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“AÑO DEL DIALOGO Y LA RECONCILIACION NACIONAL”

UNIVERSIDAD CATOLICA LOS ANGELES


DE CHIMBOTE

MONOGRAFIA
“MASOQUISMO”

DOKCENTE:
Psi. VIZCARRA CANGALAYA, Marisol

ESTUDIANTES:
BURGOS TORRES, Julio
GUTIERREZ PUSACCLLA, Jeylee Evelin

ASIGNATURA:
DESARROLLO AFECTIVO Y SEXUAL

VI “A”

AYACUCHO - 2018
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I. DEDICATORIA

A nuestros padres, Gutiérrez Escurra, Godofredo, Burgos Zambrano, Javier por el apoyo

incondicional que nos brindan durante nuestra formación profesional, y por habernos enseñado,

tanto por el precepto como por el ejemplo, valores tan importantes como la honestidad, la

responsabilidad y el respeto.
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II. GRADECIMIENTOS

A Dios, por darnos la dicha de compartir el logro de nuestras metas con nuestros seres queridos.

A la Universidad Católica Los Ángeles de Chimbote – Filial Ayacucho, que a través de sus

maestros nos imparten valiosos conocimientos y consejos.

A la docente del curso, por su inacabable paciencia con nosotros y sus oportunas

recomendaciones para el desarrollo de nuestro trabajo.


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III. RESUMEN

Se dice que el masoquista es una persona que se somete a humillaciones y es físicamente

lesionado para producir la excitación sexual. Nuestro principal objetivo en este trabajo es dar

al término una cierta claridad en su definición y estudiar su relación con la sumisión y el

masoquismo, así como conocer los diferentes tipos y causas de este trastorno. También se busca

conocer el mundo afectivo de la persona masoquista, si es similar al del depresivo.

En cuanto a la finalidad de este trabajo monográfico, buscamos que el paciente pueda descubrir

su propia identidad, que la persona considere necesario visitar al terapeuta para poder liberarse

del sufrimiento y desarrollar capacidades de superación.

También dar a conocer las implicaciones terapéuticas en el diagnóstico y tratamiento de la

personalidad masoquista

Psicológicamente hablando, se puede decir que el individuo masoquista requiere de una

dominación completa de otra persona, siendo en este caso las mujeres la mayoría de las veces

que representa este papel de masoquistas, actos que muchos han relacionado con el rol pasivo,

que se supone propio del sexo femenino en una relación normal. Siendo una forma de vida y

de decisión sexual, se ha especulado con una posibilidad de demostrar que son alteraciones de

origen biológico, innato. Como va de la mano con el sadismo, el masoquismo es parte de la

teatralidad, la puesta en escena y no la persona en si lo que da el placer, son las llamadas

secciones que implica el deseo y la excitación de ambos participantes.

Palabras claves:

Masoquismo, culpa, rendición, perversión, necesidad de castigo, superyó, pulsión de muerte,

maltrato, sadismo, diagnostico psicoanalítico.


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IV. ABSTRAC

It is said that the masochist is a person who submits to humiliation, and is physically injured to

produce sexual arousal. Our main objective in this work is to give the term a certain clarity in

its definition and to study its relationship with submission and masochism, as well as to know

the different types and causes of this disorder. It also seeks to know the affective world of the

masochist, if it is similar to the depressive.

Regarding the purpose of this monographic work, we seek that the patient can discover his / her

own identity, that the person considers it necessary to visit the therapist in order to be free of

suffering and develop capacities for improvement.

Also to make known the therapeutic implications in the diagnosis and treatment of the

masochistic personality

Psychologically speaking, it can be said that the masochistic individual requires a complete

domination of another person, being in this case women most of the time who represents this

role of masochists, acts that many have related to the passive role, which is supposed proper to

the female sex in a normal relationship. A way of life and sexual decision, has been specified

with a possibility to demonstrate that they are alterations of biological, innate origin. How the

hand is made with sadism, masochism is the part of the theatricality, the staging and not the

person in pleasure, the so-called sections that imply the desire and excitement of both

participants

Key words:

Masochism, guilt, surrender, perversion, need for punishment, superego, death drive, abuse,

sadism, psychoanalytic diagnosis


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ÍNDICE

I. DEDICATORIA…………………………………………………………………….

II. AGRADECIMIENTO……………………………………………………………...

III. RESUMEN………………………………………………………………………….

IV. ABSTRACT………………………………………………………………………..

1. INTRODUCCIÓN………………………………………………………………....

2. CAPÍTULO I: HISTORIA DEL MASOQUISMO……..…………….…………

2.1. TIPOS DE MASOQUISMO……………………………………………..

2.1.1Masoquismo erógeno…………………………...…………………….

2.1.2. El masoquismo moral………………………………………………

2.1.3. El masoquismo psíquico……………………………………………

2.1.4. El masoquismo Femenino………………………………………….

2.1.5. Asfixio auto erótica…………………………………………………

2.1.6. Masoquismo primario y secundario………………………………..

2.1.7 masoquismo verbal social y de masa………………………………

2.2. CAUSAS DEL MASOQUISMO………………………………..………..

2.2.1. El masoquismo desde el punto de vista de Sigmund Freud…………

2.2.2. La fantasía en la constitución del masoquismo…….….……………..

2.2.3. El Problema del masoquismo……………………………………….

2.2.4. El sentido ético del masoquismo...…………………………………....


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3. CAPÍTULO II: MASOQUISMO, SUMISIÓN Y RENDICIÓN……………….

3.1. Masoquismo como perversión de la rendición …………………..………..

3.2. El dolor y el masoquismo………………………………………………..

4. CAPÍTULO III: TRATAMIENTO DEL MASOQUISMO……………………

4.1. Tipo de tratamiento……………………………………………………...

4.1.1. ¿Qué características presenta una persona con personalidad masoquista?

4.1.2. Liberación del sufrimiento

4.2. Implicaciones terapéuticas del diagnóstico de personalidad masoquista

4.3. Transferencia y contratransferencia con pacientes masoquistas

5. CONCLUSIONES………………………………………………………………….

6. RECOMENDACIONES………………………………………………………..…

7. ANEXOS…………………………………………………………………………...

8. BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………...…
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1. INTRODUCCION

El masoquismo es un tema muy profundo el cual se ha podido observar presente en las

sociedades desde los principios de la historia humana hasta hoy en día.

Es una característica de la naturaleza humana que no se halla en otras especies. Son incontables

las personas que buscan y mantienen situaciones en las que resultarán dañadas, humilladas,

castigadas e incluso torturadas o destruidas.

Pude observar que existen muchas maneras de ver en la sociedad un comportamiento

masoquista, generalmente se nos viene a la cabeza una persona con características masoquistas

alguien desequilibrado psicológicamente pero no siempre es así

También Cuando el masoquismo busca la propia destrucción, rechazo o abandono, suele

considerarse un indicio de patología mental o de tendencias suicidas.

La investigación científica ha revelado que podría existir un tipo particular de masoquistas por

razones exclusivamente fisiológicas, debido a un error de transcripción del gen SCN9A, que

codifica el canal de ión sodio Nav1.7 utilizado por el organismo para el control del dolor.

Estos masoquistas tendrían interés únicamente en la experiencia del dolor (algolagnia), sin los

factores psicológicos, aunque se cree que su propio desarrollo personal les conduce a distintas

manifestaciones del sadomasoquismo

El orgasmo se obtiene mediantes recompensa, por el aguante y la buena disposición de la

persona que hace el papel de masoquista. Muchas veces el orgasmo es producido instantáneo

por el nivel elevado de excitación del participante. Se habla de un estilo de vida que en la

actualidad es muy frecuente, aunque las personas no lo demuestren a simple vista, aún muchas

llegan a estar en terapias psicológicas para modificar la conducta, aunque no se hace referencia

alguna que sea de buen resultado ya que la persona debe tener total disposición en cambiar si

así lo quiere.
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2. CAPÍTULO I HISTORIA DEL MASOQUISMO

Término creado por Richard von Krafft-Ebing en 1886, a partir del apellido del escritor

austríaco Leopold von Sacher-Masoch (1835-1895). Designa una perversión sexual en la cual

la satisfacción surge del sufrimiento vivido y expresado por el sujeto en estado de humillación

(incluyendo golpes, flagelación, humillación física y moral, etc.).

