You are on page 1of 18

Sepúlveda Torres, Dení

Examen Historiografía de México IV


1. ¿Qué es la historiografía? ¿Qué importancia tiene en la formación de futuros
profesionales de la historia?
Al tratar de definir el término historiografía es casi seguro que en el camino habrá de aparecer
la alusión a la ambigüedad que envuelve al término historia y cómo ésta se hace extensiva al
término que nos ocupa. Esta ambigüedad podría desdoblarse en dos, o bien en cuatro
acepciones, a saber.

Evelia Trejo considera que, al igual que al referirnos al término historia, podemos
utilizar dos formas para la palabra historiografía: una con mayúscula y otra con minúscula.
“Hacemos historiografía cuando escribimos sobre el acontecer pasado, e Historiografía
cuando nos ocupamos del estudio de los escritos acerca del pasado”1. Por otra parte, en el
texto “Análisis y crítica en la historiografía”2 se reconocen cuatro posibles acepciones para
el término:

 Todas aquellas operaciones que el “sujeto de la enunciación historiográfica” lleva a


cabo para conocer y dar cuenta del pasado.
 El conjunto de obras escritas que versan sobre la realidad pasada del ser humano.
 Autorreflexión sobre los cambios que experimentan en el tiempo los factores que
hacen posible el conocimiento del pasado humano.
 Área de estudio que se especializa en las obras historiográficas.

En este sentido, el autor apunta que al hacer referencia a la cuarta acepción referida, el estudio
historiográfico debe ser entendido como un ejercicio de crítica de textos, que a su vez implica
un previo ejercicio de análisis consistente en la descomposición del texto historiográfico en
sus partes, para finalizar con un ejercicio crítico que permita relacionar todos los elementos
internos analizados con las condiciones de posibilidad del texto en cuestión (autor y horizonte
histórico cultural del mismo).

1 Evelia Trejo, “¿Definir o delimitar la historiografía?”, en Rosa Camelo y Miguel Pastrana Flores
(editores), La experiencia historiográfica. VIII Coloquio de análisis historiográfico, México, UNAM-
Instituto de Investigaciones Históricas, 2009, p. 29.
2 Javier Rico Moreno, “Análisis y crítica en la historiografía”, en Rosa Camelo y Miguel Pastrana

Flores (editores), Op. cit., p. 201-202.


A estas dos formas de entender lo que es historiografía, agrego una tercer definición,
planteada por Álvaro Matute en el mismo coloquio: “[...] cuando la conciencia de lo
acontecido adquiere corporeidad en la forma de un relato, o cualquier tipo de consignación
de lo sucedido, explicativo o no, surge la historiografía, donde aparecen sujetos, objetos y
temas.”3

Me parece que todas estas son definiciones que, lejos de ser contrarias, se vuelven
complementarias y arrojan luz sobre lo que la historiografía implica. De tal suerte, no me
atrevería a dar una definición absoluta del término, no obstante, podría decir que tiene la
ventaja de encontrarse en una coyuntura de ambigüedad que permite darle diferentes
significaciones, siempre relacionadas con las labores de investigación y de transmisión del
conocimiento que lleva a cabo el estudioso del pasado.

Y es precisamente aquí donde se inserta la cuestión referente a la importancia de la


historiografía dentro del proceso de formación de un historiador. En la medida en que se
conoce la historia de la historiografía y en que se desarrolla la capacidad de realizar un estudio
crítico de las obras historiográficas, un historiador en ciernes puede obtener diferentes
beneficios. En primer lugar, creo que el hecho de llevar a cabo un ejercicio de crítica
historiográfica, como se plantea en “Análisis y crítica en la historiografía”, permite una
comprensión más profunda acerca de la labor que lleva a cabo el historiador a la hora de crear
una interpretación del pasado. Ello debido a que este tipo de ejercicio implica identificar los
elementos que conforman un texto historiográfico, para posteriormente entender la relación
que existe entre ellos, así como la que sostienen con los elementos que son externos a la obra
en cuestión. De esta manera se puede llegar a la comprensión de las condiciones de
posibilidad de la obra en cuestión, al tiempo que, conforme estos ejercicios se ejecutan con
mayor frecuencia, el historiador tiene la oportunidad de formar un panorama que le permita
tener noción de las muy diversas formas en que se puede proceder para interpretar el pasado.

Aunado a esto, realizar un ejercicio de crítica historiográfica, además de permitir la


mejor comprensión de un texto, permite que este sea valorado tanto en el aspecto estético,

3Álvaro Matute, “Sujeto, objeto y tema en la historia de la historiografía”, en Rosa Camelo y Miguel
Pastrana Flores (editores), Op. cit., p. 91.
como en el epistemológico y simbólico.4 En este sentido, me parece que el análisis y la crítica
historiográficos permiten tener un acercamiento comprensivo a la sociedad y la época de la
cual surge la obra en cuestión.

