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ASIGNATURA:

ÉTICA PROFESIONAL

TEMA:

TRABAJO FINAL DE ÉTICA PROFESIONAL

SUSTENTANTE MATRICULA

KATHERINE HERRERA FERREIRA 15-EPDS-1-285

DOCENTE

MAURY DE LEÓN

SECCIÓN
1940I

SANTO DOMINGO, D.N


08 DICIEMBRE DEL 2018
ÍNDICE
Introducción ............................................................................................................. 1

Finalidades de la ética ............................................................................................. 2

Ética aplicada .......................................................................................................... 5

Responsabilidad ética ............................................................................................. 7

Deberes primarios ................................................................................................... 9

Fundamentos profesionales .................................................................................. 11

Deberes profesionales .......................................................................................... 14

Profesión docente ................................................................................................. 15

Opinión personal ................................................................................................... 17

Conclusión............................................................................................................. 20
Introducción

Desde la antigüedad, la ética ha ocupado el interés y la atención de diversos sectores de la


sociedad, razón por la cual ha constituido una de las disciplinas básicas de la filosofía,
extendida hacia el ámbito de casi todas las profesiones y considerada como el fundamento
de desarrollo de las mismas.

En ese sentido, se hace necesario hablar acerca de los aspectos fundamentales que definen la
ética aplicada al ámbito de las profesiones, es decir, la ética profesional, teniendo en cuenta
las finalidades que tiene la misma en la mejora general las funciones que lleva a cabo un
profesional en cualquier área.

De esta forma, al abordar la ética desde estos aspectos, se pretende determinar, a rasgos
generales, cuál es la importancia de la misma en la formación y el trabajo que lleva a cabo el
profesional, específicamente en el área docente, además de los diferentes elementos
conceptuales que intervienen en el hecho de un docente aplique bien los principios básicos
de su profesión.

El objetivo de este trabajo es dar a conocer el significado que tienen la ética en sentido general
y explicar cómo su aplicación puede aportar al crecimiento personal y profesional del sujeto
en un contexto general.

Entre los conceptos que se presentan en este material con respecto al tema tratado, cabe citar
el de la ética aplica, el cual se refiere a la aplicación empírica de la ética como disciplina
científica en lo que tiene que ver con la conformación de un profesional efectivo en todo el
sentido de la expresión.

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Finalidades de la ética

Proponer una ética de la responsabilidad es justamente lo contrario de una simple “ética del
éxito”, que considera bueno todo lo que funciona o proporciona beneficios, poder o ventajas.
Por este camino se llega a justificar cualquier medio en función de los fines. El poder
ejecutivo salvadoreño, por ejemplo, se resiste a aceptar la sentencia de la Corte Suprema de
Justicia, que prohíbe transferir fondos de los ministerios hacia la presidencia de forma
arbitraria y sin el control que garantice transparencia. Según el ejecutivo estos controles no
permitirán una respuesta inmediata a las demandas de la población. Su argumento principal
es que el fin (servir eficazmente a la ciudadanía) justifica los medios (uso privado y secreto
de los fondos públicos). La transparencia y la honradez nuevamente son amenazadas.

La Ética Profesional no es una aplicación especial de la Ética general. La Ética general


subraya ciertas guías por cuyo medio el individuo puede gobernar su conducta.

Ya averiguado que el deber es fuente de moralidad, único principio verdadero de moral, el


mejor entre los auxiliares de los fines de la vida individual y social, el más moralizador de
cuantos medios pueden aplicarse a la consecución del propósito de la humanidad, veamos si
de los deberes enumerados se puede hacer derivar, o por naturaleza se derivan, algunos
deberes secundarios que contribuyan a hacer más efectivos los primarios y a hacer más fácil,
en la recíproca relación del individuo y cada grupo social y de cada uno de los grupos con
el individuo y con ellos entre sí, el cumplimiento del destino del hombre en sociedad.

Es innegable que hay cierto número indefinido de deberes que auxilian a los otros en su
función moral, que los completan, los facilitan y operan o pueden operar como medio
mecánico, o mejor diremos, como medio funcional, para establecer la costumbre del deber.

El profesional tiene responsabilidades superiores a las de artesano ordinario. Tiene


obligación de considerar los ideales y funciones de su profesión; tiene obligación de
considerar el resultado posible de cualquier acción propuesta; tiene obligación de abstenerse
de aquellas actividades que quiten merito a la sana supervivencia de la profesión.

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La moralidad se refiere a las normas y valores sociales que guían a las personas y su
interacción con el prójimo, las comunidades, y su entorno. En todos estos tipos de interacción
hay valores importantes en juego; reglas y normas para proteger estos valores; deberes
implícitos en las funciones y posiciones sociales que pueden fomentar estos valores y
promover estas reglas; y virtudes humanas o capacidad que nos permiten actuar en
consecuencia. Estos factores morales están normalmente relacionados con prácticas
religiosas y estructuras de poder social.

