You are on page 1of 8

LA GRAN ILUSION

ANGELL
U2
TEXTO 5

LA GRANDE ILUSIÓN (ANGELL)


Durante casi un siglo se registraron casi cien años de relativa paz (1815-1914); sin embargo, durante
el último cuarto de siglo, un nuevo escenario iba tomando forma: las fuerzas del industrialismo y
nacionalismo. En el plano económico, se estaba dando una nueva fase del desarrollo capitalista
materializado en una aceleración del impulso integrador del mercado mundial asociado al impresionante
desarrollo tecnológico; había un creciente poder financiero y de las grandes empresas. También se daba
una interdependencia entre los componentes del sistema que venía de la mano de avances de
transportes y comunicaciones. Había otros países y no sólo Inglaterra como la que tenía más ventaja en
este proceso; la competencia entre las potencias alimentaba la corrida imperialista dilatando el ámbito
geográfico en el que se desenvolvía. Las regiones periféricas caerían bajo el dominio de las potencias
europeas. Este movimiento no se circunscribió sólo a Europa sino que dos potencias emergentes como
EE UU y Japón sumaron su aporte.

A la vez, las innovaciones en los armamentos y en las comunicaciones anunciaban la transformación


de la naturaleza de la guerra; la carrera armamentista se medía en términos cualitativos y cuantitativos y
en la que había una complementación entre Estado y mercado. En cuanto a los estados, la lógica estaba
relacionada con emparejar las fuerzas con los rivales reales o presuntos, predominaba la prudencia
presupuestaria. Ninguno parecía estar dispuesto a permitir de buen grado a otro que se hiciese más
fuerte que el otro, de modo tal que la adopción de un arma más sofisticada por uno, exigía de su rival un
esfuerzo para no quedarse atrás. Además, el aumento de la población estimulaba la formación de
grandes ejércitos; al mismo tiempo, los gastos del rubro de defensa nacional de las principales potencias
europeas aumentaron considerablemente.

El conflicto franco-prusiano de 1870/1871, significaba un paso adelante en la dirección de la guerra


total; en esa guerra se introdujo el bombardeo a ciudades indefensas. Lo que alentó la paz armada era la
difusión de las ideas de “nacional militarismo” con sus conjugaciones de realismo político y exaltación de
poder, la fuerza y el egoísmo eran los rasgos distintivos de una nueva concepción de la nación; la
vibración patriótica se difundía en todo el cuerpo social convirtiéndose en una de las formas de reacción
de la sociedad frente a los fenómenos nacidos de la unificación económica del mundo. La prensa, lejos
de la presunción liberal de que esos avances llevarían a la opinión pública informada que actuara como
contención de la discrecionalidad de la guerrera de los políticos, estos encontrarían nuevos pretextos
para sus juegos de poder.

Las ideas de Darwin al campo social y político eran inevitables. La conversión de la idea de nación al
nacionalismo no hubiera sido posible sin la irrupción en la cultura política de esta época del concepto de
que la competición en la vida del hombre no podía ser considerada distinta a la del reino natural.

Las naciones medían su grandeza en el campo de batalla. El militarismo elevaba sus apuesta teóricas
para neutralizar la corriente pacifista que venía creciendo en paralelo con la transformación de la guerra
moderna con la creación de instituciones u organizaciones, las cuales surgieron principalmente en EE UU
y GB incluso poco después de las guerras napoleónicas nutridas de espíritu religioso; hacia 1900 podían
contarse más de 400 sociedades pacifistas.

En la literatura pacifista, algunos establecían que las guerras futuras absorberían todos los recursos y
las energías de los Estados combatientes, lo que, incapaces de lograr una victoria decisiva, lucharían
hasta el final. La interdependencia de las naciones en el aspecto financiero, del comercio y de las
materias primas significaba que el vencedor no se diferenciaría gran cosa del vencido. La potencia
destructora de las armas modernas provocaría un sensible aumento de la mortandad humana; ahora los
combates eran largos. Ningún Estado lograría la victoria sin que sus recursos quedasen destruidos.