En un segundo término, aunque definitivamente no por ello menos importante, me


parece que el acercamiento tanto al ejercicio de crítica historiográfica como a la historia de
la historiografía permite el desarrollo de una mejor redacción. En un texto titulado “Vicios y
virtudes de los estudios historiográficos”5, Rodrigo Díaz Maldonado hace un señalamiento
que me gustaría retomar:

Lo intangible, lo que de verdad importa, como la inteligencia argumentativa y narrativa, la elegancia


estilística, el uso acertado de metáforas y la capacidad de generar imágenes realmente evocativas, la
creación de símbolos y, en suma, todo aquello que, desde siempre, ha señalado a los grandes
historiadores, todo eso, digo, se ha descuidado casi por completo. 6

Siguiendo la crítica señalada por este autor, con la cual, por cierto, concuerdo, me parece que
un contacto constante con la lectura de textos historiográficos (de la época que sean) y la
realización de ejercicios de análisis crítico de éstos, fomentan en aquel que lleva a cabo estas
tareas la escritura ágil, clara e imaginativa, la cual es menester si se tiene el objetivo de
transmitir correctamente el conocimiento, sea éste del tipo que sea.

Mi experiencia a lo largo de la carrera me ha hecho llegar a la conclusión de que la


historia, entendida como el conocimiento acerca del pasado humano, puede llegar a tener
utilidad, o dicho con más corrección, se le puede dar uso, dentro de dos ámbitos: uno práctico
y otro más bien espiritual. Evidentemente, en el ámbito de lo práctico los discursos históricos
pueden, y de hecho lo hacen, ser utilizados con fines políticos; por otra parte, en el ámbito
espiritual los discursos históricos cumplen otro tipo de función. En mi opinión, el contacto
constante con textos historiográficos permite la satisfacción de una necesidad ontológica de
comprensión de la otredad, y en esta medida de una autocomprensión. En palabras de
Rodrigo Díaz Maldonado “[...] en torno a la utilidad de la historiografía en el mundo

4 Javier Rico Moreno, “Análisis y crítica en la historiografía”, Op. cit., p. 209-211.


5 Rodrigo Díaz Maldonado, “Vicios y virtudes de los estudios historiográficos”, en Rosa Camelo y
Miguel Pastrana Flores (editores), Op. cit., p. 127-132.
6 Ibidem, p.129.
contemporáneo [...] creo que es posible sostener que su función puede seguir siendo la misma
que ha cumplido desde siempre: ayudarnos a ser en el mundo.”7

2. Los libros del conquistador de Irving Leonard es una de las primeras investigaciones
sobre la historia de la lectura. ¿Qué perspectivas abre para la interpretación histórica
en relación con los siguientes aspectos:
a. La situación de la península ibérica al momento de la conquista de América.
b. Las expectativas de los conquistadores españoles.
c. La importancia de la lectura como fenómeno histórico cultural.
En el prólogo de su obra Los libros del Conquistador, Irving A. Leonard apunta claramente
los tres propósitos del libro que, en un afán de disipar la “leyenda negra” de España, busca
en primer término explorar la posible influencia de la literatura de ficción en la mente y en
la conducta de los españoles, en segundo lugar describir el mecanismo e comercio de los
libros en la Nueva España y por último probar la difusión universal de la cultura literaria
española.8 En la persecución de estos propósitos, Leonard dedica los primeros seis capítulos
de su obra al estudio histórico de los conquistadores, comenzando por establecer el horizonte
histórico cultural en que este actor colectivo surge y existe.

En este sentido, Leonard señala varios aspectos que configuran el dicho horizonte
histórico cultural: el carácter peninsular de los pueblos hispánicos y la revolución comercial,
con su consecuente desarrollo de nuevas rutas marítimas, son identificados por el autor como
los factores coadyuvantes que permitieron que Portugal y España tuvieran un impresionante
ascenso y, en consecuencia, papeles fundamentales en la difusión del imperialismo,
nacionalismo y capitalismo modernos.9 Apunta que, con la caída de Constantinopla, la
revolución comercial se desplazó del Este al Oeste, en la búsqueda de nuevas rutas,
coincidiendo éste fenómeno con el desarrollo de avances tecnológicos en cuestiones de
navegación.

Aunado a lo anterior, el autor identifica otros factores (como el desarrollo imaginativo


que la cercanía con el mar desarrolló en los habitantes de la península, y la existencia de una
actitud ofensiva constante alimentada por la histórica lucha contra los moros), como

7 Ibidem, p. 131.
8 Irving A. Leonard, Los libros del Conquistador, México, Fondo de Cultura Económica, 1979, p. 9-
11.
9 Ibidem, p. 16.
elementos explicativos del fenómeno de conquista y colonización de las tierras americanas.
Además, refiere la explicación tradicional de las motivaciones individuales de los
conquistadores para apoderarse de América, que alude a tres impulsos básicos: Oro, Gloria
y Evangelio. En una interpretación muy reduccionista, pero útil por cuestiones de espacio,
estos tres impulsos podrían explicarse como: codicia insaciable, deseo de fama, y brutalidad,
incomprensión y un delirio de favoritismo divino.10

Una vez expuesto lo anterior, Leonard considera que estos elementos no son
suficientes para explicar la actitud de los españoles, ni la motivación que los incitó a llevar a
cabo el proceso de Conquista. Es entonces cuando comienza a desarrollar su tesis de que los
relatos de ficción pueden ser, y a veces lo son, instigadores inconscientes de los actos
humanos. En este caso, Leonard identifica los libros de caballerías como el aliciente que,
incrustado en la mente de los conquistadores, les llevó a la buscar la realización de hazañas
heroicas, al igual que los protagonistas de las novelas de caballerías, que constituyeron la
primera literatura popular. 11

