado al-
gunos años más de lo que habían esperado, y por lo tanto piensan que puede continuar
algunos años más, y de esta manera su atención se desvía de la verdad presente hacia el
mundo. Vi que hay gran peligro en estas cosas, porque si la mente está embargada
por otros asuntos, la verdad presente queda excluida, y no hay en nuestra frente
lugar para el sello del Dios vivo. Vi que casi ha terminado el tiempo que Jesús debe
pasar en el lugar santísimo, y que el tiempo sólo puede durar un poquito más, El tiempo
libre del cual dispongamos debe dedicarse a escudriñar la Biblia, que nos habrá de juz-
gar en el día postrero.
Amados hermanos y hermanas, dejemos que los mandamientos de Dios y el testimonio
de Jesús estén siempre presentes en nuestros pensamientos y que ahuyenten las preocu-
paciones mundanales. Sean ellos nuestra meditación cuando nos acostamos y cuando
nos levantamos. Vivamos y actuemos teniendo plenamente en cuenta la venida del Hijo
del hombre. El tiempo del sellamiento es muy corto, y pronto terminará. Ahora,
mientras los cuatro ángeles están reteniendo los cuatro vientos, es el momento en
que debemos asegurar nuestra vocación y elección.

PE:66-67. El cielo nos habrá costado bastante poco, aun cuando lo obtengamos por me-
dio de sufrimiento. Debemos negarnos a nosotros mismos todo el camino, morir diaria-
mente, dejar que sólo se vea a Jesús, recordar de continuo su gloria. Vi que los que han
aceptado la verdad últimamente tendrían que saber lo que es sufrir por amor de
Cristo, que tendrían que soportar pruebas duras y amargas, a fin de ser purifica-
dos y preparados mediante el sufrimiento para recibir el sello del Dios vivo, pasar
por el tiempo de angustia, ver al Rey en su gloria, y morar en la presencia de Dios y de
los ángeles santos y puros.

PE:70-71. También vi que muchos ignoran lo que deben ser a fin de vivir a la vista del
Señor durante el tiempo de angustia, 71 cuando no haya sumo sacerdote en el santuario.
Los que reciban el sello del Dios vivo y sean protegidos en el tiempo de angustia de-
ben reflejar plenamente la imagen de Jesús.

PE:85-86. El comienzo "del tiempo de angustia" mencionado entonces no se refiere al


tiempo cuando comenzarán a ser derramadas las plagas, sino a un corto período preci-
samente antes que caigan, mientras Cristo está en el santuario. En ese tiempo, cuando
se esté terminando la obra de la salvación, vendrá aflicción sobre la tierra, y las na-
ciones se airarán, aunque serán mantenidas en jaque para que no impidan la reali-
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zación de la obra del tercer ángel. En ese tiempo, descenderá la "lluvia tardía" o refri-
gerio de la presencia del Señor para dar poder a la voz fuerte del tercer ángel, y preparar
a los santos para que puedan subsistir durante el plazo cuando las siete postreras plagas
serán derramadas.

PE:279-280. Vi ángeles que iban y venían de uno a otro lado del cielo. Un ángel con
tintero de escribano en la cintura regresó de la tierra y comunicó a Jesús que había
cumplido su encargo, quedando sellados y numerados los santos. Vi entonces que
Jesús, quién había estado oficiando ante el arca de los diez mandamientos, dejó caer el
incensario, y alzando las manos exclamó en alta voz: "Consumado es." Y toda la hueste
angélica se quitó sus coronas cuando Jesús hizo esta solemne declaración: "El que es in-
justo, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo,
practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía."

CS:671. Cuando termine el mensaje del tercer ángel la misericordia divina no intercede-
rá más por los habitantes culpables de la tierra. El pueblo de Dios habrá cumplido su
obra; habrá recibido "la lluvia tardía," el "refrigerio de la presencia del Señor," y estará
preparado para la hora de prueba que le espera. Los ángeles se apuran, van y vienen de
acá para allá en el cielo. Un ángel que regresa de la tierra anuncia que su obra está
terminada; el mundo ha sido sometido a la prueba final, y todos los que han resul-
tado fieles a los preceptos divinos han recibido "el sello del Dios vivo." Entonces Je-
sús dejará de interceder en el santuario celestial. Levantará sus manos y con gran voz di-
rá "Hecho es," y todas las huestes de los ángeles depositarán sus coronas mientras él
anuncia en tono solemne: "¡El que es injusto, sea injusto aún; y el que es sucio, sea sucio
aún; y el que es justo, sea justo aún; y el que es santo, sea aún santo!" (Apoc. 22:11,
V.M.) Cada caso ha sido fallado para vida o para muerte. Cristo ha hecho propiciación
por su pueblo y borrado sus pecados. El número de sus súbditos está completo; "el reino,
y el señorío y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo" van a ser dados a los he-
rederos de la salvación y Jesús va a reinar como Rey de reyes y Señor de señores.

ML: . Cuatro poderosos ángeles aun sostienen los cuatro vientos de la tierra. No
permiten que azoten en pleno furor los vientos. Los accidentes por tierra y mar; la
pérdida de vida, paulatinamente aumentando, mediante tormenta y tempestad, mediante
desastres ferroviarios, mediante conflagraciones; las terribles inundaciones, los terremo-
tos, y los vientos harán que se muevan las naciones hacia un gran conflicto, mientras los
ángeles sostienen los cuatro vientos, impidiendo que el terrible poder se Satanás se ejer-
za en su furor, hasta que los siervos de Dios sean sellados en sus frentes.
Ángeles están sosteniendo los cuatro vientos, que son representados como un caba-
llo airado procurando desatarse y correr por la faz de toda la tierra, dejando des-
trucción y muerte en su estela.
Un terrible conflicto está ante nosotros. Estamos acercándonos a la batalla del gran día
del Dios Todopoderoso. Aquello que ha sido guardado bajo control ha de ser soltado. Él
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ángel de la misericordia está doblando sus alas, preparándose para bajar del trono y dejar
al mundo al control de Satanás. Los principados y potestades de la tierra están en amarga
revuelta contra el Dios del cielo. Están llenos de odio contra los que le sirven, y pronto,
muy pronto, se peleará la última gran batalla entre el bien y el mal. La tierra ha de ser el
campo de batalla---la escena de la final contienda y la final victoria.
Mientras sus manos estaban desatando, y los cuatro vientos estaban para soplar, el
ojo misericordioso de Jesús se posó sobre el remanente que no estaba sellado, y ele-
vó sus manos al Padre y le suplicando que él (Jesús) había derramado su sangre
ellos. Entonces otro ángel fue comisionado a ir rápidamente hasta los cuatro ángeles y
decirles que esperaran hasta que los siervos de Dios fueran sellados con el sello del Dios
viviente en sus frentes.

1MS:130-131. Ha llegado el tiempo cuando debemos esperar que el Señor haga grandes
cosas para nosotros Nuestros esfuerzos no deben Asquear ni debilitarse. Hemos de cre-
cer en la gracia y en el conocimiento del Señor. Antes de que sea completamente
terminada la obra y termine el secamiento del pueblo de Dios, recibiremos el de-
rramamiento del Espíritu de Dios. Ángeles del cielo estarán en nuestro medio El pre-
sente es un tiempo de preparación para el cielo, cuando debemos caminar en plena obe-
diencia a todos los mandamientos de Dios (Carta 30, 1907).

1MS:259-260. Estamos en el umbral de grandes y solemnes acontecimientos. Las profe-


cías se están cumpliendo. Se está registrando en los libros del cielo una historia extraña
y significativa; acontecimientos que, como se declaró, sucederían poco antes del gran
día de Dios. Todo en el mundo está alterado. Las naciones se han airado y se realizan
grandes preparativos para la guerra. Una nación conspira contra otra y un reino contra
otro. El gran día de Dios se apresura rápidamente. Pero aunque las naciones alistan
sus fuerzas para la guerra y el derramamiento de sangre, todavía está en vigencia
la orden dada a los ángeles de que retengan los cuatro vientos hasta que los siervos
de Dios sean sellados en sus frentes.

2MS:159-160. Aquellos que están bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Ema-
nuel no pueden unirse con los francmasones ni con ninguna otra organización secreta. El
sello del Dios viviente no será colocado sobre ninguno que mantenga tal relación
después de que la luz de la verdad haya brillado en su camino. Cristo no está dividi-
do, y los cristianos no pueden servir a Dios y a Mamón. El Señor dice: "Salid de en me-
dio de ellos, y apartaos..., y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros
por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso" (2 Cor. 6:17-
18) (Carta 21, 1893).

2MS:431. Si hubo un tiempo cuando hemos necesitado manifestar bondad y cortesía


verdadera, es ahora. Puede ser que tengamos que abogar fervorosamente ante los conci-
lios legislativos por el derecho de adorar a Dios de acuerdo con los dictados de nuestra
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conciencia. Así es como Dios, en su providencia, ha determinado que los derechos de su
ley sean presentados a la atención de los hombres que ocupan los cargos de mayor auto-
ridad. Pero cuando estemos delante de esos hombres, no debemos manifestar resenti-
mientos. Debemos orar constantemente en procura de la ayuda divina. Sólo Dios
puede retener los cuatro vientos hasta que sus siervos hayan sido sellados en sus
frentes (RH, 11 de Febrero de 1904)

7CBA:989. Los que tienen en sus frentes el sello del Dios infinito, considerarán el mun-
do y sus atractivos como subordinados a los intereses eternos (RH, 13-07-1897).

5T:382. Los ministros han dejado de hacer énfasis sobre el ministerio de bondad. El te-
ma de diezmos y ofrendas no ha sido tratado como debiera haber sido. Los hombres no
están por naturaleza inclinados a ser benévolos, sino ser sórdidos y avaros, y vivir para
el yo. Y Satanás siempre está listo para presentar las ventajas a ser obtenidas en usar to-
dos sus recursos para propósitos mundanos; él se goza cuando los puede influenciar a
que desdeñen el deber y roben a Dios de los diezmos y ofrendas. Pero ni uno es perdo-
nado en este asunto. “Cada uno de vosotros aparte algo, según Dios os haya prospera-
do.” Los pobres y los ricos, los jóvenes y señoritas que ganan salario---todos habrán de
apartar una porción; pues Dios lo reclama. La prosperidad espiritual de cada miembro de
la iglesia depende del esfuerzo personal y estricta fidelidad a Dios. Dice el apóstol Pa-
blo: “Encarga a los que son ricos en este mundo, que no sean altaneros, ni confíen en ri-
quezas inciertas, sino en el Dios viviente, quien nos concede abundantemente todas las
cosas para gozar; que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, listos para compartir,
dispuestos a comunicar; depositando para sí un buen fundamento para el porvenir, que
se aferren de la vida eterna.” De todos se espera que muestren profundo interés en las
variadas ramas de la causa de Dios, y pruebas cerradas e inesperadas les serán presenta-
das para ver si son dignos de recibir el sello del Dios viviente.

5T:717-718. Debemos en forma especial, y con fe inquebrantable, pedir a Dios que dé


ahora a su pueblo gracia y poder. No creemos que haya llegado plenamente el tiempo
en que han de restringirse nuestras libertades. El profeta vio "cuatro ángeles que estaban
sobre los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los cuatro vientos de la tierra, para que
no soplase viento sobre la tierra ni sobre la mar, ni sobre ningún árbol." Otro ángel que
ascendía desde el oriente, clamó a ellos diciendo: "No hagáis daño a la tierra, ni al mar,
ni a los árboles, hasta que señalemos a los siervos de nuestro Dios en sus frentes."
(Apoc. 7:1, 3). Esto señala la obra que tenemos que hacer ahora. Una gran responsabi-
lidad incumbe a los hombres y mujeres que oran en todo el país, para que pidan a
Dios que rechace la nube del mal, y nos conceda algunos años más de gracia en que
trabajar para el Maestro. Clamemos a Dios para que sus ángeles retengan los cuatro
vientos hasta que los misioneros sean enviados a todas partes del mundo y proclamen la
amonestación contra los que desobedecen la ley de Jehová.
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6T:14-15. Estamos en el umbral de grandes y solemnes acontecimientos. Las profecías
se están cumpliendo. La historia, extraña y llena de sucesos, está registrándose en los li-
bros del cielo. Todo en nuestro mundo está en agitación. Hay guerras y rumores de gue-
rras. Las naciones están airadas, y ha llegado el tiempo en que deben ser juzgados los
muertos. Los acontecimientos están cambiando para traer el día de Dios, que se apresura
grandemente. Queda, por así decirlo, solamente un momento de tiempo. Pero aunque ya
se levanta nación contra nación, y reino contra reino, no hay todavía conflagración gene-
ral. Todavía los cuatro vientos son retenidos hasta que los siervos de Dios sean se-
llados en sus frentes. Entonces las potencias de la tierra ordenarán sus fuerzas pa-
ra la última gran batalla.