1
LA GRAN ILUSION
ANGELL
U2
TEXTO 5
Había otros pacifistas que consideraban que la modernización de las armas no constituía un
elemento negativo sino era algo que podía ser beneficioso; así anticipaba lo que mucho tiempo
después iba a ser consagrado como una disuasión por el terror. Si alguien inventaría a un explosivo
capaz de destruir ciudades enteras lograría que la guerra fuese imposible; siempre se esperaría un
arma más mortífera y por ende, nadie se atrevería a emprender grandes guerras. Los esfuerzos por
desarrollar un arma tan potente y destructiva impedirían la guerra por temor a la destrucción mutua
por parte de eventuales antagonistas.

El Zar de Rusia Nicolás II quiso materializar este pacifismo y propuso a todas las naciones la
realización de una conferencia destinada a discutir tal situación y la posibilidad de limitar los
armamentos. Finalmente, el acuerdo se celebró en La Haya de 1899. Sin embargo, la lógica de
confrontación, por ejemplo entre GB y Alemania, hacía que los diques de contención sean
insuficientes.

Este capítulo de paz armada se celebró en la Segunda Conferencia Internacional de La Haya de


1907, la idea de esta reunión había comenzado a surgir en la mente de Theodore Roosevelt. Esta
conferencia no tuvo más éxito que la anterior para impedir la carrera de armamentos, contando con
el rechazo a la prohibición de algunas armas de parte de EE UU y GB.

En este contexto, Norman Angell publicó en 1909 una de sus obras más famosas, “Europe’s Optical
Ilusion.” Por un lado, este libro y autor fueron colocados como paradigmas de una perspectiva
idealista de las RR II y por otro, se tendió a identificar el término “ilusión” con el triunfo de la paz (algo
que Angell deseaba) cuando en realidad se refería a la creencia errónea de que la guerra podía
proporcionar ventajas materiales a quien las emprendía.

Angell no analizó la guerra desde la perspectiva de los pacifistas, aunque sus argumentos
contribuirían a tal causa. Tampoco abogó por la no resistencia o el desarme unilateral. El argumento
general del autor no es probar no que la guerra es imposible, sino que es inútil. Él no tiene una mirada
ni antimilitarista ni pacifista, él no dice a ninguna nación que descuide su defensa sino que trata de
demostrar que ningún Estado tiene interés en atacar a otro y que la necesidad de estar
permanentemente en condiciones de defenderse se debe a que cada uno cree que el otro tiene ese
interés. Lejos de anunciar el fin de la guerra, Angell la veía asomarse detrás de la carrera
armamentista, en particular a la que involucraba a GB y Alemania. En el mundo la guerra es el fruto
de la paz armada, sólo vislumbraba una posibilidad para evitar ese destino, ganar la batalla de las
ideas construyendo una opción entre la corriente del realismo militarista y las representaciones del
pacifismo.

En el pensamiento realista, se daba por sentado que así como la riqueza inglesa había sido el
resultado de su poderío y de la expansión colonial, respaldada por su marina de guerra, el reciente
ascenso alemán era fruto de sus triunfos militares. Es decir, cuando se habla del análisis de las RR II,
ha predominado la idea de que el poder nacional significaba riqueza y prosperidad y de que una
nación podía tener ventajas de la conquista de otra. De hecho, uno de los axiomas que ha
predominado en la política europea es que la estabilidad industrial y financiera de cada nación y la
seguridad en materia comercial dependen de su aptitud para defenderse contra ataque de otras
naciones.

El propósito de Angell era demostrar que esas ideas constituían uno de los errores más engañosos,
un error que era una ilusión óptica.

En el pasado, la conquista de un territorio traía ventajas al conquistador, pero las condiciones que
habían posibilitado tal rédito se habían vuelto obsoletas. En la creciente interdependencia entre las
naciones impulsada por la división del trabajo y la facilidad de las comunicaciones. Estos factores
hacen estéril la fuerza militar.

2
LA GRAN ILUSION
ANGELL
U2
TEXTO 5
Angell pondera el efecto de inmediatez de los fenómenos; en este contexto, los factores verdaderos
de la prosperidad no tenían relación con el poder naval y militar. Si no estaríamos hipnotizados por esta
ilusión, aceptaríamos el hecho de que la prosperidad de un pueblo depende de factores como la riqueza
del suelo, su disciplina social, etc. resultado de un proceso de años.