Para avanzar en este terreno, el autor identifica las características de la primera novela
popular que circuló impresa en Europa: Cuatro libros del Amadís de Gaula, cuya primera
edición se identifica en 1508. Esta novela, expone el ideal de caballerosidad medieval, y llegó
a ser, en palabras de Leonard, “durante todo el siglo XVI la obra favorita de innumerables
lectores, el manual del buen gusto, el modelo de valor y nobleza, y el oráculo de las
conversaciones más elegantes.”12 Además, Leonard señala que a la publicación de esta obra
sucedieron muchas otras similares, de tal suerte que entre 1508 y 1550 se publicaron más de
50 volúmenes de novelas de caballerías, siendo que en las cuatro décadas anteriores
solamente se habían publicado 9. 13

En estos relatos de caballerías ampliamente difundidos, Irving Leonard encuentra


características comunes, como lo son: su sustento en un algún manuscrito antiguo, el origen
noble del protagonista, el esfuerzo del héroe que se ve recompensado por fama y fortuna, el

10 Ibidem, p. 17-21.
11 Ibidem, p. 26.
12 Ibidem, p. 29.
13 Ibidem, p. 30.
14
triunfo del héroe, y una geografía vagamente localizada pero fantástica. Estas
características, contrastadas con la realidad de los descubrimientos en África y el Nuevo
Mundo, desembocaba en la plausibilidad de los relatos caballerescos. Por lo tanto, no resulta
prudente, teniendo la evidencia de la amplia difusión de las novelas de caballería, ignorar su
contenido y la posible repercusión que esté pudo tener en los conquistadores.

Lo que Leonard hace palpable con esta obra es que la producción, la comercialización,
la distribución de libros y su lectura, son fenómenos históricos, en el mismo sentido que una
guerra, un proceso de colonización o un levantamiento social; por lo tanto son susceptibles a
una investigación histórica que ayude a comprenderlos mejor. Aunado a ello, el autor se
esfuerza en hacer notar que éstos fenómenos históricos se relacionan con otros fenómenos
históricos. La producción y lectura de novelas caballerescas está estrechamente relacionada
con el fenómeno de conquista de América. Uno de los ejemplos más contundentes e
ilustrativos que se pueden rescatar a este respecto es aquella relación que traza el autor entre
el relato de las amazonas residentes en la isla de California, presente en la novela del Amadís
de Gaula, y las expediciones encabezadas por Cortés y sus lugartenientes para encontrar
minas de oro y plata; así como las referencias que hacía el primero en sus cartas a Carlos V
de la existencia de amazonas en la Nueva España.15

La obra de Leonard es un llamado a realizar un esfuerzo de comprensión de los actores


del pasado, en el que se incluye la posibilidad de entender sus acciones a partir de la
influencia que en ellos ejercieron los relatos ficticios populares en la época. El autor no
asume, de ninguna manera, que la conducta de todos los conquistadores tenía su origen en el
mismo lugar; sin embargo, plantea la posibilidad ampliamente sustentada. En este sentido, la
obra de Leonard permite un nuevo acercamiento hacia la comprensión del pasado, no
solamente desde el ámbito de la historia del libro, en el cuál es pionero, sino también desde
la perspectiva de que la toma de decisiones de los seres humanos no siempre está regida por
una racionalidad encausada a un fin específico.

3. El laberinto de la soledad contiene una serie de rasgos propiamente historiográficos.


Explica, en particular:
a. Sus vínculos con el historicismo y el romanticismo.

14 Ibidem, p. 31.
15 “IV. Amazonas, libros y conquistadores: México”,Op. cit., p. 45-58.
b. La idea de la sucesión de momentos de cierre y momentos de apertura en la
historia de México.
c. Su interpretación de la conquista.
La relación que existe entre los rasgos historiográficos presentes en el Laberinto de la
soledad y el historicismo y el romanticismo se puede trazar partiendo de la búsqueda del
romanticismo por explorar formas de conocimiento diferentes al científico, siendo la primera
de estas la poesía, que se entiende como una forma diferente de la razón. En este sentido, el
romanticismo emprende una repoetización del conocimiento, que implica una revaloración
del mito en tanto que forma de comprensión de la realidad. Uno de los mitos que obtiene
mayor atención es el de la unidad perdida, a la que sucede un periodo de rupturas y
consecuentemente al deseo de retornar a la unidad.

Dicho esto, el capítulo quinto y sexto del Laberinto de la soledad, intitulados


“Conquista y Colonia” y “De la Independencia a la Revolución”, expone que Paz se avoca a
la tarea de hacer una síntesis de la historia de México, interpretada como un continuo oscilar
entre rupturas y continuidades. En este sentido, Paz identifica la Conquista con el gran trauma
del pueblo mexicano, que tiende a ser negado, mientras que en la Colonia puede ver un
periodo de continuidad que se prolonga a la Independencia hasta la llegada de la Reforma,
que asume como una nueva ruptura que emprende una negación en tres direcciones: de la
tradición indígena (formas comunales de posesión de la tierra); de la tradición hispánica
(forma de gobierno); y del catolicismo. 16

Con base en este esquema interpretativo, Paz explica la Revolución Mexicana como
un fenómeno cuyas causas formales son: el problema agrario y la insuficiencia ideológica,
que se refiere a la falta de un sustento ideológico previo al movimiento armado que le diera
cuerpo. Paz encuentra entonces un segundo punto de oposición, entre la razón y el instinto
popular, siendo este último el que alienta el movimiento revolucionario en México, lo cual
le otorga autenticidad.

