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Comité d e Dir ección

Manuel Reyes Mat e


Directo r del pro yecto

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Osva ldo Gu ar igli a

Mig uel A. Q uintani lla

Pedr o Pastu r
Secre torio a d m inis tr a tivo

Comit é Ac ad émic o

Javi er Muguer za Coordinador


Ernesto Gar zón Valdés Arg enti na

Elías D íaz España

Luis Villo ro M éxico

Dav id Sob re villa Pení

Humberto G iannini Chile

G uille r mo H o yo s Co lom bia


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'.

L '"INTRO DUCCI ÓN

Ell eetor que comienza a int ern arse en este informe con la esperanza de
enco nt rar una int erpretación exhaustiva de las rela ciones actuales ent re
cert eza y escepticismo debe abando nar al cabo de esta prim era oración
su ilusionad a lectura . In vestigaciones sutiles y ver osímil es sobre lo s
supuestos básicos de la filosofía mod erna del conocimiento (Heidegger,
Fou cault) suelen co ncluir en ent usiastas discur so s fúnebres (Rorry; cf.
H aak ; entre par éntesis remito a textos qu e he co nsultado y qu e me
par ece pu ed en ampliar y di scutir provechosamente las opiniones ex ­
J pu estas) . Pese a ellos, y mu cha s veces a espaldas d e ellos, todos los
dominios de la teoría del con ocim iento son ho y motivo de pr ofund a y
apasionada discusión. Nu estro tem a no escapa cierta mente a ese múlti­
ple destino controvert ido . Ex aminar, aun qu e sea parcialmente, una
bibli ote ca tan vasta, obliga a confrontar tesis qu e mu ch as veces están"
edifica das so bre supuesto s muy di versos. Éste es un debat e afect ado
por un a fuerte dispersión , en cuyo relato no pu ed o seguir a nin gún
auto r esp ecial. Debe consi de ra rse que no disp on go del espa cio sufi­
ciente par a llegar a un a discriminación detallad a de las dif erent es posi­
I ciones. Esto sería convenient e porque las discusi ones no tr anscurren en

il
I
un medio teórico acep ta bleme nte homogéneo.
Resp ecto del escepticismo se pu ed e decir que h oy at raviesa la ter­
ce ra de sus gra ndes ple am ar es, d espu és de las creci das en la época

¡/
1 helenística y la mod ernid ad. La tr adi ción anglosa jo na de este siglo ha

1 sido sensible a los desafío s qu e plantea un a reflex ió n sobre los fund a­

mentos d el conocimient o . En consecuenc ia ha so lido co nsidera r rele­

vant e un a discusión en favor o en cont ra del escepticismo (Olaso, 1995).

En otras tr adi cion es ese reconocimi ento llega un poco tard e y en for­

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,
I

EZEQUIEL DE OLAS O CE R TEZA Y ES CEPTICISMO

mulaciones acaso exag eradas. Un celebrado filósofo actual ha llegado a Algunos com entari os a (1). Aquí «ciert o» se refiere a un estado
sostener recien teme nte que «la historia de la filosofía occidental sólo mental, mientras que en las demás acepcio nes la certeza es un a pr opie­
ha consistido en la refutación del escep ticismo» (Levinas, 262). dad de las pr op osiciones. Esta acepci ón es poco atractiva como carac­
Nu estr o tiempo ha descubierto un escept icismo semántico, de no ­ ter ización suficiente de cert eza, porqu e écuántas veces aquello qu e se
table radi calismo (Wittg enstein, 1953 ; Kripk e) qu e debe ser examina­ co nsideró cierto result ó ser falso o meram ent e prob able?Sin emb argo,
do en su ámbito. considerar la certeza com o un estad o mental perdura hasta M oore . Se
Ofr ecer una visión equilibrada del escepti cismo y el anties cepticis­ suele aventar el peligro del subjetivismo reemplazand o la prim er a per­
mo actu ales, si bien contraídos al pr oblema del conocimiento y, dentro sona del singul ar por la pri mera o tercera del plural.
de él, a la cuestión de la ce rteza, sigue rebas and o el prop ósit o de este La interpretación de la cert eza filosófica com o mero est ad o de
informe. Finalmente cua ndo se discute el escepti cismo hay autores que ánimo fue «co ndenada» por los miembros de la Sociedad Fran cesa de
no distinguen con precisión la mod alidad qu e tienen bajo los ojos lo Filosofía en la sesión del 7 de mayo de {90 3 (Laland e). Sin emba rgo,
que arroja oscuridades adicionales. alguna refer encia a un sujeto (individu al o comunitario) que está seguro
Ah or a bien, si el lector sólo aspira a alcanzar una primera apro xi­ (hasta en las ver siones que condena n la interpret ación de la cert eza
maci ón a algunas d e esas co ncepcio nes, aca so las páginas qu e siguen co mo acto mental) es ind isp ensable para casi tod os los que suscrib en
puedan ori entarl o. Ex plicitado nu estro contrat o de lectur a, co me n­ las demás ace pci o nes. Ésta no es una condici ón suficient e de ce rteza,
cemos. pero es necesaria. Se ha señalado qu e el sentimient o de segurid ad de
una creencia tiene más relación con la importancia que adjudicamos a
esa creencia en nuestra vida personal q ue con su solidez obj etiv a. Se
u. CERT EZA recomienda distinguir en to nces entre los grados de seguridad O adhe­
sión que pueden acomp añ ar a una creen cia y lo s grados de pr ob abili­
Certeza y cert idumbre proceden dellatíneertus, segur o. En castellano dad con qu e se present a y que es justamente la cert eza. Ést a es una
decim os «tengo la certeza » y tambi én «estoy seguro» . N o me parece pr opiedad de la prop osición, no del sujeto. Pued o cr eer o no creer
eficaz seguir invariablemente la recomendación de reservar «tener cer­ un a proposi ción más o m enos pr ob able, pero n o creer más o me­
teza » par a co ntex tos impersonales y «estar seg uro» par a co ntex tos de nos una pr o posici ón. Puedo est ar ciert o de un a in certidumbre (Vi­
primera persona (Ode gard, 31). Es bueno tener presente que cuando en lloro, 11 5 ss.).
nuestro idioma dec im os «es cierto» la expresi ón pierde algo de la fuer ­ Más adelante dedi caré una sección a Descartes y espero qu e allí se
za qu e siempre exhibe la ego tista aserción «esto y seguro ». vea que el mod o como ent iende Descartes la certeza reúne t od as las
Co no cim iento ciert o es el qu e no puede ser falso. (Uso indistinta­ acepciones enunciadas por Quinton excep to la últim a.
mente «saber» y «con ocer» y sus derivados.) La cer teza se presenta aqu í Las acepciones (4) y (5) requieren un escrutinio cuidadoso de tér­
como una p ropieda d del conocimi ento y est o es lo tradicional hast a minos claves como irr esistible, indu dable, infalible, incorregible (en
mediad os de este siglo. El mod o co mo se en tienda ese «no puede» nuestro idiom a «inm ejorable»), dud a razonable, duda posibl e, etc. (d.
colorea las di versas ace pciones del término. Quinton y Alston).
Se han distingu ido cinco senti dos de «certeza». 1) Cierto, como El ruid o qu e se está oyendo en la quinta acepci ón de Quinon (enér­
estado mental, com o lo que es psicológicamente indudable, en el sen­ gica agita ción del pestillo en una puerta bloqu ead a) sugie re qu e hay
tido de qu e S está ciert o, tiene certe za (tambi én decimos «está seguro») alguien mal encerrado. Co mo Moore creyó que no podía tener cert ezas
de p. 2) Cierto, como «lógicame nte necesari o», una noción mu y rigu­ absolutas sin despejar la hipótesis del sueño, y com o confesó que no
rosa porque sobreentiende qu e todas las pr op osiciones co n tingen tes, podía resol verla, es ad ecu ado incluirl o entre los partid arios de la certe­
por el he cho de ser contingen tes, son inciertas. 3 ) Cierto co mo lo qu e za «m ás allá de una du da razonable». Además, co n casi toda la tradi­
se «aut ori za a sí mismo », el ejem plo suprem o es eogito ca rtesian o. ción filos ófica, Moore sostuvo qu e la certeza es un grado de conoci­
4) Ciert o como proposición «incorr egible» o, eludiendo el anglicismo, miento. Wittgenstein, en cambio, sostuvo que ha bía certezas abso lutas
«inmejora ble». 5 ) Ciert o como lo que está «más allá de una dud a razo­ y que por lo tanto estaban más allá no sólo de tod a duda razonable sino
nable ». Este últim o sentido es el que, según Quinton, emplear on Mo o­ de toda dud a pos ible. Ade más se apartó radic alm ente de esa tr adi ción.
re, Austin y Wingenst ein (Quinton, 144-149). Específicamente sostu vo que una pr op osición es cierta cuando no tiene

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E Z E QU I EL D E O LASO CERTEZA y ESCEPT ICISMO

sentido dud ar de ella y, por 10 tanto, tamp oco tiene sent ido decir que nos filósofos lo han declar ado su perfluo (po r ejem plo, Dewey). O tros
se la co noce. Así recom iend a co nsidera r cert eza y conoc imiento como h an int entado prescindir de ese r asgo co n nuevos argume ntos, aun que
d os co nceptos lógicam ente independi entes. «Co nocimiento y certeza haciend o not ar que en la ex periencia más habitu al cua ndo alguie n dice

