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Por otra parte, existían diferentes realidades dependiendo de la situación de la mujer, la cual, podía

ir desde la mujer noble, la campesina y la monja, o incluso, la prostituta -que ya trataremos en otro
artículo-, siendo la primera de ellas la única que podía gozar de grandes privilegios y la que, si fuese
posible, podría alcanzar un mayor reconocimiento. Aunque, dicho reconocimiento no le permitiese
intervenir en política, ni de su dote, ya que, no podían disfrutar de ella ni en su estado de casadas,
solteras o viudas -salvo algunas excepciones éstas últimas-, porque pertenecían al padre, al esposo
o al hijo (dato que se prolongó en el tiempo, e incluso hasta fechas no tan lejanas). Recuerden que
la sociedad feudal es heredera del modelo grecoromano que era fuertemente patriarcal, y que este
sistema se irá afianzando en el tiempo. También influyó en la vida de las mujeres el discurso oficial
de la Iglesia sobre el papel de la mujer, donde se exaltaba la virginidad. Por ello, no es de extrañar
que un buen número de mujeres ingresaran en conventos, también es verdad, como válvula de
escape a matrimonios impuestos o tras enviudar, o incluso si la familia vivía en situación de pobreza.

La figura de la mujer quedaba relegada al centro del hogar, del que era dueña y señora, atendiendo
tareas como la crianza de los hijos, la organización del servicio, si había, y de la economía doméstica
en el caso de que el marido, estuviese en las guerras, siempre que no hubiese un varón en la casa.

En lo que se refiere a la mujer campesina, menos suerte corría ésta, era sin lugar a dudas la que más
duras condiciones de vida soportó: era la encargada de las tareas domésticas, de la educación de
los hijos, y del ganado y del huerto. Si ésta residía en la ciudad, además de ocuparse de su familia y
la casa, debía hacerlo del negocio familiar o ayudar a su marido, y no vayan ustedes a pensar que el
salario de la mujer sería igual que el del hombre.

Como mencionaba más arriba, también estaba la mujer que optaba por dedicar su vida a Dios ya
fuese por haber cometido pecados en su vida, o porque su dote se le asignaba a una hermana mayor,
o simplemente una mujer que ve el convento como salida a un matrimonio pactado o a la pobreza.
Esta mujer ha sido la que más expectación ha generado en la historiografía, derivada de las
particularidades de los conventos y la relativa libertad que se vivían dentro de ellos. Un caso especial
muy estudiado también, lo suponen las beguinas una asociación de mujeres cristianas,
contemplativas y activas, que dedicaron su vida, tanto a la defensa de los desamparados, enfermos,
mujeres, niños y ancianos, como a una brillante labor intelectual: traducían obras religiosas a
lenguas comunes. Organizaban la ayuda a los pobres y a los enfermos en los hospitales, o a los
leprosos. Trabajaban para mantenerse y eran libres de dejar la asociación en cualquier momento
para casarse. Estas mujeres pretendían tener un contacto inmediato con Dios, sin intermediación
de la Iglesia, para establecer un diálogo directo con Él. Como curiosidad, anotarles que este año
2013 moría la última beguina del mundo, la hermana Marcella Pattyn
Asimismo, la educación será uno de esos campos en los que la mujer tendrá cierto espacio durante
la Edad Media. En un tipo de sociedad en el cual reina el analfabetismo, donde la transmisión de la
cultura se realizaba de boca en boca, las mujeres se convertían en difusoras de la cultura y las
costumbres. Si nos referimos a las nobles, hoy en día sabemos que la mayoría de ellas sí tuvieron un
mayor acceso al mundo del conocimiento, llegando a dominar la escritura y la lectura, aprendieron
otras lenguas, e incluso, las hubo instruidas en ciencias, y en música.

Además, como mencionábamos líneas más arriba cabe recordar que en esta época nacen las
Universidades, en el siglo XIII, convirtiéndose en los crisoles de la cultura europea. En su mayoría
fueron fundadas por eclesiásticos y, estuvieron prohibidas a las mujeres.

