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ÍNDICE
Silva C. Mallo
INTRODUCCIÓN , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , 7
Mónica Ghirardi, Sonia Colantonio, Dora Celton
DE AZABACHE Y ÁMBAR: TRAS LAS HUELLAS
DE LOS ESCLAVOS DE CÓRDOBA
AL DESPUNTAR LA REVOLUCIÓN , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , 15
Liliana Crespi
NI ESCLAVO NI LIBRE. EL STATUS DEL LIBERTO
EN EL RÍO DE LA PLATA DESDE EL PERÍODO
INDIANO AL REPUBLICANO , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , 39
Marta Beatriz Goldberg
AFROSOLDADOS DE BUENOS AIRES EN ARMAS
PARA DEFENDER A SUS AMOS , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , 63
Silvia C. Mallo
LIBERTAD Y ESCLAVITUD EN EL RIO DE LA PLATA:
ENTRE EL DISCURSO Y LA REALIDAD , , , , , , , , , , , , , , , , 89
Beatriz Bragoni
ESCLAVOS INSURRECTOS
EN TIEMPOS DE REVOLUCIÓN (CUYO 1812) , , , , , , , , , , 113
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Sara E. Mata
NEGROS Y ESCLAVOS EN LA GUERRA
POR LA INDEPENDENCIA. SALTA 1810-1821 , , , , , , , , , , , 131
Ignacio Telesca
SOCIEDAD Y AFRODESCENDIENTES EN EL
PROCESO DE INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY , , , , , , 149
Ana Frega
“LA PATRIA ME HIZO LIBRE”. APROXIMACIÓN
A LA CONDICIÓN DE LOS ESCLAVOS
DURANTE LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA
EN LA BANDA ORIENTAL , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , 169
Eduardo R. Palermo
LOS AFRO-FRONTERIZOS DEL NORTE URUGUAYO EN
LA FORMACIÓN DEL ESTADO ORIENTAL – 1810-1835 , , 187
Alex Borucki, Karla Chagas y Natalia Stalla
ABOLICIÓN Y ESCLAVITUD EN EL ESTADO
ORIENTAL DEL URUGUAY, 1830-1860 , , , , , , , , , , , , , , , , , , 211
Osvaldo Otero,
DE AMORES, MAGRO RANCHO Y CON HARAPOS.
VIDA EN LOS EJÉRCITOS EN TIEMPOS DE LA
LUCHA POR LA INDEPENDENCIA , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , 229
Miguel A. Rosal
LAS ASOCIACIONES AFRICANAS PORTEÑAS
Y LAS FORMAS DE LA RELIGIOSIDAD DURANTE
EL SIGLO XIX , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , 251
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INTRODUCCIÓN
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INTRODUCCIÓN
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SILVIA C. MALLO
ideas escuchadas eran afines? ¿A que tutor le serían leales? ¿Estaban real-
mente “dispuestos a todos los virajes […] pero siempre manipulados”?5
Si nos planteamos estas preguntas para el conjunto de las poblaciones de-
finidas como sociedades incultas y bárbaras americanas ¿Qué espacio de
experiencia y de definición les queda a los esclavos y afro descendientes
libres en general que disfrutaban de los espacios de mayor exclusión so-
cial hasta el punto de no ser sujetos de derecho? ¿Cuándo y como se sen-
tían parte? ¿Cuáles eran sus esperanzas y expectativas de futuro? ¿Cómo
se integraban al proceso y que reconocimiento obtendrían de su partici-
pación? ¿Cómo vivieron sus amos y la sociedad toda su participación y
el proceso de liberación de los esclavos? ¿Como se conjugaron la etnici-
dad y la política, la libertad del pueblo todo y la particular de los escla-
vos? ¿Qué cambios se produjeron en el reordenamiento de la sociedad?
Estas y muchas preguntas más surgen del conjunto de los trabajos
de especialistas en el tema que aquí presentamos y que ponen en eviden-
cia y representan la realidad social vivida por los afrodescendientes vin-
culada al proceso independiente en distintos rincones del Virreinato.
Liliana Crespi nos recuerda muy claramente la normativa que rige
la vida de los esclavos, los cambios producidos en la legislación durante el
período colonial y fundamentalmente las disposiciones adoptadas por los
primeros gobiernos independientes respecto al Régimen de libertad de
vientres, el de Patronato de los libertos y otras disposiciones adoptadas
respecto a los esclavos provenientes del Corso y de las zonas limítrofes.
Marta Goldberg analiza la situación de lo que denomina los afro-
soldados y se hace preguntas centrales y sugerentes respecto a su suerte
que quedan señaladas ya en el título de su trabajo. Después de estudiar
minuciosamente las distintas formas de ingreso de los esclavos a los bata-
llones y los regimientos de pardos y morenos, su desempeño e importan-
cia de su participación, nos recuerda las posiciones extremas de los jefes
del ejército en lo que a ellos se refiere.
Por mi parte considero las diferentes posiciones expresadas en los
papeles judiciales por parte de los integrantes del nuevo gobierno, los
amos y los defensores de los mismos esclavos, en torno a la idea y con-
cepto de libertad en su relación con la esclavitud. Indago asimismo en las
experiencias vividas por los esclavos como integrantes del ejército patrio
en las que se evidencia la frustración de sus expectativas.
Mónica Ghirardi, Sonia Colantonio y Dora Celton incursionan en
las dimensiones demográficas de la población afrodescendiente y mulata
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INTRODUCCIÓN
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SILVIA C. MALLO
Silvia C. Mallo
Buenos Aires, marzo de 2010
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INTRODUCCIÓN
Notas
1. Thomas CALVO, “Soberano, plebe y cadalso: Bajo una misma ley en Nueva España” en,
Pilar GONZALBO AIZPURU, Historia de la Vida cotidiana en México El siglo XVIII en Mé-
xico: entre la tradición y el cambio. México, Fondo de Cultura Económica, 2005, tomo III,
pp287-322
2. Peter LINEBAUGH y Marcus REDIKER: La Hidra de la revolución: Marineros, esclavos y
campesinos en la Historia oculta del Atlántico. Barcelona, Crítica, 2000
3. David A. BRADING, Orbe indiano: De la monarquía católica a la república criolla 1492-
1867. México, Fondo de Cultura Económica, 1991. Francois-Xavier, GUERRA, Moderni-
dad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. Fondo de Cultura Econó-
mica, México D.F. 1993. Antonio ANNINO; Luis CASTRO LEIVA; Francois-Xavier GUERRA,
De los Imperios a las Naciones: Iberoamérica Ibercaja, Zaragoza, 1994
4. Roger CHARTIER, Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII. Barcelona,
Gedisa [1991] 1995
5. Ibidem, p 41
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DE AZABACHE Y ÁMBAR
TRAS LAS HUELLAS DE LOS ESCLAVOS DE
CÓRDOBA AL DESPUNTAR LA REVOLUCIÓN
MÓNICA GHIRARDI
SONIA COLANTONIO
DORA CELTON
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DE AZABACHE Y ÁMBAR
CIUDAD CAMPAÑA
CIUDAD CAMPAÑA
800 1400
varones 1200 varones
600 mujeres 1000 mujeres
800
400
600
400
200
200
0 0
niños adultos ancianos niños adultos ancianos
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DE AZABACHE Y ÁMBAR
Ciudad soltero
casado
viudo
80
60
40
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0
Varón Mujer
Campaña soltero
casado
80 viudo
60
40
20
0
Varón Mujer
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Amores ancilares
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A modo de cierre
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Notas
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27 FERREYRA, M. del C. (1998) “La ilegitimidad en la ciudad y en el campo a finales del si-
glo XVIII en Córdoba” en Changes and continuity in american demographic behaviours:
the five centuries experience, UNC – IUSSP, Córdoba, pp. 403 – 429.
28 GONZALBO AIZPURU, P. Ob. Cit.
29 TARDIEU, J. P. Ob. Cit. p. 330.
30 LAVRIN, A. Ob. Cit. p. 506.
31 FERNÁNDEZ ALVAREZ, M. Ob. Cit, p. 265.
32 Ibídem.
33 AAC. Leg.37 (1807-1815) t.V, Exp.8. fs. 38v-39r.
34 ENDREK, E. (1994) Escuela, sociedad y finanzas en una autonomía provincial: Córdoba,
1820-1829, Córdoba, Junta provincial de Historia de Córdoba, Nº 14, 31-37, 155-161, 171-
174.
35 SÁNCHEZ de M., Paz; HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. (2000) La América Española (1763
– 1898) Cultura y vida cotidiana, Madrid, Editorial Síntesis, p. 30,31.
36 KÜFFER, C., GHIRARDI, M. y COLANTONIO, S. (2010) “Educación elemental en la ciu-
dad de Córdoba, Argentina en el primer tercio del siglo XIX. Sus variaciones y relación
con las demás ocupaciones infantiles” enviado para su publicación en Annales de Démo-
graphie Historique, París, en evaluación.
37 GHIRARDI, M. (2010) “Las edades de la vida. Niños y ancianos de Córdoba al comen-
zar el siglo XIX” en COLANTONIO, S. y GHIRARDI, M. (Editoras) Población y sociedad en
tiempos de lucha por la emancipación. Córdoba en 1813. Centro de Estudios Avanzados,
CONICET-UNC, en prensa.
38 FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Ob. Cit. p.272, 3.
39 GHIRARDI, M. (2010) Ob. Cit.
40 Ibídem.
41 GOLDBERG, M. y MALLO, S. Ob. Cit.
42 RODRÍGUEZ, (2002) En busca de lo cotidiano. Honor, sexo, fiesta y sociedad. S. XVII-
XIX. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, p. 224.
43 GHIRARDI, M. y RIBOTTA B. (2010) “Cuerpos quebrantados, cuerpos inútiles. Afeccio-
nes de la población de Córdoba, Argentina, según el censo de 1813”, en COLANTONIO, S.
y GHIRARDI, M. (Editoras) Población y sociedad en tiempos de lucha por la emancipación.
Córdoba en 1813. Centro de Estudios Avanzados, CONICET-UNC, en prensa.
44 CELTON, D. (1998) “Enfermedad y crisis de mortalidad en Córdoba, Argentina entre
los siglos XVI y XX” en CELTON, D; MIRÓ, C. y SÁNCHEZ ALBORNOZ, N. Cambios de-
mográficos en América Latina: la experiencia de cinco siglos. Córdoba, Universidad Nacio-
nal de Córdoba, International Union for the Scientific Study of Population, pp. 277-301.
45 DIMINUZIO, K. y GARCÍA, C. (s/f). “Indagando en las dolencias de los esclavos: Una
aproximación a las fuentes para su estudio en la Córdoba tardo colonial”. Córdoba: Uni-
versidad Nacional de Córdoba, Facultad de Filosofía y Humanidades, Escuela de Historia
(Mimeo).
46 Cfr. GHIRARDI, M. y RIBOTTA, B. Ob. Cit.
47 GARAVAGLIA, J. C. y FRADKIN, R. (1992) Hombres y mujeres de la colonia, Buenos Ai-
res, Editorial Sudamericana, p. 145.
48 STOLCKE, V. (1992) Racismo y sexualidad en la Cuba colonial, Madrid, Alianza América.
49 Para las áreas urbanas de Buenos Aires y Córdoba en el período 1778-1810 Susan So-
colow realizó en 1990 un análisis comparativo sobre la elección matrimonial en la Argen-
tina Colonial, cfr. SOCOLOW, S. (1990) “Parejas bien constituídas. La elección matrimonial
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DE AZABACHE Y ÁMBAR
en la Argentina colonial. 1778 – 1810” en Anuario del Instituto de Estudios Históricos y So-
ciales, Tandil. La autora encontró que el peso del factor económico en Buenos Aires fue
mayor en los disensos, en Córdoba en cambio los valores vinculados al nacimiento de las
personas primaron sobre los otros factores. Para Córdoba en el período 1781-1850 puede
consultarse GHIRARDI, M. (2004) Matrimonios y familias en Córdoba. Prácticas y represen-
taciones, Córdoba, Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba. Pa-
ra Buenos Aires, Nelly Porro también ha estudiado los pleitos de disenso, cfr. PORRO N.
(1980) “Conflictos sociales y tensiones familiares en la sociedad virreinal rioplatense a tra-
vés de los juicios de disenso” en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana,
26, pp. 361 – 393; de la misma autora “Los juicios de disenso en el Río de la Plata: Nuevos
aportes sobre la aplicación de la Pragmática de hijos de familia” en (1980) Anuario Histó-
rico y Jurídico Ecuatoriano, 5, pp. 193 – 229 y también “Extrañamientos y depósitos en los
juicios de disenso” en Revista de Historia del Derecho, 7, pp. 123 – 150. Para Mendoza han
abordado el tema BISTUE, N. del C. y MARIGILIANO, C. (1992) “Los disensos matrimonia-
les en la Mendoza Virreinal 1778 – 1810” en Revista de Historia del Derecho. Instituto de
Investigaciones de Historia del Derecho, Buenos Aires, vol. 20, pp. 75 – 101. y en (1995)
“Los disensos matrimoniales en Mendoza. Época patria 1810 – 1869” en Revista de His-
toria del Derecho. Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, Buenos Aires, vol.