I pertenecen a catego rías difer entes» (Wittgenstein, 19 69, § 3 08). Dedi­


caremos un a secció n de este informe al examen de esa posición , un a de
las más no vedosas en la histo ria de la filoso fía y aca so la qu e reciente­
que sabe algo se en tiende qu e lo sabe con cert eza (Lchre r, 1974). Pare­
ce algo artificiosa una teoría de l co noci miento qu e a pare nteme nte eli­
m ina la consideraci ón de un rasgo auté ntico de la expe riencia co mún,
mente ha suscit ado más pol émi cas. T ambi én exam ina re mos có mo se
I plantea, de un modo plau sible, la rel ación de esta concepción de la
pr eservad o en el lengua je. En esta d iscusión hay mu chos co nce ptos
implic ados, algunos de ellos muy básicos y casi int ratabl es en una co n­
ce rteza co n el pr o blem a del escepticismo. Asimismo mos tra ré co m­ tr oversia fin ita. Per o tambi én se ha suge rido qu e Lehrer no pre ten de
pendi adam ente algunos sentidos según los cuajes hoy se propicia desar­ reempl azar el uso ordi na rio sino pre star at enci ón a otro uso aun que
I ticula r ce rteza , escepticism o y co noc imiento. Pero antes veamos có mo secunda rio (Shope), De todo s modos se ha hecho notar, más profunda ­
1 se los ha vin culad o. me nte, que hay qu e ser cautel oso al el iminar o at enuar el requis ito de
la ce rteza porque en ese caso se hace probl em ático sat isfacer el requi ­
sito de la cr eenci atl.i anc y, 199 3 ). M ás ad elante espero mostr ar un
lit. CER TEZA Y ESC EPTICISMO sentido men os dr ástico en que h oy se co nside ra que la búsqu eda de la
certeza no es un tema prio rita rio en la disc usión co n el escepticismo
«Escéptico » traduce el adjetivo griego OKÉllHKO<; (skeptikos) que deri va (Willi ams).
de un verbo cuyo significad o es «busca r» , «investi gar », «considera r»; Ot ros filósofos han per sever ad o en su ace ptació n del requi sito de
por ext ensión, «considerar co n cuidado». Tradi cional mente se sostuvo la ce rteza, y co ncue rdan en esto co n los escé ptico s, per o, a difere ncia
qu e el escéptico n o afirma ni nieg a, no ab re juicio. Es discutibl e - y en de éstos, sostienen que la certeza es posible (M oa re, 195 9; Klein, 19 81) .
los últim os años se ha debatido mu cho- si ad mite abrir juicio en casos Lo qu e es difícil es ofr ecer u na ca racte rizació n "de certeza que no sea
muy especiales (Burny eat, 19 84). repudi able para los escép ticos per o tampoco para los cog nitivistas (Res­
Los escép ticos de sign an a sus adversa rio s co mo «dog má ticos », lo che r, 1,980; K1ein, 1992) .
I
qu e es casi un a pet ición de pr inci pio. N o suelen considerars e a sí mis-l Un a caract erística ce ntrai de los debate s filo sóficos sob re el escep ­
ma s co mo filósofos, porqu e en rigor no profesan un a doctrin a sino que I ticism o es la dificultad de det erm inar co n pr ecisió n qu é es lo que se ha I

más bien rec omiendan una actitud. Aqu í llamaré indi stintamente a los i llamado a controver sia. 0 , di ch o de otro mod o, acerca de qué es es- .,
no-escépticos, «cognirivisras» o «filóso fos». No d ebe ent enderse que céptico el escépti co.
I este último r ótulo impli ca un a depreciación de los escépticos ; además Se ha so lido definir el co no ci miento enu nciando tr es co ndicio nes
a esta altura del inf orme eso esta ría m uy ce rca de co nstitu ir ot ra p eti­ qu e por separado son necesari as y, unid as, tendrían qu e ser suficientes,
ción de prin cipio. co mo una cree ncia (u op inión), verda de ra, justifi cada. El lect or inrere - . ¡ .
, La rel ació n entre los co nce ptos de ce rteza y escepticismo se suele sad o en estos temas (o, po r lo men os, el inqui et o lector de este volume n)
1
',.. consider ar tan íntima qu e, dadas las caracteri zacion es tr adici on ales de seguramente sabe qu e esta defi nición es varia da mente reb at ible y, d e
ambos co nce ptos resulta casi imp osibl e an alizar un o sin tene r qu e re­ hecho, much os la consider an hoy un pro gram a de investigación pró ximo
currir, tarde o tem prano, al o tro . En efecto , m uchos escépti cos con si­ al d esm antel ami ento final. Para definir el co noci mien to , cada un a d e
d er an qu e alega r que se co noc e algo entraña alegar qu e se lo conoc e esas condici ones por sep arad o de be ser necesaria y la uni ón de esas tres
con certeza. Es decir que se sabe que algo es ver dad er o so lame nte co ndicio nes debe ser suficien te. Se ha objetado que estas so n exige ncias
cua ndo co nsta qu e ese sabe r no pu ede ser falso. Per o, añaden, un saber demostrablem ent e excesivas (d., ent re much os ejemplos, Crai g). Desde
de estas caracte ríst icas es ina lcanz able. A su vez, quien sos tiene la po­ 19 63 e n qu e se planteó el pr obl em a de la insuf icie ncia de las tres co n- /
sibilida d y hasta la necesidad de l co noc imiento ciert o tendrá en algún dicion es reunidas (Gettier) se ha pr ocur ado sat isfacer la definición agre­
momento qu e toma r en cuenta las habitu ales impu gnaciones escépticas ga ndo nuevas co ndic io nes y mos tra ndo qu e esos intent os so n limitad os
a esa pret ensión. (cf. Villero, entre muchos ). T ambi én se han ampli ado las objeciones de
De aquí han surgid o do s tipos de res puestas. En vista de la multi vo­ det alles y se han mu ltiplicado las tentati vas por resol ver el probl ema
cidad del co nce pto de certe za y de sus in deseables co nsecuencias algu­ (véase el minucioso aná lisis de Shope, exhaustivo hasta hace poco más
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de die z añ os). Es esca n da losa la penu r ia de result ad os firin es ante la co mp leta me nte mod er ad o respect o de la just ificación y el alcance de l
magnitud y la sutil eza de los estu dios publica dos . A la vez re con forta co noc im iento si admite cree ncias verdaderas justif icadas y si no co nsi­
advert ir muchas mejor as en el co noc imiento del co nocimiento . Amb as dera necesari o el requ isito de la certeza. Pero qui en pr oclam a «N ada se
circ unstancias han alentad o a plant ear sobre o tras bases el pr obl ema sabe» suele supo ner que el co nocimiento cier to entendido com o infali­
mismo del co nocimiento. Veam os sólo un a mu estr a de plant eo alterna­ ble es un a cond ició n necesaria del cono cimiento. Esto no impid e qu e
tivo: «El problem a cent ral de la epistemo logía es el problema en primera admita que ten em os opiniones y hasta opin ion es justificada s y verd ade­
persona de q ué cree r y có mo justifi car las cree ncias de uno - no el ras, só lo qu e co mo no podrían ser absolutam ente infalibl es no so n,
"", \ \! problema impersonal acerca de si se pued e decir qu e co nozco, dadas mis para él, co no cimiento .
~. \ '/· "-~ · Ya sabemos qu e el filósofo puede optar p or un a versión mu cho
I ....
cree ncias junto con cierto s supuestos acerca de la relació n de mis creen­
cias con lo qu e es realm ente el caso - oRespond er a la pr egunta acer ca men os ex igente de co noci miento. Así ocurr e, por ejem plo , co n la no­
de qu é es el conoci miento no me ayudará a decid ir qu é cree r. T en emos ció n de conocimient o qu e suelen co m pa rtir algunos filósofos de la
qu e decidir cuál es realment e nu estra rel ación co n el mundo y cómo int eligen cia artificial (cf. Dre tske). Se co ncibe al hombre co mo un o r­
puede cambiar esta rel ación » (Nagel, 19 86, 69). ga nismo no esen cialm ent e diferent e de an im ales y plantas. Según las
Esta alteració n en el planteo en mod o alguno entrañ a q ue algu ­ estipulaciones de nu estr o auto r un per ro qu e perc ibe un olor, se enca­
nos de sus p rop ulsor es, N agel por ejemplo, no co m pa rta posi ciones min a a la fue nte del olor y captura co n los dientes, digam os, el tr ozo de
escép ticas rel ativamente ex tre mas . Peto el pro blema mismo del co ­ carne ape tec ida, «sabe», «tiene co nocimiento» (el ejemplo del perr o o
! n ocimiento, y sus relaciones co n el escep ticismo, han variado susta n­ de otro mamífer o nos permite hab lar de «creencias» y elud ir interesan­
I tes cues tio nes sobre «co no cimiento» sin cree ncias, por ejemplo el de
cia lmen te . Un reflejo fugaz de ese ca m bio pu ed e leerse hacia el fina l
¡ d e este inf orme. las abejas, d. Barn es). Ese animal sólo tiene un a cre en cia «verdadera»
Dejar emos de lad o esas muy ate ndibles discu sion es. Lo qu e ahora o, si se qu ier e, «acertada». La selecció n natural ha id o decant and o en
me int er esa es con ser var el esq ue ma trinitari o de las co nd icio nes por ese orga nismo mecani sm os que h an re sultad o exitosos y qu e en esa
su aptitud did áctica p ara indi car qu e se pu ed e ser, y de hecho se ha medida so n fiabl es por qu e esa especie ha sobrevivid o, es decir , ha lo­
sid o, escéptico respecto de cada una de esas co nd icio nes. gra do ada ptarse . Es curioso que esta co ncepción del co noc imiento se
Si se adm ite qu e algunas de estas co ndicio nes so n más básicas qu e present e corno una ref utació n del escepticismo . Apar ente me nte Drets­
otras y se admite qu e el escepti cismo co nsiste en poner en ent re dicho ke supo ne qu e el escé ptico sostie ne : 1) que el co noc imiento tien e mu y
la cap acidad h um an a d e co nocer, el esce pticismo es más radical en la pocos requisitos , y 2) qu e el hombre no sab e nad a. Basta co n mostrar
I1 qu e el req uisit o del co noc imient o es la adaptación al medi o par a co n­
med ida en que se refiere a req uisit os más básicos. Se ha so lido alegar
\.ó q ue ~[.e:_q u is i t od e I;¡ creenc ia es.el más básico, puesto qu e las cre en­ " luir qu e el orga nismo qu e se adapta «sabe» y refutar así al escé ptico .
-' cias que so n conocimiento só lo so n un a subclase (bas tante más pequ e­ Per o en tal caso el escé ptico alegar ía que n o es re levante oc upa rse de
ña de lo qu e suelen cre er mu ch os episte mó logos) de las creencias en esa noción paup érrima de co no cimient o (Olas o, 1994b).
general. Por lo tant o, quien es escéptico respecto de toda cree ncia pare ­ El filósofo qu e ent ra en discusión co n el escé ptico suele luchar,
ciera que pr ofe sa el más radi cal de los esce pticis mos. De hech o sería co rno he indicado, en dos frent es: por un lad o pretende no co mprome­
mu y simil ar al qu e an tiguas fábulas le asigna ba n al funda do r, real o ter se a soste ner un a noción ide alizada de con oc imient o; por otro se
míti co, del escep ticismo. Esto suscitó mu y tempran am ent e objec iones cuida d e no re bajar d emasiad o la calidad de su noción d e conocimien­
respecto de la aptitud real del escé ptico par a vivir según la actitu d que to . Para reso lver la alt ern at iva se suele postular la exigencia de certeza,
I
'1 él mismo reco me nda ba (Burnyea t, 19 80). En e fecto , se supo nía qu e per o no de una certeza utópica sino m undana, la pr opia de la vida rea l
una radi cal suspensió n de las cree ncias podí a llegar a inhib ir los me ca­ (Rescher , 1980 , 30 -49).
(, nismos ins tint ivos qu e aseg u ra ba n su supe rvivenc ia. El escéptico es Acabo de d ecir q ue el escéptico «postula» un a definición ex igente
i. menos radical y hast a casi se esfu ma si pr escind e de l req uisito de la d e co noc imiento . En rigor ya sabernos que el escé ptico pret end e no
" verdad y admite cre encias justifi cad as. De hech o quien admite creen­ postu lar nad a: só lo to ma la noción de conocimi ento que postula el
..../ cias objetivamente justificadas pr efiere acoge rse al relativismo y desha ­ filósof o del co no cimie nto y mue str a que es in alcanzabl e. A esto se
cer se del pr oblema del escept icism o (Villa ro) lo qu e inst aur a un a dis­ llam a p ro ced er ad hom inem y esto es lo que hace el escé ptico sie mpre
cusión diferent e respecto de la certeza. En efecto, un filóso fo puede ser qu e no se deja tent ar po r la inclinación humana a juzgar. En un a inter ­

