Professional Documents
Culture Documents
FIN
“A pesar de lo que digan, la idea de un cielo habitado por Caballos y presidido por un
Dios con figura equina repugna al buen gusto y a la lógica más elemental, razonaba los otros
días el caballo.
FIN
Aforismos
[Minicuento - Texto completo.]
Augusto Monterroso
Los enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a primera
vista.
Con precaución, como a cualquier cosa pequeña. Pero sin miedo. Finalmente se
descubrirá que ninguna fábula es dañina, excepto cuando alcanza a verse en ella alguna
enseñanza. Esto es malo.
Si no fuera malo, el mundo se regiría por las fábulas de Esopo; pero en tal caso
desaparecería todo lo que hace interesante el mundo, como los ricos, los prejuicios raciales,
el color de la ropa interior y la guerra; y el mundo sería entonces muy aburrido, porque no
habría heridos para las sillas de ruedas, ni pobres a quienes ayudar, ni negros para trabajar en
los muelles, ni gente bonita para la revista Vogue.
-Eso es. He ahí un libro de fábulas. Corre a comprarlo. No, mejor te lo regalo: verás, yo
nunca me había reído tanto.
FIN
FIN
El burro y la flauta
Tirada en el campo estaba desde hacía tiempo una Flauta que ya nadie tocaba, hasta
que un día un Burro que paseaba por ahí resopló fuerte sobre ella haciéndola producir el
sonido más dulce de su vida, es decir, de la vida del Burro y de la Flauta.
FIN
El centenario
En 1892 realizó una meritoria gira por Europa exhibiendo su estatura de dos metros
cuarenta y siete centímetros. Los periodistas, con la imaginación que los distingue, lo llamaban
el hombre jirafa.
Su fragilidad llegaba a extremos increíbles. Mientras iba de paseo por las calles cada
paso suyo hacía temer, aun a los transeúntes escandinavos, un aparatoso desplome. Con el
tiempo sus padres dieron muestras de ávido pragmatismo (que mereció más de una crítica) al
decidir que Orest saliera únicamente los domingos, precedido de su tío carnal, Erick, y seguido
de Olaf, sirviente, quien recibía en un sombrero las monedas que las almas sentimentales se
creían en la obligación de pagar por aquel espectáculo lleno de gravitante peligro. Su fama
creció.
Pero es cierto que no hay dicha completa. Poco a poco en el alma infantil de Orest
empezó a filtrarse una irresistible afición por aquellas monedas. Finalmente, esta legítima
atracción por el metal acuñado vino a determinar su derrumbe y la razón de su extraño fin,
que se verá en el lugar oportuno. Barnum lo convirtió en profesional. Pero Orest no sentía el
llamado del arte, y el circo sólo le interesó como fuente de dinero. Por otra parte, su espíritu
aristocrático no resistía ni el olor de los leones ni que la gente le tuviera lástima. Dijo adiós a
Barnum.
A la edad de diecinueve años medía dos metros cuarenta y cinco. Después vino un
receso tranquilizador, y sólo a los veinticinco descubrió su estatura normal de dos cuarenta y
siete, que ya no lo abandonó hasta la hora de la muerte. El descubrimiento se produjo así.
Invitado a visitar Londres por un gracioso capricho de Sus Majestades Británicas, se dirigió al
consulado de Inglaterra en Estocolmo para obtener la visa. El cónsul inglés, como tal, lo recibió
sin mayores muestras de asombro, y aun se atrevió a preguntarle por sus señas particulares,
y a dudar de que midiera dos metros cuarenta y cinco a la hora de hacer la filiación. Cuando
el cartabón reveló que eran dos cuarenta y siete, el cónsul hizo el tranquilo gesto que significa
“Ya lo decía yo”. Orest no dijo nada. Se acercó en silencio a la ventana y desde allí, resentido,
contempló durante largos minutos el mar agitado y el cielo azul en calma.
En adelante la curiosidad de los reyes europeos elevó sus ingresos. En poco tiempo
llegó a ser uno de los gigantes más ricos del Continente, y su fama se extendió incluso entre
los patagones, los yaquis y los etíopes. En aquella revista que Rubén Darío dirigía en París
pueden verse dos o tres fotografías de Orest, sonriente al lado de las más encumbradas
personalidades de entonces; documentos gráficos que el alto poeta publicó en el décimo
aniversario de su muerte, a manera de homenaje tan merecido como póstumo.
