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Historia y cultura
en los procesos educativos
Elsie Rockwell
Agradecemos a las siguientes instituciones su autorización para el empleo del material previa
mente publicado: Centro de Investigaciones de la Universidad Pedagógica Nacional (Bogotá),
Departamento de Investigaciones Educativas del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del
IPN (México), El Colegio Mexiquense A.C. (México) y a la Editorial Germanía.
Rockwell, Elsie
La experiencia etnográfica : historia y cultura en los procesos educativos . - 1a ed. -
Buenos Aires : Paidós, 2009.
224 p . : 22x15 cm. - (Voces de la Educación; 13509 / Rosa Rottemberg)
ISBN 978-950-12-1519-9
1a edición, 2009
ISBN: 978-950-12-1519-9
ÍNDICE
P r e s e n t a c i ó n ......................................................................................................................... 13
2. R e f l e x io n e s s o b r e e l t r a b a j o et n o g r á f ic o ............................................... 41
3 E t n o g r a f ía y t e o r í a ................... 101
La herencia h is t ó r ic a ......... 104
Diversos enfoques teóricos 107
Más allá de lo c u ltural y lo c o m u n ita r io .................................... 115
Hacia nuevas te o ría s ....................................................................... 121
7. N a r r a r l a e x p e r ie n c ia ....................................................................... 183
Dilemas é tic o s .................................................................................. 185
De la complicidad a la co n ve rsa ció n .......................................... 191
T ra n sfo rm a r la m ira d a .................................................................... 196
La responsabilidad de n a r r a r ....................................................... 198
B ib l io g r a f ía 205
In m em oríam : Juan-M anuel Gutiérrez Vázquez,
m aestro de maestros.
¿Qué hace el etnógrafo? Cuando no ha comprendido
completamente la vida que ha vivido, escribe.
L e o n a r d o P ia s e r e
la antropología histórica.
Este libro relata un recorrido que arranca con la cuestión de la
relevancia del trabajo etnográfico, confiesa los desconciertos en el
camino, y co nfirm a el co m p ro m iso etnográfico ante dudas e piste
m ológ icas y éticas. Propone un debate explícito con diversas co
rrie n te s sociológicas y antropológicas que intentan explicar lo ocu
rrido en los sistemas escolares. Incorpora reflexiones y sugerencias
sobre los aspectos cotidianos del quehacer etnográfico. D ese m b o
ca, por ú ltim o , en una m anera de e stud iar tanto el presente como
el pasado que integra el r ig o r del análisis d o c u m e n ta l con la a g u
deza de la m ira da etnográfica para d e sc rib ir am bie n tes y n a r ra r
procesos que no se e ncu en tran explícitos en ningún discurso o fi
cial, pero que explican gran parte de lo que está en juego en la e du
cación.
Resulta im p en sa ble, desde este enfoque, c o m p re n d e r s itu a c io
nes y sucesos presenciados en la actualidad sin co n sid e ra r la
dim ensión te m p o ra l. La experiencia sobre el terreno nos confronta
con la hete rogeneidad; la investigación histórica perm ite s itu a r la
diversidad cotidiana en una configuración inteligible, que dé cuenta
de la fo rm a ció n social de las p rácticas y los saberes observados. A
la vez, la m ira da antropológica sugiere nuevas fo rm a s de ind a g a r
en la historia, de e nte nd e r la te m p o ra lid a d y de e xplorar los ve s ti
gios m ate ria les y textuales. In te g ra r historia y antropología ha sido
mi m anera de a s e g u r a r una a rtic u la c ió n posible de la evidencia
fra g m e n ta ria que se recoge en el campo y en el archivo.
El texto explora un campo que ha cobrado legitimidad y relevan
cia frente a otros p arad igm as de investigación. La investigación
antropológica en educación ha fo rjado una mirada profunda, re fle
xiva y certera de lo que ocurre en los procesos educativos. Ha de
m ostrado su capacidad de d e se n tra ñ a r la compleja red de in te ra c
ciones y de revelar la heterogeneidad de experiencias vividas en las
escuelas. Ha develado los avatares cotidianos de las políticas e d u
cativas nacionales e interna cion ale s. No pocos investigadores con
otros enfoques acuden a estudios etnográficos para explicar las
relaciones y a no m a lías que e ncuentran en sus resultados. No o b s
tante, la apropiación irreflexiva de la etnografía ha conducido t a m
bién a m ucha confusión y la ha expuesto a críticas válidas. Por ello,
he considerado o p o rtu n o responder desde mi experiencia a los re
tos e piste m o ló g ico s de la etnografía y ofrecer recaudos y refle xio
nes para v ig ila r la calidad y la pertinencia de la investigación. El
énfasis está puesto en las dim en sion es conceptuales y éticas de la
investigación antropológica, sin las cuales la etnografía se reduce a
una mera técnica.
El proyecto de este libro nació de la insistencia de colegas y es
tu diantes que me solicita ba n un texto integrado con la reflexión
teórica y episte m o lóg ica que ha acompañado mi investigación. A fin
de responder, recu rrí a m ate ria les que había hecho públicos a n te
rio r m e n te por diversos m edios y redes inform ales, desde m is p r i
m e ra s exploraciones etnográficas hasta los se m in a rio s y e n c u e n
tros académ icos que hilaron la experiencia la tin oa m erica n a en el
campo. Los créditos corresp on die ntes se incluyen en la página 6.
En esta reelaboración del m a te ria l he intentado se gu ir los su c e s i
vos m o m e n to s de mi trayectoria y a la vez dar relevancia actual al
conjunto. La secuencia respeta, así, mi trayectoria personal, pero
ta m b ién supone un a rg u m e n to de fondo. Un uso retórico de la p r i
m era persona p lu ra l en la redacción intenta in c lu ir de alguna
m an era tanto a quienes han acompañado esta búsqueda como a
quienes se sientan incluidos en ella desde sus propias experiencias
de investigación. No obstante, asum o la responsabilidad individual
por los a rg um en to s y los desaciertos del texto que presento.
Quisiera expresar mi gra titud a m uchas personas que me han
ayudado a d e s a rro lla r estas ¡deas a lo largo de los años, sobre todo
a los directores, maestros, a lu m n o s y habitantes de varias localida
des que me han perm itido presenciar y particip ar en lo más cotidia
no de la vida escolar y que han compartido conmigo sus in te rp re ta
ciones de la experiencia en educación. A sim ism o , agradezco a
m uch as personas que ayudaron, en varios archivos, a mi búsqueda
de lo cotidiano del pasado. A los colaboradores del D eparta m e nto
de In vestigaciones Educativas, secretarias y auxiliares, quienes vi
vieron los sucesivos pasos de rescate, reelaboración y edición de
los textos, les debo un agradecim ie nto particular. En especial, para
esta edición fue invalorable el apoyo de Claudia Arceo y de José
Alejandro Reyes, y, desde luego, el atinado consejo editorial de Ro
sa R ottem berg de e dito ria l Paidós. Guardo una especial gratitud
LA EXPERIENCIA ETNOGRÁFICA
E ls ie R o c k w e ll
México, 2008
1. LA RELEVANCIA DE
LA ETNOGRAFÍA*
* Una prim e ra versión de algunas partes que integran este capítulo fue p u b li
cada en el año 1986 con el títu lo "La relevancia de la etnografía para la tra n s fo r
m ación de las escuelas", m em o ria s del Tercer Seminario de Investigación Educativa,
Bogotá, Colom bia, ICPES - Centro de Investigación de la Universidad Pedagógica,
págs. 15-29.
ble en el m undo de la investigación. Se puso a las órdenes de la
intencionalidad prescriptiva de la pedagogía y se utilizó como m é to
do para la form a ció n docente. En a lg u n o s lugares se la confundió
con la tradición de investigación participativa. Finalm ente, la e t
nografía se ha configurado como una práctica autónoma, con sus
propios criterios de rigor, que p erm ite e studiar procesos educativos
difíciles de co m p re nd er por otras vías.
Frente a esta com pleja tra m a de usos, tra ta ré de p re cisa r en
este capítulo lo que entiendo por e tnografía y el nivel de relevancia
que, considero, tiene dentro de la inve stiga ción educativa. Funda
mento la propuesta de in te g ra r una d im en sión histórica del trabajo
e tno grá fico con una reflexión sobre procesos de tra n s fo rm a c ió n
educativa.
EL SENTID O DE LA ETNOGRAFÍA
2. El significado de los térm inos etnología y etnografía varía según las tradiciones
nacionales y. en algunos casos, conservan la asociación con el concepto de etnias
como objeto de estudio.
1995; Rosaldo, 1989; Reynoso, 1991; Pinxten, 1997; Marcus, 1998;
Geertz, 2000; WiUis, 2000, por ejemplo). Dentro del campo de la edu
cación, en particular, proliferaron textos que orientaban la investiga
ción etnográfica, provenientes sobre todo de autores estadouniden
ses e ingleses (Agar, 1980; Spindler y Spindler, 1987; H am m ersley y
Atkinson, 1983; Goetz y Lecompte, 1984; Walford, 1991; Woods, 1996;
Denzin, 1997; S chensul y Lecompte, 1999; Wolcott, 2000, entre
otros). M ientras tanto, en otros países de Europa y Am érica latina,
se gestaban trad icio n es propias que reinterpretaban y utilizaban el
enfoque etnográfico de la antropología.