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CE RTE Z A Y ES C EPTI CI SMO


E ZEQUIEL DE Ol A SO

pretaci ón ca rita tiva del esce pticismo hay que tr at ar de evita r una refu ­ co . Podemos data rlo co n precisión : surg ió en O ccid ente en agos to de
ta ción me zqu ina. Esta co ns iste en ado ptar la estra tegia del escé ptico, 1641. De sde hace m ás de medi o siglo, bajo d iversos rop ajes, ha vuel­
es perar a que el escép tico diga algo y enton ces to ma rle la palabra y to a oc u pa r el centro de la escen a en los debate s sobre la certeza y el
mostr arle qu e est á abriendo juic io, con tra su reco mend aci ón de abste ­ escepticism o.
nerse de juzgar , y qu e por lo tanto se autorr efut a. Esto es, es pera r a qu e D escartes fue qui en le ot or gó a las prop osici on es ciertas e l ran go
el escé ptico cometa un erro r de he cho para impugnar su actitud gene ­ de fundamentos de la filoso fía. En sus juveniles Reglas para la direc­
ral. Invito al lector a q ue n os manten gam os alejad os de esta platitud. ción del espíritu co ntra stó la «conf ianza incierta» que propor cion an los
Tracem os un nue vo mapa de las relaciones ent re ce rteza y escepti ­ se ntidos y los juicios de la imagi nación, co n la intuición, «un co nce pto
que forma la inteligenc ia pura y atenta, sin ninguna dud a» (Regla III ;
¡ cismo. Se suelen distinguir dos sentidos de cert eza: uno abso luto y otro
rel ati vo. E n este seg undo senti do se suele de cir que una proposi ción AT X, 368) . Pero es en las Meditaciones metafísicas donde eStable c'é '~1
puede ser más cierta qu e o tr a sin qu e por ello esta dej e de ser cierta, O' \-parad igrriá-aecerteza.(En la primera med itació n Des cartes se pr op on e

I de tener un grado de certeza (Chisholm , 1977, 88; no consid ero aquí el


caso espe cial y tradi cional de la llamad a «cert eza rnoral »). En el pri mer
sen tido se dice qu e un a pr oposición es abso luta me nte cierta porque la
'~ltcrécfj ro-a las cosas qu e no son enteramente ciertas e indud a­
bles». Y confiesa. que mu chas personas se equ ivoca n «aun en las cosas
qu e pien san sabe r co n m ayor cert id umbre» (AT IX, 14 , 16). Y en la .\
!¡ certeza no ad mite gra dos (Unge r, 1975 ; cf., en contra, Ca rgile; tambi én segunda med itació n resu el ve seg uir su m étod o de dud ar, «has ta que
William s; un míni mo re sumen al fi nal de este inform e). . haya enco n tra do algo cie rto. .o, por lo men os, si no logr o otra cosa ,
Ah ora veamos nu evam ente có mo se distribuyen las fuerzas de cog­ hasta qu e ha ya co noc ido co n certeza qu e no ex iste en el mundo nad a
nitivista s y escé pticos. Algunos filósofo s han def end ido una co nce pción cierto » (AT IX, 19) . Rec ordam os su metáfora : «Para move r el glo bo
rel at iva de certeza . Po r ejemplo la s:.~r.t (;z a rel ativaa la jl! ~tifü; a<;i 9!1. terrestre de su lugar y trasl adarlo a otro, Arqu ímedes no pedía sino un
C ua ndo ten go ce rteza no pued o est ar equivoca do dad as las raz ones de punto fijo y segur o. Así tendría yo der echo a concebir grandes espe ran­
qu e dispongo. Por lo tanto e n el futur o eso de qu e aho ra estoy cierto zas si fuese lo bastante afortunado Como para enco ntra r so lame nte algo
podría ser fa lso . Así, nu est ra certe za es proporcion al a las razo nes d is­ cierto e indudable » (ibid .) . El cogito es el conocimiento «m ás cier to y
ponibl es (Vill oro, 130, 272 ). Esta posi ción es la qu e escap a más fácil­ m ás evidente de todos los qu e he ten ido antes» (AT IX , 2 0). Y esta
mente a las críticas de los escépticos pero la que los escép ticos sue le n primera verda d, debidam ente garant izada, ser á la ba se inconmo vible, 1,
desech ar por p oco in ter esa nt e: el relativista es, para ellos -no consi­ el punto arqui médico del siste ma cartesiano. En su manu al de filoso ­
dero la ec ua nimi da d del ca rgo - un d ogm áti co m ás. Otros filósof os, fía, qu e aspiraba a de spla zar de las escuel as Jos escritos de Aristóteles,
en cam bio, han sostenido que el co nocimiento debe ser absolutame nte . define así la certeza ab soluta: es la qu e oc urre «cua ndo pensamos qu e
cierto . Ésta es la no ción de certe za que toman los escé pticos . Si se le no es de ningún modo po sible que la cosa sea diferente de co mo juzga­
{( m os que es» tPrincipes de la philosophie, IV, 2 06 ).
co nc ede al escé ptico qu e la cer te za deb e ser abso luta en el senti do de
que debe ser lógicamente necesari a (el se nt ido [2] de Quinton) ento n­ Sabemos q ue Descartes fue sensible al des afío escéptico de su tiem­
ces todas las pr oposiciones sobre objetos físicos no pueden ser ciert as. po y qu e lo enfrentó con decisión . Hubiera pod ido discutir las posicio­
Ésta ha sido la tradición br it án ica de este siglo: R uss ell, M oore, Ayer nes de los escé ptico s antiguos y conte mporán eos a él, cuyas obras co­
han co mpartido esta inspir ación . H acia el final de este inf orme mostr a­ nocía bien. Hubi er a podido em plear la estrate gia m ezqu ina, qu e ya
ré cómo M o ore se a par ta de ella. co no ce mos, de ocu ltar sus pro pias opinio nes y esperar pacientemente a
qu e el escé ptico cometiera una falta para acusa rlo triunfalm ente de
auto rrefu tació n. Ese estilo podría permitir algunas victo rias dialéct icas
IV. LA GENEALOGÍA DE LA CERTEZA ABSOLUTA pero hubi era constituido un a tr aici ón a su inspiración más personal.
Y DEL ESCÉPTICO RADI CAL También hubi era podid o d iscutir con el escéptico ant e el tribunal de la
ra zón. Esto es lo qu e técni cam ente se llam a «rebatir». P e r~Q!n:e s
El lector pu ede sent ir a est a altura qu e se han introdu cid o en este ten ía serias dudas acerca de la legit imidad del ~ o n ce p t Q de ra zón q ue
informe un a ser ie de espe ctros más o m enos gratuitos, co mo «La adm i tía n,~desd~-S iem p're , losf;lós of os . Así p~e-s se propone I~ad ~ me ­
ce rteza abso luta » o «El esce pticismo radical». Esos co nc eptos, y sus no s qu e «refuta r» el escepticismo per o no en u n to rneo disputat orio . \,
complacientes rela cione s mutu as, pr oceden de un par ad igm a hist óri­ sino ofre cie ndo un a mu estr a de co no cimient o tan cierto que no pu die- ' .