6T:21. Mientras los ángeles retienen los cuatro vientos, debemos trabajar con toda
nuestra capacidad. Debemos dar nuestro mensaje sin dilación. Debemos dar al uni-
verso celestial y a los hombres de esta época degenerada evidencia de que nuestra reli-
gión es una fe y un poder de los cuales Cristo es el autor, y su Palabra el oráculo divino.
Hay almas humanas en la balanza, Serán súbditos del reino de Dios o esclavos del des-
potismo de Satanás. Todos han de tener oportunidad de aceptar la esperanza a ellos pre-
sentada en el Evangelio; y ¿cómo pueden oír sin que haya quien les predique? La fami-
lia humana necesita una renovación moral, una preparación del carácter, a fin de poder
subsistir en la presencia de Dios. Hay almas a punto de perecer a causa de los errores
teóricos prevalecientes destinados a contrarrestar el mensaje del Evangelio. ¿Quiénes
querrán consagrarse ahora plenamente a la obra de colaborar juntamente con Dios?

6T:26. Dios nos pide que avancemos los triunfos de la cruz en Australia. Nuevos cam-
pos se están abriendo. Por falta de obreros y dinero la obra se ha detenido, pero no debe
ser detenida más. De todos los países, Australia es quien más se asemeja a América. To-
da clase de gente hay allí. Y el mensaje de advertencia aun no ha sido presentado y tam-
poco rechazado. Hay miles de almas sinceras orando a Dios por luz. Los atalayas de
Dios han de estar en los muros de Sión y sonar la alarma: “La mañana viene, y también
la noche”---la noche en la cual ningún hombre puede obrar. Mientras ángeles están
sosteniendo los cuatro vientos, el mensaje habrá de entrar a todo campo en Austra-
lia lo más pronto posible.

6T:61. Nuestra guerra es agresiva. Tremendos problemas están delante de nosotros, sí,
son inminentes. Asciendan nuestras oraciones a Dios para que los cuatro ángeles to-
davía sostengan los cuatro vientos, a fin de que no soplen para perjudicar o des-
truir, hasta que la última amonestación haya sido dada al mundo. Trabajemos en-
tonces en armonía con nuestras oraciones.
Que nada empequeñezca la fuerza de la verdad para este tiempo. La verdad presente ha
de ser nuestra preocupación. El mensaje del tercer ángel debe hacer su obra de separar
de las iglesias a un pueblo que sostendrá los principios de la verdad eterna (6T:61. Año
1900).
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6T:408. El Espíritu refrenador de Dios se está retirando ahora mismo del mundo. Los
huracanes, las tormentas, las tempestades, los incendios y las inundaciones, los desastres
por tierra y mar, se siguen en rápida sucesión. La ciencia procura explicar todo esto.
Menudean en derredor nuestro las señales que nos dicen que se acerca el Hijo de Dios,
pero son atribuidas a cualquier causa menos la verdadera. Los hombres no pueden
discernir a los ángeles que como centinelas refrenan los cuatro vientos para que no
soplen hasta que estén sellados los siervos de Dios; pero cuando Dios ordene a sus
ángeles que suelten los vientos, habrá una escena de contienda que ninguna pluma
puede describir.

TM:370. Todo lo que hay en nuestro mundo se halla en agitación. Los acontecimientos
futuros arrojan sus sombras con anticipación. Las señales de los tiempos son ciertamen-
te ominosas. No hay seguridad en nada que sea humano o terreno. Los vientos son re-
tenidos por los cuatro ángeles; un momento de respiro nos ha sido dado generosa-
mente por Dios. Toda facultad que nos sea confiada por Dios, ora sea física, mental o
moral, ha de ser utilizada en forma sagrada para hacer la obra que se nos ha asignado en
favor de nuestros semejantes que perecen en su ignorancia. La amonestación es a seguir
adelante a todas partes del mundo. No debe haber demora.

TM:452. Si han de acontecer tales escenas, si han de caer tan tremendos juicios sobre un
mundo culpable, ¿dónde estará el refugio del pueblo de Dios? ¿Cómo serán protegidos
hasta que pase la indignación? Juan ve los elementos de la naturaleza -terremotos,
tempestades y lucha política- representados coma siendo retenidos por cuatro ánge-
les. Estos vientos están bajo control hasta que Dios ordena soltarlos. Ahí está la se-
guridad de la iglesia de Dios. Los ángeles de Dios son los que retienen los vientos de la
tierra, para que no soplen sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol, hasta
que los siervos de Dios sean sellados en sus frentes. Al ángel poderoso se lo ve ascen-
diendo desde el este (o nacimiento del sol). El más poderoso de los ángeles tiene en su
mano el sello del Dios vivo, o de Aquel que es el único que puede dar vida, que puede
colocar sobre las frentes la señal o inscripción, a aquellos a quienes se les concederá la
inmortalidad, la vida eterna. Es la voz de su ángel más encumbrado la que tiene au-
toridad para ordenar a los cuatro ángeles que mantengan en jaque los cuatro vien-
tos hasta que esta obra sea realizada, y hasta que él ordene que los deje libres.
Los que vencen al mundo, la carne y el diablo, serán los favorecidos que reciban el
sello del Dios vivo. Aquellos cuyas manos no estén limpias, cuyos corazones no sean
puros, no tendrán el sello del Dios vivo. Los que están planeando pecados y ejecutándo-
los serán pasados por alto. Sólo los que, en su actitud ante Dios, ocupan la posición de
quienes se arrepienten y confiesan sus pecados en el gran día de la verdadera expiación,
serán reconocidos y señalados como merecedores de la protección de Dios. Los nom-
bres de aquellos que firmemente anhelan y esperan la aparición de su Salvador y
velan por ella más ferviente y anhelosamente que los que esperan la mañana- esta-
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rán en el número de los que son sellados. Aquellos que, mientras tienen toda la luz de
la verdad que brilla sobre sus almas, y debieran tener obras correspondientes a su fe re-
conocida, son sin embargo hechizados por el pecado, implantan ídolos en su corazón,
corrompen sus almas delante de Dios, y mancillan a los que se unen con ellos en el pe-
cado, verán sus nombres borrados del libro de la vida, y serán dejados en la oscuridad de
la medianoche, carentes de aceite en las vasijas de sus lámparas. "A vosotros los que
teméis mí nombre, nacerá el Sol de Justicia, y en sus alas traerá salud".
Este sellamiento de los siervos de Dios es el mismo que se le mostró a Ezequiel en
visión. Juan también fue un testigo de esta terrible revelación. Él vio el mar y las ondas
rugiendo, y los corazones de los hombres desfalleciendo de temor. Observó la tierra
moviéndose, las montañas transportadas al medio del mar (lo cual literalmente está ocu-
rriendo), el agua rugiendo agitada, y las montañas sacudiéndose por su hinchazón. Vio
las plagas, las pestilencias, el hambre y la muerte realizando su terrible misión.
El mismo ángel que visitó a Sodoma está haciendo resonar la nota de amonestación:
"Escapa por tu vida". Los vasos de la ira de Dios no pueden ser derramados ni destrui-
dos los impíos y sus obras, hasta que todo el pueblo de Dios haya sido juzgado, y los ca-
sos de los vivos así como los de los muertos estén decididos. Y aun después que los
santos han sido sellados con el sello del Dios vivo, sus elegidos pasarán individual-
mente por pruebas. Vendrán aflicciones personales; pero el horno es estrechamen-
te vigilado por un ojo que no permitirá que el oro sea consumido. La indeleble, mar-
ca de Dios está sobre ellos. Dios puede alegar que su propio nombre está escrito allí, El
Señor los ha sellado. Su destino está escrito: "DIOS, LA NUEVA JERUSALÉN". Son
la propiedad de Dios, su posesión.
¿Será puesto este sello sobre los que tienen impura la mente, sobre el fornicario, el
adúltero, el hombre que codicia la mujer de su prójimo? Que vuestras almas contes-
ten la pregunta: ¿Corresponde mi carácter a las calificaciones esenciales para que pueda
recibir un pasaporte a las mansiones. Que Cristo ha ido a preparar para los que estén lis-
tos para ellas? La santidad debe estar impresa en nuestro carácter.

TM:519-520. De las dos olivas el aceite áureo fluía a través de los tubos de oro a las va-
sijas de los candeleros y de allí a las lámparas de oro que alumbraban el santuario. Así
de los santos que están en la presencia de Dios, su Espíritu es impartido a los instrumen-
tos humanos que están consagrados a su servicio. La misión de los dos ungidos es co-
municar luz y poder al pueblo de Dios. Es con el propósito de recibir bendición para no-
sotros por lo que están en la presencia de Dios. Así como las olivas se vacían en los tu-
bos de oro, los mensajeros celestiales tratan de comunicar todo aquello que reciben de
Dios. Todo el tesoro celestial espera que lo pidamos y lo recibamos; y a medida que re-
cibimos la bendición, a la vez hemos de impartirla. Así es como las santas lámparas son
alimentadas, y la iglesia llega a ser portadora de luz en el mundo.
Esta es la obra que el Señor quiere que cada alma esté preparada para realizar en
este tiempo, cuando los cuatro ángeles están reteniendo los cuatro vientos, para que
no soplen hasta que los siervos de Dios sean sellados en sus frentes. No hay tiempo
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ahora para agradarse a sí mismo. Las lámparas del alma deben ser acondicionadas. De-
ben recibir la provisión del aceite de la gracia. Debe tomarse toda precaución para im-
pedir el decaimiento espiritual, para que el gran día de Dios no nos sobrecoja como la-
drón en la noche. Todo testigo para Dios ha de trabajar ahora inteligentemente en los
ramos que Dios le ha señalado. Debemos obtener diariamente una experiencia viva y
profunda en el perfeccionamiento del carácter cristiano. Debemos recibir diariamente el
aceite santo, para que podamos impartirlo a los demás. Todos pueden ser portaluces an-
te el mundo, si quieren. Hemos de ocultar el yo, fuera de la vista, en Jesús. Hemos de
recibir la palabra del Señor en forma de consejo e instrucciones, y comunicarla alegre-
mente. Hay ahora necesidad de mucha oración. Cristo ordena: "Orad sin cesar"; esto es,
mantened la mente elevada a Dios, la fuente de todo poder y eficiencia.

NB:128-130. Vi que los cuatro ángeles iban a retener los vientos hasta que estuviese
hecha la obra de Jesús en el santuario, y que entonces caerían las siete postreras
plagas. Estas plagas enfurecieron a los malvados contra los justos; ellos pensaron que
habíamos atraído sobre ellos los juicios de Dios, y que si podían raernos de la tierra, las
plagas se detendrían. Se promulgó un decreto para matar a los santos, lo cual hizo que
éstos clamaran día y noche por su libramiento. Este fue el tiempo de la angustia de Ja-
cob. Entonces todos los santos clamaron con angustia de ánimo, y fueron libertados por
la voz de Dios. Los ciento cuarenta y cuatro mil triunfaron. Sus rostros quedaron ilumi-
nados por la gloria de Dios.
Entonces se me mostró una hueste que aullaba de agonía. Sobre sus vestiduras estaba
escrito en grandes caracteres: "Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto". Pre-
gunté quiénes formaban esta hueste. El ángel dijo: "Estos son los que una vez guardaron
el sábado, y lo abandonaron". Los oí clamar en alta voz: "Creímos en tu venida, y la
proclamamos con energía". Y mientras hablaban, sus miradas caían sobre sus vestiduras
y veían lo escrito, y entonces prorrumpían en llanto. Vi que habían bebido de las aguas
profundas, y hollado el residuo con los pies- habían pisoteado el sábado- y que por esto
habían sido pesados en balanza y hallados faltos.
Entonces el ángel que me acompañaba me indicó de nuevo la ciudad, donde vi a cuatro
ángeles que volaban hacia la puerta. Estaban justamente presentando al ángel de la puer-
ta la tarjeta de oro. En ese momento vi a otro ángel que, volando raudamente, venía de
la dirección de la más excelsa gloria, y gritaba en alta voz a los demás ángeles mientras
algo tremolaba en su mano. Le pregunté a mi guía qué significaba aquello, y me res-
pondió que por entonces yo no podía ver más, pero que muy pronto me explicaría el sig-
nificado de todas aquellas cosas que veía.
El sábado por la tarde enfermó uno de nuestros miembros, y pidió que oráramos por su
salud. Todos nos unimos en súplica al Médico que no yerra en caso alguno, y mientras
el poder curativo bajaba a sanar al enfermo, el Espíritu descendió sobre mí y fui arreba-
tada en visión.
Vi a cuatro ángeles que habían de hacer una labor en la tierra y andaban en vías de reali-
zarla. Jesús estaba revestido de sus vestiduras sacerdotales. Miró compasivamente al
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pueblo remanente, y alzando las manos exclamó con voz de profunda piedad: "¡Mi san-
gre, Padre; mi sangre, mi sangre, mi sangre!" Entonces vi que Dios, sentado en el gran
trono blanco, emitía una luz en extremo refulgente que derramaba sus rayos sobre Jesús.
Después vi a un ángel comisionado por Jesús para ir rápidamente a los cuatro ángeles
que tenían determinada labor que cumplir en la tierra, y agitando algo en su mano, cla-
mó en alta voz: " ¡Deteneos! ¡Deteneos! hasta que los siervos de Dios estén sellados en
la frente".
Le pregunté a mi ángel acompañante el significado de lo que oía, y qué iban a hacer
los cuatro ángeles. Me respondió que Dios era quien refrenaba todas las potesta-
des, y que ponía sus ángeles a cargo de lo que ocurría en la tierra; que los cuatro
ángeles tenían poder de Dios para retener los cuatro vientos, y que estaban ya a
punto de soltarlos; pero que mientras estaban aflojando las manos, y cuando los cuatro
vientos estaban por soplar, los misericordiosos ojos de Jesús vieron al pueblo remanente
todavía sin sellar, y alzando las manos hacia su Padre intercedió ante él, recordándole
que había derramado su sangre por ellos. En consecuencia se le mandó a otro ángel que
fuera velozmente a decir a los cuatro ángeles que retuvieran los vientos hasta que los
siervos de Dios fuesen sellados en la frente con el sello del Dios vivo.

