Solo conformarse con ser la oposición no es de peronistas.
Con más de 70 años de vida el Partido Justicialista, fundado en 1946, es un
protagonista excluyente de los grandes cambios en la Argentina. Desde las leyes laborales, el voto femenino, el aguinaldo, la inclusión social y otros hitos históricos son parte indiscutible del patrimonio ideológico del partido que contiene a la ideología que naciera de la visión del General Perón y de Eva Perón. En acción de gobierno, resistiendo a las dictaduras con mártires propios, siendo oposición política de las políticas neoliberales, en todas las situaciones de la historia contemporánea el justicialismo es una fuerza constante y permanente de los ciclos políticos de la nación. Es tal su trascendencia que han sido infructuosos los varios y sanguinarios intentos de darle muerte, que no han logrado otro efecto que hacerlo renacer con más vigor. Se ha escrito mucho del justicialismo a favor y en contra, y la bibliografía es extensa y en diversos idiomas, no vamos a agregar nada nuevo, mucho menos reconociéndonos como peronistas. En Chubut, el Partido Justicialista, definido como la “herramienta electoral” del peronismo, hace todo lo posible por evitar ser gobierno y conformarse con ser opositores más o menos serios del gobierno de turno. El reciente Congreso del PJ, volvió a hacer un culto de los intereses personales de un pequeño sector de la dirigencia partidaria, que prefiere mantener un statu quo que le permita tener el monopolio de las decisiones. Desde esa perspectiva mediocre y absolutamente sesgada, reniegan de la natural de vocación de poder del peronismo a cambio de repartirse los cargos expectantes de la lista de diputados, anticipando la perspectiva de una módica minoría opositora. Esa mirada pequeña y egoísta de una dirigencia políticamente insustancial, está generando que diversos sectores del peronismo se encaminen a recrear al movimiento nacional por fuera de las decisiones del “pequeño cenáculo de patrones de estancia” que hoy toma las decisiones en nombre del conjunto. El peronismo se ha caracterizado a lo largo de su notable, y muchas veces sufrida historia, por su concepción movimientista, otorgando al partido la característica de mera herramienta electoral. Tal vez nunca leyeron o escucharon a Perón, y si lo hicieron, no lo entendieron. Sabemos que en el peronismo abrevan afiliados, militantes y simpatizantes que tienen tanto compromiso militante como talento y capacidad para desarrollar y representar un proyecto que permita transformar la dura realidad que hoy vivimos los que habitamos esta provincia. En ese contexto resulta contradictoria y falaz la retórica del presidente del Partido Justicialista y de los “referentes” que lo sostienen, que hablan de ser inclusivos , pero que en la práctica impulsan una política cerrada y excluyente que impide la renovación dirigencial, desalienta la participación de la joven militancia, descalifica a quienes tienen una mirada crítica sobre este proceso, y fundamentalmente, promueven el alejamiento del partido de aquellos que legítima y cabalmente representan cotidianamente a miles de Trabajadoras y Trabajadores de la provincia. Extraña visión del peronismo que descarta la participación de quienes fueron señalados por el propio General Juan Domingo Perón la columna vertebral del Movimiento Nacional. ¿Cómo es posible que el Congreso del PJ, promocionado como el de la “unidad”, sean más relevantes las ausencias que las presencias? En ese contexto, resultan carentes de efectos políticos reales, las definiciones que desde ese ámbito surgen, en tanto que se limitaron a reproducir una liturgia inocua, reducida a un debate reglamentario orientado a garantizar la continuidad de una estrategia de partido y no de movimiento, que el año pasado nos condujo a una derrota electoral que ubicó al peronismo tercero en las elecciones a diputados nacionales. El Partido Justicialista de Chubut se encamina, en esta perspectiva, a ser un actor de reparto en la disputa electoral del año próximo, y esa grave posibilidad tiene responsables concretos, que deberán dar cuentas de su negligente actitud política. Cuando todos los análisis políticos, fundamentalmente el proveniente de las autoridades nacionales del Partido Justicialista, indican la necesidad de construir de manera generosa un frente patriótico, amplio y de sentido federal, en Chubut la respuesta es exactamente la contraria, cerrando la puerta a acuerdos que incluyan, en primer lugar al peronismo que se dispersó en los últimos años como fruto de personalismos inconducentes que deberían ser subsanados en esta instancia, y en segundo, al conjunto de todo aquello que consideramos el campo nacional y popular. Al peronismo real, al perseguido, al proscripto, al traicionado, al ninguneado, esta decisión de una conducción justicialista chubutense carente de audición y de sentido común, y mucho más de sentido político, lo arrastrará en sus consecuencias, salvo que decida actuar con el sentido transgresor que el que se distinguió a lo largo de la historia. A ese peronismo que lo mira de afuera de las estructuras, pero de adentro de la ideología, solo lo compromete a seguir trabajando en proyectos e ideas, para hacer lo que recibimos como mandato de nuestros líderes: hacer una sociedad más justa, más sana, con trabajo. Lo hicimos a lo largo de la historia, y así como hemos luchado siempre contra la pobreza y en favor de la justicia social, debemos también hacerlo contra la pobreza dirigencial que hoy pretende condicionarnos. Sus acciones y decisiones no impedirán la aplicación de nuestros proyectos, solo los demoran.