114 115
C ER T E ZA y ES CE PTICI S M O
EZ EQUI E L D E O L AS O

ra ser falso , es decir, una certeza absoluta. Esta certeza iluminada por (difíciles no sólo de comprender sino de aceptar) pru ebas de la existen­
la evidencia, permitiría co ncluir que las po siciones alterna tivas, y las cia de un Dios garante de la certeza.
impu gnaci ones escépticas son falsas o se autorrefutan. Y, finalmente, Por motivos que no correspo nde desplegar en este informe Descar­
de esa certeza absoluta básica se podrían deri var directa e indirecta­ tes no alcan zó su propósito de edific ar una filosofía y una ciencia a po­
mente tod os los co nocimient os human os. De este m odo Descartes no yadas, en última instancia, en esa certeza abs oluta fundamental. Creó \
sólo se proponerefutaral escép tico real , el qu'e e:;:;-~~~~t~a en los lib~s un model o de sistema fundamentista que se apoya en una proposición
Ó en-la v~d a, s i n~o d <!...e~ép t ico po sible. Su ce !!.~~?--':l.r~.Le.~sl l':ir:}!1_ª_S o co njunto de pr op osiciones absolutamente ciertas, irresi stibles, indu- )
allá no sólo de toda duda razonable sin o de toda duda 120sible (aquí se dab les, infalibles , inmej orables, que no recib en su justifica ción sin o de ,
aparta Desc artes de la últll:ria"icepción de- Qu inton) . E~écuen cia ellas mism as (au to evid en cia) y que la inyect an a tod o el resto de las I
decid e col ocar nu evos fundam entos a la razón humana. Se advierte la pr oposici ones.
emo ción de Hegel cuando escribe: «Ren é De scartes es un héroe del El dest ino par adóji co de Descartes fue comenzar por pr oponer un
pen samiento que emprende la tarea desde el principio y reconstruye la ideal de co nocimient o mu cho más ex ige nte que el admitido hasta en­
filosofía sobre cimientos que ha puesto nuevamente al descubierto des­ tonces. Ob viamente, si quien exige la perfección del conocimiento para
r - ,[ pu és de mil años». refutar al esce pticismo fracasa, n? refuta el esce pticismo. Pero ocurre
algo más grave: quien exige un ideal de conocimiento instau ra in volun­
i Léase co n cuidado, sopesando cada palabra, esta co nfidencia,
tariarnene un ideal de conocimiento que es el que a partir de entonces
I poco citada, de Descartes dos meses de spués de publicadas sus Medi­
taciones: «Ya hay tantas o pinio nes en filosofía, qu e so n verosímiles y hacen suyo los escépticos. Desde la segunda mitad del siglo X V II los
que se pued en sostener en una dispu ta, que si las mías n o contienen escépticos son, malignamente, cartesianos. El cereb ro en la tina accio­
nada más cierto y no pueden ser aprobadas sin controversi a, no las nad o desde un lab oratorio invisible por científico s neuróti cos es la
J quiero publi car nunca» (carta a Mersenne de octubre de 1640, AT vari ante actual del dio s engañador. Así pa só Des cartes de héroe del
m,213-4). pensamiento a creador involuntario de un imb atible monstruo escépti­
\1 Co nocemos el camino cartes iano: primero Descarte s pone en duda co (Ol aso, 1994 ). Es oportuno destacar qu e la estra tegia cartesiana no
todas las fuentes de conocimiento ha sta encontrar un con ocimi ento fue la única que ensayó la modernidad. En el ámbito de la filo sofía
,I
que resista la duda. Comienza por los s ent id os, ati ende la llam ada angl osajon a fue tr ad icion al oponer al escepticismo una cert eza relativa
:1 hipótesis del sueño, desp ués im agina un genio malign o qu e se compla­ (d. Van Leeuwen, M. j arnie Ferreira).
ce en engañarn os acerca de lo qu e creemos rec ordar y tambi én haci én­ Siempre que se recuerda esta fortuna de la empresa cartesiana, esta
l· • •
donos cre er que son evidentes cosas qu e no lo son. Al cuestiona r la cur iosa fábula de la filos ofía, surge la pr egunta: épor qué seguir soste­
memoria cae la confianza..e rí el co n oci miento matemático porqu e la niendo la exigenci a de certeza ? ¿No es el id eal de certeza absoluta el
que alimenta el escepticismo ?
I memoria es indispensabl e para todo tipo de cálculo. Además el geni o
puede hacer que par ezca vigilia lo que en realidad es sueño. (Esta hipó­
¡j
tesis de la vida como sueño sigue siendo hoy uno de los temas centrales
de discusión entre escépti cos y anti-escépticos; d. por ejemplo, Mouli­ V. CERT EZA Y CONOCIMIENT O. MOOR E y WITT GENSTEIN

:! nes.) Descartes prepara cuidado samen te el m omento en qu e surg e la


primer a evid encia indudable. Procede a la man era de un escéptico tan La not able r ehabilitación de la pertinencia filosófic a general de la rela­
extremado qu e no se puede mo strar un ejempl o similar en la hist oria; ción entre certeza y escepticismo en este siglo se debe a ciertos textos de
i e.E. Moore y, sobre tod o, a la discusi ón que mantu vo con ellos Witt­
'I duda de tod o, hast a que se detiene en el act o mism o de dud ar; pero
advierte qu e no pu ed e dudar de que duda. Y así se hace patente que si genstein, en los últim os meses de su vida (d. M oore; Wittgenstein, 1969).
i A partir de Sobre la certeza se abre paso una discusi ón centrada en la -!,
duda entonces piens a (porque dudar es uno de los modos de pensar) y
'1'llsi piensa entonces existe. Pareci er a que Descartes se hubiera propuesto ~ósi¿L9:il eñ tre_e.LeSc:·ep ticismo surgido de consideraciones filosófi cas y '¡
'I¡mostrar qu e entre las dud as de los escépti cos y el halla zgo de la prime­ nue stra s certezas cotidianas. Esa obra de Wittgenstein es una pequeña
-,}. II ra certidumbre pu ede hab er una ex tr aña e imb atible co ntinuidad, En f;acción de los noventa volúmenes de qu e consta la totalidad (no siempre
un segund o momento Descartes qu ier e estar seguro de que su certeza filo sóf icam ente at ra ct iva) del legado de Wittgenstein. Pareciera, sin
es objetiva, es un saber, y para ello dispone las múltiples y difícil es embarg o, qu e se pu ede afirmar que en ese bre ve conjunto de notas no

116 117
-----:y
E Z EQ U IEL DE O LAS O
C ER T E ZA Y ESC EP TICISM O

"1
correg idas está concentra da un a de las reflexion es más fecund as del auto r. cluyen la certeza. En el idio ma act ual de la aca de mia, A con oce algo,
I Hay qui enes no vacil an en col ocar Sobre la certeza en un mismo ran go p, si y sól o si (i) p es ver dadera ; (ii) es imposibl e que A esté eq uivocad o
j'
i co n el Trac tatus y las In vest igacion es filosó ficas. y (iii) A tiene el «tipo correc to '>de razon es en apoyo de p. Clara me nte
~f •
!lj En norte am éri ca el intento de Mo or e re cibe un a crítica diferente (ii) es un a expres ió n de lo qu e siem pre se ha e nt endi do por cert eza .
¡: que or iginará un a sucesión de posici on es escépticas (d. Clarke, Str oud , Según esta formul ación la certe za es un grado de co nocim iento de tal
Cav ell, Nagel, la no ción de insulation de Burn yeat , 198 4). índo le que es infalibl e. Así es clar o que si se puede pr ob ar q ue hay
, ) H ay quienes sostienen que ese co nflicto no se esta blece en torn o a l co nocim iento seguro, ipso fact o, se anul a el esceptici sm o como actitud
la exi gen cia de ce rt eza y qu e por esta y otras razon es no se justific a el \ global. N ada impe d iría que se ad m itie ra, jun to a esos co nocimi entos
. «pesimismo » de los auto res cita dos (Wi lliams); tam bién están qu ien es segur os otro s qu e no lo son tanto y hasta dominios de ignorancia insu- '
1, ' sostienen qu e ese conflicto no se est ablec e en absoluto (Str awso n). \ per able, lo que en tod o caso sól o darí a carta de ciudadanía a escepticis­
Vo lvamos ah or a al co m ie nzo de esa histori a. Vo lvamos a M oore . m os parciales.
Moore defendi ó el sentido com ú n en po lém ica co n el ideali sm o. De los trabajos qu e escribió Moore so bre esto s temas se d esta can
En la medida en q ue el ideali smo ponía en dud a o negaba la ex istencia «Una defen sa del-sentid o co mú n» (1925 ) y «Prueba d e un M undo Ex­
del mundo exterior, la decidid a ex pl or ación de M oor e fue holl and o te rno » (1939); un a in vesti gación más co mpleta acaso no deber ía ex­
viejos dominios del esce pticismo . Po r supuesto se puede ser escép tico cluir «Cert eza» (19 4 1). Se ha hecho not ar qu e en el primero Moore
sin ser id ealist a y se pu ed e ser ide alista sin ser escéptico, per o en M e o­ mu estra su ad hesió n al se ntido co mú n y seña la qu e es o bvio qu e el
re ambos temas tienden a fusion arse. Esto ha llevado a sosten er qu e fue mundo ex terior exi ste, ex plica p or qu é cr ee estar en lo cierto, ex horta
la rea cción anti-ideali sra de M oore la q ue pr omovi ó un ren acimi ento a adherir a su posición , pero no pretende probar sus asercio nes . Hasta 1/
creciente ment e co mplejo del esce pticismo y sus críticos hasta conver-/ aq uí a parent eme nte hab rían co incid ido M oore y Wi ttge nste in en que I
tiri o en un o de los tem as ce nt ra les de la agenda filosófica actual (por se pued e no est ar equivocad o respecto de ciertos hech os aun qu e no se
ejemplo, Resche r, 19 80, 6). pueda ofr ecer pru ebas . En cambio, el ensayo posteri or se propon e brin­
La crí tica al idea lismo d e M oor e y su alegació n de qu e co nocía dar, titula rrnenre y en el cuerpo del artícul o, «pru ebas» de lo que antes
:: co n certeza qu e los o bjetos exte rn os existen, estuvo aco mpa ñada po r se co nside ró obvio.
t ¡¡ la co nvicció n de que el c..sllloci J1l.i~ nt o es tLfles t~cjo n~n tal. M oor e
En este segundo ensayo M oor e se hace eco del reclam o de Ka n~ , >­
su po ne, co n muchos de sus co legas de esos año s, qu e la ce rteza debe ,
En el «Pref acio» a la seg unda edi ció n de la Críti ca de la Razón Pu ra
"" : hallarse sólo en el con ocimiento dir ecto de ent id ade s m7ñtal e~ p riva­
-1 - _. - - ... Kant señ ala, mem orablemente, que el escepticismo respecto de la exis­ ,l·
i i das. Wi tt genstein re ch aza claramente est e supuesto : «Así cuando tencia del mund o ex ter ior no hab ía sido su pera do por la filosofía y que
Moore se col oc a ante un ár bo l y dice "S é qu e hay un árbo l" sim ple ­ éste er a un desa fío pendiente. En sus palabras: «Por mu y ino cente qu e
m ente está est ableciend o la ve rd ad ace rca de su estad o en ese m o­ pu eda ser co nsiderado el idealism o, respecto de los fin es esen ciales de
mento» (Wittge nstei n, 1969, 532). la me ta física (yen real idad no lo es), siemp re es un escá nda lo para la
Adm itir qu e hay co noci mie ntos seguros es un o de los rasgos de la filos ofía y para la razón universal hum ana, el no admitir la exi stencia
corriente centra l de la filosofía occide nta l de sde Plat ó n. Ta mbién lo es de las cosas fuer a de nosotr os (de donde pr ocede sin e mbargo toda la
del llam ad o senti do co mú n. El hombre y la mujer de la calle, los niños, m at eri a de los co no cimien tos, inclu so para nu estr o sent ido intern o)
los niñ os de la ca lle, sabe n co n seguridad mu cha s co sas, co n tanta sin o por la fe, y si a algui en se le ocurre ponerl a en duda, no pod er
segur ida d que se sor pre nderían si se les plantearan dud as «filos óficas». presentarle ninguna pru eba satisfacto ria».
ellos sabe n esas cosas co n inde pe nde ncia de pod er apo rtar razon es es­ Se h a hech o notar que casi la mitad de las entra das de So bre la
pecíficam ente filo sóficas en ap oyo de su saber co m ún. De est e mod o certeza se refieren a «Prue ba de un Mundo Externo » y qu e casi un
en contram os diseñ ad o un tri án gul o donde el saber filosófico y el saber centena r de estas entradas se r efieren especí ficame nte a la oració n qu e
del sentid o co mú n difier en ent r e sí y se suelen oponer de ma neras Moo re usa co mo premi sa de su pru eba. Esto sugiere q ue Wittgenstein
dif erentes, al esceptici sm o. mostró un a marc ada extr añ eza a nte esa preten sión del ensayo de M e o­
Se ha reformulad o el más pr esti gioso ideal dogm áti co de co no ci­ r e de ad ucir pru ebas.
miento, el que consta en la Repú bli ca de Plat ón , como un con junto de La prueba de Moore se pued e art icular así: (i) Aqu í hay un a man o;
co ndicio nes ne cesaria s por sep ar ado y en con junto suficientes, que in- (ii ) Aq uí hay otra ma no; (iii) Po r lo tanto, e n este m om ento hay d os