Pero a pesar de todas las maniobras que se han fraguado para mantener en secreto las
causas que concurrieron a su inesperado ocaso, hoy se sabe que murió trágicamente en
México durante las Fiestas del Centenario, a las que asistió invitado de manera oficial. Las
causas fueron veinticinco fracturas que sufrió por agacharse a recoger una moneda de oro
(precisamente un “centenario”‘) que en medio de su rastrero entusiasmo patriótico le arrojó
el chihuahueño y oscuro Silvestre Martín, esbirro de don Porfirio Díaz.
En la selva vivía una vez un Mono que quiso ser escritor satírico.
Estudió mucho, pero pronto se dio cuenta de que para ser escritor satírico le faltaba
conocer a la gente y se aplicó a visitar a todos y a ir a los cocteles y a observarlos por el rabo
del ojo mientras estaban distraídos con la copa en la mano.
Como era de veras gracioso y sus ágiles piruetas entretenían a los otros animales, en
cualquier parte era bien recibido y él perfeccionó el arte de ser mejor recibido aún.
Así llegó el momento en que entre los animales era el más experto conocedor de la
naturaleza humana, sin que se le escapara nada.
Entonces, un día dijo voy a escribir en contra de los ladrones, y se fijó en la Urraca, y
principió a hacerlo con entusiasmo y gozaba y se reía y se encaramaba de placer a los árboles
por las cosas que se le ocurrían acerca de la Urraca; pero de repente reflexionó que entre los
animales de sociedad que lo agasajaban había muchas Urracas y especialmente una, y que se
iban a ver retratadas en su sátira, por suave que la escribiera, y desistió de hacerlo.
Después quiso escribir sobre los oportunistas, y puso el ojo en la Serpiente, quien por
diferentes medios -auxiliares en realidad de su arte adulatorio- lograba siempre conservar, o
sustituir, mejorándolos, sus cargos; pero varias Serpientes amigas suyas, y especialmente una,
se sentirían aludidas, y desistió de hacerlo.
Después se le ocurrió escribir contra la promiscuidad sexual y enfiló su sátira contra las
Gallinas adúlteras que andaban todo el día inquietas en busca de Gallitos; pero tantas de éstas
lo habían recibido que temió lastimarlas, y desistió de hacerlo.
Finalmente elaboró una lista completa de las debilidades y los defectos humanos y no
encontró contra quién dirigir sus baterías, pues todos estaban en los amigos que compartían
su mesa y en él mismo.
En ese momento renunció a ser escritor satírico y le empezó a dar por la Mística y el
Amor y esas cosas; pero a raíz de eso, ya se sabe cómo es la gente, todos dijeron que se había
vuelto loco y ya no lo recibieron tan bien ni con tanto gusto.
FIN
El mundo
[Minicuento - Texto completo.]
Augusto Monterroso
Dios todavía no ha creado el mundo; solo está imaginándolo, como entre sueños. Por
eso el mundo es perfecto, pero confuso.
FIN
El paraíso imperfecto
-Es cierto -dijo mecánicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían
en la chimenea aquella noche de invierno-; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros;
lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve.
FIN
El salto cualitativo
-¿No habrá una especie aparte de la humana -dijo ella enfurecida arrojando el
periódico al bote de la basura- a la cual poder pasarse?
FIN
El zorro es más sabio
Un día que el Zorro estaba muy aburrido y hasta cierto punto melancólico y sin dinero,
decidió convertirse en escritor, cosa a la cual se dedicó inmediatamente, pues odiaba ese tipo
de personas que dice voy a hacer esto o lo otro y nunca lo hacen.
Su primer libro resultó muy bueno, un éxito; todo el mundo lo aplaudió, y pronto fue
traducido (a veces no muy bien) a los más diversos idiomas.
-Y muy buenos -le contestaban-; por eso mismo tiene usted que publicar otro.
El Zorro no lo decía, pero pensaba: “En realidad lo que estos quieren es que yo publique
un libro malo; pero como soy el Zorro, no lo voy a hacer.”
Y no lo hizo.
FIN
FIN
Fecundidad
FIN
Heraclitana
[Minicuento - Texto completo.]
Augusto Monterroso
Cuando el río es lento y se cuenta con una buena bicicleta o caballo sí es posible
bañarse dos (y hasta tres, de acuerdo con las necesidades higiénicas de cada quién) veces en
el mismo río.
FIN
Historia fantástica
Contar la historia del día en que el fin del mundo se suspendió por mal tiempo.
FIN