Como resultado, existe una diversidad de corrientes m eto do lóg i
cas y epistem ológicas que abordan la etnografía. Sin embargo, un
hecho significativo es que el eje ce ntral del debate antropológico ha
sido el problema de las categorías - d e l lenguaje m is m o - utilizadas
en la descripción y el análisis etnográficos, dejando en un segundo
plano los problem as del trabajo de campo. Esta aclaración perm ite
distinguir entre el problema de las técnicas que se utilizan dentro de
un estudio y la etnografía como enfoque o perspectiva. La etnografía
siem pre ha sido ecléctica, ha to m a do de m uchas otras"disciplinas
sus técnicas: de ciencias n atu ra les y sociales, de tecnologías y h u
manidades. H erram ie n tas diversas, que incluyen desde encuestas y
planos cartográficos, hasta registros lingüísticos y pruebas psicoló
gicas, com plem entan el in stru m e n to clásico del diario de campo. En
la p a rtic u la r a rticu la ció n de estas técnicas por parte del etnógrafo
se distingue esta aproxim ación a la investigación. Las c o m b in a cio
nes técnicas varían según los problemas estudiados y las perspecti
vas teóricas de cada investigador.
LA RELEVANCIA DE LA ETNOGRAFÍA
3. Se trata de lo que Geertz (1973a) denom inó thick description, frase que se ha
traducido como "descripción densa". Creo que el té rm in o en español no expresa del
todo la p a rtic u la r integración de descripción y teoría que, según el autor, caracteriza
la etnografía.
embargo, cualquiera que sea el objeto de estudio y la p e r s
pectiva teórica, el etnógrafo intenta co m p re nd er lo que M ali-
nowski llam aba la “visión de los nativos", y lo que, en la co n
cepción de Geertz, se denomina el "conocim iento local",
haciendo extensiva esta ¡dea al carácter local de nuestro p ro
pio conocim iento como antropólogos y como sujetos (Geertz,
1983 y 2000). Para ello, es esencial establecer una co la b o ra
ción estrecha con personas de la localidad, m an ten e r a p e rtu
ra a sus m aneras de co m p re n d e r el m undo y respeto al valor
de sus conocim ientos. La integración de los co no cim ien to s
locales en la construcción m ism a de la descripción es rasgo
constante del proceso etnográfico. La interpretación de s ig n i
ficados locales no es un m om ento final, sino un proceso co n
tinuo e ineludible. La integración de ese conocim iento local
es posible solo mediante una perspectiva teórica que lo reco
nozca y lo valore como saber válido en el proceso de inve sti
gación.
Un quinto punto, a pesar de todas las dudas generadas en
torno de este problema, es que el antropólogo construye cono
cim iento. Si bien describe realidades sociales particulares, a
su vez propone relaciones relevantes para las inquietudes
teóricas y prácticas más generales. Su quehacer, a pesar de
sus diferencias con otras tradiciones de investigación y de su
afinidad con la literatura y el periodismo, se sitúa dentro de
las ciencias sociales. Esta ubicación no es garantía de mayor
validez y objetividad, sino s im p lem en te un vínculo histórico
que distingue la práctica etnográfica de otras prácticas socia
les, con todas las com plicaciones que ello acarrea, como el
LA EXPERIENCIA ETNOGRAFICA
4. Por ejemplo, existe la opción reciente de la etnografía en "m ú ltip le s sitios", aún
incipiente, y con cierta tendencia a reducir al m ínim o el trabajo de campo y a obtener
inform ación por vía telefónica y por inte rn e t. Si bien estas prácticas se generalizan
dadas las lim itaciones im puestas por las instituciones, será necesario d iscu tir si en
estos casos se aplican los requisitos m ínim os de un estudio etnográfico.
cálm ente diferentes del propio. Involucra la aceptación de nuevas
categorías, forjadas en otras localidades, que se retoman para p er
cibir y a rticu la r realidades tanto propias como ajenas. El trabajo teó
rico camina, así, jun to con la com prensión de una m ultiplicidad de
concepciones de los diversos grupos hum anos. Paradójicamente,
m ientras más se ha logrado profundizar en esta diversidad, para
d istin gu ir la lógica de cada fo rm a ció n cultural, más ha sido posible
responder a las preguntas genéricas acerca de los hom bres y las
m ujeres que habitam os este m undo. La investigación comparativa
en la antropología p erm ite conservar la p articularidad en lug ar de
ocultarla bajo categorías generales, pero justo al c o m p re nd er las
m últiple s fo rm a s de vida de diversos grupos sociales se ha consta
tado, a su vez, su común humanidad.
El trabajo de campo etnográfico es trad icio n alm e n te "flexible",
"abierto". En palabras de W illis (1991), es esencial "dejarse so rp re n
der" en el campo, pero esta experiencia no debe o currir, como
suponen algunos, en un vacío teórico. Se acompaña de un trabajo
m ental constante que permite una mayor observación e, incluso, una
mayor apertura a la sorpresa.
La concepción previa a la que se recurre depende del desarrollo
histórico de la teoría vinculada a cada objeto de estudio. Al estudiar
la educación con la m irada puesta en su dim ensión cotidiana, los
antecedentes teóricos no están del todo construidos; el desarrollo
conceptual necesario para dar cuenta de la particularidad de prácti
cas educativas es un proceso aún inconcluso.
Delimito, así, el uso del té rm in o etnografía a ciertas investigacio
nes que, si bien pueden a d m itir una diversidad de recursos técnicos
y analíticos, no pueden pre scin d ir de ciertas condiciones básicas;
LA EXPERIENCIA ETNOGRÁFICA
LA P E R T IN E N C IA DE LA ETNOGRAFÍA
5. Por saber entiendo aquí un conocim iento integrado a la práctica, el know how
en lugar del know that.
maestro, saberes que a veces subvierten o distorsionan las fu n c io
nes form ales de la educación, pero que tam bién pueden e nriquecer
la enseñanza.6
Este conocim iento local se construye en el proceso del trabajo
docente, en la relación entre las biografías p a rticula re s de los
m aestros y la historia social e in s titucion al que les toca vivir. Se
expresa y existe en las condiciones reales de dicho trabajo, es decir,
dentro de condiciones distintas de las que p erm ite la expresión del
saber pedagógico. Algunos de los elem entos de ese saber son más
antiguos que la escuela o que la especialización de la función
docente. Por ejemplo, los m aestros incorporan a su práctica el sa
ber social de cómo in te ra ctu a r con los niños, el conocim iento c u ltu
ral de la lengua y de la relación con la escritura, ju n to con saberes
cotidianos y científicos disem inados por diversos medios. Estos co
nocim ientos sostienen el desem peño diario del docente y sin e m
bargo no provienen de la pedagogía. Los conocim ientos integrados a
la práctica docente no son exclusivos de la escuela, aun cuando la
escolarización progresiva de las sociedades ha co ntribu ido a ello.
Estos saberes, m arcados por la pequeña historia de cada escuela,
son utilizados por los m aestros en su práctica diaria y adquieren
sentido dentro del contexto de cada aula. Constituyen, además, una
m a triz que reelabora los co no cim ien to s pedagógicos tra n s m itid o s
durante la fo rm ación inicial y continua de los maestros y las disposi
ciones oficiales que llegan a las escuelas.
Planteo esta distinción porque es posible, así, ubicar el potencial
aporte de la etnografía a la construcción de alternativas educativas.
En su tarea de in te g ra r el co n o cim ie n to local, la etnografía puede
LA RELEVANCIA DE LA ETNOGRAFÍA
fía no siem pre son com partidas por otras m aneras de trabajar.
Entre otras cosas, es im p orta nte para el etnógrafo centrarse en la
com prensión y evitar la prescripción y la evaluación. También debe
ser sensible hacia las m aneras de interro ga r y de particip ar en los
procesos locales, con miras a respetar los com prom isos y acuerdos
hechos con la comunidad.
ETNOGRAFÍA Y TRA NSFOR MA CIÓN
El poder es y debe ser analizado como algo que circula y funciona [...] en
cadena [...], nunca es apropiado como una riqueza o un bien [...]. Pero no
[se debe] concluir de ello que el poder está universalmente bien reparti
do [...], [se debe] analizar la manera en la cual los fenómenos, las técni
cas, los procedimientos de poder funcionan en los niveles más bajos [y]
cómo fenómenos más globales los envisten y se los anexan como pode
res más generales (Foucault, 1996:32-33).
10. Si bien existen textos con m ayor circulación y, sobre todo, otros medios de re
presentación etnográfica, como la film ación documental.
2. REFLEXIONES SOBRE EL
TRABAJO ETNOGRÁFICO*
Este capítulo aborda los aspectos cotidianos del trabajo e tno grá
fico. Dar cuenta del proceso de una manera que refleje la p erspecti
va propuesta implica describir prácticas de investigación y c o m p a r
t ir reflexiones sobre la propia experiencia, situada en un tiem po y
lu g a r p articular, vivida a la luz del conocim iento local.