Versículos 4-8. Y oí el número de los sellados: 144.000 sellados de todas las tribus de
Israel. De la tribu de Judá 12000 sellados, de la tribu de Rubén 12000, 12000 de la tribu
de Gad, de la tribu de Aser 12000, de la tribu de Neftalí 12000, 12000 de la tribu de Ma-
nasés, de la tribu de Simeón 12000, de la tribu de Leví 12000, de la tribu de Isacar
12000, de la tribu de Zabulón 12000, de la tribu de José 12,000, de la tribu de Benjamín
12000 sellados.

7CBA:931. Hay algunas cosas de las que debemos precavernos. Llegarán cartas
que contienen preguntas en cuanto al sellamiento del pueblo de Dios, quiénes serán
sellados, cuántos, y otras preguntas movidas por la curiosidad. Creo que debemos
decirles que lean las cosas que están plenamente reveladas y hablen de ellas. En la Pala-
bra de Dios se nos estimula al asegurarnos que si caminamos humildemente con Dios,
recibiremos instrucción. Pero no debe fomentarse una curiosidad indebida.
Podríamos remitir al capítulo dos de 2 Timoteo a los que están deseosos de originar al-
guna cosa nueva y extraña que es producto de la imaginación humana, y está tan por de-
bajo de los grandes y nobles conceptos de las Sagradas Escrituras como está lo común
por debajo de lo sagrado. Podríamos responder a preguntas necias, diciendo: Espere, y
entonces todos sabremos qué es esencial que sepamos. Nuestra salvación no depende de
asuntos secundarios (Carta 58, 1900).

7CBA:981. No debemos imitar a ningún ser humano. No hay ningún ser humano sufi-
cientemente sabio para ser nuestro modelo. Debemos contemplar al Hombre Cristo Je-
sús, que es completo en la perfección de justicia y santidad. El es el Autor y Consuma-
dor de nuestra fe. Es el Hombre modelo. Su vida es la medida de la vida que debemos
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alcanzar. Su carácter es nuestro modelo. Por lo tanto, despejemos nuestra mente de per-
plejidades y de las dificultades de esta vida y fijémosla en él, para que contemplándolo
podamos ser cambiados a su semejanza. Podemos contemplar a Cristo con un buen pro-
pósito. Podemos estar seguros mirándolo porque es omnisapiente. Al contemplarlo y al
pensar en él, él se formará en nuestro interior, la esperanza de gloria.
Esforcémonos con todo el poder que Dios nos ha dado para estar entre los ciento
cuarenta y cuatro mil (RH, 09-03-1905).

7CBA:989-989. Juan vio un Cordero sobre el monte de Sión, y con él 144.000 que
tenían el nombre de su Padre escrito en sus frentes. Llevaban el sello del cielo. Re-
flejaban la imagen de Dios. Estaban llenos de la luz y de la gloria del que es Santo. Si
queremos tener la imagen y la inscripción de Dios en nosotros, debemos apartarnos de
toda iniquidad. Debemos abandonar cada mala práctica, y entonces colocar nuestro caso
en las manos de Cristo. Mientras estemos ocupados en nuestra salvación con temor y
temblor, Dios producirá en nosotros así el querer como el hacer por su buena voluntad
(RH, 19-03-1889).
Cristo dice que habrá en la iglesia quienes presentarán fábulas y suposiciones, cuando
Dios ha dado grandes, elevadoras, ennoblecedoras verdades, que siempre debieran ser
guardadas en el depósito de la mente. Cuando los hombres que acepten esta teoría y
aquella, cuando tengan curiosidad por saber algo que no les es necesario conocer, no es-
tán siendo guiados por Dios. No es el plan divino que sus hijos presenten algo que no
sea más que suposiciones, algo que no está enseñado en la Palabra. No es la volun-
tad de Dios que entren en disputas por cuestiones que no los ayudarán espiritual-
mente, como ¿quiénes formarán parte del grupo de los 144.000? Esto lo sabrán
dentro de poco, sin sombra de duda, los elegidos de Dios.
Mis hermanos y hermanas, apreciad y estudiad las verdades que Dios ha dado para voso-
tros y vuestros hijos. No paséis vuestro tiempo procurando saber lo que no es de ayuda
espiritual. "¿Qué haré para heredar la vida eterna?" Esta es la pregunta fundamental, y
ha sido contestada claramente. "¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?" (MS 26,
1901)

NB:72. Pronto oímos la voz de Dios, semejante al ruido de muchas aguas, que nos
anunció el día y la hora de la venida de Jesús. Los 144000 santos vivientes recono-
cieron y entendieron la voz; pero los malvados se figuraron que era estruendo de
truenos y de un terremoto. Cuando Dios señaló el tiempo, derramó sobre nosotros el
Espíritu Santo, y nuestros semblantes se iluminaron refulgentemente con la gloria de
Dios, como le sucedió a Moisés al bajar del Sinaí.
Los 144000 estaban todos sellados y perfectamente unidos. En su frente llevaban
escritas estas palabras: "Dios, Nueva Jerusalén", y además una gloriosa estrella
con el nuevo nombre de Jesús. Los malvados se enfurecieron al vernos en aquel estado
santo y feliz, y querían apoderarse de nosotros para encarcelarnos, cuando extendimos la
mano en el nombre del Señor y cayeron rendidos en el suelo. Entonces conoció la sina-
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goga de Satanás que Dios nos había amado, a nosotros que podíamos lavarnos los pies
unos a otros y saludarnos fraternalmente con ósculo santo, y ellos adoraron a nuestras
plantas.

2MS:300-301. Casi no sé qué decirle. La noticia de la muerte de su esposa fue abruma-


dora para mí. Casi no pude creerla, y ahora a duras penas puedo admitirla. Dios me dio
una visión el último sábado de noche, y se la voy a referir... Vi que ella estaba sellada,
que se levantaría y se pondría en pie sobre la tierra, y estaría con los ciento cuaren-
ta y cuatro mil. Vi que no necesitábamos afligirnos por ella; descansaría durante el
tiempo de angustia; lo único que debería afligirnos debería ser nuestra pérdida experi-
mentada al ser privados de su compañía. Vi que su muerte seria para bien. (Carta 10,
1850).

Versículos 9-10. Después vi una gran multitud que ninguno podía contar, de toda na-
ción, tribu, pueblo y lengua. Estaban ante el trono y en presencia del Cordero, vestidos
de ropa blanca y con palmas en sus manos. Y aclamaban a gran voz: "La salvación se
debe a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero.”

4SP:480. Los redimidos elevan un canto de alabanza que suena y resuena por los
pasillos del cielo, “Salvación a nuestro Dios quien está sobre el trono, y al Corde-
ro.” Y ángel y serafín unen sus voces en adoración. Al ver los redimidos el poder y
malignidad de Satanás, han visto, como nunca antes, que ningún poder salvo el de
Cristo, los pudiera haber hecho vencedores. En toda esa hueste resplandeciente
ninguno hay que atribuya la salvación a sí mismo, como si hubieran prevalecido
por su propio poder o bondad. Nada se dice de lo que ellos han hecho o sufrido; pero
el centro de cada canto, la nota tónica de cada entonación, es, Salvación a nuestro Dios y
al Cordero.

5T:384-385. Entonces hágase esfuerzo fervoroso y decidido para echar en corrida al te-
rrible enemigo. Queremos vestir toda la armadura de justicia. El tiempo está transcu-
rriendo, y pronto nos acercamos al fin del tiempo de gracia. ¿Estarán nuestros nombres
registrados en al libro de vida del Cordero, o seremos encontrados con los infieles?
¿Somos del número que se reunirá alrededor del gran trono blanco, entonando el canto
de los redimidos? En esa hueste no existen los fríos y formales. Cada alma es ferviente,
cada corazón lleno de gratitud por el maravilloso amor de Dios y la gracia vence-
dora que los ha capacitado para vencer en la guerra contra el pecado. Y con voz
alta entonan el canto: “Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y
al Cordero.”

CM:518. Muy preciosa es para Dios su obra en la tierra. Cristo y los ángeles celestiales
están velando sobre ella en todo momento. A medida que nos acerquemos a la venida
de Cristo, más obra misionera debemos hacer. El mensaje del poder renovador de la
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gracia de Dios será proclamado a todo país y clima, hasta que la verdad circunde el
mundo. Entre los que serán sellados habrá quienes vendrán de toda nación, tribu, lengua
y pueblo. De todo país se reunirán hombres y mujeres que estarán delante del
trono de Dios y del Cordero exclamando: "La salvación pertenece a nuestro Dios
que está sentado en el trono, y al Cordero" (Apoc. 7: 10). Pero antes que esta obra
sea realizada, debemos experimentar aquí en nuestro propio país la obra del Espí-
ritu Santo en nuestros corazones.

RH, 28 de Agosto de 1888. Por favor, déjese ya el lenguaje áspero y criticón. No os


excuséis diciendo que es natural que habléis de cierta manera. Nunca digáis: “Es
mi forma de ser cuando soy áspero y malhablado,” y así creáis que es suficiente ra-
zón para que complazcáis tal conducta. Rasgad el corazón, y no vuestra vestidura,
y tornaos al Señor. Procurad mostrar vuestro amor por quienes Cristo ha muerto.
Y cuando la nación justa que guarda la verdad, entre marchando, podáis estar en-
tre esa compañía victoriosa que estará delante del gran trono blanco, atribuyendo
salvación a Dios, y al Cordero. Todos podrán tener el privilegio de estar con esa hueste
santificada que he vencido mediante la sangre del Cordero y mediante la palabra de su
testimonio. Cómo se verá vuestra alma rodeada de gozo, al escuchar el “Bien hecho,
buen siervo y fiel, entra en el gozo de tu Señor.”

Versículos 11-12. Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono, de los an-
cianos y de los cuatro seres vivientes, se postraron sobre su rostro ante el trono y adora-
ron a Dios. Dijeron: "¡Amén! Alabanza y gloria, sabiduría y acción de gracias, honra,
poder y fortaleza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos. ¡Amén!"

CE:34. Dios llama a obreros de todas las iglesias para que entren en su servicio como
colportores evangélicos. Dios ama a su iglesia. Si los miembros hacen su voluntad, si
luchan por impartir la luz a los que están en tinieblas, él bendecirá grandemente sus es-
fuerzos. Representa a la iglesia como la luz del mundo. Por medio de su fiel servicio,
una multitud de personas que ningún hombre puede contar llegarán a convertirse
en hijos de Dios, aptos para la gloria eterna. Todos los sectores del dominio de Dios
han de ser llenados con su gloria. ¿Qué está haciendo, pues, la iglesia para iluminar al
mundo, para que en todas partes de la tierra se eleve hacia él un tributo de alabanza, ora-
ción y acción de gracias? (Carta 124, 1902).

Ed:309. En nuestra vida terrenal, aunque restringida por el pecado, el mayor gozo y la
más elevada educación se encuentran en el servicio. Y en la vida futura, libre de las li-
mitaciones de la humanidad pecaminosa, hallaremos nuestro mayor gozo y nuestra más
elevada educación en el servicio: Dando testimonio, y mientras lo hacemos aprendiendo
de nuevo acerca de "las riquezas de la gloria de este ministerio entre los gentiles; que es
Cristo en vosotros, la esperanza de gloria".
"Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se mani-
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fieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es".
Cristo contemplará entonces su recompensa en los resultados de su obra, en aque-
lla gran multitud que nadie podrá contar, presentada "sin mancha delante de su
gloria con gran alegría". Aquel cuya sangre nos ha redimido y cuya vida ha sido
para nosotros una enseñanza, "verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará
satisfecho".

5T:621. Las mentes finitas no pueden estimar plenamente el valor de un alma. ¡Con
cuánta gratitud recordarán los rescatados y glorificados aquellos que hayan sido instru-
mentos de su salvación! Nadie lamentará entonces sus esfuerzos abnegados y labores
perseverantes, su paciencia, longanimidad y fervientes anhelos por las almas que po-
drían haberse perdido si hubiese descuidado su deber o se hubiese cansado de hacer el
bien.
Entonces los que sean dignos de ir vestidos de blanco se hallarán reunidos en el re-
dil del gran Pastor. Desde su trono, el Cordero saludará al obrero fiel y al alma salvada
por su labor y los conducirá al árbol de la vida y a la fuente de aguas vivas. ¡Con qué
gozo contemplará el siervo de Cristo esos redimidos, que podrán compartir la gloria de
su Redentor! ¡Cuánto más precioso será el cielo para los que hayan sido fieles en la obra
de salvar almas! "Y los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y
los que enseñan a justicia la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad." (Dan.
12:3).

