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LAS SIETE MARAVILLAS DEL

MUNDO

PIRÁMIDE DE KEOPS

Cuando Keops, faraón de la IV dinastía, en el año 2640 antes de Jesucristo, ordenó la erección
de una tumba que por su altura y majestad debía ocultar el sol, se destinaron para ello 100.000
esclavos que trabajaron durante 20 años. Eran negros, hebreos y berberiscos hermanados por
los mismos sufrimientos. Juntos compartieron el escaso alimento, derramaron su sangre bajo
el mismo látigo de los guardianes y murieron por las mismas fatigas. Para que nadie pudiera
conocer la entrada de la celda sepulcral, a la terminación de la obra los sobrevivientes fueron
ejecutados.

Durante esos 20 años, Egipto conoció privaciones y miserias. Se cerraron los templos, se
redujeron las ceremonias religiosas, se aplicaron fuertes impuestos y se ordenó a los hombres
libres ayudar a los esclavos. Dos millones trescientos mil bloques calcáreos de dos toneladas y
media de peso cada uno, fueron levantados uno encima de otro hasta 147 metros de altura.
Para cumplir esa enorme tarea se disponía de escasas y elementales maquinarias: los mineros
utilizaban cuñas de madera mojada que, clavadas en la piedra, la quebraban al dilatarse; los
transportadores acarreaban los bloques a lo largo del Nilo sobre enormes balsas, y luego sobre
trineos hasta la meseta de Al Gizah, recorriendo una ruta que había costado diez años de
trabajo.

Los esclavos encargados de la pirámide levantaban los bloques de una a otra grada, más con la
fuerza de sus brazos que con la rudimentarias grúas formadas con troncos de árboles, las
únicas conocidas.

Cinco mil años pasaron desde entonces. La pirámide de Keops, única sobreviviente de las
siete obras que los antiguos llamaron "maravillas del mundo", queda, casi intacta, como
grandioso testimonio de una civilización desaparecida.

LOS JARDINES COLGANTES DE BABILONIA

Cuando Nabucodonosor, rey de Caldea, casó con Clarisa, hija del rey de los medos, decidió
ofrecer a su amada un jardín que, por la originalidad de su estructura y la variedad de sus
flores, fuese digno de la nueva reina.

Audaz era el proyecto concebido por los arquitectos de Babilonia. Sobre un área de 19.600
metros cuadrados levantaron una serie de terrazas de piedra sostenidas por amplias arcadas
de 6 metros de largo, de manera que, visto desde abajo, el jardín suspendido pareciese una
alta escalinata rebosante de flores. Debajo de las arcadas se ocultaban amplios aposentos
resplandecientes de adornos, para que los soberanos pudiesen descansar allí.
A fin de que no faltara nunca el agua se dispuso un genial sistema de irrigación que
terminaba en la última terraza, en una fuente que manaba incesantemente. Poco o nada
queda de Babilonia y de sus jardines colgantes. Pero los escasos vestigios descubiertos
gracias a la paciencia de los arqueólogos, atestiguan la verdad sobre las descripciones de
los escritores antiguos.

LA TUMBA DE MAUSOLO EN
HALICARNASO

Frente al mar, en las cercanías de Halicarnaso, capital de Caria en Asia Menor, se erguía
aún, 1.100 años después Jesucristo, una tumba magnífica por sus mármoles, esculturas,
sus decorados policromos y su altura imponente.

Cuando, después de un reinado feliz, se extinguió en el año 353 antes de Jesucristo, la


vida de Mausolo, rey de Caria, la reina Artemisa. su esposa, decidió hacerle construir
una tumba que inmortalizara su recuerdo, dirigiéndose para ello a los más ilustres
artistas de Grecia.
Los arquitectos Satiro y Picteas, los escultores Escopas, Timoteo, Briasides y Leocardis
acudieron al llamado. Galeras cargadas con mármoles llegaron del Dodecaneso, y los
esclavos, como asimismo hombres libres impulsados por la gratitud a honrar la memoria
del rey se dedicaron a la construcción de ese monumento fúnebre.
Artemisa, cuyo dolor la volvía cada día más débil y pálida, presintiendo que no
sobreviviría por mucho tiempo a la pérdida de su esposo, animaba con su presencia a los
trabajadores y los incitaba a apresurarse. Murió. en efecto dos años más tarde, y su
pueblo quiso que reposara junto a aquél a que tanto había amado.
Por largo tiempo nadie se atrevió a turbar su sueño. Pero. después de 18 siglos. cuando
Halicarnaso ya no existía. los merodeadores cruzaron los umbrales del sepulcro, lo
depojaron de sus mármoles preciosos y se apoderaron de los tesoros que la gratitud del
pueblo de Caria había ofrecido a sus soberanos en un postrer acto de homenaje y
devoción. Desde entonces, todo sepulcro suntuoso se llamó "mausoleo".