23, pp. 37 – 63. Con referencia a los disensos en Salta puede consultarse ZACCA DE CABE-
ZAS, I. (1999) “Elección matrimonial en Salta a fines del período colonial” en Instituto de
Investigaciones Geohistóricas. Conicet. Facultad de Humanidades IV Jornadas Argentinas
de Estudios de Población, Chaco, Resistencia, pp. 148 – 165. Para el caso de San Juan cfr.
de RIVERA MEDINA, A. (2008) “Genealogía de un matrimonio frustrado: un juicio de di-
senso entre Viñas en el San Juan Colonia” en SIEGRIST, N. y GHIRARDI, M. (Coordinado-
ras) Mestizaje, sangre y matrimonio en territorios de la actual Argentina y Uruguay. Cen-
tro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba.
50 AHPC. Escribanía 1, Año 1784 - 85, Leg. 402, exp. 4
51 AHPC. Escribanía 2, Año 1786, t. II, exp. 24.
52 AHPC, Escribanía 2, Año 1795, Leg. 85, exp. 17.
53 AHPC, Escribanía 2, Año 1790, Leg. 75, exp. 24.
54 AHPC, Escribanía 2, Año 1788, Leg. 71, exp. 10; AHPC, Escribanía 2, Año 1789, Leg.
73, exp. 12; AHPC, Escribanía 2, Año 1794, Leg. 84, exp. 18; AHPC, Escribanía 2, Año
1794, Leg. 84, exp. 1; AHPC, Escribanía 2, Año 1794, Leg. 84, exp. 1; AHPC, Escribanía
2, Año 1794, Leg. 84, exp. 3; AHPC, Escribanía 2, Año 1799, Leg. 98, exp. 28; AHPC, Es-
cribanía 2, Año 1804, Leg.106, exp. 5; AHPC, Escribanía 4, Año 1810, Leg. 39, exp. 14;
AHPC, Escribanía 4, Año 1813, Leg. 46, exp. 10; AHPC, Escribanía 3, Año 1813, Leg. 62,
exp. 10
55 Cfr. por ejemplo AHPC, Escribanía 4, Año 1819, Leg. 53, exp. 13 y AHPC, Escribanía
4, Año 1821, Leg. 57, exp. 26; AAC, Leg. 34, Tomo IV, Años 1819 – 1884; Cfr. respectiva-
mente: AHPC, Copiadores de Gobierno, Año 1818/19, C. N° 279, Cuaderno 28 y Go-
bierno, Año 1818, C, N°58, Leg. 3,, f. 207; Escribanía 4, Año 1825, Leg. 64, exp. 17; Go-
bierno, Año 1837, Tomo 154, f. 393; Copiadores de Gobierno, Años 1848 – 49, Tomo
N°295, fs. 351 y 352: Años 1848 a 1850. Tomo N° 296; Gobierno, Año 1848, Tomo 211,
fs. 550 a 552 y AAC Leg. 39, Tomo III, Años 1844 – 1875 y AHPC, Gobierno, Año 1850.
C. N° 219, Leg. 5, f. 670.
56 Notoria desigualdad de sangre fue la razón del disenso que finalizó con prohibición del
casamiento en 1814, cfr. AHPC, Crimen, Año 1814, Leg. 125, exp. 22. Desigualdad de con-
diciones que concurren en las dos personas y por no poder los hijos casarse sin permiso de
los padres fue el motivo de dictamen prohibiendo el casamiento AHPC, Escribanía 4, Año
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NI ESCLAVO NI LIBRE.
EL STATUS DEL LIBERTO EN EL RÍO DE LA PLATA
DESDE EL PERÍODO INDIANO AL REPUBLICANO
LILIANA CRESPI
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objeto inanimado o animal ignorando que las relaciones entre amos y es-
clavos estuvieron teñidas de diferentes matices porque se daban entre
personas, a pesar del status jurídico que las diferenciaba.3
Entender la esclavitud sólo en el sentido del tratamiento de seres
humanos como propiedad es errónea como definición, lo mismo que ha-
cerlo describiendo al esclavo como alguien carente de personalidad legal.
El ordenamiento general sobre la esclavitud indiana emanó del cas-
tellano medieval sobre servidumbre. De este modo, fundamentado en el
Derecho servil del Fuero Juzgo y las Partidas de Alfonso X, el esclavista
indiano adquirió características propias agregando a la normativa metro-
politana la dictada exclusivamente para América. Aún después de 1810 la
supervivencia del Derecho castellano-indiano en materia de población ne-
gra fue evidente. Al no existir un Código esclavista los problemas se resol-
vían de acuerdo a cómo y cuándo se fueran presentando siguiendo la línea
casuística que caracterizó al Derecho Indiano. Nos enfrentamos entonces
a un mundo de normas y prácticas judiciales: normas que existen y que se
aplican en un marco cultural en el que la práctica genera derecho local.
En la normativa esclavista se refleja una ambivalencia entre el con-
cepto de persona humana y mercancía, pues parece empeñarse en afirmar
que el esclavo es ambas cosas. Es persona humana porque tiene alma, de-
recho implícito a la libertad, derecho a la familia, derecho al buen trato,
todo aquello que le otorga el derecho natural. Es mercancía porque con-
lleva un valor intrínseco monetario que aumenta o disminuye según el
paso del tiempo, la experiencia laboral, las tachas que acumula o las nece-
sidades del mercado.
Si bien la normativa indiana sobre la esclavitud se basa principal-
mente en las Partidas, no hay que perder de vista la existencia de una mar-
cada diferencia entre el esclavo y el siervo.4 La diferencia entre la relación
amo/esclavo y la del señor/siervo, estriba en que aquella se trata de una
relación de sujeción entre dos personas desconocidas entre sí, mientras
que la segunda implica el ejercicio de derechos a partir de la propiedad de
la tierra. La servidumbre medieval y la esclavitud moderna pueden ser de-
finidas como dos sistemas de explotación similares, aunque no iguales. La
compra venta de personas hace la principal diferencia.5
En el caso de los esclavos mientras que los siglos XVI y XVII son
pródigos en normas que priorizan la instrucción religiosa de los esclavos
y el buen trato como vía de aceptación de su condición y la obediencia al
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pues los esclavos urbanos contaban con mayores facilidades para ganar
dinero y conocían mejor sus derechos que los que vivían aislados en las
zonas rurales. Pero no siempre era todo tan sencillo, los amos no vacila-
ron en aludir al origen deshonesto del dinero presentado por los esclavos
para pagar su precio y los detractores del sistema de coartación recorda-
ban que el hecho de acumular peculio para su libertad ponía al esclavo en
la tentación de robar para conseguir su objetivo.
El derecho de los esclavos a comprar su libertad, según la visión de
Levaggi, ha dado lugar a diversas interpretaciones tanto de amos, escla-
vos o letrados. Esta situación debería haber quedado definitivamente
aclarada con la Real Cédula de 1768, aunque a juzgar por la complejidad
de algunos litigios parece no haber tenido vigencia en el Río de la Plata.27
“La jurisprudencia no fue uniforme. No tuvieron pleno respaldo las pre-
rrogativas de los dueños, ni fue siempre reconocido el derecho de éstos
(los esclavos) al rescate contra la voluntad de aquellos” manifiesta Levag-
gi. De todas formas puede observarse una tendencia favorable a la liber-
tad mediando justiprecio y aún refrendada por el mismo rey. Incluso la
Real Cédula de octubre de 1790 eximió el pago de alcabala sobre los con-
tratos de coartación porque “se añadiría un nuevo estorbo al logro de la
libertad” en una manifiesta intención de favorecer estos procedimientos.
Las Partidas admitían la posibilidad para los siervos de acumular
un peculio con el cual adquirir su libertad. Pero el necesario consenti-
miento del señor que allí se estipulaba quedó anulado desde la Real Cé-
dula de 1526, cuando el sentido de la propiedad absoluta del amo sobre
su esclavo quedó acotado. Así, quien lograra reunir el dinero para pagar
su “justo precio” podría acceder a la libertad aún contra los deseos de su
dueño. Pero dijimos arriba que la Cédula de 1768 hubo de volver sobre
el particular posiblemente porque los amos y los jueces desconocían, a
propósito o no, el tenor de lo dictaminado en 1526.
Por lo tanto, no siempre estas cuestiones se desarrollaron con la
simpleza reflejada en las leyes. Para el esclavo la libertad representaba una
ventaja civil mientras que para el amo implicaba la pérdida de un trabaja-
dor valioso y hasta irreemplazable.
Y ya que se ha hecho referencia al peculio es importante detenerse
en modalidad de trabajo a jornal, ampliamente extendida en América. En
primer lugar porque implica una forma de ocupación no sistemática, po-
co controlada y que refleja una realidad social y económica particular: la
de familias enteras que subsisten gracias al trabajo que sus esclavos logran
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NI ESCLAVO NI LIBRE
dad privada era en este caso parcial, ya que no libertaba a las madres sino
sólo a los hijos, imposibilitaba la reproducción futura de esa propiedad.
Un mes más tarde, el Reglamento para la Educación y Ejercicio de
los Libertos regulaba la aplicación de la ley generando una nueva vincu-
lación entre el amo y el hijo de su esclava. El amo de la madre pasaría a
ser patrono del niño y, si bien la condición de dominio sobre la madre no
variaba, la sujeción del liberto no era a perpetuidad.
Los patronos tenían la obligación de denunciar los nacimientos
ocurridos de sus esclavas a la autoridades de la Policía o del Cabildo. Las
madres conservaban a sus hijos junto a sí durante los dos primeros años
de vida, cuando dependían enteramente de ellas para su subsistencia.38
Los libertos debían permanecer bajo tutela del patrono hasta cumplir los
20 años en el caso de los varones, y 15 en el da las niñas.
En su conjunto la ley ofrecía semejanzas con el sistema esclavista
pues permitía el traspaso, alquiler o castigo de los libertos, así como la se-
paración de madres e hijos una vez transcurridos los dos años reglamen-
tarios.39 Sin embargo, en el espíritu de la ley el liberto estaba bajo suje-
ción de su patrono pero no bajo su dominio perpetuo y, lo más impor-
tante, su status jurídico tenía plazo de vencimiento y el acceso a la liber-
tad quedaba asegurado. Por su parte, para los amos el perjuicio económi-
co era parcial: si bien perdían la propiedad del niño conservaban la de la
madre inalterable.
En 1816 el periódico La Gaceta publicó un informe de la Policía
sobre los nacimientos registrados desde la promulgación de la ley de
vientres: 2003 nacidos, entre ambos sexos, de los cuales sobrevivieron 646
niñas y 607 varones haciendo a un total de 1253 niños a quienes el estado
había garantizado ya su libertad.
Los nacimientos se sucedieron manteniéndose inalterable el régi-
men de patronato pero, de la misma forma que el derecho romano enten-
día que quien libertaba a un esclavo era acreedor a ciertos servicios por
parte de éste y las Partidas hablan de la deuda moral del manumitido, el es-
tado republicano se reconoció el derecho a disponer de los libertos como
forma de “devolver” al gobierno algo del beneficio que les fuera otorgado.
Se los declaró aptos para las armas en los decretos de alistamiento
de los años 1825- 1826- 1827- 1831-1834. El reclutamiento no debe lla-
mar la atención pues las levas alcanzaban a todos los ciudadanos, pero lo
llamativo es que los enunciados de todos son del mismo tenor respecto a
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Notas
1. Persona que no tiene status de ciudadano, ni de padre de familia, ni de libre. Implica la
máxima extinción de la personalidad civil. Por esta razón para la ley el siervo no es perso-
na (servus nullum caput habet).
2. La división tripartita del derecho privado en Natural, de Gentes y Civil quedó consa-
grada en las Institutas de Justiniano. El primero no es producto del hombre sino de la na-
turaleza de las cosas. Es inmutable y equitativo y considera a todos los hombres iguales. El
derecho de gentes estaba integrado por todas aquellas normas aplicables a los pueblos no
romanos, mientras que el civil era únicamente para los ciudadanos.
3. Por STATUS o ESTADO se entiende “la principal condición o calidad bajo la cual vive
el hombre en la sociedad y en su familia”. ESCRICHE, Joaquín. Diccionario razonado de le-
gislación civil, penal, comercial y forense. México, 1837.
4. Los Códigos Españoles concordados y anotados. Madrid, Antonio de San Martín Editor,
1872.
5. San Gregorio decía que “la servidumbre no tiene la vil condición del esclavo, porque no
priva absolutamente de la libertad y no pone al siervo bajo el dominio de propiedad del se-
ñor”. PEREÑA, Luciano. (Estudio y selección). Defensio Fiedei . Buenos Aires, 1966.
6. Juicio presentado por LEVAGGI, Abelardo. “La condición jurídica del esclavo en la épo-
ca hispánica”. En: Revista de Historia del Derecho, Buenos Aires, 1973 Se refiere al Dere-
cho como el conjunto de normas y prácticas que regulan la sujeción de los esclavos.
7. GOLDBERG, Marta. “La población negra y mulata de la ciudad de Buenos Aires, 1810-
1840”. Desarrollo Económico, Nº 61, 1976.
8. En tiempo de Constantino se creó la fórmula IN ECCLESIA, donde el otorgamiento
de la libertad se realizaba ante una autoridad eclesiástica. Aunque recogida por las Partidas
no se detectó esta práctica en el Río de la Plata. Las referencias al Derecho Romano y Cas-
tellano han sido extraídas para este trabajo de la Tesis de Maestría de la autora. “Vidas de
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25. Esta figura, no siempre mencionada, es la que le dio sustento jurídico a varios reclamos
de esclavos contra sus amos por incumplimiento de palabra.