CsS:261. El grupo de personas ataviadas con vestidos blancos que rodean el trono
de Dios no estará compuesto por los que amaban los placeres más que a Dios, y que
eligieron dejarse llevar por la corriente antes que luchar contra las olas de la oposi-
ción. Todos los que se mantienen puros y sin la contaminación del espíritu y la influen-
cia que prevalecen en este tiempo, enfrentarán duros conflictos. Tendrán que pasar por
grandes tribulaciones; lavarán los vestidos del carácter y los emblanquecerán en la san-
gre del Cordero. Cantarán el cántico de triunfo en el reino de gloria. Los que sufren con
Cristo participarán de su gloria. RH, 16 de Octubre de 1883.

CS:723. Inmediatos al trono se encuentran los que fueron alguna vez celosos en la
causa de Satanás, pero que, cual tizones arrancados del fuego, siguieron luego a su
Salvador con profunda e intensa devoción. Vienen después los que perfeccionaron
su carácter cristiano en medio de la mentira y de la incredulidad, los que honraron
la ley de Dios cuando el mundo cristiano la declaró abolida, y los millones de todas
las edades que fueron martirizados por su fe. Y más allá está la "grande muche-
dumbre, que nadie podía contar, de entre todas las naciones, y las tribus, y los pue-
blos, y las lenguas... de pie ante el trono y delante del Cordero, revestidos de ropas
blancas, y teniendo palmas en sus manos". (Apoc. 7:9, V.M.) Su lucha terminó; gana-
ron la victoria. Disputaron el premio de la carrera y lo alcanzaron. La palma que llevan
en la mano es símbolo de su triunfo, la vestidura blanca, emblema de la justicia perfecta
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de Cristo que es ahora de ellos.
Los redimidos entonan un canto de alabanza que se extiende y repercute por las bóvedas
del cielo: "¡Atribúyase la salvación a nuestro Dios, que está sentado sobre el trono, y al
Cordero!" (Verso 10). Ángeles y serafines unen sus voces en adoración. Al ver los redi-
midos el poder y la malignidad de Satanás, han comprendido, como nunca antes, que
ningún poder fuera del de Cristo habría podido hacerlos vencedores. Entre toda esa mu-
chedumbre ni uno se atribuye a si mismo la salvación, como si hubiese prevalecido con
su propio poder y su bondad. Nada se dice de lo que han hecho o sufrido, sino que el
tema de cada canto, la nota dominante de cada antífona es: Salvación a nuestro Dios y al
Cordero.

ML:346. Muy por encima de la ciudad, sobre un fundamento de oro bruñido, está
un trono, alto y elevado. Sobre este trono se sienta el Hijo de Dios, y su alrededor se
encuentran los sujetos de su reino. El poder y majestad de Cristo ningún lenguaje pue-
de describir, ninguna pluma encuadrar. La gloria del Padre Eterno está rodeando a su Hi-
jo. El resplandor de su presencia llena la ciudad de Dios y fluye más allá de los portales,
inundando la tierra con su brillantez.
Más cerca del trono están los que en un tiempo fueron los más celosos en la causa
de Satanás, pero quienes, sacados como tizón del incendio, han seguido a su Salva-
dor con devoción profunda e intensa. En seguida están los que perfeccionaron el ca-
rácter en medio de la falsedad y la infidelidad, los que honraron la ley de Dios cuando
el mundo cristiano la declaró nula, y los millones de todas las edades que fueron martiri-
zados por su fe. Y más allá está la “gran multitud, que ningún hombre podía contar, de
todas las naciones, pueblos y lenguas,.... delante del trono, delante del Cordero, vestidos
con mantos blancos, y con palmas en sus manos.” Su guerra ha terminado, su victoria es
ganada. Ellos han corrido la carrera y alcanzado el premio...

PR:531-532. "Levántate, resplandece; que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha


nacido sobre ti."(Isa. 60:1) Cristo viene con poder y grande gloria. Viene con su propia
gloria, y con la del Padre. Y le acompañarán los santos ángeles. Mientras todo el mundo
esté sumido en tinieblas, habrá luz en toda morada de los santos. Percibirán la primera
vislumbre de su segunda aparición. Una luz sin sombra brillará de su resplandor, y Cris-
to el Redentor será admirado por todos los que le sirvieron. Mientras huyan los impíos,
los que siguieron a Cristo se regocijarán en su presencia.
Entonces los redimidos de entre los hombres recibirán la herencia que se les pro-
metió. Así obtendrá un cumplimiento literal el propósito de Dios para con Israel. El
hombre no puede impedir que se cumpla la voluntad de Dios. Aun en medio de las ma-
nifestaciones del mal, los propósitos de Dios han estado avanzando constantemente ha-
cia su realización. Así sucedió con la casa de Israel durante toda la historia de la monar-
quía dividida; y así sucede hoy con el Israel espiritual.
Mirando a través de los siglos, al tiempo de esta restauración de Israel en la tierra hecha
nueva, el vidente de Patmos testificó:
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"Miré, y he aquí una gran compañía, la cual ninguno podía contar, de todas gentes y li-
najes y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero,
vestidos de ropas blancas, y palmas en sus manos; y clamaban en alta voz, diciendo:
Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero."(Apoc. 7: 9-10.)

6T:368. El templo de Dios está abierto en el cielo, e inunda su umbral la gloria de Dios
destinada a toda iglesia que ame a Dios y guarde sus mandamientos. Necesitamos estu-
diar, meditar y orar. Tendremos entonces visión espiritual para discernir los atrios
interiores del templo celestial. Percibiremos los temas de los himnos y agradeci-
mientos del coro celestial que está alrededor del trono. Cuando Sión se levante y
resplandezca, su luz será muy penetrante y se oirán preciosos himnos de alabanza y
agradecimiento en las asambleas de los santos. Cesarán las murmuraciones y quejas por
pequeñas desilusiones y dificultades. Mientras apliquemos el colirio áureo, veremos las
glorias venideras. La fe penetrará las densas sombras de Satanás y veremos a nuestro
Abogado ofreciendo el incienso de sus propios méritos en nuestro favor. Cuando vea-
mos esto tal cual es, como el Señor desea que lo veamos, nos embargará un sentido de la
inmensidad y diversidad del amor de Dios.

Te:101. El cielo vale la pena cualquier sacrificio de nuestra parte. No podemos correr
ningún peligro en este asunto. En esto no debemos arriesgarnos. Debemos saber que
nuestros pasos están ordenados por el Señor. Que Dios nos ayude en nuestra gran obra
de vencer. Él tiene coronas para todos los que triunfan. Tiene ropas blancas para los
justos. Tiene un mundo eterno de gloria para aquellos que buscan gloria, honor e
inmortalidad. Todo aquel que entre en la ciudad de Dios, lo hará como triunfador. No
entrará en ella como un criminal condenado, sino como un hijo de Dios. Y la bienveni-
da para todos los que entren, será: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino prepa-
rado para vosotros desde la fundación del mundo" (Mat. 25: 34).

HHD:371 (en inglés). Perdéis mucho al no estudiar con mayor fervor y atención la vida
de Cristo. Allí.....podréis ver la victorias que necesitáis alcanzar...para que podáis ga-
nar el precioso manto blanco de un carácter sin mancha, y al fin estar de pie ante el
trono de Dios.

HAp:124. "El ángel de Jehová acampa en derredor de los que le temen, y los defiende."
(Salmo 34:7). Dios envía a sus ángeles a salvar a sus escogidos de la calamidad, a prote-
gerlos de "pestilencia que ande en oscuridad," y de "mortandad que en medio del día
destruya." (Salmo 91:6). Repetidas veces los ángeles han hablado con los hombres como
un hombre habla con su amigo, y los han guiado a lugares seguros. Vez tras vez las pa-
labras alentadoras de los ángeles han renovado los espíritus abatidos de los fieles,
elevando sus mentes por encima de las cosas de la tierra, y los han inducido a con-
templar por la fe las ropas blancas, las coronas y las palmas de victoria, que los
vencedores recibirán cuando circunden el gran trono blanco.
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7CBA:981. Las palmas significan que han ganado la victoria, y los mantos blancos que
han sido revestidos con la justicia de Cristo. Gracias a Dios porque se ha abierto una
fuente para lavar los mantos de nuestro carácter y hacerlos tan blancos como la nieve
(MS 23, sin fecha).

Versículos 13-14. “Entonces uno de los ancianos me preguntó: "Estos que están vestidos
de ropa blanca, ¿quiénes son, y de dónde han venido?
Yo respondí: "Señor, tú lo sabes". Y él me dijo: "Estos son los que han venido de la gran
tribulación. Han lavado su ropa, y la han emblanquecido en la sangre del Cordero.”

ML:321. Los de manto blanco que rodean el trono de Dios no provienen del grupo que
era amaba más el placer que a Dios, y que escogió ir con la corriente en lugar de afrontar
las ondas de oposición. Todo el que permanece puro e incorrupto del espíritu e in-
fluencia prevaleciente en esta hora, tendrá severos conflictos. Pasarán por gran tri-
bulación; lavarán el manto del carácter y lo emblanquecerán en la sangre del Cor-
dero. Estos entonarán el canto de triunfo en el reino de gloria.

1MS:303. Todos los que sean hallados dignos de ser contados como miembros de la fa-
milia de Dios en el cielo, se reconocerán mutuamente como hijos e hijas de Dios. Com-
prenderán que todos ellos reciben su fortaleza y perdón de la misma fuente: de Jesucris-
to, que fue crucificado por sus pecados. Saben que deben lavar sus mantos de carác-
ter en la sangre de Cristo para ser aceptados por el Padre en su nombre, si desean
estar en la brillante asamblea de los santos, revestidos con los blancos mantos de
justicia.

PE:16-17. Juntos entramos en la nube y durante siete días fuimos ascendiendo al mar de
vidrio, donde Jesús sacó coronas y nos las ciñó con su propia mano. Nos dio también
arpas de oro y palmas de victoria. En el mar de vidrio, los 144,000 formaban un cuadra-
do perfecto. Algunas coronas eran muy brillantes y estaban cuajadas de estrellas, mien-
tras que otras tenían muy pocas; y sin embargo, todos estaban perfectamente satisfechos
con su corona. Iban vestidos con un resplandeciente manto blanco desde los hombros
hasta los pies. Había ángeles en todo nuestro derredor mientras íbamos por el mar de vi-
drio hacia la puerta de la ciudad. Jesús levantó su brazo potente y glorioso y, posándolo
en la perlina puerta, la hizo girar sobre sus relucientes goznes y nos dijo: "En mi sangre
lavasteis vuestras ropas y estuvisteis firmes en mi verdad. Entrad." Todos entra-
mos, con el sentimiento de que teníamos perfecto derecho a estar en la ciudad.

NB:61. A menudo el Señor me ha dado una visión de la situación y de lo que necesitan


las joyas dispersas que no han venido todavía a la luz de la verdad presente, y me ha
mostrado que los mensajeros debieran dirigirse hacia ellas tan rápidamente como les sea
posible, a fin de darles la luz. Muchos de los que nos rodean necesitan tan sólo que se
les quiten sus prejuicios y se les presenten las evidencias de nuestra posición actual de
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acuerdo con la Palabra, y recibirán gozosamente la verdad presente. Los mensajeros de-
ben velar por las almas como quienes han de dar cuenta. La suya debe ser una vida de
trabajo y angustia de espíritu, mientras pesa sobre ellos la carga de la preciosa causa de
Cristo tantas veces perjudicada. Tendrán que poner a un lado los intereses y las como-
didades del mundo, y procurar en primer lugar hacer cuanto pueden para hacer progresar
la causa de la verdad presente y salvar a las almas que perecen.
Ellos obtendrán también una rica recompensa. En las coronas de su regocijo, aquellos a
quienes hayan rescatado y salvado finalmente resplandecerán para siempre como estre-
llas. Y durante toda la eternidad tendrán la satisfacción de haber hecho lo que po-
dían en la presentación de la verdad en su pureza y hermosura, de manera que hu-
bo almas que se enamoraron de ella, fueron santificadas por ella y aprovecharon el
inestimable Privilegio de ser enriquecidas, lavadas en la sangre del Cordero y redi-
midas para Dios.

PE:481. En la parábola del capítulo 22 de Mateo, se emplea la misma figura de las bodas
y se ve a las claras que el juicio investigador se realiza antes de las bodas. Antes de ve-
rificarse estas entra el Rey para ver a los huéspedes, y cerciorarse de que todos lle-
van las vestiduras de boda, el manto inmaculado del carácter, lavado y emblanque-
cido en la sangre del Cordero. (Mat. 22:1; Apoc. 7:14). Al que se le encuentra sin traje
conveniente, se le expulsa, pero todos los que al ser examinados resultan tener las vesti-
duras de bodas, son aceptados por Dios y juzgados dignos de participar en su reino y de
sentarse en su trono. Esta tarea de examinar los caracteres y de determinar los que están
preparados para el reino de Dios es la del juicio investigador, la obra final que se lleva a
cabo en el santuario celestial.