118 119
E ZE Q U IEL DE O L ASO
e E R TE ZA y E S e E P T ·' e 1s M o

ma nos. (N o n os demoramos en ex am ina r el hecho de q ue la prueba ra, o pinio nes q ue entrañab an q ue la certeza a posteriories posi ble. Por
inclu ye la realización de alg unas acc io nes co mo levantar un a man o y
h acerl a ver por un int erl ocutor o un público.) Se ha observado que de
este mod o M oor e no alcanz a a pres enta r una pru eba en favor del mun­
r
I o tra pa rte, M oore ad m itió qu e hay una dif eren cia entre certeza y co no­
~) cimi ento y qu e el conocimi ento es una condición necesaria de la certe­
za. En cam bio, Wittgen stein consideró, como anticipé, que los co ncep­
do ext erno por qu e no llega a esta blece r qu e en este mo men to ha y dei s tos de certeza y co noci m ie nto eran lógicam ente ind ependientes.
manos fuera de no sotros . Algún filósofo , Berkeley por ejemplo, podría .-- Se podrá preguntar de qu é modo Moore «prueba» qu e la certeza
admitir qu e cad a una de esas m anos en este momen to existe, pero exis te, pues para pr ob ar la cert eza un o debe usar un arg ume nto cuyas
co mo pa ra él una mano es senc illa me nte un m ontón de ideas y tod as pr emisas tien en qu e ser más fuertes que la co ncl usión, pero ¿qué pu ed e
las ideas existen en la me nte; y co m o decir qu e algo existe en la mente ser má s fuerte que una certeza? Ni M oore ni Wittgen stein of recen un
es negar q ue ex iste fu era de nosotros, así, del hech o de qu e aho ra arg ume nto ex plícito en ap oyo de la ex iste ncia de la certeza. Parec iera
ex isten dos m an os no se sigue qu e ah or ae xist e algo fuer a de nosotros. que am bos ven clar am ente q ue de otro mod o se ex pondrían a las obje­
cio nes escépticas. Ya sabemos que el viejo recurso de cont rago lpear al
I Est a «p ru eba» es un entim ema (es decir, que M oore ret iene in
me nte --en tbumoi-i-, un o o var ios de los enunciad os qu e com po ne n escé ptico (esperar a q ue él haga ase rc io nes , esto es, se equ ivoqu e, y
su razon amiento, en este caso varias de sus pr emi sas). En tonces ha y caza rlo ) no es mu y útil. Ad emás el escéptico es un co nt rago lpeado r

I j
j
que suplir las p remisas que falt an: (iv)L a exi st encia de una man o hu­
mana cualq uiera no dep end e de qu e estem os en cie rto estado psicológi­
co ; (v ) Tod o aqu ello qu e no dep ende de que este m os en cierto estado
psicológ ico existe fuer a de no sotros. Entonces d e (iii), (i v ) y (v) se si­
nato y si es du cho en lides dialécticas nunca to mará la iniciati va. Así se
ha suge rido q ue Moor e empleó un a estra tegia no argumentativa de
contragolpe. Es de cir, no tr at ó de go lpear al escéptico en un juego
argume ntativo sino de ofrece r resisten cia a cie rto tipo de maniobras
gue, (vi ) Dos man os human as ex iste n a ho ra «fue ra de nos otros» (d. escéptica s y amo rt igua r sus efec tos (Stro ll, 1994 ,49 ss.).
St ro ll, a quien sigo pr efer entemente en su rei vindicación de la pro fun- I\ La reac ción de W itt gens tei n re sp ecto d e las op iniones de Mo or e
didad filosófica de algunas opiniones de Moore; co n mod eraci ón , tam o, so bre la certeza y el co nocimiento, se ex presa en su cara cterístico esti ­
bién sigo su fer vo ros a evaluac ió n de las id eas de W itt genstein) . lo brillante y o rac ular. De eso s aforism os cita ré mu y pocos en este
Esa p ru eba qu e en saya M oore co nstituye de he ch o un enf renta­ informe. M ás bien, per severaré en la prosa servicial y un po co rastrera
miento tác ito , pero no tori o, contra la fuerte tradición qu e acaso surge de la academia actu al. Se puede decir que el crite risJ.pa ra det erminar si
1" e~li u n'¡'e'y-s¡gue hast a Q uirie, seg ú n la c ual las p roposiciones a poste­ yo sé (conozc o) algo, es qu e yo pueda decir córnoheljegado ?cQ.[1g<;:er-­
riori (sint éticas, co ntinge ntes, etc. ) nunca son ciert as. Los que así pien ­ rO(esta o bse rvac i 61~acas oprov ie n~ de Carn a p). Lo carac terístico de los
san argu m entan qu e sólo se pod ría determinarque estas prop osicion es ei~J!l RlQ~.d~Mo o re «<Sé qu e hay una man o», «Sé qu é i-l¡:;;:;c-;- heestad o
en Saturn o>" etc. ) es g u e_tv109~.E0 po dría decir có mo ha !legad o a \
son ve rda de ras sob re la base de ex periencias pasad as y esto deja incier ­
to lo qu e podría pasar con ellas cua ndo se conocieran las proposiciones co noce r esas proposi~. Esto lesu g iereaWigg e ~ ~tei n la osad a
cÜrijetura C1eqli'e"no se trata de proposicion es cognitivas. Para esta no ­
\D
qu e ho y so n futuras. A lo sumo tendrían ciert o grado de probabilidad .
En cambio las pr op osiciones a prio ri (ana líticas , necesar ias, tautológi­ ved osa int erpretao ó'ñ M"Qm~ycua lQ.u i eí:,a_a~ osotrº1 , tie~~~~a\ tn
cas, ete.) son ciertas porque valen para to da circ unstanc ia, de m odo deellas pero esa~rtezaJ1Q.e,s_pr o p.o}Lci~st o es, p.~ten ece_a ~~ )
qu e nin guna exp eriencia futur a po d ría ir co nt ra ellas y esto significa
q ue la pers ona qu e las asever a no p uede esta r eq uivoca da . Aho ra bien,
ta l certe za no da información ace rca del mund o. De la proposición
d ominio ajeno al.pro piamente cogni tí'V(f-~o nstatación «Aq uí hay .
una ma no» no pued e funcio na r como premisa de una prue ba. Según r rl,~\:;(,
~I\
Wittgen:tein, M oore ha reali zado .u na operac,ión típ i ~a de los fi lós o fo ~> " .._ ~). Il
«T odos los gigantes son altos» no se sigue que efectivam ente hay gigan- . ha extraído esas pal abras d el me dio en que vive n y tien en plen o sen ti­ ) . ,.;;.v
tes. Ese tipo de pro posicio n es só lo da info rmació n sob re rela ciones do, qu e es el uso común, y las ha trasl adad o al mund o extraño de la '.,
co nceptuales. M ora bien , Moore se enfrentó a esta pre stigiosa y larga \\ especulació n. La exp resión «Aq uí hay una ma no» tien e sentido si la
tradi ción negand o que no se pudiera sabe r co n ab soluta ce rteza q ue las reintrodu cimos en un jue go de lengu aje. Por ejem plo, varios hombres
pro posiciones co ntingentes fuer an verdad eras (Stroll, 1994, 16-19). recorren los esco m bros del ár ea de Ch apultepec después del terremoto
Veam os ah or a en qu é coinciden y en q ué cl¡f;ren am bos filósof os de la ciudad de Mé xi co y un o de ellos dice «Aq uí hay una man o». En
') so bre algunos tem as qu e tocan direct am ente a nu estra cuestió n. Ta nto este co ntex to (ma cabro, lo r econozco) y simi lar es la ex presión tien e
Moo re co mo Wittgenstein sostu vieron, aunq ue de mu y diversa ma ne­ sentid o. Pareci era, según las estipulacio nes de Wittgenstein, q ue las

