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Más allá de las censuras del ilustrado Jovellanos, los títeres, que casi siempre estuvieron
en manos de artistas extranjeros, sobre todo italianos, decayeron a finales del siglo XVIII,
superados en popularidad por nuevas distracciones como la famosa linterna mágica.
Habría que hacer una excepción con las marionetas de la Tía Norica, que con el horizonte
de las Cortes de Cádiz y un variado repertorio mantuvo viva en Andalucía la tradición
titiritera. También en Cataluña se desarrolló una importante cultura del títere, a partir de la
introducción por artistas italianos de las sombras chinescas al comienzo del siglo XIX; este
espectáculo de origen mágico, generador en Oriente de varios ejemplos de teatro de
sombras, sedujo con su poética a personajes como Pere Romeu, Santiago
Rusiñol y Miquel Utrillo, impulsores de inolvidables veladas titiriteras en el café de «Els
Quatre Gats» en la Barcelona del cambio del siglo XIX al XX.813