CS:735-736. Allí los redimidos conocerán como son conocidos. Los sentimientos de
amor y simpatía que el mismo Dios implantó en el alma, se desahogarán del modo más
completo y más dulce. El trato puro con seres santos, la vida social y armoniosa con
los ángeles bienaventurados y con los fieles de todas las edades que lavaron sus ves-
tiduras y las emblanquecieron en la sangre del Cordero, los lazos sagrados que
unen a "toda la familia en los cielos, y en la tierra" (Efesios 3: 15, V.M.) -todo eso
constituye la dicha de los redimidos.
Todos los tesoros del universo se ofrecerán al estudio de los redimidos de Dios. Libres
de las cadenas de la mortalidad, se lanzan en incansable vuelo hacia los lejanos mundos-
mundos a los cuales el espectáculo de las miserias humanas causaba estremecimientos
de dolor, y que entonaban cantos de alegría al tener noticia de un alma redimida. Con
indescriptible dicha los hijos de la tierra participan del gozo y de la sabiduría de los seres
que no cayeron. Comparten los tesoros de conocimientos e inteligencia adquiridos du-
rante siglos y siglos en la contemplación de las obras de Dios. Con visión clara conside-
ran la magnificencia de la creación -soles y estrellas y sistemas planetarios que en el or-
den a ellos asignado circuyen el trono de la Divinidad. El nombre del Creador se en-
cuentra escrito en todas las cosas, desde las más pequeñas hasta las más grandes, y en
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todas ellas se ostenta la riqueza de su poder.

HHD:68. La única esperanza del hombre yace en Jesucristo, quien trajo el manto de su
justicia para ponerlo sobre el pecador que quiera dejar de lado sus sucios andrajos . . .
No se han preparado los mantos puros y santos para que alguien se los ponga después de
haber entrado por los portales de la ciudad. Todos los que entren tendrán la túnica de
la justicia de Jesucristo... No habrá cobertor de pecados y faltas, que oculte la de-
formidad del carácter; no habrá ropa medio lavada; por el contrario, todos serán
puros y sin mácula.-YI 18-8-1886.

HHD:364. Los que no quisieran que reinase [Cristo] sobre ellos, lo verán rodeado por la
multitud de los redimidos, cada uno con la leyenda: Jehová, justicia nuestra . . . En
aquel día los redimidos resplandecerán en la gloria del Padre y de su Hijo. Los ángeles
del cielo, tocando sus áureas arpas, darán la bienvenida al Rey y a los que constitu-
yen los trofeos de su victoria, aquellos que han sido lavados y emblanquecidos en la
sangre del Cordero. Brotará un himno de triunfo, que llenará todo el cielo. Cristo ha
vencido. Penetra en los atrios celestiales acompañado por sus redimidos, que constitu-
yen el testimonio de que su misión de sufrimiento y abnegación no ha sido en vano. RH,
24-11-1904.

1MS:64. ¿Están repasando nuestros hermanos el pasado, presente y futuro, a medida que
se despliega ante el mundo? ¿Prestan atención a los mensajes de amonestación que se les
ha dado? ¿Es nuestra mayor preocupación hoy día que nuestras vidas sean refina-
das y purificadas y que reflejemos la semejanza divina? Esto deben experimentar
todos los que se unan a la compañía de los que son lavados y emblanquecidos en la
sangre del Cordero. Deben estar ataviados con la justicia de Cristo. El nombre de Cris-
to debe estar escrito en sus frentes. Deben regocijarse en la esperanza de la gloria de
Dios. Cristo ha grabado los nombres de su pueblo en la palma de sus manos. Nunca per-
derá su interés en ninguna alma necesitada.

1T:61. Todos entramos juntos a la nube, y estuvimos siete días ascendiendo hasta el mar
de vidrio, cuando Jesús trajo las coronas, y con su propio brazo derecho las puso sobre
nuestras cabezas. Nos dio arpas de oro y palmas de victoria. Aquí en el mar de vidrio los
144000 estaban en un cuadrangular perfecto. Algunos tenían brillantes coronas, otros no
tan brillantes. Algunas coronas parecían muy cargadas con estrellas, mientras que otros
tenían sino pocas. Todos estaban perfectamente satisfechos con sus coronas. Y todos es-
taban vestidos de un glorioso manto blanco desde los hombros hasta los pies. Ángeles
nos rodeaban al ir nosotros marchando sobre el mar de vidrio hasta el portal de la ciu-
dad. Jesús alzó su grande y glorioso brazo, tomó la perlina puerta, y la abrió sobre
sus brillantes bisagras, y nos dijo: “Vosotros habéis lavado vuestras ropas en mi
sangre, estuvisteis firmes en mi verdad, entrad.” Todos entramos y sentimos que
teníamos perfecto derecho allí.
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1T:78. Nuestro Maestro fue un varón de dolores; estuvo familiarizado con la tristeza; y
los que sufren con él reinarán con él. Cuando el Señor apareció a Saúl en su conversión,
no se propuso mostrar de cuánto bien podía gozar, sino cuán grandes cosas sufriría por
Su nombre. El sufrimiento ha sido la porción del pueblo de Dios desde los días del már-
tir Abel. Los patriarcas sufrieron por ser leales a Dios y obedientes a sus mandamientos.
La gran Cabeza de la iglesia sufrió a favor nuestro; sus primeros apóstoles y la iglesia
primitiva sufrió; los millones de mártires sufrieron, y los Reformadores sufrieron. ¿Y
por qué debiésemos nosotros, que tenemos la bendita esperanza de la inmortalidad, a
consumarse en la pronta aparición de Cristo, retraernos de una vida de sufrimiento? Si
fuera posible alcanzar el árbol de vida en medio del paraíso de Dios sin sufrimiento, no
gozaríamos de tan rica recompensa por la cual no habíamos sufrido. Nos apartaríamos
de la gloria; vergüenza nos cogería en la presencia de los que pelearon la buena batalla,
habían corrido la carrera con paciencia, y logrado la vida eterna. Pero ninguno habrá allí
que no haya, como Moisés, escogido sufrir aflicción con el pueblo de Dios. El profeta
Juan vio la multitud de los redimidos, e inquirió sobre ellos. La pronta respuesta vino:
“Estos son los que han salido de gran tribulación, y han lavado sus vestiduras, y
las han emblanquecido en la sangre del Cordero.”

1T:155. Únicamente aquellos que han participado de los sufrimientos del Hijo de Dios,
y han subido de la gran tribulación y lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en
la sangre del Cordero, pueden disfrutar de la gloria indescriptible y la belleza insupera-
ble del cielo".

2T:60. Hermano G, como mayordomo de Dios, contémplele. Es él a quien usted habrá


de rendir cuentas de su mayordomía, no a su esposa. Son los recursos de Dios los que
usted está manejando. Él sólo se los ha prestado para probarle, para ponerle a prueba,
para ver si usted será “rico en buenas obras, listo para compartir, dispuesto a comuni-
car,” depositando para sí un buen fundamento para el porvenir, para que podáis lograr la
vida eterna. Dios pedirá cuenta de lo suyo con logros. Que él le ayude a prepararse para
el juicio. Sea el yo crucificado. Vivan las preciosas gracias del Espíritu en vuestros cora-
zones. Despídase al mundo con sus deseos corruptos. “No améis al mundo, ni las cosas
que en él están. Si alguno amare al mundo, el amor del Padre no está en él.” Si vuestra
profesión es tan alta como el cielo, y no obstante sois egoístas y amantes del mundo, no
podéis tener parte en el reino con los santificados, los puros y santos. “Donde esté vues-
tro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” Si vuestro tesoro está en el cielo, vuestro
corazón también estará allí. Hablaréis del cielo, la vida eterna, la corona inmortal. Si ha-
céis tesoro en la tierra, estaréis hablando de cosas terrenales, preocupándoos de pérdidas
o ganancias. “¿De qué aprovechará al hombre, si granjeare a todo el mundo y perdiere
su propia alma? ¿O qué dará el hombre en cambio por su alma?
Hay luz y salvación para usted si tan sólo sintiera que la debe tenerla o perecer. Jesús
puede salvar hasta lo sumo. Pero, Hermana G, Si Dios alguna vez ha hablado por
medio de mí, le diré a usted que está terriblemente engañada respecto a usted mis-
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ma, y necesita tener una cabal conversión, o nunca formará parte de ese número
que ha salido de gran tribulación, habiendo lavado y emblanquecido sus vestiduras
en la sangre del Cordero.

5CBA:1106. Recordad que así como estáis en vuestra familia así estaréis en la iglesia.
Así como tratáis a vuestros hijos, así trataréis a Cristo. Si fomentáis un espíritu diferente
al de Cristo, deshonráis a Dios... Al hombre no lo hace el puesto que ocupa. Cristo for-
mado en lo íntimo es lo que hace que un hombre sea digno de recibir la corona de la vi-
da, que es inmarcesible...
Este es nuestro tiempo de lavar y planchar: tiempo cuando debemos limpiar nues-
tros mantos del carácter en la sangre del Cordero. Juan dice: "He aquí el Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo"... ¿No le permitiremos que los quite? ¿No dejare-
mos que nuestros pecados se vayan? (GCB, 06-04-1903, p. 89)

7CBA:972. Cristo dice de los vencedores: "No borraré su nombre del libro de la vida".
Los nombres de todos los que alguna vez se entregaron a Dios, están escritos en el libro
de la vida y sus caracteres están desfilando ahora delante de él. Los ángeles de Dios es-
tán pesando el valor moral; están observando el desarrollo del carácter en aquellos que
ahora viven, para ver si sus nombres pueden ser conservados en el libro de la vida. Se
nos concede un tiempo de gracia para lavar las ropas de nuestro carácter y em-
blanquecerlas en la sangre del Cordero. ¿Quién está haciendo esta obra? ¿Quién se
está separando del pecado y del egoísmo? (HS:138).

7CBA:977. Se invita al alma que se ponga las vestiduras blancas que son el manto de
justicia de Cristo.

PVGM:255-256. Dios exige que sus hijos sean perfectos. Su ley es una copia de su pro-
pio carácter, y es la norma de todo carácter. Esta norma infinita es presentada a todos a
fin de que no haya equivocación respecto a la clase de personas con las cuales Dios ha
de formar su reino. La vida de Cristo sobre la tierra fue una perfecta expresión de la ley
de Dios, y cuando los que pretenden ser hijos de Dios llegan a ser semejantes a Cristo
en carácter, serán obedientes a los mandamientos de Dios. Entonces el Señor puede con
confianza contarlos entre el número que compondrá la familia del cielo. Vestidos con el
glorioso manto de la justicia de Cristo, poseen un lugar en le banquete del Rey.
Tienen derecho a unirse a la multitud que ha sido lavada con sangre.

CW:81. Eso que nuestro pueblo debe tener entretejido con toda su vida y carácter, es el
desenvolvimiento del plan de redención; y ejemplificados en sus vidas conceptos más
elevados de Dios y su santidad. El lavamiento de los mantos de carácter en la sangre
del Cordero es una obra que debemos atender con fervor, eliminando todo defecto
de carácter. De esa forma estamos obrando nuestra propia salvación con temor y tem-
blor. El Señor está obrando en nosotros el querer como el hacer de su buena voluntad.
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Necesitamos a Cristo morando en nuestros corazones, una constante fuente viviente; en-
tonces las aguas que fluyen de la fuente viva serán puros, suaves, y celestiales. Entonces
una probadita del cielo le será dada a los humildes de corazón.

2MS:178. Dios desea que su pueblo muestre en sus vidas las ventajas que el cristianismo
tiene sobre la mundanalidad. Debemos vivir de tal modo que Dios pueda utilizarnos
en su obra de convertir a los seres humanos y de inducirlos a lavar las ropas de su
carácter y emblanquecerlas en la sangre del Cordero. "Somos hechura suya, creados
en Cristo Jesús para buenas obras"(Efe. 2:10). Dios desea revelar su múltiple voluntad
por medio de nosotros. Con ese fin nos pide que hagamos brillar nuestra luz en términos
de buenas obras (Manuscrito 73a, 1900).

1MS:303. Todos los que sean hallados dignos de ser contados como miembros de la fa-
milia de Dios en el cielo, se reconocerán mutuamente como hijos e hijas de Dios. Com-
prenderán que todos ellos reciben su fortaleza y perdón de la misma fuente: de Jesucris-
to, que fue crucificado por sus pecados. Saben que deben lavar sus mantos de carác-
ter en la sangre de Cristo para ser aceptados por el Padre en su nombre, si desean
estar en la brillante asamblea de los santos, revestidos con los blancos mantos de
justicia.

3T:45-46. Queridos jóvenes, me dirijo a vosotros tres. Sea vuestro blanco glorificar
a Dios y lograr asemejaros a Su carácter moral. Invítese al Espíritu de Dios a mol-
dear vuestros caracteres. Ahora es vuestra áurea oportunidad para lavar vuestros
mantos de carácter y emblanquecerlos en la sangre del Cordero. Considero esto
como el punto determinante en vuestro destino. ¿A quién escogeréis, dice Cristo, a
Mí o al mundo? Dios pide una entrega sin reservas del corazón y los afectos a él. Si
amáis a amigos, hermanos o hermanas, padre o madre, casas o tierras, más que a mí, di-
ce Cristo, no sois dignos de mí. La religión pone al corazón bajo la más grande obliga-
ción a sus reclamos, para que camine en consonancia con sus principios. Así como el
misterioso magneto apunta hacia el norte, también los reclamos de religión apuntan ha-
cia la gloria de Dios. Estáis obligados por vuestros votos bautismales a honrar a vuestro
Creador y a resolutamente negar al yo y crucificar los afectos y deseos, y traer los pen-
samientos en obediencia a la voluntad de Cristo.