La ética es un análisis sistemático y crítico de la moralidad, de los factores morales que guían
la conducta humana en una determinada práctica o sociedad. Como la pesca representa una
interacción entre personas y el ecosistema acuático, la ética de la pesca se refiere a los valores,
reglas, deberes y virtudes pertinentes al bienestar de las personas y el ecosistema,
proporcionando un análisis normativo crítico de las cuestiones morales en juego en ese sector
de las actividades humanas.

Cuando los valores, reglas y deberes morales están sujetos a un análisis ético, es
particularmente importante su relación con los intereses humanos básicos compartidos por la
población, independientemente de su entorno cultural. Los valores morales pueden cambiar
y el razonamiento moral se pregunta si las actividades legitimadas tradicionalmente y en la
práctica por la religión, el derecho o la política merecen ser reconocidas.

En efecto, la evolución de la ética en el siglo pasado se ha caracterizado por la tendencia a


cambiar los valores y derrocar las convenciones morales que han guiado las relaciones entre
los sexos, entre los seres humanos y los animales y entre los seres humanos y su entorno.
Una tarea más reciente de la ética consiste en ofrecer resistencia a esas tendencias a la
mundialización, la comercialización y el dominio de la tecnología que erosionan la
biodiversidad y aspectos valiosos de la identidad cultural y que incluso podrían llegar a
amenazar los derechos humanos.

Se habla mucho de la ética; de hacer las cosas sin causar daño a terceros, de tener la moral
muy en alto al momento de gestionar, la ética es un principio básico de las personas, y este
principio lleva implícito dos fundamentos: la equidad y la justicia.

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En nuestra intensa y necesaria interacción humana podemos y debemos tener en cuenta los
principios y valores con los que cuenta aquella persona con la que vamos a interactuar para
llegar a tener una verdadera efectividad humana.

Debemos saber que todas nuestras interacciones humanas se basan en función de nuestra
personalidad la cual está conformada por: actitudes, cultura, creencias, conducta, hábitos,
habilidades; todo esto es lo que procesamos en nuestra mente y por ende es la acción con la
que respondemos dentro de esa interacción humana.

Esto quiere decir que una personalidad positiva se ve realzada por medio de la puesta en
práctica de valores éticos positivos, mientras que una personalidad negativa se ve
influenciada por la puesta en práctica de valores éticos negativos. De esta manera, se
establece una correlación entre los valores éticos y la personalidad del ser humano, viéndose
que, en muchas formas, uno depende de lo otro y se complementan de manera manifiesta en
la conducta diaria del individuo.

Además de esto, el reforzamiento de valores éticamente correctos permite fortalecer una


personalidad favorable, así como la eliminación de los antivalores en el entorno social y
profesional del individuo sirven para reducir y corregir una personalidad negativa en más de
un sentido.

El Psicólogo Erich Fromm decía que: “La ética de la personalidad es ilusoria y engañosa”.
Yo creo que todo cambio en nuestro comportamiento es un proceso natural, pero para logarlo
debemos implementar una técnica y un desarrollo, algo así como cuando aprendemos a
caminar, tenemos una técnica y un desarrollo (que adquirimos de manera innata) y con el
tiempo lo vamos perfeccionando. Un cambio en nuestro comportamiento es algo más
elaborado, pero al final de cuentas se puede lograr.

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Ética aplicada

Se sabe que toda ciencia reposa en el hombre, su comportamiento y la forma en que éste se
manifiesta, por lo que la conducta humana es, en gran medida, uno de los fundamentos más
importantes de cualquier disciplina científica y la que determina la efectividad de su
desarrollo en cuanto a ciencia aplicada.

Cabe decir, además, que la ética en sí misma es una ciencia, la ciencia del hombre y su
comportamiento, por lo que se manifiesta una integración muy importante con otras áreas del
saber, lo que determina, además de dicha vinculación, la importancia que tiene la ética y su
aplicación en cada una de estas áreas.

La ética aplicada se da a través de una metodología, en la cual se tiene muy en cuenta la


implementación de la moralidad y el desarrollo de una perspectiva específica acerca de lo
que es correcto y lo que es incorrecto, implicado en cada una de las áreas en las que la ética
se aplica.

Entre los componentes metodológicos que se destacan en la ética aplicada, cabe mencionar:
la etimología de la esencia, que se refiere al fundamento o requisito fundamental para que
una cosa sea o deje de ser; la indagación, que tiene que ver con la búsqueda de principios en
la conducta ética del individuo; el razonamiento, que ayuda al ser humano a descubrir por sí
mismo qué es correcto y qué no lo es a través de sus propias inferencias; la dialéctica, que
sustenta la interpretación de la conducta ética a través de la indagación del sujeto consigo
mismo y con los demás.

Todos estos componentes permiten que la ética, como ciencia que es, al fin y al cabo, pueda
ser aplicada en diferentes contextos y resulte útil para determinar el correcto desarrollo de
las áreas del saber. Así, pues, la ética como fenómeno científico responde precisamente a los
principales aspectos básicos de la ciencia y determina su aplicación como elemento de mejora
conductual en el comportamiento del ser humano, no sólo en las disciplinas científicas, sino
en todas las áreas de la vida en las que una ciencia como esta pueda tener cierto grado de
aplicación.