En principio, el concepto pertenece al vocabulario de la sexología, pero fue retomado por

Sigmund Freud y sus seguidores en el marco general de una teoría de la perversión. Fue

acoplado al término “sadismo”, formando un nuevo vocablo, “sadomasoquismo”. Freud

extendió la noción al reconocer elementos masoquistas en muchos comportamientos sexuales,

y hasta rudimentos en la sexualidad infantil (este masoquismo generalmente cede ante la

represión; a partir de allí, subsiste en el inconsciente en forma de fantasmas). También, al

describir formas derivadas de él, especialmente el llamado “masoquismo moral”, en el que el

individuo, merced a un sentimiento de culpabilidad (inconsciente), busca permanentemente

ocupar el lugar de víctima, sin que se halle directamente implicado un placer sexual.

“El problema económico del masoquismo” (1924), Freud distingue tres formas: erógeno,

femenino y moral. Este último parece fácil de delimitar (es el de esos sujetos que no esperan su

sufrimiento de un compañero, sino que se las arreglan para obtenerlo de diversas circunstancias

de la vida); los otros dos pueden y suelen prestarse a equívocos. Lo erógeno no se trata de una

forma clínicamente delimitable del masoquismo, sino de una condición que se halla en la base

de la perversión masoquista y que se encuentra también en el moral: el vínculo del placer sexual

con el dolor. El término “masoquismo femenino” hace pensar en un “masoquismo de la mujer”,

incluso constitutivo; pero, dentro de la teoría de la bisexualidad, representa una posibilidad

inmanente en todo ser humano.

Es importante tener en cuenta también que en el masoquismo una persona experimenta una
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estimulación sexual a partir del dolor que siente, y de la degradación que sufre en su relación

con su amante. Según el DSM-5®, la persona debe haber experimentado durante al menos seis

meses, conductas, deseos, fantasías sexuales de carácter intenso y recurrente, relativas al hecho

de ser humillado, golpeado o esclavizado.las actividades masoquistas interpersonales exigen la

participación de la menos dos personas, un “amo” y un obediente “esclavo”. Este tipo de

situaciones, en su versión moderada, son relativamente frecuentes en las relaciones

heterosexuales y homosexuales. Normalmente los masoquistas no quieren cooperar con

sádicos auténticos, pero si con personas que están dispuestas a humillarlos o dañarlos dentro de

ciertos límites. El masoquismo parece ser más frecuente que el sadismo, y se observa tanto en

varones como en mujeres. Este tipo de actividades suele realizarse de manera colectiva en

calabozos muy populares en las ciudades importantes. Para los participantes esto constituye

un juego más que una amenaza.


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2.1.TIPOS DE MASOQUISMO

Cuando el masoquismo se utiliza como forma de vínculo con otro o con el superyó, también

surgen de él otras modalidades. Como ejemplo de ellas, está el masoquismo defensivo ante la

angustia de persecución que genera el otro (sea ese otro sádico, paranoide o narcisista), al cual

se intenta aplacar o mantener satisfecho mediante la estrategia inconsciente de inspirarle lástima

o ubicándose bajo una identidad de inferior, menoscabando así las propias capacidades y

posibilidades, llegando en algunos casos hasta los límites de la extenuación

2.1.1. Masoquismo erógeno

El masoquismo erógeno se describe en psiquiatría como una parafilia, es decir, una

desviación sexual generalmente considerada como una perversión sexual. El masoquismo no

se expresa sólo a través de la sexualidad.

2.1.2. . Masoquismo moral

Las personas masoquistas pueden sumergirse, a menudo inconscientemente, en una

situación de sufrimiento físico o moral en su vida cotidiana: en el trabajo, en la familia... aunque

tengan una vida sexual normal.

2.1.3. El masoquismo psíquico

Desde el punto de vista de Freud, las parafilias, pueden comprenderse a través

delanálisis del desarrollo del niño en su fase oral. Para Freud, el primer contacto con la realidad

humana se efectúa por medio de la boca en una etapa en la cual aún el ser humano no tiene

conciencia de la otredad. La fantasía de omnipotencia va colapsando conforme el bebé va

madurando y eventualmente tres dificultades adicionales complican las expresiones de

agresividad del niño: el castigo, la censura moral y la culpa. Existen pues, casos de niños que

no son disuadidos en su educación por el castigo.


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2.1.4. El masoquismo femenino

A principios del siglo XX, Helene Deuscht publica un libro sobre la sexualidad

femenina, asumiendo que la salud mental y sexual de la mujer se encuentra estrechamente

ligada a un carácter masoquista en sus relaciones sexuales. “En la relación sexual prevalecerá

la concepción sádica del coito que conlleva una identificación con la madre, víctima masoquista

del padre.” (La importancia del masoquismo en la vida mental de la mujer). Deuscht pues

establece estas ideas sobre la base del “destino anatómico de la mujer”, determinado por

factores biológicos y constitucionales.

2.1.5. Asfixia auto erótica

Es uno de los tipos de masoquismo más peligroso, consiste en una auto estrangulación

que llega hasta el punto de privarse de oxígeno.

2.1.6. Masoquismo primario y secundario

Según Freud, en el primario lo causa la fusión de la pulsión de muerte con la libido

orientada contra el sujeto que la manifiesta. El secundario está determinado por la orientación

hacia el sujeto de un sadismo originalmente dirigido hacia otro.

2.1.7. Masoquismo verbal, social y de masa

Planteado por T. Reik. (1940), quien realizo caracterizaciones ulteriores del

masoquismo; hablo. Habló de masoquismo verbal para quien anhela que le digan palabras

ofensivas y humillantes, social para quien quiere una actitud de subordinación y sumisión,

demasa por la renuncia a la propia individualidad dentro e masas entusiastas y devotas que

representan una propia imagen idealizada.


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2.2. Causas del masoquismo

El porqué de las causas de este tipo de personalidad es desconocido, teniendo en realidad

un origen multicausal. Aunque las causas no están del todo claras, algunas de las hipótesis al

respecto dejan ver la influencia de las experiencias infantiles y los aprendizajes realizados a lo

largo de toda la vida.

Las principales hipótesis al respecto parten principalmente de una perspectiva psicoanalítica.

Entre los diferentes factores que parecen influir en la aparición de este trastorno de la

personalidad se encuentra la confusión e integración en un mismo sujeto de la experiencia de

castigos, dolor y sufrimiento junto a la sensación de protección y seguridad. También es posible

que se haya aprendido que el único modo de lograr afecto sea en momentos de sufrimiento

personal (algo que en el futuro hará que se autoevalúe como mecanismo para lograr dicho

afecto).

La presencia de modelos parentales deficitarios (padres ausentes y fríos, irritados y con un

elevado nivel de frustración vital) que posteriormente el niño replicará como manera de

funcionar y ver el mundo es también propuesto como hipótesis. Otro de los elementos sobre los

que se habla es sobre la falta de capacidad de integración de elementos positivos, llegando a

sentirse seguros sintiéndose despreciados y miserables.

2.2.2. El masoquismo desde el punto de vista de Sigmund Freud

En primer lugar, nos referiremos al dolor y a las formas mediante las cuales el aparato psíquico

del individuo se defiende del mismo, aun antes de que surja el Yo. Por otro lado,

desarrollaremos las características del Yo dado que esta es la instancia intrapsíquica

especializada para manejar y trasformar las cargas psíquicas que a él pudieran llegar.

El tercer acápite tratará sobre la evolución del concepto de masoquismo en la obra de Freud

teniendo en cuenta el giro teórico que el psicoanálisis vivió a partir del año 1920. Finalmente,
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nos ocuparemos de revisar cuáles son las características energéticas que tienen las pulsiones,

pues estas serán las encargadas de dinamizar al ser humano. Revisaremos tanto la primera teoría

de la pulsión como también la segunda teoría pulsional, que surge en el horizonte teórico luego

de que aparece la pulsión de muerte. Esto nos permitirá ver si existen componentes no sexuales

que han de formar parte de la sexualidad.

El problema del dolor, y el modo cómo el ser humano reacciona ante él, fue siempre una

preocupación en Freud. Tal es así que concibió la metapsicología alrededor de un diseño

centrado en un sistema mental que contaba con diversos mecanismos, con los que lograba

liberarse del dolor. La creencia de que el displacer debería ser eliminado de la mente, de la

forma más propicia y rápida, hizo que el manejo de estas tensiones álgidas se convierta en el

móvil central de su obra, que evoluciona hasta llegar, con el tiempo, a concebir la existencia de

una organización equivalente al Yo, adjudicándole la capacidad de funcionar como un sistema

fundamentalmente protector contra el dolor.

 El Yo y el masoquismo.