Así, al igual que el romanticismo, Paz entiende la historia de México a partir de un


vaivén ininterrumpido entre momentos de continuidad y de ruptura, de apertura y de cerrazón
del colectivo mexicano. Esta visión implica una repoetización de conocimiento histórico que,

16 Octavio Paz, El laberinto de la soledad, 2ª ed., México, Fondo de Cultura Económica, 1972
al retomar el modelo mítico de la unidad primigenia, le otorgue sentido al pasado mexicano.
Paz enuncia que la revolución zapatista tiene un carácter eminentemente radical, cuyo
propósito es la vuelta a la verdadera raíz de la nación mexicana: la tradición indígena. 17 “Si
se contempla la Revolución mexicana desde las ideas esbozadas en este ensayo, se advierte
que consiste en un movimiento tendiente a reconquistar nuestro pasado, asimilarlo y hacerlo
vivo en el presente.”18 En este continuo ir y venir entre oposiciones, Paz considera la
revolución como un momento en el que, de manera similar a lo que sucede en la fiesta, hay
un descontrol que se asocia a la apertura.19

En este esquema de oscilación entre rupturas y continuidades, Octavio Paz identifica


el momento de la Conquista como un momento de escisión violenta que habría de dar paso
al siguiente periodo de continuidad:

En resumen, se contemple la Conquista desde la perspectiva indígena o desde la española, este


acontecimiento es expresión de una voluntad unitaria. A pesar de las contradicciones que la
constituyen, la Conquista es un hecho histórico destinado a crear una unidad de la pluralidad cultural
y política precortesiana [...]. Si México nace en el siglo XVI, hay que convenir que es hijo de una doble
violencia imperial y unitaria: la de los aztecas y la de los españoles. 20

La Conquista es para Paz el momento inicial de la historia de México, que comienza con la
traición primigenia de los dioses aztecas que genera, a su vez, el suicidio y la rendición del
pueblo azteca. 21 Éste hecho histórico constituye, en sus palabras, una violación en el sentido
histórico.22

4. Enuncia las condiciones histórico culturales de la sociedad estadounidense en los


años sesenta del siglo XX y, en particular, las tendencias visibles en la academia. ¿De
qué manera impactaron a los estudios en los ámbitos de las ciencias sociales y la
historia? ¿Qué papel jugó la antropología?
En la década de los sesenta el horizonte histórico cultural estuvo fuertemente marcado por la
Guerra Fría, y la consecuente división del mundo en dos polos que luchaban por tener la
hegemonía de control político. Enmarcado en este contexto se da el fenómeno de la
revolución cubana, seguida por movimientos revolucionarios en otras partes del mundo.

17 Ibidem, p. 130.
18 Ibidem p. 132.
19 Ibidem p. 134.
20 Ibidem p. 90.
21 Ibidem p. 85.
22 Ibidem p. 77.
Además, a esto se suma la ola de movimientos estudiantiles acaecidos en el año de 1968, y
el comienzo de un periodo de relativa estabilidad económica.

En el ámbito académico, y ante un evidente rechazo hacia la historia política, hacia la


década de los años sesenta del siglo XX comenzó a hacerse evidente, dentro de los
estudios históricos, lo que se conoce como la vuelta o el retorno hacia las ciencias
sociales. Destaca en este panorama la labor de traducción que se realizó a finales de los
cincuenta y durante los sesenta de la obra de Max Weber, fenómeno que tuvo gran
influencia dentro del campo del estudio histórico; al igual que el retorno de interés por la
obra de Marx y de Durkheim. Cabe mencionar que este retorno tuvo, hasta cierto punto,
su origen en el creciente y reciente rechazo al determinismo económico vulgar” –en
palabras de Lawrence Stone- los planteamientos marxistas por parte de los historiadores.
En sentido opuesto, también desde el ámbito de la economía y de la demografía se
evidenció un retorno hacia el campo de los estudios históricos, que se concretó hacia
finales de la década. 23

En este momento la utilización de métodos cuantitativos estaba en boga, y la


producción de obra historiográfica que evidenciaba la amalgama entre historia y ciencias
sociales aumentó considerablemente.24 Además, se abrió el panorama hacia nuevos temas de
investigación histórica, como la historia cultural o la historia social.