5
La moralidad, como manifestación fundamental de la disciplina ética, es expresada en el
comportamiento del ser humano por medio de los actos éticos, los cuales tienen que ver con
la libertad que tiene el individuo de actuar de acuerdo a su criterio, contrario a lo que establece
el determinismo.

No obstante, el ser humano no es completamente libre de hacer lo que desea, sino que su
capacidad de elección se debe a las sujeciones que establece la moralidad en sí, la cual
determina cuáles son estas acciones que el individuo puede llevar a cabo y de qué manera
puede actuar sin salirse de lo que se ha establecido como moralmente correcto, de acuerdo a
los principios éticos existentes.

Tomando como base contextual lo expuesto por algunos pensadores de la antigüedad, la mera
experiencia no puede servir como criterio para determinar lo que es correcto o incorrecto, o
para saber lo que es bueno o es malo. Es decir, el hombre requiere mucho más de lo que sabe
por medio de la experiencia para tener claro qué es lo que debe hacer, que es lo correcto y
qué es lo que debe evitar.

En eso consisten los actos éticos, precisamente, en las actuaciones de las personas de acuerdo
a lo que consideran correcto, de modo que estos actos se definen dentro del ámbito de
moralidad del individuo, reflejándose claramente en su conducta y, como ya se indicó más
arriba, determinando su personalidad.

No hay que confundir los actos éticos con los actos morales, ya que los primeros se llevan a
cabo bajo las consideraciones de una obligación, es decir, bajo las consideraciones de lo que
es correcto y lo que no lo es en una determinada área según los principios establecidas en ese
contexto, por lo que, si bien interviene la elección del individuo para desarrollar dichos actos,
estos están significativamente condicionados.

Los actos morales, en cambio, se definen dentro de las actuaciones del individuo que tienen
que ver más con la elección propia del mismo, ya que la moralidad en ese sentido se
manifiesta a través de lo que el sujeto cree que es correcto, y no por lo que otros o un código
establecido manifieste como moral.

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Responsabilidad ética

Al considerar la forma en que las personas ponen en práctica sus preceptos éticos y morales,
es necesario tener en cuenta cuáles son los elementos que intervienen en ese aspecto y cuáles
son sus características. Así, se tiene que se colocan en balanza dos elementos básicos: el
individuo y la sociedad.

En primer lugar, en lo que se refiere al individuo como sujeto, la individualidad es donde se


manifiesta la personalidad que presenta el ser humano, la cual se desarrolla de acuerdo a las
reglas educacionales por medio de las cuales se formó el mismo de manera cultural, las cuales
pretenden hacerlo más útil para la humanidad.

Por otro lado, la sociedad se integra por un número determinado de individuos, quienes se
organizan en familias, municipios, provincias y naciones, de acuerdo a su tamaño, los
elementos que la componen y los propósitos fundamentales que permiten definir su
organización.

Dentro del contexto de la sociedad, la comunidad sirve como reflejo de la conducta moral de
individuo, por lo que existe cierto paralelismo entre éste y la sociedad, lo cual se evidencia
en el hecho de que la vida cotidiana de la sociedad como tal es un concierto armónico de
actos individuales.

El individuo forma una parte de un todo, tiene su propia formación y además su percepción
de todo cuanto lo rodea. Hablando del ser humano como individuo podemos decir que es un
ser social que se adecua a ciertos grupos de acuerdo a la afinidad y objetivos, pero hay otros
grupos que él no elige, pero en los cuales interacciona.

Los individuos tienden a adaptarse y además a adquirir las características, formas de pensar
y de actuar de las comunidades a las que pertenece, entre esas adopta creencias, costumbres,
conductas y valores. Y es así que se llega a formar parte de una sociedad donde se aprende a
regular sus acciones.

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Los principios éticos fundamentales llevados a la práctica por el linaje humano, hacen del
individuo el sujeto aceptable y progresista capaz de integrar la sociedad ideal que pone freno
a los vicios y males destructores de la comunidad en busca del bien que conduce a la virtud,
pues la sociedad que se desarrolla en constante interpretación de sus integrantes, exige de
ellos actos conducentes a su perdurabilidad, y la mejor forma de obtenerlos es mediante el
ejercicio de los actos éticos, que por deber le corresponde, por ser estos parte principal del
esfuerzo continuo del hombre en busca de su perfección y vivencia.

Siendo el profesional el miembro de la sociedad superada, culturalmente hablando, y


poseedor de la experiencia ética, obligado a sujetarse a la suficiencia de su carrera, le
corresponde aplicar la moral profesional a sus actividades respectivas.

La moral profesional es el conjunto de obligaciones que tiene el individuo en virtud de la


profesión que ejerce en la sociedad.

Es el profesional el que mayormente está obligado a dar cumplimiento a los deberes y


derechos, justamente con su preparación científica y técnica, para contribuir positivamente
al progreso social.