El Yo y el Ello (1923), es “la última de las grandes obras teóricas de Freud”.Sobre todo

por ser una obra donde el Yo es tratado de la manera más completa, y aunque es nuevamente

mencionado en textos sucesivos, en ninguno logrará alcanzar el nivel de entendimiento como

lo logra aquí. En líneas generales, lo que podemos decir de este Yo es que contiene la

posibilidad de recibir dentro de sí un gran número de procesos identifica torios, es

mayoritariamente inconsciente, tendrá un vínculo particular con el dolor, y desarrollará una

tendencia hacia la sumisión frente a los "amos" que lo presionan

 La evolución del concepto de masoquismo

Como señalamos en el principio del conflicto, el concepto de masoquismo no fue acuñado

por Freud sino por KrafftEbing quien, impresionado por la novela de SacherMasoch, La Venus
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de las pieles, publicada en 1870, no dudó en comprender que estaba frente a un cuadro

realmente importante por lo que en honor al autor de la novela hace que el síndrome tome su

nombre. Freud, en 1905, usa por primera vez dicha denominación para señalar que existían

entidades clínicas en la que se repetían con frecuencia escenas sexuales donde un miembro de

la pareja sufría mientras que el otro hacía sufrir, mediante un sinnúmero de procedimientos

sexuales y voluntarios.

Este concepto de masoquismo evolucionó en la obra de Freud, a nuestro parecer, a lo largo de

cuatro momentos. En un primer instante, el eje de su investigación se centra en torno al tema

del dolor y su efecto en el sistema psíquico, orientando su estudio alrededor de la mecánica

metapsicológica que el sistema neuronal ha de emplear para liberarse de dicho sufrimiento.

Prueba de ello son los trabajos que escribió sobre el dolor y el aparato psíquico, desde el

Proyecto de una psicología para neurólogos (1895) hasta Más allá del principio del placer

(1920) donde retoma su preocupación por el tema de las cargas libres hipertensas como

causantes de sufrimiento. Pero, donde utilizará por primera vez el vocablo “masoquismo” es en

Tres ensayos de teoría sexual (1905), y desde esa ocasión continua ocupándose del tema con

una cierta periodicidad. Luego vendrán artículos como Pulsiones y destino de pulsión (1915),

Duelo y melancolía (1917) para seguir con su obra cumbre El problema económico del

masoquismo (1924), donde termina de organizar su pensamiento en torno al tema.

Desde esas fechas hasta la actualidad, el problema del masoquismo no ha quedado

completamente resuelto. Pese a los aportes de Freud, aún no hay solución a todos los nuevos

cuadros clínicos que la época actual presenta. Pero aunque esto sea verdad, debemos a Freud la

visión más profunda y dinámica que hasta hoy conocemos de la naturaleza del masoquismo

A Pesar de lo complejo que resulta el tratamiento de estos cuadros clínicos, el método creado

por Freud sigue siendo el apropiado para el tratamiento de los cuadros masoquistas. Esto es así
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por la profundidad dinámica que exige el método y por el implacable espíritu de investigación

que requiere del terapeuta, puesto que nos fuerza a ir cada vez más allá, hasta encontrar en el

masoquismo algo que devele su enigmática causa, tal como T. Reik señala: “el interrogante

psicológico que nos plantea el masoquismo está todavía por resolver”. No obstante, por más

que en este acápite nos esforcemos en precisar cuál es la evolución histórica que tuvieron los

conceptos del masoquismo alrededor de los que Freud organizó el desarrollo de sus teorías,

debe quedarnos claro que el sufrimiento voluntario, el placer en el dolor, la búsqueda de castigo

o la paradójica tendencia de algunas personas a no desear curarse de sus males, nos llevan a

pensar que cualquier intento de esquematizar estos fenómenos encasillándolos dentro de un

concepto rígido es un error. Las peculiaridades de estas conductas se extienden más allá de las

manifestaciones sexuales que comúnmente encontramos en algunos individuos, haciéndonos

pensar, incluso, sobre cuánto peso habrá tenido la cultura para que surjan casos de este tipo. Es

así como finalmente llegamos a la conclusión de que existe en los hombres una instintiva

inclinación al sadismo, que está sumamente difundida.

Por ello, seguimos pensando que existe un abismo entre las aberraciones sexuales y el

sinnúmero de fenómenos verdaderamente trágicos que se presentan a lo largo de la vida, y que

van desde el fracaso y la mala suerte hasta los misteriosos enigmas en la vida de muchas

personas, que incluyen abrumadoras catástrofes que afectan a pueblos, ciudades y naciones,

cuyos habitantes parecen estar unidos entre sí por un misterioso deseo de sufrir. Nos parece que

utilizar el mismo concepto para incluir fenómenos tan diferentes no les hace justicia.

Es en este intersticio donde se ubica nuestra teoría, al encontrar en ese espacio, aún no teorizado,

la existencia de casos de masoquismo en los que el sufrimiento unido al disfrute está más allá

de la clásica teoría que lo califica de perverso y patológico. Así, nuestra experiencia preliminar

da cuenta de que encontramos casos de masoquismo auto reparador o al servicio de Eros.


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Con un vínculo incierto con la pulsión de muerte, donde la posibilidad de un sufrimiento

ordenado y una adecuada fusión pulsional permiten que se termine con el sufrir.

En esta parte actual acápite nos limitaremos a revisar, siguiendo un orden cronológico que

respete los momentos del hallazgo científico, los principales hitos teóricos por los que atraviesa

el descubrimiento del masoquismo. Revisaremos únicamente aquellas obras en las cuales

aparece la palabra “masoquismo”, y su consecuente explicación teórica. El objetivo que nos

mueve es ubicar al lector en el momento histórico preciso en el cual se desarrolla la

conceptuación de Freud sobre el masoquismo.

 El concepto de masoquismo en el año 1905

Freud utiliza por primera vez los conceptos sadismo y masoquismo en el año 1905. Lo hace

para describir un cuadro clínico en el que los pacientes presentan la combinación sintomática

de actuar presa de una excitación sexual y a la vez de claras sensaciones de dolor. Ya desde esta

época el autor tenía en mente que sadismo y masoquismo estarían íntimamente ligados. Más

aun, su accionar permitiría transitar de uno a otro de acuerdo a los momentos libidinales por los

que atravesaba el paciente

La idea primitiva de Freud consistía en considerar que estas patologías estarían totalmente

ligadas a profundas alteraciones de la pulsión sexual, la cual se presentaría bajo la forma de una

sexualidad investida de agresividad. En ese texto el sadomasoquismo es considerado como una

perversión causada por la liberación de la pulsión parcial sádico-masoquista.

2.2.3. La fantasía en la constitución del masoquismo

Las fantasías que revisaremos en relación con el masoquismo surgen en un momento histórico

ubicado en medio de dos formulaciones teóricas energéticas. Ambas intentaron explicar el

masoquismo desde la óptica de la energética, la primera entre 1905 y 1916,230 seguida, desde
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la segunda tópica, en El problema económico del masoquismo (1924), donde se plantea que lo

fundamental de este desorden estriba en una patología de las pulsiones.

Ahora bien, entre ambos momentos surge en 1919 un texto distinto, no energético, que entiende

el masoquismo como un movimiento pleno de sentido dinámico, que tiene por fin reeditar el

conflicto mal resuelto. El texto al que nos referimos es Pegan a un niño (1919) escrito un año

antes de Más allá del principio del placer (1920), que significó el cambio de la formulación

teórica para el psicoanálisis, y que trae una serie de ideas y nuevos elementos en torno al

masoquismo, que hacen sospechar que la llegada de la segunda tópica era inminente.

El libro intenta explicar una de las patologías más extrañas, que plantea un desafío al

psicoanálisis. La fantasía de flagelación consistiría, según el autor, en un cuadro clínico en el

cual el paciente (tanto hombre como mujer) recurrían a la excitación masturbadora usando

como marco escénico la fantasía de observar cómo le están pegando a un niño. El niño golpeado

en ningún caso era el paciente, ni el paciente participaba de la escena, simplemente observaba,

tal vez de lejos, como le pegaban a un niño.

A través de este texto, Freud no solo intenta descifrar los misterios de la intrincada trama mental

de esta psicopatología, también se sirve de él para proponer nuevas formulaciones que den más

luces en torno al desarrollo de las sexualidad de los individuos, sobre todo teniendo en cuenta

la configuración de la fantasía. Señala que estos cuadros clínicos se sostienen en tres fantasías,

que van surgiendo, organizándose y apoyándose la una en la otra, para finalmente formar un

conjunto articulando a manera de pirámide.

Con la misma meticulosidad que Freud acostumbra en sus escritos, en

Pegan a un niño (1919) explica una y otra vez el orden de aparición de las fantasías, que se

organizan estructuradas cronológicamente, empezando por la más antigua en el tiempo, que

consiste en presenciar, siendo el sujeto aún niño, probablemente en la época escolar, como un
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adulto golpea y le pega a un niño, tal vez un compañero de clase o rival de aquellas épocas. El

cuadro de flagelación, como hemos dicho, tendrá tres fantasías:

Primera fantasía: veo como le pegan a un niño.