Cuando propuse investigar la práctica docente y la cotidianidad
e scolar con los recursos de la etnografía, hacia finales de los años
setenta, sabía que entraba en un campo abierto, donde fue necesa
rio "h a ce r camino andando". Si bien la etnografía supone ciertas
condiciones m ínim as para ser considerada como tal, no ofrece m é
LA EXPERIENCIA ETNOGRÁFICA
* Una prim era versión de algunas partes que integran este capítulo fue publicada
en el año 1987 con el título "Reflexiones sobre el proceso etnográfico, 1982-1985", en
Documento DIE, n° 13, D epartam ento de Investigaciones Educativas, México.
mas de análisis y de síntesis, las m aneras de d esc rib ir y de narrar.
Las disyuntivas dependen, a su vez, de las perspectivas e p is te m o ló
gicas desde las cuales se hace un estudio etnográfico. La c o n s tru c
ción de una form a específica de hacer etnografía acompaña, de
manera implícita o explícita, el desarrollo de cada investigación.
Esta versión se ofrece com o constancia de los caminos construidos
y de las m aneras de co nce bir y hacer etnografía que han m arcado
mi trayectoria.1
El contexto social e in s titu c io n a l en que se realiza la investiga
ción siem pre enm arca las reflexiones sobre el proceso, pues las
condiciones de trabajo y de vida imponen restricciones y abren p ers
pectivas. En mi caso, las condiciones no fueron del todo ortodoxas.
Tradicionalm ente la residencia de tiem po completo del etnógrafo
(generalmente extraño al lugar] en una "comunidad" durante un año
o más ha definido la fo rm a de realizar estudios antropológicos de
las cu ltu ra s diferentes de las propias. En años recientes el criterio
ha variado según los contextos y temas.
En m uchos m edios académicos, el tiem po completo laboral con
el cual se cuenta se reparte entre el trabajo de investigación (gene
ralm en te en desventaja) y las obligaciones docentes y a d m in is tr a ti
vas. Mi experiencia de campo fue necesariam ente frag m en tad a por
estas condiciones; proviene de un trabajo realizado en tiempos posi
bles a lo largo de m uchos años. Los prim eros proyectos se ubicaron
ETNOGRÁFICO
1. El texto o rigina l de este capítulo, que circuló como documento desde 1986, se
desarrolló en aquellos años en el trabajo con los integrantes del equipo de investiga
ción. estudiantes y colegas, cuyo valioso apoyo quisiera agradecer. Desde entonces se
han publicado num erosos libros, tanto en español como en inglés, sobre la etn og ra
fía. Merecen m ención algunos del m undo hispanohablante: Velasco y Díaz de Rada
(1997), Piña Osorio (1998), Bertely B usquets (2000). Guber (200¿) y Achilti (2005).
2. "La práctica docente y su contexto in stitu cio n al y social", llevado a cabo entre
durante las últim as tres décadas, ha sido la región de referencia de
casi toda mi producción etnográfica e historiográfica desde e nto n
ces. Me sum ergí en los archivos en pos del pasado de las escuelas
de este estado y, a la par, conversé con personas dispuestas a c o m
p artir conmigo su experiencia y conocimiento. No obstante, también
he tenido la oportunidad de tra b a ja r en otros lugares que ofrecieron
contrastes im portantes, incluyendo comunidades en otras regiones
rurales de México, como Chiapas, y un barrio de migrantes afrofran-
ceses en París. Por otra parte, la asesoría a más de veinte tesis de
posgrado me acercó a muy diferentes experiencias etnográficas. En
todos estos proyectos el intercam bio con habitantes y colaborado
res, colegas y estudiantes, siem pre ha sido terreno fé rtil para la
reflexión.'
La duración y la e stru ctu ra discontinua del trabajo de campo
facilitaron en cambio ciertas cosas que fueron significativas en mi
trayectoria. La extensión en el tie m p o me ha permitido observar
algunos de los cambios que se han operado en las escuelas d u ra n
te tres décadas y captar la recurrencia de m ecanism os y sentidos
en esos cambios en varios contextos y m om entos. Pude, a la vez,
e n co n tra r una diversidad de configuraciones de la vida escolar,
establecer contrastes significativos, conocer y anticipar desenlaces
de reform as educativas, r e c o n s tru ir redes de relaciones sociales y
conocer las pequeñas historias que se dieron a lo largo de ese lap
so. También abrió la posibilidad de establecer relaciones duraderas
con algunas personas de la región tlaxcalteca, quienes han sido
colaboradores valiosos en estudios subsecuentes, ya fuera de las
escuelas.
Sobre todo, esta e s tru ctu ra de trabajo permitió una fructífera
LA EXPERIENCIA ETNOGRÁFICA
POLÉMICAS EPISTEMOLÓGICAS
EL TRABAJO DE CAMPO
Apertura en el campo
La práctica de e scribir
- perdido - confundido
- conmovido - cansado
- sintiendo - tratando de percibir todo
- percibiéndose a sí mismo - atento al sentido
- grabando de memoria - formulando la siguiente pregunta
- negando lo que ve o escucha - recordando
- asociando - anticipando
- reflexionando - interpretando
- estructurando - clasificando... (entre otros)
Describir o interpretar
LA EXPERIENCIA ETNOGRÁFICA
EL PROCESO DE A N Á LIS IS
estudio.
Uso el té rm in o análisis y no interpretación para d e n o m in a r este
proceso en té rm in o s globales, por varias razones. Primero, es i m
portante deslindarlo de cierta noción de interpretación de los datos
o de los resultados que. en la tradición positivista, se sitúa fuera del
proceso investigativo. En la etnografía, no es válida la ¡dea de que
los datos son los datos y cada quien los interpreta a su manera,
desde dete rm inada teoría. Los datos son construidos por el investi
gador desde su mirada.
También nos interesa d istin g u ir el análisis etnográfico de la in
terpretación herm e né utica centrada en la comprensión del texto.
Este tipo de interpretación fo rm a parte del proceso analítico en la
etnografía en diferentes niveles y órdenes. Para muchos a ntro p ó lo
gos, es incluso la característica definitiva de la etnografía (Geertz,
1973a; Erickson, 1986). Sin embargo, hay varios problemas con esta
noción de interpretación, por lo que prefiero h ablar de un análisis
etnográfico. En p rim e r lugar, la interpretación se define a menudo
en té rm in o s de la com prensión del significado otorgado por los s u
jetos a su propia realidad social. No incluye necesariamente el pro
ceso de tra n s fo rm a c ió n conceptual propio del análisis etnográfico.
En segundo lugar, la idea de interpretación alude más bien a la lec
tura y comprensión del m ate ria l de campo, que a la fo rm a de trab a-
j a r con ese m a te ria l para c o n s tru ir nuevas relaciones conceptuales
acerca de los procesos estudiados. Por últim o, la noción de in t e r
pretación puede s u g e rir cierto relativism o que considera las a lt e r
nativas de interpretación como igu alm en te válidas, dejando poca
posibilidad de d istin g u ir la calidad del trabajo analítico.
La etnografía nos tra n s fo rm a la mirada. Nunca se emerge de la
experiencia etnográfica pensando sobre el tema lo m ism o que al ini
cio. No se trata, en un sentido estricto, de desechar esa concepción
original sino de m atizarla, enriquecerla y abrirla, de dar contenido
concreto a aquellas ideas iniciales, abstractas, que la teoría provee
ETNOGRÁFICC
La trayectoria real
cisando. Por ello, en lugar de buscar métodos para procesar los da
tos (como la estadística o ciertos tipos de análisis del discurso) que
sean libres del sujeto (aun cuando estas pueden ser útiles de vez en
cuando), es necesario co m p re n d e r la subjetividad presente en todo
el proceso analítico para vigilar las afirmaciones que se aventuran.
Poco a poco, al a lte rn a r observación y análisis, se van haciendo
inteligibles cada vez más relaciones, se van descartando esquemas
iniciales y construyendo o seleccionando categorías que permitan
observar y d istin gu ir más detalles en los materiales de campo. A
veces se tiene la sensación de que algo surge de los datos, pero,
desde luego, sin el trabajo conceptual no surge nada; antes bien, los
frag m en tos analizados van to m a nd o su lu g a r dentro de concepcio
nes progresivam ente más articu la d as. Se a rm an nuevas tra m a s
descriptivas y estas, a su vez, exigen re e stru ctu ra r la concepción de
los procesos que se estudian.
Los conceptos designan relaciones, no denom inan cosas. Las
relaciones son lo que no es observable en la realidad estudiada; son,
justam en te , lo que se tiene que construir, lo que perm ite a rtic u la r
de manera inteligible los elem entos observados. Ya que las relacio
nes no son la suma de interacciones que ocurren entre personas, no
es posible in fe rirla s d irectam ente de los sucesos que se observan y
registran. En la investigación educativa, a m enudo se supone que
ciertos procesos, como la negociación o la resistencia, son fáciles
de observar d ire c ta m e n te en la vida cotidiana de las escuelas. Sin
embargo, la d ificultad de relac io na r determ inados actos con estos
procesos m uestra que es necesario c o n stru ir categorías que no son
evidentes en sí m ism a s . En el proceso analítico, se proponen re la
ciones que perm ite n in te g ra r y hacer inteligibles algunos elementos
observados. Los conceptos que expresan esas relaciones facilitan
describir, explicar y c o m p re n d e r m e jo r lo que se observó.