26. Partida V, Título V, Ley XLV.
27. La Real Cédula del 21 de junio de 1768 afirmaba la obligación del amo a recibir el jus-
tiprecio pagado por el esclavo para libertarse. PETIT DE MUÑOZ y otros. La condición ju-
rídica, social, económica y política de los negros durante el coloniaje en la Banda Oriental.
Montevideo, Talleres Gráficos 33, 1948.
28. THOMAS, YAN, Los artificios de las instituciones. Estudios de derecho romano. Buenos
Aires, Eudeba, 1999.
29. Se refiere con estos términos “conventibus oculis”, el título 45, libro 1, fragmento 104
del Digesto.
30. En 1505 los primeros esclavos enviados a La Española llegaban con la promesa real de
quedarse con un porcentaje del oro extraído de las minas, el cual sería más tarde aplicado
a comprar su libertad.
31. Recopilación de las Leyes de Indias. Madrid, 1943. Ley XVI, título XI, Libro V.
32. GOLDBERG, M; MALLO, S. “La población africana en Buenos Aires y su campaña. For-
mas de vida y subsistencia (1750-1850)”. En: Temas de África y Asia Nº 2, UBA, Facultad
de Filosofía y Letras, 1991.
33. Un estudio interesante sobre la naturaleza de estas negociaciones entre amo y esclavo
aparece en el artículo de Eduardo SAGUIER. “La naturaleza estipendiaria de la esclavitud
urbana colonial. El caso de Buenos Aires en el siglo XVIII”. En: Revista Paraguaya de so-
ciología, Asunción, 1989.
34. AGN Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, 1812.
35. AGN. Gaceta de Buenos Aires, 11 de junio de 1816.
36. Para Rebeca Scott la institución del patronato estuvo diseñada con una apariencia pa-
ternal y de transición. Una combinación paradójica de cambio y ausencia de cambio, don-
de la promesa de emancipación futura era un triunfo a la resistencia de los amos. En: La
emancipación de los esclavos en Cuba. México, Fondo de Cultura Económica, 1989.
37. El Código Justinianeo aplicaba a la madre esclava la misma fórmula que para la madre
que no había contraído nupcias. En ninguno de los dos casos se podía demostrar la pater-
nidad, por lo que se determinaba en estos casos que “la madre es la única cierta” (mater
semper certa est- Digesto 2, 4, 5).
38. En esto parece haber un retroceso en tanto la Partida IV, en su título XIX determina-
ba que la obligación de criar y alimentar a los hijos correspondía a la madre hasta los tres
años de edad.
39. Esto aplica tanto para la venta de las madres o traspaso del patronato de niños. Las
“ventas” de patronato o alquiler de libertos a jornal se pueden encontrar en los avisos de
La Gaceta hasta entrada la década de 1840.
40. AGN. Sala X- 33-1-2.
41. CRESPI, Liliana. “Negros apresados en operaciones de corso durante la guerra con el
Brasil (1825-1828)” En: Temas de África y Asia 2. ires, Facultad de Filosofía y Letras.,
UBA, 1993. Las cifras totales de los esclavos ingresados por apresamientos en la Tesis de
Licenciatura de la autora “Apresamiento de negros esclavos en operaciones de corso du-
rante la guerra con el Brasil. El régimen de patronato”. Luján, 1995.
42. Sin embargo, los registros contables indican que del total de libertos repartidos a par-
ticulares sólo se abonaron un 58% de lo que correspondía. Ibídem.
43. Un buque corsario de importancia podría costar a su dueño entre 50.000 y 90.000 pe-
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sos. Pero la posibilidad de resarcimiento triplicaba lo invertido. Por ejemplo el buque apre-
sado “Bella Flor” llevaba mercadería por un valor de 280.000 pesos, incluidos los esclavos
que transportaba. En CRESPI, Liliana. Tesis de Licenciatura, op. cit.
44. ANGELIS, PEDRO. Colección Leyes y Decretos. Buenos Aires, Imprenta del Estado,
1835.
45. En el caso de los destinados al ejército, el decreto de marzo de 1827 estipuló cuatro
años de servicio y el de septiembre lo elevó a ocho, retomando lo dispuesto por un decre-
to del año anterior.
46. AGN. Sala X-32-11-3.
47. AGN. Sala X-31-9-5.
48. “El liberto Pablo, en uso de su libre y espontánea libertad se ofrece a servir a Luis Ver-
net por el término de diez años...” AGN. Sala VII-2-3-7.
49. AGN. Sala X-32-10-7.
50. Citado en: Los afroargentinos en Buenos Aires
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La época independiente
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epígrafe
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epigrafe
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b. Donaciones y préstamos
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c. Por el Corso
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e. Los que debían obtener su libertad por la ley de vientres y otras dispo-
siciones
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que la esclavatura pueda ascender más allá del destino de soldado. Creo
no hay principio para temer un resultado semejante al de la isla de Santo
Domingo. Las circunstancias son varias y, por otra parte, el descuido de
la educación en América, imposibilita hallar hombres de raza y medianía
competente que sepan leer, al menos, y así es preciso sacarlos sin distin-
ción de donde puedan proponerse.15
Como veremos son abundantes los testimonios respecto de la ac-
tuación de los “afrosoldados” en todas las acciones que se libraron en el
Interior, el Paraguay, la Banda Oriental, el Alto Perú y Chile. Su actua-
ción durante las Invasiones Inglesas había dado lugar tanto a panegiricos
comentados, como al elogio mesurado del Primer Comandante de la Le-
gión de Patricios del Ejército de Buenos Aires Don Cornelio Saavedra
cuando certificó “que el Moreno Anselmo Díaz Esclavo del Presbítero
Don Josef Antonio Díaz,… desde el día 3 de Julio hasta el 6 del mismo…
ha trabajado… en las Guerrillas que sostuvo… contra los Enemigos, y
que de estos presentó varios Prisioneros al Sor general Dr. Santiago de Li-
niers, y... se portó el moreno expresado con valor e intrepidez, habiendo
también ocupado en conducir heridos a los hospitales; a pedimento del
expresado Presbítero amo del nominado Anselmo, firmo esta en Buenos
Aires a 3 de Noviembre en 1807”.16
En Paraguay (1811) “¡se metieron como una cuña en la masa enor-
me de los enemigos!” En la Banda Oriental, Cerrito de Montevideo
(1812) los negros de Soler -Regimiento Nº6 de Pardos y Morenos- asom-
braron con su heroísmo. El capitán Antonio Videla, que había nacido es-
clavo, opuso la primera resistencia fuerte al ataque español, sus negros
fueron cayendo uno a uno antes de retroceder. A Videla lo rodearon las
bayonetas enemigas y según refieren varios autores cuando en lugar de
rendirse gritó ¡Viva la Patria!, recibió varios golpes mortales de bayone-
ta. Esta muy comentada actitud motivó que un año después se le otorga-
ra la libertad a su hija.17
Rondeau, comentaba después de la batalla del Cordón “.la intrepi-
dez y valor de los pardos y morenos y de su denodado jefe los hace dig-
nos de los mayores elogios...”.18 Años después Gálvez observó que “mu-
chos negros que apenas balbuceaban el castellano morían vivando a la li-
bertad de la tierra que los recibió como esclavos y que los emancipaba pa-
ra que fuesen soldados”.19
Brackenridge, escribe “alrededor de un cuarto de los regulares son
negros, han sido adquiridos así (por rescate) y no son inferiores a ningu-
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la esclavitud Lo que sí parece evidente es, que creía que esa violencia po-
día ser aprovechada, promovida y dirigida contra del enemigo porque
“les decía a los negros, que por cartas que había recibido de Chile se le
había comunicado que los españoles se preparaban para mandar a vender
en Lima como esclavos para las haciendas del azúcar, a todos aquellos que
tomaban prisioneros”. La sed de sangre podría deberse a las palabras de
San Martín o al resentimiento por la pérdida de tantos compañeros que
habían sido capturados o muerto en la guerra. Considera Blanchard que
la ferocidad en la lucha que caracterizó a pardos y morenos era, quizás,
en parte, expresión de la fe en la lucha por Dios y por la Patria, pero que
concurrieron otras causas y, en especial, la posibilidad de liberar la frus-
tración por su posición en la sociedad a través del descontento y la ira en
el campo de batalla donde les estaba permitido hacerlo.
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La deserción
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Conclusiones
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Notas
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sidad, de reconocimiento y patriotismo: vosotros en fin visteis lo que no vieron jamas vues-
tros antepasados, y lo que servirá de administración y exemplo á vuestros hijos.
Vosotros, Juan Manuel Gana, esclavo que fuiste de aquel D. Pío de Gana, dignísimo Co-
mandante de Arribeños, cuya memoria recordamos con el más tierno y agradecido llanto,
Y Cristóbal Duarte, que habéis conseguido la libertad por la gratitud de este generoso cuer-
po, debéis de permanecer siempre dignos de ella, como lo fuisteis para obtenerla: vosotros
debéis aplicaros al trabajo de vuestros oficios, que es el medio más oportuno para preserva-
ros de los vicios, que son infalibles consecuencias de la ociosidad: vosotros habéis consegui-
do la libertad con honor: Este sea vuestro distintivo en todas vuestras operaciones: en una
palabra, vosotros fuisteis el objeto sobre que recayó la demostración de reconocimiento de
los Patricios de Buenos Ayres, vosotros debéis hacer que no seáis por vuestros sucesivos he-
chos objeto de oprobio y abominación para este cuerpo, que tanto se gloría de haberos liber-
tado, y que desde ahora os alista en el número de sus soldados para defensa de la patria.
Valerosos esclavos, el cuerpo de voluntarios patricios à la par que ensanchó su corazón al
ver el lucido número de los que entre vosotros la suerte y elección premiaron sus servicios
á la patria, no puede sin resentirse volver los ojos hacia vosotros los que con igual mérito
quedasteis por la suerte sin obtener el premio a que fuisteis tan dignamente acreedores; pe-
ro tened entendido que el no veros por ahora remunerados con igual premio es el único
tormento que angustia los amorosos corazones de los patricios: ellos quisieran multiplicar
sus facultades hasta el complemento de la cantidad que os hace valer la esclavitud, para ha-
ceros ver cuanto os aman: ellos quisieran que cada uno de vosotros sintiese completamen-
te los efectos de su sensibilidad; mas sin embargo sabed, que ya que no les es posible de-
mostrar de este modo su gratitud hacia vosotros, seréis eternamente el más digno objeto
de la consideración y reconocimiento de los Patricios de Buenos Ayres Con Licencia. Bue-
nos Ayres: En la Real Imprenta de los Niños Expósitos. Año de 1807, Academia Argenti-
na de Letras en adelante AAL: L Caja 75-12.
12. Llegó el felice día,/ O pueblo à todas luces venturoso, En que la musa mía, (cediendo
sus temores à su gozo) Puede cantar tu triunfo, tu victoria,/ Tu mas heroica acción, tu ma-
yor gloria./ Esta piedra faltaba à tu corona./ O Pueblo, ya la tienes./ Y ella es sin duda la
que mas te abona;/ Pues al nombre de fiel y valeroso/ El dictado te añade de piadoso./ Dis-
frutabas contento/ De dulce paz, efecto de tu brazo,/ Tu victorioso aliento/ Te preparó
morada en su regazo:/ Pero esta gloria fuera muy menguada,/ Si tu piedad quedase desai-
rada./ Tu sin para generoso/ Por un rasgo de honor inimitable,/ Realzando lo piadoso/ Te
prestas à favor del miserable,/ Dejando de algún modo satisfechos/ De libre condición jus-
tos derechos./ Mas humano que aquella/ Antigua Roma, la ciudad del mundo,/ Tu honor
piedades sella,/ Que te hacen el primero sin segundo./ Pues si Roma forjó cadenas tantas,/
Tú, vencedor con gloria, las quebrantas./ No dictó sabia Atenas/ Dictámenes mas bellos.