Segunda fantasía: años después, fantaseo que mi padre me pega, mientras siento placer.

Tercera fantasía: ya durante la vida adulta, fantaseo que un adulto le pega a un niño mientras

yo me excito ante la escena.

En torno a la primera, nos queda la duda de si Freud está describiendo una verdadera fantasía o

más bien el relato del paciente corresponde a un recuerdo infantil, que toma aspecto de fantasía

conforme es evocado en el tiempo. En cualquier caso, este recuerdo-fantasía no está ausente en

ninguno de los pacientes estudiados por Freud.

En todo el libro encontramos el peso que el autor quiere darle a esta primera experiencia infantil,

pues considera que esta fantasía (la más antigua en el tiempo) jugará un papel definitivo, pues

sobre ella se organizarían las dos fantasías restantes. Freud la considera como una vivencia

fundamental y el elemento imaginario más importante de todo el cuadro clínico –ver que le

pegan a un niño– ya que, con el tiempo, esta fantasía-recuerdo, que no es sexual, ira

convirtiéndose en una fantasía sexual principal, y transformándose hasta ser la causa principal,

tanto de la patología masoquista como de toda la sexualidad del ser humano.

Con esta afirmación, Freud estaría aceptando que el complejo central del ser humano, como es

el complejo paterno dentro del Edipo, no brotaría de las pulsiones biológicas, sino de una escena

agresiva no sexual.

2.2.3. El Problema del masoquismo

Este es entonces el problema que Freud plantea al inicio de “El problema económico

del masoquismo”: “Si dolor y displacer pueden dejar de ser advertencias para constituirse, ellos

mismos, en metas,el principio del placer queda paralizado, y el guardián de nuestra vida
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anímica, por así decir, narcotizado” (Freud 1924, 165); todos los subrayados, a menos que se

indique lo contrario, son nuestros).

Resulta sugerente que desde el comienzo del texto Freud destaque el efecto “narcotizante” del

dolor y el displacer como metas en sí mismos. En efecto, no sólo la clínica de las toxicomanías

nos confrontacon dicho efecto. Los cortes en el cuerpo, como práctica que prolifera en nuestra

época, cumplen ésa misma función: brindan al sujeto un “alivio” inmediato, transformando la

angustia en dolor corporal.

Se trata de prácticas que se muestran refractarias a la interpretación, que conllevan un efecto de

adormecimiento y, según los términos de una joven paciente, son “como una adicción”. El

dolor, lejos de ser el “problema” a aliviar, se transforma en el alivio mismo y luego, en una

meta en sí mismo.

Es por ello que Freud plantea la aparente paradoja de una pulsión de muerte “cuya meta es

conducir la inquietud de la vida a la estabilidad”, en oposición a las pulsiones de vida, cuyas

exigencias “procuran perturbar el ciclo vital” (Freud 1924, 166). Es la muerte (y sus derivados:

el displacer y el dolor) lo que estabiliza, “narcotiza”, adormece y lleva a la estabilidad; mientras

la vida es lo que inquieta, lo que perturba el equilibrio. Lo que angustia.

Freud distingue entonces tres tipos de masoquismo (Freud 1924, 167): el masoquismo

“erógeno” (primario y, por así decir, estructural), el masoquismo llamado “femenino” (que se

presenta según Freud principalmente en varones), y el masoquismo “moral”. En este trabajo

nos detendremos principalmente en este último, el masoquismo moral, calificado por Freud

como “el más importante” (ibíd.).

De la elaboración freudiana del masoquismo “femenino” sólo subrayaremos la función de

“expiación” (Freud 1924, 168) que cumplen los procedimientos dolorosos y martirizadores. Del

masoquismo primario, erógeno (en el cual se basa el masoquismo femenino, secundario),


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destaquemos que se corresponde con “la pulsión de muerte actuante en el interior del

organismo” (Ibíd., 170) y que consiste en “el placer de recibir dolor”.

Esto supone ya una primera ligazón del erotismo con aquel “sector” de la pulsión de muerte

que no es dirigido hacia afuera como sadismo y permanece en el interior del organismo. Esta

ligadura entre Eros y pulsión de muerte cumple para Freud una función estructural, “importante

para la vida”; y cabe distinguirla de la “introyección” del sadismo “proyectado” hacia afuera,

de la introyección de la pulsión de destrucción (que da como resultado el masoquismo

secundario, “femenino”)

2.2.4. El sentido ético del masoquismo

Con estas palabas buscamos ver el “sentido ético del sufrimiento” como un factor central

y fundamental, cuya presencia en los procesos mentales del masoquista determinará, de acuerdo

a nuestro criterio, que este desorden pueda evolucionar con el tiempo hacia un proceso de

autorreparación psíquica. Por ello, es preciso distinguir a qué nos referimos con este concepto.

Consideramos que la tendencia original del ser humano, perturbado o no es atender a sus

instintos, tal como sostiene Lacan, con la intención de que se actúe el deseo, y así quedar al

servicio de la vida. De esto deriva que buscar la dimensión ética de todo acto psicoanalítico

favorecerá que la acción de nuestras pulsiones se lleve a cabo a través de las tendencias

naturales de las mismas, intentando poner en acto las tendencias movidas por el deseo y

logrando que recaigan en el mundo exterior, sea a través del encuentro con el objeto o a través

de la sublimación. De la misma manera que no es moralmente correcto interferir con cualquiera

de las tendencias biológicas del ser humano, tampoco resulta correcto interferir con las

tendencias naturales del funcionamiento del aparato psíquico que contiene el deseo, fruto de la

pulsión, siempre que no sean producto de una patología o perversión.


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Por ello, nuestra mirada ética se centrará no solo en favorecer la realización manifiesta del deseo

reprimido o inhibido, tal como se evidencia mediante la observación del duelo, la catarsis, etc.,

sino en la revisión constante, a través de la mirada psicoanalítica que recaerá sobre la relación

existente entre la acción (el acto) del paciente y su deseo.

En la línea de lo propuesto, consideramos que el acto ético de un sujeto incluirá los valores que

se juegan en la experiencia trágica y dolorosa, a la que nos enfrenta diariamente la vida. Estos

valores serían los que fomentan los sentimientos sociales, que no tienden a modificar los deseos

del otro y que promueven el discurso y la cultura.

Siguiendo también la clasificación del Freud, encontraremos otros cuadros clínicos,

principalmente de masoquismo femenino, en los cuales la naturaleza inexplicable de las

manifestaciones patológicas insistentes y repetitivas nos impedirá descubrir un sentido ético

que explique las flagelaciones, los azotes y las humillaciones con que este masoquismo se nutre.

Sabemos por estudios de diversos autores que estos pacientes no desconocen la verdad del

sentido sexual del ser humano, como tampoco desconocen las leyes que ordenan a la pareja y

la familia, pero las reniegan, las desconocen y se inscriben en una ruta de exceso de placer y

gozo desmedido.
23

3. CAPÍTULO II MASOQUISMO, SUMISIÓN Y RENDICIÓN.

3.1. Sumisión y rendición.

Tal como se usa en este trabajo, la rendición/entrega, no implica derrota, sino una cualidad de

la liberación y del "dejarse llevar". El masoquismo es el resultado de una distorsión o perversión

de un profundo anhelo de entrega, el anhelo de ser conocido, reconocido, "penetrado", y con

frecuencia representa el aborto de un deseo de desmontar un falso self. Por otra parte un fracaso

en la consumación de un tipo más activo de "penetración" de la rendición como sucede en el

uso del objeto.

Así como las etiquetas de los significados comienzan a adherirse a nuestra concepción de la

rendición, pareciera que cobrara el sentido, en cierta forma, del anverso de la resistencia.

Resistencia es el nombre dado a las fuerzas motivacionales que operan en contra del crecimiento

o el cambio y en la dirección del mantenimiento del status quo. La rendición puede ser

entendida como el reflejo de una forma de “fuerza” hacia el crecimiento, para la cual,

curiosamente, no existe una palabra en inglés que sea satisfactoria. La sumisión, por otra parte,

opera al servicio de la Resistencia, o es tan adaptativa como un trámite. La superestructura de

las defensas, las protecciones contra la ansiedad, la vergüenza, la culpa, la ira, son, en cierta

forma, engaños, aunque tomen la forma de negación, escisión, represión, racionalización,

evasión. ¿Es posible que, en el fondo, deseemos liberarnos de ellas para “salir limpios”, como

parte de una aspiración aún mayor de hacerse conocer, de ser reconocido? ¿Puede esta

aspiración estar unida también al correspondiente deseo de conocer y reconocer al otro? Con

respecto al desarrollo del origen de estas aspiraciones, yo las ubicaría como enraizadas en la

primacía de la búsqueda de objeto como el centro motivacional de los seres humanos.