5. Explica tres rasgos importantes de la manera en la que John Womack interpreta a la


revolución zapatista.
El primer rasgo que destaca de la obra de Womack Zapata y la revolución mexicana, es que
la obra se presenta, más que como un análisis, como una narración de los hechos que se
suscitaron en torno al problema agrario que movilizó a los pueblos de Morelos hacia la
revolución. Cabe acotar que con esta observación no pretendo afirmar que Womack presenta
los hechos “tal como sucedieron”, pues evidentemente su pretensión narrativa no erradica el
uso de un esquema de interpretación; por el contrario, el tipo de narrativa que utiliza se puede

23 Lawrence Stone, “La historia de las ciencias sociales en el siglo XX”, en El pasado y el presente,
trad. Lorenzo Aldrete Bernal, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, p. 25-29.
24 Peter Burke, “Teóricos e historiadores”, en Historia y teoría social, trad. Stella Mastrangelo, México,

Instituto Mora, 2000, p. 29.


caracterizar como trágico, debido a que, de alguna manera, independientemente de las
acciones que lleven a cabo los campesinos morelenses, su destino ya está saldado.

Me parece importante destacar el hecho de que la interpretación que presenta


Womack se puede integrar dentro de la categoría de historia social, y que además, se suma a
un esfuerzo académico de la época por dar una explicación a la situación económica de
América Latina, de Asia y de África. Creo pertinente acotar que, como se apuntó en clase, la
interpretación que presenta Womack del fenómeno de la revolución agraria morelense está
marcada por las imágenes de guerrilleros y terroristas de la guerra de Vietnam.25

El segundo rasgo que me permito apuntar en la obra historiográfica de Womack es el


enfoque antropológico a partir del cual caracteriza a la sociedad morelense utilizando la
categoría de sociedad folk, que implica (entre otras) las siguientes particularidades: es una
sociedad pequeña, que establece pocos vínculos con otros grupos sociales, con movimientos
espaciales limitados a su territorio, en donde la oralidad predomina y la tradición configura
la sociedad, con una economía de autoconsumo, un marcado naturalismo y una
homogeneidad cultural.

Es a partir de este modelo de sociedad folk que Womack configura su obra, basándose
en los antagonismos que operan entre tradición y modernidad para articular su relato, y
encarnándolos en sujetos históricos que se convierten en actores del proceso revolucionario:
pueblos y haciendas. Para el autor es este antagonismo el que origina el movimiento
revolucionario, como una reacción que se opone al acelerado proceso de modernización de
la industria cañera morelense, del cual el pueblo trabajador no formó parte activa y por lo
tanto, lejos de verse beneficiado, se vio afectado negativamente por él.

Éste es un libro acerca de unos campesinos que no querían cambiar y que, por eso mismo, hicieron una
revolución. Nunca imaginaron un destino tan singular. Lloviera o tronase, llegaran agitadores de fuera
o noticias de tierras prometidas fuera de su lugar, lo único que querían era permanecer en sus pueblos
y aldeas, puesto que en ellos habían crecido y en ellos, sus antepasados, por centenas de años, vivieron
y murieron: en ese diminuto estado de Morelos del centro-sur de México. 26

25 “Vinieron entonces cerca de once años de guerra, durante los cuales los pequeños agricultores y
jornaleros se convirtieron en guerrilleros y terroristas, soportaron sitios y sabotearon, además de
resistir pasivamente a la pacificación.” en John Womack, Zapata y al revolución mexicana, trad.
Francisco González Aramburu, 4ª ed., México, Siglo XXI, 1972, p. XI.
26 Idem.
La paradójica frase introductoria que utiliza Womack para inaugurar su obra determina el
punto nodal de su interpretación historiográfica: la revolución morelense fue una revolución
conservadora. Esta forma de concebir la revolución zapatista es otro de los rasgos que
caracterizan la interpretación de Womack. Además, en este primer párrafo, comienza a
esbozar las características propias de una sociedad folk al tiempo que deja sentir el carácter
trágico de la narrativa.

Otro excelente ejemplo que da luz acerca de cómo interpreta Womack el proceso
revolucionario zapatista es el relato sobre cómo, una vez llevada a cabo la revolución, Zapata
tenía la esperanza de que los modernos ingenios fueran utilizados por los campesinos, para
que éstos se vieran beneficiados directamente por la producción azucarera; no obstante, y a
pesar de la insistencia de Zapata, la mayoría de los campesinos prefirieron seguir cultivando
hortalizas y sosteniendo una economía local. 27

El hecho de que fueran los ancianos quienes, “en calidad de expertos”, acudían a
ayudar a los ingenieros agrónomos que tenían por encomienda trazar los planos de los límites
territoriales, para indicarles, los primeros a los segundos, cuáles eran los límites que
tradicionalmente se habían respetado;28 o bien, que los antedichos límites se marcaran
siguiendo lo estipulado por “la mapa” (títulos virreinales de las tierras),29 son otros ejemplos
de cómo la sociedad estaba determinada por la tradición.

6. Describe el concepto de actitud histórica (su relación con la situación de conflicto y


las clases sociales) y explica qué papel juega en la interpretación de la revolución de
independencia que construye Luis Villoro. ¿Cómo se definen en la obra ideología y
utopía?
En su interpretación de la guerra de Independencia en México, Villoro parte de la premisa de
que el hombre, protagonista del acontecer histórico, está arrojado en el mundo, lo cual
implica que el individuo está limitado o enmarcado por la situación en que se encuentra. 30
Esta situación es una incitación a la acción, a la obtención de respuesta por parte de un

27 Ibidem, p. 236.
28 Ibidem, p. 223.
29 Ibidem, p. 228.
30 Luis Villoro, El proceso ideológico de la revolución de independencia, 2ª ed., México, UNAM, 1977,

p. 9.
individuo o un grupo social a la situación en que se encuentren inmersos; cuando se obtiene
esta respuesta, comienza la dinámica histórica. 31

A partir de la existencia de la situación individual, se puede entender que el concepto


clase hace referencia a la “circunscripción del mundo social vivido por cada hombre”,32 al
tejido de relaciones entre individuos, determinado por el trabajo y la convivencia. La clase
33
refiere al grupo humano cuya vinculación se encuentra en un mundo vivido común. En
este sentido, la situación no solo da origen a la clase, sino que es la génesis de la actitud
histórica.