A nivel profesional el arbitrio es la capacidad de elegir una profesión u oficio y de realizarlo


del modo que técnicamente se considere más competente. La moral al arbitrio del profesional
toma en cuenta que la verdadera libertad del ser humano está en la trascendencia de uno
mismo hacia los demás apoyada en la educación de los valores.

La moral profesional es el conjunto de obligaciones que tiene el individuo en virtud de la


profesión que ejerce en la sociedad. Es el profesional el que mayormente está obligado a dar
cumplimiento a los deberes y derechos, justamente con su preparación científica y técnica,
para contribuir positivamente al progreso social. la moral profesional es el conjunto de
facultades y obligaciones que tiene el individuo en virtud de la profesión que ejerce en la
sociedad. Es el profesional el que mayormente está obligado a dar cumplimiento a los deberes
y derechos, juntamente con su preparación científica técnica, para contribuir positivamente
al progreso social.

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Deberes primarios

El individuo tiene necesidades de distintos órdenes que satisfacer y dos de éstas son la
espiritual (trato familiar, educación, formación del carácter, etc.) y la material (alojamiento,
servicios domésticos, comida, ropa, etc.). Para colmarlas, se vale principalmente del medio
social más elemental, que es la familia, donde la vida humana encuentra su verdadero valor
y expresión como grupo social.

Se sabe que la familia es, en última instancia, la institución incipiente de formación biológica,
moral e intelectual para el ser humano, ya que en ella el individuo recibe, originalmente, las
transformaciones y perfecciones que perfilan su personalidad y lo proyectan hacia el futuro
en cierta forma.

Pero no sólo eso, sino que, además, es en la familia donde el hombre recibe los fundamentos
básicos de su moralidad, por lo que es allí en donde se forman los primeros principios éticos
que han de definir la moral del individuo a lo largo de su vida, esto a partir de la
determinación de los deberes primarios que el individuo debe aprender a desarrollar como
parte de su formación ética.

Siendo la familia la base fundamental del orden social, es de ella de donde se desprende la
eficacia de las orientaciones morales que deben dar fortaleza y perpetuidad a la sociedad.
Cuando la familia cumple efectivamente con los fines, propósitos y disciplinas impuestos por
las leyes que regulan la vida, el fruto humano será prometedor y el arte de convivir con los
demás se convierte en una realidad.

Gran parte de las opiniones sobre aquello que se considera ético proporciona de la sociedad
en la que tiene lugar el comportamiento. La falta de investigación al respecto nos impide a
concluir si la percepción acerca de la ética empresarial ha mejorado o empeorado. Sin
embargo, generalmente los administradores son objetos de crecientes presiones que los
induce a tomar decisiones con base en normas de conductas éticas más estrictas que antes.

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En el mismo contexto de la ética en la familia, es necesario que la actuación racional se
convierta en uno de los propósitos del profesional, pues de la creación de un clima adecuado
en el seno de la familia dependen los resultados a los que aspira el individuo en el ámbito
profesional, para lograr el equilibro entre la adaptación personal y el desarrollo de su vida
profesional.

La familia, como ente social, ha hecho progresos merced a los movimientos civilizadores de
la humanidad, hasta llegar al logro positivo, conquistado modernamente con la Revolución
Francesa, que al otorgar iguales derechos a la mujer y al hombre, la familia ha tomado vigor
como asociación estable y protegida en lo legal, en igualdad de condiciones para todos los
miembros de ella.

Es por eso que todo profesional, aquella persona que se dedica a algunas tareas elevadas,
requiere fortalecer el hogar en lo material y lo moral, con el objetivo de disponer del estado
anímico y de la necesidad necesarios en los afanes propios de la misión a la cual se ha
consagrado.

La unidad familiar es, en gran medida, la disciplina razonada de buenas costumbres y deberes
de cada uno de sus miembros (padre, madre, hijos, parientes, etc.), capaces de afianzar la
felicidad de todos los demás. Es por es que, la familia contorneada de virtud, prestigia al
profesional, le permite sosiego para su dedicación creadora y le da la satisfacción del deber
correctamente cumplido.

Esto significa que la organización del hogar, como uno de los deberes primarios, se refiere a
mucho dentro del ámbito de aplicación de la ética y supone un aporte muy importante en la
formación del profesional y la ejecución de sus actividades, pues la misma permite que, al
cumplir con sus obligaciones, tome en cuenta el valor de la familia como institución social,
lo cual influye significativamente en él.

De esta forma, el profesional depende no sólo de la forma en que actúa desde el punto de
vista de la ética, sino también de los principales rasgos de organización del hogar, los cuales
se reflejan en su trabajo del día a día.

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Fundamentos profesionales

La dedicación idónea, habitual e interesante del individuo a determinada actividad en base a


la educación, la formación y el perfeccionamiento.

La palabra profesión proviene del latín, "Professione" que significa acción y efecto de
profesar, que es un ejercicio de un oficio o empleo para ganarse el sustento. Sin embargo, el
ejercicio de profesión es aprovechado por el individuo como fuente económica y solo se dice
que es su profesión u oficio "cuando está ligado a dicha actividad por lazos de regularidad,
obligatoriedad y procedimiento técnico".