24

Para seguir desarrollando el concepto de rendición, debemos enumerar algunos aspectos que la

caracterizan:

1. No requiere necesariamente la presencia de otra persona, excepto posiblemente como guía.

Uno de puede rendirse “en la presencia del otro”, pero no “al otro”, como es el caso de la

sumisión.

2. La rendición no es una actividad voluntaria. Uno no puede escoger rendirse, mientras que

uno sí puede escoger someterse. Uno puede proveer condiciones facilitadoras para la rendición,

pero no puede hacer que suceda.

3. Puede estar acompañado por un sentimiento de terror y muerte, y/o de claridad, alivio y

éxtasis.

4. Es una experiencia de estar “en el momento”, totalmente en el presente, donde pasado y

futuro, los dos tiempos que requieren una “mente” en el sentido de proceso secundario, han

retrocedido de la conciencia.

5. Su finalidad última es descubrir la propia identidad. Nuestro sentido del self, nuestro sentido

de completud, incluso la unidad de nuestro self con otros seres vivos. Esto es distinto a la

sumisión en la que sucede lo opuesto: uno siente su self como una marioneta en poder del otro;

el sentido de nuestro self se atrofia.

6. En la rendición hay una ausencia de dominación y control; lo opuesto es cierto en el caso de

la sumisión.

7. Se confunde fácilmente con la sumisión y usualmente es confundido con esta para propósitos

de explotación. Ciertamente, en la vida están usualmente juntos.

Considerando la tesis central de este trabajo, que la sumisión sea vista como una mutación

defensiva de la rendición, no debe sorprender ésta yuxtaposición. (Sin embargo, son

intrínsecamente muy diferentes).


25

8. La distinción que estoy haciendo entre rendición y sumisión, ayuda a aclarar otro par que se

confunde habitualmente. La resignación acompaña a la sumisión; es pesada y lúgubre. La

aceptación solo puede ocurrir con la rendición. Esta trasciende las condiciones que la evocaron.

Es jubilosa en espíritu y, como la rendición, sucede; no se puede hacer que suceda.

En los primeros años del psicoanálisis, el masoquismo era visto esencialmente como expresión

de derivados pulsionales, o como un fenómeno del superyó (Freud, 1924). Luego, basado en

los trabajos de Reich (1933), Horney (1935), Berliner (1947), Menaker 81953), entre otros, fue

visto como una reacción defensiva del yo. Brenman (1952) mostró como el masoquismo servía

a una multiplicidad de funciones al mismo tiempo. Storolow y Lachmann (1980) añaden otra

función más: que “las actividades masoquistas pueden… representar esfuerzos abortados (y a

veces primitivamente sexualizados) para restaurar y mantener la cohesión estructural,

estabilidad temporal, y coloración afectiva positiva de una representación de self precario o

desmoronado. Desde el punto de otro totalmente contrario hay quienes afirman que el fenómeno

del masoquismo son síntomas de descarrilamiento o de un deseo distorsionado, no solo una

defensa en contra del miedo. Como en la formulación de Eigen (1981) sobre El Área de Fe en

Winnicott, Lacan y Bion, hay un tono de vitalidad codiciada y de alegría, más que escape de la

perdición.

Los fenómenos masoquistas han sido asociados frecuentemente con depravaciones, traumas e

interferencias en el desarrollo sufridas durante los tempranos años pre‐edípicos.

Storolow y Lachman (1980, pp. 30‐31) sugieren que estos traumas iníciales también dejarían

su marca mediante la interferencia en el desarrollo de una representación estable y cohesionada

del self. La tendencia masoquista serviría entonces para apuntalar la falta de cohesión del self.

Una visión alternativa, puede ser que un falso self basado en la conformidad, se construya como

respuesta a estos traumas tempranos. Esto evoluciona en un continuo anhelo de rendir este falso
26

self en la esperanza de un “nuevo comienzo” (Balint, 1968). Cualquier movimiento en esta

dirección dirigiría a una re‐experimentación de la mortificación y ansiedad de aniquilación que

inicialmente llevó al desarrollo de este falso self. Uno podría esperar una cierta “invitación” a

una actitud masoquista y sumisa, “confundiendo” sumisión por rendición, ya que sumisión,

como en la perversión de la rendición, es lo más cercano que una persona ha podido llegar a

saber sobre la rendición. Winnicott (1974), en TheFear of Breakdown (El miedo alderrumbe),

iluminó aún más en lo que se está llamando genéricamente el anhelo a la rendición. En efecto,

él identificó el miedo al derrumbe como el miedo a la re‐experiencia, y el deseo a la re‐

experiencia, el derrumbe que ya ha ocurrido, tan temprano en la vida que no puede ser

recordado.

De esta mélangede masoquismo y rendición, surge una pregunta apropiada. ¿Cuáles son las

raíces en la experiencia que se manifiestan en este cuadro clínico? Quizás una respuesta parcial

se encuentra en un trabajo anterior de Winnicott (1950‐55) un estudio en lo que él llamo

motilidad, lo que actualmente llamaríamos actividad, o asertividad. Describe tres patrones. En

el primero, el patrón sano, el mundo exterior del bebé está constantemente siendo descubierto

y re‐descubierto a través de la motilidad por lo que el contacto con el ambiente es una

experiencia del individuo. Únicamente bajo estas condiciones, puede el individuo comenzar a

existir. En el segundo patrón, El ambiente impacta sobre el bebé y en vez de una serie de

experiencias, hay una serie de reacciones a dicho impacto. Bajo estas circunstancias, sólo el

aislamiento permite una existencia individual.

Para nuestros propósitos, lo que resalto es que en el segundo y tercer patrón, el individuo o el

“no individuo” que se ha desarrollado en una atmósfera de impactos, tiene una continua

necesidad de ambiente de impactos. Creo que aquí, Winnicott está identificando por lo menos

una fuente del síndrome masoquista, señalando la necesidad de un patrón de impactos, de


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intrusión. ¿Es esto un eufemismo sugestivo de la necesidad de ser el objeto de una experiencia

sádica? Impacto/Intrusión no está lejos de “penetración”. El anhelo más profundo, que

permanece invisible detrás la actividad masoquista compulsiva (en sí mismo necesaria para

prevenir el caos o la desintegración), es el anhelo de ser alcanzado y conocido, en un ambiente

seguro y que nos acepta. El individuo luego se libera para usar su propia motilidad para

descubrir y ser descubierto en una forma que el contacto con el ambiente puede convertirse en

una “experiencia del individuo”.

Muchas veces la persona masoquista busca el intenso anhelo de rendición en el sentido de dar

más, anclando así la superestructura defensiva de ser conocido, encontrado, penetrado,

reconocido. Lo más cercano en que la mayoría de nosotros llegamos a la experiencia de

rendición es en el momento del orgasmo con un ser amado. Poco debería sorprendernos

entonces que la escena sexual sea el foco deseado para el dejarse llevar. El sexo no es

primariamente lo que se anhela, excepto como vehículo para vislumbrar la felicidad de

rendición de la que estamos hablando. Y es que a menudo las fantasías eróticas tienen un sabor

distintivamente masoquista, como, por ejemplo, en ser forzado, engañado, seducido a hacer el

amor, o estar dominado por la gran maestría del otro. La expresión masoquista es aquí un

disfraz, o lo que estoy llamando la perversión del deseo de rendición.

El terreno sexual no es la única área donde la intensidad apasionada, incluso de éxtasis, se presta

a ser un sustituto para la entrega masoquista. La emoción de la imprudencia o de las actividades

peligrosas cercanas a la muerte, es otra, ya que es la atracción de manifestar el infantilismo y

los desesperanzados anhelos. Ambas configuraciones cuasi‐masoquistas – y hay otras – pueden

ser muy intensas y pueden funcionar como una expresión encubierta del anhelo por la rendición.

En efecto, estoy sugiriendo que algunos casos de masoquismo pueden estar enraizados en una

búsqueda profunda para comprender, para deshacer el aislamiento. Es como si con una mente,
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la persona está creando situaciones en las que él está "hecho dentro" o con dolor causado el

otro, una autoridad, amigo, amante, y con el otro, está luchando con la pregunta interior que se

mantiene tentadoramente sin respuesta: ¿Qué ha pasado? ¿Cómo ha ocurrido? Un ser querido

no podría haberme hecho eso. Eso es inconcebible. ¿Cómo sucedió? Él lo hizo! ... pero de

alguna manera no puedo "ingerirlo". Simplemente no puede ser. Tal vez la próxima vez pueda

crear una situación que sea más clara. ... Entonces así, podré ser capaz de "tomarlo, percibirlo,

concebirlo".