En este camino, ciertas fo rm a s de ela bo rar el m ate ria l hacen
posible este trabajo conceptual, al proporcionar los textos sobre los
REFLEXIONES SOBRE EL TRABAJO ETNOGRÁFICO
Objeto de estudio
Unidades de análisis
Escatas
Niveles de abstracción
campo.
A d q u irir conciencia de los diferentes niveles de abstracción pre
sentes en las relaciones construidas es uno de los aspectos más
difíciles del proceso etnográfico. Las relaciones pueden plantearse
form aba parte más bien de la cu ltu ra occidental de su tiem po, como expresión del
lib e ralism o económico.
sociales significativas para el análisis. Por otra parte, es importante
notar que las categorías sociales pueden tener té rm in o s especiales
en el discurso local, o bien solo encontrarse implícitos en las accio
nes o la manera de hablar de algunos habitantes de la localidad.
Por ejemplo, las categorías sociales que establecen distinciones de
clase o raza tal vez no se nom bren como tales, para o cultar un pre
juicio; no obstante, se hacen evidentes en acciones de exclusión y
discriminación. Las distinciones que marcan este tipo de categorías
pueden ser un aspecto im p orta nte del estudio.
No se trata, entonces, de a s u m ir como propias y analíticas to
das las categorías sociales locales para ver la realidad tal como la
ven los habitantes. Tampoco conviene desechar todas esas catego
rías como prenociones carentes de significado teórico. Al d escu brir
y usar categorías del conocim iento local, es im p orta nte retom arlas
en el análisis en la medida que expliquen m e jo r la dinámica o bse r
vada y se puedan in te g ra r al trab ajo co nceptual y a la elaboración
del texto etnográfico.
Lo p a rticu la r y lo general
Algunos procedimientos
Este pasaje ilum ina claram e nte tanto los orígenes como los
destinos del texto etnográfico.
2) Reconstrucción. Un segundo procedimiento característico del
análisis etnográfico consiste en a rm a r o reco nstru ir las redes
de relaciones y las tra m a s de pequeñas historias. Esto se
logra observando la secuencia de conjuntos de situaciones o
sucesos entrelazados entre sí. Para reconstruir dichas tram a s
se utiliza una cantidad de m ate rial, a m enudo fragm en tario,
obtenido en diferentes m om en to s y situaciones, que puede
in c lu ir detalles que se notaron y registraron inicialm ente, sin
co m p re n d e r su relación con tram a s o sucesos significativos.
LA EXPERIENCIA ETNOGRÁFICA
10. Lo ''ém ico'' se derivó por analogía con el nivel fonémico de la lengua, referido
a las unidades m ínim as que establecen distinciones significativas dentro de una le n
gua en particular. Lo émico se refiere, así. a categorías que son significativas dentro
de una cu ltu ra en particular. Lo ético, por analogía con el nivel fonético, se refiere a
categorías que perm iten el análisis com parativo con parám etros constantes (Spra-
dley y McCurdy, 1972).
cesos (no todos) que, por su riqueza, sintetizan una gran ca n
tidad de cara cterística s de los fe nó m e n os estudiados. Se
trata de reescribir, de una fo rm a m uch o más amplia que el
registro origin al, aunque igu a lm e n te cercana a los detalles
particulares, una situ ación observada (clase, asamblea, j u e
go, conversación), tratan do de explicarse a sí m ism o y a otros
lo que está pasando en la situación descrita. El ejercicio de
e xplicitar es m ucho m ás com pleto que el de solo c o m e n ta r
frag m en tos de registros. Confronta al investigador con todo lo
que no puede e xplicar y así tiende a o b lig a r a una búsqueda
de info rm a ció n adicion al (en otros registros o en el campo)
que perm ita c o m p re n d e r la situación. También puede m a rca r
lím ites a lo que fue posible reconstruir.
El proceso de hacer explícito lo que observamos permite sacar
a la luz los preconceptos y las categorías que usamos im p líci
tam e nte para d e s c rib ir una situación, y por lo m ism o, hace
posible repensarlas, discutirlas y m odificarlas. En este proce
so es im p o rta n te ver los registros como textos que requieren
interpretación, y no como fuentes de "datos" que se pueden
aisla r de su contexto de origen. Cuando nos acercamos de
nuevo a los registros, a veces te ne m o s la im presión de e ntrar
en un te rr ito rio desconocido, como si fuera la prim era vez.
Esto nos p e rm ite s e g u ir nuevas pistas hacia la comprensión
REFLEXIONES SOBRE EL TRABAJO ETNOGRÁFICO
EL TRABAJO CONCEPTUAL
nuevos.
En el proceso etnográfico solo es posible log ra r la m odificación
de los e squem as previos al in te g ra r los conceptos alternativos que
perm itieron observar algo como “ perturbación". En esto consiste el
trabajo conceptual. No es posible “ olvidar la teoría” para observar, si
no se tiene otro lugar desde donde mirar. Ese otro lugar es, en gran
medida, el conocim iento local.
Otros pla ntea m ie nto s e pistem ológicos exploran la tr a n s fo r m a
ción conceptual ligada a la posibilidad de hacer inteligibles nuevos
elementos. Por ejemplo, Bateson (1972) lo concibe como "corazona
das", generadas por el uso de analogías que provienen de otras d is
ciplinas o estudios. Ginzburg (1983), por su parte, presenta una larga
historia de fo rm a s bastante heterodoxas de conocer, incluyendo
desde el trabajo del detective y la identificación de falsificaciones en
el arte, hasta ciertas form as de diagnóstico médico. El autor llama a
este tipo de conocim iento "el paradigma indiciario". Dice:
tables.
Ciertamente, no está ausente lo político de la construcción del
conocimiento ni ta mpoco está ausente la producción de conocim ien
to de las prácticas políticas. La investigación, como toda actividad
cultural, influye en la form ación de grupos políticos de diversas
REFLEXIONES SOBRE EL TRABAJO
■
recursos disponibles. Las exigencias de producción, de participación
y de docencia dificultan el desarrollo de la investigación etnográfica.
La lógica m ism a de la investigación define ritmos, tiempos y form as
de relación frecuentemente incompatibles con las exigencias del tr a
bajo docente y de otras prácticas educativas. Estas, a su vez, depen
den de posiciones y negociaciones respecto del poder y las relacio
nes que ordenan jerarquía s distintas en la actividad cotidiana. La
combinación de prácticas depende mucho de los contextos, lugares y
tiem pos específicos en los que trabajamos.
A menudo decidimos hacer un estudio etnográfico desde la pers
pectiva y con la participación de determ inado grupo social. Para ello,
es im portante d istinguir tres aspectos:
* Una p rim e ra versión de algunas partes que integran este capítulo fue p u b li
cada en el año 1986 con el títu lo R ockw ell, Elsie: “ Etnografía y teoría en la inves
tig a ció n educativa", en Enfoques (Cuadernos del Tercer S e m inario N acional de
Investigación en Educación), Bogotá, Centro de Investigación de la Universidad Pe
dagógica, págs. 29-56.
posible a la subjetividad de los m ie m bros de una cultura. Para unos,
la etnografía era considerada como mera descripción; para otros, la
etnografía era "el proceso de c o n stru ir una teoría de la operación de
una cultura particular, en té rm in o s lo más cercanos posibles a las
fo rm a s en que los m ie m b ro s de esta cu ltura perciben el universo"
(Bauman, 1972).
Am bas concepciones co m p artía n el supuesto de la etnografía
como el proceso de recolección de materia prima. Además, conside
raban que la perspectiva teórica y las concepciones m ism a s del
investigador no intervenían en la descripción. Considerada como
m om en to descriptivo y ateórico de la investigación, la etnografía
solía ocupar un lug ar precientífico. Se a rgum entaba que solo en la
etnología se establecen las relaciones, e s tru ctu ra s o leyes que ca
racterizan a la antropología com o conocim iento científico. Para las
concepciones que tendían a e s cin d ir teoría y descripción, el conoci
miento de las realidades p articula re s no parecía involucrar los pro
blemas epistemológicos de una ciencia social. La etnografía apare
cía en ellas como un "refléjo" de la realidad observada, fuente del
dato empírico objetivo, o bien se la consideraba como un proceso
necesariam ente subjetivo, una descripción im pregnada del sentido
común del observador o del grupo estudiado.