120 121

E ZEQU I E L D E O LAS O C ERTE Z A Y E SC EP T IC IS MO

~ proposiciones que tienen sentido no son filosó ficas y las que son filoso­ se par ación , este «a islam ie nto» recíproco , nos aco m paña d esd e Ka nt
11 ficas no lo tienen. (Burnycat, 198 4).
«La diferencia en tre el concepto de saber y de estar segur o no es en Str awson pr opuso ini cialm ente co nt ra el escéptico un arg ume nto -'J
absoluto de gran importanci a, ex cepto donde se considera qu e "Yo sé" de tipo tr_~<;:mcl ¡:nt a l. Kant fu e qui en do m inó co n ce p tua l rñEñtey'a-¡;r ; ~ -,
significa : no pu edo esta r eq u ivocado » (Sobre la cert eza, 8 ; la curs iva c-Ósisreí{¡áticame nte este tip o d e «pru eba». Desde Strawso n se tiende a
pertenece al texto). Esto es, cuando se co nsidera qu e «Yo sé » sign ifica habla r no tanto de «p ru eba» tr ascendental sino más bien de «argum en­
«estoy seguro». Y esto es lo que hace Moore. to s» tr ascendentales. En su m áxima generalidad un ar gu mento de este
Ah ora bien, las ce rteza s forman un sist em a y co ns tit uye n algo así tipo se puede expresar así : «Si hay algo X entonces tien e que hab er algo
como el m arco del sentid o común que todos compartimos. Lo opuesto Y ». Est o es, Y es un a co nd ició n necesar ia d e X . Proced er mediante un
¡ /7"\ a un co noc im iento verdad ero es una falsed ad, lo op uesto a un a certeza ar gumento trascendental, esto es, ad op tar una estra teg ia tras cend ental
! r¿t . es una anomalía. con sist e en bu scar co nd icio nes necesar ias cla ves en a lgu na región d el
I A,~r"J) \ Es bu en o distinguir en tre las proposiciones que expo nen alega cio­ discurso o d e la ex pe rienc ia. Éste es el obj etiv o mín im o qu e pers igue
t L:) t:. ·. ~ ne s de co no cimie nto y que pe rte ne ce n al juego d e len guaj e, por un
lado, y, por otro , la certeza que funda el juego de lenguaje y es condi­
esa estr at egia. El objetivo m áxim o es establece r las co ndicio nes sob re "1
la naturale za y la exi stencia d e un mundo ex te rn o o de otras mentes.
I ció n d e su posib ilid ad. En ambos caSOS hay que atende r a lo qu e tiene que ser el ca so par a qu e
1I

~
Stroll so stie ne q ue Wittgenst ein no disc utió co n los texto s d e ' ha ya ex pe rie ncia o pa ra qu e la ex pe rie ncia sea lo q ue es. Strawso n
M oore la pro po sició n «yo sé (etc .). com o si su discu sión estuvi era intentó un a estra teg ia d e est e tip o para est abl ecer la vacuidad d e las
limitad a a usos pr o posi cional es d el len gua je, seg ú n ha supuest o Me­ dud as escé pt icas respect o de la ex istencia de o tras mentes. El arg um en­
G inn. Est o, a juicio d e Stro ll, hi zo perder de vista la ori gin alid ad d e to , rná x ima mente reducido , proced e as í: un o es capaz d e ad scrib ir es­
:\ Ia posició n. d e W irrge,ns te in . D esd e el comienzo d e su in vestig aci ón tad os d e con sciencia a un o mi sm o sólo si uno es ca paz de adscribi rlos
Wl ttg en st elll se a pa rto de to da forma d e con sid er ar la ce rt eza pr o po ­ a otr os. Para du dar so bre la existe ncia de otras mentes hay qu e emp lear
sici on almente (Str oll, 19 94, 6 -7). el co nce pto de o tras men tes y esto sólo pu ed e ha cerse si un o pu ed e
di st in guir ent re «mis esta d os de Consc ie ncia» y «los esta d os de co ns­
ciencia de o tr os». Pero est o só lo se pu ed e hac er, a su vez, si los o tr os
VI. AL MARGEN DE LA POLÉMI CA ex isten . La identificaci ó n de esta dos de consciencia só lo pu ede ha cers e
po r refe re nc ia a particul ares d e cierto tip o , a saber, perso nas . A su vez
Thompson C larke mostró qu e el int ento de Moore pr etendía valer para el co nce p to de pers ona ex ige qu e ha ya criteri os para dis tinguir una
estas d os tesis O) las alegacio nes d e la vid a ord in ari a so n rel ev antes y p er son a d e otra, porq ue de otro m od o la id entifica ción d e estados d e
op erativas par~-modificar y hasta refutar las opi niones filosóf icas bási­ consci enci a ser ía im posible. Así un o p ue de ha blar de «la ex pe r ienc ia
cas; 2) las a legacio nes fil os óf ica s no so n relevantes y operativas pa ra de uno » sólo si pu ede ha blar d e <da experie ncia d e otros". Esto sól o es
modificar ciertas opini ones d e la vida o rd ina ria. C lar ke m ost r ó q ue posible si hay crite rios par a di st ingu ir entre pe rso nas . Y pu est o qu e un o
aquí h ay un cami no d e id a y vuelta: si (2) es verdadera enton ces (l ) no pu ede habl ar signifi cativ amen te d e las ex pe rienc ias d e un o, tales cr ite­
lo es. Dicho d e o tro mod o, si las alegacion es d e co nocim ie nto qu e rios tien en q ue ex istir. Ah or a bien, si exis te n crite rios en tonces consti ­
hacem os en la vida o rd ina ria so n «in mu nes» a las d udas filosóficas, tu yen fund amentos lógicamente adec uados para adscr ibi r esta dos d e
enton ces las alegacio nes filosóficas son a su vez inmunes a las alegac io­ co nsciencia a ot r os. Po r lo tanto, las du das escép ticas so bre la ex iste n­
ne s de la vida ord ina r ia. No se pu ed e comprar un a segurid ad sin tener cia d e o tras mentes so n vac uas . M ás aú n, el escéptico no puede siquie­
qu e pagar p or la o tra (Cl arke) . ra fo r m ularlas sin empl ear el di scurso cuyas condi ciones d e emp leo
Como señ alé, este ensay o ha tenido co nsecuencias pod erosas. (No so n legitim ad as por lo qu e el escéptico qui er e p oner en cuestió n .
pod em os penetrar aquí en la discu sión de las po sici ones d e Str oud , d . Otro ar gumento trascend ental de Strawso n qu e ha traí do mu ch a
Sosa, 1 9 88 ; este ensay o es út il par a entender tambi én la po sición de di scusi ón es el relati vo a la ex istencia d e particul ar es mat eri ales inde­
Nozick, q ue no h e considerado.) pe ndi entemente d e la per cepci ón. En general se h a dis cutid o mu cho
C larke mostró qu e exi stía una tensi ón ap ar entem ente insuperable ac erca de lo que p rete nde alcan zar un arg ume nto de estas ca rac terísti­
en las rel acion es entre se nti do co m ún y ale gacion es filosóficas. Esta cas. Pu ede querer est abl ecer la existencia d e al go o bien qu e ciertos