Del esfuerzo del hombre en poner de manifiesto la idea de quiénes somos y cómo debemos
ser, en una constante investigación, han surgido las ciencias, que son faros de luz que
iluminan cada vez más la trascendencia objetiva del ser. Desde la primera preocupación de
la biogénesis hasta hoy, con todos los progresos civilizadores, la reflexión nos ha embarcado
en el empeño de saber y demostrar el inabarcable problema de la razón de la vida en el tiempo
y en el espacio.

La conquista de las distintas ramas del saber humano y la aplicación habitual de esos
conocimientos sitúan al individuo en su profesión, y ésta, con sus reglas, sus principios y
todos sus atributos, han dado origen a muchas carreras útiles, por ejemplo, el Derecho, la
Medicina, el Magisterio, la Economía, la Contaduría, la Ingeniería, entre otras profesiones
de gran importancia para el desarrollo del ser humano.

Un profesional ético es aquél que hace el bien en su profesión haciendo bien su profesión.
No hay nada más moralizador que cada cual haga bien lo que tiene que hacer, lleve a cabo
cada actividad procurando realizar el bien al que esa actividad está intrínsecamente orientada.
Toda ética profesional tiene su núcleo inspirador y su aliciente máximo en los bienes
intrínsecos que se propone realizar. Es algo tan obvio como, en ocasiones, olvidado.

Cuidar la salud con arreglo a los conocimientos y técnicas disponibles es el bien intrínseco
de la profesión médica; asesorar y representar ante los tribunales y en las relaciones
contractuales para defender los derechos y legítimos intereses de sus clientes en el marco de
la legalidad vigente es el bien intrínseco de la profesión de abogado, etc. El bien intrínseco a
la práctica de la docencia es que los alumnos aprendan.

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El ejercicio éticamente responsable de la función docente lleva consigo al menos estos
deberes y responsabilidades: ante todo enseñar, entendiendo la enseñanza como ayudar a
aprender. Enseñar presupone saber, haber aprendido lo que enseña y estar al día en la materia
que enseña, de la que es profesor. García Morente comenta al respecto que el docente no
tiene que saber mucho, pero lo que sabe tiene que saberlo bien, "con saber auténtico, con
saber pensado, con ese saber que consiste en la evidencia íntima, en la luz mental ante la cual
todo resulta llano y claro.

El principio de beneficencia lleva consigo una evidente falta de simetría en la relación entre
el profesor y el alumno: uno sabe y el otro ignora, uno enseña y el otro aprende. Cuando esa
inicial falta de simetría se fomenta y pretende mantener en forma de dependencia
permanente, se cae en el paternalismo. Hay que tender a hacerla disminuir en lo posible.

Esa falta de simetría se traduce en una relación de dependencia que conviene no prolongar
más allá de lo debido y tratando de evitar cualquier abuso de poder. El maestro de primaria
mucho más que el profesor de secundaria, y éste más que el profesor universitario, pero todos
en cierta medida, tienen que saber renunciar a determinadas formas de actuación que
representan un uso indebido de la posición de poder que ostentan, por supuesto para evitar
abusos contrarios al respeto que merece la dignidad de todo ser humano, pero incluso para
realizar actividades que, en otro contexto pueden ser perfectamente lícitas y legítimas.

La posición de superioridad inicial (en edad, experiencia, saber y posición social) no debe
servir, por ejemplo, para intentar ejercer una influencia ideológica, no digamos para cualquier
forma de explotación, manipulación, abusos o malos tratos. Maestros y profesores, en el
ejercicio de sus tareas profesionales, deben abstenerse de intentar ejercer el proselitismo
ideológico, utilizando su posición y su poder para inculcar sus convicciones personales.

La ética profesional no se agota en las relaciones bilaterales entre los profesionales y los
destinatarios de sus servicios profesionales, en nuestro caso entre profesores y alumnos,
educadores y educandos. Cuando el profesor y sus alumnos se encuentran por primera vez
en el aula no están en un espacio infinito y neutro que ellos, ellos solos, puedan configurar

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como les plazca. Se encuentran en el marco institucional de un centro educativo de enseñanza
primaria, secundaria o superior, estatal o privado, con un currículum organizado en el que a
cada profesor corresponde desarrollar las tareas, con los objetivos y contenidos asignados en
el currículum, conforme a criterios fijados de antemano, con recursos, suficientes o
insuficientes, en el marco de una estructura organizativa en la que las competencias propias
y ajenas están también prefijadas en gran medida.

En este marco de competencias es en el que se desarrolla la labor de los maestros y profesores.


Antes hablábamos de competencias en el sentido habilidades adquiridas para ejercer bien la
profesión; ahora hablamos de competencia en un sentido análogo al que nos referimos cuando
decimos, por ejemplo, que un juez es o no competente en un caso; con ello no estamos
emitiendo un juicio sobre sus habilidades y prudencia para juzgar, sino sobre el alcance de
lo que le compete, más allá del cual ya el asunto no es cosa suya; compete a otro. También
los docentes, como los demás profesionales, tienen que actuar en el marco de sus
competencias, en aquello que les compete.