La actitud histórica, puede ser propia de un individuo o de un grupo de personas


condicionadas por la misma situación, y es el cristal a través del cual se proyecta la visión de
la realidad; por lo tanto, determina las actitudes que se adoptan ante ésta. La obra de Villoro
parte de la identificación de cuatro clases sociales en la época en que sucede la revolución de
independencia: la clase administradora y comerciante, la clase propietaria y castrense, la
clase media, y la clase trabajadora.

Esta estratificación de la sociedad novohispana le permite a Villoro desarrollar su


interpretación del fenómeno histórico del levantamiento independentista, partiendo de las
actitudes históricas que determinan a las clases sociales ya mencionadas, el autor procede a
otorgarle un sentido a la revolución de independencia, que entiende como un proceso de
enfrentamiento de clases sociales en pro de sus intereses. Villoro identifica dos polos
operantes, aunque no privativos de otras posturas, desde los cuales se puede entender el
movimiento independentista: uno de corte tradicionalista y otro de corte liberador. 34

En este sentido, en la base de la interpretación que hace Villoro acerca del fenómeno
histórico en cuestión se encuentra la utopía, entendida en términos de Manheim como una
destrucción parcial o total del orden de las cosas en determinada época.

31 Ibidem, p. 10.
32 Ibidem, p. 9.
33 Idem.
34 Ibidem, p. 13-14.
Tal parece que bastara destruir el orden social opresor, dejando explayar el impulso popular, para que
adviniera la nueva vida. Esta vivencia inconsciente del mundo futuro en la realidad actuante del pueblo,
es la única condición que nos permite explicar el cariz que la lucha presenta a sus ojos. 35

La ideología es para Villoro una forma de ocultamiento en la que los intereses y valores de
un grupo social se disfrazan, y se hacen pasar por universales. El mundo vivido común de
cada clase determina de qué manera concibe ésta al mundo, así como el conjunto de intereses
y valores que comparten; estos se ven enmascarados en una ideología de carácter progresista
o tradicional. La ideología se manifiesta en la actitud histórica adoptada por las clases
sociales, por ejemplo, las clases sociales que se encuentran en una posición dominante tienen
una ideología de corte tradicional, que encausa a una actitud histórica contrarevolucionaria,
en aras de proteger sus intereses.

7. ¿Cómo construye Enrique Florescano el marco metodológico de su investigación en


Origen y desarrollo de los problemas agrarios de México...; en particular ¿cómo se
articulan conceptos y perspectivas propias de la economía con el estudio de un
proceso histórico?
El marco metodológico que utiliza Enrique Florescano para entender los problemas agrarios
se basa en la identificación de las estructuras que articulan la sociedad novohispana, por lo
que, en un primer término, se encuentra el uso de la historia marxista. Además, construye su
interpretación utilizando los conceptos de fenómenos de larga y mediana duración, y
mediante un ejercicio en el que identifica y analiza los ciclos económicos propios del ámbito
agrícola novohispano. Utiliza datos que provienen de la historia serial y de la historia del
clima.

Florescano establece un vínculo entre el problema agrario y la llegada de los


españoles en 1521, y el cambio en el paradigma de la estructura social que esto supuso cuando
comenzaron a aparecer los latifundios en el norte de la Nueva España, asociados a los centros
mineros que allí se establecieron. En este sentido, el autor busca analizar el comportamiento
de los ciclos económicos, que presentan un patrón de auge-crisis, a partir de los aumentos en
el precio del maíz y las causas de éstos.

Utilizando éste análisis de los ciclos económicos, Florescano procede a estudiar las
consecuencias sociales que conllevan los fenómenos económicos asociados al precio del

35 Ibidem, p.73.
maíz, por ser éste el grano más importante, el alimento básico de personas y animales durante
la época colonial. Así, la pérdida de cosechas era la causa del alza de los precios del maíz,
que a su vez generaba un alza en todos los precios; esto desembocaba en una crisis económica
que repercutía en todos los sectores de la sociedad, y no sólo en aquellos que dependían
directamente de la producción del maíz.36 A pesar de ser los sectores más pobres quienes
primero resentían los efectos de estas crisis, el autor hace énfasis en que todos los sectores
sociales, tanto de la ciudad como del campo, eran afectados por este fenómeno; de la misma
forma, otras actividades económicas, como la minería o la producción textil, resentían la
crisis agraria.37

A partir del análisis de los ciclos económicos de la estructura colonial, Florescano


procede a entender cuáles eran los sectores que conformaban la sociedad y de qué manera
interactuaban entre ellos, de tal suerte que a lo largo de su obra va trazando un cuadro acerca
de cómo era la vida durante la época colonial, en función de los atributos propios de su
estructura económica. Por lo tanto, logra una establecer las relaciones entre la estructura y la
superestructura en esta sociedad.