Las cuestiones referidas a la naturaleza humana y el papel del Estado eran los centros de su
argumentación. Respecto al Estado, Angell creía asistir a cambios en el papel del Estado y esto tenía que
ver con la organización de la sociedad sobre bases distintas de la división territorial y nacional.

Distintos factores contribuían a que se modificaran los tradicionales odios de unos países por otros:
las naciones se volvían cada vez más complejas, los intereses dominantes de la humanidad comenzaban
a trascender las divisiones de los Estados y la perfección en las comunicaciones tiende a contraponer la
solidaridad de las clases y de las ideas de solidaridad estatal. Se puede decir que dos fuerzas se han
internacionalizado: el capital por un lado y por otra parte el trabajo y el socialismo, siendo los
movimientos obreros cada vez más internacionales.

Angell recurre a los países pequeños para ejemplificar la disposición hacia la paz y mostrar que la
prosperidad y el bienestar no tenían relación con el poderío ni con los armamentos. Tal es el caso de
Suiza, Holanda, Bélgica, etc.

Según el autor lo que propone en su libro es de interés también para Sudamérica. De todos modos,
anteriormente, Angell parecía tener una visión contraria y manifestaba que la realidad del sur del
Continente era un resultado del legado del militarismo español que frustraba las posibilidades de una
convivencia pacífica entre las partes. Allí nada diferencia a los Estados pero están obsesionados con el
tema de la defensa propia; dicha realidad contrasta con las condiciones para una gran confederación. Sin
embargo, en la “Gran Ilusión” comenta que en los años transcurridos desde que hiciera las anteriores
declaraciones, la situación de Sudamérica había sufrido un cambio; la región había ingresado en la
corriente económica del mundo, muchos países entraron en las finanzas y el comercio internacional.

Otro tema al que Angell hace referencia es a la analogía entre el inviduo y el Estado. Muchas de las
hostilidades internacionales se fundaban en el concepto que el Estado enemigo era una personalidad
homogénea con ciertas analogías a las de una persona que nos hiere y nos incita a devolver el golpe. Sin
embargo, no se le puede atribuir al Estado ese carácter de persona sino en términos limitados y cada vez
menores ya que diversidades de todo tipo en los mismos. Lo que se quiere decir con esto es que los
actos de los Estados no surgen de una opinión determinada sino de un cuerpo de opiniones.

En la Gran Ilusión se reiteran las críticas al pacifismo, Angell criticaba las manifestaciones de la paz
fundadas en motivos de abnegación y altruismo; si sigue con la creencia de que los motivos morales es
todo lo que se necesita en las RR II, no se harán grandes avances. Igualmente, es paradójico porque lejos
de descalificarlo como idealista, muchos veían en él, un realista, por una demostración libre de su
sentimentalismo.

Después de la Gran Guerra.

Como estuvo lejos de predecir la desaparición de la guerra, el autor no se sintió desmentido por la
tragedia que se prolongó por cuatro años; aunque se equivocó al predecir que el enfrentamiento se
limitaría sólo a GB y Alemania. Angell no falló en el tema de las indemnizaciones, impuestas a Alemania
en este caso; él decía que era peligroso la actitud de exacción a los vecinos, ya que resulta desfavorable
como operación financiera, además aunque le sacaran todo a Alemania, los trabajadores recobrarían
fuerzas y subsistirían para pronto resultar en tal rivales como nunca. El Tratado de Versalles no traslucía
la creencia de que la prosperidad dependía de la propseridad de los vecinos, de hecho, este tratado
demostraba que cada nación se valdría por sus propios medios en lo referente a lo económico y al
terreno de la conquista de nuevos territorios.

3
LA GRAN ILUSION
ANGELL
U2
TEXTO 5
Angell admitía que la defensa era un factor predominante en el comportamiento externo de los
estados, que la autopreservación era el primero y el último de sus reclamos pero sostenía que
existían dos formas de concebirla: confiando en las propias fuerzas, esto es, dependiendo de si
mismo, lo que acentuaba los rasgos anárquicos del sistema internacional y por esta vía la amenazas
de guerra o descansando en un sistema más eficaz de defensa mutua plasmado en una gran
combinación de estados capaces de fomentar la paz y contener las tendencias de cualquier estado
hacia la guerra. (En la anarquía, cada estado busca su seguridad haciéndose más fuerte que los
vecinos, lo que significa una amenaza a la seguridad de los mismos).