Tu has formado,/ De amor y piedad llenas,/ Leyes que al oprimido han sublevado,/ Con-
sagrando à su alivio y su consuelo,/ Tu gratitud, tus bienes y tu celo./ El secreto mas ha-
llado/ De aumentarte celosos defensores,/ Pues tan bien has pagado/ De su inculto valor
raros primores/ Ni saben cual es mas al mejorarlos,/ Si haberte libertado, ò libertarlos./ No
gima ya la triste/ Humilde condición del miserable,/ Pues que desde hoy ya viste/ Librea
nueva de honor mas respetable./ A su heroico valor se lo ha debido,/ Y à tu piedad, ¡ò Pue-
blo agradecido!/ Jamás te ha amanecido,/ Buenos-Ayres feliz, mas claro día,/ Que aquel,
en que ha sabido/ Los llantos convertir en alegría,/ A tantos redimiendo del pesado/ Yu-
go de esclavitud que habían cargado./ Esta acción te coloca/ Al lado de Mentor, del sabio
Minos./ Como à ellos dar te toca/ De gobierno dictámenes divinos;/ Pues es menos ven-
cer puesto en partido,/ Que premios saber dar al que ha vencido./ Do quiera que el sol lu-
ce,/ Y de esta noble accion se haga memoria,/ Al punto se trasluce/ Tu fama, tu piedad, tu
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honor, tu gloria;/ Y envueltas quedan en conceptos vagos/ Las Espartas, las Romas, las
Cartagos./ No ya solemnes vivas/ Escuches de los pueblos más lejanos,/ Ni plácemes re-
cibas,/ Porque heroico venciste à los Britanos:/ Que mas gloria te da lo generoso,/ Que la
nota de invicto y victorioso./ En tu intrépido aliento/ De Sagunto y Numancia copia fuis-
te,/ Y quizá algún momento,/ Tan valientes excesos excediste./ Mas, en premiar del pobre
el heroísmo,/ Eres un ejemplo y copia de ti mismo./ Aunque te son debidas,/ Están demás
columnas é inscripciones;/ Que están bienes esculpidas/ En el alma de todos tus acciones./
Pero esta sola erige un monumento,/ Que por único y raro es un portento./ Si à la par de
tu anhelo/ Acreciera tu haber hasta lo inmenso,/ Ejercicio tu celo/ Hallara en tus piedades
más extenso./ ¡Y qué fuera, si fuera tu tesoro/ En encantado vellocino de oro!/ Tanta pie-
dad consuela/ A quien ha hado barajó la suerte,/ Y fino se desvela/ Por motivo mas noble
en defenderte;/ Reputando quizá yugo suave/ El que antes soportó molesto y grave./ Es-
to hace tu decoro,/ O Pueblo fiel; y acción de tanto grado/ Es la manzana de oro,/ Que te
hará en ambos mundos envidiado./ Ni será la discordia por ganarte,/ Sí, por tener la glo-
ria de imitarte./ Del argentino Rio/ Las aguas publicaron tu victoria;/ Pero a esta acción le
fio,/ Que eternice en el Globo tu memoria:/ Así resonará de polo a polo/ Con crédito in-
mortal tu nombre solo./ Oh! quiera grato el Cielo/ Impartir premios con benigna mano,/
Dando à tu heroico celo,/ Guirnalda eterna, premio soberano;/ Porque una acción, que en
sí todas encierra,/ Recompensa no tiene acá en la tierra./ Entretanto recibe/ El aplauso co-
mún, pues él te aclama:/ Feliz descansa y vive/ En brazos del honor y de la fama./ Y sea tu
nombre célebre y famoso,/ El Pueblo fiel, valiente y generoso/ Con licencia: En Buenos
Ayres. En la Real Imprenta de los Niños Expósitos. Año de 1807, A A.L., L 6-5-32 Pos-
teriormente, en la época de Rosas fueron habituales las composiciones patrióticas escritas,
o supuestamente, escritas por afrodescendientes, pero sin duda, para ellos, en la supuesta
lengua afro de Buenos Aires. Han llegado hasta nosotros muchos de esas loas a Rosas, que
llaman a dar la vida por “Losas” y a armarse contra sus enemigos como “el “pardejón Ri-
vera” que fueron recopiladas por SOLER CAÑAS, Luis: Negros, gauchos y compadres en el
cancionero de la Federación, 1830-1848. Buenos Aires 1958.
. El Grito del Sud, 18 de junio de 1812, Nº 6, p. 48.
. MOLINARI, op. cit.
13. BERUTTI, Juan Manuel, “Memorias Curiosas”, Biblioteca de Mayo, Tomo IV, Memo-
rias y crónicas, Buenos Aires, Senado de la Nación, 1960.
14. En AGNRA, IX 12-5-3, f. 338, 23 de agosto de 1808.
15. Ibídem, f. 339.
16. CARRACEDO, Orlando, “El régimen de castas, el trabajo y la Revolución de Mayo”,
Anuario del Instituto de Investigaciones Históricas, Rosario, IV, 1960, pp. 157-186.
17. LYNCH, J; Las revoluciones hispanoamericanas, 1808-1826, Ariel. Barcelona, 1983, pp.
99-103.
18. AGNRA, Sala X, 43-6-7.
19. Véase, GOLDBERG, M. y JANY, L., op. cit.
20. AGNRA X 43-6-7.
21. La Gazeta, 5 de octubre de 1816.
22. Por estos decretos del año 1813 ingresaron a los batallones 7 y 8, 1.016 libertos de Bue-
nos Aires, 81 de Mendoza, 19 de San Juan, 7 de Córdoba y 11 de Santa Fe. En 1815 se des-
tinaron al número 8, otros 576 libertos, que el Estado había comprado a 357 propietarios
europeos quienes, con la sola excepción de los panaderos tuvieron que vender, por un de-
creto del 14 de enero de ese año; todos sus esclavos de 16 a 30 años, con la promesa del Es-
tado de pagárselos después de obtenida la paz. AGNRA X 43-6-7 y 43-6-8.
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23. A pesar de que se rescataron 568 esclavos, el 3 de octubre del mismo año se disponía,
debido a que “ha sido eludido en alguna parte de su cumplimiento [...] se vuelva a publi-
car aquel Decreto”, dando sólo tres días de plazo a los propietarios para que “verifiquen
la entrega”. En el legajo correspondiente sólo figuran ocho esclavos rescatados a cuatro
propietarios por esta segunda disposición, AGNRA X 43-6-7.
24. Los decretos en el Registro Oficial de la República Argentina, (en adelante R.O.) Nú-
meros, 980, 990 y 993 y AGNRA, las preguntas aclaratorias para su aplicación y listas, en
AGNRA legajos citados.
25. Las gestiones de San Martín, llevaron al pueblo mendocino, que dos años antes había
donado 31 esclavos, a ceder en septiembre de 1816 las dos terceras partes de los esclavos
de la provincia, GOLDBERG y JANY, op. cit.
26. La Gazeta del 13 de septiembre de 1817.
27. Estas y otras muchas donaciones en AGNRA X 43-6-7.
28. El marido de Mariquita Sánchez.
. R.O. 1071.
. CRESPI, Liliana, “Negros apresados en operaciones de corso durante la Guerra con el Bra-
sil (1825-1828)”. En Revista Temas de África y Asia 2, UBA, Buenos Aires 1993.
29. Tal el caso del negro Juan Tobal del batallón 2º de Cazadores que, convicto de robo,
fue condenado a seis años de servicio en la marina con la prohibición de bajar a tierra por
un año, AGNRA X 43-6-7.
30. R.O. 1071.
31. BLANCHARD Peter. “La agresividad de los esclavos en Venezuela y Argentina durante
las guerras de Independencia”. En Cuadernos de Historia Latinoamericana Nº 6, Leiden,
1998 y FRIGERIO, José Oscar: “Con sangre de negros se edificó nuestra independencia”.
Todo es Historia, Nº 250, abril de 1988, p. 29.
32. Esta Ley establecía que los varones nacidos a partir de la promulgación de la misma de-
bían prestar servicio 16 años al propietario de su madre en calidad de libertos y a partir de
entonces serían libres.
33. AGNRA X 43-6-7.
34. AGNRA, Documentos referentes a la guerra de la independencia y emancipación po-
lítica de la Republica Argentina. Tomo I, pp. 391-2.
35. Oficio de San Martín al Secretario de Estado, Mendoza, 14 de febrero de 1816, Biblio-
teca de Mayo, tomo XVI, primera parte, pp. 14222-14223.
36. AGNRA, Solicitudes de esclavos; Sala IX, 13-1-5, 1766-1808). Desconocemos la fina-
lidad que tenían estas certificaciones.
37. Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, Tomo V, serie IV, 1812 y 1813, Bue-
nos Aires, 1928 y DE ESTRADA, Marcos, Argentinos de origen africano, EUDEBA, Buenos
Aires, 1978, p. 78.
38. RONDEAU, José, “Proclama”, en Biblioteca de Mayo, Tomo XV, Guerra de la Indepen-
dencia p. 13278, y FRIGERIO, op. cit.
GÁLVEZ, Víctor. “La raza africana en Buenos Aires”. En Nueva Revista de Buenos Aires,
8, 1883, pp. 252-253.
39. BRACKENRIDGE, E .M., La Independencia argentina Tomo II, p. 97.
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especial, la mano de obra esclava podía ser una solución inmediata pero
no apta para el futuro. Por otra parte, hasta las mismas instituciones y pe-
riódicos reflejaban una conciencia anti-esclavista con anterioridad a 1810.
Con posterioridad a ello, los dirigentes locales se encontrarán así en una
posición ventajosa respecto a la tendencia que, liderada por los británicos,
propiciaba no sólo la libertad de los esclavos sino la abolición del sistema
esclavista.6
A pesar de ello y de la adopción de medidas de transición tendien-
tes a terminar con la esclavitud con el espíritu de una abolición progresi-
va, la disyuntiva de las conciencias de entonces se movía entre la injusti-
cia del sistema y la conservación de la propiedad privada. Me referiré a las
consecuencias de la adopción de esas medidas sobre las vidas mismas de
este sector de la población y no a su desaparición progresiva y paulatina.
Esta ha sido considerada por los historiadores como el producto de la ex-
tensión de la manumisión, de su alistamiento en los ejércitos o de la mi-
gración a la campaña, al interior y aún a los países límites y particular-
mente al mestizaje, haciéndose entonces menos rigurosa la barrera del co-
lor que tiende a hacer desaparecer a las castas.7 Ha interesado asimismo
la consideración de la condición jurídica de esclavos y libertos, las opi-
niones vertidas en los periódicos e instituciones de la época contrarias a
la esclavitud, el sistema de trabajo y la importancia de esclavos y libres
como mano de obra en el período y el apoyo a las medidas adoptadas des-
pués de 1810.8
La elección del período 1780-1830 está relacionada con el tipo de
fuentes utilizadas, los archivos judiciales. Está además relacionada con las
características y el giro que la legislación va adoptando entre 1810 y 1860
cuando podemos considerar definitivamente abolida la esclavitud en
nuestro país. En la búsqueda de datos acerca de los sectores más bajos de
la población en más de doscientas acciones judiciales nos tropezamos en
infinitas ocasiones con cuestiones relativas a la población negra rioplaten-
se en 1810. Planteados por sus amos o por ellos mismos, hombres y mu-
jeres esclavas litigan por malos tratos y otorgamiento de papeles de ven-
ta y lo hacen también muy especialmente para obtener su libertad. Libres
lo hacen por salarios, propiedad o reconocimiento de su condición.
Por todo ello me ha interesado destacar pero desde sus diferentes
perspectivas, el grado de conciencia que existe acerca de la idea de libertad
e igualdad entre el gobierno, los amos, entre los esclavos y sus respectivos
representantes legales. Ligada esta idea entonces al destino mismo del país.
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Cambios en la normativa
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“no tenía derecho a poseer nada, no tenía personalidad o concepto civil para
adquirir el derecho más mínimo de posesión o propiedad en cosa alguna si no
fuese a nombre y beneficio de sus señores que eran los responsables jurídicos
y económicos en tanto los esclavos eran bienes mobiliarios”.
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tra los barcos negreros. Las andanzas del bergantín “Eloísa” sospechado
de seguir la trata con las costas africanas daba cuenta de su vigencia al me-
nos hasta 1838-1839 cuando se firma el tratado con Gran Bretaña para
poner punto final a la trata. Por último, en 1834 se esperaba que los es-
clavos alistados que hubiesen cumplido ya ocho años en el ejército rin-
diesen algún servicio al país que los sacó de su condición.
“…todo hombre salió libre de las manos de la naturaleza y con un pleno de-
recho a disponer a su arbitrio de sí mismo”. “El surgimiento de la esclavitud
– se argumenta – se debe a las pasiones de la envidia, el odio, la venganza que
desfiguraron la obra de la creación, empeñándose el más fuerte en dominar al
más débil, la existencia de tiranos y de víctimas. Algunas veces la historia ha
visto que surgen éstas situaciones de la ignorancia y la barbarie […] pero otras
veces la misma ilustración ha aumentado su número y ha hecho más pesadas
sus cadenas”.