EL TEMPLO DE DIANA EN ÉFESO

Donde hoy se levanta la aldea turca de Aia Soluk, practicábase antaño el culto de
Diana, diosa de la fecundidad.El templo de Éfeso que le estaba consagrado fue
destruido y reconstruido varias veces, siempre con magnificencia. Se hablaba en toda
Asia de los tesoros que atestaban sus galerías subterráneas, como también de su
belleza arquitectónica debida al genio de Quersifión y Metagenes, y de las esculturas
que lo adornaban y cuyos autores eran Escopas y Praxíteles. Esta maravilla no
impresionaba por sus dimensiones como la pirámide de Keops, pero la armonía de sus
proporciones hacía de ella una auténtica joya del arte griego.
En el año 356 antes de Jesucristo, durante una calurosa noche de verano, un mendigo
demente llamado Eróstrato, incendió el edificio.La ciudad entera dormía, y no fue
posible impedir que las llamas destruyeran a este monumento incomparable, ni salvar
las incalculables riquezas allí acumuladas. Unos años más tarde, el templo resurgió
nuevamente, en base al mismo plano. Ciento veintisiete columnas jónicas de 18
metros de alto rodeaban la celda donde se alzaba la estatua de la diosa y, entre ellas,
36 ricamente esculpidas en la base fueron donadas por Creso, rey de Lidia Estaban
coronadas por un amplio frontón triangular, también esculpido. En el interior, los
frescos de Apeles llenaban de asombro a los visitantes por la belleza y habilidad del
dibujo. Terminado en el año 323 antes de Jesucristo el nuevo templo, fue
semidestruído por las liordas odas entre los aos 260 y 268 de nuestra era.Más tarde,
los portadores de Aia Soluk, incapaces de captar su belleza, utilizaron las piedras para
construir sus viviendas

ESTATUA DE JUPlTER OLÍMPICO

Desde el año 668 antes de Jesucristo hasta el año 393 de la era cristiana tenían lugar,
cada cuatro años, juegos que constituían la más importante de las fiestas nacionales
griegas. Toda Grecia se reunía en Élide, comarca de la Grecia Antigua. El nombre de
Olimpia no designaba una ciudad, sino más bien una reunión de templos y de
monumentos públicos, erigidos con motivo de esos juegos. Entre esos templos, el más
hermoso era el de la Júpiter. en cuya nave se elevaba la estatua de¡ dios, obras de Fidias.
Los vencedores, entre los aplausos del pueblo, eran coronados en el templo, a los pies
de dicha estatua, cuyos 20 metros de altura se alzaban imponentes, mostrando a Júpiter
sentado en el trono, con la imagen de la Victoria, toda de oro macizo, en la mano
derecha. Sahumerios especiales habían conferido a la estatua de marfil el color de la piel
humana. Las vestimentas que le ceñían la cintura y llegaban hasta los pies, eran también
de oro puro.

Cuéntase que, al terminar su obra, Fidias se arrojó a los pies de la estatua suplicando a
Júpiter le concediera una señal de aprobación. De repente, en el cielo sereno, se desató
un rayo que llenó el templo con su resplandor enceguecedor y fue a caer a los pies del
artista. Era la respuesta del dios.

EL COLOSO DE RODAS

En el año 672 de la era cristiana, cuando los árabes invadieron Rodas, la sombra de un
cuerpo gigantesco sumergido en las aguas los llenó de estupor.

El coloso de Rodas, enorme estatua de bronce que se había erguido a la entrada del
puerto, yacía desde 800 años atrás en el fondo marino, cubierto de algas y moluscos,
quebradas las piernal rostro hundido en el cieno.

Chares de Lindos y Laches habían sido los arquitectos. Después de 12 años de trabajo
que la tarea se había iniciado en el año 292 a. de J. C., Chares se suicidó acosado por el
temor de no lograr jamás la estabilidad de la estatua. Laches concluyó la obra, que
insumió sumas fabulosas. Se necesitaron más de trescientas toneladas de bronce. El
interior de la estatua estaba rellenado de ladrillos hasta la cintura; la parte superior era
hueca y encerraba una escalera que conducía hasta la torre del fuego colocado en la
cabeza. Todas las noches los guardianes subían hasta la torre para encender las
antorchas, que, trasluciendo por los ojos del coloso, servían de faro a los navegantes.
Esta estatua, consagrada al Sol, tenía las piernas separadas, con los pies afirmados a
cada lado de la entrada del puerto.El Coloso de Rodas fue derribado, 56 años después
de su erección, por un terremoto y nadie se preocupó jamás por levantarlo de nuevo.
Cuando, finalmente, los restos fueron retirados del mar, fue para utilizarlos en nuevas
construcciones.
El faro de Alejandría fue el único -de las siete maravillas del mundo antiguo -
construído con una finalidad utilitaria. En el año 279 antes de Jesucristo, Ptolomeo
Filadelfo encargó al arquitecto Sóstrates de Cnido la construcción de una torre en la isla
de Faros, frente a Alejandría, para que sirviera de guía a los navegantes.Para que el
edificio tuviera mayor solidez y mayor resistencia contra la fuerza corrosiva de las
aguas, Sóstrates empleó para los cimientos bloques de vidrio, sobre los cuales erigió el
resto de la construcción con bloques de mármol unidos por medio de plomo fundido.
Para que no se confundiera, a la distancia, la luz del faro con la luz de las estrellas, se
colocó un enorme espejo de metal.

Sólido y resistente a las intemperies y a las devastaciones guerreras, el faro de


Alejandría fue derribado en el siglo VII por la ávida credulidad del Califa Al Walid que
ordenó su demolición en la seguridad de hallar un tesoro escondido en los cimientos de
la torre.

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