La única escapatoria en referencia a este dilema era que la defensa de cada una fuera en función
de todas. Si una nación estuviera convencida de que a la larga podía confiar en el funcionamiento del
sistema en vez de tener que depender de sus propias fuerzas no se empeñaría en ser más fuerte que
las demás.

-En un mundo económicamente civilizado y de interdependencia basado en el crédito y en los


contratos comerciales, su ruina implica la del conquistador. La riqueza de los territorios conquistados
queda en las manos de la población.

-La fuerza militar es inútil económicamente y también como instrumento para imponer los ideales
morales o las instituciones sociales de una nación dada sobre el pueblo conquistado, con la conquista
no se pueden extirpar el lenguaje, las leyes, etc. La comunicación rápida permite a las comunidades
hacerse escuchar y defender eficazmente sus posesiones peculiares. Además, la lucha por los ideales
no se presenta como una lucha entre naciones, porque las luchas morales y espirituales del mundo
moderno se libran entre los ciudadanos de un mismo Estado, en cooperación intelectual con los
grupos respectivos de otros Estados y no entre los poderes públicos de Estados rivales.

Defensa de la guerra en su aspecto económico

El autor establece que la rivalidad europea en cuestión de armamentos no puede prolongarse en


su forma actual indefinidamente (el autor hablaba de Alemania e Inglaterra). El resultado de esto es
que tras haber pasado un tiempo oponiendo esfuerzos, los beligerantes se hallan en la situación
original; de manera que los enormes sacrificios consumados no cuentan casi para nada. Ninguna de
las partes le quiere ceder paso a la otra porque esto significaría ponerse a merced de la otra, algo que
ambas se resisten a aceptar.

Se ofrecen dos soluciones para esta alternativa. Primero, una minoría de personas que esperan
resolver el problema mediante el desarme general o limitación del mismo al menos. Segundo, la de
un partido mayor para el cual el estado presente de rivalidad está destinado a culminar en un
conflicto armado que reduzca a uno de los dos contenedores a la inferioridad manifiesta y solucione
el conflicto al menos por un tiempo, independientemente de que a vuelta de un período más o
menos largo, sobrevenga una condición de relativo equilibrio y el proceso se repita.

Esta segunda solución se acredita como una de las leyes de la vida, que el hombre acepta en el
curso de su rutina. Los que están de acuerdo con la primera solución son considerados como agentes
incapaces de comprender las condiciones del mundo en el que viven o en el sostenimiento de un
ideal, al que están prontos a sacrificar la seguridad nacional , sin otra garantía que la suposición de
que el enemigo no llevará su acometido de atacarlos.

Los hechos del siglo XIX sobre la evolución vital en el planeta suministran observaciones en apoyo
de esta filosofía de lucha por la vida. La supervivencia de los más aptos, la extinción de los más débiles
y el combate están ante nosotros. El sacrificio que reclaman los armamentos es el precio a que pagan
las naciones por su seguridad; por ejemplo, el poderío de Inglaterra ha sido el motivo de sus triunfos
industriales y políticos. Por su parte, Alemania haya surgido como nación industrial fue debido a sus
triunfos militares y políticos en Europa. Estos conceptos son axiomas que se hayan inseparados del
problema.

4
LA GRAN ILUSION
ANGELL
U2
TEXTO 5
La guerra entraña gastos prodigiosos; cree que los presupuestos militares han venido a desquiciar la
vida económica moderna, llevando al trastorno de la vida social. Los presupuestos militares pesan
doblemente sobre la población de las naciones, como impuestos o como servicio militar prolongado.
Esto pesa especialmente sobre las masas proletarias. El resultado es la miseria, el descontento y la
rebelión. Todos concuerdan que si Inglaterra le cediera el paso a Alemania en la rivalidad de los
armamentos, el hambre, la anarquía social, etc. serían los resultados inevitables.

Ante esta situación, se impone la sensación de que las razones ordinarias del pacifista pierden todo su
peso, y lo pierden porque él mismo acepta que el vencedor en la lucha por la supremacía política
conquista una ventaja material sobre el vencido. Es por esto que el defensor de la paz utiliza otro
argumento para defender su causa. Éstos dicen que el ladrón si deriva ventajas materiales del despojo.
Lo que éstos dicen es que si los contrincantes dedicaran el trabajo honrado el tiempo y la energía que
derrochan en despojarse mutuamente, la ganancia compensaría con creces el botín ocasional.