En la h istoria de la a n tro p o lo g ía la te nd en cia a c o n s id e ra r la
etnografía como una actividad que carece de tra sfo n d o te órico se
co ntrap o ne a una larga tr a d ic ió n que reconoce la im b rica ció n del
tra b a jo te órico y la tarea d e scrip tiva . Los iniciad ore s del trab ajo
de cam po a n tro p o ló g ico (por e je m p lo, M a lin o w s ki, 1972; Mauss,
1971; E va ns-P ritch ard, 1950) d istinguían su proceso de inve stiga
ción de campo de los relatos de viajeros y m isio ne ro s, ju s ta m e n te
por la u tiliza ció n de te oría . El tra b a jo de Geertz (1973a) fue una
expresión de esa tra d ic ió n que ha c o n s tru id o e strechos vínculos
entre la d esc rip c ió n e tn o g rá fic a y el tra b a jo teórico. Para estos
autores, ha sido claro que las p re gu ntas in iciale s en el trab ajo
e tn o g rá fico provienen de p o lé m ic a s te ó rica s y que la d e scrip ción
etn ográfica no es un reflejo de la c u ltu ra estudiada, sino un objeto
co n stru id o . Era in s o s te n ib le c o n s id e ra rla com o "m e ra d e s c r ip
c ió n ” . si no es ni obvia ni n e c e s a ria m e n te relativa a la perspectiva
subjetiva.
Otras posiciones e pistem ológicas sostienen que toda d e scrip
ción involucra, necesariamente, una concepción del objeto. En toda
investigación etnográfica se encu en tran , im plícitas o explícitas,
concepciones del objeto de estudio que conducen hacia una de las
m ú ltip le s d escrip cion es posibles de la realidad estudiada. Aun
aquella etnografía que se supone libre de teoría integra supuestos
que provienen del sentido com ún antropológico. Es imposible, por
ejemplo, "c o n s tru ir una teoría de una cu ltu ra p a r tic u la r ” , desde la
perspectiva de los sujetos, sin a proxim arse a la tarea con una te o
ría p a rtic u la r de la cu ltu ra . El etnógrafo no puede atenerse e s tric
ta m ente a las categorías propias de la cultura estudiada, ya que
siem pre selecciona y ordena lo observable a p a rtir de su propia
concepción del proceso estudiado. Este hecho ineludible no invalida
por subjetiva o relativista a la descripción etnográfica, como supon
drían algunos. Puesto que no es posible hacer a un lado las co n
cepciones propias al observar y d e s c rib ir los procesos sociales o
cu lturale s, es necesario to m a r conciencia de esas concepciones y
realizar el trabajo para exponerlas y tr a n s fo rm a rla s . Las d e s crip
ciones etnográficas que m e jo r expresan y dan cuenta de las re
laciones y los procesos p articu la re s que se estudian son conse
cuencia de un trabajo teórico y no la materia prim a para empezar a
hacerlo.
R etom ar esta trad ició n antropológica obliga a hacer consciente
el uso de la teoría, en lu g a r de negar la presencia de supuestos
te óricos en la descripción. La antropología cuenta con una larga
historia de estudio de diferentes procesos y fe nóm enos so cia
les, con una a m p lia gam a de apoyos teóricos. Fue objeto de p olé
m icas al se r tra sla d a d o de las islas del pacífico a los guetos neo
LA EXPERIENCIA ETNOGRÁFICA
LA H ER E N C IA HISTÓRICA
5. Trascender esta escala, en la trad ició n antropológica, significa de sa rro lla r una
"etnología educativa", es decir, co n s tru ir categorías de procesos educativos y d e te r
m inar relaciones y e stru ctu ras constantes, mediante estudios comparativos, como lo
ha propuesto Hymes (1996). Por otra parte, se han desarrollado alternativas para rea
lizar estudios etnográficos en m últiples sitios (m utti-site ethnography). Algunos e s tu
dios se proponen se g u ir tas correas de tran sm isió n que unen a cualquier localidad
con las fuerzas generadas en sitios m uy lejanos, un nuevo campo que propone vin cu
lar lo local con lo global (Marcus. 1998).
sociedad no sea a rbitraria y aplicable a cualquier escala de la rea li
dad (salón, escuela, nación, mundo). Im plicaría recuperar de la
antropología una perspectiva histórica y comparativa más a m p lia y
reconocer los procesos educativos como parte integral de fo rm a c io
nes sociales históricas y procesos globales.
Existen im p orta ntes antecedentes teóricos para apoyar este t r a
bajo. La obra de Antonio Gram sci (1975) tuvo influencia en algunos
autores que estudiaban el proceso de hegemonía, pero ta m b ién
ofrece otros fu n d a m e n to s para inte g ra r la dim ensión histórica y
anclar los procesos cu ltu ra le s en relaciones sociales y movim ientos
políticos. En p articular, su reflexión sobre las heterogéneas y abiga
rradas "concepciones del m un do " que caracterizan a cualquier g r u
po humano perm ite repensar el eje cultural. La apropiación de Fou-
cault (1976, 1996) y Derrida (1998) en el campo educativo ha sido
otra fuente im p o rta n te de nuevas h erra m ie ntas conceptuales para
el análisis etnográfico. Algunos investigadores han aprovechado
otros trabajos de Bourdieu (1972, 1988 y 1991), p a rtic u la rm e n te los
conceptos de “ campo", "habitus" y "práctica", que perm iten un m a
yor acercam iento a las te nsiones históricas que la fo rm u la c ión o r i
ginal de la reproducción. Los desarrollos recientes de las teorías
sobre globalización, sistema m u n d ia l y poscolonialism o perm iten
explorar d im en sion es tran sna cion ale s de los procesos escolares
(entre otros, W allerstein, 1979; Mignolo, 1995; Dube, 1999; C hakra-
barty, 2000).
A s u m ir perspectivas teóricas de mayor alcance tiene co nse
cuencias fu erte s sobre la m an era de hacer etnografía en ám bitos
escolares. El reto de hacer estudios etnográficos que a rticulen la
escala local con procesos sociales y políticos, generados tanto en
espacios nacionales como globales, requiere considerar por lo
menos los siguientes ejes:
* Una prim era versión de algunas partes que integran este capítulo fue publicada
en el año 1986 con el título "Cómo observar la reproducción", en Revista Colombiana
de Educación, n° 17, págs. 109-125.
esto requiere p recisar y d e s g lo s a r cada concepto para vin cu la rlo
con la experiencia de campo y la in fo rm a c ió n contextual e h is tó
rica. En este capítulo c o nside rarem os cómo se puede utiliza r y e la
b o ra r el concepto teórico de la reproducción en la antropología
de la educación. Las pre gu ntas que p la n te a m o s son p ertinentes,
a la vez. para otros procesos que interesan en el estudio de la e d u
cación.
El concepto de reproducción fue desarrollado particula rm en te en
Francia a p a rtir de 1968, por A lth u s s e r (1968), Baudelot y Establet
(1975) y Bourdieu y Passeron (1977], y retomado por otros autores en
el campo educativo en m uc h os países. La riqueza de la discusión
teórica acerca de la reproducción ha tenido una relación c o n tra d ic
toria con la investigación empírica. Algunas de las investigaciones
iniciales en contextos educativos tenían una perspectiva fu ncionalis-
ta que contradecía la concepción m ism a de reproducción que o fre
cían. Se privilegió la form alización teórica sobre el análisis empírico
y se generalizaron conclusiones sin considerar la diversidad de pro
cesos históricos en juego en los diferentes países.
Algunos de estos autores reconocieron las im plicaciones de
estudios empíricos hechos por investigadores con posiciones explí
citas y polém icas frente a la concepción dom inante de la rep ro du c
ción. Cierta investigación histórica y etnográfica, sobre todo, p e r m i
tió no solo repensar este concepto clave, sino ta m bién d e s a rro lla r
su opuesto, la c o ntrarrep ro du cción o la resistencia. Varios estudios
(Sharp y Green, 1975; Willis, 1977; Anyon, 1980 y 1981; C onnell y
otros, 1982; Lahire, 1993, entre otros) ofrecieron nuevas concepcio
nes para c o m p re n d e r el cruce entre las determ inaciones e s tru c tu
CÓMO OBSERVAR LA REPRODUCCIÓN
1. La traducción es de la autora.
ra orientar el trabajo que requiere la construcción de nexos entre la
fo rm u la ción teórica y la observación empírica. ¿Cómo observar la
reproducción? Es decir, ¿qué elem entos de esa realidad a la que
te nemos un acceso mediado por diferentes prácticas concretas de
construcción de datos (docum entacio nes diversas, entrevistas,
registros) se vuelven inteligibles bajo la concepción de la re p ro d u c
ción? ¿Qué de lo que m ira m o s es evidencia de la reproducción y qué
no lo es? En otros té rm in o s , ¿cómo puede el concepto a d q u irir el
poder analítico que perm ita observar un proceso ahí donde antes no
se veía? ¿De qué form a puede el análisis o bligar al investigador a
elaborar y r e fo rm u la r la teoría de la reproducción o, incluso, a des
ca rta r su pertinencia según la realidad estudiada? Estas son cu es
tiones de fondo detrás del problema de cómo observar c u alqu ier
proceso social en un contexto dado.
Abordo este problema con la orientación de cuatro preguntas fre
cuentem ente soslayadas en la discusión sobre la reproducción. Las
preguntas son: p rim era, ¿qué se reproduce?, ¿cuál es el co n te n i
do de la reproducción?; segunda, ¿en qué nivel de abstracción se
encuentra ese contenido?; tercera, ¿a qué escala ocurre el proceso
de reproducción?, y fin a lm e n te , ¿desde dónde se genera la rep ro
ducción?