Por eso, los primeros deberes de justicia consisten en que cada uno cumpla con "su deber",
es decir con lo que se le ha encomendado, lo que se espera que haga al encomendarle la plaza
o el puesto en el que ejercer la docencia, sin extralimitarse. En este ámbito hay que situar
tanto las obligaciones y derechos que tienen los profesores funcionarios, como las
obligaciones contractuales que adquieren los contratados con la institución que les contrata
y los derechos que tienen o adquieren.

Sabiendo que a uno se le concede la personalidad jurídica desde el momento del nacimiento
"derechos y deberes" y a sabiendas también que se van desarrollando con el paso del tiempo.
Nuestra vida se rige por diferentes pasos que hacen de cada individuo lo que sería en un
futuro, entiéndase, pasar por las distintas etapas de conocimientos: escuela primaria,
secundaria y en último grado, la universitaria.

Solo eso no basta, ya que esos conocimientos lo forman una generalidad de la vida y el
profesional debe de saber combinar esa generalidad con su formación profesional.

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Entiéndase, por formación profesional un alto grado de conocimiento que se le inculca a un
individuo de la sociedad, dotándolo de un interés particular en su profesión que se va a
reflejar en su desempeño diario de la vida.

Durante la antigüedad clásica el desarrollo del conocimiento corrió a la par con los
intercambios culturales entre países mediterráneo y cuando las universidades empezaron a
surgir y hacer de toda Europa una verdadera comunidad intelectual, incorporaban a su ciencia
avances logrados por Avicena en Bokhara y por los astrónomos de Samarcanda y el profesor
Iraki Al Qali enseñaba en Andalucía, invitado por los califas, de Córdoba.

Deberes profesionales

El individuo, desde el momento mismo de su advenimiento a la vida, recibe un sinnúmero de


bienes servidos espontáneamente por la naturaleza o por los seres que lo rodean, los cuales
hacen posible la subsistencia. Este caudal de bienes, dados tan generosamente, forman el
patrimonio original del individuo. Para mantener este patrimonio o aumentarlo, leyes
naturales o normas concebidas por la mente humana, le imponen ciertas obligaciones de
imperativo cumplimiento, las cuales, en términos generales y éticos, podemos denominar
deberes.

Los deberes son exigencias, imposiciones indeclinables, recaídos sobre la responsabilidad


del individuo, que mientras mejor los cumple, más derecho tiene a la feliz convivencia social
que espera lograr.

El deber puede catalogarse en el grupo de las obligaciones morales. Por ejemplo, el respeto
a Dios, la reverencia a la patria, el amor a los progenitores, el cumplimiento de la ley, entre
otros.

La ética del deber (también llamada ética deontológica, o simplemente ética kantiana) puede
ser vista como un buen fundamento para el liberalismo, que es una filosofía política. Aquí se
da una circunstancia curiosa. Stuart Mill, que hace una buena defensa del liberalismo, basa
éste en la teoría utilitarista, que también defiende. Pero liberalismo y utilitarismo no se llevan
bien, como hemos visto en páginas anteriores cuando hablábamos de los tres casos. En
cambio, el liberalismo tiene un muy buen aliado en la ética del deber.

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La clave de bóveda de la ética del deber es el imperativo categórico. Su contenido viene a ser
éste: tu libertad acaba donde empieza la de los demás. La idea es que los demás tienen
derechos y son libres de hacer aquello a lo que tienen derecho; limitar estos derechos es
atentar contra la dignidad de las personas. Derechos, libertad y dignidad son tres palabras
clave. La moral no trata, como en el utilitarismo, de qué debo hacer para beneficiar a las
personas, sino de lo que debo hacer para respetar su dignidad y no violar sus derechos. No se
trata de lo que debo hacer por los demás como de lo que no debo hacerle a los demás.

Profesión docente

Como a cualquier otro, al profesional de la docencia le corresponde poseer ciertos principios


éticos que adornen su quehacer de modo tal que haga de su acción docente una virtud, es
decir, la mejora del propio carácter y el de sus alumnos a través del hábito bueno.

Regularmente exigimos que toda actuación profesional esté amparada en unos valores y
deberes que surgen de dos fuentes básicas: lo que exige la sociedad y lo que se exige el propio
individuo en su poder de decisión. Desde la sociedad emanan los valores morales y desde el
individuo, en su capacidad reflexiva racional, los principios éticos. Ética y moral se
diferencian, pero no se excluyen; sino que se complementan en un diálogo fructífero para el
cuerpo social y para el individuo.

Desde un punto de vista laico, la profesión docente no es una vocación de servicio, sino un
bien que ofrece un profesional acreditado para ello y por el cual devenga un salario que es,
en principio, su medio de sustento. El docente es un profesional como cualquier otro y como
tal está llamado a hacer bien el servicio que ofrece a la sociedad. Por esta razón, en el
profesional docente deben conjugarse las normas dadas socialmente a toda profesión y los
principios éticos que brotan de la reflexión de la acción docente.