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“…El primer español que los mares arrojaron sobre este Nuevo mundo, cre-
yó no deber cosa alguna a unos Pueblos que no tenían ni su color, ni sus ha-
bitudes, ni su religión, y no viendo en ellos sino unos instrumentos de su ava-
ricia, se propuso servirse de ellos asegurándolos con cadenas. Estos hombres
débiles y no acostumbrados a trabajos fuertes, en breve expiraron entre los va-
pores de las minas y en otros destinos tan mortíferos…”
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“…Nuestro país, en medio de que señoreado más de tres siglos por los espa-
ñoles, Patronos obcecados de la esclavitud, parecía imposible moralmente que
hubiese podido sobreponerse (el gobierno actual) al contagio de los errores de
sus señores […] Es necesario entonces “borrar todas las señales de oprobio
que ahora tres lustros mantenían al País a una distancia inmensa del lugar de
los Pueblos libres…”.18
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den Bethlemítica el fiscal encuentra que no existen leyes que faculten pa-
ra dar libertad a una propiedad del Estado, pero considera que no puede
negarla un Estado que es “…liberal y un gobierno que proclamando la li-
bertad del país por iguales principios proclama la de sus habitantes…”
Estas consideraciones merecen profundizar el análisis de su argu-
mentación porque cuestiona al Estado como amo desde que éste encuen-
tra entre sus obligaciones con aquellas de protegerlo. Por el contrario, el
Estado establece una relación distante obrando motivado por principios
opuestos a “…los que conducen a un buen padre de familia en su conduc-
ta doméstica…”.23 Es más, los esclavos del gobierno no son considerados
siervos sino que están situados en un grado inferior precisamente porque
“…el amo y el esclavo deben desempeñar sus funciones respectivas mu-
tua y personalmente y, si el primero no puede contraerse al cumplimien-
to de sus deberes como tal ni encargarlos a otro que con seguridad lo de-
sempeñe…”. Esta sería pues la razón, la falta del amo, por la cual la con-
dición del esclavo público es peor que la del privado pues “…manos su-
balternas lo conducen cruelmente y con toda impunidad”.24
Años de intensa vida política permitían opiniones tan diversas que
paradójicamente discutían tanto la existencia de la esclavitud misma co-
mo las posibilidades de procurar al esclavo el mejor amo. Los esclavos
persistirán en la solicitud de la libertad. Los amos, de acuerdo con la idea
de libertad para el País, van a recurrir al nuevo Estado solicitando tam-
bién la defensa de sus derechos. Reclaman a la Justicia por la atención
prestada a los pedidos de libertad de los esclavos en igualdad de condicio-
nes y derechos considerando que ello implica el perjuicio a los derechos
y a la honra del ciudadano y su desprestigio ante la sociedad, mal ejem-
plo ante la familia y los criados. Es otra sin embargo la cuestión central
respecto a la cual los amos esperan la protección del Estado: la defensa de
la propiedad.25
Es verdaderamente interesante la argumentación utilizada en la de-
fensa del derecho a la propiedad. Esta proviene, igual que la libertad, del
derecho natural que tiene el hombre a su conservación. A su vez es logra-
da a través del trabajo personal “…y toda adquisición que el hombre ha-
ce para procurarse esta conservación con el peculio procedente de aquel
trabajo, con frugalidad o fausto, con más o menos comodidad, está ci-
mentada – como sabiamente lo dice Smit en aquella primera ...” y, si-
guiéndolo consideran que si el hombre es libre, siervo o liberto es sólo
obra de las circunstancias: “Su conservación o existencia es preferible a su
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estado […], sin libertad o con ella puede existir el hombre”. Toda adqui-
sición derivada del trabajo en cambio “…es una propiedad tanto más sa-
grada e inviolable cuando es respetada por las naciones menos cultas”.26
Es en este sentido que el gobierno debería tener cuidado porque “…de
poco tiempo a esta parte, se ha introducido con el nombre de costumbre,
la corruptela de mirarse estas causas con la prevención favorita de la li-
bertad”.27
En síntesis, considerados la libertad y la propiedad en una misma
línea de argumentación
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gan la libertad […] sería preciso conchabarlo para la música del coro su-
jetándonos a la arbitrariedad del precio que quisiese ponernos en la nece-
sidad de su persona”.32
¿Cambiaron los amos de pensamiento en los años siguientes? In-
dudablemente no y ello, no se debió como ya vimos al desconocimiento
de las nuevas ideas sino a la adaptación de sus intereses al nuevo orden y
al encauzamiento de sus estrategias hacia la retención de los esclavos. Lo
que había cambiado era el orden general y de ello tenían conciencia y tra-
tarán de adaptarse o resistirse.
Así el representante de María Ximenes argumentaba en contra en
un caso de redhibitoria de la venta de una esclava cuya tacha, era el estar
embarazada.33 Y en un caso similar se señalaban los cambios.34
Años después, Josefa Almeira le negaba la libertad que su esclava
Isabel solicitaba para unirse en matrimonio basada en que la ley no la
obligaba, Agregaba que no tenía inconvenientes en hacerse sospechosa de
“odio a la esclavitud” pero que ella tenía posición tomada al respecto ya
que “…todas las teorías serían buenas cuando un esclavo no se conside-
rase como propiedad del amo y que mientras nuestras leyes en odio a la
esclavitud, no extinguiese ésta, no podrán aquellas ser jamás un motivo
bastante para hacerle perder al año una parte del valor real de la esclava”.
Es interesante seguir la línea de su pensamiento cuando centra la cuestión
en el justo valor refiriéndose como algo generalmente aceptado. “…todas
nuestras leyes y derechos patrios tendían a concluir con la condición hu-
millante y desgraciada de la esclavitud, condición que estaba en oposición
con el espíritu del siglo y con los principios proclamados”. El justo valor
reclamado se revela sin embargo como un intento de retención de la es-
clava, pues cuando el futuro marido se muestra dispuesto a pagar el pre-
cio estipulado se recurrirá a otro argumento. Consideraba entonces que
sólo se negaba a su libertad con el propósito de preservar la moral “por-
que ambos -decía- sin estar casados están anticipando impunemente los
goces del matrimonio”.35
En muchos otros casos, el justo valor y el aumento desmedido del
precio del esclavo que quiere comprar su libertad aparecen como una tác-
tica de retención ligada además al derecho de propiedad.36 La esclava
Marta del Coronel Cornelio Zelaya, había sido comprada en 1812 y a los
cinco años su defensor, Antonio Mariano Moreno, estimaba que debía ser
valuada en menos porque el tiempo “…altera la aptitud personal y debi-
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ción de las dimensiones de las esperanzas puestas en los hombres del nue-
vo Gobierno.56
Nada más clarificador que el discurso de cada uno de los integran-
tes de la sociedad con intereses vinculados al sistema esclavista. Se ven
claramente el oportunismo de los dirigentes, la presión e intereses de los
amos, los nuevos amos, miembros de nuestros ejércitos que obtuvieron la
propiedad de esclavos a menores precios y las expectativas de los esclavos
y su frustración posterior.
En estos años en que la libertad y la esclavitud estaban en discusión
los padres esclavos o libres incrementaron la búsqueda de la libertad de
sus hijos. No siempre fue así, el pardo José Blanco propietario en San Isi-
dro de bienes y mantenía varios hijos esclavos nos muestra otras estrate-
gias por las que era económicamente más beneficioso el mantenerlos en
esa condición.57 Juana Gil, en cambio, había logrado liberarse sirviendo
quince años más a su ama en cuya casa quedaban como esclavos un espo-
so anciano, dos hijas y nietos. Luchó por liberar a sus dos hijas. A una el
ama le proporcionó arbitrios para trabajar en su chacra con lo que logró
pagar $ 200. Cuando intentó conseguir la libertad para la otra el precio
subió a $ 400 que discutió pero pagó.58 Entre otros casos Juana fue ven-
dida mientras su hija era liberada.59
Los niños y niñas libertas que después de 1813 continúan en servi-
dumbre dan lugar asimismo a otros casos. Ellos son reclamados general-
mente por padres libres, esposos de esclavas vendidas y niños que quedan
en la casa en la que nacieron. Así ocurre con Crescencia Casas cuyo pa-
dre no está de acuerdo con la calidad de la crianza que se le da.60 Otras
libertas huérfanas repartidas por los alcaldes, eran requeridas por quienes
las criaron con anterioridad. Los padres también reclamaron por la edu-
cación o por los malos tratos que recibían sus hijos esclavos.61 Un matri-
monio que había quedado libre por gracia de su ama, quiere pagar el pre-
cio de la libertad de su hijo de doce años. Este fue sobrevaluado para evi-
tar el abandono de las sementeras del amo y sus padres nos recuerdan en
una de las más emotivas arengas en pro de la libertad que “…la esclavitud
constituye y hace al hombre en la República infeliz e incapaz de repre-
sentación alguna, reputándose como miembro muerto, vil o no persona.
El que está sujeto a ello en esta desgraciada situación y estado es mi hi-
jo…”.62 En todos estos casos la Justicia accedió a lo solicitado. Así tam-
bién encontramos un pardo libre que sacó de la Casa Cuna un niño liber-
to para criar. Fue acusado por dicha institución de haberle adiestrado en
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el oficio de zapatero para obtener con sus jornales a los que también di-
cha Casa aspiraba, su propia libertad. La Justicia respetó la voluntad del
muchacho de seguir ligado a sus padres adoptivos.63 Señalamos con res-
pecto a los niños negros libertos admitidos por la Casa Cuna, el informe
del administrador de Expósitos.64
Hay otra cuestión que es la que relaciona a la libertad con la posi-
bilidad del esclavo de tener su propio peculio. Su trabajo tiene así otro va-
lor dice un procurador de pobres “…quien más pobre y miserable que el
esclavo que aún carece de persona […] son más pobres que los pobres por
que no tienen bienes ni posibilidad alguna de adquirirlos”.65 Fernando
Guzmán daba clases de música a alumnos particulares lo que no sólo le
permitía pagar su libertad sino incluso “dejar músico asalariado” por él
mismo a cargo del órgano durantes su ausencia. Entiende que la negativa
a concederle la libertad se debe a que “…siempre han conspirado a per-
petuar mi miseria”. Para Martín Segovia, el Procurador de Pobres que lo
defiende, el hecho de obtener sus propias ganancias se trasforma en el ar-
gumento central de su alegato.66 La intervención de Segovia fue necesa-
ria porque no tuvo lugar la solicitud del esclavo. Se consideró que “…por
las leyes no tiene derecho el esclavo para que se le otorgue la libertad […]
salvo que la liberalidad de principios adoptados por nuestro actual go-
bierno (1812) funde un nuevo derecho a favor de los esclavos por quienes
se interesa la humanidad y la misma naturaleza”. La libertad se convino
extrajudicialmente.
En síntesis la idea de libertad se impuso no sin protestas por parte
de los amos, no sin dudas por parte de los gobernantes. Lo que no se iba
a aceptar era la igualdad de derechos aunque había quien tenía sensibili-
dad al respecto.67
Indudablemente una de las nuevas formas de liberación para la po-
blación esclava fue la de su integración al ejército. Era una de las aspira-
ciones más accesibles para producir el progreso individual y el ascenso
social pero exigía el reconocimiento del gobierno o la carta de libertad
otorgada por el amo. El esclavo Ignacio ya había hecho méritos suficien-
tes para obtener su libertad. “…Fue uno de los sujetos que sin estar alis-
tado en los cuerpos destinados a la defensa de estos dominios, fue de los
primeros en incorporarse a nuestro ejército en 1807. Estuvo en Miserere
y luego se asoció con otros varios sujetos en una de las azoteas donde lle-
nó completamente todos los deberes de un buen ciudadano”. La libertad
le fue concedida y a la hora de pagar salarios el amo tuvo que aumentar
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Conclusiones
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Notas
*El presente artículo fue publicado con el título “La libertad en el discurso del Estado, de
amos y esclavos. 1730-1830”, en la Revista de Historia de América, México, Instituto Pa-
namericano de Geografía e Historia, número 112, julio-diciembre 1991.
** Profesora Titular de Historia Americana Colonial en la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata. Investigadora independiente
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10. CARRACEDO, Orlando, “El régimen de castas, el trabajo y la Revolución de Mayo, en
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Filosofía y Letras, 1960, año IV, número 4, pp. 157-186. Señala la ambigüedad evidente en
la legislación de los libertos cuando se determina el tiempo que deberán servir, quienes se
harán cargo de ellos y obliga a los armadores a ceder diez de cada cien esclavos al Estado
por el termino de ocho años. El armador ejercerá el derecho de “patronato” que era trans-
ferible o enajenable por un máximo de doscientos pesos. A su vez el liberto era negociable
disminuyendo el precio en proporción al tiempo en que hubiese servido.
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11. Archivo General de la Nación. [En adelante AGN] Sala IX, 9-23-8-6,1817, L.32. Exp.
1097.
12. AGN Sala IX, 9-23-8-6, 1817, L 32, Exp. 1097.
13. AGN Sala IX, 9-23-8-6, 1817, L 32, Exp. 1097.
14. AGN Sala IX, 9-23-7-6, 1809, L 25, Exp. 823.
15. AGN Sala IX, 9-23-8-6, 1817, L 32, Exp. 1097.
16. AGN Sala IX, 9-23-8-6, 1817, L 32, Exp. 1097. “La libertad es inalienable e imprescin-
dible – dice el defensor –después de la razón es el primer carácter distintivo del hombre…”
y agrega “…se encadena y se sujeta al bruto porque él no tiene idea alguna del bien ni del
mal, de lo justo ni de lo injusto. Más en el hombre la libertad es el principio de sus opera-
ciones, de sus vicios y de sus virtudes. Solo el hombre libre puede decir esto quiero, esto
no quiero. Y así como no hay sobre la tierra poder alguno que pueda mudar o variar la or-
ganización del hombre y transformarlo en bruto, tampoco hay poder que pueda despojar-
lo de su libertad. Estas verdades eternas e inmutables son el fundamento de toda moral, y
la base de todo gobierno justo y racional. Consiguiente a éstos principios ninguna ley hu-
mana puede privar al esclavo del derecho a redimirse de su esclavitud.”
17. AGN Sala IX, 9-23-8-6, 1817, L 32, Exp. 1097 “…Bien ha podido el supremo Gobier-
no proscribir para siempre ese ultraje que se hace a la misma naturaleza, si consideraciones
políticas no hubiesen, al parecer, detenido la resolución, pero ello es cierto, que se presta
benigno a la protección del infeliz esclavo”.
18. AGN, Ministerio del Interior, Exp 1989, 1886.
19. AGN Sala IX, 9-23-8-6, 1817, L 32, Exp. 1097.
20. AGN, Ministerio del Interior, Exp. 1989,1886.
21. AGN, Ministerio del Interior, Exp. 1989,1886.
22. AGN Sala IX, 9-34-8-3, 1809, L 141, Exp. 1623.
23. AGN, Ministerio del Interior, Exp. 1989,1886.
24. AGN Ministerio del Interior, Exp. 1989, 1886.
25. AGN Sala IX, 9-23-8-6, 1817, L 32, Exp. 1097 La cuestión es que consideran que “…la
esclavatura de una Nación no es más que una adquisición individual de los ciudadanos que
la componen y por lo tanto […] en un Gobierno lleno de ilustración como el nuestro de-
be mirarse la materia con toda la delicadeza y dignidad que merecen las familias que hoy
componen la presente sociedad contra cuyos pactos públicos, no hay costumbre ni ésta se
introduce por actos contradichos por parte legítima”.