Masoquismo, en vez de ser una expresión de algún "impulso agresivo dirigido hacia adentro"

puede, al menos en algunas circunstancias, ser una representación distorsionada de lo que he

llamado el deseo de rendirse, o en este contexto, de confrontar e "ingerir" la verdad interior, de

percibir el yo y el otro como realmente son, es decir, sin tener en cuenta los falsos Sí mismo

construidos fuera de conformidad con las autoridades de nuestro desarrollo temprano. Esta

compulsión a repetir, masoquistamente, comportamientos autodestructivos puede llegar a ser

otra forma para tratar de "ingerir" algo de realidad, en este caso la destrucción inimaginable de

un otro significativo. El acto de "ingerir" puede implicar un considerable grado de

desorganización para que esto sea posible y, por analogía con el momento creativo en el arte,

puede significar que uno tiene que darse por vencido, entregar la convencional visión de “mente

superficial” de un objeto, un árbol o lo que sea, y dejar que la "mente profunda" libere la gestalty

tome el relevo. Esto puede significar una transición a un período de caos en la "mente profunda"

antes de que la nueva realidad pueda ser tomada y comprendida o expresada.


29

3. 2. El dolor y el masoquismo

Se ha comprobado que existe un estado natural del Yo que deberá almacenar y guardar

grandes cantidades energéticas hiper intensas, que sin duda han de originar un sufrimiento

masoquista al sujeto. Sabiendo que es el Yo quien almacena estas cantidades, tendrá que entrar

en contacto, tanto con las energías indomables y desorganizadas como aquellas eróticas

provenientes de ambas pulsiones. Según Rosemberg, esta experiencia energética convertirá al

Yo en un Yo masoquista. Sin negar lo anterior, nosotros avanzamos y opinamos que, a lo largo

del tiempo, el dolor producirá un segundo efecto, que está más allá de ser un simple guardián

de nuestra existencia. En efecto, el dolor puede llegar a ser un fin en sí mismo, criterio que, de

alguna manera, Freud señaló sin precisar a qué fin se estaba refiriendo.

Nosotros pensamos que el dolor no está limitado a ser únicamente una señal de alerta ante un

peligro, creemos que cumple dos funciones importantes en el aparato psíquico. La primera, que

aportará grandes cantidades de energía que permitirán que el aparato psíquico se mantenga

activo, tal como lo veremos.

La segunda, que el dolor actuará como estímulo ante la consciencia y participará aportando los

elementos de la realidad para organizar progresivamente la función simbólica, permitiendo la

aparición de mecanismos que intenten modificar las fuentes de malestar o desarrollando un

sentido lógico, entre los que puede estar la capacidad de discriminar entre lo verdadero y lo

falso.

El estímulo del dolor y la tolerancia hacia él llevarán al sujeto a sustituir progresivamente una

lógica científica por una lógica ética, que dé sentido y solución a su sufrimiento. Sin el dolor

no habrá el estímulo para el cambio que se requiere para que un niño se aleje de las tentaciones

incestuosas del cuerpo de la madre, y a la vez intente un acercamiento a la figura del padre, de
30

la ley y del deseo. El dolor será un ingrediente fundamental para que se produzcan grandes

cambios dentro del

Yo, que permitirán que se neutralicen los violentos ataques del súper Yo al Yo. lo que queremos

mostrar es la importancia que tiene para ciertas personas conservar el dolor a lo largo del

tiempo, para sostenerse vivos y activos.

Para ilustrar lo que queremos decir citaremos un ejemplo: Nelson es un profesor universitario

de 38 años. Filosofo de carrera y religioso de vocación. Se acerca a la consulta porque refiere

que está sufriendo mucho a causa de sus fantasías homosexuales y los deseos intensos que siente

por ciertos alumnos a los cuales recrea en su imaginación, y en múltiples sueños diurnos de

amor y ternura. La lucha conflictiva entre ceder a sus deseos y eliminar sus tendencias

homosexuales será la razón que lo lleve a consulta.

Luego de siete meses de psicoanálisis, asume que su verdadera vocación es destinar su vida al

servicio de Dios, y por tanto, habrá de organizar su vida sobre esta decisión. Sin embargo, se

niega radicalmente a poner fin a sus fantasías homosexuales, llegando a decir que si el análisis

le “quita” sus ensueños, él podría perder la vida o, en su defecto, moriría de pena y de desilusión.

Probablemente, el trasfondo narcisista del paciente no le permite comprender que en algún

momento de su vida deberá tomar una decisión entre vivir de cara al celibato o asumir lo que

significa para él su deseo homosexual.

Pero mientras que el análisis de las fantasías inconscientes que le impiden acceder a una mayor

opción de felicidad no se disuelva, y siga rescatando su vida a través de un proceso masoquista,

seguirá sacrificando fríamente su genitalidad y sexualidad en general.

Este ejemplo nos permite entender que el paciente necesita la excitación y la energía mental

que provienen del dolor y la frustración, producidos por el deseo insatisfecho que él mismo se

procura. No renunciar a la fantasía homosexual permite entender, desde el punto de vista


31

metapsicológico, que asegurarse una buena cantidad de excitación mental hará que el aparato

psíquico continúe trabajando y procesando sin huir del conflicto.

También podríamos entender que esta hiper excitación que tiene su punto de estímulo en el

mundo exterior hará posible la emergencia del fantasma del masoquismo, que intentará

acercarse al padre por una vía falsa. Por ello, pensamos que la hiperexcitación que crea el

sufrimiento no solo significa un movimiento hacia la vida, o un intento inconsciente que busca

la solución del conflicto, convirtiéndose en lo homosexual, no solo en un intento reparador,

sino, de acortar la distancia que lo separa del padre, aun a través de adoptar una ley masoquista

y equivocada, como puede ser el sometimiento a una “autoridad” sádica.

Finalizamos este tema afirmando que el sufrimiento y el dolor son ingredientes infaltables en

los procesos de la vida.


32

4. CAPÍTULO III TRATAMIENTO DEL MASOQUISMO

4.1. Tipo de tratamiento.

Es un tratamiento psicológico en el que entrenarás y pondrás en marcha las estrategias

y herramientas necesarias para la mejora de la práctica de las conductas sexuales.

Basado en la orientación cognitivo-conductual, por lo que el tratamiento contempla la

intervención en tres áreas: los pensamientos, las emociones y el comportamiento.

Mediante la modificación de ciertos aspectos en cada una de las tres áreas, observarás una

mejora progresiva en el control de las prácticas sexuales. una persona con personalidad

masoquista piensa que los problemas son culpa suya. Pero, no los problemas que puedan

acaecer solo a su alrededor, sino también problemas en los que no tiene nada que ver.

Seguro te suena alguna situación en la que alguna persona da a entender que alguien tiene la

culpa. La persona con personalidad masoquista se daría inmediatamente por aludido, aunque

no fuese el culpable directo.

“La culpa no está en el sentimiento, sino en el consentimiento”

Como la persona masoquista se sentirá siempre culpable, reconstruirá situaciones en las que

será inevitablemente lastimada. Ella buscará ese daño que cree merecer, aunque no sea así.

El tratamiento puede beneficiarte si la práctica de estos hábitos sexuales te generan

consecuencias negativas en tu entorno y/o consecuencias personales y emocionales.

Lograras y Controlarás la conducta sexual.

Aprenderás a gestionar la excitación sexual.

Mejorará tu calidad de vida y tus relaciones interpersonales.

Tipo de tratamiento para el Masoquismo Sexual.

Tratamiento psicológico para la regulación sexual. Terapia cognitivo-conductual.


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Quizás ahora mismo te estés preguntando si tú tienes algo de esta personalidad masoquista, o

si alguien cercano a ti lo es. Lo cierto es que no es muy sencillo identificarlas, a menos que

seamos nosotros mismos.

Las personas masoquistas llevan esa culpabilidad por dentro y, en ocasiones, muchas personas

las utilizan para echarles encima culpas que no son ciertas.

4.1.1. ¿Qué características presenta una persona con personalidad masoquista?

Se culpan por todo, siempre piensan “es culpa mía, merezco el castigo”.

Cuando están cerca de alcanzar el éxito se autoboicotean para que las cosas salgan mal.

Las situaciones placenteras en vez de celebrarlas, las menosprecian.

Construyen sus desgracias, buscando el dolor y buscando el papel de víctima.

Se sacrifican para sentirse útiles.

Son falsamente humildes, pues tienen un componente narcisista.

Viven con el miedo de que siempre haya un final trágico para todo.