El contenido de la reproducción
Niveles de abstracción
* Una prim era versión de algunas partes que integran este capítulo fue publicada
en el año 1996 con el títu lo "H istoria y antropología. ¿Es posible un acercam iento
m etodológico?", ponencia presentada en el VI Encuentro Nacional de Historia de la
Educación en México, Guadalajara.
1. De la antropología, la lista incluye a investigadores como Bonfil, Evans P rit-
chard, Fabian, Friedrich, Roseberry, Sahlins, Sider, Wolf, entre otros. En el campo de
la historia, Braudel, Burke, Darnton, Davis, de Certeau, Ginzburg. Leroy Ladurie, Levi,
Lüdkte, Mignolo y Sewell. entre otros, han abordado la dimensión cu ltural o antropo
lógica.
realizan estudios sobre épocas pasadas. Ubicada en medio de a m
bas tradiciones, la e tno histo ria ha desarrollado sus propias m a n e
ras de integ ra r la dim ensión te m p o ra l al trabajo antropológico. Los
historiadores, a su vez, buscan orientación en los textos teóricos de
la antropología, para potenciar una nueva lectura de los documentos
de archivo y una interpretación de otras fuentes que den cuenta de
la dim ensión cultural.
No obstante, si co m p a ra m o s las form as de trab aja r del h isto ria
dor y del etnógrafo, e nco ntra m o s serias diferencias. La antropología
social nació con una fu erte ru p tu ra epistémica con el estudio de la
evolución te m p o ra l de los fe nóm enos sociales. Los fundadores des
cartaron la docum entación existente sobre los pueblos indios, como
los in fo rm e s elaborados por burócratas y misioneros, e insistieron
en la obligada estancia prolongada en el campo para la obtención de
descripciones y apreciaciones válidas. El etnógrafo tenía, así, la ex
cepcional oportunidad y responsabilidad, como afirm aba M alinow s-
ki (1972), de se r "cronista" de los procesos que estudiaba. Esta ven
taja se tradujo en una necesaria reducción de la escala te m p o ra l y
espacial. En efecto, el e tnógrafo sólo puede d o cu m e n ta r lo que ob
serva y escucha durante su permanencia en el campo. Las d e s crip
ciones que elabora se lim ita n a lo que transcurre durante su estan
cia allí o, a lo sumo, a lo que le cuentan o m uestran del pasado en
ese contexto. Desde la antropología, se considera que nada puede
s u s titu ir la experiencia p ers o n a l del investigador en el campo. El
E HISTORIA
BÚSQUEDAS OPUESTAS
2. Para conocer otras definiciones de cultura, y debates con Geertz. son útiles las
siguientes obras: W illia m s (1981). Rosaldo (1989), Roseberry (1989), Bonfil (1991),
Reynoso (1991), Hannerz (1992). O hnuki-Tierney (2001), O rtner (1984. 1997), A bu-Lug-
hod. (1997), de Certeau (1999), Sew ell (2005). entre otros.
evidencia de los orígenes y las transform aciones de configuraciones
cu lturale s actuales con lecturas novedosas de la documentación de
archivo, así como con diversas fuentes orales y gráficas. Entre los
autores que han contribuido a este esfuerzo están: Sahlins (1985),
Sider (1986), Ohnuki-Tierney (1990), Comaroff y Comaroff (1992),
Trouillot (1995), Dube (2001), Chakrabarty (2000), Fabian (2001), Asad
(2003). La lectura de sus obras, si bien nos lleva a campos muy
diversos, resulta ser s ugerente para enco ntra r nuevas m an eras de
estudiar la dinámica educativa.
La discusión acerca de las continuidades y discontinuidades está
presente en m uchos campos de investigación, incluyendo el que nos
interesa, la cu ltu ra escolar. Algunos historiadores tienden a p ro po
ner que las cu ltu ra s escolares han sido resistentes a las reform as
generadas desde esa esfera privilegiada del acontecer, lo político,
por lo m enos durante los ú ltim o s dos siglos (Tyack y Cuban, 1996;
Chervel, 1998; Viñao Frago, 2002). Los antropólogos que se acercan
a la historia, en cambio, buscan hacer más dinámico el análisis de
las culturas, incluyendo las escolares, juveniles y m agisteriales (Le-
vinson, Foley y Holland, 1996; Reed-Danahay, 1996; Boyarín, 1993;
Holland y Lave, 2000). La intención es enfatizar el carácter h ete ro
géneo, cambiante y construido de las relaciones y prácticas cotidia
nas y de las m ú ltip le s cu ltu ra s escolares en el mundo educativo.
3. En Am érica Latina, los trabajos de Alicia Civera, Elisa Cragnolino, Graciela Ba-
tallán, María Bertely, María Rosa Neufeld. Oresta López. Josefina Granja, Diana Vidal,
Virginia Zavala, entre otros, han aprovechado herram ientas de ambas disciplinas.
man a la práctica cotidiana en las aulas del pasado.4 Sin duda c o m
prenderíamos m ejor la tra n sfo rm a c ió n educativa si log rá ra m o s una
m ayor profundidad histórica a nuestros estudios de las escuelas
actuales y, por otra parte, una m ayor sensibilidad etnográfica en el
estudio del pasado.
Los problemas del acercam iento entre la etnografía y la h isto rio
grafía se pueden ¡lu strar con algunos com entario s acerca de mi
propio trabajo sobre la tra n s fo rm a c ió n de la c ultura e scolar en la
época posrevolucionaria en Tlaxcala (Rockwell, 2007a). Al in ic ia r la
investigación, encontré num eroso s docum entos producidos por la
burocracia educativa, ta l com o se archivaron en la época. Pese a lo
tedioso de la revisión del m aterial, intenté examinar estos d o c u m e n
tos con una m irada antropológica. Una p rim era aproxim ación fue
leer los docu m e ntos desde el conocim iento local. Abordé las re fo r
mas federales que llegaron a Tlaxcala entre 1910 y 1940 desde la
lógica política y educativa que se gestaba allí. Como regla, tom é
como base aquellos docum entos del sistema federal que rea lm e nte
se encontraban en el archivo estatal, con lo cual pude constatar que,
por lo menos, llegaron a las autoridades locales. M ira r las políticas
educativas desde este ángulo p erm itió reco n s tru ir los ca m ino s que
tra n s ita ro n las refo rm a s hacia las escuelas, en lugar de in fe rir la
realidad e scolar a p a rtir del discurso público federal. Por ejemplo,
los a m b icio sos planes de José Vasconcelos, como Secretario de
Educación Pública en 1921, se tran sfo rm a ro n , en esta entidad, en
EL DIÁLOGO ENTRE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA
4. Excepciones que marcan nuevas posibilidades son los libros recientes de Gros-
venor, Lawn y Rousm aniere (1999), Lawn y Grosvenor (2005), y A.-M. C hartier (2007).
Dada mi experiencia en el campo, solía leer de manera distinta
los m is m o s docum entos que recolecta el historiador. Una consigna
im p orta nte fue ente nder los docum entos no como fuentes de datos
que se extraen de contexto, sino como evidencia m ate ria l de proce
sos sociales. De hecho, las condiciones de circulación y conserva
ción de estos textos escritos daban inform ación esencial para su
interpretación como evidencia de los procesos de reforma. La exis
tencia m ism a de los documentos burocráticos hablaba de los in te n
tos de control y de apropiación que buscaba esclarecer. Esto obliga
ba a im a g in a r los contextos sociales y discursivos dentro de los
cuales se habían producido los docum entos consultados y calibrar,
así, el sesgo que esos contextos les imprim ían.
En general, la etnografía privilegia lo que se hace sobre lo que se
dice. Sin embargo, el análisis documental se restringe por definición
a lo que se dijo, es más, a lo que se escribió. En este caso, la p rá cti
ca (lo que se hizo) fue justam ente producir y hacer circu lar los textos
encontrados en los archivos. En el caso de las reformas educativas,
se puede constatar si la llegada de un oficio o de un te legrama pro
piciaba el envío de otros documentos (respuestas, circulares, convo
catorias, instructivos, informes) o enco ntra r otra evidencia de las
p rim eras acciones locales frente a las iniciativas centrales. Los c ir
cuitos de la documentación rutinaria, por ejemplo, para co ntratar o
despedir a un maestro (quién enviaba qué texto a quién, con copia a
quién, quién decidía], permiten reconstruir aspectos cruciales de la
fo rm a ció n del aparato educativo y ca lib ra r el relativo peso de los
actores involucrados en el proceso de centralización del poder esta
tal que siguió a la revolución. Antes de la revolución, la firm a del
g ob erna do r era obligada; después, la firm a de la secretaria de la
LA EXPERIENCIA ETNOGRÁFICA
* Una prim era versión de algunas partes que integran este capítulo fue publicada
en el año 2002 con el títu lo "Im aginando lo no-docum entado: del archivo a la cultura
escolar ', en Civera, Alicia; Escalante. C. y Galván, L. E. [coords.l: Debates y desafíos de
la historia de la educación en México. Toluca, El Colegio Mexiquense - Instituto de Cien
cias de la Educación del Estado de México, págs. 209-233.
resistencias populares orienta a otros estudios basados en m a te ria
les de archivo. Finalmente, los esfuerzos convergen en la dimensión
c ultural, el mundo de la práctica y la palabra viva.
