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El Grupo Montoneros, fundado en 1967 por activistas provenientes del nacionalismo católico,
que más tarde adoptaron postulados del socialismo y finalmente se incorporaron al
peronismo. Mantenían vínculos con la Juventud Peronista (la "JP"). Recién aparecidos lograron
gran repercusión con el secuestro y asesinato del expresidente de la Revolución Libertadora,
Pedro E. Aramburu. Sus líderes, Mario Firmenich y Roberto Quieto, buscaron una política de
unidad con otras agrupaciones.
Los fundadores de la organización Montoneros fueron Fernando Abal Medina, Carlos Gustavo
Ramus y Mario Eduardo Firmenich todos ellos militantes de la Acción Católica Argentina, y
relacionados con el grupo de sacerdotes del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo.
Inicialmente Montoneros incorporó a jóvenes provenientes del nacionalismo católico, pero
también a algunos que habían militado en grupos de izquierda, como Norma Arrostito.
A partir de los gobiernos militares se inició una guerra abierta, donde las organizaciones
guerrilleras promovieron una gran cantidad de acciones armadas en aras de demostrar la
debilidad del estado. Estas acciones no recibieron el respaldo esperado de la población y, en
muchos casos, provocaron el alejamiento de antiguos colaboradores.
El gobierno optó por la represión ilegal y las agrupaciones guerrilleras fueron rápidamente
vencidas. A comienzos de 1977, los propios militares reconocieron que la actividad guerrillera
ya no representaba una amenaza. Pero este informe no fue difundido al público. El gobierno
quería alimentar la creencia de que la guerrilla seguía operando, lo que le permitía continuar e
incluso extender la represión sobre grupos más amplios de la población.
Lo cierto era que a doce meses del golpe, el ERP prácticamente había desaparecido y la
actividad ofensiva de los Montoneros era casi nula. A lo largo de 1977, algunas células
cometieron atentados con bombas y causaron alrededor de cuarenta bajas a las Fuerzas
Armadas y de seguridad. Pero los secuestros y las muertes en enfrentamientos fraguados se
contaban por miles.
En 1977, informes de Montoneros reconocían haber sufrido 2.000 bajas desde el golpe,
mientras que para agosto de 1978 ya se hablaba de 4.500, incluyendo en ese número personas
escasamente o no vinculadas con la organización. El derrumbe guerrillero evidencia, no solo la
eficacia de la estrategia antisubversiva, sino la debilidad política de sus organizaciones. Desde
principios de 1976, sus vínculos con el movimiento de masas eran endebles y sus cuadros
estaban diezmados, desorientados y aislados de su conducción.
Para lograr la adhesión de los trabajadores, articularon las demandas obreras con ataques
armados a militares y miembros clave del gobierno. Con el propósito de contribuir a este
proceso, fundaron en 1977 el Movimiento Peronista Montonero, realizaron actos de sabotaje
en huelgas obreras, atentaron contra varias figuras del gobierno y lanzaron un llamado a la
pacificación y al diálogo. Pero el resultado fue una gran cantidad de dirigentes y militantes
asesinados por las Fuerzas Armadas.
Los obreros no se identificaron con las acciones guerrilleras, pues consideraban muy riesgoso
unirse con los montoneros y disentían en cuanto a la metodología de acción. Los principales
dirigentes montoneros seguían sosteniendo que la estrategia había sido oportuna y acertada.
Esta distorsionada imagen de la realidad provocó el alejamiento de la organización de muchos
miembros, como por ejemplo R. Galimberti y M. Bonasso. La actividad guerrillera perdió
adeptos y quedó definitivamente aislada del resto de la población.