Por otra parte, el acceso a la educación para las clases bajas fue mucho más complicado, con especial
relevancia en las zonas rurales, donde la Iglesia tenía un peso fundamental lleno de dogmatismo. A
las niñas pobres las educaban en la costura, el hilado y las tareas del huerto y el ganado y si tenían
un negocio familiar, a las labores que debían desempeñar. A las nobles se las mostraba cómo dirigir
al servicio, así como buenos modales y el saber estar (la mujer perfectamente instruida que pervivió
hasta modelos recientes de mujer). Las monjas eran las más afortunadas entre todas las mujeres si
a la educación nos referimos, ya que, podían llegar incluso a conocer el latín y el griego y, por tanto,
a leer y escribir. De hecho, desde el siglo VI, se exigía que las monjas supieran leer y escribir. A pesar
de que no era lo común, hoy en día sabemos de mujeres que, retando a su tiempo, escribieron desde
los conventos, como Hildegarda de Bingen o Gertrudis de Helfta

Por último, no es un hecho aislado del medievo que se considerase a las mujeres como seres
inferiores, de menor inteligencia, menos capaces. No podemos omitir las obras de fisiología que
argumentaban que la diferencia entre sexos era una cuestión biológica, a las mujeres les atribuían
unos humores fríos y húmedos, mientras que a los hombres se les consideraba calientes y secos, la
perfección y medida de todas las cosas. Estas teorías estuvieron muy vigentes hasta el siglo XIX. La
naturaleza de las mujeres les hacía no sólo ser más débiles en los aspectos morales, sino también
en los físicos, porque podía ser causante de todas sus enfermedades, entre ellas la menstruación,
que no era sino todo aquello demoniaco que la mujer expulsaba por la vagina.

La mujer a lo largo de diferentes siglos y edades ha sido considerada como un ser débil, en el que,
se imponen constantemente sus emociones sobre la razón,
La monja en la edad media
Las mujeres religiosas, aquellas mujeres que optaban en dedicar su vida a Dios, las mujeres se
convertían en monjas bien por escapar de un matrimonio pactado, por redimirse de pecados..., las
mujeres veían en el convento un modo de vida, dentro de las religiosas hay otro tipo de mujeres las
beguinas, que no vivían en convento pero se dedicaban a la religión, traduciendo obras religiosas,
ocupándose de enfermos y pobres, pero sin intermediación de la iglesia, mujeres de todos los
gremios que reclamaron vivir por su cuenta, libres sin ataduras a un hombre o un guía espiritual, las
mujeres religiosas tenían acceso a la educación, las que ingresaban en conventos vestían el hábito
y las beguinas solían vestir vestidos largos con la cabeza tapada por una especie de velo.

Convirtiéndose en monja, la mujer tenía libertad para desarrollar habilidades artísticas, aprender a
leer y tener acceso a la vasta literatura que fue preservada en estos locales, bajo una institución que
presumía de ser detentora de la intelectualidad de la época.

Con ello, de señoras de la casa, las monjas podrían obtener una formación académica que, en el
contexto matrimonial, podría ser fácilmente interpretado como una amenaza a la autoridad de sus
esposos.

Por otra parte, según algunos registros históricos, las monjas de algunos conventos tenían esclavas
y descansaban en lugares suntuosos adornados con detalles y abalorios de plata y oro. Esa situación
acabó perdiendo espacio al final del siglo XVIII, cuando los altos escalones de la Iglesia católica
resolvieron endurecer los hábitos de la vida monástica para que los abusos de poder y la lujuria
quedaran alejados de esos lugares.

Criterio de valoración de la situación de la mujer en la Edad Media


La valoración del papel que la mujer jugó en la sociedad medieval depende de con qué época la
comparemos. De manera simplificada podemos afirmar que la situación de la mujer en la Edad
Media era peor que en la actualidad (sólo en el mundo desarrollado occidental) pero mejor que en
el periodo anterior (Imperio Romano) Y también mejor que en los siglos posteriores (siglos XVI al
XIX).

El contenido de la enseñanza impartida por las monjas


Las niñas aprendían las oraciones elementales, canciones, costura, el arte de hilar, actos de devoción
y buenas costumbres y, al menos en los monasterios más importantes, nociones básicas de latín y
de alguna lengua extranjera -en Inglaterra, por ejemplo, y al menos durante el Alto Medioevo, no
era infrecuente el aprendizaje del francés-.
Las ¨trovadoras de Dios¨
Todas ellas manejan un lenguaje literario sumamente delicado y poético que coincide con el
"lenguaje cortés" , de hecho, varias de ellas escribían bellísimas poesías y canciones , en ellas se
expresa un espíritu de inmensa generosidad y entrega y el deseo de alcanzar un amor perfecto; sólo
que, en ellas, el objeto último de ese amor no es ningún hombre sino el mismo Dios. Creo que las
sumas de todos estos elementos nos permiten considerarlas con justicia como "las trovadoras de
Dios".

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