26. AGN Sala IX, 9-23-8-6, 1817, L 32, Exp. 1097.
27. AGN Sala IX, 9-23-8-6, 1817, L 32, Exp. 1097.
28. AGN Sala IX, 9-23-8-7, 1818, L 33, Exp. 1179.
29. Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. Real Audiencia [En adelante AHP-
BA.RA.], 5-3-41-5-1786 “…Para las causas de la libertad no se necesitan aquellas relevan-
tes pruebas más, es una doctrina que no reconoce principio que la sostenga, pues si se ocu-
rre a lo inestimable de la libertad, como esta excelencia sólo sea con respecto a la persona
privada y de ningún modo lo que la causa pública, que no reporta ningún interés en que se
de la libertad a un sujeto vago y que aún estando en poder de la esclavitud vive a su anto-
jo manejándose cual libre. Más a quien no excitará a la risa el oír el ser obra tan pía y me-
ritoria la de conceder libertad a un esclavo como lo es la de dar limosna a los pobres. Ga-
llardo paralelo es el que nos proponen, más no es mucho cuando considera el hecho de dar
libertad a un esclavo como perteneciente a la séptima obra de misericordia […] falseen aún
la fuerza de la aprensión que le libre mirar el suave trato y blandura con que son tratados
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los esclavos como una rigurosa mazmorra donde vive oprimido su protegido por más que
le vea andar distraído en la casa de su amo en una vida entregada al ocio”.
30. AHPBA.RA, 5-3-41-5-1786 “…Poseída mi comunidad y yo de los debidos conoci-
mientos del hombre y de aquel miserable estado al que lo conduce el cautiverio, el naci-
miento, a su propia conveniencia […] le hemos mirado más bien como a un hombre en sus
primitivas regalías que como a siervo en su presente condición: nada le ha faltado en nues-
tro convento y ha probado en él cuánto tiene de dulce la libertad […] hasta la libertad a
que aspira la ha logrado de hecho por las consideraciones […] faltábale el poder adquirir
para decirse libre en el ejercicio y aún esto ha tenido […]el convento le ha otorgado aun-
que tácitamente peculio al (permitirle) enseñar a sus discípulos afuera con grande aprove-
chamiento”.
31. AHPBA.RA, 5-1-7-10, 1810 “…la libertad a la que aspira no reconoce por principio
algunas de las causas de la ley […] en medio de lo inestimable que es la libertad, es un pro-
blema entre los políticos que no debo averiguar, si su contrario es o no conforme a los de-
rechos del hombre o buen gobierno de los Estados, pero entre los Jurisconsultos por leyes
formales es decidida la Esclavitud desde que se conoció y la guerra y se hizo comerciable
la carne humana en tanto no se altere ese derecho de gentes, estamos en posesión de sus re-
sultados”.
32. AHPBA.RA, 5-3-44-1-1811.
33. AHPBA.RA, 5-1-1-20,1822“…Si en la época en que los partos de las criadas eran de
provecho para los amos a que servían, su preñez venía a ser una tacha que impedía y anu-
laba la venta ¿con cuánta mayor razón en la presente circunstancia en que están declarados
libres? Nadie ha dudado hasta ahora que los embarazos de las siervas son enfermedades,
son tachas y relajan el valor y mérito de la cosa vendida. La razón es bien clara: por que de
un mal parto puede morirse, porque el embarazo impide a la esclava prestar todos los ser-
vicios para que fue comprada, por que semejan enfermedad y causan gastos extraordina-
rios y por que semejante tacha prueba una conducta desarreglada e inmoral en la sierva”.
34. AGN. Sala IX, 9-23-8-71, L33. Exp. 1164, f. 8 “…cuando los frutos de las esclavas se-
guían la condición de la madre preñada ésta valía más que desembarazada y en las casas de
familia más se deseaban por esta calidad las hembras que los varones y siempre se aprecia-
ban en menos las infecundas si se les divisaba su esterilidad. En este caso se acusaba al con-
trincante de repugnar la crianza de un inocente dado que según las leyes, hasta los quince
años debían depender y servir a quien los crió y educó”.
35. AHPBA. RA, 5-3-45-5, 1830.
36. AGN. Sala IX, 9-23-8-6, L.32. Exp. 1097, 1817.
37. AGN. Sala IX, 9-23-7-3, L.22, Exp. 709, 1808.
38. AGN. Sala IX 9-23-8-4, L 30, Exp. 1025, 1814.
39. AGN. Sala IX, 9-23-8-6, L.32. Exp. 1097, 1817.
40. AGN. Sala IX, 9-23-8-4, L30, Exp. 1030, “Mucama de adentro que no ignora la com-
postura y manejo de todo el interior, de salas y dormitorios; costurera que cose todo cuan-
to se le de arreglado del modo que se le dice. Solo chaquetas y calzones no ha cosido sino
para criados. Zurcir bien toda ropa fina, puntear medias de algodón y de seda, pedalearlas,
darlas vuelta lo de arriba abajo: achicar medias grandes usadas para niños; lavar bien den-
tro de casa ropa fina y medias de seda; planchar bien de plegado hasta pecheras de camisa
y peinar y vestir a los niños. Si se le ofrece ir a la cocina para hacer una comida regular la
desempeña completamente haciendo postres de leche, yema o asada, buñuelos y dulce de
durazno: y quien hace esto hace otros. Últimamente sabe leer con lo que sirve para la ins-
trucción y enseñanza de los demás criados”. Tiene 24 años.
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SILVIA C. MALLO
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pesos, fondos que no poseían “….habiéndose aumentado de algún tiempo a esta parte el
número de aquellos con exceso, pues soliendo haber 120-140 en el último se llegaron a
174”.
65. MALLO, Silvia, “Pobreza… op. cit. p. 37.
66. AHPBA, RA 5.3.4.41, 1811 “…de esta permisión absoluta, no restringida ni limitada,
nace implícitamente la otra de permitirle a su arbitrio los usos y destinos de esas adquisi-
ciones y […] siendo esclavo el más propio uso de su dinero el fin de su libertad por la pro-
pensión natural que todo hombre tiene de ella […] se le permitió la inversión de sus adqui-
siciones en la de su libertad”.
67. AHPBA, RA, 5-2-3-11, 1809 “La naturaleza que nos hizo a todos iguales – decía Mar-
tín Martínez – parece que se resiente con la servidumbre. Esta sola voz hace estremecer al
hombre justo; porque aunque las leyes hayan tenido poderosos motivos para introducir
entre los hombres la esclavitud, los abusos que de ésta se hacen por los agravios que se in-
fieren a los que les toca esta fatal suerte merecen sensibilidad”.
68. AHPBA, RA, Real Audiencia, 5-2-3-11, 1809.
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ESCLAVOS INSURRECTOS
EN TIEMPOS DE REVOLUCIÓN (CUYO 1812)
BEATRIZ BRAGONI
CONICET, UNCUYO
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La red rebelde
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BEATRIZ BRAGONI
bían creado un clima propicio para alentar las juntas de esclavos que ha-
bitaban los cuarteles urbanos. La iniciativa había ganado adeptos a través
de los circuitos habituales de la sociabilidad urbana: los convites se ha-
bían realizado en los cuartos de las casas, en los encuentros después de la
oración, la salida de los domingos, en las pulperías y en los fandangos del
convento de Santo Domingo. A través de ellos se había conseguido alcan-
zar un universo masculino para nada desdeñable: algunos confesaron que
la revuelta alcanzaba entre 19 y 30 involucrados, otros calcularon una ci-
fra superior a cien; en cualquiera de los casos, la mayoría coincidió que
todo estaba previsto para el domingo 3 de mayo a las siete de la noche,
previa reunión de los rebeldes en el bajo del Zanjón, provistos con las ar-
mas que tuvieran a su alcance para asaltar el Cuartel, y presentarse al go-
bierno para que exigir “un decreto que diera la libertad a todos”.
A la cabeza de la red rebelde figuraron el negro libre Joaquín Fre-
tes y Bernardo, esclavo de Francisco Aragón, quienes habían fortalecido
su amistad desde el arribo del primero desde Santiago de Chile por com-
partir, entre otras cosas, el oficio de músicos. Joaquín era natural de Gui-
nea, tenía 24 años y había sido uno de los pocos manumitidos como con-
secuencia de la legislación chilena creada por Manuel de Salas en 1811.8
Allí, la iniciativa oficial que declaró la libertad de vientres y prohibió la
introducción de esclavos en la jurisdicción había dado lugar a la movili-
zación de los negros para tomar las armas en defensa de la patria. Como
lo señaló un agudo testigo del bando realista: “Es increíble la impresión
que esta ley hizo en el ánimo de los esclavos, y el orgullo y osadía que han
concebido con la esperanza de la libertad futura de sus hijos. Los propios
esclavos se conceptúan ya en aquella esfera con tal que manifiesten su ad-
hesión al nuevo gobierno. Es caso singular lo que se experimentó pocos
días después de publicado el bando. Se mancomunaron todos los criados,
e hicieron una bolsa para que un abogado les hiciera una representación
a la Junta pidiéndole su libertad, mediante un generoso ofrecimiento de
que se les diera armas para defender la patria. La liga era de más de 300,
y todos ellos estaban ya armados de cuchillos prontos para activar una
sublevación en el pueblo, de cuyos resultados hay más de siete en la cár-
cel, que fueron las cabezas del proyecto”.9
Aunque no es posible precisar la fecha de su llegada a Mendoza, ni
tampoco las razones que lo hicieron permanecer en la ciudad, lo cierto es
que se ganaba la vida dando clases de música en uno de los principales
cuarteles de la ciudad. Joaquín reunía una trayectoria ejemplar por haber
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tiones patriotas del extremo sur del antiguo imperio. Vale tener en cuen-
ta que el primer número de La Aurora de Chile – editada por Camilo
Henríquez en febrero de 1812- reprodujo una noticia de Londres al res-
pecto, y una nota al pie del editor así rezaba:
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hacerlo “le hizo entender el dicho Bernardo que tenía una Gazeta de
Buenos Aires en que ordenaba que todos los esclavos fuesen libres”.
Ese liderazgo estuvo lejos de ser exclusivo, y aparecía sostenido
por una cadena de intermediaciones activada por otros negros incluidos
de lleno en el convite. Entre los más decididos figuró el negro Joseph, es-
clavo de Agustina Gómez, quien reconoció a Bernardo como su “coman-
dante. También el negro Jorge, natural de Angola, soltero y sin oficio, es-
clavo de un maestro carpintero, confesó que Joseph lo había convocado
a una junta con motivo de levantarse en solicitud de su libertad, y que sa-
bía que “iba citando a todos los compañeros paisanos que iba encontran-
do”, por lo que concluía que era el “principal móvil de esa revolución”,
pues tenía el antecedente de que cuando iban a San Antonio a divertirse
“les hablaba del asunto de la sublevación”.
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que de Buenos Aires había venido declarada la libertad de los esclavos, y que
ésta la tenían usurpada aquí los señores jueces, de lo que tenía constancia por
unos papeles que tenía en su poder, y que era preciso para el alivio de ellos;
para hacerlo debían avanzar al Cuartel y Sala de Armas y avanzar contra los
sarracenos, quitándoles el dinero y genero que tuvieses y prenderlos, y luego
presentarse a la Justicia para que les declarase la Libertad, y sino querían ocu-
rrir a Buenos Aires al Superior Gobierno.
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sostenido por los amos, las leyes y las Constituciones del Estado, solici-
tó ser exonerado después de alegar que “desconocía las leyes”. Un tercer
fiscal clausuró esa etapa decisiva del proceso y bosquejó la acusación sin
explicitar la pena. Pedro José Pelliza, que estudió leyes en San Felipe,20
hizo variaciones significativas en relación a su antecesor al evocar nocio-
nes jurídicas de antiguo régimen que prescribían que “el castigo de críme-
nes debía coincidir a la persona que lo comete”, desechando por comple-
to el argumento esgrimido por la defensa que apelaba al auxilio de los
juzgados por “ser patriotas”. Pelliza enfatizó que la pretensión de los es-
clavos de recuperar la libertad merecía un castigo ejemplar para eludir las
tentaciones de aquellos que quisieran emularlo concluyendo que el yugo
de la esclavitud era acorde “al derecho común de gentes” y que por éste
“los esclavos no pueden eximirse de la infeliz situación de esclavos”.