En el centro de la mirada antropológica se encuentra el concep
to de cultura o, más bien, algún concepto de c u ltu ra ,1 No se trata
sim p le m e n te de agregar el nivel c u ltu ra l o la esfera c u ltu ra l como
objeto de estudio. De hecho, algún concepto de cultura está presen
te, implícitamente, en todo relato histórico. En las historias cuantita
tivas, la cultura entra por las categorías usadas para co nta r perso
nas y hechos. En las historias políticas, la cu ltu ra constantem ente
atraviesa las perspectivas sociales y los p ará m e tro s evaluativos de
los actores y los autores. Lo c u ltu ra l es ineludible en c u alqu ier tipo
de historia, por ello, cuando nos proponemos e stud iar los procesos
cu lturale s del pasado, es p articu la rm e n te im p orta nte iniciar alguna
reflexión sobre el sentido en que usamos el térm ino .
Esta reflexión tendría que to m a r en cuenta la complejidad del
debate antropológico sobre el concepto de cu ltura. De haber sido
considerado un dom inio que incluía "todo lo h um an o", el concepto
de cu ltura ha experim entado una reelaboración a lo largo de más
de un siglo. Actua lm e nte , se ha abandonado la equivalencia que
asignaba a cada sociedad o grupo una cultura, considerada como
sistema homogéneo, coherente y d ete rm ina nte de la acción h u m a
na. Se enfatiza, en cambio, el ca rá cte r dinám ico e histórico de lo
cu ltu ra l. Continúa en debate la d elim itación de la cu ltu ra a los
co no cim ien to s locales o siste m a s sim bólicos, sugerido por Geertz
(1973a), o bien la inclusión - n o sin te n s io n e s - de las prácticas so
ciales como parte de lo c u lt u r a l (Ortner, 1984; Sewell, 2005). De
p a r tic u la r interés en nuestro campo es la creciente atención a la
LA ETNOGRAFÍA EN EL ARCHIVO
c u ltu ra m a te ria l como producto del trabajo hum ano, pero también
como condición y soporte de toda práctica. Por supuesto, la co nfi
g uración de lo c u ltu r a l ta m bién se vuelve m ás compleja en el con
1. Para conocer debates acerca de la cu ltu ra son útiles las siguientes obras:
Geertz (1973), W illiam s (1981). Rosaldo (1989). Roseberry (1989), Bonfil (1991), Reyno-
so (1991). Hannerz (1992), O hnuki-Tierney (2001), O rtner (1984, 1997), de Certeau
(1999), Sewell (2005), entre otros.
texto de estudios donde la relación entre lo global y lo local y donde
los diferentes ritm o s de cambio ponen en entredicho las fronteras
espaciales y temporales. Cada perspectiva nos conduce a una bús
queda de evidencia en los archivos y otras fuentes, a intentos de
d escrib ir las vetas culturales del pasado.
En este capítulo, abordarem os los problemas de la antropología
histórica de la educación en dos sentidos: prim ero, discu tire m os la
noción de cultura escolar que maneja Dominique Julia (1995], t r a
tando de hacer explícitas algunas de las tensiones que muestra este
autor; en segundo lugar, presentaremos algunas m aneras de en
c o n tra r indicios en el registro histórico que nos p erm ita n im aginar
"la historia no escriturada" (de Certeau, 1996).
cer. Por ejemplo, los docum entos del siglo xix que insisten en la d is
ciplina y en la higiene escolar sugieren ciertos hábitos y maneras de
estar en la escuela. Los diferentes libros de texto y cuadernos de
trabajo pueden dar te stim o nio no solo de los contenidos c u rric u la -
res, sino tam bién de maneras de disciplinar la lectura y la escritu ra
(Vidal, 2005; A. M. Chartier, 2007). Sin embargo, para indagar sus
efectos es necesario e nco ntra r otro tipo de evidencia.
Desde esta perspectiva, es necesario im a g in a r los usos de las
cosas y las fo rm a s de hacer dentro del ám bito escolar, antes de
m
poder in fe rir los c o nocim ientos y las ideologías que tran sm itían las
escuelas del pasado.
1997).
IN DIC IO S DE U NA H IS T O R IA S IN HUELLAS
3. Este acervo se podría enriquecer con los registros etnográficos, que algún día
serían útiles para estudiar la historia escolar del ú ltim o siglo.
Si bien existen otros puntos de partida, Julia invita a "no exage
ra r el silencio de los archivos escolares" (1995:136). Es posible v o l
ver a e nc o n tra r el "gusto por el archivo" (Farge, 1989) y h alla r en él
el tipo de detalles que interesan al antropólogo. Roger C h a rtie r
recuerda la im p orta ncia de m a n te n e r el respeto a las reglas y las
operaciones propias de la dis cip lin a h is to rio g rá fic a , y "s e g u ir el
recorrido que conduce del archivo al texto, del texto a la e s critu ra
de la historia, y de esta e scritu ra al co no cim ien to histórico" (1998:
105). ¿Cuáles pueden se r las reglas que nos p erm ita n c a m in a r
desde el archivo hacia el co n o cim ie n to de la cu ltura e scolar del
pasado? Sin duda, la crítica p e rm ite establecer o c u estio na r la
autenticidad y la veracidad de a lg u n o s docu m e ntos de archivo. En
el caso de las c u ltu ra s escolares, es im p o rta n te c o n s tru ir algunas
reglas adicionales.
Una de ellas sería verificar si los docum entos que exponen n o r
mas elaboradas en las oficinas centrales de la adm inistración e du
cativa llegaron alguna vez a las localidades y las escuelas que e stu
diamos. Trabajar en archivos locales perm ite observar si los actores
locales recibieron esos docu m e ntos y, además, si los retom aron o
no para n o r m a r las acciones hacia las escuelas. Descentrar la
mirada, sobre todo en países de excesivo ce ntralism o escolar, ha
sido un paso im p orta nte de vigilancia crítica.
A p a rtir de mi propia investigación (Rockwell, 2007a], basada en
documentos provenientes del ram o de Educación Pública del A rch i
vo General del Estado de Tlaxcala, de los años 1920 a 1940, en esta
segunda parte propondrem os algunas maneras de descubrir, en los
archivos, indicios de la práctica escolar.
LA ETNOGRAFÍA EN EL ARCHIVO
el cual ha sido hecho" (1995:1 50). Los usos de los m ateriales esco
lares dejan marcas. Por ejemplo, se pueden encontrar respuestas y
correcciones de los ejercicios de cuadernos de trabajo y anotaciones
en los m árgenes de libros de texto o m anuales didácticos. Estas
marcas m ue stran que los libros, efectivamente, entraron en el h o r i
zonte cotidiano de las escuelas, y los señalam ientos y subrayados a
mano dan ¡dea de prácticas escolares como la copia, el resumen, la
lectura y la interpretación de los textos.
A lg un os m a n u s c rito s ta m b ién contienen marcas discursivas
como los elem entos deícticos que reflejan su uso social. Por e je m
plo, durante los años 1920 a 1930, en Tlaxcala por lo menos, se es
peraba que los directores presentaran su inform e en la ceremonia
de clausura. En los expedientes de esos años, algunos inform es es
critos todavía se dirigen a la comunidad en segunda persona, a g ra
deciendo o amonestando a los vecinos y hablándoles de sus hijos;
además, traen firm a s de la jun ta local. Podemos im a g in a r que se
conservaba la práctica de leer el inform e ante la comunidad para
recibir su visto bueno. A p artir de 1930 se empezaron a m odificar las
relaciones básicas del sistem a: los m aestros dejaron de se r p ro
puestos por los vecinos y pasaron a ser asignados por las a uto rid a
des. Este cambio se refleja en los inform e s de algunas escuelas,
que comenzaron a dirigirse al inspector y contienen quejas o a la
banzas sobre los vecinos, nom brados en tercera persona. En estos
casos, a veces encontram os oficios de las juntas locales con quejas
de que "el preceptor se fue sin rendir su inform e". Nuevamente, la
yuxtaposición de ambos tipos de informe, en diferentes escuelas y
en un m ism o año, m uestra las m últiples temporalidades de la histo
ricidad cu ltural.
IM AGIN AR LO N O -D O C U M E N T A D O
Por otra parte, si nos basáram os en los docum entos del archivo
de educación, sería fácil c o n c lu ir que en la zona de La Malintzi, en
Tlaxcala, quedaba poco de su pasado indígena a principios del siglo
xx. La docum e ntación e scolar del siglo a nte rio r aún detallaba la
"raza" de los niños, usando las categorías de indígena, mezclada y
blanca, pero este rubro se fue eliminando poco a poco de la m a tríc u
la. Según el censo de 1910, una tercera parte de la población de los
m unicipios de La Malintzi confesaba hablar mexicano (náhuatl), a u n
que se gu ra m e nte estos datos subestimaban la situación real. Los
estudios antropológicos muestran que la lengua y la cultura seguían
fuertes en esta zona a mediados de siglo xx (Hill y Hi 11, 1999) y, por lo
tanto, deben haber constituido la realidad cotidiana en muchos pue
blos de La Malintzi en la época posrevolucionaria.