8. Señala tres características que consideres importantes de la presentación de México


en el siglo XIX, en tanto que historiografía marxista.
En primer lugar destaco el hecho de que, desde el principio de la presentación plantea las 2
hipótesis de la obra, lo cual evidencia un afán de demostrar la objetividad y la cientificidad
del estudio histórico. La primera hipótesis es que el eje de la historia de México durante el
siglo XIX es un proceso de transición al capitalismo periférico; la segunda que este proceso
es al mismo tiempo un proceso de acumulación originaria del capital.

En segundo término, y ésta es la característica más destacable, está el hecho de que


su interpretación parte del análisis de las estructuras económico-sociales que configuran al
México del siglo XIX, y que son las que permiten formular sus dos hipótesis. Un claro
ejemplo es su caracterización de la sociedad colonial novohispana como una sociedad
precapitalista, en la que las estructuras productivas coloniales estaban articuladas por la

36 Enrique Florescano, Origen y desarrollo de los problemas agrarios en México [1500-1821], México,
Era, 1976, p. 78.
37 Ibidem, p. 73-78.
actividad minera, lo cuál genera unidades agro-minero-comerciales. Además, Cardoso
identifica a la sociedad colonial como una sociedad de clases.

Como consecuencia de esto, Cardoso esboza la periodización en que lleva a cabo su


análisis en función de las estructuras que puede identificar. Así, la totalidad de la obra está
dividida en dos partes: la primera va de 1821 a 1880, y la identifica como el periodo de
continuidad con la Colonia y de transición; la segunda va de 1880 a 1910, y la identifica
como la primera fase del capitalismo dependiente. El autor deja los criterios determinantes
de estos cortes temporales:

La delimitación de una primera gran fase en la historia economicosocial del país después de la
independencia, fase que se extiende hasta más o menos 1880, se debe a que sólo después de esta fecha
las estructuras típicas del capitalismo dependiente o periférico están ya suficientemente visibles y bien
establecidas en México. 38

Esto deja en evidencia la convicción de que la historia, el pasado como realidad, tuvo
periodos históricos en sí, y no que éstos son una categoría establecida por el historiador en
un afán de comprender el pasado.

9. Analiza el texto indicado en el programa de David Brading. ¿De qué trata? ¿Qué tipo
de historiografía es?
El texto que se indica en el programa corresponde al capítulo XXIII de la obra de Brading
titulada Orbe Indiano. De la monarquía católica a la República criolla 1492-1867. Dicho
capítulo, intitulado “Un viajero científico” se avoca al análisis de la obra de Alexander von
Humbolt escrita a raíz de sus experiencias en el continente americano. Este análisis tiene, en
mi opinión, todas las características propias de un análisis historiográfico, por lo que podría
afirmar que la obra de Brading se encuentra dentro de la categoría de historia de la
historiografía. No obstante, al ampliar un poco la mirada sobre la obra del autor, el análisis
contenido en este capítulo cobra un sentido más concreto, en el marco de un objetivo
específico.

David Brading es un historiador inglés nacido en 1936, que se formó en la


Universidad de Cambridge y en la University College de Londres. Sus estudios históricos

38Ciro Cardoso (coord.), México en el siglo XIX (1821-1910). Historia económica y de la estructura
social, 5ª ed., México, Nueva Imagen, p. 52.
sobre México abarcan desde el periodo colonial hasta la historia del siglo XX, y se
caracterizan por presentar una amplia cobertura temática. En palabras de Enrique Florescano:

[...] en lugar de seguir ordeñando la misma vaca con los artilugios aprendidos en los orígenes del oficio,
se ha desplazado del cultivo del análisis económico al del estudio de los grupos y los comportamientos
colectivos, de la historia social al escrutinio de las ideas, los imaginarios colectivos, la religiosidad y
los mitos de identidad. 39

Al contrastarse el contenido del capítulo en cuestión con el resto de la obra a la que pertenece,
y teniendo en cuenta el espectro temático-temporal en el que trabaja el autor, es posible
entender mejor de qué tipo de historiografía se habla. En el prólogo de Orbe indiano, Brading
explicita que esta obra tiene como tema central el patriotismo criollo, y que su propósito es
demostrar que, por mucho que la América española dependiera de Europa en materia de formas de
arte, literatura y cultura general, sus cronistas y patriotas lograron crear una tradición intelectual que,
por razón de su compromiso con la experiencia histórica y la realidad contemporánea de América, fue
original, idiosincrásica, compleja y totalmente distinta de todo modelo europeo.40

Partiendo de esto, procederé a abordar el contenido del capítulo, para posteriormente tratar
de definir por qué ésta obra lo contiene. En primer lugar, considero fundamental mencionar
que Brading utiliza, a reserva de que mi cuenta esté errada, seis obras de Humbolt para la
elaboración del capítulo.41 Con base en ellas el autor identifica las ideas que caracterizan el
pensamiento de Humbolt. Destaca entre ellas el hecho de que éste autor consideraba que la
tarea del científico estaba orientada a descubrir las leyes bajo las cuáles se regían los
fenómenos, y no explicar el origen de éstos, razón por la cuál sus obras constituyen
colecciones de hechos verificados,42 en dónde se hace evidente que “casi no hizo ningún
intento por explicar o por interpretar; evitó toda investigación de las causas de las cosas;
dedicó toda su energía a observar, medir, describir y compilar.”43