3T:183. El Doctor B. no está ciego tocante a su peculiar temperamento. Él ve sus fallas,


y cuando siente sobre sí la presión, está dispuesto a retroceder y dar la espalda en el
campo de batalla. Pero él nada ganará al seguir este curso. Él está situado donde sus con-
tornos y la presión de circunstancias están desarrollando los puntos fuertes en su carác-
ter, puntos de los cuales lo áspero necesita ser quitado, para que llegue a ser refinado y
elevado. Que él huya del conflicto no quitará los defectos de su carácter. Si huyera él del
instituto, de esa forma no quitaría ni vencería los defectos de su carácter. Él tiene una
obra delante de sí para vencer estos defectos si desearía estar entre el número que se pre-
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sentará sin falta ante el trono de Dios, habiendo salido de gran tribulación, y habiendo
lavado y emblanquecido sus ropas de carácter en la sangre del Cordero. La provisión ha
sido hecha para que nosotros hagamos el lavado. La fuente ha sido preparada a costo in-
finito, y la carga del lavado descansa sobre nosotros, quienes nos encontramos imper-
fectos delante de Dios. El Señor no se propone quitar estas manchas de contaminación
sin que nosotros hagamos nuestra parte. Debemos lavar nuestros mantos en la sangre del
Cordero. Podemos asirnos de los méritos de la sangre de Cristo por fe, y mediante
su gracia y poder tener fuerza para vencer nuestros errores, nuestros pecados, las
imperfecciones de nuestro carácter, y salir victoriosos, habiendo lavado nuestros
mantos en la sangre del Cordero.

3T:324. Según la luz que Dios me ha dado en visión, la iniquidad y el engaño están au-
mentando entre el pueblo de Dios que profesa guardar sus mandamientos. Discernimien-
to especial para ver el pecado así como existe, y luego eliminarlo del campamento, está
disminuyendo entre el pueblo de Dios; y ceguera espiritual pronto está llegando sobre
ellos. El testimonio directo debe reavivarse, y separará a los que en Israel siempre han
estado guerreando con los medios que Dios ha ordenado para apartar las corrupciones de
la iglesia. Al mal hay que llamarle mal. Pecados graves deben ser llamados por su nom-
bre. Todo el pueblo de Dios deber acercarse a él y lavar sus vestiduras de carácter
en la sangre del Cordero. Entonces verán el pecado en la verdadera luz y reconocerán
cuán ofensivo es a la vista de Dios.

3T:338. No podéis llegar al cielo sin esfuerzo ferviente y perseverante. Vista a la luz del
cielo, vuestra vida ha sido sin rumbo e inútil. Usted ahora tiene oportunidad de redi-
mir el tiempo y de lavar su manto de carácter en la sangre del Cordero. Dios le
ayudará si usted siente necesidad de Su ayuda. Su justicia es de ningún valor para con
Dios. Es sólo mediante los méritos de Cristo que usted será victorioso al fin. Y si usted
puede estar entre los que serán salvados con salvación eterna, el costo del cielo habrá va-
lido la pena.

4T:42-43. Dios ama a los hijos del Hermano D, pero ellos están en temible peligro de
sentirse sanos y en ninguna necesidad de médico. Confiando ellos en su propia justicia
nunca los salvará. Ellos deben sentir necesidad de un Salvador. Cristo vino a salvar pe-
cadores. Dice Jesús: “Yo no he venido a llamar justos, sino a pecadores al arrepenti-
miento.” Los fariseos, quienes sentían que eran justos, y quienes confiaban en sus bue-
nas obras, ni sentían necesidad de un Salvador. Ellos sentían que la tenían lo suficiente
bien sin Cristo.
Los queridos hijos del Hermano D deben suplicar a Jesús que les revele su pecaminosi-
dad, y luego pedirle que se les revele como el Salvador que perdona el pecado. Estos
preciosos hijos no deben ser engañados y perder la vida eterna. Si no son convertidos
no pueden entrar en el reino de los cielos. Ellos deben lavar sus mantos de carácter
en la sangre del Cordero. Jesús los invita a tomar pasos que los pecadores deben tomar
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para poder llegar a ser sus hijos. Él les ha dado ejemplo en su vida al someterse a la or-
denanza del bautismo. Él es nuestro ejemplo en todas las cosas.

4T:71-72. Como pueblo, perdemos mucho por falta de simpatía y sociabilidad unos con
otros. El que habla de independencia y se encierra en sí mismo no está ocupando el
puesto que Dios le destinó. Somos hijos de Dios y dependemos mutuamente unos de
otros para nuestra felicidad. Sobre nosotros pesan los derechos de Dios y de la humani-
dad. Debemos desempeñar todos nuestra parte en esta vida. El debido cultivo de los
elementos sociales de nuestra naturaleza es lo que nos hace simpatizar con nuestros
hermanos y nos proporciona felicidad en nuestros esfuerzos por beneficiar a otros. La
felicidad del cielo consistirá en la comunión pura de los seres santos, la armoniosa
vida social con los ángeles bienaventurados y con los redimidos que hayan lavado y
emblanquecido sus vestiduras en la sangre del Cordero. No podemos ser felices
mientras estamos engolfados en nuestros propios intereses. Debemos vivir en este mun-
do para ganar almas para el Salvador. Si perjudicamos a otros, nos perjudicamos a no-
sotros también. Si beneficiamos a otros nos beneficiamos a nosotros mismos; porque la
influencia de toda buena acción se refleja en nuestro corazón.

4T:294. Aquí hay una obra que el hombre debe hacer. Debe encarar el espejo, la ley
de Dios, discernir los defectos en su carácter moral, y apartarse de sus pecados, la-
vando su manto de carácter en la sangre del Cordero. Envidia, orgullo, malicia, en-
gaño, contienda, y el crimen, serán lavados del corazón que es recipiente del amor de
Cristo y que alberga la esperanza de ser hecho semejante a él cuando le veamos como él
es. La religión de Cristo refina y dignifica a su poseedor, sean lo que fueran sus asocia-
ciones o posición en la vida. Los hombres que son cristianos iluminados, se elevan por
encima del nivel de sus carácter pasado hasta llegar a un estado de mayor fuerza mental
y moral. Los que están caídos y degradados por el pecado y el crimen pueden, mediante
los méritos del Salvador, ser exaltados a una posición sino un poco menor que la de los
ángeles.

4T:324. A estos hermanos no se les debe permitir localizarse en un solo lugar y compo-
ner el elemento líder de la iglesia. Les falta afecto natural. Ellos no manifiestan simpatía,
amor y sentimiento refinado el uno al otro, sino que complacen la envidia, los celos,
chismes, y contienda entre sí. Sus conciencias no son sensibles. El amor, gentileza, y
mansedumbre de Cristo no entra en el entretejido de su experiencia. Dios impida que tal
elemento exista en la iglesia. A menos que estas personas sean convertidas, no podrán
ver el reino del cielo. Es mucho más congenial para sus sentimientos estar destru-
yendo, viendo faltas, y buscando manchas en otros, en lugar de estar lavando sus
propias vestiduras de carácter de las manchas del pecado y emblanqueciéndolas en
la sangre del Cordero.

4T:429. Los caracteres formados en esta vida determinarán el destino futuro. Cuando
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venga Cristo, no cambiará el carácter de ninguna persona. El precioso tiempo de gracia
nos es dado para que lo aprovechemos lavando las vestiduras del carácter y em-
blanqueciéndolas en la sangre del Cordero. La eliminación de las manchas del pecado
requiere la obra de toda una vida. Cada día se necesita hacer esfuerzos renovados para
refrenar al yo y negarlo. Cada día hay nuevas batallas que pelear y victorias que ganar.
Cada día el alma debe ejercitarse en fervientes súplicas ante Dios por las grandes victo-
rias de la cruz. Los padres no deben descuidar ningún deber de su parte para beneficiar a
sus hijos. Deben educarlos de tal manera que sean una bendición para la sociedad aquí, y
puedan cosechar la recompensa de la vida eterna.

4T:632-633. Cristo es nuestro ejemplo. Debemos mantener el Patrón continuamente de-


lante de nosotros y contemplar el infinito sacrificio que ha sido hecho para redimirnos
de lo horrible que es el pecado. Si nos encontramos condenados al mirar en el espejo,
no sigamos más en la transgresión, sino hagamos vuelta completa y lavemos nues-
tros mantos de carácter en la sangre del Cordero, para que puedan estar sin man-
cha. Clamemos como hizo David: “Abre tú mis ojos, para que vea cosas maravillosas de
tu ley.” Aquellos a quienes Dios ha encomendado tiempo y recursos para que puedan ser
una bendición para la humanidad, pero que han despilfarrado estos dones sobre sí mis-
mos y sus hijos, tendrán que rendir temible cuenta en el juicio de Dios.

5T:215-216. Ahora es cuando debemos guardarnos a nosotros mismos y a nuestros


hijos sin contaminación del mundo. Ahora es cuando debemos lavar el manto de
nuestro carácter y emblanquecerlo en la sangre del Cordero. Ahora es cuando de-
bemos vencer el orgullo, la pasión y la pereza espiritual. Ahora es cuando debemos des-
pertarnos y hacer un esfuerzo resuelto para lograr simetría de carácter. "Si oyereis hoy
su voz, no endurezcáis vuestros corazones." (Heb. 3:7, 8, 15). Estamos en una situación
muy penosa, aguardando y velando por la aparición de nuestro Señor.

5T:631-632. El propósito entero al dar Dios a su Hijo por los pecados del mundo es
para el hombre fuera salvo, no en la transgresión e injusticia, sino al abandonar el
pecado, lavando las vestiduras de su carácter, y emblanqueciéndolas en la sangre
del Cordero. Él se propone quitar del hombre aquello ofensivo que Él aborrece, pero el
hombre debe cooperar con Dios en la obra. El pecado debe ser abandonado, odiado, y la
justicia de Cristo debe ser aceptada por fe. Así lo divino cooperará con lo humano.

5T:717. Como nunca antes, la ley de Dios debiera ser amada y honrada por su pueblo
fiel. Existe la más imperativa necesidad de inculcar en la mente y los corazones de todos
los creyentes hombres y mujeres, jóvenes y niños, la recomendación de Cristo: "Escu-
driñad las Escrituras". (Juan 5:39). Estudiad vuestra Biblia como nunca la habéis estu-
diado antes. A menos que subáis a un nivel más elevado y santo en vuestra vida religiosa
no estaréis listos para la aparición de nuestro Señor. Dios espera de su pueblo un celo,
una fidelidad y una devoción correspondientes a la gran luz que le ha dado. Debe haber
Pág. 40
más espiritualidad, una consagración más profunda a Dios y un celo en su obra que nun-
ca se ha alcanzado todavía. Debe dedicarse mucho tiempo a la oración, para que la
vestidura de nuestro carácter sean lavadas y emblanquecidas en la sangre del Corde-
ro.

4T:125. No la riqueza o la inteligencia lo que da felicidad; es el verdadero valor moral y


un sentido del deber realizado. Usted podrá recibir la recompensa del vencedor y es-
tar de pie ante el trono de Cristo para cantar sus alabanzas en el día cando reúna
sus santos; pero vuestras vestiduras deben ser lavadas en la sangre del Cordero, y
la caridad debe cubriros como una vestidura, y así ser encontrados sin mancha y
sin contaminación.

9T:285-286. Mi hermano, mi hermana, os suplico que os preparéis para la venida de


Cristo en las nubes del cielo. Día en día echen el amor al mundo de vuestros corazones.
Entiéndase por experiencia lo que significa tener compañerismo con Cristo. Prepárense
para el juicio, para que cuando Cristo venga, seáis encontrados entre los que le encontra-
rán en paz. En ese día los redimidos resplandecerán en la gloria del Padre y del Hijo.
Los ángeles, tocando sus arpas de oro, darán la bienvenida al Rey y sus trofeos de
victoria...los que han sido lavados y emblanquecidos en la sangre del Cordero. Un
canto de triunfo se oirá, llenando todo el cielo. Cristo ha vencido. Él entra a las cortes
celestiales, acompañado de sus redimidos, los que atestiguan que su misión de sufri-
miento y sacrificio no ha sido en vano.

Versículo 15. "Por eso están ante el trono de Dios, y le sirven día y noche en su Santua-
rio. Y el que está sentado en el trono tenderá su pabellón sobre ellos.”

PE:19-20. Este templo estaba sostenido por siete columnas de oro transparente, con en-
gastes de hermosísimas perlas. No me es posible describir las maravillas que vi. ¡Oh, si
yo supiera el idioma de Canaán ¡Entonces podría contar algo de la gloria del mundo me-
jor! Vi tablas de piedra en que estaban esculpidos en letras de oro los nombres de los
144000. Después de admirar la gloria del templo, salimos y Jesús nos dejó para ir a la
ciudad. Pronto oímos su amable voz que decía: "Venid, pueblo mío; habéis salido de una
gran tribulación y hecho mi voluntad. Sufristeis por mí. Venid a la cena, que yo me ce-
ñiré para serviros." Nosotros exclamamos: "¡Aleluya! ¡Gloria!" y entramos en la ciudad.
Vi una mesa de plata pura, de muchos kilómetros de longitud y sin embargo nuestra vis-
ta la abarcaba toda. Vi el fruto del árbol de la vida, el maná, almendras, higos, grana-
das, uvas y muchas otras especies de frutas. Le rogué a Jesús que me permitiese comer
del fruto y respondió: "Todavía no. Quienes comen del fruto de este lugar ya no vuelven
a tierra. Pero si eres fiel, no tardarás en comer del fruto del árbol de la vida y beber del
agua del manantial." Y añadió: "Debes volver de nuevo a la tierra y referir a otros lo que
se te ha revelado." Entonces un ángel me transportó suavemente a este oscuro mundo. A
veces me parece que no puedo ya permanecer aquí; tan lóbregas me resultan todas las
Pág. 41
cosas de la tierra. Me siento muy solitaria aquí, pues he visto una tierra mejor. ¡Ojala
tuviese alas de paloma! Echaría a volar para obtener descanso.