En este afán de diálogo entre las normas sociales y los principios personales hay cuatro
postulados para la ética del docente que comparto: primero, “que la acción educativa esté
bien hecha y que constituya un bien para los alumnos”; segundo, “que la acción educativa
respete y estimule la diversidad en los aprendizajes”; tercero, “que la acción educativa
ofrezca las posibilidades de aprendizaje y de mejora a los alumnos según sus capacidades”;

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cuarto, “que la acción educativa no represente obstáculo alguno para el desarrollo de las
capacidades de los alumnos”.

Estos cuatro postulados emanan de una armonía entre los principios de toda profesión y el
fin de la acción educativa que es la mejora de las capacidades y aprendizajes de los alumnos.
Pero estos postulados no tienen sentido si no hay un trasfondo que sirve de tamiz entre las
normas morales y los deberes éticos: la autorreflexión como cuidado de sí.

El cuidado de sí es conocimiento de sí mismo; no del yo, que no existe. Sólo llegamos a


nosotros mismos por mediación del lenguaje y los otros; por tanto, el docente debe narrarse
en su acción educativa para cobrarle sentido al quehacer propio. Narrarse a sí mismo significa
ver su identidad como constituida por el lenguaje y por la acción propia. Significa también
inscribir su acción educativa en la totalidad de una vida, de donde cobra sentido y da sentido.

La vida no es una serie de episodios experimentados de modo inconexos, sino la significación


que le damos a esta serie de acontecimientos en el marco de una totalidad significante.
Sócrates decía que una vida no reflexionada es una vida no vivida. En este tenor, vivir y
contar no parecen tan lejanos como solemos pensarlo.

Contar la propia vida no sólo trae ventajas insospechadas en el descubrimiento de quiénes


somos, sino que nos permite mejorar el curso diario de nuestras acciones. De este modo,
vivir, contar y reflexionar constituyen una unidad elemental antropológica y psicológica.

En la medida en que reflexionamos sobre nosotros mismos y damos una unidad significativa
a los sucesos cotidianos que nos ocurren, a las acciones cotidianas que realizamos, es que
podemos hablar de una vida vivida.

Si la ética docente es la reflexión sistemática y racional sobre la acción educativa, el modo


de comprenderse del docente es narrando su propia actividad pedagógica. Narrar aquí no se
reduce solo a contar una historia, sino a comprender en una totalidad significante el curso
temporal de una serie de acontecimientos constituidos por la acción pedagógica.

En la medida en que comprendo la acción educativa y su intencionalidad en el marco de una


totalidad más vasta, más abarcadora, es decir, en el desarrollo plural de una vida, me
comprendo mejor a mí mismo. En este sentido, un docente ético será aquel que se reconoce
y comprende a sí mismo haciendo un bien a otros bien hecho.
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Opinión personal

El tema abordado en este trabajo me pareció de gran interés, ya que no sólo me ha permitido
comprender el significado y las finalidades que tiene la ética como ciencia, sino que, además,
me ha sido posible analizar los diferentes aspectos que la vinculan a la profesión docente y a
la formación del profesional en esa área en cuanto a sus responsabilidades y deberes y la
forma en que se espera que actúe de acuerdo a los principios éticos y morales que delimitan
la profesión.

La ética profesional no es simplemente una deontología o un conjunto de normas para regir


la conducta de quien ejerce una labor profesional; es un compromiso vivencial que va más
allá de la norma escrita y debe hacerse efectivo teórica y prácticamente.

En el ámbito de la educación, para cumplir con ese compromiso el y la docente han de ser
conscientes de sus tenencias prácticas, intelectivas y morales, así como del deber de
desarrollarlas constantemente para ponerlas a disposición de sus estudiantes y ayudarles a
crecer cognitiva, afectiva y moralmente de manera integral.

Como he podido ver en este trabajo, la ética en la profesión docente busca, esencialmente,
definir los aspectos que determinan el perfil del profesional en esta área, ya que pretende
considerar cuáles son los principios básicos que delimitan la conducta social y personal del
maestro.

Para alcanzar una educación de calidad, el docente como profesional que forma a los
ciudadanos deberá ser un ciudadano responsable y un profesional crítico con conocimiento
pleno de las materias a impartir en los distintos niveles del Sistema Educativo.

Dentro de sus competencias y características, el docente deberá estar orientado a posibilitar


que los estudiantes desarrollen paulatinamente las competencias que se promueven desde el
currículo de manera tal que puedan actuar de manera eficaz y autónoma en contextos
diversos, movilizando de forma integrada conceptos, procedimientos, actitudes y valores”.
Las universidades, de su lado, tendrán que adecuar sus currículos para que se adapten a las
competencias y perfiles que se buscan entre los docentes.

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Creo que, para tener una educación de calidad como todos soñamos y que ésta sea el soporte
de la sociedad en constantes cambios, es necesario contar con un cuerpo docente que se rija
por una serie de principios éticos y morales y que persiga siempre los mejores resultados en
cuanto al cumplimiento de sus funciones y deberes para con dicha sociedad.