Sin embargo, el hecho de que muchos alumnos fueran hablantes
del náhuatl recibía poca atención en los círculos educativos. Solo en
tres in fo rm e s de inspección de las 34 escuelas asum idas por la
federación en 1925 se mencionó el hecho de que m uchos niños no
entendían español y que las m aestras "batallaban para e n s e ñ a r” .
Tampoco se e ncuentra mayor com entario sobre este hecho en los
n um erosos expedientes de capacitación de maestros, como confe
rencias, cursos de invierno, normales, congresos pedagógicos. El
discurso indigenista del gobierno federal, que empezaba a d ifu n d ir
se a otras partes del país a partir de la época cardenista, no parecía
haber llegado a Tlaxcala.
Si leemos los docum entos con atención, podemos e nco ntra r
huellas de la realidad c u ltural indígena de la región. Emergen seña
les, por ejemplo, en las actas de las Juntas de Educación, co n stitu i
das por los vecinos. En aquellos años, la norma dictaba una o rg an i
zación de padres de fa milia por grados escolares, con el director de
la escuela al frente. Sin embargo, a veces se reportaban las colabo
raciones en especie o trabajo que daban los padres por barrio, a la
usanza tradicional. En San isidro Buen Suceso, poblado donde a c
tu a lm e n te los niños hablan mexicano, los vecinos negociaron la e n
trada de la nueva escuela ru ra l federal, pidiendo, a cambio de su
anuencia, una dotación de instrum entos musicales para la c o m u n i
dad, en lu g a r de in stru m e n to s de labranza. Estos detalles revelan
prácticas arraigadas en el México profundo (Bonfil, 1987) y permite n
LA EXPERIENCIA ETNOGRÁFICA
* Una prim e ra versión de algunas partes que integran este capítulo fue p u b lica
da en el año 2005 con el título "Del campo al texto: dilem as del trabajo etnográfico",
en Franzé, A; Jo d ie s , M. I.; M artín, B.; Poveda. D. y Sama, S. (coords.): Actas de la
Prim era Reunión Científica Internacional sobre Etnografía y Educación, Valencia. Ger-
manía.
no. La recepción crítica de los textos etnográficos propició m ayor
conciencia de la difícil tarea de c o n stru ir puentes entre la experien
cia de campo y la representación etnográfica.
Sirva este capítulo de resum en de lo expuesto hasta ahora y, a la
vez, de exploración hacia cuestiones emergente s en el campo. Si se
acepta que la etnografía no es un método, sino un enfoque, no se la
puede to m a r como una h erra m ie nta neutral o aséptica que se u tili
za en c u a lq u ie r contexto. Como enfoque, está im pregnada de co n
cepciones im plícitas acerca de cómo se construyen rep re sen ta cio
nes de la vida social y cómo se les da sentido a p artir del diálogo con
quienes habitan una localidad. Permite co m p re nd er algunos proce
sos sociales y prácticas culturales, especialmente a escala co tidia
na, pero tam bién encuentra lím ites ineludibles.
A lo largo de este libro he sostenido que un estudio etnográfico
tiene, por lo menos, ciertas características. Requiere una estancia
relativam ente prolongada en una localidad relativam ente pequeña,
de tal form a que el investigador, o el equipo de investigadores, pue
da co n s tru ir relaciones de confianza con algunos de los habitantes,
te ne r acceso a acontecim ientos públicos y d o c u m e n ta r su experien
cia por vía escrita o gráfica. Aunque el investigador consulte censos,
mapas y otros docu m e ntos locales, la tarea principal es a p ro x im a r
se a los lenguajes y conocim ientos locales, lo cual implica te ne r una
disposición receptiva y una sensibilidad hacia las distintas form as de
in te rp re ta r los sucesos y las palabras. La experiencia de campo es
c rucial para este enfoque.
Sin embargo, la etnografía no term ina allí, sino que cu lm ina con
la producción de representacio nes textuales de la realidad e stud ia
da, textos redactados por las m ism a s personas que realizaron el
trabajo de campo. El género textual etnográfico privilegia la n a r ra
ción y la descripción. Los textos deben conservar, mediante d escrip
NARRAR LA EXPERIENCIA
DILEMAS ÉTICOS
ción en juego. La autora concluye afirm ando que existen "m ú ltip les
fo rm a s de s e r cosm opolita", es decir, de conocer el mundo. Esta
postura respalda, a menudo, la propuesta de realizar etnografía en
m ú ltiple s sitios, al re co rrer los caminos que llevan hacia los espa
cios externos desde la perspectiva de las personas de la localidad.
Otros antropólogos han ofrecido reflexiones más incisivas, que
enm arcan la experiencia del diálogo en el campo. Por ejemplo,
Pinxten (1997), quien trabajó entre los indios navajo, sostiene que la
entrevista etnográfica debe ser vista como una conversación Ínter-
c u ltural. Recuerda que en los modelos clásicos de entrevista la
transferencia de inform ación suele ser unidireccional, hacia el in
vestigador. Notando que los habitantes ta m bién hacen sus co njetu
ras sobre quién es el que les hace ta ntas preguntas, Pinxten relata
que en el caso de los navajo, las respuestas que suelen dar inicial-
m ente a los etnógrafos son una serie de cuentos sobre "el Coyote",
personaje mítico pero relativam ente m arginal. Solo después de
m ucho tiempo y de llegar a te ne r confianza mutua, comparte n infor
m ación más compleja y profunda. Para avanzar en la com prensión
de otra cultura, es necesario, dice, c o nside rar que las fo rm a s de
conversación son, en sí m ism as, culturales.
Pinxten propone otra descripción de lo que ocurre (o puede ocu
rrir] en los intercam bios en el campo. El investigador inicia con un
discurso que necesariam ente está cifrado en té rm in o s de su propia
cultura. El interlo cu tor puede reaccionar ante este discurso de m u
chas m aneras: lo puede ignorar, interpretar, refu ta r o negar. Algún
nivel de com prensión m utua suele o currir, jun to con m uchas in te r
pretaciones erróneas. En la entrevista abierta, el in te rlo c u to r local
tiene la posibilidad de reorientar la conversación hacia otros temas:
T RA NS FOR M A R LA MIRA DA
5. Piasere propone este neologism o y lo explica del siguiente modo: "La perduc-
ción se configura como un conocim iento por la concatenación reticu la r irre g u la r que
reúne hecho tra s hecho sobre la base de nuevas posibilidades de ocurrencia” (Piase-
re, 2002:166, la traducción es de la autora).
teoría existente y busca mayor validez en los nexos entre los concep
tos y los referentes empíricos; además, propone una relación pro
funda con la teoría que respalda el estudio.
Desde esta perspectiva, adquiere peso la dialéctica entre las
categorías teóricas y las sociales, aquellas que ordenan (o desorde
nan) la percepción y la acción social. Las categorías sociales no son
solo de "los otros", de lo "local", sino ta m bién son categorías que
usam os nosotros, en tanto m ie m b ro s de otras "localidades" con
otros "sentidos com u ne s", incluyendo el m undo académico. Reto
m a r las categorías sociales no es sim p le m e n te un "ver desde los
ojos del nativo” , ni tam poco es a s u m ir las categorías locales como
propias sin m ayor reflexión. Al realizar el continuo ir y ve nir entre
varias m aneras de m ir a r un proceso social, se crea una tensión cuya
única salida es una tra n sfo rm a c ió n en los marcos de interpretación
y análisis que usamos. Por eso, la experiencia etnográfica modifica
p ro fundam ente las m iradas y. desde ahí, aporta al continuo diálogo
que marca el avance del conocimiento.
El trabajo de campo y el análisis cualitativo representan solo una
parte de la investigación etnográfica. La otra mitad es la elaboración
de textos etnográficos, que integren las descripciones analíticas y
ubiquen el desa rrollo conceptual dentro del campo de investigación
correspondiente. En ellos, se m ue stran las relaciones interna s y
externas que hacen inteligible una parte de la experiencia de campo
(nunca su totalidad). Estos textos permanecen, al decir de Geertz
(2000), como nuevas instancias de "conocimiento local", rep re sen ta
ciones ofrecidas como parte de un acervo docum ental que pretende
dar cuenta de la diversidad humana.
LA R ESP O N SA B IL ID AD DE NARRAR
NARRAR LA EXPERIENCIA
6. Entre otros, destacan: Clifford y Marcus (1986); Geertz (1988), P olier y Rose-
berry (1989), A tkinson (1990), Reynoso (1991), van Maanen (1995), W ebster (1996).
Marcus (1998).
tipos de prácticas generalizadas. Recurren a frases, m etá fo
ras e imágenes elocuentes. La narración m ism a implica una
interpretación de los hechos. Se logra una transparencia que
da la im presión de m ayor a c ercam iento a "lo real". En este
caso, la representación a m enudo se apoya en recursos litera
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