Cuando Polonia fue atacada por el ejército alemán,
en la 2a guerra mundial, los ucranianos apoyaron a Hitler. Él les
había prometido que les cedería las tierras pertenecientes a Polonia, pudiendo Ucrania ampliar sus límites, esto a cambio de que ellos colaborasen con el ejército alemán. Y así ocurrió. Ellos delataban los judíos y formaban bandas que atacaban a los que consideraban enemigos. Los judíos eran perseguidos y ultimados por los alemanes sin piedad.
El delito más grande era ser judío, y la sentencia era la muerte.
Los cadáveres eran enterrados en los bosques alejados del pueblo, en hoyos hechos en la tierra por los propios habitantes del pueblo. Ellos eran obligados bajo amenaza a cavar las fosas donde los muertos eran sepultados. Negarse u oponerse implicaba correr el mismo riesgo de vida o mejor dicho, de muerte.
Venían a buscar a los hombres y eran llevados a la fuerza, casi
siempre de noche y en forma sorpresiva. Uno de esos hombres fue mi padre. Lo vinieron a buscar en varias oportunidades y cuando regresaba a casa destrozado, con pánico e invadido por la tristeza, no hacía ningún comentario ya que en el pueblo todos se conocían.
Todo debía ser oculto y guardar el secreto, ya que no solamente
estaba su vida en peligro sino también la de sus seres queridos. Papa no se arriesgaba ni siquiera a hacer un solo comentario a mamá, cualquier desliz se pagaría muy caro. La convivencia se hacía cada vez mas difícil y riesgosa. Todavía hoy, cuando recuerdo, puedo sentir en mi piel lo mismo que sentía en aquel momento, cuando todo esto sucedía, siendo yo una pequeña niña que jugaba inocentemente pero