Que la sustanciación del juicio exhibió el complejo tejido de nocio-
nes y usos jurídicos de antiguo y nuevo régimen, lo atestiguan los argu-
mentos vertidos por los dos letrados que asumieron la defensa. El prime-
ro de ellos hizo hincapié en que la rusticidad de los acusados los había he-
cho concebir que los amos habían usurpado la libertad concedida por el
Superior Gobierno y que el delito a juzgar debía ser interpretado como
de “entendimiento” y no de “hecho” dado que la conducta verificable se-
gún los autos consistía simplemente en que sólo 19 de ellos se habían reu-
nido desarmados en los bajos del Zanjón “embriagados por los vapores
del vino” y alentados por el “fuego santo del Patriotismo”. Ese argumen-
to orientado claramente a disminuir la responsabilidad de los acusados se
completó con otro no menos sugerente dedicado a homologar el ensayo
libertario de los esclavos con el “ejercicio lícito del empleo de armas con-
tra aquellos que se oponían a la libertad civil”. Que la acción política de
los negros correspondía ser ubicada en las coordenadas del patriotismo y
de la libertad civil, que a esa altura vertebraba el lenguaje político más de-
cididamente independentista, fue enfatizada por el segundo defensor de
pobres que asumió la causa. Aunque desconocemos el origen del reem-
plazo, y el perfil de los defensores, lo cierto es que el alegato de Joseph
Obredor resultó simultáneo al decreto de la libertad de vientres resuelta
por la Asamblea Soberana a comienzos de 1813, y al arribo del nuevo te-
niente gobernador nombrado por el Triunvirato, Alejo Nazarre quien no
tardó en promover la creación de la Sociedad Patriótica Literaria para
discutir los más sagrados derechos del hombres.21 Ese nuevo contexto
propició un giro copernicano al transformar decisivamente la calificación
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Palabras finales
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BEATRIZ BRAGONI
Notas
* Una versión preliminar fue presentada en el XV Congreso Internacional AHILA, Lei-
den 2008
1. La literatura es abundante, remito a título de ejemplo, Claudia Mosquera, Mauricio Par-
do, Odile Hoffman (eds.) Afrodescendientes en las Américas. Trayectorias sociales e identi-
tarias, Colombia, Universidad Nacional de Colombia/ICAH/IRD/ILSLA, 2002; O’Phe-
lan Godoy, Scarlett, “Una inclusión condicional: Indios Nobles, indios del común, escla-
vos y castas de color entre la rebelión de Túpac Amaru y la Independencia”, Bragoni, Bea-
triz y Mata, Sara (comp), Entre la colonia y la república: rebeliones, insurgencias y cultura
política en América del Sur, Buenos Aires, Prometeo, 2009
2. Halperin DONGHI, TULIO. “Militarización revolucionaria en Buenos Aires”, en Halpe-
rin T. (comp) El ocaso del orden colonial en Hispanoamérica, Buenos Aires, Editorial su-
damericana, 1978 y Guerra y finanzas en los orígenes del Estado argentino (1791-
1850),Buenos Aires, Prometeo editores, 2005 (1° edición 1982); Di Meglio, Gabriel. Solda-
dos de la Revolución. Las tropas porteñas en la guerra de independencia, 1819-1820,
Anuario IEHS, Tandil, nº 18, 2004, pp. 39-65.
3. José Luis MASINI, La esclavitud negra en San Juan y San Luis. Época independiente, Re-
vista de Historia Americana y Argentina, Año IV, nº 7 y 8, Facultad de Filosofía y Letras-
UNCuyo, 1962/3, pp. 177-210 y La esclavitud en Mendoza. Época independiente, Men-
doza, D’Accurzio, 1962; Jorge Comadrán Ruiz, Cuyo y la formación del ejército de los
Andes. Consecuencias socio-económicas, Congreso Internacional Sanmartiniano, Buenos
Aires, 1978 y Las milicias regladas de Mendoza y su papel en el Ejército de los Andes, Dia-
rio Mendoza, julio 1979
4. Silvia MALLO, La libertad en el discurso del Estado, de amos y esclavos, 1780-1830, Re-
vista de Historia de América, México, IPGH, n° 112, julio-dic 1991, pp.121-146
5. Ana FREGA, Los caminos de la libertad en tiempos de revolución. Los esclavos en la Pro-
vincia Oriental Artiguista, 1815-1820, Arturo Bentacur, Alex Bomchi y Ana Frega, com-
piladores. Estudios sobre la cultura afro-rioplatense. Historia y presente. Montevideo, Dp-
to Publicaciones, FHCE, 2004, pp.45-66
6. Pilar GONZÁLEZ BERNALDO, Vida privada y vínculos comunitarios: formas de sociabi-
lidad popular en Buenos Aires, primera mitad del siglo XIX, F. Devoto y M. Madero (di-
rectores), Historia de la vida privada en la Argentina, Tomo I, Buenos Aires, Taurus, 1999,
pp. 147-169; Miguel Ángel Rosal, Africanos y afrodescendientes en el Río de la Plata, siglos
XVIII-XIX, Buenos Aires, Editorial Dunken, 2009
7. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, Sala IX. Tribunales: 263-4. (en adelante AGN)
8. Guillermo FELIÚ CRUZ. La abolición de la esclavitud en Chile. Santiago, Editorial Uni-
versitaria, 1973.
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9. Diario de Manuel Antonio Talavera, cit. en Diego Barros Arana, Historia General de
Chile, Tomo VIII, Santiago, Editorial Universitaria, 2005, p.313 (2°edición)
10. Beatriz BRAGONI, San Martín. De soldado del Rey a héroe de la nación. Buenos Aires,
Sudamericana, 2010.
11. Es probable que esta haya sido la interpretación del decreto expedido por el Triunvira-
to que prohibía la trata o introducción de nuevos esclavos declarando a éstos libres una vez
ingresados a la jurisdicción de las Provincias Unidas (9 de abril de 1812).
12. La Aurora de Chile. Periódico Ministerial y Político, 13 de febrero de 1812, N° 1. Sec-
ción Noticias sacadas del periódico inglés Times, Coronación Del Rey negro de Haytí
(alias), Isla de Santo Domingo,
13. LINEBAUGH, Meter y REDIKER, Marcus. La Hidra de la Revolución. Marineros, escla-
vos y campesinos en la historia oculta del Atlántico, Barcelona, Crítica, 2005. Especialmen-
te Capítulo VII (1° edición en inglés 2000)
14. Véase, SAGUIER, Eduardo. “La fuga esclava como resistencia rutinaria y cotidiana en el
Buenos Aires del siglo XVIII”, Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, 2° época, vol.
1, n° 2, Santa Cruz de la Sierra, Universidad Autónoma Gabriel René Merea, diciembre de
1995, pp. 115-184; Ana Frega, Los caminos de la libertad. Op. cit
15. AGN- Sala X, 5-5-2. Véase, VERDÓ, Genevieve. “El escándalo de la risa, o las parado-
jas de la opinión en el período de la emancipación rioplatense”, Guerra F. X. y Lamperie-
re A. et alli., Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos
XVIII-XIX, México,FCE, 1998, pp.225-269.
16. La pedagogía cívica del presbítero dialoga sugestivamente con la prosa que Bernardo
Monteagudo dedicara a la distinción entre Libertad natural y libertad civil, publicados en
los números 24,25 y 26 del 14, 21 y 28 de febrero de 1812 de la Gazeta Ministerial del Go-
bierno de Buenos Aires.
17. Tulio HALPERIN DONGHI, Tradición política española e ideología revolucionaria de ma-
yo, Buenos Aires, CEAL, 1988 (1ª edición, 1963); Peire, Jaime. El Taller de los Espejos.
Iglesia e Imaginario 1767-1815, Buenos Aires, Editorial Claridad, 2000;Clavo Nancy et
allí, Los curas de la Revolución.Vidas de eclesiásticos en los orígenes de la Nación, Buenos
Aires, Emecé editores, 2002; Pelagatti, Oriana, La iglesia durante la revolución en Mendo-
za. Las trayectorias de los Pbros. Domingo García y Lorenzo Guiraldez, VIII Jornadas
Interescuelas de Historia, Salta, 2001.
18. En el estudio de Silvia Mallo figura la negativa del fraile Matías del Castillo de otorgar
la carta de libertad del esclavo Fernando Guzmán quien definió la esclavitud como “mise-
rable estado” aunque preservándola en virtud la “libertad de hecho” y las “dulces” condi-
ciones otorgadas por el convento. Véase, Mallo, Silvia. “La libertad en el discurso del Es-
tado, de amos y esclavos, 1780-1830”, Revista de Historia de América, México, IPGH, n°
112, julio-dic 1991, pp.121-146
19. El que presentó sus excusas fue Pedro Nolasco Ortiz, nacido en Mendoza, hijo de Ber-
nardo Ortiz y María del Carmen Correas, se trasladó a Santiago a estudiar Derecho en
1804 donde realizó práctica forense por lo que la Real Audiencia expidió su título de abo-
gado en 1811.
20. Había sido Alcalde de Primer Voto enrolándose en las filas contrarias al sector más de-
cididamente a favor de la Junta de Buenos Aires siendo depuesto de su cargo. Había estu-
diado filosofía y teología en Córdoba y en 1795 pasó a Santiago donde estudió leyes has-
ta recibirse de abogado. Ejerció en Mendoza desde 1803.
21. El dictamen del defensor está fechado en febrero de 1813, momento que coincide con
la libertad de vientres. Convendría recordar además la incorporación de diputaciones pro-
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BEATRIZ BRAGONI
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SARA E. MATA
CONICET- CEPIHA
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SALTA
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SARA E. MATA
Cuadro 1
Población negra y afromestiza en Salta. 1778
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SARA E. MATA
Por la libertad
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SARA E. MATA
para engrosar las filas del ejército resultó en muchos casos una imposi-
ción difícil de evadir que dio lugar a la deserción. Sin embargo, como ha
sido ya bien señalado las armas brindaron una posibilidad cierta de ascen-
so social, que algunos mulatos o pardos supieron hábilmente aprovechar.
Una de las primeras milicias urbanas que se organizó en Salta fue
la Compañía de Pardos Libres que “...con el ardor de servir en los dichos
empleos se han uniformado y dedicado a la continua diaria disciplina...”.
Su capitán era Antonio Visuara, un artesano zapatero, quien había sido
elegido para ese cargo por votación de los integrantes de la Compañía.
Por igual procedimiento se habían nombrado Teniente, Ayudante y Alfé-
rez. En 1811 la Junta Provincial de Gobierno denegó los títulos alegando
ser “...distantes el tiempo en que pueda servir...”11. Esta negativa, eviden-
temente fundada en el temor que las “castas” despertaban en la elite, te-
nía como finalidad evitar que gozaran de fuero militar y que portaran ar-
mas. No obstante la negativa a legalizar la Compañía ésta se mantuvo ya
que en 1813 Antonio Visuara presentó el pie de lista de la Compañía de
Pardos Voluntarios de Salta a fin de que se abonaran los salarios.12 Es
plausible conjeturar que participaron también en la batalla de Salta libra-
da en febrero de ese año.
En 1814 la ocupación realista de la ciudad de Salta dará lugar a una
insurrección de amplios sectores rurales entre los cuales la población
afromestiza y negra era mayoritaria, especialmente en el Valle de Lerma
dónde, además, el conflicto en torno al acceso de tierra se había agudiza-
do en las últimas décadas coloniales. La organización emprendida por
Güemes de las milicias gauchas no contempló sin embargo a la Compa-
ñías de Pardos, y todo sugiere su pronta disolución. En 1818, José Mén-
dez pardo libre que en 1811 había sido elegido por sus pares Ayudante de
la Compañía de Pardos pidió el reconocimiento del fuero militar que les
correspondía a las milicias de Salta y en virtud del mismo solicitó “...la ju-
risdicción del Juzgado Militar del Señor Coronel y Gobernador de Ar-
mas de esta Provincia...” para tramitar la demanda de derechos por un te-
rreno en Cerrillos. El fuero militar le fue denegado por cuanto no existía
ya la Compañía de Pardos en Salta y Méndez no se encontraba incluido
en las milicias urbanas o rurales.13
Se corrobora así la deliberada decisión de Güemes de incorporar
indistintamente a negros y afromestizos en las milicias y cuerpos de línea.
De este modo, la construcción de una identidad militar superaba las dife-
rencias contribuyendo a una politización de las milicias en la cual el ene-
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Notas
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zó a denominar “gauchos” a los paisanos de Salta que hostigaban a los realistas en el valle
de Lerma, por analogía con los gauchos de la banda oriental.
7. Archivo General de la Nación (en adelante AGN) Gobierno de Salta. Sala X- 5.7.3.
8. AGN. Gobierno de Salta. Sala X. 5.7.3.
9. Archivo y Biblioteca Históricos de Salta (en adelante ABHS) Fondo de Gobierno. Ca-
ja 31A- Año 1814.
10. ABHS. Fondo de Gobierno- Caja 42- Carpeta 1552.
11. AGN, Gobierno de Salta. Sala X. 3.6.2.
12. AGN, Culto, Sala X. 43.8.2.
13. ABHS, Juzgado de Primera Instancia, “Pedro Pablo Torres con José Méndez sobre
partición de un terreno en Cerrillos”, Expte. 25, Carpeta año 1822.
14. ABHS, Fondo de Gobierno, Caja 34, Carpeta 1507.
15. “Oficio de Güemes al Director Supremo informando sobre la creación de la División
Infernal de Gauchos de Línea, Salta, 12 de Setiembre de 1815, en Luis Güemes, Güemes
documentado, op. cit. Tomo 3, p. 210-222.
16. ABHS. Fondo de Gobierno- Caja 39- Carpeta 1533.
17. ABHS. Fondo de Gobierno- Caja 37- Carpeta 1519.
18. Sobre Vicente Panana Cfr. Bernardo FRÍAS, Historia del General Martín Miguel de
Güemes y de la Provincia de Salta, o sea de la Independencia Argentina. Ediciones DE-
PALMA. 6 tomos. Buenos Aires, 1972, Tomo IV, Capítulo XLIII, pp. 538-540; Sara E.