Las personas masoquistas viven rodeadas de miedo, de inseguridad y son muy dependientes,

pero no en el sentido en que vemos la dependencia, sino en el sentido de que necesitan que

alguien sea testigo de sus sacrificios.

En realidad, esta personalidad cree que su vida debe ser como la de un mártir. Someterse a los

demás, sacrificarse es lo que le brindará la felicidad el día de mañana. Pero… nunca llegan a

alcanzarla.

La falta de egoísmo, pensar demasiado en los demás, dudar de todo con respecto a uno mismo,

hacen que sea una persona muy insegura que busca el sufrimiento, el dolor y la culpabilidad

para sentirse bien.


34

4.1.2. Liberación del sufrimiento.

Después de identificar cómo es la personalidad masoquista es el momento en el que te

plantees si realmente eres feliz actuando así. Es cierto que ayudar a los demás y, a veces,

sacrificarse te hace sentir bien. Pero, ¿ser culpable de todo? ¿Permitir que tú sufras para que los

demás sean felices?

No estás siendo feliz, ¿verdad? De hecho, llegará el día en el que te veas sumido en un pozo

muy hondo del que querrás salir, pero no podrás. Nadie pensará en ti. Tan solo seguirán

haciéndote daño.

Mientras tú velas por tu sufrimiento, las demás personas tomarán eso para hacerte sufrir más.

Si tú no te preocupas en ser feliz, en estar bien, nadie más lo hará. Debes preocuparte por ti. Ser

mártir no te hará ser feliz.

“Toda la felicidad que la humanidad puede alcanzar está, no en el placer, sino en el descanso

del dolor”

Piensa en ti por un momento. ¡No estás haciendo nada malo! Practica ser un poco egoísta,

pensar en ti y verás cómo te sentirás mejor. Es más, incluso abrirás los ojos ante esa realidad

que tú mismo te has creado.

No eres una mala persona. Si sufres, si te sometes, si lo das todo, ¿cómo puedes seguir

sintiéndote culpable? Libérate de esa culpabilidad que reside tan solo en ti. Tú eres el culpable

de ese sufrimiento porque tú lo permites.

Todos buscamos la felicidad, incluso tú. Claro que habrá situaciones en las que nos toque sufrir,

pero esto ¡no es una máxima para cada día! Sé un poco egoísta, piensa en ti y estate seguro de

ti mismo.

No te permitas hacerte sentir culpable de todo, no te permitas pensar que eres una mala persona

por no darlo todo por los demás. Tú vales mucho. Tienes que pensar en ti. Nadie merece
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aprovecharse de tu personalidad para hacerte aún más daño. Estás aquí para ser feliz, no estás

en este mundo para sufrir.

4.2. Implicaciones terapéuticas del diagnóstico de personalidad masoquista.

Esther Menaker, en 1942, fue la primera psicoanalista en observar que muchos aspectos del

tratamiento clásico, como el uso del diván y el autoritarismo en las interpretaciones del analista,

pueden ser vividos por las personalidades masoquistas como una replicación de situaciones de

dominancia y sumisión. Recomendó por ello cambios en la técnica, como el tratamiento cara a

cara, el énfasis en la relación real y sobre la transferencia, y la evitación de la omnipotencia en

el tono del analista. Sin la eliminación de todos los rasgos potencialmente sadomasoquistas en

la situación terapéutica, Menaker creía que los pacientes estarían en riesgo de sentir solo una

repetición de la sumisión, conformidad y sacrificio de su autonomía en aras de la cercanía de la

relación. La persona masoquista necesita con urgencia que el clínico sea un ejemplo saludable

de asertividad. El que el clínico ayude sin dejarse explotar puede abrir nuevas perspectivas a

alguien que ha sacrificado todas sus preocupaciones sobre él mismo en beneficio de los demás.

Por eso la primera regla para tratar a pacientes masoquistas, nuestra opinión es la de no modelar

el masoquismo.

Nos cuenta la autora que ella hace tiempo que fue advertida por un supervisor en el sentido de

no dejar contraer deudas económicas con el tratamiento a los pacientes masoquistas. No

habiéndole hecho caso, se ofreció a seguir el tratamiento con un paciente que había entrado en

una crisis financiera que parecía fuera de su control. El resultado fue que el paciente, lejos de

resolver la crisis, empezó a volverse cada vez más incompetente hasta que tuvo que proponerle

un plan de pago de la deuda. Nos advierte de que el daño en estos casos no es sólo para la

economía del terapeuta, el perjuicio para el paciente es obvio, y la confianza en sí mismo del
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terapeuta como fuente de ayuda se ve menoscabada. Mostrar “autosacrificio terapéutico” con

estos pacientes es contraproducente porque les hace sentirse culpables y no merecedores de

mejorar. Si el terapeuta les da una lección de abnegación, ¿cómo se van a sentir con derecho

para ejercer sus prerrogativas?

La dificultad de muchos clínicos en cuidarse a sí mismos en estos tratamientos no se debe sólo

a las inhibiciones sobre el propio interés que puedan tener, sino también al acertado

presentimiento de que los pacientes masoquistas reaccionarán negativamente a los límites. Esto

es cierto, y muy deseable, porque supone la oportunidad de aprender que serán aceptados

aunque se enfaden.

La máxima de “nada de compasión” con los pacientes masoquistas que sostienen algunos

clínicos experimentados, no quiere decir que haya que culparlos, sino que en vez de

compadecerlos, se les debe preguntar por cómo llegaron a meterse en la situación de la que se

quejan. Hacer énfasis en la capacidad que uno tiene de mejorar las cosas refuerza el yo en vez

de infantilizar, pero por eso mismo puede irritar a las personalidades masoquistas, que creen

que la única forma de conseguir estar cerca de los demás es mostrarse indefenso. En estas

ocasiones, el terapeuta puede “dar la bienvenida al enfado normal”, aceptando los sentimientos

negativos del paciente.

Traemos como ejemplo una viñeta sobre una paciente muy perturbada con múltiples adicciones,

bulimia y ansiedades psicóticas. En una ocasión, en medio de una crisis, se ingresó en el

psiquiátrico firmando una estancia de hospitalización de 72 horas. Cuando se calmó a las pocas

horas, el psiquiatra del hospital aceptó, a petición de la paciente, darle el alta si su terapeuta le

daba el permiso. Sin embargo, esta no lo concedió: “Te ingresaste por tres días, así que espero

que cumplas tu compromiso”. A pesar de la indignación que sintió en ese momento, años más

tarde, la paciente confesó que ese acontecimiento había supuesto el punto de inflexión en su
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terapia, porque había sido tratada como una mujer adulta, capaz de asumir las consecuencias de

sus actos.

También hay que estar alerta frente a la tendencia culpabilizadora de estas personas, que tiende

a ser especialmente dramática alrededor de las separaciones, incrementando a veces los

comportamientos autodestructivos justo cuando el terapeuta va a tomarse unas vacaciones. Este

tipo de comportamientos que pueden traducirse como “¡Mira lo que me haces sufrir!” se deben

manejar con una reflexión empática del dolor del paciente junto a la clara expresión de que uno

no va a dejar de disfrutar de sus vacaciones por ello Es aconsejable abordar de manera

despreocupada el material inquietante que traen los pacientes cuando su comportamiento

autodestructivo les pone en una situación peligrosa. Si el terapeuta se niega a encargarse de la

ansiedad y solo habla de la realidad, de las posibles consecuencias de los actos del paciente, de

forma desapasionada, se facilita que éste sienta en él mismo la ansiedad que no ha logrado

poner en el terapeuta.

El timing es crítico, ya que si uno no lo cuida, el paciente puede sentirse criticado y

culpabilizado. “El arte de transmitir una apreciación empática de que el sufrimiento de la

persona masoquista es verdadero más allá de su control consciente (a pesar de su apariencia de

ser buscado) y al mismo tiempo adoptar una actitud confrontadora, una que respete su habilidad

para hacer su voluntad consciente y cambiar sus circunstancias, no puede ser enseñada en un

libro de texto”.

Además de comportarse de manera que la expectativa de la persona masoquista no se confirme,

el clínico tendría que interpretar de forma sistemática la presencia de creencias irracionales

como “Si sufro lo suficiente, conseguiré amor”. Son habituales las creencias mágicas que

relacionan la asertividad o confianza con el castigo, y la humillación con un eventual triunfo.


38

En la mayoría de las prácticas religiosas, se conecta el sufrimiento y la recompensa, y tales

creencias pueden consolarnos cuando el sufrimiento es inevitable, pero cuando este depende de

nosotros, se convierten en destructivas.