Para ello es necesario, además, que toda persona que se forme dentro de dicha profesión
conozca y reconozca la importancia que tiene la ética como ente regulador de la misma y vea
en la aplicación de la moralidad y los valores éticos una de las mejores vías para alcanzar la
efectividad en su campo de trabajo.

El docente deberá estar comprometido con el fortalecimiento de una educación inclusiva, sin
exclusión y que valore la diversidad como oportunidad para generar prácticas educativas en
las que se promueva la equidad, y sea capaz de promover un clima y un ambiente de
aprendizaje agradable, cálido, de acogida, valoración y respeto para todas y todos los
estudiantes, entre otras.

Como profesional universitario, esa condición debe garantizar una formación integral, con
actitudes y valores que promuevan la preservación de la cultura nacional, y debe ser un
profesional responsable con conciencia ética y solidaria, reflexivo, innovador, crítico, capaz
de mejorar la calidad de vida, consolidar el respeto al medio ambiente, a las instituciones del
país y a la vigencia del orden democrático.

Los profesores trabajan en un sistema educativo en el que se socializan personal y


profesionalmente, que ellos interpretan, pero que no definen en su origen; su independencia
profesional es, en todo caso, una aspiración, una conquista a obtener, no un punto de partida.
Esa realidad laboral de los profesores es inherente al papel que al están llamados a cumplir
en el sistema educativo.

La educación, de por sí, es un área que requiere la intervención del docente de una manera
efectiva, clara y transparente, ya que constituye el contexto que pone de manifiesto, no sólo
la conducta ética y moral del educador, sino, además, los principios básicos sobre los que se
han de fundamentar la ética y la moral de los estudiantes, futuros miembros de la sociedad a
nivel general, por lo que éste es un contexto amplio que va mucho más allá del entorno interno
de la escuela.

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El contexto adquiere cada vez más importancia, la capacidad de adecuarse a él
metodológicamente, la visión de la enseñanza no tanto técnica, como la transmisión de un
conocimiento acabado y formal, sino más bien como un conocimiento en construcción y no
inmutable, que analiza la educación como un compromiso político preñado de valores éticos
y el desarrollo de la persona y la colaboración entre ellas como un factor importante en el
conocimiento profesional.

Esto nos lleva a valorar la gran importancia que tiene para la docencia el aprendizaje de la
relación, la convivencia, la cultura del contexto y el desarrollo de la capacidad de interacción
de cada persona con el resto del grupo, con sus iguales y con la comunidad que enmarca la
educación.

La educación es además la herramienta privilegiada de reproducción social, es decir, del


mantenimiento del orden social según la más antigua tradición cultural. En esto creo que hay
que detenerse un poco. Como bien explica un autor que no recuerdo ahora mismo, el espacio
social u organización de la sociedad se funda en un capital cultural, es decir en la herencia
cultural -o más bien manera de ver al mundo- que ese espacio social tiene. De este modo la
sociedad se organiza en torno a valores determinados que son los que en definitiva explican
dicha organización.

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Conclusión

La palabra ética viene del griego ethos, que significa costumbre. Como definición, la ética es
la ciencia que estudia la bondad o maldad de los actos humanos. Su objeto son los actos
humanos. Se fundamenta en la naturaleza racional del ser humano que sabe diferenciar entre
bien y mal, entre lo correcto y lo incorrecto.

En cuanto a bondad o maldad, la bondad significa la cualidad de bueno, bien y bondad


coinciden en cuanto a su significado esencial, aunque bondad es un sustantivo abstracto y
bien se utiliza para designar la bondad de un objeto concreto.

Como se ha visto, el profesional de cualquier área tiene responsabilidades superiores a las de


artesano ordinario. Tiene obligación de considerar los ideales y funciones de su profesión;
tiene obligación de considerar el resultado posible de cualquier acción propuesta; tiene
obligación de abstenerse de aquellas actividades que quiten merito a la sana supervivencia
de la profesión.

Esto es lo que determina la conceptualización y la importancia de la ética como disciplina


científica que se aplica para regularizar la práctica profesional de las personas y la forma en
que sus actuaciones están guiadas por normas y principios básicos elaborados en ese
contexto.

La ética es una ciencia de los actos humanos cuya razón de ser está en el deseo de todo ser
humano de ser plenamente feliz. La felicidad es un conjunto de estados que el hombre va
deseando, entre otros factores, por su nivel de maduración su entorno y conocimiento.

Los estados de felicidad deseados se experimentan a través de actos encaminados a obtener


y ejercer bienes. Los bienes al igual que los estados de felicidad se clasifican según el nivel
de ser humano. Existen tres niveles de ser humano que todo hombre tiene y están ordenados
jerárquicamente según el tipo de bienes que desea y que en última instancia crean estados de
felicidad superiores. Los niveles de ser humano, de menos importante a más importante son:
naturaleza humana, esencia humana y persona humana.

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