, I

\1
122
- 12 3

I
f. ,

E Z E Q UI EL DE O l ASO
. C ER TE Z A ' y E S CEPTI CI SM O

co nc ep to s so n neces ari os pa ra nu estro esq uema co nce ptual. En es te sino q ue se es pe re pr ob ar su ex iste nc ia y se intente tal pru eb a un a y
caso ées nuestro esqu em a co ncep tua l el ún ico posibl e ? Si no lo fu era, ot ra vez. Per o la s razon es para tal di solu ción del p robl em a di st an d e
en este caso el arg ume nto tr ascend ental sería relativ o. Una co sa es ar­ ser las q ue ofrece Strawson,
gume ntar qu e tenem os qu e poseer y em plear co nce ptos como espaci o, Stra wso n pr op on e a lgunos ejempl os en los qu e el esce p t icismo
tiempo, causalid ad y parti cul ar es co nd icio na dos por ellos , y otra muy pla nt ea pr obl em as oc iosos, fú tiles. Así, dud ar si el mund o ex te r ior
dif erente mostrar qu e ex isten cosas qu e co rres po nde n a esos co ncepto s existe. Lo qu e ha y qu e hacer , según Strawson, es ign orar esas dud as,
y qu e son anteri or es ex istencialme n te al e m pleo d e ello s. Si tenemos po rqu e las répli cas al escepticismo tambi én son inútiles e infecund as.
un co ncep to d e o bjeto s ten em os qu e ten er un co nce pto d e la ex iste ncia Así, es un a co nf usió n o un error inventar refutacion es o to nifica r refu ­
cont in ua no percibida d e obje tos, porqu e esto es necesari o par a el con­ tacion es ex iste ntes.
cep to de un mundo esp acio -tempor al sing ular. Y pr ecisamente la creen­ He dich o q ue Strawso n sos tiene qu e el escepticism o es ocioso por ­
cia en un mundo espac io- te m po ral sing ular co nt in uo es lo que el escép­ qu e sus arg ume ntos no pu ed en afectar nue st ras creencias reale s. Se ha
tico n os pide qu e justifiquem os. Así pu es, se ha o bjeta do q ue tenem os añad ido qu e se pue de int erp retar que también ha soste n ido la fu tilida d
que tener tal cree ncia como cond ición d e la ex pe riencia pe ro que est o del esce pt icismo po rq ue las dudas del escéptico so n fú tiles e n el se nt i­
no es lo mism o qu e pr ob ar qu e tal es ob jetos ex iste n. Un o asevera lo do dequ e so n irrea les o engañosas. Finalmente Str aw son ha impugn a ­
qu e tenemos q ~r~, .tIC) c ómo son las cosas , ­ do los d eb at es suscitado s por el escepticismo y el antiesce pticisrno por ­
~ P ocfr ía aJucirse un a respu est a sim ple: pu esto qu e el escé p tico sólo qu e e! a n tiescé p tico qu e trata de refutar al esc épt ico arg ume nta
qui ere que justifiquemos nu estr as cree ncias, a l hacerl o satisfac emos las ociosa me n te en el sent ido d e qu e sus ar gumentos nun ca nos dar án nu es­
ex ige nc ias del esce p ticismo. tr as ra zo nes par a cre er (Bar nes).
D em asiado sim ple : el escé ptico pu ed e mo ver fácilmente su ata­ De la in anid ad d e las objecio nes de! escepticismo co n tra nu estras
que a un nivel su perio r. Acaso un a fo r ma dad a de ex pe r ie ncia, mu y creencias reales se ha derivad o otra actitud . William s pr op o ne qu e no
limitada, requi er e d e esos co nce ptos funda me n ta les. Per o éq ué se ale­ co nce damos a la ex igenc ia de cert eza un lugarprep ond er ante en nu es­
garía si hubi er a for ma s d e exper ie ncia qu e no so n espacia les o causa ­ tra eva luac ión del esce pt icismo . Observa qu e la exi gen cia insa tis fec ha
les ? La presentaci ón de lo s arg ume ntos tr ascendental es requiere así de certeza abso lu ta no es ca paz d e pr oducir un efe ct o real co mo e! qu e
(. ser co m plem e nt ada co n arg ume ntos ant i-rela tiv istas (Stroud , 1984 ; d eb e ría produ cir el esce pticism o. El escepticism o pu ed e pr esentar se
G rayling, 19 92). co mo un descubrim iento perturbador ace rca d e la condición hu man a
St ro ud seña ló ag uda me nte q ue de ese mod o no se ataca ba el pr obl e­ só lo si pone en jaque rasgos ese nciales de nu estras ac titu des epist érni­
ma d el mund o ex te rno y consigui entem ente se d ejab a abierta la po sibi­ cas co tid ianas. Per o lo qu e ne cesitamo s par a p rop ósi to s co tidia nos es
lid ad de que el esc ép tico reit er ara sus acos tum bra do s arg ume n tos sobre la creenc ia justifi cad a. Pare ciera que pued e hab er un cho q ue pro fu nda )
posibles diferen cias entre el mund o tal como se nos apa rece y el mund o ent re filosofí a y vid a común sólo si nuestro int ento d e evaluar nu est ro
tal como es. En respuesta a las ex igencias de Stro ud, Str aw son mantiene co nocim iento d el mund o ame naza llevarnos al esce p ticismo r adi cal.
su posición sobre la futilid ad del esce pticismo per o renuncia a arg ume n­ En la vjda co m ún nos ada pta mo s a que nu estra just ificación no es té
tos trascendentales y se inclina hacia una posición naturalista (Str awson , co m pletame nte a có'raza:d a:-(Si poCleiiiOS ada ptarnos a qu e esté siem pre
19 85 , 21) . C onsidera qu e el escepticismo es ocioso po rq ue sus arg umen­ co m ple ta me n te ex en ta d e valor es otro tema.)

~
to s so n impotentes par a afectar nu estras cree ncias reales. Así pue s, como Así el esce p ticismo rad ical no sería el qu e estipula co ndicio nes
sos tie ne el naturali sm o d esd e Hume - noso tro s d irí am o s, d esde Pas­ ideal es de co nocim ient o sino el qu e afecta pr ofünda y realmente nu es­
cal- la natural eza se encarga d e supe rar las dud as escé p ticas. - tras co n viccio nes . Ésta es un a observació n qu e de spi erta nues tra adhe­
Str awson se pr esenta flanquead o por H eid egger y W ittge nste in para sió n. Ofreceré d o s ejem plos, uno qu e encue nt ra n lo s pr ofesor es d e ¡
pr op oner su naturali sm o . Es dud oso qu e esta ve rsió n de naturalismo filosofía cua ndo e nse ña n el esce pticism o y o tro de Willi am s. Al leer un
fu er a verosímilmente end osad a por sus pr esuntos alia dos, ni siquiera clásico co mo Enesidemo sent im os que no hay verdad er am ente nin gún
es claro que ambos decl ar ar an ocioso el esc ep tici smo por las razones pr obl em a en el más famo so de los tropos escé p ticos : qu e la torre se nos
que o frece Strawson. aparezca red ond a d e lejos y d e cerca cua d ra da . T od os to ma mos en
H eidegger sos tuvo qu e el ver da dero escá nda lo de la filosofía no es cue n ta la difer en cia d e las relacion es. Co nsideraríamosi nsa no a quie n
que se fracase en el inte nto d e probar la exis te nc ia d el mund o ex terio r exclama ra : «iQ u é in cr eíbl e, la misma m oneda qu e aparece ovalada

124 125
E ZE Q U IE L D E O LA SO C E RT EZ A y E S C E PTI CI SM O

cua ndo la mostram os de cos ta do apa rece red ond a cua ndo la m ostr a­ las inves tigac io nes ordi na rias, diferentes de las investigacio nes escé pti­
mos de fre nre!». M ás a ún si desp ués nos presio na ra para qu e le d ijéra­ cas. Por co nsiguie nte W illia ms esti ma qu e el escep ticismo es irre leva n­
mos cuá l es la forma real de la mon ed a. Un ejemp lo de escepticism o no te fuera del co ntex to de las in vestigacion es escé p ticas.
radical es, a juicio de Willi ams, el qu e ofrece Unger cuando argu ye qu e Una de las tesis centrales de Will iams es qu e es el fu nd arne nt isrno
el términ o «co nocim iento », co mo el término «Íiso», es un términ o el quele da sentido-al es_<;:e pti cis¡;'¡o. En Ta medid a en que se aba ndona n
abso luto . Así co mo un a su pe rficie es est rictame nte lisa si y só lo si no las p rete nsio nes fundacio nistas el escepticismo cae. Wi lliams co nside­
tien e nin guna arrug uita, y esto significa qu e nin guna superficie física es ra qu e la ún ica forma de at acar al escepticismo es co me nzar por negar
rigurosam ente lisa, del mism o mod o, sostiene Unger, el co nocimiento la est ip ulación de que e l escép tico no tien e tesis prop ias, (pp . 44-5) .
requ ier e un a ce rteza absoluta . Yo sé a lgo si y só lo si no existe nin guna Pero el escepticismo ha dem ostrado en la histor ia (q ue W illiams co no ­
pos ibilida d, po r re mo ta q ue sea , de qu e mi co nocimi ento sea falso . ce tan bien co mo el m ás expert o) un a increíble capacidad pa ra t repar
Segú n esta teor ía es in coh er ente co mbina r un a aleg ació n de con oci­ a poyándose en el tr on co de las más disími les pr o pu est as filosóficas.
miento co n la ad m isió n de qu e, sin e mba rgo, un o po d ría esta r eq uivo ­ ¿N o puede oc urrir lo mi sm o co n e l aba ndo no de l fu nda mentismo ?
cado . Unge r ad mite que po de mos ten er co noci miento pa ra fine s prácti­ ¿N o es co nce bible que a l erigirse, po r ejemp lo, nu evas for mas de just i­
cos, así co mo p od em os juga r al bill ar en un a mesa qu e ad em ás de fica ció n del co nocim ie nto , ge r mine y ascie nda un a nueva y sofoca nte
sa tisface r ot ra s exige nc ias no fuer a per fectam ente lisa. Pero no te ne ­ enred ade ra escép tica?
m os realm ente co nocim iento si no pod em os desp ejar todas las posibi ­
lid ad es de erro r (com o las qu e derivan de la hip ót esis del sueñ o, O del
ge nio malign o'o d el co nsa bido ce re bro en la tina). Vl. UN DEBATE ACT UAL EN T ORNO A CER1J .ZA y ESCEPT ICISM O
Wi llia ms a rg uye qu e, si esto es tod o, e nto nc es el escepticism o no
es un pr obl em a serio po rq ue no susci ta nin gún co nflicto profund o en­ Al qu ed ar en descubierto la pr et en sión de infal ibilidad como base del
tr e la filosofía y la vida co mú n o acaso ningún co nflicto en a bso luto. Si co noci m iento, mu chos fil ós ofos ac tua les reaccion an condenand o el
ésas so n las dudas del escep ticis mo ento nces ésas so n dudas «no natura­ recurso a la ce rteza co mo un a ac titud retr ógrada y oscu ra nti sta. Esa
les». Es o bvio qu e el descubrimi ento de qu e nada es abso luta me nte liso búsque da de la certeza implicaría renunciar a la filosofía civiliza da
, no es perturbad or po rq ue las irr egul arid ad es qu e sabemos qu e tien e la qu e ha inco rpo rado ~W_s.sj ~~tíficos s eg ~n 1 0s~.!~d Qi los

mesa más eq u ilibrada n o n os impid en jugar. Y si decimos qu e es real­ conocirnie nrps so n.revisables, a l aJu ~ de ex pe riencias futuras. Sus­

mente lisa esta mos d iciend o su ficient ement e lisa para sa tisface r las tr aer de esa crítica algunos sa be res infa libles sería algo así co mo legi­

ex igenc ias del jurad o más exigente (W illiams, 1991,48-49). tim ar nu evos asilos de la ign oranc ia. Así co ncl uyen alega ndo que

~ La not a distintiva del fund am enti sm o es el co mpro miso co n cree n- despu és de tam aña ex pe rie ncia histór ica co mo la q ue ha recorrid o el

cias b á~i ca s inmejo ra bles . Es d ecir que la ex igen cia -d; cer te za co mo pen sami ento occid ental en los últim os cua tro siglos es falso e irritan ­

b'ase"de los co noci mie ntos human os es lo mism o que la po stul ación del te seg uir habl ando de co nocimie ntos infalibl es. Co n las nocion es de

fliñ da me nt ismo cog nitivo. De aquí, y de otras inn umerable p re misas q ue d isp on e el lector habrá not ad o q ue un filósofo actua l q ue recla-/