Los Estados proclaman con porfía que su único objeto es prepararse para la defensa y que el ataque a
otra nación jamás entra en sus planes, para justificar sus procederes. Para que sus propios ciudadanos
paguen y callen, apelan a los sacros ideales de Patria y Gloria. Se les dice que un gran poder militar
asegurará la prosperidad nacional, el comercio preponderante y el prestigio invencible. Angell quiere
demostrar que todo esto es un error y una hipocresía de un pequeño grupo que tiene un empeño
común, el de impedir la transformación económica y social.

El defensor de la paz invoca el “altruismo” en las RR II y admite de hecho que el éxito en la guerra
consulta y favorece el interés, aún cuando sea el interés inmoral del vencedor. De este modo se ha
considerado al ideal de la paz como un consejo de perfección, susceptible de una realización distante,
cuando la naturaleza humana a fuerza de mejorar, haya desaparecido pero no mientras subsistan sus
distintivos y la diestra vigorosa conserve su aptitud para hacer presa de bienes codiciables; siendo esto
así, hay quienes se apoderarán de los bienes de otros y pobre él que no pueda defenderse.

En el mundo, la victoria es para los más fuertes. El régimen industrial y comercial abunda en
crueldades tan bárbaras como la guerra misma. Para el hombre viril, es dudoso el argumento de
“inhumanidad” de la guerra. El ánimo masculino acepta el sufrimiento y la muerte como una
contingencia normal que todos estamos dispuestos a afrontar en las tareas menos heroicas del orden
mercantil.

Industrias como la pesca y la navegación ofrecen episodios tan brutales como la guerra. Comparado
con tales sacrificios, el precio de la guerra resulta trivial. Si el hombre común está dispuesto a arriesgar
su vida en toda suerte de profesiones y oficios peligrosos, sin otro objeto que el de mejorar su posición y
enriquecer su bolsillo, ¿por qué no habrían de ir a la guerra para defender intereses más importantes? Si
se admite, como lo han hecho los mismos pacifistas, que la guerra puede desempeñar un papel
importante en la protección de intereses humanos, es claro que un pueblo debe acomoterla cuando sea
necesaria, por grandes que sean los sufrimientos y sacrificios. Ante esto, el pacifista se acoge a la
consigna moral que no tenemos derecho a tomar nada por la fuerza pero frente a esto, del lado opuesto
se diría lo contrario. En la esfera industrial, los más fuertes tratan de eliminar a los más débiles. Si la
competencia en la industria fuera clemente y la competencia nacional y política despiadada, el
argumento del pacifista sería tal vez incontestable, pero se sabe que esto no es así.

El hombre ordinario tiene que aceptar el mundo tal cual es y que la lucha y las guerras son una de las
condiciones de este mundo, de las cuáles no es el responsable. Tampoco hay lugar para decir que la
guerra de armas sea la forma más cruel de la lucha universal. De hecho, él aceptará las contingencias ya
que sabe que el dominio militar le traerá ventajas reales y tangibles.

Por ende, el hombre ordinario afronta los riesgos de la guerra con el mismo temple de ánimo que
los marineros, los pescadores, los médicos, etc. todos están dispuestos a correrlos riesgos antes que

5
LA GRAN ILUSION
ANGELL
U2
TEXTO 5
aceptar, a cambio de mayor seguridad, una posición secundaria y una vida de estrechez para sí y para
los suyos. Asimismo, los gobiernos están dispuestos a entrar en guerra antes que aceptar, a cambio
de mayor seguridad, una posición secundaria y una vida de estrechez para sí y para los suyos.

Por todo esto se ha visto fracasar la propaganda de la paz y así se explica también que la opinión
pública en los países de Europa, en vez de refrenar la tendencia de los gobiernos a aumentar los
armamentos, les induzca a aumentar antes que a reducir los presupuestos.