Otra de las ideas que Brading identifica en la obra de Humbolt es el determismo


geográfico que caracteriza sus descripciones sobre el Nuevo Mundo. En este sentido, Brading
apunta que Humbolt concibe a las sociedades americanas bajo un parámetro lejano a la

39 Enrique Florescano, “Semblanza de David A. Brading”, Nexos, 1 de agosto de 2004, consultado


el 4 de junio de 2018, https://www.nexos.com.mx/?p=11235
40 David Brading, Orbe indiano. De la monarquía católica a la República criolla. 1492-1867, México,

Fondo de Cultura Económica, 2017, p. 7. Versión electrónica consultada el 4 de junio de 2018,


http://www.digitaliapublishing.com.pbidi.unam.mx:8080/visorepub/47583
41 Los títulos de éstas obras son: Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, Aspectos

de Naturaleza, Ensayo sobre la geografía de las plantas, Vistas de las cordilleras y monumentos de
los pueblos indígenas de América, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, Cosmos.
42 David Brading, Orbe indiano. De la monarquía católica a la República criolla. 1492-1867, trad. Juan

José Utrilla, México, Fondo de Cultura Económica, 1991, p. 560.


43 Ibidem, p. 575.
imagen del buen salvaje de Rousseau, estancadas en un estadío de infancia e inferiores, en
general, a las del Viejo Continente.44 Vinculado a esta concepción, Humbolt explica el
establecimiento de las civilizaciones precolombinas como consecuencia de la presencia de
misioneros asiáticos, cuya cultura había impedido que se desarrollara el espíritu humano; en
cualquier caso, ni las sociedades tropicales ni las civilizaciones ubicadas en tierras altas
habían logrado un desarrollo ni un progreso como el europeo.45

Además, Brading apunta la tendencia de Humbolt por definir zonas geográficas,


haciendo hincapié en la descripción de los aspectos económicos, como en el caso de Los
Llanos, Venezuela,46 o el de la mina la Valenciana, en Guanajuato; 47
así como el abordaje
económico que dio sobre Cuba en su ensayo político, en el que además destacaba la
información referente a esclavismo en este territorio.48

Queda evidenciado así, en la obra de Humbolt, un contraste entre las maravillas


geográficas de las tierras de la Nueva España con el carácter de sus habitantes y su situación
político económica, aunado a la “deuda” que tenían con Europa por haberles acercado la
civilización.

De esta forma, el capítulo “Un viajero científico”, se ubica enmarcado en una obra
que tiene como propósito mostrar la construcción de una tradición intelectual, distinta de la
europea acerca de América, que finalmente será reconocida como un patriotismo criollo. Este
fragmento evidencia, en mi opinión, un proceso de interpretación que deriva en la
construcción de una historia de las ideas, a partir de fuentes primarias; por un lado, en el
capítulo referido, el autor construye un panorama de las ideas características del pensamiento
de Humbolt, al tiempo que, éste capítulo, forma parte de un esfuerzo por construir la historia
de las ideas que dieron lugar a la formación de un pensamiento criollo.

44 Ibidem, p. 562.
45 Ibidem, p. 565.
46 Ibidem, p. 556-557.
47 Ibidem, p. 565.
48 Ibidem, p. 559.
Bibliografía.

Burke, Peter, “Teóricos e historiadores”, en Historia y teoría social, trad. Stella Mastrangelo,
México, Instituto Mora, 2000, 225 p.
Camelo, Rosa y Miguel Pastrana Flores (editores), La experiencia historiográfica. VIII
Coloquio de análisis historiográfico, México, UNAM-Instituto de Investigaciones
Históricas, 2009, 285p.
Cardoso, Ciro (coord.), México en el siglo XIX (1821-1910). Historia económica y de la
estructura social, 5ª ed., México, Nueva Imagen, 525 p.
David Brading, Orbe indiano. De la monarquía católica a la República criolla. 1492-1867,
trad. Juan José Utrilla, México, Fondo de Cultura Económica, 1991, 770 p.
Florescano, Enrique, Origen y desarrollo de los problemas agrarios en México [1500-1821],
México, Era, 1976, 158 p.
Leonard, Irving A., Los libros del Conquistador, México, Fondo de Cultura Económica,
1979.
Paz, Octavio El laberinto de la soledad, 2ª ed., México, Fondo de Cultura Económica, 1972,
191 p.
Stone, Lawrence, “La historia de las ciencias sociales en el siglo XX”, en El pasado y el
presente, trad. Lorenzo Aldrete Bernal, México, Fondo de Cultura Económica, 1986,
289 p.
Villoro, Luis, El proceso ideológico de la revolución de independencia, 2ª ed., México,
UNAM, 1977, 255 p.
Womack, John, Zapata y al revolución mexicana, trad. Francisco González Aramburu, 4ª
ed., México, Siglo XXI, 1972.

You might also like