~
qu e ofrece en su hon esto y co m plejo libr o, Will iams infi er e qu e el rna renun ciar a la certeza en m od o algu no puede ser co nsiderado,
\; esce pticismo surge de un a co nce pción funda me ntis ta del co nocimie nto por eso, c om o escé ptico . M ás bien sue le tr atar se de un filósofo ami­
y la justificación. No porque haya que ra strea r en el esce pticismo cierta go d el co noci miento qu e qui er e pr eserv a r de desafíos imp erti ne ntes
bú squeda de la ce rteza si no po rq ue se r escéptico in volu cr a un a co m­ la falible fac ulta d humana de co noce r.
pr en sión funda rne ntista y, por ello realista-epi stem ológica , de la pr io­ Así este episrern ólogo ac t ua l, qu e se ha ed ucado co n Poppe r y
rid ad epistemo lógica. Po r prio rida d epistemológica se entiende la prio­ Qui ne, sos tiene que to das las experiencias est án ab iertas a revisió n a laG )
ridad del co no ci mie nto ex perie ncia l respecto del cono cimie nto del luz de experie ncias futuras. r uesto qu e el marco de l sent ido co mú n es
mund o (W illiams , 1991 , 2 05-211 , 21 8 ss.). un a teorí a, bien qu e pr im itiv a, por lo tant o el marco del sent ido co mú n I _
"- El escept icismo, pu es, da po r su puesto que las creencias relati vas a es revisabl e a la luz de ex perie ncias futuras. Pero si un a teo ría es re vi- I ' ­
-- . - r
objeto s' está n justi ficadas só lo si pu ed en deriv ase exclusi vam ente de ~a~ es p ?Eq ~e se.s l;P ~n e q.~e en alguna medid a pue de ser falsa. Pe ro \ ___
c ree ncias qu e se refier en a experie ncias. W illiams sosti ene qu e esa el co noci miento cierto es el qu e no pue de ser falso . Por lo tanto el
ex igencia del escepticismo es ajena a las ex igencias de justi ficación de m arco del se ntido co mú n no tiene ce rte za. (Es jus to añad ir que los

126 4 127
C ER T E Z A y ES CE PTICI S M O
EZ E Q UIEL D E O LASO

seguido res actuales de esos do s fil ós ofos susc riben posi ciones m ás tes concepciones del len guaje. H e aqu í un par de aforismos concurren­
mo de radas.) tes sobre las rela cio n es ent re ce rteza y dud a: «C ond ucta de dud a y d e
r- A su vez los partid ar io s de la concepc ió n no pr oposicion al d e la no dud a. Ex iste la pr im era só lo si exist e la segunda » (ibid., 35 4 ). «Si
'v cer teza so stiene n qu e el marco del sen tid o co m ú n no es un a teor ía, intentaras dudar de tod o no lograrías dudar d e nada. El juego mismo d e
la duda pr esup on e la ce rteza» (ibid., 115) .
, tamp oco es un a teoría «p r im itiva». Es un tr a sfof1.9.º_bi:[~g;ld o . Este
I.. ~ H e apuntado que Wi tt genstei n consideró que las proposi ciones que 1
-,. marco incluye pr áct icas com uni tarias qu e aprendern os tempranamente
" O ~\ .) . y que so n ingredientes esenciales del ma rco d el sentid o común. Si esas integr an e! ma rco de las cert ezas tienen una vida con tinge nte, histórica.
-, pr ácti cas fu er an rev isa bles o el iminabl es, el mar co del sentido comú n Se ha sos te nido también qu e las proposicion es qu e co ntiene n alegacio ­
~ ' \ \ sería revisabl e o elimi na ble. Pero, so stienen, n o son re visables o elimi­
nes d e co n ocimien to pe rt enece n al ju ego d e lengu aje, en cambio las
\-JO' '1\ na bles y, por lo tanto, el marco no lo es. De ahí, concluyen , el marc o certezas fundan el juego de len gu aje y son sus con diciones de posibilidad.
,-? ~L d el sentid o común es cie rto (Stro ll, 19 94 , 1 77). Ref ine mos un po co estas o bservacio nes co menza ndo por la última.
El deseo d e mostrar enfre ntad as d os series de argu mentaciones par a Str oll ha pr opuesto que Wittgenstei n sostuvo un a fo r ma d e fund a-' ,
cio nismo. Los fu ndame ntos d el juego de len gu aje están fuera d el juego 1 ~
que se vea bien el pun to en qu e se sep aran , ob liga a d ar un a ex p resió n
excesivame nte ro tu nda a a lgunas afirmacio nes . En las lín eas qu e sigue n de len gu aje y, sin emba rgo, lo sos tie ne n. W itt genstein lo caracter iza \ -< 11' .v
co n algunas m et áforas co m o «el fo ndo rocos o de nu estras convicci o- ,:
\~
")0 "'-.
»Ó ,
trataré de perfil ar más algu n os puntos básicos de la actitu d de Wi ttgenstein.
En varios afo rismos Wittgen stein ha sosten ido que hay pr oposicio­ nes- o «e! sustrato de to das mis in vestigaciones», qu e so n metáf oras d e \
ce rt eza . Lo qu e está en el fund amento no est á sujeto a justifica ción , ~
~ ' nes qu e e.n algunas o c~si~ne s integr an el fun da mento de las certezas y
duda, prueba, o algú n of recimi en to d e elementos d e pru eba, y no es .\
/ : que son srn embargo hi st óricas, Esto pu ede entenderse en el sentid o d e verd ade ro 111 falso. T od o lo qu e está su jeto a estas adsc r ipcio nes perte ­
•que ese m arco está integr ad o po r p rop osici ones qu e naci er on algu na
vez co mo hall azgos, co mo co nocimie ntos, y se sed im en ta ro n com o nece al juego de lengu aje. Pero co m o la cert eza no lo está, se encue nt ra . "
parte d el marco , esto es como certezas. A su vez p roposiciones qu e fue ra de! juego d e lengu aje. Examinemos ahora la cuestión d e la.h isto - 1, \~ q >::¡{V
fo rmaba n parte de l mar co se «d isolviero n» en co nocimie ntos y a su vez ricid ad de! marco d e las ce ri:ei:as.-G scer tezasestá n íuefa'del juegá d e
fuer on re emplazadas p or otras prop osiciones ciertas. Wittgen stein ha iengu~je ded~~ nTa"neras dif~~ntes . Pu ed en estarlo de ma nera relativa,
em p lea do la d ifícil im agen de 'un rí o: las agu as so n los sa ber es, los co m o cu ando un a certeza que está fuer a de dud a en un contexto puede
co no cimie n tos; el lech o so n las ce rt idu m bres. Y est o vale par a la vida no est arl o en otros context os. En el primer caso forma parte de las
de la s person as y de las co m uni da des . cert ezas, en el segu nd o d esempeña un pap el dentro del juego de lengua­
Re sp ecto d el escepticismo, Wittgenstein razona teniendo a la vista je. Ésta es la form a rel ati vizad a de certeza. Per o hay ot ras pr op osici o­
el escé p tico qu e mod el ó Descartes y también a la lu z d e un a co m pre n­ nes qu e está n más allá de toda dud a , cuy a certeza es abso luta , por
sió n n o m uy exacta de la dud a metó di ca de D esca rtes. Wittgenstein ejem plo, que la T ierr a exis te, qu e la Ti erra es mu y vieja con resp ecto a
pi ensa m ás bie n, como Kierkegaard, q ue De scartes se pr op on ía dudar la vida humana, etc. (Str oll , 19 94 , 13 8).
naturalmente, no metód icamente, de to do. Sin em ba rgo son precio sas Estas últ im as posi cion es de Wi tt gens tein han sido duramente cue s­
las reflexi ones de Wittgen stein sobre el carácter derivado de la activi ­ tionadas. Más crí ticas aún ha recibido su noción de «forma d e vida» d e
, d ad de d udar. Descartes postul ó, com o vim os, q ue sin un a dud a o rien­ la que me he ab st enido en este in forme. Se ha di ch o , co m o vimos, qu e
tad a y qu e pr etendier a ser ex ha ustiva, no era pos ible enco ntra r la certe­ Wi ttge ns tei n sus tra e del ex ame n pro p osiciones pri vilegiadas que él
r za. Wittgenstein, que co m prende la dud a de un modo natural, postu la, co nsidera incues tionables. Se replica qu e éstas, co mo todas, d eb en es­
tar sujetas a l control crít ico de la cienc ia y de la filoso fía. Por ot r o lad o
l J ¡,; a la i nv ersav que sin cert e z~: no h ay dud as. Lo ilustra d e var.ias man e­
ras . H e aq ut un a obs er va ci ón q ue Juzgo de gra n alcance : «SI ust ed n o los partidari os d e W itt genstein alegan qu e mu chas certezas son históri­
tie ne certeza d e ningún h echo, usted t ampoco p uede tener cert eza d el cas. (Si arguyeran q ue «todas» son histór icas est o originaría otra discu ­
significad o de sus palabras» (Wittgenstein , 1969, 114 ; cf. 12 6). El lec­ sió n.) De un mo d o m ás interesante ac usa n a sus adv ersarios d e valerse
tor es in vit ad o a seg ui r, «pero tengo ce rteza de l sign ificado d e mis subrep ticiam en te d e fund amentos que n o recon ocen per o sin los cuales
palabras ». Y a co ncl uir doblem ente, «po r lo l a ~to ten go cert eza d e ) la ciencia y la filosofía sería n imposibl es, .
alg u nos hechos» y «por 10 tanto no pue d o dudar S111 tener cer reza»), La I .. Este deb at e en torno a la certeza y el escep ticismo es uno d e los más''f,
difer en cia ent re Wittge ns tei n y D escartes obliga a an alizar sus diferen­ ~ importantes, profundos y apasiona n tes de la filosofía en este fin de milenio. ji
;/
128 129

"
EZ EQU IE L D E O LASO C ERT EZA Y ESCEPT IC I S MO

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