Como la riqueza, la prosperidad y el bienestar corren parejas con la fuerza, el poderío y la


grandeza nacionales, el inglés aspira a mantener esa fuerza y a no ceder el paso por más que se le
hable de altruismo. No lo hará porque significaría sustituir la grandeza y al poderío británico por lo de
otra nación (que no estaría dispuesta a hacer más a favor de la civilización de lo que pueda él hacer).
Es imposible ceder el paso en materia de armamentos, en la competencia mercantil o en el dominio
de manufacturas; está convencido que es su debe afrontar esa lucha y sostenerla en las condiciones
sociales existentes.

Estas premisas son los axiomas universalmente aceptados de la política internacional en el mundo
entero.

La grande ilusión.

Uno de los axiomas más aceptados de la política internacional es que la idea de que la prosperidad
y el bienestar de una nación (la estabilidad industrial y financiera de cada nación, su seguridad en
materias comerciales, etc.) dependen de su aptitud para defenderse contra los ataques de otras
naciones, las cuales estarán dispuestas a intentar la agresión, puesto que al hacerlo, aumentarán su
propio poderío y por tanto, su bienestar y prosperidad. El autor busca demostrar que esta idea casi
universal es un error, un error que ofrece por uno de sus aspectos el carácter de una ilusión óptica.
Para demostrar este error y para disipar por completo la ilusión en que se funda, acude a la historia,
es decir, en la simple exposición de los hechos políticos dominantes de Europa. Estos hechos se
pueden reducir a unas pocas proposiciones elementales.

1). La conquista de GB por otra nación es una imposibilidad del orden físico. Ninguna nación puede
destruir ni perjudicar de manera permanente y ni siquiera por un período considerable, el comercio
de otra nación por métodos militares, pues el comercio depende de la existencia de riquezas
naturales y de una población capaz de aprovecharlas. En tanto subsistieran los recursos naturales de
un país y no desapareciera la población trabajadora, el invasor no podría “aniquilarlos por completo”,
y si podría hacerlo, aniquilaría su propio mercado.

2). Si la invasión de Inglaterra por Alemania implicara la ruina total del Imperio, el capital alemán
desaparecería a su vez. El único medio posible para restaurarlo sería para Alemania en ponerle fin al
caos producido en Inglaterra, lo cual se lograría poniendo fin a las condiciones que hubieran
provocado ese caos. Además, la confiscación de la propiedad privada por mano de un invasor
reaccionaría de tal forma contra las finanzas del invasor, que el daño consiguiente a la confiscación
excedería en gran medida el valor de la propiedad confiscada.

3). La exacción de tributos a un pueblo vencido se ha vuelto una imposibilidad económica y la


exacción de indemnizaciones valiosas tan costosa que resulta en extremo desfavorable como
operación financiera.

4). Daños mayores o menos sólo podría inferirlos un invasor a título de castigo y con gran perjuicio
para sí mismo o como un empeño de causar desolación por el placer de causarla. En un mundo cuya
norma es el bien propio, no se debe contar con la experiencia de una especie de altruismo invertido
como el expresado.

6
LA GRAN ILUSION
ANGELL
U2
TEXTO 5
5). Es física y económicamente imposible hacer presa del comercio exterior de otra nación valiéndose
de métodos militares. Del mismo modo que una gran flota es impotente para crearle comercio a una
nación, lo es igualmente para circunscribir la rivalidad comercial de otras naciones.

Tampoco un conquistador puede destruir la competencia de la nación vencida por medio de la


anexión de ella, sus competidores no dejarían de competir por esto. Por ejemplo, si Alemania conquista
a Holanda, los comerciantes alemanes tendrían que seguir con la competencia con los holandeses. El
pensamiento de que sea posible eliminar la competencia de los rivales por medio de la conquista de
éstos, es una ilusión óptica.

6). La riqueza, el bienestar y la prosperidad de las naciones no dependen de su poderío político. De


hecho, los países como Suiza, Holanda, Bélgica, etc. disfrutan de tanta prosperidad y bienestar como los
habitantes de Alemania, Rusia, Austria y Francia. El comercio per capita de las naciones pequeñas excede
al de las grandes, y no se trata sólo de la cuestión de neutralidad en los tratados sino también de la
cuestión de si el poderío político puede ser una ventaja económica.