Versículo 16. "Nunca más tendrán hambre ni sed. El sol no los molestará más, ni nin-
gún otro calor”.

AFC:54. La bella ilustración de Apocalipsis 7 es un símbolo pastoral. "No tendrán


hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que
está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida: y Dios
enjugará toda lágrima de los ojos de ellos" (Apoc. 7:16, 11) (Carta 20, 1895)

Versículo 17. "Porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará
a fuentes de agua viva. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos”.

5T:621. Ahora estos de manto blanco están reunidos en el redil del Gran Pastor. El fiel
obrero y el alma salvada mediante su trabajo son recibidos por el Cordero en medio del
trono, y son llevados al árbol de vida y a la fuente de aguas vivientes. ¡Con qué gozo el
siervo de Cristo contempla a estos redimidos, a quienes se les concede compartir la glo-
ria del Redentor! ¡Cuánto más precioso es el cielo para los que han sido fieles en la obra
de ganar almas! “Y los que son sabios resplandecerán como el resplandor del firmamen-
to; y los que enseñan la justicia a muchos, como las estrellas que brillan para siempre.”

TM:121. El Cordero de Dios nos es presentado como quien está "en medio del trono" de
Dios. Él es el gran rito por medio del cual Dios y el hombre están unidos y tienen co-
munión el uno con el otro. Así se representa a los hombres como sentados en los lugares
celestiales en Cristo Jesús. Este es el lugar designado en que se reúnen Dios y la huma-
nidad.

7CBA:981. [Se cita Apoc. 7:9-l7]. Aquellos a quienes el Cordero guiará a las fuentes de
aguas vivas y de cuyos ojos borre toda lágrima, serán los que ahora reciban el conoci-
miento y la comprensión que se revelan en la Biblia, la Palabra de Dios...

CsS:241. Debemos vivir, no para elevarnos a nosotros mismos sino para ser, como hijos
de Dios, lo mejor que permitan nuestras habilidades en la obra que él nos ha encomen-
dado. Debemos preocuparnos de causar una impresión correcta en los demás. Nos esta-
mos preparando para la eternidad, para el sanatorio de arriba, donde el Gran Mé-
dico limpiará las lágrimas de todo ojo y donde las hojas del árbol de la vida son pa-
ra la sanidad de la gente.

DTG:586. Cristo va a venir en las nubes y con grande gloria. Le acompañará una multi-
tud de ángeles resplandecientes. Vendrá para resucitar a los muertos y para transformar a
los santos vivos de gloria en gloria. Vendrá para honrar a los que le amaron y guardaron
Pág. 42
sus mandamientos, y para llevarlos consigo. No los ha olvidado ni tampoco ha olvidado
su promesa. Volverán a unirse los eslabones de la familia. Cuando miramos a nuestros
muertos, podemos pensar en la mañana en que la trompeta de Dios resonará, cuando "los
muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados." Aun un
poco más, y veremos al Rey en su hermosura. Un poco más, y enjugará toda lágri-
ma de nuestros ojos. Un poco más, y nos presentará "delante de su gloria irrepren-
sibles, con grande alegría." Por lo tanto, cuando dio las señales de su venida, dijo:
"Cuando estas cosas comenzaren a hacerse, mirad, y levantad vuestras cabezas, porque
vuestra redención está cerca".

Comentario Bíblico Adventista:

1.
Después.
Ver com. cap. 4:1. Para la relación entre los cap. 7 y 6, ver com. cap. 6:17.
Vi.
Ver com. cap. 4:1.
Cuatro ángeles.
Estos ángeles simbolizan a instrumentos divinos que detienen las fuerzas del mal en el
mundo, hasta que sea terminada la obra de Dios en los corazones humanos y el pueblo
de Dios sea sellado en su frente (ver com. cap. 6:17).
Cuatro ángulos.
Cf. Isa. 11:12; Eze. 7:2. Esto significa que todo el mundo está amenazado.
Cuatro vientos.
En las Escrituras los "cuatro vientos" a menudo representan los cuatro puntos cardinales
(Dan. 8:8; Mar. 13:27). Estos "cuatro vientos" son claramente fuerzas destructoras (ver-
so 3). El paralelo más cercano se halla probablemente en Dan. 7:2, donde representan a
las fuerzas en lucha de las cuales surgen grandes naciones.
Se ha sugerido que como Apoc. 7 parece ser una respuesta a la pregunta final del cap. 6
(ver com. cap. 6:17), esta retención de los cuatro vientos es una tregua transitoria de los
terrores descritos en el cap. 6 hasta que se preparen para la tempestad los que van a man-
tenerse firmes en medio de ella. Estas fuerzas destructoras, vistas a la luz del gran con-
flicto entre Cristo y Satanás, representan los esfuerzos de Satanás para extender la ruina
y la destrucción por todas partes. Juan vio en la visión simbólica a cuatro ángeles, pero
en verdad se emplean muchos ángeles en la tarea de refrenar los malos designios del
enemigo. Estos ángeles circundan "al mundo... Están reprimiendo a los ejércitos de Sa-
tanás hasta que se haya terminado el sellamiento del pueblo de Dios... Se les da la tarea
de mantener a raya el furioso poder de aquel que ha descendido como león rugiente,
buscando a quien devore" (EGW, Material Suplementario, com. cap. 5:11). Cuando se
haya completado la obra del sellamiento, entonces Dios dirá a los ángeles: "No lidiéis
más con Satanás en sus esfuerzos por destruir. Dejadlo que manifieste su malignidad
sobre los hijos de la desobediencia, porque la copa de la iniquidad de ellos está llena"
Pág. 43
(EGW, RH, 17-09- 1901; cf. 6T:408).
Cuando los cuatro ángeles dejen finalmente de retener y controlar los impíos designios
de Satanás, "los vientos violentos de las pasiones humanas, todos los elementos de con-
tención, se desencadenarán. El mundo será envuelto en una ruina más espantosa que la
que cayó antiguamente sobre Jerusalén" (CS:672).
Sobre la tierra.
Las tres partes que aquí se mencionan -tierra, mar y árboles- destacan la naturaleza uni-
versal de la destrucción que ya se cierne.
2.
Otro ángel.
Además de los cuatro que sujetaban los vientos (ver com. verso com. verso 1)
De donde sale el sol.
Entre los judíos, las direcciones se calculaban desde el punto de vista de una persona que
estuviese mirando al este (ver com. Éxo. 3:1). De esta dirección fue de donde Ezequiel
vio la gloria de Dios que entraba en el templo (cap. 43:2-5). La señal del Hijo del hom-
bre aparecerá en el este (Mat. 24:30; cf. CS:698-699). Por lo tanto, la dirección desde la
cual viene el ángel puede indicar que viene de parte de Dios, que es enviado por él.
Algunos creen que el énfasis no debe ponerse en la ubicación sino en la manera, es de-
cir, que la venida del ángel se asemeja a la del sol que sale en todo su esplendor. Ver
com. cap. 16:12.
sello.
Los sellos se usaron en el Cercano Oriente desde los tiempos más antiguos, así como se
usan las firmas hoy en día. Así se certificaba quién era el autor de un documento, se in-
dicaba quién era el dueño del objeto sobre el cual se imprimía el sello, o se protegían ob-
jetos como baúles, cajones, tumbas, para que no fueran abiertos o violados. Las excava-
ciones arqueológicas han proporcionado centenares de sellos o impresiones hechas por
sellos. Entre ellos hay uno que aparece en el mango (asa) de un jarrón y dice: "Pertene-
ciente a Eliakim, mayordomo de Joaquín". En Laquis se encontró un sello que dice:
"Perteneciente a Gedalías que está sobre la casa".
El concepto de que Dios coloca una marca sobre su pueblo se remonta a la visión de
Ezequiel, cuando vio a un hombre con tintero de escribano que recibió la orden de poner
"una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abo-
minaciones que se hacen" en Jerusalén. Los que tuvieran la marca "en la frente" serían
salvados de la destrucción (Eze. 9:2-6). El concepto del sellamiento también se aplica
en otras circunstancias. Pablo aplicó este símbolo a la experiencia de recibir el Espíritu
Santo en relación con la conversión y el bautismo (2 Cor. 1:22; Efe. 1: 13; 4:30). Jesús
habló de sí mismo diciendo que era sellado por el Padre, refiriéndose sin duda al testi-
monio aprobatorio del Padre por medio del Espíritu Santo en ocasión de su bautismo
(ver com. Juan 6:27).
El simbolismo del sellamiento halla un paralelo interesante en el pensamiento escatoló-
gico judío. Uno de los Salmos de Salomón (obra seudoepigráfica de mediados del siglo
1 a.C.) declara de los justos que "la llama de cuando salga de delante del rostro del Se-
Pág. 44
ñor contra los pecadores para destruir toda la seguridad de los pecadores, pues la marca
de Dios está sobre los justos para salvación. El hambre, la espada y la pestilencia (esta-
rán) lejos de los justos" (15:4-7). Así se imaginaban los judíos una marca sobre los jus-
tos que los protegería del peligro.
El pasaje que estudiamos indica también un sellamiento del pueblo de Dios, que lo pre-
parará para estar firme durante los tiempos espantosos de angustia que precederán al se-
gundo advenimiento de Cristo (ver com. Apoc. 7: 1). En los tiempos antiguos un sello
sobre un objeto certificaba quién era el dueño, así también el sello de Dios sobre su pue-
blo proclama que él lo ha reconocido como suyo (2 Tim. 2:19; cf. TM: 446). El sello
que se estampará sobre los fieles siervos de Dios es "la pura marca de la verdad", la "se-
ñal" de su "aprobación" (3T: 267). Este sello da testimonio de la "semejanza a Cristo en
carácter" (EGW, Material Suplementario com. verso 2). "El sello de Dios, la garantía o
señal de su autoridad, se halla en el cuarto mandamiento" (EGW, ST, 01-11-1899; cf.
CS: 698). Hay más detalles acerca del sello en com. Eze. 9:4.
Dios vivo.
Ver com. cap. 1:18.
3.
Hasta que hayamos sellado.
Ver com. verso 2.
Frentes.
Juan probablemente vio en la visión que se ponía la marca. El sello representa las cuali-
dades de carácter (ver com. Eze. 9:4; cf. 2 Tim. 2:19).
Los siervos.
Gr. dóulos, "esclavo". Los que son sellados, son esclavos de Dios, y el sello que reciben
es la garantía de que son en verdad del Señor.
4.
Oí.
Juan recibió la información oralmente. Si vio en este momento al conjunto de los sella-
dos, no lo declara la profecía.
Ciento cuarenta y cuatro mil.
Respecto a este número se han sostenido dos puntos de vista: (1) que es literario; (2) que
es simbólico. Algunos de los que sostienen que es literal, destacan que el cómputo puede
hacerse mediante un sistema como el que se empleó para el cálculo de los 5.000 que fue-
ron alimentados milagrosamente, donde sólo se contó a los hombres, pero no a las muje-
res ni a los niños (Mat. 14:21). Los que sostienen que el número es simbólico, destacan
que la visión es claramente simbólica, y que como los otros símbolos no se interpretan
literalmente, éste tampoco debe entenderse así. Muchos estudiantes de las Escrituras
consideran que doce es un número que tiene significado en la Biblia, sin duda porque
hubo 12 tribus en Israel (Éxo. 24:4; 28:21; Lev. 24:5; Núm. 13; 17:2; Josué 4:9; 1Reyes
4:7; 18:31; Mat. 10:1; Apoc. 12:1; 21:12, 14, 16, 21; 22:2). La multiplicación de 12000
por 12 (Apoc. 7:5-8) puede sugerir que el propósito principal de este pasaje no es el de
revelar el número preciso de los sellados, sino mostrar la distribución de los sellados en-
Pág. 45
tre las tribus del Israel espiritual.
De los 144000 se dice que podrán "sostenerse en pie" en medio de los terribles aconte-
cimientos descritos en el cap. 6:17 (ver comentario respectivo). Tienen "el sello del Dios
vivo" (cap. 7:2) y son protegidos en un tiempo de destrucción universal, como lo fueron
los que tenían la marca en la visión de Ezequiel (Eze. 9:6). Cuentan con la aprobación
del cielo, pues Juan los ve más tarde con el Cordero en el monte de Sión (Apoc. 14:1).
Se declara que son sin engaño y sin mácula (Apoc. 14:5). Juan los oye cantar un canto
que "nadie podía aprender" (Apoc. 14:3). Se los llama "primicias para Dios y para el
Cordero" (Apoc. 14: 4).
Hay diferencias de opinión en cuanto a quiénes de la última generación de los santos
constituirán precisamente los 144000. La falta de una información más definida, como la
que se necesita para llegar a conclusiones dogmáticas sobre ciertos puntos, ha llevado a
muchos a destacar, no quiénes son los 144000 sino qué son, es decir, la clase de carácter
que Dios espera que posean y la importancia de prepararse para pertenecer a esa multi-
tud intachable. Viene muy al caso el siguiente consejo: "No es su voluntad [la de Dios]
que se entabla discusiones por cuestiones que nobles ayudarán espiritualmente, tales
como quiénes han de componer los ciento cuarenta y cuatro mil. Esto lo sabrán sin lu-
gar a dudas dentro de poco tiempo los que son elegidos por Dios" (EGW, Material Su-
plementario com. cap. 14:1-4; cf. PR:141).
Todas las tribus.
Aquí se presenta una lista de doce tribus (versos 5-8), pero que no es enteramente idénti-
ca con las enumeraciones que hay en el AT (Núm. 1:5-15; Deut. 27:12-13; cf. Gén.
35:22-26; 49:3-28; 1Crón. 2:12). Las listas del AT generalmente comienzan con Rubén,
mientras que esta enumeración empieza con Judá, quizá porque Cristo era de la tribu de
Judá (Apoc. 5:5). Leví no se incluye a veces como tribu en el NT, aunque, por supuesto,
se lo pone en la lista de los hijos de Jacob. Se debe sin duda a que Leví no recibió here-
dad entre las tribus (ver com. Josué 13:14). En Apoc. 7:5-8 se cuenta a la tribu de Leví,
pero no a la de Dan. Para incluir a Leví y mantener a la vez el número 12, era necesario
omitir una de las tribus, pues José era contado como dos tribus, es decir, Efraín (quizá
llamado "José" en Apoc. 7:8) y Manasés. Dan fue excluido debido quizá a la reputación
que tenía esa tribu de ser idólatra (Jueces 18:30-31).
El orden en el cual se enumeran aquí las tribus es diferente de cualquier lista del AT.
Algunos han hecho notar que si los versos 7 y 8 se colocan entre los versos 5 y 6, las tri-
bus siguen el orden de los hijos de Lea, los de Raquel, los de la sierva de Lea y los de la
sierva de Raquel, excepto Dan, en cuyo lugar aparece Manasés; sin embargo, no se gana
nada con este cambio.
Israel.
Los que insisten en que los 144000 son judíos literales, sostienen que la aplicación a
cristianos que constituyen el Israel espiritual no concuerda con la división en 12 tribus
específicas; sin embargo, si hay que tomar literalmente "hijos de Israel", ¿qué razón se
opone para no tomar literalmente también los versos 5-8 y cap. 14:1-5? Además de que
los judíos perdieron hace mucho sus distinciones tribales, la probabilidad sumamente
Pág. 46
remota de que en realidad haya un número igual de redimidos de cada tribu -pero ni uno
de Dan-, y el requisito de que todos sean célibes (cap. 14:4), pondría a prueba la creduli-
dad de cualquiera. Sin embargo, si los 144.000 no son judíos literales sino israelitas
simbólicos el Israel espiritual, la iglesia cristiana-, entonces las divisiones de las tribus y
otros detalles son también figurados, y desaparecen las dificultades.
Debe, pues, entenderse que estos israelitas que son sellados pertenecen al Israel espiri-
tual, la iglesia cristiana (Rom. 2:28-29; 9:6-7; Gál. 3:28-29; 6:16; cf. Gál. 4:28; 1Pedro
1:1; ver com. Fil. 3:3). El Israel espiritual se representa en el símbolo como dividido en
12 tribus, porque las 12 puertas de la nueva Jerusalén tienen grabados los nombres de las
12 tribus de Israel (Apoc. 21:12).
9.
Después de esto.
Ver com. cap. 4:1.
Una gran multitud.
Los comentadores no han estado de acuerdo desde los comienzos del cristianismo en
cuanto a la relación de esta multitud con los 144.000. Se han sostenido tres principales
puntos de vista.
Según una opinión, los 144000 y la "gran multitud" componen el mismo grupo, pero ba-
jo diferentes condiciones, y los versos 9-17 revelan la verdadera identidad de los
144000. De acuerdo con este punto de vista, los versos 1-8 describen el sellamiento de
los 144000 a fin de prepararlos para permanecer firmes en medio de los terrores que
acompañan la venida del Mesías, mientras que los versos 9-17 los muestran después re-
gocijándose en paz y triunfo alrededor del trono de Dios. Los que opinan de esta manera
creen que las aparentes diferencias entre la descripción de la "gran multitud" y de los
144.000 no son diferencias sino explicaciones. De modo que el hecho de que la "gran
multitud" no pueda contarse, lo entienden como que implica que el número 144.000 es
simbólico y no literal. El hecho de que la "gran multitud" provenga de todas las nacio-
nes, y no sólo de Israel como es el caso del origen de los 144000, lo interpretan como
que el Israel al cual pertenecen los 144000 no es el Israel literal sino el espiritual, que
abarca a todas las naciones de los gentiles.
Un segundo punto de vista destaca las diferencias entre los 144000 y la "gran multitud".
Los primeros pueden contarse; la otra, no. Aquellos representan un grupo especial, las
"primicias para Dios y para el Cordero", los que "siguen al Cordero por dondequiera que
va" (cap. 14:4); la multitud son los demás santos triunfantes de todas las épocas.
El tercer punto de vista identifica a la "gran multitud" como el grupo total de los redimi-
dos, lo que incluye a los 144000.
Los adventistas del séptimo día generalmente se han inclinado por el segundo punto de
vista.
Del trono.
Ver com. cap. 4:2.
Del Cordero.
Ver com. cap. 5:6.
Pág. 47
Ropas blancas.
Ver com. cap. 6:11; cf. cap. 7:13.
Palmas.
Eran símbolos de regocijo y victoria (ver Mar. 13:51; 2 Mac. 10:7; Juan 12:13).
10.
La salvación pertenece a nuestro Dios.
La compañía innumerable reconoce que Dios y el Cordero la ha redimido. El sentido
original del pasaje se expresa con exactitud en la RVR. El atribuir la salvación tanto a
Dios como al Cordero, es una evidencia significativa de su igualdad (ver com. cap.
5:13).
Que está sentado.
Ver com. cap. 4:2.
11.
Los ancianos.
Ver com. cap. 4:4. Aunque se han sucedido varias escenas desde la del cap. 4, el escena-
rio general es el mismo.
Cuatro seres vivientes.
Ver com. cap. 4.6.
Se postraron.
Cf. cap. 5:8.
12.
Amén.
Ver com. cap. 5:14.
La bendición.
Es una doxología séptuple como la del cap. 5:12 (ver el comentario respectivo, y com.
verso 13). Nuevamente aquí, como en el cap. 5:8-14, hay una visión de la vindicación de
Dios y de Cristo. El testimonio de los salvados nuevamente hace recordar a las huestes
del ciclo que Dios es sabio y justo. Lo adoran con bendición, gloria, acción de gracias y
honra.
13.
Uno de los ancianos.
Ver com. cap. 4:4.
Habló, diciéndome.
El anciano expresa la pregunta que sin duda ya estaba en la mente de Juan.
¿Quiénes son?
Puede surgir la pregunta respecto a cuál grupo se refiere el anciano, si al de los 144.000
(verso 4), o a la "gran multitud" (verso 9). Hay dos opiniones respecto a este punto: (1)
Que se refiere a los 144000. Los que sostienen esta opinión argumentan que Juan ya co-
nocía la identidad de la "gran multitud" porque había declarado que provenía de "todas
las naciones y tribus y pueblos y lenguas"; por lo tanto alegan que para que la pregunta
del anciano sea razonable debe referirse a los 144000. (2) Que se refiere a la "gran mul-
titud". Los que sostienen esta opinión hacen notar que a partir del verso 9 comienza una
Pág. 48
escena enteramente nueva de la visión, y que una referencia a una escena previa difícil-
mente sería de esperar a menos que se la indicase específicamente. Argumentan además
que la "gran multitud" no ha sido identificada más claramente que los 144.000. Final-
mente llaman la atención al hecho de que el anciano habla específicamente de los que
están "vestidos de ropas blancas", o sea la "gran multitud" que se describe con esas ves-
tiduras en el verso 9. Esta opinión puede sostenerse ya sea que se piense que la "gran
multitud" comprende a todos los redimidos, incluso a los 144.000, o a los redimidos ex-
cluyendo este grupo. Ver HAp:481; GS:707; MC:406.
14.
Gran tribulación.
Literalmente "la gran tribulación". Los que sostienen que los versos 13-17 se aplican a
los 144000 (ver com. verso 13) entienden que la tribulación es el tiempo de angustia
mencionado en Dan. 12:1, que precederá al segundo advenimiento de Cristo. Los que
sostienen que los versos 13-17 se refieren a la gran multitud, aplican la "gran tribula-
ción" en forma más general a los diferentes períodos de tribulación que han experimen-
tado los santos a través de los siglos o, más específicamente, a la tribulación descrita por
los símbolos de Apoc. 6 (cf. Mat. 24:21). Cf. com. Apoc. 3:10.
Han lavado sus ropas.
Se explica por qué sus ropas son puras. Los santos han triunfado no por sus propios me-
dios, sino a causa de la victoria ganada por Cristo en el Calvario (cf. com. cap. 6:11).
Aquí se demuestra la estrecha relación entre la justicia y la victoria, ambas simbolizadas
por las ropas blancas (Cf. com. cap. 3:4; Cf. cap. 1:5). La batalla es contra el pecado; In-
justicia es la victoria; la justicia de Cristo ha ganado la victoria; los pecadores llegan a
ser justos y victoriosos al aceptar la justicia de Cristo.
15.
Por esto.
La justicia y la victoria de estos bienaventurados hace posible que los que componen el
grupo estén continuamente en la presencia de Dios. Si sus ropas no fuesen blancas, no
podrían soportar la presencia divina.
Delante del trono.
Ver com. cap. 4:2. Este grupo está constantemente en la presencia de Dios. Es suyo el
gozo de estar siempre con Aquel que los ha salvado.
Le sirven.
El mayor placer de los salvados es hacer la voluntad de Dios.
Día y noche.
Ver com. cap. 4:8.
Templo.
Gr. naós, palabra que pone énfasis en el templo como morada de Dios (ver cap. 3:12).
Extenderá su tabernáculo sobre ellos.
El anciano proyecta sus palabras hacia el futuro, mira por anticipado los siglos intermi-
nables de la eternidad, a través de los cuales los salvados podrán tener la seguridad de
que ciertamente Dios morará entre ellos. Nunca serán privados de su presencia, su sos-
Pág. 49
tén y su favor. El estar sin la presencia de Dios es pérdida completa; el tenerlo morando
entre nosotros es salvación perenne.
16.
Ya no tendrán hambre.
Este versículo parece aludir a Isa. 49: 10, donde se prometía abundancia a los repatria-
dos. Esta hermosa promesa hallará su cumplimiento final en el caso del Israel espiritual.
17.
El Cordero.
Ver com. cap. 5:6.
En medio del trono.
En el cap. 5:6 se describe al Cordero como el más próximo al trono de Dios.
Los pastoreará.
Gr. poimáino (cf. com. cap. 2:27). Aunque el cordero es generalmente pastoreado, el
Cordero se revela aquí como el verdadero pastor (cf. Juan 10:11). El pensamiento de es-
te pasaje probablemente proviene de Isa. 40:11.
Fuentes de aguas de vida.
En relación con esta figura, ver Jer. 2:13; Juan 4:14; Apoc. 22:1.
Enjugará toda lágrima.
Una figura de dicción para significar que en el mundo futuro no habrá nada que cause
lágrimas. Algunos han interpretado esta figura literalmente en parte: que por un tiempo
habrá lágrimas debido a la ausencia de los seres amados; pero esto no puede probarse.
Las conclusiones dogmáticas acerca de este tema deben fundarse sobre algo más que
una expresión figurada.

COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE


1 2JT:217; 3JT:59; NB:128; PE:36; 5T:152; 7T:220
1-3 Ev:510; 2JT:324, 369; 3JT:15; NB:130; PE:38, 58; TM:444, 510
2 CS:671, 698
2-3 2JT:179; MeM:317; PE:48, 67, 71; PR:434
3 2JT:68-69, 71
4 1JT:335; 1T:59
9 HR:441; 2JT:374
9-10 CS:723, 3JT:415, HAp:481; MC:405; MeM:359; 4T:125; 8T:44
9-12 PR:532
10 CM:518; CS:708; HR:442; 3JT:34; 5T:385
12 CS:709
14 CS:481, 735; 1JT:48, 459, 523, 538; 2JT:70; 3JT:432-433; MeM:331, 357, 359;
NB:74, 300; PE:17; 1T:61,78; 2T:60; 3T:45, 183; 4T:324; 5T:632
14-15 DMJ:30
14-17 CS:707; Ed:292; HAp:481; 3JT:415; MC:406; 4T:125; 8T:44 802
15 DTG:269
15-17 DTG:299
Pág. 50
17 CH:244; DTG:586; HR:451; MeM:353; 5T:301; TM:124

https://sites.google.com/site/eme1888 ; eme1888@gmail.com

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