MATA DE LÓPEZ, “Conflicto social, militarización y poder en Salta durante el Gobierno de
Martín Miguel de Güemes”, en Fabián HERRERO (Compilador), Revolución política e
ideas en el Río de la Plata durante la década de 1810; Sara E. MATA, “Movilización rural y
liderazgos. Salta en la guerra de la independencia”, en Páginas, número 2, Año II. Revista
digital de la Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad
Nacional de Rosario. Enero- Abril 2010.
19. En la documentación consultada recibe diferentes calificaciones.
20. AGN. Ejército del Norte. Sala X. 43.6.3.
21. Parte de Güemes a José de San Martín, Campamento del Campo de Velarde y marzo
29 de 1814”, en Luis GÜEMES, Güemes documentado, op. cit. Tomo 2, p. 95.
22. El Directorio y Rondeau temían que en Salta el poder ascendente de Güemes plantea-
ra similiares problemas a Buenos Aires que José Artigas en la Banda Oriental. Cfr. MATA
DE LÓPEZ, Sara, “La guerra de independencia en Salta y la emergencia de nuevas formas de
poder”, op. cit.
23. AGN “Carta de José Antonio Cornejo a Feliciano Chiclana”. Biblioteca Nacional.
Leg. 317. Doc. 5245
24. “Oficio de Martín Rodríguez a Güemes, Salta y setiembre 18 de 1814, en Luis GÜE-
MES, Güemes documentado, op. cit. Tomo 2, pp. 318.
25. AGN “Carta de José Antonio Cornejo a Feliciano Chiclana”. Biblioteca Nacional.
Leg. 317. Doc. 5245.
26. AGN. “Sumaria información contra Vicente Panana sobre una fuga intentada a Salta
huyendo de la prisión donde estaba destinado de orden de S.E”. Criminales. Expte. 17, Le-
gajo 62.
27. Entre los delitos cometidos por Panana refiere Frías el asalto a un comerciante de Sal-
ta que llevaba dinero y mercancías hacia Tucumán y el azote propinado a una distinguida
señora que se atrevió a pasear por las calles de Salta con los colores realistas. Cfr. FRÍAS,
Bernardo, Historia del General Martín Miguel de Güemes y de la Provincia de Salta...” op.
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SOCIEDAD Y AFRODESCENDIENTES
EN EL PROCESO DE INDEPENDENCIA
DEL PARAGUAY
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cindad por vivir cuasi amancebado con Juana Rosa Cabañas, con quien
tuvo varios hijos y a quien el religioso les mandó construir ‘tres o cuatro
lances de casas con los mismos esclavos del convento’. Todos los testigos
que comparecen en la causa reafirman esta relación. Como se deduce de
lo acontecido en diciembre, no era éste su único desliz. Los superiores de
la orden, tras escuchar su testimonio y absolverlo de sus culpas, lo envia-
ron al convento de Corrientes, no sin antes despacharse contra el alcalde
Cabrera.1
La relación entre el alcalde y el convento dominico de Santa Cata-
lina virgen y mártir del Paraguay venía ya desgastada desde los meses pre-
vios. La noche del 6 de noviembre cuando estaba de ronda nuestro alcal-
de de primer voto, Antonio Cabrea, había llegado también a las doce de
la noche a la ranchería del convento de Santo Domingo en donde había
un fandango de mulatos y mulatas, unos doscientos, afirma Cabrera. En
su declaración sostiene que al estar cerca del lugar, el violinista Juan An-
tonio dijo a los demás, ‘ahí viene el señor Cabrera, no le hagan caso, si-
gan’. Entonces cuando el alcalde fue a amarrarle por lo que había dicho,
éste se puso violento y le hubiese dado con el violín si es que el soldado
Enciso no lo hubiese atajado de atrás, dice el alcalde; incluso gritaba el
violinista que ‘quería matar a ese demonio’, y mismo el peluquero Juan
mandaba buscar garrotes y cuchillos, diciendo ‘carajo que no la han de
amarrar’. Había otros tres más descarriados, pero como eran muchos se
retiraron, al punto que el alcalde estampa en su declaración, ‘de modo que
fue el hecho acaecido tan inaudito, insolente y escandaloso que no los con-
tuvieron los cintarazos ni los golpes que les dieron’.
Como suele ocurrir en estos expedientes judiciales en donde uno
es juez y parte, en este caso el acalde Cabrera, nos enteramos más por las
preguntas que por las respuestas de los testigos, los cuales nunca se atre-
verían a contradecir a la autoridad, máxime si estos son los soldados de la
cárcel. Por ejemplo, el alcalde pregunta a uno de estos testigos ‘si sabe y
le consta que los mulatos de Santo Domingo son desvergonzados, atrevi-
dos y sin sujeción alguna... que el desorden y exceso insolente con que se
manejaron todos fue tanto que aquello fue un laberinto inatinable, confe-
derándose todos a una en contra de la Justicia y de la ronda...’.
La otra versión la ofrece el superior de los dominicos quien aclara
que no era un fandango, sino que con motivo de un casamiento estaban
divirtiéndose; el alcalde, so pretexto de que estaban ebrios y que se des-
vergonzaron anduvo a los golpes con ellos, rompió el violón, descalabró
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1782 1799
Total % Total %
Españoles/as 2.120 42,9 3.963 53,5
Indígenas 118 2,4 283 3,8
Negros/as y mulatos/as libres 1.546 31,3 1.853 25,1
Negros/as y mulatos/as esclavos/as 1.157 23,4 1.305 17,6
TOTAL 4.941 100 7.404 100
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Tabla II
Población afrodescendiente en Paraguay desde 1782 hasta 184622
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Tabla III
Comparación población entre 1761 y 184630
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torias, lo que nos remitiría otra vez a un tipo de sociedad particular. Pe-
ro una vez más, los cabildantes se quejan porque los negros y mulatos no
utilizan su iglesia sino que se bautizan y casan en la de los españoles. Una
vez más, su pedido es ‘para que esta gente se bauticen y casen en su igle-
sia’.38
Finalmente, una tercera vía para dar el salto del ser considerado
mulato al ser considerado con el estatus de español fue el de las milicias
y contamos con un caso específico para fines del siglo XVIII.
Se estaban reorganizando las milicias de la provincia, y las compa-
ñías de pardos se encontraron con la realidad que cada vez tenían menos
sujetos. Los comandantes de las cuatro compañías de pardos que existían,
se quejan a su autoridad y expresan: ‘...que hallándose exhaustas de indi-
viduos dichas compañías [las de pardos], así por la extracción o separación
de estos soldados, los que olvidando su calidad se hallan interpolados en-
tre las milicias españolas...’.39
Lo llamativo no es sólo que lo pardos quieran dejar de serlo incor-
porándose a las compañías de españoles sino que estos últimos los acep-
ten sin mayor reparo. De hecho, una vez que se realiza el listado de los
pardos que se habían incorporado a las compañías de españoles, se puede
ver un agregado en el margen de algunos de los nombres aclarando ‘pro-
bó ser español’. Desgraciadamente no están esos instrumentos de proban-
za, pero no deja de ser llamativa esa ‘discrepancia’ acerca del status. Lo
mismo puede decirse en el caso de las iglesias. Si los pardos pueden utili-
zar otra iglesia que la de San Blas, es porque los curas respectivos no les
ponen obstáculos.
Los legajos de impedimentos matrimoniales también dejan en cla-
ro este conjunto de estrategias desplegadas por los afrodescendientes.
Cuando Pedro Tomás Amarilla se quiso casar con Rosa Catalina Miran-
da, desde los testigos alguien mencionó que el abuelo paterno de Rosa ha-
bía sido pardo, sin embargo, al comprobarse que tres hermanos de ella
habían estado en las milicias urbanas de españoles, se dejó sin efecto tal
acusación.40
El utilizar la milicia como prueba de blancura es una estrategia re-
currente. La utilizó Tomás Sosa en 1822 cuando la familia de su esposa
quería anular el matrimonio alegando desigualdad de sangre. El que ar-
gumentó a favor de Tomás fue el cura de Capiatá, Pedro José Moreno,
quien advierte que ya le había avisado a la familia de la novia, previo a la
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boda, que la bisabuela de Tomás había sido parda, pero que su ‘sucesión
había sido procreada de hombres blancos’. Y agrega como dato probato-
rio que los ‘varones de la expresada sucesión por la relatada cualidad ha-
bían servido a lo político y militar entre los blancos’.41
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Notas
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23. AZARA, Félix, Viajes por la América meridional, Espasa Calpe, Madrid, 1969, pp. 276-
277.
24. CÉSAR, Julio Ramón de, Noticias del Paraguay, Academia Paraguaya de la Historia,
Asunción, 2002, p. 207.
25. La siguiente sección la hemos desarrollado con mayor detalle en nuestra obra Tras los
expulsos. Cambios demográficos y territoriales en el Paraguay después de la expulsión de los
jesuitas. CEADUC, Asunción, 2009, capítulo III especialmente.
26. Según los cálculos de Richard Konetzke entre 1535 y 1600 llegaron a tierras paragua-
yas sólo 3.087 europeos. KONETZKE, Richard, “La emigración española al Río de la Plata
durante el siglo XVI”, en Miscelanea Americanista, Tomo III, Madrid, 1952, pp. 297-353.
27. Azara, Viajes…, p. 275.
28. SUSNIK, Brasnislava, El indio colonial del Paraguay II. Los tres pueblos guaraníes de las
misiones (1767-1803), Museo Etnográfico “Andrés Barbero”, Asunción, 1966.
29. ANA, SCJ, 1454.1.
30. Para 1761 hemos tomado la “Visita General que Don Manuel Antonio de la Torre hi-
zo de su obispado del Paraguay” que se encuentra en Madrid, Museo Naval de Madrid,
Miscelánea Ayala, vol. LIX, manuscrito II-2872, entre las páginas 233 y 325.
31. MAEDER, Ernesto J. A., Misiones del Paraguay: conflictos y disolución de la sociedad
guaraní (1768-1850), Mapfre, Madrid, 1992, pp. 53-68.
32. Ver CABALLERO CAMPOS, Los Bandos de Buen Gobierno de la Provincia del Paraguay.
1778-1811, Arandurá, Asunción, 2007.
33. AGN, Biblioteca Nacional, legajo 185, manuscrito 1638.
34. Real Cédula del 29 de abril de 1577. La que obligaba pagar tributo al rey es del 27 de
abril de 1574, ratificada el 5 de agosto de 1577 y el 21 de octubre de 1592.
35. Azara, Félix de, Geografía física u esférica de las Provincias del Paraguay y Misiones.
Anales del Museo Nacional, Montevideo, 1904, pp. 47-48.
36. ANA, SH, vol. 125-1, f. 273r. Acta del Cabildo del 3 de marzo de 1757.
37. AGI, Buenos Aires, 248, Cuadro de la provincia del Paraguay, sobre curatos, doctrinas
y reducciones, confeccionado por Pedro Melo de Portugal el 13 de julio de 1783.
38. ANA, SH, 125.1, f. 273r-v. Acta del Cabildo de Asunción del 3 de marzo de 1757.
39. ANA, SH 166.6, informe del 10 de septiembre de 1796.
40. AAA, IM, 1830, ff. 18-21.
41. AAA, IM, 1819-1824, f. 26r.; ver también IM, 1825 L-V, ff. 99-109 en que también se
argumenta que ha ‘servido militarmente entre los blancos’; IM, 1826-1827, ff. 87-89, ‘ha
servido a la República en calidad de soldado Urbano en la clase de blancos’, IM, 1832, f.
80, certificó servir ‘a la patria entre los blancos en compañía de soldados urbanos, no obs-
tante sea de la nota denunciada de ser pardo’, IM, 1832, ff. 206-210.
42. BERMEJO, Ildefonso, Episodios de la vida privada, política y social de la República del
Paraguay, 1913: Quell y Carrón, Asunción, 1913, p. 167. Esto es aún más llamativo si te-
nemos en cuenta que para elegir y ser elegido había que ser propietario.
43. LÓPEZ DECOUD, Arsenio (ed.), Álbum Gráfico de la República del Paraguay, Talleres
Gráficos de la Compañía General de Fósforos, Buenos Aires, 1911, p. 8.
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ANA FREGA
UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA, MONTEVIDEO, URUGUAY
“Yo Excelentísimo Señor soy libre desde que me filiaron, y el susodicho Se-
ñor dejó de ser mi amo desde el momento que me entregó ¿por qué pues, con-
tra toda justicia, quiere esclavizarme nuevamente? Cuando la Patria me hizo
libre y me puso en el fuero de mis derechos. Cuando el mencionado Señor
fuese algún americano, o hubiese prodigado sus intereses en favor de este go-
bierno por adhesión al Sistema, no replicaría y me sometería a sus órdenes; pe-
ro Señor, es Europeo y enemigo del País en que vive”.2
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nían del período colonial como, por ejemplo, el derecho de los esclavos a
comprar su libertad o la de sus familiares. Sobre este último aspecto, uno
de los casos más citados en la bibliografía es el de Ana Gasquen o Gan-
dara, quien no sólo consiguió que se obligara a su amo a aceptar el pago,
sino que el importe se efectuara en la moneda corriente de la Provincia,
sin tener en cuenta la diferencia con la de Islas Canarias, lugar donde ha-
bía sido adquirida la esclava. Ordenaba Artigas al Cabildo de Maldona-
do el 28 de noviembre de 1818:
Esto podría ser un anuncio del camino a seguir una vez que con-
cluyera la “provisoriedad revolucionaria” y se organizara el nuevo Esta-
do pero, como otros aspectos del proyecto artiguista, dependía del peso
de las alianzas.
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