7). Ninguna nación podría derivar ventaja práctica de la conquista de las colonias británicas y por su
parte, GB no sufriría perjuicio material ninguno si las perdiera. Es más, cree que incluso podría ser
beneficioso pues ya no se tendría que ocupar de su defensa. GN no deriva ventaja económica de sus
colonias y no es posible concebir que otro país, quizás menos experto que Inglaterra, pudiera hacerlo.

Las siete proposiciones pueden resumirse en una sola: la única línea de conducta posible para el
conquistador de nuestros días consiste en dejar la riqueza de un territorio en manos de los individuos
que lo habitan y que hay, por ende, una ilusión óptica en el pensamiento que se alimenta hoy en Europa,
de que una nación aumente sus riquezas al aumentar su territorio, ya que al anexarse una provincia o
Estado, los habitantes que son los únicos poseedores de la riqueza correspondiente, quedan anexados
también y el conquistador nada obtiene.

Aun en los casos en que el territorio no es anexado, el conquistador no puede apoderarse de las
riquezas correspondientes, porque se lo impide la estructura misma del mundo económico, fundado en
el sistema de créditos y bancos, que hacen solidaria la seguridad industrial y financiera de todos los
centros civilizados; de donde resulta que toda confiscación o devastación del territorio conquistado
repercute sobre los intereses del conquistador. El mismo se halla reducido a la impotencia económica, lo
que quiere decir que el poderío político y militar es fútil.

Los ejércitos y flotas no se pueden apoderar ni destruir el comercio del otro. Es más, cuanto más se
protege militarmente la riqueza de una nación menos segura se halla.

Entonces, por un lado está la declaración de los expertos políticos quienes piensan que los ejércitos y
las grandes flotas son indispensables para proteger las riquezas contra los vecinos quienes sólo se
podrán detener ante la fuerza. Un país desprovisto de fuerzas militares se encuentra en una posición de
inferioridad económica. Sin embargo, cuando el capitalista tiene que optar entre los grandes Estados con
ejércitos y flotas y los Estados menores, se inclina a favor de los pequeños. El capitalista toma esta
decisión porque su conocimiento de finanzas le dice que la riqueza no necesita ser defendida porque no
puede ser confiscada.

Entonces, el postulado de que la riqueza necesita de armamentos para estar segura y que la
nación desprovista de los mismos tiene una condición de inferioridad económica. Pero la condición de
los pequeños estados desmiente esta filosofía. Igual, aun cuando pudiera decirse que la seguridad de
los Estados pequeños depende de su neutralidad, no es posible sostener que esos Tratados le dan
poderío político. El autor elimina el argumento militarista: la seguridad nacional puede precaverse por
medios distintos de la fuerza militar y de los armamentos, que la carencia de poderío político no
construye obstáculo por una parte ni prosperidad por otra. A la vez, los que afirman que la seguridad
de los Estados pequeños depende de los Tratados internacionales que garantizan su neutralidad son
los mismos que afirman la impotencia de los derechos por ellos establecidos. Pero la verdad real del

7
LA GRAN ILUSION
ANGELL
U2
TEXTO 5
caso apareja una distinción que es indispensable para interpretar correctamente el fenómeno. La
estabilidad política de las pequeñas naciones no está asegurada pero si lo está su seguridad
económica; por ejemplo no habría nadie que respaldara a Holanda si ésta cae en manos de Alemania,
pero si lo estaría su seguridad económica. Esto explica que si Alemania conquistara a Holanda, tendría
que dejar intactas sus riquezas. Así se explica el hecho de que los papeles de crédito de los pequeños
Estados exentos de toda amenaza de confiscación y libres de armamentos, se cotizan más que
naciones militarizadas. Holanda podría desaparecer pero no sus riquezas.

Mientras se reconoce esto, la afirmación que la riqueza no debe ser arrebatada no encuentra
aceptación. Se admite que la riqueza de un pueblo está exenta de riesgo de despojo pero se insiste en
la declaración de que podríamos enriquecernos por la conquista de otros, ¿cómo puede ser esto? Es
evidente que a simple vista no puede resultar ventaja alguna de la conquista de un pueblo la masa del
pueblo conquistado pero la conquista es el objetivo de la política europea. Por ejemplo, si Alemania
conquistaría varios países, la vida de los ciudadanos no mejoraría, incluso empeoraría bajo el Imperio
Germánico.

You might also like