Las fantasías omnipotentes que sostienen los comportamientos masoquistas son difíciles de

destruir, ya que siempre se puede encontrar un ejemplo en que tras el éxito ha venido un castigo,

o el sufrimiento ha sido recompensado. Pero la persistencia en exponer estas creencias

irracionales puede diferenciar entre una cura por transferencia, basada en la identificación con

un terapeuta idealizado que se respeta a sí mismo, y un auténtico y duradero abandono de la

abnegación patológica.

4.3. Transferencia y contratransferencia con pacientes masoquistas.

Según estudios previamente realizados, se advierte que: para empezar, que las personas

masoquistas tienden a reactuar con el terapeuta el drama del niño que necesita cuidado pero

sólo puede conseguirlo si está sufriendo lo suficiente.

A menudo tratan de persuadir al terapeuta de que necesitan y merecen ser rescatadas, mientras

a la vez sienten miedo de que el terapeuta sea poco empático, egoísta o abusivo y acabe

abandonando la relación. Todo esto puede ser ego-diatónico o ego-sintónico, dependiendo del

nivel de organización. Además temen que el otro verá sus defectos y los pondrá de relieve para

luego rechazarlas. Por eso tratan de que convencer a los demás de que están indefensas y de

que son buenas.

Las contratransferencias habituales con estas dinámicas son el contra masoquismo y el sadismo.

Suelen estar presentes las dos. Lo habitual es que el clínico, especialmente si tiene poca

experiencia, sea excesivamente (de manera masoquista) generoso y trate de convencer al

paciente de cuánto aprecia su sufrimiento y de que la terapia es un lugar seguro. Cuando esta

actitud no mejora la indefensión y la desdicha que el cliente muestra, el terapeuta empieza a


39

tener sentimientos ego-distónicos de irritación.

Dado que muchos terapeutas tienen personalidades depresivas y que existe gran solapamiento

entre las dinámicas masoquistas y depresivas, el terapeuta tratará de hacer lo que sería útil para

sí mismo de encontrarse en la misma situación que el paciente. Hará énfasis en darle seguridad

al paciente en que comprende su sufrimiento y en que le ayudará. Esto puede implicar reducir

honorarios, programar sesiones adicionales, aceptar llamadas a cualquier hora, etc. Estas

medidas, que pueden ayudar en el caso de una terapia con una persona fundamentalmente

depresiva, son contraproducentes en el caso de la personalidad masoquista ya que favorecen la

regresión: el paciente confirma que el masoquismo funciona: cuanto más sufre, más se desvive

el terapeuta. Y el terapeuta aprende cómo se siente el paciente: cuanto más lo intenta, peor.

La autora cuenta, no sin confesar cierta vergüenza cómo, “en el arrebato de una fantasía de

rescate” hacia uno de sus pacientes, un paranoide-masoquista de organización psicótica, le dejó

su propio coche para que pudiera acudir al trabajo. El paciente se lo estrelló contra un árbol, lo

que a los especialistas les parece un resultado lógico.

La inhibición que los clínicos habitualmente tienen en reconocer en sí mismos necesidades

sádicas, puede ser peligrosa dado que los sentimientos que no se conocen tienden a actuarse. Y

si uno ha llegado a sentir resentimiento frente a un paciente que cada vez se queja más a pesar

de los propios esfuerzos por ayudarle, es fácil racionalizar una interpretación punitiva o un

rechazo (“Tal vez necesita un terapeuta diferente”).

Los clientes masoquistas pueden ser exasperantes. La reacción terapéutica negativa asociada al

masoquismo inconsciente es difícil de atravesar para el clínico, como lo es mantener una actitud

de apoyo benigno mientras el paciente se daña. La propia autora observa que el tono en que

escribe este capítulo trasluce cierta actitud ofendida, tal y como otros analistas han escrito sobre

pacientes masoquistas dejando ver un cierto desprecio. Por ello, nos advierte de la necesidad de
40

cuidadosa auto-supervisión. Un terapeuta que niega sus propias contratransferencias

masoquistas y sádicas es casi seguro que tendrá problemas en el tratamiento de este tipo de

personalidades.

Finalmente, la negación que hacen las personalidades masoquistas sobre la implicación de sus

comportamientos autodestructivos, hace que muchas veces los terapeutas sientan la ansiedad

que normalmente acompañaría al peligro de dañarse. Cuanto más se angustia el terapeuta, más

despreocupado parece el paciente.


41

5. CONCLUSIONES.

 En la presente monografía nos hemos propuesto abordar la pregunta sobre la existencia

de alguna forma de masoquismo no patológico, que en ciertas situaciones pueda estar

al servicio de la vida. A lo largo de las investigaciones en psicoanálisis, desde Freud en

adelante, se ha solido sostener que todo masoquismo es patológico por definición y que

por tanto la tarea de la práctica psicoanalítica estaría ubicada con el objetivo de aliviar

el dolor de dicho desorden o tal vez de evitarlo. En esta tesis se ha intentado mostrar la

existencia de formas de masoquismo que podrían resultar no patológicas, benéficas para

la vida o favorables al funcionamiento de la mente.

 Dado que el concepto del masoquismo es central en el psicoanálisis, y la técnica

psicoanalítica está con frecuencia destinada a la eliminación de su presencia o cuando

menos de sus síntomas, replantear la capacidad reparadora del sufrimiento deviene un

tema central, sobre todo cuando nos enfrentamos al llamado masoquismo moral, que es

reconocido por quienes lo padecen como algo racionalmente aceptable. Hemos

intentado mostrar que hay formas de masoquismo que brindan un servicio a la vida, por

las siguientes principales razones: a) Porque aumentan la capacidad crítica y de

razonamiento, llegando a desarrollar un nuevo referente de sentido. b) Porque energizan

el aparato psíquico. En tal sentido, dado que el psiquismo no podría activarse sin

cantidades energéticas, el sufrimiento aporta las combinaciones necesarias para que se

sostenga la actividad psíquica. c) Porque al sostenerse el padecimiento en el tiempo

permite, en diversos casos, organizar una nueva metáfora que dé sentido al sufrimiento.

Esta nueva metáfora no siempre constituye una alternativa definitiva a las carencias

originales, aunque sí permite desarrollar una vida más razonable. d) Porque muchas
42

personas logran encontrar, luego de padecimientos masoquistas, un sentido ético al sufrimiento,

que lo convierte en más tolerable y favorable. Esto otorgará un significado elevado,

trascendente, que va más allá del individuo para justificarse en el bien social.

En aquellos casos severos donde el masoquismo tiene formas perversas, el desarrollo de un

sentido ético del sufrimiento del paciente, lo conduce a que pueda hacer uso de dicha ética,

deviniendo en saludable para él al disminuir su sufrimiento por la autocrítica y por el aumento

del control de sus tendencias, aunque no se obtengan plenamente las trasformaciones internas

que todo psicoanalista espera como consecuencia de su trabajo clínico.


43

6. RECOMENDACIONES

 En primer lugar que la persona afectada busque ayuda psicológica, si es necesario

tratamiento, ya que le ayudara a ver si la práctica de estos hábitos sexuales te generan

consecuencias negativas en tu entorno y/o consecuencias personales y emocionales.

Esto le beneficiara mucho en sus relaciones interpersonales. Además, Controlará la

conducta sexual y aprenderá a gestionar la excitación sexual.

 La persona debe tener en cuenta que hay un límite bien marcado, donde el masoquismo

se vuelve un problema médico o psiquiátrico, lo cual deberías atender con el cuidado

requerido.
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7. ANEXOS

 VISTA FOTOGRAFICA REVISANDO LAS BIBLIOGRAFIAS PARA

EL TRABAJO (MASOQUISMO)
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8. BIBLIOGRAFIA

Enciclopedia Universal Ilustrada. (1929). Madrid: Espasa Calpe S.A Freud, S. (1967). Pegan a
un niño. En:Obras Completas

Vol. I. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva. Freud, S. (1968). El malestar en la cultura. En:Obras
completas

Vol III. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva. Freud, S. (1996). Pulsiones y destinos de pulsión.
En: Obras CompletasBuenos Aires: Amorrortu editores.

Butcher, J., Mineka, S., Hooley, J. (2004). Psicología clínica. 12a edición
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Dsm-5®. (2014). trastornos parafilicos. 5ª edición, manual diagnostico y estadístico de los


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Xxi Siglo veintiuno editores.

De Castilleros, O. (2018). Trastorno de personalidad masoquista: síntomas, causas y


tratamiento. Recuperado de: https://psicologiaymente.com/clinica/trastorno-de-
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Rosemberg, B. (1995) Masoquismo mortífero y masoquismo guardián de la vida. Valencia,


46

Menaker, E. (1942). The masochistic factor in the psychoanalytic situation.


PsychoanalyticQuarterly, 22, 205-220.

Kernberg, O. (1988). Clinical dimensions of masochism. Journal of the American


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